LA INNOVACIÓN ES UNA ACTITUD
A menudo nos preguntamos acerca de lo que supone la innovación aplicada a la organización y práctica docente de un centro educativo. En muchas ocasiones se considera que innovar es implantar una serie de técnicas o de herramientas al uso, normalmente testadas e importadas. En otras, se trata de imponer ciertas dinámicas materiales o formales al profesorado, sin que éste haya participado en su definición o decisión. En muchas, trasplantar deprisa y corriendo pedagogías que adolecen de la necesaria experimentación y conocimiento por el profesorado y por la comunidad educativa.
Todo ello, como es obvio, peca de precipitación y parcialidad. En estos casos nos encontramos ante procesos de cambio y mejora precarios y, en alguna medida, postizos. Por ello, en Escuelas Católicas de Madrid se ha optado por procesos que se cuecen a fuego lento; que exigen convicción y liderazgo de los titulares de los centros y de sus equipos directivos; que se sabe cuándo comienzan, pero difícilmente cuándo acaban, porque quizá no acaben nunca. Por ello, decidimos hablar de programas sostenidos en el tiempo y articulados sobre un compromiso recíproco de los centros con nuestra institución; decidimos hablar del Programa Innovación 43,19.
Antes de plantear las bases en las que se sustenta nuestra concepción de programa innovador, queremos describir el marco. Y este marco surge de una experiencia: la innovación es una actitud.
Acudiendo a lo que nos dice la Psicología Social sobre las actitudes, descubrimos que éstas tienen tres componentes que han de estar en perfecta sintonía:
1.- el cognitivo: qué sé de la innovación educativa, qué datos tengo, qué destrezas he adquirido, en qué metodologías activas me he formado.
2.- el componente emocional: cómo me siento frente a los cambios en la educación, qué sentimientos me genera replantearme todos los días mi acción educativa, cómo tengo que entender mi profesión de educador, qué emociones me produce salir de mi zona de confort.
3.- el componente conductual: qué hago para ser un docente innovador, cómo construyo mi innovación educativa, cómo colaboro para que la innovación sea un elemento transformador de mi centro educativo.
Cuando estos tres elementos de la actitud innovadora están en la misma sintonía, es cuando esta actitud está arraigada en el profesor y puede proyectarla en sus alumnos e irradiarla entre sus compañeros para transformar la educación.
Partiendo de este principio, ¿qué es lo que hemos hecho en estos años en Escuelas Católicas de Madrid para hacer que la innovación sea una actitud que transforme la escuela?
Sintetizando mucho hemos llevado a cabo cinco acciones fundamentales:
1.- Concienciarnos de que la escuela tiene que cambiar porque la sociedad cambia; y además este cambio es acelerado e imparable. No cambiar es arriesgarnos a dejar de ser significativos para nuestros alumnos y traicionar el espíritu con el que fueron fundados nuestros centros educativos.
2.- Reconocer que algo de lo que estábamos haciendo no funcionaba bien. Llevábamos muchos años haciendo formación del profesorado, y pensábamos que esa formación era de alta calidad y muy valorada por parte de los profesores; pero esa formación tenía un reflejo muy pobre en la transformación del proceso enseñanza-aprendizaje. Cuando esto sucede, hay que replantear el cómo se está enfocando esa formación, porque no cumple su misión.
3.- En el curso 2009/10 se creó un grupo de profesores, orientadores y directores de centros (al que denominamos “grupo de pioneros”) para que nos ayudaran a repensar nuestras propuestas y a hacer que la formación que reciben los profesores tuviera una repercusión directa en la relación enseñanza-aprendizaje y en la transformación de los centros y del sistema educativo.
4.- Iniciar un proceso de búsqueda de experiencias innovadoras y transformadoras de las cuales pudiéramos aprender. No es necesario que todos descubramos todo; los maestros tenemos una inmensa capacidad de aprender unos de otros, pero para eso hay que salir de las cuatro paredes del centro educativo, tener una actitud de apertura y dejarse empapar por lo que otros compañeros han descubierto en su práctica educativa. Esas experiencias a veces están lejos, en otros países, y a veces están cerca, en el propio centro, pero nos son ajenas.
5.- Poner en marcha un Programa que tenga por objetivo cambiar la cultura educativa del centro, generar una actitud innovadora en todos los profesores y cambiar el modelo educativo para que responda a nuestra misión de educadores.
Innovación 43,19 se presentó de una manera oficial en el Congreso de ECM de noviembre de 2010. Desde entonces los centros han ido entrando al Programa cuando han creído que era su momento para hacer ese cambio verdaderamente significativo; cuando lo han visto posible y necesario para ellos.
El Programa está estructurado en cuatro etapas, que voy a describir brevemente, para luego detenerme en lo verdaderamente fundamental que son los cuatro pilares que lo sustentan. Estas cuatro etapas, son las siguientes:
Etapa-1: Preparando el terreno. Es el inicio en el Programa y el tiempo en el que todo el centro educativo toma contacto con su realidad: dónde está y hacia dónde quiere caminar. Además de esta toma de conciencia, toda la comunidad educativa da los primeros pasos hacia la construcción de una actitud innovadora.
Etapa-2: Semilla. La comunidad educativa ya está orientada a la innovación, tiene claro su objetivo de innovación y cuáles van a ser los ejes del cambio. A partir de ahí se trabaja en el fortalecimiento de los cuatro pilares: liderazgo, proyecto pedagógico, creación de redes e investigación-acción.
Etapa-3: Árbol. La innovación ha alcanzado un nivel alto de madurez; es una realidad sólida que ha transformado de una manera global el centro. Podría decirse que ya no se sabe educar de otra manera porque la innovación está interiorizada en la cultura del centro y de sus educadores.
Etapa-4: Bosque. En esta etapa llegamos a una expresión mágica: innovar la innovación. El camino recorrido desemboca en un centro abierto al mundo de la ciencia y de la investigación; se convierte en modelo de referencia externa y en lugar de aprendizaje para otros muchos profesores.
Más allá del proceso que se sigue en cada una de las cuatro etapas anteriores, el Programa se sustenta en cuatro pilares que son los que le dan sentido y sostenibilidad en el tiempo:
1.- Liderazgo. El líder educativo nace y se hace; es decir, la formación es un factor clave que define la competencia del líder. Durante mucho tiempo se ha potenciado en los colegios la figura del “gestor eficiente”; y sin duda es un elemento imprescindible para que el centro viva en un mundo tan burocratizado. Sin embargo, la experiencia nos dice que sólo si hay líderes pedagógicos, con capacidad de animar, guiar y acompañar a los educadores, se podrán consolidar los procesos de innovación y podrán ser sostenibles en el tiempo.
No buscamos un liderazgo cualquiera; queremos que esté enraizado en los valores de la Institución Titular del Centro, en la historia (a veces centenaria) de esa comunidad educativa, que tienda a estructuras de funcionamiento horizontales, que esté centrado en el desarrollo de las personas y de los equipos, y que potencie la visión del centro.
Hasta donde hemos podido descubrir en las visitas realizadas en el desarrollo del programa, no existe en ningún lugar un proyecto innovador que no tenga al frente líderes que sean capaces de arrastrar a los profesores del centro y al resto de la comunidad educativa.
2.- Proyecto pedagógico. Buscamos que cada centro genere un Proyecto Pedagógico que se articule como un todo orgánico, no como una conjunción modular de elementos. Para que tenga proyección en el tiempo y crecimiento, ha de ser conocido, consensuado y asumido por todo el claustro; dicho de otro modo, en la medida en la que todos los profesores intervengan en su desarrollo, será más fácil cumplir esas tres condiciones para que hagan del centro una plataforma innovadora.
La formación del profesorado juega un papel central en la construcción del Proyecto Pedagógico. Pero esta formación tiene que entrar en lo que denominamos el “círculo virtuoso de la formación”: me formo en una determinada metodología o herramienta, la pongo en funcionamiento en mi aula/curso/ciclo/centro, evalúo al cabo de un tiempo cómo ha sido su desarrollo y en qué medida he conseguido los objetivos que me proponía, y cierro el círculo ampliando la formación que inicialmente recibí. Aunque es obvio, hay que decir que si este círculo virtuoso de la formación lo desarrolla un equipo de profesores, será mucho más potente que si lo hace un docente solo.
Estos procesos de metacognición sobre la formación recibida y sobre la propia práctica educativa, pretendemos que sean parte fundamental de la actividad de todo docente. Y que culminen en el portfolio docente de todos los profesores, como herramienta de crecimiento personal y reflejo de un centro que innova y cambia.
3.- Redes. Es absurdo intentar educar solos e innovar solos; educan todas las personas y todos los elementos que hay en el entorno amplio, del centro educativo. Por este motivo las redes que se establezcan en relación al colegio son claves en el proceso de innovación educativa. Proponemos la creación de redes en tres niveles distintos en el proceso de innovación de un centro educativo. Estos tres niveles, son los siguientes:
-Red de primer nivel: es la generada entre los miembros de la comunidad educativa del centro (docentes, familias, PAS…) A través de esta red intracolegial se generan espacios y tiempos para la colaboración, la interacción y el aprendizaje. Es la red fundamental; en la medida en la que se fortalezca, se podrá dar sentido a las demás redes y se logrará que al alumno le eduque toda la comunidad educativa. Con esta red de primer nivel queremos romper el proverbio que dice que “cada maestrillo tiene su librillo”.
-Red de segundo nivel: es la apertura del centro a conocer, compartir y participar con centros que vibran en esta misma clave, aprendiendo unos de otros, y creando lazos que potencien lo que cada colegio está haciendo. Con mucha frecuencia los educadores nos guardamos en nuestro colegio aquello que hemos descubierto y que nos funciona; nuestro objetivo es todo lo contrario: dar a conocer lo que nos va bien, y que sea replicable y mejorable por otros. Desde ECM generamos diversas actividades a lo largo del año para dar cauces a este proceso de compartir y de dar a conocer.
-Red de tercer nivel: es la que el centro crea con el entorno. La propuesta que hacemos desde es que el entorno entre en el centro como elemento educador y el colegio salga al entorno también con una finalidad educativa. Ambos, colegio y entorno, se convierten en educadores y educandos. Es lógico pensar que las interacciones que se establezcan sean muy diferentes en función de dónde está situado el colegio; pero no es menos verdad, que los profesores tenemos una enorme capacidad para descubrir elementos educativos donde otros ven comercios, talleres o campos. Aprender de lo cercano y crear un verdadero impacto en el lugar donde vivimos.
4.- Investigación. El cuarto pilar en el que hemos asentado el Programa de innovación es el de investigación. La investigación es una actividad que la mayor parte de los profesores de infantil, primaria y secundaria, no reconocen como suya; por desgracia, la investigación no forma parte del universo cultural del profesorado, aunque muchas veces la están haciendo de una forma no explícita.
El modelo de investigación que proponemos, es el de investigación-acción. Esto es, partir de la realidad educativa que tengo en mi aula/curso/ciclo/centro y con la que no estoy suficientemente satisfecho, para intentar cambiarla. Al partir de la realidad puedo establecer hipótesis que den razón de lo que sucede, diseño los cambios que voy a introducir en la práctica educativa (docente y organizativa), los llevo a la práctica en los plazos que establezca, y mido los resultados de los cambios producidos. De este modo, buscamos cambiar la realidad desde la realidad misma, teniendo como fin último mejorar lo existente.
Investigar de este modo, con la metodología de la investigación-acción, parte de un presupuesto imprescindible en todo proceso de innovación: cuestionamos la realidad para cambiarla y no damos nada como inmutable. Puesto en otro lenguaje, salimos de nuestras zonas de confort para buscar en la zona de aprendizaje aquello que nos ayude a mejorar la propia práctica educativa. De este modo, estamos optimizando los procesos de enseñanza-aprendizaje.
Aunque parezca obvio después de haber explicado el tercer pilar, la creación de redes, este proceso de investigación ha de hacerse con otros educadores; el ámbito de la investigación-acción (un nivel, una etapa, todo el centro) determinará con quién lo hacemos, pero nunca solos.
En definitiva, desde nuestra experiencia de más de seis años coordinando un programa de innovación en el que participan cerca de un centenar de centros educativos madrileños, cabe concluir con algunas ideas fuerza sobre estos procesos:
Para empezar, no existe innovación transformadora en un colegio si al frente no hay un equipo directivo que crea en el proyecto y lo impulse con decisión. De ningún modo significa que todo lo tenga que hacer el Equipo Directivo, ni mucho menos; pero sí es imprescindible que dé todo el apoyo necesario para que las iniciativas del profesorado se desarrollen y crezcan.
Por otro lado, “la calidad de un sistema educativo tiene como techo la calidad de sus docentes”; la frase es del informe McKinsey del año 2007. La experiencia de estos años del Equipo Innovación 43,19 es que la calidad de los docentes es muy alta y que lo que faltan son estructuras colegiales que sean transformadoras de la realidad educativa. Por ello, un programa de innovación, como es el caso de 43,19, es un programa de centro: para todos los profesores, para todos los alumnos, para toda la comunidad educativa…
Otra idea es que, tradicionalmente siempre se ha hecho mucho hincapié en la importancia del curriculum; es decir, señalando que lo importante es lo que los profesores enseñamos. Quizá esto es un error; lo más importante no es lo que los profesores enseñamos, sino lo que los alumnos aprenden. Por eso proponemos que el cambio metodológico, que necesariamente se tiene que dar en las aulas, se centre en metodologías que, simultáneamente, sean activas y centradas en el alumno.
La autonomía pedagógica de los centros es una reivindicación que surge en todo centro que se adentra en un proceso de innovación. Con mucha frecuencia ni la legislación educativa ni las administraciones educativas, tienen la suficiente comprensión (entendida ésta como capacidad para encontrar justificadas las opciones del colegio) para apoyar las innovaciones por las que un centro opta. La autonomía pedagógica de los centros conlleva, también, confianza de las administraciones públicas en el profesorado y apoyo a los centros que buscan dar respuestas válidas a sus alumnos.
La quinta idea hace referencia a la dotación económica de los centros educativos. Cualquier colegio que inicie un proceso de innovación tiene que hacer una apuesta muy fuerte por la formación de sus profesores; en la actualidad la única fuente de financiación que los centros concertados y privados tienen para esta formación son los fondos de la Fundación Tripartita; y estos son muy insuficientes para abordar la formación que requiere una innovación ambiciosa. ¿Van a seguir permitiendo las administraciones públicas que se paralicen los procesos de innovación educativa porque no hay dinero suficiente para formar al profesorado?
En sexto lugar quiero destacar que en el Programa Innovación 43,19 hemos tenido especial cuidado en evitar que se identifique la introducción de las TIC en un colegio con la innovación educativa. Si seguimos haciendo prácticamente lo mismo con TIC que sin ellas, no hay innovación; simplemente hay dispositivos tecnológicos en el aula a los que no hemos sabido encontrar su sentido. Por eso nuestra apuesta es por las TAC (Tecnologías para el Aprendizaje y la Comprensión); es decir, la tecnología no como un fin en sí mismo, sino como una herramienta para llegar a los objetivos que queremos conseguir.
Y por último queremos resaltar algo que destacamos como una palanca de cambio y que se incluye en la oferta formativa del Programa; son las visitas a otros centros educativos que tienen algo de lo cual los profesores pueden aprender. No estamos hablando de la existencia de centros que sean “el modelo” de innovación y cambio, porque creemos que estos no existen; estamos proponiendo y realizando visitas a colegios en los que profesores pueden aprender para luego poder aportar más en la construcción de la innovación en su centro, y que ésta responda a cada realidad particular porque cada colegio es diferente, único e irrepetible.
El profesorado tiene que salir de su colegio, ver cómo otros compañeros han dado respuesta a los retos que tenían, soñar que su centro puede ser diferente e intentar construir una nueva realidad.
Programa INNOVACIÓN 43,19
Departamento Pedagógico-Pastoral y de Innovación
Escuelas Católicas de Madrid