"La conciencia, esa gran desconocida y, paradójicamente, tan presente en nosotros como ausente en el mundo"
(Amador Martos)

EL DESAFÍO DE LA EDUCACIÓN EN UN EVENTUAL ESCENARIO DE POSCONFLICTO

Irina Bokova

Ver la educación como una herramienta fundamental en la transformación cultural que requiere el país de cara al posconflicto es para Claudia Camacho, oficial de educación de la Unicef, el reto más grande que tiene Colombia en el escenario que plantea el proceso de paz.

De acuerdo con Camacho, desde la academia se deben generar las transformaciones “de todas esas formas que se han instalado en nuestro cotidiano vivir, para cambiarlas por relaciones más armónicas y democráticas, en las que haya vía a la tolerancia y respeto”, dice.

No obstante, Camacho señala que para promover la reconciliación en el territorio nacional se debe hacer énfasis en el acceso a la formación de la población que ha sido víctima del conflicto armado. Además, según ella, es necesario dar una educación diferenciada para las comunidades indígenas, con miras a “hacer un país más incluyente”.

La funcionaria celebra, entre otras cosas, la iniciativa que tuvo el Gobierno de que la cátedra de la paz sea obligatoria en los colegios del país, pues para ella esta es una oportunidad para que el tema sea trasversal en los currículos, “que deben incluir temas de derechos humanos, respeto por la diversidad y el medio ambiente, entre otros”.

Sus declaraciones se dieron a conocer ayer en la Pontificia Universidad Javeriana, en el marco del foro Educación para la Paz: Desafíos y Oportunidades, que reunió a actores nacionales e internacionales con el objetivo de hacer una reflexión sobre estos retos que tiene el país para construir una cultura de paz.

Durante el encuentro, se visibilizaron los aprendizajes y buenas prácticas que desde los territorios –en el sistema educativo y por fuera de él– se han adquirido para la promoción de la convivencia pacífica.

Además, se mostró cómo la academia con sus diferentes actores gestiona y transforma conflictos, ejerce derechos humanos con énfasis en prevención de violencias y aporta a procesos para la reconciliación.

El arte, el deporte y las manifestaciones culturales también fueron objeto de debate en este evento, que contó con la presencia de Simón Gaviria, director del Departamento Nacional de Planeación; Darlyn Meza, exviceministra de Educación de El Salvador; Claudia Camacho, de Unicef, y de la Alianza Educación para la Construcción de Culturas de Paz, entre otros.

“La educación es un motor que contribuye a la reconstrucción del tejido social, así como un facilitador para lograr una sociedad más pacífica, cohesionada y reconciliada para evitar el retorno de la violencia”, afirmaron los representantes de la Alianza para la Construcción de Culturas de Paz.

En el caso de la educación superior, se dijo que contribuir a repensar e investigar los procesos de paz es el papel de las universidades dentro de este escenario, pues están en capacidad de entregarle al grueso de la sociedad los temas del posconflicto de una manera sencilla, para que la gente entienda de qué se trata y, en esa medida, poder contribuir al debate.

Por último, Camacho recalcó la importancia de que el país destine los recursos necesarios para la implementación de programas y ejercicios de paz.

EL TIEMPO