"La conciencia, esa gran desconocida y, paradójicamente, tan presente en nosotros como ausente en el mundo"
(Amador Martos)
Dualidad y no-dualidad



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Ponencia en el VIII Congreso Internacional CESPE 2023, relacionada con este trabajo de investigación

Ponencia en la 3ª edición del Diplomado Internacional de Pedagogías Emergentes, relacionada con este trabajo de investigación

Resumen de la anterior monografía: 3 - DIOS EN LA CIENCIA

El criterio de demarcación entre ciencia y religión, o la relación entre la ciencia y Dios, ha sido un arduo debate en la filosofía de la ciencia occidental. El ejemplo más emblemático ha sido la posición contrapuesta entre Richard Dawkins y Rupert Sheldrake, respectivamente, con sus obras El espejismo de Dios y El espejismo de la ciencia.

Sin embargo, lo que pocos ortodoxos científicos caen en cuenta es que la física cuántica desintegró la “rígida estructura” del conocimiento dualista en la que se sustenta el materialismo científico. Y que, la consideración de la filosofía perenne (filosofía del misticismo) desde el surgimiento de la filosofía cuántica, inauguró una nueva época en la que cada vez más científicos integraron a Dios en la ecuación del conocimiento.

En dicha línea de pensamiento, el biólogo Bruce Lipton con su obra La biología de la creencia, asestó un golpe definitivo al darwinismo oficial al afirmar que no somos víctimas de nuestros genes sino los dueños y señores de nuestros destinos, a la vez que proporcionó las bases para la ciencia y la filosofía de las medicinas alternativas, así como para la sabiduría espiritual. Bruce Lipton se define a sí mismo como un científico espiritual, y que debemos considerar al espíritu si queremos mejorar nuestra salud mental y física.

Bruce Lipton es un ejemplo muy relevante en la integración de Dios en la ciencia, pero es digno de considerar a otros pensadores como, por ejemplo, Fritjof Capra, cuyas numerosas publicaciones establecieron las relaciones entre el universo descubierto por la física moderna y el misticismo antiguo, principalmente oriental. También Ken Wilber, en su obra El espectro de la conciencia, realiza una síntesis de religión, física y psicología, refutando la filosofía del materialismo. Del mismo modo, Wilber en su obra Ciencia y Religión, muestra de qué manera la ciencia es perfectamente compatible con las grandes tradiciones espirituales del mundo y abre con ello la visión occidental a las grandes tradiciones de la sabiduría perenne. Wilber es un pionero en establecer que existen dos modos de saber: el saber científico (epistemología de lo conmensurable) y la perenne espiritualidad (hermenéutica de lo inconmensurable).

La contienda ideológica entre la ciencia y la espiritualidad, entre el saber empírico y el saber revelado, entre la razón y el espíritu, es resuelta mediante esos dos modos de saber: el conocimiento simbólico (dualidad entre sujeto-objeto) y el misticismo contemplativo (no-dualidad entre sujeto-objeto). El modo espiritual de conocimiento ha sido peyorativamente tildado como “misticismo cuántico” por los escépticos materialistas científicos, sin embargo, argumentado como un nuevo paradigma de conocimiento en mi obra La educación cuántica.

Con lo anteriormente expuesto, es imperativa una nueva cosmología entre ciencia y espíritu, ya que la historia del pensamiento ha devenido dogmáticamente en una filosofía materialista y en reduccionismo psicológico al dejar a Dios fuera de la ecuación del conocimiento. Las diferentes interpretaciones de la mecánica cuántica que aúnan ciencia y espiritualidad mediante la recuperación de la filosofía perenne, posibilitan fortalecer el movimiento transpersonal como “cuarta fuerza” psicológica. Esa trascendencia holística desde la razón hacia el espíritu permite la tan deseada integración del “yo” (subjetividad), el “nosotros” (intersubjetividad cultural) y el “ello” (ciencia y naturaleza) que fueron diferenciados por Kant mediante sus Tres críticas.

La aprehensión cognitiva de todo lo argumentado como criterio de demarcación entre ciencia y espiritualidad, se constituye en un nuevo paradigma de conocimiento amparado en la filosofía transpersonal como disciplina que estudia la espiritualidad y su relación con la ciencia, así como los estudios de la conciencia, cuestión argumentada pedagógica y epistemológicamente en mi obra La educación cuántica.

La ciencia clásica se construyó con el método cartesiano de analizar el mundo descomponiéndolo en partes: un reduccionismo determinista del universo relacionado con la imagen de la naturaleza funcionando como un reloj preciso, una idea muy querida por Einstein. Sin embargo, desde el surgimiento de la física cuántica, esa figura mecánica y determinista ya no es posible, en palabras de Hawking: “ Dios juega a los dados con el universo”.

Si una cosa queda clara, es que el milagro de la vida sigue siendo un misterio por resolver, y que la ciencia materialista ha quedado obsoleta si no es con la contemplación de nuestra relación con Dios. En la siguiente monografía analizaremos esa relación de Dios con el misterio de la vida.


1- EL MISTERIO DE LA VIDA

La paradoja de nuestro tiempo es que la física cuántica remite al sujeto cognoscente como centro del universo por conocer, remitiendo a su profundidad intelectual y espiritual. Así fue como en los años setenta del siglo pasado, el doctor en física teórica Fritjof con su obra El Tao de la física, explora los paralelismos entre la física cuántica y los principios del aprendizaje místico oriental.

Fritjof Capra considera que en el intento por comprender el misterio de la vida, el ser humano ha seguido diferentes caminos, entre ellos el del científico y el del místico, una cuestión vista en los dos modos de saber de la mano de Ken Wilber. La tesis que plantea Capra es: los conceptos de la física moderna llevan a una visión del mundo muy similar a la de los místicos de todas las épocas y tradiciones. La finalidad del ensayo es explorar la relación entre tales conceptos, motivado por la creencia de que los temas básicos que utiliza para comparar la física con el misticismo serán confirmados, más que invalidados por futuras investigaciones. Capra aclara la naturaleza del conocimiento que se va a comparar y el lenguaje en el cual ha sido expresado dicho conocimiento. Compara el conocimiento racional con el intuitivo: en la física se utiliza el método científico y como técnica la experimentación; en el misticismo el método es el yoga o la devoción y la técnica, la meditación. Una magistral lección de Capra.

Así, son cada vez más los científicos que se alinean con dicha visión que aúna la ciencia con la espiritualidad, como es el caso de Amit Goswami, uno de los pensadores pioneros en ciencia y espiritualidad. Lleva enseñando física cuántica desde hace más de treinta años. Fue profesor de Ciencia Teórica en la Universidad de Oregón, y actualmente es investigador residente en el mundialmente reconocido Instituto de Ciencias Noéticas. Goswami es autor de numerosos libros, entre los que se encuentra La física del alma , una obra donde la ciencia y el alma se dan la mano. El doctor Amit Goswami utiliza el lenguaje y los conceptos de la física cuántica para estudiar y demostrar científicamente las teorías metafísicas de la reencarnación y la inmortalidad. En su otra obra La ventana del visionario: física cuántica para la iluminación espiritual, nos ayuda a comprender el modelo de realidad de la física cuántica y las profundas creencias de las milenarias tradiciones espirituales y religiosas del mundo, demostrando que se apoyan esencialmente las unas a las otras. El resultado es una visión cosmogónica amplia, excitante y rica que integra por primera vez en un sistema coherente mente, espíritu y ciencia. En Ciencia y espiritualidad: una integración cuántica, Goswami muestra no solo que las paradojas de la física cuántica pueden resolverse tomando como base un universo espiritual, sino también las paradojas de la vida, la mente y la salud. Con una igualmente competente exposición de teoría científica y datos experimentales, y prácticas y cosmologías espirituales, nos conduce a una exploración científica de la espiritualidad realmente impresionante. Se abordan incluso ideas relativas a la supervivencia después de la muerte, la reencarnación y la inmortalidad. Las monumentales tradiciones de la India, el Vedanta, el Yoga y el Tantra se tornan vivas en su conexión con esta nueva ciencia en el seno de la conciencia. En la obra Dios no ha muerto, Goswami demuestra que la existencia de Dios se puede descubrir a través de los indicios que nos ofrece la física cuántica, ayudando a superar el condicionamiento materialista basado en el paradigma newtoniano, y a liberarse de él mediante la comprensión y la experiencia cuántica. En dicha obra, aboga por un activismo cuántico que nos lleve a una vida equilibrada y a una visión integral y a experimentar la naturaleza de la realidad, la existencia del alma, el poder de los sueños, la universalidad del amor, la posibilidad de la percepción extrasensorial y la propia mente de Dios.

Desde luego, hay una revolución en marcha en la ciencia, un genuino cambio de paradigma. Mientras que la ciencia tradicional se mantiene en su visión materialista, cada vez crece un mayor número de científicos que apoyan y desarrollan un nuevo paradigma basado en la supremacía de la conciencia. Estamos en los albores de dejar de ver a la mente humana como puramente biológica sino abierta a otras interpretaciones con connotaciones cuánticas, es decir con conexión al universo entero.

Imperceptiblemente todavía para muchos, hay un subyacente cambio de paradigma pensativo: la contraposición entre la racionalidad y la espiritualidad, de un modo psicológico e histórico, ha consistido en el sometimiento de la razón a la fe religiosa durante más de veinte siglos. Sin embargo, la supremacía espiritual en manos de las religiones está puesta en cuestión por los propios científicos, como Fritjof Capra, Amit Goswami, Rupert Sheldrake, Joe Dispenza, Jean-Pierre Garnier Malet, por citar solo algunos pensadores que nos proporcionan una renovada racionalidad envuelta en una espiritualidad cuántica. Sin olvidar en ese viaje espiritual, a la psicología transpersonal (Jung, Maslow, Grof, etcétera), ni a Ken Wilber como propulsor de la filosofía transpersonal.

En ese viaje espiritual, los científicos peyorativamente denominados como “místicos cuánticos” desde el materialismo científico, están despejando el horizonte del conocimiento y la espiritualidad mediante un activismo cuántico que proporciona una renovada visión de la naturaleza, del ser humano y del universo.

Una vez despejado el criterio de demarcación entre ciencia y espiritualidad, podemos establecer dos conclusiones muy evidentes:

-El materialismo científico es una verdad a medias, pues solo obtiene el conocimiento a través de los ilusorios sentidos, aunque, no por ello, hay que desmerecer el método científico como camino de investigación. Bien al contrario, el camino descendente de la razón hacia la materia ha fracturado al ser humano al separarlo del camino ascendente hacia Dios, una búsqueda de Dios que no debe estar en la dualidad exterior sino, más bien, en la profundidad de cada cual, en una inmersión mística como experiencia individual e intransferible.

-En segundo lugar, y fruto de la anterior conclusión, habrá que investigar y comprender racionalmente cómo se puede trascender esa fractura dualista entre la ciencia y Dios, entre la razón y el espíritu, y a ello va dedicado el siguiente artículo.


2 - DUALIDAD Y NO-DUALIDAD: ¿DÓNDE ESTÁ EL MISTERIO?

La pregunta fundamental es: ¿Cómo superar la fractura dualista entre la ciencia y Dios? Como ya se argumentó en el artículo Dios en la dialéctica histórica-cultural, la única solución estriba en la unión de la sabiduría y la compasión, cuando los ascendentes y descendentes se reconcilien bajo el sustrato de la auténtica espiritualidad no-dual entre Dios y la divinidad. Así pues, solamente se puede trascender la fractura dualista entre la ciencia y Dios volviendo a una unificación no-dual de la razón y el espíritu en la propia consciencia del sujeto, un trabajo por cierto nada fácil como tendremos la oportunidad de ver más adelante. De momento, veamos cuales son los límites racionales a los que nos lleva pensar acerca de la dualidad y la no-dualidad.

En la página 38 del prólogo de LA EDUCACIÓN CUÁNTICA , se halla el esquema epistemológico, el cual ha requerido 710 páginas de profusa argumentación. No obstante, voy a tratar de sintetizar dicha investigación en un lenguaje lo más explícito y sencillo posible. Vamos allá.

1 - Dualidad entre razón y metafísica

Nadie puede poner en duda que el ser humano está dotado de razón y espíritu, excepto los escépticos materialistas científicos quienes niegan a la metafísica misma. La metafísica, aunque problemática, es inevitable: el ser “humano” (cualquier ser con determinado grado de consciencia) es un ser metafísico, y la desaparición de la metafísica solo es posible con la desaparición del humano (o vivos semejantes de otros planetas). Una de las características del siglo XX ha sido la crítica sin contemplaciones a este tipo de filosofía eterna y sistemática que asociamos al término metafísica. Y, sin embargo, nada más actual que las cuestiones metafísicas. No hay manera de evitar que una y otra vez vuelva ese tipo de preguntas primeras sobre Dios, el hombre o el mundo, que quieren saber qué es lo que podemos conocer, qué es lo que debemos hacer o qué es lo que nos cabe esperar.

Tradicionalmente, la razón ha sido la herramienta por antonomasia que nos ha permitido conocer el mundo mediante la filosofía y la ciencia. En la razón interviene un sujeto que piensa (yo) en algo pensado (objeto). Es decir, cada vez que surge un pensamiento, se produce un dualismo entre el sujeto que piensa y el objeto pensado. Dicho de otra manera, la razón quiere conocer a la naturaleza (fisiosfera), a la naturaleza biológica (biosfera) así como a la naturaleza humana (noosfera), por no hablar de la teosfera (divinidad). Toda la filosofía occidental está sustentada en el dualismo que divide al ser humano entre ese mundo interior que pregunta y ese otro mundo exterior por conocer.

Por otro lado, tenemos al espíritu. Según las posturas religiosas tanto exotéricas como esotérica, el espíritu (o Dios) es inmanente a la naturaleza, es decir, está presente en toda manifestación física (nuestro planeta, galaxias y el universo en general); también Dios es omnipresente, es decir, está presente entre todos nosotros, pero también ha sido presente en el pasado y, cómo no, lo estará en el futuro. El espíritu es también omnisciente, es decir, está presente en toda inteligencia manifestada y, particularmente, en la humana mediante la razón.

Consecuentemente, el ser humano está dotado por un lado de una razón que divide al mundo en su intento de conocerlo (recuerde: un sujeto que piensa al mundo como objeto), lo cual crea un dualismo. Y por otro lado, todo ser humano tiene acceso al espíritu que mora en el interior de todos nosotros.

2 - El problema epistemológico

El problema desde un punto de vista de la cronología histórica, es que la ciencia se ha adueñado de la razón humana como único método de conocimiento humano buscando hallar la “verdad” en la naturaleza. Y por otro lado, las religiones se han apoderado del espíritu, convirtiendo a Dios en un dogma de fe. Con dicha dicotomía entre razón y espíritu, el ser humano sufre una división ontológica entre lo que piensa (razón) y lo que cree (espíritu divino). Y ahí está el gran problema epistemológico de la filosofía occidental. Analicemos pues esa dicotomía que fragmenta al ser humano.

Cuando alguien piensa en Dios (o espíritu), ¿qué operación está haciendo el pensamiento? El sujeto que piensa en Dios (ya sea creyente o ateo), por el acto mismo de pensar, está convirtiendo a Dios en un objeto pensado, es decir, el pensamiento está haciendo un reduccionismo del espíritu inmanente. Dicho de otro modo, Dios que es inmanente, omnipresente y omnisciente es reconvertido en un objeto de pensamiento y, por tanto, su unicidad subyacente en todos los seres vivos del universo es fragmentada.

¿Cómo es posible pensar a Dios si, el pensamiento, es la manifestación inteligible de Dios mismo? Pensar a Dios implica crear un dualismo mediante el pensamiento, pues Dios es intrínsecamente indivisible ya que todo lo integra, hasta nuestros pensamientos. Incluso la física cuántica apunta a la posibilidad de que todos somos uno y remite, por tanto, a esa unidad divina. Consecuentemente, la ciencia cuántica evidencia el fracaso de la razón humana en su intento de crear un dualismo entre el sujeto que piensa y el espíritu como objeto pensado. En última instancia, la grandeza de la mecánica cuántica es hacer patente la presencia de la conciencia como un observador que “ve” y que no puede manipular al objeto, pues sujeto y objeto son una y la misma cosa: Dios ve a través de nuestra conciencia, Dios y tú sois uno; tú y yo somos uno; todos somos uno.

3 - El misterio de la no-dualidad

Dicha unidad intrínseca donde Dios y el sujeto pensante se reconocen como unidad es conocida como misticismo contemplativo en la filosofía perenne, y cuya máxima devoción es expresada mediante el amor: se trata de una conciencia de unidad desde un estado de no-dualidad. Dicho de otro modo, yo como sujeto pensante ya no divido al espíritu entre un sujeto que piensa y Dios como objeto pensado. Cuando hacemos esa división, estamos creando un dualismo que genera un estado de ilusión al creer erróneamente que nuestra personalidad (lo que pensamos que somos: nuestro ego) puede apoderarse del mundo, y de ahí surge el sufrimiento propugnado por la razón porque nos apartamos de la unidad divina.

El ego, en su ilusión de estar separado del espíritu, vive como en un sueño y se lanza a la conquista del mundo mediante el poder, el dinero, la fama, las posesiones, etcétera y, así, se genera un sufrimiento mediante el apego a los sentidos físicos, lo cual nos aparta del camino de la conciencia de unidad y del amor a nuestros semejantes. Ahí reside todo el misterio de la vida. Un misterio que los materialistas científicos niegan pues niegan la existencia misma del espíritu. Un misterio que los dirigentes de las religiones ocultan a sus fieles ya sea conscientemente con el objetivo de manipularlos, ya sea inconscientemente por ignorancia de las tesis aquí defendidas.

4 - La experiencia mística

Ahora que el misterio ha sido desvelado, ¿cómo debemos enfrentarnos a esa nueva realidad? Lo difícil y más conveniente es dejar de pensar dualmente, es decir, no pensar en el espíritu (o Dios) como algo alejado o ajeno a uno mismo, sino como conciencia de unidad (donde el espíritu y nosotros somos uno). Dicho de otro modo, la experiencia mística (es decir: no-dual) sería la actitud correcta. ¿Y qué compromiso implica ello?

Muchas respuestas acerca de la no-dualidad pueden ser halladas aquí en esta página de la mano de muchos sabios, quienes han experimentado de un modo similar dicho tránsito desde la dualidad a la no-dualidad. No obstante, explicado de un modo sencillo, la no-dualidad implica aceptar a los demás como son, con sus virtudes y sus defectos, implica aceptar que todo lo que ocurre en nuestra vida es una oportunidad para aprender una lección, implica que no debemos forzar las cosas mediante nuestro ego, sino pedir respuestas a nuestras más profundas preguntas y, ello, en una atmósfera sagrada inherentemente asociada a una actitud ética.

5 - La meditación

Cuando aprendamos a vivir en la no-dualidad, entonces, estaremos preparados para vivir en el “no esfuerzo”, es decir, que nos llegarán señales o respuestas a nuestras peticiones, lo que Carl Jung acuño como “sincronicidades”, siempre y cuando sintamos al espíritu (o Dios) como algo interno y no como un objeto de nuestro pensamiento. Entonces viene la gran pregunta: ¿qué hacer para vivir acorde al desvelamiento de dicho misterio? La meditación y el silencio interior son el camino.

La meditación es un retiro de la vida exterior hacia el mundo interior, es aislarnos por unos momentos del ajetreo diario para adentrarnos en la contemplación del Ser. Y la práctica de la meditación es un camino espiritual consciente de nuestra unión con el espíritu (o Dios). No se trata de una “reflexión” con Dios, ni un pensamiento sobre Dios, sino sentirse uno con Dios mientras meditamos, es decir, vemos el “rostro” de Dios mediante arquetipos o señales que nos son desvelados mediante la meditación. Platón ya lo expresó certeramente: “La filosofía es un silencioso diálogo del alma entorno al ser”.

6 - El camino ascendente hacia la sabiduría

Probablemente lo explicado hasta aquí sea algo difícil de comprender mediante la “razón”, pero si cree que lo explicado hasta aquí es posible, entonces le invito a la posibilidad de iniciar un camino de sabiduría en la experiencia del Dios interior mediante la meditación. No se trata de un Dios “pensado” o basado en la “fe”, sino experimentado las 24 horas del día cuando el camino espiritual se convierte en un propósito de vida. En ese camino espiritual se hallarán a personas que sentirán sus mismas experiencias y que pueden ser compartidas.

Cuando se abandona a la dualidad como camino existencial basado en un mundo de ilusión, creencias o simple fe, y se reconvierte a uno mismo a la no-dualidad, entonces, se estará en presencia de la divinidad y cada cual será el creador de su propia realidad para alcanzar la libertad y felicidad: el objetivo por antonomasia perseguido por todo ser humano.

7 - El camino descendente: la compasión

Una libertad y una felicidad que solo pueden hallarse cuando coincidan con la libertad y a felicidad de los demás seres humanos a través del amor. Por eso mismo dijo Jesucristo: “Ama a los demás como a ti mismo”. Aquí está el secreto de toda enseñanza referida al misterio de la vida. El espíritu vive en nosotros, se expresa a través de nosotros, y nosotros somos la expresión de su amor divino como unidad. Y ese camino espiritual no se puede alcanzar simplemente con la razón (dualidad entre un sujeto pensante y un Dios pensado), sino con la experiencia de la no-dualidad donde todos somos una expresión del espíritu divino. Se trata de un genuino misticismo vivido conscientemente mediante el amor y desde el silencio, un camino de sabiduría que nos adentra en el misterio de la vida.

8 - La sanación trascendental del ser humano

Aquí acaba esta reflexión. Puede aceptar o rechazar todo lo dicho hasta aquí. Puede incluso investigar, como lo he realizado yo a través de mis diversas publicaciones. Haga lo que haga, será su propio camino hacia Dios o el espíritu. Pero, decida lo que decida, el hecho mismo que lea este artículo ya es de por sí una situación de no-dualidad donde, sencillamente, lo que tenía que ocurrir ha ocurrido, aunque nuestra razón no alcance a escrudiñar la verdad más allá de nuestros sentidos físicos. Y, aunque “los caminos del Señor son inescrutables”, el actual estadio evolutivo de la humanidad permite vislumbrar la integración de la epistemología de lo conmensurable (ciencia) con la hermenéutica de lo inconmensurable (espíritu) mediante una intuición espiritual desde la no-dualidad.

Y dicha síntesis de saberes mediante la intuición espiritual es una apertura, entonces, a la sanación trascendental del ser humano como posibilidad para una educación transracional que implemente la razón con el corazón pues, el saber sin amor, es puro egoísmo y la causa de tanto sufrimiento en este mundo.

Como conclusión, pues, el misterio de la vida es que el espíritu vive en nosotros, se expresa a través de nosotros, y nosotros somos la expresión del amor divino como unidad. Se trata de un genuino misticismo vivido conscientemente mediante el amor y desde el silencio, un camino de sabiduría que nos adentra en el misterio de la vida, como camino de sanación trascendental que cada cual debe recorrer por sí mismo. En consecuencia, será pertinente abordar la experiencia de Dios como una experiencia mística, una profunda cuestión para el próximo artículo.


Resumen de esta monografía:

La fractura dualista entre la ciencia y la espiritualidad, que dura más de dos mil años, ha abocado en un callejón sin salida para la razón humana, hasta que la filosofía cuántica transcendió el paradigma de la física clásica, lo cual llevó a muchos científicos espirituales buscar la integración de la ciencia y Dios desde la no-dualidad.

Desde el surgimiento de la física cuántica, se ha producido un giro copernicano desde el “ver para creer” al “creer para ver”, abriendo así las puertas de la genuina espiritualidad no-dual: la filosofía perenne o filosofía del misticismo. En ese intento de resolver el misterio de la vida han intervenido muchos científicos espirituales como Fritjof Capra, Ken Wilber, Amit Goswami, Rupert Sheldrake, Joe Dispenza, Jean-Pierre Garnier Malet, por citar algunos de los más importantes pensadores que nos proporcionan una renovada racionalidad envuelta en una espiritualidad cuántica.

Esos vanguardistas investigadores abrieron una brecha para transcender la racionalidad hacia la espiritualidad de un modo psicológico e histórico, una brecha cognitiva que daría consistencia epistemológica a la psicología transpersonal, así como a la filosofía transpersonal.

Ese viaje espiritual fue denostado como “misticismo cuántico” por los escépticos materialistas científicos, sin embargo, la historia ha llegado a un punto de inflexión donde, la fractura dualista entre la ciencia y Dios, solamente se puede salvar con la contemplación de la no-dualidad: un misterio desvelado en un esquema epistemológico para argumentar a la filosofía transpersonal como nuevo paradigma de conocimiento en mi obra La educación cuántica.

La dualidad entre razón y metafísica durante más de dos mil años, ha sido un problema epistemológico que ha perdurado en la filosofía occidental y su ciencia, y que solamente se puede resolver desde la filosofía del misticismo para alcanzar una conciencia de unidad cuya máxima expresión es el amor.

Por tanto, la experiencia mística (no-dual) es un camino ascendente hacia la sabiduría para, seguidamente, expresar dicha sabiduría como amor: ahí reside todo misterio de la vida. Aprehender dicho conocimiento es una intuición espiritual no-dual que permite la sanación transcendental del ser humano al implementar la razón con el corazón.

Consecuentemente, se hace necesario asimismo abordar la experiencia de Dios como una experiencia mística, una profunda cuestión para la siguiente monografía.