"La conciencia, esa gran desconocida y, paradójicamente, tan presente en nosotros como ausente en el mundo"
(Amador Martos)
psl

Este artículo es una reproducción del capítulo 1 “EL VIEJO MUNDO” de la segunda parte de LA EDUCACIÓN CUÁNTICA

Esta decrépita civilización se sustenta sobre un racionalismo pragmático y sobre una filosofía tradicional moribunda, como se ha visto. Sin embargo, como postulo mediante la filosofía transpersonal y La educación cuántica, son tiempos de la filosofía esotérica, introspectiva, la de la paz, la de la búsqueda del ser interior, lo mismo que apunta el físico Garnier con el “otro yo” . Es un giro copernicano donde se produce “el despertar de la conciencia”, no solo en los individuos como postulo, sino también en las instituciones educativas. Son tiempos de que el racionalismo espiritual se propague mediante la filosofía transpersonal y La educación cuántica.

Así fue como realicé mi propia interpretación filosófica de la historia y nuestra era contemporánea, concluyendo ello con la publicación en el Journal of Transpersonal Research, una revista de investigación transpersonal, de mi artículo La evolución de la conciencia desde un análisis político, social y filosófico transpersonal. Y desde dicha estructura pensativa ha surgido La educación cuántica, como propuesta resolutiva a la difícil situación de la filosofía y del mundo planteada anteriormente. Esos pensamientos estructurados se constituyen en un camino ascendente de la conciencia hacia la sabiduría, una cuestión desarrollada con la debida extensión en la cuarta parte de este ensayo; se trata de un peregrinaje por la noche siempre oscura de la caverna platónica, toda una “soledad del pensador” en busca de saber y libertad. En honor a la soledad que experimenta todo pensador, dediqué mi libro Pensar en ser libre a todas aquellas personas afanadas hacia la comprensión del sentido de la vida. La vida adquiere sentido cuando los actos ejercidos en libertad son dirigidos hacia la verdadera comprensión del sentido de nuestra existencia. Nuestra existencia es, en sí misma, efímera, pues al nacer ya nos dirigimos inexorablemente hacia la muerte. En ese intervalo de lucidez de la conciencia, pocos son los que se ejercitan en la noble tarea de hallar algún conocimiento como rector del propio sentido de la vida. A ello se han dedicado preferentemente filósofos y científicos de todos los tiempos. Cada cual, dentro del contexto sociocultural de su época, ha intentado dar una respuesta a la eterna pregunta: ¿Qué sentido tiene la existencia?