"La conciencia, esa gran desconocida y, paradójicamente, tan presente en nosotros como ausente en el mundo"
(Amador Martos)
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1 – El “genio maligno” en la filosofía de Descartes

René Descartes (1596-1650) es un filósofo francés del cual puse una cita suya al inicio de mi obra LA EDUCACIÓN CUÁNTICA: “Para alcanzar la verdad, es necesario, una vez en la vida, desprenderse de todas las ideas recibidas, y reconstruir de nuevo y desde los cimientos todo nuestro sistema de conocimientos”. Y, en efecto, no le faltaba razón pues, como argumento en mi citada obra, la humanidad se halla ante un nuevo paradigma de conocimiento.

La importancia de este pensador radica en que fue el padre del racionalismo moderno. Descartes se auto instruyó para producir un pensamiento racional autónomo, libre de los dogmas religiosos, es decir, despertó su mente racional, solito, frente a la Santa Inquisición. Descartes tuvo que estructurar unas reglas del pensamiento en su Discurso del método para salir de las garras de la Iglesia: el pensamiento escolástico supeditó la razón a la fe, hasta que Descartes se atrevió con su “cogito” más conocido como “pienso, luego existo”.

El Discurso del método, cuyo título completo es Discurso del método para conducir bien la propia razón y buscar la verdad en las ciencias, es la principal obra escrita por René Descartes y una obra fundamental de la filosofía occidental con implicaciones para el desarrollo de la filosofía y de la ciencia. Descartes tituló esta obra Discurso del método con una finalidad precisa: en una carta que dirige a Marin Mersenne le explica que la ha titulado Discurso y no Tratado para poner de manifiesto que no tenía intención de enseñar, sino solo de hablar. Con esto Descartes trata de alejarse de cualquier problema que pudiese surgir con sus contemporáneos por las ideas vertidas en esta obra y además escapa así de una posible condena eclesiástica como había ocurrido poco tiempo antes con Galileo y cuyas ideas Descartes no consideraba desacertadas.

La locución latina “cogito ergo sum”, que en castellano se traduce frecuentemente como “pienso, luego existo”, es un planteamiento filosófico de René Descarte, el cual se convirtió en el elemento fundamental del racionalismo occidental. “Cogito ergo sum” es una traducción del planteamiento original de Descartes en francés: “Je pense, donc je suis”, encontrado en su famoso Discurso del método. La frase de Descartes expresa uno de los principios filosóficos fundamentales de la filosofía moderna: que mi pensamiento, y por lo tanto mi propia existencia, es indudable, algo absolutamente cierto y a partir de lo cual puedo establecer nuevas certezas.

En dicho contexto epistemológico, el “genio maligno” es un recurso empleado por Descartes en la duda metódica para radicalizar la búsqueda de un conocimiento evidente. Consiste en la hipótesis de que tal vez nos ha creado un dios que busca engañarnos aún en aquellos conocimientos que nos parecen más evidentes; que nos haya hecho de tal forma que cuando nos parezca vivir en la verdad más manifiesta no estemos en la verdad sino en el error. Tras el descubrimiento del “cogito”, la demostración de la existencia de Dios y la demostración de su bondad, Descartes rechaza la hipótesis del genio maligno.

2 – El “genio maligno” y la filosofía cuántica

Sin embargo, Descartes no iba mal encaminado pues, con los descubrimientos de la filosofía cuántica -de que la realidad es una ilusión-, habría que buscar en dimensiones alternativas la naturaleza de la “realidad”, lo cual dio lugar al surgimiento del paradigma holográfico. Según los descubrimientos de Karl Pribam, el cerebro opera como un holograma. Por otro lado, el trabajo de David Bohm en la física subatómica, le llevó a la conclusión de que las entidades físicas que parecían separadas y discretas en el espacio y el tiempo, estaban realmente vinculadas o unificadas de una manera implícita o subyacente. Y como culmen a dichos planteamientos, convendría leer la obra El universo holográfico de Michael Talbot, en la que nos desvela curiosos fenómenos que no tienen explicación para la ciencia moderna, pero que sí pueden interpretarse mediante la física cuántica o modelos teóricos como el paradigma holográfico. De esta manera, el tiempo y el espacio no son más que productos de nuestra manera de percibir, pero estamos tan “programados” para aceptar estos conceptos como categorías absolutas que nos cuesta incluso imaginarlo. El paradigma holográfico no sólo sirve para explicar fenómenos de la física y la neurología que la ciencia clásica es incapaz de interpretar, sino que pone de manifiesto que la ciencia no está libre de prejuicios ni es tan objetiva como nos quieren hacer creer los científicos, ya que el universo abarca bastante más de lo que nos permite percibir nuestra cosmovisión actual.

Si tenemos en cuenta dicha distopia temporal desde la filosofía cuántica, podríamos aseverar que somos viajeros en el tiempo a través de la reencarnación y que la naturaleza es mental. En efecto, el tiempo se vuelve entonces relativo (1), y el pasado, el presente y el futuro coexisten (2). De hecho, el supuesto básico de la Teoría de la relatividad de Einstein (2008) es que la localización de los sucesos físicos, tanto en el tiempo como en el espacio, son relativos al estado de movimiento del observador. Y de ello se desprende que, si fuera posible viajar a la velocidad de la luz, seríamos viajeros en el tiempo (3). Pero esa cuestión intenta resolver el desplazamiento físico a través del tiempo, es decir en el universo material. Sin embargo, como postula el físico y astrónomo Jean, la naturaleza es mental. A tenor de ello, según el asombroso fenómeno cuántico conocido como entrelazamiento cuántico, el físico John S. Bell demostró que existe un oscuro mecanismo no-local por el cual, el espacio y el tiempo tal como los concebimos, son irreales: es como si no existieran. Einstein había apuntado a que debían existir algunas variables locales desconocidas que lograban que apareciera ese efecto falsamente. Pero Bell proponía que no es así. Proponía que existe cierta energía que no conocemos, y que logra transmitir la información de una partícula a la otra. Así una partícula sabe inmediatamente lo que le está ocurriendo a la otra.

Sin embargo, en las últimas décadas, se han realizado diferentes experimentos muy serios y rigurosos, que han demostrado científicamente que Bell tenía razón, y por tanto han dado la victoria a la física cuántica frente a lo que defendía Einstein. Desde luego, si algo se puede afirmar es que la teoría cuántica es muy robusta, y se encuentra sostenida por infinidad de rigurosas demostraciones experimentales, que demuestran su validez, y su elevado grado de precisión.

Obviamente, uno de los principales problemas que veía Einstein era que el entrelazamiento cuántico parece violar la teoría de la relatividad. Si se puede transmitir a años luz una información entre partículas, de forma inmediata, entonces la velocidad máxima ya no es la luz… ¿Es eso cierto? Bueno, es necesaria alguna explicación. Si hablamos de ondas, es decir, de energía, entonces es así. Pero de lo que habla Bell no es de energía, sino de información. La energía se transmite en el vacío a la velocidad de la luz, pero la información parece poderlo hacer de forma instantánea. Por ello, no está violando necesariamente la teoría de la relatividad.

Tenemos ahí, pues, la gran clave: es la información quien viaja fuera del espacio/tiempo que percibimos mediante nuestros sentidos. Si además, tenemos en cuenta el universo holográfico antes señalado, nos permite adentrarnos en dimensiones más allá de la tercera dimensión (espacial), es decir, en la cuarta dimensión (temporal) tal como específicamente reconoce la física a dichas dimensiones.

3 – El “genio maligno” habita en la cuarta dimensión

Entonces, la gran pregunta sería: ¿cómo adentrarnos en esa dimensión fuera de nuestro espacio/tiempo percibido? Esa cuestión ha quedado expuesta en mi artículo FILOSOFÍA TRANSPERSONAL: DE LA TEORÍA A LA PRÁCTICA, en la que aludo al subconsciente como puerta de acceso por el ser humano a una dimensión alternativa a nuestros tradicionales sentidos físicos. Una cuestión demostrada por el médico venezolano William Criado mediante la hipnosis clínica regresiva. Este médico nos adentra en la cuarta dimensión donde habita el enemigo invisible de la humanidad: sí, estamos hablando de las fuerzas oscuras como reptilianos, dragones y otras razas interdimensionales que interfieren y controlan el mundo tridimensional que habitamos o Matrix, tal como demuestra David Icke, uno de los pioneros en esas cuestiones. David Icke lo resume certera y estupendamente en su obra Hijos de matrix:

“Este libro se ha escrito con el objetivo de reunir las pruebas y antecedentes del control extraterrestre, intraterrestre e interdimensional que ha dominado el planeta Tierra durante miles de años hasta el día de hoy, intentando presentar la imagen más clara posible de las fuerzas que diariamente manipulan y dirigen las vidas del género humano. Los linajes que hoy controlan el mundo y nuestras vidas son los mismos que dominaron Lemuria, la Atlántida, Sumeria, Egipto, Babilonia, el Imperio romano, el británico y los demás imperios europeos. Ellos son los presidentes de Estados Unidos, los primeros ministros, las familias que controlan bancos y empresas, los propietarios de los medios de comunicación y aquellos que controlan el ejército. Hemos sido dominados por la misma tribu entrecruzada de híbridos extraterrestres o intraterrestres, los nefilim, durante miles de años y ahora estamos enfrentándonos a un momento crucial de su vasto plan.”

Concluyendo pues, gracias a las investigaciones de la filosofía cuántica, podemos afirmar que, dicho “genio maligno”, sí existe, y se identifica con los seres obscuros como reptilianos y dragones y están localizados en la cuarta dimensión. Una cuestión filosófica aparentemente estéril como el “genio maligno” argumentado en la filosofía de Descartes, siglos más tarde y mediante la física cuántica, así como la hipnosis regresiva, nos permite aseverar que el “genio maligno” existe y es muy peligroso para la supervivencia de la humanidad.

Quizá, algún día, se podrá explicar este artículo como una asignatura de filosofía transpersonal a los estudiantes del futuro. De momento, bastante trabajo habrá para hacer comprender ello a los escépticos materialistas científicos.


NOTAS:

(1) Científicos austríacos han demostrado una limitación fundamental para nuestra capacidad de medir el tiempo, combinando la mecánica cuántica y la teoría de Einstein de la relatividad general. Al medir el tiempo, normalmente suponemos que los relojes no afectan el espacio y el tiempo, y que el tiempo puede medirse con precisión infinita en puntos cercanos del espacio. Pero físicos teóricos de la Universidad de Viena y de la Academia Austriaca de Ciencias argumentan que cuanto más preciso sea un reloj determinado, más “borra” el flujo de tiempo medido por los relojes vecinos. Como consecuencia, el tiempo mostrado por los relojes ya no está bien definido. Los hallazgos se publican en la revista Proceedings de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos (PNAS).

En la vida cotidiana estamos acostumbrados a la idea de que las propiedades de un objeto pueden ser conocidas con una precisión arbitraria. Sin embargo, en la mecánica cuántica, una de las principales teorías de la física moderna, el principio de incertidumbre de Heisenberg establece un límite fundamental a la precisión con la que se pueden conocer pares de propiedades físicas, como la energía y el tiempo de un reloj. Cuanto más preciso es el reloj, mayor es la incertidumbre en su energía. Un reloj arbitrariamente preciso tendría por lo tanto una incertidumbre ilimitada en su energía. Esto se hace importante cuando se incluye la teoría de Einstein de la relatividad general, la otra teoría clave en la física. La relatividad general predice que el flujo del tiempo es alterado por la presencia de masas o fuentes de energía. Este efecto, conocido como “dilatación del tiempo gravitatorio”, hace que el tiempo se desacelere cerca de un objeto de gran energía, en comparación con la situación en la que el objeto tiene una energía menor.

Combinando estos principios de la mecánica cuántica y la relatividad general, el equipo de investigación encabezado por Aslav Brukner de la Universidad de Viena y el Instituto de Óptica Cuántica e Información Cuántica demostró un nuevo efecto en la interacción de las dos teorías fundamentales. Según la mecánica cuántica, si tenemos un reloj muy preciso, su incertidumbre energética es muy grande. Debido a la relatividad general, cuanto mayor es su incertidumbre energética, mayor es la incertidumbre en el flujo de tiempo en el vecindario del reloj.

Juntando las piezas, los investigadores mostraron que los relojes colocados uno junto al otro necesariamente se perturban mutuamente, resultando en un “borroso” flujo de tiempo. Esta limitación en nuestra capacidad de medir el tiempo es universal, en el sentido de que es independiente del mecanismo subyacente de los relojes o del material del que están hechos. “Nuestros hallazgos sugieren que necesitamos reexaminar nuestras ideas sobre la naturaleza del tiempo cuando, tanto la mecánica cuántica como la relatividad general, son tomadas en cuenta”, dice Esteban Castro, autor principal de la publicación.


(2) Un profesor estadounidense ha presentado una nueva teoría del tiempo, que sugiere que la idea de que el mismo fluye como un río no es correcta. Más bien, afirma, el espacio-tiempo es un “universo de bloque” donde el pasado, el presente y el futuro coexisten. La nueva teoría del tiempo, desarrollada por Bradford Skow, un profesor de filosofía del Instituto de Tecnología de Massachusetts, EE.UU., sugiere que el tiempo no avanza, sino más bien, todo el tiempo es siempre presente.

Según esta teoría del “universo de bloque”, si tuviéramos que “contemplar” el universo desde arriba, veríamos tiempo extendido en todas las direcciones. Skow alega que no cree en que los eventos se queden en el pasado y desaparezcan para siempre: existen en diferentes partes del espacio-tiempo. El científico sostiene que el presente no es como un punto destacado en la línea de tiempo. Más bien, las experiencias que tuviste ayer, la semana pasada, o incluso años atrás son todas reales. Sin embargo, precisa que el viaje en el tiempo entre los diferentes momentos no es posible, ya que ahora estamos en una parte diferente del espacio-tiempo.


(3) “En la Teoría de la Relatividad, la posibilidad de viajar a la velocidad de la luz es equivalente a la de viajar al pasado”, dice Álvaro de Rújula, físico teórico del CERN. El padre de la Teoría de la Relatividad, Albert Einstein, ya había aventurado que si somos capaces de enviar un mensaje más rápido que la luz, entonces “podremos enviar un mensaje al pasado”. En este sentido, el CERN dice haber hallado partículas que se mueven más rápido que la luz. Un equipo internacional de científicos ha descubierto que unas partículas, llamadas neutrinos, viajan más rápido que la luz, según un portavoz de los investigadores. El hallazgo podría suponer un desafío a una de las leyes fundamentales de la física.

Antonio Ereditato, que trabaja en el centro de partículas físicas del CERN (Organización Europea para la Investigación Nuclear, por sus siglas en francés) en la frontera franco-suiza, contó a Reuters que los tres años de mediciones han mostrado que los neutrinos se movían 60 nanosegundos más rápido que la luz en una distancia de 730 kilómetros entre Ginebra y Gran Sasso, en Italia.

La luz podría haber cubierto esa misma distancia en alrededor de 2,4 milésimas de segundo, pero los neutrinos tardaron 60 nanosegundos (un nanosegundo equivale a una mil millonésima parte de un segundo) menos que los haces de luz.

“Tenemos mucha confianza en nuestros resultados. Pero necesitamos que otros colegas hagan sus pruebas y lo confirmen por sí mismos”, dijo. Hay que ser prudente. Si se confirma, el descubrimiento podría invalidar una parte clave de la teoría de la relatividad que Albert Einstein enunció en 1905, que asegura que nada en el universo puede viajar más rápido que la luz.

Este es uno de los “dogmas” aceptados por la física teórica y que ha permanecido invariable desde 1905, cuando Einstein enunció su Teoría de la Relatividad Especial. No es que nada pueda ir más rápido que la luz. Los físicos teóricos creen que en el inicio del universo, instantes después del Big Bang sí se produjeron velocidades mayores que la de la luz (300.000 kilómetros por segundo). Lo que significa el enunciado del genial físico alemán es que ningún “mensajero”, ninguna partícula (o señal como se denominan en la física teórica), puede hacerlo.

“Si se confirmase el resultado significaría una nueva revolución en Física con implicaciones en la teoría de la información”, explica desde el CERN José Bernabéu, catedrático de Física Teórica de la Universidad de Valencia y reciente ganador del Premio de la Física convocado por la Real Sociedad Española de Física y por la Fundación BBVA. “Si se confirmase sería increíblemente revolucionario, supondría un batacazo, pero los batacazos son buenos”, resume De Rújula.

(Información extraída del artículo titulado Viajar a la velocidad de la luz es equivalente a poder viajar al pasado, publicado en EL MUNDO de fecha 23-09-2011. Ver aquí)


BIBLIOGRAFÍA:

Einstein, Albert. Sobre la teoría de la relatividad especial y general. Madrid: Alianza Editorial, 2008.