"La conciencia, esa gran desconocida y, paradójicamente, tan presente en nosotros como ausente en el mundo"
(Amador Martos)

¿DE QUÉ HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DE EDUCACIÓN?

LIBERTAD

Un artículo de Josep María Turuguet, Licenciado en Prehistoria e Historia Antigua. Profesor de EGB y Primaria entre 1980 y 2000. Miembro de la Societat Catalana de Pedagogia y del grupo "Narració i pedagogia". Actualmente retirado.

A menudo me encuentro discutiendo sobre educación y pensando:“¿Por qué me malinterpretan tanto?” Sin darme cuenta de que yo, probablemente, estoy haciendo lo mismo.


¿Qué nos pasa cuando hablamos de educación o política? A menudo tengo la sensación de que nuestros discursos no son tan distintos, pero se arropan en unas generalidades que enmascaran los matices que sí valdría la pena discutir.

El otro día hablaba de memorización o no memorización. Algo similar pasa con los contenidos o con las competencias o con las actividades, palabras terriblemente ambiguas que permiten posturas aparentemente distantes. Dos personas que defiendan la importancia de que los alumnos salgan de la escuela con unos conocimientos sólidos sobre cosas muy principales se sentirán en campos opuestos de la discusión porque la misma dinámica de la contienda, que suele ser perentoria y rápida, les sitúa en extremos opuestos. Uno ve al otro en el extremo de los laxos. Éste ve al primero en el extremo de los rígidos. Muchas veces la discusión depende de sentimientos personales muy difusos. Algo parecido a lo que pasa en la política con la gente temperamentalmente conservadora y la gente temperamentalmente audaz.

Si nos concediéramos el tiempo y la calma para que cada cual pudiera deconstruir su postura y reducirla a pedazos comparables, tal vez hallaríamos aquellos que coinciden en uno y otro lado y sabríamos, al final, en qué discrepamos realmente y qué puntos de acuerdo podríamos lograr. Supongo que es lo que hacen los negociadores profesionales. Sólo que ellos trabajan cuando han determinado que hay que actuar en algo que es imprescindible y que merece todo el tiempo que se le pueda conceder. Por alguna razón, en educación llegamos poco a ese momento. Todo va demasiado deprisa, lo urgente se nos come lo importante y nos encontramos en tesituras en que de lo que tratamos es más de imponer que de encontrar la verdad o lo que más se aproxime.

No sé por qué reivindicamos la educación lenta y no nos concedemos el pensamiento educativo lento. Tengo la sensación, y desmiéntanme sin reparo, que si tenemos foros para eso, son irregulares y dispersos. Como la atención de los niños según nos parece a nosotros. Pero ¿cuáles deberían ser esos foros? Déjenme lanzar una de mis boutades:

- Foros permanentes en los municipios que guiasen las prácticas de sus escuelas.

- Foros permanentes en las comunidades autónomas en que participasen representantes de consejos escolares.

- Foro estatal donde debatiesen los consejos escolares de las comunidades.


Y todos ellos permanentes (semanales, mensuales o lo que sea) y progresivos. Y televisados, por qué no. Y con participación de “oposiciones”. Nos deberíamos acostumbrar a seguir programas como “La hora de la educación” en prime time moderados por pedagogos que limitaran el ruido y la desorientación (la publicidad también da esas cosas). Lo urgente se nos come lo importante.

Tal vez sea la propuesta de un ignorante en dinámica de grupos. Sobre todo, si los grupos son de millones de personas.