"La conciencia, esa gran desconocida y, paradójicamente, tan presente en nosotros como ausente en el mundo"
(Amador Martos)

EL GRAN DESAFÍO DE EDUCAR OFF-LINE

Mito de la caverna

Un artículo de Agustina Rabaini.

Llegaron los días en que los chicos tienen más tiempo libre y una mayor disposición para “vivir” conectados. La canadiense Catherine L’Ecuyer, especialista en infancia, da pautas para educar en un mundo hiper-exigente, analiza los efectos de las pantallas y asocia la falta de motivación con la pérdida del asombro y la empatía.


El tiempo está mucho mejor invertido si ayudamos al niño a discernir: “¿Qué es relevante y qué no? ¿Por qué? ¿Qué es bello y qué no? ¿Qué es verdad y qué no? ¿Qué significa el sentido de la intimidad? ¿Por qué es necesaria una mejor preparación para utilizar las nuevas tecnologías de forma responsable? Estas y muchas otras preguntas se formuló la canadiense Catherine L’Ecuyer, conferencista y experta en infancia, madre de cuatro niños y autora de los best sellers Educar en el asombro y Educar en la realidad (Plataforma Editorial).

Antes de llegar al mundo de la divulgación y la educación, la autora estudió Derecho en Canadá, realizó un máster del IESE Business School y obtuvo un máster de Investigación de la Universidad de Catalunya. Además de trabajar como abogada en Montreal, al mudarse a España a los 28 años, comenzó a trabajar como consultora en empresas como Abertis, Pepsi, Caprabo y Sony. Allí se interesó por el tema de la motivación en el mundo laboral.

Pero para ella el cambio de rumbo llegó en 2006, cuando sus inquietudes como madre la llevaron a investigar y a divulgar, a través de charlas, temas relacionados con la crianza y la educación, entre ellos la importancia del asombro en el proceso de aprendizaje de los niños. En 2010 impulsó el proyecto Apego-Asombro, nominado por los Premios Proteus de Ética como Proyecto Educativo ese mismo año, y en 2011 publicó Educar en el asombro, un boom editorial que llegó a ubicarse en el primer puesto de los libros más vendidos en Amazon.es.

Esta tarde, en charla con Sophia, la autora recuerda otro día clave de 2012, cuando la periodista Ima Sanchís la entrevistó para el diario La Vanguardia, donde Catherine subrayó la importancia de preservar el asombro y el sentido del misterio en los niños. En un día, su blog recibió 28.000 visitas. Tres años después, sigue publicando artículos, dicta cien conferencias al año, fue oradora en TED y alcanza a medio millón de lectores a través de la Web. Allí sugiere: “Primero la invención y el descubrimiento. Recién después, la disciplina y el aprendizaje”. En tiempos de pantallas, asegura que en este mundo de exceso de estimulación sensorial, la mejor preparación para utilizar las nuevas tecnologías tiene lugar en la realidad, en el mundo exterior, en la vida off-line.

Hasta publicar Educar en el asombro, ¿cómo pasaste de la abogacía y la consultoría al mundo de la escritura y la divulgación?

Primero trabajé como abogada, luego entré en el mundo de las empresas, y mientras me dedicaba a la consultoría en el ámbito de la dirección de personal, investigué sobre qué motivaba a las personas en las organizaciones. Por un lado, tenía a mi hijo de 18 meses que estaba motivado como todos los niños detrás del enchufe, y su papá y yo diciéndole que no. Por otro, veía que se contrataba cada vez más a consultores para motivar a las personas. Me preguntaba qué había ocurrido entre el año y medio de mi hijo y los 18 años de los jóvenes para haber perdido gran parte de su motivación interna; el deseo interno. Mientras tanto, fui teniendo a mis cuatro hijos y a medida que crecían, me preguntaba más cosas.

¿Cómo empezaste con el blog?

Comencé a escribir artículos para mis amigos, y de pronto vi que había más gente participando. Eso me llevó a armar charlas, hasta que tuve un accidente de auto que me obligó a parar durante seis meses. Estaba embarazada de mi cuarto hijo y me propuse poner por escrito las investigaciones que había empezado en 2006. Tomé el tema de la importancia del apego, leí sobre filosofía y pude enlazarlo con el asombro. Empecé a investigar para darles respaldo científico a las ideas y, al revés, al investigar las ideas se desarrollaron más. Entonces se publicó Educar en el asombro en 2011, y en 2012 salió la nota en La Vanguardia que trajo muchas visitas al blog.

¿Cuáles fueron las ideas más relevantes que quisiste volcar en Educar en el asombro?

Quería reflejar un cambio de paradigma, una alternativa al conductismo, donde el niño es solo un ente pasivo, como un recipiente vacío que vamos llenando de conocimiento. Me refiero a otro modelo de educación donde el maestro es importante, pero acompaña transmitiendo conocimientos que el niño hace propios. El conocimiento tiene que partir desde adentro hacia afuera y debemos respetar el asombro, educar pero no inculcar. Hay varios capítulos que hablan de rodear a los niños de naturaleza porque es la primera ventana del asombro. Respetemos sus propios ritmos y su inocencia, sin alborotarlos con estimulación. Cuando nos saltamos la infancia, los niños dan todo por supuesto, están de vuelta de todo, y eso es lo contrario del asombro.

¿Por qué escribiste, después, Educar en la realidad?

Porque lo que asombra es la realidad que ellos pueden ir descubriendo. Los niños tienen una naturaleza, la infancia tiene etapas y debemos respetarlas porque, si no, educar no tiene como punto de partida la realidad del niño. Por eso hablo mucho de los neuromitos, de ideas que crean falsas expectativas, como eso de que cuanto antes aprenden, mejor. O que el niño tiene una inteligencia infinita. Malas interpretaciones de la literatura científica aplicada al ámbito de la educación.

¿Cómo educar mejor en la realidad?

Acompañándolos en la realidad objetiva, de todos los días, porque los niños tampoco pueden vivir todo el día en un mundo ficticio, digital. Segundo, educar teniendo en cuenta la realidad de cada persona en particular. Y tercero, educar en la realidad en la que estamos inmersos, porque ya nadie puede vivir al margen de la tecnología, pero debemos preparar a los chicos para que aprendan a gestionar las nuevas herramientas. Antes de acceder a lo digital, el niño necesita aprender primero de las virtudes, del sentido de control interno, del sentido de la intimidad y de muchas otras cosas que se desarrollan en el mundo real.

¿Hay algo positivo que rescates del mundo tecnológico y sus herramientas?

Claro, el mundo tecnológico puede ser bello y la tecnología, muy útil. Es una herramienta para el trabajo y está al servicio de las personas, pero no es para todos y a cualquier edad. Lo dicen los estudios que hablan del “efecto pantalla”. La Academia Americana de Pediatría recomienda evitar que los niños vean pantallas hasta los 2 años. Para niños mayores, recomienda limitar el tiempo a menos de dos horas al día, y los estudios más recientes sugieren que la regla de los 2 años podría pasar a ser de 3 a 4 años pero siempre cuidando los contenidos. Este es un criterio sanitario que se extiende hasta los 18 años. Estamos a años luz de estas recomendaciones, porque los estudios hablan de una media de uso de las pantallas de ocho horas al día, incluyendo las pantallas en el colegio.

También decís que, para entrar en las redes sociales, es conveniente que los chicos desarrollen un sentido de la intimidad previo…

Sí. Como adultos, a veces vemos cosas que nos chocan, porque tenemos desarrollada una sensibilidad o un sentido de la discreción. Me refiero a virtudes que hemos desarrollado a partir de no hablar con el primero que encontramos por la calle o de no contarle nuestra vida a un desconocido. Siguiendo esta idea, es importante que los niños puedan interiorizar el sentido de intimidad y de discreción antes de entrar en las redes sociales.

Hablas también de los nativos digitales y de la llamada “multitarea”.

Sí, se cree que los adolescentes son buenos en la “multitarea” por ser nativos digitales, pero no es cierto. Es otro mito, porque por hacer más cosas no son necesariamente mejores. Según un estudio realizado en la Universidad de Stanford, los chicos que hacen multitarea tecnológica intensa pueden sufrir de colapso de la memoria de trabajo y no filtrar la atención a partir de un criterio de relevancia. La conclusión del estudio es que estos chicos son “enamorados de la irrelevancia”. La crisis educativa que estamos atravesando es, en realidad, una crisis de atención.

Señalás también que “el niño sobreestimulado se convierte en un adolescente que lo ha tenido todo y tiene el deseo bloqueado”, y que los jóvenes son menos empáticos que en otras épocas…

Sí, cuando se saturan los sentidos, en algún momento se bloquea el deseo. Dejamos de desear las cosas desde adentro hacia afuera y pasamos a depender de estímulos externos , nos volvemos pasivos. En cuanto a la empatía, esto surge de un estudio realizado por la Universidad de Michigan entre 14.000 alumnos. Compararon los resultados del año 1979 con los de 2009 y vieron que los jóvenes de hoy son menos empáticos en un 40%, y que la bajada drástica se dio desde 2000, cuando comenzó el fenómeno de las redes sociales. Hay otros estudios que señalan que los niños y los jóvenes que utilizan videojuegos violentos tienen menos empatía o sensibilidad para reconocer las expresiones faciales.

Con tanta exigencia y presión que viven los chicos, ¿el desafío para los padres también es más complejo?

Sí. Los papás estamos agobiados por exigencias o expectativas elevadas y siempre digo que acá no es cuestión de convertirse en animadores de salones de fiestas. Somos padres, tenemos que poder disfrutar de la paternidad con nuestros hijos. Tenemos que volver a lo esencial y simplificar lo que nos empeñamos en complicar tanto. Y retomar el protagonismo como primeros educadores de nuestros hijos. Hoy muchos padres están dejando la educación en manos de otros y siguen consejos, recetas y reglas para todo. Se han convertido en ejecutores de decisiones ajenas. Hoy se ve gente que no conoce bien a sus hijos. Volvamos a asumir el protagonismo en la educación de nuestros hijos y disfrutemos de ese papel, que es tan bonito.