"La conciencia, esa gran desconocida y, paradójicamente, tan presente en nosotros como ausente en el mundo"
(Amador Martos)
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El instituto High Tech High de California es pionero en el aprendizaje basado en proyectos. España empieza a importar esta forma de aprender.

Todo empezó con una pregunta. ¿Cómo hacemos una compañía de jabones? Y a esa le siguió otro centenar que están pintadas en colores chillones en el mural trasero de la clase: ¿cómo se corta el jabón? ¿Cómo formamos el equipo? ¿Cuál es la forma más barata de anunciarlo? ¿Cuántas tarjetas de visita hay que imprimir? ¿Cómo podemos sacar buena nota en este proyecto?



Durante el último semestre, 19 alumnos de 9º grado de Química del instituto High Tech High de San Diego (EE UU) formaron su propia empresa: Wicked Soap Company. Los chicos, de 14 y 15 años, llevan más de 4.000 pastillas de lavanda, naranja y limón vendidas. Y han recaudado 10.000 dólares que dedicarán a acciones benéficas y a algún capricho. Los hicieron mezclando en las batidoras aceites y mantecas. Y equivocándose. Su profesor de Química, Matt Martin, defiende que lo mejor del proceso fue fallar mucho y empezar de nuevo. Junto a la estantería de pastillas de colores que impregnan la estancia de olor a droguería antigua, confiesa además que para ellos parece un juego pero han aprendido mucho sin apenas darse cuenta: “Hemos podido explorar un montón de procesos químicos a través de la creación de preciosos jabones: reacciones neutralizadoras, ácidos y bases, saponificación, y la ingeniería del diseño. Es muy motivador para ellos”.

Aprender a hacer jabón, grabar cortos y vídeos de deportes para subirlos a YouTube o diseñar una campaña política paralela son cosas que tienen cabida en el instituto High Tech High (HTH), un centro público situado en el barrio Point Loma de San Diego, en California, donde siempre es verano. Es uno de los referentes mundiales de la llamada innovación educativa, la corriente que intenta dar la vuelta a la forma tradicional de enseñar, con adeptos y detractores repartidos por todo el mundo.

El HTH aplica el aprendizaje basado en proyectos. Es un sistema pegado a la vida real, que dinamita las asignaturas y los horarios. En los edificios de cristal y madera donde se imparte de primaria a secundaria no hay timbre para el recreo y todas las puertas están siempre abiertas. Los alumnos trabajan en grupos, tanto dentro como fuera del aula y en periodos de tiempo más largos que los tradicionales 45 minutos de clase. “El aprendizaje basado en proyectos empieza con un problema”, explica el director, Abe Correa, junto a un grupo de estudiantes que ensayan música en un salón pasillo inmenso. San Diego tiene escasez de agua y riesgo continuo de sequía. “Nos planteamos, por ejemplo, cómo sobrevivir como ciudad usando el agua de forma sostenible. Y entonces los chicos hacen investigaciones, entrevistan a profesionales de la comunidad o a los que aplican las políticas medioambientales. La idea es que los muchachos sigan una formación muy orientada al mundo de hoy. Son agentes activos de su educación. No vienen a la escuela a que nosotros les pongamos algo delante”.

HTH tiene 13 escuelas en California y una larga lista de espera. En cada centro se imparten clases a 400 alumnos. Las plazas se sortean entre más de 8.000 aspirantes. El 40% de sus estudiantes son de familias humildes y aquí está garantizada la variedad racial. Al alumno colombiano Diego Ardila, que lleva cinco años en el HTH, el sistema le convence. En su centro anterior, era un alumno descolgado que tenía preocupados a sus padres. No sacaba buenas notas, se pasaba el día jugando fuera de casa. Ahora, con 16 años, le entusiasma lo que hace. “Aquí aprendo más porque me enseñan cuestiones que puedo aplicar más que solo escribir, leer y escuchar horas y horas. Uno entiende mucho mejor cuando lo que le explican le impacta y lo puede poner en práctica”.

Los detractores de estas nuevas técnicas consideran que se corre el riesgo de banalizar la enseñanza

Los docentes también son seleccionados por el centro. “Este sistema no es para todo tipo de profesor. No todo el mundo puede crear un programa nuevo, o dos, o tres, cada semestre. Hace falta una mente innovadora, y sin duda exige asumir riesgos”, explica la profesora de Humanidades, Ady Kayrouz, que atiende a un grupo de profesores venidos de otros centros estadounidenses durante la hora del almuerzo. HTH recibe 5.000 visitas anuales, principalmente de docentes que quieren copiar su modelo. Les hacen un recorrido completo por el instituto, les invitan a comer y a departir con sus profesores y alumnos. Es una fuente de financiación añadida, se pagan hasta 350 euros diarios por un tour. La prensa accede gratis.

España es uno de los países que ha empezado a fijarse en el aprendizaje basado en proyectos. Más de 12.000 profesores se han formado en los últimos tres años con los MOOCS (cursos online) que organiza el Instituto Nacional de Tecnologías Educativas y Formación del Profesorado (INTEF), dependiente del Ministerio de Educación. “En nuestro país ha entrado con mucha fuerza, estamos en fase de concienciación”, opina Alfredo Hernando, orientador e investigador educativo, que incluyó el HTH en su libro Viaje a la escuela del siglo XXI. Así trabajan los colegios más innovadores del mundo, con la Fundación Telefónica. También aparece en la última obra del divulgador educativo Ken Robinson, Escuelas creativas, en la que defiende que el sistema educativo debe ayudar a los estudiantes a encontrar su pasión, lo que él llama su elemento. “Los alumnos abarcan así todo el plan de estudios de forma eficaz porque integran una disciplina en otra”, reseña sobre el HTH. “Se trata de descubrir una asignatura en lugar de cubrirla”.

Los detractores de las técnicas de innovación educativa consideran que son sistemas que aún no han sido suficientemente evaluados y que corren el riesgo de banalizar el aprendizaje. El zaragozano Alberto Royo, profesor de Música y autor del libro Contra la nueva educación. Por una enseñanza basada en el conocimiento, señala dos riesgos en las escuelas que utilizan estas técnicas: “El alumno es el que marca lo que se aprende y son los profesores los que deben adaptarse continuamente a los intereses de los estudiantes. Además, eligen un tema que se trabaja mucho, pero con eso no pueden abordarlos todos”. Royo considera que, en todo caso, sería un modelo más adecuado para la enseñanza primaria, donde no se abordan los contenidos con tanta profundidad. “La innovación es una moda que pasará”, pronostica.

El profesor andaluz Miguel Ángel Ariza ha formado a miles de docentes en España con el INTEF y organiza La Semana de los Proyectos con la Junta de Andalucía. Asegura que es una de las técnicas que más demandan aprender los profesores españoles, pero admite las dificultades para ponerlo en práctica en colegios e institutos: “Supone un esfuerzo de coordinación, a veces la norma te dificulta ponerlo en marcha por cuestiones como la evaluación y la calificación”.

En el HTH los profesores ponen notas a sus alumnos, pero no es lo que más cuenta en su evaluación final. Cuando acaba el curso, deben hacer una exposición oral ante todo el centro y es esa presentación la que ayudará a decidir si están preparados. El 100% de sus estudiantes se gradúan y va a la universidad. Más del 80% continúa en el campus después del primer año. Correa defiende que salen preparados para la vida real: “Nuestros alumnos se gradúan con una habilidad increíble para comunicarse con adultos, profesionales y políticos porque durante cuatro años lo han practicado todo el tiempo”.