"La conciencia, esa gran desconocida y, paradójicamente, tan presente en nosotros como ausente en el mundo"
(Amador Martos)

GUARDERÍAS VERSUS ESCUELAS INFANTILES

conferencia

Un artículo de Alicia Alonso.

La acepción guardería ha ganado terreno sin complejos desde que ríos de tinta comentaron la aparición de un bebé con su madre en el Congreso. Se ha opinado sobre conciliación y feminismo, evidenciando la inexistencia de políticas laborales y sociales mínimas. Pero, ¿cuántas opiniones se han vertido desde la perspectiva de quien se pretende conciliar?, ¿qué derechos tiene una criatura?, ¿son las guarderías una respuesta?


Una criatura, desde que nace, ha de construir un apego de calidad con sus progenitores: le va en ello una personalidad global y equilibrada. Su desarrollo es el producto de un buen crecimiento (condiciones sociosanitarias y ambientales) y de una buena educación, que no puede confundirse socialmente con el reduccionismo de instruir; se trata de favorecer la eclosión de todas sus potencialidades. Solo la ignorancia y el desprecio niegan el carácter educativo de estas edades.

Durante su primer año y medio, y muy especialmente en los primeros doce meses, los bebés sufren un enorme estrés cuando son alejados de la figura de apego, no pueden metabolizar aún la hormona que aumenta durante ese proceso (cortisol), por lo que es fundamental reducir y compensar las situaciones que lo incrementan. A medida que van creciendo lo hace su tolerancia, pero muy gradualmente, y hormonas del bienestar como la serotonina y otras endorfinas contribuyen a equilibrarlo. Aumentan las endorfinas el amor, la protección y la seguridad ofrecida por sus figuras vinculares, las ricas experiencias sensoriales que le abren al mundo y el sentimiento de competencia que proporciona la autonomía de movimientos al conquistarlo. Aumentan, en especial, cuando juegan en libertad, captando y aprendiendo, reproduciendo y creando lo necesario para apropiarse de ello y para superar malestares; jugando es como se identifican, socializan, aprenden a tolerar y aceptar para poder jugar más y mejor.

Por ello es muy beneficioso que puedan pasar tiempos con otras criaturas en escuelas que respeten y propicien lo anterior, para complementar lo que les ofrece su propia familia y compensarlo cuando las oportunidades son pobres o lesivas.

Cuando se opta por llevarles a estas instituciones necesitan procesos de adaptación enormemente respetuosos, de la mano de profesionales excelentes para que, apoyados por la presencia familiar y la seguridad afectiva que les proporciona, puedan hacer una transición positiva durante tiempos ajustados.

Así, un buen centro infantil construye para las criaturas la continuación del ambiente de la familia y ve la participación de esta como un derecho y una necesidad en la tarea de compartir la crianza; no ofrece horarios desequilibradores y enriquece sus oportunidades al incluir sus diferentes ritmos y estilos; tiene un proyecto educativo que busca el desarrollo global y óptimo de todas las potencialidades, y la felicidad presente de niños y niñas protagonistas de su desarrollo. Con este fin organiza tiempos, espacios y materiales de alta calidad al servicio de su hacer, y su particular forma de mirar y habitar el mundo. No entiende actividad alguna como no educativa, por lo que los tiempos de cuidados son un privilegio para construir el vínculo con las criaturas, con ternura y respeto, fuente de múltiples aprendizajes que apoyan una identidad ajustada y positiva. Los y las profesionales, en número suficiente, tienen como señas de identidad la alta cualificación, el rigor y la calidez, la avidez por formarse como comunidad más y mejor cada vez; necesitan diseñar e implementar en equipo, y democráticamente, un proceso transparente en el que se incorpora a todos sus participantes.

Por el contrario, las guarderías tienen una función asistencial que procede de su propia denominación, con horarios que, hasta de 24 horas en la última oferta, sirven supuestamente a las familias, a las que demandan apoyo y no ofrecen participación. En ellas, los cuidados son una función biológica, el juego es un pasatiempo y lo educativo es instruccionismo. Un número insuficiente de profesionales con contratos miserables e inestables atienden en espacios inapropiados.

Había una red de Escuelas Infantiles 06 y Casas de Niños públicas que fueron referencia europea y caminaban, aunque con mucho esfuerzo, hacia el horizonte descrito. Pero han sido tratadas por la Administración y sus decisiones políticas como guarderías, al masificarlas, descualificarlas o venderlas, al desterrar a las criaturas de 2 años a favor de los CEIP. Así desvalorizan el conjunto y el concepto. Pero muchos de estos centros, con las señas de identidad posibles en esta dolorosa realidad, siguen siendo escuelas infantiles, y sobreviven con el sacrificio de sus profesionales, por amor a los niños y niñas de este país y a sus derechos educativos.

Una criatura necesita, en primer lugar, a su familia, y por tanto políticas públicas laborales y sociales que la apoyen en su tarea, y tiene derecho al complemento de una Escuela Infantil, nunca de una guardería.