"La conciencia, esa gran desconocida y, paradójicamente, tan presente en nosotros como ausente en el mundo"
(Amador Martos)

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SABIDURÍA

INFORMACIÓN, CONOCIMIENTO, SABIDURÍA

Entrevista relacionada con este artículo

1 - La cuestión epistemológica

¿Qué hay en común entre la información, el conocimiento y la sabiduría? Del mismo modo, pero en sentido opuesto, ¿qué diferencias hay entre la información, el conocimiento y la sabiduría? La repuesta a estas preguntas marcan un diferencial de aprehensión cognitiva de cada uno de nosotros en función de nuestro propio sistema de creencias cultural, social y familiar, todo lo cual va a conformar la manifestación de lo que pensamos, decimos y hacemos.

De un modo análogo, el agua puede tener diferentes formas de manifestación (sólida en forma de hielo, líquida y gaseosa al evaporarse); del mismo modo, la aprehensión cognitiva (nuestra manera de entender el mundo y la vida) también se difumina a través de la información, el conocimiento y la sabiduría. Siguiendo la analogía del agua, la aprehensión cognitiva de la “realidad” por conocer, se manifiesta en diferentes grados: la percepción sensitiva (dura y “evidente” como el hielo), el discurso racional (maleable como el agua) y la especulación metafísica (tan volátil como el agua evaporada). En función de ello y, como está demostrado mediante la física cuántica, cada persona tiene su propia percepción de la “realidad” por conocer, cada persona tiene su propia perspectiva de la vida, cada persona tiene su propio sistema de creencias.

Así planteada la cuestión epistemológica (teoría del conocimiento), podríamos aseverar que, entre la información, el conocimiento y la sabiduría, existen diferentes grados de “verdad” aprehendida por la conciencia individual de cada uno de “nosotros”; y que, cuando esas “verdades” son asimiladas como conciencia colectiva, se constituyen en una teoría de la cultura a través de la historia de la humanidad. Por tanto, el núcleo duro de la ciencia aún por resolver, estriba en argumentar y justificar una ciencia de la conciencia que dé respuestas a nuestra manera de percibir el mundo sensitivamente, de interpretar ese mundo racionalmente y de dar satisfacción a nuestras inquietudes metafísicas o espirituales, todo ello de manera individual pero también colectivamente. En términos científicos, se trataría de delimitar certeramente los criterios de demarcación entre la ciencia y la religión.

Consecuentemente, la cuestión epistemológica en nada está resuelta a la vista del actual caos existente en la humanidad mediante una falsa pandemia en la que, parece ser, nadie comprende lo que está pasando en el mundo. Y, si en una cosa deberíamos estar de acuerdo la comunidad filosófica, científica y educativa, es que la ciencia por antonomasia es la ciencia de la conciencia, y que hay que contemplar diferentes mapas evolutivos de la conciencia para dar respuestas a nuestras más profundas inquietudes acerca de lo que sea el sentido de la vida.

2 - Dualismo epistemológico

Teniendo en cuenta que vivimos en mundo de dualidades, también existe un dualismo epistemológico que, ya Platón, nos anticipó: el mundo inteligible de las ideas (eterno y necesario) y el mundo sensible de la materia (temporal y corruptible), quedando el alma encerrada en un cuerpo. Esta concepción que admite que el hombre está compuesto de dos elementos radicalmente distintos (alma y cuerpo) conduce a un dualismo antropológico tradicional claramente definido en la filosofía de Platón y, posteriormente, en la tradición aristotélica-tomista, así como en casi todas las filosofías hasta el empirismo.

El dualismo antropológico de Platón, el cual afirma la existencia del cuerpo y el alma, se asienta sobre un dualismo ontológico al afirmar que hay dos mundos: un mundo que vemos, pero no comprendemos, y otro mundo que no vemos pero que podemos captar con la inteligencia. Si el dualismo ontológico significa que hay dos mundos, el dualismo epistemológico significa que hay dos formas de conocimiento, dependiendo si dirigimos la inteligencia hacia el mundo de abajo o el de arriba. En el mundo de abajo, los sentidos nos proporcionan sensaciones particulares a modo de información a partir de las cuales formamos opiniones, aunque todo ello sea una fábrica de ilusiones. A este conocimiento basado en los sentidos, Platón lo llama Doxa (opinión). Pero si queremos un conocimiento de verdad y no una simple opinión, debemos enfocar nuestra inteligencia hacia el mundo de arriba en el que están las Ideas, los modelos eternos de las cosas. Esta forma de conocimiento basada en la razón y no en los sentidos, en entender y no en ver, la llama Platón “episteme” o ciencia como opinión verdadera.

Tenemos así, pues, de la mano de Platón, una división epistemológica:

- La opinión de cada persona que es sustentada en los sentidos, los cuales nos proporcionan información acerca de lo que creemos que sea la “realidad”. Cuando dicha información procedente de los sentidos es tomada como una verdadera “realidad”, sin darnos cuenta, caemos en la separación y la ilusión, hasta el punto que nuestra conciencia es fragmentada, pues estamos sometidos a la esclavitud de las sombras tal lo describiera el propio Platón en su Mito de la Caverna. Ello, traducido en términos de la psicología transpersonal, equivale a decir que nuestra personalidad se sustenta en un “ego” (yo) separado de los demás y disociado de todos “nosotros”. Y, en esa fragmentación de la conciencia individual y su disociación de la conciencia colectiva, radica el principal fracaso epistemológico de toda la filosofía occidental. Ahora bien, ¿Quién maneja esas sombras para mantener a la conciencia individual y colectiva en la obscuridad? Desde un punto de vista de la antropología filosófica y el condicionamiento social a través de una historia manipulada, es evidente que existe una conspiración contra la humanidad por un enemigo invisible que realiza ingeniería social y mental mediante la manipulación económica, social y política. Esa ignorancia inducida psicológica y socialmente también es adoctrinada mediante la educación como un instrumento de poder. Nos vemos así envueltos en una sociedad de la ignorancia con importantes repercusiones epistemológicas, pues, la pregunta pertinente sería: ¿Cómo sabemos que lo que sabemos es cierto? Ruego a aquellos interesados en la profundización de esas cuestiones visualizar mi ponencia en la Universidad de ITECCE (México).

-Por otro lado, tenemos el Mundo de las Ideas que, como ya argumenté, está en la cuarta dimensión (4D), una cuestión metafísica por descubrir mediante la meditación. En efecto, a través de la meditación se puede acceder al conocimiento de sí mismo: el “conócete a ti mismo” grabado en piedra en el Oráculo de Delfos griego; porque ahí radica el secreto de la sabiduría y la felicidad gracias al conocimiento propio, o tal vez, a reconocer todo lo que no somos: ese es el proyecto filosófico y pedagógico que defiendo a través de mis publicaciones mediante la Filosofía Transpersonal y la Educación Transracional. En suma, la trascendencia metafísica mediante la meditación es el inicio de un camino ascendente hacia la sabiduría. Además, la sanación transcendental de la humanidad es posible mediante la meditación. Es más, la meditación aplicada debidamente en los centros escolares, evidencia que es la puerta de acceso a la realidad superior. Dicho de otro modo, algo considerado espiritual, nos transforma físicamente y puede mejorar nuestro bienestar y nuestra salud. Dicho proceso cognitivo de aprehender la realidad desde el “sí mismo” vislumbra una psicología compleja con explicitaciones epistemológicas como el “despertar de conciencia”, “inteligencia espiritual”, todo lo cual nos lleva a considerar a la evolución del amor como la única fuerza que puede vencer a la competencia autodestructiva mediante el compromiso de equipo y la creatividad participativa.

El dualismo epistemológico así planteado es de una aparente y extrema dificultad, pues conlleva cambios de paradigmas imperceptibles para la mayoría de mis coetáneos: en filosofía, en educación, en psicología, en ciencia, en sociología y en espiritualidad. La resolución dialéctica de esos seis cambios de paradigmas está argumentada en uno de mis artículos científico: El mándala epistemológico y los nuevos paradigmas de la humanidad.

3 - Cambios de paradigmas

Dicho dualismo epistemológico, desde una perspectiva de la historia de la filosofía, ha sido magnífica y eruditamente solucionado por mi mentor intelectual Ken Wilber mediante su teoría de los “cuatro cuadrantes”: señala certeramente el camino ascendente y el camino descendente, así como la correspondiente gran inversión histórica desde lo inconmensurable a lo conmensurable. No en vano, es considerado como el “Einstein de la conciencia”, y su mapa evolutivo de la conciencia hacia lo no-dualidad debería ser un referente a estudiar en cualquier universidad, aunque es un pensamiento divergente aún por explorar por científicos, filósofos, profesores y educadores.

Vemos, pues, de la mano de Platón y de Wilber, que el materialismo científico debe ser trascendido por la espiritualidad como asignatura pendiente para la humanidad, una cuestión contemplada por Marely Figueroa en su Tesis de Maestría con un enfoque de la “visión transpersonal” aplicada a la educación. No en vano, es la pionera en haber impartido una asignatura de Filosofía Transpersonal en el grado universitario de educación (México).

A nivel psicológico, cabe recordar la Tesis Doctoral de Noemí Siverio, quien considera la psicología compleja del ser humano como punto de partida para una psicología transracional que aborde y contemple científicamente las cuestiones metafísicas. Me consta que se están realizando otras Tesis Doctorales bajo tales presupuestos, pero aún no puedo hacerlas públicas hasta que sean “oficialmente” aprobadas por el sistema educativo, recordemos, como instrumento de poder. La ironía de la vida es que, para cambiar un sistema de pensamiento dominante que esclaviza a la humanidad, sea preciso someter las ideas “anti-sistema” a la aprobación de sus señorías académicas que ni saben interpretar genuinamente a Platón, ni conocen al “Einstein de la conciencia”. De un modo análogo, es así como las ideas de los “negacionistas” son azuzadas por unos “covidianos” , los cuales comulgan con ruedas de molino todas las falsas creencias que la Matrix les ha inculcado a través del subconsciente.

La degeneración de la humanidad a la que estamos llegando conlleva una posibilidad de autodestrucción mediante una falsa pandemia y cuyo objetivo es una fusión del cuerpo biológico con una Inteligencia Artificial, lo que se conoce más popularmente como transhumanismo. Ello está deviniendo en un caos social, y es preciso poner orden en nuestras ideas, cada cual las suyas. ¿Pero cómo vamos a poner orden en las ideas colectivas? Afortunadamente, el movimiento transpersonal, con los ejemplos antes citados de Marely Figueroa y Noemí Siverio, nos invita a contemplar una alternativa espiritual para superar esta Gran tribulación de la humanidad, y ello será posible mediante un despertar colectivo masivo en los términos epistemológicos y metafísicos hasta aquí argumentados.

4 - El camino ascendente hacia la sabiduría

Pienso que el dualismo epistemológico entre la información procedente de los sentidos (3D) y el conocimiento racional acerca del Mundo de las Ideas (4D), ha quedado suficientemente argumentado como criterio de demarcación científica desde la antropología filosófica. De dicha investigación, se desprende que el camino ascendente hacia la sabiduría se convierte en un trabajo espiritual de carácter personal, intransferible e ineludible para poder transcender la Matrix (3D, material, corporal, sensitiva, ilusoria), hacia el Mundo de las Ideas (4D, mental, atemporal, inconsciente colectivo), y desde esa 4D dar el salto cuántico hacia la 5D donde el amor es la ley suprema. La dimensión espiritual del amor es una frecuencia de sabiduría interna en la que se experimenta la conciencia grupal como un solo Ser, es una frecuencia energética y no física en la que se percibe el tiempo como un continuo donde solo existe el eterno ahora. En la 5D es donde se viven los sueños dotándolos de realidad espacio/temporal, donde se experimenta los sueños lúcidos y la magia blanca. Como es una dimensión de Luz, se perciben las formas lumínicas y muchas veces geométricas. La 5D es también conocida como la conciencia de Cristo y de Buda.

Según lo anteriormente argumentado, la sabiduría como ciencia para la sanación espiritual, se convierte en un Ideal de sabiduría que requiere una filosofía de la mente para la transformación interior mediante el empoderamiento, el despertar espiritual, la trascendencia del ego y la conciencia de unidad. Así, dicha ascensión espiritual desde la 3D a la 5D, presupone la trascendencia de los velos de la percepción que impiden nuestra evolución espiritual. La trascendencia espiritual individual de cada uno de nosotros es lo que va a permitir, de un modo colectivo, el nacimiento de una nueva conciencia, lo que algunos llaman Era de Acuario, o segunda venida de Cristo, o Flash solar, o Era Dorada…

En cualquier caso, es indudable que la humanidad se halla al borde de la racionalidad, pues existe un fracaso epistemológico de la filosofía occidental: se vislumbra una transracionalidad gracias a “evolucionarios” donde, el término “evolución”, debe ser interpretado como un metaconcepto que trasciende categorías intelectuales e integra disciplinas separadas: no solo la evolución científica, sino también la evolución de la tecnología, la evolución de la cooperación, la evolución de la consciencia, la evolución de las visiones del mundo, la evolución de la información, la evolución de los valores, la evolución de la espiritualidad y la evolución de la religión.

Alcanzar de un modo colectivo la sabiduría de las visiones anteriormente argüidas, requiere previamente el trabajo individual de cada uno de nosotros, en el mismo sentido que nos anticipó el inconmensurable Sócrates: “Aquel que quiera cambiar el mundo, deberá comenzar por cambiarse a sí mismo”. Ese es el tan aludido camino ascendente hacia la sabiduría donde se adquiere la conciencia que, el saber sin amor, es puro egoísmo y la causa de tanto sufrimiento en este mundo.

Feliz sabiduría 2022
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sociedad ignorancia

LA SOCIEDAD DE LA IGNORANCIA Y LAS REPERCUSIONES EPISTEMOLÓGICAS

1 - La sociedad de la ignorancia

El texto siguiente es una reproducción de la nota número 19 de LA EDUCACIÓN CUÁNTICA (4ª ed.)

En este ensayo, el lector podrá apreciar que, en reiteradas ocasiones, aludiré a La sociedad de la ignorancia. No debe interpretarse dicha alusión en un sentido peyorativo hacia mis coetáneos, o como una postura de soberbia de quien escribe esto, sino más bien, como un pensamiento crítico, tomando prestada la expresión de los autores intelectuales (Mayos, Brey, Campàs, Innerarity, Ruiz y Subirats) de la obra con el mismo título: La sociedad de la ignorancia.

En el prólogo de dicha obra, se justifica ya plenamente el por qué dicho título: por paradójico que resulte, la potente y exitosa sociedad del conocimiento que están construyendo las avanzadas sociedades postindustriales conlleva un riesgo creciente de incultura. En términos cuantitativos, ningún individuo puede competir con el ritmo hiperbólico actual en la producción de información, pues esa producción crece exponencialmente gracias a que -como nunca antes- es una labor colectiva potenciada porque estamos continuamente entrelazados mediante Internet, lo cual excede a la capacidad de los individuos para procesar dicha información.

Así, cada vez más individuos tienden a percibir tras la sociedad del conocimiento la sombra amenazante de una “sociedad de la incultura” que les condena a una inevitable obsolescencia cognitiva. Cualquier solución o enmienda, dicen los autores, que nos planteemos pasa por entender a fondo el vínculo radical que existe entre la sociedad del conocimiento y los “nuevos analfabetos”, es decir, los nuevos tipos de ignorantes, incultos y marginados. Por desgracia, ni en Internet ni en la sociedad del conocimiento se asegura la visibilidad a quien tenga algo que decir o un conocimiento valiosos que aportar. ¿Quién es hoy el genio o el sabio que no necesita especializarse con todo el saber colectivo que generamos o, simplemente, dispone de una amplia y suficiente “cultura general”?

Como respuesta, se dice, de un modo un tanto irónico, que los “filósofos”. ¿Está aumentando de manera inevitable y acelerada la distancia entre lo que los individuos -cada uno de nosotros- puede conocer o controlar con un mínimo de solvencia crítica y el conocimiento que produce la humanidad en su conjunto? Por todo ello, orientarse con criterio y sentido personal dentro de la cultura o conocimiento colectivos resulta cada vez más difícil, costoso y problemático (tal es el objetivo pretendido por este ensayo: ofrecer un mapa epistemológico con una finalidad pedagógica, como está reproducido esquemáticamente en el prólogo).

Los autores de La sociedad de la ignorancia sostienen que la obsolescencia cognitiva que el crecimiento exponencial del conocimiento disponible ha producido en los individuos no amenaza tanto su campo profesional y especializado, sino sobre todo las coordenadas generales que estos precisan para decidir de manera democrática y con conocimiento de causa sobre los procesos crecientemente complejos que configuran la vida humana actual. Por eso, la otra cara de la sociedad del conocimiento es, sobre todo, la “sociedad de la incultura” y “de la ignorancia” (de ahí la imperiosa necesidad de reivindicar a la filosofía como baluarte para dar un sentido a la vida, y a La educación cuántica como su pedagógica función).

Concluyen estos autores de que el poder y el dominio también acechan, ocultas tras Internet y la “sociedad del conocimiento” (prueba de ello son las escuchas ilegales a escala mundial realizadas por la NSA estadounidense). Para minimizar esos riesgos y poder “empoderarnos” democráticamente en esas nuevas posibilidades, todos tenemos que estar vigilantes, atentos y decididos a ejercer nuestros derechos ciudadanos (como se verá en este ensayo, la filosofía de la mente propuesta aboga por el empoderamiento “consciente” de la consciencia, un “ despertar de la conciencia” que ya Platón anticipó en su Mito de la Caverna).

2 - Las repercusiones epistemológicas de La sociedad de la ignorancia

El texto siguiente es una reproducción del capítulo 5-3 de la primera parte de LA EDUCACIÓN CUÁNTICA (4ª ed.)

Las consecuencias de La sociedad de la ignorancia son visibles en este decadente sistema capitalista de producción: predomina un egoísmo propulsor del infinito crecimiento en un planeta finito, lo cual invita al decrecimiento (Latouche, 2011) ya que plantea graves consecuencias humanas en la globalización en la que se halla inmersa este mundo (Bauman, 2003); también la libertad de los mercados está por encima de la de las personas; sin olvidar el acopio del conocimiento científico para el belicismo y la manipulación de la humanidad por una minoría de peligrosos psicópatas que gobiernan en la sombra (Estulin, 2007) (1) . Vuelvo a insistir, nos hallamos antes un caos civilizatorio en toda regla, principalmente, porque todavía no se ha logrado la integración de esos tres mundos diferenciados por Kant: ciencia, ego y moralidad.

La ciencia es usada servil y criminalmente por los poderes fácticos; el ego está sodomizado por el sistema capitalista; y la moralidad social está supeditada a los dogmas religiosos y a la oligarquía plutocrática. Kant (2007) fue consciente de los riesgos de la diferenciación entre la ciencia, el ego y la moralidad, y así lo expresó en su ensayo ¿Qué es la ilustración? La integración de esos tres mundos -ciencia, ego y moralidad-, sin lugar a dudas, se vislumbra como posible gracias al movimiento “transpersonal” surgido como “cuarta fuerza” de la psicología: tiene como objetivo integrar la racionalidad con la espiritualidad. Este racionalismo espiritual ha sido conceptuado en un magistral sistema de pensamiento por Ken Wilber (2005) mediante su obra cumbre Sexo, Ecología, Espiritualidad, erguido así este pensador como el representante más emblemático de la filosofía transpersonal y psicología transpersonal.

Siguiendo la estela de Wilber, mi obra Pensar en ser libre, de la filosofía tradicional a la filosofía transpersonal es una humilde revisión de la historia del pensamiento al propugnar que el “movimiento transpersonal” debe ser rehabilitado históricamente más allá del misticismo cuántico, término acuñado peyorativamente por los caducos materialistas científicos. Evidencio en dicha obra que el pasado pertenece a la razón individualista, pero el futuro pertenece al espíritu colectivo. Así, esa razón egocéntrica, muy a su pesar, se está retorciendo de dolor (Jara, 2007), un daño causado por el hombre al hombre, todo un contra sentido holístico de la naturaleza. Así, el giro natural, nunca mejor dicho, es que el genuino cogito cartesiano se auxilie con el espíritu kantiano mediante su imperativo categórico, lo que perennemente se ha conocido como amor. Lo que viene a decir la historia es que no se puede vivir sin amor (Hüther, 2015), porque es la más alta motivación que nos alienta a vivir, una cuestión ahora reconocida y evidenciada desde la neurobiología y la sociobiología (2) . ¿Acaso no hacemos lo que hacemos por amor a nuestros seres queridos? Pero ese amor ha sido también desahuciado del corazón de las personas por el perverso sistema capitalista que pone todo en venta, hasta nuestras emociones y nuestros sentimientos, anulando incluso nuestra voluntad sobre nuestros actos y pensamientos, convirtiéndonos entonces en autómatas productores de bienes de consumo para la exclusiva satisfacción del ego, descuidando así plenamente al espíritu. Desolador pensamiento occidental.


NOTAS:

(1) Los señores de las sombras (Estulin, 2007) es una investigación que pone al descubierto los vínculos entre los gobiernos, Servicios de Inteligencia, traficantes de drogas, terroristas internacionales y grandes empresas petroleras. Descubre toda la verdad sobre: El asesinato con polonio del ex espía ruso Alexander Litvinenko. El beneficio que, protegidos por la CIA, obtienen del negocio mundial de la droga las grandes corporaciones y los bancos occidentales. Cómo Roman Abramovich, actual propietario del Chelsea F. C., y Boris Berezovsky, el mayor oligarca de Rusia, robaron más de 2.800 millones de dólares del Fondo Monetario Internacional. Cómo las ONG están expoliando Darfur (Sudán) con la ayuda de las grandes multinacionales, que quieren hacerse con los yacimientos petrolíferos de todo el país. La estrecha relación de Victor Bout, el mayor traficante de armas del mundo, y el gobierno de George W. Bush. Cómo el fundamentalismo cristiano estadounidense está relacionado con Al Qaeda y el tráfico de drogas en Afganistán. La relación de la Hermandad Musulmana -que mantiene fuertes vínculos con la Casa Blanca- con los atentados del 11 de marzo en Madrid.


(2) El darwinismo y la teoría de la evolución y la selección natural se han convertido en pilares de la biología moderna. Gracias a ellos entendemos un poco mejor cómo se ha desarrollado la vida en sus múltiples manifestaciones. Sin embargo, cuando hablamos de animales superiores, como el ser humano, no todo parece justificarse a través de un naturalismo simple. Gerald Hüther (2015), neurobiólogo y autor de La evolución del amor, afirma que hay que tener en cuenta también otro ingrediente crucial, que afecta a hacia dónde se dirige nuestra especie y por dónde ha transcurrido hasta la fecha. Ese ingrediente, para este prestigioso científico, es el amor.

Hüther considera que el amor, como manifestación biológica, resulta crucial para explicar la historia de la evolución humana reciente, como elemento de cohesión personal, de garantía de la unión en una pareja o de cooperación en un grupo social. Sin el amor, un fenómeno creado por la propia evolución, la intrincada red de enlaces familiares que se han venido sucediendo a lo largo de la historia sería muy diferente, y distintos también, con seguridad, los rumbos seguidos por nuestra especie. Gracia a él, no solo tienen valor los genes egoístas, o la supervivencia del más fuerte, sino también la capacidad de elección de pareja por motivos distintos a la simple atracción física o el instinto reproductor.

En esta obra, el también catedrático de ciencias naturales y doctor en medicina reflexiona sobre el concepto del amor y sus raíces biológicas, así como las consecuencias de su existencia. Puede decirse que nuestra comprensión del amor ha evolucionado con los tiempos, pero que a pesar del surgimiento de la razón y del pensamiento crítico, este sentimiento sigue siendo importante por su influencia en el futuro de la especie.

Hüther nos cuenta como, con el auge del naturalismo y la ilustración, Darwin y otros científicos tuvieron que convivir con los nuevos descubrimientos y con conceptos ya caducos, como las explicaciones de la religión sobre el origen del hombre. Pero a pesar de la llegada de la razón en este campo, aún costaba explicar el papel que tenía en todo ello el amor. Así, del darwinismo más descarnado, se pasó al darwinismo social, y posteriormente al determinismo del comportamiento. Finalmente, la sociobiología se apoderó de la escena.

Para Hüther, el amor también es la fuente de nuestra creatividad, no solo en el caso de músicos y artistas; también lo es para muchos grandes políticos y científicos. Es la base de nuestra existencia y nuestros logros culturales. Por el contrario, el estrés, la presión y la ansiedad no resultan del amor, sino de la competencia, que es la fuerza motora de la especialización, no de la creatividad. Según Hüther, todos somos “hijos del amor”, aunque a veces lo olvidamos porque la competencia y la guerra han impulsado grandes invenciones. Sin embargo, lo que nos une y lo que nos mantiene unidos a la naturaleza y a los demás es el amor, pese a la competencia.

Así, el amor es nuestra única perspectiva de supervivencia en este planeta. Estamos a punto de agotar nuestros propios recursos naturales, al explotarlos y contaminarlos, porque competimos entre nosotros, como individuos y como naciones. La única fuerza que puede vencer esta competencia autodestructiva es el amor, o si prefieres un término más cognitivo, el compromiso de equipo y la creatividad participativa. El amor es la fuente de logros evolutivos fundamentales. La selección sexual, es decir, la elección de pareja basada en un sentimiento que llamamos amor, provocó el moldeado de nuestros cuerpos en función de las preferencias y gustos de la pareja. Además, el amor paternal permitió fomentar las capacidades de nuestros hijos. Sin el cariño no seríamos capaces de dedicarnos a los demás y comprometernos. Tampoco podríamos alentarnos e inspirarnos los unos a los otros.

Para Hüther, es evidente de que para sacar provecho de nuestro potencial tenemos que encontrarnos los unos con los otros como sujetos en lugar de tratarnos como objetos. Solo la gente “amorosa” es capaz de tratar a los demás como sujetos. Pero, en la actualidad, nuestra cultura favorece a aquellos que usan y manipulan a los demás para lograr sus propósitos. A menos que este tipo de relaciones interpersonales y culturales desarrolladas a lo largo de la historia se supere, no seremos capaces de resolver ninguno de los problemas a los que nos enfrentamos ahora. La lucha por el poder y la dominación es la verdadera causa de todos nuestros problemas.

Ya es posible pues afirmar que el papel del amor es tan importante en el devenir de nuestra especie como puedan serlo otros factores biológicos. En este libro encontraremos los argumentos que lo confirman.


BIBLIOGRAFÍA:

Bauman, Zygmunt. La globalización: consecuencias humanas. México: Fondo de Cultura Económica de España, 2003.

Estulin, Daniel. Los señores de las sombras. Madrid: Del Bronce, 2007.

Hüther, Gerald. La evolución del amor. Barcelona: Plataforma, 2015.

Jara, Miguel. Conspiraciones tóxicas. Cómo atentan contra nuestra salud y el medio ambiente los grupos empresariales. Barcelona: Martinez Roca, 2007.

Kant, Inmanuel. ¿Qué es la ilustración? Madrid: Alianza, 2007.

Latouche, Serge. La hora del decrecimiento. Barcelona: Octaedro, 2011.

Wilber, Ken. Sexo, Ecología, Espiritualidad. Madrid: Gaia Ediciones, 2005.
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DOS MODOS DE SABER: RACIONALIDAD VERSUS ESPIRITUALIDAD

LA CIENCIA DE LA CONCIENCIA: DOS MODOS DE SABER: RACIONALIDAD VERSUS ESPIRITUALIDAD

Este artículo está reproducido en el capítulo 8 de la tercera parte de la obra FILOSOFÍA TRANSPERSONAL Y EDUCACIÓN TRANSRACIONAL

Este artículo está reproducido en la segunda parte de la obra CIENCIA, FILOSOFÍA, ESPIRITUALIDAD

“La filosofía ha sido sustituida por un reduccionismo psicológico, en sentido positivista, que no es capaz de dar razones sobre el verdadero sentido de la vida, pues deja de lado la visión espiritual inherente al ser humano” (Amador Martos, filósofo transpersonal).

El artículo Dos modos de saber: la falacia del sistema educativo occidental ha motivado preguntas como éstas: ¿ Cómo se relaciona la física cuántica con los místico?, ¿Cómo evidenciar las raíces científicas que entronan con la espiritualidad? Para dar respuesta a ello, reproduzco a continuación un capítulo-resumen de esos Dos modos de saber, extraído de La educación cuántica y a su vez de El espectro de la conciencia de Ken Wilber.

1 - No dualidad

Desde el surgimiento de la física cuántica, han sido innumerables los intentos por buscar un acercamiento y un entendimiento del viaje de la transformación interior, una cuestión que Platón dejó explicada metafóricamente mediante el Mito de la Caverna. La educación cuántica postulada en este ensayo no pretende ser un manual más de autoayuda y de crecimiento personal, aunque también, sino pretende evidenciar las raíces científicas que entronan con la espiritualidad. En esa dirección, Ken Wilber, mediante su obra El espectro de la conciencia, realiza un sesudo esfuerzo y explica que la conciencia, al igual que la radiación y la luz, se proyecta en una multitud de “longitudes de ondas” al descender hacia el tiempo y el espacio. En consecuencia, diversas religiones y terapias se corresponden con distintas zonas del “espectro de la conciencia”. La obra de Wilber es una magnífica síntesis de religión, física y psicología que refuta la filosofía del materialismo, convirtiéndose en el esfuerzo más serio y documentado para conciliar en un solo cuerpo de doctrina las dos grandes tradiciones de Oriente y Occidente. A partir de la obra de Wilber, la física cuántica (método científico) y el misticismo (método trascendental), se evidencian como dos modos de saber, diferentes pero complementarios. Así, el pensamiento cuántico (no dualidad entre sujeto y objeto) se presenta como una alternativa epistemológica al tradicional materialismo científico (dualidad entre sujeto y objeto), aunque los escépticos lo descalifiquen peyorativamente como “misticismo cuántico”.

2 - Tres niveles de conciencia: ego, existencial y mental

Sin embargo, para zanjar esa dicotomía cognitiva, es preciso argumentar debidamente el giro copernicano en la mirada del “ver para creer” (materialismo científico) al “creer para ver” (fenomenología de la conciencia). Para tal objetivo, voy a argumentar dicha cuestión con los razonamientos argüidos por Wilber en la citada obra El espectro de la conciencia. De un modo sinóptico, Wilber distingue entre tres niveles en el espectro de la conciencia: el del ego, el existencial y el mental. El nivel del ego es aquella banda de la conciencia que abarca nuestro papel, la idea que tenemos de nosotros mismos, nuestra imagen, con sus aspectos conscientes e inconscientes, así como la naturaleza analítica y discriminatoria de nuestro intelecto, de nuestra “mente”. El segundo nivel principal, el nivel existencial, incluye la totalidad de nuestro organismo, tanto somático como psíquico, y por consiguiente comprende nuestro sentido básico de la existencia, de nuestro ser, unido a nuestras premisas culturales que, en muchos sentidos, moldean esta sensación básica de la existencia. El tercer nivel, el mental, es conocido comúnmente como “conciencia mística”, y comprende la sensación de ser fundamentalmente uno con el universo. Así como el nivel del ego incluye la mente, y el nivel existencial incluye la mente y el cuerpo, el nivel mental incluye la mente, el cuerpo y el resto del universo .

En resumen, el nivel del ego es lo que uno experimenta cuando se siente padre, madre, abogado, ejecutivo, norteamericano, o asume cualquier otro papel o imagen. El nivel existencial es lo que uno siente “bajo” la imagen de uno mismo; es decir, la sensación de una existencia orgánica total, la convicción profunda de que uno existe como sujeto independiente de todas sus experiencias. El nivel mental es exactamente lo que uno siente en este mismo momento antes de sentir cualquier otra cosa: la sensación de ser uno con el cosmos. El nivel del ego y el existencial unidos constituyen nuestra sensación general de ser un individuo autoexistente e independiente: este es el nivel al que se dirigen la mayoría de los enfoques occidentales. Las escuelas orientales, por otra parte, suelen mostrar un mayor interés por el nivel mental, eludiendo así por completo los niveles egocéntricos. En pocas palabras, el propósito de las psicoterapias occidentales es el de “reparar” el yo individual, mientras que en los enfoques orientales se proponen trascender el yo. Si deseamos ir más allá de los confines del yo individual, encontrar un nivel de conciencia todavía más rico y generoso, aprendamos entonces de los investigadores del nivel mental, en su mayoría “orientales”, que se ocupan del concienciamiento místico y de la conciencia cósmica. La inmensa mayoría de la gente, especialmente la sociedad occidental, no está preparada, dispuesta o capacitada para seguir una experiencia mística, ni es conveniente empujarla a dicha aventura.

El objetivo primordial de los enfoques orientales no son el de reforzar el ego, sino el de trascenderlo de un modo total y completo, para alcanzar la liberación y la iluminación. Estos enfoquen pretenden conectar con un nivel de conciencia que ofrece una libertad total y la liberación completa de la raíz de todo sufrimiento. Los enfoques orientales y occidentales son, por consiguiente, asombrosamente dispares. Tras esta breve introducción al espectro de la conciencia según Ken Wilber, veamos a continuación su argumentación acerca de los dos modos de saber.

Dada la actual superabundancia de técnicas, métodos, escuelas, filosofías y disciplinas psicológicas, el auténtico problema, tanto para el terapeuta como para el lego, consiste en descubrir una similitud ordinal, una lógica interna, un hilo de continuidad en esta vasta complejidad de sistemas psicológicos distintos y frecuentemente contradictorios. En términos generales, podemos por consiguiente afirmar que los campos principales de la psicoterapia oriental y occidental se ocupan de diferentes niveles del espectro. Por consiguiente, una psicología auténticamente integradora y compaginadora puede y debe servirse de las introspecciones complementarias procedentes de cada una de esas escuelas psicológicas.

3 - La filosofía perenne

Dada nuestra voluntad experimental de investigar todos los niveles de la conciencia, desembocamos en la filosofía perenne, ya que en realidad no se trata de una filosofía basada en la especulación, sino de una experiencia basada en uno de nuestros niveles de la conciencia: el mental. En todo caso, siguiendo dicha filosofía perenne, es inevitable considerar el yo individual, en cierto sentido, como una ilusión y su mundo como un sueño. No obstante, con esto no se menosprecian en absoluto los enfoques occidentales, ya que, aunque las disciplinas orientales puedan despertarnos de dicho sueño, los occidentales pueden evitar, entretanto, que el sueño se convierta en una pesadilla. Aprovechemos ambas. Así es como hay dos modos de saber.

4 - Dos modos de saber

Del mismo modo que un cuchillo no puede cortarse a sí mismo, el universo tampoco es capaz de verse en su totalidad como objeto, sin mutilarse por completo. Todo intento de asimilar el universo como objeto de conocimiento es, por consiguiente, profunda e inextirpablemente contradictorio; y cuando mayor parece su éxito, mayor es en realidad su fracaso. No obstante, es curioso que ese tipo de conocimiento dualista según el cual el universo se divide en sujeto y objeto (así como verdad y mentira, bueno y malo, etcétera) constituya la base fundamental de la filosofía, la teología y la ciencia de Occidente. La filosofía occidental, en general, es la filosofía griega, y la filosofía griega es la filosofía de los dualismos. La mayoría de los principales temas filosóficos debatidos todavía hoy fueron creados y modelados por los filósofos de la antigua Grecia. De ahí que Whitehead afirmara que la filosofía occidental es una esmerada nota a pie de página en la obra de Platón. Lamentablemente, la investigación de la historia del “tronco principal” del pensamiento occidental en busca de una solución convincente al problema del dualismo equivale tan solo a aproximarse todo lo posible a la muerte por aburrimiento. Solo en la historia reciente hemos comenzado a presenciar la eliminación de los dualismos que impregnan el pensamiento occidental desde hace veinticinco siglos.

Esta increíble historia empezó en Europa durante el siglo XII. Fue la época de los descubrimientos, del Renacimiento, de las exploraciones, de hombres como Gutenberg, Petrarca, Vasco de Gama, Colón, Cortés, Da Vinci, Miguel Ángel, Tiziano, Marco Polo, Copérnico. El hombre dejó de considerarse como un peón pasivo en un juego divino, para dedicarse a la exploración y a la investigación en un sinfín de direcciones distintas: nuevos ideales, nuevos conceptos geográficos, nuevas formas de experimentar su existencia personal. Sin embargo, este ímpetu explorador colectivo siguió siendo oscuro, difuso y descoordinado hasta que se introdujo el concepto dualista más influyente concebido por la mente humana: alrededor de 1600, Kepler y Galileo formularon simultánea e independientemente el principio de que las leyes de la naturaleza pueden ser descubiertas a través de las mediciones, y aplicaron dicho principio a su propio trabajo. Así como Aristóteles se había dedicado a clasificar, Kepler y Galileo se propusieron medir.

En el transcurso de un siglo, el hombre europeo se quedó plenamente intoxicado con este nuevo concepto de la medición, la cuantificación; no era solo una mejora progresiva de la humanidad, ni la felicidad garantizada, lo que prometía la nueva ciencia de la medición, sino el conocimiento de la realidad absoluta y definitiva que jamás había estado al alcance del hombre en épocas anteriores. Los científicos de aquella época habían empezado a construir una metodología a partir del dualismo cartesiano del sujeto frente al objeto, de tal persistencia que acabaría por desintegrar el propio dualismo en el que se basaba. La ciencia clásica estaba destinada a ser autoaniquilada.

A pesar de negar rotundamente todo lo no medible, no objetivo y no verificable, la ciencia estaba dispuesta a seguir su propio rumbo con rigor y honradez hasta sus últimas consecuencias, que no tardarían en manifestarse. En 1900, la ciencia estaba convencida de que había llegado casi al fin de la realidad. Había, sin embargo, dos fenómenos importantes para los que la mecánica clásica no ofrecía explicación alguna. Uno de ellos era el efecto fotoeléctrico; el otro es el que ahora, sin poder evitar una carcajada, se denomina catástrofe ultravioleta. Fue verdaderamente una catástrofe, ya que introdujo la primera fisura en la “rígida estructura” del dualismo científico.

El problema hace referencia a la radiación de energía procedente de ciertos cuerpos térmicos y los datos experimentales no correspondían a las teorías físicas existentes. A esta incógnita acudió el ingenio de Max Planck que, en un audaz y radical salto genial, propuso que la energía no era continua, como se suponía, sino que aparecía en discretos paquetes o quanta. Albert Einstein tomó la teoría de Planck y la aplicó con éxito al efecto fotoeléctrico, al tiempo que Neils Bohr la aplicaba a la física subatómica. Louis de Broglie supo aprovechar estos acontecimientos para demostrar que la materia, al igual que la energía, producía ondas, lo cual indujo a Erwin Schroedinger a formular la monumental mecánica cuántica. Y todo ello en el plazo escaso de una generación.

Todos estos formidables descubrimientos culminaron en la ineludible y sin embargo devastadora conclusión, formulada como principio de indeterminación de Heisenberg, cuyo alcance fue (y sigue siendo) enorme. Recordemos que la ciencia había progresado basándose en el dualismo de un sujeto frente a un objeto, un observador frente a un acontecimiento, considerando que la realidad era aquello susceptible de ser medido y verificado objetivamente. Esta investigación dualista se extendió por fin al mundo de la física subatómica y, como es natural, el objetivo de los científicos era el de señalar y medir las “partículas”, tales como los electrones, que componía el átomo, ya que se las suponía la realidad de las realidades, los componentes finales e irreductibles de toda la naturaleza. He ahí precisamente la clave del problema.

Los físicos en cuestión habían llegado al punto de aniquilación y el supuesto que les había conducido hasta el mismo, el de que el observador es independiente del acontecimiento, y el de que se puede manipular dualmente el universo sin alterarlo, resultó ser insostenible. De algún modo misterioso, el sujeto y el objeto estaban íntimamente unidos, y las múltiples teorías que habían supuesto lo contrario se tambaleaban. Como el físico Eddington declaró: “Algo desconocido hace algo que no comprendemos; he ahí a lo que se reduce nuestra teoría. No parece una teoría particularmente esclarecedora”. Esta incapacidad de definir totalmente las “realidades definitivas” del universo halló su expresión matemática en el principio de indeterminación de Heisenberg, y marcó el fin del enfoque clásico y puramente dualista de la realidad. En este sentido, Whitehead afirmó: “El progreso de la ciencia ha llegado ahora a un nuevo punto de partida. Los sólidos cimientos de la física se han desmoronado. Los viejos cimientos del pensamiento científico se convierten en incomprensibles. Tiempo, espacio, materia, material, éter, electricidad, mecanismo, organismo, configuración, estructura, pauta, función; todo ello debe ser reinterpretado. ¿Qué sentido tiene hablar de explicación mecánica cuando no sabemos lo que se entiende por mecánica?”.

La revolución cuántica fue tan cataclísmica debido a que no atacó una o dos conclusiones de la física clásica, sino sus propios cimientos, la base que servía de soporte para la totalidad de su estructura, es decir, el dualismo sujeto-objeto. Estas últimas realidades se desplazan cada vez que uno intenta medirlas. Quedó perfectamente claro para dichos físicos que la medición objetiva y la verificación no podían ser ya determinantes de la realidad absoluta, debido a que el objeto medido no se podía separar nunca por completo del sujeto medidor; lo medido y el medidor, lo verificado y el verificador, a este nivel, son una y la misma cosa. El sujeto no puede manipular el objeto, porque el sujeto y el objeto son en definitiva una y la misma cosa.

Al mismo tiempo que se desintegraba la “rígida estructura” del dualismo científico en la física, un joven matemático llamado Kurt Gödel elaboraba lo que fue sin duda el tratado más increíble en su género. En esencia, es una especie de analogía lógica del principio físico de indeterminación de Heisenberg. Conocido en la actualidad como “teorema de Gödel”, consiste en una rigurosa demostración matemática de que todo sistema lógico cerrado debe poseer por lo menos una premisa, que no se puede demostrar o verificar sin contradecirse a sí misma. Así pues, tanto desde un punto de vista lógico como físico, la verificación “objetiva” no es prueba de la realidad. Si todo debe ser verificado, ¿cómo se verifica al verificador, ya que sin duda forma parte del todo?

En otras palabras, cuando el universo se divide en sujeto y objeto, en un estado que ve y otro que es visto, algo queda siempre al margen. En el fondo del mundo físico, el principio de indeterminación; en el fondo del mundo mental, el teorema de Gödel: la misma brecha, el mismo universo que se alude a sí mismo, el mismo “algo falta” (nos encontramos asimismo con el mismo principio a nivel psicológico en la generación del inconsciente). Cuando la ciencia empezó con el dualismo entre el sujeto y el objeto cometió un error y en las primeras décadas del siglo XX había llegado al borde de la aniquilación. ¿Es la conciencia en realidad materia, o es la materia en realidad conciencia? La decisión final dependía por lo general de la inclinación individual. Bertrand Rusell lo resumió sucintamente: “Podemos denominar al mundo físico o mental, o ambas cosas, según se nos antoje; en realidad las palabras no cumplen ningún propósito”.

En breve, la física cuántica había conducido a otro dualismo, el de lo mental frente a lo material, al borde de la aniquilación, donde se había desvanecido. Son numerosas las conclusiones que se pueden sacar de la introspección de la revolución cuántica: a decir verdad, tan numerosas que la mayoría de los filósofos modernos utilizan el principio de indeterminación de Heisenberg y la mecánica cuántica de Schroedinger como prueba irrefutable de cualquier teoría en la que, a la sazón, crean. La conclusión de Heisenberg es clara: “Desde el primer momento participamos en el debate entre el hombre y la naturaleza, en el que la ciencia solo juega una parte, de modo que la división habitual del mundo entre sujeto y objeto, mundo interno y mundo externo, cuerpo y alma, ha dejado de ser adecuada y crea dificultades”. Erwin Schroedinger coincide plenamente con ello y se limita a afirmar: “Es imposible evitar dichas dificultades, a no ser que se abandone el dualismo”. “Abandonar el dualismo” era exactamente lo que la nueva física había hecho. Además de eliminar la barrera ilusoria entre sujeto y objeto, onda y partícula, mente y cuerpo, mental y material, con la brillante ayuda de Albert Einstein, la nueva física abandonó también el dualismo de espacio y tiempo, energía y materia, e incluso espacio y objetos. Al eliminar el dualismo fundamental entre sujeto y objeto, dichos físicos abandonaron en principio todos los dualismos.

Es precisamente en el dualismo de “crear dos mundos de uno solo” donde el universo se divide y mutila. Y la propia base de esta “creación de dos mundos de uno solo” la constituye la ilusión dualista de que el sujeto es fundamentalmente distinto e independiente del objeto. Como hemos visto, esto fue precisamente lo que los mencionados físicos acabaron por descubrir, la introspección culminante de trescientos años de investigación científica consistente y persistente. Este descubrimiento es de suma importancia, ya que permitió que los científicos en cuestión comprendieran lo inadecuado del conocimiento dualista, a condición de reconocer (aunque solo fuera vagamente) la posibilidad de otro modo de conocer la realidad, que no separe al conocedor de lo conocido, ni al sujeto del objeto. Respecto a este segundo modo, Eddington dice: “Tenemos dos géneros de conocimiento que yo denomino conocimiento simbólico y conocimiento íntimo. Las formas más comunes de razonar han sido desarrolladas exclusivamente para el conocimiento simbólico. El conocimiento profundo no es susceptible de codificación ni análisis; o mejor dicho, cuando intentamos analizarlo se pierde su intimidad y la remplaza el simbolismo”. Eddington denomina el segundo modo de conocimiento “íntimo”, porque el sujeto y el objeto están íntimamente unidos en dicha operación.

La física, y para el caso la mayoría de las disciplinas intelectuales occidentales, no trataban del “mundo propiamente dicho” debido a que operaban a través del modo dualista del conocimiento, y de lo que se ocupaban por consiguiente era de las representaciones simbólicas de dicho mundo. Por consiguiente, nuestras palabras, nuestras ideas, nuestros conceptos, nuestras teorías, e incluso nuestro lenguaje cotidiano no son más que “mapas” del mundo real. Así, nuestras ideas científicas y filosóficas sobre la realidad no son la realidad propiamente dicha.

Por consiguiente, de acuerdo con lo descubierto por los mencionados físicos, disponemos de dos modos básicos de conocer: el primero denominado mapa, conocimiento simbólico, inferencial o dualista (“método científico” a partir del cual se puede inferir el “mapa sociológico”), y el segundo conocido como íntimo, directo o conocimiento no dual (“misticismo contemplativo” como corolario al “mapa psicológico”). Como hemos visto, la ciencia en general partió exclusivamente del conocimiento simbólico y dualista “estilo mapa”, concentrándose en las “sombras”, pero como consecuencia de los últimos descubrimientos en las ciencias físicas, este modo de conocer ha resultado inadecuado, por lo menos en ciertos aspectos, para el “conocimiento auténtico” tan falazmente prometido. Dicha insuficiencia ha inducido a numeroso físicos a recurrir al segundo modo, o íntimo, de conocer, o por lo menos a plantearse la necesidad de dicho tipo de conocimiento.

Estas dos formas de conocimiento se distinguen también con toda claridad en el hinduismo, que en el Mundaka Upanishad (1.1.4) declara: “Existen dos modos de conocimiento que podemos alcanzar, que los conocedores de Brahma denominan superior e inferior”. El mundo inferior corresponde a lo que nosotros hemos denominado mapa simbólico del conocimiento. El mundo superior “no se alcanza avanzando progresivamente a través de las órdenes inferiores del conocimiento, como si se tratara de la última etapa de una serie, sino de golpe, de un modo, por así decirlo, intuitivo e inmediato”. Esto corresponde a nuestro segundo modo de conocimiento, o no dual, ya que se trata de una visión intuitiva de la no dualidad.

Quizá ningún filósofo moderno ha hecho tanto hincapié en la importancia fundamental de distinguir dichos dos modos de conocimiento como Alfred North Whitehead, que ha señalado insistentemente que las características fundamentales del conocimiento simbólico son la abstracción y la bifurcación (es decir, la dualidad), haciendo caso omiso de todo lo demás, por lo que “la abstracción no es más que la omisión de parte de la verdad”.

El conocimiento simbólico o representativo es un modo de conocimiento con el que todos estamos familiarizados: se considera al sujeto “independiente” del objeto y el “saber” consiste en establecer una cadena externa de intermediarios físicos o mentales que vinculen el pensamiento con el objeto. Sin embargo, el segundo modo de conocimiento no contiene dicha duplicidad ya que, en palabras de William James, “cuando el conocimiento es inmediato e intuitivo, el contenido mental y el objeto son idénticos”.

Ahora bien, si es cierto que al dividir el universo en sujeto y objeto, en conocedor y conocido, al crear “dos mundos de uno solo”, el universo queda desgarrado y aislado de sí mismo, nuestra única esperanza de conectar con la realidad-si es que efectivamente existe- dependerá necesariamente del abandono total del modo dualista de conocimiento, que no hace más que repetir dicho acto primigenio de mutilación en cada uno de sus pasos. En tal caso, debemos abandonar el modo simbólico-dualista de conocimiento, que desgarra la textura de la realidad en el propio intento de comprenderla. En otras palabras, lo que debemos hacer es salir de las tinieblas del conocimiento crepuscular, para entrar en el resplandor del conocimiento diurno; si nuestro propósito es conocer la realidad, es al segundo modo de conocimiento al que debemos recurrir. De momento nos basta con saber que poseemos dicho conocimiento diurno, pero nuestra satisfacción será enorme cuando logremos despertarlo plenamente.

5 - Un nuevo paradigma de conocimiento: la conciencia transpersonal

Hasta aquí la argumentación, pienso, magistralmente expuesta por Ken Wilber respecto a los dos modos de saber. Desde el surgimiento de la física cuántica, tal es el debate entre los materialistas científicos (método científico) y los mal llamados “místicos cuánticos”(método trascendental). Dicha dicotomía cognitiva, en realidad, es una réplica epistemológica entre la ciencia como medio de conocimiento objetivo y el misticismo como conocimiento revelado que plantean las diversas religiones. Por tanto, el debate que se plantea desde el surgimiento de la física cuántica es el encontronazo entre la racionalidad y la espiritualidad (Laszlo, 2007), una cuestión de hondo calado abordada pedagógicamente como La educación cuántica y que propugna ese nuevo paradigma de conocimiento donde el “misticismo cuántico” debe ser reconsiderado como filosofía transpersonal.

Sin embargo, dicha cuestión también puede ser consultada en Cuestiones cuánticas, una obra de Ken Wilber (2013) que recopila los escritos místicos de los físicos más famosos del mundo. Son unos escritos místicos de los científicos más eminentes de nuestra era, los padres fundadores de la relatividad y de la física cuántica. Todos ellos, con un lenguaje asequible y ajeno a la terminología técnica, expresan su convicción de que la física y la mística, de alguna manera, son complementarias. Sin lugar a dudas, son cada vez más los científicos que escapan de la exclusiva mirada del materialismo científico y abrazan a la espiritualidad.

Ken Wilber, en esta magistral clase de filosofía de la ciencia, nos demuestra que hay dos modos de conocer: el método científico y el trascendental, diferentes pero complementarios. El primero languidece con el pensamiento occidental al proyectarse el sujeto en el objeto, el materialismo, el poder de la razón destruyendo la biosfera, en definitiva, todo un racionalismo pragmático; y el segundo, el racionalismo espiritual, es el artífice de un nuevo mundo que vislumbra el empoderamiento consciente de las personas, y cuya primera condición es trascender el ego para ver la vida de un modo compasivo, y que para cambiar el mundo, hay que comenzar precisamente por uno mismo, uniendo la sabiduría (Droit, 2011) y el amor (Hüther, 2015) en una nueva percepción consciente no dual, pues conocimiento y amor son como dos caras de la misma moneda donde, el saber sin amor, es puro egoísmo.

Es dicho proceso de autopoiesis desde la razón al espíritu colectivo el causante del problema epistemológico entre los materialistas científicos y los místicos cuánticos. El método científico como único medio de llegar al conocimiento, mediante la física cuántica, ha llegado a los confines del universo: el propio sujeto, pues objeto y sujeto son una y la misma cosa. Todo un giro copernicano del “ver para creer” al “creer para ver”, uno nuevo paradigma de conocimiento propuesto por los místicos cuánticos al aunar ciencia y espiritualidad, restando así supremacía respectivamente a los poderes fácticos quienes controlan la ciencia, y a las religiones quienes obnubilan la razón de sus fieles. Dicha introspección inquiere, inexorablemente, de un nuevo paradigma de conocimiento, una tarea ya emprendida por científicos como Ken Wilber (2005a), Fritjof Capra (2000), Amit Goswami (2010), Rupert Sheldrake (1994), Deepak Chopra (2007), Joe Dispenza (2012), Jean-Pierre Garnier Malet (2012), Bruce Lipton (2007), Félix Torán (2011), Pim Van Lommel (2012), Alexander Eben (2013), Michio Kaku (2007), Eduardo Zancolli (2003), Francisco Barsonell (2012), José Miguel Gaona (2012), etcétera.

Hay dos modos de saber. Que cada cual, según sus convicciones, elija el suyo. Sin embargo, mediante la sabia argumentación de Ken Wilber, esos dos modos de saber se constituyen en sustratos epistemológicos y permiten diferenciar respectivamente entre la epistemología de lo conmensurable y la hermenéutica de lo inconmensurable (Martos, 2015), entre la ciencia y la religión, entre la razón y el espíritu. Con la emergencia de la mente a partir de la modernidad, el Espíritu comienza a tomar conciencia de sí mismo, lo cual, entre otras cosas, introduce en el mundo la conciencia moral, una moral, por cierto, completamente ajena al mundo de la naturaleza. Por tanto, el Espíritu está comenzando a despertar a sí mismo, conocerse a sí mismo a través de los símbolos, los conceptos, dando así origen al mundo de la razón y, en particular, al mundo de las morales conscientes. Así, pues, la naturaleza es Espíritu objetivo, mientras que la mente es Espíritu subjetivo. En ese momento histórico -en el momento en que la mente y la naturaleza se diferenciaron-, el mundo parece escindirse en dos, la mente reflexiva y la naturaleza reflejada, pero la modernidad se hallaba temporalmente estancada en la batalla entre la mente y la naturaleza, entre el ego y el eco. En opinión de Shelling, esta síntesis no dual como identidad entre el sujeto y el objeto en un acto atemporal de autoconocimiento, es una intuición mística directa. Para Shelling, y también para su amigo y discípulo Hegel, el Espíritu se enajena de sí mismo para dar lugar a la naturaleza objetiva, despierta a sí mismo en la mente subjetiva y termina retornando así en la pura conciencia inmediata no dual en la que sujeto y objeto son uno, y la naturaleza y la mente se funden en la actualización del Espíritu. El Espíritu se conoce a sí mismo objetivamente como naturaleza, se conoce subjetivamente como mente y se conoce absolutamente como Espíritu. Esos tres momentos también son conocidos como subconsciente, consciente y supraconsciente, o dicho de otro modo, prepersonal, personal y transpersonal; o preracional, racional y transracional; o biosfera, noosfera y teosfera (Wilber, 2005b: 396-398).

Todo ello, traducido en términos evolutivos y psicológicos (Laszlo, 2004), equivale a decir que El gen egoísta (Dawkins, 2002) puede ser trascendido conscientemente Más allá del ego (Vaughan y Walsh,2000), dicho de otro modo, el egoísmo puede ser trascendido hacia la compasión y, respectivamente, la conciencia personal hacia la conciencia transpersonal (1) (Martos, 2008). Así, desde dicha perspectiva, la afirmación de Dawkins (2002: 3) de que “el amor universal y el bienestar de las especies consideradas en su conjunto son conceptos que, simplemente, carecen de sentido en cuanto a la evolución”, es un simple reduccionismo desde el materialismo científico, obnibulado por una prepotencial racional en cuanto causa explicativa al obviar que el Kosmos (2) es autotrascendente y regido por los veinte principios (3). Dicho de otro modo, La evolución del amor (Hüther, 2015) ya es contemplada desde la neurobiología y la sociobiología como un fenómeno de la evolución humana pues, más allá del valor de los genes egoístas o la superviviencia del más fuerte, interviene la capacidad de elección de pareja por motivos distintos a la simple atracción física o el instinto reproductor. Para Hüther, a pesar del surgimiento de la razón y del pensamiento crítico, el sentimiento del amor sigue siendo importante por su influencia en el futuro de la especie humana pues es la fuente de nuestra creatividad y la base de nuestra existencia y nuestros logros culturales y, más decisorio aún, nuestra única perspectiva de supervivencia en este planeta. En definitiva, la única fuerza que puede vencer a la competencia autodestructiva es el amor mediante el compromiso de equipo y la creatividad participativa.


NOTAS:

(1) Etimológicamente el término transpersonal significa “más allá” o “a través” de lo personal, y en la literatura transpersonal se suele utilizar para hacer referencia a inquietudes, motivaciones, experiencias, estadios evolutivos, modos de ser y otros fenómenos que incluyen pero trascienden la esfera de la individualidad y de la personalidad humana, el yo o ego (Ferrer, 2002). Entre sus intereses centrales se encuentran “los procesos, valores y estados transpersonales, la conciencia unitiva, las experiencias cumbre, el éxtasis, la experiencia mística, la trascendencia, las teorías y prácticas de la meditación, los caminos espirituales, la realización (...) y los conceptos, experiencias y actividades con ellas relacionados” (Walsh y Vaughan, 1982:14). Entre sus objetivos principales se encuentra la delimitación de las fronteras y las variedades de la experiencia humana consciente (Rowan, 1996). (Cita extraída del trabajo de investigación de Doctorado titulado Complejidad y Psicología Transpersonal: Caos, autoorganización y experiencia cumbre en psicoterapia, de Iker Puente Vigiola, Facultad de Psicología, Universidad Autónoma de Barcelona, 16 de Febrero de 2007).

Sin embargo, a los efectos prácticos de este ensayo, el concepto de conciencia transpersonal se implementa también con la siguiente definición: En los estados modificados de consciencia estudiados por la psicología transpersonal se producen cambios en el flujo del pensamiento, en la percepción de la realidad y a nivel emocional. En estos estados pueden ocurrir experiencias de catarsis y, sobre todo, experiencias místicas o extáticas, que diversos autores han definido como religiosas, trascendentes, transpersonales o experiencias cumbre. En estas vivencias el mundo se percibe como una totalidad, en la que el propio individuo está inmerso. Se produce, al mismo tiempo, una sensación subjetiva de unidad, en la que el Yo individual se diluye, desapareciendo toda distinción significativa entre el Yo y el mundo exterior. Esta experiencia es vivida por la persona como algo positivo, y autores como Maslow o Grof señalan que puede tener efectos beneficiosos y terapéuticos. Sin embargo, la disolución del Yo previa a la sensación subjetiva de unidad, puede ser vivida por el sujeto como un momento de caos, de desequilibrio y desestructuración, de pérdida de los puntos de referencia habituales. Diversos autores se han referido a esta experiencia como muerte del ego. (Grof, 1988; Wilber, 1996; Fericgla, 2006). (Cita extraída del artículo titulado Psicología Transpersonal y Ciencias de la Complejidad: Un amplio horizonte interdisciplinar a explorar, de Iker Puente, Journal of Transpersonal Research, 2009, Vol. 1 (1), pp 19-28 ISSN: 1989-6077).

Por tanto, en este ensayo, el paso de la conciencia personala la conciencia transpersonal, debe interpretarse como la muerte del ego en su viaje iniciático hacia la percepción unitaria del sujeto cognoscente con el mundo (no dualidad entre sujeto y objeto), donde las emociones egoístas e individualistas dejan paso a la compasión. Se trataría, en suma, de un ascendente viaje iniciático-cognitivo similar al descrito como salida del mundo de las sombras en el Mito de la Caverna de Platón, para luego transmitir de un modo descendente la sabiduría adquirida en el Mundo de las Ideas, donde la reina es el Amor.

(2) Wilber examina el curso del desarrollo evolutivo a través de tres dominios a los que denomina materia (o cosmos), vida (o biosfera) y mente (o noosfera), y todo ello en conjunto es referido como “Kosmos”. Wilber pone especial énfasis en diferenciar cosmos de Kosmos, pues la mayor parte de las cosmologías están contaminadas por el sesgo materialista que les lleva a presuponer que el cosmos físico es la dimensión real y que todo lo demás debe ser explicado con referencia al plano material, siendo un enfoque brutal que arroja a la totalidad del Kosmos contra el muro del reduccionismo. Wilber no quiere hacer cosmología sino Kosmología.

(3) Wilber en Sexo, Ecología, Espiritualidad,72-119:

1- La realidad como un todo no está compuesta de cosas u de procesos, sino de holones.

2- Los holones muestran cuatro capacidades fundamentales: autopreservación, autoadaptación, autotrascendencia y autodisolución. Estas cuatros características son muy importantes y las vamos a estudiar una a una.

3- Autopreservación. Los holones se definen no por la materia de que están hechos (puede no haber materia) ni por el contexto en el que viven (aunque son inseparables de él), sino por el patrón relativamente autónomo y coherente que presenta. La totalidad del holón se muestra en la capacidad de preservar su patrón.

4- Autoadaptación. Un holón funciona no solo como una totalidad autopreservadora sino también como parte de otro todo mayor, y en su capacidad de ser una parte debe adaptarse o acomodarse a otros holones (no autopoiesis sino alopoiesis; no asimilación sino acomodación).

5- Autotrascendencia (o autotransformación). La autotrascendencia es simplemente la capacidad que tiene un sistema de llegar más allá de lo dado, e introducir en cierta medida algo novedoso; una capacidad sin la cual es seguro que la evolución no hubiera podido ni siquiera comenzar. El universo tiene la capacidad intrínseca de ir más allá de lo que fue anteriormente.

6- Autodisolución. Dado que cada holón es también un supraholón, cuando es borrado –cuando se autodisuelve en sus subholones- tiende a seguir el mismo camino descendente que éstos han seguido en el camino ascendente: las células se descomponen en moléculas, que a su vez se descomponen en átomos, y éstos en partículas que desaparecen en las probabilidades nubes transfinitas de “burbujas dentro de burbujas”.

7- Los holones emergen. Emergen nuevos holones debido a la capacidad de autotrascendencia. Primero las partículas subatómicas; después los átomos, moléculas, los polímeros; después las células, y así sucesivamente.

8- Los holones emergen holárquicamente. Es decir, jerárquicamente, como una serie ascendente de totalidades/partes. Los organismos contienen células, pero no al revés; las células contienen moléculas, pero no al revés; las moléculas contienen átomos, pero no al revés.

9- Cada holón emergente trasciende pero incluye a sus predecesores. Todas las estructuras básica y funciones son preservadas y llevadas a una identidad mayor, pero todas las estructuras de exclusividad y las funciones que existían debido, al aislamiento, a la separación, a la parcialidad, a la individualidad separada, son simplemente abandonadas y reemplazadas por una individualidad más profunda que alcanza una comunión más amplia de desarrollo.

10- Lo inferior establece las posibilidades de lo superior; lo superior estable las probabilidades de lo inferior. Aunque un nivel superior va “más allá” de lo dado en el nivel inferior, no viola las leyes o patrones del nivel inferior; no está determinado por el nivel inferior, pero tampoco puede ignorarlo. Mi cuerpo sigue las leyes de la gravedad, mi mente se rige por otras leyes, las de comunicación simbólica y la sintaxis lingüística; pero si mi cuerpo se cae por un precipicio, mi mente va con él.

11- El número de niveles que comprende una jerarquía determinada si esta es “superficial” o “profunda”; y al número de holones en su nivel dado le llamaremos su “extensión”. Esto es importante porque establece que no es solo el tamaño de una población lo que estable el orden de riqueza (u orden de emergencia cualitativa), sino más bien viene dado por su profundidad. Veremos que una de las confusiones más generalizadas de las teorías ecológicas generales o del nuevo paradigma (ya sean “pop” o “serias”) es que a menudo confunden gran extensión con gran profundidad.

12- Cada nivel sucesivo de la evolución produce MAYOR profundidad y MENOR extensión. Así, el número de moléculas de agua en el universo siempre será menor que el número de átomos de hidrógeno y de oxígeno. El número de células en el universo siempre será menor que el de moléculas, y así sucesivamente. Simplemente quiere decir que el número de totalidades siempre será menor que el número de partes, indefinidamente. Cuando mayor sea la profundidad de un holón, tanto mayor será su nivel de conciencia. El espectro de la evolución es un espectro de conciencia. Y se puede empezar a ver que las dimensiones espirituales constituyen el tejido mismo de la profundidad del Kosmos.

13- Destruye un holón de cualquier tipo y habrás destruido todos sus holones superiores y ninguno de sus inferiores. Es decir: cuando menos profundidad tiene un holón, tanto más fundamental es para el Kosmos, porque es un componente de muchos otros holones.

14- Las holoarquías coevolucionan. Significa que la “unidad” de evolución no es el holón aislado (molécula individual, planta, o animal), sino un holón más dentro del entorno inseparablemente ligado a él. Es decir, la evolución es ecológica en el sentido más amplio.

15- Lo micro está en una relación de intercambio con lo macro en todos los niveles de su profundidad. Por ejemplo, el ser humano y los tres niveles de materia, vida y mente: todos estos niveles mantienen su existencia a través de una red increíblemente rica de relaciones de intercambio con holones de la misma profundidad en su entorno.

16- La evolución tiende a seguir la dirección de mayor complejidad. El biólogo alemán Woltereck acuño el término anamorfosis – significa, literalmente, “no ser conforme”- para definir lo que vio como rasgo central y universal de la naturaleza: la emergencia de una complejidad cada vez mayor.

17- La evolución tiende a seguir la dirección de mayor diferenciación/integración. Este principio fue dado en su forma actual, por primera vez, por Herbert Spencer (en First principles, 1862): la evolución es un “cambio desde una homogeneidad incoherente e indefinida a una heterogeneidad coherente y definida, a través de continuas diferenciaciones e integraciones”.

18- La organización/estructuración va en aumento. La evolución se mueve del sistema más simple al más complejo y desde el nivel de organización menor hacia el mayor.

19- La evolución tiende a seguir la dirección de autonomía relativa creciente. Este es un concepto muy poco comprendido. Simplemente hace referencia a la capacidad de un holón para autopreservarse en medio de las fluctuaciones ambientales (autonomía relativa es otra forma de decir individualidad). Y de acuerdo con las ciencias de la complejidad, cuando más profundo es un holón, mayor es su autonomía relativa. La autonomía relativa simplemente se refiere a cierta flexibilidad ante el cambio de las condiciones ambientales.

20- La evolución tiende a seguir la dirección de un Telos creciente. El régimen, canon, código o estructura profunda de un holón actúa como un imán, un atractor, un punto omega en miniatura, para la realización de ese holón en el espacio y el tiempo. Es decir, el punto final del sistema tiene a “atraer” la realización (o desarrollo) del holón en esa dirección, ya sea un sistema físico, biológico o mental. Ha surgido toda una disciplina dentro de la teoría general de sistemas para dedicarse al estudio de las propiedades de los atractores caóticos y de los sistemas por ellos gobernados; se le conoce popularmente como la teoría del caos.


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Martos, A (2015). “El mándala epistemológico y los nuevos paradigmas de la humanidad”. En GIRUM, Revista de Investigación Científica Humanística, Universidad Antropológica de Guadalajara (México), 2015, Vol.1, 29-48, ISSN: 2328-7894

Sheldrake, Rupert. El renacimiento de la naturaleza: la nueva imagen de la ciencia y de Dios. Barcelona: Paidós Ibérica, 1994.

Torán, Félix. Mente cuántica. Málaga: Corona Borealis , 2011.

Van Lommel, Pim. Consciencia más allá de la vida. Girona: Atalanta, 2012.

Vaughan, F y Walsh, R. Más allá del ego. Barcelona: Kairós, 2000.

Wilber, Ken. Sexo, Ecología, Espiritualidad. Madrid: Gaia Ediciones, 2005a.

Wilber, Ken. Breve historia de todas las cosas. Barcelona: Kairós, 2005b.

Wilber, Ken. Cuestiones cuánticas. Barcelona: Kairós, 2013.

Zancolli, Eduardo R. El misterio de las coincidencias. Barcelona: RBA libros, 2003.


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PENSAMIENTO

NUEVAS REGLAS DEL PENSAMIENTO

Este artículo es una reproducción del capítulo 4-5 de la primera parte de la obra LA EDUCACIÓN CUÁNTICA

La resolución de los conflictos que plantea el sistema capitalista pasa por la creciente conciencia colectiva que debería alcanzar la suficiente masa crítica hasta la consolidación del paradigma conocido como altermundismo (otro mundo es posible), en contraposición al neoliberalismo como última metamorfosis del capitalismo. Y ello puede ser posible, precisamente, tomando consciencia de la tesis siguiente: el egoísmo subyacente a la lucha de clases debería ser superado paradigmáticamente por la compasión propugnada por la filosofía transpersonal. En suma, se trata de un cambio de paradigma en la psicología humana -una evolución holística desde la conciencia personal a la conciencia transpersonal- que, a su vez, requiere también de una renovada pedagogía histórica, filosófica y educativa, como pretende epistemológicamente La educación cuántica.

En mi constructo filosófico, la lucha de clases propugnadas por el pensamiento marxista ha devenido en la actualidad en la lucha de contrarios entre el neoliberalismo y el altermundismo, dos paradigmas holísticamente superiores a las tradicionales divergencias entre derechas e izquierdas, respectivamente. En mi obra Capitalismo y conciencia, he realizado una contextualización social, psicológica e histórica de todo ello a modo de reinterpretación de la historia del pensamiento en su actual estado evolutivo, en suma, intentar dar respuestas a las preguntas: ¿Qué significa humanidad? ¿Qué es ser humano? ¿Hacia dónde va esta civilización? Como no podía ser de otra manera, son las mismas preguntas que desde hace décadas intentan responder los pensadores “transpersonales” que postulan la trascendencia de la conciencia, en contraposición al materialismo científico.

La historia, hasta ahora, ha sido escrita desde la miopía del materialismo científico, pero, el genial Ken Wilber mediante los postulados de la filosofía transpersonal, ha sacado del mundo de las sombras a muchos esclavos, entre ellos yo mismo. La filosofía cuántica propugna un nuevo paradigma de conocimiento que interrelaciona a la conciencia con el campo cuántico, de ahí la amplia literatura sobre tal asunto. Sin embargo, las reglas por las cuales se rigen los pensamientos en ese nuevo horizonte cognitivo, son todavía desconocidas para la gran mayoría de neófitos en materia esotérica. Paradojas de la vida, es la propia física cuántica quien nos indica el camino a seguir: buscar la trascendencia pensativa y espiritual, un camino ya iniciado por el movimiento “transpersonal” , creo que mal interpretado como “misticismo cuántico” o “new age” como combato con ahínco, y me reprochan algunos (1) .

El “misticismo cuántico” debe ser reinterpretado como filosofía transpersonal pues sienta las bases epistemológicas de un nuevo paradigma de conocimiento al trascender la racionalidad pragmática del pensamiento occidental hacia la espiritualidad de la filosofía oriental, todo ello bajo los presupuestos de la filosofía perenne. La humanidad se halla ante nuevas reglas del pensamiento, desconocidas por los científicos materialistas, pero accesibles para los estudiosos del conocimiento esotérico mediante la filosofía perenne. Nos hallamos ante un momento crucial de la historia: el materialismo científico, mediante el agotamiento de su discurso en la física cuántica, está haciendo un paseíllo triunfal a la filosofía y psicología transpersonales, todo un giro copernicano en la comprensión de nuestro mundo, y que requiere de una renovada pedagogía histórica, filosófica, psicológica y cognitiva, tal como pretende La educación cuántica. La filosofía transpersonal se presenta como un fundamento epistemológico y permite aseverar que la humanidad se halla ante un nuevo paradigma de conocimiento, lo cual invita a investigar las reglas que rigen a la conciencia en su interrelación con el campo cuántico.

Consecuentemente, la humanidad se halla ante un cambio de paradigma en el modo de pensar donde, la razón surgida de la racional-modernidad, debe reconciliarse con el espíritu, del mismo modo que la filosofía tradicional con la filosofía perenne, y el hombre moderno con el sabio que lleva en su interior. Tantos cambios en las reglas del pensamiento suponen un desafío para una reconstrucción epistemológica. Vuelvo a repetir, ¿qué culpa tenemos los pensadores transpersonales si es la propia ciencia quien, mediante la mecánica cuántica, permite vislumbrar un nuevo paradigma de conocimiento que contemple la interrelación entre la conciencia y espiritualidad? Por tal motivo, es imperativa una reconstrucción epistemológica.


NOTA (1): Me refiero con ello a unos agrios debates mantenidos con escépticos materialistas mediante un intercambio de artículos en el diario digital La Columnata (ya desaparecido). Uno de dichos escépticos es Fernando Frías, socio fundador del Círculo Escéptico. En honor a la verdad, dicha contienda intelectual ha sido el revulsivo para la investigación científico-filosófica que, a la postre, ha culminado con La educación cuántica. Por tanto, más que sentirme contrariado por el debate de ideas mantenido con los escépticos, debo ser justo e imparcial al reconocer que ha sido de valiosa ayuda al poner a prueba mi afán de superación intelectual en busca de la verdad como pretendo en este ensayo, mi verdad, claro está, creo que no compartida por los escépticos defensores del materialismo científico.
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LIBERTAD

LIBERTAD Y SABER

Este artículo es una reproducción del capítulo 4-3 de la primera parte de la obra LA EDUCACIÓN CUÁNTICA

Y una verdad indiscutible, al menos para mí, es que la libertad y el saber son dos caras de la misma moneda. Sin embargo, el conocimiento es objeto de control por el “gran hermano”, es decir, manipulado por los poderes fácticos mediante la inoculación del virus de la desinformación a los incautos ciudadanos. El aforismo aristotélico “El saber es poder”, nunca como ahora está siendo más evidente en la oligarquía burguesa y financiera que ha dominado el pensamiento occidental y, convirtiéndose así, en Los amos del mundo. Cada vez son más las personas que tienen consciencia de que el conocimiento es la piedra angular para dejar de ser esclavo de un perverso sistema explotador del ser humano, incluso, surgen denuncias en forma de arrepentimiento, como la de John Perkins quien acredita haber sido un gánster económico al servicio del imperialismo estadounidense. Asimismo, la libertad es un derecho de todo hombre, quien debe estar presto a defenderse a sí mismo y preservar a los suyos contra el empuje cada vez más poderoso de los movimientos sociales exterminadores de la libertad.

El imperialismo económico ha impuesto la ley del dinero por encima de los valores humanos, allende de la libertad de los pueblos a decidir su futuro, más allá de los límites de la biosfera, socavando el derecho universal al conocimiento y secuestrando la natural libertad de los individuos. A las personas y a los pueblos le han sido arrebatados tales derechos mediante unas pretendidas libertades civiles reguladas por leyes que, también, están siendo controladas por los poderes fácticos: una cárcel en toda regla, un secuestro de la conciencia colectiva mediante el eufemístico pensamiento único neoliberal. ¿Cómo se ha llegado a dicha situación?

En el último siglo ha habido más cambios sociales, científicos y tecnológicos como nunca en dos mil años atrás. No es mucho exagerar si digo que la mayoría de nosotros tenemos la sensación de vivir en un mundo tan acelerado (1) , que no nos detenemos a pensar ¿quién soy?, ¿de dónde vengo?, o ¿cuál es el sentido de la vida? Es tal la degeneración pensativa ocurrida durante la postmodernidad, que se ha perdido la conciencia de clase. No son pocas las personas que niegan que haya lucha de clases. Sin embargo, la realidad se obstina en mostrar que estamos inmersos en una, de incalculables consecuencias, precisamente porque una de las clases, la de abajo, parece haber renunciado a la lucha, quizá porque se ha perdido la conciencia de pertenencia a esas clases en un intento de formar parte de las “clases medias”. Sin embargo, Warren Buffet, uno de los hombres más ricos del planeta, vuelve a poner sobre el tapete la cruda realidad al declarar: “La lucha de clases sigue existiendo, pero la mía va ganando” (2) .


NOTAS:

(1): A mediados de la década de los años cincuenta, el Dr. Schumann quien prestaba servicios en la UTN de Múnich, Alemania, descubrió un efecto de resonancia en el sistema Tierra-Aire-Ionosfera, que mostraba la particularidad de polarizarse e imponer posibles direcciones perpendiculares de vibraciones. En Física, a este efecto se le denomina “Onda transversal-magnética” y el descubrimiento del Dr. Schumann es hoy conocido con el término de “Resonancia Schumann”.

Por miles de años la Tierra ha tenido esta frecuencia de pulsaciones y la vida se ha desarrollado en un relativo equilibrio ecológico. Sin embargo, en 2008, el autor estadounidense de literatura new age Gregg Braden afirmó que desde 1980 las resonancias Schumann habían aumentado desde 7,8 Hz a 12,0 Hz. Sobre la base de dicha elevación de la frecuencia, defiende que el día que vivimos como de 24 horas, en realidad, tiene 16 horas y por eso los tiempos de hoy se ven tan acelerados.

Este tema es objeto de controversia entre los defensores de postulados esotéricos y la ciencia ortodoxa. En este ensayo ni se aprueba ni se desaprueba tal teoría, pero ahí queda la “Resonancia Schumann” como un punto más de fricción entre los materialistas científicos y los defensores de las ciencias alternativas. Que cada cual saque sus propias conclusiones.

(2): Declaración efectuada en The New York Times, el 14 de agosto del 2011
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conciencia

EL NACIMIENTO DE UNA NUEVA CONCIENCIA

Este articulo es una reproducción del capítulo 7-2 de la primera parte de la obra LA EDUCACIÓN CUÁNTICA

Dicha aprehensión cognitiva y espiritual es susceptible de ser enseñada mediante La educación cuántica, la cual debe ser encuadrada en un sistema de pensamiento que beba de una fuente de sabiduría como la filosofía perenne. La filosofía perenne es un modo de conocimiento también conocido como esotérico, ahora sacado a flote y reformulado epistemológicamente como filosofía transpersonal al trascender la filosofía académica tradicional (racionalista) hacia el misticismo contemplativo (espíritu). La magia de la filosofía perenne es que alude siempre a los principios superiores del amor, la solidaridad, la empatía, el bien, el saber, la libertad, la justicia y la paz, en contraposición a lo que nos ofrece este decadente sistema capitalista. Es decir, es el correcto pensamiento a decir de Garnier, quien puede construir un futuro mejor para todos, y no solo de un modo egoísta e individualista como propugna el economicismo neoliberal. Así, La educación cuántica avalada por la filosofía transpersonal, debería ser una garantía pedagógica con poder para afirmar que estamos ante un segundo renacimiento humanístico: la evolución holística de la noosfera hacia una renovada conciencia colectiva, como postula el arqueólogo, antropólogo y paleontólogo Eudald Carbonell (2007) en su obra El nacimiento de una nueva conciencia.

En dicha obra, Carbonell nos da una visión revolucionaria sobre la condición humana en la que la selección técnica se ha ido imponiendo como mecanismo de evolución del comportamiento humano. Es necesario un pensamiento social crítico que nos conducirá hacia una nueva especie más humana: “De la nueva especie lo más importante será la socialización del conocimiento que hará posible una vida mejor para todos; en segundo lugar, la solidaridad, como valor de cara a conseguir una fuerte conciencia crítica de especie”. Como se puede apreciar, saber y amor, son dos sabios consejos de Carbonell, como si fueran los providenciales bálsamos que pudieran sanar al ego fragmentado y disociado de la humanidad. La nueva conciencia propugnada por Carbonell, de llevarse a la praxis, constituiría todo un segundo renacimiento humanístico. En el primer renacimiento surgió la conciencia individual histórica a partir del cogito cartesiano. En el segundo renacimiento es el espíritu colectivo quien abre las posibilidades hacia un nuevo mundo. El viejo mundo sustentado en el ego está agonizando, y el nuevo mundo del espíritu colectivo está todavía en pañales. Para que sea efectiva la trascendencia del primero al segundo, es imperativa una renovada pedagogía filosófica.
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La educación cuántica

EL ESTUDIO DE LA CONCIENCIA

Este artículo es una reproducción del capítulo 6-1 de la primera parte de LA EDUCACIÓN CUÁNTICA

¿Qué grandes cambios están pasando desapercibidos por el materialismo científico que reniega de la filosofía transpersonal como nuevo paradigma de conocimiento al aunar la filosofía tradicional con la filosofía perenne? El más importante de dichos cambios es un giro copernicano en la mirada: el racionalismo pragmático (dualidad sujeto-objeto) está evolucionando holísticamente hacia el racionalismo espiritual (no dualidad entre sujeto-objeto). La diferencia central entre la ciencia positivista y la fenomenología radica en que, en la ciencia, el camino a la verdad se podría sintetizar en la frase “ver para creer” refiriéndose, evidentemente, a la comprobación indispensable del método científico. Mientras que, en la fenomenología, podríamos representarla en el enunciado inverso: “creer para ver”, en el otro modo de saber, el místico, en el sentido como ya lo definiera Platón: “La filosofía es un silencioso diálogo del alma consigo misma, entorno al Ser”. Una cuestión esta del saber que ha sido demostrada científicamente por el físico Garnier mediante su teoría del desdoblamiento del tiempo, y filosóficamente por Ken Wilber en su obra El espectro de la conciencia.

Con este tipo de aproximaciones, el hombre regresa a lo que la ciencia positivista abandonó: el estudio de la conciencia como instrumento de conocer. Y partiendo de la premisa de que modificando la conciencia se modifica también el resultado de la observación, invita ello a un aperturismo hacia el sendero del conocimiento, no solo del objeto sino, eminentemente, del sujeto en su potencial capacidad para la correcta aprehensión de los fenómenos a modo de ideas. En definitiva, lo que Platón nos alumbró magistralmente mediante el Mito de la caverna, salir del mundo de las sombras para abrazar el Mundo de las Ideas, una cuestión del genuino saber que ha sido tergiversado por la civilización occidental al obviar el conocimiento esotérico de la filosofía perenne, así como la introspección de la filosofía oriental. Es así como el ego occidental ha quedado fragmentado y disociado de la colectividad. Su auxilio ha llegado desde la filosofía oriental y sus verdades perennes.
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conciencia

LA CRISIS DE CONCIENCIA

Este artículo es una reproducción del capítulo 3-5 de la primera parte de LA EDUCACIÓN CUÁNTICA

Porque la historia del pensamiento, tan complicada como nos la han enseñado, es mucho más fácil de interpretar si lo hacemos desde una correcta hermenéutica que debe fusionar el pensamiento tradicional con la filosofía perenne. Son dos modos de saber, vuelvo a recordar en boca de Wilber, que deberían ser complementarios. Sin embargo, la historia de Occidente es la historia de la pérdida de identidad, es la historia del ego que ha perdido toda referencia del espíritu, una dictadura de la razón pragmática sobre el espíritu. Pero en su afán destructor, la razón no puede destruirse a sí misma, porque es una parte holística de la vida. Cierto es que nos podemos auto aniquilar, sin embargo, la razón siempre buscará, mediante una profunda reflexión, la salida al actual callejón al que ha llegado esta civilización. Pienso, humildemente, que el auxilio solo puede venir por parte del espíritu, donde se supone que está el amor, donde se supone que hay un Dios, o una conexión cuántica, en todo caso, es el eterno problema metafísico todavía por descubrir. Sin embargo, la física cuántica ha abierto la puerta del espíritu, y al entrar se ha dado de bruces con un cartel que ponía: “Conócete a ti mismo”. Así, hay que estudiar filosofía perenne. Explicar ello me produce una intensa emoción mística, inefable, que solo pueden compartir aquellos lectores capaces de desgranar mis pensamientos hasta aquí.

Sin lugar a dudas, la humanidad está experimentando una paradigmática evolución del “yo” fragmentado y disociado de la colectividad hacia la concienciación colectiva o “nosotros” , y en esa labor, el materialismo científico o “ello”, ha quedado obsoleto de contenidos para tal fin desde que se atascó cognitiva y hermenéuticamente con la física cuántica. Desde un punto de vista historicista, Kant mediante sus Tres críticas, diferenció magistralmente esos tres mundos - “ello”, “yo” y “nosotros”-, pero la postmodernidad no ha sabido o podido integrarlos. Así, ni el materialismo científico ni los pensadores postmodernos, han podido dar una honrosa salida en el modo de repensar este decrépito mundo, una cuestión que requiere de una honda reflexión filosófica.

Efectivamente, con Kant se produce una diferenciación del “ello”, del “yo” y del “nosotros” mediante sus Tres críticas: ya no tengo que seguir automáticamente las reglas y normas sociales, es decir, puedo normalizar las normas; lo que la Iglesia y el Estado dicen no es necesariamente lo bueno ni lo verdadero. A partir de estas tres diferenciaciones de Kant, se produce un problema central en la postmodernidad: ahora que la ciencia, la moralidad y el arte han sido diferenciados irreversiblemente, ¿cómo los integramos? Le siguió una época emergente que hizo temblar al mundo y, también, contribuyó a su construcción. Kant era consciente de ello, en especial, en su ensayo ¿Qué es la ilustración? El peligro de la diferenciación era que podían desmembrarse completamente las tres esferas. Entonces surgieron los “doctores de la modernidad”: Schelling, Hegel, Marx, Schiller, Freud, Weber o Heidegger. Todos ellos intentaron desesperadamente, de diversas formas, recoger los fragmentos que comenzaban a caer a partir de la diferenciación de las tres esferas. Ahora había que tratar “terapéuticamente” con las tres diferenciaciones, convirtiéndose en una amenazadora disociación entre biosfera y noosfera (Wilber, 2005).

Con la diferenciación de la ciencia (ello), la moral (nosotros) y el arte (yo), cada uno pudo seguir su propio camino y establecer sus propias verdades sin ser dominados por los otros. La racionalidad produjo la diferenciación y, a la postmodernidad, le toca el papel de la integración. Así fue como Habermas (1987), con su obra la Teoría de la acción comunicativa, intentó la integración de las tres esferas. El “Ser-en-el-mundo” de Heidegger fue también otro intento. Foucault también trabajó en la misma línea de integración. Pensemos lo que pensemos de estos intelectuales, la cuestión es que todos han propuesto soluciones para la integración del “ello” (ciencia), el “yo” (el arte) y el “nosotros” (la moral). La postracionalidad tiene la misión de ser una visión integradora, lo cual dista todavía de concretarse, aunque Wilber apunta hacia ello con su concepto de Visión-lógica: “La naturaleza dialéctica de la visión-lógica, es decir, la unidad de opuestos concebida mentalmente (como “interpenetración mutua”) es una de las señales de la estructura integral, es intrínseca a la conciencia aperspectival emergente” (Wilber, 2005).


BIBLIOGRAFÍA:

Habermas, Jürgen. Teoría de la acción comunicativa. Madrid: Taurus, 1987.

Wilber, Ken. Sexo, Ecología, Espiritualidad. Madrid: Gaia Ediciones, 2005.
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conciencia

¿QUÉ ES LA CONCIENCIA?

1 - El problema cultural de la conciencia

El término "conciencia", según la RAE, tiene las siguientes acepciones:

1. f. Conocimiento del bien y del mal que permite a la persona enjuiciar moralmente la realidad y los actos, especialmente los propios.

2. f. Sentido moral o ético propios de una persona.

3. f. Conocimiento espontáneo y más o menos vago de una realidad.

4. f. Conocimiento claro y reflexivo de la realidad.

5. f. Capacidad del ser humano de reconocer la realidad circundante y de relacionarse con ella.

6. f. Fil. Actividad mental del propio sujeto que permite sentirse presente en el mundo y en la realidad.

Según dichas definiciones, la primera y la segunda definición aluden a la moralidad; la tercera, cuarta y quinta aluden al conocimiento; y la sexta a la autoconciencia. Así, pues, tenemos tres conceptos claves a dilucidar de un modo filosófico y científico: la moralidad, el conocimiento y la autoconciencia de cada persona. ¿Acaso la RAE nos explica algo nuevo? En absoluto, pues si retomamos las Tres críticas de Kant, vemos inherentemente una correlación de la Crítica de la razón pura con el “conocimiento” (ciencia o “ello”), la Crítica de la razón práctica con la “moralidad” (“nosotros”), y la Crítica del juicio con la percepción estética del sujeto (“yo”). Nada nuevo bajo el cielo, sin embargo, las definiciones de la RAE correlacionadas con las obras del inconmensurable Kant, dejan en evidencia un problema científico y filosófico por resolver:

¿Cómo se relacionan el conocimiento, la moralidad y la conciencia percibida por cada sujeto?

Ahí estriba el gran problema cultural, y también el fracaso epistemológico del pensamiento occidental, pues, sea lo que sea la vida y su sentido, es evidente que esos tres campos de la conciencia (conocimiento, moralidad y “yo”) son los enigmas por resolver todavía de un modo consensuado por la humanidad, de lo contrario, ¿cómo explicar la actual situación de colapso mundial generado por una falsa pandemia?, ¿cómo entender que la moralidad sea ajada económica, social y políticamente?, ¿cómo vivir sin un consenso cognitivo acerca del “auténtico” conocimiento entre ciencia y espiritualidad? Preguntas todas ellas a las que se han enfrentado los más sesudos pensadores de la historia.

2 - La conciencia evoluciona

Si una cosa hemos aprendido de la historia, e incluso de la educación, es que existe una “evolución” del conocimiento, una “evolución” de la moralidad, así como una “evolución” de la conciencia percibida por cada uno de nosotros y, por ende, por ello es que se pueden realizar mapas evolutivos de la conciencia. Quizá, bajo mi humilde opinión, La evolución de la conciencia según Ken Wilber, así como Los 8 velos de la percepción según Don Harkins son dos mapas mentales que nos ubican contextualmente a cada uno de nosotros: el mapa de Wilber en nuestra profundidad psicológica y espiritual, y el mapa de Harkins a nivel social y antropológico. Sin embargo, ambos tienen en común que concluyen en la experiencia mística, en la postulación de un Dios del cual formamos parte, una cuestión también acreditada por la filosofía cuántica para intentar dar respuestas desde la ciencia a nuestras más profundas inquietudes espirituales.

3 - Los tres fundamentos de la conciencia

Así planteada la cuestión que nos ocupa, a saber, ¿qué es la conciencia?, es imperativo para cada uno de nosotros enfrentarnos al desvelamiento de los tres fundamentos de la conciencia:

-Respecto del conocimiento: ¿qué puedo saber?, ¿qué estoy dispuesto a aprender?, ¿para qué sirve el conocimiento?, ¿se puede lograr un conocimiento absoluto o más bien relativo?, ¿qué tipo de pensador soy respecto a la adquisición de conocimiento?

-Respecto de la moralidad: ¿qué es la moralidad para mí?, ¿actúo moralmente según mis convicciones?, ¿puedo actuar sin moralidad y, en tal caso, puede tener consecuencias para mí?, ¿cuál es mi relación y obligación moral hacia los demás?

-Respecto a la propia autoconciencia: ¿quién soy?, ¿qué quiero ser?, ¿qué deseo expresar de mí?, ¿me conozco a mí mismo?, ¿es importante el autoconocimiento?

Es evidente que, si una persona pudiera responderse todas esas preguntas, estaría en el camino ascendente hacia la sabiduría (es decir, del conocimiento), y llegaría a la conclusión de que, en esa cúspide cognitiva, hallaría el amor como ley suprema (es decir la relación moral por excelencia) y, consiguientemente, estaría en un estado de éxtasis, en una conciencia de unidad en la que ya no participa del mundo de un modo dividido y separado (dualidad) sino desde la no-dualidad. Ese estado de trascendencia ha sido definido como autorrealización en la Pirámide de Maslow, o iluminación en diferentes corrientes espirituales, en cualquier caso, es una auténtica intuición espiritual que, implícitamente, conlleva el despertar espiritual.

4 - La conciencia como proyecto filosófico y pedagógico

Correlativamente, la inteligencia espiritual es el proceso mediante el cual la razón (conocimiento) se espiritualiza (amor) en una experiencia interior que puede ser vivida y experimentada mediante la meditación sobre todas las preguntas anteriormente planteadas. Todo un reto que llevó a Noemí Siverio (Venezuela) a formular su Tesis Doctoral “Psicología del homo complexus para una educación desde la comprensión

Por tanto, tal como he tratado de demostrar en mi obra CIENCIA, FILOSOFÍA, ESPIRITUALIDAD, es posible la sanación trascendental de la humanidad mediante la meditación. Y que esa actitud mayéutica de autoconocimiento (una sabia lección del inconmensurable Sócrates a través de Platón), nos hace concluir en boca de Sócrates: “Aquel que quiera cambiar el mundo, deberá comenzar por cambiarse a sí mismo”. Tal sería el mayor proyecto filosófico y pedagógico que debería ser educado para intentar resolver la pregunta planteada en este artículo: ¿qué es la conciencia?

Todo un reto para los actuales científicos, filósofos, profesores y educadores, pues tienen ante sí el gran desafío de contemplar la FILOSOFÍA TRANSPERSONAL Y LA EDUCACIÓN TRANSRACIONAL como fundamentos epistemológico y pedagógico para dar respuesta a cualquier joven que les pregunte: ¿qué es la conciencia? Una cuestión que ha sido incursionada pedagógicamente por la profesora Marely Figueroa, no solo mediante su Tesis de Maestría, sino prácticamente mediante una experiencia pionera en México al impartir la asignatura de filosofía transpersonal en el grado universitario de educación.

Los cimientos están puestos y, quizá entre todos, algún día en el transcurso de la evolución humana, seremos capaces de responder a la eterna pregunta: ¿qué es la conciencia?
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LA MENTE Y EL CAMPO CUÁNTICO

Este artículo es una reproducción del capítulo 1-3 de la primera parte de LA EDUCACIÓN CUÁNTICA

A la vista de todo lo anterior (aquí y aquí), se puede afirmar que ciencia y espiritualidad, más que abrirse una brecha entre ambas, están aproximándose la una a la otra gracias a las investigaciones de los propios científicos, Amit Goswami, Pim van Lommel, Alexander Eben, José Miguel Gaona, entre otros muchos como se verá, y que vislumbra un nuevo paradigma de conocimiento todavía por descubrir, y cuyas reglas habrá que escribir.

El objetivo de esta introducción es argumentar que la mente y el campo cuántico (Mctaggart, 2006) están cada vez más cerca de una percepción cognitiva como jamás ha habido en la historia de la humanidad, salvo quizá, en algunas de las antiguas civilizaciones desparecidas que dejaron suficientes legados arqueológicos y sapienciales de un conocimiento superior al actual estadio civilizatorio (1) . Tal vez siempre, la mente y el campo cuántico hayan estado conectados, pero pocos han podido acceder a él. El conocimiento esotérico tiene ahora una reformulación científica gracias a la física cuántica: el racionalismo pragmático está conectando con su contrario, el racionalismo espiritual. Hasta los científicos más ateos están experimentado el racionalismo espiritual. En este sentido, conviene recordar Cuestiones cuánticas de Ken Wilber (2013), una recopilación de escritos místicos de los físicos más famosos del mundo. Son unos escritos místicos de los científicos más eminentes de nuestra era, los padres fundadores de la relatividad y de la física cuántica. Todos ellos, con un lenguaje asequible y ajeno a la terminología técnica, expresan su convicción de que la física y la mística, de alguna manera, son complementarias. Son cada vez más los científicos que escapan de la exclusiva mirada del materialismo científico y abrazan a la espiritualidad.

Para el lector deseoso de seguir investigando sobre la mente y su relación con el campo cuántico, recomiendo la lectura de Deja de ser tú. La mente crea la realidad, una obra del bioquímico Joe Dispenza (2012) quien, a través de la física cuántica, la neurociencia, la biología o la genética, pretende enseñar cómo dar el salto cuántico que requiere romper con los límites de la realidad objetiva. Quizá ha llegado el momento de explorar un mundo que la ciencia está empezando a descubrir. Quizá ha llegado el momento de explorar la mente infinita. Quizá ha llegado el momento de trascender en nuestra mente cuántica (Torán, 2011). En esa dirección, la psicología transpersonal es una excelente herramienta de trascendencia para dar un salto en un nuevo campo de la conciencia, hacia una evolución holística desde el ego al “nosotros” kantiano, un cambio de paradigma del neoliberalismo al altermundismo, en suma, se trata de una mirada hacia el interior del individuo, una recuperación de los valores humanos violados por un corrupto sistema capitalista donde siempre pierden los de abajo al quedar el ego de las personas fragmentado y disociado de la colectividad.

Una última observación en esta introducción. Soy consciente de la dificultad cognitiva de este ensayo: es un pensamiento complejo (Morin, 1994), en el específico sentido acuñado por el filósofo francés Edgar Morin. El objetivo pedagógico pretendido con La educación cuántica, es hacer verdad lo dicho por este pensador contemporáneo: “Educar para comprender las matemáticas o cualquier disciplina es una cosa, educar para la comprensión humana es otra; ahí se encuentra justamente la misión espiritual de la educación: enseñar la comprensión entre las personas como condición y garantía de la solidaridad intelectual y moral de la humanidad”. Esa perspectiva pedagógica propuesta por Morin está incursionando en la educación, véase en este sentido la obra del físico y maestro Carlos González (2011) titulada Veintitrés maestros, de corazón: un salto cuántico en la enseñanza. Una interesante sinopsis de dicha obra:

"Un maestro decide crear un ambiente mágico en su clase para empoderar a sus alumnos. Les ayuda a descubrir los enormes potenciales que habitan en su interior. Les revela un mundo más allá de la mente programada y de las creencias. Para llevar a cabo su proyecto el profesor emplea curiosos trucos. Poco a poco, cada alumno se convierte en su propio maestro, en una fuente de conocimiento para él y sus compañeros. La vida se torna mágica: pueden vivirla desde su corazón. Se plantea un modelo de enseñanza que se basa en descubrir la fuerza interior. Hoy puede ser ciencia ficción. Tal vez una semilla, pero si la nutrimos puede generar una forma totalmente nueva de enseñar, en la que el ser humano deja de sentirse víctima, para sentirse el creador de su propia vida."

Sin lugar a dudas, La educación cuántica es un proceso imparable, como trataré de evidenciar a lo largo de este ensayo.


NOTA (1): Tome Martinez Rodríguez (2014) en su obra Civilizaciones perdidas, nos ofrece una apasionante panorámica de una ancestral sabiduría anclada en tiempos pasados, resumen:

Ciudades milenarias, lugares de poder, objetos imposibles, tumbas, momias, reliquias sagradas, civilizaciones perdidas... Descubra los hallazgos arqueológicos que afianzan nuestra convicción de que el pasado de la humanidad esconde asombrosos secretos. Un viaje por el conocimiento hermético de la antigüedad, desde el génesis de nuestra especie, pasando por las primeras ciudades-estado, los constructores de megalitos, las pirámides egipcias, los observatorios astronómicos precolombinos o los santuarios rupestres del Sahara Argelino hasta los indicios evidentes de civilizaciones desaparecidas. Las cuevas de Altamira, el Valle de los gigantes, Stonehenge, Machu Picchu, Piri Reis, las ruinas de la ciudad sumeria de Ur, las Líneas de Nazca, Angkor,... son algunos de los lugares que recorre esta obra, los yacimientos arqueológicos más insólitos del planeta. Tomé Martínez Rodríguez se basa en estudios paleontológicos, antropológicos e incluso genetistas para ofrecer una imagen veraz de la evolución de la vida y de nuestra especie. Una obra clave que nos permitirá entender los factores que han provocado el declive de las civilizaciones.
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