"La conciencia, esa gran desconocida y, paradójicamente, tan presente en nosotros como ausente en el mundo"
(Amador Martos)

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LA IMPORTANCIA DEL JUEGO EN EL NIÑO: EL CEREBRO CUANDO JUEGA

El juego es la actividad natural del niño, pero es mucho más que una actividad lúdica, a través del juego, el niño se relaciona con el mundo que le rodea, aprende y conoce este mundo. El juego tiene muchos beneficios para el desarrollo sano del niño y para su bienestar.

¿Qué supone el juego en el niño?


El juego es la fuente de desarrollo y de aprendizaje para el niño. El niño aún no conoce el mundo que le rodea, y cada día va dando forma, va creando significados y aporta así sentido a todo ese mundo que le rodea. El juego es el recurso del niño para lograr dar sentido al mundo que le rodea, el niño utiliza el juego como símbolo, o como elemento que puede llenar de símbolos a través de los cuales se desarrolla.

El juego para el niño es diversión, socialización, es la manera de conocer y de ensayar situaciones, el juego es adquirir roles, conocer situaciones, y sobre todo crear aprendizajes. El niño cuando juega está aprendiendo.

¿Qué ocurre en el cerebro del niño cuando juega?

El cerebro del niño es un cerebro en pleno desarrollo, con una gran capacidad de aprendizaje. El cerebro del niño es un cerebro que se caracteriza por su enorme capacidad de plasticidad neuronal. El cerebro del niño cuando juega establece numerosas conexiones entre sus neuronas, es un cerebro que aprende. Además se activan una serie de sustancias que contribuyen a su bienestar.

La dopamina. La dopamina es conocida como la hormona de la felicidad, tiene un gran poder motivador en la conducta humana. Cuando el niño juega, su cerebro se inunda de dopamina, determinadas regiones cerebrales se activan y desencadenan la liberación de dopamina. La dopamina hace que se generen hábitos de forma rápida y por lo tanto aprendizajes. Por otro lado la dopamina provoca una sensación de seguridad que es buena para el desarrollo del niño.

La acetilcolina. Favorece la concentración y por lo tanto el aprendizaje.

La serotonina. Reduce el estrés y mejora el estado de ánimo.

Las endorfinas. Son las sustancias que reducen la tensión entre las neuronas y nos llenan de calma y de felicidad.

Además las capacidades mejoran cuando se juega:

* Mejora la capacidad de concentración.

* Mejora la memoria.

* El niño desarrolla sus habilidades de lenguaje y de socialización.

* Se favorece la motricidad y la psicomotricidad. El niño tiene que coordinar su cuerpo, se ve obligado a coordinar su mente con su cuerpo para lograr un fin determinado.

* Se mejora los estados de depresión y de ansiedad y favorece el bienestar del niño.
Consejos para promover el juego en el niño.

Consejos para promover el juego en el niño

* Los niños tienen que jugar, ya que a través del juego aprenden y se desarrollan, se garantiza su bienestar y se les protege del malestar.

* Deja que jueguen, inventando y creando. Evita los juegos o juguetes que limitan su poder de acción.

* Promueve el juego al aire libre y en compañía de otros niños.

* Favorece el juego simbólico.

* Metete en su mundo y déjate contagiar.

* Dales su espacio y entiende que el juego es creación y movimiento.
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4 cuadrantes

EL JUEGO SIMBÓLICO COMO EXPRESIÓN DEL MUNDO EMOCIONAL INFANTIL. POR QUÉ TENER TIEMPO PARA JUGAR ES UNA PRIORIDAD

Por Bruno Bettelheim, extraído de “No hay padres perfectos”.

La mayor importancia del juego se halla en que el niño lo disfruta de modo inmediato, y ese disfrute se hace extensivo al de la vida. Pero el juego tiene otras caras, orientadas al pasado y al futuro, como el dios Jano. El juego permite a la niña o al niño resolver simbólicamente problemas que quedaron pendientes en el pasado, y afrontar directa o simbólicamente preocupaciones presentes.


Los psicoanalistas infantiles han ampliado las percepciones de Freud, que reconocían los múltiples problemas y emociones que los niños expresan por medio de sus juegos; otros han demostrado cómo los niños se valen de los juegos para resolver y dominar dificultades psicológicas muy complejas del pasado y del presente. Tan valioso es el juego en ese sentido que la “terapia por el juego” se ha convertido en el procedimiento principal para identificar problemas y ayudar a los niños pequeños a vencer sus dificultades emocionales. Freud dijo que el sueño es el “camino real” hacia el inconsciente, y, en efecto, lo es tanto para los adultos como para los niños. Pero los juegos espontáneos son el “camino real” que lleva al mundo interno consciente e inconsciente del niño; si queremos entender su mundo interno y ayudar al niño en relación con él, debemos aprender a andar este camino.

Basándonos en sus juegos, podemos comprender cómo un niño ve e interpreta el mundo; lo que se gustaría que fuese, cuales son sus inquietudes, qué problemas le acosan. Por medio de sus juegos el niño expresa lo que le costaría mucho manifestar con palabras. Ningún niño juega espontáneamente solo para matar el rato, aunque así lo crean él mismo y los adultos que le observan. Incluso cuando juega en parte para llenar momentos vacíos, el juego se elige motivado por procesos internos, deseos, problemas, ansiedades. Lo que está sucediendo en la mente de la niña o el niño determina sus actividades lúdicas; el juego es su lenguaje secreto, que debemos respetar aunque no lo entendamos.

Hasta el más normal y competente de los niños tropieza con muchas dificultades que le plantean problemas aparentemente insuperables en la vida. Pero por medio de sus juegos, abordando de uno en uno los aspectos del problema, del modo que él o ella escoja, puede hacer frente a dificultades muy complejas en un proceso paulatino. El juego suele tener una clave simbólica y no racional, que ni siquiera él o ella pueden entender (¡(ni los adultos!), reaccionando ante procesos internos que desconocen , y cuyo origen puede estar enterrado profundamente en su inconsciente.

Esto puede dar por resultado juegos que para nosotros tienen escaso sentido de momento, o que incluso pueden parecernos poco recomendables, ya que no sabemos cual es su propósito ni cómo terminarán. Por eso, cuando no hay ningun peligro inmediato, lo mejor suele ser aprobar los juegos del niño sin entrometerse solo porque están absorto en ellos. Aunque bienintencionados, los esfuerzos de los adultos por ayudarle en sus luchas pueden desviarle de buscar, y a la larga encontrar, la mejor solución. Lo más probable es que nuestra intervención distraiga al niño de sus propósitos, porque nuestras sugerencias tenderán a tener sentido en un nivel consciente, y por lo tanto, parecerán convincentes al niño, en el que es fácil influir, pero no nos estaremos percatando de las presiones inconscientes que está afrontando. Y puede ocurrir que, al darle consejos “razonables”, le impidamos dominar las dificultades psicológicas que le acosan.

A decir verdad, un niño puede jugar para curarse, como ocurre cuando los niños cuidan muñecas o animales disecados o de verdad, tal como desearían que sus padres les cuidasen a ellos, y de esta manera tratan de compensar por delegación deficiencias percibidas. Por desgracia, con frecuencia los adultos no aciertan a reconocer el significado de los juegos infantiles y se toman la libertad de entrometerse. Insensibles al significado profundo de juegos repetitivos y en apariencia tontos, pueden privar a sus hijos de la oportunidad de pasar horas interminables haciendo una y otra vez lo que parece ser lo mismo. Solo raras veces, de hecho, repiten exactamente la misma secuencia de juego exactamente con los mismos detalles. La observación atenta revela cambios minúsculos de la pauta que reflejan las direcciones variables que toma el juego si se le deja seguir su propio curso. Y cuando digo que no hay ninguna variación -cuando el juego es idéntico de un día u otra al siguiente- este hecho mismo lleva un mensaje significativo. La verdadera repetición en las pautas de juego es una señal de que la niña o el niño está luchando con cuestiones de gran importancia para él o ella, y que, si bien aún no ha podido encontrar una solución del problema, continúa buscándola por medio del juego.

Para muchas experiencias humanas, hay un periodo óptimo en que benefician al máximo nuestro desarrollo; si no las experimentamos en ese momento, puede que nunca tenga un impacto tan constructivo en la formación de nuestra personalidad. La edad del juego simbólico (que se produce de modo natural entre los 2-3 años y los 7 años) es el momento correcto para tender el puente entre el mundo del inconsciente y el mundo real. De hecho, ésta es la principal tarea de desarrollo en esta etapa. Ya más avanzada la vida, cuando los dos mundos llevan demasiado tiempo separados, quizá resulte imposible integrarlos, o cuando menos, integrarlos muy bien. Por eso algunas personas que no han logrado efectuar esta integración huyen hacia un mundo de fantasías con la ayuda de las drogas, mientras que otras llevan a cabo grandes esfuerzos intelectuales por alcanzar tal integración, por ejemplo, por medio de alguna terapia psicológica.
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PENSAMIENTO

LOS NIÑOS YA NO SABEN JUGAR

Un artículo de Ana del Barrio.

Eran las fiestas veraniegas de la urbanización y me ofrecí para encargarme de los juegos de los niños. Se me ocurrió enseñarles uno de los pasatiempos que más me divertían en la infancia: el churro, mediamanga, manga entera. Cuando les agrupé a todos, empecé a darles las instrucciones: se tenían que agachar y ponerse en fila contra la pared y uno tenía que saltar por encima del resto.


Los niños se resistían. Cogí a uno de ellos para que viese el ejemplo e hiciese la postura y luego a otro... Por mucho que les insistía en que era divertidísimo, ellos me observaban con incredulidad. Cuando llegó el momento de dar el salto, los peques abandonaron la perplejidad y comenzaron a mirarme con caras de horror. Poco a poco, los chavales se fueron dispersando, sin hacer ruido, volviendo la vista atrás como si me hubiese vuelto loca.

Nadie quiso jugar y fracasé de manera estrepitosa. Desgraciadamente, me temo que el churro es un juego demasiado salvaje para los tiempos asépticos que corren. Niños bajo arresto domiciliario, que no se manchan, que no se hacen heridas y que no saben lo que es destrozar un hormiguero o subirse a los árboles.

Hace años que no veo a ningún crío jugar al churro ni al rescate ni a la zapatilla por detrás ni a la gallinita ciega ni a balón prisionero ni a la rayuela ni a las tabas. Como mucho, al escondite y al pilla-pilla y en contadas ocasiones.

¿Qué ha pasado con nuestros juegos tradicionales? ¿Por qué ya no se transmiten de manera espontánea de generación en generación?

Todavía recuerdo que en cuanto había un grupo de chavales en el patio o en la calle, enseguida nos las arreglábamos para entretenernos con los polis y cacos, el pañuelo... Era algo que surgía de forma natural, sin esfuerzo. Todo lo contrario de lo que sucede ahora. Veo a los niños actuales incapaces de organizarse para participar en estos juegos colectivos. En ocasiones, se tiran horas discutiendo las normas y, al final, no se ponen de acuerdo y ni siquiera lo intentan.

¿Se han hecho demasiado cómodos nuestros hijos? Es evidente que coordinarse con 10 niños, aceptar las reglas, aprender a ganar y a perder y echar a correr exige mucho más esfuerzo que sentarse solo a ver la televisión o a darle a la consola.

Como botón de muestra, el experimento que hizo una marca de cereales en Estados Unidos. Preguntó a tres generaciones que era lo que les divertía durante su infancia: los abuelos contestaron que recoger arándanos o cultivar sandías; los padres respondieron que corretear al escondite con sus amigos y los niños de ahora preferían jugar a la consola, usar su teléfono móvil o escribir mensajes durante 3 o 4 horas al día.... En el vídeo se escucha a los chiquillos decir: "Me moriría sin mi tablet".

Cuando bajo a la piscina y veo a todos los peques sentados debajo de un portal con las maquinitas, siento una cierta lástima. No digo que los videojuegos no sean divertidos, que lo son, pero para mí los mejores momentos de la infancia están asociados a esos entretenimientos callejeros: permanecer escondida sin aliento detrás de un árbol para que no te pillasen o ser la última descubierta por los polis y lograr salvar a todos los cacos.

Sinceramente, creo que los padres, maestros y educadores tenemos una gran responsabilidad en lo que está sucediendo. En muchas ocasiones somos nosotros los que fomentamos estos juegos tecnológicos para que nos dejen en paz. He visto a papás reñir a sus hijos por dejar de entrenerse con la consola. Los educadores también deberían enseñar y fomentar otro tipo de diversiones en los recreos de los colegios y no sólo el omnipresente fútbol.

Ahora que el verano da sus últimos coletazos, propongo un apagón tecnológico. Dejemos en casa los móviles y olvídemonos de las consolas y las tabletas. Que los niños salgan a la calle, que se aburran, que inventen juegos nuevos y que no olviden los antiguos, que construyan fortalezas con toallas y cabañas con palos, que disfruten de la naturaleza, una parte esencial de la infancia. No dejemos que esto se detenga con nuestra generación.

¿Os refrescamos la memoria?

AQUELLOS INOLVIDABLES JUEGOS PARA CORRER


El escondite, el rescate, el pilla-pilla, policías y ladrones, el pañuelo, las cuatro esquinitas, el escondite inglés... Favorecen el trabajo en equipo y la autonomía personal. También benefician la agilidad, la resistencia y la percepción del propio cuerpo. No sólo sirven para descargar la energía, sino que son un buen instrumento para socializar con los demás y aumentar la seguridad en uno mismo.

PARA SALTAR

La comba, la goma... Además de hacer ejercicio físico, sirven para desarrollar el sistema locomotor y mejorar el sentido del ritmo, la coordinación y la resistencia. También estimulan el espíritu de superación.

CON PELOTAS

El balón prisionero, pies quietos... Estimulan la atención, la velocidad y la capacidad de reacción. Facilitan la aceptación de normas y el espirítu de equipo.

CON CANCIONES

La zapatilla por detrás, ratón que te pilla el gato, abuelita qué hora es, han puesto tablas para que pase... Fomentan la socialización, la agilidad y la autonomía personal.

SENSORIALES

La gallinita ciega, Marco Polo, ponerle la cola al burro, morder la manzana en el agua... Desarrollan la orientación, las percepciones sensoriales (visuales, táctiles y auditivas) , la concentración, la atención y la confianza en los demás. Todos ellos sirven para tener vivencias con niños de la misma edad y crear lazos de amistad.
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EL JUEGO EN EXTERIORES AYUDA A LOS NIÑOS A DESARROLLAR HABILIDADES EMOCIONALES

Las campañas de promoción de la actividad física para niños deberían estar centradas en promover el juego en exteriores, señalan expertos escoceses. El juego al aire libre promueve habilidades sociales y emocionales en niños, además de reducir la obesidad y el sedentarismo. Ya se había demostrado, además, que jugar al aire libre puede prevenir la miopía en los más pequeños.

Los programas o campañas de promoción de la actividad física y de reducción de la obesidad infantil deberían centrarse más en juegos al aire libre, indica un nuevo estudio liderado por la Universidad de Strathclyde, en Escocia.

El estudio, recogido en el Informe de Actividad de Niños Saludables de Escocia en 2016 (The Active Healthy Kids Scotland Report Card, en inglés) que editan anualmente las organizaciones Active Healthy Kids Scotland y The Robertson Trust, indica que los niveles de actividad física de los niños siguen por debajo de los niveles recomendados; y que además los niños siguen pasando mucho más de las dos horas recomendadas diarias frente a una pantalla, ambas situaciones extrapolables a los niños de muchas otras partes de Europa.

Los investigadores escoceses recomiendan que para paliar este déficit de actividad física y este exceso de pantallas se siga la siguiente estrategia: aumentar la actividad física de los más pequeños en actividades al aire libre, algo que los niños pueden hacer los 365 días del año.

La importancia de jugar en el exterior

El profesor John Reilly, del departamento de Ciencias Psicológicas y de la Salud de la Universidad de Strathclyde y director del estudio explica que :

“La cantidad de tiempo que los niños pasan frente a las pantallas tiene un impacto en su bienestar a largo plazo. La popularidad que tienen los juegos de ordenador y la emergencia de Internet, los smartphones y las redes sociales han contribuido a este problema”.

Reilly y su equipo proponen que haya un nuevo enfoque sobre las actividades al aire libre, pues jugar fuera beneficia a los niños, ayudándoles a desarrollar sus habilidades sociales y emocionales. Promover los juegos al aire libre tendría, además del beneficio de reducir el sedentarismo, otros beneficios añadidos, como aumentar el éxito académico y reducir la obesidad.

Estudios previos ya habían demostrado asimismo que el juego al aire libre previene la miopía en los niños. En general, se ha hallado una correlación positiva significativa entre haber tenido tiempo suficiente para jugar libremente en la infancia y el éxito social del adulto; y qué mejor sitio para jugar que en exteriores.
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¿QUÉ PASARÍA SI DEJÁSEMOS A UN NIÑO QUE JUGARA TODA LA VIDA, SIN IR NUNCA A LA ESCUELA?

Hace un tiempo llegó a mis manos un poderoso libro, uno de esos que te hace replantearte muchas cosas, sobre todo tu labor educativa desde la posición que sea; como madre, padre, como maestro/a, educador,…El libro, escrito en primera persona, cuenta la historia de un niño, André Stern, un niño como cualquier otro, “un niño banal” dice él, pero que nunca pisó una escuela y sus padres tampoco le dieron clase en casa. Y aun así, hoy en día es un músico, compositor, lutier (construye instrumentos), autor y periodista que ama lo que hace. Y además habla cinco idiomas y ha fundado el movimiento “ecología de la educación”.

¿Pero cómo pudo conseguirlo? ¿Quién le enseñó a leer o a escribir, o las operaciones aritméticas? ¿Es posible que lo aprendiera por sí mismo? La respuesta es sí, y no hace falta ser un genio, lo hizo a través del juego.

YO NUNCA FUI A LA ESCUELA

El libro de André Stern “Yo nunca fui a la escuela. La historia de una infancia feliz” es un libro que ha triunfado en Alemania y en Francia (va por su 6ª edición), y ha abierto un importante debate sobre la educación.

André fue educado con una absoluta confianza en sus capacidades de autoaprendizaje. Así que nunca pisó una escuela, creció jugando, experimentando, ocupando sus horas con todo aquello que le interesaba de forma espontánea. Sin imposiciones externas de ningún tipo. Él dice que lo primero que hace un niño cuando se le deja “tranquilo” es jugar, y jugar es la mejor herramienta para conseguir aprendizajes.

Hemos montado el sistema educativo de tal manera que hemos conseguido separar el juego del aprendizaje, pero los niños no aprenden así, para los niños ¡jugar y aprender es lo mismo! Un niño al que no se le impone nada, sino que se le deja jugar tranquilo, juega con entusiasmo, con curiosidad y eso le lleva a descubrir el mundo.

LA EXPERIENCIA DE ANDRÉ STERN CON LOS JUEGOS DE CONSTRUCCIÓN

Uno de los apartados que más me ha llamado la atención del libro de Stern es el que dedica a las piezas de construcción. El partido que le sacó a sus ratos de juego construyendo, me dejó impresionada. Cuenta Stern en su libro que ya desde muy pequeño las piezas básicas le dieron una idea muy clara de ciertas nociones matemáticas y geométricas. Por ejemplo, habla así de las piezas de 8 puntos de unión, que era las que él consideraba básicas por su forma rectangular similar a un ladrillo real…

“Era evidente, solo con observar cómo se ensamblaban, que la anchura de esas piezas era la mitad de su longitud, y que dos era la mitad de cuatro, y cuatro la mitad de ocho. Encajando dos de mis piezas básicas, no una encima de la otra sino ligeramente desplazadas en paralelo, de manera que solo hubiera una línea de puntos de unión entre ellas, se obtenía otra constatación del mismo hecho. Las piezas cuadradas de cuatro puntos de unión las consideraba como medio ladrillo.”

De esta manera Stern ¡pudo aprender tanto! Más tarde se entusiasmó descifrando planos de montaje, y así supo cómo respetar la ergonomía y la cronología de los montajes que podía construir él mismo, lo que le llevó a comprender importantes leyes y trucos de la mecánica. Es que si lees el libro te quedarás con la boca abierta (como yo) y te despertará un nido de reflexiones durante días.

Observación de campo: ¿mi hija puede ser como Stern?

Después de leerlo, me propuse observar durante unos cuantos días cómo juega Sunflower con las mismas piezas de construcción que usaba Stern (adaptadas a su edad claro está) y la verdad es que me he sorprendido del rendimiento y del juego que le han dado. Esto es lo que he observado (sin intervenir, guiar o sugerir):

(1) JUEGO SIMBÓLICO Y CONSTRUCCIÓN LIBRE

Su principal ocupación inicialmente ha sido la construcción libre y el juego simbólico. Construía cada vez de forma diferente la casita de sus animales e inventaba cuentos, en los que mostraba gran entusiasmo.

(2) DESCIFRAR Y APRENDER PLANOS DE MONTAJE

Cuando descubrió el librito con sugerencias y varios planos de montaje que venía en el maletín, empezó a montar y a desmontar una y otra vez siguiendo las instrucciones visuales, hasta que ya era capaz de hacerlo de memoria y entonces luego cambiaba los colores o les hacía modificaciones a su gusto. Después nos pedía más planos, para aprenderse nuevos patrones, y se los buscábamos en internet, como este de la ardilla, que incluso sirve para decorar la mesa de estación del otoño, o el del elefante. Son de la web de LEGO DUPLO.

(3) CREAR NUEVAS TEXTURAS

Esta es otra actividad que le gusta y busca a menudo, ya sea con plastilina, con pintura y con otros elementos como arena o agua. ¡Los bloques le han dado mucha inspiración!

(4) DESCUBRIR ALTURAS

Hubo un día que espontáneamente creó una torre igual que uno de sus troncos de madera, esto le dio pie a crear diferentes alturas buscando la igualdad, lo que ha ido recreando en varias ocasiones.

CONCLUSIONES

Me queda la certeza de que la curiosidad y el entusiasmo que un niño/a desprende en su juego, cuando este juego es espontáneo (no dirigido), le lleva a hacer grandes aprendizajes.

Mi hija sin darse cuenta ha estado trabajando un montón de conceptos y habilidades espaciales, numéricas, verbales, matemáticas, sensoriales, de psicomotricidad…

Así que sí, estoy de acuerdo con Stern, “no hay nada mejor que el juego para aprender”.

Te animo a que hagas la prueba con tus hijos, observa cómo juegan, qué descubren por sí mismos con los bloques de construcción y me encantará que me lo cuentes.

"Sabiendo que el juego es lo mejor para aprender, no hay nada mejor que el juego para aprender" – André Stern
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SUSTITUYAMOS LAS ESCUELAS POR VIDEOJUEGOS

Un artículo de Jaime Grau.

Después de un duro día de colegio o de instituto, el niño o el adolescente que perfectamente podrían protagonizar esta historia solo tiene un deseo: lanzar su mochila al suelo y encender su Playstation. Mientras camina de vuelta a casa va decidiendo a qué juego jugará hoy. Lleva dos semanas jugando al de disparos y le apetece cambiar, y su juego de aventuras favorito ya se lo ha pasado tres veces en la dificultad máxima. Pero cuando por fin este chaval se decide por el juego de fútbol, recuerda la norma que le han impuesto sus padres: nada de consolas hasta que no termine los deberes. ¡Y la de deberes que tiene para el día siguiente!


No es un secreto para nadie que los jóvenes aborrecen las clases y adoran jugar. Tampoco es un secreto que los llamados “juegos educativos”, ese intento de híbrido entre el conocimiento impartido en las aulas y los videojuegos, no ha podido competir con los FIFA, los Call of Duty, los Uncharted y los Assasins Creed. Pero si no han funcionado es porque estos “juegos educativos” están mal planteados, porque me atrevo a decir que no existe un medio mejor que el videojuego para sustituir a las escuelas en el futuro, y me atrevo a decirlo en base a estas tres claves:

CLAVE 1: JUGAR ES LO MISMO QUE APRENDER

Entre los niños, aprender suele ser sinónimo de aburrimiento, mientras que jugar suele ser sinónimo de diversión. Lo que muy pocos niños saben (y muy pocos adultos también) es que jugar es prácticamente lo mismo que aprender. Todos los juegos consisten en una serie de patrones que los jugadores tienen que identificar e interiorizar, ya sea dar saltos entre tuberías, disparar al equipo rival, jugar a fútbol pulsando botones, o colocar fichas para formar filas. Por esta razón los juegos van haciéndose más difíciles conforme vamos progresando en ellos, porque cuando el jugador ya no tiene nada nuevo que aprender y ya domina el juego 100%, se aburre y lo abandona. El juego va introduciendo progresivamente nuevos patrones (o complejizando patrones existentes) para que nuestro cerebro siempre tenga algo nuevo que aprender.

Dicho así, todos los juegos son educativos a su manera. ¿Pero qué pasaría si estos patrones que vamos aprendiendo no solo fueran útiles dentro del juego sino que también fueran útiles en la vida real? ¿Qué pasaría si estos aprendizajes fueran los mismos que los niños y los adolescentes tienen que recibir en el aula? Que tendríamos una generación adicta a la enseñanza.

Con esto no he reinventado la rueda. Este tipo de juegos existen y se conocen como “Serious Games” (y no gamificación. En serio, dejemos de llamar gamificación a cualquier avistamiento de juego en un lugar poco habitual. La gamificación es otra cosa.) y tienen cierta presencia en ámbitos como la medicina o el ejército. Pero me sorprende que viendo el poder que puede tener esta metodología de aprendizaje sigamos anclados en métodos de enseñanza de hace dos siglos.

CLAVE 2: JUGAR ES UN EJERCICIO MUCHO MÁS DURO DE LO QUE PARECE Y LO HACEMOS PORQUE QUEREMOS.

Solemos relacionar los videojuegos como una acción para pasar el rato, para despejarnos y para relajarnos, pero de eso nada. Jugar consiste en superarte a ti mismo constantemente, en tener que utilizar una serie de habilidades que en algunas ocasiones ha costado mucho esfuerzo adquirir, y poner toda tu atención en alcanzar un objetivo superando una serie de complicados obstáculos.

Cuando jugamos perdemos la noción del tiempo. Los minutos pasan como segundos, y las horas pasan como minutos. Según Mihály Csíkszentmihályi, esto ocurre cuando entramos en estado de Flow, es decir, cuando estamos completamente inmersos en una actividad poniendo todo nuestra atención y toda nuestra concentración en superarla satisfactoriamente.

Es decir, que si los recursos que se dedican a crear los juegos súper-ventas se destinaran a crear “serious games” para escuelas e institutos, tendríamos toda una generación de estudiantes totalmente inmersos en la enseñanza, totalmente concentrados en los conocimientos impartidos, y no mirando por la ventana o enviándose snapchats con sus amigos.

CLAVE 3: CON LA ENSEÑANZA SE PUEDE CREAR EL JUEGO PERFECTO.

Si en la primera clave hemos mencionado que los juegos se vuelven aburridos cuando ya no podemos aprender nada nuevo, el juego perfecto sería aquel en el que siempre tuviéramos algo nuevo que aprender aunque los años pasen. Ese juego existe y se llama “Enseñanza”, un juego que durante más de 10 años podría estar continuamente ofreciéndole a los jugadores nuevos retos y nuevos obstáculos que superar.

Y estas son las tres claves por las que opino que no hay mejor medio que el videojuego para crear la nueva educación del siglo XX. Puede que me equivoque, pero lo que no podemos hacer es dejar de pensar en este tema. El mundo ha cambiado, la gente ha cambiado, y llevamos mucho retraso. Tenemos que pensar ya como vamos a enseñar mañana a los niños de hoy.
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SI LOS NIÑOS PUDIERAN JUGAR MÁS...

Un artículo de Salvador Rodríguez Ojaos, pedagogo, blogger, formador y asesor en innovación educativa, creatividad, educación emocional y educación en valores.

Carl Honoré, en su libro de recomendable lectura Bajo presión, transcribe la siguiente cita de Nigel Cumberland, experto en coaching ejecutivo y formación del liderazgo:

"Si los pequeños pudieran jugar más, habría mejores ingenieros, mejores directivos y más inspiración en el lugar de trabajo. Si se le niega a un bebé o a un niño de entre uno y dos años la oportunidad de jugar, y después se le lleva al jardín de infancia, donde compite y se le juzga en todo momento, nace el miedo, y esto crea una falta de disposición a asumir riesgos. El resultado, adultos aburridos."

En edades tempranas, el juego nunca es una pérdida de tiempo, ni un simple entretenimiento, El juego, además de facilitar el desarrollo de las capacidades motoras, es un acto fundamental para la formación de habilidades y destrezas, para la adquisición de valores, para el desarrollo de la inteligencia racional y la inteligencia emocional. Con el juego, los niños y las niñas experimentan, comparten, pierden, ganan, aprenden a anticiparse, a concentrarse, a ser imaginativos, a ser creativos, a ser curiosos. Todos estos aprendizajes son esenciales para el futuro desarrollo de la personalidad y para una adecuada adquisición del aprendizaje.

Aprender no siempre es fácil ni cómodo, enseñar tampoco. Pero, a veces, tengo la sensación de que no empeñamos en hacerlo aún más difícil y más incómodo. En los primeros años de escolarización permitimos que el juego forme parte del proceso de aprendizaje de los alumnos, pero conforme pasan los años desterramos el juego como recurso educativo. Lo mismo sucede en el ámbito familiar, conforme pasan los años dejamos cada vez menos tiempo para el juego llenando la agenda de los niños y las niñas de actividades extraescolares formativa, que son una extensión de las actividades académicas y buscan alcanzar el mejor expediente posible, no el disfrute ni el gozo.

No me cansaré de repetir que todo aprendizaje requiere de un esfuerzo, pero que no debemos confundir constancia y perseverancia con sacrificio y sufrimiento. Aplicar a la educación los principios de la gamificación puede ayudar a conseguir la motivación necesaria para ayudar a que los alumnos se motiven y disfruten mientras se esfuerzan aprendiendo (y los docentes enseñando).

Hay un concepto psicológico que nos puede ayudar a entender esto: el flujo. Es el estado mental en el que una persona está completamente inmersa en la realización de una tarea con total implicación, absoluta concentración para alcanzar su consecución con éxito. En esas situaciones la actividad por sí misma es gratificante, el tiempo parece ir más deprisa y la motivación se retroalimenta al ir aprendiendo de los errores para alcanzar el objetivo deseado.

Si consiguiéramos que las actividades que planteamos en la escuela llevan a los alumnos a ese estado de flujo, acabaríamos de una vez con la maldita expresión "codos y más codos para aprender". Si los niños jugaran más, aprenderían más y mejor.
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“EL JUEGO, UN MODO DE APRENDER EL MUNDO"

Un artículo de María Elena Ronderos, Maestra en Bellas Artes de Universidad de los Andes, con postgrado en Educación Artística

YO ASÍ NO JUEGO MÁS [1]

Si el juego es una carrera
y sólo gana el que llega,
yo así no juego más.

Si por ganar no me importa
que vos te quedés sin torta,
yo así no juego más.

Si el juego es una pelea
y sólo gana el que pega
yo así no juego más.

Si estás jugando conmigo
y por ganar te lastimo
yo así no juego más.

Yo solo quiero jugar
porque me gusta encontrar
la risa que se perdió.

Yo solo quiero jugar
porque es la forma mejor
de dejar pasar el sol.

¡No me quieran enseñar
cómo se debe jugar
que al juego lo inventé yo!


A los maestros nos interesa aproximamos al juego como actividad lúdica autónoma y con reglas en la que se disfruta la compañía y se experimentan y evidencian cualidades, competencias, conocimientos y valores del ser humano que son factibles de desarrollarse. Nos llama la atención el que pueda constituirse en una actividad relevante al servicio del enriquecimiento de la sensibili­dad estética, de la inteligencia creadora y de la vida cultural de los estudiantes y de las comunidades. En otras palabras nos interesa su perspectiva pedagógica.

Las siguientes reflexiones son una invitación a que tomemos una mayor conciencia de los beneficios formativos del Juego, como vivencia y como concepto, en función de los procesos educativos que desarrollamos con los estudiantes, de manera que nos sintamos motivados y mejor preparados para transformar significativamente nuestra vida y la de nuestros educandos y en general, la vida artística y la experiencia cultural de la comunidad educativa a la que pertenecemos.

El juego y su relevancia en nuestra educación

Estas reflexiones surgen del reconocimiento de que en la tradición educativa colombiana, el juego y la educación artística han sido tomados, cuando más, como herramientas auxiliares. Pocas veces se han incorporado como actividades valiosas en sí mismas, esto es, como formas de interactuar y de pensar que promueven la disposición ética, estética y creativa de los individuos, su independencia, su curiosidad, su expresión auténtica y demás cualidades propias de un ser humano vital, racional, inquieto por recrear y enriquecer su mundo. En el juego infantil, por ejemplo, es fácil observar cómo se crea un mundo autónomo en el que, de maneras expresivas y en torno a reglas acordadas tácita o explícitamente, los niños y niñas simbolizan la realidad exterior y emiten juicios de valor de las maneras más serias, felices y decididas. Igualmente sucede con su expresión artística. Pero es una lástima que escasamente se haya planteado en el país la problemática pedagógica que ofrecen el juego y la creación artística en el debate que gira en tomo al currículo de la Educación Básica, Media o Superior. De hecho, el desarrollo de la experiencia estética y lúdica difícilmente se encuentra asociado de modo contundente a la formación de docentes.

(...) La necesidad de volver a pensar en el juego como componente pedagógico en los términos arriba mencionados se evidencia aún más cuando somos conscientes de que la educación en este país está llamada a dar respuestas a las aspiraciones y acciones nacionales por la paz, y de que en función de este llamado se hace necesario promover la calidad de la experiencia cultural comunitaria, desarrollando el potencial creativo, la interacción vital y la inteligencia creadora de niños y niñas. Estas últimas son recomendaciones que se hacen tanto en el informe de la Misión de Ciencia, Educación y Desarrollo, incluyendo el "Manual Para Ser Niño" que lo acompaña, como en el estudio realizado por el Ministerio de Educación Nacional para la Elaboración de Lineamientos Curriculares en Artes. No sobra recordar que el de­bate en torno a la constitución del Ministerio de la Cultura giró sobre la necesidad cultural de desarrollar la capacidad creadora de los colombianos, lo que implica alcanzar mayores grados de libertad individual a favor de una restauración vital de las relaciones interpersonales y del fortalecimiento del perfil intercul­tural de la nación.

Pensar el juego en el corazón de la educación supone que los educadores nos comprometamos con la investigación y gestión de procesos pedagógicos innovadores, que fecunden la vida cultural de nuestras comunidades educativas; supone que nos preparemos para poner en práctica proyectos pedagógicos orientados hacia el logro de una convivencia cada vez más vital y comprensiva de las diferencias, mediante los cuales disfrutemos y valoremos nuestras propias iniciativas y las de nuestros estudiantes; quiere decir que asumimos con entusiasmo el cuidado y enriquecimiento de nuestro patrimonio cultural, entendiendo que jugar es una forma funda­mental de convivencia armónica, la cual es en sí misma un valor patrimonial. (...)

Podemos afirmar que asumir el reto del juego en sus reales dimensiones pedagógicas, es equivalente a ejercer la docencia como un arte de magia, que transforma los ánimos, devela talentos, despierta el sentido comunitario y multiplica la alegría de vivir de los estudiantes. Para el filósofo y educador Platón el juego es lo más serio que existe, es sagrado; escribe "Solamente Dios es merecedor de la seriedad suprema, pero el hombre se ha hecho juguete de Dios, y ésta es su mejor parte. Por lo tanto el hombre y la mujer deberían vivir según esto, y jugar los juegos más nobles y tener una mentalidad distinta a la que tienen en el presente (...) La vida debe vivirse como un juego, jugando ciertos juegos, cantando y danzando, y entonces un hombre se puede apropiar de los dioses, y defenderse de sus enemigos y ganar en el concurso" [2]

El juego como posibilidad pedagógica

Si pensamos que la educación es una forma de interacción entre individuos creativos en desarrollo, en la que se generan, se modifican, se cambian o se conservan valores y que la pedagogía es un instrumento mediador del proceso educativo, cuya misión más importante consiste en cuidar y cultivar la confianza mutua , (valor fundamental sin el cual es imposible desatar procesos creativos, llegar a acuerdos o consolidar verdaderas experiencias culturales), encontramos que el juego articulado a los procesos educativos, dadas sus características, puede cumplir la función educativa por excelencia de promover la disposici6n sensible y expresiva del ser humano y de ser semilla de experiencia cultural significativa.

El Juego es una forma cooperativa y confiada de interactuar acogiéndose a unas normas, es una forma que es significativa en sí misma y no en función de un fin exterior que la justifique. Es una actividad que los individuos disfrutan por el gusto de hacerla, de manera integrada al conjunto de sus operaciones intelectuales. A diferencia del trabajo, que es una acción subordinada a un fin fuera de sí mismo, en el juego la norma misma orienta la acción, la sostiene y la dinamiza. Para el filósofo Gilbert Boss, "En el juego no existen medios que sólo sean medios, ni fines que sean separados de los medios para acceder a ellos; los medios y los fines se funden siempre los unos en los otros y se intercambian perpetuamente (...). El juego consiste en una acción normada autónoma. (..,). Es una actividad que implica la producción de acontecimientos que dependen de sus reglas" [3]

El juego así entendido se constituye en una experiencia cultural fascinante en la que el sujeto ejerce, confiado, su autonomía y su libertad de acción sobre principios que se acogen tácita o explícitamente, y en la que se abandona a la acción lúdica sirviéndose de sutilezas expresivas (esto, especialmente en los niños), así como de estrategias y de artefactos para representar sus visiones interiores e intenciones, conjugando su universo simbólico personal con el del grupo. El jugar se caracteriza por ser una experiencia vital de interacción respetuosa, permeada por el afecto, que promueve cualidades de la inteligencia creadora, plena de sentido ético, estético y cultural.

Dados los elementos que caracterizan el juego, y debido a las cualidades personales y culturales que en él se promueven, se plantea aquí la posibilidad de hacer del diálogo pedagógico una experiencia lúdica, un juego; del educador alguien que lo dirige e ilumina; y de la técnica que lo regula, una pieza de juego. (...)

[1] Canción con Música de Litto Nebbia, Letra de Manuel Gonzáles Gil, Poesia que aportó la profesora Gina A. Velasquez.

[2] En Huizinga, Johan. “Homo Ludens”, Paladín Publishing Ltd. Londres, 1971. Pg 37.

[3] Boss, Guilbert. 1975 “Juego y filosofía” en Ideas y valores N° 64 y 65 de 1984. Universidad Nacional de Colombia. Traducción de Lísímaco Parra. Pag 6.
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CONSTRUYENDO UNA COMUNIDAD A TRAVÉS DEL JUEGO

La idea de una comunidad hace referencia a un grupo social residiendo en una localidad específica o bien a un conjunto de personas compartiendo intereses en común. Una comunidad puede implicar un espacio físico pero también puede indicar una red social.

El presidente George H.W. Bush hizo popular la frase “miles de puntos de luz”, cuando describió el beneficio que pueden hacer las comunidades y los voluntarios de América por otros. El propósito fue inspirar la cultura de voluntarios para crear comunidades más saludables. Los voluntarios al comenzar a trabajar en las comunidades se dieron cuenta del poder que puede tener una persona para marcar una diferencia en la vida de otros.

Los servicios voluntarios han ido en aumento hoy en día sobre todo con los jóvenes, bajo el concepto de dar incluso más que lo que sus padres dieron.

La frase “Se necesita una aldea para educar a un niño” ha sido atribuido a distintas sociedades africanas. Su idea se sostiene en la premisa de que las comunidades también tienen un impacto en la vida de los niños, esto implica la creación de lugares de juego adecuados para éstos. Crear lugares de juego es una labor que incluye a los voluntarios. Desde 1996 KaBoom ha colaborado para construir, abrir y mejorar más de 16.000 lugares de juego, en los que han participado más de un millón de voluntarios y ha beneficiado a más de 7.4 millones de niños.

Construir una comunidad a través del juego se vincula con la creación de espacios benéficos para los niños, en donde se incluyan unos a otros por igual sin realizar distinciones. Estos espacios tienen la característica de ser seguros y apuestan por crear comunidades más fuertes.

Es importante convencernos de los beneficios de la inclusión comunitaria, tanto para nosotros mismos como para los demás.
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