"La conciencia, esa gran desconocida y, paradójicamente, tan presente en nosotros como ausente en el mundo"
(Amador Martos)

EL MAESTRO QUE ESCUCHA

PORTADA Y CONTRAPORTADA

Un artículo de Salvador Rodríguez Ojaos, Licenciado en Ciencias de la Educación y autor del blog de reflexión educativa El Blog de Salvaroj. Especialista en temas de innovación educativa, actualmente es formador y asesor pedagógico en el ámbito editorial.

“La evaluación del maestro como profesional de la enseñanza la hace uno mismo y la hacen sus alumnos, aunque no te des cuenta. Si no vienen a clase o no hacen los deberes, o si no les gustas, o no se comportan bien, te están poniendo nota.”

Estas palabras de Rosa Salavert, recogidas en el libro de Carles Capdevila Educar millor, me llevan a pensar que una de las destrezas más importantes para los docentes es saber escuchar.

Un maestro debe ser capaz de escuchar a sus alumnos, a sus compañeros de claustro, a la sociedad en su conjunto… y, lo que es más relevante aún, debe ser capaz de escucharse a sí mismo. Solo así podrá evaluar su actividad como enseñante, como educador, y podrá cumplir con su labor de manera eficaz.

Una de las destrezas más importantes para los docentes es saber escuchar

Pero esto que parece obvio, no es nada sencillo. Primero, porque la escuela tradicional no fue pensada, ni diseñada, ni organizada para que el docente tuviera la capacidad de escuchar; sino todo lo contrario, fue creada para que el maestro fuera escuchado. Y este es un lastre muy pesado que todavía arrastramos en nuestras escuelas.

Segundo, porque enseñar es un acto de generosidad y, en parte, un acto de fe. Enseñar, a veces, obliga a lanzarse de cabeza a una piscina sin saber si hay agua… lo presupones y te lanzas con una cierta vulnerabilidad. No hay nada peor para un docente que intentar enseñar a sus alumnos y que estos no aprendan; y que, además, parezca que no tengan interés alguno por hacerlo. Esto puede provocar que el maestro prefiera no escuchar a sus alumnos para no tener que enfrentarse a ellos en todo momento.

Tercero, porque un docente se enfrenta cada día a los sueños y esperanzas de sus alumnos. Desgraciadamente, suelen dejarse de lado, suelen ser despreciados, ya que no son útiles en la escuela del aprobado y el suspenso. Por este motivo, muchos docentes prefieren no escucharles.

A pesar de las dificultades, para la labor docente es más útil escuchar que hablar. Escuchar conduce a la empatía y posibilita el diálogo, permite la resolución de conflictos. Escucha significa saber “leer” la clase, la actitud de los alumnos: lo que se ve, lo que se supone, lo que tiene que interpretarse (gestos, miradas, actitudes…).

El maestro que escucha es un maestro que aprende; y eso es fundamental para convertirse en un maestro que enseña. Como nos dice Nuccio Ordine:

“A menudo se olvida que un buen profesor es ante todo un infatigable estudiante.” Un docente no puede dejar nunca de ser un aprendiz.

El maestro que escucha es capaz de repensar su actividad docente. De ver o imaginar nuevas perspectivas, de cambiar su mirada educativa. Por tanto, es capaz de crear, de innovar y de colaborar. En definitiva, es capaz de adaptarse a situaciones cambiantes; habilidad que es muy importante en el mundo líquido en el que vivimos.

Por todo ello, debemos dejar de hacer preguntas que llevan implícitas las respuestas. Los alumnos necesitan ser retados, provocados, incentivados, motivados…, por eso, las preguntas deben ser abiertas, deben llevar a otras preguntas, a la búsqueda activa y crítica de respuestas. ¡Deben permitir escuchar la verdadera voz de los alumnos! El conformismo, el inmovilismo, el miedo al cambio, la renuncia, la rendición son los mayores enemigos de los docentes que no escuchan.

El maestro que escucha es capaz de cambiar su mirada educativa

Hace un tiempo escribí un artículo en el afirmaba que “Los docentes deben explicar menos para que los alumnos aprendan más.” Los maestros deben hablar menos y escuchar más para que sus alumnos aprendan de manera más significativa, autónoma y comprensiva.

Los docentes deben hablar menos para que los alumnos aprendan más.