"La conciencia, esa gran desconocida y, paradójicamente, tan presente en nosotros como ausente en el mundo"
(Amador Martos)

CARMEN CAMPOS

4 c

Un artículo de Fernando Trujillo, Profesor de la Universidad de Granada. Especialista en educación y enseñanza de idiomas.

Carmen nos dejó el pasado viernes. Recibí la noticia en Granada, justo cuando entraba en el Generalife. Creo que a ella le habría gustado la escena. Los jardines estaban en flor a pesar de la fecha del calendario pero poco después empezó a llover, y tras la lluvia vino el frío, y después la nieve. Un jardín nevado es un silencio blanco y el blanco, el color del luto en muchas culturas, cubrió La Alhambra este fin de semana.


Me gustaría presentarte a Carmen.


Podría decirte que Carmen era, para mí, sobre todo una persona comprometida y en cada decisión que yo le vi tomar actuó siempre desde el compromiso: compromiso con la educación pues le gustaban los institutos complicados, donde hacen falta los mejores profesores con sus mejores destrezas; compromiso con sus proyectos pues le atraían los retos, como cuando Pilar Pérez Esteve la llamó para Leer.es o cuando decidió continuar para mantener el portal y que no se fuera al pique el esfuerzo de años de trabajo; compromiso con la sociedad pues le irritaban las injusticias y, también, las políticas que por acto u omisión generan injusticias; compromiso con las cosas bien hechas, con la palabra dada, con la palabra justa. Carmen era una persona comprometida con la vida.

Podría también decirte que era una persona profundamente culta. Ante esta sociedad de la superficialidad Carmen era su antagonista. Podías hablar con ella de ópera y de novela negra, de didáctica de la lengua y de nuevas alfabetizaciones, de cine y de series tanto como de videojuegos o de diseño. En muchas ocasiones Carmen me hizo ver mis lagunas con su vasto conocimiento de muchos órdenes de la vida.

Podría contarte que era una persona de trato agradable y simpático pero que no hacía concesiones al chiste fácil o a la ñoñería. Era sofisticada sin pretensiones, sencilla sin amaneramientos, elegante sin estridencias; era discreta y trabajadora, una persona de equipo que sabía tratar con respeto a aquellas personas que tuvimos la suerte de trabajar con ella.

En fin, podría contarte todo esto y, sin embargo, no quisiera tener que contarte nada. Me gustaría que Carmen estuviera en su instituto, donde volvió después de su paso por Leer.es. Que me leyera, con esa media sonrisa que ella ponía, con esa mirada inteligente con la que hablaba tanto como con sus palabras. Me gustaría que me leyeras, Carmen, porque te fuiste sin que te diera las gracias por todo lo que me diste y ahora cualquier intento de hacerlo es una banalidad en mitad de los textos líquidos del ciberespacio. Confío en que tú, especialmente tú, me sepas perdonar que lo único que pueda ofrecerte es un texto electrónico para decirte que haberte conocido y haber trabajado contigo ha sido una de las mejores experiencias de mi vida. Tú me has dado mucho más de lo que yo ya nunca podré devolverte.

Gracias, Carmen. Seguirás siempre sonriendo en nuestra memoria.