"La conciencia, esa gran desconocida y, paradójicamente, tan presente en nosotros como ausente en el mundo"
(Amador Martos)

VUELVEN LOS FILÓSOFOS: UN OFICIO CLÁSICO QUE SE RENUEVA

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Consultores de empresas, investigadores de mercado, expertos en vida cotidiana y hasta coaches existenciales, nuevos roles.

Un grupo de hombres de saco y corbata analiza datos de producción. Están en una sala de reuniones cuyos ventanales dan a un hermoso parque en el que otro hombre, sin saco y corbata, camina lentamente, como paseando. "¿Quién es ese que no hace nada mientras nosotros trabajamos?", preguntó uno de los empleados. "¿Ése? Es uno al que le pedí que pensara un problema", fue la respuesta de Henry Ford, quien dirigía aquel encuentro en su empresa. La anécdota sintetiza algo que, un siglo después, está empezando a ocurrir: el regreso de los filósofos.

Quienes se dedican a pensar los grandes problemas de la existencia humana, sin aislar los del día a día, ya no trabajan sólo en docencia o investigación. Lo que se viene -y empieza a verse también en la Argentina- son licenciados o doctores en filosofía que se desempeñan como investigadores de mercado, consultores de empresas, responsables o jefes en el área de recursos humanos o son coaches "existenciales" personalizados, conferencistas especializados en problemas de la vida cotidiana o tutores de talleres de filosofía para niños.

También en Buenos Aires se multiplican los cursos breves de filosofía práctica y, tironeados por la demanda, empiezan también a surgir pseudoprofesionales que se ofrecen como coaches existenciales. Existen también filósofos en los equipos de asesores de políticos, como el conocido caso de Alejandro Rozitchner, que trabaja con los dirigentes de Pro.

Fuera del aula, el filósofo puede ayudar en los vínculos humanos de todo tipo que se dan en un ámbito de trabajo, en las relaciones con la comunidad, en las dinámicas de trabajo o ser él mismo un empresario. Como es el caso de Luis Burroni, de 42 años, licenciado en filosofía y en economía, que desde 2002 gestiona su propio emprendimiento, Punto Pizza, hoy con cinco sucursales y un centro de producción.

"La filosofía te da una mirada integral porque en general nadie te enseña a pensar. Podés tener mucha información y ser muy inteligente, pero si no tenés un método de pensamiento, es muy difícil llevar adelante algo, sea un emprendimiento o una familia, porque uno toma decisiones constantemente", dijo Burroni a LA NACION, y admitió que más de una vez recurre por problemas del trabajo a los libros de Karl Popper o Santo Tomás. "Para hacer un emprendimiento es fundamental tener una disciplina y para adquirirla intento aplicar el concepto de Aristóteles y su idea de la «asociación de actos buenos»", sostuvo.

"El empresario necesita hacerse preguntas y el filósofo puede ayudarlo a hacerse las correctas para volver el trabajo a su origen. Es decir, no preguntarse sólo qué y cómo hacer las cosas, sino por qué hacerlas", dijo Nicolás Milhas, licenciado en filosofía y magister en administración. Milhas es responsable técnico del comité de educación de la Sociedad Rural Argentina (SRA) y consultor del Parque Científico y Tecnológico de la Facultad de Agronomía de la UBA y otras empresas. Según él, la búsqueda de filósofos por parte de las empresas es algo antiguo, pero no común y, menos aún, algo que las empresas busquen hacer visible.

"Una empresa que quiere contratar un filósofo busca alguien capaz de dar criterios por los cuales trabajar, tomar decisiones, delegar, armar equipos, negociar correctamente, identificar intereses y colaborar para que se logren esos intereses", reflexionó.

Según Martín Sisto, doctor en filosofía y profesor en la Universidad General Sarmiento (UNGS) y en la UBA, "en la Argentina no hay una cultura que sea consciente del valor de la filosofía. La gente no sabe para qué sirve y el riesgo es que los filósofos queden hablando sólo entre ellos".

Sisto percibe esto a diario. ¿Un ejemplo? El silencio incómodo que se produjo en una reciente reunión de padres en el colegio al que concurren sus hijos luego de que él respondió a qué se dedica.

FORMACIÓN Y FRUSTRACIÓN

En las últimas dos décadas la filosofía se ha profesionalizado y hoy el doctorado es casi un requisito básico para ejercer esa disciplina. Pero, para Sisto, la "profesionalización no necesariamente implica una profundización". De hecho, la necesidad de tener buenos ingresos lleva a algunos a multiplicarse dando clases como los "profesores taxi" del secundario. "Si se hace así, es difícil sostener una búsqueda y se puede sufrir una decepción interior", acota Sisto. Y agrega que la "frustración vocacional" también puede llegar a quien se lanza en el campo empresarial sin la formación adecuada. Por eso su apuesta es a formalizar en la currícula de la carrera estos conocimientos, tal como sucede en los Estados Unidos y Alemania.

No obstante, "entre los que se dedican a la filosofía hay una sensación permanente de pérdida de terreno", afirma Claudia Marsico, directora del Departamento de Filosofía de la UBA. Los filósofos se recriminan haber abandonado áreas que fueron propias en los orígenes de esa disciplina, como la filosofía natural, que "se la regalaron a la física"; los estudios acerca de la interioridad de la persona, que fueron absorbidos por la psicología, y la reflexión sobre el devenir político, que se transfirió a la sociología política. "Nos queda la pregunta por los supuestos que operan en la vida cotidiana", dijo, y auguró atender esa pregunta y volver al origen de la filosofía.

Hasta los siglos XV y XVI la formación humana era confiada en gran parte a la filosofía, incluso llegó a tener objetivos terapéuticos. "Gran parte de los problemas de la gente no son psicológicos, sino producto de la falta de diálogo con alguien que pueda poner palabras a lo que está viviendo. Eso lo captaron en otros países que hacen philosophical counseling (consulta filosófica), que no es más que una charla y una ayuda para pensar", dijo Sisto.

Para Gustavo Hasperue, secretario académico de la Facultad de Filosofía de la UCA, en el país "es todavía difícil que se aprecie en ámbitos empresariales o del tercer sector las cualidades de los que están formados en filosofía. Los filósofos son aún una suerte de raza desconocida y misteriosa que no se busca en el mercado, pero creo que muy pronto los van a comenzar a buscar a nivel más masivo".