"La conciencia, esa gran desconocida y, paradójicamente, tan presente en nosotros como ausente en el mundo"
(Amador Martos)

¿CÓMO ENSEÑA LA MEJOR PROFESORA DEL MUNDO? CONOCE LOS MÉTODOS DE HANAN AL HROUB

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Hanan Al Hroub, conocida como la mejor profesora del mundo tras ganar el Global Teacher Prize, ya está en Chile. Antes de su arribo al país, la Revista “Sábado” la visitó en Ramala, capital provisional de Palestina, para conocer más detalles sobre su método de enseñanza en medio basado en la no violencia y el juego para educar a niños afectados por el conflicto árabe-israelí.

Además, Hanan Al Hroub cuenta cómo fue crecer en un campo de refugiados, por qué decidió ser profesora y su esperanza para que sus alumnos puedan ir a la escuela en paz. Te invitamos a leer la siguiente entrevista, escrita por el periodista Gazi Jalil, para conocer más detalles de la vida de la mejor profesora del mundo.



LA PROFESORA DEL MILLÓN DE DÓLARES

Hanan Al Hroub, la mujer palestina que se ganó el premio a la mejor profesora del mundo, considerado el Nobel de la Educación, visita Chile para hablar de su método basado en la no violencia en medio de una zona de conflicto. Antes de su viaje, recibió a “Sábado” en la escuela donde hace clases para hablar de cómo trabaja con niños traumatizados por el conflicto y de su propia historia, que comenzó en un campo refugiados.

Las calles y edificios blancos de Ramala parecen salpicados al azar, como si alguien los hubiera tirado sin ninguna consideración ni plan. Donde quedó esta casa, quedó. La capital provisional de Palestina es un laberinto de construcciones de piedra difícil de descifrar para el recién llegado, pero que se mueve a toda velocidad como cualquier ciudad grande del mundo, con un centro que desborda de comercio hacia todos lados, caos vial y una población más musulmana que cristiana.

Pero habría que agregar una segunda y hasta una tercera impresión. Por ejemplo, que hay belleza en este desorden, pese a que no se ven plazas ni áreas verdes, y que esta ciudad vive apretujada en sus 16 kilómetros cuadrados, una superficie similar a la de la comuna de Recoleta, en Santiago. Como si no pudiera expandirse más allá, hacia los cerros semidesérticos y ondulados que la rodean. Y una última impresión: si no se supiera que esto es Palestina, y que está en el corazón del conflicto árabe-israelí, se podría decir que aquí hay paz, que la gente vive tranquila y que las ideas que uno trae de Ramala no son totalmente ciertas.

-¿Dónde te alojaste anoche?- me pregunta Hanan Al Hroub cuando le hablo sobre eso.

-Aquí en Ramala, claro.

-¿No sentiste los balazos?

La sala donde hace clases Hanan Al Hroub, 43 años, es colorida y luminosa. Hace cuatro meses, ella pasó de ser una sencilla maestra de una escuela pública en Ramala a ser una celebridad en el planeta. Tras ganar el Global Teacher Prize, el premio que la elevó como la mejor profesora del mundo, su vida se ha convertido, como ella misma describe, en un torbellino: ha sido invitada a compartir su experiencia en países como Alemania e Italia. Y muchos profesores y escuelas de todas partes quieren aprender su fórmula y entender cómo ha logrado resultados sorprendentes en niños golpeados por el conflicto con Israel, con un método basado en la no violencia, la confianza, el respeto y la tolerancia.

La idea parece extraña no solo por la situación política de la zona, sino porque desde la misma ventana de su sala, sobre la colina más alta de Ramala, se ve a pocos metros el asentamiento de colonos israelíes de Psagot, uno de los más antiguos construidos en territorio palestino. La ciudad está rodeada de ellos.

Sin embargo, en muchas escuelas de Cisjordania se ha comenzado a aplicar su propuesta y hoy su agenda tiene pendientes viajes a Jordania, Turquía, España y Suiza. También le pidieron exponer en Washington, Harvard y la Fundación Clinton. Es más, tres días después de esta entrevista (realizada el martes pasado), partía rumbo a Santiago, invitada por la comunidad palestino-chilena. Antes nunca había salido de Palestina.

La noche de la premiación, en el centro de Ramala había una pantalla gigante para ver la ceremonia, transmitida en vivo desde Dubái. A muchos les pareció un evento similar a la entrega de los Oscar. Después de todo, entre el público aplaudían Salma Hayek, Matthew McConaughey y el ex Primer Ministro británico Tony Blair. Además, cada uno de los 10 profesores finalistas, provenientes de India, Kenia, Finlandia, Australia, Japón, Pakistán, Reino Unido y Estados Unidos, eran presentados a través de un video por el físico Stephen Hawking. De la misma manera, todos fueron felicitados por Bill Clinton y el anuncio de Hanan como la ganadora fue hecho por el Papa Francisco.

Cuando pronunció su nombre, en el centro de Ramala, la multitud estalló en aplausos y ondeó la bandera de Palestina.

-A veces, todo parece un sueño- dice recordando el momento en que, sobre el escenario, recibió el trofeo vestida con un traje bordado tradicional.

Esta mañana aparece en su sala de la escuela pública Samiha Jalil, de Al Bireh, un barrio de Ramala, cubierta con su hiyab y hablando del calor húmedo que ha caído estos días sobre la ciudad. Ella y sus alumnos están de vacaciones de verano y se ríe cuando se ve a sí misma en una gigantografía que puso la escuela con un foto donde aparece con los brazos arriba, celebrando el premio.

Su voz es suave, pausada y segura.

-Gran parte de lo que el mundo ve y escucha sobre Palestina es de un conflicto constante, pero para mí ganar este premio es un gran ejemplo de cómo la adversidad puede ser superada. Demuestra cómo podemos reparar el daño que sufren los más jóvenes y que es posible preparar a nuestros hijos para que creen un mundo mejor.

Sus alumnos llegan a su clase traumatizados por la violencia que viven a diario en sus barrios, dice. Muchos han sido testigos de tiroteos. Algunos han presenciado el arresto de familiares o hasta ellos mismos han sido detenidos
. Otros han sufrido allanamiento en sus casas o han sido intimidados cuando pasan por un control fronterizo. Y la tensión que viven afuera, en las calles, la trasladan adentro, a la sala de clases.

-Los profesores nos enfrentamos a menudo con alumnos que manifiestan su miedo siendo problemáticos, inestables o hiperactivos. Algunos de ellos incluso son violentos e intolerantes. La difícil situación en Palestina realmente afecta el proceso educativo y nuestra misión se ha vuelto más y más complicada. Todos los días vemos el sufrimiento en los ojos de nuestros estudiantes, y ese sufrimiento se mete en las aulas y los lleva a la frustración. El ambiente no es normal como en otras salas de otros países.

Hanan hace clases a niños de 6 y 10 años, y cuenta que su esfuerzo es lograr que ellos sientan la sala como un hogar, donde puedan aprender en forma tranquila y pacífica.

-Lo más importante, cuando cierro la puerta, es crear otro mundo aquí, distinto al exterior.

Su aula está repleta de juegos educativos, la mayoría inventados por ella misma o sacados de internet, pero adaptados para la edad de los alumnos.

-A veces se me ocurren ideas con cosas que veo en la calle, o veo juguetes y pienso en cómo puedo usarlos como material educativo.

En un rincón puso unos neumáticos de auto, pintados de colores, que utiliza para hacer competencias de conocimientos. Unas cajas de manzana las usa como sillas en una minibiblioteca. Con unos retazos de alfombra verde creó un ambiente de jardín. Y un viejo secador de ropa lo convirtió en un teatro de marionetas, donde los niños inventan personajes con peluches que eran de sus hijos. Todo lo que se ve alrededor fue hecho con material que ella recicla: botellas plásticas, cajas de huevo, ganchos de ropa, juguetes desechables, vasos de plumavit, piezas de Lego sueltas y libros en desuso, transformados en elementos para hacer cálculos mentales, aprender a leer, construir oraciones o solo resolver problemas de la vida diaria.

En otro sector instaló un pupitre que rescató de la basura, lo arregló, lo pintó de dorado y hoy es el asiento reservado para el alumno más destacado de la jornada. Sobre las mesas, puso una lámina para que los niños escriban y borren encima sin tener que ir hasta la pizarra. Algunas baldosas del piso las pintó de distintos colores para que los alumnos avancen según respondan bien o mal la pregunta. Y hasta consiguió una peluca de colores.

-La utilizo cuando veo a un alumno desmotivado o aburrido. Se la pongo y eso cambia inmediatamente su ánimo y contagia al resto. Lo recupero en la clase.

Hanan también usa métodos de enseñanza personalizada y dedica tiempo para conversar con ellos uno a uno. Habla de Karam, por ejemplo, que tenía problemas de aprendizaje y era incapaz de establecer relaciones de amistad con sus compañeros. Reaccionaba agresivamente. Hanan descubrió algo especial en él: que tenía una bonita voz. Se dedicó a potenciar ese aspecto positivo de él y el niño comenzó a ser más sociable y a llevarse bien con el resto.

-Ahora muchos profesores de aquí se han dado cuenta de que ni los gritos ni los castigos eran el método correcto. Eso solo crea un círculo vicioso y mi trabajo es romper ese círculo.

Algunos padres se han acercado a ella para agradecerle de haber salvado a sus hijos.

En los estrechos callejones de Dheisheh, un campo de refugiados en las afuera de Belén, viven unas 15 mil personas en menos de un kilómetro cuadrado. Es uno de los más grandes de Cisjordania y fue poblado durante la Nakba, como aquí llaman al éxodo palestino que siguió a la guerra árabe-israelí de 1948, cuando cientos de familias huyeron o fueron expulsadas de las aldeas cercanas a Hebrón y Jerusalén.

Allí creció Hanan, hija de un agricultor que solo estudió hasta sexto grado y de una madre que nunca tuvo educación formal. Tienen nueve hermanos y vivió allí hasta los 18 años.

-Nunca tuve una niñez como tal. Maduras rápido, porque ser niño es un campo de refugiados es diferente a ser un niño en cualquier parte del mundo.

Se educó en una escuela para niñas, instalada por Naciones Unidas, donde conoció a la que hoy reconoce como su mentora.

-En 1979, yo era una estudiante de segundo grado. Nuestra nueva profesora se presentó diciendo: “Mi nombre es Julia, de Belén, la cuna de Cristo. ¿Y tú?”. A medidas que nos presentamos, ella explicaba el significado de nuestros nombres en una forma que nos hizo sentir privilegiadas en la vida. Se ganó nuestros corazones desde el primer momento, mostrando inmensa ternura. No podía esperar el día siguiente y volver a verla. Ella se convirtió en la fuente de mi inspiración y cada vez que la miraba, me decía a mí misma: “Voy a ser como ella un día”. Muchas años más tarde, cuando hice clases por primera vez, también me presenté diciendo: “Mi nombre es Hanan, que significa esto”, y pedí a los estudiantes sus nombres, mientras yo les explicaba su significado.

Hanan se crió en condiciones muy duras y, tal como sus alumnos, también estuvo expuesta a la violencia. Cuenta que una vez algunos soldados israelíes allanaron su casa y golpearon a su familia, incluso a ella. Convivió, además, con carencias básicas, como la falta de médicos.

-Recuerdo que solo había una pediatra en Belén. Mi padre siempre decía: yo quiero que seas médico, como ella. Pude haberlo sido, pero al salir de secundaria opté por entrar a pedagogía básica, en la Universidad de Al Quds. Iba a terminar trabajando con niños de todos modos- rie.

Sin embargo, al poco tiempo debió abandonar la carrera, cuando las universidades de Palestina fueron cerradas tras el comienzo de la primera intifada contra Israel, entre 1987 y 1993.

En medio del conflicto se casó y tuvo cinco hijos, dos gemelas entre ellas, hasta que en 2000 un incidente durante la segunda intifada cambió de nuevo su vida. Omar, su marido, fue herido a bala mientras conducía hacia su casa. En el auto también iban las gemelas y el menor de sus hijos, a quienes acababa de pasar a buscar al colegio.

-Los niños fueron testigos de ese episodio horrible. Vi el terror que experimentaron. Quedaron con miedo de ir a la escuela y bajaron bruscamente su rendimiento.

Hanan buscó ayuda de médicos y psiquiatras. Incluso habló con la administración de la escuela para buscar un tratamiento de rehabilitación que les regresara la confianza a sus hijos.

-Pero ningún profesor sabía qué hacer. Ninguno sabía cómo lidiar con sus traumas. No había docentes capacitados. A ninguno lo habían entrenado para enfrentar estos casos.

Frustrada, tomó una decisión drástica: educar a sus hijos en su propia casa.

-En ese momento estaba sola ante una situación que necesitaba revertir. No quería que les afectara de por vida; entonces, investigué otras experiencias, pedí orientación y leí lo que se había escrito sobre el tema. Así empecé a inventar juegos y actividades para mejorar la autoestima de los niños y sacarles de a poco el miedo.

Lo que hizo fue desarrollar su exitoso método educativo y pronto sus hijos no solo fueron capaces de volver a la escuela y completar sus estudios, sino que mejoraron su rendimiento y recobraron la confianza en sí mismos y la sociabilidad.

Al ver los resultados, otros padres del barrio le pidieron a Hanan que trabajara también con sus hijos.

-Ahí supe que tenía que retomar mi carrera de profesora.

Tras titularse, estuvo cuatro años sin trabajo hasta que al fin consiguió empleo en un par de escuela de Ramala, donde comenzó a aplicar su método. Luego llegó a su actual colegio, adaptó la sala que le dieron, promovió el diálogo para resolver conflictos entre sus alumnos y logró eliminar la agresión en la sala. Basada en su experiencia, escribió el libro “We play, we learn” (“Nosotros jugamos, nosotros aprendemos”).

-¿De verdad no sentiste los disparos?

Hanan dice que de día Ramala parece una ciudad tranquila, pero que no siempre es así y que anoche entraron soldados israelíes. No sabe bien qué pasó. Pero el otro día, los diarios titularon con la destrucción de 12 viviendas en el pueblo de Qalandia, pegado a Ramala, por parte del ejército de Israel, “por estar muy cerca del muro”.

Según cifras de la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA), los soldados han destruido 550 casas en distintos puntos de Palestina. Las estadísticas también mencionan, en el mismo período, cinco escuelas derribadas y 430 niños desplazados.

-Los niños tienen miedo hasta de levantar la mano cuando pasan por un check point, porque un soldado puede interpretar eso como una posibilidad de ataque.

-¿Usted siente que con su método trabaja por la paz en la región?

-Empiezo dando un ambiente de paz en el aula. Y eso los niños lo aplicarán en sus casas y después, de grandes, en el trabajo. Me gustaría ver a mis alumnos vivir en paz. Pero no cualquier paz, sino una paz justa.

-¿Diría que su método es replicable en cualquier país en conflicto?

-Más bien en cualquier parte del mundo. No es necesario un conflicto como aquí.

-¿Cómo describiría a los niños palestinos de hoy?

-Ellos crecen antes de tiempo, sin seguridad y sin justicia. Si, ya mayores, les preguntas recuerdos de la infancia, te van a mencionar la violencia, los soldados entrando de noche a las casas. Todo es terror para ellos. No tienen tranquilidad ni expectativas: no puedes saber qué pasará mañana. ¿Cómo un niño puede vivir su infancia y ser feliz así? No pueden ir a Jerusalén. No puede pasar a la mezquita Al Aqsa ni visitar el Santo Sepulcro. No pueden salir de Gaza y venirse a vivir a Ramala. No hay un lugar donde llevarlos a jugar. Ni siquiera los puedes llevar a la playa. Ni yo puedo ir. ¿Sabes cuántas veces he visto el mar? Tres veces en toda mi vida, y una de ellas fuera de Palestina.

-En Israel se critica que en las escuelas palestinas se les incentiva el odio a los niños.

-Ellos dicen eso, pero en la guerra contra Gaza, los niños israelíes pusieron en los misiles mensajes para los niños palestinos. Si le inculcas el odio al niño, él odiará a todo el mundo. Ellos tienen que crecer con amor a sí mismos, a su familia, a sus profesores. Lo único que pido es que los dejen vivir en paz.

EL PREMIO EN CHILE

Al ganar el Global Teacher Prize, Hanan Al Hroub recibirá de parte de la Fundación Varkey un premio de un millón de dólares, pagaderos en 10 cuotas anuales. Dice que creará un fondo para ayudar a estudiantes universitarios que deseen estudiar pedagogía y otro para profesores palestinos que apliquen su técnica. También planea levantar una escuela para niños con problemas de aprendizaje y, en memoria de su madre que murió de cáncer, ayudar a crear una sección en el hospital para los pacientes con esa enfermedad.

Hanan fue escogida entre 8.000 participantes de 148 países. Ninguno era de Chile. Por eso, durante su visita a Santiago, invitada por la comunidad palestino-chilena, la Fundación Elige Educar aprovechará de anunciar el lanzamiento del Global Teacher Prize en el país.

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