"La conciencia, esa gran desconocida y, paradójicamente, tan presente en nosotros como ausente en el mundo"
(Amador Martos)
KEN Ciencia, filosofía, espiritualidad

Este es el capítulo 1 del preámbulo metodológico del libro CIENCIA, FILOSOFÍA, ESPIRITUALIDAD.

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Cuando presientes que, inexorablemente, te diriges hacia el ocaso de esta vida, es inevitable hacer un balance de tu paso por este mundo. Es imperativo saber, antes de irte al otro barrio, qué sentido ha tenido tu vida, si es que ha tenido alguno. Probablemente, ese mundo exterior seguirá con sus miserias, sus guerras, sus diferencias entre ricos y pobres, el predominio de unos pocos sobre los muchos y, por tanto, la ausencia de una genuina libertad reconvertida en libertinaje. Por ende, la felicidad de los pueblos también queda relegada a una utopía todavía por realizarse plenamente.

La vida discurre con una aparente incertidumbre, como si el caos predominara sobre la existencia humana sin atisbo de orden. Sin embargo, me iré de este mundo con la satisfacción de haber intentado comprenderlo, plasmando mi interpretación a través de mis diversas publicaciones, aunque, de momento, el reconocimiento intelectual brille por su ausencia, pero, a esta altura de mi vida, poco importa ya. De hecho, a modo de terapia, la escritura ha sido mi válvula de escape para no caer preso mentalmente de un sistema corrupto hasta la médula y que ha conducido a la extenuación psicológica de las personas. Podía haber caído en el suicidio, o en la depresión, como tantas personas han sido abocadas a ello por este depredador y salvaje capitalismo donde predomina el egoísmo y la salvación individual allende del bien común y de la colectividad. Sin embargo, emulando a Descartes, decidí una andadura en busca de la “verdad”, si es que hay alguna, en busca del por qué este mundo es tan complejo de entender, o lo hace complejo una minoría plutocrática que maneja los designios de la humanidad. Poco a poco, libro tras libro, fui descubriendo un orden subyacente a mis pensamientos procedente de nuestra “voz interior”, del “Logos” en boca de Heráclito, o de nuestro “doble” a decir del físico francés Garnier, invitándome contra viento y marea a emprender una aventura hermenéutica, sin entonces saber ni tan siquiera qué era eso de la “hermenéutica” como disciplina filosófica. Hasta que descubrí a Ken Wilber.

También descubrí a vanguardistas científicos cuyos pensamientos abrazaban la espiritualidad, en contraposición al rancio y desfasado materialismo científico como modelo de cognición sobre la realidad por conocer. De hecho, según las neurociencias, la realidad es maya-ilusión-, dejando entonces espacio suficiente para el surgimiento de un movimiento de pensadores que aunaron ciencia y espiritualidad. Los ortodoxos materialistas científicos calificaron a dicho movimiento filosófico como “misticismo cuántico”. Espero y deseo que esta obra haga justicia para que dicho movimiento de pensadores espirituales seamos histórica y académicamente reconocido bajo el espectro de la filosofía transpersonal , cuyo iniciador por antonomasia, a mi humilde entender, es Ken Wilber.

Así pues, tengo el pleno convencimiento de que hay un orden subyacente en la realidad, el cual hay que descubrir mediante un minucioso y concienzudo camino hacia la sabiduría. He seguido a Platón, a Descartes, a Kant, a Hegel, a Marx entre otros muchos, y desde ahí doy un salto cualitativo hasta Wilber. Desde Kant hasta Wilber, hay una brecha epistemológica entre dos modos de saber, así como un desterramiento de la hermenéutica filosófica como más que probable camino para entender este complejo mundo.

Afortunadamente, Ken Wilber me abrió los ojos, mucho más que los cincos años de mi paso por la universidad. Con el descubrimiento de Wilber, la historia del pensamiento y de la evolución de la conciencia, se me presentan ahora con sólidos pilares epistemológicos para desarrollar mi propia comprensión sobre este viejo mundo de ahí fuera, pero, eminentemente, sobre el nuevo mundo por descubrir en el interior de cada uno de nosotros. Que la realidad tiene un orden subyacente que debe ser interpretado, no es una elucubración mía como se aprestarían a rebatir subrepticiamente los escépticos materialistas científicos, sino que muchos científicos proponen introducir al Espíritu en la ecuación del conocimiento, tal como propone el biólogo Bruce Lipton. Como también propone el premio Nobel de física Wolfgang Pauli, en el cosmos existe un orden distinto del mundo de las apariencias, y que escapa a nuestra capacidad de elección. Así fue como emprendí un viaje hacia la comprensión no solo del mundo exterior sino, eminentemente, de nuestro mundo interior, es decir, emprendí un viaje hermenéutico. El término “hermenéutica” significa “interpretar”, “esclarecer” y “traducir”, es decir, cuando alguna cosa se vuelve comprensible o lleva a la comprensión. Y en ese viaje hermenéutico, el pensador que más me ha influido y ayudado a comprender la historia de la filosofía ha sido, sin lugar a dudas, Ken Wilber. Gracias, Wilber. Pero, ¿quién es Ken Wilber?

Ken Wilber es un filósofo contemporáneo, un prolífico autor de más de veinte libros traducidos a más de treinta idiomas, considerado como el “Einstein de la conciencia” y, sin embargo, obviado y desconocido por el establischment académico tradicional. Toda su obra es un intento por lograr un mapa completo de la conciencia, una “teoría del todo”. Y para situar al lector en el contexto del pensamiento integral propuesto por este inconmensurable pensador, a continuación, se hace una breve descripción de su vida y obra (véase el preámbulo metodologíco: 2- Vida y obra de Ken Wilber ).