RADIOGRAFÍA MORAL DE LA ESCUELA
Un artículo de Jesús Sánchez Camacho Matilla, Maestro de Primaria y escritor.
Un país que no es capaz de llegar a un consenso en asuntos de interés común y general, como la sanidad y la educación, es un país enfermo.
La situación actual nos da muestras de fallos de tamaño considerable en nuestro sistema (según la RAE: ‘conjunto de reglas o principios sobre una materia racionalmente enlazados entre sí’).
Estoy cansado de ver en los diferentes medios de comunicación que España sufre una crisis “económica”, generada por la corrupción de los altos cargos en empresas, los políticos asentados en su cargo desde tiempos ya casi inmemorables, los banqueros, la especulación urbanística, y el umbral sobre el cual nos quieren hacer ver que hemos vivido durante los últimos años.
Poca (o ninguna) mención he percibido sobre la inexistencia de valores que tiene nuestra sociedad. A gran escala podemos ver como políticos de diferentes partidos no tienen ningún problema en delinquir y sentirse después maltratados cuando son denunciados por otro sector de la población. Cómo niegan cualquier acto ilegal incluso cuando las pruebas son tan evidentes que “parece” absurdo decir cualquier cosa que no confirme los actos.
A una escala menor, pero no menos importante, ni mucho menos, detecto situaciones que me ponen los pelos de punta. Simplemente con abrir mi cuenta de Facebook, puedo leer cosas como está:
"Ha pasado mucho tiempo desde mi último comentario contando batallas de mi vecino, pues bien, hoy hemos amanecido con frases de este individuo dirigiéndose a su hija tales como: “te voy a reventar la boca”, “me cago en tu p%$* madre”, “que te levantes, me cago en tus muertos”, “te voy arrancar la cabeza…” ¿Sabéis lo que pasa? Que, luego, determinados comportamientos de los niños son culpa de los maestros…"
Este texto, escrito por un maestro, no refleja las consecuencias de una crisis económica, si bien es un claro ejemplo de la crisis ética y de valores a la cual hacía referencia líneas más arriba.
FINLANDIA
Observo como según estudios de la Unión Europea los países más limpios con respecto a la corrupción son Dinamarca, Suecia y Finlandia, por ese orden.
El sistema educativo finlandés está considerado como uno de los mejores del mundo; tienen pocas horas de clase y casi no hacen tareas, pero arrasan en las temidas pruebas Pisa.
“Todo el mundo cree que tiene el mejor sistema hasta que decide comparar. Y lo que sucedió con Finlandia fue una sorpresa para ellos también. No sabemos exactamente cuál es la variable que lleva al éxito de un sistema educacional, porque no hay una fórmula mágica, pero el caso finlandés es perfecto para ver que la conjunción de muchas variables únicas puede llevar a algo asombroso”, comenta desde París el analista Pablo Zoido, de Pisa.
Otro factor muy propio de Finlandia es que se retrasa el inicio de la escolaridad básica hasta los 7 años. Según los estudios cognitivos realizados a los niños, solo en ese momento del desarrollo de los niños es adecuado comenzar a leer.
“La tendencia mundial es que la escolarización comience cada vez más temprano –dice el especialista de la OCDE–, pero Finlandia ya es un caso real de estudio solo por retrasarla. Se respeta mucho el ritmo de cada niño. Para nosotros es muy importante la atención especial de los niños que requieren más ayuda”
El modelo finlandés fue reformado a comienzos de los 70, luego de casi una década de debate parlamentario sobre qué tipo de educación se necesitaba. En los años 50, Finlandia estaba diezmada por las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial, y su economía básicamente agraria tenía como eje la explotación forestal. Se requerían nuevas competencias y el acuerdo fue dárselas a toda la población, no a los más ricos ni a los mejores.
Hoy, el país no solo figura como uno de los mejor educados, sino que también acumula envidiables índices en felicidad, competitividad e innovación.
Ser maestro en Finlandia es más difícil que convertirse en ingeniero o doctor. Sólo uno de cada diez aspirantes a estudiar pedagogía logran ingresar, y quienes quieren ejercer la profesión necesitan como mínimo tener un grado de máster en educación.
En Finlandia, destacan todos, no existe un sistema estatal de evaluación docente. Cada profesor está constantemente investigando y auditando su propio desempeño, sin necesidad de que lo controle una autoridad más allá de su propia comunidad escolar. La metodología también está abierta a la innovación. Más del 90 por ciento de las escuelas son públicas y dependen de los municipios, de manera que los niños se matriculan –por ley– en la que tienen más cerca de su casa, reflejando también la escasa segregación social del país. Que el hijo de un doctor estudia junto al hijo de un albañil es un leitmotiv educacional.
En Finlandia la educación es un tema de Estado, y no de partidos políticos. Las reformas se tratan en el parlamento y no se aprueban sin un consenso general de todos los partidos. Los objetivos son totalmente definidos y los únicos beneficiarios de ellos son los propios estudiantes.
Según este mismo estudio, España se sitúa en el puesto número 13 (de un total de 27), con unos parámetros de corrupción muy similares a los que se dan en Malta, Portugal y Chipre.
ESPAÑA
Veamos ahora cómo funciona el “sistema educativo” (de adoctrinamiento) en España:
La Ley Orgánica de Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE) es la séptima reforma en profundidad del sistema educativo de la democracia. Entró en vigor este curso 2014 y terminará de implantarse durante el curso siguiente. El Congreso aprobó la LOMCE con los únicos votos a favor del PP, haciendo gala del poder que otorga la mayoría absoluta.
Esta norma apuesta por reforzar las asignaturas básicas (matemáticas, lengua, las ciencias y los idiomas), reducir las optativas e implantar evaluaciones nacionales al final de cada etapa no universitaria.
Las sucesivas reformas que se han aprobado durante las últimas décadas han motivado que algunas de las leyes hayan tenido que convivir parcialmente, aunque la última, la Ley Orgánica de Educación (LOE) sí conllevó la derogación de tres importantes leyes anteriores: la LOCE, la LOGSE y la LOPEG, pero no de la LODE (Ley Orgánica del Derecho de la Educación, del año 1985), todavía vigente parcialmente.
Las principales leyes educativas que se han puesto en marcha desde 1970 han sido las siguientes:
Ley General de Educación (LGE): Entró en vigor en agosto de 1970. Estableció la obligatoriedad y gratuidad de la educación básica hasta los 14 años e introdujo una nueva estructura de las enseñanzas, con la EGB (Enseñanza General Obligatoria), el BUP (Bachillerato Unificado Polivalente), el COU (Curso de Orientación Universitaria) y la FP (Formación Profesional).
Ley Orgánica del Estatuto de Centros Escolares (LOECE): Entró en vigor en junio de 1980 (Gobierno de UCD) y fue una ley de transición y la primera en materia de educación que se aprobó tras la Constitución de 1978. Introdujo un modelo democrático en la organización de los centros docentes y reguló la creación de órganos colegiados de gobierno con representación de todos los sectores de la comunidad educativa, entre ellas las asociaciones de padres de alumnos.
Ley Orgánica Reguladora del Derecho a la Educación (Lode): Fue aprobada en 1985 (Gobierno del PSOE). La ley mantuvo la estructura de las enseñanzas tal y como estaban reguladas en la Ley del 70 (con la EGB y el BUP), pero cambió el antiguo sistema de subvenciones a colegios privados por un nuevo sistema de conciertos, que obligaba a los centros a cumplir una serie de requisitos e imponía un baremo que les obligaba a admitir preferentemente a los niños que residían más cerca de cada colegio, a los de menores recursos económicos o a los que ya tenían hermanos en el centro. Además, contempló por primera vez el derecho de profesores, alumnos, padres y personal de administración y servicios a participar en la gestión y funcionamiento de los centros docentes sostenidos con fondos públicos, a través de los consejos escolares.
Ley Orgánica de Ordenación General del Sistema Educativo (LOGSE): Comenzó a aplicarse en el año 1992 (Gobierno del PSOE). Las principales novedades que introdujo fueron la escolaridad obligatoria hasta los dieciséis años, el descenso de 40 a 25 alumnos por clase y la enseñanza de asignaturas impartidas por profesores especializados (idiomas, música o educación física). La LOGSE dividió los ciclos académicos de los alumnos en Educación Infantil (0 a 6 años), Educación Primaria (6 a 12 años), Educación Secundaria Obligatoria —ESO— (de 12 a 16 años) y Bachillerato, ciclo no obligatorio que iba desde los 16 a los 18 años, mismo periodo en el que se puede cursar la Formación Profesional de grado medio.
Ley Orgánica de Participación, Evaluación y Gobierno de los Centros Docentes (Lopeg): Aprobada en noviembre de 1995 (Gobierno del PSOE). Otorgaba a los centros una mayor autonomía y obligaba a los colegios concertados a admitir a alumnos pertenecientes a minorías sociales. El director seguía siendo elegido por el Consejo Escolar y desempañaba el cargo durante cuatro años, en lugar de tres, y además esta legislación supuso un refuerzo de la función inspectora y permitió hasta el año 2000 la jubilación anticipada del profesorado a los 60 años.
Ley Orgánica de Calidad de la Educación (LOCE): Aprobada en diciembre de 2002 y en vigor desde 2003 (Gobierno del PP), aunque su aplicación fue interrumpida en 2004, tras el regreso del PSOE al Gobierno. La ley establecía diferentes itinerarios en la ESO y el Bachillerato, cambios de contenidos en la educación infantil, una prueba de reválida al final del bachillerato y la asignatura de religión evaluable y computable.
Ley Orgánica de la Educación (LOE): En vigor desde mayo de 2006 (Gobierno del PSOE), esta ley derogó la LOGSE, la LOPEG y la LOCE, pero convive con la LODE de 1985. El texto fue acompañado de una memoria económica de 7.033 millones de euros de gasto educativo adicional entre el Estado (60%) y las CCAA hasta 2010. Entre las novedades, la nueva ley incluye la asignatura de educación para la ciudadanía y mantiene la de religión como oferta obligada por los centros, pero optativa para los alumnos. Permite pasar de curso al superar todas las materias o con dos suspensos, como máximo. Además, se blindan las enseñanzas comunes que deben impartirse en todas las comunidades, y que deben ser de entre el 55 y el 65 por ciento según sean comunidades con lengua cooficial o no.
Podemos observar como el sistema educativo se ha convertido en un arma (más) electoral, el cual es utilizado de manera partidaria cuando hay cambios de partido en el gobierno. Este artículo no pretende centrarse en la crítica a un partido u otro, sino más bien en destacar como la democracia ha “utilizado” la educación para adoctrinar, olvidando los valores intrínsecos que una educación debe proporcionar a la joven sociedad que un día gobernará el país.
ABYSSUS ABYSSUM INVOCAT
Cuando un sistema cambia sus normas, leyes, límites y objetivos de manera continuada e ininterrumpida, no es difícil detectar que existen fallos inherentes a ese propio sistema.
Cuando las mecánicas de funcionamiento se repiten, los resultados que se obtienen serán siempre los mismos. En esta caso, unos índices muy elevados de fracaso y ausentismo escolar.
En España, el número de horas lectivas va en aumento. No es difícil encontrar alumnos que, a pesar de comenzar las clases a las 9 de la mañana, son dejados por sus padres en el centro escolar a las 7:30. Esos mismos estudiantes, utilizan la mayor parte de su hora de comedor en llevar a cabos tareas extraescolares como inglés o talleres de matemáticas. Esos mismos “niños”, una vez terminada su jornada escolar a las 5 de la tarde, tienen otras clases extraescolares, como baloncesto, natación, piano, francés, etc. Esos mismos pequeños, que llegan a su casa a las 7 o las 8 de la tarde, tienen que ponerse a hacer deberes diariamente hasta horas en las cuales ya deberían estar durmiendo.
Un país en el que la mayoría de sus centros educativos son privados o concertados (privados subvencionados por el gobierno) tiene un defecto de base.
Un país en el que esa mayoría de centros “educativos” (de adoctrinamiento) tiene como prioridad la generación de dinero por encima del aprendizaje y la educación en sí de sus alumnos, está enfermo crónico.
Un país que permite a sus centros educativos (de adoctrinamiento) elegir a sus profesores en relación con la cantidad de dinero que éstos hayan aportado “voluntariamente” a dicho centro en concepto de cooperativa, está en fase terminal.
Un país en el cual se cambian las leyes para que los padres de estos alumnos tenga cada vez más poder por encima de los profesores (esos personajes que son generadores de futuro, creadores de personas, con un poder que nadie imagina a la hora de influir en “el resto de la vida” de un niño), no está invirtiendo en la investigación y desarrollo de las enfermedades sociales, sino que está eliminando todos los avances y está retrocediendo en el tiempo.
Un país que ata de pies y manos a los maestros y les obliga a terminar un temario anual sin tener en consideración las capacidades de sus alumnos, que año tras año cambia sus objetivos académicos, que permite que un “NIÑO” pase todo el día realizando tareas, olvidando lo que significa “ser un niño”, limitando la capacidad de decisión de los estudiantes y basando todo en conceptos curriculares, está muriendo. Y sobre todo, está matando su futuro.
EL SISTEMA EDUCATIVO SE HA CONVERTIDO EN UN ARMA ELECTORAL
Se prima la obediencia y sumisión de un docente, el respeto de las normas establecidas, y el hecho de tener contentos a los padres de los alumnos, los cuales, de manera mecánica, volverán al centro al año que viene y harán el ingreso de la matrícula del curso, y de las diez actividades extraescolares que sus hijos realizan durante la semana, además del comedor.
Se castiga la autocrítica y el deseo de mejora de un docente, el análisis y la duda de las normas decretadas, el hecho de que los alumnos estén involucrados y respeten las normas de conducta si esto conlleva a un enfrentamiento con padres (progenitores de los estudiantes, los cuales de manera sintomática niegan cualquier mala conducta de sus retoños y no dudan en asistir al centro para enfrentarse con profesores y dirección para que el nombre de su hijo no quedé manchado), y esto puede que un alumno, o número, pueda cambiar de centro al año siguiente.
Recuerdo como antiguamente el hecho de entrar en un colegio u otro daba prestigio, y, por eso, los procesos de selección eran complejos, y la desobediencia repetida de las normas de conducta conllevaba una expulsión del centro que se prescribía sin ningún titubeo. Dicha expulsión era una vergüenza para el alumno.
Hoy por hoy, esa expulsión del centro es sentida una vergüenza para el centro y, vista sobre todo, como una pérdida de ingresos.
Como profesor de primaria, y habiendo tenido el honor de trabajar en algún centro educativo, y en muchos centros de adoctrinamiento, puedo confirmar que aquellos profesores que de verdad sienten su profesión, viven por la educación de sus alumnos, y tienen todavía una esperanza en esta sociedad, son los primeros en ser maltratados por las autoridades encargadas de dirigir este adiestramiento que ha llevado a España a olvidar de dónde viene, y que la conduce inexorablemente a un naufragio de futuro.
El fin de este artículo es únicamente la de subir la persiana y abrir la ventana de la educación. Que las nuevas vistas y el aire fresco que entra por dicha ventana pueda hacerte reflexionar.
Quizás el cambio deba venir desde más arriba,pero pienso que el empujón se debe dar desde abajo…