"La conciencia, esa gran desconocida y, paradójicamente, tan presente en nosotros como ausente en el mundo"
(Amador Martos)

DE PROFESOR A PROFESOR-COACH

LEER EL MANUSCRITO: INTRODUCCIÓN, ENSAYO, HISTORICISMO Y CONCLUSIÓN

Artículo de Andrea Giráldez
Doctora en Filosofía y Ciencias de la Educación.


En los últimos días ha aparecido en la prensa la noticia de que Finlandia prepara un nuevo giro en su sistema educativo. La edición del 3 de diciembre del BBC Mundo ofrecía este titular: ¿Por qué Finlandia está cambiando “el mejor sistema educativo del mundo"?

La noticia hablaba de la introducción de una nueva metodología, conocida como phenomenon learning, de la abolición de las distintas materias como asignaturas separadas y de un cambio fundamental en el desempeño del profesorado:

Los cambios en el sistema educativo en Finlandia también implican importantes cambios para los profesores, quienes ya no tendrán el control acostumbrado sobre sus cursos y deberán aprender a trabajar de forma colaborativa con sus alumnos y con otros docentes.

Su trabajo dejará de basarse tanto en clases magistrales y será más parecido al trabajo de un mentor o de un coach que al de un catedrático.

Hasta marzo de este año, ya 70% de los profesores de Helsinki habían sido entrenados en la aplicación del nuevo método.

La noticia, sin duda positiva, nos ofrece alguna duda cuando el periodista afirma que el trabajo del docente será más parecido al de “un mentor o un coach”, usando ambos términos como sinónimos, puesto que no lo son; pero no es el propósito de este breve escrito hablar de esta diferencia, sino celebrar el hecho de que el coaching vaya a incorporarse de forma sistemática en las escuelas y, además, que el profesorado esté siendo convenientemente formado para ello.

Pero, ¿qué podemos entender cuando decimos que el profesor será un coach?

Del coach deportivo al profesor-coach

Todos sabemos que el coaching tuvo su mayor desarrollo en el ámbito del deporte, de modo que comenzaré con una analogía. Los grandes coaches apoyan a los deportistas para que puedan alcanzar los mejores resultados, desafiando sus propios límites. Este apoyo supone acompañarles en cada etapa de su desarrollo, pero no evitar los riesgos ni los errores, ya que estos son fundamentales para el aprendizaje. Los mejores coaches animan a los jóvenes a esforzarse, a continuar cuando sería más fácil abandonar, a intentarlo otra vez después de la caída y a aprender a amar el deporte. En esta tarea, saben que instruir no es suficiente. De hecho, como hemos podido aprender de Timothy Gallwey, uno de los padres del coaching deportivo y autor de El juego interior del tenis, “siempre hay un juego interior en tu mente, no importa qué esté sucediendo en el juego exterior. Cuán consciente seas de este juego podrá marcar la diferencia entre el éxito y el fracaso en el juego exterior”. Cuando un profesor “instruye” está olvidando, en la mayoría de los casos, ese juego interior. Y esta es una diferencia importante entre un profesor y un coach (o un profesor-coach): este último no se limita a enseñar, sino que ayuda al estudiante a tomar conciencia, a fijar sus objetivos, a reconocer sus fortalezas y debilidades, y a encontrar sus propias respuestas. De algún modo, podemos decir que el profesor-coach utiliza una serie de técnicas y herramientas del coaching para apoyar a sus alumnos en el camino y facilitar la consecución de objetivos, pero no de esos objetivos que suelen escribirse de manera más o menos automática en las programaciones (cuando no se copian de otros propuestos por las editoriales) sino de objetivos personalizados, adaptados a la realidad y a los intereses individuales. Pero para llegar a esto no podemos obviar un paso previo: el que el propio docente haya atravesado y atraviese por un proceso de coaching porque, en definitiva, no se puede ofrecer lo que no se tiene. Y cuando digo “atravesar por un proceso de coaching” no me refiero a explicar a los docentes la teoría y la práctica del coaching, sino a apoyarles para que puedan comenzar por aplicarlo con ellos mismos. No creo que pueda funcionar de otro modo, simplemente porque no podemos seguir pidiendo cambios a los docentes sin ocuparnos primero de ellos.

Coaching para docentes

Christian van Nieuwerberg y John Campbell, en su artículo titulado Un marco global para el coaching en la educación , sugieren que a la hora de comenzar a crear una cultura del coaching en cualquier institución educativa disponemos de distintos portales o canales de entrada, esto es, que podemos comenzar por alguna de las siguientes opciones: directivos (que es la más frecuente, sobre todo en cursos de liderazgo y coaching para organizaciones educativas), docentes, alumnos o miembros de la comunidad educativa. Si bien todas las opciones son válidas, y en su conjunto proporcionan los mejores resultados, pensamos que el coaching para docentes es clave, ya que en la medida en la que ellos cambien habrá cambios trascendentales en los alumnos y en la comunidad educativa. En nuestra experiencia trabajando con docentes, tanto en talleres presenciales como en el Curso Básico de Coaching en Educación, en el que ya han participado docentes de más de 30 países, las profesoras y los profesores dicen que las actividades les han permitido tomar consciencia, plantearse quiénes son y qué quieren como docentes, revisar sus creencias y valores, y desarrollar algunas de las habilidades fundamentales de un buen coach: escuchar, formular preguntas abiertas, clarificar cuestiones importantes, animar a la reflexión, evitar “decir” o “aconsejar”, crear rapport, no juzgar, desafiar creencias, animar a comprometerse con la acción, reconocer que no tienen todas las respuestas, desarrollar confianza y respeto, centrarse en las soluciones, no en los problemas, creer que tanto los colegas como los estudiantes tienen la capacidad de desarrollarse y cambiar. Sí, cambiar, repensarse, reinventarse, evaluar qué estamos haciendo bien y qué podríamos mejorar… estos son algunos de los desafíos que nos propone el coaching y que nos ayudará a convertirnos en profesor-coach. De hecho, como ha quedado probado en numerosas investigaciones, el coaching es un componente eficaz de los programas de desarrollo profesional y tiene el potencial de llegar a donde otras formas de desarrollo profesional no han podido llegar. Aunque no ofrece una solución rápida, constituye un potente recurso para transformar nuestra profesión, y quizá esta sea una de las principales razones para intentarlo.