"La conciencia, esa gran desconocida y, paradójicamente, tan presente en nosotros como ausente en el mundo"
(Amador Martos)
Ciencia, filosofía, espiritualidad Ciencia, filosofía, espiritualidad

Este artículo está reproducido en el capítulo 10 de la tercera parte de la obra FILOSOFÍA TRANSPERSONAL Y EDUCACIÓN TRANSRACIONAL

“El conocimiento trascendental ya no es una exclusividad de los místicos religiosos, sino también de los científicos que, peyorativamente, han sido calificados de “místicos cuánticos” al aunar ciencia y espíritu” (Amador Martos, filósofo transpersonal).

Irremediablemente, hay una contienda ideológica que puede remover los cimientos de nuestra civilización, pues se hallan en disputa dos pesos pesados de la historia: la ciencia y la religión (espiritualidad), el saber empírico y el saber revelado, la razón y el espíritu. Desde el surgimiento de la física cuántica, esa divergencia cognitiva se presenta como dos modos de saber (Wilber, 2005d): el conocimiento simbólico (dualidad sujeto-objeto) y el misticismo contemplativo (no dualidad entre sujeto-objeto). Este último modo de saber, aunque peyorativamente denominado “misticismo cuántico” por los escépticos materialistas científicos, posibilita hablar de un racionalismo espiritual como paradigmático contrario al racionalismo pragmático que ha conducido a esta civilización a la degeneración moral y miseria planetaria.

El materialismo científico se halla ante un tótum revolútum. La física cuántica ha causado una brecha epistemológica entre ese mundo exterior por conocer (sociología) y el mundo interno (psicología) por descubrir entre sujeto y objeto. Las neurociencias(1) ponen en cuestión el libre albedrío (Gazzaniga, 2012), y desde la neuropsicología se alude a que nuestra realidad objetiva es maya -ilusión- (Morgado, 2015). Según se cree, el propio Einstein dijo: “La diferencia entre el pasado, el presente y el futuro es una ilusión persistente”. Para Einstein, los conceptos de espacio y tiempo son construcciones nuestras, lo cual le indujo a elaborar su monumental Teoría de la relatividad (Einstein, 2008), que resuelve la incompatibilidad existente entre la mecánica newtoniana y el electromagnetismo. El supuesto básico de la Teoría de la relatividad es que la localización de los sucesos físicos, tanto en el tiempo como en el espacio, son relativos al estado de movimiento del observador. Y a dicha cuestión de la temporalidad, se suma la teoría del desdoblamiento del tiempo del físico francés Garnier (2012) quien, siguiendo los fundamentos de la física cuántica, afirma que cada uno de nosotros tiene otro “yo”, un doble con quien intercambiar información a través del sueño paradoxal. Este principio del desdoblamiento, según Garnier, era recogido por San Juan en el Apocalipsis, también Platón, los egipcios, algunos pueblos africanos, los chamanes de América del Norte, los “bushmen” de Namibia y los aborígenes australianos. La espiritualidad es un sueño perenne de la humanidad que incluso deja huellas antropológicas (Centineo y Gianfrancisco, 2011) y que debe ser integrada científicamente, pero eminentemente de un modo psicológico.

En dicho sentido, como demuestra Wilber (1998) en Ciencia y religión, la ciencia es perfectamente compatible con las grandes tradiciones espirituales del mundo y abre con ello la visión occidental del mundo a las grandes tradiciones de la sabiduría perenne.


NOTA (1): El materialismo es una corriente filosófica que, en oposición al idealismo, resuelve el problema cardinal o fundamental de la filosofía acerca de la relación entre el pensar, el espíritu y la naturaleza, postulando que la materia es lo primario. Según la visión materialista, la conciencia y el pensamiento es una emergencia material a partir de un estado altamente organizado. Según esta concepción, el mundo es material y existe objetivamente, independientemente de la conciencia. Sin embargo, el neurocientífico Francisco J. Rubia, Catedrático de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid, viene a decir todo lo contrario: “Los órganos de los sentidos nos han engañado desde siempre y lo sabemos, como ya lo sabían los filósofos griegos de la naturaleza de las colonias jónicas en Asia Menor. La neurociencia moderna nos dice que ni los colores ni los olores, ni los gustos ni los sonidos existen en la naturaleza, sino que son creaciones del cerebro”. Según Rubia, “la revolución neurocientífica modificará los conceptos del yo y de la realidad. Los hallazgos realizados en este campo en los últimos años han sido múltiples y podrían producir lo que él denomina “la cuarta humillación humana”, tras el final del geocentrismo, la aparición de la teoría de la evolución y el descubrimiento del inconsciente. Estos hallazgos llevarían, de hecho, a cuestionarse conceptos tan fundamentales para nuestra cosmovisión como la naturaleza de la realidad o del yo o la existencia del libre albedrío” (paradójicamente, lo mismo que hizo Kant en sus Tres críticas). (Declaración efectuada en una conferencia dentro del marco del 43º Congreso de la European Brain and Behaviour Society de Sevilla, sobre los últimos avances de la neurociencia).


BIBLIOGRAFÍA::

Centineo, L. y Gianfrancisco, M. (2011), “Arqueología de lo sagrado”, en: Journal of Transpersonal Research, Nº 3 (2), 135-156.

Einstein, Albert (2008), Sobre la teoría de la relatividad especial y general, Alianza Editorial, Madrid

Gazzaniga, Michael (2012), ¿Quién manda aquí? El libre albedrío y la ciencia del cerebro, Paidós, Barcelona.

Garnier, Jean-Pierre (2012), Cambia tu futuro por las apertutas temporales, Reconocerse, España.

Morgado, Ignacio (2015), La fábrica de las ilusiones, Ariel, Barcelona.

Wilber, Ken (2005), “Dos modos de saber”, en: Wilber, El espectro de la conciencia (pp.35-59), Kairós, Barcelona.