"La conciencia, esa gran desconocida y, paradójicamente, tan presente en nosotros como ausente en el mundo"
(Amador Martos)

DOCENTES: EDUCAMOS EN EL SIGLO XXI, PERO ACCEDEMOS COMO EN EL SIGLO XVII

meditación

Un artículo de Ángel L. Hernández, profesor de matemáticas e informática.

“Lo que denominamos el mal es la inestabilidad inherente a la humanidad entera que lleva al hombre fuera de sí, más allá de sí, hacia un algo insondable, exactamente igual que si la Naturaleza hubiese infundido en nuestra alma una irremediable porción de inestabilidad, procedente de sus restos de antiguo caos…”

Así lo entendía Stefan Zweig. Pues bien, si la inestabilidad es “el mal” en muchos ámbitos de la vida, si hablamos de la educación, puede considerarse una de las mayores lacras que arrastra el sistema educativo, con efectos muy nocivos sobre todo el sistema y sobre sus profesionales.

La situación de las plantillas educativas en España, en los centros públicos, es más que alarmante, con una tasa de interinidad que supera el 22% y llega a un 30% en algunas comunidades. Esto no sólo implica la inestabilidad laboral de los docentes, supone una enorme inestabilidad en los centros, pues en el mejor de los casos, la rotación de los docentes es de un 30%. ¿Alguien concibe que se pueda llevar a cabo un proyecto educativo a largo plazo rotando un 30% de la plantilla cada año?

Pues sí, nuestros políticos así lo consideran o, al menos, poco les importa. Mucho me temo que lo entienden por motivos económicos, por motivos políticos, o por sencilla y llana ignorancia. Sí, en Educación suele ser usual que los más torpes de un ejecutivo sean los encargados de gestionar la administración educativa. Tenemos muchos ejemplos; demasiados. Esa incompetencia explica los problemas de nuestro sistema educativo y, sabedores de su propia falta de aptitud, se empeñan en despejar balones fuera, señalando siempre a los docentes como causa de los males, precisamente. El docente es blanco fácil en una sociedad donde todo el mundo sabe lo que hay que hacer con la Educación sin haber pisado un aula. Vivimos tiempos de gurús y de cuñadismo pedagógico.

Y mientras nos enfrascamos en debates superficiales, dejamos de lado los problemas importantes, la complejidad y también lo evidente. Ese caldo de cultivo es nefasto e impide progresar adecuadamente para alcanzar una verdadera educación de calidad. Y entre las políticas que persiguen la liberalización del sector público educativo, para hacer negocio, y la propia inconsciencia e incompetencia de los dirigentes, no logramos avanzar, pues desgraciadamente, y en multitud de casos, los máximos dirigentes de educación poco o nada saben de lo que ocurre en un aula y de la importancia de tener un proyecto educativo a largo plazo.

Mucho, o muy y mucho, como diría nuestro presidente Rajoy, se está hablando estos días del pacto educativo, de mejorar la enseñanza, de PISA…pero muy poco se debate para encontrar solución a este grave problema. Lo que más llama la atención es lo poco que se busca la opinión de los docentes. Si se sigue esa senda, dará igual el pacto educativo, las nuevas leyes que se promulguen y las intenciones de los partidos políticos. Se volverá a fracasar. Y la culpa será, nuevamente, de los mismos, de los que no escuchan.

Una de las piedras angulares del sistema son, precisamente, los maestros y maestras, profesoras y profesores, pero ¿de verdad nadie se da cuenta de que piden que eduquemos en el siglo XXI con un sistema de acceso a la función docente del siglo XVII? ¿De verdad nadie tiene en cuenta, tampoco, los años y años que algunos llevamos dedicándonos a la docencia y presentándonos a unas oposiciones que nada tienen que ver con el ejercicio real de la misma? ¿De verdad alguien cree que se puede ofrecer una educación de calidad con plantillas sumergidas en la inestabilidad y la precariedad?

Ya no es solo que el sistema de concurso oposición actual esté desfasado, en el que los aspirantes deben enfrentarse a unos temarios desfasados, mal diseñados e inconexos con la realidad y con su formación universitaria, sino que las condiciones de trabajo de los docentes son cada vez más precarias, especialmente para los docentes interinos.

El problema de la estabilidad de los docentes interinos e interinas se viene arrastrando desde hace años, pero pocas soluciones serias y estructuradas hay sobre la mesa. Quizás porque pocos se han preocupado en saber de primera mano (para eso hay que escuchar y dialogar, cosa que no es muy practicada por las administraciones educativas) cuáles son las verdaderas condiciones y problemas de una parte muy importante de las plantillas de los centros educativos que, además, llevan años sosteniendo la educación pública.

Nuestro problema laboral va unido unívocamente a un problema educativo. La reivindicación legítima y lógica de estabilidad laboral va unida a la reivindicación de unas mejores condiciones laborales, de mejor equipación para los centros educativos y mejores condiciones para nuestros alumnos y alumnas. Y eso lo hacemos desde la experiencia de recorrer multitud de centros y conocer su realidad, dejando proyectos inacabados, compañeros y alumnos para volver a empezar, en el mejor de los casos si vuelves a trabajar.

Hace poco leía un gran artículo de un amigo, Raúl Alguacil Titos, en el que hablaba de “oposición a las oposiciones” y del que recomiendo su lectura. Él ha sido interino durante casi diez años y recientemente ha obtenido plaza; es funcionario y se preguntaba ¿en qué beneficia este cruel sistema de oposiciones a los aspirantes y al propio sistema educativo después de 10 años de docencia, formación y preparación? La respuesta es esclarecedora: NADA. Un absurdo “juegos del hambre”, que no llevan más que a competir entre iguales por una plaza, aun habiendo aprobado oposiciones antes varias veces, pero que no disciernen entre el buen y el mal docente; trabajando, incluso, igual que los funcionarios de carrera pero con menos derechos y sufriendo el maltrato de la administración. Entonces, ¿a qué jugamos?, ¿por qué no se ponen ya partidos, sindicatos y asociaciones a repensar el actual sistema y a dotar de estabilidad a este colectivo y por tanto a las plantillas de los centros?

Si estuviéramos hablando de sanidad nadie cuestionaría que es una aberración que rote el 30% de las plantillas de los hospitales, que se cambien médicos con experiencia por otros que no la tienen debido a absurdos y arbitrarios procesos de rebaremación de listas. Seamos justos; en educación esto tampoco debería pasar porque no tiene sentido y en nada beneficia al sistema. Nadie sale beneficiado. Ni docentes, ni centros, ni familias, ni alumnos…nadie. Es imprescindible, por tanto, que se modifique ya el modelo de acceso a la función pública docente. Pero aún es más necesario dotar de estabilidad a los docentes interinos, a ese 22% de profesionales, que durante años llevan realizando un duro trabajo para el cual están cualificados por formación y experiencia en las aulas.

Para mejorar el sistema educativo debe ser prioritario un sistema de consolidación que proporcione estabilidad a estos miles de docentes, que han demostrado su capacidad, y a los centros educativos. Son docentes que durante años han sacado las castañas del fuego a la administración, siendo los que han lidiado con los grupos y entornos más difíciles, demostrado sobradamente su capacidad ejerciendo en las peores condiciones.

La educación pública no puede permitirse prescindir de docentes experimentados y que durante años han pagado y sufrido más que nadie los desmanes y recortes de los políticos de turno. Si de verdad queremos mejorar la educación empecemos por la base, abandonemos la conversación facilona de barra de bar, consolidemos el profesorado que tenemos, mejoremos sus condiciones, proporcionémosles herramientas y recursos, y busquemos un sistema de acceso propio del siglo XXI.