"La conciencia, esa gran desconocida y, paradójicamente, tan presente en nosotros como ausente en el mundo"
(Amador Martos)

¿EDUCAR PARA QUE NUESTROS HIJOS PUEDAN AFRONTAR EL FUTURO? EL CAMBIO DEPENDE DE TI

El caos es ignorancia

Un artículo de Andrea Giráldez, Doctora en Filosofía y Ciencias de la Educación.

Los debates sobre educación son cada vez más numerosos y muchos de ellos se centran en lo que nuestros niños y jóvenes necesitarán para hacer frente a un futuro que se intuye diferente y complejo. No cabe duda de que debemos hacer algo hoy, para asegurarnos de que todo el tiempo y esfuerzo invertido en las aulas dará sus frutos.

Se habla de cambiar la educación desde distintas perspectivas y a diferentes velocidades: algunos proponen pequeños cambios casi cosméticos, otros ir paso a paso, otros hacer una verdadera revolución. Sé que los cambios llevan tiempo, y que nadie se levanta de un día para el otro totalmente transformado, solo por haberse propuesto ser una persona diferente. Lo mismo sucede en las organizaciones. Sin embargo, dejadme confesar que hay algo que me preocupa. Seguimos citando (y con razón, porque sus ideas fueron muy buenas) a Dewey, Piaget, Vigotsky, Freire y otros tantos pensadores que a comienzos y a lo largo del siglo XX ofrecieron pistas fundamentales para el cambio educativo. A estas propuestas se han añadido otras muy interesantes en los últimos años. Muchas buenas ideas, pero pocos cambios. No es una visión pesimista, sé que de norte a sur y de este a oeste la mayoría de los docentes intentan dar lo mejor de sí en sus aulas y algunos han conseguido cosas admirables. Pero estos últimos, mal que nos pese, siguen siendo minoría.

Por eso, y ahora que comenzamos un nuevo año con buenos propósitos y algunos deseos, dejadme que os cuente el mío: que la educación cambie de una vez por todas; que seamos capaces de encontrar las mejores opciones para que este cambio sea lo más rápido y efectivo posible; que las escuelas ejemplares (que las hay, y son cada vez más) sirvan como inspiración; que si los políticos siguen erre que erre con sus pruebas PISA y sus modelos anacrónicos, los docentes, como ciudadanos, seamos capaces de transformar el sistema por nuestra cuenta, en nuestras aulas, en nuestros centros. No podemos pasarnos cinco, diez ni quince años más pensando en cómo lo vamos a hacer. ¿Sabéis por qué? Porque cada año que pasa estamos anulando las posibilidades de futuro de ese niño o esa joven que habita nuestras aulas.

¿Qué queremos conseguir? ¿Cómo queremos ayudar a nuestros alumnos a aprender? ¿Qué tenemos ahora? ¿Qué hemos conseguido en el pasado que podría ayudarnos? ¿Cómo lo vamos a hacer? Estas son algunas preguntas importantes que todos los docentes, tanto de manera individual como en grupos, deberíamos hacernos.

Hoy he vuelto a escuchar una entrevista a Tony Wagner (Experto residente en el Laboratorio de Innovación de la Universidad de Harvard). Algunas de las claves para responder a la primera pregunta están, sin duda, en este vídeo, y son muy fáciles de entender.

Según Wagner, las habilidades clave para preparar a nuestros hijos o alumnos para el futuro son las siguientes:

- Un estudiante debe aprender a pensar de manera crítica. Deben saber hacer muy buenas preguntas, lo que es más importante que memorizar respuestas fáciles.

- Debe tener la capacidad de colaborar.

- Debe tener buenas capacidades comunicativas, tanto escritas como orales y debe saber escuchar.

- Debe resolver problemas de forma creativa.

Además, hay disposiciones fundamentales: los hábitos de la mente, los del corazón, la capacidad de ser empático, la perseverancia, la tenacidad, una fuerte visión moral de la vida, una noción de lo que está bien o mal... En definitiva, un conjunto de habilidades para la vida.

Ahora bien: ¿cómo pueden los docentes facilitar el desarrollo de estas habilidades si, en ocasiones, no cuentan con ellas? Sí, porque no nos engañemos, el título de maestro no garantiza que estas habilidades se hayan adquirido y desarrollado. En mi opinión, y como he comentado en otros escritos, el cambio o la revolución (como prefieran llamarle) a la que antes me he referido solo será posible si comenzamos por ayudar a los docentes a experimentar ese cambio en sí mismos. Sin ello, todo lo que se diga sobre cambiar la educación seguirá siendo una simple receta. Y cuando digo ayudar a experimentar no digo formar, instruir, decirles a los docentes cómo y qué han de enseñar. Digo, en cambio, compartir procesos de aprendizaje que no estén dirigidos exclusivamente al saber y al saber hacer, sino fundamentalmente al saber ser profesor (lo cual para mí incluye todas las habilidades que menciona Wagner).

Como dije antes, los cambios pueden ser lentos, por ello, y por la urgencia del que requiere nuestra educación, no tenemos tiempo que perder. Si aún puedes añadir un propósito a los que tienes para 2016, si aún puedes añadir un deseo o un sueño, considera que éste sea comenzar a cambiar, comenzar a ser un nuevo docente, porque tu cambio será el que asegure el cambio educativo que todos necesitamos.

Mientras tanto, mis mejores deseos para ti, querido lector, en el nuevo año. Que todos tus sueños se hagan realidad.