"La conciencia, esa gran desconocida y, paradójicamente, tan presente en nosotros como ausente en el mundo"
(Amador Martos)
Un nuevo paradigma de pensamiento

Parte 4 del prólogo de LA EDUCACIÓN CUÁNTICA

Sin embargo, el dominio de la racionalidad pragmática está puesta seriamente en duda por la racionalidad espiritual (obsérvese nuevamente los contrarios propuestos por Heráclito), presente en los despectivamente llamados “místicos cuánticos”, todo un cambio de paradigma en el modo de pensar pero que los materialistas científicos reniegan de su reconocimiento, por el puro ego de creer estar en la verdad, un error epistemológico de hondo calado filosófico.

La educación cuántica, en dicha significación, es una cruzada intelectual en toda regla que solo busca sanar un ego desorientado: las conciencias individuales han sido fragmentadas en su ego por el sistema capitalista, a la vez que han sido disociadas de la colectividad, viviendo así en una “hiperrealidad”, un concepto para describir la forma en que la conciencia define lo que es verdaderamente “real” en un mundo donde los medios de comunicación pueden modelar y filtrar de manera radical la manera en que percibimos un evento o experiencia. Con el desarrollo de Internet y las nuevas tecnologías se pueden crear, casi literalmente, nuevos mundos de los que, en cierto sentido, se puede decir que no necesitan de la materia prima del mundo real para existir e interactuar. Según Baudrillard (2005), uno de los expertos más famosos en hiperrealidad, los bienes de consumo adquieren un valor de signo, es decir, que indican algo sobre su poseedor en el contexto de un sistema social. Este consumismo, por su dependencia del valor de signo, es un factor que contribuye en la creación de la citada hiperrealidad. La conciencia es engañada, desprendiéndose de cualquier compromiso emocional verdadero al optar por una simulación artificial. La satisfacción y la felicidad se hallan, entonces, a través de la simulación e imitación de lo real más que a través de la realidad misma. Ese “yo”, fragmentado en miles de imágenes como reflejo del ser interno, es recogido por la psicología postmoderna en el intento de reconstrucción del “yo” egoísta e individualista mediante medicamentos psiquiátricos y técnicas de relajación. Pero, en esencia, se ha obviado que ese “yo” ha sido disociado del “nosotros”, siendo esta disociación la causa de los males de nuestra civilización actual. Consecuentemente, se necesita imperativamente un bálsamo de sabiduría perenne para recuperar el auténtico sentido de la vida, que no es otro que la compasión y el amor.

BIBLIOGRAFÍA:

Baudrillard, Jean. Cultura y simulacro. Barcelona: Kairós, 2005.