FILOSOFÍA DE LA MENTE PARA LA TRANSFORMACIÓN INTERIOR: EMPODERAMIENTO, DESPERTAR ESPIRITUAL, TRASCENDENCIA Y CONCIENCIA
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1 - INTRODUCCIÓN
Siguiendo la estela de los fundamentos epistemológicos argumentados en el trabajo monográfico titulado “ASCENSIÓN ESPIRITUAL INDIVIDUAL DESDE 3D A 5D”, es perentorio ahora desarrollar una “FILOSOFÍA DE LA MENTE PARA LA TRANSFORMACIÓN INTERIOR”. Dicho de otro modo, el proceso psicológico de la transformación interior durante el desarrollo de la evolución espiritual desde 3D a 5D, requiere una pertinente “Filosofía de la mente” argumentada no solo filosófica y psicológicamente, sino, también, desde presupuestos de la filosofía cuántica y la meditación como ciencia trascendental. Dicha “Filosofía de la mente” se ajusta asimismo a las cuatro pautas evolutivas de la ascensión espiritual individual desde 3D a 5D, a saber: empoderamiento, despertar espiritual, trascendencia y conciencia.
Para el objetivo anteriormente expuesto, los artículos e investigaciones que sustentan este trabajo monográfico están disponible cada uno de ellos individualmente y numerados en el orden preciso de la argumentación que, en el punto tres de más abajo, se detallan bajo estos cuatro epígrafes: empoderamiento, despertar espiritual, trascendencia y conciencia. Por tanto, el lector podrá recurrir a los correspondientes artículos numerados para ahondar en los detalles de las citas, bibliografías, pensamientos y las pertinentes argumentaciones científicas. En el citado punto tres se expondrá un resumen de las ideas más significativas de cada artículo a los efectos de hilvanar la argumentación teorética pretendida, a saber, la “Filosofía de la mente para la transformación interior”.
Sin embargo, no se puede desligar este trabajo de investigación del anterior dedicado a la “ASCENSIÓN ESPIRITUAL INDIVIDUAL DESDE 3D A 5D”, por tanto, a modo de recordatorio e introducción, a continuación, una sinopsis general del tránsito desde 3D a 4D y 5D.
2 - SINOPSIS GENERAL DE LA “ASCENSIÓN ESPIRITUAL INDIVIDUAL DESDE 3D A 5D”
2-1 La tercera dimensión - 3D
Respecto a la 3D, no voy a ahondar demasiado en ello. Vivimos en un mundo cuyo sistema piramidal de poder está abocado al fracaso, pues se sustenta en una ingeniería social y mental cuyo principal objetivo es la manipulación económica, social y política, lo cual ha llevado a la extenuación psicológica de las personas y de los pueblos. Esos poderes globalistas pretenden imponer un Nuevo Orden Mundial para la esclavitud de la humanidad mediante una falsa pandemia cuyo pretexto es imponer una dictadura sanitaria y eugenésica sobre todos nosotros.
Frente a ello, el “despertar colectivo masivo” es la única solución posible, a pesar de la ingente manipulación de los medios de comunicación y los gobiernos, ya sean de izquierdas o derechas, pues todos ellos son serviles a los poderes fácticos de la oligarquía plutocrática y que, a su vez, obedecen a la agenda satánica del enemigo invisible de la humanidad.
En la 3D hay una percepción lineal del tiempo y el espacio, con la capacidad de recordar el pasado y proyectar el futuro estando en el presente. Se experimenta la polaridad y la ilusión de la separación en el desarrollo de la identidad individual y la pérdida del sentido grupal: en esos presupuestos se fundamentan el capitalismo, o cualquier “ismo” que divide a la humanidad, pues se desarrolla el ego creyendo que estamos separados del Todo. La diferenciación comienza alrededor del segundo año de vida, cuando el niño comienza a diferenciar su yo emocional y su mente representacional. En esa etapa de aprendizaje es donde comienza la fragmentación y el surgimiento de la dualidad entre sujeto y objeto. Esa división del Ser es lo que llamamos personalidad, y es parte de nuestro trabajo considerar la evolución de la conciencia como único camino de salvación.
2-2 La cuarta dimensión - 4D
La única solución a la anterior situación estriba en el empoderamiento de cada uno de nosotros sobre las circunstancias descritas en la 3D. Dicho empoderamiento se constituye en una salida de las sombras tal como lo describe Platón en el Mito de la Caverna. Ese empoderamiento es estrictamente necesario para dejar atrás la 3D de nuestra vida e intentar dar un sentido a la misma. Ese proceso de empoderamiento nos llevará a la 4D (parte baja) donde se toma conciencia de la integración grupal sin pérdida de la individualidad, más conocido ello como “inconsciente colectivo”, un lugar en donde residen los sentimientos, las emociones y los sueños, y en donde se percibe el tiempo en forma de espiral. En términos de Carl Gustav Jung: “Hasta que lo inconsciente no se haga consciente, el subconsciente seguirá dirigiendo tu vida, y tú lo llamarás destino”. Dicho empoderamiento tiene sus propios procesos como son la consideración de la filosofía de la mente, la técnica mayéutica, la “muerte del ego” y una revolución interior hasta lograr la maestría de saber escuchar nuestro subconsciente.
Acto seguido en dicho proceso psicológico, debería surgir la experiencia conocida como “despertar espiritual”, la cual nos lleva a la 4D (parte alta) mediante el desarrollo de nuestra intuición espiritual, la consideración de la evolución del amor desde presupuestos de la neurobiología y la sociobiología, el despertar de la conciencia desde la perspectiva de la psicología transpersonal y la inteligencia espiritual que nos conducirá a la sabiduría como ciencia para la sanación espiritual.
El despertar espiritual en la 4D (grupal) se siente como sobrepuesta a la 3D (egoica), pues a nivel humano tenemos la necesidad de compartir con grupos nuestras experiencias vitales, revisar nuestras relaciones, buscar la sanación y el crecimiento mediante las correspondientes terapias. El paso de la 3D a la 4D es lo que se ha denominado como “salto cuántico” ya que implica un profundo cambio de nuestro sistema de creencias. Ahora ya hemos identificado al enemigo invisible que convive con nosotros en la 4D y sabemos cómo manipula a las personas que viven en la ignorancia de la 3D a través de los pensamientos y las emociones, incluso con implantes físicos o etéricos. La 4D es el lugar donde se dan las pesadillas y los abusos astrales, es un lugar de conflicto entre los seres obscuros y los seres de luz y, la única salida, estriba en vibrar en la dimensión del amor que, propiamente, pertenece a la 5D.
2-3 La quinta dimensión - 5D
Por tanto, el empoderamiento y el despertar espiritual vistos en la 4D se constituyen en una evolución psicológica de la persona más allá de las limitaciones 3D. De un modo científico, recomiendo estudiar dicho proceso a través de la evolución de la conciencia propuesta por Ken Wilber, pero también en mi investigación monográfica de la conciencia. Uno de esos recorridos evolutivos por descubrir es la meditación a través de la cual se logra una experiencia mística que, correlativamente en términos de filosofía cuántica, el físico francés Garnier nos propone como un “doble” a través del cual tenemos acceso a nuestras intuiciones y premoniciones, llegando así a percibir nuestra mente cuántica para realizar un auténtico viaje de la transformación interior que, inexorablemente, nos acerca al sentido de la trascendencia como parte baja de la 5D. Es así como el sujeto trascendente experimenta su propio proceso de ascensión espiritual hasta adquirir una visión lógica y la transracionalidad.
El anterior proceso de ascensión psicológica y espiritual implica un giro copernicano desde el “ver para creer” al “creer para ver”, una cuestión metafísica que pertenece a la parte alta de la 5D en la que se toma conciencia de sí para alcanzar la verdadera felicidad mediante la conciencia transpersonal, una experiencia mística de la conciencia que nos hace sentir Uno con el Universo, dicho de otro modo, alcanzar la conciencia de unidad.
La 5D se constituye, entonces, en una frecuencia de sabiduría interna en la que se experimenta la conciencia grupal como un solo Ser, es una frecuencia energética y no física en la que se percibe el tiempo como un continuo donde solo existe el ahora eterno. En la 5D es donde se viven los sueños dotándolos de realidad espacio/temporal, donde se experimentan los sueños lúcidos y la magia blanca. Como es una dimensión de luz, se perciben formas lumínicas y muchas veces geométricas. La 5D es también descrita como la conciencia de Cristo y de Buda.
Cada una de esas cuatro pautas evolutivas, a saber, empoderamiento, despertar espiritual, trascendencia y conciencia tienen un soporte epistemológico mediante mis diversas publicaciones a modo de artículos, por tanto, pasemos a continuación a la argumentación pormenorizada de cada una de esas cuatro pautas.
3 - FILOSOFÍA DE LA MENTE PARA LA TRANSFORMACIÓN INTERIOR
Índice:
1 - EMPODERAMIENTO
Artículo 2: ¿Qué tipo de pensador eres?
Artículo 3: La mente como problema
Artículo 4: Más allá de la mente
Artículo 5: El poder de la mente
Artículo 6: La mente y el campo cuántico
Artículo 7: Mente cuántica: el viaje de la transformación interior
Artículo 8: La muerte del ego
Artículo 9: Busca tu propio orden
Artículo 10: Escucha tu subconsciente
2 - DESPERTAR ESPIRITUAL
Artículo 11: La minoría de edad en el ser humano
Artículo 12: El cerebro y yo
Artículo 13: La intuición espiritual
Artículo 14: El despertar espiritual y la evolución del amor
Artículo 15: Despertar de conciencia e inteligencia espiritual
3 - TRASCENDENCIA
Artículo 16: El sujeto trascendente
Artículo 17: La trascendencia metafísica mediante la meditación
Artículo 18: La sanación trascendental del ser humano
Artículo 19: La sanación trascendental de la humanidad mediante la meditación
4 - CONCIENCIA
Artículo 20: El giro copernicano
Artículo 21: La razón al servicio del amor
Artículo 22: El camino ascendente hacia la sabiduría
FILOSOFÍA DE LA MENTE PARA LA TRANSFORMACIÓN INTERIOR
1 - EMPODERAMIENTO
- Artículo 2: ¿Qué tipo de pensador eres?
El empoderamiento debe comenzar por nuestros propios pensamientos. En un largo periodo de la historia, la fe religiosa ha supuesto la mayor ceguera para hacer del hombre un ser libre y consciente, hasta que el filósofo Descartes alumbró a la humanidad con el “cogito”, popularmente más conocido como “pienso, luego existo”. Ahora bien, pensar certeramente no es una actividad baladí, al contrario, conviene aprender a pensar y, en dicho sentido, cabe preguntarse qué tipo de pensadores somos cada uno de nosotros:
- ¿Eres un pensador irreflexivo? (cuando no estamos conscientes de problemas en nuestro pensamiento)
- ¿Eres un pensador retado? (cuando nos enfrentamos con problemas en nuestro pensamiento)
- ¿Eres un pensador principiante? (cuando tratamos de mejorar, pero sin práctica regular)
- ¿Eres un pensador practicante? (cuando reconocemos la necesidad de práctica regular)
- ¿Eres un pensador avanzado? (cuando avanzamos según seguimos practicando)
- ¿O eres un pensador maestro? (cuando los buenos hábitos de pensamiento se vuelven parte de nuestra naturaleza)
La doctora y psicóloga educativa Linda Elder junto al líder en el movimiento internacional de pensamiento crítico, el doctor Richard Paul, han desarrollado una mini-guía con conceptos y herramientas que permiten adentrarnos en los pasos del desarrollo del pensamiento crítico. Invito como primer paso para el empoderamiento el dilucidar qué tipo de pensador eres, será un buen ejercicio para iniciarse en el conocimiento de sí mismo.
Ahora bien, ¿es posible conocerse a sí mismo bajo un sistema de adoctrinamiento económico, social y político? ¿Cómo adquirir un pensamiento crítico ante la ingeniería social y mental a la que está sometida la humanidad a través de la historia y la educación? El problema al que nos enfrentamos al intentar resolver dichas preguntas pasa por resolver la cuestión epistemológica, es decir, ¿cómo sabemos si lo que sabemos es cierto? Una ingente tarea para cada uno de nosotros, y que han intentado resolver cada uno de los filósofos de la historia y que, a la vista de la falsa pandemia , es notable que no hay un consenso entre los “covidianos” y los “negacionistas”: existe una disonancia cognitiva entre la conciencia personal de cada uno de nosotros en relación con la convivencia colectiva aún por consensuar. Dicho de otro modo, el fracaso epistemológico de Occidente no ha sido resuelto todavía, aunque, algunos filósofos de la conciencia , lo estamos intentando. Y si algo hay cierto en la actualidad es que hay que considerar a la ciencia de la conciencia como la ciencia por antonomasia, por cierto, una disciplina muy incipiente en la historia de la humanidad.
Y para llegar al desciframiento de lo que sea la conciencia, es ineludible una “filosofía de la mente” certera e inequívoca, tal como lo prescribió el filósofo Descartes mediante el “cogito”, más popularmente conocido como “pienso, luego existo”. Por tanto, iniciemos esa andadura de la “Filosofía de la mente” con una aproximación a la “mente” humana, tal como así lo realicé en mi obra La educación cuántica, en un intento de demostrar que la humanidad se halla ante un nuevo paradigma de conocimiento.
El problema del conocimiento no es una cuestión baladí, más bien hay una brecha epistemológico entre la ciencia y las humanidades. La “mente” que intenta conocerse a sí misma está enroscada en un bucle cognitivo, tal serpiente que se come la cola, ciertamente, ¿cómo entender las repercusiones epistemológicas de la sociedad de la ignorancia? Y más importante aún, ¿cómo resolver la ignorancia inducida por el enemigo invisible de la humanidad? Nos vemos así envueltos en el estudio de la mente como un verdadero problema por resolver.
- Artículo 3: La mente como problema
Mientras que la ciencia tradicional se mantiene en su visión materialista, cada vez crece un mayor número de científicos que apoyan y desarrollan un "nuevo paradigma" basado en la supremacía de la conciencia. Estamos en los albores de dejar de ver a la mente humana como puramente biológica sino abierta a otras interpretaciones con connotaciones desde una filosofía cuántica , es decir con conexión al universo entero, de ahí el concepto de "mente cuántica", en alusión a la conexión entre la racionalidad humana y el campo cuántico. Sin lugar a dudas, estamos ante nuevas reglas del pensamiento que la ciencia todavía no ha descubierto su funcionamiento, pero presentes en el conocimiento esotérico de la filosofía perenne.
La mente humana no es una tabula rasa. Pudiera pensarse que la mente humana es una tabula rasa a partir de la cual tiene lugar el constructivismo de la propia experiencia interna y subjetiva de la realidad en su interacción con el medio, véase en este sentido la epistemología genética del psicólogo y biólogo Jean Piaget. Sin embargo, recientes investigaciones acreditan que un feto no nacido, no solo puede escuchar los sonidos del mundo exterior, sino es capaz de recordar palabras específicas en los días siguientes al nacimiento. Esta nueva investigación ha sido realizada por científicos finlandeses de la universidad de Helsinki y demuestran que los bebés dentro del vientre materno desarrollan una memoria de palabras que oyen con frecuencia. Afirman dichos científicos que un recién nacido no es un lienzo vacío, sino que el aprendizaje se inicia antes del nacimiento, indicando así la existencia de un subconsciente antes de la formación del yo emocional y el nacimiento de la mente representacional entorno a los dos años de los niños.
Cuando los niños crecen, experimentan una progresión de sus frecuencias desde delta (de cero a dos años), luego zeta (de dos a cinco años), después alfa (de cinco a ocho años) y, finalmente, beta (de ocho a doce años). En el caso del experimento finlandés, se realizó dentro del espectro de las ondas delta, un estado de sueño profundo que se da también en los adultos cuando duermen y que posibilita que los niños de cero a dos años funcionen fundamentalmente desde el subconsciente. Los niños de dos a cinco años viven dicha fase en un estado similar al trance y conectados sobre todo a su mundo interior, en el reino de lo abstracto con escasos matices de pensamiento racional. En ambos casos se conecta directamente con el subconsciente mediante las ondas cerebrales lentas, cuestiones que el lector puede ampliar en el libro Deja de ser tú, la mente crea la realidad de Joe Dispenza.
En virtud de lo anterior, ¿dónde comienza la memoria y la vida? ¿Antes o después del nacimiento? ¿No será la vida, más bien, una expresión cuántica percibida por la mente humana, incluso en estado subconsciente como acreditan los anteriores experimentos con niños? ¿No recuerda ello la teoría de la reminiscencia de Platón? Para Platón, adquirir conocimientos consiste en recordar lo que el alma sabía cuando habitaba en el mundo inteligible de las ideas antes de caer en el mundo sensible y encerrado en el cuerpo. Obviamente, nos vemos así envueltos en una cuestión puramente metafísica donde tiene cabida el poder de la imaginación. En efecto, en los años ochenta, se puso de moda el “entrenamiento mental”, practicada por algunos equipos olímpicos. Consiste en que el deportista se imagine realizando la tarea deportiva a desempeñar en orden a mejorar su rendimiento físico. Evidentemente, algunos científicos eran escépticos hasta que se empezaron a realizar experimentos. El escéptico psicólogo deportivo William Straub organizó un experimento para desacreditar la práctica del entrenamiento mental, pero el resultado fue precisamente lo contrario: funcionaba. ¿Qué sucede cuando uno imagina que está haciendo algo en lugar de hacerlo de verdad?
La solución es aportada desde los estudios con neuroimagen, que indican que las áreas de la corteza motora primaria se activan de manera parecida cuando imaginamos que movemos el cuerpo y cuando lo movemos de verdad. La única diferencia es que el cerebro no ha dado la orden de moverse a los músculos. En el libro El mándala del cuerpo, Matthew y Sandra Blakeslee, relatan cómo el pianista Vladimir Horowitz entrenaba con la imaginación porque no soportaba tocar otro piano que no fuera el suyo, y también un violinista que pasó siete años en la cárcel sin su instrumento pero que dio un concierto impecable al salir gracias a su entrenamiento mental. Este tipo de experimentos fueron confirmados en 1994 por el neurocientífico Álvaro Pascual-Leone de la Universidad de Harvard. El entrenamiento mental fue también demostrado en 2004 por la Fundación Clínica de Cleveland.
Consecuentemente: ¿La mente modifica la realidad? ¿Hacia dónde se encamina nuestra civilización? ¿Han quedado obsoletas ciertas creencias? ¿Estamos experimentando una evolución holística hacia una nueva realidad? Cuando escuchamos hablar de evolución, todos pensamos en fósiles, simios, Darwin y Dawkins. Pero la idea de evolución es mucho más profunda y amplia. En la actualidad, un movimiento de científicos, filósofos y pensadores espirituales visionarios -a los que Carter Phipps llama “evolucionarios”- está forjando una nueva visión de la evolución que reconoce la importancia de la ciencia, remodela la cultura y actualiza de forma radical la espiritualidad.
Si una cosa indica las anteriores demostraciones, es que el mundo interno de las personas está conectado con el mundo externo, conformando un todo interdependiente, un universo en vibración que los antiguos maestros védicos enseñaban como Nada Brahma. El campo vibratorio es inherente a todas las investigaciones espirituales verdaderas, así como las investigaciones científicas. Es el mismo campo de energía observado por santos, budas, yoguis, místicos, chamanes, sacerdotes y videntes en su interior. Esta antigua sabiduría ha sido olvidada por nuestra sociedad moderna por haber incursionado con el pensamiento en el mundo exterior de la forma en vez de profundizar en el mundo interior mediante la meditación. “El camino intermedio” de Buda, el “Justo medio” de Aristóteles y el “Tao” de las filosofías orientales, todos ellos invitan a buscar el correcto equilibrio entre nuestro mundo externo e interno.
- Artículo 4: Más allá de la mente
¿Qué conclusiones podemos sacar con lo visto anteriormente? En primer lugar, que no hay un consenso cognitivo y científico en la humanidad y, por tanto, que el estudio de la mente es un verdadero problema por resolver. En segundo lugar, que hay nuevas reglas del pensamiento que la ciencia tradicional aún no ha descubierto, o han sido obviadas conscientemente para manipular a la humanidad. En tercer lugar, que la mente tiene un potencial metafísico a través del poder de la imaginación. En cuarto lugar, que existe un subconsciente al cual hay que saber conectarse mediante la introspección, el conocimiento de sí mismo y la meditación. Por tanto, esos cuatro presupuestos vislumbran una posibilidad de ir más allá de la mente, más allá de nuestro sistema de creencias, más allá del adoctrinamiento de nuestros pensamientos. Veamos pues, a continuación, qué podemos hallar más allá de la mente.
En el año 2005, David W. Moore, investigador de la Universidad de Princeton, publicaba un estudio titulado Tres de cada cuatro americanos creen en lo paranormal , con las siguientes estadísticas: un 41% de personas creían en la percepción extrasensorial, un 37% estaban convencidos de que las casas pueden quedar encantadas con espíritus de personas fallecidas o un 31% de estadounidenses que creen en la telepatía. Anteriormente, en el año 2001, otro estudio similar arrojaba los siguientes datos: el 54% de los estadounidenses cree en la sanación de enfermedades mediante poderes mentales, el 33% está convencido de que los extraterrestres nos han visitado en algún momento de nuestra historia o el 32% que cree que la mente humana puede ver el pasado y predecir el futuro mediante la clarividencia.
La ciencia ignora o niega cuanto no puede explicar, pero eso no quiere decir que no exista. Tal es el ejemplo del cardiólogo Pim van Lommel, quien investiga experiencias después de la muerte y la conciencia. Una síntesis de su investigación fue publicada en el 2001 en la revista médica The Lancet. En 2007 publicó su obra Consciencia más allá de la vida. La ciencia de la experiencia cercana a la muerte, donde ofrece pruebas científicas de que las experiencias cercanas a la muerte (ECM) no son un fenómeno atribuible a la imaginación, la psicosis o la falta de oxígeno.
Según Pim van Lommel, los hechos evidencian que la conciencia es algo mucho más vasta y compleja que el cerebro y que sigue existiendo pese a la ausencia de toda función cerebral. Pim van Lommel introduce estas experiencias en un amplio contexto cultural que va desde las diferentes visiones religiosas del pasado hasta los nuevos presupuestos de la física cuántica, en donde estos fenómenos tienen un lugar coherente dentro de sus modelos teóricos. Para este cardiólogo, “nuestra conciencia no es más que un retransmisor para esta dimensión de nuestro ser en varias. Es como una radio que, mientras vivimos aquí, sintoniza con este universo. Nuestra muerte solo es un cambio de conciencia, una transición. Solo morimos en una dimensión para pasar a otras”. Y según él, no se trata de una convicción religiosa sino una cuestión de física cuántica: la meditación y el misticismo son técnicas de paso entre esas dimensiones.
Si Pim van Lommel tiene razón, ¿se abre una contingencia a creer, una vez más, en la reencarnación, una creencia consistente en que la esencia individual de las personas (ya sea mente, alma, conciencia o energía) adopta un cuerpo material no solo una vez sino varias según va muriendo? Todo un mundo de posibilidades cuánticas que abriría la puerta para la remisión de los pecados a través de la ley del karma…
Pero el ejemplo viviente exento de toda suspicacia es el neurocirujano de la Universidad de Harvard, Alexander Eben, quien relata en primera persona su experiencia de la vida después de la muerte, tras estar sumido en un profundo coma durante una semana, en el que dice, viajó a otra dimensión del universo que nunca antes pudo llegar a soñar que existiese. Explica dicha experiencia en su obra La prueba del cielo: el viaje de un neurocirujano a la vida después de la muerte. No es de extrañar que dicho tema adquiera mayor notoriedad entre la comunidad científica después de que la prestigiosa fundación John Templeton donase cinco millones de dólares al profesor de filosofía de la Universidad John Martin Fischer para que estudiase en profundidad las experiencias cercanas a la muerte (ECM), lo que se ha dado en llamar “Proyecto inmortalidad”.
En España también tenemos un científico que ha publicado acerca de las experiencias cercanas a la muerte (ECM). Se trata del psiquiatra José Miguel Gaona Cartolano quien ha publicado un ensayo científico titulado: ¿Son las experiencias cercanas a la muerte (ECM) la base empírica que demuestra la existencia del alma? Asimismo, en su libro Al otro lado del túnel , esta eminencia científica nos viene a decir que los investigadores de todo el mundo comienzan a descubrir que las profundas experiencias espirituales de los moribundos resultan difíciles de explicar. En los últimos años ha trabajado en el campo de la neuroteología, ciencia que estudia los fenómenos místicos y espirituales desde una perspectiva neurológica. En esta línea, dirige el Proyecto Túnel, un sitio de encuentro para personas que han sufrido experiencias cercanas a la muerte (ECM) y que desean compartir dichas experiencias o abordarlas desde un punto de vista terapéutico.
Sin lugar a dudas, la mente es una caja de sorpresas, veamos qué más nos depara.
- Artículo 5: El poder de la mente
Así pues, como se ha visto, nuestra mente puede experimentar experiencias cercanas a la muerte (ECM) así como acceder a dimensiones insospechadas para la ciencia materialista. Pero, incluso, la mente tiene un poder intrínseco para la propia sanación. Ya sea que esté luchando contra una enfermedad potencialmente mortal, que tenga una condición de salud “crónica” que la medicina occidental no ha sido capaz de curar, o que esté luchando contra los síntomas molestos que disminuyen su calidad de vida, o simplemente esperando para optimizar su energía, vitalidad y longevidad, hay pruebas científicas de que puede curarse a sí mismo.
Las cargas de los datos demuestran que la mente puede creer en sí misma también. En los ensayos clínicos, lo llamamos “el efecto placebo”. Los pacientes tratados con placebos no solo se sienten mejor, sino que ellos realmente saben que están mejor. Verrugas que desaparecen, se dilatan los bronquios, desaparecen inflamaciones, el crecimiento del cabello en las cabezas de los hombres calvos, úlceras que sanan, y otros fenómenos fisiológicos medibles.
También sabemos que puede ocurrir todo lo contrario, y la mente puede pensar en sí mismo como un enfermo, lo que los investigadores laman “el efecto nocebo”. Cuando los pacientes reciben inyecciones con solución salina y les dijeron que era quimioterapia, vomitaban y perdían su cabello.
¿Cómo suceden tales cosas? En su libro Mind Over: La prueba científica. Usted puede curarse, Lissa Rankin explica la ciencia que hay detrás de cómo un pensamiento o una emoción positiva o negativa en la mente se traducen en la reparación espontánea en el cuerpo.
Como resultado, el cuerpo se ha construido los mecanismos de auto-reparación que fijan proteínas dañadas, la reparación del ADN, los desequilibrios hormonales correctos, y engullen las células del cáncer, agentes infecciosos, y cuerpos extraños a los que nuestros cuerpos están expuestos a diario. Estos mecanismos explican las remisiones espontáneas que se reportan en la literatura médica de, aparentemente, enfermedades “incurables” como la etapa 4 del cáncer, el VIH, el hipotiroidismo, la diabetes, e incluso una herida de arma de fuego. Sin embargo, los pacientes a menudo se sienten impotentes para aprovechar estos mecanismos de auto-reparación naturales.
En ese libro, la Doctora Rankin enseña un proceso de seis pasos fundamentales científicamente que pueden seguir para optimizar la capacidad del cuerpo para dar la vuelta sus mecanismos de auto-reparación natural cuando el cuerpo se enferma. También enseña las herramientas para poner en práctica el poder de la mente, como la medicina preventiva, para aumentar la probabilidad de que un día morirá a “edad avanzada”, en lugar de morir demasiado joven como resultado de la desactivación de la capacidad del cuerpo para repararse a sí mismo.
¿Lo que desactiva los mecanismos de auto-reparación naturales del cuerpo? Todos sabemos que el estrés es malo para el cuerpo. Pero, ¿entiendes cómo funciona eso? Los datos demuestran que el estrés se presenta en diferentes formas –el estrés de sentirse solo, el estrés laboral, estrés financiero, el estrés marital, estrés familiar, el estrés de sentimiento creativamente bloqueado o espiritualmente desconectado.
Independientemente de lo que desencadena qué tipo de estrés, esto desencadena una serie de pasos fisiológicos asociados con el hipotálamo-hipófisis-suprarrenal y la respuesta de “lucha o huida” del sistema nervioso simpático. En otras palabras, si usted está estresado por el dinero, su matrimonio, o su trabajo, su cuerpo no puede saber la diferencia entre una amenaza percibida, tales como la quiebra inminente, y una quiebra real como ser perseguido por un león.
Pero aquí viene lo bueno. El cuerpo solo puede repararse a sí mismo cuando está en un estado de reposo fisiológico. Cada vez que el cuerpo piensa que es hora de “huir del león” (o cualquier amenaza percibida), se cierra la auto-reparación. Después de todo, ¿quién se preocupa por el mantenimiento a largo plazo como matar a las células cancerosas no deseadas si estás a punto de ser comido por un león?
En Mind Over: La prueba científica. Usted puede curarse, la Doctora Rankin nos describe acciones, ejemplos, no solo la prueba científica de que se puede curarse a sí mismo, sino también consejos para usar el poder de la mente para optimizar los mecanismos de auto-reparación naturales del cuerpo, para que la prevención de enfermedades y remisiones espontáneas no sean solo algo que ocurre al azar, sino algo que podríamos ser capaces de experimentar por nosotros mismos.
Vemos, pues, que la mente tiene un poder intrínseco para la sanación del cuerpo, pero, ¿de dónde surge dicho poder?
- Artículo 6: La mente y el campo cuántico
A la vista de todo lo anterior, se puede afirmar que se vislumbra un nuevo paradigma de conocimiento todavía por descubrir respecto de la “mente”, y cuyas reglas habrá que escribir, un objetivo perseguido en este trabajo de investigación. Desde el surgimiento de la filosofía cuántica, ese nuevo paradigma de conocimiento se está redactando de la mano de científicos que se atreven a ir más allá de la ciencia materialista, con apertura al “campo cuántico”. La mente y el campo cuántico están cada vez más cerca de una percepción cognitiva como jamás ha habido en la historia de la humanidad.
La relación entre la mente y el campo cuántico tiene también connotaciones espirituales. En efecto, la obra Cuestiones cuánticas de Ken Wilber es una recopilación de escritos místicos de los físicos más famosos del mundo. Son unos escritos místicos de los científicos más eminentes de nuestra era, los padres fundadores de la relatividad y de la física cuántica. Todos ellos, con un lenguaje asequible y ajeno a la terminología técnica, expresan su convicción de que la física y la mística, de alguna manera, son complementarias. Son cada vez más los científicos que escapan de la exclusiva mirada del materialismo científico y abrazan a la espiritualidad.
Consecuentemente, la mente y su conexión con el campo cuántico tiene implicaciones espirituales y, el empoderamiento, también guarda relación con el descubrimiento de actitudes y comportamientos que se desprenden de la ciencia cuántica para orientar certeramente nuestra transformación interior. En ese sentido, son cada vez más los escritores y científicos quienes relacionan la mente y la filosofía cuántica para buscar una aproximación al viaje de nuestra transformación interior.
Para el lector deseoso de seguir investigando sobre la mente y su relación con el campo cuántico, recomiendo la lectura de Deja de ser tú. La mente crea la realidad, una obra del bioquímico Joe Dispenza quien, a través de la física cuántica, la neurociencia, la biología o la genética, pretende enseñar cómo dar el salto cuántico que requiere romper con los límites de la realidad objetiva. Quizá ha llegado el momento de explorar un mundo que la ciencia está empezando a descubrir. Quizá ha llegado el momento de explorar la mente infinita. Quizá ha llegado el momento de trascender en nuestra mente cuántica.
- Artículo 7: Mente cuántica: el viaje de la transformación interior
Mente cuántica es el título de una obra del doctor en ingeniería Félix Torán, quien tiene la mención de Doctor Europeo y numerosos reconocimientos internacionales. A través de esta obra, Félix Torán aborda los conceptos más asombrosos que se derivan de la física cuántica de forma clara y, lo más importante, cómo se puede aplicar a nuestro crecimiento personal. Este no es un libro de física cuántica en el más puro sentido, pues no hay fórmulas, matemáticas, etcétera. Sin embargo, se propone divulgar los principales conceptos de la física cuántica y su aplicación al crecimiento personal y profesional, a modo de viaje de transformación interior. “La felicidad no se puede medir directamente”, escribe Félix Torán. “Indirectamente, podemos medir los efectos de la felicidad, pero no la felicidad propiamente dicha. Esta tan solo se puede experimentar. Es por ello que quienes la han experimentado no pueden definirla perfectamente con palabras, puesto que eso vuelve a ser una observación, una aproximación hasta donde el lenguaje nos permite llegar. Quienes experimentan la felicidad coinciden en que se encuentra en nuestro interior y no es nada que tengamos que alcanzar ahí fuera. También coinciden en que se encuentra en el único momento que existe realmente: ahora. Y también están de acuerdo en que lo mejor que se puede hacer con nuestra felicidad es compartirla, pues al hacerlo la felicidad se multiplica”.
Mente cuántica es un libro muy didáctico, claro y útil, que nos ayuda en este cambio de era del viejo mundo moribundo hacia un nuevo mundo por descubrir gracias al empoderamiento consciente de nuestro propio destino. Desde el surgimiento de la física cuántica, han sido innumerables los intentos por buscar un acercamiento y un entendimiento del viaje de la transformación interior, una cuestión que Platón dejó explicada metafóricamente mediante el Mito de la caverna. Así, la mente cuántica , sería un estado propio del místico moderno que, por un lado, hace acopio de las derivaciones cognitivas y prácticas surgidas de la física cuántica y, por otro lado, integra dichos conocimientos científicos con las enseñanzas de la filosofía perenne. Por dicho motivo, son cada vez más numerosos los investigadores y escritores que intentan, desde la racionalidad, hacer comprensible el mundo espiritual. Desde el surgimiento de la física cuántica, todas las estructuras pensativas que describen la realidad tal como la conocemos, han dado un giro copernicano en nuestra percepción y cognición de una nueva realidad por descubrir mediante la mente cuántica.
La mente cuántica es un nuevo paradigma pensativo sustentado en un racionalismo espiritual que, inherentemente, requiere una reinterpretación en el modo de conocer, pensar y actuar. La mente cuántica invita a un revisionismo de la psicología cognitiva mediante el empoderamiento consciente de los pensamientos por parte del sujeto cognoscente. En dicho sentido, los pensamientos del sujeto cognoscente surgen desde el subconsciente como producto de nuestro sistema de creencias y roles sociales que conforman el ego (personalidad) de cada persona, lo cual propiamente corresponde a la "interioridad individual" o subjetividad. Dicho proceso psicológico es propio de la 3D mediante el condicionamiento social y el adoctrinamiento educativo y familiar. En cierto modo, entonces, nuestra personalidad, así como nuestro patrón de creencias, son el producto de ideas externas implantadas inconscientemente en la psicología del ser humano. Liberarse de un sistema de creencias externas para adquirir autonomía pensativa (pensamiento crítico) es inherente para el proceso de empoderamiento de sí mismo. Trascender ese ego condicionado, propio de la 3D, es el reto más inmediato para toda persona que anhele un empoderamiento consciente hacia la integración grupal, pero sin la pérdida de la individualidad. Veamos ese proceso a continuación.
- Artículo 8: La muerte del ego
Como se ha expuesto en la sinopsis general, el empoderamiento (4D parte baja) implica la toma de conciencia de la integración grupal sin pérdida de la individualidad, lo cual equivale a una conciencia menos egocéntrica, más plural. En términos psicológicos equivale ello el paso de la conciencia personal (egoica) a la conciencia transpersonal (trans-egoica) . Pero ese proceso así definido por Ken Wilber implica un esfuerzo y tiempo para lograr la trascendencia del ego. Es por eso mismo que, en este trabajo monográfico, la conciencia transpersonal es asignada propiamente a la 5D (parte alta) como culminación de una evolución psicológica y espiritual que requiere de otros procesos previos como el despertar espiritual (4D parte alta) y la trascendencia (5D parte baja) antes de alcanzar la conciencia transpersonal (5D parte alta).
La “muerte del ego” es, por tanto, un viaje iniciático hacia la percepción unitaria del sujeto cognoscente con el mundo (no dualidad entre sujeto y objeto), donde las emociones egoístas e individualistas dejan paso a la compasión. Se trataría, en suma, de un ascendente viaje iniciático-cognitivo similar al descrito como salida del mundo de las sombras en el Mito de la caverna de Platón, para luego transmitir de un modo descendente la sabiduría adquirida en el Mundo de las Ideas, donde la reina es el Amor.
La "muerte del ego" es un proceso doloroso que requiere sanación y terapia como, por ejemplo, el asesoramiento filosófico, pues hay que cambiar nuestro sistema de creencias anclado a la 3D: la trascendencia del ego es un proceso psicológico y espiritual nada fácil de lograr pues es toda una revolución interior para intentar poner orden en nuestras ideas, y que conviene analizar con más detenimiento a continuación.
- Artículo 9: Busca tu propio orden
Ahora bien, ¿por dónde empezar a poner orden en nuestras ideas? ¿A quién acudir? Hay que acudir a la Fuente que lo sabe todo, incluso lo que más nos conviene. Sólo hay que dirigirse a la fuente de sabiduría con humildad y sinceridad, y preguntar sobre aquello que nos atormenta o nos preocupa. Preguntar se convierte en el método más directo para hallar soluciones a nuestros problemas o preocupaciones. Y ello se puede llevar a cabo mediante la meditación.
Efectivamente, en nuestro interior es donde debemos hallar las respuestas, donde se nos está permitido contemplar el Rostro de lo Divino, algo que los modernos investigadores desdeñan como “mera metafísica” porque no puede ser demostrado. Una cuestión que Wilber rebate con la siguiente argumentación:
"Pero el hecho es que, para ello [contemplar el Rostro de lo Divino mediante los arquetipos], usted debería llevar a cabo el experimento y descubrir los datos por sí mismo y luego tendría que interpretarlos. Si no lleva a cabo el experimento –la meditación, el modelo, el paradigma- carecerá de los datos necesarios para llevar a cabo la interpretación. Si usted trata de explicarle a alguien que se halle en la visión mágica o mítica del mundo que la suma de los cuadrados de los catetos de un triángulo rectángulo es igual al cuadrado de la hipotenusa, no llegará muy lejos, porque se trata de un algo ajeno al mundo empírico y que carece, en consecuencia, de localización simple. Y no por ello, sin embargo, su afirmación dejará de ser completamente cierta. Usted está realizando un experimento matemático en el interior de su conciencia, una experiencia cuyos resultados pueden ser verificados por quienes lleven a cabo el mismo experimento. Se trata de algo público, reproducible y falseable, de un conocimiento comunal cuyos resultados existen en el espacio racional del mundo y pueden ser fácilmente corroborados por todos aquellos que realicen el experimento. Y esto mismo es aplicable para cualquier otro tipo de experiencia interior de la conciencia, de los cuales la meditación es uno de los más antiguos, estudiados y reproducidos. Mantener, pues, una actitud escéptica es sumamente saludable, pero yo le invito a llevar a cabo ese experimento interior conmigo, a descubrir los datos por sí mismo, y luego le ayudaré a interpretarlos. Pero, en el caso de que no quiera llevar a cabo el experimento, no deberá reírse de quienes sí lo hacen".
Por tanto, es posible poner orden a nuestras inquietudes, que todos las tenemos, con una actitud meditativa y así dar respuestas a nuestras más profundas preguntas. Todos tenemos preguntas por resolver, ya sean de carácter existencial, intelectual o emocional. Y todas ellas pueden tener respuesta:
"G.Spencer Brow, en su notable libro Laws of form, dijo que el nuevo conocimiento llega cuando simplemente tienes en mente lo que necesitas saber. Sigue manteniendo el problema en tu mente y acabarás resolviéndolo. La historia de los seres humanos ciertamente testifica este hecho. Un individuo se topa con un problema y simplemente se obsesiona con él hasta que consigue resolverlo. Y lo divertido es que el problema se resuelve siempre. Antes o después, el problema cede. Puede requerir una semana, un mes, un año, una década, un siglo o un milenio, pero el Kosmos es tal que las soluciones siempre acaban llegando. Durante millones de años la gente miraba la luna y quería caminar sobre ella…Creo que cualquier persona competente es capaz de tener los problemas en su mente hasta que éstos ceden y revelan sus secretos; lo que no todo el mundo posee es la pasión, la voluntad o la insana obsesión necesarias para poder mantener el problema durante el suficiente tiempo o con la intensidad necesaria".
Efectivamente, las respuestas llegan pregunta tras pregunta. Indudablemente, la meditación puede poner orden en nuestra vida e inquietudes. La meditación se convierte, entonces, en el paso intermedio necesario para observar el surgimiento de los pensamientos y para evitar decir y actuar según las programaciones inconscientemente implantadas, sino más bien, pensar lo que hay que decir antes de actuar: en ello consiste el empoderamiento de los pensamientos por el sujeto cognoscente, es decir, saber escuchar certeramente nuestro subconsciente para pensar y actuar con sabiduría, pues las ideas convenientemente puestas en orden es un ejercicio de sabiduría. En términos de Carl Gustav Jung: “Hasta que lo inconsciente no se haga consciente, el subconsciente seguirá dirigiendo tu vida, y tú lo llamarás destino”. Dicho empoderamiento tiene sus propios procesos como los vistos hasta aquí y,consecuentemente, hasta lograr la maestría de saber escuchar nuestro subconsciente.
- Artículo 10: Escucha tu subconsciente
Es indudable que para lograr dicho orden interior hay que acudir a la sabiduría y, por tanto, como se ha argumentado, hay que saber escuchar nuestro subconsciente como la fuente de nuestro conocimiento. Sin embargo, ¿cómo llevar certeramente ese proceso ante el fracaso epistemológico de la sociedad occidental? ¿Cómo tener un pensamiento crítico ante la disociación entre la razón y el espíritu? Con el surgimiento de la razón en la edad moderna y el posterior capitalismo, la realidad histórico-social ha devenido en una deconstrucción del “nosotros” en “yoes” egocéntricos y, así, la realidad socio-psicológica ha concluido en una fragmentación de la conciencia individual y su disociación de la conciencia colectiva: ahí reside el gran fracaso epistemológico de la filosofía occidental.
Ante tal tesitura exterior histórica, epistemológica y educativa, ¿qué camino nos espera a cada uno de nosotros? ¿Cómo salvar ese abismo cultural cuya distorsionada percepción de la realidad también afecta al proceso psicológico de autoconocimiento? Afortunadamente, Ken Wilber nos alumbró que hay dos modos de saber: la racionalidad y la espiritualidad. La racionalidad ha dominado el pensamiento occidental con mucha ciencia, pero poco espíritu. Según la teoría de los “cuatro cuadrantes” de Ken Wilber, es en el cuadrante de la “interioridad individual” donde debemos descubrir dicha espiritualidad y, por tanto, conviene saber escuchar nuestro subconsciente, una cuestión apuntada anteriormente de la mano de Jung.
Sin embargo, muy pocas personas saben escucharse a sí mismas, pues como ha demostrado el neurólogo estadounidense Benjamin Libet mediante experimentos, las señales cerebrales asociadas a las acciones se producen desde 0,3 a varios segundos antes de que el sujeto fuera consciente de la decisión de llevarlas a cabo. El orden de las actividades cerebrales parecía ser percepción del movimiento y luego decisión, y no a la inversa. Es decir, el cerebro consciente solo intenta ponerse al nivel de lo que ya estaba haciendo el cerebro inconsciente. ¿No requiere la evidencia científica de Libet de un revisionismo en profundidad del ser humano, como propongo mediante la filosofía transpersonal y La educación cuántica?
Tal es el reto cognitivo planteado. Consecuentemente, el empoderamiento no es una cuestión baladí pues no hay asideros epistemológicos seguros. La única seguridad solamente puede provenir de nuestro propio interior, y ese recorrido reduccionista provocado por la dualidad exterior nos conduce, inexorablemente, a descubrir un mundo interior donde se produce inequívocamente el “despertar espiritual”, es decir, un "despertar" de la razón que se espiritualiza, una sabiduría que es puro amor.
2 - DESPERTAR ESPIRITUAL
- Artículo 11: La minoría de edad en el ser humano
Si, como se ha visto, el empoderamiento comienza por el cambio interior, ¿qué es lo primeramente que haya que cambiar? Obviamente hay que deshacer el des-empoderamiento, es decir, recuperar el empoderamiento que hemos cedido a otras personas para que decidan por nosotros en las cuestiones más fundamentales de nuestra vida. Quizá, de un modo filosófico, sea Kant quien mejor haya expuesto esa “minoría de edad” del ser humano al ceder nuestra responsabilidad vital y existencial en otras personas que deciden por nosotros.
Esta minoría de edad significa la incapacidad para servirse de su entendimiento sin verse guiado por algún otro. Uno mismo es el culpable de dicha minoría de edad cuando su causa no reside en la falta de entendimiento, sino en la falta de resolución y valor para servirse del suyo propio sin la guía del de algún otro. Dicho de otro modo, Kant nos dice: “piensa por ti mismo”. Mientras el pensamiento y los individuos continúen sometidos a dogmas religiosos y políticos y no sigan su propio camino, permanecerán en minoría de edad.
Las causas de esa minoría de edad, en palabras de Kant, es que la “pereza y cobardía son las causas merced a las cuales tantos hombres continúan siendo con gusto, menores de edad durante toda su vida, pese a que la Naturaleza los haya liberado hace ya tiempo de una conducción ajena (haciéndoles físicamente adultos); y por eso les ha resultado tan fácil a otros en erigirse en tutores suyos”. Por un lado, Kant alude a que el dogmatismo acrítico resulta cómodo, pues nos permite no cuestionar nada del mundo que nos rodea. Por otro lado, renunciar a los prejuicios y las consignas heredadas es una tarea que requiere cierto valor. Por pereza preferimos que un libro piense por nosotros antes que pensar por nosotros mismos. Y por cobardía pagamos al sacerdote para que nos garantice el cielo y al médico para que nos garantice la salud.
Kant también nos dice que hay intereses políticos en mantener a los hombres en minoría de edad. En efecto, los tutores con motivación política, están interesados en mantener a la humanidad en su minoría de edad. También se refiere Kant a los médicos, abogados y sacerdotes como instrumento del gobierno para manejar a los administrados.
Con ello, según Kant, “resulta difícil para cualquier individuo el zafarse de una minoría de edad que casi se ha convertido en algo connatural. Incluso se ha encariñado con ella y eso le hace sentirse realmente incapaz de utilizar su propio entendimiento, dado que nunca, se le ha dejado hacer ese intento”. Kant compara así a los individuos en minoría de edad con los personajes encadenados del Mito de la caverna de Platón tan acostumbrados a la oscuridad y las sombras, que de ningún modo desean abrirse paso hasta la luz. Al individuo solitario le resulta extraordinariamente difícil “pensar por sí mismo”, abrirse paso hacia la verdad y la libertad, pues durante su vida ha tenido el entendimiento constreñido por dogmas políticos y religiosos. Son pocos los que han conseguido abandonar la minoría de edad y guiarse solo por su propio ingenio. Y los que lo han conseguido, sufren la represión de los prisioneros de la caverna, que calumnian y persiguen hasta la muerte al filósofo que intenta enseñarles el camino hacia la luz.
Resumiendo, la minoría de edad es la incapacidad del propio ser humano de razonar o desarrollar su entendimiento por él mismo y esto lleva directamente a una dependencia que sugiere la intervención de otra persona para la toma de decisiones. El hombre prefiere permanecer en el estado de minoría de edad por comodidad ya que, acercarnos a la verdad, implica un gran esfuerzo, pero sobre todo porque el hombre se enajena a partir de la pereza y la cobardía, es decir, el mal uso de sus dones naturales (la razón, es pues, un don natural del ser humano); así, siempre buscará alguien que piense por él.
Llegado a este punto de la investigación y a la vista del actual caos mundial en el que parece que nadie sabe lo que está pasando en el mundo, se puede aseverar que la humanidad no está emancipada colectivamente, pues no se ha trascendido el paradigma de las sombras platónicas, ni tampoco la minoría de edad ilustrada por Kant. ¿Acaso la ciencia moderna puede ilustrarnos acerca de nuestra mente? ¿Debemos identificarnos con nuestra mente condicionada? Entonces, ¿quién soy yo? ¿Soy un producto de mi cerebro? Veamos a continuación una cuestión de la mente que conviene dilucidar: la relación entre el “cerebro” y el “yo”.
- Artículo 12: El cerebro y yo
Sin lugar a dudas, a la ciencia le queda muchas preguntas por responder: ¿Dónde residen la inteligencia y las emociones? ¿Quiénes somos? ¿De qué soy consciente en cada momento? ¿Se corresponde lo que percibimos con la realidad? ¿Puede el cerebro humano entenderse a sí mismo? Estas preguntas han intrigado a los hombres desde tiempos inmemorables.
Muchas civilizaciones otorgaron al corazón tales privilegios. Lo que ahora parece una obviedad, que el cerebro está detrás de los procesos mentales, es un conocimiento relativamente nuevo, aunque muy asumido. Con el libro Cómo percibimos el mundo, Ignacio Morgado, una de las grandes referencias en el campo de la neuropsicología, nos desvela aspectos de la mente humana y los procesos sensoriales y perceptivos que no tenemos tan asumidos y que, incluso, llegan a sorprendernos.
Ignacio Morgado nos sumerge en los secretos del cerebro y analiza con detalle y rigor la mente humana y el mundo de los sentidos. Dicha obra explica el fenómeno de la consciencia, sus contenidos y los mecanismos cerebrales que lo hacen posible. Explora las características de todos y cada uno de nuestros sentidos, muchas de ellas desconocidas, y describe el modo en que el cerebro recibe y procesa la información. Según Morgado, las percepciones son una creación del cerebro y de la mente humana. Eso significa que lo que percibimos no necesariamente coincide con lo que pueda haber fuera de nosotros, que no es más que materia y energía. Las percepciones no existen fuera de nuestra mente. Dicho de otro modo, el cerebro es el que ve, oye, siente: fuera de nosotros no hay luz, gusto o tacto. Todo son sensaciones que crean nuestro cerebro a partir de la materia y la energía, como si viviéramos engañados. Es el cerebro quien lee e interpreta las sensaciones. El cerebro transforma las sensaciones percibidas por los sentidos y las convierte en percepciones conscientes. Pero esa percepción consciente es diferente en cada persona. Y aunque haya diferencias individuales entre el cerebro de las personas, hay suficientes coincidencias para que nos entendamos y tengamos percepciones muy similares. A modo de ejemplo, los atenienses tenían un cerebro para pensar, razonar y tomar decisiones muy parecido al que tenemos ahora. Sin embargo, los elementos sociales y ambientales en que se basaban para hacerlo son muy diferentes a los nuestros, sobre todo la tecnología. Nosotros vivimos en una sociedad tecnológicamente muy desarrollada y ellos no, volviéndonos más inútiles y dependientes de esas máquinas, atontando así a los individuos y provocando con ello una involución del cerebro.
Sin embargo, para Morgado, ello no debería ser una preocupación, pues el mundo que llegamos a conocer, percibir y sentir es el que nuestro cerebro nos permite. Lo que haya más allá, si es que hay algo, no está a nuestro alcance. Según él, el alma no está al alcance de la ciencia, sino que es propio de la teología. Todavía no sabemos cómo lo material, las neuronas, produce el pensamiento, la subjetividad. Como no sabemos cómo se produce este cambio tan fuerte, y tiene sus dudas de que el cerebro humano pudiese entenderlo -niega el empoderamiento consciente-, la magia que hay en ese no entender el cambio lleva al ser humano a creer en cosas sobrenaturales, creer en algo que además permite dar un sentido a la vida -niega toda espiritualidad-. Si algún día el cerebro humano evoluciona lo suficiente para entender esto, entonces aparecerán nuevas preguntas que quizás serán más difíciles de responder. Será el precio que los seres de ese tiempo tendrán que pagar por haber evolucionado hasta entender lo que ahora somos incapaces de entender.
Es conveniente recordar a Morgado que, según Ken Wilber y su teoría de los "cuatro cuadrantes", el cerebro es un “ello” (externo, naturaleza) y la mente es un “yo” (interno, conciencia). La epistemología de lo conmensurable tiene como objeto de estudio al “ello” mediante la ciencia, pero la interpretación cultural ("nosotros") y de la conciencia subjetiva ("yo") pertenecen propiamente a la hermenéutica de lo inconmensurable, una perenne disputa histórica entre ciencia y religión. Como dijera Einstein: “Cada día sabemos más y entendemos menos”. Pero, principalmente, porque Morgado y tantos escépticos como él no han comprendido aún que hay dos modos de saber: el método científico y el trascendental. Y es posible hacer una síntesis de ambos modos de saber mediante una genuina intuición espiritual.
- Artículo 13: La intuición espiritual
Esos dos modos de saber, el racional y el metafísico, implican la imperiosa necesidad de una visión integral entre ciencia y espíritu. En efecto, El espíritu de la ciencia debe dejar de estar confinado en el universo del laboratorio sino abrir el conocimiento científico a las dimensiones más profundas de la vida y la conciencia humana. Por tanto, es pertinente ahondar en La ciencia del espíritu, pues la ciencia y la espiritualidad como dos polos opuestos totalmente desconectados entre sí tiene cada vez menos sentido. Cuando la razón científica intuye al “espíritu”, como acreditan los físicos más famosos del mundo, entonces, se puede hablar de una “intuición espiritual”. Analicemos, pues, de un modo epistemológico en qué consiste dicha “intuición espiritual”, una cuestión argumentada en mi obra Filosofía transpersonal y educación transracional , he aquí el resumen:
La síntesis de saberes mediante la intuición espiritual:
Esta obra postula la integración del saber científico (epistemología de lo conmensurable) con la perenne espiritualidad (hermenéutica de lo inconmensurable), una síntesis respectivamente de la razón con el espíritu en un ejercicio de trascendencia desde la no dualidad, lo cual conlleva aprehenderse a uno mismo como conciencia de unidad mediante una auténtica intuición espiritual.
Esos dos modos de saber así aprehendidos mediante la intuición espiritual, posibilitan una síntesis entre la filosofía y la espiritualidad como condición para salvar el abismo cultural de la humanidad. Para tal finalidad, el autor recurre a tres inconmensurables pensadores: Platón, Kant y Wilber. Las Tres Grandes categorías platónicas -la Verdad, la Belleza y la Bondad- que fueron respectivamente diferenciadas por Kant mediante sus Tres críticas (“ello”, “yo” y “nosotros”), requieren imperativamente de una integración entre la naturaleza, la conciencia y la cultura.
La intuición moral básica argumentada por Ken Wilber se constituye como una necesaria cuestión ética para la integración del “ello”, “yo” y “nosotros” y, consecuentemente, en una ética epistémica dentro de un marco de una episteme transracional para salvar así el abismo cultural de la humanidad; dicho de otro modo, se argumenta una antropología filosófica que permita trascender la brecha epistemológica entre la racionalidad y la espiritualidad mediante una renovada interpretación de la historia del pensamiento, su ciencia y la propia espiritualidad, pero, eminentemente, desde un revisionismo de la psicología cognitiva y educativa.
Esta obra reivindica una antropología filosófica que contemple a la filosofía transpersonal de Ken Wilber como disciplina que estudia a la espiritualidad y su relación con la ciencia, así como los estudios de la conciencia, lo cual implica una reconstrucción epistemológica desde la sabiduría perenne para lograr la sanación trascendental del ser humano mediante una educación transracional que implemente la razón con el corazón. Así, la filosofía transpersonal y la educación transracional se vislumbran como una condición sine qua non para trascender a la crisis de conciencia en la que está inmersa la filosofía occidental.
Como podrá apreciar, estimado lector, nos vemos envueltos en conceptos puramente filosóficos pero necesarios para una reconstrucción epistemológica donde tenga cabida las “intuiciones espirituales” de la mano del “Einstein de la conciencia”, tal como es considerado Ken Wilber.
Una vez sabido que existe la "intuición espiritual", ella misma nos lleva de la mano hacia el “despertar espiritual”.
- Artículo 14: El despertar espiritual y la evolución del amor
El “despertar espiritual” no es una cuestión propiamente de la “interioridad individual” como se ha visto, sino que también se hace objetivo dicho “despertar espiritual” a través de la historia y, más concretamente, a través de la historia del pensamiento. En efecto, con la emergencia de la mente a partir de la modernidad, el Espíritu comienza a tomar conciencia de sí mismo, lo cual, entre otras cosas, introduce en el mundo la conciencia moral, una moral, por cierto, completamente ajena al mundo de la naturaleza. Por tanto, el Espíritu está comenzando a despertar a sí mismo, conocerse a sí mismo a través de los símbolos, los conceptos, dando así origen al mundo de la razón y, en particular, al mundo de las morales conscientes. Así, pues, la naturaleza es Espíritu objetivo, mientras que la mente es Espíritu subjetivo. En ese momento histórico -en el momento en que la mente y la naturaleza se diferenciaron-, el mundo parece escindirse en dos, la mente reflexiva y la naturaleza reflejada, pero la modernidad se hallaba temporalmente estancada en la batalla entre la mente y la naturaleza, entre el ego y el eco. En opinión de Shelling, esta síntesis no dual como identidad entre el sujeto y el objeto en un acto atemporal de autoconocimiento, es una intuición mística directa. Para Shelling, y también para su amigo y discípulo Hegel, el Espíritu se enajena de sí mismo para dar lugar a la naturaleza objetiva, despierta a sí mismo en la mente subjetiva y termina retornando así en la pura conciencia inmediata no dual en la que sujeto y objeto son uno, y la naturaleza y la mente se funden en la actualización del Espíritu. El Espíritu se conoce a sí mismo objetivamente como naturaleza, se conoce subjetivamente como mente y se conoce absolutamente como Espíritu. Esos tres momentos también son conocidos como subconsciente, consciente y supraconsciente o, dicho de otro modo, prepersonal, personal y transpersonal; o preracional, racional y transracional; o biosfera, noosfera y teosfera (Wilber, en Breve historia de todas las cosas).
Todo ello, traducido en términos evolutivos y psicológicos, equivale a decir que El gen egoísta puede ser trascendido conscientemente Más allá del ego, dicho de otro modo, el egoísmo puede ser trascendido hacia la compasión y, respectivamente, la conciencia personal hacia la conciencia transpersonal , como objetivo final de este trabajo de investigación. Así, desde dicha perspectiva, la afirmación de Dawkins, de que “el amor universal y el bienestar de las especies consideradas en su conjunto son conceptos que, simplemente carecen de sentido en cuanto a la evolución” es un simple reduccionismo desde el materialismo científico. Dicho de otro modo, La evolución del amor ya es contemplada desde la neurobiología y la sociobiología como un fenómeno de la evolución humana pues, más allá del valor de los genes egoístas o la supervivencia del más fuerte, interviene la capacidad de elección de pareja por motivos distintos a la simple atracción física o el instinto reproductor. Para Hüther, a pesar del surgimiento de la razón y del pensamiento crítico, el sentimiento del amor sigue siendo importante por su influencia en el futuro de la especie humana pues es la fuente de nuestra creatividad y la base de nuestra existencia y nuestros logros culturales y, más decisorio aún, nuestra única perspectiva de supervivencia en este planeta. En definitiva, la única fuerza que puede vencer a la competencia autodestructiva es el amor mediante el compromiso de equipo y la creatividad participativa.
El amor así argumentado científicamente, nos remite a una evidencia filosófica trascendental que escapa de la comprensión de los materialistas científicos: el genuino “cogito” cartesiano requiere del auxilio del espíritu kantiano mediante su “imperativo categórico”, lo que perennemente se ha conocido como amor. Lo que viene a decir la historia es que no se puede vivir sin amor, porque es la más alta motivación que nos alienta a vivir, una cuestión ahora reconocida y evidenciada desde la neurobiología y la sociobiología. ¿Acaso no hacemos lo que hacemos por amor a nuestros seres queridos? Pero ese amor ha sido también desahuciado del corazón de las personas por el perverso sistema capitalista que pone todo en venta, hasta nuestras emociones y nuestros sentimientos, anulando incluso nuestra voluntad sobre nuestros actos y pensamientos, convirtiéndonos entonces en autómatas productores de bienes de consumo para la exclusiva satisfacción del ego, descuidando así plenamente al espíritu. Desolador pensamiento occidental. En contraposición, en La evolución del amor, el neurobiólogo Hüther argumenta:
"El darwinismo y la teoría de la evolución y la selección natural se han convertido en pilares de la biología moderna. Gracias a ellos entendemos un poco mejor cómo se ha desarrollado la vida en sus múltiples manifestaciones. Sin embargo, cuando hablamos de animales superiores, como el ser humano, no todo parece justificarse a través de un naturalismo simple. Gerald Hüther, neurobiólogo y autor de La evolución del amor, afirma que hay que tener en cuenta también otro ingrediente crucial, que afecta a hacia dónde se dirige nuestra especie y por dónde ha transcurrido hasta la fecha. Ese ingrediente, para este prestigioso científico, es el amor.
Hüther considera que el amor, como manifestación biológica, resulta crucial para explicar la historia de la evolución humana reciente, como elemento de cohesión personal, de garantía de la unión en una pareja o de cooperación en un grupo social. Sin el amor, un fenómeno creado por la propia evolución, la intrincada red de enlaces familiares que se han venido sucediendo a lo largo de la historia sería muy diferente, y distintos también, con seguridad, los rumbos seguidos por nuestra especie. Gracia a él, no solo tienen valor los genes egoístas, o la supervivencia del más fuerte, sino también la capacidad de elección de pareja por motivos distintos a la simple atracción física o el instinto reproductor.
En esta obra, el también catedrático de ciencias naturales y doctor en medicina reflexiona sobre el concepto del amor y sus raíces biológicas, así como las consecuencias de su existencia. Puede decirse que nuestra comprensión del amor ha evolucionado con los tiempos, pero que a pesar del surgimiento de la razón y del pensamiento crítico, este sentimiento sigue siendo importante por su influencia en el futuro de la especie.
Hüther nos cuenta como, con el auge del naturalismo y la ilustración, Darwin y otros científicos tuvieron que convivir con los nuevos descubrimientos y con conceptos ya caducos, como las explicaciones de la religión sobre el origen del hombre. Pero a pesar de la llegada de la razón en este campo, aún costaba explicar el papel que tenía en todo ello el amor. Así, del darwinismo más descarnado, se pasó al darwinismo social, y posteriormente al determinismo del comportamiento. Finalmente, la sociobiología se apoderó de la escena.
Para Hüther, el amor también es la fuente de nuestra creatividad, no solo en el caso de músicos y artistas; también lo es para muchos grandes políticos y científicos. Es la base de nuestra existencia y nuestros logros culturales. Por el contrario, el estrés, la presión y la ansiedad no resultan del amor, sino de la competencia, que es la fuerza motora de la especialización, no de la creatividad. Según Hüther, todos somos “hijos del amor”, aunque a veces lo olvidamos porque la competencia y la guerra han impulsado grandes invenciones. Sin embargo, lo que nos une y lo que nos mantiene unidos a la naturaleza y a los demás es el amor, pese a la competencia.
Así, el amor es nuestra única perspectiva de supervivencia en este planeta. Estamos a punto de agotar nuestros propios recursos naturales, al explotarlos y contaminarlos, porque competimos entre nosotros, como individuos y como naciones. La única fuerza que puede vencer esta competencia autodestructiva es el amor, o si prefieres un término más cognitivo, el compromiso de equipo y la creatividad participativa. El amor es la fuente de logros evolutivos fundamentales. La selección sexual, es decir, la elección de pareja basada en un sentimiento que llamamos amor, provocó el moldeado de nuestros cuerpos en función de las preferencias y gustos de la pareja. Además, el amor paternal permitió fomentar las capacidades de nuestros hijos. Sin el cariño no seríamos capaces de dedicarnos a los demás y comprometernos. Tampoco podríamos alentarnos e inspirarnos los unos a los otros.
Para Hüther, es evidente de que para sacar provecho de nuestro potencial tenemos que encontrarnos los unos con los otros como sujetos en lugar de tratarnos como objetos. Solo la gente “amorosa” es capaz de tratar a los demás como sujetos. Pero, en la actualidad, nuestra cultura favorece a aquellos que usan y manipulan a los demás para lograr sus propósitos. A menos que este tipo de relaciones interpersonales y culturales desarrolladas a lo largo de la historia se supere, no seremos capaces de resolver ninguno de los problemas a los que nos enfrentamos ahora. La lucha por el poder y la dominación es la verdadera causa de todos nuestros problemas."
Ya es posible, pues, afirmar que el papel del amor es tan importante en el devenir de nuestra especie como puedan serlo otros factores biológicos. En este libro encontraremos los argumentos que lo confirman. Entonces, cuando la razón conecta con el amor, se puede afirmar y experimentar que existe un "despertar de conciencia" hacia la "inteligencia espiritual" como síntesis de unidad entre los dos modos de saber argumentados por Ken Wilber. Veamos, pues, a continuación, en qué consiste ese "despertar de conciencia" hacia la "inteligencia espiritual".
- Artículo 15: Despertar de la conciencia e inteligencia espiritual
Y llegado a este punto de la investigación, es digno de mencionar que las anteriores tesis argumentadas, a saber, la intuición espiritual, el despertar espiritual y la evolución del amor son refrendadas por la Tesis Doctoral de Noemí Siverio (Venezuela): Psicología del Homo Complexus para una educación desde la comprensión.
La novedad de esta Tesis Doctoral es que contempla la psicología transpersonal, así como la Educación Transracional, en palabras de Noemí Siverio en la introducción:
"… es necesario que la psicología voltee su mirada hacia la complejidad del ser humano al considerarlo desde sus diversas dimensiones: bilógico, emocional, social, cultural, racional, irracional, psicológico y espiritual. Es por esta razón que en nuestra investigación apostamos por una psicología compleja o transpersonal, considerada la cuarta fuerza dentro del campo de la ciencia del comportamiento humano, que toma en cuenta la complejidad del ser dándole espacio en su seno a la dimensión espiritual que es inherente al mismo, y de esta forma estaría acercándose a su comprensión.….Por lo tanto, nuestro ideario se dirige a tener presente una Educación Transracional que se opone a la visión mecanicista de la educación tradicional, al enfocarse en el pensamiento que orienta la razón hacia la espiritualidad, que enfatiza en la no dualidad sujeto-objeto, conllevando al nacimiento de una nueva consciencia que se adhiere a la dimensión espiritual del hombre, resultando ser a todas luces una educación sustentada en la noción compleja de éste, y por tanto en la necesidad de su comprensión. Por lo que estamos esperanzados en esa psicología compleja, así como en la Educación Transracional."
Dejo al lector el deleite de leer la citada Tesis Doctoral, sin embargo, he aquí una sinopsis significativa:
La espiritualidad tiene que ver con el amor incondicional, la compasión, la comprensión del otro, la solidaridad, la apertura al infinito, transparencia en las acciones, con un sentido de pertenencia a un todo, por ello el despertar espiritual es el despertar de la consciencia, ver la vida desde el espíritu da plenitud, siendo por esto que estimamos que la verdadera espiritualidad es aquella que produce en el ser humano una transformación interior.
Al respecto, si hablamos de espiritualidad, es necesario saber que se trata de transformar el corazón y la mente, que nos lleve a un profundo cambio interior y con ello un trascender el ego, a nuestra consciencia, así nos daremos cuenta que solo a partir de esta concepción estaremos en condiciones de comprendernos y comprender al resto de la humanidad.
Recordemos también que la espiritualidad tiene que ver con una experiencia y no con ideas o códigos, tiene que ver con la vida, no con dogmas y doctrinas y además con el despertar de nuestras consciencias. Asimismo, la espiritualidad es propia de cada ser humano, ya que desde ella desarrollamos la capacidad de dialogar, escuchar, de acoger, de comunicarnos, comprendernos, comprender al otro, e incluir. Por lo tanto, pensamos que la verdadera espiritualidad consiste en saber entender el mundo del otro sin imponerle el nuestro lo que se traduce en empatizar con él.
Concluyendo podemos destacar que hay una diferencia entre espiritualidad y religión, al respecto cuando se le preguntó a Boff (teólogo brasilero) cuál era la diferencia entre religión y espiritualidad respondió: “Las religiones producen guerras, la espiritualidad produce paz”.
Siguiendo la estela de la citada Tesis Doctoral de Noemí Siverio, al despertar de la conciencia se le puede anexar la "inteligencia espiritual". Un extracto ilustrativo:
"La inteligencia espiritual nos hace un recordatorio sobre el hecho que el despertar espiritual consiste en separar los sentimientos de la consciencia. Caer en cuenta de la identificación de la mente, de la que provenimos, y reconocer que ahí no está nuestra verdadera identidad. Requerimos entender que la espiritualidad o inteligencia espiritual al hacernos crecer en compresión de nuestra verdad, nos pone en camino de desaprobación, por eso a más espiritualidad, menos ego y menos egocentrismo. De esto deviene que el criterio decisivo de una existencia espiritual no puede ser otro que la desegocentración, la bondad, la compasión, la compresión del otro, unidos a la ecuanimidad de quien ya ha descubierto que su verdadera identidad transciende todo vaivén y toda impermanencia. Por lo que el término inteligencia espiritual puede ser definido como la capacidad de encontrar un sentido profundo de la vida, de la existencia.
Por otro lado, reseñaremos sin ánimos de ser reduccionistas que existe una perspectiva, un planteamiento en torno a la existencia de un gen de Dios, de acuerdo a esto se revela que la inteligencia espiritual, procede de una base biológica que habita en el cerebro humano, al que le confieren el nombre de “punto Dios”, algunos científicos (Boff). No obstante, tal inteligencia requiere que la desarrollemos a lo largo de nuestra vida, por lo que no basta con constatar ese “punto Dios”. Hay que desarrollar la inteligencia espiritual, volviéndonos hacia nuestro interior, dialogando con nuestro centro y con lo profundo que nos contiene. Podemos así interpretar que, si la inteligencia espiritual está en nosotros, y al ser nosotros parte del universo, entonces significa que esta inteligencia constituye una propiedad del universo; por tanto, la misma al ser inherente al hombre y al cosmos nos conduce a la comprensión compleja de las personas.
Lo anterior nos permite considerar que la inteligencia espiritual conecta al ser humano con el gozo estético, facilita deleitarnos con la belleza natural, con lo artístico y con la simplicidad de las pequeñas cosas. Conectándonos con el sentido del misterio, de lo insondable, lo que va más allá de lo desconocido, o se conoce mal, con lo que está oculto, lo que no se percibe con los sentidos, ni se aclara con la razón.
Por eso, esta inteligencia, nos lleva a la búsqueda de la sabiduría que permite la labor de síntesis, para la mirada en conjunto. Es así como, desde la perspectiva de la espiritualidad podemos comprender que la inteligencia espiritual facilita el darnos cuenta de que existimos, experimentando una sorpresa que nos conduce a amar la vida y a gozar intensamente de ella, trascendiendo de esta forma nuestro ego y posicionándonos en un “Nosotros”, que conduzca a la compresión del ser humano (Buzan)."
Consecuentemente, la intuición espiritual no es una entelequia, pues produce un despertar espiritual a través del amor y una auténtica dimensión espiritual donde se produce un despertar de la conciencia que, inherentemente, debe conectar con la inteligencia espiritual. Y dicho proceso evolutivo en la psicología humana debe desembocar en la sabiduría como ciencia para la sanación espiritual, porque el saber sin amor es puro egoísmo y la causa de tanto sufrimiento en este mundo.
Llegado a este punto de la investigación, podemos denotar que existe un proceso de trascendencia más allá del ego, hacia una intuición espiritual, luego hacia un despertar espiritual de la conciencia hasta hacer acopio de una inteligencia espiritual: tal es el proceso evolutivo en la psicología humana y, consecuentemente, podemos hablar que existe un "sujeto trascendente" pues, su propia evolución psicológica y espiritual en los términos antes argumentados, nos permite ahondar en el significado más profundo de lo que sea la "trascendencia".
3 - TRASCENDENCIA
- Artículo 16: El sujeto trascendente
Los procesos psicológicos y espirituales argumentados hasta aquí implican y justifican los mapas evolutivos de la conciencia respecto de cada persona, desde su nacimiento hasta su muerte, consciente o inconscientemente y, consecuentemente, se puede hablar e identificar a un sujeto trascendente subyacente a cada uno de nosotros. La “mente cuántica” para el viaje de la transformación interior ya no es una entelequia. Sin lugar a dudas, ya es posible afirmar que existe un “sujeto trascendente” por naturaleza y que participa de un proceso de ascensión psicológica y espiritual, una cuestión ahora avalada desde la psicología transpersonal que contempla al hombre como a un ser que trasciende estas dos dimensiones (espacial y temporal) de la existencia material. Por lo tanto, es un ser trascendente que está aquí con un fin superior a la mera existencia en este plano. Así es como la psicología transpersonal contempla un nuevo método: la fenomenología que basa su estudio en la conciencia.
Aunque el término “fenomenología” fue usado muchas veces en la historia de la filosofía antes de Husserl , el uso moderno de la palabra está ligado explícitamente al método y al proyecto filosófico que este filósofo alemán denominó “fenomenología trascendental”. El uso posterior del término está basado principalmente en la fenomenología de Husserl o relacionado críticamente con ella. Para Edmund Husserl, la fenomenología trascendental es, ante todo, un proyecto de renovar a la filosofía para hacer de ella una ciencia estricta y una empresa colectiva. Como forma de entender la filosofía, la fenomenología asume la tarea de describir el sentido que el mundo tiene para nosotros antes de todo filosofar, dicho de otro modo, se trata de exponer las leyes esenciales inherentes a nuestra consciencia del mundo.
Pocos de los discípulos y de los primeros lectores de Husserl compartieron el espíritu de hacer de la fenomenología un proyecto verdaderamente colectivo. Por el contrario, la historia del movimiento fenomenológico parece estar dominada por el deseo de filósofos que aspiran a superarse unos a otros. De ahí que la unidad de lo que se denomina con el título genérico de “fenomenología” sea la mayoría de las veces superficial, cuando no meramente histórica.
Sin embargo, a principios del siglo XXI, esta forma colectiva de hacer filosofía y su proyecto pasan por un renacimiento en gran parte del mundo. La degeneración de los valores morales y espirituales de la sociedad occidental junto a la creciente asunción de la filosofía oriental por aquella, ha permitido a la psicología transpersonal afianzarse cada vez más en su objetivo de integrar los tres mundos que fueron diferenciados por Kant: la ciencia (“ello”), la profundidad intelectual del “yo” y la moralidad del “nosotros”. La postmodernidad no ha podido o no ha sabido integrar esos tres mundos, más bien, se ha producido una fragmentación del ego, así como su disociación de la colectividad, todo un proceso de desintegración social y humano que ha conducido al actual caos civilizatorio. Es más urgente que nunca sanar a ese ego herido de muerte, pero, sobre todo, lo que hay que sanar es su ignorancia mediante una educación en libertad y con conocimiento de causa, como pretende La educación cuántica.
Llegado a este punto del “sujeto trascendente”, la pregunta pertinente es ¿hacia dónde trasciende? Como no puede ser de otra manera, el sujeto “racional” debe trascenderse más allá de la razón, es decir, hacia la “transracionalidad”: un neologismo desconocido en el ámbito académico tradicional, propio de la metafísica, sin embargo, plenamente argumentado por Ken Wilber mediante una coherencia epistemológica en su obra Sexo, Ecología, Espiritualidad, tal como concluye en dicha obra:
“El mundo de la modernidad está un poco loco: mitos para los campesinos, naturalismo plano para la intelectualidad. Es más que irónico que sea la ciencia, la ciencia descendida la que en las últimas décadas del siglo XX redescubra la naturaleza autoorganizada y autotrascendente de la evolución misma. Es más que irónico que unir las “dos flechas” del tiempo hace de Eros el único y omnipenetrante principio de manifestación. Es más que irónico que la ciencia prepare el camino para una evolución más allá de la racionalidad, ya que ha demostrado claramente que la evolución no se detiene para nadie, que cada estadio pasa a un mañana más amplio. Y si hoy es la racionalidad, mañana será la transracionalidad; ningún argumento científico puede estar en desacuerdo con esto, y todos deben favorecerlo. Ahí estamos en la racionalidad, situados en el filo de la percepción transracional, una scientia visionis que está trayendo aquí y allá, cada vez con más claridad y a todo tipo de gente y por todas partes, poderosos destellos de un verdadero Descenso de la omnipenetrante Alma del Mundo”.
La anterior postulación de la transracionalidad halla su correlato con el surgimiento de la “cuarta fuerza” de la psicología transpersonal, iniciándose un camino esperanzador de trascendencia de la conciencia egoica hacia la espiritualidad o “transpersonalidad”. Sin embargo, el término “transpersonal” no es todavía de dominio popular y menos aún su asunción académica para una futura educación generacional. No obstante, si la humanidad ha evolucionado de lo mítico a lo racional, como apunta Wilber, estamos ahora situados en el filo de la percepción transracional. En dicho sentido, cabe destacar el artículo de Álvaro B. Márquez-Fernández y Zulay C. Díaz-Montiel La complejidad: hacia una epísteme transracional, cuyo resumen es el siguiente:
"En las ciencias sociales la crisis del paradigma positivista, es el resultado de su insuficiencia experimental para dar cuenta de la transformación de la experiencia del pensamiento en su interpretación de la realidad natural e histórica de la existencia. En la modernidad no fue posible consolidar un paradigma universalista que solo diera cuenta de espacios objetivados de la realidad a través de modelos racionales reduccionistas. Tal como lo señalan Morin, Najmanovich, Sotolongo-Codima Boaventura de Sousa, Reynoso, en sus postulados teóricos-metodológicos, cuando afirman que la experiencia del pensar racional es mucho más compleja y transdisciplinar, pues considera la realidad como un proceso en curso de estructuras que se recrean poiéticamente sin sujeción a causalidades predeterminadas. Esto es lo que explica, desde la perspectiva de una espíteme crítica, por qué las contingencias materiales de la experiencia racional y las formas de intercambios entre sistemas de diversa índole, le atribuyen al fenómeno del pensamiento una múltiple y transversal racionalidad a partir de la cual se desustantiva el mundo de los objetos y hace presente la subjetividad cognitiva del sujeto de pensamiento. Hacia ese inédito dominio de los procesos de la espíteme transracionales es que se orienta el pensamiento complejo como un momento de superación del positivismo."
Como objetivo ilustrativo de esta nota, destacamos la conclusión final de dicho artículo:
"Es necesario que esta riquísima cosmovisión que nos revela el aura de una nueva racionalidad para pensar y rehacer el mundo, se convierta en un programa transdisciplinar de investigaciones que logren desplazar nuestra experiencia deconstructiva de los fenómenos de la realidad en todos los órdenes del conocimiento hacia éticas epistémicas. La infinitud de formas posibles a las que apuntan las redes complejas de conocimiento, no es más que la posibilidad humana y natural de entender los ciclos y procesos de la vida en sentido generativo, nunca progresivo ni lineal."
Como conclusión a este capítulo, podemos incidir en que, el proceso de la evolución psicológica y espiritual, implica la trascendencia del mundo material (3D) y que, ello, solamente se puede realizar mediante la transformación interior al trascender el ego (personalidad) hacia la transpersonalidad (más allá del ego), una cuestión contemplada como "transracionalidad" desde la filosofía transpersonal y la psicología transracional como ciencias de la conciencia. Y esa trascendencia del ego hacia la transracionalidad es, ineludiblemente, una cuestión metafísica (más allá de la física, más allá de la razón materialista) que conviene abordar de un modo epistemológico desde la ciencia, pero, también, de un modo hermenéutico desde la filosofía. Veamos ello a continuación.
- Artículo 17: La trascendencia metafísica mediante la meditación
En filosofía, la metafísica estudia los aspectos de la realidad que son inaccesibles a la investigación científica. La razón, a través de la historia del pensamiento, siempre ha indagado sobre las cuestiones metafísicas que han preocupado al ser humano desde tiempos inmemoriales, aunque histórica y psicológicamente, esa genuina actitud de hacer metafísica ha sido obnubilada por el materialismo científico. Dicho de otro modo, el materialismo científico y la metafísica se han convertido en una dualidad antagónica aparentemente irreconciliable.
Una de las características del siglo XX ha sido la crítica sin contemplaciones a este tipo de filosofía eterna y sistemática que asociamos al término metafísica. Y, sin embargo, nada más actual que las cuestiones metafísicas. No hay manera de evitar que una y otra vez vuelva ese tipo de preguntas primeras sobre Dios, el hombre o el mundo, que quieren saber qué es lo que podemos conocer, qué es lo que debemos hacer o qué es lo que nos cabe esperar. Con la constatación heideggeriana de que “todo comprender es comprenderse”, cabe destacar el papel positivo de la subjetividad en la hermenéutica, lo cual implica distinguir la subjetividad metafísica de lo que sería el ser humano individual, al que no se opone la hermenéutica. La metafísica, aunque problemática, es inevitable: el ser “humano” (cualquier ser con determinado grado de consciencia) es un ser metafísico, y la desaparición de la metafísica solo es posible con la desaparición del humano (o vivos semejantes de otros planetas).
Según Kant, una afirmación es metafísica cuando afirma algo sustancial o relevante sobre un asunto (“cuando emite un juicio sintético sobre un asunto”) que por principio escapa a toda posibilidad de ser experimentado sensiblemente por el ser humano. Algunos filósofos han sostenido que el ser humano tiene una predisposición natural hacia la metafísica. Kant la calificó de “necesidad inevitable”. Arthur Schopenhauer incluso definió al ser humano como “animal metafísico”. ¿No es la metafísica el modo de saber trascendental?
En efecto, las ciencias empíricas pueden dar explicaciones sobre los fenómenos naturales, pero son incapaces de dar una explicación coherente acerca de la conciencia y la espiritualidad y, por tanto, no es de extrañar que los beneficios de la meditación sean objeto de investigación científica, y que haya también una aproximación investigativa a las experiencias cercanas a la muerte, las ciencias noéticas y la psicología transpersonal. Dichos campos de investigación enlazan, obviamente, con la metafísica, es decir, más allá de los sentidos físicos. La metafísica es, por tanto, el reto que tiene la humanidad por delante para hallar un conocimiento más allá de las ciencias naturales, es decir, un conocimiento transracional al que se puede acceder mediante la meditación y, cuyos beneficios, han sido ampliamente demostrados científicamente, posibilitando con ello la sanación trascendental del ser humano desde la infancia, pues puede ser impartida educacionalmente mediante la filosofía transpersonal argüida por Ken Wilber, una cuestión argumentada en el 3º Congreso Razón Abierta donde tuve el placer de exponer mi artículo titulado La filosofía transpersonal de Ken Wilber como fundamento para una educación transracional de la metafísica y la sanación trascendental del sujeto cognoscente mediante la meditación.
A la vista de lo anterior, la pregunta pertinente es: ¿Qué lugar ocupa hoy la metafísica en nuestra cultura? He ahí quizá el escollo más difícil por transcender, pues la humanidad se halla ante nuevos paradigmas invisibles aún para la mayoría de coetáneos. Sin embargo, la sanación trascendental del ser humano está en su interior mediante la práctica de la meditación. En efecto, como nos recuerda el sabio aforismo griego “Conócete a ti mismo”, se precisa de un conocimiento introspectivo para conectar con el Espíritu que vive en nosotros y que puede vislumbrarse mediante la conciencia de unidad. Sin embargo, la filosofía se escindió en dos senderos cognitivos: la epistemología de lo conmensurable y la hermenéutica de lo inconmensurable, es decir, una divergencia entre ciencia y espiritualidad. Tradicionalmente se ha separado la epistemología y a la hermenéutica, puesto que la primera trata de lo conmensurable y la segunda de lo inconmensurable. Sin embargo, hoy en día es posible unir la epistemología y la hermenéutica, permitiendo justificar lo conmensurable y entender lo inconmensurable. Esos dos modos de saber posibilitan vislumbrar una conexión de la filosofía con la espiritualidad, o la ciencia con la metafísica.
Esos dos modos de saber, aprehendidos mediante la conciencia de unidad bajo una visión no-dual, posibilitan la sanación trascendental del ser humano mediante la filosofía transpersonal de Ken Wilber como nuevo paradigma de conocimiento, y es postulada como asignatura educativa para una educación transracional que implemente la razón con el corazón mediante la meditación. Por tanto, la síntesis entre la filosofía transpersonal y la educación transracional es una condición sine qua non para trascender así la crisis de conciencia en la que está inmersa la filosofía occidental. Con ello, podemos concluir consecuentemente que la filosofía transpersonal de Ken Wilber como nuevo paradigma de conocimiento, es un fundamento para una educación transracional de la metafísica para la sanación transcendental del sujeto cognoscente mediante la meditación.
Esa incipiente transracionalidad donde el prefijo “trans” nos impele a ir más allá de la racionalidad, posibilita a este pensador la justificación epistemológica de una filosofía “trans”-personal (más allá del ego), así como una educación “trans”-racional (más allá de la razón), dicho de otro modo, sienta las bases para adentrarnos en la metafísica a partir de experiencias interiores del sujeto cognoscente, tales como las experiencias cercanas a la muerte, la reencarnación, las ciencias noéticas, la psicología transpersonal, las experiencias místicas y la meditación. Dichas cuestiones son estudiadas mediante la metodología científica por cada vez más científicos que se atreven a ir más allá (“trans”) de la racionalidad convencional. Este humilde pensador, en sus procesos investigativos, ha introducido las conclusiones científicas de aquellos investigadores que se han atrevido a transcender la ortodoxa ciencia materialista mediante la incorporación de la espiritualidad en la comprensión del origen y el sentido de la vida más allá de los reduccionismos materialistas y psicológicos, cientificismos dogmáticos que abocan en el nihilismo. Tal es el trasfondo epistemológico que subyace en los siete artículos publicados en revistas científicas y congresos, y que se constituyen en el fundamento epistemológico y pedagógico para la filosofía transpersonal y la educación transracional .
Consecuentemente, la visión espiritual inherente al ser humano precisa de un giro participativo a la espiritualidad, el misticismo y el estudio de las religiones, cuestiones que pertenecen propiamente a la metafísica. Pero el estudio de la metafísica no debe abordarse exclusivamente mediante el uso de la razón, pues esta es solo una expresión simbólica a modo de “mapa” de un territorio más profundo que reside en la profundidad de la conciencia, es decir, inquiere una actitud proactiva hacia la introspección mediante la meditación, dicho de otro modo, emprender un camino ascendente hacia la sabiduría que es propio del cuadrante superior izquierdo de la subjetividad individual, una trascendencia metafísica a la que se puede acceder mediante la meditación, tal como demuestra Ken Wilber:
“Los arquetipos, los auténticos arquetipos, son una experiencia meditativa imposible de comprender hasta que se realice la experiencia. No se trata de imágenes que se muevan en el espacio mítico ni de conceptos filosóficos que existan en el espacio racional, sino de experiencias meditativas que aparecen en el espacio sutil. De modo que la experiencia meditativa puede proporcionarle los datos arquetipos que luego deberá interpretar. Y la interpretación más comúnmente aceptada es que usted está contemplando las formas básicas y los fundamentos del mundo manifiesto, contemplando directamente el Rostro de lo Divino. Como decía Emerson, que los intrusos se quiten los zapatos porque nos adentramos ahora en los dominios del Dios interior.
Pero el hecho es que, para ello [contemplar el Rostro de lo Divino mediante los arquetipos], usted debería llevar a cabo el experimento y descubrir los datos por sí mismo y luego tendría que interpretarlos. Si no lleva a cabo el experimento -la meditación, el modelo, el paradigma- carecerá de los datos necesarios para llevar a cabo la interpretación. Si usted trata de explicarle a alguien que se halle en la visión mágica o mítica del mundo que la suma de los cuadrados de los catetos de un triángulo rectángulo es igual al cuadrado de la hipotenusa, no llegará muy lejos, porque se trata de un algo ajeno al mundo empírico y que carece, en consecuencia, de localización simple. Y no por ello, sin embargo, su afirmación dejará de ser completamente cierta. Usted está realizando un experimento matemático en el interior de su conciencia, una experiencia cuyos resultados pueden ser verificados por quienes lleven a cabo el mismo experimento. Se trata de algo público, reproducible y falsable, de un conocimiento comunal cuyos resultados existen en el espacio racional del mundo y pueden ser fácilmente corroborados por todos aquellos que realicen el experimento. Y esto mismo es aplicable para cualquier otro tipo de experiencia interior de la conciencia, de los cuales la meditación es uno de los más antiguos, estudiados y reproducidos. Mantener, pues, una actitud escéptica es sumamente saludable, pero yo le invito a llevar a cabo ese experimento interior conmigo, a descubrir los datos por sí mismo, y luego le ayudaré a interpretarlos. Pero, en el caso de que no quiera llevar a cabo el experimento, no deberá reírse de quienes sí lo hacen.”
Es gracia a la sapiencia de Ken Wilber como puedo afirmar satisfactoriamente que, la trascendencia metafísica mediante la meditación, es el fundamento para la filosofía transpersonal, la cual es postulada en una cuestión de sentido para la argumentación epistemológica y pedagógica de una educación tranracional como misión espiritual . Solamente de ese modo se me antoja que será posible salvar el abismo cultural de la humanidad desde que Kant diferenció mediante sus Tres críticas al “ello” (ciencia), el “yo” (conciencia) y el “nosotros” (moral), dicho ello en términos socráticos: “Aquel que quiera cambiar el mundo debe empezar por cambiarse a sí mismo”. La integración de esas tres esferas kantianas solo es posible en el interior de cada uno de nosotros mediante la veracidad, la sinceridad, la integridad y la honradez como premisas que deben ser aprehendidas en el camino ascendente de la sabiduría propio del cuadrante superior izquierdo de la interioridad individual.
Sin embargo, Ken Wilber sostiene que todo fenómeno humano consta de cuatro facetas y no puede ser íntegramente comprendido si no se abordan los cuatro cuadrantes:
“El hecho de que el Espíritu se manifieste realmente en los cuatro cuadrantes (o, dicho de modo resumido, en los dominios del “yo”, del “nosotros” y del “ello”) supone también que la auténtica intuición espiritual es aprehendida como el deseo de expandir la profundidad del “yo” a la amplitud del “nosotros” y al estado objetivo de cosas propias del “ello”. En definitiva, proteger y promover la mayor profundidad a la mayor amplitud posible. (…) Esto significa, entre otras muchas cosas, la necesaria emergencia de un nuevo tipo de sociedad que integre la conciencia, la cultura y la naturaleza, y abra paso al arte, la moral, la ciencia, los valores personales, la sabiduría colectiva y el conocimiento técnico.”
Para la emergencia de ese nuevo tipo de sociedad, la trascendencia metafísica mediante la meditación es un imperativo para el despertar espiritual individual. Pero, ¿cómo puede ser posible el despertar espiritual colectivo? ¿Cómo puede realizarse ese tránsito de la espiritualidad individual a la espiritualidad colectiva? De momento, se puede afirmar que "la trascendencia metafísica mediante la meditación" es la puerta de acceso a la "sanación trascendental del ser humano". En efecto, la filosofía académica actual se encuentra en un preocupante estancamiento pues, sus presupuestos científicos mecanicistas y conductistas alejados de la genuina espiritualidad, están en la causa de la crisis de conciencia de la humanidad. Y, como se ha visto hasta aquí, la epistemología de lo conmensurable requiere de una complementación con la hermenéutica de lo inconmensurable: solamente así será factible la "sanación trascendental del ser humano".
- Artículo 18: La sanación trascendental del ser humano
La epistemología de lo conmensurable y la hermenéutica de lo inconmensurable son dos modos de saber que han sido contemplados por los padres fundadores de la relatividad y de la física cuántica y, correlativamente, aluden los mundos antagónicos entre la ciencia y la religión, respectivamente, entre el saber racional y el metafísico, ambos aunados por los “místicos cuánticos” en un racionalismo espiritual adoptado como filosofía transpersonal, y convirtiéndose en un fundamento epistemológico para un nuevo paradigma de conocimiento integrador de la filosofía con la espiritualidad , en el mismo sentido como lo definiera el inconmensurable Kant en su imperativo categórico .
Kant, mediante La crítica de la razón práctica, nos remite a la esfera práctica o razón moral, la interactuación pragmática, la interrelación en términos que tenemos algo en común, es decir, el entendimiento mutuo. El imperativo categórico de Kant, es una excelsa definición racional del amor, todo un racionalismo espiritual cuya aplicación práctica posibilitaría la sanación trascendental. Efectivamente, el pensamiento kantiano debe ser reivindicado y trascendido por el pensamiento occidental, quien remite al “nosotros” como asignatura pendiente : ahí radica el gran fracaso de la actual civilización, la falta de entendimiento y acuerdos para volver a poner al hombre en el centro de nuestro universo, y no simplemente como medio de explotación del hombre por el hombre, una lucha de clases presente en el pensamiento marxista y que, a día de hoy, sigue más vigente que nunca en la historia.
El dualismo entre ciencia y religión (saber racional y saber revelado) que ha permeado a la sociedad occidental, son dos modos de saber que deben ser integrados desde la no-dualidad por el sujeto cognoscente en tanto que debe ser objeto de conocimiento de sí mismo, haciendo asertivo el aforismo griego: “Conócete a ti mismo”. Por un lado, la todavía insuperable filosofía kantiana remite hacia el “nosotros” y, consecuentemente, el camino a seguir es indudable: la introspección de los propios pensamientos hasta alcanzar la pretendida sabiduría (tal como se ha visto en los epígrafes 1 y 2 anteriores: "Empoderamiento" y "Despertar espiritual"). Por otro lado, se requiere de la aplicación práctica de dichos conocimientos mediante el amor. La sabiduría y la compasión son los fundamentos de toda espiritualidad que se precie de ser llamada así, según Ken Wilber: “El camino del Ascenso es el camino de lo Bueno; el camino del Descenso es el camino de la Bondad. (…) Los Muchos volviendo al Uno y uniéndose a Él es lo Bueno, y es conocido como sabiduría; el Uno de vuelta y abrazando los Muchos es Bondad, y es conocido como compasión”.
Sí, efectivamente, El ideal de la sabiduría y el amor son los bálsamos para la sanación trascendental del ser humano, tal como concluyo en mi obra La educación cuántica: “La sabiduría y el amor no pueden ser encapsulados y prescritos por un médico, sino que deben ser aprehendidos consciente y prácticamente por todo sincero buscador de la verdad. Porque no hay mayor verdad que el amor [espiritualidad], y el amor a la verdad es el camino [filosofía]”.
¿Y cómo es posible integrar esos dos modos de saber? La filosofía perenne propugna la trascendencia del ilusorio dualismo entre cuerpo y mente mediante la meditación, logrando así la unicidad del propio ser humano con el universo, un camino de sabiduría que pretendidamente conduce hasta la iluminación según Ken Wilber. En dicho sentido, un equipo de psiquiatras del Hospital General de Massachusetts ha realizado el primer estudio que documenta cómo ejercitar la meditación durante ocho semanas puede afectar al cerebro. Según sus conclusiones, publicadas en Psychiatry Research, la práctica de un programa de meditación durante ocho semanas puede provocar considerables cambios en las regiones cerebrales relacionadas con la memoria, la autoconciencia, la empatía y el estrés. Es decir, que algo considerado espiritual, nos transforma físicamente y puede mejorar nuestro bienestar y nuestra salud.
Concluyendo, pues, la meditación es una herramienta esencial para aumentar la inteligencia emocional, transformar emociones y alcanzar un estado de paz y concentración. Muchos colegios están integrando ya estas técnicas en sus dinámicas educativas en busca de los beneficios que aporta a su alumnado. Una sanación trascendental del ser humano así argumentada contempla una auténtica intuición espiritual o intuición moral básica que debe ser aprehendida con el deseo de expandir la profundidad del “yo” a la amplitud del “nosotros” y al estado objetivo del propio “ello” mediante la asunción de los correspondientes derechos y responsabilidades. Dicho de otro modo, la intuición moral básica se constituye en una ética epistémica que debe ser aprehendida desde la no-dualidad por el sujeto cognoscente para orientar certeramente sus actos, pensamientos y sentimientos. En definitiva, dicha sanación trascendental se sustenta en una cuestión ética con sólidos pilares epistemológicos enmarcados en una antropología filosófica que propugna a la filosofía transpersonal como ciencia de la conciencia y en una alternativa esperanzadora para trascender la crisis de la filosofía occidental.
A pesar de los impresionantes logros de la neurobiología, todavía no han llegado a determinar donde se encuentra el centro de la conciencia. Por tanto, la filosofía transpersonal como ciencia de la conciencia se presenta como esperanzadora para la sanación trascendental del ser humano individual, pero, eminentemente, para la sanación transcendental de la humanidad mediante la meditación, lo cual será argumentado científicamente en el siguiente capítulo.
- Artículo 19: La sanación trascendental de la humanidad mediante la meditación
Como se ha visto anteriormente, la sanación trascendental del ser humano es posible mediante la meditación. En dicho sentido, la meditación se constituye en una experiencia interior, es decir, se experimenta en la subjetividad de cada uno de nosotros, en el cuadrante de la “interioridad individual”. Efectivamente, en nuestro interior es donde debemos hallar las respuestas, donde se nos está permitido contemplar el Rostro de lo Divino, algo que los modernos investigadores desdeñan como “mera metafísica” porque no puede ser demostrado. Una cuestión que Wilber rebate con la siguiente argumentación:
“Pero el hecho es que, para ello [contemplar el Rostro de lo Divino mediante los arquetipos], usted debería llevar a cabo el experimento y descubrir los datos por sí mismo y luego tendría que interpretarlos. Si no lleva a cabo el experimento -la meditación, el modelo, el paradigma- carecerá de los datos necesarios para llevar a cabo la interpretación. Si usted trata de explicarle a alguien que se halle en la visión mágica o mítica del mundo que la suma de los cuadrados de los catetos de un triángulo rectángulo es igual al cuadrado de la hipotenusa, no llegará muy lejos, porque se trata de un algo ajeno al mundo empírico y que carece, en consecuencia, de localización simple. Y no por ello, sin embargo, su afirmación dejará de ser completamente cierta. Usted está realizando un experimento matemático en el interior de su conciencia, una experiencia cuyos resultados pueden ser verificados por quienes lleven a cabo el mismo experimento. Se trata de algo público, reproducible y falsable, de un conocimiento comunal cuyos resultados existen en el espacio racional del mundo y pueden ser fácilmente corroborados por todos aquellos que realicen el experimento. Y esto mismo es aplicable para cualquier otro tipo de experiencia interior de la conciencia, de los cuales la meditación es uno de los más antiguos, estudiados y reproducidos. Mantener, pues, una actitud escéptica es sumamente saludable, pero yo le invito a llevar a cabo ese experimento interior conmigo, a descubrir los datos por sí mismo, y luego le ayudaré a interpretarlos. Pero, en el caso de que no quiera llevar a cabo el experimento, no deberá reírse de quienes sí lo hacen.”
Así, pues, la trascendencia del ilusorio dualismo entre cuerpo y mente mediante la meditación, se constituye en un camino de sabiduría que posibilita la sanación trascendental al lograr paz interior, mejoramiento de la salud y bienestar individual. Sin embargo, también es posible mediante la meditación alcanzar un bienestar colectivo para la humanidad, como se demuestra científica y extensamente en el artículo que encabeza este capítulo.
Por tanto, no vamos a repetir todas las extensas argumentaciones científicas (remito al lector a dicho artículo), pero sí voy a recapitular a modo de titulares los extensos beneficios de la meditación, de la mano de investigaciones científicas.
- El efecto “Super Radiance” de la meditación: es el extraordinario efecto positivo irradiado al resto de la sociedad por un grupo de meditadores especialmente entrenados. Este efecto único solo tiene lugar cuando un número suficiente de estos meditadores forman un grupo para practicar meditación juntos al mismo tiempo y diariamente. La meditación particular requerida para crear este poderoso efecto social es una forma avanzada de Meditación Trascendental conocida como el programa TM-Sidhi. Una característica fascinante del programa TM-Sidhi es que estimula las ondas cerebrales altamente coherentes para el meditador individual o TM-Sidha como se les llama. La importancia de esto es que un cerebro altamente coherente tiene acceso a facultades mentales y emocionales superiores que generalmente se encuentran inactivas cuando el cerebro está en un estado más estresado. Pero eso no es todo. Cuando se realiza en grupo esta meditación TM-Sidhi, no solo genera ondas cerebrales altamente coherentes para cada TM-Sidha, sino que también irradia este poderoso efecto de ondas cerebrales a la población circundante que no medita. Sin embargo, para crear el efecto deseado para cualquier población dada, tenemos que tener números suficientes en el grupo. Super Radiance ocurre en el momento preciso en que los números en un grupo de TM-Sidhas alcanzan un tamaño equivalente a la raíz cuadrada del 1% de una población dada. En ese punto crucial hay una reducción inmediata y dramática de la hostilidad y la violencia dentro de la comunidad anfitriona, así como un aumento en la actividad creativa y la positividad. Este cambio repentino en las tendencias sociales, activado en el momento en que una comunidad llega a Super Radiance, es tan consistente que el efecto se controla fácilmente a partir de estadísticas sociales disponibles al público. El efecto de la Super Radiance inspiró un ambicioso proyecto de investigación de paz global. Aunque el período de estudio duró solo tres semanas desde diciembre de 1983 hasta enero de 1984, los resultados fueron profundamente dramáticos y demostraron una vez más el increíble poder del efecto Super Radiance.
- Beneficios de la meditación según estudios científicos:
*Beneficios de la meditación en la felicidad.
*La meditación combate la depresión.
*La meditación reduce la ansiedad.
*La meditación alivia el estrés.
*Beneficios de la meditación en el cerebro: participar en un programa de meditación de atención plena de 8 semanas parece hacer cambios medibles en las regiones del cerebro asociadas con la memoria, el sentido de sí mismo, la empatía y el estrés.
*La meditación despliega la creatividad.
*La meditación reduce el dolor físico.
*Beneficios de la meditación para fumadores.
*La meditación reduce el riesgo de sufrir una enfermedad del corazón.
Podemos concluir este capítulo afirmando que, los beneficios de la meditación, avalados científicamente, constituyen una puerta de acceso a la espiritualidad, a esa metafísica que, hasta ahora, estaba desahuciada por los materialistas científicos. Dicho de otro modo, la epistemología de lo conmensurable (ciencia) y la hermenéutica de lo inconmensurable (espíritu) hallan un punto de intersección mediante los beneficios de la meditación demostrados científicamente. He ahí, precisamente, en la síntesis de saberes entre la epistemología y la hermenéutica, donde cada cual puede aprehenderse a uno mismo como conciencia de unidad mediante una auténtica intuición espiritual. Y, ello, se constituye entonces en un anclaje epistemológico para considerar a la filosofía transpersonal de Ken Wilber como un nuevo paradigma de conocimiento, cuyo objeto de estudio es la espiritualidad y su relación con la ciencia, así como los estudios de la conciencia.
Dicho despertar espiritual ya no es una cuestión individual solamente, sino también un inherente deber de la colectividad humana, de ahí la necesidad de una educación transracional, pues como se ha visto anteriormente, es posible la sanación trascendental desde la infancia gracias a la aplicación práctica de la meditación en los centros escolares. Y dicho despertar espiritual, tanto individual como colectivo, conduce ineludiblemente a considerar al amor como nuestra única perspectiva de supervivencia en este planeta, una cuestión que pertenece propiamente al estado de conciencia de la 5D.
4 - CONCIENCIA
- Artículo 20: El giro copernicano
Los procesos de empoderamiento (punto 1), despertar espiritual (punto 2) y trascendencia (punto 3), todo ellos en conjunto, conforman un giro copernicano desde la razón hacia la espiritualidad, desde el “ver para creer” (materialismo ilusorio de la 3D) hacia el “creer para ver” (idealismo metafísico: intuiciones y premoniciones, el poder de la imaginación, el poder de la mente para la sanación, la meditación como conexión trascendental y el sentimiento del amor como fuente de creatividad). Dicho giro copernicano es un cambio de paradigma en el modo de vivir, pensar y amar, desde la conciencia personal a la conciencia transpersonal (este punto 4). Por tanto, el giro copernicano así planteado se constituye en un idealismo trascendental postulado en mi obra La educación cuántica , pero, sin embargo, en honor la verdad, todo el mérito le corresponde al inconmensurable Kant. En efecto, en filosofía, el giro copernicano o revolución copernicana hace referencia a la propuesta realizada por Kant para entender cómo es posible el conocimiento sintético a priori que da lugar al Idealismo Trascendental.
Kant explica el cambio que supone su filosofía en la concepción del conocimiento basándose en una analogía con la revolución copernicana. En astronomía, Copérnico comprendió que no se podía entender el movimiento de los objetos celestes con la tesis según la cual la Tierra está en el centro del universo y el Sol y los demás objetos celestes giran a su alrededor; comprendió que para entender el movimiento de los objetos celestes era necesario cambiar la relación poniendo al Sol en el centro y suponiendo que es la Tierra la que gira a su alrededor.
De un modo análogo, Kant considera que en filosofía es preciso una revolución semejante a la copernicana: en filosofía el problema consiste en explicar el conocimiento sintético a priori ; la filosofía anterior a Kant suponía que en la experiencia de conocimiento el sujeto cognoscente es pasivo, que el objeto conocido influye en el sujeto y provoca en él una representación fidedigna. Con esta explicación podemos entender, en todo caso, el conocimiento empírico, pero no el conocimiento a priori pues lo extraordinario de este último es que con él podemos saber algo de las cosas antes de experimentarlas, es decir, antes de que puedan influir en nuestra mente.
Kant propone darle la vuelta a la relación y aceptar que en la experiencia cognoscitiva el sujeto cognoscente es activo, que en el acto de conocimiento el sujeto cognoscente modifica la realidad conocida (en un sentido metafísico más amplio y con ayuda de la mecánica cuántica, es el mismo objetivo que pretende demostrar este ensayo). Según Kant, podemos entender el conocimiento sintético a priori si negamos que nosotros nos sometemos a las cosas, si aceptamos que son más bien las cosas las que se deben someter a nosotros: dado que para conocer un objeto antes ha de someterse a las condiciones de posibilidad de toda experiencia posible, es decir a las condiciones formales –a priori– impuestas por la estructura de nuestras facultades cognoscitivas, es posible saber a priori alguno de los rasgos que ha de tener cuando esté presente ante nosotros, precisamente los rasgos que dependen de dichas condiciones. Por ejemplo, a priori no podemos saber nunca si la figura que vamos a ver en la pizarra es un triángulo, ni las características contingentes de dicha figura (como su tamaño, su forma concreta, etcétera) pero sí podemos saber a priori que si es un triángulo ha de poseer todas las propiedades descritas por la geometría, ya que –según Kant– estas son una consecuencia de la peculiar estructura de nuestra mente, y a ellas se debe someter todo objeto del cual podamos tener experiencia. Estas ideas las resume Kant con la siguiente frase: “solo podemos conocer a priori de las cosas aquello que antes hemos puesto en ellas”.
En resumen, el giro copernicano hace mención al hecho de que solo podemos comprender el conocimiento a priori si admitimos que solo conocemos los fenómenos y no las cosas en sí mismas o noúmenos, si admitimos el Idealismo Trascendental como la filosofía verdadera.
Siguiendo la estela del pensamiento kantiano y merced a la física cuántica, este ensayo propugna asimismo un giro copernicano desde la filosofía tradicional occidental (en la cual Kant ocupa un lugar preeminente) hacia la filosofía perenne, y en cuyo esquema epistemológico se puede apreciar el giro epistemológico desde la dualidad sujeto-objeto mantenida por el materialismo científico, a la no-dualidad del sujeto-objeto a la que aboga el genuino misticismo contemplativo exento de apriorismos dogmáticos procedentes de las religiones. En suma, el verdadero giro copernicano puede apreciarse en la psicología humana -de la psicología tradicional a la psicología transpersonal-, como un viaje iniciático de la transformación interior que ya Platón nos iluminó mediante su alegoría del Mito de la caverna.
Nada nuevo bajo el sol, solo que, ahora, hay que salir de un largo sueño dogmático para que la razón sea iluminada, para que la ciencia por antonomasia sea la ciencia de la conciencia. Hace más de veinte siglos, ya Platón, nos hablaba del Mundo de las Ideas, las mismas que están ahora en pugna entre el racionalismo pragmático y el racionalismo espiritual, un tránsito cognitivo del primero al segundo y que tiene todas las características del viaje metafórico descrito en el Mito de la caverna, como si de una verdad perenne se tratara, y que la sociedad occidental todavía no hubiera aprendido la lección. ¿No sería una sabia solución enseñar bien ello a nuestros descendientes? ¿No sería más conveniente transmitir una educación acorde a los tiempos cuánticos? ¿No son tiempos de una educación cuántica? Pero ello no será una tarea fácil, porque la historia no es lineal. Se producen bucles temporales como bien ha argumentado Hegel:
La filosofía de la historia de Hegel está marcada por los conceptos de las “astucias de la razón” y la “burla de la historia”: la historia conduce a los hombres que creen conducirse a sí mismos, como individuos y como sociedades, y castiga sus pretensiones de modo que la historia-mundo se burla de ellos produciendo resultados exactamente contrarios, paradójicos, a los pretendidos por sus autores, aunque finalmente la historia se reordena y, en un bucle fantástico, retrocede sobre sí misma y con su burla y paradoja sarcástica, convertida en mecanismo de cifrado, crea también ella misma, sin quererlo, realidades y símbolos ocultos al mundo y accesibles solo a los cognoscentes, es decir, a aquellos que quieren conocer.
Ese giro copernicano de la historia del pensamiento tendrá importantes connotaciones en todas las instancias sociales, intelectuales, científicas, políticas, psicológicas y espirituales, porque todas ellas se verán afectadas por la autopoiesis de la naturaleza, consistente en la integración de la razón en el espíritu, respectivamente, una convergencia del saber con el amor. Todo un segundo renacimiento donde las ideas materialistas recibirán un baño platónico, permitiendo que la trascendencia universal se instale en nuestro modo de pensar y en las relaciones humanas.
- Artículo 21: La razón al servicio del amor
El giro copernicano desde el “ver para creer” hacia el “creer para ver”, en términos científicos y psicológicos, equivale a un giro epistemológico desde la razón (dualidad en el que se sustenta el materialismo científico) hacia el amor (no-dualidad en la que todos los seres nos percibimos como Uno).
En efecto, el problema epistemológico desde un punto de vista de la cronología histórica, es que la ciencia se ha adueñado de la razón humana como único método de conocimiento buscando hallar la “verdad” en la naturaleza. Y, por otro lado, las religiones se han apoderado del espíritu, convirtiendo a Dios en un dogma de fe. Con dicha dicotomía entre razón y espíritu, el ser humano sufre una división ontológica entre lo que piensa (razón) y lo que cree (espíritu divino). Y ahí está el gran problema epistemológico de la filosofía occidental. Analicemos pues esa dicotomía que fragmenta al ser humano.
Cuando alguien piensa en Dios (o espíritu), ¿qué operación está haciendo el pensamiento? El sujeto que piensa en Dios (ya sea creyente o ateo), por el acto mismo de pensar, está convirtiendo a Dios en un objeto pensado, es decir, el pensamiento está haciendo un reduccionismo del espíritu inmanente. Dicho de otro modo, Dios que es inmanente, omnipresente y omnisciente es reconvertido en un objeto de pensamiento y, por tanto, su unicidad subyacente en todos los seres vivos del universo es fragmentada.
¿Cómo es posible pensar a Dios si, el pensamiento, es la manifestación inteligible de Dios mismo? Pensar a Dios implica crear un dualismo mediante el pensamiento, pues Dios es intrínsecamente indivisible ya que todo lo integra, hasta nuestros pensamientos. Incluso la física cuántica apunta a la posibilidad de que todos somos uno y remite, por tanto, a esa unidad divina. Consecuentemente, la ciencia cuántica evidencia el fracaso de la razón humana en su intento de crear un dualismo entre el sujeto que piensa y el espíritu como objeto pensado. En última instancia, la grandeza de la mecánica cuántica es hacer patente la presencia de la conciencia como un observador que “ve” y que no puede manipular al objeto, pues sujeto y objeto son una y la misma cosa: Dios ve a través de nuestra conciencia, Dios y tú sois uno; tú y yo somos uno; todos somos uno.
En consecuencia, dicha dicotomía epistemológica entre ciencia y espíritu, solo puede ser trascendida mediante una “filosofía de la mente” como la argumentada hasta aquí: el empoderamiento (punto 1), el despertar espiritual (punto 2) y la trascendencia (punto 3) se constituyen en un proceso evolutivo psicológico y espiritual de la ascensión de la conciencia de cada cual, un proceso de la transformación interior. Dicho de otro modo, el cambio que queremos “ver” en ese mundo que no nos gusta debe empezar por cada uno de nosotros, en el mismo sentido que ya lo dijera el inconmensurable Sócrates: “Aquel que quiera cambiar el mundo, deberá comenzar por cambiarse a sí mismo”.
Entonces, si el cambio comienza por uno mismo, ¿por dónde comenzar? Hay personas quienes pensamos que otro mundo es posible desde el surgimiento de la física cuántica, pues es todo un giro copernicano en la mirada desde el “ver para creer” al “creer para ver”, de la razón a la espiritualidad, de ahí los peyorativamente denominados “místicos cuánticos” por la comunidad científica servil a los poderes fácticos. Sin embargo, son cada vez más los díscolos científicos que escapan del materialismo científico para convertirse en “pensadores cuánticos”, cuyo único pecado es haber aunado la razón con la espiritualidad, no entendida exclusivamente en su acepción religiosa, sino como la intersubjetividad kantiana magníficamente expuesta en su imperativo categórico, un amor también profesado por santos, budas, yoguis o místicos. En suma, se trata de una metamorfosis de la racionalidad pragmática a la racionalidad espiritual, de una trascendencia desde la filosofía tradicionalmente impartida en el actual sistema educativo hacia la filosofía transpersonal: un cambio de paradigma magistralmente argumentado por Ken Wilber en su obra Sexo, Ecología, Espiritualidad.
Las ideas de esos “místicos cuánticos” están alineadas con una visión holística de la naturaleza, en un profundo sentimiento simbiótico y de compasión con todo lo existente en este y otros mundos. Se trata de una experiencia inefable percibida en la propia conciencia, experiencias cumbres para unos, místicas para otros, que da alas para luchar por el librepensamiento y la libertad natural, ambas secuestradas por los poderes fácticos y las religiones, una eterna lucha por la verdad frente a las mentiras, entre la sabiduría y la ignorancia, siempre los perennes contrarios propuestos por Heráclito, como si de un mandato epistemológico por superar se tratara, en el que la humanidad todavía no ha logrado sintetizar la razón con el espíritu, ni sabremos si lo logrará. En cualquier caso, La educación cuántica es una humilde pretensión en dicho sentido.
Este ensayo tiene el propósito de evidenciar que la humanidad se halla ante un nuevo paradigma de conocimiento lo cual requiere, inherentemente, de un revisionismo histórico, social, intelectual, filosófico, espiritual pero, eminentemente, psicológico. Así, dicho revisionismo supone la sanación del ego fragmentado y disociado de la colectividad, la gran esperanza de La educación cuántica para sanar a este decrépito mundo. Para ello, más que nunca serán necesarias las “mentes cuánticas”, aquellas que aúnan la racionalidad con la espiritualidad, las que saben que todo conocimiento surge de la profundidad de todo ser humano cuando se pone la razón al servicio del amor. Porque bastan unos pensamientos positivos para sanar al ego herido, y sanar también de paso a ese mundo de ahí fuera.
- Artículo 22: El camino ascendente hacia la sabiduría
1 - El giro copernicano hacia la sabiduría
Con el giro copernicano de la razón al servicio del amor, el viaje de la transformación interior se convierte, entonces, en un proceso psicológico y espiritual que requiere una ascensión de nuestra conciencia con la sabiduría adquirida mediante la razón para, acto seguido, ponerla al servicio de los demás mediante una compasión que abrace a todos los seres por igual. En suma, se trataría de vivir en la conciencia de unidad, una característica propia de la conciencia transpersonal. Y dicho camino de ascensión espiritual individual es una experiencia mística que puede lograrse mediante la meditación como ciencia trascendental.
2 - Sabiduría versus ignorancia: otra dualidad
Pero, adquirir la sabiduría mediante la razón, no es un proceso baladí, pues hay que lidiar con la ignorancia y sus consecuencias epistemológicas, con la ingeniería social y mental, con la manipulación económica, social y política, y con el enemigo invisible de la humanidad. Así pues, El ideal de la sabiduría, debe transcender diversos velos de la percepción hasta que el ego trascienda los sistemas de creencias arraigados en nuestro inconsciente (individual y colectivo) hasta dejar en evidencia todas las mentiras económicas, políticas y epistemológicas que impiden a nuestra conciencia ser libre con conocimiento de causa.
Es así como, cada cual, está envuelto en la búsqueda del sentido de la vida mediante el viaje de su propia transformación interior (consciente o inconscientemente) y que, en este trabajo de investigación, he intentado sintetizar como “Filosofía de la mente”. Y si una cosa debemos hacer con nuestra mente es imitar a la sabia naturaleza hasta alcanzar una sabiduría propia que procure la sanación espiritual.
3 - La sanación espiritual
Para dicha sanación espiritual, es pertinente comprender que no hay caos en el universo, pues en todo caos hay un orden, sin embargo, imperceptible dicho orden para la mayoría de mis coetáneos. La sociedad de la ignorancia nos puede llevar, literalmente, al caos, a un genocidio globalizado como el que asistimos con esta falsa pandemia. Por tanto, el caos es sinónimo de ignorancia, es la ausencia de sabiduría colectiva. ¿Entonces, cómo poner orden entre tanto caos? Cada cual debe buscar su propio orden interior y, como se ha visto en este trabajo de investigación, el empoderamiento (punto 1), el despertar espiritual (punto 2) y la trascendencia (punto 3) mediante la meditación, son las herramientas psicológicas y espirituales que nos pueden llevar a comprender que, poner en orden nuestras ideas, es la única alternativa para alcanzar la sabiduría. Es decir, así como el caos es a la ignorancia, el orden es a la sabiduría. Y cuando se alcanza dicha sabiduría mediante el uso de la razón, el mecanismo de resistencia anclado en el “ver para creer” se desactiva y se produce el giro copernicano hacia el “creer para ver”: comprendemos nuestra propia transformación interior mediante el empoderamiento de nuestros pensamientos, lo cual implica acto seguido un despertar espiritual que lleva a la trascendencia de la razón hacia el amor y, así, nos rendimos a la evidencia que la máxima expresión de sabiduría es puro amor. Porque el saber sin amor, es puro egoísmo, y la causa de tanto sufrimiento en este mundo.
4 - La sabiduría es amor
Concluyendo, la sabiduría y el amor no pueden ser encapsulados y prescritos por un médico, sino que deben ser aprehendidos consciente y prácticamente por todo sincero buscador de la verdad. Porque no hay mayor verdad que el amor (espiritualidad), y el amor a la verdad es el camino (filosofía), todo un reto de integración entre la razón (yo) y el espíritu (nosotros) con la salvaguarda de la naturaleza (ello). Integrar el Gran Tres es el reto todavía pendiente para la humanidad desde que fue diferenciado por Kant mediante sus Tres críticas. El gran mérito de Wilber desde la perspectiva de la historia de la filosofía, es haber delineado los cuatro Rostros del Espíritu mediante los cuatro cuadrantes, es haber cartografiado los caminos de la evolución de la conciencia y haber señalado la profundidad que debe ser descubierta por cada uno de nosotros mediante la meditación. Wilber también nos describe un mundo chato dominado por el materialismo científico que impide con su dogmatismo epistemológico la integración con el Espíritu. No obstante, Wilber nos deja un análisis hermenéutico de la historia del pensamiento y de la evolución de la conciencia como pocos en el mundo, no en vano, es considerado como el “Einstein” de la conciencia.
Mi humilde labor en esta serie de artículos es apoyarme en el andamio epistemológico y hermenéutico estructurado por este inconmensurable pensador contemporáneo y, cuya obra, está siendo marginada por el establischment académico oficial. En la historia de la filosofía ha habido inconmensurables pensadores como Aristóteles, Platón y Kant entre los más grandes. Wilber no debería ocupar un rango menor pues su extensa y exhaustiva obra incluye y trasciende a todos los anteriores pensadores a él. Una trascendencia que solamente puede ser experimentada e interpretada en la profundidad de la conciencia mediante la meditación.
Como apunta Wilber, todo cambio se presenta bajo los cuatro cuadrantes, y por tanto, habrá que comenzar a pulir el diamante en bruto que todos nosotros tenemos en el fondo de nuestro ser (“yo”, interior individual) mediante la veracidad, la sinceridad, la integridad y la honradez, un sendero de sabiduría que permitiría la integración de todos “nosotros” en una comprensión mutua (interior colectivo) y, entre todos, cambiar entonces el ajuste funcional de un sistema social (“ello”, exterior individual y colectivo) inmerso en un mundo chato o “viejo mundo”. Así fue como anduve un camino intentando rastrear la disociación entre el “yo”, el “nosotros” y el “ello” en este convulso mundo que nos ha tocado vivir.
Deseo finalizar este trabajo monográfico sobre "La filosofía de la mente para la transformación interior" con una cita que encabeza mi obra La educación cuántica. Se trata de una cita de René Descartes (1596-1650), por antonomasia, el padre del racionalismo. Dice así:
“Para alcanzar la verdad, es necesario, una vez en la vida, desprenderse de todas las ideas recibidas, y reconstruir de nuevo y desde los cimientos todo nuestro sistema de conocimientos”