"La conciencia, esa gran desconocida y, paradójicamente, tan presente en nosotros como ausente en el mundo"
(Amador Martos)

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MISTICISMO

¿POR QUÉ SOBRA LA FILOSOFÍA?

Firman este artículo Fernando Savater, José Luis Pardo, Manuel Cruz, Juan Manuel Navarro Cordón, Ramón Rodríguez García y José Luis Villacañas Berlanga, todos filósofos.

El rectorado de la Complutense prepara un plan de reorganización de sus centros que supone el cierre de la facultad donde se enseña a Platón, Kant y Nietzsche. Hace falta ofrecer una explicación que no sea solo contable.


Los profesores de la Universidad Complutense de Madrid se han enterado por los periódicos del plan que el rectorado de esa institución prepara para la reorganización de sus centros. Lo esperaban con interés, porque las universidades públicas están muy necesitadas de atención, como en general todo nuestro sistema educativo. La mala noticia es que, descontando la cansina muletilla retórica de la “calidad docente e investigadora”, el plan no contiene más que números. Los números son importantes. Las facultades superiores son también centros de gestión, y la gestión es en buena medida cosa de números. Pero en cuestión de números los supuestos beneficios del proyecto no están mínimamente cuantificados (no hay memoria económica, aunque se anuncia un ahorro que no llega al 1% del presupuesto de la universidad), sino ocultos por otra muletilla, la del “dinamismo y la flexibilidad”, inconcreta e insuficiente para justificar el destrozo académico que dichos números esconden.

La finalidad de la universidad no es la gestión, sino la enseñanza y la investigación. Y en este punto no todo se puede reducir a números. Aunque en todas las facultades podamos contar personal, estudiantes, asignaturas y titulaciones, el conocimiento científico implica una diferencia cualitativa irreductible entre la economía y la termodinámica, entre el arameo y el derecho romano o entre la fonética y la química, aunque sus horas de enseñanza se cuenten en créditos y las de investigación en plazos cuantitativamente homogéneos. Y aquí es donde el plan sí tiene grandes ambiciones. Tras años de cháchara sofística acerca de la búsqueda de la excelencia en la investigación, y de su necesaria vinculación con la docencia para garantizar la calidad de esta última, el nuevo plan dibuja unas facultades y departamentos convertidos en cajones de sastre donde los profesores no se reunirán por la especificidad de sus investigaciones o por su cualificación en un área de conocimiento, sino por sedicentes “afinidades académicas” que convierten por decreto sus especialidades en “homogéneas” y que nada tienen que ver con las articulaciones teóricas del saber científico. En la enseñanza secundaria recordarán este sistema: el de las “asignaturas afines”, que obliga a un profesor de Latín a explicar Ética o a uno de Geografía a impartir Historia del Arte. Porque en realidad se trata de convertir las universidades en centros de enseñanza secundaria y de someterlas al proceso de degradación profesional que se ha llevado a cabo en este sector, a fuerza de descualificar los perfiles académicos de las titulaciones, los docentes y los estudiantes, quienes después de todo tendrán que incorporarse a un mercado laboral que considera la cualificación científica y la formación humanística como un obstáculo para la empleabilidad.

Así que no es extraño que una de las principales propuestas de este plan sea la desaparición de la Facultad de Filosofía, una materia que ya desde hace años sufre el acoso de las autoridades educativas del país, que prácticamente la han desterrado de la enseñanza secundaria, principal destino profesional de los graduados en las Facultades de Filosofía. También en este caso se aducen números. Unos números muy poco convincentes, porque no es en absoluto cierto que la Facultad de Filosofía de la UCM haya perdido alumnos en los últimos 10 años, y porque algunos de esos números son muy parecidos a los de otras facultades que sin embargo se salvarán de esta poda, pero que en cualquier caso no dejan de ser solamente números. Desde luego, la Filosofía no es más importante que la Geología, la Odontología o el Turismo (otros de los estudios que pierden también su autonomía según este plan); puede que lo sea mucho menos en determinados aspectos, pero no vale escudarse solamente en los números para hacerla desaparecer como en un espectáculo de prestidigitación. Hay que tener al menos la valentía de dar una explicación que no sea solamente contable y ofrecer algún argumento acerca de por qué se ha decidido marginar del sistema educativo español estos estudios, aducir, en fin, alguna razón académica para la clausura de una facultad que, aunque no pueda competir en tamaño con la de Ciencias Económicas y Empresariales, es un centro de referencia internacional de la producción de filosofía en una lengua con 500 millones de hablantes. Puede que haya motivos de peso para considerar que la filosofía es un estorbo grave para el “dinamismo y la flexibilidad” que repiten como un mantra quienes diseñan estos planes, pero si no se explicitan esos motivos terminaremos pensando que la molestia que les produce una facultad tan pequeña e insignificante obedece a razones públicamente inconfesables.

De acuerdo con el proyecto que hemos conocido, Filosofía se convertiría en un departamento de una Facultad de Filología ampliada. Lo cual resulta, desde el punto de vista académico, una propuesta enteramente arbitraria: ¿por qué la filosofía es más afín a la lingüística que a la matemática, a la historia o a la sociología, más aún cuando la Facultad de Filosofía de la UCM imparte actualmente un doble grado con la Facultad de Derecho y otro con la de Ciencias Políticas? No se puede esgrimir como precedente la gloriosa Facultad de Filosofía y Letras de la Segunda República, que integraba en una común cultura humanística especialidades hoy metódicamente muy separadas, y a la vez mantener la escisión completa de la no menos vieja y gloriosa Facultad de Ciencias de la UCM, que se disolvió en especialidades cuya autonomía de facultades independientes el mencionado plan deja intacta, sin que sepamos por qué, aunque se pueda sospechar el interés particular que obra en el trasfondo. Mientras las supuestas ganancias no se cuantifican ni se concretan, las pérdidas son ya muy claras: de acuerdo con los vientos dominantes, un departamento minoritario de Filosofía en el seno de una facultad ajena carecerá de toda posibilidad de planificación propia, de acceso a los recursos necesarios y de esa visibilidad pública que una materia amenazada requiere para su simple supervivencia. El nuevo plan es para la filosofía, a la que solo en la universidad le dejan ya un lugar, un golpe letal.

Es cierto que, como se insiste desde el rectorado, se trata únicamente de un borrador que ha de someterse a debate y discusión. Esperemos, por tanto, que llegado ese momento podamos todos argumentar y tengamos la obligación de hacerlo no solamente con razones cuantitativas sino también con conciencia de la responsabilidad que la universidad pública tiene en el sistema educativo de un país democrático. De este sentido de la institución ha hecho gala siempre el actual rector de la Universidad Complutense, a él apelamos hoy.
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Ciencia, filosofía, espiritualidad

PROFESORES DE FILOSOFÍA EXIGEN RECUPERAR LAS HORAS "SUSTRAÍDAS" POR RELIGIÓN

La asociación de Ágora Filosofía, que integra a unos sesenta profesores vascos de esta materia han reclamado hoy la derogación de la reforma educativa de la Lomce y "que las horas sustraídas por la asignatura de Religión vuelvan a Filosofía".

Ésta es una de las reivindicaciones que ha planteado la asociación en una rueda de prensa celebrada en el campus de Vitoria de la UPV/EHU, donde hoy tienen lugar las pruebas de Selectividad, entre ellas, la correspondiente a Filosofía.

Los portavoces de este colectivo Oihana Ameskua, en euskera, y Roberto Hernáez, en castellano, han denunciado que la Lomce ha hecho "trampa" al eliminar la obligatoriedad de Historia de la Filosofía en segundo de Bachillerato porque, entre las optativas que deberán elegir los alumnos, la Religión "compite deslealmente" ya que su nota influye en la puntuación media de Bachillerato, pero "no entra en la reválida".

Agora Filosofía ha considerado que la Religión "no puede ser" la asignatura que "trate sobre valores personales, sociales y políticos de un modo dogmático" porque "se basa en una revelación divina que solo los creyentes aceptan".

A su juicio, esa asignatura debe ser la Filosofía, que "se dirige a lo que une a todos los seres humanos, la facultad racional", que, por tanto, es "imprescindible" para formar personas con una "identidad autónoma, crítica y reflexiva".

La asociación ha censurado que el Departamento vasco de Educación "teniendo margen para mejorar la Lomce, no lo hace" a pesar de que en su momento dijo que "quería ser un muro de contención ante la reforma educativa".

Sin embargo, han denunciado los portavoces del colectivo, en lo referente a la Filosofía "aplica la Lomce con más rigor" porque "potencia más la Religión" con la imposición de más horas en las aulas vascas.

La Lomce generará además la "paradoja" de que en primero de Bachillerato Filosofía sea obligatoria, pero no así en segundo, cuando los alumnos deben hacer la reválida, de manera que cuando llega ese examen tienen los contenidos "prácticamente olvidados".

La asociación Agora ha pedido al Gobierno vasco que "tome ejemplo" de otras comunidades autónomas, que han solucionado este problema imponiendo la obligatoriedad en segundo de Bachillerato de Historia de la Filosofía, de manera que la asignatura tenga continuidad.

Preguntados por el anuncio de que un grupo de profesores no corregirá los exámenes de Selectividad en protesta por la devaluación de Historia de la Filosofía de troncal a optativa, la asociación Ágora, ha respetado la "libertad" de estos docentes a ejercer esta forma de "desobediencia", aunque "no defienden especialmente" este tipo de boicot.
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Ciencia, filosofía, espiritualidad

NADIE QUIERE A LOS FILÓSOFOS

Un artículo de Jordi Llovet, catedrático de Literatura Comparada de la Universidad de Barcelona.

La sociedad debería convertir el pensamiento y la literatura en grandes aliados del progreso.


La crisis por la que atraviesan los estudios de humanidades no solo en España, sino en el mundo entero, era perfectamente previsible desde los albores de la revolución industrial. Lo que se fundó en la Grecia clásica —el amor por el saber— y se mantuvo en Roma —la alabanza del ocio y el menosprecio del negocio—; aquello que las órdenes monásticas conservaron durante la Edad Media; aquello que resurgió con una insólita pujanza durante el Renacimiento europeo, luego durante la Ilustración y en buena medida en las universidades del siglo XIX siguiendo el ejemplo de la reforma universitaria de Humboldt en Berlín, todo eso empezó a librar ya a mediados de ese mismo siglo una batalla muy dura contra un enemigo de potencia no solo no prevista, sino también incalculable. El hombre de estudio, la mujer de artes o letras, vieron, a lo largo del gran siglo de la burguesía y de todo el siglo XX cómo la legitimidad de su quehacer quedaba mermada y amenazada a causa del desarrollo de la ciencia, la industria, el comercio y la técnica.

En 1872, Flaubert lamentaba el desequilibrio que un nuevo plan de estudios para el bachillerato en Francia exhibía entre algo tan elemental como el deporte —que ya no tenía en Europa el destino agónico que había tenido en Grecia o Roma— y la enseñanza de la literatura, de la que apenas se hablaba. Con mayor énfasis, escribió lo siguiente sobre el mismo asunto: "Estoy asustado, aterrorizado, escandalizado por las gilipolleces cardinales que gobiernan a los seres humanos. Eso es algo nuevo; por lo menos en el grado en que se produce. Las ganas de alcanzar el éxito, la necesidad de triunfar a toda costa —debido al provecho económico que se obtiene— le ha minado a la literatura la moral hasta tal punto que la gente se está volviendo idiota".

Él, como tantos otros autores que empezaron entonces a reflexionar sobre el descrédito progresivo de las humanidades, no poseía distancia suficiente respecto a las causas de tal descalabro. Hoy sí la tenemos. Al auge del comercio, las ciencias, la industria y la técnica, hay que sumarle, en los últimos 30 años por lo menos, un nuevo factor, imprevisible hace un siglo y medio: el auge de las nuevas tecnologías. Los filósofos que heredaron la preocupación por este asunto a la sombra de Heidegger o de Jaspers no parecieron alarmarse cuando el fenómeno de esas brillantes tecnologías y los ingenios digitales irrumpieron progresivamente en la vida cotidiana de todo el orbe. La inocencia con la que se recibió ese alarde del progreso técnico-científico se ha transformado, ya en nuestros días, en una preocupación —solo para algunos, este es el problema—, sin que se atisbe la posibilidad de alcanzar alguna solución. Estamos ya, propiamente, en lo que ha venido en denominarse la era poshumana, en el bien entendido que nos hallamos en la era en la que el ente, el ser, no es más que un flatus vocis: una nadería nostálgica, un recuerdo de tiempos pasados en los que filosofía, religión, moral y estética otorgaban a esa palabra un valor casi tan alto como el que se otorgaba a Dios o a la muerte.

Esto nos lleva a analizar otros factores, no menudos, del descrédito de las humanidades en las universidades de España y de casi todo el mundo: la religión ha perdido adeptos en todas partes, y con ella han desaparecido los referentes trascendentales que actuaban, con sordina pero con eficacia, en todas las sociedades y sus cultos; los nuevos estilos musicales, de los que los jóvenes no pueden prescindir en sus momentos de ocio, han venido a suplantar el carácter órfico —y por ello, sagrado— de la mal denominada música clásica; el uso universal de los teléfonos llamados inteligentes rebajan sin pausa la inteligencia de aquellos que podrían dedicar su ocio a cualquier otro tipo de actividad y destierran la conversación, además de haber provocado la desaparición de las áreas de privacidad que tanto convienen al ser que piensa y actúa mediatamente; el subsiguiente descrédito de la lectura anula la posibilidad de que exista algo así como un imaginario subjetivo, en beneficio del llamado imaginario colectivo, que viene a ser lo mismo que la aceptación sumisa de la opinión común —todo lo contrario de la operación de discurrir en primera persona—, asumida esta sin el menor atisbo de crítica; el mercado laboral lo es de profesiones consideradas productivas y necesarias, y apenas de las profesiones en las que el saber humanístico podría multiplicarse y difundirse, como es el caso de la educación —hoy vencida y desarmada en España — a todos sus niveles.

Los planes de estudio de las facultades irán a peor en favor de las banalidades generadas por lo ‘políticamente correcto’

No podemos tener la certeza de que tal estado de cosas vaya a cambiar en favor de un lugar honroso para las humanidades. Seguirá habiendo filólogos, artistas, historiadores y filósofos; seguirá habiendo escritores y lectores; algunos centros urbanos de difusión cultural seguirán abiertos y más o menos activos, pero todo lo que se relacione con el ser y sus problemas fundamentales parecerá superfluo, en estado de letargia y, en el mejor de los casos, será escenario de heroísmo para renitentes.

A esta cuestión queríamos llegar. Los planes de estudio de las facultades universitarias de humanidades irán a peor, en favor de las banalidades que ha generado la era de lo llamado políticamente correcto: una alquimia en la que se funden los feminismos y homosexualismos más insolventes con los estudios coloniales más improductivos y las ridiculeces más espantosas como métodos de análisis y crítica del saber humanístico heredado. Pero toda persona vinculada a la enseñanza de las humanidades puede, si no modificar esas tendencias disolventes de las litterae humaniores, sí otorgar a sus actividades un trasfondo y un alcance que minen hasta los cimientos esos falsos edificios del saber. A nuestro juicio, no hay más solución para las facultades humanísticas que implicarlas en la vida cotidiana de la polis, o sea, convertir las humanidades en la punta de lanza de una restauración de la política —que es como actuar en beneficio de la ciudadanía en aquello en lo que ni las ciencias ni las técnicas pueden hacer mucho—; transformar todas las escenas del saber humanístico en el gran aliado del progreso espiritual de una nación y de sus ciudadanos. Por ejemplo, enviar a los estudiantes de los últimos cursos a comentar las grandes o menos grandes obras de la literatura universal en las bibliotecas públicas; no obligar a los profesores a hacer gestión académica, algo que los convierte en burócratas, sino agitación cultural más allá de sus muros; convertir a profesores y alumnos avanzados en asesores de centros de creación y difusión de la cultura; mandar a todos ellos a los diarios del país para favorecer un periodismo de mayor alcance cultural; invitar a cualquier empresario del mundo de la técnica, la informática, los negocios, y lo que sea, a contratar antes a un graduado que, siéndolo en la profesión adecuada y pertinente, lo sea también en cualquier rama de las humanidades, como ya sucede en Estados Unidos, para satisfacción incluso del rendimiento de sus empresas. Porque no es factible suponer que unos buenos estudios de humanidades (como todavía pueden cursarse en escasos centros universitarios del mundo entero, pues casi todos han quedado arruinados por el efecto de metodologías "seculares") resulten suficientes para obtener legitimidad en las sociedades actuales si no salen de las cuatro paredes de los centros universitarios.

Su papel tendrá que ser, en el futuro, el de una rigurosa resistencia, el de un profundo conocimiento del pasado, el de la transmisión eficaz de ese saber antiguo en provecho del futuro antes de que todo el mundo caiga en la "amnesia institucionalizada" de que ha hablado George Steiner. Pero, sobre todo, si los profesionales de las humanidades quieren por una vez actuar con sentido común y eficacia, su papel habrá de ser el de garantes de la permeabilidad entre las instituciones sabias a las que pertenecen y el progreso de la sabiduría, la democracia y la dignidad del ser entre los ciudadanos de un país entero.
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Ciencia, filosofía, espiritualidad

HEGEL O EL ODIO A LA FILOSOFÍA

Un artículo de de Rafael Robles.

No acabo de entender la inclusión de Hegel en los planes de estudio de la educación secundaria porque poco aporta, en comparación con Platón, Aristóteles y otros más contemporáneos, a la vida de los jóvenes; es muy bueno estudiarlo en la universidad o de forma voluntaria, pero forzar el estudio de Hegel en la secundaria es un flaco favor para el buen nombre de la filosofía en la sociedad.


Este comentario me granjeará enemigos entre los que van de elitistas filosóficos, pero el objetivo de la secundaria es enseñar a amar la filosofía, no a memorizar conceptos ininteligibles; es de todo punto imposible enseñar el galimatías hegeliano en dos lecciones. En cualquier caso, los jóvenes verdaderamente interesados ya tendrán tiempo a lo largo de su vida para entenderle, a él y a otros autores grises que pueblan las aulas de filosofía.

Las autoridades educativas deben de ignorar que hay filósofos más interesantes que Hegel y asequibles para los estudiantes de Bachillerato. A ver si empiezan a incluir en los planes de estudio a filósofos provocadores y sugerentes que hacen amar la filosofía como Zizek, Lipovetsky, Gustavo Bueno, Markus Gabriel, Manuel Castells, Byung-Chul Han… Mientras no actualicen a los filósofos la mayoría de los estudiantes seguirá detestando la asignatura de filosofía y la sociedad en su conjunto ni se inmutará por la reducción horaria en los planes de estudio.

Y es que empiezo a sospechar que la reducción horaria de la filosofía obedece, más bien, a que autores como Hegel son un tostón dogmático y una pérdida de tiempo para el pensamiento crítico tan necesario en la sociedad actual.

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LA IMPRESCINDIBILIDAD DE LA FILOSOFÍA

Un artículo de Antonio Rico

¿Pero en qué quedamos? ¿La Filosofía es imprescindible o no?


Justo cuando comienza a implantarse en buena parte del país un sistema educativo en donde la historia de la Filosofía queda reducida a una mera optativa en la cual no se reconoce su papel insustituible en la formación de nuestros bachilleres, la televisión pública emite un documental dentro de su serie “Imprescindibles” dedicado a la figura de Gustavo Bueno, y, por tanto, a la Filosofía más robusta y potente que se ha producido en España en los últimos cincuenta años. Justo cuando TVE asegura en ese programa que la Filosofía ha de estar implantada políticamente, ya que si no la ciudadanía no podrá desembarazarse de los mitos que asfixian su pensamiento, el Gobierno de la nación implanta una LOMCE en donde la Filosofía queda relegada al papel menos importante que tuvo jamás desde que existe nuestra enseñanza pública. Venga, Reino de España, ponga de acuerdo a sus instituciones y aclárese, ¿Gustavo Bueno es completamente imprescindible tal como defiende La 2 o es perfectamente prescindible tal como defiende Wert?

Se atribuye a Picasso –luego vaya usted a saber- la frase “el arte es necesario, pero no sé para qué”. Durante la hora entera del “Imprescindibles” escuchamos a Bueno y a cuantos comentaron la importancia de su obra explicar por qué la Filosofía es necesaria y para qué lo es. Contra el pensamiento acrítico, contra los mitos ignorantes, contra los falsos razonamientos que no buscan más que llegar a las conclusiones que las emociones y los intereses ya habían decidido previamente, la Filosofía de Gustavo Bueno ofrece un modelo de análisis de la realidad perfectamente aplicable a la educación de los jóvenes, ya que no se basa en genialidades ni personalismos, sino en el rechazo de cualquier a priori –no otra cosa es el materialismo- y el estudio paciente y sistemático –no otra cosa es la Academia- de la tradición platónica. Ahora para el legislador la alternativa del primer párrafo cambia. Ya no se trata de si la Filosofía es imprescindible o no. Se trata de si es imprescindible potenciarla o es imprescindible eliminarla.
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VALORES

LA FILOSOFÍA PARA NIÑOS Y LA OFENSIVA ACTUAL EN CONTRA DE LA FILOSOFÍA

Un artículo de Gabriel Vargas Lozano.

La enseñanza y difusión de la filosofía se encuentra hoy seriamente amenazada por la dirección que ha tomado el desarrollo del sistema económico, político y social dominante. Esta amenaza implica también a las humanidades pero en el caso de la filosofía, no es difícil advertir su exclusión en los diversos sistemas de enseñanza así como su casi nula difusión en los medios culturales.


Hoy, en Estados Unidos y Gran Bretaña, han estado suspendiendo los apoyos a los centros de humanidades; en España, el gobierno propuso una reforma educativa eliminando las materias filosóficas de la Secundaria y la Preparatoria[2]; en los países Centroamericanos fue suprimida desde hace más de diez años y en México, en 2008, durante el régimen de Felipe Calderón, desapareció el área de humanidades y las disciplinas filosóficas que tradicionalmente se estudiaban en ese nivel desplazándolas, sin ninguna explicación, al cumplimiento de una función “transversal”[3] en la “Reforma Integral de Educación Media Superior” (RIEMS) [4].

La situación en el fondo radica en el hecho de que los que dirigen las estrategias del sistema consideraron que, dados los cambios tecnológicos que se han desarrollado en la producción; la información, la comunicación y la vida cotidiana, se requería toda una concepción de la educación del individuo que coadyuvara, en forma activa en la reproducción de todo el metabolismo social. Esta nueva forma está planteada en los documentos de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) a la cual pertenecen los países más desarrollados del mundo y algunos invitados entre los cuales se encuentran México y Turquía que, como se sabe, ocupan los últimos lugares en las mediciones sobre educación básica. A partir de los planteamientos de la OCDE se han acordado una serie de acciones a través del Plan Bolonia y los “Proyectos Tunning” para Europa y América Latina. Estos proyectos ponen el énfasis en el método de competencias que busca, justamente, la movilización de todos los conocimientos, actitudes, habilidades, etc. para el logro de resultados efectivos (Perrenoud). En otras palabras, se trata de proporcionar al individuo una serie de instrumentos para sus funciones práctico-utilitarias. Es por ello que las disciplinas filosóficas, declaradas como inútiles en sentido práctico y contemplativas (de acuerdo, por cierto, a declaraciones de algunos filósofos clásicos[5]) no tendrían, según esta limitada concepción, ninguna función. En otras palabras, se abandona la tesis de que la educación debería formar a la persona en todas sus dimensiones para reducirla al homo faber, al mundo del trabajo. Por cierto, la manera en que es excluida la filosofía de los documentos de la OCDE es a través del silencio ya que nunca enfrenta el tema directamente pero la filosofía o las humanidades no aparecen ya como parte de la formación básica. Por el contrario, se puede demostrar que las disciplinas filosóficas (atención: ¡bien enseñadas!) pueden contribuir a la formación de un individuo que realice cualquier actividad. Por otro lado, el individuo no es sólo un trabajador o empleado dedicado a la praxis reiterativa sino también un individuo que tiene problemas éticos; necesidad de organizar su pensamiento; de exponer argumentos; de dialogar y llegar a conclusiones; de defender sus derechos; de tener conciencia de su lugar en el mundo y de la situación en que vive; de buscar una sociedad justa (como lo ha hecho la filosofía desde Sócrates hasta nuestros días); de cultivar su relación estética con el mundo y con el arte o la literatura como formas de ver la realidad diferentes y significativas para las vivencias humanas. El individuo no es una máquina de trabajar como lo mostró plásticamente Charles Chaplin en su película “Tiempos modernos” en los inicios de la producción en serie; tampoco un hombre unidimensional como lo expuso Herbert Marcuse y su cerebro no es un sistema de computación. La filosofía contribuye a situar al individuo en el mundo y buscar su compromiso crítico con la sociedad en que vive. Es por ello que la filosofía y las humanidades no caben en su enfoque y por tanto, proceden a eliminarlas por la vía de los hechos.

Ahora bien, en 2007, la sección de filosofía, democracia y seguridad humana de la UNESCO dirigida por Moufida Goucha, planeó y publicó en inglés y francés un libro que constituye un parteaguas en la enseñanza de la filosofía: La filosofía, una escuela de la libertad [6]. En este libro se plantea un cambio radical en la enseñanza de la filosofía: se trata de poner a la filosofía a disposición de todos, es decir, de todos las personas (desde niños a adultos); en todos los ámbitos sociales (sindicatos, periódicos, partidos, asociaciones, escuelas, etc.) y en general en todos los lugares. Esta propuesta, de llevarse a cabo, cambiaría de manera sensible a nuestro país.

Ahora bien, se ha objetado que la filosofía no puede enseñarse a todos ya que implica el conocimiento de los antecedentes; del lenguaje empleado por el filósofo y la naturaleza de problemas bastante complejos. La respuesta es que no se trata, necesariamente, de introducirse en las zonas difíciles de la filosofía sino que la gente conozca la importancia de nuestra disciplina y se beneficie de muchos de sus planteamientos. No se necesita ser Einstein para saber qué es la teoría de la relatividad y todo mundo entiende (o puede entender) la función del pensamiento científico y en este caso del filosófico. Sobre esta temática es ampliamente conocida la aportación del filósofo norteamericano Mathew Lipmann (1922-2010) que desde la década de los setenta planteó un método especial para que los niños pudieran entrar en contacto con la problemática filosófica “Philosophy for children”. Para ello escribe diversas novelas y libros didácticos[7]. Su posición es que la filosofía es la disciplina más indicada para promover una concepción democrática que implique, desde la infancia, el respeto a la voluntad de los otros; la argumentación y sobre todo la búsqueda de consensos a través de lo que llama “comunidad de investigación”[8]. De igual manera, también podemos mencionar al Presidente del “Instituto para las prácticas filosóficas de Francia”, Oscar Brenifier (autor de uno de los capítulos de libro mencionado) y Michell Tozzi, director de la revista L’Agora y autor de numerosos libros.

La enseñanza de la filosofía para los niños es fundamental ya que les permite aclarar sus ideas y elegir formas pacíficas para dirimir sus conflictos. Un enorme avance sería que en nuestro país pudieran ofrecerse diplomados a los maestros de enseñanza básica y secundaria para que incorporan en sus clases normales prácticas filosóficas vinculadas a la etapa por la que están pasando los niños. La enseñanza de la filosofía es también muy importante en la adolescencia por el hecho de que el joven pasa por una crisis de transformación que exige una gran dosis de reflexión y análisis cuyos instrumentos los proporciona la filosofía.

En el caso de la sociedad, la filosofía es portadora de formas dialógicas para plantear tanto la razón como lo razonable. Ya sabemos que existen diversas maneras de entender la razón pero cualquiera que sea esta tratará de propiciar el diálogo y el entendimiento sobre los graves problemas que nos afectan. En nuestro país, en virtud de que existen y co-existen diversas concepciones del mundo y de la vida, se requiere la configuración de un espacio social en el cual se puedan llegar a acuerdos para la convivencia. La ausencia de una filosofía racional y dialógica implica la prevalencia del autoritarismo.

También sabemos que hay filósofos que no aceptaban la democracia (como se entendía en su época) y que es necesario desarrollar su característica esencial que es, a mi juicio, la distribución equitativa de los poderes[9].

Estamos aquí en una perspectiva distinta a la anterior, más amplia y más rica. La educación filosófica es una educación humanística integral que debe ser desarrollada en nuestra sociedad. Es por esta razón que los profesores e investigadores de filosofía deberían propiciar un cambio en lo que respecta a la necesidad e importancia de la educación filosófica para todos sin que ello signifique abandonar sus propias investigaciones en el nivel que deseen profundizarlas. Pero aún en este caso, es necesario que un público más amplio acceda al reconocimiento de su importancia. De igual forma, en nuestras Facultades de Filosofía y Letras deberían establecerse diplomados y maestrías que permitan la especialización de los egresados en el estudio y puesta en práctica de la educación filosófica en los diversos niveles y ámbitos y finalmente, se requiere desarrollar toda una labor, a través de los medios impresos y electrónicos para configurar un clima de interés por la filosofía tal y como lo han estado haciendo los científicos mexicanos. Solo así podrá combatirse toda la ofensiva existente en contra de la enseñanza filosófica.


[1] Profesor-investigador del Departamento de Filosofía de la UAM-I y profesor de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Su más reciente libro es: Filosofía ¿para qué? Desafíos de la filosofía en el Siglo XXI. Ed. UAM-I/Itaca, México, 2012.

[2] En el momento en que este artículo se escribe (13 de enero de 2013) prácticamente todos los sectores de filosofía en España han conformado la Red Española de Filosofía (REF) y desarrollan una fuerte lucha para evitar que eliminen las disciplinas filosóficas en la Secundaria y la Preparatoria.

[3] Por cierto, no me opongo a que la filosofía cumpla esa función sino al hecho de que, a cambio, se eliminaron las disciplinas en su integridad, sin embargo cuando se ha recurrido a esta forma, la filosofía ha desaparecido.

[4] Afortunadamente, la lucha de la comunidad filosófica nacional a través del Observatorio Filosófico de México durante cerca de cuatro años, pudo lograr, al final del régimen de Calderón, el restablecimiento del área de humanidades y las disciplinas filosóficas. Ello no quiere decir que dejemos de reflexionar sobre las causas por las cuáles tomaron esas decisiones tan graves.

[5] La prioridad de lo teórico en el mundo griego estaba vinculada a la estructura esclavista que dividía a la sociedad entre hombres libres y esclavos. Es por ello que para Aristóteles el ingeniero que diseñaba un puente era más valioso que el esclavo que lo construía, sin embargo, ese tipo de sociedad fue substituida por otras y la concepción de la filosofía ha cambiado. Ahora bien, el término utilidad puede ser entendido de manera flexible: la filosofía no es útil como lo sería un desarmador pero sí lo es para desarrollar diversas facultades de los seres humanos.

[6] La versión en español fue publicada, por primera vez en nuestro idioma por la Universidad Autónoma Metropolitana-Unidad Iztapalapa en co-edición con la Unesco, a través del Centro de documentación en filosofía latinoamericana e ibérica (CEFILIBE). El libro puede consultarse en forma electrónica en: www.cefilibe.org)

[7] El estudio y puesta en práctica de las concepciones de Mathew Lippmann tiene algunos años en nuestro país aunque no había adquirido suficiente fuerza. Me permito mencionar aquí los libros de José Ezcurdia, de María Elena Madrid, los coloquios organizados por David Sumiacher y en especial, el libro coordinado por Eduardo Harada, La filosofía de Mathew Lipman y la educación: perspectivas desde México. UNAM, México, 2012

[8] Una excelente exposición de algunas de sus tesis principales, la encontramos en su ensayo titulado “The Contributions of Philosophy to Deliberative Democracy” incluido en Teaching Philosophy on the eve of the twenty-first century. Ankara, 1998. Edición de la International Federation of Philosophical Societies.

[9] Aquí hablo de la democracia auténtica y no la llamada “democracia de élites” analizada por Joseph Schumpter y Max Weber y que constituye una desnaturalización de ella.
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El colapso financiero: una bomba de relojería

PROFESORES DE FILOSOFÍA PIDEN A LA JUNTA DESOBEDIENCIA ANTE LA LOMCE: "QUEREMOS ALUMNOS CRÍTICOS Y QUE PIENSEN"

La Plataforma en Defensa de la Filosofía dice que Extremadura ha sido una de las comunidades más damnificadas con la entrada en vigor de la Ley Wert.

Mientras otras regiones frenaron la reducción de horas de las humanidades vía decreto, el Gobierno de Monago optó por ampliar la religión a dos horas, en lugar de una como era (que era lo mínimo).

Parece impensable que un alumno termine sus estudios obligatorios sin haber estudiado a Marx, Platón o Aristóteles. Pero esta circunstacia se podría dar si la LOMCE se aplica en la región.

Así lo pone de manifiesto la Plataforma de Defensa de la Filosofía de Extremadura, que advierte que la región ha sido una de las comunidades más damnificadas con la Ley para la Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE). Con la entrada en vigor de la Ley Wert varias comunidades optaron por la puesta en marcha de decretos que, en la medida de sus posibilidades, ‘palian’ la reducción de horarios en las humanidades.

La LOMCE también entró en vigor en Extremadura, de la mano de un decreto que a nivel autonómico ha hecho un desarrollo de esa norma diciendo que en lugar de una hora de religión, que era lo mínimo, se apliquen dos. El Gobierno del PP de Monago ya había perdido las elecciones (estaba en funciones) cuando dio luz verde a este decreto, que daba privilegios a la religión frente a las materias de Filosofía, Ética, Historia de la Filosofía o Educación para la Ciudadanía.

“Una sociedad sin filosofía es como un cuerpo sin cabeza”

La Plataforma de Defensa de la Filosofía de Extremadura entiende que esta disciplina no puede verse reducida porque enseña valores que ayudan a los adolescentes a ser seres integrales, “conscientes, reflexivos y críticos”. Apunta así Víctor Bermúdez, presidente de esta plataforma, que “una sociedad sin filosofía es como un cuerpo sin cabeza”.

Motivo por el que reclaman al nuevo Gobierno de la Junta que frenen su aplicación. Le insta a que ‘palie’ los efectos por decreto, como otras regiones. Un rescate de la filosofía que según comenta es un rescate del pensamiento crítico y reflexivo: "Queremos alumnos críticos y que piensen”.

¿Cómo ha afectado este curso la LOMCE?

La norma ha entrado en los cursos impares, de manera que 3º de la ESO se ha quedado sin Educación para la Ciudadanía. El próximo curso afectaría a otras dos materias (Ética, en 4º) e Historia de la Filosofía, en Bachillerato (una asignatura troncal pasaría a ser una optativa de una de las modalidades de bachiller).

Esto significa que los docentes de la Filosofía pasarían de impartir cuatro modalidades, a solo una en la mayoría de los casos. La plataforma traslada al Gobierno de Extremadura el ejemplo de Cantabria, donde se ha paliado este panorama vía decreto, optando por convertir a Historia de la Filosofía en troncal. En otros casos, como La Rioja, aumentando el número de horas de Filosofía.

Insisten en que se puede hacer mucho con voluntad política, y confían en que Extremadura se una de las comunidades autónomas que han declarado a la LOMCE 'non grata'.

¿Por qué se oponen?

La Plataforma, coformada en su mayoría por docentes, piensa que la reforma de la LOMCE antepone el mercado laboral a los valores de las humanidades, “hasta el punto de aprobar una ley con un calado de carácter liberal”, donde a su juicio prima la enseñanza de aspectos del mercado.

A su juicio es curioso que la filosofía, en otros países europeos, sea una asignatura fundamental solo en ciertos colegios privados, en los que se supone que estudian las élites. Se pregunta así si el objetivo del PP en España ha sido trasladar un modelo en el que los valores que aportan la filosofía y las humanidades son algo reservado para las escuelas de pago.

Comparte esta idea Fernando González, licenciado en Filosofía y opositor, que no tiene dudas de que se trata de una ley con un marcado carácter ideológico. “Entendemos que es un desastre porque las humanidades son la esencia de la democracia. La democracia nació en las civilizaciones al auspicio de las humanidades”. De hecho la filosofía aparece en la cata de la ONU según comenta.
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