"La conciencia, esa gran desconocida y, paradójicamente, tan presente en nosotros como ausente en el mundo"
(Amador Martos)
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Este artículo está reproducido en los capítulos 21 y 22 de la cuarta parte de la obra FILOSOFÍA TRANSPERSONAL Y EDUCACIÓN TRANSRACIONAL.

Esos dos novedosos conceptos educativos, la FILOSOFÍA TRANSPERSONAL y la EDUCACIÓN TRANSRACIONAL, son ahora una experiencia pedagógica pionera en el Instituto Ateneo de Colima (México), de la mano de la docente Marely Figueroa.

1 - La filosofía transpersonal como asignatura educativa

“La educación se presenta como el fundamento para iniciar el retorno del ser humano hacia la razón y el espíritu colectivo” (Amador Martos, filósofo transpersonal).

Son tiempos, pues, de repensar la relación entre la racionalidad y la espiritualidad. Son tiempos de integración entre la epistemología de lo conmensurable y la hermenéutica de lo inconmensurable, una tarea emprendida desde la filosofía transpersonal como disciplina que estudia la espiritualidad y su relación con la ciencia, así como los estudios de la conciencia. Así, la filosofía transpersonal se presenta como una paradigmática trascendencia de la filosofía tradicional.

Desde una perspectiva de la historia del pensamiento, cabe distinguir entre la filosofía tradicional (“pasado”, aunque presente en el pensamiento dominante) y la filosofía transpersonal (“presente”, aunque en situación de emergencia hacia el “futuro”) eruditamente elaborada por Ken Wilber. Por filosofía tradicional se entiende, en esta investigación, el cuerpo de conocimientos que se iniciaron con la filosofía moderna hasta llegar a la postmodernidad y concluyeron en la filosofía contemporánea. Esta filosofía tradicional ha desembocado en el pensamiento único neoliberal (1) (Dumenil, 2014) que ha secuestrado a la racionalidad colectiva expresada en las democracias occidentales (Rubiales, 2005), sometiendo a estas a una plutocracia. Del mismo modo que la filosofía escolástica supeditó la razón a la fe, el economicismo neoliberal ha sometido la razón al servicio de la fe ciega en los mercados económicos globalizados a manos de Los amos del mundo (Navarro, 2012), todo un terrorismo financiero en contra de la humanidad. Al reincorporar la espiritualidad en la razón humana, la filosofía transpersonal es una renovada visión y una superación paradigmática de la filosofía tradicional (Martos, 2010).

La filosofía transpersonal es una disciplina que estudia la espiritualidad y su relación con la ciencia así como los estudios de la conciencia, sin embargo, es una actividad investigativa muy reciente en la historia del pensamiento (Wilber, 2005). Con el surgimiento de las ciencias psicológicas y la “cuarta fuerza” de la psicología transpersonal, se ha iniciado un camino esperanzador de trascendencia de la conciencia egóica hacia la espiritualidad o “transpersonalidad”.

No obstante, el término “transpersonal” no es todavía de dominio popular y menos aún su asunción académica para una futura educación generacional. Pero, si la humanidad ha evolucionado de lo mítico a lo racional, como apunta Wilber (2), estamos ahora situados en el filo de la percepción transracional.

2 - Una educación transracional

“En el universo solo hay información que viaja a través de una energía conocida como amor, ¿o acaso no es ello lo que pretende todo padre o madre: educar con amor?” (Amador Martos, filósofo transpersonal).

Soy consciente de la dificultad cognoscitiva que entraña este trabajo de investigación al proponer una integración entre la epistemología de lo conmensurable y la hermenéutica de lo inconmensurable como síntesis de saberes mediante una genuina intuición espiritual (intuición moral básica): una cuestión ética así aprehendida desde la no-dualidad por el sujeto cognoscente es el fundamento epistemológico por excelencia para una educación transracional que implemente la razón con el corazón (Toro, 2014), y se presenta como un imperativo para trascender la crisis de conciencia en la que está inmersa la filosofía occidental. La crisis de Occidente no es solo una crisis económica y política sino, eminentemente, una crisis social derivada a su vez de una crisis de conciencia, de profundidad, una crisis de pensamiento que debiera ser trascendida mediante la espiritualidad contemplada en la filosofía transpersonal, todo un giro participativo hacia el misticismo y el estudio de las religiones (Teología), cuestiones que convergen inevitablemente con la metafísica (Filosofía).

Sin embargo, cambiar un paradigma de pensamiento no es tarea fácil, que se lo digan a Descartes, Kant, o el mismo Wilber. Se necesita años de investigación para hacer una aportación intelectual en orden a cambiar el pensamiento dominante: Descartes en el Discurso del método (3), camufló sus reglas del pensamiento como “Discurso” en vez de “Tratado” para escapar así de una posible condena eclesiástica como había ocurrido poco tiempo antes con Galileo; Kant se enclaustró durante diez años para concluir su Crítica de la razón pura, y seis años más para obtener el correspondiente reconocimiento intelectual; Wilber se encerró durante otros tres años para escribir su obra Sexo, Ecología, Espiritualidad . Yo soy más lento, llevo toda mi vida. Pero es que, este sistema, se las trae, pues han escondido las reglas del juego mediante el secuestro de las leyes, el dinero, la ciencia, la educación y el sistema productivo, todo ello bajo una globalización oligarca al servicio de un eufemístico pensamiento único neoliberal; para el resto de la humanidad, pobreza y esclavitud. Hay días que dan ganas de llorar y tirar la toalla.

Pero la vida sigue y cada cual tiene que hacer aquello para lo cual se ha preparado, en mi caso, filosofar sobre la complejidad de nuestro mundo contemporáneo. A tal efecto, estoy totalmente de acuerdo con el filósofo francés Edgar Morin en que la humanidad se halla ante un “pensamiento complejo”, de difícil acceso para los inducidos ignorantes desde la atalaya del economicismo neoliberal. Dicha ignorancia es extensiva también a nuestra actual cosmovisión del mundo bajo el influjo de la racionalidad positivista que predomina en El espejismo de la ciencia como adalid de la suprema “verdad”, marginando así a las humanidades como medio para una interpretación crítica de la realidad actual, como revitalización de la cultura, como reflexión sobre las grandes cuestiones personales y sociales, y como catalizadores de la creatividad (Alvira y Spang, 2006). Sin embargo, la evolución del Kosmos (4) no se detendrá pues se vislumbra la trascendencia hacia una episteme transracional (Márquez y Díaz, 2011):

"En las ciencias sociales la crisis del paradigma positivista, es el resultado de su insuficiencia experimental para dar cuenta de la transformación de la experiencia del pensamiento en su interpretación de la realidad natural e histórica de la existencia. En la modernidad no fue posible consolidar un paradigma universalista que sólo diera cuenta de espacios objetivados de la realidad a través de modelos racionales reduccionistas. Tal como lo señalan Morin, Najmanovich, Sotolongo-Codima Boaventura de Sousa, Reynoso, en sus postulados teóricos-metodológicos, cuando afirman que la experiencia del pensar racional es mucho más compleja y transdiciplinar, pues considera la realidad como un proceso en curso de estructuras que se recrean poiéticamente sin sujeción a causalidades predeterminadas. Esto es lo que explica, desde la perspectiva de una espíteme crítica, por qué las contingencias materiales de la experiencia racional y las formas de intercambios entre sistemas de diversa índole, le atribuyen al fenómeno del pensamiento una múltiple y transversal racionalidad a partir de la cual se desustantiva el mundo de los objetos y hace presente la subjetividad cognitiva del sujeto de pensamiento. Hacia ese inédito dominio de los procesos de la espíteme transracionales es que se orienta el pensamiento complejo como un momento de superación del positivismo."

Destaco también la conclusión final de dicho artículo:

"Es necesario que esta riquísima cosmovisión que nos revela el aura de una nueva racionalidad para pensar y rehacer el mundo, se convierta en un programa transdisciplinar de investigaciones que logren desplazar nuestra experiencia deconstructiva de los fenómenos de la realidad en todos los órdenes del conocimiento hacia éticas epistémicas. La infinitud de formas posibles a las que apuntan las redes complejas de conocimiento, no es más que la posibilidad humana y natural de entender los ciclos y procesos de la vida en sentido generativo, nunca progresivo ni lineal."

En esa línea de pensamiento transracional, María Alejandra Rodríguez (2017), Docente universitario en el departamento de Filosofía de la Facultad de Ciencias de la Educación, Universidad de Carabobo (Venezuela), aborda el papel de La filosofía educativa en el ámbito universitario, un punto de vista que bien puede ser extrapolable a cualquier universidad del mundo por sus inherentes principios universales:

"La educación superior en Venezuela, como fundamento formativo para el desarrollo educativo, cultural, filosófico y social puede ser un punto de referencia crucial en función de la construcción de una sociedad humana, justa y libre. Se trata de educar más allá del bienestar individual y colectivo propuesto por una sociedad del éxito personal y del consumo, trabajar en función del porvenir de la civilización y la supervivencia de la raza humana y del planeta; ya que una persona consciente de su compromiso existencial puede alcanzar grandes logros e impactar en el bienestar de los demás gracias a un humanismo trascendental y verdadero. Por eso la educación universitaria debe considerarse como el modo formativo humanista para emprender cualquier objetivo elevado, verdaderamente humano, comunitario y social, sea a través del currículo de carácter ético-espiritual de todas las profesiones, o de una formación filosófica en torno a las dimensiones antropológicas existenciales del sentido de la vida desde el compromiso social."

Dicha cosmovisión de una nueva racionalidad para pensar y rehacer el mundo mediante una educación transracional inquiere que el educando aprehenda la síntesis de saberes mediante una genuina intuición espiritual: la integración de la conciencia (yo), la ciencia (ello) y la moral (nosotros) -las tres esferas del saber diferenciadas por Kant mediante sus Tres críticas- como una intuición moral básica para orientar éticamente sus actos, pensamientos y sentimientos. Una ética epistémica en toda regla bajo una epísteme transracional.


NOTAS:

(1) El concepto de pensamiento único fue descrito por primera vez por el filósofo alemán Arthur Schopenhauer en 1819 como aquel pensamiento que se sostiene a sí mismo, constituyendo una unidad lógica independiente sin tener que hacer referencia a otras componentes de un sistema de pensamiento. En 1964, el filósofo Herbert Marcuse describió un concepto similar que él denominó pensamiento unidimensional. Para Marcuse este tipo de pensamiento es el resultante del “cierre del universo del discurso” impuesto por la clase política dominante y los medios suministradores de información de masas. El concepto es reintroducido en la última década por el sociólogo y periodista español Ignacio Ramonet, quien lo define partiendo de una idea de izquierda anticapitalista: “¿Qué es el pensamiento único? La traducción a términos ideológicos de pretensión universal de los intereses de un conjunto de fuerzas económicas, en especial las del capital internacional”. Según su opinión, el economicismo neoliberal se había erigido en el único pensamiento aceptable, monopolizando todos los foros académicos e intelectuales.

(2) Wilber en Sexo, Ecología, Espiritualidad (p.617):

"El mundo de la modernidad está un poco loco: mitos para los campesinos, naturalismo plano para la intelectualidad. Es más que irónico que sea la ciencia, la ciencia descendida la que en las últimas décadas del siglo XX redescubra la naturaleza autoorganizada y autotrascendente de la evolución misma. Es más que irónico que unir las “dos flechas” del tiempo hace de Eros el único y omnipenetrante principio de manifestación. Es más que irónico que la ciencia prepare el camino para una evolución más allá de la racionalidad, ya que ha demostrado claramente que la evolución no se detiene para nadie, que cada estadio pasa a un mañana más amplio. Y si hoy es la racionalidad, mañana será la transracionalidad; ningún argumento científico puede estar en desacuerdo con esto, y todos deben favorecerlo. Ahí estamos en la racionalidad, situados en el filo de la percepción transracional, una scientia visionis que está trayendo aquí y allá, cada vez con más claridad y a todo tipo de gente y por todas partes, poderosos destellos de un verdadero Descenso de la omnipenetrante Alma del Mundo."

(3) El Discurso del método, cuyo título completo es Discurso del método para conducir bien la propia razón y buscar la verdad en las ciencias, es la principal obra escrita por René Descartes (1596-1650) y una obra fundamental de la filosofía occidental con implicaciones para el desarrollo de la filosofía y de la ciencia. Descartes tituló esta obra Discurso del método con una finalidad precisa. En una carta que dirige a Marin Mersenne le explica que la ha titulado Discurso y no Tratado para poner de manifiesto que no tenía intención de enseñar, sino solo de hablar. Con esto Descartes trata de alejarse de cualquier problema que pudiese surgir con sus contemporáneos por las ideas vertidas en esta obra y además escapa así de una posible condena eclesiástica como había ocurrido poco tiempo antes con Galileo y cuyas ideas Descartes no consideraba desacertadas.

La locución latina “cogito ergo sum”, que en castellano se traduce frecuentemente como “pienso, luego existo”, es un planteamiento filosófico de René Descartes, el cual se convirtió en el elemento fundamental del racionalismo occidental. “Cogito ergo sum” es una traducción del planteamiento original de Descartes en francés: “Je pense, donc je suis”, encontrado en su famoso Discurso del método (Descartes, 1999). La frase de Descartes expresa uno de los principios filosóficos fundamentales de la filosofía moderna: que mi pensamiento, y por lo tanto mi propia existencia, es indudable, algo absolutamente cierto y a partir de lo cual puedo establecer nuevas certezas.

(4) Wilber examina el curso del desarrollo evolutivo a través de tres dominios a los que denomina materia (o cosmos), vida (o biosfera) y mente (o noosfera), y todo ello en conjunto es referido como “Kosmos”. Wilber pone especial énfasis en diferenciar cosmos de Kosmos, pues la mayor parte de las cosmologías están contaminadas por el sesgo materialista que le lleva a presuponer que el cosmos físico es la dimensión real y que todo lo demás debe ser explicado con referencia al plano material, siendo un enfoque brutal que arroja a la totalidad del Kosmos contra el muro del reduccionismo. Wilber no quiere hacer cosmología sino Kosmología.


BIBLIOGRAFÍA:

Alvira, R. y Spang, K. Humanidades para el siglo XXI. Navarra: Ediciones Universidad de Navarra, 2006.

Dumenil, Gerard. La gran bifurcación. Acabar con el neoliberalismo. Madrid: La catarata, 2014.

Márquez Fernández, Álvaro B.; Díaz Montiel, Zulay C. “La complejidad: hacia una epísteme transracional”. Telos, vol. 13, núm. 1, enero-abril, 2011, pp. 11-29. Universidad Privada Dr. Rafael Belloso Chacín Maracaibo, Venezuela.

Martos, Amador. Pensar en ser libre. De la filosofía tradicional a la filosofía transpersonal. España: Amazon, 2010 (1ª ed.), 2017 (2ª ed.).

Navarro, Vinçens. Los amos del mundo. Las armas del terrorismo financiero. Barcelona : Espasa libros, 2012.

Rodríguez, María Alejandra. La filosofía educativa en el ámbito universitario. Departamento de filosofía, Universidad de Carabobo, Venezuela, 2017.

Rubiales, Francisco. Democracia secuestrada. Córdoba: Almuzara, 2005.

Toro, Jose M. Educar con corazón. Bilbao: Desclee de Brouwer, 2014.

Wilber, Ken. El espectro de la conciencia. Barcelona: Kairós, 2005.