"La conciencia, esa gran desconocida y, paradójicamente, tan presente en nosotros como ausente en el mundo"
(Amador Martos)
No hay caos en el universo criterios

Este artículo está reproducido en la cuarta parte de la obra LA EDUCACIÓN CUÁNTICA

Este artículo está reproducido en la segunda parte de la obra CIENCIA, FILOSOFÍA, ESPIRITUALIDAD

Toda mi vida he creído estar viviendo en un mundo caótico. Toda mi vida he buscado comprender por qué vivimos en un caos social y político con nefastas consecuencias psicológicas para las personas. Durante muchos años he estado elucubrando sobre la relación que hay entre la libertad, el caos y el orden. ¿Hay un orden preestablecido que nos sobrepasa y, por tanto, somos seres predeterminados? O, por lo contrario, ¿tenemos libre albedrío a pesar de que la neuropsicología nos dice que somos una fábrica de ilusiones (Morgado, 2015)?

Ahora, después de varias publicaciones tras diez años de investigación, he comprendido que no hay caos en el universo. Esta intuición vino a mí durante una meditación, uno de esos momentos en los que te conectas con la Fuente de todo, y que da respuestas a tus preguntas. Más adelante aludiré cómo funciona ese proceso que invita a conocerse a sí mismo y también al mundo. La cuestión es que salí del estado meditativo con la firme seguridad de que en el universo no hay caos sino un orden bello y armonioso, pero casi imperceptible para nosotros los humanos. Comprendí que, como parte de una totalidad mayor, el ser humano nunca tiene la última respuesta que pertenece, propiamente, a la Unidad divina que todo lo sabe. Nosotros los humanos tan solo hacemos acopio de una ínfima parte de la sabiduría universal mediante el desarrollo de la filosofía y las ciencias.

La cuestión filosófica que ha perdurado por los siglos y sigue siendo el problema fundamental en el actual debate epistemológico , es saber cómo conectan el cuerpo y la mente, la razón y el espíritu. Para los escépticos materialistas científicos, la conciencia emerge de la materia, es decir, las ideas son formaciones nebulosas que emergen de un conglomerado de átomos, moléculas y células. Por lo contrario, los idealistas presuponemos un ser consciente independiente de la materia y que interactúa con ella. Es un problema de hondo calado filosófico acerca de la conciencia y que me ha llevado a ser un estudioso de la obra de Wilber. No solo comparto su erudición filosófica de la historia del pensamiento humano sino su concepción espiritual que otorga una profunda importancia a la introspección como más que probable camino de sabiduría. El esencial problema epistemológico es: ¿de dónde surgen las ideas? Tanto la física cuántica como las neurociencias (1) se hallan lidiando con problemas metafísicos, es decir, genuinamente filosóficos al hacer evidente, respectivamente, que la realidad es unitaria y que el mundo dualista es ilusión.

Wilber contextualiza histórica y filosóficamente el principal problema de Occidente, pero también de la humanidad: el “yo” (ego) ha caído preso de un mundo chato dominado por el “ello” (materialismo científico) (2) , lo cual crea una crisis existencial, intelectual y filosófica al “nosotros” (3) . El giro epistemológico es un nuevo paradigma de conocimiento que propugna una pedagogía introspectiva como vía de empoderamiento de cada uno de nosotros. Dicho de otro modo, emprender un camino ascendente hacia la sabiduría lo cual, coincidiendo con Wilber, la meditación es su principal puerta de acceso.

Por tanto, en relación a la pregunta ¿de dónde vienen las ideas?, puedo afirmar con rotundidad que las ideas proceden de la Fuente, o Dios o Tao, da igual el nombre con el que se etiquete al innombrable. La cuestión es que, todas aquellas personas que han experimentado dicho camino interior, son seres conscientes de su propia consciencia, supraconscientes por decirlo de otra manera, y que permite tener acceso a una fuente de información si se dirige a ella en términos de humildad, sinceridad de propósito y bienintencionadamente. Todas nuestras preguntas hallan respuestas cuando, reconociendo nuestra propia ignorancia, estemos dispuestos a aprender de la Fuente que todo lo provee, porque no hay caos en el universo, todo estás ordenado, pero no hemos llegado todavía a descifrar tal estado de sabiduría suprema. Quien sea que posea esa sabiduría suprema (que cada cual le ponga el nombre que quiera), sabe bien antes que nosotros, pobres criaturas racionales que obvian al Espíritu, de lo que nos conviene o no. Consecuentemente, cuando actuamos “desconectados” de la Fuente, es decir anteponemos el “ego”, cerramos una puerta a un camino de sabiduría presente en la filosofía perenne: el misticismo contemplativo. El Espíritu conoce el pasado, el presente y el futuro (4) , y manifiesta dicho conocimiento a través de una sabia naturaleza, pero también desde la naturaleza mental que nos habla pero que pocos saben escuchar, como sabiamente nos anticipó Heráclito (5) con el Logos. También Wilber (2005: 67) asevera de que, la dirección de la evolución, es poner orden en el caos:

"La evolución tiene una dirección, un principio que, como suele decirse, pone orden en el caos y supone, dicho de otro modo, un impulso hacia el logro de una mayor profundidad. En este sentido, cada nuevo desarrollo supone una victoria sobre el caos que implica la aparición de un sentido y aumenta el valor intrínseco de Kosmos (6) . Eso es precisamente lo que afirma el principio número 12 (7) , que la evolución tiende, de manera general, a moverse en la dirección de una complejidad creciente, de una diferenciación/integración creciente, de una organización/estructuración creciente, de una autonomía relativa creciente, de un telos creciente."

En el universo no hay caos, todo es Belleza y Bondad en un preciso orden en relación a la Verdad: es lo que los hombres solemos llamar Dios, o Tao, o cualquier nombre que utilicemos para designar al innombrable que, en términos filosóficos, ha sido diferenciado en cuatro cuadrantes o Gran Tres, según Wilber (2005: 167-171):

"A lo largo de millones de años, la humanidad ha ido aprendiendo lentamente a diferenciar la verdad de la apariencia [individual exterior -“ello”-], la bondad de la maldad [interior colectivo -“nosotros”], la belleza de la fealdad [exterior colectivo -“ello”-] y la sinceridad del engaño [individual interior -“yo”-]. Las cuatro verdades son los cuatros rostros a través de los cuales se manifiesta el Espíritu mientras que los criterios de validez son las formas en que conectamos con el Espíritu, las formas en que sintonizamos con el Kosmos. (…) Son estos distintos caminos de la verdad los que nos llevan más allá de nosotros, fuera de nosotros mismos, y nos obligan a refrenar nuestro egocentrismo y adaptarnos a verdades cada vez más amplias y más profundas. Desde la sintonía a la expiación y, desde ahí, a la unidad, hasta que, en una súbita conmoción, podamos llegar a reconocer nuestro Rostro Original, el Rostro que nos insta en voz baja pero insistente a recordar la Verdad, la Bondad y la Belleza. El Kosmos nos susurra desde todos los rincones. Dejemos, pues, que la sinceridad, la verdad, la bondad y la belleza resplandezcan como el marchamo de la radiante Vacuidad que nunca estuvo -y que nunca podrá estar- lejos de nosotros."

El lenguaje del “ello”, el lenguaje del “yo” y el lenguaje del “nosotros”, son tres lenguajes (…) del Gran Tres, como la ciencia (ello), el arte (yo) y la moral (nosotros) o, respectivamente, como la Verdad, la Belleza y la Bondad platónica.

Espero haber sido clarividente en mis explicaciones sobre el por qué creo que el universo no es caótico, sino que, donde vemos caos, hay un subyacente orden que cada uno de nosotros debe descubrir mediante la veracidad, la sinceridad, la integridad y la honradez en la interioridad individual o camino ascendente hacia la sabiduría.


REFERENCIAS:

(1) El materialismo es una corriente filosófica que, en oposición al idealismo, resuelve el problema cardinal o fundamental de la filosofía acerca de la relación entre el pensar, el espíritu y la naturaleza, postulando que la materia es lo primario. Según la visión materialista, la conciencia y el pensamiento es una emergencia material a partir de un estado altamente organizado. Según esta concepción, el mundo es material y existe objetivamente, independientemente de la conciencia. Sin embargo, el neurocientífico Francisco J. Rubia, Catedrático de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid, viene a decir todo lo contrario: “Los órganos de los sentidos nos han engañado desde siempre y lo sabemos, como ya lo sabían los filósofos griegos de la naturaleza de las colonias jónicas en Asia Menor. La neurociencia moderna nos dice que ni los colores ni los olores, ni los gustos ni los sonidos existen en la naturaleza, sino que son creaciones del cerebro”. Según Rubia, la revolución neurocientífica modificará los conceptos del yo y de la realidad. Los hallazgos realizados en este campo en los últimos años han sido múltiples y podrían producir lo que él denomina “la cuarta humillación humana”, tras el final del geocentrismo, la aparición de la teoría de la evolución y el descubrimiento del inconsciente. Estos hallazgos llevarían, de hecho, a cuestionarse conceptos tan fundamentales para nuestra cosmovisión como la naturaleza de la realidad o del yo o la existencia del libre albedrío (paradójicamente, lo mismo que hizo Kant en sus Tres críticas). (Declaración efectuada en una conferencia dentro del marco del 43º Congreso de la European Brain and Behaviour Society de Sevilla, sobre los últimos avances de la neurociencia).

(2) Wilber (2005: 177): Los grandes e innegables avances de las ciencias empíricas que tuvieron lugar en el periodo que va desde el Renacimiento hasta la Ilustración, nos hicieron creer que toda realidad podía ser abordada y descrita en los términos objetivos propios del lenguaje monológuico del “ello” e, inversamente, que si algo no podía ser estudiado y descrito de un modo objetivo y empírico, no era “realmente real”. Así fue como el Gran Tres terminó reducido al “Gran Uno” del materialismo científico, las exterioridades, los objetos y los sistemas científicos [denominado por Wilber como una visión chata del mundo].

(3) En este ensayo se hará sucesivas referencias al “nosotros” kantiano, el cual hay que interpretar como la esfera práctica o razón moral, es decir, a cómo tú y yo podemos interactuar pragmáticamente e interrelacionarnos en términos que tenemos algo en común, es decir, un entendimiento mutuo. La obra Crítica de la razón práctica de Kant (2008) trata de la filosofía ética y moral que, durante el siglo XX, se convirtió en el principal punto de referencia para toda la filosofía moral. El imperativo categórico es un concepto central en la ética kantiana, y de toda la ética deontológica moderna posterior. Pretende ser un mandamiento autónomo (no dependiente de ninguna religión ni ideología) y autosuficiente, capaz de regir el comportamiento humano en todas sus manifestaciones. Kant empleó por primera vez el término en su Fundamentación de la metafísica de las costumbres (1785). Según Kant (2006), del imperativo categórico existen tres formulaciones: 1- “Obra solo de forma que puedas desear que la máxima de tu acción se convierta en una ley universal”. 2- “Obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la de cualquier otro, siempre como un fin, y nunca solo como un medio”. 3- “Obra como si, por medio de tus máximas, fueras siempre un miembro legislador en un reino universal de los fines”.

(4) La ley del desdoblamiento del tiempo, nos dice Garnier (2012), era ya conocida al principio de nuestra era, puesto que San Juan, en el Apocalipsis, hablaba de ello sin ningún misterio: “Yo soy el Alfa y el Omega, dice el señor Dios, Él es, Él era, y Él vendrá”. Bien conocida antiguamente, esta idea del pasado, presente y futuro sigue siendo una definición perfecta del desdoblamiento de los tiempos. También Platón, como los Egipcios, enseñaban la división de un Creador Único por desdoblamiento de los tiempos: “Yo soy el Ayer y yo conozco el Mañana”… “El ayer me dio la luz, he aquí que yo creo los Mañanas”. Algunos pueblos africanos también hablan de su “doble”, como los chamanes de América del Norte, o los “bushmen” de Namibia, y los aborígenes australianos utilizan su “imagen” para viajar en los sueños.

(5) Heráclito de Éfeso fue un filósofo griego. Nació hacia el año 535 a. C. y falleció hacia el 484 a. C. Era natural de Éfeso, ciudad de la Jonia, en la costa occidental del Asia Menor (actual Turquía). Como los demás filósofos anteriores a Platón, no quedan más que fragmentos de sus obras, y en gran parte se conocen sus aportes gracias a testimonios posteriores. Heráclito afirma que el fundamento de todo está en el cambio incesante. El ente deviene y todo se transforma en un proceso de continuo nacimiento y destrucción al que nada escapa: se refiere al movimiento y cambio constante en el que se encuentra el mundo. Esta permanente movilidad se fundamenta en una estructura de contrarios. La contradicción está en el origen de todas las cosas. Todo este fluir está regido por una ley que él denomina Logos. Este Logos no solo rige el devenir del mundo, sino que le habla al hombre, aunque la mayoría de las personas “no sabe escuchar ni hablar” . El orden real coincide con el orden de la razón, una “armonía invisible, mejor que la visible” , aunque Heráclito se lamenta de que la mayoría de las personas viva relegada a su propio mundo, incapaces de ver el real. Si bien Heráclito no desprecia el uso de los sentidos (como Platón) y los cree indispensables para comprender la realidad, sostiene que con ellos no basta y que es igualmente necesario el uso de la inteligencia. Era conocido como “el Oscuro”, por su expresión lapidaria y enigmática. Ha pasado a la historia como el modelo de la afirmación del devenir y del pensamiento dialéctico. Su filosofía se basa en la tesis del flujo universal de los seres: todo fluye. Los dos pilares de la filosofía de Heráclito son: el devenir perpetuo y la lucha de opuestos. Ahora bien, el devenir no es irracional, ya que el Logos, la razón universal, lo rige: “Todo surge conforme a medida y conforme a medida se extingue” . El hombre puede descubrir este Logos en su propio interior, pues el Logos es común e inmanente al hombre y a las cosas.

(6) Wilber examina el curso del desarrollo evolutivo a través de tres dominios a los que denomina materia (o cosmos), vida (o biosfera) y mente (o noosfera), y todo ello en conjunto es referido como “Kosmos”. Wilber pone especial énfasis en diferenciar cosmos de Kosmos, pues la mayor parte de las cosmologías están contaminadas por el sesgo materialista que los lleva a presuponer que el cosmos físico es la dimensión real y que todo lo demás debe ser explicado con referencia al plano material, siendo un enfoque brutal que arroja a la totalidad del Kosmos contra el muro del reduccionismo. Wilber no quiere hacer cosmología sino Kosmología.

(7) Cada nivel sucesivo de la evolución produce MAYOR profundidad y MENOR extensión. Así, el número de moléculas de agua en el universo siempre será menor que el número de átomos de hidrógeno y de oxígeno. El número de células en el universo siempre será menor que el de moléculas, y así sucesivamente. Simplemente quiere decir que el número de totalidades siempre será menor que el número de partes, indefinidamente. Cuando mayor sea la profundidad de un holón, tanto mayor será su nivel de conciencia. El espectro de la evolución es un espectro de conciencia. Y se puede empezar a ver que las dimensiones espirituales constituyen el tejido mismo de la profundidad del Kosmos.


BIBLIOGRAFÍA:

Garnier, Jean-Pierre. Cambia tu futuro por las aperturas temporales. España: Reconocerse, 2012.

Kant, Immanuel. Fundamentación de la metafísica de las costumbres. Madrid: Tecnos, 2006.

Kant, Inmanuel. Crítica de la razón práctica. Buenos Aires: Losada, 2008.

Morgado, Ignacio. La fábrica de las ilusiones. Barcelona: Ariel, 2015

Wilber, Ken. Breve historia de todas las cosas. Barcelona: Kairos, 2005.

NOTA: Recomiendo la lectura de este artículo: CAOS Y ORDEN DESDE EL PUNTO DE VISTA DE LA CIENCIA Y LA MITOLOGÍA

Destaco la conclusión de dicho artículo:


"A lo largo de estas breves páginas hemos realizado un viaje por la ciencia moderna y por la ciencia tradicional, que es la mitología. Como se ha visto, hay muchos puntos de encuentro entre ambas, pero al mismo tiempo todavía hay diferencias que salvar. Los científicos a menudo huyen de la filosofía y del mito, justificándose en que la ciencia es algo exacto, sujeto a medida. Sin embargo, una aplicación exhaustiva del método científico basado en el análisis y la experimentación ha hecho que surjan una serie de teorías que cuestionan ese método en sí mismo. Se ha llegado a un agotamiento conceptual, y de ahí que muchos físicos se vuelvan a los viejos mitos en busca de un significado a lo que no deja de ser meras ecuaciones. Por otro lado, las mismas religiones tradicionales se ven refrescadas por la ciencia, ya que esta ciencia cada vez es menos materialista y dispuesta a abrirse a conceptos metafísicos. Una ciencia que cada vez es más filosófica necesita una religión que acepte conceptos científicos en sus enseñanzas. Tanto la ciencia como la religión deben caminar juntos de la mano de la filosofía si no quieren morir aletargadas en dogmas antiguos y desfasados."