"La conciencia, esa gran desconocida y, paradójicamente, tan presente en nosotros como ausente en el mundo"
(Amador Martos)
amor

Este artículo es una reproducción del capítulo con el mismo nombre de la página 172 de la obra LA EDUCACIÓN CUÁNTICA

Hallar el sentido y finalidad última de todo ser es una asignatura pendiente de la humanidad, pero, de un modo egoísta, no para los plutócratas. De ahí la imperiosa necesidad de una educación cuántica para salir de La sociedad de la ignorancia. La humanidad ha sido manipulada y dominada por el ego plutocrático del sistema capitalista. Y es el movimiento “transpersonal” como “cuarta fuerza” de la psicología quien pone sobre el tapete la necesidad de aunar la racionalidad (ego) con la espiritualidad (nosotros). Ese discurrir espiritual en nuestra historia reciente se ha malinterpretado como “misticismo cuántico”. También Ken Wilber con su teoría de los “cuatro cuadrantes” aúna la epistemología occidental con la hermenéutica oriental. La filosofía tradicional está siendo superada paradigmáticamente por la filosofía transpersonal. Sin embargo, la transición desde la una a la otra augura una pugna intelectual que puede durar largo tiempo, pues está en juego no solo cambiar las estructuras sociales y políticas sino, eminentemente, sustituir la educación tradicional por una educación cuántica.

Con la actual subrogación academicista de la filosofía en favor de la psicología positivista y del materialismo científico, se ha producido una reduccionista visión de la realidad humana como acredita la actual crisis mundial de valores morales: la humanidad tiene que repensarse a sí misma, es decir, hay que recurrir a la filosofía por antonomasia. Y ese camino inverso es recorrido, cómo no, por la propia psicología transpersonal, quién remite a descubrir la esencia del propio ser oculto en la profundidad de cada uno de nosotros, y que pasa imperativamente por trascender el ego hacia el “nosotros”. Sanar ese ego es un imperativo vital como defiendo en mis postulaciones filosóficas, psicológicas y pedagógicas.

Esa labor de sanación del ego es una tarea propia del psicoterapeuta transpersonal, pero, este, debe su existencia epistemológica a la filosofía transpersonal tal como defiendo en mi estructura pensativa. ¿Y quién sabe de filosofía transpersonal? ¿Dónde están los verdaderos maestros de orquesta de la racionalidad, como en su día lo fueron Descartes o Kant? ¿Acaso Platón no es también el olvidado maestro de orquesta por antonomasia? ¿Y qué decir de Ken Wilber? Nunca como ahora el Mito de la caverna tiene mayor razón de ser reivindicado y con posibilidad de ser impartido pedagógicamente mediante La educación cuántica. Desde el futuro, en una mirada retrospectiva histórica, la era del capitalismo será recordada como una sombría caverna platónica necesitada más que nunca de hacer metafísica en el Mundo de las Ideas donde, el amor, debiera ser la finalidad última de todo ser.