HERMENÉUTICA DE LO INCONMENSURABLE
Este artículo es una reproducción del capítulo con mismo título en la página 120 de la obra LA EDUCACIÓN CUÁNTICA.
La historia no es como nos la enseñan, sino que, ella misma, está siendo manipulada por lo menos desde la Segunda Guerra Mundial, como intenta hacernos ver Oliver Stone en sus diez documentales La historia no contada de los Estados Unidos. Hay diversos intentos de buscar otro tipo de verdad en la historia, pero, sin lugar a dudas, quién ha marcado un hito en ese sentido ha sido Naomi Klein con su obra La doctrina del shock. También en el ámbito científico hay rebeldes, tal es el caso de Rupert Sheldrake, uno de los biólogos y escritores más innovadores del mundo.
Rupert Sheldrake es el autor de la teoría de los campos mórficos y la resonancia mórfica y ha desarrollado importantes investigaciones en el campo de la telepatía o la percepción. Sus trabajos conducen a una visión del desarrollo de la vida y el universo radicalmente distinta de la mantenida por los estamentos más académicos. Su trabajo en el campo de la biología se desarrolló en la Universidad de Cambridge en donde fue miembro del Clare College. Por sus aportaciones coherentes, rigurosas y bien fundamentadas, es un autor de referencia en el cuestionamiento del actual paradigma científico.
En su obra El espejismo de la ciencia, Sheldrake analiza diez dogmas científicos y su veracidad, con una intención de fondo: revelar la “cosmovisión” actual de la ciencia y sus limitaciones. Para Sheldrake la “cosmovisión científica” se ha convertido en un sistema de creencias cuyos dogmas condicionan y limitan la labor científica, que debería estar basada en la indagación, la formulación y prueba de hipótesis, la atención a la evidencia, y la discusión crítica. El título del libro claramente lo ha situado en el mercado como un contra-manifiesto de El espejismo de Dios, un famoso ensayo escrito por el etólogo británico Richard Dawkins.
El espejismo de la ciencia es la creencia en que la ciencia ya comprende la naturaleza de la realidad. Las preguntas fundamentales habrían sido ya respondidas y solo quedarían los detalles por completar. En este apasionante libro, el doctor Rupert Sheldrake muestra que la ciencia está oprimida por supuestos que se han consolidado como dogmas. La “perspectiva científica” se ha convertido en un sistema de creencias: toda realidad es material o física; el mundo es una máquina constituida por materia muerta; la naturaleza carece de propósito; la conciencia no es sino la actividad física del cerebro; el libre albedrío es una ilusión; Dios existe solo como una idea en las mentes humanas. Sheldrake examina científicamente estos dogmas y muestra, de forma tan amena como convincente, que la ciencia estaría mejor sin ellos: sería más libre, más interesante y más divertida.
Stone y Klein, en la historia. González, Ruiz, Carrera, Illich, Laval y Mendoza en la educación. Sheldrake y Garnier, entre otros muchos “místicos cuánticos”, en la ciencia. Todos ellos apuntan hacia un obligado revisionismo, respectivamente, de la historia, la educación y la ciencia: el fundamento epistemológico por excelencia pretendido por La educación cuántica. Para tal propósito he seguido el sabio consejo de mi admirado Descartes: “Para alcanzar la verdad, es necesario, una vez en la vida, desprenderse de todas las ideas, y reconstruir de nuevo y desde los cimientos todo nuestro sistema de conocimientos” (conocimiento académico). Pero también seguí el consejo del filósofo chino Confucio: “Estudia el pasado si quieres pronosticar el futuro” (conocimiento esotérico). La consecuencia en la observancia de dichos preceptos fue mi obra Capitalismo y conciencia. Es por ello que puedo proclamar a los cuatros vientos: la historia del pensamiento no es como nos la enseñan en nuestro actual sistema educativo occidental, sino que está amputada de su otra mitad, la filosofía perenne. De ahí la necesidad de La educación cuántica como nuevo paradigma de conocimiento, para enseñar bien ello.
Hacer filosofía pura es bien difícil hoy en día, pero no imposible, como pretende este pensador mediante La educación cuántica. Argumentar y contagiar sobre la necesidad de un nuevo paradigma de conocimiento no será tarea fácil. El reto pedagógico es muy ambicioso, pero no imposible. La cuestión, quizá, más difícil, es hacer entender al neófito en filosofía que está viviendo bajo la mentira del pensamiento único neoliberal, quien condiciona la vida, el intelecto y la libertad de las personas y los pueblos, impidiendo así alcanzar la autorrealización o felicidad. Hay una masa crítica anestesiada por los poderes fácticos que necesita urgentemente el despertar de la conciencia, a lo que alienta La educación cuántica y la filosofía transpersonal. Más que nunca la humanidad necesita también de una renovada pedagogía filosófica, un segundo renacimiento: el “yo” racional surgido del cogito cartesiano, habiendo agotado su discurso en la naturaleza -“ello”- mediante el materialismo científico, redirige ahora su mirada hacia el “nosotros” kantiano . La razón ha sido histórica y psicológicamente segregada del espíritu humano, de ahí la divergencia cognitiva entre el materialismo científico y el conocimiento revelado que postulan las religiones. Sin embargo, es la física cuántica quien posibilita dicho segundo renacimiento al darse de bruces con una realidad superior: el sujeto y el objeto son una y la misma cosa; yo y el Universo somos uno; tú y yo somos uno. Nosotros somos uno.
En virtud de lo anterior y merced a las “astucias de la razón” y la “burla de la historia” en palabras de Hegel (1), el imperativo categórico kantiano tiene ahora su formulación científica: la mecánica cuántica ha desintegrado la “rígida estructura” del materialismo científico (dualidad objeto-sujeto) como único modo de explicarnos la realidad, remitiendo inexorablemente al misticismo contemplativo (no dualidad entre objeto y sujeto) como un nuevo paradigma de conocimiento que contempla la unión de todos los seres. En dicha senda donde todos somos uno, es necesaria más que nunca una educación cuántica que explicite ese nuevo paradigma de conocimiento, y requiere por tanto de una renovada pedagogía filosófica para enseñar bien todo ello.
NOTA:
(1) La filosofía de la historia de Hegel está marcada por los conceptos de las “astucias de la razón” y la “burla de la historia”: la historia conduce a los hombres que creen conducirse a sí mismos, como individuos y como sociedades, y castiga sus pretensiones de modo que la historia-mundo se burla de ellos produciendo resultados exactamente contrarios, paradójicos, a los pretendidos por sus autores, aunque finalmente la historia se reordena y, en un bucle fantástico, retrocede sobre sí misma y con su burla y paradoja sarcástica, convertida en mecanismo de cifrado, crea también ella misma, sin quererlo, realidades y símbolos ocultos al mundo y accesibles solo a los cognoscentes, es decir, a aquellos que quieren conocer.