LA EDUCACIÓN QUE TRASCIENDE DE LAS AULAS
Un artículo de Elvira Fernández Pena, profesora de música.
La educación, como elemento vivo en evolución constante, nos muestra a diario nuevas facetas y extensiones de sí misma. Años ha, que no es una institución rígida que se encierra en aulas y encerados, que se transmite unidireccionalmente y en exclusividad desde el libro o la escuela. Por el contrario y de hecho, evoluciona a pasos agigantados desde la educación no formal, desde el acompañamiento de las familias y con el apoyo de las nuevas tecnologías, desde las voces de la reflexión y de la inteligencia colectiva.
Citando a Inmanuel Kant: "La educación es el desarrollo en el hombre de toda la perfección de que su naturaleza es capaz."
La simple y pura transmisión de conocimientos no es educación propiamente tal y como la vivimos en la actualidad, no es la explotación óptima de recursos, no es el aprovechamiento total de la materia prima de la que disponemos y este es el principal motivo por el cual a día de hoy, la educación transciende de las aulas.
TRASCENDENCIA EDUCATIVA
Pero déjame que comience con esta historia budista que probablemente conozcas. La parábola del elefante.
Un grupo de personas invidentes querían saber cómo era un elefante. En el momento en que toparon con uno, emplearon sus sentidos en analizar al animal con lo que llegaron a las siguientes conclusiones:
El que tocó sus orejas, dijo que un elefante era como un abanico.
El que halló sus colmillos, dijo que un elefante era una lanza.
Aquel que se topó con su costado, declaró que un elefante era una como una pared.
El que sostuvo su cola admitió que el elefante se parecía a una serpiente.
Y el que sintió su rodilla dijo que era como el tronco de un árbol.
El caso es que ninguno de ellos tuvo acceso al animal entero, con lo cual ninguno supo con toda certeza lo que era un elefante. Esta parábola se emplea para expresar la relatividad, la necesidad de comunicación y la importancia del respeto a las perspectivas de cada uno.
En la educación pasa un poco lo mismo que con el elefante de la parábola. Por un lado están los docentes que se encargan de lo pedagógico y por otro lado las familias que se encargan de lo emocional y de los valores, del afecto y de la tradición. También tenemos la cultura, que muestra su influencia desde la evolución de las nuevas tecnologías, desde la música, el arte, las expresiones humanas, etc. Y en la actualidad, mil condicionantes más que añaden su versión de lo que debiera ser educativo y necesario para el desarrollo integral del niño.
La moraleja que se desprende de la historia de los invidentes y el elefante es que no se puede tener una certeza de algo si no se tiene una visión general y completa del todo sometida a análisis. En el caso del elefante es relativamente fácil, desde nuestra visión completa (teniendo en cuanta también que hasta que se tiene uno delante, tampoco se conoce igualmente); pero en el caso de algo cambiante y complejo como es el proceso educativo, esto resulta ser mucho más difícil.
En los últimos años, solapamos nuestros conocimientos educativos de un modo u otro sin el menor ánimo de intrusismos, pero ahí estamos. Los valores y la educación emocional que parecían relegadas a la educación en familia, han pasado a ser un importante pilar de la educación formal. Así mismo, las familias de hoy, con una alta demanda de conocimientos, más formadas, más preparadas, más concienciadas y motivadas con la educación de sus hijos han pasado a formar una parte activa de la educación reglada, mediante su opinión y su participación diaria en el proceso. Si en esta ecuación metemos a Google, como sabes la resolución del problema se complica. Nuevas tecnologías, extraescolares, centros culturales, cine y televisión, literatura, ludotecas, bibliotecas, conciertos, teatro y mil formas de acceder al conocimiento también se suman a lo que hoy en día se puede valorar como educativo.
Y yo me pregunto, ¿estamos dando palos de ciego?
REFLEXIÓN EDUCATIVA
Para alguien que como yo se pasa el día reflexionando sobre la sociedad y sobre cómo es posible su transformación mediante la educación, la moraleja es más que clara. Si todos los invidentes se unen y comparten sus conclusiones, tendrán la idea más aproximada de lo que supone un elefante. Pero claro, esto en la realidad es difícil de atender. Porque un abanico es totalmente diferente al tronco de un árbol y aun así, ¡los dos son elefante!
Por este motivo, escribo.
Es el momento de compartir cada visión del elefante y hacer que la educación se muestre en su versión más completa. Que se conozca la voz del maestro, que trascienda del aula su influencia. Que educar no sea una simple transmisión de conocimientos sino también una filosofía social. Que nuestras ideas vayan acordes con nuestro trabajo y que la educación sea más que lo que mostramos en la aulas. Y que trascienda la opinión de las familias, que participen más activamente en la educación de sus hijos, y no solamente en lo relativo a la mera transmisión de valores sino también en relación al conocimiento.
No existe una única escuela. Al menos, así aprendí yo hasta donde conozco. Un día en una granja, una tarde en el río, un viaje, pueden ser más educativos que la hora de ciencias. Un padre o una madre que son ingenieros pueden aportar a la clase de matemáticas tanto como el docente y quizás te sorprenda hasta qué punto su creatividad aporta el elemento diferenciador. Y así, mil ejemplos. Educar debiera ser un trabajo en equipo, donde cada elemento fuera importante.
Si pienso en el futuro que marcará los pasos en educación, concluyo en que la manera más acertada estará en abrir sus puertas y salir. Sacar a los niños fuera para que puedan ver el elefante. Y entrar. Dejar entrar al elefante. Dejar entrar a la gente en la escuela, porque educar es algo que no puede ser privilegio del docente.
Cuando era estudiante de magisterio, para explicarnos lo que suponía la educación no formal, el profesor de didáctica de la educación nos ponía también un ejemplo con un elefante. Para conocer un elefante, decía no con estas palabras, lo normal no es meter al elefante en las aulas sino salir afuera con los niños e ir al zoo. Yo jamás contradeciré a un maestro excelente y un pensador como he conocido pocos, pero la sociedad ha cambiado, y ya es hora de pasear al alefante...