"La conciencia, esa gran desconocida y, paradójicamente, tan presente en nosotros como ausente en el mundo"
(Amador Martos)

EL NIÑO QUE VA AL COLEGIO EN CANOPY

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Christopher Arriagada tiene cuatro años y todos los días debe cruzar el río Ignao en un carro hechizo, en Pitriuco. Son siete las familias que utilizan este sistema. Piden lo mínimo: una pasarela.

Son las seis de la mañana y miles de niños se levantan en todo Chile para ir al colegio. En medio del sector rural de Pitriuco, en la comuna de Río Bueno, Región de Los Ríos, Christopher Arriagada, de cuatro años, no es la excepción. Su madre lo despierta y lo lleva todos los días a la Escuela Colonia Diumen, de la misma localidad. Pero el viaje no es tan sencillo como tomar una micro o caminar algunas cuadras. Para lograr que su pequeño cumpla con la escolaridad deben cruzar un brazo del río Ignao en un carro hechizo que cuelga de un cable, al más puro estilo de un canopy turístico. Con la diferencia de que no es por diversión, sino para poder llegar al otro lado.

La madre del menor, Claudia Moreira (22), explica que “aquí vivimos siete familias y hemos pasado generaciones cruzando el río con el mismo carrito”.

¿Accidentes? “Obvio. Ya han pasado varios. Una vez se cayó una niña que estaba embarazada, pero por suerte el río no estaba muy alto y no le pasó nada. No pedimos mucho. Simplemente, necesitamos una pasarela chica. En invierno el agua pasa muy cerca del carro, el río trae mucha mugre y es peligroso”, cuenta.

La mujer explica que si no ocuparan este sistema, tendrían que dar una vuelta muy larga para llegar al colegio o a cualquier parte. Según los residentes, el carro ha evolucionado. Partió siendo casi una bolsa colgante. Ahora es para dos personas, hecho de fierro y con unos tablones como piso. El cable es de acero y se afirma en dos postes metálicos instalados a cada extremo, enterrados en una base de cemento. Nadie tiene muy claro el tema de las mantenciones.

Una vez que Claudia y su hijo están dentro del carro, se deslizan velozmente hacia el otro lado del río. Allí vive un particular que les permite caminar para acceder al camino que los lleva al colegio.

La rutina diaria es clara. Christopher lleva su mochila y cuadernos. Claudia va al lado, con un bolso con ropa y a veces una carreta que utiliza para llevar provisiones. Al descender del carro, ambos continúan a pie hacia un camino donde se suben a un bus. En un viaje de 40 minutos estarán en el colegio.

El alcalde de Río Bueno, Luis Reyes, conoce la situación. Ya ha tomado contacto con la familia del menor. Les entregó chalecos salvavida y cascos de protección (que se aprecian en la imagen) por el peligro que reviste la travesía diaria.

Según el edil, “nosotros hemos estado en terreno por este menor que asiste a la Escuela Colonia de Diumen, a pre kínder, y donde cuatro generaciones ya se han educado con ese tipo de movilización. La verdad es que el carrito no reúne ningún tipo de seguridad, cruzando desde Pitriuco hacia un terreno particular, para luego caminar media hora y conectar con el bus. Hay que considerar que no sólo es la ida, sino que también el regreso, a veces con menos luz, viento y mal tiempo”, indica Reyes.

Añade que este medio para cruzar lo utilizan todas las personas, incluidas los adultos mayores y residentes que se encuentran enfermos: “Como municipio nos hicimos presentes para ver qué tipo de ayuda podemos entregar ante cualquier eventualidad (…) Pero también estamos sensibilizando a las autoridades. Ellos (los habitantes) solicitan un corredor para poder transitar”.

El director de la Escuela Colonia de Diumen, de Río Bueno, Fernando Neira, explica que “nosotros, como dirección, junto al equipo de párvulos, estamos preocupados por Christopher. Es un niño que siempre viene a clases y nos inquieta la situación de su traslado”.

El profesor comenta que la mayoría de los niños de este sector rural deben movilizarse varios kilómetros para asistir a sus clases, pero el caso del pequeño no tiene comparación.

Helia Velásquez (66) también vive hace años en este sector. Ella es otra de las personas que se desplaza mediante el “carrito”. Cuenta que “de aquí tengo que salir a la carretera para ir a Río Bueno o a Lago Ranco. Me demoro media hora en llegar al camino y de ahí tomo un bus. Este carro está hace años y en invierno uno pasa con los pies casi topando el agua, pero frente a cualquier emergencia uno tiene que pasar nomás. No nos queda otra”.

Añade que “ya han ocurrido tres accidentes. Una vez iba pasando una amiga con su sobrino y se cortó el cable. Cayeron los dos al agua, casi al llegar al otro lado, con el barro hasta la cintura (…) También cayó un niño que trabajaba y en eso se quebró la pierna. Necesitamos una pasarela donde podamos pasar caminando, ojalá con una carretilla. Así nuestra vida cambiaría”, concluye.