"La conciencia, esa gran desconocida y, paradójicamente, tan presente en nosotros como ausente en el mundo"
(Amador Martos)

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LOS 4 EXCESOS DE LA EDUCACIÓN MODERNA QUE TRASTORNAN A LOS NIÑOS

Un artículo de Jennifer Delgado Suárez, psicóloga.

Cuando nuestros abuelos eran pequeños, tenían solo un abrigo para el invierno. ¡Solo uno! En aquella época de vacas flacas, incluso tener un abrigo se consideraba un lujo. Por eso, los niños lo cuidaban como un bien precioso. En aquellos tiempos se solía tener lo mínimo indispensable. Y los niños eran conscientes del valor y la importancia de sus cosas.



Mucha agua ha corrido bajo el puente desde entonces y nos hemos convertido en personas más sofisticadas. Nos gusta tener muchas opciones e intentamos que nuestros hijos tengan todo lo que desean y, si es posible, mucho más. Sin embargo, no nos damos cuenta de que al mimarles excesivamente contribuimos a crear un ambiente en el que pueden proliferar los trastornos mentales.

De hecho, se ha demostrado que un exceso de estrés durante la infancia aumenta las probabilidades de que los niños desarrollen problemas psicológicos. Así, un niño sistemático puede ser empujado a desarrollar un comportamiento obsesivo y un pequeño soñador puede perder su capacidad para concentrarse.

En este sentido, Kim Payne, profesor y orientador estadounidense, llevó a cabo un experimento muy interesante en el cual simplificaron la vida de los niños diagnosticados con un Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad. Al cabo de tan solo cuatro meses, el 68% de estos pequeños habían pasado de ser disfuncionales a ser clínicamente funcionales. Además, mostraron un aumento del 37% en sus aptitudes académicas y cognitivas, un efecto que no pudo igualar el medicamento más prescrito para este trastorno, el Ritalin.

Estos resultados son, en parte, extremadamente reveladores y, por otra parte, también son ligeramente atemorizantes ya que nos hace preguntarnos si realmente les estamos proporcionando a nuestros hijos un entorno sano desde el punto de vista mental y emocional.

¿Qué estamos haciendo mal y cómo podemos arreglarlo?

¿Cuando mucho se convierte en demasiado?

A inicios de su carrera, este profesor trabajó como voluntario en los campos de refugiados, donde tuvo que lidiar con niños que sufrían estrés posttraumático. Payne apreció que estos niños se mostraban nerviosos, hiperactivos y continuamente expectantes, como si algo malo fuera a pasar de un momento a otro. También eran extremadamente cautelosos ante la novedad, como si hubieran perdido esa curiosidad innata de los niños.

Años más tarde, Payne apreció que muchos de los niños que necesitaban su ayuda mostraban los mismos comportamientos que los pequeños que provenían de países en guerra. Sin embargo, lo extraño es que estos niños vivían en Inglaterra, por lo que su entorno era completamente seguro. Entonces, ¿por qué mostaran síntomas típicos del estrés postraumático?

Payne piensa que aunque los niños de nuestra sociedad están seguros desde el punto de vista físico, mentalmente están viviendo en un entorno similar al que se produce en las zonas de conflictos armados, como si su vida peligrara. Estar expuestos a demasiados estímulos provoca un estrés que se va acumulando y obliga a los niños a desarrollar estrategias para sentirse a salvo.

De hecho, los niños de hoy están expuestos a un flujo constante de información que no son capaces de procesar. Se ven obligados a crecer deprisa ya que los adultos colocan demasiadas expectativas sobre ellos, haciendo que asuman roles que en realidad no les corresponden. De esta manera, el inmaduro cerebro de los niños es incapaz de seguir el ritmo que impone la nueva educación, y se produce un gran estrés, con las consecuencias negativas que este provoca.

Los cuatro pilares del exceso

Como padres, normalmente queremos darle lo mejor a nuestros hijos. Y pensamos que si un poco está bien, más será mejor. Por eso, ponemos en práctica un modelo de hiperpaternidad, nos hemos convertido en padres helicóptero que obligan a sus hijos a participar en una infinidad de actividades que, supuestamente, les preparan para la vida.

Por si no fuera suficiente, llenamos sus habitaciones de libros, dispositivos y juguetes. De hecho, se estima que los niños occidentales tienen, como media, 150 juguetes. Es demasiado, y cuando es demasiado, los niños se sienten abrumados. Como resultado, juegan de manera superficial, pierden el interés fácilmente por los juguetes y por su entorno y no desarrollan su imaginación.

Por eso, Payne afirma que los cuatro pilares del exceso sobre los cuales se erige la educación actual de los niños son:

1. Demasiadas cosas

2. Demasiadas opciones

3. Demasiada información

4. Demasiada velocidad

Cuando los niños son abrumados de esta forma, no tienen tiempo para explorar, reflexionar y liberar las tensiones cotidianas. Demasiadas opciones terminan erosionando su libertad y les roba la oportunidad de aburrirse, que es fundamental para estimular la creatividad y el aprendizaje por descubrimiento.

Poco a poco, la sociedad ha ido erosionando la maravilla que implica la infancia, hasta tal punto que algunos psicólogos se refieren a este fenómeno como “la guerra contra la infancia”. Basta pensar que en las dos últimas décadas los niños han perdido una media de 12 horas semanales de tiempo libre. Incluso los colegios y las guarderías han asumido una orientación más académica.

Sin embargo, un estudio realizado en la Universidad de Texas ha desvelado que cuando los niños juegan deportes bien estructurados se convierten en adultos menos creativos, en comparación con los pequeños que han tenido mucho tiempo libre para jugar. De hecho, los psicólogos han notado que la forma de jugar moderna genera ansiedad y depresión. Obviamente, no se trata solo del juego más o menos estructurado sino también de la falta de tiempo.

Simplificar la infancia

La mejor manera de proteger la infancia de los niños es decir “no” a las pautas que la sociedad pretende imponer. Se trata de dejar que los niños sean simplemente eso, niños. La vía para proteger el equilibrio mental y emocional de los niños consiste en educar en la simplicidad. Para lograrlo es necesario:

- No atiborrarles de actividades extraescolares que, a la larga, probablemente no le servirán de mucho.

- Dejarles tiempo libre para que jueguen, preferentemente con otros pequeños o con juguetes que puedan estimular su creatividad, no con juegos estructurados.

- Pasar tiempo de calidad con ellos, es el mejor regalo que pueden hacerles los padres.

- Crear un espacio de tranquilidad en sus vidas donde puedan refugiarse del caos cotidiano y aliviar el estrés.

- Asegurarse de que duermen lo suficiente y descansan.

- Reducir la cantidad de información, asegurándose de que esta sea comprensible y adecuada a su edad, lo cual implica hacer un uso más racional de la tecnología.

- Simplificar su entorno, apostando por menos juguetes y cerciorándose de que estos estimulan realmente su fantasía.

- Disminuir las expectativas sobre su desempeño, dejándoles que sean simplemente niños.

Recuerda que los niños tienen toda la vida por delante para ser adultos, mientras tanto, deja que sean niños y disfruten de su infancia.

Fuentes:
Bowers, M. T. et. Al. (2014) Assessing the Relationship Between Youth Sport Participation Settings and Creativity in Adulthood. Creativity Research Journal; 26(3): 314-327.
Payne, K.J. (2009). Simplicity Parenting. New York: Ballantine Books.
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"LOS PROFESORES DE RELIGIÓN EN ESPAÑA NOS CUESTAN MÁS DE 600 MILLONES DE EUROS"

En su libro "La cruz en las aulas", el presidente de Europa laica, advierte de que "la enseñanza es el espacio más apetecido por todas las religiones".

Librería Cazarabet | El sueño igualitario. A pesar de la creciente secularización de la sociedad española, la Iglesia católica, con la complicidad de una parte importante del poder político, participa activamente en las instituciones del Estado. Los centros educativos no son una excepción. Todo lo contrario; el clero católico, donde más ejerce su influencia, es en el ámbito de la enseñanza. 'La cruz en las aulas', de Francisco Delgado, presidente de Europa Laica, trata de analizar y explicar cómo es esa presencia y cuál es su origen. Salvo en el breve periodo de la II República, el peso católico en las instituciones educativas ha sido una constante. Cuando en el siglo XVIII, Condorcet abogaba por un modelo laico de enseñanza en Francia, en España la Constitución de 1812 institucionalizaba la catolicidad de la instrucción pública. Y hasta hoy. Aunque la Constitución de 1978 proclama la no confesionalidad del Estado en el ámbito de la enseñanza, se dejan –deliberadamente– muchas puertas abiertas para que, tanto en materia simbólica como curricular, la Iglesia católica mantenga, y aun prolongue, una endémica y poderosa presencia.

CAZARABET CONVERSA CON FRANCISCO DELGADO:

Francisco, pero ¿todavía existen cruces, presentes físicamente, en las aulas?

El título más que una metáfora algo llamativa para causar cierto impacto, fue sugerida por la editorial y así se me lo encargó el director de la colección AFONDO-AKAL: Pascual Serrano. La realidad es que en los primeros años de la democracia (formal) se retiraron muchos crucifijos y otros elementos religiosos de las aulas, (finales de los setenta y década de los ochenta del siglo pasado) eso sí, dependiendo del talante de los equipos directivos y del claustro de turno. Y lo hacían cuando retiraban los cuadros de Franco y José Antonio, e instalaban el del rey. Pero sin embargo conforme ha ido pasando el tiempo se han ido incrementando crucifijos y otros elementos ornamentales católicos, en algunos centros, no en exceso pero sí significativamente por presiones fundamentalistas de algunos sectores del profesorado y de las personas designadas por los obispados para impartir religión confesional y hacer proselitismo católico como objetivo básico. Al mismo tiempo que se han ido poniendo de moda actos y folclore católico como belenes, procesiones, advocaciones marianas, etc., sin que la administración educativa haya hecho nada por evitarlo y la mayoría de los equipos directivos y consejos escolares y claustros prefieren no tener “problemas” con la gente más fundamentalista católica, ya sean profesorado o padres y madres. Recordemos que no hace mucho tiempo de forma puntual a denuncias de profesorado o familias en distintos ámbitos se iniciaba lo que algunos medios conservadores y católicos calificaban (nada más y nada menos) que de “guerra de los crucifijos”, de “intolerancia” laicista” que acababa -en algunos casos- en los juzgados. Ahí está, entre otros muchos, el caso más llamativo del CEIP Macías Picavea de Valladolid, con un largo proceso, en donde la judicatura dio una solución algo ”salomónica”, insuficiente para un Estado de derecho y no confesional. Aunque desde hace años (años ochenta) que la administración educativa (MEC y Consejerías) no envían en el pac del mobiliario a los centros ornamentos religiosos, todavía existen en bastantes centros de enseñanza de titularidad pública este tipo de simbología en aulas y espacios comunes. Pero sobre todo que el Estado financia centros dogmáticos católicos, cuya simbología religiosa (de todo tipo) forma parte la decoración principal.

De todas formas digo y pregunto por las cruces presentes físicamente porque subliminalmente sí que creo que, de alguna manera, se educa con esa cruz en las aulas. ¿Cómo y de qué manera?

Claro, los símbolos (himnos, banderas, estandartes, bustos, cuadros de líderes políticos o jefes de Estado, presidentes de república, cruces, imágenes..) significan pertenencia, grupo identitario, poder, comunitarismo...etc. ya sea deportivo, religioso, político, social... Eso lo saben muy bien los nacionalistas (de todo pelaje y color) y, sobre todo, las corporaciones religiosas. Es una forma ideológica de ejercer poder, ya sea de forma expresa o subliminal. Los símbolos que unen a todo un grupo o colectivo mayor o menor, pueden tener un carácter público (de todos) nos guste más o menos, y privado de quienes voluntariamente lo eligen y se identifican con ello. Alguien entendería que un masón o grupo de masones mayoritarios en un centro (sólo como un ejemplo) colocara en el aula y espacios comunes su símbolo (la escuadra y el compás) en lugar preferente, o los seguidores de un partido político el suyo y así sucesivamente. No, son asociaciones privadas y por lo tanto sólo de ese ámbito. Los centros de titularidad pública (e incluso los financiados con fondos públicos) son de todos, existen personas de multitud de ideologías y convicciones, por ello no es adecuado colocar en lugares preferentes símbolos ideológicos que son privados. Las religiones (todas) son entidades privadas, en suma son asociaciones de creyentes de una determinada fe, sólo eso, por muchas personas que estén adscritas a ellos.

Supongo que en materia de laicidad, el Estado Español suspende desde las aulas...

Rotundamente: sí. La Constitución de 1978 expresa: “Ninguna confesión tendrá carácter estatal”. Sin embargo -en la práctica- podríamos considerar que estamos en un Estado confesional católico, ya que los privilegios simbólicos, económicos, tributarios, políticos y en materia de Enseñanza y servicios sociales de los que disfruta la Iglesia católica son enormes. El Concordato de 1953 y los Acuerdos con la Santa Sede de 1979, constituyen el cuerpo jurídico que permite esa situación.

Pero supongo que todo esto arranca de la Educación bajo la bota de la religión, de la católica mayoritariamente.

Claro, durante siglos la religión católica fue la religión del Estado y eso genera un ADN político y social que lo inunda todo. Hasta hace escasas cuatro décadas (salvo en el brevísimo periodo de la II República y en algunos pocos años liberales del siglo XIX) se necesitaba la partida de bautismo y el libro de familia cristiana por poder acceder a un centro escolar o empadronarse, por ejemplo, e incluso hubo momentos que se necesitaba un certificado del cura párroco. En la última dictadura (la franquista nacional católica) en los centros de enseñanza del Estado, no sólo se enseñaba dogma católico, sino que se obligaba a ir a misa, hasta muy avanzados los años setenta. Si nos remontamos años atrás, durante siglos y hasta finales del XIX se exigía “pureza de sangre” (católica) para poder ser maestro, profesor o ser funcionario del Estado. Certificado que se exigía en los primeros años de la Dictadura de Franco. Hay que tener en cuenta que mientras la laicidad de las instituciones se empieza a dar en Francia, Gran Bretaña o EEUU, también en las independencias de Latinoamérica, producto -básicamente- de la Ilustración, en España se aprobaba una Constitución liberal católica y Fernando VII reestablecía -durante años- la Inquisición que había sido abolida por Napoleón. Otras religiones fueron perseguidas hasta bien entrado los años sesenta del s.XX, al igual que masones, ateos, etc.

¿Cómo la religión católica se fue metiendo en las aulas?

De acuerdo con la pregunta anterior. La Enseñanza es el espacio más apetecido por las religiones, esencialmente las monoteístas o abrahámicas, el judaísmo, cristinas en sus cientos de versiones y musulmanas en su diversidad. La católica en España ha sido la religión de la Enseñanza estatal. La Institución libre de Enseñanza o la Escuela Moderna o los Ateneos anarquistas, o las escuelas laicas desde finales del siglo XIX y hasta 1939, surgieron desde la iniciativa privada laica. Porque el catolicismo controlaba la gestión y el currículo de la Enseñanza del Estado. Pasada la dictadura en 1977, con la Constitución de 1978, se establece una cierta laicidad formal en la Enseñanza. Pero sin embargo los poderes públicos han mantenido la religión confesional en el conjunto del Sistema, así como la simbología y financian un alto porcentaje de enseñanza dogmática católica. La mayoría de los libros de texto -de todas las materias- los elaboran editoriales católicas. Las más de 15.000 personas designadas por los obispados para impartir religión, ejercen de verdaderos delegados y delegadas diocesanas en los centros cuya “misión” es hacer proselitismo religioso y tratar de evangelizar la vida de los centros. Y ello nos cuesta a todos (creyentes o no) más de 600 millones de euros. Ya fuera el PSOE o el PP en mayoría, han mantenido y agrandado esos privilegios y el poder de la Iglesia en la Enseñanza, desde 1979, hasta ahora.

¿Podremos disfrutar, algún día de una escuela laica o esto se nos está escapando?

La sociedad española se ha secularizando muchísimo. Según el CIS último (julio 2015) el 69% se declaran católicos (culturales). Pero hace algo más de tres décadas pasaban del 90%. De todas formas, el CIS se refiere a encuestados de todas las edades. Hay gente que tiene más de 70 años y se considera católica por tradición, pero no porque vayan a misa o cumplan con los preceptos católicos. Si nos fijamos en una franja de edad que bascule entre los 20 y los 40 años, las cifras descienden a por debajo del 50% los que se dicen católicos. Esto significa que nos estamos acercando, en cuanto a secularización de la sociedad, a la media europea. En Europa (la comunitaria, por ejemplo), las personas que dicen pertenecer a una organización religiosa son tan solo un tercio de media. España se está aproximando a esa situación. Es más (y esto es lo importante) cuando preguntan a ese 69% si cumple con los preceptos católicos, son algo más del 20% los que dicen que van a misa habitualmente o que cumplen con dogmas habituales. Un indicativo, muy fiable, son las personas que señalan la casilla en la Declaración del IRPF, para que se financie la Iglesia católica, año tras año no pasan del 35%. Las personas que se declaran ateos o agnósticos, ya superan el 25% y entre los menores de 40 años superan el 40%. Otro dato interesante es que -según la Conferencia Episcopal Española-, en 2013 se bautizaron sólo al 58% de los niños que nacieron. A pesar de ser una especie de rito de paso, de manera pagana o religiosa, ya hay más de un 40% de los niños que no se bautizan. Es un paso importante, el de la secularización de la sociedad, que debe ser el precedente de una auténtica separación entre Iglesia y Estado. El Estado debe ser laico y no mezclarse en ninguna religión concreta. El Estado debe ser neutral ante las convicciones. Si ello lo trasladamos a la Enseñanza, a pesar de las presiones que se ejercen en los centros sobre las familias para que éstas matriculen a sus hijos e hijas en religión. En el curso pasado 2014-15, el número de alumnado que asistía a clase de religión en el conjunto de las etapas y del Estado, en los centros de titularidad pública, no pasaba del 45%. Si nos atenemos a toda la Enseñanza, incluida la católica las cifras aumentan, lógicamente. Y si nos centramos en el alumnado de secundaria (cuando los chavales pueden decidir por ellos mismos), las cifras descienden muchísimo. No pasan del 25% de media en el conjunto del Estado y en la Enseñanza pública. Ello nos conduce a dos reflexiones. Lo haga o no el poder político. A religión cada vez asisten menos alumnos y alumnas. Luego tendrán que sacarlo del horario lectivo por pura lógica. En cuanto a la enseñanza cultural y curricularmente laica, para ello queda más tiempo y dependerá no sólo de la presión de una sociedad secularizada, sino de unas mayorías políticas que cumplan la Constitución y que entiendan que la enseñanza es para saber y no para creer. Por ello la “Campaña por una escuela pública y laica. Religión fuera de la escuela” que promueven más de 50 organizaciones sociales y sindicales de todo el Estado, desde hace más de 20 años y cuyo texto del último Compromiso, figura al final del libro.

¿Y la actual crisis económica, financiera y de renacer potente de los fundamentalismos, como está influyendo, cómo piensas que puede influir en una Europa que debería viajar hacia lo laico?

Aunque a lo largo del libro se hacen referencias continuas a los “nuevos peligros” que acechan a los sistemas educativos públicos, no sólo al español, sino a los del otros países, el capítulo VII del libro se dedica a reflexionar -muy brevemente- sobre ello, cito un trozo de la página 127.“El neoliberalismo educativo se basa en la teoría del capital humano, donde se prioriza a la educación, como un “bien de inversión”, que se ajuste a los procesos de interacción de la economía, bajo los esquemas de libre mercado y libre elección de centro.Bajo ese concepto, la Educación que adquieren los individuos es asumida ideológicamente por éstos y sus familias, también por un batallón de profesores al servicio del neoliberalismo, como una norma que posibilita la mejoría del precio relativo de la fuerza de trabajo, de los sujetos en el mercado. Bajo la fórmula “costo-beneficio”, donde los trabajadores maximizan su ingreso de renta real, debido a la inversión realizada en “Educarse” para un determinado modelo de sociedad. Estas y otras teorías del mercado están calando profundamente en el ámbito universitario y se traslada, poco a poco, a la Enseñanza no universitaria, destruyendo el modelo soñado de Escuela Pública y Laica. La “doctrina del miedo”, también afecta a la Enseñanza. Consiste en lanzar mensajes sobre la falta de recursos, las deficiencias del Sistema público, el fracaso escolar, la educación para la competencia y a lo largo de toda la vida, la alienación con el modelo capitalista y liberal, la inestabilidad del empleo de los docentes, la burocracia y el control, las evaluaciones permanentes… “Y yo añado en esta respuesta, también los fundamentalismos religiosos forman parte del “paquete”. Las escuelas y universidades se convierten así en verdaderos laboratorios para las religiones y otros grupos ideológicos, donde infundir odio al otro, nacionalismos excluyentes, temor a Dios... Y sobre todo, aprovechándose de que en las primeras edades del individuo, (en la enseñanza infantil y primaria) es más fácil penetrar en sus mentes con estos mensajes y esas fantasías, ya que sus conciencias (que nacen libres) se está conformando todavía. Europa (comunitaria y no comunitaria) no se libra de todo ello. Religiones oficiales (y sus lados más oscuros e integristas) y el capitalismo depredador (y -también- su lado más liberal) utilizan la Escuela, pero también las redes sociales y las tecnologías de la información, la televisión y otros medios. Todo vale, para difundir “doctrina de alienación del ser humano” a un determinado Sistema competitivo, de odio o temeroso de cualquier dios. El aumento de los fanatismos nacionalistas, económicos y religiosos es un hecho en todos los Estados europeos y de otras partes del mundo. Se levantan muros y fronteras para los seres humanos (aunque no para el capital, ni la religión). Por lo tanto, entramos en una nueva era, en donde los Derechos Humanos (si casi nunca se respetaron) comienzan a ser “papel mojado” para Gobiernos y poderes facticos. De ahí que una renovada movilización social internacionalista de clase, sería lo único capaz de reconducir esta situación, si no estamos avocados a nuevas catástrofes aun mayores de las que ya tenemos y tuvimos en siglos pasados. De todas formas nunca hay que perder la esperanza, ni el coraje. Y para eso hay quienes luchan desde múltiples trincheras, como lo hicieron siempre (desde hace siglos) mucha gente, de ahí, de esa luchas, surgieron los pequeños avances en derechos y libertades, emancipadores.. etc.
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¿POR QUÉ NO NOS PONEMOS DE ACUERDO SOBRE CUÁL ES LA MEJOR FORMA DE EDUCAR?

Un artículo de Salvador Rodríguez Ojaos, pedagogo, blogger, formador y asesor en innovación educativa, creatividad, educación emocional y educación en valores.

"Si yo, que soy profesor, no me ocupo de mis alumnos, soy un criminal. Mato su potencial pasión." Nuccio Ordine


Cuando se alzan cada vez más voces reclamando un nuevo paradigma educativo, entre las que modestamente me incluyo, también surgen otras voces (Gregorio Luri, Alberto Royo...) que expresan una opinión radicalmente distinta. ¿Por qué es tan difícil que nos pongamos de acuerdo sobre cuál es la mejor manera de educar?

La primera dificultad reside en la esencia misma de la educación. Todos coincidimos sin demasiados problemas en que es un arma muy poderosa. Pero como cualquier arma puede tener distintos usos. La educación puede ser entendida como un poderoso instrumento de control, de reproducción de lo establecido, o bien, todo lo contrario, como una herramienta de cambio, de construcción de espíritu crítico, de producción de nuevas maneras de entender el mundo.

Otra dificultad reside en el hecho de que tanto educadores como educandos somos seres humanos, somos personas con intereses propios, con nuestra complejidad, con nuestras circunstancias. Aunque en ocasiones educamos en nuestros centros educativos como si nuestros alumnos no fueran personas sino plantas (les obligamos a permanecer inmóviles, en silencio, hablamos de jardín de infancia, de cultivar su mente, de dotarles de buenas raíces...), en realidad, estamos educando personas, individuos que además deben tener las habilidades necesarias para convivir en sociedad.

Hay otras muchas "dificultades" que podríamos comentar, pero quisiera detenerme aquí para hablar de la función docente. En un mundo cada vez más mediatizado por la tecnología, el papel del docente sigue siendo tan importante que no hay un modelo único de éxito educativo porque su influencia es fundamental en el aprendizaje de los alumnos.

Los docentes que consiguen que sus alumnos aprendan son aquellos que logran motivarlos, que consiguen retarlos, que son capaces de encontrar y potenciar su pasión. Lo cierto es no hay una única manera de conseguirlo. Hay docentes que utilizando libros de texto hacen que sus alumnos aprendan, hay docentes que lo consiguen trabajando por proyectos, otros lo hacen invirtiendo la clase ... Pero el elemento que parece marcar de un modo fundamental el éxito de los alumnos es que el docente se ocupe y se preocupe de ellos, que sea capaz de llegar más allá de lo que establecen los currículos, que sea un guía, que sea un modelo.

Ya he utilizado en otras ocasiones esta cita de Maria Montessori: "La mayor señal del éxito de un profesor es poder decir: "Ahora los niños trabajan como si yo no existiera"." Y es que, más allá de metodologías, tecnologías y otras "gías" que se nos puedan ocurrir, sin un buen docente, cualquier aula está vacía.
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UN PAÍS MAL-EDUCADO

Un artículo de Aroa Moreno.

¿Es cierto que los estudiantes salen cada vez peor preparados de la escuela? Hagamos memoria y análisis a través de los libros para analizar sus logros y fracasos.


"Cuál es el mayor bien y la mayor riqueza que puede tener un hombre ante los demás hombres? La educación”. Esta frase abre el libro Cartilla Moderna de Urbanidad (E.D.T., Barcelona, 1929) en su versión para niños, repetida en la versión para niñas. Pero no nos engañemos, eran los manuales que se utilizaban en la escuela en tiempos de la dictadura de Primo de Rivera, sexistas, religiosos y clasistas. ¿Qué ha pasado con la educación desde entonces?

En 1926 se publica en la editorial Magisterio Español Viaje por las escuelas de España, reeditado en 2006 por la Junta de Castilla y León, una serie de artículos escritos por el periodista Luis Bello. En aquel momento, un millón de niños no estaban escolarizados en España y la tasa de analfabetismo se situaba en torno al 43% de la población: “Mesitas rotas, bancos cojos, tinteros mellados, polvo, manchas de humedad… No es amable ni grata la escuela de hoy”.

De todas las reformas que emprendería la Segunda República a partir de 1931, la estrella fue la enseñanza. Una escuela pública, obligatoria, laica, mixta e inspirada en la solidaridad humana. Un periodo fructífero e intenso.

La educación, como la poesía, esa arma cargada de futuro, ha resultado una herramienta útil para los diferentes gobiernos y desgobiernos. Los maestros de la Segunda República fueron duramente represaliados y enviados al exilio, y su escuela, como se conoció entonces, destruida. Ya en la posguerra, la educación adquiere un carácter nacional-católico partiendo de las ideas de José Antonio Primo de Rivera. Obligatoria, gratuita y separada, de nuevo, por sexos.

La evolución de la educación en España ha sufrido demasiados vaivenes. Nunca se ha conseguido un verdadero pacto de Estado. Sostiene el filósofo y pedagogo José Antonio Marina en su último libro, Despertad al diplodocus (Ariel, 2015), que hay que reclamar a los partidos su programa educativo y los plazos para cumplirlo. En poco tiempo, con fondos similares a los previos a los recortes, podríamos situar nuestra educación a la altura de las mejores de Europa. Marina recuerda que en España todos los menores están escolarizados y que tenemos más de 650.000 docentes pero que, aun así, somos incapaces de educar. ¿A qué se debe esta mediocridad?

Para repasar el devenir de la educación en nuestro país, analizando las doctrinas y las prácticas pedagógicas, y a la vez la razón de ser y los modos de vida de cada etapa, desde la tradición romana hasta el siglo XX, es interesante acudir al ensayo del profesor Alfonso Capitán Díaz, Breve historia de la educación en España (Alianza, 2002).

“Des-educados”

Si uno de los grandes intelectuales del siglo XX, Noam Chomsky, acierta cuando afirma, en su libro La (des)educación (Austral, 2012), que la educación es responsable de formar estudiantes que asuman “ensanchar los horizontes de la democracia y de la ciudadanía, construyendo un mundo menos discriminatorio, más democrático, menos deshumanizado y más justo”, habría que revisar las bases de la nuestra para hallar las razones que la han llevado a una completa desintelectualización.

Según los resultados de los informes internacionales estamos asistiendo en los últimos años a un declive abrupto de la instrucción, fruto de los cambios curriculares improvisados y los recortes presupuestarios. La educación de nuestro país, la universal que por derecho constitucional desde 1978 deben recibir todos los menores de dieciséis años, ha sido víctima desde hace tiempo de un formidable desprecio.

Revisando la educación hoy

La catedrática de Filosofía moral y política de la Universidad Autónoma de Barcelona, Victoria Camps, premio Espasa de Ensayo, afirma en su último libro, Creer en la educación (Península, 2015), que el problema fundamental es la falta de fe: “Se ha perdido el norte, se ha caído en la indefinición y se ha olvidado el objetivo fundamental: la formación de la personalidad. Urge volver a valores como el respeto, la convivencia, el esfuerzo, la equidad o la utilización razonable de la libertad”.

En su ensayo Heducación se escribe sin hache (Debate, 2014), el profesor Ángel Santamaría analiza las diferentes reformas, nunca consensuadas, que prometen arreglarlo todo, para quedar al albur de los cambios políticos.

En Cuestión de educación (Debate, 2015), la periodista Inés García-Albi se aparta de las visiones catastrofistas y niega eso de que “cualquier tiempo pasado fue mejor”. Cada época debe educar a sus estudiantes para el mundo que les ha tocado en suerte, por eso insta a reflexionar sobre la pregunta de si estamos educando a nuestros hijos para el mundo en el que viven y vivirán. “En España —escribe García-Albi— aún no tenemos claro el modelo educativo que queremos y seguimos con discusiones ideológicas que nada tienen que ver con resultados académicos y el avance hacia una sociedad del conocimiento”.

Echar a Marx del instituto

La LOGSE, la LOE y la LOMCE son las siglas de las tres reformas de la educación aprobadas en democracia. La última de ellas, la LOMCE, reduce la asignatura de filosofía de forma sustancial en los programas, donde pasa de ser una materia obligatoria a optativa, lo mismo que pasó con el latín, que de formar parte del currículo de Secundaria tuvo que convertirse en una posibilidad llamada Cultura Clásica. Actualmente, un estudiante puede acabar a los 16 años sin saber nada acerca de los fundamentos que estructuran el pensamiento occidental, desde Aristóteles hasta Marx.

El escritor Antonio Muñoz Molina abordaba de alguna forma esta cuestión en un artículo publicado en el diario El País en octubre de 2015, afirmando que la supresión de la filosofía de la enseñanza no quiere decir que se haya favorecido el conocimiento científico: “El analfabetismo unánime sigue siendo la gran ambición de la clase dirigente y de la clase política en España”.

El filósofo, político y profesor universitario italiano Massimo Cacciari afirma en su último libro, Labirinto filosofico (Adelphi, 2015), que Europa está masacrando las humanidades de acuerdo con la premisa “lo pasado, pasado está”. Pero, según sostiene Cacciari, el pasado forma parte de cualquier proyecto de futuro. Al marginar la filosofía y las humanidades, Europa se está destruyendo a sí misma.

El filósofo José Luis Pardo, Premio Nacional de Ensayo por su libro La regla del juego (Galaxia Gutenberg, 2004), alerta en un artículo titulado “La dudosa modernización de la educación superior”, de la banalización de las humanidades: “Así como las ciencias han de adaptarse a la nueva lógica del mercado global, las letras han de conformarse a la nueva lógica del mercado político (no menos global) de las identidades culturales: las filologías, la historia (incluida la del arte), la filosofía, la antropología cultural o la sociología encontrarán su porvenir en su desmembración en una colección de preferencias privadas que convertirán, pongamos por caso, a Stendhal o a Aristóteles en emblemas de una determinada identidad cultural, religiosa, sexual o lingüística”.

Escribía el lógico, filósofo y escritor Bertrand Russell, en su libro Sobre educación (Austral, 2013), que los educadores, más que cualquier otro profesional, son los guardianes de la civilización y la educación debe ser la raíz del progreso de la misma. Nuestra escuela, en lugar de ser un espacio para el aprendizaje de procedimientos y técnicas repetitivas e infalibles, debe prepararse para formar a hombres y mujeres con un pensamiento crítico e independiente, que razonan sobre todo lo que se oculta tras las explicaciones que les dan y que buscan otros mundos posibles.
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DALÁI LAMA PROPONE REFORMAS EDUCATIVAS PARA PROPICIAR ‘MENTES SANAS’

Ginebra, Suiza. El dalái lama declaró el viernes ser partidario de reformas educativas que ayuden a las generaciones futuras de niños a mantener sus "mentes sanas".

"Con franqueza, nuestra generación (tiene) pocas esperanzas", declaró, lamentando que el siglo XXI haya dado hasta ahora la impresión de ser tan sangriento y cruel como el XX.

"Nuestra esperanza es la generación futura, si empezamos ya con la educación (...) que nos enseñe a crear mentes sanas", añadió al margen de un encuentro en Ginebra, sede del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, junto con otros premios Nobel de la paz.

El dalái lama precisó que estaba participando en la elaboración colectiva de un "primer borrador" de un programa de estudios más "holístico", que habrá de estar listo hacia finales de este año.

"La base de la naturaleza humana es compasiva", aseguró, pero recalcó la importancia de las acciones concretas para ayudar a la gente a conservar la empatía que se siente cuando niño.

"Soy un monje budista. Mi práctica diaria incluye rezar", dijo, agregando: "Soy escéptico (sobre las posibilidades) del rezo para aportar la paz al mundo (...) La paz tiene que venir de la acción".

China considera al dalái lama y a sus partidarios como "separatistas" que quieren la independencia. Sin embargo, el líder espiritual tibetano en el exilio y ganador del premio Nobel asegura que sólo pide más autonomía.

"No estamos buscando una separación", aseguró este viernes, instando a todos los países y pueblos a defender una "cultura de la paz".
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EDUCACIÓN, ¿ARTE O CIENCIA?

Un artículo de Miguel Ángel Alegre Canosa, Analista de Ivàlua.

Si entendemos la evidencia científica como aquel conocimiento riguroso y contrastado que nos habla del funcionamiento e impacto de cualquier actuación que pretenda transformar la realidad, entonces la conclusión es clara: al mundo de la educación no le interesa la evidencia, no la respeta. Al igual que sucede en el ámbito del arte, lo que mueve la acción educativa -la que se plasma en escuelas e institutos- es más la intuición, las corrientes culturales y las apuestas morales que no la evidencia sobre su efectividad. Este argumento lo esgrimió Robert Slavin (fundador de la Best Evidence Encyclopedia y del proyecto Success for All en EEUU) en la jornada ¿Qué funciona en educación?, recientemente organizada por Ivàlua y la Fundación Jaume Bofill con el apoyo de la Obra Social la Caixa.

Este menosprecio de la evidencia científica no lo veíamos en otras disciplinas, por ejemplo, en medicina. Imaginemos que mi hijo de dos años no para de toser, le cuesta respirar y le sube la fiebre. Lo llevo al pediatra, claro. Y entonces imaginamos que este, justo después de recibirme, me dice, «no tengo claro si el examen diagnóstico que realizaré a su hijo tiene base científica, pero pienso que nos puede orientar». Al ver mi semblante despavorido, entonces me diría «tranquilo, le recetaré unas píldoras que estoy convencido le irán bien; no han sido clínicamente testadas, pero tengo un buen presentimiento con respecto a su eficacia». Inverosímil, ¿verdad?

De hecho, tenemos que agradecer que casi siempre que enfermamos lo hacemos por causas bastante comunes y conocidas. Así los médicos pueden considerar y aprovechar un buen puñado de evidencia científica acumulada a la hora de tratarnos. Es lo que llamamos «medicina basada en la evidencia», un paradigma que en los países desarrollados no se remonta más allá de los 70.

BROTES VERDES

El mundo de la educación está lejos de este paradigma. Pero si el profesor Slavin titulaba su conferencia ¿Qué funciona en educación?: una revolución tranquila es porque se vislumbran algunos brotes verdes en la relación entre educación y evidencia, sobre todo en el mundo anglosajón. La Best Evidence Encyclopedia o las tareas de revisión y síntesis de evidencias en educación que realizan instituciones como el What Works Clearinghouse en EEUU o el Education Endowment Foundation en el Reino Unido son un buen ejemplo de ello.

¿Qué panorama encontramos en nuestro país? Pues uno bastante yermo.

En efecto, los debates y las decisiones públicas en torno a cuestiones como los incentivos económicos al profesorado, la duración de la escolarización obligatoria, la educación 0 a 3 años, la jornada escolar continua, la libertad de elección de centro, las TIC en la enseñanza, la evaluación de los alumnos y los centros, cambios en el currículo básico…, raramente se han apoyado en ejercicios serios de recogida y análisis de evidencias sobre su efectividad. No respetamos la evidencia.

PROBLEMAS NO ÚNICOS

Si queremos mejorar las políticas y las prácticas educativas debemos apostar por una educación más científica, esto es, más basada en la evidencia, en lo que sabemos sobre su potencial de impacto. Como en el caso de la medicina y las enfermedades, buena parte de los problemas (educativos) de nuestros estudiantes no son únicos.

Los tienen y los han tenido otros estudiantes en otros contextos y en otros tiempos, estos problemas han sido tratados y los resultados de estos tratamientos, en ocasiones, bien evaluados. Revisemos este conocimiento, traduzcámoslo, si es necesario, en el contexto de nuestra intervención, pero aprovechémoslo. Aprovechémoslo los docentes, las escuelas, gestores y responsables de programas y políticas educativas. Está en juego la salud educativa (esto es, los aprendizajes y las oportunidades educativas y sociales) de toda una generación.

¿Dónde queda el arte, entonces? En mi opinión, en la innovación. Porque la educación no puede quedar encorsetada dentro de los márgenes de la evidencia establecida. La educación debe avanzar, afrontar problemas irresueltos, perseguir nuevos objetivos y, al mismo tiempo, generar nuevas evidencias. Y para ello, es necesario experimentar, testar acciones que quizá tendrán aún poca evidencia acumulada, acciones imaginativas y, por qué no, arriesgadas. Eso sí, será importante plantear estas innovaciones de forma que sean evaluables y puedan contribuir a generar nuevo conocimiento.

En resumen, no es arte o ciencia. La educación debe ser ciencia y debe ser arte. Una ciencia que respeta la evidencia y que se preocupa de generar otra nueva; un arte que innova e inventa soluciones audaces a problemas no resueltos.
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LOBO

REFLEXIONES DE UNA ALUMNA SOBRE LA EDUCACIÓN

Hace unos días una alumna a la que doy clase de Matemáticas II en un grupo de 2º de Bachillerato, se dirigió a mí para hacerme una consulta. Lo que creí que podía ser una duda más sobre alguna cuestión de matemáticas, se convirtió en una agradable petición. Carlota (así se llama mi alumna) me pidió si podía leer unas reflexiones que había escrito. Unas reflexiones sobre educación. Carlota es una alumna más de la clase, pero además, según veo, especialmente implicada en aspectos de nuestras vidas hasta el punto que escribe sobre ello. En este caso escribe sobre educación. Carlota tiene casi 18 años, sobresale en matemáticas y, según veo, también tiene las ideas bastante claras en otras muchas cosas. Y ella ha pensado y escrito sobre cuestiones relacionadas con la educación en general. Me dijo que no tenía inconveniente en que esto se publicara en la Web. Os dejo pues con sus reflexiones (la transcripción es literal, no le he quitado ni le he puesto nada, os la dejo tal cual ella me la envió a mí), no sin antes agradecer a Carlota lo mucho que nos está dando, a través de su palabra, a todos los que estamos metidos en este mundo de la educación.

REFLEXIONES SOBRE EDUCACIÓN. POR CARLOTA TAVIRO FERNÁNDEZ.

Siempre he pensado que la educación es aquello que hace que al final no importe de dónde vienes, sino a dónde vas. La forma más inteligente de justicia social, la que permite que todos tengamos las mismas oportunidades, pase lo que pase, y salgamos de la casilla que salgamos en este juego que es la vida. Por ello creo que como sociedad estamos fallando por estar perdiendo el tiempo y no invertir más en educación, aquello que hace que seamos lo que somos. No hablo sólo de dinero, hablo de ideas, de esfuerzos, de proyectos. Hablo de invertir en grandes cambios que propicien mejores resultados, no sólo académicos, también sociales. Y hacerlo a todos los niveles y a todas las edades. Concebir la educación como algo que nos acompaña toda la vida, como una forma más de crecimiento personal que nos permite, además, afrontar el reto de estar en una sociedad cambiante y flexible. Hagamos que ese cambio sea una oportunidad de mejora, no cerremos los ojos a la necesidad de dar un vuelco a la formación para hacerla más adecuada y más humana. Creo en una sociedad en la que se deben tener más en cuenta los méritos, pero para llegar a ella, hace falta primero crear una sociedad justa y llena de oportunidades para todos.

La vida es una escuela constante y debemos irnos preparando para el reto que se nos viene encima a cualquier edad. Debemos aprender siempre… y no sólo aprender conocimiento, sino aprender a aprender, aprender a tener ganas de aprender, aprender a querer ser mejores y despertar a nuevas experiencias. Aprender a pensar y a llevar la contraria si hace falta, a asumir riesgos necesarios para calibrar nuestros logros. Aprender a creer en nosotros mismos y en nuestras capacidades. Aprender a hacernos cada vez más preguntas que nos ayuden a evolucionar, a mejorar nuestro entorno. Acabar con la rutina y la resignación, estimularse cada día y darse cuenta de que nunca es tarde. Aprender a generar nuevos empleos de calidad para los que no lo tienen y darle la vuelta a las cifras hasta que estén a nuestro favor. Todos salimos ganando.

No hablo de invertir más dinero, quizá no haga falta, pero sí invertir mejor y dar más herramientas a los formadores para poder evolucionar. No sólo eso, darle la vuelta, zarandearlo todo y cambiar el modelo, empezar de nuevo si hace falta. Buscar la forma de crecer como sociedad, educar como sociedad. No me refiero a tutelar ni a controlar, me refiero a crear las condiciones para que nadie necesite más allá de lo necesario esa tutela y pueda desarrollar sus proyectos de futuro.

Educar es el arte de entusiasmar

Formar a otras personas es algo apasionante, una responsabilidad enorme. El buen maestro entusiasma e ilusiona. Comparte la emoción que siente por lo que conoce y debe encontrar la mejor manera de compartirlo. Por ello, si el maestro está cansado, aburrido o no tiene interés por lo que cuenta porque la falta de recursos le ha agotado el ingenio, nunca será capaz de transmitir conocimiento. El maestro debe motivar y estimular. Contagiar entusiasmo y hacerle ver al alumno que puede y que a donde no llegue, él o ella le contará cómo. Por eso, quién más tiene que invertir en aprender es el maestro y necesita todo el apoyo para ello. Se debe formar siempre con cursos que le capaciten para motivar, para negociar, para ayudar al alumno a darse cuenta de que tiene talento y saber cómo descubrirlo. Cursos que le ayuden a dar nuevos enfoques a nuevos pensamientos. El docente no sólo da respuestas, invita a hacerse nuevas preguntas. Tal vez, no llegan más lejos los que más saben, sino aquellos que lo demuestran y se arriesgan a fallar.

Educar es también enseñar a quererse a uno mismo

Esta es la asignatura más importante de la vida para todos. Quererse y conocerse. Y eso, claro, no es sólo trabajo de maestros, es un trabajo de las familias que deben ser cómplices y de la sociedad en general. Todos debemos participar en ello. Individualmente y como padres, madres, amigos, familiares, hermanos, como profesores y desde los medios de comunicación, desde las aulas hasta las cocinas de cada casa. Todos tenemos un trabajo que hacer para fomentar el desarrollo personal y la autoestima de los más jóvenes. Estoy convencida de que en una sociedad sana donde las personas tuviésemos un índice de autoestima elevado (no hablo de ego, ni de complejo de superioridad) se evitarían grandes atrocidades.

El maestro es siempre el que más aprende

Todos somos maestros y transmitimos valores cada día. Los formadores de las escuelas también lo hacen cuando imparten conocimientos. Por ello deben estar más valorados por todos y tener oportunidades para crecer y tiempo para poder hacer las cosas sin precipitarse. Preparar sus clases buscando la mejor forma de atraer e interesar y tener métodos para que sus alumnos desmotivados cambien de actitud. Creo que educar es más guiar que corregir. Es dejar margen para el error y enseñar a sobrellevarlo para aprender de él. Deberíamos, entre todos, educar para aceptar el fracaso y exprimirlo, para aprender de nuestras emociones y exprimirlas, no ocultarlas. Educar para aprender y levantarse tras la caída. Educar para vivir en armonía y no sólo para buscar un empleo y hundirse en la rutina y la apatía de la seguridad. Educar para depender de nosotros mismos y saber que durante toda la vida tendremos que continuar aprendiendo.

Educar es crear oportunidades, enseñar a verlas y encontrarlas, enseñar a fabricarlas

Cada uno de nosotros es una persona feliz en potencia. Cada alumno debe saber encontrar qué le hace feliz, sea lo que sea. Entre todos tenemos que decirle que puede y que debe, que se lo merece. Iré aún más lejos, si les educamos sólo para que tengan conocimientos académicos o dominen algunos idiomas, algo muy necesario, cuando lleven su currículum a una empresa, no tendrán nada a su favor que les diferencie de los demás, seguirán en una larga fila de aspirantes sin destacar. Por eso, hay que educar en el respeto a la diferencia y potenciarla, para que cada uno sepa lo que le hace auténtico y extraordinario. Para que nadie se sienta excluido. Cada vez más empresas distinguen a los que se presentan con un currículum que refleja inteligencia emocional y los separa de aquellos que como robots repiten conocimientos. Se buscan personas que siempre estén en proceso de aprendizaje, se busca el poso que esos conocimientos aprendidos ha dejado en ellos y sus ganas de experimentar y conocer. No sólo importan las aptitudes, cada vez más se valoran las actitudes y factores como la resiliencia, la empatía, la capacidad para comunicar y crear, la asertividad, la capacidad de innovar y apasionarse en cada proyecto… y, ¿por qué no nuestros valores y nuestro sentido de la ética? Ya no basta el arte de ejecutar a la perfección, sino de generar nuevas maneras, asumir nuevos retos. Eso es lo que se paga, el ingenio, asumir el riesgo en cualquier disciplina, sea humanística o técnica. Eso se aprende desde el primer momento, a base de conocerse y aceptarse, a base de fracasar y perder miedos, a base de enterrar tabús, prejuicios y perezas. Ese es el empleo de calidad al que debemos aspirar. Empleo de calidad y profesionales convencidos y satisfechos con sus vidas porque se sienten realizados, algo que, lamentablemente, estamos obviando.

Seamos egoístas, invirtamos en educación

Hay maravillosos maestros y maravillosos alumnos. Y la mejor noticia es que serlo sólo depende de nosotros. Como sociedad tenemos una asignatura pendiente, invertir en presente y futuro, educar y dar las mismas oportunidades a todos. No sólo para evitar la injusticia, sino porque con ellos invertimos en nosotros mismos. Ahora mismo, entre los niños y niñas que habitan las aulas hay grandes médicos, investigadores, escritores, emprendedores, periodistas, programadores, artistas en todas las disciplinas… lo son en potencia. ¿Vamos a perder todo ese talento? ¿Nos lo podemos permitir como sociedad? Ellos y todos los que tal vez no lleguen a la cima o no sean conocidos en sus profesiones, pero estén satisfechos con lo que hacen y cada día mejoren la vida de los que les rodean con sus acciones lo merecen. Seamos egoístas, no perdamos ese potencial que nos puede cambiar la vida y darle calidad por no ser capaces de ver más allá de esquemas anticuados. Y, sobre todo, no dejemos que nadie pierda la oportunidad de una vida plena y feliz porque no somos capaces de construir nuestro futuro sin prejuicios.

Porque al contrario de lo que decía el refrán, la letra no entra con sangre, entra con esfuerzo, con respeto y motivación.

Por si alguien quiere seguir a Carlota, esta es su cuenta de Twitter: https://twitter.com/carlotataviro13
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conferencia

EDUCACIÓN PARA ALIENÍGENAS

Un artículo de Víctor Bermúdez Torres, Profesor de filosofía.

El hombre no nace, sino que se hace. Y se hace fundamentalmente a través de su trabajo, que es su hacer principal. Cuando no conocemos a alguien la pregunta típica es: "¿Y tú qué eres?" Todo el mundo entiende que se pregunta por la profesión o actividad principal. "Yo soy médico, jardinero, escritor, estudiante..."... El trabajo no solo proporciona autonomía económica; también, y sobre todo, nos dota de identidad. Con él desarrollamos nuestras capacidades humanas, nos expresamos, nos sentimos valorados, nos reconocemos en la obra producida. En una palabra: nos realizamos como seres humanos.


Ahora bien. El trabajo es la actividad mediante la que el hombre se realiza (dice Marx) solo cuando no es alienante. En caso contrario en lugar de hacernos personas, nos deshumaniza, nos embrutece, nos convierte en meros objetos o mercancías.

La alienacion es el estado por el que uno no se reconoce a sí mismo en lo que hace, porque ese hacer suyo no es suyo, sino que es un hacer diseñado por otros, para los fines de otros (y con respecto a los cuales uno es mero instrumento o medio). Como somos lo que hacemos, un hacer que sentimos constantemente como "extraño" a nosotros y a nuestros intereses (que "ni nos va ni nos viene") nos produce un extrañamiento íntimo: no estamos en lo que hacemos. El trabajo alienante, mecánico, en el que no ponemos el alma, nos deja vacíos, nos cosifica y nos convierte en extraños para nosotros mismos (porque ni somos ni podemos ser cosas). Nos vuelve, en suma, alienígenas. "Alien" (de donde "alienado") significa en latín justamente eso: "extraño, ajeno, extranjero...".

Cuando Marx habla de alienación estaba pensando en los obreros industriales del siglo XIX. Todo lo que constituye el trabajo del obrero es ajeno al propio trabajador: la materia que manipula, las máquinas que usa, el diseño de lo que fabrica. El obrero no se puede desarrollar o proyectar como ser humano en su trabajo. Lo que produce no es “obra suya”, sino mera mercancía para el provecho de otro. El propio trabajo es una mercancía más, sujeta al mercado. Incluso las relaciones sociales dadas en el trabajo son alienantes: el obrero es poco más que una "pieza" entre otras de un inmenso y anónimo mecanismo productivo.

Pues bien, para que mis alumnos comprendan todo esto de la alienación no tengo que complicarme nada la vida. Simplemente les pido que miren alrededor y después... ¡Qué se miren a sí mismos!

Los colegios e institutos de enseñanza pueden recordarnos muchas cosas: museos, cuarteles, con frecuencia cárceles, en los peores momentos hasta zoológicos. Lo que a mí siempre me parecen son fábricas. Talleres inmensos en los que, a toque de sirena, los obreros-alumnos ocupan sus pupitres enfilados frente a pizarras y ordenadores, mientras el patrón-profesor se pasea supervisándolo todo.

Recuerdo después sus miradas perdidas al oír las lecciones, sus gestos mecánicos al escribir lo que les dictan, su resignado encorvarse sobre la hoja del examen diario, hora tras hora, semana tras semana, año tras año... Ni lo que hacen en cada una de esas horas de su vida es elegido por ellos, ni (por lo general) las actividades de clase expresan su subjetividad o tienen apenas relación con sus intereses reales. Ni sé si se esfuerzan realmente por sí mismos o más bien por otros: para satisfacer a otros, o para lograr las recompensas con las que han sido adiestrados por otros (padres, profesores, la sociedad entera...).

¡Qué torpes los que los califican a veces de vagos! Yo todavía no he conocido a un alumno vago; todos están deseando siempre hacer cosas; cosa interesantes, claro. En realidad, a los alumnos solo los conozco de dos clases: los que han aprendido ya a disimular su desinterés (o han sido educados en la marcialidad del esfuerzo sin preguntas), y aquellos, más sanos, que no saben disimular y se niegan, a las claras, a malgastar su energía en aquello que no les importa un pimiento. Pero también estos últimos están alienados, sin estar en lo que están, malviviendo de la mínima ración de autenticidad que son la ensoñación en clase, las fugas clandestinas, las pequeñas bromas...

Y para colmo también en las aulas se propicia la alienación social: la competencia entre alumnos, las relaciones no elegidas (disponiendo junto a quién se sientan "para que no hablen"), la segregación por notas, y hasta, en algunos centros, la separación de sexos en aras del rendimiento. Pues los alumnos no son una excepción con respecto a otros productos. Se fabrican para que den beneficios. Para venderse después, como mercancías, en el mercado de trabajo.

Algunos dicen que la escuela que tenemos es una excelente "educación para la vida"... Pero esto es cierto solo si asumimos que las cosas más nobles y humanas (la creatividad, la libertad, las relaciones desinteresadas con los demás, la realización mediante el trabajo vocacional, el placer del conocimiento...) son cosas inútiles e improductivas. Si asumimos, también, que el trabajo es una maldición bíblica (de la que nos libramos cada viernes para sumirnos en la – otra – rutina del ocio), y que la búsqueda del conocimiento es algo insufrible de lo que hay que escapar cuanto antes... Siempre que asumamos, en fin, que eso que nos quieren vender como lo "bueno" de la vida (el pan, el circo, el consumo, las distracciones, cuanto más caras mejor...) está siempre a mano (un poquito menos en las crisis), sin otro coste, ay, que la vida misma, la de verdad...
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EL DERECHO A UNA NUEVA EDUCACIÓN

Un artículo de Ana Sáenz de Miera Cárdenas, directora de Ashoka España y co-directora de Ashoka Europa.

Si preguntas a una madre o a un padre si quiere que su hijo sea experto en robótica, alguno te responderá que sí. Si preguntas cuántos padres quieren que sus hijos dominen el francés, probablemente un porcentaje pequeño mostrará interés. Si preguntas cuántos quieren que sus hijos sean eruditos en química, encontrarás diversidad de opiniones. Pero si la pregunta es, ¿quieres que tu hijo sea excelente en mejorar el mundo, en solucionar lo que no funciona? Creo, intuyo, que el 100% responderá que sí.


Sin embargo, así como existen miles de decálogos sobre cómo montar una start-up con éxito, o como llegar al top 100 de la lista Forbes, o qué libros inspiraron a Carlos Slim a crecer con éxito, ¿sabemos qué podemos hacer para que nuestros hijos sepan que tienen la capacidad de mejorar el mundo, y que cuenten con las herramientas necesarias para ello?

Tenemos numerosos modelos de referencia que lo han logrado con éxito, y de ellos hay mucho que aprender. Kailash Satyarthi, premio Nobel de la Paz 2014, Jimmy Wales, fundador de Wikipedia y Premio Príncipe de Asturias, Luz Rello, española creadora del primer sistema mundial de detección de dislexia, Muhammad Yunus, creador del microcrédito y premio Nobel de Economía… todos ellos son emprendedores sociales. Todos ellos han contribuido a cambiar el mundo, a mejor.

¿Y qué sabemos de ellos? ¿Qué tienen de especial? ¿Dónde estudiaron? ¿Qué pasó en sus vidas para que decidieran ponerse a cambiar lo que no funcionaba en lugar de mirar hacia otro lado? Sabemos que en su infancia o juventud muchos de ellos tuvieron unas circunstancias determinadas, o un entorno familiar, laboral o escolar que les enseñó a mirar a su alrededor con empatía, y a aprender las habilidades necesarias para, junto a otros, mejorar lo que no funcionaba. Además de a leer, escribir y memorizar, aprendieron a pensar, a decidir, a trabajar en equipo con gente diferente, a aplicar la creatividad en su día a día.

En el mundo actual estas capacidades que nos permiten mejorar nuestro entorno tienen que dejar de ser algo minoritario, al alcance de unos pocos. Es imprescindible, justo y urgente que estén al alcance de todos. Y el camino para lograrlo es el de la educación formal. Ese camino que todos en España necesariamente hemos de recorrer. Se trata de una oportunidad de oro, de al menos 10 años de duración, que no podemos perder para asegurar que todos los niños y niñas cuentan con las herramientas necesarias para la vida, para hacer el bien, para ser felices. Si la educación no se lo proporciona, habremos perdido una gran oportunidad.

La buena noticia es que hay centros educativos que están asegurando que los alumnos que pasan por sus centros aprenden a ser agentes de cambio. Que aprenden y practican la empatía, ponen en marcha proyectos, fallan, piensan, emprenden. Innovan.

Colegios que no son meros edificios ni instituciones, sino equipos de personas comprometidas, creativas y valientes que están poniendo en práctica nuevos enfoques, modelos y objetivos. Colegios que no sólo lo están haciendo bien con sus alumnos, sino que además quieren compartir lo que hacen, y contribuir a un cambio para el resto de la sociedad.

Y no se trata de una innovación solo en forma de pizarra digital o tablet. Innovación educativa es lo que hace un colegio que, para trabajar la empatía en su máximo exponente, al tener alumnos sordomudos en su centro, incluye la lengua de signos como lengua oficial del centro educativo. Innovación educativa es lograr que el 21% de tu alumnado con discapacidad intelectual no solo deje de ser visto como una carga, sino como una oportunidad única de enseñanza al resto de compañeros. Innovación educativa es que los propios alumnos, en equipo, se encarguen de organizar y dinamizar los recreos de los pequeños, con actividades que van más allá de los columpios y el fútbol. La innovación educativa también es emprender socialmente desde la escuela, practicando el aprendizaje-servicio donde aprendes biología haciendo una campaña de donación de sangre en tu barrio. O producir un programa de informativos TV para contar lo que pasa a tu alrededor. La innovación educativa es todo lo que hace que los más pequeños aprendan a trabajar en equipo, a generar un cambio positivo y a desarrollar las habilidades que les hace mejores personas.

La aterradora cifra del abandono escolar del 22% en España, una de los mayores de Europa, nos dice a gritos que algo gordo está fallando. Que a la educación formal le falta enganchar y motivar a sus alumnos y jugar un papel en construir un mundo de actores de cambio.

Pero empezamos a ver ejemplos que nos dan la esperanza de que hay un cambio en marcha. Por ahora son pocos los casos, pero cada vez son más. Si les damos la fuerza y el reconocimiento necesarios, lograrán cambiar el rumbo de la educación en nuestro país.
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EDUCACIÓN COMO FORMACIÓN EN DEMOCRACIA

Un artículo de Salomón Lerner Febres.

La educación, siempre y cuando ella sea desarrollada de modo que cumpla con los rasgos de equidad y calidad, tiene una importancia capital para la supervivencia y la afirmación de la democracia en el Perú. Esto equivale a decir que «educación para todos» no significa en verdad nada relevante si por ello no entendemos «educación de calidad para todos» lo cual significa, en nuestra sociedad, el tomar conciencia del pacto de mediocridad que, desde hace décadas, impera en nuestra educación para así alejarnos de él.


Se ha constatado que en nuestro país la universalización de la educación iniciada en el siglo XX resultó ser, en cierta medida, una cruel ficción porque si bien se quiso extender este derecho a todo el país, lo que se intentó universalizar fue un servicio de inferior calidad que replicaba las diferencias que se suelen establecer entre peruanos con ciudadanía plena y compatriotas que, más allá de la letra de la ley, no gozaban en realidad del ejercicio pleno de todos sus derechos.

De otro lado no es difícil percibir cómo en nuestro país la educación fue –y sigue siendo aún– en gran parte dogmática en sus contenidos y autoritaria en sus prácticas. Dogmática porque demanda de los estudiantes la dócil repetición de afirmaciones, de visiones del mundo, de instrucciones, cuyo verdadero significado no es comprendido ni explicado pues el sentido que atraviesa los contenidos de aquello que se enseña no pareciera importar realmente. Eso no puede conducir sino a premiar a sujetos que se someten al adocenamiento mental y huyen de la crítica que discierne pues ella amenaza lo establecido y se hace así “peligrosa”. Es también la educación autoritaria pues, muchas veces, lejos de cultivar la progresiva maduración para la conquista de la libertad personal, se opta por establecer hábitos de obediencia ciega a las autoridades que ordenan y no dialogan replicándose así patrones de discriminación étnica y de género que impregnan a la sociedad peruana en general.

Aceptando que la meta de la educación no es otra que la tarea, siempre inacabada, de formar al hombre debemos entonces comprometernos como educadores con la tarea de lograr el desarrollo y realización de todas las capacidades que conforman el carácter esencial de lo humano. De esa manera se haría realidad de manera gradual el perfeccionamiento de nuestra naturaleza ética, dialógica y política. Hallarse en condiciones de conducir a sus alumnos por la senda correcta para lograr en ellos el acercamiento al conocimiento y a la vida buena supone que el maestro comprenda y se comprometa con la verdadera naturaleza de la misión educativa: proponer los contenidos del saber no de modo dogmático sino haciendo espacio a la crítica honesta y razonada; alentar la capacidad reflexiva, la búsqueda de razones y el entendimiento del sentido que encierran los hechos; el acercamiento a lo más propio de la naturaleza humana como es la sociabilidad, la apertura al mundo del arte y la cultura, la búsqueda del cumplimiento de valores tanto teóricos cuanto éticos… todo ello se halla implicado en esa noble misión. Hacia esa meta debiéramos encaminarnos. Supone tomar conciencia de nuestras graves deficiencias y actuar en consecuencia. Esperemos que quienes nos vayan a gobernar luego de estas elecciones así lo comprendan y desarrollen por tanto, con eficacia e inteligencia, las políticas públicas pertinentes que nos acerquen a vivir la educación como tarea de formación permanente e integral.
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LA "VERDAD" SOBRE CÓMO EDUCAR A NUESTROS HIJOS Y ALUMNOS

Un artículo de Salvador Rodríguez Ojaos, pedagogo, blogger, formador y asesor en innovación educativa, creatividad, educación emocional y educación en valores.

Hace unos días, un buen amigo mío docente me explicó que en su centro, para optimizar los procesos de enseñanza/aprendizaje, habían encargado a un especialista un estudio sobre cómo aprenden los niños. Las conclusiones de este especialista coinciden en buena parte con la líneas maestras de lo que conocemos como Nueva educación: creatividad, colaboración, corazón (educación emocional), carácter (habilidades no cognitivas)... Hasta aquí no hay nada sorprendente ni destacable en lo que os estoy explicando.


Pero resulta que las primeras reticencias a los resultados de este estudio vinieron de buena parte del equipo docente. Tener que cambiar su rutina, su forma de enseñar significaba hacerles salir de su zona de confort, por lo que se produjo un primer momento de rechazo a los nuevos planteamientos. Con no poco esfuerzo y una buena dosis de liderazgo por parte del equipo directivo se vencieron (al menos aparentemente) las muestras de resistencia al cambio.

Lo realmente destacable sucedió cuando convocaron a las familias de los alumnos para explicarles las conclusiones del estudio y cómo eso incidiría en la educación de sus hijos. Me explicó mi amigo que se produjo una verdadera sublevación, en la que buena parte de los padres pidieron que "se dejaran de inventos" que lo que necesitan sus hijos es memorizar lo que se enseña en las clases para obtener buenas notas, que en el fondo es lo único que importa. ¡Cuánta pedagogía nos queda por hacer para explicar las bondades y ventajas del nuevo paradigma educativo!

Nos empeñamos en educar a nuestros hijos y/o alumnos como si la vida fuese siempre como una autopista (ancha, bien asfaltada, sin obstáculos) en la que se puede circular a buena velocidad con poco riesgo o peligro. Como mucho, les preparamos para tener que detenerse ante algún peaje en el que hay que pagar para poder proseguir el viaje. Pero, en realidad, la vida transcurre en su mayor parte por carreteras secundarias llenas de baches y curvas.

En otras palabras, se lo damos todo hecho. Como padres, les sobreprotegemos hasta casi anular su personalidad. Como explica Noelia López-Cheda (@NoeliaLCheda) en No seas la agenda de tus hijos, llegamos al punto de hacerles las tareas escolares para que saquen buenas notas o de ir a revisar un examen con el profesor de la universidad (¡Me cuesta creer que sucedan cosas así!).

Como docentes, nos empeñamos en darles el aprendizaje en lugar de facilitárselo; les decimos qué tiene que saber y cómo deben saberlo, en lugar de plantearles retos y aprovechar su capacidad de asombro para que construyan su propio aprendizaje, que duden, que cuestionen, que busquen soluciones.

Pero así no les hacemos ningún favor, eso es educarles en una gran mentira, es proporcionarles una idea falsa sobre lo que se van a encontrar a lo largo de su vida, es privarles de las herramientas y las destrezas necesarias para tener éxito en la vida.

Pretender que nuestros hijos y alumnos estudien exclusivamente de manera memorística para sacar buenas notas en los exámenes, es darles "pan para hoy y hambre para mañana". No permitir que nuestros hijos y alumnos aprendan de sus errores, es privarles de la capacidad de adaptarse a un mundo de incertidumbre. No dejarles que se equivoquen, es impedirles que aprendan a levantarse cuando se han caído. ¿De verdad que esa es la educación que queremos para nuestros hijos y alumnos?
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MISTICISMO

LO QUE NOS TOCA EN EDUCACIÓN (México)

Un artículo de la Presidenta Ejecutiva de Suma por la Educación

En la tragedia educativa que vive nuestro país hay muchos actores, del presente y del pasado, que tienen una gran responsabilidad. También en los avances alcanzados, que no son pocos, aunque aún estemos lejos de la meta deseada: tener resultados similares a los mejores del mundo en los indicadores de educación.




Al Gobierno hay que exigirle siempre, para eso está.

A los sindicatos hay que exigirles que no vean sólo por los líderes, sino que se dediquen al estudio, promoción y defensa de los agremiados, para que todo ello ayude a tener mejores docentes.

A los Docentes hay que exigirles que cada día se actualicen, se preparen, para dotar de herramientas a las niñas, niños y jóvenes, pero hemos de contribuir a que su función sea reconocida y valorada.

A los Gremios y Organizaciones hay que exigirles que, con datos duros, formulen planteamientos alcanzables, reconozcan lo logrado, propongan cómo mejorar y señalen cuando se deba reclamar.

Somos un país milagrero. No hablo de fe, sino de milagrería. Esperamos pasar el examen sin estudiar; conseguir la chamba, ingresar a la carrera que elegimos o ser promovidos no tanto por los méritos, sino por las relaciones. Las “palancas”, pues.

La fe auténtica actúa como si todo dependiera de nosotros, mientras pedimos como si todo dependiera de Dios. Esperamos que la Virgencita o el Gobierno realicen las tareas que no siempre les corresponde, sino que nos tocan a nosotros, pero nos permite evitar la parte que nos toca en lo comunitario y tenemos siempre a quien culpar por lo que no funciona.

A Dios rogando y con el mazo dando, dice la sabiduría popular. El mazo, en este caso, se llama PARTICIPACIÓN.

Exijamos, claro, a quien tenga responsabilidad en la tarea educativa. Pero hoy quiero invitar a la reflexión de lo que nos toca a todos: Participar.

Es increíble la casi nula intervención de los papás en la vida de la Comunidad Escolar. Muchas personas y organizaciones hemos luchado desde tiempo inmemorial porque se reconozca el derecho de los padres de familia a formar parte del proceso educativo.

Cuando finalmente los Consejos Escolares se introdujeron como figura jurídica en la Ley, en 1992, quedó como letra muerta que cobraba vida sólo donde los padres exigían existencia. Ninguna autoridad los promovió. El marasmo se llevó casi al olvido el resto del logro en materia legal.

Durante el primer decenio de este siglo se tomaron medidas desde la autoridad para dar vida a la participación de los papás, esfuerzo que se ha mantenido y fortalecido hasta el presente, como un cambio cultural.

Hoy, tenemos programas como el de la Reforma Educativa, que para aplicarse requiere de la decisión de los padres y directivos de la Escuela, para definir las prioridades en las que se ha de gastar el dinero.

Los Consejos de Participación Escolar son ya una figura jurídica que va cobrando vida y se van asentando como parte de la rutina de las escuelas. También organizaciones de la Sociedad Civil como la Unión Nacional de Padres de Familia, cobran importancia en esta incidencia.

Sin embargo, el reverso de la moneda es dramático. Aún con estos espacios nos encontramos con la apatía y la desidia de muchos padres y madres de familia que creen que la escuela es una guardería y no una comunidad de la que ellos son parte sustantiva.

Los maestros que saben de la importancia del papel de los padres se quejan de que, en el mejor de los casos, acude un 20 por ciento a las juntas en las que se busca involucrarlos.

Todas las experiencias exitosas de mejora en la educación incluyen el involucramiento de los padres en el Comunidad Escolar. No sólo en el ejercicio del dinero, sino en el proceso educativo de manera integral.

Casi no hay políticos que se quieran “echar el tiro” de reclamar la falta de participación social. Creen que sólo se ganan votos ofreciendo mejoras, sin exigir a la ciudadanía que también ponga de su parte.

Ojalá tuviéramos un pueblo que exigiera a los funcionarios tomar medidas arriesgadas en pro de la educación, porque son muy pocos los que lo haces hoy.

Es mucho lo que le toca al Gobierno, pero no es todo. Nos toca participar activa y responsablemente. Nadie ha medido aún el costo de esta ausencia, la ausencia de la Participación.
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filosofia

CÓMO LA EDUCACIÓN ESPAÑOLA SE ECHÓ A PERDER, CONTADO POR UNA PROFESORA VETERANA

Tras más de 30 años de experiencia en la enseñanza que le han permitido asistir a toda clase de cambios, Luisa Juanatey realiza un acertado diagnóstico sobre los problemas que la aquejan.

Cada vez que se publica un nuevo informe PISA, el reflejo natural de todos los españoles es el de llevarse las manos a la cabeza. ¿Cómo hemos podido llegar hasta aquí? ¿Qué hemos hecho mal? ¿Quién tiene la culpa de esto? Todos llevamos dentro de nosotros un seleccionador de fútbol, un politólogo y un experto en educación que no titubea a la hora de explicar qué es lo que ha ocurrido. Uno de los objetivos más frecuentes de nuestros dardos son, precisamente, los profesores, aquellos que en un pasado fueron respetados y que, súbitamente, fueron despojados de su autoridad en el aula.


“Hablo de los profesores de enseñanza secundaria y, más precisamente de los de mi generación, de los nacidos en un lapso aproximado de quince años y que en el apogeo de su juventud/madurez extrañamente pasaron de ser competentes a ser incompetentes de manera inopinada”, escribe la profesora retirada Luisa Juanatey (Santiago de Compostela, 1952) en 'Qué pasó con la enseñanza. Elogio del profesor' (Pasos Perdidos), un lúcido ensayo en primera persona sobre su trayectoria vital en la enseñanza desde los años ochenta hasta la actualidad, que es tanto un retrato de una generación que se propuso revolucionar la escuela heredada del franquismo como un certero diagnóstico de los problemas que aquejan a la educación española secundaria.

“Lo que me propongo es que se valore al profesor como un elemento clave”, explica a El Confidencial la profesora de Lengua y Literatura que dio clase en institutos andaluces, madrileños, gallegos, valencianos y del País Vasco. “Si la enseñanza y el profesor no están valorados, no hay nada que hacer. Si enseñas algo que puede no ser útil en un sentido inmediato pero alguien lo aprende bien y eso se valora, le va a servir siempre y le va a enseñar a aprender”.

Nos sumergimos con Juanatey en los abismos del sistema educativo español a partir de algunas de las claves que nos ayudan a entender qué ha ocurrido durante las últimas décadas.

LA LOGSE, UN ANTES Y UN DESPUÉS

El 3 de octubre de 1990, el PSOE aprueba la Ley Orgánica General del Sistema Educativo, que sustituye a la Ley General de Educación, vigente desde 1970. Con ella se propone llevar la educación a todos los rincones del país, pero para Juataney, que en su día recibió la reforma con esperanza y algo de candor, supone el principio del fin de la escuela española. “Cada vez había más institutos y era una ley de izquierdas que garantizaba la educación hasta los 16 años”, rememora la autora. “Pero lo trastocó todo porque, fundamentalmente, devaluó la enseñanza”.

¿De qué manera? Al principio, a base de conceptos que servían para llamar de otra forma a realidades que ya existían. “Pusieron en circulación palabras como motivación, como si no lo fuésemos suficientemente, o como si no fuese un estímulo tener una enseñanza pública para todos”, explica. El profesor pasó a ser un docente que tenía, entre sus funciones, motivar a los alumnos, algo que siempre habían hecho aunque quizá no se llamase de la misma forma.

“Empezó a darse una depreciación de la idea de autoridad, a la que añadían cosas como que no se podía expulsar a un alumno de clase, de lo que no abusábamos, pero que era una herramienta”, rememora la profesora. “En lugar de que la sociedad ayudase a trasladar a los niños un sentido de las normas (no se puede interrumpir al profesor, no se puede molestar a los compañeros), se produjo lo contrario”. Es el caso de la irrupción de los pedagogos, expertos en psicología que pasaron de súbito a saber mejor que los anticuados profesores lo que estos debían hacer en las aulas en las que vivían día tras día. O la obligación tácita de aprobar a los alumnos, aunque no cumpliesen los mínimos exigibles. “Empezó mal y mal ha seguido, a pesar de que todos hemos tenido algún grupo que trabajaba bien. Pero eso no es un sistema público de enseñanza que se basa en la igualdad”.

Fue la izquierda quien, en apariencia paradójicamente, impulsó este cambio, aunque tampoco el Partido Popular hizo nada por revertirlo, más preocupado por las privatizaciones. “Ahora es muy difícil volver atrás”, se lamenta la autora.

EL DÍA QUE EL PROFESOR DEJÓ DE TENER RAZÓN

Entre la confluencia de factores que explican la evolución del sistema educativo español de las últimas décadas, Juataney encuentra la raíz en el descrédito del profesor, que pasó en menos de 20 años de ser un severo y a veces despótico dictador a verse desposeído de toda credibilidad. “Los adolescentes viven en una constante incitación, la sociedad de consumo tiene una cantidad de estímulos perenne que les da una serie de cosas muy dinámicas y móviles, pero también superficiales”, explica la profesora. “La figura del profesor como grupo social encarna esos valores de no tratar de ser famoso, de no triunfar, de no tener dinero o un gran coche, ni es el modelo del deportista esforzado y triunfador al que continuamente están expuestos los alumnos”.

Los profesores, recuerda la autora, no tienen mayor ambición que la de transmitir su conocimiento ejerciendo su autoridad pero siendo conscientes de que, tanto sus alumnos como ellos, lo ignoran casi todo. “Otra contradicción fue lo de que el aprendizaje no debe ir de arriba abajo”, recuerda. “¡Qué absurdo! ¿Los que nacen después enseñan a los que nacen antes? Ese absurdo se ha propagado: los profesores están anticuados, no se adaptan, no se reciclan…” La escuela pública española fue durante mucho tiempo un paradigma de igualdad, en el que había tantas mujeres como hombres (o más) en un clima de respeto y compañerismo.

En el debe de la sociedad española hay que añadir pequeñas decisiones promovidas desde las nuevas instancias de la autoridad educativa, como el desprecio de la memoria (“que es valiosísima para aprender; imagínate ir a la autoescuela y decir que lo que quieres es aprender distraídamente y jugando”) o el esfuerzo. “Esforzarse, luego memorizar tras haber entendido y leído, manejar textos, poner en práctica… esto es lo que te permite aprender”, explica Juanatey.

¿MI HIJO NO ESTUDIA? LA CULPA ES DEL PROFESOR

Al mismo tiempo que los docentes perdían su autoridad y se veían desprotegidos ante unos alumnos cada vez más cargados de razón, la sociedad encontró un culpable propicio para todo aquello que estaba ocurriendo… Y que volvía a ser el propio profesor, tildado de acomodaticio y vago. “De repente cambió todo, y te encontrabas con que nada más entrar en clase había grupos que te recibían con un rechazo absoluto”, rememora Juanatey. “Desde todas partes empezamos a oír que éramos unos vagos. No lo éramos, simplemente no aspirábamos a grandes cosas: lo pasábamos bien preparando las clases”.

“De la noche a la mañana llegó lo de que no servíamos para nada, que éramos material de desguace, ¡pero éramos los mismos que el año anterior!”, recuerda, a pesar de la voluntad de adaptación de los profesores, que introdujeron poco a poco cambios como el rediseño del aula. Pequeñas alteraciones que funcionaban si los alumnos estaban dispuestos a aceptarlas, pero que “es muy distinto si lo primero que tienes que hacer es decir a los chicos que no pueden estar espachurrados sobre el pupitre, que hay que traer el cuaderno, que así no se puede trabajar, que les pidas que no se vayan a la construcción porque son jóvenes y te respondan que eso era en nuestros tiempos… Esa clase de ambiente nos desprestigió, porque empezaron a prevalecer valores que iban en contra de todo esto”.

Juataney habla del reciente ejemplo de las reformas llevadas a cabo por los colegios jesuitas de Cataluña para ilustrar por qué la educación en nuestro país es, desde hace 20 años, cada vez más clasista: “Si tú me das una clase de gente que en su casa tiene libros, que oye un vocabulario determinado y trata ciertas cuestiones, que viene a aprender y que van a mandarlos a Estados Unidos después del bachillerato, se pueden hacer maravillas. Pero también he dado clase en barracones como los que hay en la Comunidad Valenciana. ¿Qué hacemos, el modelo de los jesuitas con los chicos metidos en un cajón de obra? ¿Con quién lo hacemos, con los que han tenido suerte y estudian en un aula mejor? Esto no es un sistema público de enseñanza”.

PADRES MALCRIADORES PARA NIÑOS MALCRIADOS

Los alumnos no cambiaron de comportamiento, hábitos y costumbres por sí mismos. Ni siquiera únicamente por la ley ni por los medios de comunicación, aunque ambos favoreciesen el nuevo sistema de valores: los padres tuvieron mucho que ver. “Fue esa moda de que a los niños no se les puede contradecir, que tienen que ser creativos y libres”, explica la autora. “Fíjate ahora que los que lo defendían son los mismos que se han enamorado de la expresión ‘poner límites’. Pero era lo que decíamos todo este tiempo cuando nos ponían verdes por hacerlo. Poner límites es establecer normas, sancionar”.

Los nuevos alumnos, así como sus padres, empezaron a entender que podían exigir lo que quisieran. Entre todas esas cosas, recibir un aprobado sólo por ir a clase a diario: “Llegó un momento en que todos empezamos a aprobar más de lo debido, sabiendo que habíamos enseñado la mitad que antes”. En una esclarecedora anécdota del libro, Juanatey recibe la visita de un padre después de que su retoño proteste por haber obtenido un dos. El padre, tras releer la prueba, no tiene ninguna duda: “Yo le habría puesto un cero”.

El ambiente, alentado por Consejos Escolares, inspectores, medios de comunicación y autoridades políticas, favorecía esa percepción en la que el niño tenía la sartén por el mango. “Si a los padres se les hubiese inculcado que el niño viene a respetar al profesor y a aprender unas asignaturas y no se les hubiese dicho que estas estaban anticuadas, que el profesor no era un monigote que se tenía que quedar callado cuando el Consejo Escolar decidía que un niño podía escuchar música con auriculares, habría sido muy distinto”. No son las únicas razones: un mayor número de alumnos entró en la escuela, al mismo tiempo que los padres y, sobre todo, las madres, podían pasar menos tiempo con sus retoños.

“En el colegio me gusta que los niños se diviertan”, recuerda Juataney que decían algunos padres. “Yo considero que los profesores deben hacer esto, aquello, lo de más allá… ¿Pero usted ha estado alguna vez en una clase? ¿Usted sabe lo que le toca al profesor hoy y que todo eso tiene que hacerlo en una situación en la que no se le valora ni respeta, y además el niño dice que no vale porque no es divertido?”. Una situación que dio una nueva definición de lo que debía ser un profesor: “Alguien a quien se le exige que complazca al niño y que le apruebe”, explica la autora con sorna.

LOS VALORES DE UNA BELLA PROFESIÓN

Seguramente, usted también haya escuchado aquello de lo bien que viven los profesores con sus tres meses de vacaciones al año (falso), uno de los colectivos más vilipendiados de las últimas décadas de la historia española junto a los funcionarios. Quizá porque paradójicamente no encajan en los cánones de la sociedad moderna –ambición, lujo, consumo– en los que se han criado las nuevas generaciones de alumnos. “Un profesor no tiene nada que ver con alguien que lleva marcas, que se somete a cirugía estética, o que aspira a tener un yate o ser famoso”. No, explica Juataney en el libro, los docentes no quieren un sueldo mayor, que los hagan catedráticos o que los inviten a opinar en los medios (donde, dicho sea de paso, raramente aparecen): quieren hacer su trabajo con dignidad.

Esto ha sido complicado en los últimos tiempos, una situación acentuada en los años inmediatamente anteriores al estallido de la burbuja inmobiliaria, tiempos en los que nadie necesitaba tener estudios para conseguir un buen sueldo. Pero, como recuerda la autora, una sociedad que piensa que la educación no sirve para nada es “una sociedad que se engaña”. “Si miras los terribles datos del paro, hay una gran diferencia entre los que tienen preparación y los que no. Prepararse sí que sirve, porque, y en esto estoy de acuerdo con los psicólogos, aprender siempre es aprender a aprender”. Por eso, toda una generación se encontró de repente sin nada, es decir, sin preparación, “y luego se dieron cuenta de que, aunque ya no haya rosas para nadie, tener estudios te favorece”.

Paradójicamente, se ha vuelto a completar el círculo, y muchos de aquellos a los que su entorno empujó a desertar de la escuela han vuelto a la misma en busca del esfuerzo, formación, crecimiento personal y riqueza intelectual que el colegio ofrece. ¿Y los profesores? Aunque la situación sea complicada, Juanatey insiste en que quiere concluir con un mensaje positivo. “Sigue siendo una profesión realmente satisfactoria, y me gustaría animar a todos los que tienen el deseo de ser profesores, así como decirles que exijan mucho: realmente es una vida buena la del profesor”. Y no, no se refiere al dinero, el prestigio, la adulación o la capacidad de influencia de la que carecen, y a la que, de todas formas, tampoco aspiraron.
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Conciencia

ES HORA DE TRANSFORMAR LA ESCUELA

Un artículo de Guillermina Tiramonti, investigadora del Area de Educación de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) y profesora de la Universidad Nacional de La Plata.

Desde hace años, la educación media está en crisis. Es un espacio en el que nadie encuentra satisfacción, ni los alumnos, ni los docentes, ni las autoridades. Las encuestas muestran que la sociedad en general tiene una mala opinión sobre su funcionamiento. Frente a esto, están quienes piensan que debemos volver a la escuela de principio de siglo, los que se empeñan en reclamar orden y disciplina, y quienes creemos que ha llegado el momento de transformarla.


En los últimos 40 años se han ensayado todo tipo de cambios, tanto en nuestro país como en los de la región y en diferentes países del mundo. Pocos de ellos han perdurado o han podido pasar de la condición de experiencia. Sin embargo, a pesar de las dificultades, casi todos los sectores sociales hoy acceden a las aulas, aunque la mitad de los que ingresan no finalizan los estudios y buena parte de los que lo hacen no adquieren los instrumentos básicos de la cultura. ¿Por qué ocurre esto?

Ya en los años 70, los teóricos de la educación nos enseñaron que la escuela media tramita un saber abstracto, que requiere de los alumnos un soporte social y familiar propio de los sectores más habituados al uso de los códigos y los instrumentos de la cultura elaborada.

Por esto, a partir de los años 50 del siglo pasado la mayoría de los países generaron un circuito de educación técnica para escolarizar en el nivel medio a los sectores no habituados a estos códigos y saberes abstractos. Luego se siguió incluyendo y se generaron todo tipo de diferenciaciones y algunas modificaciones que profundizaron la desigualdad. Pero no se puso en cuestión la raíz ilustrada y enciclopédica del conocimiento que se vehiculiza en la escuela. Es decir, hemos mantenido intocado aquello que representa el factor más activo en la generación de la discriminación.

Hoy, siglo XXI, los avances epistemológicos, el desarrollo de la sociedad del conocimiento, las nuevas tecnologías de producción y difusión de la información y el conocimiento, la potencia de la imagen como lenguaje de expresión y transmisión, la complejidad de la vida en la sociedad contemporánea y la dinámica del cambio permanente han transformado el tipo de conocimiento que se necesita para participar en el mundo contemporáneo. Las nuevas generaciones deben adquirir las capacidades y habilidades que requiere el diálogo con una realidad heterogénea, en permanente cambio, que plantea situaciones inéditas y problemas a resolver.

Formar a las nuevas generaciones en forma acorde con las demandas contemporáneas obliga a transformar el núcleo a partir del cual se ha organizado la escuela moderna. Ese núcleo es el tipo de conocimiento en que se basa el proceso de enseñanza-aprendizaje. No se trata de profesores que hagan más entretenidas, atractivas e ilustradas las clases. Se trata de hacer de cada joven un individuo capaz de producir conocimiento por sí mismo, de indagar y averiguar a partir del uso de Internet, de construir y solucionar problemas y de inventar alternativas para ser partícipe creativo de la construcción de su propio futuro y el de la sociedad en la que vive.

Este cambio en el núcleo del conocimiento escolar es portador de ventajas importantes: la primera es que pareciera no exigir el respaldo de un origen social ilustrado para poder acceder al conocimiento que la sociedad considera relevante, de allí que sea válido albergar la expectativa de lograr una escuela en la que todos aprendan. La segunda es que permite recuperar la centralidad cultural de la institución escolar rescatándola de un destino de tutelaje disciplinador para los jóvenes.

Para eso hay que dar vuelta la escuela. Hay experiencias en el mundo que ya lo han hecho exitosamente. Los jesuitas, que a fin del siglo XVI ofrecieron al mundo mediante la Ratio Studiorum la arquitectura básica sobre la que se erigió la escuela moderna, son los que ahora están inventando una posibilidad alternativa para los siglos venideros. Las experiencias que están implementando en Barcelona se centran en la productividad de los alumnos, el aprendizaje por proyectos, el uso intensivo de las nuevas tecnologías y el trabajo colectivo de docentes y alumnos.

Si queremos transformar la escuela, el camino está marcado. Falta, nada más ni nada menos, como en casi todas las otras dimensiones del hacer social, movilizar recursos y rearticular voluntades e intereses para ordenarlas a favor de este objetivo. Como dice el dicho popular: algunos huevos habrá que romper para hacer la tortilla, porque el futuro de nuestros jóvenes y el del país exigen coraje.
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LIBERTAD

¿DE QUÉ HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DE EDUCACIÓN?

Un artículo de Josep María Turuguet, Licenciado en Prehistoria e Historia Antigua. Profesor de EGB y Primaria entre 1980 y 2000. Miembro de la Societat Catalana de Pedagogia y del grupo "Narració i pedagogia". Actualmente retirado.

A menudo me encuentro discutiendo sobre educación y pensando:“¿Por qué me malinterpretan tanto?” Sin darme cuenta de que yo, probablemente, estoy haciendo lo mismo.


¿Qué nos pasa cuando hablamos de educación o política? A menudo tengo la sensación de que nuestros discursos no son tan distintos, pero se arropan en unas generalidades que enmascaran los matices que sí valdría la pena discutir.

El otro día hablaba de memorización o no memorización. Algo similar pasa con los contenidos o con las competencias o con las actividades, palabras terriblemente ambiguas que permiten posturas aparentemente distantes. Dos personas que defiendan la importancia de que los alumnos salgan de la escuela con unos conocimientos sólidos sobre cosas muy principales se sentirán en campos opuestos de la discusión porque la misma dinámica de la contienda, que suele ser perentoria y rápida, les sitúa en extremos opuestos. Uno ve al otro en el extremo de los laxos. Éste ve al primero en el extremo de los rígidos. Muchas veces la discusión depende de sentimientos personales muy difusos. Algo parecido a lo que pasa en la política con la gente temperamentalmente conservadora y la gente temperamentalmente audaz.

Si nos concediéramos el tiempo y la calma para que cada cual pudiera deconstruir su postura y reducirla a pedazos comparables, tal vez hallaríamos aquellos que coinciden en uno y otro lado y sabríamos, al final, en qué discrepamos realmente y qué puntos de acuerdo podríamos lograr. Supongo que es lo que hacen los negociadores profesionales. Sólo que ellos trabajan cuando han determinado que hay que actuar en algo que es imprescindible y que merece todo el tiempo que se le pueda conceder. Por alguna razón, en educación llegamos poco a ese momento. Todo va demasiado deprisa, lo urgente se nos come lo importante y nos encontramos en tesituras en que de lo que tratamos es más de imponer que de encontrar la verdad o lo que más se aproxime.

No sé por qué reivindicamos la educación lenta y no nos concedemos el pensamiento educativo lento. Tengo la sensación, y desmiéntanme sin reparo, que si tenemos foros para eso, son irregulares y dispersos. Como la atención de los niños según nos parece a nosotros. Pero ¿cuáles deberían ser esos foros? Déjenme lanzar una de mis boutades:

- Foros permanentes en los municipios que guiasen las prácticas de sus escuelas.

- Foros permanentes en las comunidades autónomas en que participasen representantes de consejos escolares.

- Foro estatal donde debatiesen los consejos escolares de las comunidades.


Y todos ellos permanentes (semanales, mensuales o lo que sea) y progresivos. Y televisados, por qué no. Y con participación de “oposiciones”. Nos deberíamos acostumbrar a seguir programas como “La hora de la educación” en prime time moderados por pedagogos que limitaran el ruido y la desorientación (la publicidad también da esas cosas). Lo urgente se nos come lo importante.

Tal vez sea la propuesta de un ignorante en dinámica de grupos. Sobre todo, si los grupos son de millones de personas.
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kant

“LA ESCUELA PUEDE APRENDER MUCHA PEDAGOGÍA DE LOS VIDEOJUEGOS”

Una entrevista de Pilar Álvarez a Mariano Fernández Enguita, catedrático de Sociología de la Universidad Complutense. La educación "requiere un esfuerzo constante del profesor que se lleva mal con la poltrona funcionarial”, defiende el catedrático en su último libro La educación en la encrucijada.

“La escuela vive una crisis institucional que afecta a sus funciones”. Mariano Fernández Enguita analiza esta premisa en su último libro, La educación en la encrucijada, donde aborda algunos tabúes del debate "sobre qué educación queremos". Los docentes, defiende este catedrático de Sociología de la Universidad Complutense con una veintena de títulos sobre educación previos, son y serán "la columna vertebral" del sistema pero su papel tiene que cambiar. Fernández Enguita cuestiona el papel de los funcionarios -cuyo esfuerzo constante necesario "se lleva mal con la poltrona funcionarial”- y pide fijarse en nuevas herramientas tecnológicas para aprender. Entre ellos, los videojuegos, de los que la escuela "puede aprender mucha pedagogía".

"Algo debe tener de tabú el tema de los docentes cuando en 30 años no se ha conseguido hacer un estatuto de su función” (prometido y no alcanzado por los dos últimos Gobiernos) ni sobre la formación del profesorado, un debate que se reabrió de forma virulenta en los últimos meses de Ejecutivo del PP, y que es “muy, muy, muy difícil de mover”. “No es que no se sepa cómo sino que no se quiere".

Revisar el estatus de funcionario

En su último libro, editado por la Fundación Santillana (integrada en el grupo PRISA, editor de EL PAÍS), defiende que los docentes "gozan del aprecio del público pero el que no tienen es el de sus compañeros”. “Vas a un colegio o a una facultad y a veces da igual hacer las cosas bien, mal o no hacerlas. Para quien se toma en serio su profesión esto es poco gratificante y a menudo hiriente y frustrante”. ¿Cómo debe de ser ese docente? “Hemos construido la escuela sobre el supuesto de que el profesor va una generación por delante del alumno. No me refiero en edad, sino en conocimiento, disposiciones y visión del mundo. Y creo que eso ya no es así, no está garantizado. Eso requiere un esfuerzo constante del profesor que se lleva mal con la poltrona funcionarial”, sostiene. Y se responde a sí mismo: “¿Significa que tenemos que precarizar a los profesores? No. Entre la precariedad y la poltrona hay muchas fórmulas intermedias”.

"Nadie quiere pacto educativo"

Mientras el futuro Gobierno de España sigue en el aire, este catedrático universitario se muestra escéptico ante la oferta de acuerdo educativo que ofrecen casi todos los partidos políticos. “Se habla del pacto pero en realidad no lo quieren”, considera Fernández Enguita, que alude a un momento de “maniqueísmo” en España con “cierta agresividad entre nacionalismos periféricos y centrales” que han provocado que la “situación se crispe”. “Formamos a la gente para que funcione 40 o 50 años y por tanto no se puede hacer políticas pensando en los próximos cuatro”, defiende.

El papel de los rankings

La educación española, a juicio del catedrático y según señalan organismos internacionales como la OCDE, no es capaz de superar los niveles de desigualdad de los alumnos y mantiene unos índices de fracaso y abandono escolar que doblan la media europea y que “en cualquier país del mundo probablemente darían pie a un escándalo”. “La mala calificación de España no es PISA [el examen internacional de la OCDE a alumnos de 15 años, en el que España se sitúa a mitad de la tabla], sino el fracaso y el abandono”, prosigue. “Cuando hablamos de PISA, en el caso de España, hablamos siempre diferencias poco relevantes. Uno puede estar en el puesto 30 y sin embargo muy cerquita de la cabeza”.

“La escuela agudiza las dificultades de aprendizaje”

El autor defiende una revisión de las nuevas herramientas frente a una escuela que “elude o adapta toda nueva tecnología para hacer más de lo mismo”. Y se fija, como ejemplo, en los videojuegos que “están encontrando la manera de retar a los adolescentes a que hagan cosas muy difíciles y además tienen un nivel, requieren memoria y tienen un alto nivel de abstracción, utilizan lenguajes simbólicos muy complejos y consiguen mantener una tensión permanente entre lo que el jugador sabe y el reto que se le pone. La escuela puede aprender mucha pedagogía de los videojuegos”.

La institución debe repensarse porque “hay indicios sólidos de que la escuela agudiza dificultades de aprendizaje”, alerta este profesor universitario: "Algo en la estructura escolar, quizá el formalismo en el aprendizaje de la lectoescritura, la compartimentación de los saberes en disciplinas o quizá la fórmula de una talla única y los mismos procedimientos para todo y el no reconocimiento de la multidisiciplinariedad de la inteligencia, que hacen que muchos caigan y no se levanten”. "En el modelo de antes llevábamos a los niños a la escuela para que aprendieran cosas que solamente podían aprender del profesor y del libro. Eso ya no es así, pero no hay ninguna garantía de que los niños aprendan".

Futuro para la escuela, no para el aula

Fernández Enguita considera que la escuela “perdurará y está en expansión, pero lo que es la distribución del aula no perdurará”. “En la nueva ecología de los medios no hay porque tener un profesor con veinte alumnos. En algunos espacios lo que se está haciendo es juntar grupos y tener tres profesores con cincuenta alumnos, incluso se rompen los espacios del aula y puede que lo próximo sea romper los tiempos", incluye entre las reflexiones de La educación en la encrucijada, ya a la venta en librerías especializadas por 14 euros y que la fundiación ofrecerá de forma gratuita en su web en una fecha aún no cerrada.
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OBSOLESCENCIA PROGRAMADA

CARMEN PÉREZ SAUSSOL: “ES POSIBLE EDUCAR SIN GRITAR”

Una filosofía de la educación basada en el sentido común, aportando la fuerza y energía necesarias para educar a nuestros hijos sin perder la sonrisa. Este es el mensaje que la psicóloga Carmen Pérez Saussol, con formación en psicología clínica y educativa, propone en su obra ‘Educar con una sonrisa’. Con ella hemos hablado de educación, de la necesidad de poner límites, dudas más comunes de los padres…

Según su experiencia, ¿la manera en la que educamos a nuestros hijos ha cambiado respecto a cómo lo hacían nuestros padres y abuelos?

La forma de educar a nuestros hijos claro que ha cambiado, la sociedad es distinta y con ella la manera en la que nos relacionamos con ellos. Han variado en gran medida los valores, los principios que nos rodean y la forma en la que imponemos los límites. Actualmente la mayoría de las familias nos organizamos de manera diferente a como lo hacían nuestros padres o abuelos, existe otra forma de relacionarnos, realizamos otro tipo de actividades y aprendemos de forma distinta, pero esto no significa que sea ni mejor ni peor, simplemente es diferente. Muchos padres echan de menos que los niños de hoy en día tengan un mayor respeto por los mayores, sean más solidarios, trabajadores o estén más motivados por el aprendizaje, pero esa falta de valores no está en todos los hogares así que no podemos generalizar. Los educadores deberíamos contar con una filosofía de la educación incluso antes de ser padres, pues así nos aseguraríamos haber reflexionado sobre el tipo de enseñanzas, valores, principios y límites que queremos trasmitir a nuestros futuros hijos.

¿Cuáles son las principales dudas y miedos que manifiestan los padres a la hora educar a sus hijos?

Estas dudas están relacionadas con las redes sociales, el fracaso escolar, el consumo de drogas y el bullying. En el caso de las redes sociales existe una parte de información reservada a su intimidad que debemos respetar, pero la supervisión y el seguimiento son necesarios, conocer claves, poner horarios y limitar accesos. Mientras, en relación al fracaso escolar, hay saber que detrás de un bajo rendimiento intelectual se esconde la causa que lo está provocando y su detección es necesaria para resolver el problema. Un buen psicodiagnóstico revelará si la dificultad es provocada por un déficit de atención, falta de base, baja motivación, problemas en la lectoescritura, dificultades personales o una baja capacidad intelectual, y así poder intervenir lo más rápido posible. En el tema drogas, es importante actuar desde la primera sospecha y si se intuye algún problema acudir a un especialista.

Ante el bullying, lo primero es observar a nuestros hijos frecuentemente para detectar si están contentos. Tanto los niños como los adolescentes deben ir tranquilos al colegio.

En el momento en que muestran reticencia a ir a clase o salir a la calle, describen continuos dolores de cabeza o de barriga, vomitan de forma continuada o se observan cambios de comportamiento, debemos estar alerta. Cuando un menor recibe malos tratos por parte de sus iguales, estos provocan importantes problemas en su estructura de personalidad (miedos, inseguridades, baja autoestima, problemas de relación… ).

¿Son necesarios los límites en la educación?, ¿cuáles son y cómo se pueden aplicar de forma adecuada?

Los límites son necesarios e imprescindibles. Cuando un niño actúa de una manera que no beneficia su estado de salud -y que por tanto conlleva peligro-los adultos debemos enseñarle la forma adecuada de actuar, ya que nuestras orientaciones harán que consiga sus objetivos sin dañar su persona. Enseñar a nuestros hijos lo que es adecuado y lo que no lo es forma parte de nuestra labor como educadores, y enseñarles también a ‘limitarse’ es algo que les beneficiará de por vida. Considero que los conflictos que surgen en torno a este tema se encuentran en la palabra límite, pues está vinculada a castigo, represión o autoritarismo, y esto ha hecho mucho daño. Cuando marcamos un límite a un niño le estamos enseñando a dosificar sus fuerzas, sus descansos, a planificarse, a organizar sus recursos, a conocerse… Los padres guiamos las conductas de nuestros hijos para favorecer su crecimiento, no para molestar. Pero para limitar de una forma adecuada es fundamental tener despierto el sentido común. La fuerza física no es aceptable en una educación adecuada.

En su libro habla sobre aquellas herramientas que ayudan a resolver dificultades relacionadas con problemas de comportamiento, adolescencia, alimentación… ¿En qué consisten estas herramientas?

Partimos de la base de que cada niño es único. Nacemos con una carga genética particular, vivimos experiencias afectivas y relacionales que nada tienen que ver con aquellas que experimentan otras personas, por tanto es ridículo pesar que hay recetas únicas para cada problema. Si aplicamos el sentido común, al que tanto hago referencia, y tenemos en cuenta que cada niño, cada padre y cada madre y cada contexto son diferentes, tendremos la respuesta a porqué hay casos en los que una intervención determinada funciona y otros en los que no. Herramientas son estrategias, soluciones que proponemos, alternativas de comportamiento, trucos, cambios de perspectiva o de pensamiento que proponemos para resolver posibles dificultades que podemos encontrarnos en nuestra labor como padres.

¿Es posible educar con una sonrisa permanente?

Estar con una sonrisa permanentemente por supuesto que no, pero una filosofía de la educación donde el buen humor y el optimismo estén presentes claro que puede acompañar nuestras actuaciones. Ojala fuésemos conscientes de la importancia que tiene contar con un modelo educativo ’sonriente’ que guíe la forma de intervención con nuestros hijos y nos ayude a marcar los límites. Tener presente qué versión de padre o de madre quiero ser, como ya indiqué anteriormente, nos ayudará a retomarnos en los momentos de tensión e incertidumbre. Pero si su pregunta es si se puede educar sin gritar o sin gruñir, yo digo que sí es posible.
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EPISTEMOLOGÍA

LAS REALES ACADEMIAS RECLAMAN UN PACTO “URGENTE” POR LA EDUCACIÓN

El Instituto de España, en un gesto inédito, solicita un acuerdo “que muchos españoles consideramos inaplazable por más tiempo y, en todo caso, fundamental”.

En la foto, de izquierda a derecha y de arriba a abajo, Mariano Esteban (Farmacia); Carmen Iglesias (Historia); José Elguero (Ciencias Exactas); Pedro R. García (Ciencias Exactas); Elías Fereres (Ingeniería); José Antonio Escudero (Jurisprudencia); Joaquín Poch (Medicina) y Juan Velarde (Ciencias Morales).


El ministro de Educación, Íñigo Méndez de Vigo, comenzó su etapa al frente del ministerio el pasado verano proclamando a los cuatro vientos: “Los ciudadanos me paran por la calle para pedirme un pacto educativo”. Más de medio año después, en un país con un Gobierno en funciones y pendiente de pactos tras las elecciones del 20- D son los académicos los que, en un gesto inusual, hacen esa petición.

La junta directiva del Instituto de España, que integra a las nueve Reales Academias, ha reclamado este martes un pacto “urgente” para la educación “que muchos españoles consideramos inaplazable por más tiempo y, en todo caso, fundamental”, según el manifiesto conjunto que han elaborado y presentado este martes. Joaquín Poch, presidente de la Junta Rectora del Instituto de España y de la Real Academia Nacional de Medicina, ha leído las ideas principales para conseguir un modelo educativo que sirva para “formar ciudadanos instruidos, responsables y competentes con capacidad crítica”.

“Llevamos casi medio siglo de reformas sucesivas, tanto en los niveles de primaria y secundaria como en los superiores, que desafortunadamente no han dado todos los resultados positivos que serían de esperar”, prosigue el texto, que dirigen a la ciudadanía. El manifiesto reivindica la autoridad del profesor y el papel de maestro, sobre cuya figura “debe asentarse todo el proceso educativo”.

Los académicos lamentan los resultados de los informes internacionales, que muestran que la situación de la enseñanza “no es boyante” y reclaman “medios suficientes y objetivos bien definidos en aras de un bien común” tras los recortes que ha sufrido el sector durante la crisis. En el documento, aluden a un “currículo de Estado” que incluya “las dos culturas: la científica y la humanística”. Reclaman una educación para la ciudadanía "o como se quiera denominar", un modelo que repare en el conocimiento de la lengua “propia de cada comunidad, de la común de toda España y al menos de un idioma extranjero”, las matemáticas, la anatomía, las tecnologías, las artes o la historia. “Sin el conocimiento de la larga estela del pasado, resulta imposible entender y valorar el presente, así como proyectar el futuro”.

"En el centro de sus preocupaciones"

También reparan en la filosofía, "una de las grandes perdedoras de nuestro ir y venir educativo, es una de las disciplinas propedéuticas más útiles para formar ciudadanos reflexivos y críticos”. Esta materia es una de las asignaturas que la última reforma educativa, la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE), ha dejado de lado. La mayoría de los partidos de la oposición, con el PSOE a la cabeza, han pedido la derogación de esta ley, la séptima aprobada en democracia. El documento del Instituto de España no hace referencias a leyes concretas.

Los académicos señalan que en este gesto “no hay ninguna connotación política directa con ningún partido ni con nada”, según Carmen Iglesias, presidenta de la Real Academia de la Historia y única mujer al frente de una de las nueve instituciones. Además de las dos ya nombradas, están incluidas la de las Ciencias Exactas, Físicas y Naturales; Real Academia de las Ciencias Morales y Políticas; de Jurisprudencia y Legislación; la de Farmacia; la Real Academia de Ingeniería; Real Academia Española y la de Bellas Artes de San Fernando. (Los representantes de estas dos últimas no han estado presentes en el acto público aunque también respaldan el manifiesto, según la organización). Piden que este asunto se convierta en una clave del debate social para que se “fuerce a los políticos, sean quienes sean, a que pongan la educación en el centro de sus preocupaciones”, ha añadido Iglesias.

Educación homogénea

Los ejes principales del pacto que reclaman los académicos son “la calidad de contenidos, del profesorado y la conciencia de toda la sociedad española de que la educación comienza realmente dentro de la propia familia”, ha resumido Poch, que considera que los recursos económicos que se pueden invertir en el sistema “son absolutamente mejorables”. “Intentemos que la educación en España no esté a zarpazos continuos”, ha pedido por su parte Juan Velarde, presidente de la Real Academia de las Ciencias Morales y Políticas, “que proporcione a los españoles una situación de solvencia ciudadana”. “En España, la educación ha sido muy desigual en general y lo que queremos es que sea homogénea”, ha explicado Mariano Esteban, al frente de la Real Academia Nacional de Farmacia.

“Muchos de los problemas, carencias y contradicciones que nos aquejan no tienen solución que no pase por una educación programada con continuidad en el tiempo, medios suficientes y objetivos bien definidos, en aras de un bien común”, concluye el escrito.
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La locura aperspectivista

LA EDUCACIÓN QUE NUESTROS NIÑOS Y JÓVENES NOS ESTÁN PIDIENDO

Un artículo de Francisco Riquelme Mellado. Profesor de Secundaria y Bachillerato. Catedrático de Dibujo.

Reinventarnos como docentes para transformar la educación y permitir que los niños cambien el mundo y creen el futuro de todos. Recordemos nuestros años de alumnos y, de entre tantos días anodinos, rescatemos alguna vivencia en la que nos sentimos emocionados, motivados a aprender, en la que alguien encendió ese fuego interno que nos impulsa a investigar, descubrir y maravillarnos con lo aprendido.


¿Estaba conectada esa vivencia con alguno de nuestros intereses vitales?

¿Por qué fue tan significativa?

¿Nos aportó algún hallazgo relevante sobre la realidad que vivimos y sobre nosotros mismos?

¿Fue la manera de comunicar y expresar con pasión una idea lo que nos resonó profundamente?

¿Tuvo que ver con la manera de ser del docente?

¿Cómo habitaba ese docente el aula?

¿Le apasionaba su trabajo o lo que explicaba?

HAMBRIENTOS DE SENTIDO

Reflexionemos en cómo vivimos todo eso y consideremos cómo es ahora la sociedad de nuestros niños y jóvenes:

- Instruccional y básicamente intelectual, dirigida a la adquisición de conocimientos.

- Desde ese enfoque teórico trata de llevar valores y cierto sentido utilitario de la vida (“ser una persona de provecho”, “ganar dinero”).

- Por último, busca la adaptación social (empleabilidad, capacitación…).

Así pasan unas 6 horas, absorbiendo contenidos

¿Cómo están y se sienten nuestros alumnos en ella? Nos quejamos de que nuestros alumnos no están atentos en clase. A las mías (secundaria y bachillerato) llegan conforme avanzan las horas más saturados, cansados, sobre exigidos, desmotivados. Y así pasan unas 6 horas absorbiendo contenidos que en su mayoría no les interesan ni tienen sentido para ellos (no los sienten contextualizados).

Les decimos que necesitan aprender el currículo para tener una buena vida y, sin embargo, están hambrientos de sentido, de experimentar la vida sintiéndola profundamente. Y, en su lugar, la educación les aporta instrucción y promesas de futuro que ya no se garantizan.

No es de extrañar que en su mayoría nuestros alumnos no sientan pasión por aprender. Al ser reglada y obligatoria la educación oficial ha perdido naturalidad, inocencia y, sobre todo, capacidad para emocionar. Se ha desconectado de los alumnos, sus necesidades y aspiraciones, contribuyendo a generar una sociedad en la que los individuos se desconectan de sí mismos para adaptarse a las exigencias impuestas.

Porque los niños aprenden fundamentalmente jugando, y los adolescentes a través de experiencias grupales en las que se confrontan con el mundo y descubren algo de sí mismos a través de ellas.

UNA EDUCACIÓN CON SENTIDO

La educación está lejos de aportar ese sentido profundo a la vida de nuestros alumnos que, sin embargo, ahora necesitan tanto para atravesar los numerosos espejismos interesados (ideologías, consumismo, nihilismo, adicciones…).

Hoy día es ya más importante hacer buenas preguntas que contestar a preguntas aburridas. ¿Y qué seguimos haciendo en clase los profes y maestros mayoritariamente? Que los alumnos aprendan respuestas a preguntas acostumbradas.

Los niños aprenden fundamentalmente jugando

Lo que más daño hace es que en nuestro sistema producimos que los niños y jóvenes dejen de creer en ellos mismos, porque sus expectativas más profundas chocan con la visión que tienen los padres y docentes de “lo que debe ser”. Las solemos tachar de idealistas, vanales o utópicas. Dejamos de escucharlas y ellos las terminan reprimiendo.

Luego nos quejamos de esas explosiones de rebeldía llenas de frustración y resentimiento contra el sistema, la familia o la educación, síntomas de esas orfandades emocionales que tanto se dan en esta sociedad.

Nunca ha hecho más falta personas que crean en una utopía realizable. Nunca hemos necesitado tanto personas que miren más allá, al horizonte lejano, se propongan llegar allí y nos inspiren a todos el camino.

Hay que soñar con una educación que se reinventa para asumir los sueños latentes de nuestra juventud y apoyarlos incondicionalmente para que los hagan realidad.

Cada niño viene con una promesa sagrada al mundo, una promesa de futuro para la humanidad. ¿La respetamos, la tenemos en cuenta? La relegamos porque lo importante es aprender lo ya establecido, “cómo son las cosas”. Nos adocenamos y los adocenamos; nos adaptamos al sistema y lo mismo hacemos con ellos.

…esas orfandades emocionales que tanto se dan en nuestra sociedad

En educación estamos repitiendo esquemas inconscientemente, adoctrinando para que se repitan estructuras que, a día de hoy, tienen dudosa vigencia dada la enorme crisis de civilización que estamos atravesando.

Los niños no tienen que cambiar, los que hemos de cambiar somos nosotros, los adultos, padres, políticos, economistas… Todos los que estamos deformados por una educación, unos valores, sistemas y creencias que fueron válidos en su momento, pero que cada vez nos sirven de menos.

Muchos padres nos quejamos de cómo son nuestros hijos y nos olvidamos que somos nosotros los responsables de que sean así: Nuestros alumnos son “hijos” temporales que pasan por “nuestras manos”.

Hay que desaprender mucho y aprender algunas ideas esenciales y sencillas para reinventarnos y cambiar la educación.

Los alumnos necesitan que la educación pase de ser instructiva a tener un sentido más profundo. Hay que reinventar la educación para que sea transformadora y basada en experiencias profundas que toquen el alma de nuestros niños y jóvenes.

…una educación que se reinventa para asumir los sueños

No es tan importante impartir conocimientos como dar sentido al conocimiento, conectarlo con lo que al alumno le interesa (sus pasiones y talentos) y necesita de verdad, para luego acompañar ese impulso hacia un propósito superior inspirador y transformador.

La Educación es la oportunidad dorada para guiar y acompañar a niños y jóvenes a ser:

…Quienes realmente son en esencia

…La mejor versión de sí mismos

…Creadores de su propia vida, una vida con sentido y compromiso

En la educación hay una asignatura pendiente: ¿cómo conectamos aprendizaje-cognición y vida para que realmente importe lo que sucede en el aula? ¿Cómo pasar del simulacro educativo a una educación transformadora?

Y, ¿el docente?

No se trata de qué enseño en el aula, ni siquiera de cómo lo enseño; lo fundamental es quién soy en el aula, la Presencia.

Y eso implica un trabajo sobre uno mismo, mejorar nuestra metacognición y hacernos cargo de todo ese contenido personal (creencias e ideas, emociones) que interfieren en el aula y, sobre todo, en la relación con nuestros alumnos.

Ya no vale con impartir una materia, hay que ser inspiradores de vidas con sentido.

Porque lo que realmente enseña no es lo que explicamos, sino lo que vivimos íntimamente, lo que irradiamos, lo que mostramos con el ejemplo de vida.

Sólo podemos dar aquello que somos.

Lo fundamental es quién soy en el aula, la Presencia

¿Qué estoy dando en el aula? Un buen punto de partida pueden ser los conflictos que vivo en ella.

Y revisar quienes somos como personas los docentes, los padres y educadores es esencial para un nuevo paradigma educativo ** en el que se implique toda la sociedad, con un trabajo de revisión y crecimiento personal profundo y constante, para ser la mejor versión de nosotros mismos en el aula y en el hogar.

Sólo así seremos creíbles, sólo así convenceremos y nos seguirán. Porque al encender la llama en el corazón de nuestros alumnos descubrirán que nosotros la tenemos encendida, y sentirán su calor para seguirnos en ese viaje interior de descubrimiento de los grandes tesoros que hay dentro de ellos, porque nosotros descubrimos primero los propios.

La docencia cumplirá así con un doble propósito: mostrar conocimiento útil que aprender (de afuera a adentro) y desarrollar valores internos que irradiar (de adentro a afuera).

Así el conocimiento dejará de estar fragmentado, parcelado. Tendrá un propósito y un sentido, será útil y clave para reinventar el mundo.

Todo empieza dentro de uno mismo. Los conflictos del mundo son nuestros conflictos internos no resueltos. Cuando somos capaces de consensuar, integrar y poner paz dentro se da afuera, en el mundo, de manera natural.

¿Nos atrevemos, como docentes, a recoger el reto de reinventarnos?

“Sé tú el cambio que quieres ver en el mundo”. (Mahatma Ghandi)


** El enlace no es del autor del artículo sino puesto por el Administrador de esta plataforma.
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Hyperincursión

TENGO 16 AÑOS Y ESTOY INDIGNADA CON LA EDUCACIÓN ACTUAL

Andrea es una adolescente que tiene muchas cosas que decir sobre la educación.

Andrea, de 16 años, nos ha enviado esta carta que previamente se publicó en El Magacín con la que seguro que muchos os sentiréis identificados:


Dos palabras constantemente presentes en la vida de los estudiantes españoles. Me llamo Andrea, tengo 16 años y muchas cosas que decir. Probablemente nadie lea este artículo porque lo ha escrito una adolescente. Una adolescente que no está de acuerdo con aspectos que condicionan la vida de muchas personas. Especialmente la mía, y creo que todo el mundo tiene derecho a escoger su camino o como mínimo su dirección.

Me gustaría hablarles sobre un tema bastante frágil, la educación. Educación, que compleja palabra llena de subjetivismos. Cada persona es educada de diferente forma y según estudios realizados todo influye en el carácter de una persona. Cosas tan sencillas como la escuela, la familia, los amigos, si practica un deporte…Es un tema muy visto actualmente y que está constantemente en boca de nuestro querido gobierno español. Parece ser que no se han dado cuenta de la importancia que tiene una educación de calidad en el futuro de un país. Les contaré mi caso. Actualmente estudio primero de bachillerato en un instituto público. En un futuro me gustaría estudiar Ciencias Políticas y llegar a ser alguien importante en el mundo, sencillamente para cambiarlo. Para logar entrar en la carrera no solo deberé llegar a la nota requerida sino que el bolsillo de mi madre deberá tener capacidad para afrontar dichos gastos. Con un poco, o más bien mucha suerte, llegaré a obtener una beca. ¿Pero qué ocurre? ¿Desde cuando la educación debe estar limitada por la economía familiar? Educación no debe estar ligada a economía. Pero actualmente mantienen una relación de necesidad mutua. La una es imprescindible sin la otra. ¿Pero por qué los de arriba mandan sobre mi futuro? ¿Por qué no la mayoría escogen como quieren que sea su educación y la de sus hijos? ¿Qué democracia es esa?

La educación no está hecha para personas como yo. Personas que sobresalen del resto, por su forma de pensar, no por sus resultados académicos y que su futuro depende de la economía familiar. Gente con capacidad para hacer grandes cosas que nadie es capaz de apreciar. El sistema no promueve la creatividad ni el esfuerzo de aquellos que intentan salirse de los límites establecidos. Sencillamente es un proceso de fabricación de productos programados desde el inicio de su creación. Un sistema inflexible que pretende catalogar a los alumnos sistemáticamente. Y eso, es un error que nos venden a todos desde hace tiempo. Las personas inteligentes no siempre son las que tienen las calificaciones más altas. La historia nos ha demostrado que algunos productos defectuosos brillan más que los productos estrella del sistema educativo. Deberían planteárselo todas aquellas poderosas personas que elige por mí.

No se dan cuenta de que están formando a personas que tendrán que sacar el país adelante en un futuro. La gente preparada y con estudios acaba decidiendo salir del país. Yo, soy el futuro. Mi clase de primero de bachillerato es el futuro. Todos y cada uno de los ciudadanos, somos el futuro. El futuro de la economía, la tecnología, la salud, la educación, el medioambiente. Y están creando productos con una obsolescencia programada. ¿Quieren que les muestre mis argumentos? Acudan a los diferentes institutos y podrán escuchar historias como esta. Tengo un profesor de matemáticas que se jubilará este mes de diciembre y que ha decidido explicar todo el libro en el primer trimestre. Este libre incluye parte del temario de cuarto de la ESO y parte que si el gobierno decide hacer la tan polémica reválida nos entrará a todos los estudiantes. Este hombre, nos ha calificado a todos los alumnos como insuficientes sin haber realizado ningún tipo de examen. Este señor ha decido saltarse las normas que habéis impuesto y que marcarán mi futuro. Pero al ser una autoridad, nadie nos ha hecho caso. Quejas al tutor, al director, quejas que llegaban a sus despachos cada año y que ellos han querido ignorar. Porque no les interesa tener problemas, ¿qué clase de educación es esa? Mis compañeros y yo partimos con desventaja respecto al resto de alumnos del país en contra de nuestra voluntad. La respuesta que nos dieron todas estas personas fue que aguantáramos hasta que se jubilara. ¿No se dan cuenta de todo lo que eso nos perjudica? Nuestro tutor nos ha sugerido que quizás deberíamos acudir a un profesor particular. Yo pienso que la tarea de educar es responsabilidad del gobierno y del profesorado. Y creo que no están correctamente responsabilizados.

Queridos políticos están formando mal a personas que en un futuro deberán mantener el país, su país. El país por el cual aseguran luchar y hacer cambios día a día. Están subestimando nuestra capacidad e infravalorándonos, machacándonos a deberes para que luego 1 de cada 3 jóvenes abandone los estudios. Estudios que otros lograrán terminar, pero seguirán estando menos preparados que en muchos otros países. Están creando máquinas de repetir, de copiar y de vomitar apuntes y están olvidando que es realmente educar. Millones de personas ponen en manos de profesores la educación de sus hijos y no saben el potencial que está siendo desaprovechado. Horas y horas de estudio, de clases, levantarse pronto, trabajos y deberes… ¿para qué? Si todo este esfuerzo hiciera que saliéramos preparados para el mundo elaborar, podría llegar a entenderlo. Pero este esfuerzo solo hace que anular a personas. Me gustaría que se plantearan un cambio radical en el sistema educativo y que esta carta sirviera para algo, me gustaría que se tuviera en cuenta la opinión de personas como yo.

Estoy de acuerdo que muchas personas de mi edad están viviendo una adolescencia complicada para también es responsabilidad vuestra saber gestionarla. Los profesores se dedican a formar personas pero ellos realmente no saben el poder que tienen en sus manos. Es por eso que les pido que dediquen unos minutos a leer esta reflexión que condicionará mi futuro, el de muchos otros estudiantes españoles y el de todos. Dejen de tratarnos como objetos.

Gracias por su atención.

Andrea Nieves Pilán
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