"La conciencia, esa gran desconocida y, paradójicamente, tan presente en nosotros como ausente en el mundo"
(Amador Martos)

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LA HISTORIA DE LA PEDAGOGÍA: DESDE PLATÓN HASTA LA ACTUALIDAD (descarga gratuita)

El inagotable tesoro de conocimiento almacenado en la historia de la Pedagogía es la base para una idea pedagógica estructurada en el dialogo entre la teoría y la práctica educacional, lo que posibilita el educador ampliar su pensamiento, sus decisiones y sus acciones pedagógicas.

Con ésa fundamentación, una historia de la Pedagogía lleva al lector a conocer, por medio de un abordaje, al mismo tiempo, tradicional y moderna, los 2.500 años de la Pedagogía, desde la Antigüedad Griega hasta los días actuales. Esta obra del profesor Winfried Böhm reconstruye el surgimiento, la organización y los fundamentos de la idea de Pedagogía, haciendo una reflexión sobre la dimensión histórica del pensamiento pedagógico y de la práctica educacional con el objetivo de ampliar el horizonte intelectual y orientar el trabajo práctico de educación y enseñanza.

El objetivo de este libro no es contribuir con aquella historiografia pedagogica que, en su insistencia carezca de un trabajo histórico detallado, tiende a perder de vista la Pedagogía como un todo y que es entendida menos como subdisciplina de la Pedagogía que como subdivisión de la historiografia general. Al contrario, la intención del autor es traer a la mente esa dimensión histórica de todo pensar, decidir, y actuar pedagógico, sin los cuales, la ciencia pedagógica y cualquier educación practica forzosamente se tornan mas pobres.
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LA PEDAGOGÍA CASTIZA

Un artículo de Víctor Bermúdez Torres, profesor de filosofía.

"Pese a mis muchos años de profesor, todavía no he averiguado qué diablos tienen que ver los exámenes con la educación. Cuando, por sufrirlos o incluso tener que hacerlos yo mismo, me olvido de lo que es aprender, recuerdo cómo lo hace naturalmente un niño, cómo investiga un científico, o cómo crea un artista".


Entre tanto se deroga, se reforma o se acaba de aplicar la LOMCE (la ley educativa del PP), vuelve el debate entre “nueva” y “vieja” pedagogía. La “nueva” pedagogía es aquella que, muy en general, aboga por una educación integral y diferenciada, se centra en los procesos de comprensión sobre los de memorización, refuerza el sentido lúdico y libre del aprendizaje, insiste en la educación en valores, y pone entre paréntesis los métodos de evaluación cuantitativos (tal como los exámenes típicos). De otro lado, la “vieja” pedagogía (aquella que representa la LOMCE) suele defender una formación estrictamente académica, competitiva y dirigida a la excelencia y el mérito profesional, comprende como piedra angular el esfuerzo y la disciplina del alumno, es muy parca con la educación en valores (el niño debe venir educado de casa, dice), y considera imprescindible la evaluación cuantitativa del rendimiento (exámenes, reválidas, etc.).

A la “vieja” pedagogía (que no es estrictamente “vieja”: muchos filósofos y pedagogos muy antiguos la rechazarían de plano) a mi me gusta llamarla “pedagogía castiza”. No ya solo porque reivindique una -idealizada- tradición educativa (libre de pedagogías modernas), sino también por esa típica actitud prepotente suya que desprecia lo que, generalmente, ignora, a la vez que exhibe soluciones simplonas para problemas cuya complejidad apenas alcanza a concebir. A estos pedagogos castizos los leo y escucho desde hace muchos años, pero aún no he logrado coincidir con ellos... ¡Absolutamente en nada!

Hace unos días, alguien colgó en el tablón de mi instituto una entrevista a uno de estos antipedagógicos pedagogos. El titular remitía a unas palabras del entrevistado: “La escuela – decía – tiene que dar formación, no es un lugar donde enseñen la búsqueda de la felicidad”. El mensaje es contundente y tremendo. ¿Qué escuela podría ser esa que desvincula el aprendizaje de la felicidad del alumno? – pensaba yo – La respuesta, me temo, está muy clara: una escuela consagrada, exclusivamente, a la formación académica y profesional. La educación del alumno como persona que busca ser feliz, o como ciudadano preocupado por su entorno, quedaría relegada al ámbito privado de la familia o al mundo extraescolar. Esta distinción (entre formación y educación) suele defenderse en nombre de la libertad del individuo para escoger sus propios fines y valores. Pero esto un profundo error. ¿Qué libertad tiene nadie sin esa educación en la pluralidad y la racionalidad que, no la familia, ni el entorno, sino solo la escuela – una escuela que eduque para la felicidad y la justicia, y no solo para el trabajo – puede garantizar a todos?

Tampoco logro coincidir con la insistencia en la disciplina y el esfuerzo. El deseo del hombre por saber es natural, decían los viejos filósofos. Observen a cualquier niño (y casi a cualquier animal superior) y se convencerán. No hay nada que nos guste (y necesitemos) más que observar, interpretar, discutir y entender lo que pasa a nuestro alrededor. Lo hacemos a cada momento. Gozamos de la vida, o de cualquier otra cosa, en la medida en que la comprendemos. Aprender y saber son, esencialmente, algo gozoso. Entonces, ¿cómo es que hay que imbuir en los aprendices toda esa “cultura del esfuerzo y la disciplina”? ¿Cómo es que, para tantos niños y adolescentes (y profesores), ir a la escuela parece ser un verdadero suplicio?

No es difícil responder a esto. Una escuela fundada en el logro de la excelencia académica, la competencia y el mérito es incompatible, no ya solo con la búsqueda de la felicidad, sino con el más simple de los gozos. ¿Qué niño puede aspirar a desarrollar felizmente su individualidad cuando tiene que perder su tiempo en competir con otros y malbaratar su talento para ajustarse a unos determinados estándares de excelencia (no elegidos ni relacionados, por lo general, con sus reales intereses)? ¿Qué niño podría entregarse gozosamente a la experiencia del aprendizaje si supiera que es permanentemente juzgado según “méritos” y “deméritos” que, además, no son suyos? (¿Qué mérito tiene alguien por nacer inteligente o rápido, o por ser más o menos voluntarioso o sumiso a tareas mecánicas que no entiende y a las que se aplica por pura debilidad? La respuesta es: ninguno. La idea de mérito carece de todo mérito).

Si vaciamos al aprendizaje de todo su sentido natural, si cambiamos el amor al saber por el adiestramiento útil, el desarrollo personal por la competencia en pos de unos logros predeterminados, la entrega desinteresada por la conducta vigilada, premiada y castigada... No hay, en efecto, gozo ni felicidad que valgan. Por lo que solo cabe (intentar) enseñar por la fuerza. El que no comprende ni comparte el valor de lo que hace, solo puede hacerlo (si es que eso es hacer y no parecer que se hace) por fuerza de voluntad y disciplina marcial. Aunque con ello no aprenderá nada, por supuesto (salvo a disimular y conformarse). Dijo el filósofo Platón – que recomendaba el juego y el placer como medios naturales para el aprendizaje – que nada puede entrar en el alma de un hombre libre que le haya sido impuesto por la fuerza. ¿Aprenderemos alguna vez esto?

Pese a mis muchos años de profesor, todavía no he averiguado qué diablos tienen que ver los exámenes con la educación. Cuando, por sufrirlos o incluso tener que hacerlos yo mismo, me olvido de lo que es aprender, recuerdo cómo lo hace naturalmente un niño, cómo investiga un científico, o cómo crea un artista. El aprendizaje es una actividad desinteresada y apasionada, como lo es el amor. Pues bien, imaginen ustedes que les obligaran a cumplir un estricto horario de efusiones amorosas, y que, tras ellas, fueran examinados y evaluados por el profesor que las estuviera observando y juzgando. ¿Podrían dar, en esas condiciones, un solo beso genuino?...

¿Entienden ahora mejor – o más castizamente – por qué es imposible que un niño aprenda absolutamente nada (salvo a doblegarse y sobrevivir) bajo la – castiza – pedagogía de la LOMCE? Por suerte, hay otros muchos enfoques pedagógicos, con otros fines, y que demuestran cada día su eficacia, y no solo en Finlandia, también aquí, en centros pioneros de nuestra comunidad, y cada vez más. Esperemos que cuando toque elaborar una nueva ley educativa, no nos olvidemos de esa “nueva” pedagogía.
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RESUMEN DEL ARTÍCULO

EL APAGÓN PEDAGÓGICO

Un artículo de Mariana Otero.

Carlos Hurtado es licenciado en Ciencias de la Educación, pedagogo y ferviente defensor de la educación popular. Denuncia que la pedagogía ha sido expulsada del ámbito de la educación.

"Hemos perdido la capacidad de analizar pedagógicamente dentro de las escuelas. Hoy el docente ha sido casi obligado a transmitir lo que otros producen y no a producir su propio conocimiento. Eso es una crisis tremenda”. Carlos Hurtado resume así su preocupación por los rumbos desdibujados por los que transita la educación y por los conflictos entre docentes y autoridades que emergen en las escuelas, asociados a la realidad social. Cada vez se debate menos y se “gestiona” más, parece ser la síntesis.


En el mundo ya se habla de un “apagón pedagógico” o, lo que es lo mismo, ya no se discute sobre lo que educa y lo que no educa, sobre los contenidos. Se reflexiona menos y se consume más. En este marco, la tormenta educativa global no es casual.

Carlos Hurtado (63) nació en Leones, a unos 250 kilómetros al sudeste de la ciudad de Córdoba, en el departamento Marcos Juárez. Es licenciado en Ciencias de la Educación, egresado de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), y acredita una dilatada trayectoria inclinada, siempre, hacia la educación popular y democrática.

Comenzó a trabajar en zonas rurales y, luego, como asesor para el Ministerio de Educación de la Provincia, en la década de 1980, cuando se sumó a proyectos innovadores y progresistas, bajo los renovados aires democráticos. Se dedicó a la formación docente y, más tarde, pasó por la dirección de una escuela técnica conformada como cooperativa de trabajadores de la educación, el instituto Noel J. Etchegoyen, y por la regencia del nivel superior de la Escuela Alejandro Carbó.

El año pasado publicó su segundo libro: La transformación educativa, de Editorial La Colmena.

CONFLICTOS Y REALIDAD

“Mi interés en la educación popular viene del momento histórico. Uno siempre es producto del momento histórico. Los que venimos de la década de 1970, no podemos sustraernos a todo lo que ocurría. No podemos hacer de cuenta que no existió el Mayo Francés, que no había existido la Revolución Cubana o el Cordobazo. Fuimos generaciones que crecimos y nos formamos en un compromiso con lo social y con los sectores más desfavorecidos”, explica.

Comenzó a escribir desde su experiencia como docente. Después de volver “al llano”, tras la licencia para ejercer como profesor para cumplir funciones como director durante una década, observó una crisis en el interior de las escuelas. Una especie de pérdida de ­humanidad.

“Habían cambiado las relaciones y habían aparecido nuevos conflictos entre los propios docentes, entre los docentes y las autoridades”, relata.

El denominador común entre los educadores era el desánimo, el pesimismo y las expresiones como “para qué hacer esto, si luego hacen lo que quieren”, en relación con sus superiores. También se vislumbraban disputas por espacios de poder. La educación idílica se estaba esfumando.

“Ahora había una relación mucho más pragmática. Antes las disputas eran académicas y ahora aparecían otras cuestiones que se presentaban con una virulencia, en términos de los discursos, muy distinta”, sostiene.

Había menos debates o discusiones sobre un punto de vista y más juicios, sentencias.

Los conflictos se multiplicaban entre los alumnos y, también, entre los adultos. “Lo que ocurre en los espacios, por más pequeños que aparezcan, está vinculado a cuestiones objetivas. No podemos desvincular lo general de lo singular. No podemos explicar lo que ocurre dentro de una escuela si no explicamos lo que ocurre a nivel social, económico, político, cultural. De alguna manera estamos formando parte de esa realidad”, sostiene el educador.

Desde esa base, comenzó a plantear la obsolescencia de la idea de que la realidad es algo ajeno a la escuela. La realidad, dice, no es el contexto.

“La realidad está adentro y no nos pide permiso para ingresar a las aulas. Entra con nosotros, con nuestras prácticas; razón por la cual si en la realidad de hoy se generan conflictos importantes a nivel social, la escuela no puede estar ausente de ellos. Pero no sólo está presente en los alumnos sino en nosotros”, opina.

Al entender la realidad como capas de universales y singulares en permanente armonía y conflicto, Hurtado intenta explicar los motivos que posicionan a la educación en el lugar que se encuentra en la actualidad.

EL MODELO “NEO-NEO”

Hoy, el mejoramiento de la calidad educativa es una preocupación global. En este sentido, académicos y pedagogos de todo el mundo enviaron, a fines del año pasado, una carta a Irina Bovoka, directora general de la Unesco, de­nunciando lo que llamaron el “apagón ­pedagógico”.

“Se ha apagado lo pedagógico dentro de las escuelas. El director hoy ges­tiona, una terminología que proviene de la economía… Han expulsado la pedagogía del ámbito de la educación y es una crisis tremenda. ¿Qué tenemos que hacer? Recuperar nuestra función de productores de teoría es uno de los desafíos importantes que hoy tenemos”, subraya.

¿Dónde está la falla? Para el educador, el modelo social, político y económico que propone el capitalismo, en especial, desde la caída del Muro de Berlín y del neoliberalismo es, en parte, responsable. Con una nueva conformación social, opina, surge un nuevo modelo de ciudadano en América latina. Con el fin de la Guerra Fría, nace un nuevo ciudadano: más consumidor y menos productor. Un ciudadano que, en términos generales, deja de darle valor a la coherencia y de considerar a la palabra como una institución. El doble discurso se multiplica.

A criterio de Hurtado, los sujetos deben adaptarse al modelo de la economía de mercado, a la apertura de las fronteras y a las relaciones sociales basadas en la competencia.

“Es lo que empezamos a llamar en educación el neodarwinismo, la sobrevida de los más fuertes a partir de que se cambian los valores con los que se habían educado docenas de generaciones. Nosotros nos educamos en la solidaridad y cuando digo ‘nosotros’ digo todos, desde el ateo hasta el cristiano. El que antes se conmovía frente a un niño pobre, hoy se cruza de vereda por miedo a que le roben. Es decir, todo eso pasó y la escuela no puede estar ausente”, refiere.

Bajo el paraguas de un nuevo modelo social y de un nuevo ciudadano, opina Hurtado, los docentes también comenzaron a dejar de lado la capacidad de producir para dedicarse a consumir. “Es el modelo que llamamos ‘neo-neo’, neoliberal en lo económico y neoconservador en lo social”, plantea.

EL PRÓCER SE ESFUMÓ

“En la medida que hemos dejado de producir teoría dentro de las escuelas y nos dedicamos a consumir, empiezan los comerciantes dentro de educación. Como decía (Pierre) Bourdieu, en la educación hay un capital en juego y donde hay un capital, el capitalismo en el acto genera un mercado: alguien que produce el capital, alguien que lo consume y alguien que lo comercializa”, puntualiza.

Pero, además, las escuelas, consideradas históricamente como templos del saber, han ido perdiendo esa condición y la figura del maestro, en este contexto, se fue desdibujando. “En el primer reglamento para las escuelas que escribe Manuel Belgrano en 1813, él dice que en las fiestas patronales el maestro ocupará el lugar de padre de la patria. ¿Entre aquel maestro que era considerado un prócer hasta este maestro que es golpeado por un padre en la puerta de la escuela, qué pasó en el medio?”, se pregunta.

“LA TRANSFORMACIÓN LLEGA CON LA DISTRIBUCIÓN DEL PODER”

Para Carlos Hurtado, la transformación educativa debe partir de la distribución del poder institucional: “Mientras una persona decida por el futuro de todos, no podemos hablar de una nueva escuela. Modificar las cuestiones a nivel metodológico es insuficiente si no modificamos, también, la distribución del poder institucional. Si no construimos una escuela con espacios para que participe todo el mundo y lo haga en términos reales, no simbólicos –es decir que los miembros de la comunidad puedan decidir–, las escuelas seguirán siendo tradicionales”.

La búsqueda de una vida democrática, opina Hurtado, obliga a que las escuelas sean más democráticas. Algo que no es posible, dice, si las decisiones dependen de la voluntad de un director o las prácticas son potestad sólo de un sujeto.

“¿Qué pasaría si armáramos un consejo (y hay ejemplos concretos) con los representantes de todos los niveles de una escuela, desde el jardín hasta el nivel superior?”, se pregunta.

La propuesta es distribuir el poder y simultáneamente abordar la nueva construcción de conocimiento. De esa manera, cree el pedagogo, será posible refundar la escuela.
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EN DEFENSA DE LA PEDAGOGÍA

Un artículo de Luis S. Villacañas de Castro, Doctor en Filosofía y profesor de la Facultad de Magisterio de la Universidad de Valencia.

El principal problema de la educación en España es la desigualdad social y la drástica reducción de recursos destinados a la instrucción pública. La docencia tradicional que ha imperado en España, en la que el docente sólo hablaba, se sostenía menos por su valor educativo que por apelaciones a la autoridad. El saber de la pedagogía no pertenece a las facultades de educación solamente sino que es tesoro común de todos los educadores.


Quisiera desentrañar la antipatía y el sarcasmo que destilan ciertos profesores universitarios (afines a mí en otras cuestiones) cuando utilizan un término que, por sí sólo, ya delata lo mal enfocadas que están sus apreciaciones: “los pedagogos”. Quisiera denunciar esta antipatía y sarcasmo como teóricamente insolventes, ideológicamente dañinos y políticamente ineficaces. Volvió a suceder hace poco, esta vez en Otra vuelta de Tuerka, cuando el profesor Fernández Liria empezó su —por lo demás— interesantísima entrevista con una serie de vituperios contra “los pedagogos”, justificándolos en anécdotas personales.

Quienes así hablan de “los pedagogos” demuestran, muchas veces, una buena precisión conceptual en sus respectivas disciplinas. Por eso sorprende tanto que no hagan uso de la misma para darse cuenta que no se puede generalizar y hablar con propiedad de “los pedagogos”. De igual manera que uno no debería hablar de “los economistas” como si esta disciplina fuese un campo unificado. Hay al menos tres orientaciones pedagógicas (la cognitivista, la socio-constructivista, la pedagogía crítica) e infinitas escuelas. Como la economía, el derecho o la propia filosofía, la pedagogía también está atravesada por intereses espúreos y poblada de profesionales más o menos mediocres que se prestan a satisfacerlos. Sin embargo, cuando uno escribe, como también hizo Fernández Liria, esta vez en relación a las medidas que deberían inspirar el programa de Podemos en materia de enseñanza, que en este último no debería haber “ni rastro de pedagogos”, entonces uno desacredita un campo entero. ¿Significa esto que obras como Pedagogía del oprimido, de Freire, o Experiencia y educación, de Dewey, o Ideología y currículum, de Apple, no tienen derecho a existir? ¿De verdad no pueden enseñarnos nada?

A veces, con esfuerzo, alcanzo a adivinar que a esta condena total subyace la idea de que aquello que explica y sobre lo que interviene la pedagogía puede y debería explicarse solamente desde la sociología y, más aún, desde aquellas variables a las que tiene fácil acceso la política. Estoy de acuerdo en que con ello se identifica un factor esencial. (Por otra parte, la pedagogía es una disciplina que se nutre de dos ciencias: la sociología y la psicología.) Hay que decirlo alto y claro: el principal problema de la educación en España es la desigualdad social y la drástica reducción de recursos destinados a la educación pública. Estoy incluso dispuesto a afirmar que la calidad docente no es un problema en España. Pero eso no significa que no deba existir la pedagogía, ni que sus conocimientos no deban ser bienvenidos, o al menos respetados.

A su vez, me da la sensación de que bajo la burla y la denigración que la pedagogía sufre en ciertos discursos progresistas late la sospecha de que aquéllos que defendemos y trabajamos para que dentro del aula se hagan aún mejor las cosas no vamos a defender, a su vez, que la sociedad está rota y que debe ser reparada. Es como si tuviésemos que elegir forzosamente entre lo metodológico o lo sociológico. No sé por qué no podríamos combatir en los dos frentes. Por su simplismo arbitrario, plantear esta disyuntiva me recuerda a aquéllos que decían que el psicoanálisis era una teoría burguesa y que defender la existencia del inconsciente era negar la lucha de clases. Cuando lo cierto es que eran dos teorías diferentes, con dos objetos de estudio diferentes y saberes complementarios.

No voy a abrazar argumentos dogmáticos que planteen que los aspectos metodológicos puedan explicarlo y solucionarlo todo. Pero tampoco diré que no pueden ayudar nada. Claro que pueden. Porque resulta que dentro de la sociedad existen las instituciones: los colegios, institutos y universidades son algunas de ellas. Y en sus aulas se conforma un espacio que, si bien es permeable a las inercias de afuera, también es permeable a los esfuerzos internos de docentes que pueden hacer uso de variables como la innovación y el desarrollo curricular para asegurarse de que los recursos y estrategias que ellos mismos utilizan en sus clases no van a dificultar, aún más, la democratización del conocimiento, la cultura y la transformación social. Es decir: que su propia praxis pedagógica no va sumarse a los obstáculos e injusticias que vienen de fuera. Algo que muchas veces ocurre, también en la educación pública. Para evitarlo, hay orientaciones y principios pedagógicos que son mejores que otros. Y se pueden aprender, como todo en la vida.

Frente a este hecho, no vale decir que, si la sociedad fuese más justa y democrática económicamente hablando, entonces los docentes no tendríamos por qué variar nuestra enseñanza. Primero, la frase es falsa: siempre ha habido y habrá diferentes tipos de diversidad en las aulas. Segundo, la frase delata un narcisismo que antepone la comodidad del docente a las necesidades de la sociedad cuya ordenación uno tiene todo el derecho a criticar, pero no a ignorar; de ahí a decir que son demasiados los estudiantes que llegan a la universidad porque “¡hay que ver lo mal que escriben, y lo poco que saben!” hay apenas un paso. Y en tercer lugar, la docencia tradicional que ha imperado en España, en la que el docente sólo hablaba y hablaba y los alumnos sólo escuchaban, se sostenía menos por su valor educativo que por apelaciones a la autoridad.

Pese a todo, podría comprender que alguien haga un discurso estratégico de prioridades y que, sobre esa base, prime lo sociológico sobre lo metodológico para decir que aquí y ahora es más importante aumentar el número de escuelas, institutos y docentes que mejorar la formación de estos últimos. Ese es un argumento que puedo comprender y que voy a apoyar. Pero entonces que se diga de esta manera, si es esto lo que se quiere decir. Como también podría entender que alguien defendiera que la mejor manera de que el docente se desarrolle profesionalmente en su enseñanza es dándole completa libertad de cátedra en todos los niveles educativos, para que pueda innovar sobre el currículum e investigar sobre su propia docencia. Éste es un argumento pedagógico que estoy dispuesto a apoyar. El saber de la pedagogía no pertenece a las facultades de educación solamente sino que es tesoro común de todos los educadores (también de los que trabajamos en facultades de educación); todos tenemos y aplicamos nuestra pedagogía, lo queramos o no. De lo que se trata es de adquirir capacidades reflexivas y críticas para innovar, valorar y mejorar nuestra propia enseñanza. Algunos de nosotros, con nuestro trabajo, tratamos de poner a futuros docentes en la senda de que puedan adquirir, ejercitar y afinar estas capacidades por su cuenta. Pero nada de esto transpira en la frase de Fernández Liria: “Ni rastro de pedagogos”.

Creo que esta última frase es, además, ideológica y políticamente ineficaz porque no se da cuenta de que ciertas orientaciones pedagógicas son aliadas naturales en la protección de la educación pública. Como se ha repetido en multitud de ocasiones, el neoliberalismo se esconde hoy detrás del discurso de la “calidad” y de su importancia en un mundo globalizado. Obviamente, el término que queda marginado en esta fórmula —el de la “cantidad”— delata el verdadero sentido elitista de la calidad neoliberal. Se trata de evitar el acceso de todos y todas sin excepción a la educación, de dificultar la democratización misma de la cultura y de su potencial transformador. Ahora bien, creo que quienes sólo interpretan los problemas y las soluciones de la educación desde el BOE (desde aquello que podría hacer la política) y no desde las mejoras que los propios docentes podrían darse a sí mismos asumen, de facto, que no puede haber calidad y cantidad al mismo tiempo. Apuestan decididamente por la cantidad, por más inversión, más docentes, más centros… pero en la medida en que no integran la pedagogía en su discurso son incapaces de aportar una definición de calidad que sea alternativa a la que ofrece el neoliberalismo —el cual, por otra parte, jamás ha buscado verdaderamente enriquecer la dimensión pedagógica sino su eliminación—. Su oscuro deseo es un mundo en el que los docentes seamos sustituidos por libros de texto parlantes, robots o programas informáticos.

Ojalá, cuando nos pregunten: “¿Cantidad o calidad?”, sepamos responder: “Las dos cosas”. Y ojalá comprendamos que la pedagogía debe contribuir a definir la calidad educativa.
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¿POR QUÉ HOWARD GARDNER EN VEZ DE GINER? O LA NECESIDAD DE ABORDAR EL CAMBIO METODOLÓGICO DESDE PEDAGOGÍAS DE PROXIMIDAD

Un artículo de María Acaso, profesora titular de Educación Artística y directora de la línea de investigación sobre Educación en Museos de Artes Visuales en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid.

De un tiempo a esta parte tengo la suerte de trabajar como asesora metodológica para varios centros educativos que quieren abordar el cambio de paradigma desde sus prácticas cotidianas. Y me resulta bastante increíble comprobar como todos estos centros, muy distintos en tamaños, contextos e ideologías, todos sin excepción, sitúan a Howard Gardner y su teoría de las Inteligencias Múltiples como referente y modelo central a la hora de abordar el cambio. Solo y exclusivamente Gardner (avalado por la marca Harvard y el éxito del centro Montserrat de Barcelona), con un poquito de Robert Swartz y un poquito de los hermanos Johnson & Johnson sobre los que sobrevuela la eterna y maravillosa sombra de Sir. Ken (no me hace falta ni poner el apellido).

Sin mermar en absoluto la importancia que el enfoque de Gardner y del resto de los expertos citados tienen en la actualidad, la pregunta que creo que es necesario hacerse en este momento es por qué razón seguimos utilizando el modelo anglosajón prácticamente como único referente. Por qué razón cuando los centros educativos españoles seleccionan modelos de inspiración para su organización metodológica no aparece ni María Montessori, ni Paulo Freire, ni Francesco Tonucci, ni Rancier. Es más, la pregunta que creo que es necesaria hacerse es por qué cada centro piensa que no es capaz de desarrollar su propia metodología, una batería de modos de hacer que se ajuste a su contexto y empodere a los directores, a los profesores y a los padres como verdaderos expertos en el diseño de procesos.

Dentro de estas alternativas (que podríamos llamar Pedagogías latinas o de forma más concreta Pedagogías de proximidad), nada más próximo a nuestro contexto que, por ejemplo, la figura de Giner de los Ríos. La pasada semana visité la exposición que sobre su obra está teniendo lugar en la Institución Libre de Enseñanza en Madrid. En su conjunto, la muestra sitúa su pensamiento y lo contextualiza dentro de las increíbles innovaciones de la España Moderna. Una España anterior a la Guerra Civil en la que parecía que todo era posible y en la que la educación se visualizaba como una de las estrategias clave para constituir y ejecutar realmente, y desde la práctica, esos procesos de innovación.

Una forma de pensar, que históricamente podemos situar a través del tramo de la vida de Giner (de 1839 a 1915), y que se distribuye en la exposición a través de diferentes frases, desde mi punto de vista muy bien seleccionadas, que posicionan su marco de trabajo, marco que nada tiene que envidiar al pensamiento de Gardner y que fue desarrollado con bastante anterioridad. Todas las frases me parecieron increíblemente contemporáneas. Todas resonaban en mi cerebro primero por su belleza formal, y segundo por la urgente necesidad de su aplicación; y es que parece mentira que tanto tiempo después, ideas conectadas con lo que Marina Garcés denomina como “la honestidad de lo real”, sigan desaparecidas y enterradas.

Ideas como las siguientes. Recuerdo la primera vez que me topé con el término Educación Expandida. Fue en el año 2009 en el famoso festival organizado por el colectivo Sevillano ZEMOS98. Dicha edición estaba dedicada a la educación en general y a la expandida en particular, una educación que supuestamente sucede en cualquier momento y en cualquier lugar, una educación que suprime la frontera entre la escuela y lo que ocurre fuera de ella. Pues bien, una de las frases de Giner seleccionada para la muestra es: “La educación no tiene límite definido alguno, no se reduce a un periodo determinado de la vida. Sino que comienza con esta y dura tanto como ella dura. La vida entera es un continuo aprendizaje.”

Si viviese en estos momentos Giner estoy segura de que sería un detractor absoluto de las pruebas PISA porque otro de las ejes de su trabajo constituyó en la defensa de la Educación frente a la Instrucción. “La educación, no la mera instrucción, ha de ser siempre el fin de la enseñanza.” Tal como explica Philippe Meirieu en su texto Franquenstein educador, mientras que la instrucción tiene un fin en sí mismo, la educación ni lo tiene ni puede tenerlo.

Giner se adelantó a su tiempo al desarrollar y transmitir mediante sus enseñanzas una honda preocupación por la ecología. La frase “Un día de campo vale mucho más que un día de clase”, resume la importancia de la experiencia con la naturaleza como columna vertebral de la educación del ser humano. Como desde hoy nos dice Heike Freire, una de las impulsoras del movimiento Educar en verde, nuestros niños y niñas sufren del síndrome TDN (Trastorno por Déficit de Naturaleza), un déficit sobre el que trabajaba Giner… ¡hace dos siglos!

Y tal como escribe Antonio Machado “En su clase de párvulos, como en su cátedra universitaria, Don Francisco se sentaba siempre entre sus alumnos y los trataba siempre amorosamente. El respeto lo ponían los niños o los hombres que el maestro ponía en torno suyo. Su modo de enseñar era el socrático, el diálogo sencillo y persuasivo.” Es decir, Giner ya se preocupaba por una enseñanza basada en los afectos y demandaba la educación emocional como contenido básico en la escuela.

Todo esto sin abordar su interés por la arquitectura y el mobiliario educativo, o la importancia de salir de la zona de confort, lo que hoy en día denominan “learning journeys” instituciones con altos niveles de innovación educativa como TeamLabs.

Tras la visita a la exposición, veo posible una retahíla de centros educativos que desarrollan sus propuestas metodológicas desde la figura de Giner. Centros educativos preocupados por la ecología, con un mobiliario que se aleja de la fábrica, centros educativos preocupados por el feminismo, por la democracia y por cuestiones relacionadas con la ética y no solo con la productividad. Centros educativos que han desarrollado su proyecto metodológico reflexionando sobre problemas próximos, con modos de acercamiento próximos y con referentes próximos.

Por que, lejos de pensar qué fue lo que impidió que el espíritu de Giner se truncara, prefiero pensar que su espíritu hoy está más vivo que nunca y que el movimiento de renovación pedagógica que está teniendo lugar en España y en el mundo entero para cambiar el status quo de la educación, permanece en plena efervescencia y en cada burbuja de ese gas que nos conmueve, el espíritu de Giner sigue vivo y en expansión.

Y también defiendo que en este momento es de suma importancia preguntarnos no solo si es posible sino si es ético replicar cualquier modelo, y mi respuesta particular a esta pregunta es que NO: hoy en día hay que huir de la replicabilidad y contextualizar los procesos seleccionando referentes teóricos diversos y cercanos junto con referentes que, desde un poco más lejos, nos inspiran también pero de manera diferente. Porque, como acabamos de ver, tenemos mucho que aprender de Giner y sus contemporáneos reivindicando nuestras propias culturas de aprendizaje que son tan interesantes y tan válidas como las anglosajonas, aunque quizás tengamos que aprender un poquito más de marketing….

*muchas de las imágenes que ilustran este post pertenecen a la exposición “Giner: el maestro de la España moderna” que se puede visitar hasta finales de Mayo en la Institución Libre de Enseñanza Paseo General Martínez Campos 14 Madrid
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LA PEDAGOGÍA NOS AYUDA A EDUCARNOS

Manuel Pérez Andría, Filósofo y Pedagogo.

El pasado 25 de Marzo del 2016, me llegó un correo que incluía un comentario que hizo un catedrático (Sr. Ricardo Moreno) sobre la enseñanza; salió publicado en Madrid 24 marzo del 2016 por la agencia (EFE) . En dicho comentario hace una serie de reflexiones sobre lo que piensa que es la Pedagogía, sobre lo que hacen los Pedagogos, y como él solucionaría la Educación en España, llegando a su reflexión final, diciendo que: “Los Pedagogos han destruido la enseñanza”.



Para las personas que no me conozcan, les puedo decir que nací en el año 1948; soy: Licenciado en Filosofía y Ciencias de la Educación (modernamente, Pedagogía) por la UNED (2000-2005); Profesor de las asignaturas comprendidas hasta Bachillerato; Ingeniero Técnico de Telecomunicaciones de Empresa (1965-2013); Profesor de las asignaturas de mi carrera Técnica; Licenciado en Bricolaje (1971-2015); realizando infinidad de trabajos diversos. Autor del libro: Consejos para evitar el fracaso educativo y el fracaso escolar, Guía Práctica (Cádiz 2008); Autor de la presentación de mi enciclopedia de 15 volúmenes: Una educación laica y democrática para el siglo XXI (Cádiz 2012); Autor de otros libros, artículos, cartas, cuentos y poesías.

Y todo, para justificar que lo que se organiza y se da en las Guarderías, en las Escuelas, en las Universidades y en las Escuelas Técnicas “No es Educación”, llamase, Escolarización u Orientación escolar para un fin determinado, y no para todas las personas. La Educación es algo más profundo, que mal se aprende en la Universidad de la Vida, fuera de los recintos escolares, desgraciadamente. Todo lo realizaba de forma altruista, empleando siempre un método Pedagógico, dándome igual, la materia de que se tratara.

Pero, al leer dichos comentarios, me ha provocado la necesidad de buscar el medio de comunicación adecuado para poder replicar a dichas reflexiones, puesto que, estoy convencido que personajes como el Sr. Moreno, han hecho mucho daño al mundo educativo.

Por ello, ruego me permitáis decirle al Sr. Moreno: que se ha cubierto de gloria, al decir públicamente, las siguientes expresiones: La Pedagogía es "un lenguaje sin contenido, una jerga y no una ciencia"; Nadie se convierte en un buen docente leyendo sobre esta materia; "Los Pedagogos han destruido la enseñanza". "La conjura de los ignorantes” “Los Pedagogos usan muchas palabras para decir cosas triviales o que no significan nada”; “Los Pedagogos buscan un lenguaje deliberadamente críptico para tener un aspecto científico que no tienen". Afirma, que todo lo que existe (no sé a qué se refiere) no tiene nada que ver con el discurso de los Pedagogos…

Así, y ante tal cúmulo de aberraciones y despropósitos, es mi intención, aclararle algunos detalles que ha obviado, inconscientemente, o al menos, eso es lo que quisiera pensar.

Por ejemplo, hay otras consideraciones sociales, mal llamadas educativas, que tú conoces, y que practicaste en otros tiempos, con resultado positivo a tus intereses particulares. Pero, hoy, año 2016, te diré que, ya esas ideas no influyen tanto en las distintas clases sociales, porque, afortunadamente, hay muchísimas personas casi educadas, entre ellas, nosotros los Pedagogos, y todo, por el respeto mutuo que mantenemos con las demás personas, y por el empeño que hemos puesto al desempeñar el rol que nos ha tocado vivir.

Quiero recordarte que la ignorancia es la madre del atrevimiento, por lo que, años atrás, los ignorantes y maleducados como tú, teníais vuestro sitio, porque, actuabais como Patriarcas, aunque, algunos respetaban el código ético de la profesión que ejercieran.

Sin embargo, tú, ni siquiera ese código eres capaz de respetar, a tenor de las frases que ha vertido en la entrevista que has concedido a la Agencia EFE, y porque, los títulos de la licenciatura de Matemáticas y del doctorado de Filosofía, que dices que tienes, lo más seguro es que, los haya obtenido en la Universidad que había montada en la selva amazónica, en tus tiempos.

Nosotros, los Pedagogos, por nuestra parte, definimos a la Pedagogía como el método científico que maneja ciertos conocimientos, mediante el proceso enseñanza-aprendizaje, con el fin último, de Educarnos y Educar a las demás personas. Los conocimientos son los que aportan las ciencias existentes, inventadas por algunas personas. Con ellos, y en un principio, pretendemos Formar en todas las facetas, áreas, ámbitos, perspectivas, dimensiones…a las distintas personas que han existido y que existen en la Tierra.

Por ello, puedes deducir que la Pedagogía no es una ciencia, como bien decís, pero, sí, es la que sincroniza al conjunto de ciencias que emanan, de la Universidad de la Vida y de los medios científicos más recónditos del planeta Tierra, necesarias, dichas ciencias, para diseñar el planteamiento y procedimiento más adecuado en pro de esa Educación Permanente que necesitamos todos los seres vivos.

Así, la Pedagogía se compone, de un conjunto de ciencias, entre ellas, están la Lengua Humana, Filosofía, Psicología, Sociología, Biología…y las Matemáticas, Física, Química, Astronomía…y otras muchas más derivadas de las anteriores. O sea, que los conocimientos creados por algunas personas, deben revertir, y no siempre revierten, en la Formación, que necesitamos todas las personas, para llegar a Educarnos, sí, para alcanzar que toda persona logre la optimización integral, la autorrealización e inserción activa en la Naturaleza, Sociedad y Cultura, y así, poder afrontar los cambios rápidos que las distintas Sociedades del siglo XXI, están experimentando.

Pero, por culpa de los Patriarcados que han existido y que existen, o sea, por los condicionamientos religiosos, económicos y políticos, no se vislumbra de manera clara, en dónde poder orientar a los educadores ni tampoco dónde los educadores puedan impartir sus enseñanzas para poder educar. En busca de esas instituciones y métodos a desarrollar, estamos los Pedagogos, constantemente, empeñados en que los educadores eduquen, con el apoyo de toda la Comunidad Educativa.

Para ello, y a modo orientativo, los Pedagogos, recurrimos a la Historia de la Educación, para observar que, desde hace muchos siglos atrás, estaba implantado como medio de organización social y de enseñanza, el Patriarcado, o sea, tener dividida a las distintas Sociedades en clases sociales de forma piramidal, o lo que es lo mismo, en la cúspide, estaría el más rico y poderoso, y en su base, los pobres, marginados, esclavos…Vamos, que la transmisión de los conocimientos sólo llegaba a los niveles intermedios, como mucho.

No existía, por tanto, ni Pedagogía ni Formación ni por ende, Educación, era más bien, una especie de Instrucción, que adoctrinaba a las personas de las clases sociales altas, para mantener ese estatus social de generación en generación, manteniendo en constantes conflictos bélicos al resto de la población. O sea, que existía una Instrucción privada, dependiendo, ésta, de las riquezas que se manejara, simplemente, por haber nacido en una clase social alta. O sea, ello daba lugar a tener, un alto porcentaje, de analfabetos como tú.

Fue a partir del final de la segunda guerra mundial, año 1945, cuando, algunas personas ricas, poderosas, manipuladoras de mentes y aprovechadas de las circunstancias adversas de los pobres, o sea, aquellas que pertenecían a los distintos Patriarcados, sobre todo, en las Sociedades Occidentales consideradas Desarrolladas, inventaron la Escolarización.

Es decir, se dedicaron a seleccionar a las otras personas, de las clases sociales medias-bajas y bajas, en unas determinadas etapas de sus ciclos vitales, para emplearlas en sus cadenas de producción, y así, obtener los suficientes beneficios como para que se convirtieran, cada vez, más ricas y poderosas.

Sin importarles las personas: que no fueron seleccionadas; ni aquellas que no tuvieron la suerte de entrar en la selección; ni las que no pasaron todos los niveles que establecieron; ni las que nunca fueron seleccionadas. Por cierto, para ser seleccionadas, debían aprender una serie de conocimientos, que le enseñaban los profesores que aceptaban el sistema patriarcal implantado, y según los intereses de las personas patriarcales.

Por ello, tampoco debes confundir ni tú, ni los que piensan como tú, la Educación con la Escolarización, ya que, lo que se da en las Guarderías, Escuelas, Institutos, Universidades y Escuelas Técnicas, no es Educación, sino, Escolarización.

Todo ese proceso escolar ni ha tenido ni tiene una base científica, porque ha sido estructurado por algunas personas religiosas, economistas y políticas no educadas, vamos, que a lo más que han llegado ha sido a recibir la meritocracia que les otorgó el Patriarcado al que perteneciera, y por supuesto, no habiendo pisado nunca un aula, en su vida. Sin embargo, si se sumergen en el cinismo más grande, al llamar Sistema Educativo Público a lo que se organiza en las instituciones escolares actuales.

Cuando en realidad, lo que se tiene es un Sistema Escolar emanado de las leyes que las personas gobernantas tienen establecidas, generalmente, aquellas que surgieron en tiempos pasados, ocupando, todavía, un espectro muy amplio en las Distintas Sociedades, y siempre al servicio del poder económico privado que la constituyó. Las instituciones para educar, están por llegar, quizás, puedan ser aquellas, pero, con una estructura y funcionamiento diametralmente opuesto. En conclusión, la Pedagogía, no es la carta de ruta, ordenada por los ricos y poderosos, que han de seguir las personas docentes cuando estén en sus aulas escolares o universitarias, sino, que deba ser, los conocimientos metódicos que ha de adquirir la persona, para mejorar su estado biopsicosocial, o sea, para perfeccionar su educación, en todos los lugares y épocas. Así, Sr. Moreno, como comprenderás, todos somos Pedagogos, buenos o malos, incluso, tú, y los que piensan como tú. Mucho más puedo decirte de la Pedagogía, Formación, Educación, Instrucción, acerca de sus teorías y de sus problemas, aunque no sé si sería capaz de asimilarlas.

FUENTE: Artículo remitido por Manuel Pérez Andría a esta plataforma para expresar su opinión.
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LAS CRÍTICAS A LA PEDAGOGÍA O EL DESASTRE QUE SE ESTÁ COMETIENDO EN LA EDUCACIÓN ESPAÑOLA

Un artículo de José Antonio Marina, filósofo, escritor y pedagogo.

La mala pedagogía, de derechas o de izquierdas, ha enfrentado calidad e igualdad, contenidos y procedimientos, diferenciación y comprensividad, lo que provoca engendros educativos.


Periódicamente, aparecen publicaciones acusando a los pedagogos de haber perdido el sentido común y de ser un peligro para la educación. En 2003, Mercedes Ruiz Paz publicó 'La secta pedagógica' (Grupo Unisón), criticando lo que en otro libro Alicia Delibes ha denominado “pedagogía progresista antiautoritaria que reniega del esfuerzo individual y de disciplina” ('La gran estafa. El secuestro del sentido común en educación ', 2006). En esas mismas fechas, Ricardo Moreno Castillo publicó 'Panfleto antipedagógico', titulado así porque “en nombre de la pedagogía se dicen hoy, con la cara más seria del mundo, cosas a cual más delirantes, y a veces en una jerga que suena a esperanto”. Una ideología pedagógica que Alberto Royo acaba de resumir con una frase mitinera: “La izquierda hace tiempo que asumió la defensa de la estupidez” ('Contra la nueva educación', 2016).

En 2013, Enrique Moradiellos, catedrático de Historia en la Universidad de Extremadura, publicó un comentado artículo en 'El País', poniendo en guardia contra “la verborrea pretenciosa y vacua de una supuesta ciencia holística de la educación formal, inmaterial e incontaminada de contenidos efectivos conceptuales y empíricos”. En otro artículo, Muñoz Molina afirmaba que “la izquierda política y sindical decidió, misteriosamente, que la ignorancia era liberadora y el conocimiento, cuando menos, sospechoso, incluso reaccionario, hasta franquista”. “Lo que hace falta no es embutir en los cerebros infantiles o juveniles 'contenidos', sino 'actitudes', otra palabra fetiche en esta lengua de brujos”. Critica la “palabrería de sonsonete científico”, como “aprender a aprender, desarrollar la creatividad, el espíritu crítico, a ser posible transversalmente”.

Estas críticas no tienen como destinataria la pedagogía, sino una “mala pedagogía”. La mala pedagogía, de derechas o de izquierdas, ha enfrentado 'calidad' e 'igualdad', 'contenidos” y 'procedimientos', 'diferenciación' y 'comprensividad', lo que provoca engendros educativos. Los antipedagogos cogen a veces el rábano por las hojas. Por ejemplo, al denostar el objetivo de “aprender a aprender” o de “aprender a pensar”. “Aprender a aprender” no es moverse en el vacío, ni pretender esculpir en el aire, sino aprender una cosa muy concreta: a gestionar la propia memoria. Y “aprender a pensar” significa adquirir hábitos de argumentación y rigor, de evaluación crítica de las afirmaciones. Ahora sabemos que los procedimientos 'metacognitivos', que reflexionan sobre los procesos llevados a cabo, producen una mejora clara del aprendizaje.

No toda innovación es válida

Sin embargo, es cierto que necesitamos una pedagogía de más calidad, basada en evidencias y no ideologizada. Necesitamos una estricta evaluación educativa de lo que hacemos en las aulas. En este momento, se expande por ellas una epidemia de 'innovacioncitis'. No toda novedad es válida, sino solo aquella que hace que los alumnos aprendan más. Estamos sometidos a modas fragmentadas y mal digeridas. Y en este panorama han tenido especial influencia los 'psicólogos de la educación'.

En la última ICOT (International Conference of Thinking), celebrada el verano pasado en Bilbao, presenté una ponencia en la que mostraba que la psicología actual no nos proporciona un modelo integrado de 'inteligencia humana' capaz de fundamentar una buena pedagogía. La ha troceado elaborando una 'psicología de hamburguesa', que pega como puede lo que previamente ha triturado. Cada psicólogo ha enarbolado una idea, que defiende con aura de gurú, sin preocuparse de integrarla con las demás. Ken Robinson y el 'elemento', Daniel Goleman y la 'inteligencia emocional', Howard Gardner y las 'inteligencias múltiples', Mihály Csíkszentmihályi y el 'flujo', Martin Seligman y el 'flourishing', Angela Duckworth y la 'determinación', Marc Prensky y los 'nativos digitales', Michael Fullan y el 'aprendizaje profundo', Daniel Siegel y la 'mindfullness', Art Costa y los 'hábitos de pensar', Carol Dweck y la 'mentalidad de crecimiento'. El conocimiento se ha separado de la emoción, la emoción de la voluntad, la motivación del deber. La 'gamificación' -el aprendizaje mediante el juego- se impone. Aumenta la moda de las 'flipped clasroom'. Se empieza a decir que no hace falta aprender lo que se puede buscar, y que el conocimiento no está en el sujeto sino en internet.

Más vale calidad, también en educación

Todo esto es una papilla difícil de digerir. Les pondré solo tres ejemplos. La motivación se considera que es condición imprescindible para actuar, por lo que si una persona no está motivada, no podremos exigirle nada. Ha expulsado del mundo educativo el concepto de 'deber' como impulsor de la acción, lo que ha tenido graves consecuencias.

Tampoco podrá realizar una acción alguien que no tenga alta autoestima, por lo que debemos fomentarla con independencia de su comportamiento. Eso ha llevado a gigantescas campañas de fomento de la autoestima, en EEUU, con efectos narcisistas poco recomendables. Por último, hemos puesto como gran objetivo educativo la felicidad del niño, pero una blanda idea de felicidad, que supone la eliminación de toda experiencia molesta, incluida la de cumplir las obligaciones, con lo que hemos fomentado la mentalidad del 'niño tirano' y la incapacidad para soportar el esfuerzo o la frustración.

No necesitamos menos pedagogía, sino mejor pedagogía. Estamos en la era del aprendizaje, y es el momento de los expertos en aprendizaje. Afortunadamente, empieza a dibujarse una teoría integradora, sobre la que les hablaré la semana próxima.
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JAUME CARBONELL: "LA ESCUELA PÚBLICA NO ES DE LOS MAESTROS NI DEL ESTADO; ES DE LA COMUNIDAD"

Entrevista a Jaume Carbonell, pedagogo e histórico periodista de 'Cuadernos de Pedagogía.' Publica 'Pedagogías del siglo XXI', donde recoge las principales tendencias de la innovación educativa en el panorama actual. Afirma que "la utopía educativa es posible en pequeñas dosis y espacios".

Jaume Carbonell ha buceado entre los archivos de Cuadernos de Pedagogía, revista que encabezó durante décadas; ha releído clásicos y recuperado apuntes, y ha salido con un libro, Pedagogías del siglo XXI (ed. Octaedro), que se erige en una auténtica enciclopedia de las tendencias educativas innovadoras de este inicio de siglo, y que se presenta este miércoles en Barcelona. Se trata de una publicación que da continuidad al libro Pedagogías del siglo XX, que editó Cuadernos como recopilación de toda su actividad antes de cambiar de milenio. Las pedagogías no institucionales, las críticas, las no directivas, las de inclusión, la lenta y serena, la sistémica, la del trabajo por proyectos y la de las inteligencias múltiples quedan plasmadas en esta obra y, quién sabe, quizás lo harán también en la escuela del futuro. En esta entrevista, Carbonell, pedagogo y periodista, identifica los elementos en común en todas estas pedagogías, desde el cambio del papel del maestro hasta el peso que gana el entorno escolar, pasando por el discurso compartido de cambio de modelo social.


¿Las pedagogías del siglo XXI suponen una continuidad respecto al siglo pasado o una ruptura?

En pedagogía no se inventan cada día grandes ideas, sino que se reformulan, contextualizan y matizan. Todas las pedagogías que recojo tienen antecedentes y conexiones con el siglo XX. Lo que cambia es el contexto. Ahora bien, sí hay novedades. En el siglo pasado las pedagogías se podían definir por autores: Montessori, Decrolly, Freinet, Freire... Y en el XXI me he dado cuenta de que lo que mandan son las redes de maestros, de educadores que se reúnen y comparten prácticas y objetivos, que intercambian y discuten, ya sea presencialmente o en la red.

¿Las nuevas pedagogías responden, por lo tanto, a la búsqueda de nuevas prácticas y planteamientos que permitan aplicar las viejas ideas, que se han sabido siempre buenas?

Exactamente. Freinet o Freire son totalmente actuales. Las nuevas narrativas del siglo XXI se inspiran en ellos. Y si he elegido estas ocho y no otras es porque tienen una relación entre la teoría y la práctica que las convierte en alternativas educativas. Y esto afecta, para mí, a un triángulo que componen el alumno, el centro escolar y la sociedad.

En muchas de ellas hay elementos en común, como el papel cada vez más importante del entorno.

Una de las tesis del libro es que en este siglo cada vez hay más espacios de formación y aprendizaje fuera de la escuela. Dicho de otro modo: ya no tiene sentido que el maestro transmita clases todo el día cuando tenemos toda la información, más detallada y pausada, en el móvil, por ejemplo. La función del maestro deja de ser transmisora y debe ser la de convertir la información en conocimiento: esclarecer dudas, analizar la información, crear pensamiento.

¿Esto se debe a la eclosión de internet?

No sólo. Las tecnologías crean un nuevo marco de aprendizaje y socialización, pero al mismo tiempo hay espacios de educación no formal presencial: ateneos, centros cívicos, el 15M, colectivos... La misma ciudad, donde descubriríamos elementos que la convierten en un libro de texto abierto.

¿Este aprendizaje no formal está entrando también en la escuela?

Este es el gran reto, presente en las experiencias que destaco en el libro. Pero de momento las prácticas transformadoras son minoritarias. La institución escolar es aún muy decimonónica, le cuesta salir al entorno y que éste entre en la escuela. En mi opinión, la escuela tendrá futuro como institución solvente en la medida en que sea capaz de articularse con el entorno. En muchos ejemplos ya se está dando. Hay que tener en cuenta que la escuela pública no es ni los maestros ni del Estado, es de la comunidad.

Hay otro eje muy presente en las pedagogías del libro, como la pedagogía crítica o la educación lenta, y es la enmienda al modelo socioeconómico capitalista y consumista con que nos hemos dotado.

Hay varios elementos y objetivos transversales en todas las pedagogías que recojo. El primero es el de cambiar el papel del maestro, que en relación al alumno pasa a ser más cercano, de confianza, que coopera y trabaja en equipo, que acompaña, tutoriza y hace las preguntas necesarias. El segundo es el de convertir los centros en espacios de investigación y conversación, de creación de conocimiento; espacios más democráticos y acogedores, que inciten a la curiosidad. Y el tercero es el que recoge la idea de que no sólo estamos educando a personas cultas, responsables y libres, sino que también estamos transformando la sociedad. Es un discurso de cambio de modelo, de vida. Y la conclusión es que se pueden generar prácticas alternativas tanto dentro como fuera del colegio. La utopía educativa es posible en pequeñas dosis y espacios.

Ahora se lo iba a preguntar. ¿Qué margen tenemos para aplicar estas pedagogías y prácticas en el aula, en el contexto actual?

Hay políticas educativas que favorecen que estas prácticas se puedan llevar a cabo con más facilidad, y otras no tanto. Pero en general muchas de estas prácticas salen adelante a pesar de la Administración. Esto tiene relación con la relativa autonomía de que gozan los centros. En muchas escuelas la innovación avanza gracias a la sólida convicción y el buen trabajo de los maestros.

Phillip Schmidt, investigador del MIT, nos decía que la clave de la innovación es identificar los maestros innovadores, conectarlos y darles margen.

La innovación se hace gracias a o a pesar de la Admnistración educativa. Pero claro, es importante que las reformas educativas creen las condiciones adecuadas para que los equipos salgan adelante.

Una de las que están quizás más extendidas en Catalunya, y que apunta al final del libro, es la pedagogía del trabajo por proyectos, que integra currículos y áreas.

Esta tiene varias ventajas. Es la forma de construir conocimiento colectivamente, y se hace a partir de muchas maneras, sobre todo de hacerse preguntas. La pedagogía de la pregunta es uno de los motores de la renovación educativa. Saber qué preguntas debes hacer frente a la vida es fundamental. El trabajo por proyectos moviliza todas las metodologías, recursos, agentes -vídeos, internet, excursiones, preguntas a los padres... -. Impera mucho la idea de relacionar conocimientos, romper la visión compartimentada de las asignaturas. Ya lo decía Dewey, que los humanos no aprendemos ahora lengua y ahora matemáticas. Y esto va en consonancia ahora con los principales grupos de investigación del mundo, cada vez más interdisciplinares: pueden tener allí mismo un biólogo, un neurólogo, un filósofo, un médico...

Este trabajo por proyectos contrasta con currículos extensos como el de la LOMCE, donde todo el curso ya te viene detallado.

Es un absurdo. Las alternativas pedagógicas que recojo son las reacciones a un modelo tradicional, que tiene como una de las principales características los currículos inflados, que se acumulan a lo largo del curso y no se acaban nunca. No se entiende como las prácticas pedagógicas del libro, más humanizadas y eficientes, no se generalizan más. ¿Cómo la memorización no se ha abolido en pleno siglo XXI? Sabemos que los exámenes memorísticos no sirven para nada.

¿Confía en que estas pedagogías se irán incorporando en la escuela?

Poco a poco las vamos viendo. Los maestros son sabios. Pero la innovación requiere esfuerzo, compromiso, mucho trabajo y una cierta inseguridad que deben tolerar las familias. La gente se piensa que estas pedagogías consisten en dejar que los niños vayan a lo suyo, sin ningún esfuerzo por parte del docente. Nada más lejos de la realidad. La innovación significa mucho trabajo. Porque el maestro tradicional coge el libro de texto y con un examen ya lo tiene resuelto. En cambio en la innovación hay preparación y reflexión, creatividad y esfuerzo. Muchos docentes saben que su práctica ha pasado de moda pero a veces están acomodados. Y también falta formación.

¿Formación universitaria o permanente?

Las dos. En la inicial ha habido un debate que para mí no es el central, sobre la duración del grado y otros aspectos cosméticos, cuando debería ser cómo conseguir una reflexión a partir de la práctica, generando espacios de debate y seminarios. Y en la formación permanente ha habido muchas recortes. Y en este sentido, hay que añadir últimamente que a menudo son estas redes de docentes que comentábamos las que organizan su propia formación, como en el caso de la pedagogía sistémica.

Hay otro aspecto, presente en diversas pedagogías del libro, que es la atención a la diversidad. Pedagogías como la inclusiva, las inteligencias múltiples. ¿ Cree que dotar a las aulas de las condiciones para potenciar la diversidad es otro de los retos del siglo XXI?

Desde la Escuela Nueva, en el siglo XIX, que lo planteamos. Hay un currículum y unas enseñanzas mínimas, pero todo el mundo debe avanzar según su ritmo de crecimiento e intereses. Debemos incorporar la diversidad entendida como el que mejor y el que peor van en clase, pero también la diversidad cultural, el respeto a las culturas y otros modos de hacer, siempre poniendo como límite los derechos humanos y de la infancia.

La inteligencia es diversa. Hasta ahora ha dominado el concepto cartesiano de la razón, pero cada vez más la neurociencia demuestra que la inteligencia va vinculada también a los componentes emocionales, sociales y éticos. El conocimiento se basa en razones, argumentaciones, lógica y principios, pero también tiene el componente emocional, que es lo que te atrapa. Y no es neutral: está sometido a principios, valores, ideas.

Otra de las pedagogías que enumera es la que incorpora la educación libre. ¿Cuáles son sus características principales?

Parte de una crítica al poder. Considera que la escuela no ha funcionado, que es autoritaria y represora, que considera que al niño se le debe controlar. De este capítulo se desprende la idea clave de que es una educación en libertad. Confía en las posibilidades de autoaprendizaje del niño: si puede aprender algo por sí mismo no necesita la intervención del adulto. Hay un gran debate sobre cuáles son las posibilidades del niño y hasta qué punto debe haber intervención. También hay bastante crítica a la enseñanza racional y se potencia el contenido emocional.

¿La tendencia de estas pedagogías, algunas de las cuales vienen de lejos, será la de consolidarse?

En este sentido creo que es muy importante que tengan una traducción a la práctica. Uno de los principios básicos de Cuadernos de Pedagogía era -y es- que la teoría vaya acompañada de la práctica. La educación del futuro debe estar muy atenta a la investigación educativa puntera, pero también a lo que se hace dentro de las aulas. Demasiado a menudo la investigación va por un lado -también la teoría de que se desprende- y la práctica por otro. Debemos poner el foco en ambas. Pero más allá de eso no me atrevo a decir cómo cambiará la escuela. Piensa que el mundo del trabajo, de la familia, de las tecnologías, ha cambiado mucho, pero la institución escolar sigue sin moverse. Y lo tiene que hacer.
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POR UNA PEDAGOGÍA DESDE ABAJO

Un artículo de Miguel Ángel Pérez, Profesor-investigador de la Universidad Pedagógica Nacional, Unidad Guadalajara (México).

Los movimientos pedagógicos se construyen o a partir de las ideas y principios que le dan sustento o fundamento o de los fines que busca como sus aspiraciones educativas o del grupo y la adscripción académica de quienes lo elaboran. Pero también los modelos y movimientos pedagógicos se definen desde la direccionalidad social de los mismos.


Para algunos autores seguimos viviendo un proceso educativo escindido y dicotómico, la gente del dinero y del poder construye un modelo educativo a la medida de sus intereses, para continuar disfrutando de privilegios que han usurpado, en contraparte los miles de personas que no tienen ni dinero ni poder pero si dignidad y la esperanza de soñar y luchar por un mundo y una sociedad diferente, se empeñan en construir las alternativas de este mundo en el que nos ha tocado vivir.

En educación le llamaremos la construcción de una Pedagogía desde abajo, ésta consiste en involucrar a la gente en la conformación de un modelo que sirva mejor a sus intereses sociales, aquí –como afirma Larrosa– la palabra juega un papel fundamental como recurso de emancipación. En este marco de ideas y de construcción educativa desde abajo, se trazan distintas líneas de acción y de participación.

Las redes de colectivos lanzan la convocatoria para el VIII Encuentro Iberoamericanos de redes y colectivos docentes a realizarse en nuestro país en el año 2017. Las escuelas Normales se reúnen en estos días en la Escuela Normal Rural de Tenería, Estado de México con la finalidad de diseñar un modelo alternativo de formación docente y en defensa del carácter público de las escuelas Normales de nuestro país, en julio se llevará a cabo en la ciudad de Guadalajara un Congreso internacional de educación popular. ¿Cuáles son las diferencias entre los modelos educativos hechos por las élites al servicio del poder y la construcción pedagógica desde abajo?

Estamos hablando de cuatro grandes diferencias de fondo:

1 - En la construcción desde abajo la gente se involucra en dialogar y en construir de cara a las necesidades sociales ligadas a las raíces históricas y culturales de los pueblos. En la otra perspectiva se diseña a partir de las necesidades del capital, del mercado y de los grupos más poderosos con la finalidad de cuidar y vigilar sus intereses.

2 - En la construcción desde abajo, se dialoga, se intercambian puntos de vista se construye en colectivo. En la construcción por las élites, se escucha, se acata y se maquila individualmente a cambio de mendrugos o dadivas de dinero y de poder.

3 - En la construcción desde abajo, se hace desde los márgenes del sistema, desde los espacios periféricos y los intersticios de participación, en donde se localizan los polos y ejes que poco le interesan al gran capital. En la construcción de las élites se construye en el núcleo del sistema vigilado por los jerarcas y magnates del mismo y se construye para legitimar lo que se desea en garantizar el orden, el control y la estabilidad política.

4 - En la construcción desde abajo se aspira a cambios de fondo, se aplauden las innovaciones, las irreverencias, la burla pública y el compromiso privado, las acciones se realizan por convicción y convencimiento. En la construcción de las élites, se le teme al caos o al desorden, los sujetos producen por intereses, hacen maquila no producción, los académicos se mueven por intereses personales no por principios colectivos.

El debate está ahí en el fondo se trata de la eterna disputa de dos proyectos de país, de nación de sociedad y por lo tanto también de educación.
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PAULO FREIRE, LA REVOLUCIÓN DE LA EDUCACIÓN

Paulo Freire fue uno de los pedagogos más influyentes del siglo XX. Lúcido y preocupado por las clases más desfavorecidas, pensó la educación como práctica de la libertad. Su filosofía se mantiene vigente en tanto rescata los saberes propios de quienes aprenden como base para construir un conocimiento que genera dignidad, conciencia del mundo: una pedagogía que promueve su transformación.


«Es necesario desarrollar una pedagogía de la pregunta. Siempre estamos escuchando una pedagogía de la respuesta. Los profesores contestan a preguntas que los alumnos no se han hecho». La cita sintetiza buena parte de las ideas de Paulo Reglus Neves Freire.

El siglo era joven cuando nació, el 19 de septiembre de 1921, en una de las regiones más pobres y bellas del Brasil: Recife. Su familia, de clase media baja, fue golpeada por la gran crisis de 1930, lo que despertó una gran conciencia por los más necesitados en el pequeño hijo de la familia Freire.

La realidad del nordeste brasileño tampoco era fácil: hasta muy poco tiempo atrás sus habitantes habían vivido en la esclavitud, las clases rurales perduraban aún en relaciones laborales de opresión y marginación, sin participación alguna en las decisiones importantes del país. Para votar, por ejemplo, era preciso saber leer y escribir. Pese a las dificultades, sus padres le enseñaron a Paulo a escribir, bajo la sombra de los árboles de la casa en la que vivían en Pernambuco.

Paulo Freire tenía solo trece años cuando su padre murió, y tuvo que dejar sus estudios. Logró volver a la escuela secundaria a los dieciséis años y, con más de veinte, ingresó a la Facultad de Derecho de la Universidad de Recife, en 1943, donde estudió filosofía y psicología del lenguaje. Después de su graduación, se dedicó a dar clases de portugués en una escuela secundaria donde comenzó a poner en práctica sus ideas acerca de facilitar que los estudiantes, curiosos, descubrieran los contenidos académicos en forma dinámica.

En 1944 se casó con Elza Maia Costa de Oliveira, una muchacha que también trabajaba como profesora de primaria y con quien tuvo cinco hijos. En 1946 fue nombrado director del Departamento de Educación y Cultura del Servicio Social en el Estado de Pernambuco, donde comenzó a trabajar con los habitantes de Recife que aún no sabían leer ni escribir. Fue uno de los fundadores del Movimiento de Cultura Popular de Recife, creado en 1960, donde estuvo a cargo de la división de investigaciones.

Paulo Freire, pedagogía del oprimido

«La pedagogía del oprimido, como pedagogía humanista y liberadora tendrá, pues, dos momentos distintos aunque interrelacionados. El primero, en el cual los oprimidos van desvelando el mundo de la opresión y se van comprometiendo, en la praxis, con su transformación, y, el segundo, en que, una vez transformada la realidad opresora, esta pedagogía deja de ser del oprimido y pasa a ser la pedagogía de los hombres en proceso de permanente liberación», sostuvo en Pedagogía del oprimido (1970).

Siempre preocupado por las poblaciones más necesitadas, terminó por forjar un método de enseñanza y aprendizaje que lo erigió como uno de los mayores pensadores de la educación de todo el Siglo XX. Basado en un principio de diálogo, Freire mostró que era posible pensar en una nueva relación entre los profesores y sus alumnos, una forma de enseñanza en que todo proceso educativo debe partir de la realidad que rodea a los individuos. Estas ideas influyeron en los movimientos revolucionarios de la década del sesenta, la Teología de la Liberación y las renovaciones pedagógicas que se dieron en América Latina, África y Europa. «La lectura del mundo precede a la lectura de la palabra», era, esencialmente, uno de sus principios básicos.

En 1961 tomó el cargo de director del Departamento de Extensión Cultural de la Universidad de Recife y, en 1962, tuvo la primera oportunidad de aplicar su método: en solo 45 días les enseñó a leer y escribir a más de 300 trabajadores de las plantaciones de caña de azúcar de la localidad de Angicos, en Río Grande del Norte.

La propuesta de Freire era, básicamente, la negación del sistema unidireccional de educación: los maestros que enseñan a sus estudiantes. En cambio, proponía una comunicación de ida y vuelta, eliminando la dicotomía educadores y educandos. Para Freire, ambos, maestros y estudiantes, debían establecer un diálogo en el cual tendría lugar el proceso educativo. La educación problematizadora —tal como la denominó— apuntó claramente hacia la liberación y la independencia de los sujetos, con la intención de transformar la pasividad de los estudiantes e incentivar el interés por transformar la realidad.

Los resultados de su experiencia posibilitaron que el presidente de Brasil, João Goulart, aprobara la creación de un plan de alfabetización para adultos en todo el país, pero el golpe de Estado de 1964 puso fin al proyecto.

Exilio y regreso

Freire fue encarcelado y acusado de comunista y traidor. Después de un breve exilio en Bolivia, emigró hacia Chile donde trabajó durante cinco años como consultor en la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), y en distintos planes del gobierno demócrata cristiano de Eduardo Frei, como el programa de educación de adultos del Instituto Chileno para la Reforma Agraria (ICIRA). En 1970 se mudó a Ginebra, Suiza, para trabajar como consultor en el Consejo Mundial de Iglesias, donde desarrolló programas de alfabetización para Tanzania y Guinea Bissau.

Tras dieciséis años de exilio volvió a Brasil, en 1980, para trabajar como profesor de la Pontificia Universidad Católica de San Pablo (PUC-SP) y en la Universidad de Campiñas (Unicamp). Una de las experiencias más importantes de este período fue el trabajo que realizó como Secretario de Educación del municipio de San Pablo, durante el gobierno del Partido de los Trabajadores, encabezado por Luiza Erundina, entre 1989 y 1991. En esos años colaboró de manera decisiva en las campañas alfabetizadoras de Nicaragua y Perú (Fernando Cardenal, Ministro de Educación del gobierno sandinista entre 1984 y 1990, habla en esta entrevista del papel decisivo que tuvo Freire en las campañas de alfabetización en ese período).

En 1986 recibió el premio internacional «Paz y Educación» de la UNESCO y más de veinte universidades de todo el mundo lo declararon doctor honoris causa.

Murió en San Pablo, el 2 de mayo de 1997, a los 75 años.

Pedagogía para cambiar la realidad

En enero de 1993, Paulo Freire fue entrevistado por el Museo de la Persona de Brasil. En ella habló sobre su experiencia como ministro de Educación durante el gobierno de Goulart y los años de la última dictadura militar en Brasil, cuando el ejército suspendió el Plan Nacional de Alfabetización instituido por Freire, además de cuestiones pedagógicas.

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CERTIFICADO DE PARTICIPACIÓN EN EL CONGRESO

LOS EXPERTOS SEÑALAN 2017 COMO EL AÑO DE LA REVOLUCIÓN PEDAGÓGICA

En 2017, metodologías como el trabajo por proyectos, el aprendizaje colaborativo, la educación por competencias o el aprendizaje basado en la resolución de problemas serán una realidad en las aulas.

Esta es una de las conclusiones que aporta el estudio Perspectivas 2014: tecnología y pedagogía en las aulas, desarrollado por el Gabinete de Comunicación y Educación de la Universidad Autónoma de Barcelona y aulaPlaneta, que augura un cambio en la manera de enseñar en las aulas en los próximos cinco años. Esta revolución, que tiene en 2017 su año de máximo desarrollo, vendrá propiciada por introducción de las TIC y los dispositivos digitales en las escuelas.

NUEVOS MÉTODOS PARA REVOLUCIONAR LA EDUCACIÓN

La implantación de estos métodos, según el estudio, será progresiva y se producirá en cuatro fases:

* En 2016. El trabajo por proyectos, que ya se utiliza de manera puntual, pasará a aplicarse de forma estructural. Es decir, las asignaturas pivotarán en torno a este método cooperativo, y los alumnos trabajarán mediante proyectos para alcanzar los objetivos curriculares de la asignatura. Este método actuará de punta de lanza para la introducción de otras metodologías.

* En 2017. Se implantarán en las aulas el aprendizaje colaborativo, la educación por competencias, el aprendizaje analítico, el aprendizaje enfocado a la solución de problemas y el aprendizaje por exploración. Desgranamos en qué consiste cada uno:

- El aprendizaje colaborativo se basa en el planteamiento de actividades en las que los alumnos tienen que trabajar en equipo e interactuar para conseguir un objetivo común, a la vez que asumen responsabilidades individuales. En él intervienen cada vez más servicios digitales que permiten la cooperación activa entre los alumnos a través de la Red.

- El trabajo por competencias es una metodología que busca desarrollar las capacidades, habilidades y actitudes de los alumnos para que sepan cómo aplicar lo aprendido a la vida real.

- El aprendizaje analítico se basa en la posibilidad de suministrar por ordenador al alumno contenidos, ejercicios o experiencias adaptados a sus necesidades y a sus resultados.

- El aprendizaje enfocado a la solución de problemas es un método que anima al alumno a aprender de manera práctica mediante la puesta en marcha de distintas estrategias destinadas a resolver un problema.

- El aprendizaje por exploración potencia la curiosidad del alumno para que este explore y experimente con la realidad para aprender.

* En 2018. El aprendizaje móvil, basado en el uso de dispositivos y servicios móviles que permitan al alumno aprender en cualquier momento y lugar, se habrá asentado en las aulas. Siempre, de manera compatible y complementaria a la educación presencial.

* Más allá de 2020. La pedagogía inversa o flipped classroom se irá aplicando poco a poco en las escuelas. Su implantación depende, en gran parte, de que los docentes dispongan de contenidos y servicios digitales que favorezcan la aplicación del método. La flipped classroom invierte el orden tradicional de la clase, de modo que los alumnos leen o visualizan mediante vídeos u otros recursos digitales los temas a tratar, y en clase trabajan de forma práctica con el profesor esos conocimientos teóricos.
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