"La conciencia, esa gran desconocida y, paradójicamente, tan presente en nosotros como ausente en el mundo"
(Amador Martos)

UNA ESCUELA NO ES UNA EMPRESA NI LOS ALUMNOS SON TORNILLOS

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Un artículo de Jordi Martí, docente.

Hay cuestiones que, como docente y creo que, poseedor de algo de sentido común, me preocupan. Entre ellas, una de las que más preocupado me tiene es la existencia de personajes variopintos entre los cuales se hallan algunos docentes (sí, en docencia hay de todo como en botica) que consideran la Educación como gasto, el funcionamiento de los centros educativos como algo que debe regirse siguiendo las normas empresariales y de negocio y, cómo no, la consideración del alumno como un simple sujeto que debe someterse a unas determinadas métricas de medición estandarizadas al igual que si fueran tornillos.


No hay mayor error de concepto que considerar un servicio público como una empresa. No podemos, por cuestiones obvias muy relacionadas con el objetivo final del propio concepto que subyace tras la Educación, permitirnos gestionar los centros educativos como un simple negocio. No todas las inversiones -que no gasto- que se realizan para mejorar la Educación funcionan de la misma manera porque no hay dos centros iguales. Y no, no me estoy refiriendo sólo a nivel de infraestructura o equipamiento, me estoy refiriendo a que no hay dos centros iguales a nivel de alumnado. Es por eso que plantear que con el mismo dinero, vamos a obtener los mismos resultados obviando la realidad de nuestros alumnos es algo que, más allá de ser totalmente demagógico, demuestra total desconocimiento de lo que es y debería ser el sistema educativo. Es por ello que, establecer pruebas estandarizadas es, aparte de ser una idea pésima por lo que se infiere tras la misma, es totalmente perverso porque pretende aislar a los alumnos de su contexto y, curiosamente, despersonalizar un sistema que, después, por los mismos que defienden ese tipo de pruebas, necesita ser personalizado y adaptado. ¿En qué quedamos? ¿Jugamos a ser una empresa y obviamos las diferencias de nuestros alumnos o, directamente, jugamos a eliminar, dentro de lo posible, los factores externos que influyen en el aprendizaje de nuestros alumnos?

Si uno tiene una empresa y le sale mal un lote que ha fabricado, simplemente lo tira, lo incluye en su cuenta de gastos imprevistos y se pone a revisar la maquinaria. En el ámbito educativo no puede hacerse, por mucho que algunos lo defiendan, lo anterior. No podemos tirar a la basura a miles de alumnos por no reunir las expectativas que marcan unas determinadas pruebas homogeneizadoras. No debemos ir a lo fácil porque, aunque algunos sigan sin creérselo, la inmensa mayoría de los profesionales que trabajan en las aulas de nuestro país, quieren hacer las cosas difíciles y no permitir que ninguno de sus alumnos no tenga un futuro mejor que el de sus padres. Esa es la bondad del sistema educativo que no considera el dinero destinado a Educación como un gasto y sí como una inversión de presente y futuro. Esa es la visión que debe darse de nuestros alumnos, cada uno con sus características y potencialidades. Unos alumnos que distan mucho de ser tornillos aunque a algunos les gustarían que lo fueran porque, por suerte, son mucho más que un simple nombre o resultado de un examen. Y quien no entienda lo anterior que se lo haga mirar porque hay algunas cosas que están muy claras y que no necesitan demasiado entendimiento para comprenderse. Y lo de que una Escuela no es una empresa ni los alumnos son tornillos es algo que no admite ningún tipo de réplica, por muchos intereses que tengan algunos en afirmar lo contrario.