"La conciencia, esa gran desconocida y, paradójicamente, tan presente en nosotros como ausente en el mundo"
(Amador Martos)

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Ken Wilber y los nuevos paradigmas de la humanidad

KEN WILBER Y LOS NUEVOS PARADIGMAS DE LA HUMANIDAD

Presentación del libro KEN WILBER Y LOS NUEVOS PARADIGMAS DE LA HUMANIDAD en el II Congreso Internacional de la Red Española de Filosofía: LAS FRONTERAS DE LA HUMANIDAD

El filósofo Amador Martos aborda en su obra más sincrética los problemas más importantes del pensamiento humano: ¿quién soy?, ¿qué es la realidad?, ¿qué es la naturaleza?, ¿existe la divinidad?, ¿qué puedo saber?, ¿qué debo hacer? y ¿hacia dónde vamos? Problemas todos ellos cuyas respuestas, según el autor, pueden hallarse en la profundidad de la conciencia.

El problema histórico. Toda la historia de la filosofía occidental está transitada por la inquietud de encontrar la solución al problema del conocimiento e intentar dar una explicación coherente de la conciencia, y se ha caracterizado por la constante universal de abordar el problema del hombre desde el dualismo: materia y espíritu, cuerpo y alma, cerebro y mente. En la modernidad, Kant mediante sus Tres Críticas, produjo la diferenciación de las tres grandes categorías platónicas: la Bondad (la moral, el “nosotros”), la Verdad (la verdad objetiva propia del “ello”) y la Belleza (la dimensión estética percibida por cada “yo”). La mala noticia, por lo contrario, es que la postmodernidad no ha logrado la integración respectivamente de la cultura, la naturaleza y la conciencia.

El problema social y epistemológico. La conciencia histórica individual (yo) surgida del primer renacimiento humanístico de los siglos XV y XVI, ha devenido en este siglo XXI en un depredador neoliberalismo. Esta última metamorfósis del capitalismo, siguiendo las tesis de Marx, está socavando su propio final pues está acabando con el valor del trabajo humano y con los recursos naturales generando, consecuentemente, una profunda crisis humanitaria y ecológica. Así, la historia del pensamiento, devenida dogmáticamente en una filosofía materialista y en un reduccionismo psicológico, aboca a una crisis epistemológica entre ciencia y espiritualidad desde que la física cuántica irrumpió en el tablero cognitivo.

El problema hermenéutico. Las diferentes interpretaciones de la mecánica cuántica que aúnan la ciencia y la espiritualidad mediante la recuperación de la filosofía perenne, introducen la primera fisura en la “rígida estructura” del dualismo científico entre sujeto y objeto que ha impregnado a la civilización occidental. La imperiosa integración que los postmodernos llevan buscando sin éxito, es abordada por Ken Wilber mediante una filosofía transpersonal, una interpretación hermenéutica de la historia, la ciencia y la espiritualidad.

Integración y evolución paradigmática. Sobre la erudición filosófica de Ken Wilber, Amador Martos propugna una renovada pedagogía histórica (pasado), cognitiva (presente) y educativa (futuro) que invoca hacia un segundo renacimiento humanístico: la integración del “yo” y el “nosotros” con la salvaguarda de la naturaleza -“ello”-; una integración que permitiría sanar y trascender la racionalidad hacia la “postracionalidad” o “visión-lógica” según Wilber, y para tal fin, argumenta la evolución paradigmática de la filosofía, la psicología, la sociología, la ciencia, la educación y la espiritualidad.

Filosofía hermenéutica. El autor postula una integración entre la epistemología y la hermenéutica permitiendo, respectivamente, justificar lo conmensurable y entender lo inconmensurable como dos modos de saber que posibilitan vislumbrar una conexión de la filosofía con la espiritualidad, proponiendo así una filosofía hermenéutica para seres espirituales como condición para trascender el actual abismo cultural de la humanidad.
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Los cuatro cuadrantes

BREVE HISTORIA DE TODAS LAS COSAS

Aunque este artículo puede ser aprehendido de un modo independiente, recomiendo previamente la lectura de mi artículo anterior titulado Gracias, Wilber. Ambos artículos conjuntamente se constituyen en la introducción de mi próximo libro Ken Wilber y los nuevos paradigmas de la humanidad .

Desde mi juventud, he crecido queriendo comprender “la evolución de la conciencia”, de ahí mi primera incursión en el mundo del conocimiento al estudiar filosofía en la Universidad de Barcelona. Mi paso por la universidad tuvo un sabor agridulce. Dulce e ilusionante porque accedía a la universidad tras pasar el examen de acceso para mayores de veinticinco años. Dulce y emocionante porque, para un hijo de un emigrante minero, era bien difícil ascender hacia el mundo de las ideas. Dulce y esperanzador, porque salía de la caverna platónica para dirigirme hacia la luz. Pero también agrio mi paso por la universidad porque quedé decepcionado en la manera en que se enseñaba la filosofía. Decididamente, no salí de la universidad con las ideas claras, seguramente, porque no encajaban con mis estudios esotéricos realizados antes de mi entrada en la universidad. Vi claramente que las universidades eran instrumentos racionales y pragmáticos carentes de una visión integradora con la espiritualidad, la cual sí me proveía mis estudios esotéricos al margen de lo que decía la oficialidad en la universidad. Simplemente, en mi esquema mental, la racionalidad y la espiritualidad no estaban integradas, sino disociadas. Milagrosa o causalmente, fue Wilber (2005b) mediante su obra Sexo, Ecología, Espiritualidad quien, en una sola lectura, supo enseñarme la historia exotérica de la filosofía, pero también la esotérica. Y ahora, este artículo, se presenta como un reconocimiento a la sabiduría y la espiritualidad de Wilber, sobre quien he edificado mi propio pensamiento. En la historia de la humanidad ha habido grandes genios, sabios y filósofos, sin embargo, Ken Wilber merece también estar en el panteón de los grandes pensadores.

Continué descubriendo a Ken Wilber leyendo varias de su obras: El espectro de la conciencia (Wilber, 2005c), Breve historia de todas las cosas (Wilber, 2005a), Conciencia sin fronteras (Wilber, 1985), El paradigma holográfico (Wilber 1987a), Cuestiones cuánticas (Wilber, 1987b). Coincido con Tony Schwartz, prologuista de Breve historia de todas las cosas, en que “no conozco a nadie que haya descrito de manera más sistemática y comprehensiva que Wilber el camino del desarrollo del ser humano, el camino de la evolución de la conciencia”. La obra de Wilber es extensa, aparentemente compleja, y posiblemente de difícil acceso para un neófito en filosofía. Al menos así me lo pareció a mí, pues cuando leí El espectro de la conciencia, tuve que abandonar su lectura porque me perdía en las disquisiciones filosóficas de Wilber. Fue años más tarde, después de dar un repaso por parte de su extensa obra cuando, por fin, “comprendí” y finalicé la lectura de El espectro de la conciencia. Así pues, debía hallar algún hilo conductor que permitiera una comprensión sistemática de la obra de Wilber. Años atrás había leído Breve historia de todas las cosas, pero es recientemente con una segunda lectura, como descubrí que el propio Wilber se encargaría de ofrecer una visión sintética de su pensamiento en dicha obra. Entonces comprendí: Breve historia de todas las cosas debería ser la obra por antonomasia para un primer acercamiento por todo estudiante de filosofía y lego en el pensamiento de Wilber, como certeramente expone Tony Schwartz en el prólogo:

"Se trata de un libro sobrio y contundente en el que Wilber desarrolla las ideas bosquejadas en sus once libros utilizando un estilo sencillo y asequible, el diálogo. El resto de la obra de Wilber requiere, cuanto menos, un cierto conocimiento de las principales tradiciones contemplativas orientales y de la psicología evolutiva occidental, pero Breve historia de todas las cosas, por el contrario, está escrito para un auditorio mucho más amplio, cualquier ser humano que tratando de encontrar la sabiduría en la vida cotidiana quede desconcertado ante la gran diversidad de caminos-a menudo contradictorios- que, asegurando conducir a la verdad, yerran en lo fundamental. A quienes terminen de leer este libro con ganas de seguir profundizando en la obra de Wilber recomiendo encarecidamente la lectura de su reciente Sexo, Ecología, Espiritualidad, un libro en el que explora con mayor detalle y rigor muchas de las ideas apenas esbozadas aquí".

En Breve historia de todas las cosas, Wilber aborda en una visión coherente las verdades procedentes de la física, la biología, las ciencias sociales, las ciencias sistémicas, el arte, la estética, la psicología evolutiva y el misticismo contemplativo, y también incorpora movimientos filosóficos tan opuestos como el neoplatonismo, el modernismo, el idealismo y el postmodernismo. Y todo ello es abordado mediante la noción de los cuatro cuadrantes del desarrollo, magníficamente resumido por Tony Schwartz en el prólogo de Breve historia de todas las cosas (Wilber, 2005a: 9):

"El estudio de los centenares de mapas del desarrollo que han bosquejado los diversos pensadores a lo largo de los años- mapas del desarrollo biológico, del desarrollo psicológico, del desarrollo cognitivo y del desarrollo espiritual, por nombrar solo a unos pocos- llevó a Wilber al reconocimiento de que, muy a menudo, estos mapas estaban describiendo diferentes versiones de la “verdad”. Las formas exteriores del desarrollo, por ejemplo, pueden ser valoradas de manera objetiva y empírica pero, como afirma explícitamente Wilber, este tipo de verdad no lleva muy lejos. En su opinión, todo desarrollo comprehensivo también posee una dimensión interna, una dimensión subjetiva e interpretativa que está ligada a la conciencia y la introspección. Pero además, el desarrollo interno y el desarrollo externo, según Wilber, no tienen lugar aisladamente y de manera individual sino que acontecen en el seno de un contexto social y cultural. Éstos son los cuatro cuadrantes de los que hablamos. Ninguna de estas formas de la verdad puede ser reducida a las demás".

El prologuista Tony Schwartz (Wilber, 2005a: 11) nos convence finalmente por qué hay que leer Breve historia de todas las cosas:

"No concibo una forma mejor de introducir a alguien en la obra de Ken Wilber que la lectura de este libro, un libro que eleva el debate sobre la evolución, la conciencia y la posible transformación del ser humano a una dimensión completamente nueva. Y, en un nivel mucho más práctico, ese libro evitará muchos pasos equivocados y muchas desviaciones en cualquier camino de sabiduría que decidamos emprender".

Así fue como descubrí y seguí el pensamiento de Wilber a través de sus cuatro cuadrantes, primeramente, sumergiéndome en la profundidad epistemológica de Sexo, Ecología Espiritualidad pero, en segundo lugar, incursionando también de un modo hermenéutico en Breve historia de todas las cosas.

BIBLIOGRAFÍA

Wilber, Ken. La conciencia sin frontera. Barcelona: Kairós, 1985.

Wilber, Ken. El paradigma holográfico. Barcelona: Kairós, 1987a.

Wilber, Ken. Cuestiones cuánticas. Barcelona: Kairós, 1987b.

Wilber, Ken. Breve historia de todas las cosas. Barcelona: Kairos, 2005a.

Wilber, Ken. Sexo, Ecología, Espiritualidad. Madrid: Gaia Ediciones, 2005b.
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Ken Wilber

GRACIAS, WILBER.

Este artículo está reproducido en el capítulo 1 de la primera parte de la obra KEN WILBER Y LOS NUEVOS PARADIGMAS DE LA HUMANIDAD

“Yo no cito a los demás más que para expresar mejor mi pensamiento”
(Michel de Montaigne (1533-1592), escritor y filósofo francés)


Cuando presientes que, inexorablemente, te diriges hacia el ocaso de esta vida, es inevitable hacer un balance de tu paso por este mundo. Es imperativo saber, antes de irte al otro barrio, qué sentido ha tenido tu vida, si es que ha tenido alguno. Probablemente, ese mundo exterior seguirá con sus miserias, sus guerras, sus diferencias entre ricos y pobres, el predominio de unos pocos sobre los muchos y, por tanto, la ausencia de una genuina libertad reconvertida en libertinaje. Por ende, la felicidad de los pueblos también queda relegada a una utopía todavía por realizarse plenamente.

La vida discurre con una aparente incertidumbre, como si el caos predominara sobre la existencia humana sin atisbo de orden. Sin embargo, me iré de este mundo con la satisfacción de haber intentado comprenderlo, plasmando mi interpretación a través de mis diversas publicaciones aunque, de momento, el reconocimiento intelectual brille por su ausencia, pero, a esta altura de mi vida, poco importa ya. De hecho, a modo de terapia, la escritura ha sido mi válvula de escape para no caer preso mentalmente de un sistema corrupto hasta la médula y que ha conducido a la extenuación psicológica de las personas. Podía haber caído en el suicidio, o en la depresión, como tantas personas han sido abocadas a ello por este depredador y salvaje capitalismo donde predomina el egoísmo y la salvación individual allende del bien común y de la colectividad. Sin embargo, emulando a Descartes (1) (1999) , decidí una andadura en busca de la “verdad”, si es que hay alguna, en busca del por qué este mundo es tan complejo de entender, o lo hace complejo una minoría plutocrática que maneja los designios de la humanidad. Poco a poco, libro tras libro, fui descubriendo un orden subyacente a mis pensamientos procedente de nuestra “voz interior”, del “Logos” en boca de Heráclito, o de nuestro “doble” a decir del físico francés Garnier (2) (2012), invitándome contra viento y marea a emprender una aventura hermenéutica, sin entonces saber ni tan siquiera qué era eso de la “hermenéutica” como disciplina filosófica. Hasta que descubrí a Ken Wilber.

También descubrí a vanguardistas científicos cuyos pensamientos abrazaban la espiritualidad, en contraposición al rancio y desfasado materialismo científico como modelo de cognición sobre la realidad por conocer. De hecho, según las neurociencias, la realidad es maya-ilusión (Morgado, 2015), dejando entonces espacio suficiente para el surgimiento de un movimiento de pensadores que aunaron ciencia y espiritualidad. Los ortodoxos materialistas científicos calificaron a dicho movimiento filosófico como “misticismo cuántico”. Espero y deseo que este artículo haga justicia para que dicho movimiento de pensadores espirituales seamos histórica y académicamente reconocido bajo el espectro de la filosofía transpersonal, cuyo iniciador por antonomasia, a mi humilde entender, es Ken Wilber.

Así pues, tengo el pleno convencimiento de que hay un orden subyacente en la realidad, el cual hay que descubrir mediante un minucioso y concienzudo camino hacia la sabiduría. He seguido a Platón, a Descartes, a Kant, a Hegel, a Marx entre otros muchos, y desde ahí doy un salto cualitativo hasta Wilber. Desde Kant hasta Wilber, hay una brecha epistemológica entre dos modos de saber (3) (Wilber, 2005a) así como un desterramiento de la hermenéutica filosófica como más que probable camino para entender este complejo mundo. Afortunadamente, Ken Wilber me abrió los ojos, mucho más que los cincos años de mi paso por la universidad. Con el descubrimiento de Wilber, la historia del pensamiento y de la evolución de la conciencia, se me presentan ahora con sólidos pilares epistemológicos para desarrollar mi propia comprensión sobre este viejo mundo de ahí fuera pero, eminentemente, sobre el nuevo mundo por descubrir en el interior de cada uno de nosotros. Que la realidad tiene un orden subyacente que debe ser interpretado, no es una elucubración mía como se aprestarían a rebatir subrepticiamente los escépticos materialistas científicos, sino que muchos científicos proponen introducir al Espíritu en la ecuación del conocimiento (4) (Lipton, 2007) . Como propone el premio Nobel de física Wolfgang Pauli (5) (Wilber, 1987) , en el cosmos existe un orden distinto del mundo de las apariencias, y que escapa a nuestra capacidad de elección. Así fue como emprendí un viaje hacia la comprensión no solo del mundo exterior sino, eminentemente, de nuestro mundo interior, es decir, emprendí un viaje hermenéutico. El término “hermenéutica” significa “interpretar”, “esclarecer” y “traducir”, es decir, cuando alguna cosa se vuelve comprensible o lleva a la comprensión. Y en ese viaje hermenéutico, el pensador que más me ha influido y ayudado a comprender la historia de la filosofía ha sido, sin lugar a dudas, Ken Wilber. Gracias, Wilber.



NOTAS

(1) El Discurso del método para conducir bien la propia razón y buscar la verdad en las ciencias, fue escrito por Descartes en 1637. Descartes se enfrentó con su método al oscurantismo medieval para que la razón pudiera resplandecer por sí misma. Fue la apoteósica explosión de la conciencia histórica individual como colofón al primer renacimiento humanístico de los siglos XV y XVI. Ahora, en este siglo XXI, el reto es un segundo renacimiento humanístico en el que las conciencias individuales deberían integrarse simbióticamente en la conciencia colectiva, para evitar así el declive y presumible derrumbe de nuestra actual civilización. Este el nudo gordiano de mi pensamiento filosófico, el cual intento hacer comprensible a través de mis obras. Ante los actuales problemas de la globalización, desinformación, saturación de información, consecuente ignorancia generalizada, falta de rigor interpretativo y, sobretodo, la manipulación artificiosa por un sistema plutocrático, no he tenido más remedio que retomar el mismo camino que Descartes, pero ahora reconvertido al Discurso del método, versus siglo XXI, que bien podría titularse “¡Cómo ser filósofo en el siglo XXI y no morir en el intento!” (Martos, 2012: 29 a 45).

(2) Según el doctor en física francés Jean-Pierre Garnier (2012), somos receptores y emisores de energía constante, un intercambio de información que permite construir el futuro. Este científico descubrió en 1988 que el tiempo se desdobla. La aplicación científica de esa teoría permite explicar el mecanicismo de los pensamientos o de la vida. Pero afirma algo más: no solo se desdobla el tiempo, sino el ser humano también, siguiendo la pauta de casi todo el universo. Dicho de otro modo, y siguiendo los fundamentos de la física cuántica, cada uno de nosotros tiene otro “yo”, un doble con quien intercambiar información.

Según Jean-Pierre Garnier Malet, la teoría del desdoblamiento del tiempo afirma que nuestro cuerpo es una energía con capacidad para proyectarse hacia el futuro, extrayendo información de una realidad paralela y traerla a nuestra existencia. Según este científico, cada instante que vivimos es una información mental que recibimos inconscientemente sobre nuestro futuro, procedente de nuestro “otro yo”, formado de energía cuántica. Según la teoría de Garnier, sería imprescindible cuidar la pureza de nuestros pensamientos pues son los malos pensamientos quienes ponen barreras a la realización de nuestro hipotético mejor futuro.

(3) Wilber (2005a), en su obra El espectro de la conciencia, aborda de un modo epistemológico dos modos de saber: el conocimiento simbólico (dualidad sujeto-objeto) y el misticismo contemplativo (no dualidad entre sujeto-objeto), dos modos de saber diferentes pero complementarios. Según Wilber (2005b: 55-56): “Esos dos modos de conocer son universales, es decir, han sido reconocidos de una forma u otra en diversos momentos y lugares a lo largo de la historia de la humanidad, desde el taoísmo hasta William James, desde el Vedanta hasta Alfred North Whitehead y desde el Zen hasta la teología cristiana. (…) También con toda claridad en el hinduismo”.

(4) Permítaseme el lector que aproveche la experiencia vital del doctor Bruce Lipton para arremeter con una certera estocada en el corazón de los escépticos materialistas científicos.

El Profesor Titular de Filosofía del Derecho de la Universidad Carlos III de Madrid, Ángel Llamas, en el prólogo de La biología de la creencia (Lipton, 2007) nos invita a conocer las propuestas de esta obra: “en primer lugar, Bruce Lipton asesta un golpe definitivo al darwinismo oficial sin dogmatismo; en segundo lugar, nos recuerda que la noción de “sistema” en varias disciplinas partió de los descubrimientos en el campo de la biología. Sin embargo, desde la mística oriental hasta la física cuántica, en el organicismo de Platón, desde la economía hasta el campo jurídico, la idea de sistema ha encontrado su punto de anclaje en la consideración de la comunidad de elementos que interaccionan en la especialización del trabajo y en la cooperación para la resolución de sus problemas; en tercer lugar, el de mayor impacto en el libro, de que no somos víctimas de nuestros genes sino los dueños y señores de nuestros destinos”. Concluye Ángel Llamas así el prólogo: “Es el mismo camino que Karl Pribam en su denostado esfuerzo por cuestionar las creencias fijadas de antemano, o que el propio David Bohm realizó por considerar la totalidad del orden implicado, la mirada de Fritjot Capra en su Tao de la Física hace más de veinticinco años, el cambio que propuso Stanislav Grof respecto a los niveles de la conciencia humana, avalado por Campbell, Huston Smith o el propio Wilber en su visión integral de la psicología. Cómo no asociarlo con Michael Talbot cuando en sus propuestas de un universo holográfico detuvo un instante las creencias sobre un mundo que nos permitía plegar los niveles de realidad en múltiples planos”.

Ya en el prefacio, el propio Lipton nos cuenta cómo experimentó una epifanía científica que hizo añicos sus creencias acerca de la naturaleza de la vida; cómo su investigación ofrece una prueba irrefutable de que los preciados dogmas de la biología con respecto al determinismo genético albergan importantes fallos; cómo, el hecho de reconocer por fin la importancia del entorno genético le proporcionó una base para la ciencia y la filosofía de las medicinas alternativas, para la sabiduría espiritual de las creencias (tanto modernas como antiguas) y para la medicina alopática. Concluye Lipton en que la ciencia está a punto de desintegrar los viejos mitos y de reescribir una creencia básica de la civilización humana. La creencia de que no somos más que frágiles máquinas bioquímicas controladas por genes, está dando paso a la comprensión de que somos los poderosos artífices de nuestras propias vida y del mundo en el que vivimos.

Luego en la introducción de la obra, asesta un golpe más al materialismo científico, y cito textualmente: “El Génesis dice que estamos hechos a imagen y semejanza de Dios. Sí, el racionalista que os habla está citando ahora a Jesús, a Buda y a Rumi. He vuelto al punto de partida y he pasado de ser un científico reduccionista enfrentado a la vista a ser un científico espiritual. Estamos hechos a imagen y semejanza de Dios y es necesario que volvamos a introducir el espíritu en la ecuación si queremos mejorar nuestra salud mental y física”.

Finalmente, en el epílogo de la obra, explica cómo abandonó su pasado como científico agnóstico por una visión de la nueva biología que le llevó a comprender la importancia que tiene integrar los reinos de la ciencia y el espíritu, invitándonos a dejar de lado las creencias arcaicas inculcadas en las instituciones científicas y los medios de comunicación para considerar la emocionante visión que ofrece la ciencia vanguardista.

(5) Wolfgang Pauli, premio Nobel de Física en 1945, realizó profundas contribuciones positivas a la física, incluyendo el famoso “principio de exclusión” y la predicción de la existencia del neutrino veinte años antes de que fuera descubierto. Pauli insistía en que la racionalidad tenía que venir complementada por la mística, y su amigo personal y colega Werner Heisenberg escribió un bello resumen que es recogido por Ken Wilber (1987) en Cuestiones cuánticas, una obra que recoge los escritos místicos de los físicos más famosos del mundo.

Para Pauli, un primer tema central de reflexión filosófica fue el proceso mismo de conocimiento, especialmente del conocimiento natural, que encuentra su última expresión racional en el establecimiento de leyes de la naturaleza matemáticamente formuladas. Pauli no se daba por satisfecho con la concepción puramente empirista, según la cual las leyes naturales únicamente pueden derivarse de los datos experimentales. Más bien estaba de parte de quienes “subrayan el papel de la intuición y el manejo de la atención en la estructuración de los conceptos e ideas necesarios para establecer un sistema de leyes naturales”. Ideas que, por lo general, van mucho más allá de la mera experiencia. Pauli, por tanto, buscaba el lazo de la conexión entre las percepciones sensoriales, por una parte, y los conceptos, por otra.

Todos los pensadores consecuentes han llegado a la conclusión de que la pura lógica es fundamentalmente incapaz de construir dicho lazo entre las percepciones sensoriales y los conceptos. Lo más satisfactorio, al entender de Pauli, es introducir en este punto el postulado de que en el cosmos existe un orden distinto del mundo de las apariencias, y que escapa a nuestra capacidad de elección. Lo cierto es que la relación entre la percepción sensible y la Idea sigue siendo una consecuencia del hecho de que tanto el alma como lo que se conoce por medio de la percepción están sujetos a un orden objetivamente concebido. El puente que conduce desde los datos experimentales, inicialmente desordenados, hasta las Ideas, lo ve Pauli en ciertas imágenes primigenias que preexisten en el alma, los arquetipos de que habla Kepler y también la psicología moderna. Estas imágines primordiales-aquí Pauli está de acuerdo en gran medida con Jung- no están localizadas en la conciencia, ni están relacionadas con ideas concretas formuladas racionalmente. Son, más bien, formas que pertenecen a la región inconsciente del alma humana, imágines dotadas de un poderoso contenido emocional y que no brotan a través del pensamiento, sino que son contempladas, por así decir, imaginativamente. Esta concepción del conocimiento natural proviene, obviamente, en lo esencial, de Platón.

Como dice Pauli: “La mente parece moverse a partir de un centro interior hacia fuera, por un movimiento como de extraversión hacia el mundo físico, donde se supone que todo sucede de modo automático, de manera que se diría que el espíritu abarca serenamente al mundo físico con sus Ideas”. Así pues, la ciencia natural de la época moderna implica una elaboración cristiana del “lúcido misticismo” platónico, para el cual el fundamento unitario del espíritu y la materia reside en las imágenes primordiales, donde tiene también lugar la comprensión, en sus diversos grados y clases, incluso hasta el conocimiento de la palabra de Dios. Pero Pauli añade una advertencia: “Este misticismo es tan lúcido que es capaz de ver más allá de numerosas oscuridades, cosa que los modernos no podemos ni nos atrevemos a hacer”.

En el centro del pensamiento filosófico de Pauli estaba el deseo de una comprensión unitaria del mundo, una unidad en la que estuviese incorporada la tensión de los opuestos, por lo cual saludó a esa interpretación de la teoría cuántica como a la inauguración de un nuevo modo de pensar, que permita expresar aquella unidad con mayor facilidad que entonces. Pauli llegó a pensar que el terreno árido atravesado por la moderna física atómica y por la psicología moderna permitía intentar una vez más emplear ese único lenguaje: “En la física actual tenemos una realidad invisible (la de los objetos atómicos) en la que el observador interviene con una cierta libertad (viéndose por ello enfrentado a alternativas de “elección y sacrificio”); por otra parte, en la psicología del inconsciente nos encontramos con procesos que no pueden atribuirse siempre sin ambigüedad alguna a un sujeto determinado. Habríamos encontrado así un modo de expresar la unidad entre todos los seres, que trascendería la causalidad de la física clásica como forma de correspondencia (Bohr); unidad, de la cual son casos especiales la interrelación psicofísica y la coincidencia de las formas instintivas de ideación a priori con las percepciones externas.

Sin embargo, dice Pauli, creo que a todo aquel para quien un racionalismo estrecho ha perdido todo atractivo, y para quien tampoco resulta suficientemente poderoso el encanto de una actitud mística, que considera sencillamente ilusoria la oprimente multiplicidad del mundo exterior, no le queda más remedio que exponerse a la intensa acción de los opuestos y sufrir los conflictos consiguientes. Precisamente obrando así, puede el sujeto encontrar más o menos conscientemente un camino interior de salvación. Lentamente surgen entonces imágenes, fantasías o Ideas internas que compensan la situación exterior y revelan como posible la aproximación entre los polos de la antítesis. Considera Pauli que el anhelo de superación de los opuestos, extensivo al logro de una síntesis que abarque a un tiempo a la comprensión racional y a la experiencia mística de la unidad, constituye el mito, confesado o no, de nuestro tiempo y de la época actual.



BIBLIOGRAFÍA

Descartes, René. Discurso del método. Madrid : Ediciones escolares, 1999.

Garnier, Jean-Pierre. Cambia tu futuro por las apertutas temporales. España: Reconocerse, 2012.

Lipton, Bruce. La biología de la creencia. Madrid: Palmyra, 2007.

Martos, Amador. Capitalismo y conciencia. Madrid: Bubok Publishing, 2012.

Morgado, Ignacio. La fábrica de las ilusiones. Barcelona: Ariel, 2015

Wilber, Ken. Cuestiones cuánticas. Barcelona: Kairós, 1987.

Wilber, Ken. (2005a). “Dos modos de saber”. En: Wilber, El espectro de la conciencia (pp.35-59). Barcelona: Kairós.

Wilber, Ken. El espectro de la conciencia. Barcelona: Kairós, 2005b
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El mándala epistemológico y los nuevos paradigmas de la humanidad

EL MÁNDALA EPISTEMOLÓGICO Y LOS NUEVOS PARADIGMAS DE LA HUMANIDAD

Este artículo está reproducido en la la segunda parte de la obra KEN WILBER Y LOS NUEVOS PARADIGMAS DE LA HUMANIDAD

Toda una vida haciéndome preguntas, cinco años en la Facultad de Filosofía y cinco libros publicados han convergido en el artículo "El mándala epistemológico y los nuevos paradigmas de la humanidad", publicado en la Revista de Investigación Cientifica Humanística GIRUM de la Universidad Antropológica de Guadalajara (México).

Dicho artículo argumenta que la actual civilización está sufriendo cambios de paradigmas en estas áreas del conocimiento:

- FILOSOFÍA: De la filosofía tradicional a la filosofía transpersonal (Martos, 2010).

- PSICOLOGÍA: De la psicología tradicional a la psicología transpersonal, y por tanto, de la conciencia personal a la conciencia transpersonal (Martos, 2008).

- SOCIOLOGÍA: Del neoliberalismo al altermundismo (Martos, 2012b).

- CIENCIA: De la filosofía materialista a la filosofía perenne (Martos, 2015a).

- EDUCACIÓN: De la educación tradicional a la educación cuántica (Martos, 2015b).

- ESPIRITUALIDAD: De las religiones exotéricas a la religión esotérica (Wilber, 2005b).
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Internet, según Ken Wilber

INTERNET, SEGÚN KEN WILBER

Este artículo está reproducido en el capítulo 4-4 de la primera parte de la obra KEN WILBER Y LOS NUEVOS PARADIGMAS DE LA HUMANIDAD

La Red es simplemente la estructura social exterior, el cuadrante inferior derecho. No obstante, lo que discurre a través de la Red, sí que tiene que ver con la conciencia interior, la moral y los valores. La tecnología informática (y la era informática en general) implica la existencia de un fundamento tecnológico que, si bien puede sostener una perspectiva mundicéntrica, una conciencia global, en modo alguno la garantiza. La Red no es más que una estructura social exterior que no garantiza, en sí misma, la transformación interior, menos todavía la conciencia global. Resulta inquietante el hecho de que muchos de los usuarios de la autopista de la información sean auténticos predadores digitales, guerreros informáticos egocéntricos completamente ajenos a la cooperación intersubjetiva y al reconocimiento mutuo. ¿De qué tipo de conciencia global estamos hablando? La humanidad se halla globalmente todavía en las modalidades de conciencia preconvencionales, egocéntricas y convencionales etnocéntricas. Los mapas holísticos e Internet no pueden, por sí mismos, provocar la transformación interior sino que, por el contrario, en la mayor parte de los casos, contribuyen al estancamiento e incluso a la franca regresión.
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Ken Wilber

Prólogo de mi próximo libro:

KEN WILBER Y LOS NUEVOS PARADIGMAS DE LA HUMANIDAD

UNA FILOSOFÍA HERMENÉUTICA PARA SERES ESPIRITUALES


¿Qué se persigue en la búsqueda del conocimiento? ¿Qué valor adquiere el saber? ¿Dónde va a parar ese cúmulo de sapiencia elaborada a través de algunos milenios? “El pasado me ha revelado la estructura del futuro” aseveraba el paleontólogo y filósofo francés Chardin. “No perdemos nada del pasado, solo con el pasado se forma el porvenir”, también decía el escritor francés Anatole France. “Estudia el pasado si quieres pronosticar el futuro” insistía el filósofo chino Confucio hace más de dos mil años. Sin lugar a dudas, el saber emerge del pasado, cohabita con el presente, pero también interactúa con el futuro. Más que nunca es preciso conocer nuestra historia para desentrañar las dificultades propias de nuestro complejo mundo, y poder así proponer soluciones futuras. Sobre dicho fundamento está escrito el presente ensayo.

Desde una perspectiva de la historia del pensamiento, cabe distinguir entre la filosofía tradicional (“pasado”, aunque presente en el pensamiento dominante) y la filosofía transpersonal (“presente”, aunque en situación de emergencia hacia el “futuro”) eruditamente elaborada por Ken Wilber. Por filosofía tradicional se entiende, en este ensayo, el cuerpo de conocimientos que se iniciaron con la filosofía moderna hasta llegar a la postmodernidad y concluyeron en la filosofía contemporánea. Esta filosofía tradicional ha desembocado en el pensamiento único neoliberal que ha secuestrado a la racionalidad colectiva expresada en las democracias occidentales, sometiendo a éstas a una plutocracia. Del mismo modo que la filosofía escolástica supeditó la razón a la fe, el economicismo neoliberal ha sometido la razón al servicio de la fe ciega en los mercados. Al reincorporar la espiritualidad en la razón humana, la filosofía transpersonal es una renovada visión y una superación paradigmática de la filosofía tradicional (Martos, 2010).

La filosofía transpersonal es una disciplina que estudia la espiritualidad y su relación con la ciencia así como los estudios de la conciencia. El filósofo Ken Wilber es un emblemático representante del movimiento transpersonal que surge del encuentro entre la psicología occidental (en particular de las escuelas psicoanalíticas, junguiana, humanista y existencial) y las tradiciones contemplativas de Oriente (en especial el budismo zen, el taoísmo y el hinduismo).

Esta obra reivindica la extensa y profunda erudición de Wilber como un filósofo que, como nadie, ha sabido interpretar el pasado y el presente de la humanidad, no sólo en referencia a la historia del pensamiento sino en relación a la evolución de la conciencia tanto individual como colectiva. Pero esta obra va un paso más allá pues, en un ejercicio de futurología filosófica (avalada por dos artículos científicos como se verá oportunamente), propone que la humanidad debe trascender los paradigmas de un “viejo mundo” y, en su lugar, abrazar emergentes paradigmas para un “nuevo mundo”, y que afectan a diferentes áreas del conocimiento: la filosofía, la psicología, la sociología, la ciencia, la educación y la espiritualidad.

Como se podrá apreciar a lo largo de este ensayo, Wilber es un filósofo contemporáneo cuyo pensamiento subyace en el constructo epistemológico de mis diversas publicaciones. Ken Wilber propugna una interpretación hermenéutica de la profunda espiritualidad que ha sido descuidada por Occidente. Esta obra, siguiendo la estela pensativa de Wilber, propone dejar atrás una visión chata del mundo, para abrazar una visión transpersonal que integre el “yo” (arte), el “nosotros” (moralidad) y el “ello” (ciencia), tres esferas del conocimiento que fueron diferenciadas en la Era de la Razón por el inconmensurable Kant mediante sus Tres críticas , y cuyo reto de integración sigue pendiente en la actual civilización.

Para tal finalidad, este ensayo se fundamenta en Breve historia de todas las cosas, una obra de Ken Wilber (2005a: 7-11), asumiendo como propios los mismos motivos anticipados por Tony Schwartz en el prólogo:

"Como pronto advertirán, Wilber ha adoptado, en este libro, un enfoque comprehensivo y global. En las páginas siguientes descubrirán una visión coherente que integra las verdades procedentes de una amplia y dispar diversidad de campos -como la física, la biología, las ciencias sociales, las ciencias sistémicas, el arte, la estética, la psicología evolutiva y el misticismo contemplativo, por ejemplo- y también incorpora movimientos filosóficos tan opuestos como el neoplatonismo, el modernismo, el idealismo y el postmodernismo. (…) Breve historia de todas las cosas es un libro que opera a varios niveles. Se trata, en mi opinión, del mapa más exacto del mundo en que vivimos y del lugar que en él ocupan los hombres y las mujeres".

Para un abordaje más comprensible del libro que obra en sus manos, se presenta una introducción donde se puede aprehender sinópticamente la cronología evolutiva del pensamiento occidental y sus nefastas consecuencias al obviar la profundidad interior a la que sólo se puede acceder mediante la interpretación, invitando al lector a considerar una visión hermenéutica como modelo de comprensión de la profundidad espiritual propuesta por Wilber en Breve historia de todas las cosas. El propio Wilber (Visser, 2004: 13) considera la importancia de dicha obra:

"A menudo me han preguntado cuál sería el libro que recomendaría como introducción a mi obra y creo que Breve historia de todas las cosas es el que mejor podría servir para ello (aunque Una teoría de Todo sea probablemente más corto y más sencillo). Breve historia de todas las cosas fue escrito como una versión divulgativa de Sexo, Ecología, Espiritualidad (SEE), el libro con el que expuse por vez primera mi visión integral. Los libros anteriores a SEE eran exploraciones preliminares de los estudios integrales y, aunque muchos de ellos muestran lo que considero que son aspectos importantes de una visión integral, yo no empezaría su lectura antes de Sexo, Ecología, Espiritualidad, que fue el libro en el que revisé y resumí toda mi obra anterior".

Una vez estudiado el pasado y el presente de la filosofía sobre la cimentada erudición de Ken Wilber a través de Breve historia de todas las cosas, es posible, entonces, una aproximación a comprender los cambios de paradigmas propuestos por este pensador en el ámbito de la filosofía, la psicología, la sociología, la ciencia, la educación y la espiritualidad, y que deberían conducir a la consolidación de un segundo renacimiento humanístico: la integración del “yo” y el “nosotros” con la salvaguarda de la naturaleza -“ello”-; una integración que permitiría sanar y trascender la racionalidad hacia la “postracionalidad” o “visión-lógica” según Wilber, y ello, inherentemente, requiere de una filosofía hermenéutica para seres espirituales.


Referencias:

Martos, Amador. Pensar en ser libre. De la filosofía tradicional a la filosofía transpersonal. Tarragona: Silva, 2010.

Wilber, Ken. Breve historia de todas las cosas. Barcelona: Kairos, 2005a.

Visser, Frank. Ken Wilber o la pasión del pensamiento. Barcelona: Kairós, 2004.
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