"La conciencia, esa gran desconocida y, paradójicamente, tan presente en nosotros como ausente en el mundo"
(Amador Martos)
saber saber saber saber

Este artículo es una reproducción del capítulo 4 de la tercera parte del libro CIENCIA, FILOSOFÍA, ESPIRITUALIDAD

1 - Una educación para una sociedad visión-lógico informática

Este capítulo es una reproducción del capítulo 17 del libro FILOSOFÍA TRANSPERSONAL Y EDUCACIÓN TRANSRACIONAL

“La historia del pensamiento no es como nos la enseñan en nuestro actual sistema educativo occidental, sino que está amputada de su otra mitad: la filosofía perenne” (Amador Martos, filósofo transpersonal).

Desde la Segunda Guerra Mundial, aproximadamente, ha tenido lugar el lento proceso de transformación de una sociedad racional-industrial a una sociedad informática visión-lógica, pero de ningún modo se trata -como afirman los portavoces de la Nueva Era- (Merlo, 2007), de una transformación espiritual. La especie humana ha experimentado a lo largo de su desarrollo tres grandes y profundas transformaciones a escala mundial: la agraria, la industrial y la informática. Ahora nos hallamos al comienzo de la llamada “tercera ola” (Toffler, 1993). Lentamente, está surgiendo un nuevo centro de gravedad sociocultural, la sociedad visión-lógico informática, una sociedad que posee una visión del mundo existencial o aperspectivista (interior colectivo-intersubjetivo), asentada en una base tecnoeconómica de transferencia de información digital (exterior colectivo-interobjetivo) y un yo centáurico (1) (interior individual-subjetivo) que debe integrar su materia, su cuerpo y su mente -integrar la fisiosfera, la biosfera y la noosfera- para ajustar funcionalmente su conducta (exterior individual-objetivo) al nuevo espacio del mundo.

Pero esa transformación corresponde a un orden muy elevado que impone una nueva y terrible carga sobre el mundo: la necesidad de trascender e incluir lo superior con lo inferior. Y la pesadilla es que, aunque dispongamos de un nuevo y superior espacio del mundo, todo ser humano debe comenzar su proceso de desarrollo partiendo de la primera casilla. Todos, sin excepción, debemos comenzar en el fulcro 1 y crecer y evolucionar a través de todos los estadios inferiores hasta llegar a alcanzar el nuevo estadio superior. De modo que, por más que, una persona nazca en una cultura visión-lógica global, su singladura deberá comenzar en el nivel fisiocéntrico e ir superando, a partir de ahí, los estadios biocéntrico, egocéntrico y sociocéntrico (2) . Y, cuanto más nivel de desarrollo tenga una determinada cultura, mayor es su probabilidad de que las cosas vayan mal pues, cuanta mayor es la profundidad de una sociedad, mayores son también las cargas impuestas sobre la educación y transformación de sus ciudadanos. La transformación del mundo implica, pues, un abismo cultural por superar.

Al hilo de la anterior conclusión de Wilber, es imperativa una educación que contemple una antropología filosófica integradora de la racionalidad con la espiritualidad, una cuestión que implica inherentemente una reconstrucción epistemológica desde la filosofía transpersonal, como tesis de esta investigación.

2 - La educación como misión espiritual

Este capítulo es una reproducción del capítulo 18 del libro FILOSOFÍA TRANSPERSONAL Y EDUCACIÓN TRANSRACIONAL

“La educación no debería estar supeditada a los poderes políticos pervertidos ideológicamente, como lo está también la justicia, sino de libre acceso y gratuita como bien supremo al que pueda acceder todo ser humano” (Amador Martos, filósofo transpersonal).

Sin embargo, el ejercicio de filosofar se ha convertido en un pensamiento complejo (Morin, 1994) en orden a tener una comprensión del mundo como sistema entrelazado. El estudio de lo complejo ha impactado también en el ámbito más directo de las interacciones de los seres humanos: la educación, la interpretación de la sociedad, la política, y la comprensión del momento actual que vive la humanidad. Esa complejidad, la expresa certeramente el filósofo francés Edgar Morin (2004:224):

“Se trata de enfrentar la dificultad de pensar y vivir en la búsqueda de soluciones a los problemas contemporáneos y la construcción del futuro.”

Para tal fin, Edgar Morin (2005: 661) nos indica el camino a seguir:

“Educar para comprender las matemáticas o cualquier disciplina es una cosa, educar para la comprensión humana es otra; ahí se encuentra justamente la misión espiritual de la educación: enseñar la comprensión entre las personas como condición y garantía de la solidaridad intelectual y moral de la humanidad.”

Pero social y políticamente, ¿quién controla lo que hay que saber y cómo transmitirlo? Iván Illich (2011), ya en 1971, realizó una crítica a la educación tal y como se lleva a cabo en las economías modernas, pues considera que dicha educación se reduce al consumismo, forzando a los aprendices a cursar un currículo obligatorio que perpetúa la sociedad de clases. Si cada época en la historia ha requerido de un tipo de pedagogía o una escuela de pensamiento, ¿qué tipo de pedagogía y pensamiento requieren los tiempos actuales?

3 - Una educación transracional

Este capítulo es una reproducción del capítulo 22 del libro FILOSOFÍA TRANSPERSONAL Y EDUCACIÓN TRANSRACIONAL

Soy consciente de la dificultad cognoscitiva que entraña este trabajo de investigación al proponer una integración entre la epistemología de lo conmensurable y la hermenéutica de lo inconmensurable como síntesis de saberes mediante una genuina intuición espiritual (intuición moral básica): una cuestión ética así aprehendida desde la no-dualidad por el sujeto cognoscente es el fundamento epistemológico por excelencia para una educación transracional que implemente la razón con el corazón (Toro, 2014), y se presenta como un imperativo para trascender la crisis de conciencia en la que está inmersa la filosofía occidental. La crisis de Occidente no es solo una crisis económica y política sino, eminentemente, una crisis social derivada a su vez de una crisis de conciencia, de profundidad, una crisis de pensamiento que debiera ser trascendida mediante la espiritualidad contemplada en la filosofía transpersonal, todo un giro participativo (Ferrer y Sherman, 2011) hacia el misticismo y el estudio de las religiones (Teología), cuestiones que convergen inevitablemente con la metafísica (Filosofía).

Sin embargo, cambiar un paradigma de pensamiento no es tarea fácil, que se lo digan a Descartes, Kant, o el mismo Wilber. Se necesita años de investigación para hacer una aportación intelectual en orden a cambiar el pensamiento dominante: Descartes (1999) en el Discurso del método (3) , camufló sus reglas del pensamiento como “Discurso” en vez de “Tratado” para escapar así de una posible condena eclesiástica como había ocurrido poco tiempo antes con Galileo; Kant (2005) se enclaustró durante diez años para concluir su Crítica de la razón pura, y seis años más para obtener el correspondiente reconocimiento intelectual; Wilber (2005a) se encerró durante otros tres años para escribir su obra Sexo, Ecología, Espiritualidad. Yo soy más lento, llevo toda mi vida. Pero es que, este sistema, se las trae, pues han escondido las reglas del juego mediante el secuestro de las leyes, el dinero, la ciencia, la educación y el sistema productivo, todo ello bajo una oligarca globalización al servicio de un eufemístico pensamiento único neoliberal (Martos, 2017b); afortunadamente, vivimos tiempos de divulgación cósmica en la que todas las mentiras están saliendo a flote y dejando en evidencia al “Estado profundo” y su maquiavélica manipulación para esclavizar a la humanidad a través de la historia, la política, la economía, la ciencia y la educación, una cuestión que será aludida en el epílogo de esta obra. Para el resto de la humanidad, pobreza y esclavitud. Hay días que dan ganas de llorar y tirar la toalla.

Pero la vida sigue y cada cual tiene que hacer aquello para lo cual se ha preparado, en mi caso, filosofar sobre la complejidad de nuestro mundo contemporáneo. A tal efecto, estoy totalmente de acuerdo con el filósofo francés Edgar Morin (1994) en que la humanidad se halla ante un “pensamiento complejo”, de difícil acceso para los inducidos ignorantes (Mayos et al., 2011) desde la atalaya del economicismo neoliberal (Navarro, 2012). Dicha ignorancia es extensiva también a nuestra actual cosmovisión del mundo bajo el influjo de la racionalidad positivista que predomina en El espejismo de la ciencia (Sheldrake, 2013) como adalid de la suprema “verdad”, marginando así a las humanidades como medio para una interpretación crítica de la realidad actual, como revitalización de la cultura, como reflexión sobre las grandes cuestiones personales y sociales, y como catalizadores de la creatividad (Alvira y Spang, 2006).

4 - La síntesis de saberes mediante la intuición espiritual

Este capítulo es una reproducción del capítulo 23 del libro FILOSOFÍA TRANSPERSONAL Y EDUCACIÓN TRANSRACIONAL

La síntesis cognitiva de las tres esferas kantianas (ello, yo y nosotros) -véase capítulo dos de la segunda parte- solo es posible ontológicamente en el sujeto cognoscente desde una visión no-dual mediante una genuina intuición espiritual (intuición moral básica), una cuestión ética que debe ser contemplada por una antropología filosófica que aúna la razón con el espíritu bajo el amparo de la filosofía transpersonal. Solamente así será posible trascender la brecha epistemológica entre la racionalidad y la espiritualidad, tal es la conclusión que se desprende de la renovada interpretación de la historia del pensamiento, de su ciencia y de la propia espiritualidad realizada en este trabajo de investigación. Y ese imperativo solo puede llevarse a cabo mediante un revisionismo de la psicología cognitiva y educativa que incorpore la sabiduría perenne como trampolín para la sanación trascendental del ser humano. Por tanto, la síntesis de saberes mediante la intuición espiritual es un imperativo para trascender la racionalidad hacia la transracionalidad, y nos permite entrever qué nos puede deparar el futuro a cada uno de nosotros, a la sociedad en general y al universo del saber en su paradigmática trascendencia hacia la espiritualidad (4) en estas áreas del conocimiento:

FILOSOFÍA: De la filosofía tradicional a la filosofía transpersonal (Martos, 2017a).

PSICOLOGÍA: De la psicología tradicional a la psicología transpersonal y, por tanto, de la conciencia personal a la conciencia transpersonal (Martos, 2017c).

SOCIOLOGÍA: Del neoliberalismo al altermundismo (5) (Martos, 2017b).

CIENCIA: De la filosofía materialista a la filosofía perenne (Martos, 2015).

EDUCACIÓN: De la educación tradicional a La educación cuántica (Martos, 2018).

ESPIRITUALIDAD: De las religiones exotéricas a la religión esotérica (6) (Wilber, 2005b).

Esa síntesis de saberes mediante la intuición espiritual puede ser aprehendida mediante una visión no-dual -una epistemología hermenéutica- simbolizada en nuestro mándala epistemológico (7) (ver figura).

La epistemología de lo conmensurable y la hermenéutica de lo inconmensurable son dos modos de saber que pueden ser sintetizados mediante una genuina intuición espiritual o intuición moral básica, una cuestión ética fundamentada bajo una antropología filosófica que contemple a la filosofía transpersonal como disciplina que estudia a la espiritualidad y su relación con la ciencia así como los estudios de la conciencia, lo cual implica una reconstrucción epistemológica desde la sabiduría perenne para lograr la sanación trascendental del ser humano. Así, la filosofía transpersonal como nuevo paradigma de conocimiento (Martos, 2018), es postulada como asignatura educativa y en una cuestión de sentido para una educación transracional que implemente la razón con el corazón (Toro, 2014). Por tanto, la síntesis entre la filosofía transpersonal y la educación transracional es una condición sine qua non para trascender así la crisis de conciencia en la que está inmersa la filosofía occidental.

Consecuentemente, la filosofía transpersonal se constituye en un fundamento pedagógico y epistemológico para una educación transracional con una misión eminentemente espiritual. Solo así se me antoja que será posible un repensar humano para salvar el abismo cultural desde que Kant diferenció la ciencia (ello), la conciencia (yo) y la moralidad (nosotros), Dios libre de culpa a este inconmensurable pensador. La integración y síntesis de estas tres esferas kantianas del saber debe realizarse eminentemente en la conciencia de cada uno de nosotros, insisto una vez más, mediante una genuina intuición espiritual o intuición moral básica como sustrato ético de nuestros actos, pensamientos y sentimientos, pues como dijera Sócrates: “Aquel que quiera cambiar el mundo debe empezar por cambiarse a sí mismo” (Laszlo, 2004). Y para tal finalidad, la filosofía transpersonal y la educación transracional se presentan como un imperativo pedagógico más allá de la mente, hacia la profundidad de la conciencia, en palabras del dramaturgo inglés John Gay: “Sin lugar a dudas, es importante desarrollar la mente de los hijos, no obstante, el regalo más valioso que se le puede dar, es desarrollarles la conciencia”.

Notas:

(1) Para comprender de un modo psicológico y filosófico el concepto de “centauro”, es conveniente aludir a la trascendencia de los dualismos, una cuestión que se convierte en un eje de responsabilidad a afrontar por cada persona a lo largo de su vida. En su obra El espectro de la conciencia, Ken Wilber (2005b) diferencia explícitamente cuatro dualismos que, inexorablemente, debería trascender e integrar toda persona:

El dualismo cuaternario: persona contra sombra. El individuo se oculta a sí mismo (inconscientemente) aquellos rasgos de su personalidad con los que no se encuentra nada contento; traza una frontera entre lo que le gusta de sí mismo (persona) y lo que no le gusta (sombra). Hasta que el individuo no acepte su sombra estará incompleto y siempre en lucha consigo mismo (el enemigo está en el mismo). Si el individuo se acepta e integra su sombra alcanza el siguiente nivel.

El dualismo terciario: psique contra soma, o mente contra cuerpo. La frontera se traza entre el ego (persona + sombra) y su cuerpo. En este nivel el individuo es inconsciente de su cuerpo, piensa en sí mismo sin tener en cuenta su cuerpo o lo considera como un objeto. Si el individuo consigue eliminar esta frontera será más consciente de lo que él es en realidad y alcanzará el nivel del centauro (el centauro es un ser mitológico mitad humano mitad animal).

El dualismo segundario: la vida contra la muerte, el ser contra el no ser. La frontera se traza entre el centauro (ego + cuerpo) y el resto del universo, la frontera ahora es nuestra propia piel. El individuo es ahora más consciente que nunca de su finitud (en el espacio y en el tiempo). La lucha no acabará hasta que desaparezca la última frontera y se acceda al último nivel.

El dualismo primario: organismo contra medio ambiente, o yo contra otro. Se accede al Espíritu. La frontera ha desaparecido, se acabó la lucha inconsciente. El individuo ha vuelto al lugar de donde salió, o mejor, al lugar donde siempre estuvo. Es el concienciamiento de que sujeto y objeto son lo mismo, es la no-dualidad. La corriente externa e interna no son dos, sino una sola realidad que se reduce al misticismo contemplativo.

(2) Véase el capítulo cinco de la segunda parte, titulado La evolución de la conciencia según Ken Wilber: hacia la no-dualidad.

(3) El Discurso del método, cuyo título completo es Discurso del método para conducir bien la propia razón y buscar la verdad en las ciencias, es la principal obra escrita por René Descartes (1596-1650) y una obra fundamental de la filosofía occidental con implicaciones para el desarrollo de la filosofía y de la ciencia. Descartes tituló esta obra Discurso del método con una finalidad precisa. En una carta que dirige a Marin Mersenne le explica que la ha titulado Discurso y no Tratado para poner de manifiesto que no tenía intención de enseñar, sino solo de hablar. Con esto Descartes trata de alejarse de cualquier problema que pudiese surgir con sus contemporáneos por las ideas vertidas en esta obra y además escapa así de una posible condena eclesiástica como había ocurrido poco tiempo antes con Galileo y cuyas ideas Descartes no consideraba desacertadas.

La locución latina “cogito ergo sum”, que en castellano se traduce frecuentemente como “pienso, luego existo”, es un planteamiento filosófico de René Descartes, el cual se convirtió en el elemento fundamental del racionalismo occidental. “Cogito ergo sum” es una traducción del planteamiento original de Descartes en francés: “Je pense, donc je suis”, encontrado en su famoso Discurso del método (Descartes, 1999). La frase de Descartes expresa uno de los principios filosóficos fundamentales de la filosofía moderna: que mi pensamiento, y por lo tanto mi propia existencia, es indudable, algo absolutamente cierto y a partir de lo cual puedo establecer nuevas certezas.

(4) Véase el capítulo segundo de la primera parte, titulado El mándala epistemológico y los nuevos paradigmas de la humanidad.

(5) El nombre altermundismo viene del lema “Otro mundo es posible”, nacido en el Foro Social Mundial, que cada año reúne a movimientos sociales de izquierda de la política internacional, y que a finales del siglo XX convergieron en la crítica social al denominado pensamiento único neoliberal y a la globalización capitalista.

(6) Según apunta Ken Wilber (2005b) en su obra El espectro de la conciencia (capítulo 9, páginas 328 a 333), el dualismo primario (ver nota 1 de este capítulo) al que se enfrenta todo ser humano es, por un lado, el conocimiento exotérico y, por otro lado, el conocimiento esotérico. El primer modo de conocer, el exotérico, es simbólico y se refiere al nivel existencial, así como a las religiones. Mientras que el existencialismo trata del dualismo segundario de la vida enfrentándose a la muerte, la religión lo trata negándola. Por consiguiente, el nivel existencial es también el de la religión exotérica, del intento del hombre de establecer una relación “a través” del dualismo primario con el omnipotente, omnisapiente y ominipresente “gran otro” o Mente. Por tanto, lo exotérico se refiere a la diversidad de las religiones culturales, sus idiosincrasias y paradigmas, es decir, a la diversidad de la gama biosocial. De ahí que el nivel existencial sea el de las diversas religiones exotéricas, mientras que el nivel de la Mente (no-dualidad entre sujeto y objeto) es el de la “unidad trascendente” de la religión esotérica: las religiones divergen en el nivel existencial y convergen en el nivel de la Mente. Por tanto, la unidad de las religiones puede enfocarse epistemológicamente, ya que con la emergencia del dualismo primario (exotérico versus esotérico), el modo no-dual de conocer (esoterismo: unidad de sujeto y objeto) se divide y fractura, provocando la generación del modo de conocimiento dualista entre sujeto y objeto (exotérico). Así, el modo esotérico no-dual de conocer queda supeditado al modo simbólico exotérico y, como dice Huston Smith cuando comenta la obra de Schuon, “la cuestión de la unidad y diversidad en las religiones se convierte en un tema de tipos psicológicos: el esotérico y el exotérico”.

(7) Aunque desde la antigüedad se han utilizado los mándalas con fines contemplativos y religiosos, a partir de las investigaciones de Carl G. Jung (2009), los mándalas sobrepasan el ámbito del pensamiento místico y comenzaron a utilizarse también con fines terapéuticos (Ribera, 2009). Jung (2003) consideraba los mándalas como una representación arquetípica del inconsciente colectivo y con un poder extraordinario porque son imágenes sagradas que representan la psique integrada, un “sí-mismo” como el arquetipo central de lo inconsciente colectivo. Por excelencia, el “sí-mismo” es una unión de los opuestos cuyo símbolo es el círculo o mándala, representando así el fin último del proceso de individuación. Psicológicamente, los mándalas representan la totalidad de nuestro Ser, y dado que reflejan la psique humana, cada persona responde a ellos instintivamente, más allá de su edad, género, raza, cultura, etcétera, pudiendo asemejarse a un viaje hacia nuestra esencia, iluminando zonas del camino que hasta entonces habían permanecido obscuras y hasta ese momento ocultas, permitiendo que brote la sabiduría de nuestro inconsciente (Baguera, 2007).

El mándala aquí argumentado como epistemológico (véase capítulo dos de la primera parte) postula la integración del saber científico (episteme de lo conmensurable) con la perenne espiritualidad (hermenéutica de lo inconmensurable), una fusión respectivamente de la razón con el espíritu en un ejercicio de trascendencia desde la no-dualidad (epistemología hermenéutica). Tradicionalmente se ha separado la epistemología y a la hermenéutica, puesto que la primera trata de lo conmensurable y la segunda de lo inconmensurable. Sin embargo, hoy en día es posible unir a la epistemología y la hermenéutica (Flores-Galindo, 2009), permitiendo justificar lo conmensurable y entender lo inconmensurable. Esos dos modos de saber posibilitan vislumbrar una conexión de la filosofía con la espiritualidad.

La idea de un mándala epistemológico no es nueva en el ámbito científico. En el libro The Mind´s New Science: A History of the Cognitive Revolution, Howard Gardner (1985) describe mediante un “hexágono cognitivo” las interrelaciones de seis campos científicos: la filosofía, la psicología, la lingüística, las ciencias sociales, la computación electrónica y las neurociencias. Desde una perspectiva de la historia del pensamiento, se pretende de un modo similar desgranar las secuencias cognitivas a modo de paradigmas que operan y se retroalimentan con interdependencia entre seis áreas del conocimiento: la filosofía, la psicología, la sociología, la ciencia, la educación y la espiritualidad.


Bibliografía:

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