"La conciencia, esa gran desconocida y, paradójicamente, tan presente en nosotros como ausente en el mundo"
(Amador Martos)

¿MEJORA LA MEDITACIÓN NUESTROS PROCESOS DE APRENDIZAJE?

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¿Produce algún cambio el Yoga o la meditación en el funcionamiento de nuestro cerebro?

La doctora Sara Lazar, neurocientífica del Hospital General de Massachussetts y de la Facultad de Medicina de Harvard, realizó un estudio en Boston, con la finalidad de comprobar si la meditación y otras prácticas contemplativas como el Yoga producían algún tipo de modificación en el cerebro. Para ello, reunió a un grupo de personas, las cuales no practicaban ninguna de estas disciplinas, y les hicieron seguir un programa de meditación de forma constante.


Después de tres meses compararon a través de escáneres cerebrales si había habido algún cambio significativo con respecto a otro grupo de personas con las mismas condiciones sociales y demográficas. Los resultados fueron que en el grupo que había llevado a cabo las meditaciones podía apreciarse lo siguiente:

* Un aumento del tamaño de la materia gris en algunas zonas del cerebro, entre ellas las zonas prefrontales relacionadas con la memoria funcional y los procesos de toma de decisiones.

* En individuos de más de cincuenta años parecía que la meditación ayudaba a prevenir o retrasar el envejecimiento de determinadas estructuras corticales del cerebro.

* Pudieron apreciarse cambios significativos en la unión temporoparietal, relacionada con la perspectiva, la empatía y la compasión.

* Disminución de la materia gris en la amígdala, encargada de la generación de estrés.

De este modo la doctora Lazar concluye diciéndonos que la meditación puede literalmente cambiar nuestro cerebro.

¿Qué beneficios puede aportarnos esto en el proceso de enseñanza-aprendizaje?

Los neurocientíficos han comprobado que el impacto de la meditación y las técnicas contemplativas tiene un efecto directo sobre el estado emocional del individuo. Esto no lo podemos obviar en el proceso de aprendizaje, ya que cuando aprendemos algo, nuestro cerebro emocional lo etiqueta de divertido, aburrido, fascinante o tedioso, lo cual influye de una forma directa en la predisposición que adoptamos a la hora de aprender.

Es un hecho que vivimos en una sociedad con un exceso de estímulos y mantener la atención es cada vez más complicado. Evidentemente esto afecta en el ambiente académico, así como a la percepción que tenemos de nosotros mismos y del entorno que nos rodea. Desde las aulas, los maestros les pedimos (o exigimos) a nuestros alumnos que nos presten atención; no obstante si ellos fuesen lo suficiente maduros posiblemente nos harían la siguiente pregunta: y eso… ¿cómo se hace?

Precisamente mediante la meditación lo que se pretende es trabajar la atención. Hay diferentes técnicas como poner la atención en nuestra respiración, en los latidos de nuestro corazón, en nuestras sensaciones corporales,… Para ello se requiere un estado mental de vigilancia atenta pero relajada. Cuando conseguimos relajar nuestro cuerpo con este tipo de prácticas, nuestro diálogo interno va perdiendo intensidad hasta desaparecer. Puede que este estado solo dure unos segundos, pero durante este tiempo nuestra mente estará en calma, y si alcanzamos este estado de forma intermitente gracias a nuestra práctica, conseguiremos una mejor salud psicológica.

Según el psicólogo Mark Greenberg, del Penn State’s College de Salud y Desarrollo Humanos, los beneficios inmediatos de este tipo de prácticas son:

* Aumento de la capacidad de calmarnos.

* Disminución del estrés y la ansiedad.

* Potencian el desarrollo de la atención.

* Aumento de la capacidad de percepción y de la memoria.

Durante la etapa de desarrollo, la práctica de estas disciplinas es muy beneficiosa, puesto que podemos aprovechar la gran plasticidad cerebral de estas edades para provocar cambios significativos en las estructuras del cerebro.

¿Qué ocurriría si aplicásemos estas prácticas de forma repetida en los niños? ¿Podríamos modificar su manera de aprender? ¿Y la de gestionar sus emociones?

En un estudio realizado en la ciudad de Nueva York a través del Inmer Resilence Program, con más de ochocientos alumnos de 11 años se descubrió que al aplicar estas prácticas, lo primero que se apreciaba era una disminución del estrés de los profesores. Parecía mucho más fácil mantener el orden y captar la atención del alumnado. Es evidente que si un docente siente un mayor bienestar durante las clases tendrá la capacidad de enseñar mucho mejor los contenidos. En cuanto a los estudiantes, se pudo apreciar una gran disminución en los niveles de frustración, y una mejora a la hora de trabajar de forma autónoma.

Hemos de ser conscientes de que un alumno que tiene una discusión entre clase y clase, arrastrará un estado emocional desagradable a la siguiente lección, lo cual producirá interferencias en su aprendizaje. Por ese motivo se debería enseñar este tipo de prácticas a los profesores, con la finalidad de que éstos puedan trasmitirlas a sus alumnos y les ayuden a gestionar mejor determinados estados emocionales no deseables y perjudiciales a la hora de asimilar los contenidos escolares.

Mark Greenberg también nos habla sobre determinados estudios en los que se ha comprobado cuáles son los efectos que producen determinadas prácticas como el Yoga o el Mindfulness en los niños. Ese estudio consistió en aplicar estas prácticas en un periodo de unos treinta o cuarenta minutos al día, durante cuatro días a la semana. Al finalizar estas sesiones, durante la relajación, se les pedía a los alumnos que pusiesen su atención en la respiración, otras veces en los latidos de su corazón o incluso se hacían prácticas meditativas basadas en la compasión hacia sus familiares y amigos, y otras hacia personas que ni tan siquiera conocían.

Los resultados fueron que los niños lograban reducir considerablemente sus pensamientos de preocupación, y también que tenían menos pensamientos intrusivos. Y no solo eso, además también parecían presentar una mejor habilidad para gestionar sus emociones y adaptar los comportamientos adecuados a las situaciones que lo requerían. Según este autor, esto no quiere decir que los niños tengan que practicar Yoga o meditación en todas las escuelas, pero sí que es necesario investigar y explorar este campo en relación con el aprendizaje y la educación. A día de hoy nos puede ayudar la Neurociencia a la hora de observar y medir de una forma más objetiva el impacto que este tipo de técnicas milenarias tienen sobre el funcionamiento de nuestro cerebro.

Desde Nueces y Neuronas os recomendamos tomar contacto con este tipo de prácticas de forma progresiva si no sois practicantes. Nos os dejéis llevar por vuestros juicios hacia ellas ―seguramente basados en el desconocimiento―, y tratad de darles una oportunidad. Valorad los cambios que se producen en vuestro cuerpo, en vuestra mente y en vuestros estados emocionales. No es necesario que la práctica que llevéis a cabo os obligue a invertir una gran cantidad de tiempo. Sólo unos diez minutos de meditación Mindfulness al día pueden producir una mejora considerable en vuestra capacidad de atención y gestión del estrés.

A continuación os dejamos un vídeo en el que la doctora Sara Lazar nos habla de los cambios que pueden producir este tipo de prácticas en algunas de nuestras estructuras cerebrales. ¡Esperamos que lo disfrutéis!