"La conciencia, esa gran desconocida y, paradójicamente, tan presente en nosotros como ausente en el mundo"
(Amador Martos)
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El hecho que un simple virus recluya a la humanidad en sus casas, tiene imperceptibles beneficios para todos nosotros, pues no hay caos en el universo, en todo caos hay un orden. Cuando un sistema de creencias sustentado en el egoísmo se viene abajo, surge la confianza y la fe en el ser humano, una tabla de salvación que prima la solidaridad social y la conciencia colectiva. Se trata de un cambio de conciencia obligado por las circunstancias externas, y que nos obliga a reflexionar sobre nuestras condiciones internas. En suma, estamos asistiendo a cambios de paradigmas aún por descifrar.

Esa inflexión desde la vida exterior donde todo era trabajar, consumir, ganar y gastar sin ningún sentido, ahora tiene su contrapartida con la reflexión interior acerca del sentido de la vida. Por tanto, esta aparente crisis vírica, en realidad, es una oportunidad para replantearnos cada uno de nosotros lo que ha sido nuestro pasado, para comprender nuestro presente y replantearnos la convivencia colectiva de todos nosotros, como humanidad.

1 - Beneficios familiares

Esas reflexiones y cambios interiores no han tardado en hacerse visibles: las familias están obligadas a convivir juntas y, por tanto, a recuperar la comunicación y el reconocimiento del “otro” como parte de uno mismo. Con esta crisis pandémica y la convivencia obligada entre cuatro paredes, los matrimonios van a reconciliar sus diferencias o, de lo contrario, aflorarán sus verdaderas diferencias y acabarán en divorcios. Ya no se trata de aguantar por aguantar, sino que cada cual aprenda a gestionar su libertad al mismo tiempo que hay que respetar la libertad del otro.

Las familias recuperan hábitos y costumbres ancestrales como contar cuentos a los niños, jugar con los hijos, realizar comidas familiares, abuelos que transmiten su sabiduría a sus nietos, reencuentros con amigos y familiares desde tiempo olvidados, solo que ahora, ello se realiza mediante videoconferencias, para salvar la distancia del confinamiento obligado por ese “providencial” virus.

2 - Beneficios sociales

En el ámbito social, los efectos beneficiosos de la pandemia viral también se han reflejado en la solidaridad colectiva: aumenta el reconocimiento a los profesionales de la salud, así como de los trabajadores que velan para que no se rompan las cadenas de distribución alimentaria y de nuestras necesidades básicas. Surge esa conciencia de que todos somos interdependientes, y que la autosuficiencia sustentada exclusivamente en el dinero, ya no debería ser la exclusiva guía de nuestras acciones en el mundo. Surge esa comprensión de que la evolución cultural no puede erigirse sobre el egoísmo sino sobre la compresión mutua intersubjetiva.

Con dichos cambios de valores humanos, los poderes fácticos que controlan a la economía, la política y la producción industrial, también están obligados a replantearse el modo de regular la democracia desde una verticalidad jerárquica a una verdadera participación horizontal del pueblo; y no porque aquellos que nos han dominado desde la historia intenten remodelar nuestras vidas a sus conveniencias políticas y sus intereses, ya no podrán pues sus mentiras están quedando demasiado expuestas a la luz pública, sino porque la emergente conciencia social de la sabiduría colectiva pondrá coto a los desmanes manipuladores desde la ingeniería social y mental que han llevado a la esclavitud de la humanidad.

3 - Beneficios en la educación

Con la reclusión obligada de los niños y maestros en sus respectivos hogares, las TIC de la educación están resplandeciendo con la implementación de las clases a distancia mediante el uso de Internet. Los profesionales de la educación están retomando el derecho propio que les asiste, a saber, hacerse cargo de la continuación de la educación a pesar de las circunstancias exteriores a los que nos obliga ese “providencial” virus. Esos profesionales de la educación están dando una verdadera lección al sistema educativo, y están demostrando que no necesitan de políticos que les dicten las normas educativas, sino que son autosuficientes para gestionar, promulgar y transmitir el conocimiento a sus estudiantes, y ello sin aulas físicas, al fin y al cabo, la verdadera realidad es mental.

4 - Beneficios de la autonomía local frente al globalismo

Si una cosa deja en evidencia esta crisis vírica, es que toda la producción industrial, tecnológica y alimentaria en manos de las multinacionales ya carece de sentido, pues un simple virus ha puesto en jaque mate a todas las estructuras supranacionales, haciendo que se derrumben los mercados internacionales de valores, haciendo visible cuán frágil son nuestras vidas cuando dependemos de la especulación de unos pocos avispados que hacen fortunas a costa de nuestra dependencia de bancos centrales en manos privadas.

Esta toma de conciencia de la falacia histórica sobre la que se ha construido el salvaje capitalismo, vuelve a poner en manos de los productores locales de alimentos y bienes autóctonos, la responsabilidad de nuestra supervivencia pues solamente mediante la colaboración y construcción social desde abajo hacia arriba es posible edificar una cultura sobre sólidos valores humanitarios.

5 - Beneficios para nuestra libertad

Un simple virus ha sido capaz de hacernos tomar conciencia de que hemos puesto nuestras relaciones familiares, nuestra convivencia social, la educación de nuestros hijos y nuestra autonomía productiva allende de nuestra responsabilidad individual para decidir en libertad y con conocimiento de causa, para decidir sobre el modelo de vida que deseamos, no solo egoístamente para uno mismo sino, eminentemente, en beneficio de la humanidad. Nunca como ahora la humanidad ha puesto en riesgo su libertad, y nunca como ahora tendremos una oportunidad de recuperar nuestra libertad como colectividad.

6 - Beneficios espirituales

La confluencia de los anteriores beneficios de la actual crisis vírica solo puede llevarnos a una conclusión inevitable: el empoderamiento de nuestra propia conciencia para hacer un acto de constricción, cada cual el suyo, para reconocer que algo debemos cambiar en el mundo, pero, imperativamente, en nuestro interior. Como decía al inicio de este artículo, no hay caos en el universo, en todo caos hay un orden. Y en la medida que cada uno de nosotros reconozca al principio divino que habita en nuestra alma, ello nos permitirá trascender la sociedad materialista que ha predominado de un modo histórico para, entre todos, construir una sociedad espiritual en la que el conocimiento sea nuestra tabla de salvación, un conocimiento que evidencia que hay una interdependencia espiritual pues, a pesar de lo que los materialistas científicos puedan creer, existe una inteligencia espiritual subyacente a cada uno de nosotros: el amor como única perspectiva de supervivencia en este planeta.

Estamos a punto de agotar nuestros propios recursos naturales, al explotarlos y contaminarlos, porque podemos competir entre nosotros como individuos y naciones. La única fuerza que puede vencer esta competencia autodestructiva es el amor. O si prefiere un término más cognitivo, el compromiso de equipo y la creatividad participativa.