"La conciencia, esa gran desconocida y, paradójicamente, tan presente en nosotros como ausente en el mundo"
(Amador Martos)
METAFISICA DESCARGAR ESTE ARTÍCULO EN PDF

Este artículo es una reproducción del capítulo 5-3 de la segunda parte de la obra LA EDUCACIÓN CUÁNTICA

Cada pensamiento es una energía que se presenta bajo dos polos: positivo o negativo. Toda persona está atrapada existencialmente entre el bien y el mal, es decir, puede libremente ser buena o mala persona y decidir el sentido de su vida en función de dicha primogénita elección moral en orden a satisfacer las necesidades humanas descritas en La pirámide de Maslow. En la base de dicha pirámide está la satisfacción de las necesidades básicas y de seguridad en el orden material. Sin embargo, el excesivo racionalismo pragmático está en el origen del actual declive civilizatorio que ha colapsado, no solo materialmente como lo demuestra este caduco capitalismo, sino también intelectual y espiritualmente desde el surgimiento de la física cuántica. La consecuencia de ello es que la educación tradicional del viejo mundo ha quedado obsoleta, pues solo contempla un modo de saber (método científico) en vez de integrar al otro modo de saber (el no-dual contemplado por el misticismo contemplativo) como integrador del hombre consigo mismo, la naturaleza y la especie humana. Consecuencia de ello, la educación academicista tradicional también está moribunda, como he argumentado en la primera parte de esta obra.

Como pretende La educación cuántica, el nuevo mundo debe contemplar una actualizada filosofía de la mente que tenga en cuenta el racionalismo espiritual como nuevo paradigma de conocimiento. La educación cuántica postula una pedagogía orientada al empoderamiento consciente de las personas, en línea con las escuelas activas, donde el ser humano no se vea fragmentado por la intoxicación del moribundo viejo mundo, y tampoco disociado de la colectividad. Para tal fin, cabe recordar nuevamente que la vida se nos presenta bajo los eternos contrarios: somos sujeto y objeto, y el correcto camino consiste en la trascendencia de esa dualidad, como bien ha aleccionado Wilber en el anterior capítulo. El viejo mundo ha fragmentado al individuo y ha disociado a la colectividad, pero también ha desintegrado los cimientos de la ciencia tradicional. Quizá en el nuevo mundo podamos integrar a la ciencia, la profundidad intelectual de las personas y la moralidad, como bien diferenció Kant mediante sus Tres críticas. Tal es el objetivo filosófico por excelencia perseguido por La educación cuántica. Quizá es hora de rescatar a la sabiduría griega en su aplicación pedagógica bajo un esotérico entendimiento, como han realizado Garnier y Wilber con Platón. Quizá haya que abandonar el pensamiento único neoliberal y su submarino intelectual el materialismo científico y, en su lugar, hablar de un pensamiento cuántico impelido hacia una trascendencia metafísica.

Así, como dice Garnier, hay que cuidar la pureza de los pensamientos, pues condicionan nuestro futuro, lo mismo que dijo Jesucristo: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. En cuanto a la búsqueda de la verdad también dijo Jesucristo: “Así que yo les digo: pidan, y se les dará; busquen, y encontrarán; llamen, y se les abrirá la puerta. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, encuentra; y al que llama, se le abrirá”. En consecuencia, cada cual debe ser consciente de su propio camino ascendente hacia la sabiduría, un camino difícil y tortuoso en el devenir de la historia humana que, Platón nuevamente, explicó metafórica y magistralmente mediante el Mito de la caverna.

Para progresar por ese angosto camino, se hace imprescindible conocer cómo actúa la ley subyacente al pensamiento. Se dice popularmente que el hombre aprende de sus errores y, ciertamente, así ha evolucionado la ciencia y la cultura humana. ¿Acaso ha llegado la actual civilización al súmmum de su evolución? Los hechos dicen que no. Todo lo contrario, la humanidad está necesitada de una educación cuántica que permita a las personas el empoderamiento de su propia conciencia para poder actuar en libertad y con conocimiento de causa, nunca mejor dicho. Solo así podrá la humanidad librarse de los actuales tiranos que esclavizan al planeta y sus habitantes. Por tanto, más que nunca, se hace necesario saber cómo opera el pensamiento cuántico.

Si cada pensamiento puede ser positivo o negativo, por la ley de la causa y el efecto también recogida por los siete principios del hermetismo y más popularmente conocido como karma, entonces debe producirse una consecuencia positiva o negativa, respectivamente, en la propia conciencia que genera dicho acto. En efecto, si nos atenemos a la ley del desdoblamiento del tiempo propuesta por Garnier, la causa y el efecto, la pregunta y la respuesta, se producen en tiempos diferentes. Y es nuestra imaginación la que posibilita los futuros deseados por cada cual. Cada uno da el mejor de los sentidos a su vida en función de sus propias creencias, acertadas o no. Cada cual imagina su mejor futuro posible. “Cada cual recoge lo que siembra”.