"La conciencia, esa gran desconocida y, paradójicamente, tan presente en nosotros como ausente en el mundo"
(Amador Martos)

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21 - CONCIENCIA: LA RAZÓN AL SERVICIO DEL AMOR

Este artículo es parte del trabajo monográfico titulado LA FILOSOFÍA DE LA MENTE PARA LA TRANSFORMACIÓN INTERIOR (artículo nº 1)

Parte 10 del prólogo de LA EDUCACIÓN CUÁNTICA

Si el cambio comienza por uno mismo , ¿por dónde comenzar? Hay personas quienes pensamos que otro mundo es posible desde el surgimiento de la física cuántica, pues es todo un giro copernicano en la mirada desde el “ver para creer” al “creer para ver”, de la razón a la espiritualidad, de ahí los peyorativamente denominados “místicos cuánticos” por la comunidad científica servil a los poderes fácticos. Sin embargo, son cada vez más los díscolos científicos que escapan del materialismo científico para convertirse en “pensadores cuánticos”, cuyo único pecado es haber aunado la razón con la espiritualidad, no entendida exclusivamente en su acepción religiosa, sino como la intersubjetividad kantiana magníficamente expuesta en su imperativo categórico (1), un amor también profesado por santos, budas, yoguis o místicos. En suma, se trata de una metamorfosis de la racionalidad pragmática a la racionalidad espiritual, de una trascendencia desde la filosofía tradicionalmente impartida en el actual sistema educativo hacia la filosofía transpersonal: un cambio de paradigma magistralmente argumentado por Ken Wilber (2005) en su obra Sexo, Ecología, Espiritualidad.

Las ideas de esos “místicos cuánticos” están alineadas con una visión holística de la naturaleza, en un profundo sentimiento simbiótico y de compasión con todo lo existente en este y otros mundos. Se trata de una experiencia inefable percibida en la propia conciencia, experiencias cumbres para unos, místicas para otros, que da alas para luchar por el librepensamiento y la libertad natural, ambas secuestradas por los poderes fácticos y las religiones, una eterna lucha por la verdad frente a las mentiras, entre la sabiduría y la ignorancia, siempre los perennes contrarios propuestos por Heráclito (2), como si de un mandato epistemológico por superar se tratara, en el que la humanidad todavía no ha logrado sintetizar la razón con el espíritu, ni sabremos si lo logrará. En cualquier caso, La educación cuántica es una humilde pretensión en dicho sentido.

Este ensayo tiene el propósito de evidenciar que la humanidad se halla ante un nuevo paradigma de conocimiento lo cual requiere, inherentemente, de un revisionismo histórico, social, intelectual, filosófico, espiritual pero, eminentemente, psicológico. Así, dicho revisionismo supone la sanación del ego fragmentado y disociado de la colectividad, la gran esperanza de La educación cuántica para sanar a este decrépito mundo. Para ello, más que nunca serán necesarias las “mentes cuánticas”, aquellas que aúnan la racionalidad con la espiritualidad, las que saben que todo conocimiento surge de la profundidad de todo ser humano cuando se pone la razón al servicio del amor. Porque bastan unos pensamientos positivos para sanar al ego herido, y sanar también de paso a ese mundo de ahí fuera.


BIBLIOGRAFÍA:

Wilber, Ken. Sexo, Ecología, Espiritualidad. Madrid: Gaia Ediciones, 2005.


NOTAS:

(1) En este ensayo se hará sucesivas referencias al “nosotros” kantiano, el cual hay que interpretar como la esfera práctica o razón moral, es decir, a cómo tú y yo podemos interactuar pragmáticamente e interrelacionarnos en términos que tenemos algo en común, es decir, un entendimiento mutuo. La obra La crítica de la razón práctica de Kant (2008) trata de la filosofía ética y moral que, durante el siglo XX, se convirtió en el principal punto de referencia para toda la filosofía moral. El imperativo categórico es un concepto central en la ética kantiana, y de toda la ética deontológica moderna posterior. Pretende ser un mandamiento autónomo (no dependiente de ninguna religión ni ideología) y autosuficiente, capaz de regir el comportamiento humano en todas sus manifestaciones. Kant empleó por primera vez el término en su Fundamentación de la metafísica de las costumbres (1785). Según Kant, del imperativo categórico existen tres formulaciones: 1- “Obra solo de forma que puedas desear que la máxima de tu acción se convierta en una ley universal”. 2- “Obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la de cualquier otro, siempre como un fin, y nunca solo como un medio”. 3- “Obra como si, por medio de tus máximas, fueras siempre un miembro legislador en un reino universal de los fines”.

(2) Heráclito de Éfeso fue un filósofo griego. Nació hacia el año 535 a. C. y falleció hacia el 484 a. C. Era natural de Éfeso, ciudad de la Jonia, en la costa occidental del Asia Menor (actual Turquía). Como los demás filósofos anteriores a Platón, no quedan más que fragmentos de sus obras, y en gran parte se conocen sus aportes gracias a testimonios posteriores. Heráclito afirma que el fundamento de todo está en el cambio incesante. El ente deviene y todo se transforma en un proceso de continuo nacimiento y destrucción al que nada escapa: se refiere al movimiento y cambio constante en el que se encuentra el mundo. Esta permanente movilidad se fundamenta en una estructura de contrarios. La contradicción está en el origen de todas las cosas. Todo este fluir está regido por una ley que él denomina Logos. Este Logos no solo rige el devenir del mundo, sino que le habla al hombre, aunque la mayoría de las personas “no sabe escuchar ni hablar”. El orden real coincide con el orden de la razón, una “armonía invisible, mejor que la visible”, aunque Heráclito se lamenta de que la mayoría de las personas viva relegada a su propio mundo, incapaces de ver el real. Si bien Heráclito no desprecia el uso de los sentidos (como Platón) y los cree indispensables para comprender la realidad, sostiene que con ellos no basta y que es igualmente necesario el uso de la inteligencia. Era conocido como “el Oscuro”, por su expresión lapidaria y enigmática. Ha pasado a la historia como el modelo de la afirmación del devenir y del pensamiento dialéctico. Su filosofía se basa en la tesis del flujo universal de los seres: todo fluye. Los dos pilares de la filosofía de Heráclito son: el devenir perpetuo y la lucha de opuestos. Ahora bien, el devenir no es irracional, ya que el Logos, la razón universal, lo rige: “Todo surge conforme a medida y conforme a medida se extingue”. El hombre puede descubrir este Logos en su propio interior, pues el Logos es común e inmanente al hombre y a las cosas.
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