"La conciencia, esa gran desconocida y, paradójicamente, tan presente en nosotros como ausente en el mundo"
(Amador Martos)
educación

Este artículo está reproducido en la tercera parte de la obra CIENCIA, FILOSOFÍA, ESPIRITUALIDAD

Este artículo es el cuarto de una serie de cuatro como colaboración de Gemma Rodríguez en la obra La educación cuántica, publicado en la página 407.

Para esto es preciso volver del revés la enseñanza y decir: enseñar no es, primaria y fundamentalmente, sino enseñar la necesidad de una ciencia, y no enseñar la ciencia cuya necesidad sea imposible hacer sentir al estudiante (1)

Hoy es 19 de diciembre de 2015. Ha hecho un día de sol imponente en Valencia. En breve yo y mis alumnos disfrutaremos de vacaciones: los tiempos de descanso son enormemente necesarios en cualquier proceso de aprendizaje. Aun así, en estos días gran parte de los profesores enviamos tareas adicionales. Es un hecho que los estudiantes dedican la mayor parte de su tiempo libre a lo largo de toda su vida académica a realizar tareas y trabajos.

La tendencia a la repetición práctica mediante actividades de aquello que se ha aprendido en el aula es casi generalizada y se asienta en la creencia de que la adquisición de conocimiento es esencialmente memorística. Si algo sabemos hoy en día es que la inteligencia es diversa: pensamos de modo cinestésicamente, en movimiento, matemáticamente, artísticamente.... Por otra parte, los sistemas educativos se encuentran presos de jerarquías de valor en los conocimientos que responden a la sobrevaloración de determinados discursos aislados: las ciencias siempre ocupan un lugar culminante dentro de los proyectos educativos, mientras que las humanidades y las artes son generalmente menos valoradas. A mi entender, las consecuencias que esta escisión lleva acarreando no solo dificultan la osmosis entre espiritualidad y ciencia, sino que son gravemente perjudiciales para la educación de las conciencias en libertad: no hay un desarrollo libre y consciente de las personas que pueda llevarse a cabo honestamente desde los modelos educativos que imperan en la mayoría de sistemas educativos actuales. Estos se diseñan según un esquema post-industrial que debe asegurar la formación de mano de obra útil para el mercado laboral, sin priorizar el derecho a la experiencia de la educación como un todo constructivo en sí mismo, como un camino que no se agota ni se limita a las calificaciones ni los expedientes.

La integración de las tres esferas kantianas (ciencia, moralidad y arte) debe ser una realidad educativa cada vez más plausible si deseamos contribuir a un entendimiento mutuo entre los seres y asentar las bases para un futuro donde la solidaridad social sea una realidad. Esta debe ser la vivencia primordial que se ha de hacer sentir al estudiante: su propio proceso constituye una realidad por conformar, plural, abierta a sus necesidades, allí donde él es el verdadero protagonista de su vida. El sujeto debe poder tener las herramientas para apropiarse de algo que por derecho le pertenece: su propia capacidad de interrelacionarse consigo mismo, con los otros y con el todo. Si fuéramos capaces de entender los currículos educativos a la luz de los presupuestos más básicos que rezan los derechos humanos, comprenderíamos que todavía no hemos entendido mucho sobre educación.

La filosofía puede adjudicarse sin lugar a dudas el papel que le es otorgado en “La educación cuántica”, ya que no puede haber mejor mediador entre la ciencia y la espiritualidad que la reflexión filosófica. El no dogmatismo de la filosofía debería ser transversal a cualquier proceso educativo ya que solo en condiciones de libertad crítica podemos adquirir un conocimiento realmente valioso. Paradójicamente, solo un conocimiento valioso puede hacernos verdaderamente libres.

Me gustaría terminar esta valoración recordando unas palabras de M. Onfray que siempre me acompañan cuando pienso en mi tarea docente. En su libro Antimanual de Filosofía (un revulsivo fundamental para cualquiera que quiera hacer de la filosofía un ejercicio constructivo en el aula), Onfray se despide de sus alumnos con estas palabras:

"He querido que este curso haya sido una ocasión para presentaros una lectura crítica del mundo, que os permita un pensamiento diferente y alternativo. Este deseo crítico tiene un objetivo más elevado: permitir que a partir de una comprensión más clara de lo que os rodea podáis encontrar un sentido para vuestra existencia, y un proyecto para vuestra vida, libre de las obsesiones modernas: el dinero, la fama, las apariencias, la superficialidad ."(2)

No se me ocurre una despedida mejor para mis alumnos y para este escrito. Es momento de educar desde otra mirada, quizás más transversal y empática, desde la que poder superar el panóptico educativo.


REFERENCIA:

(1) O. y Gasset, Unas lecciones de Metafísica. Alianza, Madrid, 2003, p.25.

(2) Michel Onfray, Antimanual de Filosofía. Edaf. Madrid, 2005.