"La conciencia, esa gran desconocida y, paradójicamente, tan presente en nosotros como ausente en el mundo"
(Amador Martos)

DEBERES EN VERANO, ¿SÍ O NO?

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No cabe duda. Si los niños pudiesen votar, Podemos arrasaría en las elecciones. ¿La razón? En un programa de televisión, Pablo Iglesias prometía a los más pequeños que, de gobernar la formación morada, los deberes desaparecerían para siempre del mapa. Y no está solo. Hace una semana, la Confederación Española de Asociaciones de Padres y Madres de Alumnos (CEAPA) declaró la guerra a los deberes.

Conforme se acerca la época estival, el debate se intensifica. Las ganas de disfrutar de los niños crecen a la misma velocidad que las dudas de los padres. ¿Es el verano una época solamente de diversión? ¿Qué hacer con los escolares durante estos meses? ¿Es bueno mantener el hábito del trabajo o es preferible una desconexión?



Los estudios y los expertos coinciden: nada de libertad total. "En educación las cosas no son ni blancas ni negras. La clave reside en el equilibrio", señala Juan Antonio Planas, presidente de la Asociación Aragonesa de Psicopedagogía. Para este experto, el nivel y el tipo de deberes deben variar en función de la edad del escolar. Así, mientras en los niños que cursen Infantil hay que fomentar la creatividad, en Primaria es necesario promover la lectura y en Secundaria, la escritura.

Enrique Castillejo y Gómez, presidente del Consejo General de Colegios Oficiales de Pedagogía y Psicopedagogía de España, coincide con Planas: "Un escolar no puede estar más de dos meses parado. Todos deben hacer actividades diarias, breves y dinámicas", explica este profesional.

Como todo el mundo, los niños, hayan aprobado o no, se merecen un respiro. Unos días de libertad total. "Si el estudiante lo ha hecho mal durante el curso, ha de tener como mínimo seis días de descanso cognitivo", asegura Castillejo y Gómez. No ocurre lo mismo con quienes lo hayan superado con éxito. Según los expertos, estos pueden permitirse hasta dos semanas inactivos.

A partir de los 15 días, hay que recuperar la rutina. "El día es largo. Se deben dedicar de 30 minutos a una hora al día [dos horas alumnos de secundaria]", reitera Covadonga Ruiz de Miguel, profesora de la Universidad Complutense de Madrid y miembro de la Fundación Europea Sociedad y Educación. "En Primaria, por ejemplo, los conocimientos son muy memorísticos", añade en alusión a a las tablas de multiplicar.

Para esta profesional, si no se hace nada, se desaprende: "Septiembre es un cambio muy fuerte. Es necesario ejercitar la mente. De lo contrario, el escolar corre el riesgo de quedarse atrás en el curso". El presidente del Consejo general de colegios oficiales de pedagogía y psicopedagogía de España no está de acuerdo con esta afirmación: "La mortalidad del aprendizaje depende de si el niño ha aprendido bien o no", sentencia.

Además de dedicar algún tiempo al estudio, durante el verano los padres tienen una tarea más: esforzarse en imponer una rutina. "Nada de desconexión total. Hay que establecer hábitos parecidos a los de la etapa escolar", incide Ruiz de Miguel. "Estar de vacaciones y hacer lo que les venga en gana, no", resume Planas. Levantarse a una hora decente -las diez de la mañana-, acostarse relativamente pronto y leer antes de dormir son alguno de los consejos de los expertos.

¿Qué son deberes? Aquí está el quid de la cuestión. "Las tareas si son sistemáticas, poco innovadoras o repetitivas no sirven", comenta Planas. Así, si un alumno suspende, de nada vale ponerle sumas y restas. "La familia ha de esforzarse en que las actividades sean lúdicas. Los hábitos se crean", resume el presidente de la Asociación Aragonesa de Psicopedagogía. "Si a un niño le gustan los videojuegos, en verano tiene que leer revistas de este tema", añade Castillejo y Gómez: "Las tareas en verano no se pueden vender como un castigo porque los más pequeños no lo van a entender".

Y los cuadernos de actividades ¿qué? Aunque los profesionales no se oponen, creen que hay opciones mejores. "No es una mala idea, si los padres no tienen tiempo es algo sensato. Sin embargo, parecen un libro de texto", explica Ruiz de Miguel. "En lugar de ejercicios de caligrafía, se les puede animar a escribir la lista de la compra", recomienda Planas: "Los padres no son vigilantes, sino amigos que dan ánimos".