"La conciencia, esa gran desconocida y, paradójicamente, tan presente en nosotros como ausente en el mundo"
(Amador Martos)

LA GENERACIÓN RITALÍN: NIÑOS ZOMBIES DROGADOS POR PADRES Y PROFESORES

SUMARIO DEL LIBRO

Un artículo de Germán Arango Muñoz.

Me senté a escribir esta mi columna semanal para el portal Al Poniente en el bello edificio del nuevo Hospital Universitario Nacional de Colombia, de la Universidad Nacional de Colombia, que impulsó con gran entusiasmo y decisión el rector Ignacio Mantilla Prada, saldando una deuda histórica del Alma Mater de los colombianos con la nación. Un funcionario de la institución, que estaba curioseando el hospital, me abordó con una inquietud: uno de los profesores del colegio donde estudia su hijo lo llamó a ponerle “la queja” de que el niño es muy inquieto y lo invitó a buscar una solución a “este problema” para el grupo y para la institución.


Lo que le quiso decir su profesor es que su hijo tiene “ Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad” (TDAH) que en el lenguaje popular se conoce como “hiperactividad” y que sería bueno medicarlo para tranquilidad de profesores y directivos del colegio. Pareciera que en algunos colegios es más importante la tranquilidad de los profesores y administradores que la de los alumnos.

Desde que me gradué como psicólogo en los albores del siglo XXI, en la muy querida Universidad de Antioquia, he tenido una sensación de desconcierto con el tratamiento de los denominados trastornos emocionales a través de la medicación.

Se me quedó grabada para siempre una clase en la cual uno de mis profesores de psicoanálisis hacía un llamado de atención sobre el incremento de los diagnósticos de hiperactividad, que se estaba convirtiendo en una moda en diferentes colegios colombianos. Decía el profesor, en su cátedra, que un niño inquieto que sea capaz de concentrarse media hora en una actividad, incluso en un juego electrónico, no es hiperactivo: es simplemente un niño lleno de energía y con ganas de descubrir el mundo. Y bienvenidos los niños creativos y con las baterías cargadas a los cuales debemos acompañar en el desarrollo de sus inteligencias.

Es tan dramática la situación que algunos profesores tienen la osadía de recomendarles a los padres que lleven a sus hijos al psiquiatra para que les receten ritalin. En lugar de estimular a los niños inquietos a que desarrollen su creatividad, al medicarlos buscan que éstos lleguen al colegio drogados y caminando como zombies que entonces son premiados con un “diez” en conducta. Así nació la “Generación Ritalín” a cuyos miembros se prohíbe desplegar su energía y se le premia cuando están calmados y permanecen quietos como muñecos de plomo.

Y los padres quedan felices porque sus hijos están “calmados” y como consecuencia estos pequeños ya pueden ser clasificados como niños “normales” por sus profesores. Tenemos entonces un mundo artificial con padres y profesores sin sobresaltos y con niños que se comportan como quieren los adultos.

Papas y maestros eluden el maravilloso reto de comprender las preguntas y los esfuerzos que hace un niño para integrarse a un mundo adulto, y entonces toman el camino fácil de medicarlo. Es como si lo metieran en un refrigerador para que pierda el calor de ser un humano y se convierta en un autómata.

Y lo más grave, según mi punto de vista, es que los niños quedan marcados ante profesores, familiares y aún compañeros, con la etiqueta de “niños raros” que deben ser tratados para que se vuelvan “normales”

El portal Ekintza (1) plantea en su artículo “El Ritalín, ¿una droga de control social?” que la enfermedad tal vez sea un invento de los adultos, que el ritalin es un remedio que sirve a los familiares pero no a los pacientes y que lo que se ha generado con su medicación es una ola de drogodependencia legalizada en nuestra sociedad. El artículo propone que el niño pasa de ser sujeto a objeto y por lo tanto pierde el control de su vida.

El doctor Fred Baughman, neurólogo, pediatra y autor de “The ADHD Fraud” (2) dice que el mayor fraude en el cuidado de salud de la historia americana es la falsedad de la existencia del déficit de atención y desorden de hiperactividad como una enfermedad real y la drogadicción de millones de niños completamente sanos.

La doctora Nora Volkow, directora del Instituto Nacional de Abuso de la Droga (NIDA) en los Estados Unidos plantea (3) que el ritalín o Metilfendinato MFD, clasificado en el grupo de los psicoanalépticos (drogas estimulantes), tiene una estructura molecular similar a la anfetamina y actúa en el cerebro de la misma forma como lo hace la cocaína.

Una investigación (4 y 5) realizada durante catorce años por las universidades de Princeton, Toronto y Cornell y dirigida por la economista Janet Currie, con una población de quince mil niños canadienses, encontró que el consumo de Ritalín se asocia con una disminución significativa del rendimiento escolar y una propensión a la pérdida de los años escolares. Además el estudio identificó un aumento significativo en dificultades de convivencia con sus padres y en sentimientos de infelicidad de los infantes.

Entonces, me declaro crítico del uso indiscriminado del Ritalín e invito a padres y profesores a buscar estrategias para ayudar a sus hijos y alumnos a canalizar sus energías. Por mi parte me permito plantear algunos “remedios” para “tratar” a niños necios e inquietos llenos de energía:

Remedios para niños necios e inquietos:

* Un balón y unos guayos.

* Un par de tenis para trotar.

* Una bicicleta.

* Un bate y un guante.

* Un par de raquetas y una bola.

* Un par de patines.

* Una tabla y un paquete grande de barras de plastilina.

* Un carné para entrar todos los días a una piscina.

* Un kit de basquetbol: canasta y balón.

* Una inscripción a un club de caminantes.

* Un disco de frisbee para llevar al parque.

* Una cometa para las temporadas de vientos.

* Una bañera llena de agua caliente con una barra de jabón que haga mucha espuma, varias veces a la semana.

* Muchas tardes con los abuelos.

* Continuos fines de semana cocinando en familia e inventando recetas.

* Bastantes momentos llenos de besos y abrazos. A veces acompañadas de “guerras” de almohadas.

Y, evidentemente, una amplia disposición de los padres a permitir un cierto grado de desorden en el apartamento (o casa),
tomándose la licencia de convertir la sala en una cancha deportiva.

Esta fue una columna libre e independiente de Diego Germán Arango Muñoz, Ingeniero, psicólogo y Administrador Turístico, profesor de la Universidad Nacional de Colombia y consultor en Mercadeo Gerencial.

Bibliografía:

(1). Ritalín. ¿Una droga de control social?

(2). Las mentiras y peligros del Ritalin y el diagnóstico de hiperactividad. Vídeo del Dr. Thomas Szasz

(3). Niños drogados; sobre el negocio del Ritalín, la escuela y el control social

(4). Estudio muestra que Ritalín no mejora el rendimiento académico

(5). Un estudio muestra los efectos negativos del Ritalín en niños