"La conciencia, esa gran desconocida y, paradójicamente, tan presente en nosotros como ausente en el mundo"
(Amador Martos)

DIEGO, DE 11 AÑOS, ANTES DE SUICIDARSE: "NO AGUANTO IR AL COLEGIO"

El despertar espiritual y la evolución del amor.

La carta: "Espero que un día podamos volver a vernos en el cielo"

El adiós de Carla, Jokin, Aránzazu...

¿Por qué se suicida un niño tan pequeño?


Así recuerda Carmen González el momento en que descubrió que su hijo Diego, de 11 años, acababa de tirarse por la ventana desde el quinto piso del hogar familiar: «Yo estaba levantada pero no me enteré de que se había movido de la habitación. Yo... Miré y vi las zapatillas en el suelo, con lo cual no pensé que él se había levantado, porque yo le tenía que dar unos temas de repaso de Naturales y Sociales. Entonces, cuando me di cuenta, me metí en la habitación, no le vi y le busqué como loca por toda la casa y vi, en el fondo de la cocina, la mampara abierta, me acerqué y... Con la oscuridad vi su sombra, en el suelo. Vivimos en un quinto», explica a EL MUNDO.

En el alféizar de la ventana había un mensaje: «Mirad en Lucho». Lucho es el muñeco amarillo de los Lunnis, su juguete fetiche desde bebé, con el que jugaba a hacer guiñol con su padre. En la habitación, Lucho guardaba un cuaderno, y así contaba Diego, con una aparente madurez desde luego impropia de sus 11 años, las razones que le llevaron al suicidio: «Papá, mamá... espero que algún día podáis odiarme un poquito menos. Yo no aguanto ir al colegio y no hay otra manera para no ir», dejó escrito a sus padres.

A continuación se despide de cada uno de sus seres queridos: «Papá, tú me has enseñado a ser buena persona y a cumplir las promesas (...). Mamá, tú me has cuidado muchísimo y me has llevado a muchos sitios (...). Tata, tú has aguantado muchas cosas por mí y por papá (...). Abuelo, tú siempre has sido muy generoso conmigo y te has preocupado por mí...»

Los hechos sucedieron el pasado 14 de octubre y, pese a la misiva del niño y al testimonio de varios padres que refieren problemas de acoso en el colegio, la Policía descartó que se tratara de un caso de 'bullying' y la juez de Instrucción 1 de Leganés se dispone a archivar la causa. «Sólo le pedimos a la magistrada que se ponga en nuestro lugar y que, al menos, investigue hasta el final», dice Carmen. «En ese colegio están pasando cosas raras y, al menos, hay que investigarlo», remarca su marido, Manuel.

Responsables del centro, el Nuestra Señora de los Ángeles, en el barrio de Villaverde (Madrid), se negaron ayer a comentar nada a este diario y remitieron a la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid, que en su momento abrió una inspección que arrojó resultado negativo.

Cuando el cuerpo de Diego ya estaba en el tanatorio, un forense y unos policías se presentaron en el lugar para tomarle al cadáver muestras que pudieran conducir a abusos sexuales, «y sin embargo esas muestras no han sido analizadas jamás», afirma Robinson Guerrero, el abogado de la familia.

Que se investigue en otro juzgado

El suicidio acaeció en Leganés, pero dado que sus causas pudieran haber tenido lugar en el municipio de Madrid los padres claman para que no se cierre la causa, sino que se inhiba en favor de Plaza de Castilla, «y que ahí investiguen lo que tengan que investigar», repite Carmen como un mantra, y luego se queda mirando al suelo. Los padres han remitido una misiva a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes; a su consejero de Educación, Rafael Van Grieken, y a la Defensora del Pueblo, Soledad Becerril, para pedirles que tomen cartas en el asunto «y que esto no se muera», explica Manuel.

Este periódico ya publicó, apenas 15 días después de los hechos, el caso de María, alumna del mismo colegio religioso que había intentado suicidarse en 2010. «Los profesores dejaban que otras niñas me pegaran porque decían que eso me haría más fuerte», contó a este diario la joven, que denunció los hechos pero no logró una condena judicial. En su caso, el director del colegio declaró que, en realidad, la niña, que se tragó 14 pastillas y estuvo dos días en la UCI «manipulaba a los padres». En el caso de Diego, el responsable del centro declaró en Instrucción 1 de Leganés que todo era absolutamente normal en el centro. Aunque desde un principio se publicó que el niño mencionaba al colegio en su nota de despedida, la carta nunca llegó a hacerse pública, y con ella la frase «no aguanto ir al colegio y no hay otra manera de no ir» permaneció enterrada en el sumario.

Los padres, viendo el caso fenecer, han hecho público ahora un texto en el que la única referencia negativa se la lleva, y muy claramente, el colegio. Un pedazo de papel que el crío, «introvertido» y «muy maduro para su edad» según los padres y también según varios declarantes ante la juez, dejó cuidadosamente listo para que lo encontraran sus progenitores después de que él hubiera saltado por la ventana.

¿Y por qué había sucedido eso? «Porque no soportaba el colegio, la presión que tenía allí. En los últimos tiempos nada más que decía: 'Mamita, yo no quiero ir al colegio'. Y yo le decía: 'Pero hijo, si eres muy buen estudiante'. Y él: 'Sí, pero no, no, no'. Y entonces yo le dejaba quedarse con el abuelo, y entonces se relajaba. El año pasado, después de Reyes, se quedó afónico cuatro meses, y los médicos me dijeron que el niño había sufrido un impacto. La Justicia va sólo a una parte concreta y lo demás se queda en el aire. El último día que le recogí en el colegio, el 13 de octubre, me decía: '¡Mamita corre, corre, corre! para salir pronto de allí, y yo le pregunté qué le había pasado, pero no quería contármelo».

«En las vacaciones de verano, en cambio, había estado feliz. Estuvimos en París, le encantaba estar reunido con toda la familia. Quería que este año fuéramos a Florencia, pero no ver Italia, sino por comer pizza, y ahora...», continúa Carmen.

En su carta, Diego se acordó de todos: de sus padres («juntos sois los mejores padres del mundo»), su abuelo («te quiero mucho»), su hermana Tata («espero que encuentres trabajo muy pronto»), su tío Lolo («me has ayudado mucho») y, finalmente, pidió perdón por lo que iba a hacer («espero que algún día podáis odiarme un poquito menos»).

Desde luego, no es odio lo que ha quedado en sus padres, sino una pena infinita y las ganas de luchar para que se esclarezca su muerte. Lo que ocurre es que a veces faltan las fuerzas, y Carmen, que aguanta como puede, dice que todo esto lo hace por él, para que no se olvide, aunque acaba confesando: «No sé cómo podré vivir a partir de ahora. Ni sé si lo conseguiré».