"La conciencia, esa gran desconocida y, paradójicamente, tan presente en nosotros como ausente en el mundo"
(Amador Martos)

¿CÓMO ES ENSEÑAR EN UN AULA QUE INCLUYE A NIÑOS CON SÍNDROME DE DOWN?

CUATRO CUADRANTES

Ayer recordamos el Día Internacional del Síndrome de Down, creado por la Organización de Naciones Unidas el año 2011, con el objetivo de aumentar la conciencia pública sobre este tema y visibilizar el desafío de continuar trabajando por la inclusión de todas las personas con este síndrome.

En Chile, muchas de nuestras escuelas se han unido a este desafío, y actualmente cientos de niños y niñas con este diagnóstico asisten a salas de clase “tradicionales”, donde son un integrante más del curso. En ellas buscan, como todos sus compañeros, desarrollarse de manera integral: a nivel social, emocional y, por sobre todo, a nivel cognitivo. Esto supone también una gran experiencia sus familias y para las comunidades educativas, quienes con esfuerzo y mucho cariño, día a día asumen el desafío de educar a distintos estudiantes con necesidades educativas especiales.

¿Cómo enfrenta este desafío un profesor?, ¿cómo es vivido por el curso? Los invitamos a conocer de cerca la experiencia de enseñar en un aula que incluye a estudiantes con este diagnóstico a través del caso de la profesora de Educación General Básica Paulina Monsalve, del Colegio José María Caro de La Pintana. Como profesora de primero básico, Paulina trabajó durante 4 años con alumnas con Síndrome de Down. Hoy ambas ya no están en su sala, pues pasaron al siguiente curso; sin embargo, la experiencia de trabajar con ellas marcó y desafió a Paulina profundamente, por lo que quiso compartirnos su experiencia a través de esta entrevista:

¿Cuál ha sido tu experiencia como profesora en una aula que integra a alumnas con Síndrome de Down?

“He trabajado ya cuatro años con alumnas diagnosticadas con este síndrome; dos años con Anaís y, posteriormente, dos años con Sofía. En general, debo decir que aprendí mucho de ellas. Fue un trabajo arduo de un gran equipo multidisciplinario, pero lo más importante -y aunque suene cliché- fue ganarse la confianza y el cariño de las alumnas. Gracias a eso, lo académico se facilitó bastante”.

¿Qué preparación previa tuviste para poder trabajar con ellas?

“La verdad es que no hubo mucha preparación previa; no tenía un postítulo en educación especial o algún curso que me preparará de manera especial para trabajar con niños con Síndrome de Down, pero cuando supe que tendría alumnas con estas características empecé a leer, estudiar por mi cuenta, además de pedir ayuda a mis colegas de ANEE (Departamento de Atención de Necesidades Educativas Especiales del Colegio José María Caro). El trabajo con las especialistas y principalmente con Karen Cocio, educadora diferencial, fue vital y enriquecedor. Ellas guiaron cada uno de mis trabajos con las alumnas, ¡formamos un gran equipo! En el caso de mi trabajo con Sofía, fui contactada por una agrupación llamada Edudown, ya que ella asiste algunos talleres ahí. Esta institución me brindó también mucho apoyo, respondió mis dudas y me invitaron a charlas que me ayudaron muchísimo para poder trabajar de mejor manera con mi alumna”.

¿Qué metodología se ocupa para desarrollar habilidades básicas como leer, escribir, calcular con niños con este diagnóstico?

“Ocupé el método global, tanto en lenguaje como en matemática, adecuando los mismos contenidos del curso para ellas. Las pruebas generalmente eran orales, debido a sus dificultades para escribir. Para esto contaba con una técnico en educación parvularia que me apoyaba bastante en este proceso. A su vez, el departamento de ANEE confeccionó un plan de trabajo en base a metas, del que tomaron conocimiento ambas apoderadas, para que ellas también pudieran participar y apoyar el proceso; pero en general, todo se hacia en la sala de clases con el resto del curso: pruebas dictados, lectura, rutinas, etc. Lo bueno es que los otros niños sabían de la condición de sus compañeras, y por tanto les resulta normal que ellas tuvieran ciertas adecuaciones en las actividades que realizaban, que eran las mismas que el resto del grupo, en los mismos horarios”.

¿Las alumnas finalmente, lograron aprender a leer y a escribir?

“En ellas el proceso de lecto-escritura es mucho más lento, pero a fines de su segundo año en primero básico, lograron aprender a leer”.

A la luz de tu experiencia, ¿qué es lo que se necesita para poder incluir a más estudiantes con este diagnóstico en las aulas “tradicionales”?; ¿Cuál fue la principal dificultad o desafío a vencer?

“Se necesitan ganas, eso; sólo ganas. ¿Es fácil? No. No lo es, porque son niños que requieren construir una relación de confianza muy fuerte, y en términos prácticos implica tener que planificar y preparar materiales dos veces: para ellos y para el resto del curso. La extensión horaria del sistema “tradicional” tampoco favorece, pues son jornadas muy largas; no pensadas para ellos. Y sí, es cierto que todo esto demanda un trabajo enorme, pero se consiguen resultados increíbles. Tienes que estar dispuesto a estudiar y a adecuar cada cosa que hagas, para que no sientan que se hace una discriminación ni positiva ni negativa; y claro, también necesitas el contar con una familia que te siga el ritmo y confíe en lo que tu haces, eso es fundamental”.

¿Cuál es el impacto que tiene para un alumno con Síndrome de Down haberse desarrollado en un aula “tradicional”?

“Es difícil verlo en un curso tan pequeño; sin embargo, pienso que tienen un impacto positivo no sólo en los niños y niñas con este diagnóstico, sino también en sus familias, debido a que se les quita la etiqueta de “pobrecitos”, de que no pueden aprender y de que sólo vienen a compartir y reforzar habilidades sociales. En lo personal, me ayudó mucho ver casos de familias españolas de niños con este síndrome, que luego de ir a la escuela iban a universidades o tenían trabajos como cualquier otra persona. Está comprobadísimo que aprenden, más lento, pero aprenden”.

¿Y el impacto en el resto de sus compañeros?

“Sólo rescato cosas positivas, especialmente en la relación que se dio entre ellos. Sus compañeros las aman, las cuidan y las defienden, y también, como a cualquier otro compañero en un primero básico, las acusaban si se mandaban embarradas. Para los niños no había diferencias”.

¿Trabajarías de nuevo con alumnos con Síndrome de Down?

“Sí, lo haría de nuevo. Es un gran desafío, pero como lo es con cada niño, con o sin necesidades educativas especiales. Cada uno es un mundo. Ganarse la confianza de ellos, su cariño y el de su familia, es clave. Luego de haber vivido esta experiencia, me encantaría poder estudiar formalmente para poder trabajar con niños con este diagnostico de manera mucho más profesional”.

La experiencia de esta profesora nos muestra cuán desafiante es esta experiencia, que requiere de la motivación y perseverancia de un docente, pero el apoyo y trabajo en equipo de toda una comunidad. Y tú ¿conoces algún caso de inclusión en la escuela que quieras compartirnos?