LAS CLASES SIN ASIGNATURAS
Cambiar de manera radical el sistema de enseñanza es la idea fundamental de un proyecto educativo que lleva a cabo una fundación jesuita en España. Sus creadores visitaron Chile esta semana.
En la clase, lo que los alumnos deben hacer es convertirse en Willy Fog, un dibujo animado español basado en la obra de Julio Verne “La vuelta al mundo en ochenta días”. Desde la perspectiva del personaje, aprenden desde el funcionamiento de un tren, hasta la historia de alguno de los países que se visitan.
El curso, en donde asisten niños de 10 años, tiene tres profesores: de historia, lenguaje y matemáticas. Ellos, están a cargo de guiar a los estudiantes, no de explicar.
Las tres asignaturas se mezclan en una sola lectura donde los alumnos no escuchan al profesor mientras imparte la clase, sino que ellos mismos buscan la información. “Aquí, ellos son los protagonistas y aprenden haciendo”, explica Xavier Aragay, director general de la fundación jesuita, Jesuites Educació.
Ese es el nuevo método que se está aplicando, como experiencia piloto, en siete de los ocho colegios de dicha fundación, en Cataluña, en el marco del proyecto Horizonte 2020.
La idea de fondo de este proyecto es preparar a niños para el futuro. “Nuestras escuelas están formando a niños para 2000 y quizá ahora no se nota la diferencia, pero cuando estos alumnos salgan, las habilidades y competencias que han adquirido, no les va a permitir desarrollarse como ciudadanos de este siglo. Eso es un problema grave”, sostiene Aragay. El, junto a Jonquera Arnó, directora de la oficina de la Dirección General de la fundación, visitaron Chile esta semana, invitados por la Red de Educación Ignaciana (Rei) y Educación 2020 a un seminario en la U. Alberto Hurtado.
El 2011, la fundación realizó un diagnóstico en los ocho establecimientos que posee y concluyeron que el sistema actual no estaba funcionando. “Hay fracaso escolar y fracaso vital, lo que significa que los estudiantes se desconectan de este sistema”, agrega Aragay.
Ante este escenario, un año después se realizó una encuesta en donde participaron alrededor de 15 mil personas, entre alumnos, apoderados y profesores. “Les hicimos una pregunta ‘¿Qué escuela sueñas?’. Algunos respondieron que botarían las paredes, que pintaría de otra forma, etc. Una vez que tuvimos el qué, había que decir cómo”, relata Aragay.
El 2013 la fundación comenzó a planear la manera de llevar a cabo este proyecto. Allí, asegura Arnó, se decidió llevar a cabo experiencias piloto, una de ellas con alumnos de 3 a 5 años, en cuatro establecimientos, y la otra con estudiantes de 10 a 14 años, en tres colegios.
“Llevamos un año y medio, y los resultados han sido positivos. Han sucedido cosas como que alumnos que, antes inventaban una fiebre para no ir al colegio, ahora cuando están enfermos les piden a sus padres asistir a clases”, manifiesta Arnó. “¿Por qué? porque ahora los niños son protagonistas”, añade.
“Dar la vuelta al mundo”. A través de este ejercicio, los alumnos tienen que recopilar información de los países que visitarán. Para ello se trabaja en equipos, buscando la información en internet, a través de tablets y computadores. Todos los grupos deben hacer resúmenes y luego presentaciones para compartir con el resto de sus compañeros lo que aprendieron.
“En el ejemplo de la clase en donde los alumnos deben dar la vuelta al mundo, ellos eligen los países, aprenden de ellos el idioma, la religión, el tipo de moneda y cómo se puede hacer el cambio. Ahí tiene clases de religión, matemática e historia. Después de eso, se deben contar entre ellos la experiencia”, dice Aragay.
El rol del profesor es vigilar el proceso, asegurándose que la información que los alumnos descubren es la correcta. “Van aprendiendo mientras juegan. Desarrollamos la curiosidad que tienen y ese es el motor de aprendizaje”, agrega.
El método de calificación también es diferente. Ya no hay pruebas tipo test. Los estudiantes se autoevalúan, y el grupo de trabajo y el profesor realizan otra calificación. “Los profesores observan. Toman nota y al final se les pone la calificaciones que la ley exige”, indica Aragay. Para la fundación, esta es la mejor manera de evaluar. “Estamos convencidos de que las pruebas no miden correctamente la inteligencia. Sólo miden la capacidad de retener información”, indica Aragay, por lo que hace un llamado a las autoridades a que “reflexionen que estas mediciones no son el camino de este siglo. Ahora que existe internet, no es importante memorizar. Es importante saber buscar, integrar conocimientos distintos, etc. Y eso es lo que hay que medir”, dice.
Sobre la posibilidad de replicar esta iniciativa en Chile, Aragay señala que es factible, mientras varias instituciones participen, aunque aclara: “Cada país debe descubrir metodologías para mejorar su educación de acuerdo a su contexto para ver cómo transitar de un modelo al otro”.