"La conciencia, esa gran desconocida y, paradójicamente, tan presente en nosotros como ausente en el mundo"
(Amador Martos)
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Este artículo reproduce parte del capítulo 7 de mi libro PENSAR EN SER RICO, y se constituye en una de mis primeras reflexiones (año 2008) acerca de la psicopatología humana.

1 - PENSAMIENTO CONSCIENTE HACIA LA FELICIDAD PERSONAL

Lo que cada uno de nosotros determinemos lo que constituye nuestra felicidad espiritual, va a condicionar los objetivos de nuestra felicidad sensible. Y, ¿cómo se produce esta coincidencia? ¿Por qué nuestra dialéctica sensible busca acomodarse a nuestra dialéctica espiritual? Veamos cómo se produce esta identificación.

Es nuestro propio entendimiento (el particular saber de cada cual a través de su propia dialéctica intelectual), el que determina cómo debemos de obrar para ese fin. Cada persona busca satisfacer su felicidad espiritual y, consecuentemente, persigue, adapta o se conforma intelectualmente respecto de la felicidad sensible conseguida. Todavía no conocemos el fundamento del porqué cada cual elije lo que elije y, esto, sería objeto de un estudio más profundo en otra obra, pues estaría sujeto a condicionantes genéticos, sociológicos y psicológicos, en tanto que modelo cognitivo acerca de la personalidad. Pero, de momento, sí podemos establecer unas categorías que engloben un marco de actuación para todas las personas: cada uno de nosotros estamos determinados por nuestras propias potencialidades - cuerpo, mente y espíritu - y sus respectivas riqueza sensible (capítulo 4), riqueza intelectual (capítulo 5) y riqueza espiritual (capítulo 6). Dicho de otro modo, a cada estadio de felicidad espiritual le corresponde un estadio de felicidad sensible, que el entendimiento hace posible gracias a una felicidad intelectual que justifica dicha identificación (93). Expliquemos esto con algún ejemplo:

Pongamos por caso que mi grado de felicidad espiritual (amor en pareja) es tener una casa bien bonita y acomodada para vivir nuestra relación. En la medida que consiga ese bien material, habré conseguido la felicidad sensible que le corresponde al grado de la felicidad espiritual deseado. Y esto, como lo entiendo que es así, también coincide entonces con mi felicidad intelectual (pues conozco que lo he logrado). Pero, ese proceso de identificación entre lo deseable (felicidad espiritual) y lo conseguido (felicidad material), sólo es posible porque mi entendimiento (felicidad intelectual) así lo acepta en la propia identificación, independientemente de las circunstancias sociales del ejemplo. El entendimiento logra CONCIENCIA DE FELICIDAD PERSONAL cuando hay coincidencia de felicidad espiritual, felicidad sensible y felicidad intelectual en el mismo acto (94). Dicho de otro modo: seré feliz si, aquello que deseo espiritualmente se acomoda con la realidad material de ese deseo. Y como así lo entiendo en esa coincidencia, mi felicidad personal consiste en la unión de las tres felicidades en una sola. Sería el grado máximo de felicidad en un solo acto, expresado y sentido en una conciencia de la felicidad personal, la cual identifica a tres objetos: la felicidad espiritual (deseo amoroso), la felicidad sensible (logro material) y la felicidad intelectual (conocimiento de haber logrado el deseo).

Este proceso es válido para todas las personas. Da igual que sustituyamos la casa bien bonita y acomodada por un pisito pequeño y coquetón. Si la pareja, en este segundo caso, es lo que desea, se orienta la acción hacia la misma conciencia de la felicidad personal.

2 - DIALECTICA DE LA FELICIDAD PERSONAL

Ahora bien, como vivimos en un mundo de sentidos donde nos bombardean con nuevas necesidades, esa propia conciencia de la felicidad personal, recién conseguida, será sustituida por otra conciencia de la felicidad personal: es un proceso evolutivo que desemboca en la DIALECTICA DE LA FELICIDAD PERSONAL (95). Dicho de otro modo, vamos persiguiendo estadios continuos de felicidad personal a lo largo de nuestra vida. Eso es así, independientemente que lo consigamos o no. La dialéctica de la felicidad personal es la motivación última en nuestra vida: vamos persiguiendo la felicidad. Pero en esa loca carrera hacia la felicidad, se corre el riesgo de perder el necesario equilibrio entre lo material, lo intelectual y lo espiritual produciéndose, entonces, desviaciones hacia los extremos. En efecto, lo que nuestro entendimiento otorga como valor de felicidad personal, y es muy diferente en cada uno de nosotros, es lo que provoca conceptos diferentes de la citada felicidad personal para cada uno de nosotros. Se produce un silogismo de la felicidad (consciente o inconsciente): se dirige la propia felicidad personal hacia una de esas tres felicidades que la compone, ocupando entonces el lugar principal de toda nuestra dialéctica vital. Es decir, damos un valor predominante en nuestra vida a alguna de esas tres felicidades (material, intelectual o espiritual) usurpando, entonces, el lugar de la propia felicidad personal. Se produce una distorsión de la realidad: se produce la “enfermedad” psicológica y social. La mayoría viven en el materialismo como el propio objeto de la felicidad personal. Otros viven en la intelectualidad, alejados de toda conexión con la realidad. Y por último, los hay que se instalan en la espiritualidad extrema, rayando el fundamentalismo religioso y los extremismos más peligrosos. El predominio de alguna de las tres felicidades – material, intelectual o espiritual- usurpando el necesario equilibrio entre las tres, produce una distorsión de la realidad percibida: caemos en la “enfermedad” psicológica. Pero cuídense mucho de tachar de enfermo a un hedonista materialista, a un terrorista, a un fundamentalista religioso o a un intelectual retrógrado o dictatorial: creen actuar convenientemente. Hay que tener en cuenta que cada cual realiza su elección desde un estado de “libertad”. Cada cual es dueño de sus propias equivocaciones y distorsiones respecto de la comprensión de su propia realidad (96).

Un libro que seguramente ilustrará esta tesis es “El hombre libre y sus sombras” del psiquiatra Francisco Alonso-Fernández, donde hace una revisión de todos los aspectos de la libertad humana. Ofrece respuesta a muchas de las cuestiones mentales y sociales más preocupantes de la sociedad actual y revisa la libertad del ser humano. Dice el autor: “La pretensión de este ensayo es aportar al lector una ayuda informativa y vivida que le permita desarrollarse como una persona libre; y además, estar presto a defenderse a sí mismo y preservar a los suyos contra el empuje cada vez más poderoso de los movimientos sociales exterminadores de la libertad”. Alonso-Fernández hace un análisis antropológico de la libertad, entendiendo al individuo, como “cada quién es responsable ante sí mismo de convertirse o no en un individuo libre”.

Esos casos de “enfermedad” (97) se dan en las sociedades y las personas con una dialéctica excesivamente espiritual o materialista y, entre estas dos dialécticas, está la dialéctica intelectual intentando poner paz y orden a través de la historia. Es por ello que este ensayo pretende revindicar el lugar natural que le corresponde a la dialéctica intelectual hacia el Conocimiento con mayúscula. Sólo así estaremos mejor preparados para no desequilibrarnos hacia una lado excesivamente materialista y consumista que nos conduzca a la pérdida del propio sentido de nuestra vida (98).

El desequilibrio hacia el otro extremo, el excesivamente espiritualista, como ya he aludido anteriormente, es igualmente negativo pues se instala en la atalaya de la religiosidad o el misticismo sin conexión con el entendimiento propio de la época que le corresponde. Por esto mismo cuesta tanto que los cuerpos eclesiásticos cambien sus fundamentalismos para adaptarlos a la luz de los avances científicos y sociales. El enroscamiento en una posición excesivamente espiritual de la curia eclesiástica, la aleja del entendimiento común, social y científico de la sociedad contemporánea.

El discurso intelectual de la humanidad siempre ha discurrido entre las dos posiciones conceptualmente antagónicas, aunque intelectualmente unidas: el mundo y Dios, es decir, la materia y lo divino, es decir, el cuerpo y el espíritu, es decir, lo que soy físicamente y lo que aspiro espiritualmente, es decir, lo que siento y lo que amo, es decir, lo que pienso que soy y lo que pienso que quiero ser, es decir, en definitiva, el pensamiento de mi unicidad personal en forma de tríada del microcosmos (cuerpo, mente y espíritu) respecto de la misma tríada del macrocosmos ( Universo, Conocimiento y Amor) (99).

La consecuencia de dicho esquema conceptual paralelo es que, de manera unipersonal, se puede intentar (recalco lo de “intentar”) lograr hallar el equilibrio explicativo en la citada propia tríada (a eso se han dedicado todos los grandes pensadores de la historia) respecto de la tríada del universo. El problema, dentro de un contexto histórico, es que los grandes pensadores de todos los tiempos han pretendido resolver la tríada del universo al mismo tiempo que la tríada del hombre. Pero, lo único que han conseguido la suma de todos los filósofos y científicos de la historia es descomponer la tríada universal para hacerla comprensible a la luz de la ciencia actual (cualidad material). Queda todavía el trecho de hacerla comprensible en el plano intelectual y, seguidamente, en el plano plenamente espiritual: no existe todavía un consenso universal acerca de lo que constituye el objeto de nuestra humanidad, así como la finalidad de nuestra espiritualidad. Estamos en un punto concreto de la propia evolución de la humanidad. Es decir, la historia de la intelectualidad humana (historia del pensamiento) ha descompuesto la tríada del macrocosmos (Universo, Conocimiento y Amor), respectivamente, en ciencia, pensamiento y religión.

Siguiendo el orden de dicha descomposición, la ciencia ha llegado a reconocer la relatividad espacio-temporal (donde nada se destruye, sino todo se transforma) (100). La ciencia está llegando al límite de lo naturalmente explorable. La culminación conceptual de ello tiene su máximo exponente en el principio de indeterminación de Heisenberg, expresión matemática que marcó el fin del enfoque clásico y puramente dualista de la realidad. Esta desintegración de la rígida estructura del dualismo científico en la física, encuentra su analogía en el “teorema de Gödel” que deja, así, las puertas abiertas al mundo mental (101). Y, en este sentido, en palabra del premio Príncipe de Asturias de Investigación 2006, Juan Ignacio Cirac, todos sus trabajos se centran en investigar “los límites de la naturaleza”, “la frontera de lo imposible” (entrevista en el Diari de Tarragona el 21 de octubre del 2007). Habiendo tocado fondo la historia del pensamiento en la propia ciencia, debe redirigirse, ahora, el mismo pensamiento a la propia humanidad (102): ésta debe intelectualizarse a sí misma para desprenderse de las ataduras materiales que esclavizan al hombre contemporáneo. La historia del pensamiento humano ha desembocado en la atomización de la ciencia y, ahora, debe recomponerse ese puzle para ponerlo al servicio de la propia humanidad desorientada intelectual y espiritualmente: esta es la motivación inherente del presente ensayo.

La ciencia, al llegar a los límites investigables de la naturaleza, ha redirigido su mirada a los objetos propios de la espiritualidad humana. Hemos visto esto en “El viaje al amor” de Punset. Pero ya no es suficiente, la ciencia también quiere interpretar a Dios a través de un gen. Tal es el estudio que ha realizado Dean Hamer, genetista que afirma haber descubierto el “link” genético de la creencia en Dios. Muchos discuten que pueda encontrarse algo así codificado en el interior de un único fragmento de ADN. Esta hipótesis del gen de Dios, habría que llamarlo más correctamente el gen de la auto-trascendencia, pues eso es lo que afirma haber encontrado este genetista. En esencia, lo que viene a decir, y que todavía no se ha publicado en una revista científica, es que una de las dos versiones –alelos- que existen en el genoma humano del gen VMAT2, es el responsable de que ciertas personas posean una mente más espiritual, más mística.

No pretendo negar que la actitud científica prosiga con su camino de investigación. Ahora bien, reducir el amor y Dios a una interpretación exclusivamente científica, desgajándola de su dimensión intelectual y espiritual, sería lo equivalente a echar por tierra la propia condición intelectual y espiritual del hombre. Si desnudamos a la Humanidad de su Intelectualidad y de su Espiritualidad, ¿qué nos queda entonces? ¿Será la ciencia capaz de dar un sentido práctico a la vida futura de la humanidad? Habrá localizado al amor y a Dios y, los podrá señalar con el dedo bajo un microscopio, pero, ¿podrá, acto seguido, reconstruir la moral práctica sin contenidos intelectuales acerca de los motivos de la propia existencia? ¿Podrá explicar cuál es el sentido de la vida sin horizonte espiritual? Yo creo más bien que, la ciencia, no debe extralimitarse del campo que le es propio, a saber, el de la propia naturaleza y, acto seguido, poner dichos conocimientos al servicio del discurso intelectual de la humanidad. Es en esta dialéctica intelectual donde los hombres deben hallar un consenso de conocimientos para dirigir los destinos del mundo. Es decir, reorientar la espiritualidad de la humanidad. Y, se me antoja que, al igual que la filosofía ha tardado más o menos dos mil años para alcanzar la conciencia científica, presumo que dicha conciencia científica tardará muchos años en ser subsumida en una intelectualidad humana como centro de toda moralidad en base a conocimientos muy ciertos. Y aún cuando esto se consiga, habrá que luchar frente al fundamentalismo religioso, restándole todo el “poder divino” para colocar la propia espiritualidad en la humanidad.

Por tanto, concluyendo, pienso que pasarán muchas décadas para que la generación actual, así como algunas futuras, dejen atrás el estadio primero del materialismo, para dejar paso al estadio segundo: el humanismo. Y faltará bastante tiempo más, siglos quizás, para que la humanidad alcance el estadio tercero de espiritualidad. Esto requeriría un pleno consenso científico, intelectual y espiritual de todas las religiones y sociedades, dónde el hombre ya no sería “un lobo para el hombre”.

No obstante esta utopía futura planteada, es un deber intelectual plantear la posibilidad futura de ello, pues en eso consiste la filosofía, en pensar. Si no fuera por hombres con pensamientos profundos, la sociedad no habría llegado al estado actual de desarrollo. El pensamiento profundo sigue siendo el motor de la evolución, y este resurgir de grandes pensadores se hace patente en cada crisis del pensamiento humano. Pero la gran diferencia de nuestra época respecto del pasado es que, la atomización de las ciencias, así como la de las libertades humanas, no sólo ha provocado personas y sociedades “enfermas” sino que, la enfermedad se ha extendido al planeta entero. Y ahora toca remover todas y cada una de las conciencias para reconducir el sentido moral de la humanidad, siendo la única vía válida la del conocimiento. Así como en el pasado un solo pensador podía marcar la diferencia, ahora toca unificar todos los campos del saber, en una especie de “instituto del conocimiento” entre los doctos y sabios del mundo, para replantear los cimientos de una “nueva humanidad” que debe llegar irremediablemente, si no queremos ver este mundo a la deriva (103).

Por tanto, y después de tan larga conclusión, si ha entendido todo lo que he expuesto hasta aquí, solamente hay tres tipos de riqueza que pueden producir la felicidad personal: la riqueza sensible (dinero), la riqueza intelectual (conocimiento) y la riqueza espiritual (amor) cuando, respectivamente, coinciden en un mismo acto la felicidad espiritual (lo deseado), la felicidad sensible (lo logrado) y la felicidad intelectual (identificación racional entre lo deseado y lo logrado). Así, la capacidad de comprender y de entender (que es muy diferente en cada uno de nosotros: diferente en grado, pero no en esencia), es lo que hace que los objetos de lo que sea para cada cual la felicidad personal, tenga un arco bien diferente: la mayoría buscan su felicidad personal en la dialéctica sensible (material), otros en el discurso de la felicidad intelectual y algunos en la atalaya de la felicidad espiritual. Pero muy pocos logran una DIALECTICA DE LA FELICIDAD PERSONAL que integre a las tres felicidades (material, intelectual y espiritual), de un modo equilibrado en la realización personal de su proyecto de vida.

Aquí pierden, muchos, el horizonte de unificación de las tres felicidades para dar un sentido superior a su vida. Quedan atrapados en una sola dialéctica como impulsora principal de su discurso vital. Cuando intensificamos todos nuestro esfuerzo en uno de los tres posibles caminos solamente, confundiéndose con la dialéctica de la felicidad personal, es cuando se producen todos los desórdenes mentales y sociales que serán estudiados por los psicólogos, psiquiatras y sociólogos. Estos especialistas de lo humano son los que tienen que averiguar el porqué de las depresiones, la falta de felicidad y la no aceptación de identidad del sujeto con el medio con el que vive. Las personas y sociedades “enfermas” han perdido de vista que el sentido de la vida tiene que abarcar de un modo felizmente equilibrado lo sensible, lo intelectual y lo espiritual, y no el predominio de alguno de estos caminos sobre los otros. Solamente en la unificación equilibrada de esos tres caminos de felicidad se puede lograr la pretendida felicidad personal, al haber logrado nuestra conciencia la unicidad vivencial, racional y espiritual, libre de desviaciones patológicas.

Conviene recordar que las tres riquezas (dinero, conocimiento y amor), siguiendo por las respectivas tres dialécticas (sensible, intelectual y espiritual) con sus correspondientes felicidades, se evidencian en la conciencia reflexiva en busca de la felicidad personal a lo largo de la vida (104). Este mismo proceso es aplicable al desarrollo de la conciencia colectiva de las diferentes sociedades pasadas o existentes actualmente. Es la falta de equilibrio entre las tres felicidades lo que produce la “enfermedad” psicológica y social. Y es el desequilibrio extremo el que produce tantas guerras ideológicas, religiosas, así como las diferencias entre ricos y pobres. Si una persona, mediante su entendimiento, no logra comprender este proceso, no habrá entendido cual es la potencialidad a partir de la cual se origina todo: somos cuerpo, mente y espíritu.

AQUÍ en este enlace: LA EVOLUCIÓN DE LA CONCIENCIA, SEGÚN AMADOR MARTOS en un vídeo Power Point de una hora de duración.

NOTAS:

93 – Los pensamientos son la sombra de nuestros sentimientos.(Nietzsche, filósofo alemán)

94 – La felicidad reside en el ocio del espíritu. (Aristóteles, filósofo griego)

95 – Acostumbrarse a la felicidad es una gran infelicidad. (Publio Siro, poeta romano)

96 – Es verdaderamente libre aquel que desea solamente lo que es capaz de realizar y que hace lo que le agrada. (Rousseau, filósofo francés)

97 – Las enfermedades son los intereses que se pagan por los placeres. (John Ray, naturalista británico)

98 – Nadie es más esclavo que el que se tiene por libre sin serlo. (Goethe, novelista y poeta alemán)

99 – La verdad filosófica no es la concordancia del pensamiento con el objeto, sino la adecuada expresión del ser del propio filósofo. (Georg Simmel, filósofo y sociólogo alemán)

100 – Nada perece en el universo; cuanto acontece en él no pasa de meras transformaciones.(Pitágoras, matemático griego)

101 – Libro: “El espectro de la conciencia” (Ken Wilber, editorial Kairós)

102 – La naturaleza nunca hace nada sin motivo. (Aristóteles, filósofo griego)

103 – El género humano tiene, para saber conducirse, el arte y el razonamiento. (Aristóteles, filósofo griego)

104 – La vida es lo que hacemos y lo que nos pasa. (Ortega y Gasset, filósofo español)