Este artículo es parte del trabajo monográfico titulado ASCENSIÓN ESPIRITUAL INDIVIDUAL DESDE 3D A 5D (artículo nº 1)
Este artículo es una reproducción del capítulo 5-2 de la primera parte de la obra LA EDUCACIÓN CUÁNTICA
Con estas revelaciones cobra fuerza la tesis de la psicología transpersonal que contempla al hombre como a un ser que trasciende estas dos dimensiones de la existencia material. Por lo tanto, es un ser trascendente que está aquí con un fin superior a la mera existencia en este plano. Así es como la psicología transpersonal contempla un nuevo método: la fenomenología que basa su estudio en la conciencia.
Aunque el término “fenomenología” fue usado muchas veces en la historia de la filosofía antes de Husserl , el uso moderno de la palabra está ligado explícitamente al método y al proyecto filosófico que este filósofo alemán denominó “fenomenología trascendental”. El uso posterior del término está basado principalmente en la fenomenología de Husserl o relacionado críticamente con ella. Para Edmund Husserl, la fenomenología trascendental es, ante todo, un proyecto de renovar a la filosofía para hacer de ella una ciencia estricta y una empresa colectiva. Como forma de entender la filosofía, la fenomenología asume la tarea de describir el sentido que el mundo tiene para nosotros antes de todo filosofar, dicho de otro modo, se trata de exponer las leyes esenciales inherentes a nuestra consciencia del mundo.
Pocos de los discípulos y de los primeros lectores de Husserl compartieron el espíritu de hacer de la fenomenología un proyecto verdaderamente colectivo. Por el contrario, la historia del movimiento fenomenológico parece estar dominada por el deseo de filósofos que aspiran a superarse unos a otros. De ahí que la unidad de lo que se denomina con el título genérico de “fenomenología” sea la mayoría de las veces superficial, cuando no meramente histórica.
Sin embargo, a principios del siglo XXI, esta forma colectiva de hacer filosofía y su proyecto pasan por un renacimiento en gran parte del mundo. La degeneración de los valores morales y espirituales de la sociedad occidental junto a la creciente asunción de la filosofía oriental por aquella (1), ha permitido a la psicología transpersonal afianzarse cada vez más en su objetivo de integrar los tres mundos que fueron diferenciados por Kant: la ciencia (“ello”), la profundidad intelectual del “yo” y la moralidad del “nosotros”. La postmodernidad no ha podido o no ha sabido integrar esos tres mundos, más bien, se ha producido una fragmentación del ego, así como su disociación de la colectividad, todo un proceso de desintegración social y humano que ha conducido al actual caos civilizatorio. Es más urgente que nunca sanar a ese ego herido de muerte, pero, sobre todo, lo que hay que sanar es su ignorancia mediante una educación en libertad y con conocimiento de causa, como pretende La educación cuántica.
NOTA (1): Filosofía oriental y ciencias cognitivas: una introducción. Iker Puente. Universidad Autónoma de Barcelona, Departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación, Enrahonar. Quaderns de Filosofia, 2011, Vol.47 Pág. 15 a 37. Resumen:
“Este ensayo se propone reflexionar sobre la introducción e influencia de la filosofía oriental en el pensamiento occidental, y en particular su relación con las ciencias cognitivas. Se inicia la discusión con un repaso histórico de la introducción de la filosofía oriental en el pensamiento occidental. Después se repasa el progresivo aumento de interés que se produjo a lo largo del siglo XX, propiciado por el interés mostrado por filósofos, lingüistas, psicólogos y físicos occidentales, entre otros. Tras repasar brevemente las principales investigaciones realizadas sobre las diferentes prácticas de meditación, se concluye revisando dos de las principales fuentes de interés hacia la filosofía oriental que aparecieron en la segunda mitad del siglo XX: la psicología transpersonal y las ciencias cognitivas. A partir de este repaso histórico, se concluye que la filosofía oriental puede ser una fuente de inspiración para la psicología y las ciencias cognitivas, y pueden servir de modelo para nuevas formas creativas de entender la relación entre los seres humanos, la mente y la naturaleza.”
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Este artículo es una reproducción del capítulo 5-2 de la primera parte de la obra LA EDUCACIÓN CUÁNTICA
Con estas revelaciones cobra fuerza la tesis de la psicología transpersonal que contempla al hombre como a un ser que trasciende estas dos dimensiones de la existencia material. Por lo tanto, es un ser trascendente que está aquí con un fin superior a la mera existencia en este plano. Así es como la psicología transpersonal contempla un nuevo método: la fenomenología que basa su estudio en la conciencia.
Aunque el término “fenomenología” fue usado muchas veces en la historia de la filosofía antes de Husserl , el uso moderno de la palabra está ligado explícitamente al método y al proyecto filosófico que este filósofo alemán denominó “fenomenología trascendental”. El uso posterior del término está basado principalmente en la fenomenología de Husserl o relacionado críticamente con ella. Para Edmund Husserl, la fenomenología trascendental es, ante todo, un proyecto de renovar a la filosofía para hacer de ella una ciencia estricta y una empresa colectiva. Como forma de entender la filosofía, la fenomenología asume la tarea de describir el sentido que el mundo tiene para nosotros antes de todo filosofar, dicho de otro modo, se trata de exponer las leyes esenciales inherentes a nuestra consciencia del mundo.
Pocos de los discípulos y de los primeros lectores de Husserl compartieron el espíritu de hacer de la fenomenología un proyecto verdaderamente colectivo. Por el contrario, la historia del movimiento fenomenológico parece estar dominada por el deseo de filósofos que aspiran a superarse unos a otros. De ahí que la unidad de lo que se denomina con el título genérico de “fenomenología” sea la mayoría de las veces superficial, cuando no meramente histórica.
Sin embargo, a principios del siglo XXI, esta forma colectiva de hacer filosofía y su proyecto pasan por un renacimiento en gran parte del mundo. La degeneración de los valores morales y espirituales de la sociedad occidental junto a la creciente asunción de la filosofía oriental por aquella (1), ha permitido a la psicología transpersonal afianzarse cada vez más en su objetivo de integrar los tres mundos que fueron diferenciados por Kant: la ciencia (“ello”), la profundidad intelectual del “yo” y la moralidad del “nosotros”. La postmodernidad no ha podido o no ha sabido integrar esos tres mundos, más bien, se ha producido una fragmentación del ego, así como su disociación de la colectividad, todo un proceso de desintegración social y humano que ha conducido al actual caos civilizatorio. Es más urgente que nunca sanar a ese ego herido de muerte, pero, sobre todo, lo que hay que sanar es su ignorancia mediante una educación en libertad y con conocimiento de causa, como pretende La educación cuántica.
NOTA (1): Filosofía oriental y ciencias cognitivas: una introducción. Iker Puente. Universidad Autónoma de Barcelona, Departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación, Enrahonar. Quaderns de Filosofia, 2011, Vol.47 Pág. 15 a 37. Resumen:
“Este ensayo se propone reflexionar sobre la introducción e influencia de la filosofía oriental en el pensamiento occidental, y en particular su relación con las ciencias cognitivas. Se inicia la discusión con un repaso histórico de la introducción de la filosofía oriental en el pensamiento occidental. Después se repasa el progresivo aumento de interés que se produjo a lo largo del siglo XX, propiciado por el interés mostrado por filósofos, lingüistas, psicólogos y físicos occidentales, entre otros. Tras repasar brevemente las principales investigaciones realizadas sobre las diferentes prácticas de meditación, se concluye revisando dos de las principales fuentes de interés hacia la filosofía oriental que aparecieron en la segunda mitad del siglo XX: la psicología transpersonal y las ciencias cognitivas. A partir de este repaso histórico, se concluye que la filosofía oriental puede ser una fuente de inspiración para la psicología y las ciencias cognitivas, y pueden servir de modelo para nuevas formas creativas de entender la relación entre los seres humanos, la mente y la naturaleza.”
31 - ASCENSIÓN ESPIRITUAL INDIVIDUAL DESDE 3D A 5D
18 - TRASCENDENCIA: VISIÓN LÓGICA Y TRANSRACIONALIDAD
Este artículo es parte del trabajo monográfico titulado ASCENSIÓN ESPIRITUAL INDIVIDUAL DESDE 3D A 5D (artículo nº 1)
Este artículo es una reproducción de las notas 96 y 97 de la obra LA EDUCACIÓN CUÁNTICA (4ª ed.).
Extracto de la página 229:
Cuando la racionalidad llegue a dicha madurez, la humanidad alcanzará una perspectiva planetaria desde el siguiente paradigma en el orden histórico-temporal: la transracionalidad, lo que Wilber denomina visión centáurica-planetaria (1). Pero muchos serán los problemas a superar para que el paradigma del altermundismo dé paso al paradigma de la transracionalidad (2): la profunda brecha entre ricos y pobres, la ausencia de xenofobia y la definitiva instauración práctica de los Derechos Humanos. Será un estadio bastante duro para la humanidad pues habrá que reconsiderar todas las formas obsoletas de producción, así como todos los modos de interrelación entre la población mundial, pues la preservación de la vida o biosfera, será el común denominador para evitar la hecatombe. Para que la racionalidad se instale con mayoría de edad en la noosfera, la conciencia colectiva deberá transitar hacia una pedagogía con la mirada puesta en la conciencia transpersonal (esta es la finalidad pedagógica del presente ensayo). Cuando se logre afianzar el concepto socio-dinámico masa crítica de modo que, en la conciencia colectiva, predomine una mayoría de conciencias transpersonales, podrá entonces darse por iniciado el periodo de la transracionalidad. Será un momento cumbre para la humanidad, pues la racionalidad habrá conectado con la espiritualidad humana : será la culminación del segundo renacimiento humanístico, a saber, la integración simbiótica de las conciencias individuales en la conciencia colectiva. La noosfera emergerá desde su propia interioridad o racionalidad, cobrando cada vez más fuerza el paradigma de la transracionalidad.
NOTAS:
(1) La obra Sexo, Ecología, Espiritualidad de Ken Wilber (2005b) es un compendio de sabiduría científica y filosófica. En el capítulo 5 titulado La emergencia de la naturaleza humana, Wilber aborda la emergencia del Homo sapiens hasta la diferenciación de la biosfera y de la noosfera producida en Occidente aproximadamente en los siglos XVI y XVII. Según Wilber (p.207), “en otras palabras, con la diferenciación de la noosfera y la biosfera, la biología ya no determina el destino. Es decir, ya no lo determinaba necesariamente: las relaciones entre hombres y mujeres (y entre hombres y hombres) ya no estaban necesariamente dominadas por el pesado yugo de las diferencias y determinantes biológicos, la fuerza física y la reproducción”.
Prosigue Wilber (p. 215): “La diferencia principal entre la eco-devastación tribal y la moderna no es la presencia o ausencia de sabiduría, sino la presencia de medios más peligrosos, que utilizados con la misma ignorancia ahora pueden llegar a ser devastadores. Como veremos, nuestros enormes medios nos han llevado, por primera vez en la historia, a una disociación igualmente enorme entre la noosfera y la biosfera, y por tanto la cura no está en reactivar la forma tribal de ignorancia ecológica (deshacernos de nuestros medios), ni en continuar con la forma moderna de ignorancia (el mercado libre nos salvará), sino más bien en evolucionar y desarrollar una estructura de conciencia integradora que por primera vez integre biosfera y noosfera en una unión más alta y más profunda”.
A esa racionalidad en búsqueda de un planteamiento realmente planetario, universal o global, de naturaleza no coercitiva, da lugar a un tipo de conocimiento al que Wilber denomina “visión-lógica”. Según Wilber (p.233): “Cuando la racionalidad da todas sus perspectivas posibles, el conocimiento visión-lógica las suma en totalidad, que es simplemente el nuevo holón interno superior….En otras palabras, la visión lógica es un holón superior que opera sobre (y, por tanto, trasciende) a sus holones menores, como la racionalidad misma. La visión lógica, como tal, puede mantener en mente contradicciones, puede unificar opuestos, es dialéctica y no lineal (véase en ese sentido, a modo de ejemplo, la dinámica espiral propuesta por este pensador), y unifica lo que de otra forma serían nociones incompatibles, siempre y cuando se relacionen en un nuevo holón superior, negadas en su parcialidad pero preservadas en sus contribuciones positivas. Esto es lo que Hegel llamó “Razón” como opuesto a la “comprensión”. Esta es la causa por la que Hegel mantuvo que entre las características definidoras de la Razón (visión-lógica) estaba su capacidad de unificar opuestos y ver la identidad-en-diferencia. Como tal, Hegel fue uno de los primeros grandes filósofos de la visión-lógica, al igual que Schelling y Whitehead…la aprehensión explícita de la identidad diferenciada, “Razón no bifurcada” o visión-lógica, detrás de lo cual está lo transracional en su conjunto”.
A la visión del mundo o al espacio en el mundo de la visión-lógica la llama Wilber “existencial” o “centáurico”. El centauro es el animal mítico, medio humano y medio caballo, que Wilber toma como símbolo de la integración de cuerpo y mente, o biosfera y noosfera. Para Wilber, según sus propias palabras (p.235), “esta visión-lógica con su perspectiva centáurica del mundo, es la que, según mi criterio, representa la esperanza de la integración de la biosfera y la noosfera, la organización supranacional de conciencia planetaria, la cognición genuina del equilibrio ecológico, las formas no restringidas ni forzadas de discurso global, las formas no dominantes y no coercitivas de Estados federales, el flujo libre de intercambio comunicativo a nivel mundial, la producción de ciudadanos del mundo genuinos y la integración cultural de la individualidad femenina (por ejemplo, la integración del hombre y la mujer en la biosfera y la noosfera). Todo lo anterior, en mi opinión, no es sino la plataforma para las formas de conciencia superiores y transpersonales, que serían auténticamente interesantes y nos esperan en nuestro futuro colectivo; si es que llegamos a él”.
A dicha visión emergente, Jean Gebser la denominó como la mente integral-aperspectival que, según Wilber, es un término especialmente adecuado. La mente aperspectival, en otras palabras, es completamente holónica: contextos dentro de contextos dentro de contextos para siempre. Y, según Wilber, este mundo está en medio de los tortuosos dolores de parto de la emergencia colectiva de una nueva estructura de conciencia centáurica o visión-lógica, la mente integral-aperspectival. Así, en propias palabras de Gebser, las perspectivas del mundo egoico-racional son “reemplazadas por la expansión abierta del mundo abierto”, el “mundo aperspectival”: la culminación de la visión centrada en el mundo comenzó con la racionalidad y es completada por la visión-lógica. Pero, insiste Wilber (p.240), “la estructura integral puede integrar fisiosfera, biosfera y noosfera, que tiene el potencial de integrarlas. Depende de ti y de mi, de las acciones que realicemos cada uno de nosotros, que el potencial se actualice”. Consecuentemente, según Wilber (p.245), “hará falta un movimiento de visión-lógica de enorme poder integrador (integral aperspectival y universal-integral) para unir a todos los ciudadanos del mundo sobre una base centáurica: todos tenemos en común materia, cuerpo y mente (por no mencionar el Espíritu y un Yo anteriores a todo ello)”… “La transformación misma, está siendo construida en el corazón y la mente de aquellos individuos que están evolucionando hacia la visión centáurica-planetaria”… “La revolución, como siempre, vendrá desde dentro y se irá encajando en la forma externa”.
Todo lo anterior, según Wilber (p.249), apunta hacia un transnacionalismo: “Así, sin negar la importancia de los factores ecológicos, económicos y financieros en la transformación mundial, no olvidemos que todos ellos descansan, en última instancia, sobre la transformación correlativa de la conciencia humana: el abrazo global y la federación mundial solo pueden ser vistos, entendidos y puestos en práctica por individuos con una visión-lógica universal. Los nuevos recursos escasos incluirán no solo la escasez económico-material, sino también los recursos del significado de la vida, que ya no podrán ser hallados en uno mismo o en la tribu, raza o nación, sino que hallarán su contexto, su terapia, su omega y su liberación en el abrazo mundicéntrico a través del que circula la sangre de nuestra humanidad común y late el corazón único de un pequeño planeta que lucha por la supervivencia y anhela su liberación en un mañana más profundo y verdadero”.
A dicho transnacionalismo le corresponde un pluriculturalismo que debería trascender a los tribalismo mágicos basados en la sangre y el linaje étnico o el imperialismo mitológico, según Wilber (p.250): “remanentes del marxismo como “religión mítico-racional mundial”; fundamentalismos cristiano y musulmán que quieren convertir (obligar) al resto del mundo; misioneros mítico-religiosos con furia de proselitismo global; imperialismo económico-nacional cercano a lo mitológico por parte de los países desarrollados; y, sobre todo, la disolución de algunos de los modernos estados mítico-imperialistas en sus subholones tribales; una disolución bañada en sangre, lucha tribal y relaciones de parentesco a gran escala: la retribalización de grandes partes del mundo. Así, la mayor de las transformaciones a nivel mundial sería simplemente la adopción de la racionalidad global y de la tolerancia pluralista: la adopción de la racionalidad egoica en el camino hacia la visión-lógica centáurica”.
Para Wilber (p.251), “un multiculturalismo genuino no puede ser establecido tampoco por los “sentimientos” o “por la actuación desde el corazón”, porque mis sentimientos son solo míos, no necesariamente tuyos o de otro. Solo en el espacio del pluralismo racional se puede dar un lugar y una voz iguales a los distintos sentimientos, pensamientos y deseos. Desde esta plataforma de lo racional, es desde donde se puede alcanzar el estado siguiente, el verdaderamente integral-aperspectival (y universal-integral)”.
(2) La filosofía transpersonal, vuelvo a recordar, es una disciplina que estudia la espiritualidad y su relación con la ciencia, así como los estudios de la conciencia, sin embargo, es una actividad investigativa muy reciente en la historia del pensamiento (Wilber, 2005a). Con el surgimiento de las ciencias psicológicas y la “cuarta fuerza” de la psicología transpersonal, se ha iniciado un camino esperanzador de trascendencia de la conciencia egoica hacia la espiritualidad o “transpersonalidad”. Sin embargo, el término “transpersonal” no es todavía de dominio popular y menos aún su asunción académica para una futura educación generacional. No obstante, si la humanidad ha evolucionado de lo mítico a lo racional, como apunta Wilber (2005b: 617), estamos ahora situados en el filo de la percepción transracional. En dicho sentido, cabe destacar el artículo de Álvaro B. Márquez-Fernández y Zulay C. Díaz-Montiel (2011) La complejidad: hacia una epísteme transracional, cuyo resumen es el siguiente:
"En las ciencias sociales la crisis del paradigma positivista, es el resultado de su insuficiencia experimental para dar cuenta de la transformación de la experiencia del pensamiento en su interpretación de la realidad natural e histórica de la existencia. En la modernidad no fue posible consolidar un paradigma universalista que solo diera cuenta de espacios objetivados de la realidad a través de modelos racionales reduccionistas. Tal como lo señalan Morin, Najmanovich, Sotolongo-Codima Boaventura de Sousa, Reynoso, en sus postulados teóricos-metodológicos, cuando afirman que la experiencia del pensar racional es mucho más compleja y transdisciplinar, pues considera la realidad como un proceso en curso de estructuras que se recrean poiéticamente sin sujeción a causalidades predeterminadas. Esto es lo que explica, desde la perspectiva de una espíteme crítica, por qué las contingencias materiales de la experiencia racional y las formas de intercambios entre sistemas de diversa índole, le atribuyen al fenómeno del pensamiento una múltiple y transversal racionalidad a partir de la cual se desustantiva el mundo de los objetos y hace presente la subjetividad cognitiva del sujeto de pensamiento. Hacia ese inédito dominio de los procesos de la espíteme transracionales es que se orienta el pensamiento complejo como un momento de superación del positivismo."
Como objetivo ilustrativo de esta nota, destacamos la conclusión final de dicho artículo:
"Es necesario que esta riquísima cosmovisión que nos revela el aura de una nueva racionalidad para pensar y rehacer el mundo, se convierta en un programa transdisciplinar de investigaciones que logren desplazar nuestra experiencia deconstructiva de los fenómenos de la realidad en todos los órdenes del conocimiento hacia éticas epistémicas. La infinitud de formas posibles a las que apuntan las redes complejas de conocimiento, no es más que la posibilidad humana y natural de entender los ciclos y procesos de la vida en sentido generativo, nunca progresivo ni lineal."
BIBLIOGRAFÍA:
Márquez Fernández, Álvaro B.; Díaz Montiel, Zulay C. “La complejidad: hacia una epísteme transracional”. Telos, vol. 13, núm. 1, enero-abril, 2011, pp. 11-29. Universidad Privada Dr. Rafael Belloso Chacín Maracaibo, Venezuela.
Wilber, Ken. El espectro de la conciencia. Barcelona: Kairós, 2005a.
Wilber, Ken. Sexo, Ecología, Espiritualidad. Madrid: Gaia Ediciones, 2005b.
Ver más
Este artículo es una reproducción de las notas 96 y 97 de la obra LA EDUCACIÓN CUÁNTICA (4ª ed.).
Extracto de la página 229:
Cuando la racionalidad llegue a dicha madurez, la humanidad alcanzará una perspectiva planetaria desde el siguiente paradigma en el orden histórico-temporal: la transracionalidad, lo que Wilber denomina visión centáurica-planetaria (1). Pero muchos serán los problemas a superar para que el paradigma del altermundismo dé paso al paradigma de la transracionalidad (2): la profunda brecha entre ricos y pobres, la ausencia de xenofobia y la definitiva instauración práctica de los Derechos Humanos. Será un estadio bastante duro para la humanidad pues habrá que reconsiderar todas las formas obsoletas de producción, así como todos los modos de interrelación entre la población mundial, pues la preservación de la vida o biosfera, será el común denominador para evitar la hecatombe. Para que la racionalidad se instale con mayoría de edad en la noosfera, la conciencia colectiva deberá transitar hacia una pedagogía con la mirada puesta en la conciencia transpersonal (esta es la finalidad pedagógica del presente ensayo). Cuando se logre afianzar el concepto socio-dinámico masa crítica de modo que, en la conciencia colectiva, predomine una mayoría de conciencias transpersonales, podrá entonces darse por iniciado el periodo de la transracionalidad. Será un momento cumbre para la humanidad, pues la racionalidad habrá conectado con la espiritualidad humana : será la culminación del segundo renacimiento humanístico, a saber, la integración simbiótica de las conciencias individuales en la conciencia colectiva. La noosfera emergerá desde su propia interioridad o racionalidad, cobrando cada vez más fuerza el paradigma de la transracionalidad.
NOTAS:
(1) La obra Sexo, Ecología, Espiritualidad de Ken Wilber (2005b) es un compendio de sabiduría científica y filosófica. En el capítulo 5 titulado La emergencia de la naturaleza humana, Wilber aborda la emergencia del Homo sapiens hasta la diferenciación de la biosfera y de la noosfera producida en Occidente aproximadamente en los siglos XVI y XVII. Según Wilber (p.207), “en otras palabras, con la diferenciación de la noosfera y la biosfera, la biología ya no determina el destino. Es decir, ya no lo determinaba necesariamente: las relaciones entre hombres y mujeres (y entre hombres y hombres) ya no estaban necesariamente dominadas por el pesado yugo de las diferencias y determinantes biológicos, la fuerza física y la reproducción”.
Prosigue Wilber (p. 215): “La diferencia principal entre la eco-devastación tribal y la moderna no es la presencia o ausencia de sabiduría, sino la presencia de medios más peligrosos, que utilizados con la misma ignorancia ahora pueden llegar a ser devastadores. Como veremos, nuestros enormes medios nos han llevado, por primera vez en la historia, a una disociación igualmente enorme entre la noosfera y la biosfera, y por tanto la cura no está en reactivar la forma tribal de ignorancia ecológica (deshacernos de nuestros medios), ni en continuar con la forma moderna de ignorancia (el mercado libre nos salvará), sino más bien en evolucionar y desarrollar una estructura de conciencia integradora que por primera vez integre biosfera y noosfera en una unión más alta y más profunda”.
A esa racionalidad en búsqueda de un planteamiento realmente planetario, universal o global, de naturaleza no coercitiva, da lugar a un tipo de conocimiento al que Wilber denomina “visión-lógica”. Según Wilber (p.233): “Cuando la racionalidad da todas sus perspectivas posibles, el conocimiento visión-lógica las suma en totalidad, que es simplemente el nuevo holón interno superior….En otras palabras, la visión lógica es un holón superior que opera sobre (y, por tanto, trasciende) a sus holones menores, como la racionalidad misma. La visión lógica, como tal, puede mantener en mente contradicciones, puede unificar opuestos, es dialéctica y no lineal (véase en ese sentido, a modo de ejemplo, la dinámica espiral propuesta por este pensador), y unifica lo que de otra forma serían nociones incompatibles, siempre y cuando se relacionen en un nuevo holón superior, negadas en su parcialidad pero preservadas en sus contribuciones positivas. Esto es lo que Hegel llamó “Razón” como opuesto a la “comprensión”. Esta es la causa por la que Hegel mantuvo que entre las características definidoras de la Razón (visión-lógica) estaba su capacidad de unificar opuestos y ver la identidad-en-diferencia. Como tal, Hegel fue uno de los primeros grandes filósofos de la visión-lógica, al igual que Schelling y Whitehead…la aprehensión explícita de la identidad diferenciada, “Razón no bifurcada” o visión-lógica, detrás de lo cual está lo transracional en su conjunto”.
A la visión del mundo o al espacio en el mundo de la visión-lógica la llama Wilber “existencial” o “centáurico”. El centauro es el animal mítico, medio humano y medio caballo, que Wilber toma como símbolo de la integración de cuerpo y mente, o biosfera y noosfera. Para Wilber, según sus propias palabras (p.235), “esta visión-lógica con su perspectiva centáurica del mundo, es la que, según mi criterio, representa la esperanza de la integración de la biosfera y la noosfera, la organización supranacional de conciencia planetaria, la cognición genuina del equilibrio ecológico, las formas no restringidas ni forzadas de discurso global, las formas no dominantes y no coercitivas de Estados federales, el flujo libre de intercambio comunicativo a nivel mundial, la producción de ciudadanos del mundo genuinos y la integración cultural de la individualidad femenina (por ejemplo, la integración del hombre y la mujer en la biosfera y la noosfera). Todo lo anterior, en mi opinión, no es sino la plataforma para las formas de conciencia superiores y transpersonales, que serían auténticamente interesantes y nos esperan en nuestro futuro colectivo; si es que llegamos a él”.
A dicha visión emergente, Jean Gebser la denominó como la mente integral-aperspectival que, según Wilber, es un término especialmente adecuado. La mente aperspectival, en otras palabras, es completamente holónica: contextos dentro de contextos dentro de contextos para siempre. Y, según Wilber, este mundo está en medio de los tortuosos dolores de parto de la emergencia colectiva de una nueva estructura de conciencia centáurica o visión-lógica, la mente integral-aperspectival. Así, en propias palabras de Gebser, las perspectivas del mundo egoico-racional son “reemplazadas por la expansión abierta del mundo abierto”, el “mundo aperspectival”: la culminación de la visión centrada en el mundo comenzó con la racionalidad y es completada por la visión-lógica. Pero, insiste Wilber (p.240), “la estructura integral puede integrar fisiosfera, biosfera y noosfera, que tiene el potencial de integrarlas. Depende de ti y de mi, de las acciones que realicemos cada uno de nosotros, que el potencial se actualice”. Consecuentemente, según Wilber (p.245), “hará falta un movimiento de visión-lógica de enorme poder integrador (integral aperspectival y universal-integral) para unir a todos los ciudadanos del mundo sobre una base centáurica: todos tenemos en común materia, cuerpo y mente (por no mencionar el Espíritu y un Yo anteriores a todo ello)”… “La transformación misma, está siendo construida en el corazón y la mente de aquellos individuos que están evolucionando hacia la visión centáurica-planetaria”… “La revolución, como siempre, vendrá desde dentro y se irá encajando en la forma externa”.
Todo lo anterior, según Wilber (p.249), apunta hacia un transnacionalismo: “Así, sin negar la importancia de los factores ecológicos, económicos y financieros en la transformación mundial, no olvidemos que todos ellos descansan, en última instancia, sobre la transformación correlativa de la conciencia humana: el abrazo global y la federación mundial solo pueden ser vistos, entendidos y puestos en práctica por individuos con una visión-lógica universal. Los nuevos recursos escasos incluirán no solo la escasez económico-material, sino también los recursos del significado de la vida, que ya no podrán ser hallados en uno mismo o en la tribu, raza o nación, sino que hallarán su contexto, su terapia, su omega y su liberación en el abrazo mundicéntrico a través del que circula la sangre de nuestra humanidad común y late el corazón único de un pequeño planeta que lucha por la supervivencia y anhela su liberación en un mañana más profundo y verdadero”.
A dicho transnacionalismo le corresponde un pluriculturalismo que debería trascender a los tribalismo mágicos basados en la sangre y el linaje étnico o el imperialismo mitológico, según Wilber (p.250): “remanentes del marxismo como “religión mítico-racional mundial”; fundamentalismos cristiano y musulmán que quieren convertir (obligar) al resto del mundo; misioneros mítico-religiosos con furia de proselitismo global; imperialismo económico-nacional cercano a lo mitológico por parte de los países desarrollados; y, sobre todo, la disolución de algunos de los modernos estados mítico-imperialistas en sus subholones tribales; una disolución bañada en sangre, lucha tribal y relaciones de parentesco a gran escala: la retribalización de grandes partes del mundo. Así, la mayor de las transformaciones a nivel mundial sería simplemente la adopción de la racionalidad global y de la tolerancia pluralista: la adopción de la racionalidad egoica en el camino hacia la visión-lógica centáurica”.
Para Wilber (p.251), “un multiculturalismo genuino no puede ser establecido tampoco por los “sentimientos” o “por la actuación desde el corazón”, porque mis sentimientos son solo míos, no necesariamente tuyos o de otro. Solo en el espacio del pluralismo racional se puede dar un lugar y una voz iguales a los distintos sentimientos, pensamientos y deseos. Desde esta plataforma de lo racional, es desde donde se puede alcanzar el estado siguiente, el verdaderamente integral-aperspectival (y universal-integral)”.
(2) La filosofía transpersonal, vuelvo a recordar, es una disciplina que estudia la espiritualidad y su relación con la ciencia, así como los estudios de la conciencia, sin embargo, es una actividad investigativa muy reciente en la historia del pensamiento (Wilber, 2005a). Con el surgimiento de las ciencias psicológicas y la “cuarta fuerza” de la psicología transpersonal, se ha iniciado un camino esperanzador de trascendencia de la conciencia egoica hacia la espiritualidad o “transpersonalidad”. Sin embargo, el término “transpersonal” no es todavía de dominio popular y menos aún su asunción académica para una futura educación generacional. No obstante, si la humanidad ha evolucionado de lo mítico a lo racional, como apunta Wilber (2005b: 617), estamos ahora situados en el filo de la percepción transracional. En dicho sentido, cabe destacar el artículo de Álvaro B. Márquez-Fernández y Zulay C. Díaz-Montiel (2011) La complejidad: hacia una epísteme transracional, cuyo resumen es el siguiente:
"En las ciencias sociales la crisis del paradigma positivista, es el resultado de su insuficiencia experimental para dar cuenta de la transformación de la experiencia del pensamiento en su interpretación de la realidad natural e histórica de la existencia. En la modernidad no fue posible consolidar un paradigma universalista que solo diera cuenta de espacios objetivados de la realidad a través de modelos racionales reduccionistas. Tal como lo señalan Morin, Najmanovich, Sotolongo-Codima Boaventura de Sousa, Reynoso, en sus postulados teóricos-metodológicos, cuando afirman que la experiencia del pensar racional es mucho más compleja y transdisciplinar, pues considera la realidad como un proceso en curso de estructuras que se recrean poiéticamente sin sujeción a causalidades predeterminadas. Esto es lo que explica, desde la perspectiva de una espíteme crítica, por qué las contingencias materiales de la experiencia racional y las formas de intercambios entre sistemas de diversa índole, le atribuyen al fenómeno del pensamiento una múltiple y transversal racionalidad a partir de la cual se desustantiva el mundo de los objetos y hace presente la subjetividad cognitiva del sujeto de pensamiento. Hacia ese inédito dominio de los procesos de la espíteme transracionales es que se orienta el pensamiento complejo como un momento de superación del positivismo."
Como objetivo ilustrativo de esta nota, destacamos la conclusión final de dicho artículo:
"Es necesario que esta riquísima cosmovisión que nos revela el aura de una nueva racionalidad para pensar y rehacer el mundo, se convierta en un programa transdisciplinar de investigaciones que logren desplazar nuestra experiencia deconstructiva de los fenómenos de la realidad en todos los órdenes del conocimiento hacia éticas epistémicas. La infinitud de formas posibles a las que apuntan las redes complejas de conocimiento, no es más que la posibilidad humana y natural de entender los ciclos y procesos de la vida en sentido generativo, nunca progresivo ni lineal."
BIBLIOGRAFÍA:
Márquez Fernández, Álvaro B.; Díaz Montiel, Zulay C. “La complejidad: hacia una epísteme transracional”. Telos, vol. 13, núm. 1, enero-abril, 2011, pp. 11-29. Universidad Privada Dr. Rafael Belloso Chacín Maracaibo, Venezuela.
Wilber, Ken. El espectro de la conciencia. Barcelona: Kairós, 2005a.
Wilber, Ken. Sexo, Ecología, Espiritualidad. Madrid: Gaia Ediciones, 2005b.
Este artículo es parte del trabajo monográfico titulado ASCENSIÓN ESPIRITUAL INDIVIDUAL DESDE 3D A 5D (artículo nº 1)
Este artículo es una reproducción de las notas 34 y 35 de la obra LA EDUCACIÓN CUÁNTICA (4ª ed.).
Extracto de la página 36:
Si el cambio comienza por uno mismo, ¿por dónde comenzar? Hay personas quienes pensamos que otro mundo es posible desde el surgimiento de la física cuántica, pues es todo un giro copernicano (1) en la mirada desde el “ver para creer” al “creer para ver”, de la razón a la espiritualidad, de ahí los peyorativamente denominados “místicos cuánticos” por la comunidad científica servil a los poderes fácticos. Sin embargo, son cada vez más los díscolos científicos que escapan del materialismo científico para convertirse en “pensadores cuánticos”, cuyo único pecado es haber aunado la razón con la espiritualidad, no entendida exclusivamente en su acepción religiosa, sino como la intersubjetividad kantiana magníficamente expuesta en su imperativo categórico (2) , un amor también profesado por santos, budas, yoguis o místicos. En suma, se trata de una metamorfosis de la racionalidad pragmática a la racionalidad espiritual, de una trascendencia desde la filosofía tradicionalmente impartida en el actual sistema educativo hacia la filosofía transpersonal: un cambio de paradigma magistralmente argumentado por Ken Wilber (2005) en su obra Sexo, Ecología, Espiritualidad.
NOTAS:
(1) En filosofía, el giro copernicano o revolución copernicana hace referencia a la propuesta realizada por Kant para entender cómo es posible el conocimiento sintético a priori que da lugar al Idealismo Trascendental.
Kant explica el cambio que supone su filosofía en la concepción del conocimiento basándose en una analogía con la revolución copernicana. En astronomía, Copérnico comprendió que no se podía entender el movimiento de los objetos celestes con la tesis según la cual la Tierra está en el centro del universo y el Sol y los demás objetos celestes giran a su alrededor; comprendió que para entender el movimiento de los objetos celestes era necesario cambiar la relación poniendo al Sol en el centro y suponiendo que es la Tierra la que gira a su alrededor.
De un modo análogo, Kant considera que en filosofía es preciso una revolución semejante a la copernicana: en filosofía el problema consiste en explicar el conocimiento sintético a priori ; la filosofía anterior a Kant suponía que en la experiencia de conocimiento el sujeto cognoscente es pasivo, que el objeto conocido influye en el sujeto y provoca en él una representación fidedigna. Con esta explicación podemos entender, en todo caso, el conocimiento empírico, pero no el conocimiento a priori pues lo extraordinario de este último es que con él podemos saber algo de las cosas antes de experimentarlas, es decir, antes de que puedan influir en nuestra mente.
Kant propone darle la vuelta a la relación y aceptar que en la experiencia cognoscitiva el sujeto cognoscente es activo, que en el acto de conocimiento el sujeto cognoscente modifica la realidad conocida (en un sentido metafísico más amplio y con ayuda de la mecánica cuántica, es el mismo objetivo que pretende demostrar este ensayo). Según Kant, podemos entender el conocimiento sintético a priori si negamos que nosotros nos sometemos a las cosas, si aceptamos que son más bien las cosas las que se deben someter a nosotros: dado que para conocer un objeto antes ha de someterse a las condiciones de posibilidad de toda experiencia posible, es decir a las condiciones formales –a priori– impuestas por la estructura de nuestras facultades cognoscitivas, es posible saber a priori alguno de los rasgos que ha de tener cuando esté presente ante nosotros, precisamente los rasgos que dependen de dichas condiciones. Por ejemplo, a priori no podemos saber nunca si la figura que vamos a ver en la pizarra es un triángulo, ni las características contingentes de dicha figura (como su tamaño, su forma concreta, etcétera) pero sí podemos saber a priori que si es un triángulo ha de poseer todas las propiedades descritas por la geometría, ya que –según Kant– estas son una consecuencia de la peculiar estructura de nuestra mente, y a ellas se debe someter todo objeto del cual podamos tener experiencia. Estas ideas las resume Kant con la siguiente frase: “solo podemos conocer a priori de las cosas aquello que antes hemos puesto en ellas”.
En resumen, el giro copernicano hace mención al hecho de que solo podemos comprender el conocimiento a priori si admitimos que solo conocemos los fenómenos y no las cosas en sí mismas o noúmenos, si admitimos el Idealismo Trascendental como la filosofía verdadera.
Siguiendo la estela del pensamiento kantiano y merced a la física cuántica, este ensayo propugna asimismo un giro copernicano desde la filosofía tradicional occidental (en la cual Kant ocupa un lugar preeminente) hacia la filosofía perenne, y cuyo esquema epistemológico puede ser contemplado al final del prólogo. El giro copernicano propuesto en esta obra es, por tanto, todo un giro epistemológico desde la dualidad sujeto-objeto mantenida por el materialismo científico, a la no-dualidad del sujeto-objeto a la que aboga el genuino misticismo contemplativo exento de apriorismos dogmáticos procedentes de las religiones. En suma, el verdadero giro copernicano puede apreciarse en la psicología humana -de la psicología tradicional a la psicología transpersonal - , como un viaje iniciático de la transformación interior que ya Platón nos iluminó mediante su alegoría del Mito de la caverna.
(2) El imperativo categórico kantiano, nacido en la razón y con una finalidad eminentemente moral, tiene tres formulaciones. El imperativo categórico es un concepto central en la ética kantiana, y de toda la ética deontológica moderna posterior. Pretende ser un mandamiento autónomo (no dependiente de ninguna religión ni ideología) y autosuficiente, capaz de regir el comportamiento humano en todas sus manifestaciones. Kant empleó por primera vez el término en su Fundamentación de la metafísica de las costumbres (1785). Según Kant, del imperativo categórico existen tres formulaciones: 1- “Obra solo de forma que puedas desear que la máxima de tu acción se convierta en una ley universal”. 2- “Obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la de cualquier otro, siempre como un fin, y nunca solo como un medio”. 3- “Obra como si, por medio de tus máximas, fueras siempre un miembro legislador en un reino universal de los fines”.
Bibliografía:
Wilber, Ken. Sexo, Ecología, Espiritualidad. Madrid: Gaia Ediciones, 2005.
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Este artículo es una reproducción de las notas 34 y 35 de la obra LA EDUCACIÓN CUÁNTICA (4ª ed.).
Extracto de la página 36:
Si el cambio comienza por uno mismo, ¿por dónde comenzar? Hay personas quienes pensamos que otro mundo es posible desde el surgimiento de la física cuántica, pues es todo un giro copernicano (1) en la mirada desde el “ver para creer” al “creer para ver”, de la razón a la espiritualidad, de ahí los peyorativamente denominados “místicos cuánticos” por la comunidad científica servil a los poderes fácticos. Sin embargo, son cada vez más los díscolos científicos que escapan del materialismo científico para convertirse en “pensadores cuánticos”, cuyo único pecado es haber aunado la razón con la espiritualidad, no entendida exclusivamente en su acepción religiosa, sino como la intersubjetividad kantiana magníficamente expuesta en su imperativo categórico (2) , un amor también profesado por santos, budas, yoguis o místicos. En suma, se trata de una metamorfosis de la racionalidad pragmática a la racionalidad espiritual, de una trascendencia desde la filosofía tradicionalmente impartida en el actual sistema educativo hacia la filosofía transpersonal: un cambio de paradigma magistralmente argumentado por Ken Wilber (2005) en su obra Sexo, Ecología, Espiritualidad.
NOTAS:
(1) En filosofía, el giro copernicano o revolución copernicana hace referencia a la propuesta realizada por Kant para entender cómo es posible el conocimiento sintético a priori que da lugar al Idealismo Trascendental.
Kant explica el cambio que supone su filosofía en la concepción del conocimiento basándose en una analogía con la revolución copernicana. En astronomía, Copérnico comprendió que no se podía entender el movimiento de los objetos celestes con la tesis según la cual la Tierra está en el centro del universo y el Sol y los demás objetos celestes giran a su alrededor; comprendió que para entender el movimiento de los objetos celestes era necesario cambiar la relación poniendo al Sol en el centro y suponiendo que es la Tierra la que gira a su alrededor.
De un modo análogo, Kant considera que en filosofía es preciso una revolución semejante a la copernicana: en filosofía el problema consiste en explicar el conocimiento sintético a priori ; la filosofía anterior a Kant suponía que en la experiencia de conocimiento el sujeto cognoscente es pasivo, que el objeto conocido influye en el sujeto y provoca en él una representación fidedigna. Con esta explicación podemos entender, en todo caso, el conocimiento empírico, pero no el conocimiento a priori pues lo extraordinario de este último es que con él podemos saber algo de las cosas antes de experimentarlas, es decir, antes de que puedan influir en nuestra mente.
Kant propone darle la vuelta a la relación y aceptar que en la experiencia cognoscitiva el sujeto cognoscente es activo, que en el acto de conocimiento el sujeto cognoscente modifica la realidad conocida (en un sentido metafísico más amplio y con ayuda de la mecánica cuántica, es el mismo objetivo que pretende demostrar este ensayo). Según Kant, podemos entender el conocimiento sintético a priori si negamos que nosotros nos sometemos a las cosas, si aceptamos que son más bien las cosas las que se deben someter a nosotros: dado que para conocer un objeto antes ha de someterse a las condiciones de posibilidad de toda experiencia posible, es decir a las condiciones formales –a priori– impuestas por la estructura de nuestras facultades cognoscitivas, es posible saber a priori alguno de los rasgos que ha de tener cuando esté presente ante nosotros, precisamente los rasgos que dependen de dichas condiciones. Por ejemplo, a priori no podemos saber nunca si la figura que vamos a ver en la pizarra es un triángulo, ni las características contingentes de dicha figura (como su tamaño, su forma concreta, etcétera) pero sí podemos saber a priori que si es un triángulo ha de poseer todas las propiedades descritas por la geometría, ya que –según Kant– estas son una consecuencia de la peculiar estructura de nuestra mente, y a ellas se debe someter todo objeto del cual podamos tener experiencia. Estas ideas las resume Kant con la siguiente frase: “solo podemos conocer a priori de las cosas aquello que antes hemos puesto en ellas”.
En resumen, el giro copernicano hace mención al hecho de que solo podemos comprender el conocimiento a priori si admitimos que solo conocemos los fenómenos y no las cosas en sí mismas o noúmenos, si admitimos el Idealismo Trascendental como la filosofía verdadera.
Siguiendo la estela del pensamiento kantiano y merced a la física cuántica, este ensayo propugna asimismo un giro copernicano desde la filosofía tradicional occidental (en la cual Kant ocupa un lugar preeminente) hacia la filosofía perenne, y cuyo esquema epistemológico puede ser contemplado al final del prólogo. El giro copernicano propuesto en esta obra es, por tanto, todo un giro epistemológico desde la dualidad sujeto-objeto mantenida por el materialismo científico, a la no-dualidad del sujeto-objeto a la que aboga el genuino misticismo contemplativo exento de apriorismos dogmáticos procedentes de las religiones. En suma, el verdadero giro copernicano puede apreciarse en la psicología humana -de la psicología tradicional a la psicología transpersonal - , como un viaje iniciático de la transformación interior que ya Platón nos iluminó mediante su alegoría del Mito de la caverna.
(2) El imperativo categórico kantiano, nacido en la razón y con una finalidad eminentemente moral, tiene tres formulaciones. El imperativo categórico es un concepto central en la ética kantiana, y de toda la ética deontológica moderna posterior. Pretende ser un mandamiento autónomo (no dependiente de ninguna religión ni ideología) y autosuficiente, capaz de regir el comportamiento humano en todas sus manifestaciones. Kant empleó por primera vez el término en su Fundamentación de la metafísica de las costumbres (1785). Según Kant, del imperativo categórico existen tres formulaciones: 1- “Obra solo de forma que puedas desear que la máxima de tu acción se convierta en una ley universal”. 2- “Obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la de cualquier otro, siempre como un fin, y nunca solo como un medio”. 3- “Obra como si, por medio de tus máximas, fueras siempre un miembro legislador en un reino universal de los fines”.
Bibliografía:
Wilber, Ken. Sexo, Ecología, Espiritualidad. Madrid: Gaia Ediciones, 2005.
31 - ASCENSIÓN ESPIRITUAL INDIVIDUAL DESDE 3D A 5D
20 - CONCIENCIA: CONCIENCIA DE SÍ PARA ALCANZAR LA FELICIDAD
Este artículo es parte del trabajo monográfico titulado ASCENSIÓN ESPIRITUAL INDIVIDUAL DESDE 3D A 5D (artículo nº 1)
Este artículo es una reproducción de los capítulos 5-5 y 5-6 de la segunda parte de la obra LA EDUCACIÓN CUÁNTICA
Conciencia de sí
Consecuentemente, lo que conviene hacer es ser muy consciente de nuestro doble como propone Garnier, o del Logos que, según Heráclito, nos habla y no sabemos escucharlo. Principalmente, porque no somos conscientes (recordemos los experimentos de Benjamín Libet) de que, desde nuestro subconsciente, surgen todas las órdenes en función de las creencias de cada cual para constituirse así en actos derivados de nuestros pensamientos con una directa repercusión en nuestra propia vida. Bien es conocido por la medicina la influencia de los pensamientos positivos o efecto placebo (amor, altruismo, solidaridad, empatía, etcétera) y negativos o efecto nocebo (odio, egoísmo, individualidad, rencor, etcétera) en la respuesta corporal y emocional (1). Entonces, ¿no va siendo hora de superar la visión materialista de la ciencia, limitada exclusivamente al ente corporal? ¿No es hora de que la ciencia, como propone Garnier, atienda a los aspectos mentales y sus reglas de funcionamiento?
En función de todo lo anterior, es necesario ser consciente que el pensamiento está sometido a la ley de la causa y el efecto (karma) y que, por lo tanto, cada persona es responsable de su libertad de pensamiento y acción en el devenir vital. La vida viene a ser como un libro abierto que hay que saber leer, pero que pocos consiguen. La conciencia, en esa labor existencial y cognitiva, siguiendo la ley de la polaridad, se manifiesta mediante la conciencia personal (egocéntrica) y la conciencia transpersonal (compasiva), neologismos que pertenecen propiamente a la filosofía transpersonal y la psicología transpersonal. Pero, para saber leer el libro de la vida, son necesarios dos mapas, a saber, el mapa sociológico y el mapa psicológico, el de ese mundo de ahí fuera y el de ese mundo de ahí dentro, el del viejo mundo moribundo y ese nuevo mundo por descubrir, el del racionalismo pragmático y el racionalismo espiritual. Dos mundos a nuestro alcance para que cada cual decida dónde y cómo vivir, pensar y amar. Dos visiones hermenéuticas presentadas como dinámica espiral en el capítulo El nuevo mundo. Saber ello es el camino hacia la felicidad, pues como sentencia Sócrates: “El saber es la parte principal de la felicidad”.
La felicidad
En la medida de que cada persona se empodere conscientemente de sí mismo en orden a dirigir libremente sus pensamientos y actos en beneficio de la humanidad, estará en el camino de la experimentación conocida como “experiencia cumbre” en la Pirámide de Maslow. Es la necesidad psicológica más elevada del ser humano que se halla en la cima de las jerarquías de las necesidades humanas, y es a través de su satisfacción que se encuentra una justificación o un sentido válido a la vida mediante el desarrollo potencial de una actividad. En suma, alcanzar la felicidad. Porque, como aseverara Platón, “buscando el bien de nuestros semejantes, encontramos el nuestro”. Entonces, inexorablemente, nuestra felicidad, según Platón, pero también Buda, Jesucristo, Garnier y Maslow, está condicionada a la de nuestros semejantes, es decir, a la humanidad como especie, y denominada como felicidad transpersonal en el constructo de La educación cuántica.
Consecuentemente, siguiendo a Heráclito y el principio de la polaridad, la felicidad se presente bajo dos nuevos contrarios: la felicidad personal (egocéntrica) y la felicidad transpersonal (compasiva). Así, la particularidad del pensamiento cuántico es que se hace consciente en toda persona con conciencia transpersonal y que supedita su felicidad personal a la de la humanidad. De ahí que los grandes avatares, filósofos, científicos, santos y mártires hayan puesto la cuestión del saber y del amor por encima de sí mismos. El pensador cuántico lee el pasado para poder comprender el presente y crear un futuro mejor. La historia de la cultura humana es la historia de hombres que se han atrevido a pensar más allá de su época, que han propuesto soluciones visionarias, que han luchado por la libertad y por el saber. Porque solo el saber puede hacer a los hombres seres verdaderamente libres. Como dijera el filósofo alemán Hegel: “La historia es el progreso de la conciencia de la libertad”. Hoy, más que nunca, esta decadente civilización está necesitada de una educación cuántica que libere al hombre de su esclavitud al racionalismo pragmático. Son tiempos de un racionalismo espiritual, de filosofía transpersonal, de un pensamiento cuántico en los términos explicados aquí porque, vuelvo a recordar en boca del filósofo griego Sócrates, “el saber es la parte principal de la felicidad”.
NOTA (1): Ya sea que esté luchando contra una enfermedad potencialmente mortal, que tenga una condición de salud “crónica” que la medicina occidental no ha sido capaz de curar, o que esté luchando contra los síntomas molestos que disminuyen su calidad de vida, o simplemente esperando para optimizar su energía, vitalidad y longevidad, hay pruebas científicas de que puede curarse a sí mismo.
Las cargas de los datos demuestran que la mente puede creer en sí misma también. En los ensayos clínicos, lo llamamos “el efecto placebo”. Los pacientes tratados con placebos no solo se sienten mejor, sino que ellos realmente saben que están mejor. Verrugas que desaparecen, se dilatan los bronquios, desaparecen inflamaciones, el crecimiento del cabello en las cabezas de los hombres calvos, úlceras que sanan, y otros fenómenos fisiológicos medibles.
También sabemos que puede ocurrir todo lo contrario, y la mente puede pensar en sí mismo como un enfermo, lo que los investigadores laman “el efecto nocebo”. Cuando los pacientes reciben inyecciones con solución salina y les dijeron que era quimioterapia, vomitaban y perdían su cabello.
¿Cómo suceden tales cosas? En su libro Mind Over: La prueba científica. Usted puede curarse, Lissa Rankin explica la ciencia que hay detrás de cómo un pensamiento o una emoción positiva o negativa en la mente se traducen en la reparación espontánea en el cuerpo.
Como resultado, el cuerpo se ha construido los mecanismos de auto-reparación que fijan proteínas dañadas, la reparación del ADN, los desequilibrios hormonales correctos, y engullen las células del cáncer, agentes infecciosos, y cuerpos extraños a los que nuestros cuerpos están expuestos a diario. Estos mecanismos explican las remisiones espontáneas que se reportan en la literatura médica de, aparentemente, enfermedades “incurables” como la etapa 4 del cáncer, el VIH, el hipotiroidismo, la diabetes, e incluso una herida de arma de fuego. Sin embargo, los pacientes a menudo se sienten impotentes para aprovechar estos mecanismos de auto-reparación naturales.
En ese libro, la Doctora Rankin enseña un proceso de seis pasos fundamentales científicamente que pueden seguir para optimizar la capacidad del cuerpo para dar la vuelta sus mecanismos de auto-reparación natural cuando el cuerpo se enferma. También enseña las herramientas para poner en práctica el poder de la mente, como la medicina preventiva, para aumentar la probabilidad de que un día morirá a “edad avanzada”, en lugar de morir demasiado joven como resultado de la desactivación de la capacidad del cuerpo para repararse a sí mismo.
¿Lo que desactiva los mecanismos de auto-reparación naturales del cuerpo? Todos sabemos que el estrés es malo para el cuerpo. Pero, ¿entiendes cómo funciona eso? Los datos demuestran que el estrés se presenta en diferentes formas –el estrés de sentirse solo, el estrés laboral, estrés financiero, el estrés marital, estrés familiar, el estrés de sentimiento creativamente bloqueado o espiritualmente desconectado.
Independientemente de lo que desencadena qué tipo de estrés, esto desencadena una serie de pasos fisiológicos asociados con el hipotálamo-hipófisis-suprarrenal y la respuesta de “lucha o huida” del sistema nervioso simpático. En otras palabras, si usted está estresado por el dinero, su matrimonio, o su trabajo, su cuerpo no puede saber la diferencia entre una amenaza percibida, tales como la quiebra inminente, y una quiebra real como ser perseguido por un león.
Pero aquí viene lo bueno. El cuerpo solo puede repararse a sí mismo cuando está en un estado de reposo fisiológico. Cada vez que el cuerpo piensa que es hora de “huir del león” (o cualquier amenaza percibida), se cierra la auto-reparación. Después de todo, ¿quién se preocupa por el mantenimiento a largo plazo como matar a las células cancerosas no deseadas si estás a punto de ser comido por un león?
EnMind Over: La prueba científica. Usted puede curarse, la Doctora Rankin nos describe acciones, ejemplos, no solo la prueba científica de que se puede curarse a sí mismo, sino también consejos para usar el poder de la mente para optimizar los mecanismos de auto-reparación naturales del cuerpo, para que la prevención de enfermedades y remisiones espontáneas no sean solo algo que ocurre al azar, sino algo que podríamos ser capaces de experimentar por nosotros mismos.
(Fuente: consejosdelconejo.com: La prueba científica de que podemos curarnos a nosotros mismos)
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Este artículo es una reproducción de los capítulos 5-5 y 5-6 de la segunda parte de la obra LA EDUCACIÓN CUÁNTICA
Conciencia de sí
Consecuentemente, lo que conviene hacer es ser muy consciente de nuestro doble como propone Garnier, o del Logos que, según Heráclito, nos habla y no sabemos escucharlo. Principalmente, porque no somos conscientes (recordemos los experimentos de Benjamín Libet) de que, desde nuestro subconsciente, surgen todas las órdenes en función de las creencias de cada cual para constituirse así en actos derivados de nuestros pensamientos con una directa repercusión en nuestra propia vida. Bien es conocido por la medicina la influencia de los pensamientos positivos o efecto placebo (amor, altruismo, solidaridad, empatía, etcétera) y negativos o efecto nocebo (odio, egoísmo, individualidad, rencor, etcétera) en la respuesta corporal y emocional (1). Entonces, ¿no va siendo hora de superar la visión materialista de la ciencia, limitada exclusivamente al ente corporal? ¿No es hora de que la ciencia, como propone Garnier, atienda a los aspectos mentales y sus reglas de funcionamiento?
En función de todo lo anterior, es necesario ser consciente que el pensamiento está sometido a la ley de la causa y el efecto (karma) y que, por lo tanto, cada persona es responsable de su libertad de pensamiento y acción en el devenir vital. La vida viene a ser como un libro abierto que hay que saber leer, pero que pocos consiguen. La conciencia, en esa labor existencial y cognitiva, siguiendo la ley de la polaridad, se manifiesta mediante la conciencia personal (egocéntrica) y la conciencia transpersonal (compasiva), neologismos que pertenecen propiamente a la filosofía transpersonal y la psicología transpersonal. Pero, para saber leer el libro de la vida, son necesarios dos mapas, a saber, el mapa sociológico y el mapa psicológico, el de ese mundo de ahí fuera y el de ese mundo de ahí dentro, el del viejo mundo moribundo y ese nuevo mundo por descubrir, el del racionalismo pragmático y el racionalismo espiritual. Dos mundos a nuestro alcance para que cada cual decida dónde y cómo vivir, pensar y amar. Dos visiones hermenéuticas presentadas como dinámica espiral en el capítulo El nuevo mundo. Saber ello es el camino hacia la felicidad, pues como sentencia Sócrates: “El saber es la parte principal de la felicidad”.
La felicidad
En la medida de que cada persona se empodere conscientemente de sí mismo en orden a dirigir libremente sus pensamientos y actos en beneficio de la humanidad, estará en el camino de la experimentación conocida como “experiencia cumbre” en la Pirámide de Maslow. Es la necesidad psicológica más elevada del ser humano que se halla en la cima de las jerarquías de las necesidades humanas, y es a través de su satisfacción que se encuentra una justificación o un sentido válido a la vida mediante el desarrollo potencial de una actividad. En suma, alcanzar la felicidad. Porque, como aseverara Platón, “buscando el bien de nuestros semejantes, encontramos el nuestro”. Entonces, inexorablemente, nuestra felicidad, según Platón, pero también Buda, Jesucristo, Garnier y Maslow, está condicionada a la de nuestros semejantes, es decir, a la humanidad como especie, y denominada como felicidad transpersonal en el constructo de La educación cuántica.
Consecuentemente, siguiendo a Heráclito y el principio de la polaridad, la felicidad se presente bajo dos nuevos contrarios: la felicidad personal (egocéntrica) y la felicidad transpersonal (compasiva). Así, la particularidad del pensamiento cuántico es que se hace consciente en toda persona con conciencia transpersonal y que supedita su felicidad personal a la de la humanidad. De ahí que los grandes avatares, filósofos, científicos, santos y mártires hayan puesto la cuestión del saber y del amor por encima de sí mismos. El pensador cuántico lee el pasado para poder comprender el presente y crear un futuro mejor. La historia de la cultura humana es la historia de hombres que se han atrevido a pensar más allá de su época, que han propuesto soluciones visionarias, que han luchado por la libertad y por el saber. Porque solo el saber puede hacer a los hombres seres verdaderamente libres. Como dijera el filósofo alemán Hegel: “La historia es el progreso de la conciencia de la libertad”. Hoy, más que nunca, esta decadente civilización está necesitada de una educación cuántica que libere al hombre de su esclavitud al racionalismo pragmático. Son tiempos de un racionalismo espiritual, de filosofía transpersonal, de un pensamiento cuántico en los términos explicados aquí porque, vuelvo a recordar en boca del filósofo griego Sócrates, “el saber es la parte principal de la felicidad”.
NOTA (1): Ya sea que esté luchando contra una enfermedad potencialmente mortal, que tenga una condición de salud “crónica” que la medicina occidental no ha sido capaz de curar, o que esté luchando contra los síntomas molestos que disminuyen su calidad de vida, o simplemente esperando para optimizar su energía, vitalidad y longevidad, hay pruebas científicas de que puede curarse a sí mismo.
Las cargas de los datos demuestran que la mente puede creer en sí misma también. En los ensayos clínicos, lo llamamos “el efecto placebo”. Los pacientes tratados con placebos no solo se sienten mejor, sino que ellos realmente saben que están mejor. Verrugas que desaparecen, se dilatan los bronquios, desaparecen inflamaciones, el crecimiento del cabello en las cabezas de los hombres calvos, úlceras que sanan, y otros fenómenos fisiológicos medibles.
También sabemos que puede ocurrir todo lo contrario, y la mente puede pensar en sí mismo como un enfermo, lo que los investigadores laman “el efecto nocebo”. Cuando los pacientes reciben inyecciones con solución salina y les dijeron que era quimioterapia, vomitaban y perdían su cabello.
¿Cómo suceden tales cosas? En su libro Mind Over: La prueba científica. Usted puede curarse, Lissa Rankin explica la ciencia que hay detrás de cómo un pensamiento o una emoción positiva o negativa en la mente se traducen en la reparación espontánea en el cuerpo.
Como resultado, el cuerpo se ha construido los mecanismos de auto-reparación que fijan proteínas dañadas, la reparación del ADN, los desequilibrios hormonales correctos, y engullen las células del cáncer, agentes infecciosos, y cuerpos extraños a los que nuestros cuerpos están expuestos a diario. Estos mecanismos explican las remisiones espontáneas que se reportan en la literatura médica de, aparentemente, enfermedades “incurables” como la etapa 4 del cáncer, el VIH, el hipotiroidismo, la diabetes, e incluso una herida de arma de fuego. Sin embargo, los pacientes a menudo se sienten impotentes para aprovechar estos mecanismos de auto-reparación naturales.
En ese libro, la Doctora Rankin enseña un proceso de seis pasos fundamentales científicamente que pueden seguir para optimizar la capacidad del cuerpo para dar la vuelta sus mecanismos de auto-reparación natural cuando el cuerpo se enferma. También enseña las herramientas para poner en práctica el poder de la mente, como la medicina preventiva, para aumentar la probabilidad de que un día morirá a “edad avanzada”, en lugar de morir demasiado joven como resultado de la desactivación de la capacidad del cuerpo para repararse a sí mismo.
¿Lo que desactiva los mecanismos de auto-reparación naturales del cuerpo? Todos sabemos que el estrés es malo para el cuerpo. Pero, ¿entiendes cómo funciona eso? Los datos demuestran que el estrés se presenta en diferentes formas –el estrés de sentirse solo, el estrés laboral, estrés financiero, el estrés marital, estrés familiar, el estrés de sentimiento creativamente bloqueado o espiritualmente desconectado.
Independientemente de lo que desencadena qué tipo de estrés, esto desencadena una serie de pasos fisiológicos asociados con el hipotálamo-hipófisis-suprarrenal y la respuesta de “lucha o huida” del sistema nervioso simpático. En otras palabras, si usted está estresado por el dinero, su matrimonio, o su trabajo, su cuerpo no puede saber la diferencia entre una amenaza percibida, tales como la quiebra inminente, y una quiebra real como ser perseguido por un león.
Pero aquí viene lo bueno. El cuerpo solo puede repararse a sí mismo cuando está en un estado de reposo fisiológico. Cada vez que el cuerpo piensa que es hora de “huir del león” (o cualquier amenaza percibida), se cierra la auto-reparación. Después de todo, ¿quién se preocupa por el mantenimiento a largo plazo como matar a las células cancerosas no deseadas si estás a punto de ser comido por un león?
EnMind Over: La prueba científica. Usted puede curarse, la Doctora Rankin nos describe acciones, ejemplos, no solo la prueba científica de que se puede curarse a sí mismo, sino también consejos para usar el poder de la mente para optimizar los mecanismos de auto-reparación naturales del cuerpo, para que la prevención de enfermedades y remisiones espontáneas no sean solo algo que ocurre al azar, sino algo que podríamos ser capaces de experimentar por nosotros mismos.
(Fuente: consejosdelconejo.com: La prueba científica de que podemos curarnos a nosotros mismos)
Este artículo es parte del trabajo monográfico titulado ASCENSIÓN ESPIRITUAL INDIVIDUAL DESDE 3D A 5D (artículo nº 1)
Este artículo es una reproducción del capítulo 4-5 La conciencia transpersonal de la segunda parte de la obra LA EDUCACIÓN CUÁNTICA.
Hasta aquí la argumentación, pienso, magistralmente expuesta por Ken Wilber respecto a los dos modos de saber. Desde el surgimiento de la física cuántica, tal es el debate entre los materialistas científicos (método científico) y los mal llamados “místicos cuánticos”(método trascendental). Dicha dicotomía cognitiva, en realidad, es una réplica epistemológica entre la ciencia como medio de conocimiento objetivo y el misticismo como conocimiento revelado que plantean las diversas religiones. Por tanto, el debate que se plantea desde el surgimiento de la física cuántica es el encontronazo entre la racionalidad y la espiritualidad (Laszlo, 2007), una cuestión de hondo calado abordada pedagógicamente como La educación cuántica y que propugna ese nuevo paradigma de conocimiento donde el “misticismo cuántico” debe ser reconsiderado como filosofía transpersonal.
Sin embargo, dicha cuestión también puede ser consultada en Cuestiones cuánticas, una obra de Ken Wilber (2013) que recopila los escritos místicos de los físicos más famosos del mundo. Son unos escritos místicos de los científicos más eminentes de nuestra era, los padres fundadores de la relatividad y de la física cuántica. Todos ellos, con un lenguaje asequible y ajeno a la terminología técnica, expresan su convicción de que la física y la mística, de alguna manera, son complementarias. Sin lugar a dudas, son cada vez más los científicos que escapan de la exclusiva mirada del materialismo científico y abrazan a la espiritualidad.
Ken Wilber, en esta magistral clase de filosofía de la ciencia, nos demuestra que hay dos modos de conocer: el método científico y el trascendental, diferentes pero complementarios. El primero languidece con el pensamiento occidental al proyectarse el sujeto en el objeto, el materialismo, el poder de la razón destruyendo la biosfera, en definitiva, todo un racionalismo pragmático; y el segundo, el racionalismo espiritual, es el artífice de un nuevo mundo que vislumbra el empoderamiento consciente de las personas, y cuya primera condición es trascender el ego para ver la vida de un modo compasivo, y que para cambiar el mundo, hay que comenzar precisamente por uno mismo, uniendo la sabiduría (Droit, 2011) y el amor (Hüther, 2015) en una nueva percepción consciente no dual, pues conocimiento y amor son como dos caras de la misma moneda donde, el saber sin amor, es puro egoísmo.
Es dicho proceso de autopoiesis desde la razón al espíritu colectivo el causante del problema epistemológico entre los materialistas científicos y los místicos cuánticos. El método científico como único medio de llegar al conocimiento, mediante la física cuántica, ha llegado a los confines del universo: el propio sujeto, pues objeto y sujeto son una y la misma cosa. Todo un giro copernicano del “ver para creer” al “creer para ver”, uno nuevo paradigma de conocimiento propuesto por los místicos cuánticos al aunar ciencia y espiritualidad, restando así supremacía respectivamente a los poderes fácticos quienes controlan la ciencia, y a las religiones quienes obnubilan la razón de sus fieles. Dicha introspección inquiere, inexorablemente, de un nuevo paradigma de conocimiento, una tarea ya emprendida por científicos como Ken Wilber (2005a), Fritjof Capra (2000), Amit Goswami (2010), Rupert Sheldrake (1994), Deepak Chopra (2007), Joe Dispenza (2012), Jean-Pierre Garnier Malet (2012), Bruce Lipton (2007), Félix Torán (2011), Pim Van Lommel (2012), Alexander Eben (2013), Michio Kaku (2007), Eduardo Zancolli (2003), Francisco Barsonell (2012), José Miguel Gaona (2012), etcétera.
Hay dos modos de saber. Que cada cual, según sus convicciones, elija el suyo. Sin embargo, mediante la sabia argumentación de Ken Wilber, esos dos modos de saber se constituyen en sustratos epistemológicos y permiten diferenciar respectivamente entre la epistemología de lo conmensurable y la hermenéutica de lo inconmensurable (Martos, 2015), entre la ciencia y la religión, entre la razón y el espíritu. Con la emergencia de la mente a partir de la modernidad, el Espíritu comienza a tomar conciencia de sí mismo, lo cual, entre otras cosas, introduce en el mundo la conciencia moral, una moral, por cierto, completamente ajena al mundo de la naturaleza. Por tanto, el Espíritu está comenzando a despertar a sí mismo, conocerse a sí mismo a través de los símbolos, los conceptos, dando así origen al mundo de la razón y, en particular, al mundo de las morales conscientes. Así, pues, la naturaleza es Espíritu objetivo, mientras que la mente es Espíritu subjetivo. En ese momento histórico -en el momento en que la mente y la naturaleza se diferenciaron-, el mundo parece escindirse en dos, la mente reflexiva y la naturaleza reflejada, pero la modernidad se hallaba temporalmente estancada en la batalla entre la mente y la naturaleza, entre el ego y el eco. En opinión de Shelling, esta síntesis no dual como identidad entre el sujeto y el objeto en un acto atemporal de autoconocimiento, es una intuición mística directa. Para Shelling, y también para su amigo y discípulo Hegel, el Espíritu se enajena de sí mismo para dar lugar a la naturaleza objetiva, despierta a sí mismo en la mente subjetiva y termina retornando así en la pura conciencia inmediata no dual en la que sujeto y objeto son uno, y la naturaleza y la mente se funden en la actualización del Espíritu. El Espíritu se conoce a sí mismo objetivamente como naturaleza, se conoce subjetivamente como mente y se conoce absolutamente como Espíritu. Esos tres momentos también son conocidos como subconsciente, consciente y supraconsciente, o dicho de otro modo, prepersonal, personal y transpersonal; o preracional, racional y transracional; o biosfera, noosfera y teosfera (Wilber, 2005b: 396-398).
Todo ello, traducido en términos evolutivos y psicológicos (Laszlo, 2004), equivale a decir que El gen egoísta (Dawkins, 2002) puede ser trascendido conscientemente Más allá del ego (Vaughan y Walsh,2000), dicho de otro modo, el egoísmo puede ser trascendido hacia la compasión y, respectivamente, la conciencia personal hacia la conciencia transpersonal (1) (Martos, 2008). Así, desde dicha perspectiva, la afirmación de Dawkins (2002: 3) de que “el amor universal y el bienestar de las especies consideradas en su conjunto son conceptos que, simplemente, carecen de sentido en cuanto a la evolución”, es un simple reduccionismo desde el materialismo científico, obnibulado por una prepotencia racional en cuanto causa explicativa al obviar que el Kosmos (2) es autotrascendente y regido por los veinte principios (3). Dicho de otro modo, La evolución del amor (Hüther, 2015) ya es contemplada desde la neurobiología y la sociobiología como un fenómeno de la evolución humana pues, más allá del valor de los genes egoístas o la superviviencia del más fuerte, interviene la capacidad de elección de pareja por motivos distintos a la simple atracción física o el instinto reproductor. Para Hüther, a pesar del surgimiento de la razón y del pensamiento crítico, el sentimiento del amor sigue siendo importante por su influencia en el futuro de la especie humana pues es la fuente de nuestra creatividad y la base de nuestra existencia y nuestros logros culturales y, más decisorio aún, nuestra única perspectiva de supervivencia en este planeta. En definitiva, la única fuerza que puede vencer a la competencia autodestructiva es el amor mediante el compromiso de equipo y la creatividad participativa.
NOTAS:
(1) Etimológicamente el término transpersonal significa “más allá” o “a través” de lo personal, y en la literatura transpersonal se suele utilizar para hacer referencia a inquietudes, motivaciones, experiencias, estadios evolutivos, modos de ser y otros fenómenos que incluyen pero trascienden la esfera de la individualidad y de la personalidad humana, el yo o ego (Ferrer, 2002). Entre sus intereses centrales se encuentran “los procesos, valores y estados transpersonales, la conciencia unitiva, las experiencias cumbre, el éxtasis, la experiencia mística, la trascendencia, las teorías y prácticas de la meditación, los caminos espirituales, la realización (...) y los conceptos, experiencias y actividades con ellas relacionados” (Walsh y Vaughan, 1982:14). Entre sus objetivos principales se encuentra la delimitación de las fronteras y las variedades de la experiencia humana consciente (Rowan, 1996). (Cita extraída del trabajo de investigación de Doctorado titulado Complejidad y Psicología Transpersonal: Caos, autoorganización y experiencia cumbre en psicoterapia, de Iker Puente Vigiola, Facultad de Psicología, Universidad Autónoma de Barcelona, 16 de Febrero de 2007).
Sin embargo, a los efectos prácticos de este ensayo, el concepto de conciencia transpersonal se implementa también con la siguiente definición: En los estados modificados de consciencia estudiados por la psicología transpersonal se producen cambios en el flujo del pensamiento, en la percepción de la realidad y a nivel emocional. En estos estados pueden ocurrir experiencias de catarsis y, sobre todo, experiencias místicas o extáticas, que diversos autores han definido como religiosas, trascendentes, transpersonales o experiencias cumbre. En estas vivencias el mundo se percibe como una totalidad, en la que el propio individuo está inmerso. Se produce, al mismo tiempo, una sensación subjetiva de unidad, en la que el Yo individual se diluye, desapareciendo toda distinción significativa entre el Yo y el mundo exterior. Esta experiencia es vivida por la persona como algo positivo, y autores como Maslow o Grof señalan que puede tener efectos beneficiosos y terapéuticos. Sin embargo, la disolución del Yo previa a la sensación subjetiva de unidad, puede ser vivida por el sujeto como un momento de caos, de desequilibrio y desestructuración, de pérdida de los puntos de referencia habituales. Diversos autores se han referido a esta experiencia como muerte del ego. (Grof, 1988; Wilber, 1996; Fericgla, 2006). (Cita extraída del artículo titulado Psicología Transpersonal y Ciencias de la Complejidad: Un amplio horizonte interdisciplinar a explorar, de Iker Puente, Journal of Transpersonal Research, 2009, Vol. 1 (1), pp 19-28 ISSN: 1989-6077).
Por tanto, en este ensayo, el paso de la conciencia personala la conciencia transpersonal, debe interpretarse como la muerte del ego en su viaje iniciático hacia la percepción unitaria del sujeto cognoscente con el mundo (no dualidad entre sujeto y objeto), donde las emociones egoístas e individualistas dejan paso a la compasión. Se trataría, en suma, de un ascendente viaje iniciático-cognitivo similar al descrito como salida del mundo de las sombras en el Mito de la Caverna de Platón, para luego transmitir de un modo descendente la sabiduría adquirida en el Mundo de las Ideas, donde la reina es el Amor.
(2) Wilber examina el curso del desarrollo evolutivo a través de tres dominios a los que denomina materia (o cosmos), vida (o biosfera) y mente (o noosfera), y todo ello en conjunto es referido como “Kosmos”. Wilber pone especial énfasis en diferenciar cosmos de Kosmos, pues la mayor parte de las cosmologías están contaminadas por el sesgo materialista que les lleva a presuponer que el cosmos físico es la dimensión real y que todo lo demás debe ser explicado con referencia al plano material, siendo un enfoque brutal que arroja a la totalidad del Kosmos contra el muro del reduccionismo. Wilber no quiere hacer cosmología sino Kosmología.
(3) Wilber en Sexo, Ecología, Espiritualidad,72-119:
1- La realidad como un todo no está compuesta de cosas u de procesos, sino de holones.
2- Los holones muestran cuatro capacidades fundamentales: autopreservación, autoadaptación, autotrascendencia y autodisolución. Estas cuatros características son muy importantes y las vamos a estudiar una a una.
3- Autopreservación. Los holones se definen no por la materia de que están hechos (puede no haber materia) ni por el contexto en el que viven (aunque son inseparables de él), sino por el patrón relativamente autónomo y coherente que presenta. La totalidad del holón se muestra en la capacidad de preservar su patrón.
4- Autoadaptación. Un holón funciona no solo como una totalidad autopreservadora sino también como parte de otro todo mayor, y en su capacidad de ser una parte debe adaptarse o acomodarse a otros holones (no autopoiesis sino alopoiesis; no asimilación sino acomodación).
5- Autotrascendencia (o autotransformación). La autotrascendencia es simplemente la capacidad que tiene un sistema de llegar más allá de lo dado, e introducir en cierta medida algo novedoso; una capacidad sin la cual es seguro que la evolución no hubiera podido ni siquiera comenzar. El universo tiene la capacidad intrínseca de ir más allá de lo que fue anteriormente.
6- Autodisolución. Dado que cada holón es también un supraholón, cuando es borrado –cuando se autodisuelve en sus subholones- tiende a seguir el mismo camino descendente que éstos han seguido en el camino ascendente: las células se descomponen en moléculas, que a su vez se descomponen en átomos, y éstos en partículas que desaparecen en las probabilidades nubes transfinitas de “burbujas dentro de burbujas”.
7- Los holones emergen. Emergen nuevos holones debido a la capacidad de autotrascendencia. Primero las partículas subatómicas; después los átomos, moléculas, los polímeros; después las células, y así sucesivamente.
8- Los holones emergen holárquicamente. Es decir, jerárquicamente, como una serie ascendente de totalidades/partes. Los organismos contienen células, pero no al revés; las células contienen moléculas, pero no al revés; las moléculas contienen átomos, pero no al revés.
9- Cada holón emergente trasciende pero incluye a sus predecesores. Todas las estructuras básica y funciones son preservadas y llevadas a una identidad mayor, pero todas las estructuras de exclusividad y las funciones que existían debido, al aislamiento, a la separación, a la parcialidad, a la individualidad separada, son simplemente abandonadas y reemplazadas por una individualidad más profunda que alcanza una comunión más amplia de desarrollo.
10- Lo inferior establece las posibilidades de lo superior; lo superior estable las probabilidades de lo inferior. Aunque un nivel superior va “más allá” de lo dado en el nivel inferior, no viola las leyes o patrones del nivel inferior; no está determinado por el nivel inferior, pero tampoco puede ignorarlo. Mi cuerpo sigue las leyes de la gravedad, mi mente se rige por otras leyes, las de comunicación simbólica y la sintaxis lingüística; pero si mi cuerpo se cae por un precipicio, mi mente va con él.
11- El número de niveles que comprende una jerarquía determinada si esta es “superficial” o “profunda”; y al número de holones en su nivel dado le llamaremos su “extensión”. Esto es importante porque establece que no es solo el tamaño de una población lo que estable el orden de riqueza (u orden de emergencia cualitativa), sino más bien viene dado por su profundidad. Veremos que una de las confusiones más generalizadas de las teorías ecológicas generales o del nuevo paradigma (ya sean “pop” o “serias”) es que a menudo confunden gran extensión con gran profundidad.
12- Cada nivel sucesivo de la evolución produce MAYOR profundidad y MENOR extensión. Así, el número de moléculas de agua en el universo siempre será menor que el número de átomos de hidrógeno y de oxígeno. El número de células en el universo siempre será menor que el de moléculas, y así sucesivamente. Simplemente quiere decir que el número de totalidades siempre será menor que el número de partes, indefinidamente. Cuando mayor sea la profundidad de un holón, tanto mayor será su nivel de conciencia. El espectro de la evolución es un espectro de conciencia. Y se puede empezar a ver que las dimensiones espirituales constituyen el tejido mismo de la profundidad del Kosmos.
13- Destruye un holón de cualquier tipo y habrás destruido todos sus holones superiores y ninguno de sus inferiores. Es decir: cuando menos profundidad tiene un holón, tanto más fundamental es para el Kosmos, porque es un componente de muchos otros holones.
14- Las holoarquías coevolucionan. Significa que la “unidad” de evolución no es el holón aislado (molécula individual, planta, o animal), sino un holón más dentro del entorno inseparablemente ligado a él. Es decir, la evolución es ecológica en el sentido más amplio.
15- Lo micro está en una relación de intercambio con lo macro en todos los niveles de su profundidad. Por ejemplo, el ser humano y los tres niveles de materia, vida y mente: todos estos niveles mantienen su existencia a través de una red increíblemente rica de relaciones de intercambio con holones de la misma profundidad en su entorno.
16- La evolución tiende a seguir la dirección de mayor complejidad. El biólogo alemán Woltereck acuño el término anamorfosis – significa, literalmente, “no ser conforme”- para definir lo que vio como rasgo central y universal de la naturaleza: la emergencia de una complejidad cada vez mayor.
17- La evolución tiende a seguir la dirección de mayor diferenciación/integración. Este principio fue dado en su forma actual, por primera vez, por Herbert Spencer (en First principles, 1862): la evolución es un “cambio desde una homogeneidad incoherente e indefinida a una heterogeneidad coherente y definida, a través de continuas diferenciaciones e integraciones”.
18- La organización/estructuración va en aumento. La evolución se mueve del sistema más simple al más complejo y desde el nivel de organización menor hacia el mayor.
19- La evolución tiende a seguir la dirección de autonomía relativa creciente. Este es un concepto muy poco comprendido. Simplemente hace referencia a la capacidad de un holón para autopreservarse en medio de las fluctuaciones ambientales (autonomía relativa es otra forma de decir individualidad). Y de acuerdo con las ciencias de la complejidad, cuando más profundo es un holón, mayor es su autonomía relativa. La autonomía relativa simplemente se refiere a cierta flexibilidad ante el cambio de las condiciones ambientales.
20- La evolución tiende a seguir la dirección de un Telos creciente. El régimen, canon, código o estructura profunda de un holón actúa como un imán, un atractor, un punto omega en miniatura, para la realización de ese holón en el espacio y el tiempo. Es decir, el punto final del sistema tiene a “atraer” la realización (o desarrollo) del holón en esa dirección, ya sea un sistema físico, biológico o mental. Ha surgido toda una disciplina dentro de la teoría general de sistemas para dedicarse al estudio de las propiedades de los atractores caóticos y de los sistemas por ellos gobernados; se le conoce popularmente como la teoría del caos.
BIBLIOGRAFÍA:
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Capra, Fritjof. El tao de la física. Malaga: Sirio, 2000.
Chopra, Deepak. Las siete leyes espirituales del éxito. Madrid: Edaf, 2007.
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Dispenza, Joe. Deja de ser tú. Barcelona: Urano, 2012.
Droit, Roger-Pol. El ideal de la sabiduría . Barcelona: Kairós, 2011.
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Hüther, Gerald. La evolución del amor. Barcelona: Plataforma, 2015.
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Laszlo, Ervin. La ciencia y el campo akásico: una teoría integral del todo. Madrid: Editorial Nowtilus, 2004.
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Lipton, Bruce. La biología de la creencia. Madrid: Palmyra, 2007.
Martos, Amador. Pensar en ser rico. De una conciencia materialista a una conciencia humanística. España: Amazon, 2008 (1ª ed.), 2015 (2ª ed.), 2017 (3ª ed.).
Martos, A (2015). “El mándala epistemológico y los nuevos paradigmas de la humanidad”. En GIRUM, Revista de Investigación Científica Humanística, Universidad Antropológica de Guadalajara (México), 2015, Vol.1, 29-48, ISSN: 2328-7894
Sheldrake, Rupert. El renacimiento de la naturaleza: la nueva imagen de la ciencia y de Dios. Barcelona: Paidós Ibérica, 1994.
Torán, Félix. Mente cuántica. Málaga: Corona Borealis , 2011.
Van Lommel, Pim. Consciencia más allá de la vida. Girona: Atalanta, 2012.
Vaughan, F y Walsh, R. Más allá del ego. Barcelona: Kairós, 2000.
Wilber, Ken. Sexo, Ecología, Espiritualidad. Madrid: Gaia Ediciones, 2005a.
Wilber, Ken. Breve historia de todas las cosas. Barcelona: Kairós, 2005b.
Wilber, Ken. Cuestiones cuánticas. Barcelona: Kairós, 2013.
Zancolli, Eduardo R. El misterio de las coincidencias. Barcelona: RBA libros, 2003.
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Este artículo es una reproducción del capítulo 4-5 La conciencia transpersonal de la segunda parte de la obra LA EDUCACIÓN CUÁNTICA.
Hasta aquí la argumentación, pienso, magistralmente expuesta por Ken Wilber respecto a los dos modos de saber. Desde el surgimiento de la física cuántica, tal es el debate entre los materialistas científicos (método científico) y los mal llamados “místicos cuánticos”(método trascendental). Dicha dicotomía cognitiva, en realidad, es una réplica epistemológica entre la ciencia como medio de conocimiento objetivo y el misticismo como conocimiento revelado que plantean las diversas religiones. Por tanto, el debate que se plantea desde el surgimiento de la física cuántica es el encontronazo entre la racionalidad y la espiritualidad (Laszlo, 2007), una cuestión de hondo calado abordada pedagógicamente como La educación cuántica y que propugna ese nuevo paradigma de conocimiento donde el “misticismo cuántico” debe ser reconsiderado como filosofía transpersonal.
Sin embargo, dicha cuestión también puede ser consultada en Cuestiones cuánticas, una obra de Ken Wilber (2013) que recopila los escritos místicos de los físicos más famosos del mundo. Son unos escritos místicos de los científicos más eminentes de nuestra era, los padres fundadores de la relatividad y de la física cuántica. Todos ellos, con un lenguaje asequible y ajeno a la terminología técnica, expresan su convicción de que la física y la mística, de alguna manera, son complementarias. Sin lugar a dudas, son cada vez más los científicos que escapan de la exclusiva mirada del materialismo científico y abrazan a la espiritualidad.
Ken Wilber, en esta magistral clase de filosofía de la ciencia, nos demuestra que hay dos modos de conocer: el método científico y el trascendental, diferentes pero complementarios. El primero languidece con el pensamiento occidental al proyectarse el sujeto en el objeto, el materialismo, el poder de la razón destruyendo la biosfera, en definitiva, todo un racionalismo pragmático; y el segundo, el racionalismo espiritual, es el artífice de un nuevo mundo que vislumbra el empoderamiento consciente de las personas, y cuya primera condición es trascender el ego para ver la vida de un modo compasivo, y que para cambiar el mundo, hay que comenzar precisamente por uno mismo, uniendo la sabiduría (Droit, 2011) y el amor (Hüther, 2015) en una nueva percepción consciente no dual, pues conocimiento y amor son como dos caras de la misma moneda donde, el saber sin amor, es puro egoísmo.
Es dicho proceso de autopoiesis desde la razón al espíritu colectivo el causante del problema epistemológico entre los materialistas científicos y los místicos cuánticos. El método científico como único medio de llegar al conocimiento, mediante la física cuántica, ha llegado a los confines del universo: el propio sujeto, pues objeto y sujeto son una y la misma cosa. Todo un giro copernicano del “ver para creer” al “creer para ver”, uno nuevo paradigma de conocimiento propuesto por los místicos cuánticos al aunar ciencia y espiritualidad, restando así supremacía respectivamente a los poderes fácticos quienes controlan la ciencia, y a las religiones quienes obnubilan la razón de sus fieles. Dicha introspección inquiere, inexorablemente, de un nuevo paradigma de conocimiento, una tarea ya emprendida por científicos como Ken Wilber (2005a), Fritjof Capra (2000), Amit Goswami (2010), Rupert Sheldrake (1994), Deepak Chopra (2007), Joe Dispenza (2012), Jean-Pierre Garnier Malet (2012), Bruce Lipton (2007), Félix Torán (2011), Pim Van Lommel (2012), Alexander Eben (2013), Michio Kaku (2007), Eduardo Zancolli (2003), Francisco Barsonell (2012), José Miguel Gaona (2012), etcétera.
Hay dos modos de saber. Que cada cual, según sus convicciones, elija el suyo. Sin embargo, mediante la sabia argumentación de Ken Wilber, esos dos modos de saber se constituyen en sustratos epistemológicos y permiten diferenciar respectivamente entre la epistemología de lo conmensurable y la hermenéutica de lo inconmensurable (Martos, 2015), entre la ciencia y la religión, entre la razón y el espíritu. Con la emergencia de la mente a partir de la modernidad, el Espíritu comienza a tomar conciencia de sí mismo, lo cual, entre otras cosas, introduce en el mundo la conciencia moral, una moral, por cierto, completamente ajena al mundo de la naturaleza. Por tanto, el Espíritu está comenzando a despertar a sí mismo, conocerse a sí mismo a través de los símbolos, los conceptos, dando así origen al mundo de la razón y, en particular, al mundo de las morales conscientes. Así, pues, la naturaleza es Espíritu objetivo, mientras que la mente es Espíritu subjetivo. En ese momento histórico -en el momento en que la mente y la naturaleza se diferenciaron-, el mundo parece escindirse en dos, la mente reflexiva y la naturaleza reflejada, pero la modernidad se hallaba temporalmente estancada en la batalla entre la mente y la naturaleza, entre el ego y el eco. En opinión de Shelling, esta síntesis no dual como identidad entre el sujeto y el objeto en un acto atemporal de autoconocimiento, es una intuición mística directa. Para Shelling, y también para su amigo y discípulo Hegel, el Espíritu se enajena de sí mismo para dar lugar a la naturaleza objetiva, despierta a sí mismo en la mente subjetiva y termina retornando así en la pura conciencia inmediata no dual en la que sujeto y objeto son uno, y la naturaleza y la mente se funden en la actualización del Espíritu. El Espíritu se conoce a sí mismo objetivamente como naturaleza, se conoce subjetivamente como mente y se conoce absolutamente como Espíritu. Esos tres momentos también son conocidos como subconsciente, consciente y supraconsciente, o dicho de otro modo, prepersonal, personal y transpersonal; o preracional, racional y transracional; o biosfera, noosfera y teosfera (Wilber, 2005b: 396-398).
Todo ello, traducido en términos evolutivos y psicológicos (Laszlo, 2004), equivale a decir que El gen egoísta (Dawkins, 2002) puede ser trascendido conscientemente Más allá del ego (Vaughan y Walsh,2000), dicho de otro modo, el egoísmo puede ser trascendido hacia la compasión y, respectivamente, la conciencia personal hacia la conciencia transpersonal (1) (Martos, 2008). Así, desde dicha perspectiva, la afirmación de Dawkins (2002: 3) de que “el amor universal y el bienestar de las especies consideradas en su conjunto son conceptos que, simplemente, carecen de sentido en cuanto a la evolución”, es un simple reduccionismo desde el materialismo científico, obnibulado por una prepotencia racional en cuanto causa explicativa al obviar que el Kosmos (2) es autotrascendente y regido por los veinte principios (3). Dicho de otro modo, La evolución del amor (Hüther, 2015) ya es contemplada desde la neurobiología y la sociobiología como un fenómeno de la evolución humana pues, más allá del valor de los genes egoístas o la superviviencia del más fuerte, interviene la capacidad de elección de pareja por motivos distintos a la simple atracción física o el instinto reproductor. Para Hüther, a pesar del surgimiento de la razón y del pensamiento crítico, el sentimiento del amor sigue siendo importante por su influencia en el futuro de la especie humana pues es la fuente de nuestra creatividad y la base de nuestra existencia y nuestros logros culturales y, más decisorio aún, nuestra única perspectiva de supervivencia en este planeta. En definitiva, la única fuerza que puede vencer a la competencia autodestructiva es el amor mediante el compromiso de equipo y la creatividad participativa.
NOTAS:
(1) Etimológicamente el término transpersonal significa “más allá” o “a través” de lo personal, y en la literatura transpersonal se suele utilizar para hacer referencia a inquietudes, motivaciones, experiencias, estadios evolutivos, modos de ser y otros fenómenos que incluyen pero trascienden la esfera de la individualidad y de la personalidad humana, el yo o ego (Ferrer, 2002). Entre sus intereses centrales se encuentran “los procesos, valores y estados transpersonales, la conciencia unitiva, las experiencias cumbre, el éxtasis, la experiencia mística, la trascendencia, las teorías y prácticas de la meditación, los caminos espirituales, la realización (...) y los conceptos, experiencias y actividades con ellas relacionados” (Walsh y Vaughan, 1982:14). Entre sus objetivos principales se encuentra la delimitación de las fronteras y las variedades de la experiencia humana consciente (Rowan, 1996). (Cita extraída del trabajo de investigación de Doctorado titulado Complejidad y Psicología Transpersonal: Caos, autoorganización y experiencia cumbre en psicoterapia, de Iker Puente Vigiola, Facultad de Psicología, Universidad Autónoma de Barcelona, 16 de Febrero de 2007).
Sin embargo, a los efectos prácticos de este ensayo, el concepto de conciencia transpersonal se implementa también con la siguiente definición: En los estados modificados de consciencia estudiados por la psicología transpersonal se producen cambios en el flujo del pensamiento, en la percepción de la realidad y a nivel emocional. En estos estados pueden ocurrir experiencias de catarsis y, sobre todo, experiencias místicas o extáticas, que diversos autores han definido como religiosas, trascendentes, transpersonales o experiencias cumbre. En estas vivencias el mundo se percibe como una totalidad, en la que el propio individuo está inmerso. Se produce, al mismo tiempo, una sensación subjetiva de unidad, en la que el Yo individual se diluye, desapareciendo toda distinción significativa entre el Yo y el mundo exterior. Esta experiencia es vivida por la persona como algo positivo, y autores como Maslow o Grof señalan que puede tener efectos beneficiosos y terapéuticos. Sin embargo, la disolución del Yo previa a la sensación subjetiva de unidad, puede ser vivida por el sujeto como un momento de caos, de desequilibrio y desestructuración, de pérdida de los puntos de referencia habituales. Diversos autores se han referido a esta experiencia como muerte del ego. (Grof, 1988; Wilber, 1996; Fericgla, 2006). (Cita extraída del artículo titulado Psicología Transpersonal y Ciencias de la Complejidad: Un amplio horizonte interdisciplinar a explorar, de Iker Puente, Journal of Transpersonal Research, 2009, Vol. 1 (1), pp 19-28 ISSN: 1989-6077).
Por tanto, en este ensayo, el paso de la conciencia personala la conciencia transpersonal, debe interpretarse como la muerte del ego en su viaje iniciático hacia la percepción unitaria del sujeto cognoscente con el mundo (no dualidad entre sujeto y objeto), donde las emociones egoístas e individualistas dejan paso a la compasión. Se trataría, en suma, de un ascendente viaje iniciático-cognitivo similar al descrito como salida del mundo de las sombras en el Mito de la Caverna de Platón, para luego transmitir de un modo descendente la sabiduría adquirida en el Mundo de las Ideas, donde la reina es el Amor.
(2) Wilber examina el curso del desarrollo evolutivo a través de tres dominios a los que denomina materia (o cosmos), vida (o biosfera) y mente (o noosfera), y todo ello en conjunto es referido como “Kosmos”. Wilber pone especial énfasis en diferenciar cosmos de Kosmos, pues la mayor parte de las cosmologías están contaminadas por el sesgo materialista que les lleva a presuponer que el cosmos físico es la dimensión real y que todo lo demás debe ser explicado con referencia al plano material, siendo un enfoque brutal que arroja a la totalidad del Kosmos contra el muro del reduccionismo. Wilber no quiere hacer cosmología sino Kosmología.
(3) Wilber en Sexo, Ecología, Espiritualidad,72-119:
1- La realidad como un todo no está compuesta de cosas u de procesos, sino de holones.
2- Los holones muestran cuatro capacidades fundamentales: autopreservación, autoadaptación, autotrascendencia y autodisolución. Estas cuatros características son muy importantes y las vamos a estudiar una a una.
3- Autopreservación. Los holones se definen no por la materia de que están hechos (puede no haber materia) ni por el contexto en el que viven (aunque son inseparables de él), sino por el patrón relativamente autónomo y coherente que presenta. La totalidad del holón se muestra en la capacidad de preservar su patrón.
4- Autoadaptación. Un holón funciona no solo como una totalidad autopreservadora sino también como parte de otro todo mayor, y en su capacidad de ser una parte debe adaptarse o acomodarse a otros holones (no autopoiesis sino alopoiesis; no asimilación sino acomodación).
5- Autotrascendencia (o autotransformación). La autotrascendencia es simplemente la capacidad que tiene un sistema de llegar más allá de lo dado, e introducir en cierta medida algo novedoso; una capacidad sin la cual es seguro que la evolución no hubiera podido ni siquiera comenzar. El universo tiene la capacidad intrínseca de ir más allá de lo que fue anteriormente.
6- Autodisolución. Dado que cada holón es también un supraholón, cuando es borrado –cuando se autodisuelve en sus subholones- tiende a seguir el mismo camino descendente que éstos han seguido en el camino ascendente: las células se descomponen en moléculas, que a su vez se descomponen en átomos, y éstos en partículas que desaparecen en las probabilidades nubes transfinitas de “burbujas dentro de burbujas”.
7- Los holones emergen. Emergen nuevos holones debido a la capacidad de autotrascendencia. Primero las partículas subatómicas; después los átomos, moléculas, los polímeros; después las células, y así sucesivamente.
8- Los holones emergen holárquicamente. Es decir, jerárquicamente, como una serie ascendente de totalidades/partes. Los organismos contienen células, pero no al revés; las células contienen moléculas, pero no al revés; las moléculas contienen átomos, pero no al revés.
9- Cada holón emergente trasciende pero incluye a sus predecesores. Todas las estructuras básica y funciones son preservadas y llevadas a una identidad mayor, pero todas las estructuras de exclusividad y las funciones que existían debido, al aislamiento, a la separación, a la parcialidad, a la individualidad separada, son simplemente abandonadas y reemplazadas por una individualidad más profunda que alcanza una comunión más amplia de desarrollo.
10- Lo inferior establece las posibilidades de lo superior; lo superior estable las probabilidades de lo inferior. Aunque un nivel superior va “más allá” de lo dado en el nivel inferior, no viola las leyes o patrones del nivel inferior; no está determinado por el nivel inferior, pero tampoco puede ignorarlo. Mi cuerpo sigue las leyes de la gravedad, mi mente se rige por otras leyes, las de comunicación simbólica y la sintaxis lingüística; pero si mi cuerpo se cae por un precipicio, mi mente va con él.
11- El número de niveles que comprende una jerarquía determinada si esta es “superficial” o “profunda”; y al número de holones en su nivel dado le llamaremos su “extensión”. Esto es importante porque establece que no es solo el tamaño de una población lo que estable el orden de riqueza (u orden de emergencia cualitativa), sino más bien viene dado por su profundidad. Veremos que una de las confusiones más generalizadas de las teorías ecológicas generales o del nuevo paradigma (ya sean “pop” o “serias”) es que a menudo confunden gran extensión con gran profundidad.
12- Cada nivel sucesivo de la evolución produce MAYOR profundidad y MENOR extensión. Así, el número de moléculas de agua en el universo siempre será menor que el número de átomos de hidrógeno y de oxígeno. El número de células en el universo siempre será menor que el de moléculas, y así sucesivamente. Simplemente quiere decir que el número de totalidades siempre será menor que el número de partes, indefinidamente. Cuando mayor sea la profundidad de un holón, tanto mayor será su nivel de conciencia. El espectro de la evolución es un espectro de conciencia. Y se puede empezar a ver que las dimensiones espirituales constituyen el tejido mismo de la profundidad del Kosmos.
13- Destruye un holón de cualquier tipo y habrás destruido todos sus holones superiores y ninguno de sus inferiores. Es decir: cuando menos profundidad tiene un holón, tanto más fundamental es para el Kosmos, porque es un componente de muchos otros holones.
14- Las holoarquías coevolucionan. Significa que la “unidad” de evolución no es el holón aislado (molécula individual, planta, o animal), sino un holón más dentro del entorno inseparablemente ligado a él. Es decir, la evolución es ecológica en el sentido más amplio.
15- Lo micro está en una relación de intercambio con lo macro en todos los niveles de su profundidad. Por ejemplo, el ser humano y los tres niveles de materia, vida y mente: todos estos niveles mantienen su existencia a través de una red increíblemente rica de relaciones de intercambio con holones de la misma profundidad en su entorno.
16- La evolución tiende a seguir la dirección de mayor complejidad. El biólogo alemán Woltereck acuño el término anamorfosis – significa, literalmente, “no ser conforme”- para definir lo que vio como rasgo central y universal de la naturaleza: la emergencia de una complejidad cada vez mayor.
17- La evolución tiende a seguir la dirección de mayor diferenciación/integración. Este principio fue dado en su forma actual, por primera vez, por Herbert Spencer (en First principles, 1862): la evolución es un “cambio desde una homogeneidad incoherente e indefinida a una heterogeneidad coherente y definida, a través de continuas diferenciaciones e integraciones”.
18- La organización/estructuración va en aumento. La evolución se mueve del sistema más simple al más complejo y desde el nivel de organización menor hacia el mayor.
19- La evolución tiende a seguir la dirección de autonomía relativa creciente. Este es un concepto muy poco comprendido. Simplemente hace referencia a la capacidad de un holón para autopreservarse en medio de las fluctuaciones ambientales (autonomía relativa es otra forma de decir individualidad). Y de acuerdo con las ciencias de la complejidad, cuando más profundo es un holón, mayor es su autonomía relativa. La autonomía relativa simplemente se refiere a cierta flexibilidad ante el cambio de las condiciones ambientales.
20- La evolución tiende a seguir la dirección de un Telos creciente. El régimen, canon, código o estructura profunda de un holón actúa como un imán, un atractor, un punto omega en miniatura, para la realización de ese holón en el espacio y el tiempo. Es decir, el punto final del sistema tiene a “atraer” la realización (o desarrollo) del holón en esa dirección, ya sea un sistema físico, biológico o mental. Ha surgido toda una disciplina dentro de la teoría general de sistemas para dedicarse al estudio de las propiedades de los atractores caóticos y de los sistemas por ellos gobernados; se le conoce popularmente como la teoría del caos.
BIBLIOGRAFÍA:
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Zancolli, Eduardo R. El misterio de las coincidencias. Barcelona: RBA libros, 2003.
31 - ASCENSIÓN ESPIRITUAL INDIVIDUAL DESDE 3D A 5D
22 - CONCIENCIA: LA CONCIENCIA MÍSTICA: SER UNO CON EL UNIVERSO
Este artículo es parte del trabajo monográfico titulado ASCENSIÓN ESPIRITUAL INDIVIDUAL DESDE 3D A 5D (artículo nº 1)
Este artículo está reproducido en la tercera parte de la obra CIENCIA, FILOSOFÍA, ESPIRITUALIDAD
Este artículo es el tercero de una serie de cuatro como colaboración de Gemma Rodríguez en la obra La educación cuántica, publicado en la página 404.
En la medida en que cada uno se empodere de forma consciente de sí mismo en orden a dirigir libremente sus pensamientos y actos en beneficio de la humanidad, estará en el camino de la experimentación conocida como “experiencia cumbre” en la pirámide de Maslow (1)
La superación de los límites del ego, fue una de las batallas ganadas por S. Freud: su influencia en el pensamiento postmoderno ha sido determinante en la apertura hacia un nuevo paradigma de comprensión de la psique. Las investigaciones científicas a lo largo del s. XX han apuntado cada vez más a la posibilidad de desentrañar los secretos de la mente humana, en un deseo cuasi divino de reproducir la inteligencia. Es innegable que la multitud de avances en neurociencia nos hace vivir actualmente inmersos en un paradigma neuro-explicativo en el que el alma está en el cerebro y en el que mantenemos una relación con nuestro cuerpo y con nuestro entorno entendida bajo el esquema de la lógica computacional. Parecería chocante y de un misticismo abrumador sostener la existencia de un yo cuántico con el que intercambiamos información y que posibilita las diferentes aperturas de sentido en nuestra existencia.
En innumerables ocasiones se queja el filósofo Amador Martos del desprestigio que sufren los llamados místicos cuánticos al sostener estas teorías. A lo largo del libro se incide especialmente en la del físico Garnier: sus teorías sobre el desdoblamiento del tiempo nos hacen cambiar nuestra visión sobre la conciencia, haciéndonos partícipes de la fusión entre ciencia y espiritualidad que emerge en nuestra era. Superado el paradigma dicotómico dual de la física clásica, entendemos que “el sujeto no puede manipular al objeto porque el sujeto y el objeto son en definitiva una y la misma cosa” . Pero, preguntémonos en este punto, ¿qué consecuencias efectivas pueden tener estas teorías en el panorama educativo? Educar desde un planteamiento que presuponga esta unicidad del todo y que tenga en cuenta los avances de una ciencia que cada vez más vuelve la mirada sobre presupuestos pertenecientes a la filosofía perenne se hace urgente ya que, si tomáramos conciencia de este racionalismo espiritual, nos encontraríamos un paso más cerca de alcanzar uno de los cometidos fundamentales de cualquier filosofía de la conciencia o reflexión mística: desentrañar qué papel juega en la especie el conocimiento que esta alcanza sobre sí misma. Y es que dar un sentido a la existencia individual y colectiva es uno de los supuestos inherentes a cualquier pedagogía que se pretenda regeneracionista y a la altura de las circunstancias. Por otra parte, nuestra dotación de sentido individual no es posible al margen de un sentido colectivo, como nos recuerda una de las tesis más básicas de la política Aristotélica.
La filosofía práctica se ha ocupado tradicionalmente de sacar a la palestra la pregunta por la felicidad y el bienestar individual y colectivo. Si tenemos esto en cuenta, es evidente que un sistema educativo que destierre la posibilidad de armonizar el conocimiento humanístico con los avances neurocientíficos está desechando de entrada la potencialidad de establecer una auténtica comprensión del sentido de la existencia, nuestra posición en el universo y, lo que es más importante, de las enormes capacidades de transformación que el pensamiento posee como parte de la realidad que él mismo conforma. Y es que el bienestar individual y colectivo pasa por una regeneración consciente de la humanidad a la luz de la unión de estos paradigmas (espiritual y científico). Una concepción trascendente de la realidad donde la dualidad mente-materia quede superada transformaría radicalmente los presupuestos sobre los que se asienta nuestra forma de educar, ya que eliminaría la distancia entre las conciencias individuales y aquello que hoy comúnmente llamamos “contenidos educativos”. Los contenidos ya no podrían entenderse más como objetivos externos al estudiante, sino como parte de su propio proceso evolutivo.
La falta de motivación es uno de los problemas más frecuentes entre el alumnado: ven como lejano y externo lo que se les trata de enseñar cada día en el aula, y no es extraño que así sea desde el momento en que el conocimiento se presenta al alumno como un constructo ya conformado en cuyo proceso de constitución no ha habido ningún tipo de interacción creativa con él. Los alumnos son meros espectadores externos de su propio proceso de conocimiento, receptores de un esquema mental calcado del exterior . ¿Cómo no habría de sentirse alguien desmotivado con algo tan alienante en su día a día como es el hecho de que otro te cuente cómo es la realidad?
REFERENCIA:
(1) A. Martos García. La educación cuántica, un nuevo paradigma de conocimiento. p.216 (1ª edición).
Ver más
Este artículo está reproducido en la tercera parte de la obra CIENCIA, FILOSOFÍA, ESPIRITUALIDAD
Este artículo es el tercero de una serie de cuatro como colaboración de Gemma Rodríguez en la obra La educación cuántica, publicado en la página 404.
En la medida en que cada uno se empodere de forma consciente de sí mismo en orden a dirigir libremente sus pensamientos y actos en beneficio de la humanidad, estará en el camino de la experimentación conocida como “experiencia cumbre” en la pirámide de Maslow (1)
La superación de los límites del ego, fue una de las batallas ganadas por S. Freud: su influencia en el pensamiento postmoderno ha sido determinante en la apertura hacia un nuevo paradigma de comprensión de la psique. Las investigaciones científicas a lo largo del s. XX han apuntado cada vez más a la posibilidad de desentrañar los secretos de la mente humana, en un deseo cuasi divino de reproducir la inteligencia. Es innegable que la multitud de avances en neurociencia nos hace vivir actualmente inmersos en un paradigma neuro-explicativo en el que el alma está en el cerebro y en el que mantenemos una relación con nuestro cuerpo y con nuestro entorno entendida bajo el esquema de la lógica computacional. Parecería chocante y de un misticismo abrumador sostener la existencia de un yo cuántico con el que intercambiamos información y que posibilita las diferentes aperturas de sentido en nuestra existencia.
En innumerables ocasiones se queja el filósofo Amador Martos del desprestigio que sufren los llamados místicos cuánticos al sostener estas teorías. A lo largo del libro se incide especialmente en la del físico Garnier: sus teorías sobre el desdoblamiento del tiempo nos hacen cambiar nuestra visión sobre la conciencia, haciéndonos partícipes de la fusión entre ciencia y espiritualidad que emerge en nuestra era. Superado el paradigma dicotómico dual de la física clásica, entendemos que “el sujeto no puede manipular al objeto porque el sujeto y el objeto son en definitiva una y la misma cosa” . Pero, preguntémonos en este punto, ¿qué consecuencias efectivas pueden tener estas teorías en el panorama educativo? Educar desde un planteamiento que presuponga esta unicidad del todo y que tenga en cuenta los avances de una ciencia que cada vez más vuelve la mirada sobre presupuestos pertenecientes a la filosofía perenne se hace urgente ya que, si tomáramos conciencia de este racionalismo espiritual, nos encontraríamos un paso más cerca de alcanzar uno de los cometidos fundamentales de cualquier filosofía de la conciencia o reflexión mística: desentrañar qué papel juega en la especie el conocimiento que esta alcanza sobre sí misma. Y es que dar un sentido a la existencia individual y colectiva es uno de los supuestos inherentes a cualquier pedagogía que se pretenda regeneracionista y a la altura de las circunstancias. Por otra parte, nuestra dotación de sentido individual no es posible al margen de un sentido colectivo, como nos recuerda una de las tesis más básicas de la política Aristotélica.
La filosofía práctica se ha ocupado tradicionalmente de sacar a la palestra la pregunta por la felicidad y el bienestar individual y colectivo. Si tenemos esto en cuenta, es evidente que un sistema educativo que destierre la posibilidad de armonizar el conocimiento humanístico con los avances neurocientíficos está desechando de entrada la potencialidad de establecer una auténtica comprensión del sentido de la existencia, nuestra posición en el universo y, lo que es más importante, de las enormes capacidades de transformación que el pensamiento posee como parte de la realidad que él mismo conforma. Y es que el bienestar individual y colectivo pasa por una regeneración consciente de la humanidad a la luz de la unión de estos paradigmas (espiritual y científico). Una concepción trascendente de la realidad donde la dualidad mente-materia quede superada transformaría radicalmente los presupuestos sobre los que se asienta nuestra forma de educar, ya que eliminaría la distancia entre las conciencias individuales y aquello que hoy comúnmente llamamos “contenidos educativos”. Los contenidos ya no podrían entenderse más como objetivos externos al estudiante, sino como parte de su propio proceso evolutivo.
La falta de motivación es uno de los problemas más frecuentes entre el alumnado: ven como lejano y externo lo que se les trata de enseñar cada día en el aula, y no es extraño que así sea desde el momento en que el conocimiento se presenta al alumno como un constructo ya conformado en cuyo proceso de constitución no ha habido ningún tipo de interacción creativa con él. Los alumnos son meros espectadores externos de su propio proceso de conocimiento, receptores de un esquema mental calcado del exterior . ¿Cómo no habría de sentirse alguien desmotivado con algo tan alienante en su día a día como es el hecho de que otro te cuente cómo es la realidad?
REFERENCIA:
(1) A. Martos García. La educación cuántica, un nuevo paradigma de conocimiento. p.216 (1ª edición).
Este artículo es parte del trabajo monográfico titulado ASCENSIÓN ESPIRITUAL INDIVIDUAL DESDE 3D A 5D (artículo nº 1)
Este artículo está reproducido como nota número 47 en la obra FILOSOFÍA TRANSPERSONAL Y EDUCACIÓN TRANSRACIONAL
Este artículo también está reproducido en la nota 98 de la obra LA EDUCACIÓN CUÁNTICA (4ª ed.).
Este artículo también está reproducido en el capítulo 7 de la segunda parte de la obra CIENCIA, FILOSOFÍA, ESPIRITUALIDAD
Un ejemplo de La conciencia de unidad mediante el amor a la música.
Ken Wilber (1985: 183-208) en La conciencia sin fronteras, argumenta que la conciencia de unidad es conciencia del momento intemporal, está totalmente presente en el ahora, y como es obvio, no hay manera de alcanzar el ahora, de llegar a lo que ya es. En efecto, la iluminación resplandece en toda su claridad en este momento y en todos los demás. No hay sendero hacia la conciencia de unidad pues no se trata de una experiencia entre otras, no es una experiencia que se oponga a una experiencia ínfima, sino más bien la experiencia presente. ¿Y cómo se puede entrar en contacto con la experiencia presente?
Los verdaderos sabios proclaman que no hay sendero hacia el Absoluto, no hay camino para alcanzar la conciencia de unidad. Al parecer, nuestra dificultad es la misma que la del individuo que va saltando de ola en ola en busca de la acuosidad. No nos aquietamos durante el tiempo suficiente para entender nuestra condición presente, y al buscar en otra parte, en realidad nos apartamos de la respuesta. Nuestra búsqueda misma, nuestro propio deseo, nos impide el descubrimiento. En otras palabras, siempre estamos intentando apartarnos de la experiencia presente, cuando en realidad esta experiencia es la que siempre constituye la clave de nuestra búsqueda: en lugar de buscar la respuesta lo que hacemos es huir de ella. He aquí la gran paradoja de la conciencia de unidad: no se puede hacer nada para conseguirla, y creo que esto, por el momento, está totalmente claro.
Llegamos así a un punto esencial de las principales tradiciones místicas, a saber, que hay condiciones especiales apropiadas, pero no necesarias, para la realización de la conciencia de unidad. Y además, estas condiciones no conducen a la conciencia de unidad, sino que ellas mismas son una expresión de la conciencia de unidad. La conciencia de unidad no es un estado futuro que resulte de alguna práctica, porque la conciencia de unidad está eternamente presente. La conciencia de unidad es nuestra “iluminación original”, original no porque haya ocurrido en tiempos pasados, sino porque es el origen y fundamento de este instante. La iluminación es el origen de la firma presente y la práctica espiritual es el movimiento o actividad de este origen. La verdadera práctica espiritual surge de la iluminación, no va hacia ella.
Pero lo anterior plantea una cuestión. ¿Por qué, entonces, debemos practicar, si ya tenemos la naturaleza búdica, la iluminación original o el Cristo interior? Lo verdaderamente importante es que ejercitar las condiciones especiales de la práctica espiritual es una expresión apropiada de la conciencia de unidad. A medida que una persona va ejercitando las condiciones especiales de una práctica espiritual, empieza a darse cuenta, cada vez con mayor claridad y certidumbre, de un hecho exasperante, pero inconfundible: nadie quiere la conciencia de unidad. En términos teológicos, estamos siempre resistiéndonos a la presencia de Dios, que no es otra cosa que el presente total, en todas sus formas. Si le disgusta algún aspecto de la vida es que hay algún aspecto de la conciencia de unidad al cual está resistiéndose. Así, activamente aunque en secreto, negamos la conciencia de unidad y nos resistimos a ella. La comprensión de esta resistencia es la clave fundamental para la iluminación. En realidad, cada nivel importante del espectro de conciencia está constituido de un modo particular de resistencia. Al analizar el descenso desde el nivel de la persona al nivel del ego, lo primero con que tropezamos fue la resistencia a la sombra. Por eso Freud, investigador genial de la sombra, escribió: “Toda la teoría psicoanalítica se asienta, en efecto, en la percepción de la resistencia que ejerce el paciente cuando intentamos hacer que tome conciencia de su inconsciente”. Lo que confunde especialmente al individuo atrapado en esta resistencia, es que él, como persona, no cree, sinceramente, ofrecer resistencia. Lo hace de una manera por entero inconsciente.
Ese fue el primer tipo de resistencia que descubrimos. La persona se resiste a la sombra, con lo que impide el descubrimiento y la emergencia de un ego preciso. Y cuando descendemos al siguiente nivel importante del espectro de la conciencia, nos encontramos con que el propio ego exhibe una resistencia: la del ego a la atención sensible del centauro. Esta resistencia es en parte una incapacidad de mantener la percepción verdaderamente centrada en el presente (o atención sensible) durante el tiempo que sea. Como la percepción consciente del centauro se asienta en el presente pasajero, la resistencia del ego al centauro es una resistencia al aquí y ahora inmediato. Empezamos así a ver que cada nivel del espectro se caracteriza, entre otras muchas cosas, por una manera distinta de resistencia: en el nivel de la persona, nos resistíamos a la unidad con la sombra en todas sus formas; en el nivel del ego, nos resistíamos a la unidad con el centauro y a todas sus cualidades; y extendiéndonos hasta las bandas transpersonales, encontramos la resistencia fundamental y primordial: la resistencia a la conciencia de unidad. Así, nos encontramos de nuevo en el punto que nos importa: mediante las prácticas espirituales apropiadas, empezamos a aprender exactamente de qué manera nos resistimos a la conciencia de unidad. La práctica espiritual hace que esta resistencia fundamental aflore a la superficie de nuestra conciencia y comenzamos a ver que en realidad no queremos la conciencia de unidad, sino que estamos siempre eludiéndola. Ver nuestra resistencia a la conciencia de unidad es ser capaz, por primera vez, de enfrentarnos con ella y, finalmente, de desprendernos de ella, con lo que apartaremos el obstáculo secreto a nuestra propia liberación.
Mientras que no veamos exactamente de qué manera nos resistimos a la conciencia de unidad, todos nuestros esfuerzos por “alcanzarla” serán en vano, pues lo que tratamos de alcanzar es también aquello a lo que, inconscientemente, ofrecemos resistencia y tratamos de impedir. Nos resistimos secretamente a la conciencia de unidad, fabricamos de manera encubierta los “síntomas” de la no-iluminación, de la misma manera que producíamos en secreto todos nuestros demás síntomas en los diferentes niveles del espectro. Y el hecho de entenderlo así puede proporcionar un atisbo de la conciencia de unidad, porque aquello que ve la resistencia está, en sí mismo, libre de resistencia.
La resistencia primaria, como las demás resistencia que operan en toda la extensión del espectro, no es algo que nos sucede, ni que sucedió en el pasado, ni tampoco nada que sucede sin nuestro consentimiento. Es más bien una actividad presente, algo que estamos haciendo sin darnos cuenta, y esta actividad primaria es la que tiende a bloquear la conciencia de unidad. Brevemente enunciado, es una falta de disposición global a mirarlo todo, tal como es, en este momento. En concreto, en este presente hay algo que no queremos mirar. Tenemos, pues, una mala disposición global a mirarlo todo, en conjunto, exactamente tal como es, en este momento. Tendemos a desviar la vista, a retirar la atención de lo que es, a evitar el presente en todas sus formas. Y como tendemos a mirar hacia otra parte, tendemos a movernos hacia otra parte, a apartarnos. Con esta resistencia sutil, con ese mirar y movernos hacia otra parte, parece que bloqueamos la conciencia de unidad, que “perdemos” nuestra verdadera naturaleza. Y esta “perdida” de la conciencia de unidad nos arroja a un mundo de demarcaciones, espacio, tiempo, sufrimiento y mortalidad.
De modo que aunque lo único que desea fundamentalmente el individuo es la conciencia de unidad, lo único que siempre hace es resistirse a ella. Siempre estamos en busca de la conciencia de unidad, pero de tal manera que siempre obstaculizamos el descubrimiento: buscamos la conciencia de unidad apartándonos del presente. Imaginamos que, de alguna manera, este presente no está bien del todo, no es exactamente lo que queremos, y por eso no descansamos globalmente en él, sino que empezamos a apartarnos de él hacia lo que imaginamos que será un presente nuevo y mejor. En otras palabras, empezamos a saltar olas, a movernos en el espacio y en el tiempo para asegurarnos una ola fundamental y definitiva, la que finalmente extinga nuestra sed, la que nos dé por fin “acuosidad”. Al buscar la acuosidad en la próxima ola de experiencias, nos la perdemos siempre en la ola presente. Buscar eternamente es errar eternamente.
En el momento en que nos resistimos al único mundo de la experiencia presente, necesariamente lo dividimos en una experiencia interior, que sentimos como el que ve, experimenta y actúa, opuesto a una experiencia externa, que sentimos como lo que vemos y experimentamos, como aquello sobre lo cual actuamos. Nuestro mundo se escinde en dos, y entre lo que uno es, el que experimenta, y lo que uno no es, lo experimentado, se establece una demarcación ilusoria. La evolución del espectro ha comenzado: se ha iniciado la guerra de los opuestos. Apartarse continuamente del presente global implica que hay un futuro que aceptará este movimiento. Nos apartamos porque imaginamos la existencia de otro tiempo hacia el cual podemos movernos. Apartarse es, por tanto, un mero moverse en el tiempo. En realidad, es crear tiempo, pues al apartarnos de la experiencia intemporal y presente (o más bien, al intentar apartarnos), generamos la ilusión de que, de alguna manera, la experiencia misma pasa junto a nosotros. Mediante nuestra resistencia, el presente global y eterno se reduce al presente fugitivo. Por tanto, apartarse es crear un antes y un después, un punto de partida en el pasado, desde donde nos movemos, y un puerto de destino en el futuro, hacia el cual nos movemos. Nuestro presente se reduce al movimiento, a la huida silenciosa. Nuestros momentos pasan.
Desde cualquier ángulo que se mire, apartarnos es separarnos de la experiencia presente y proyectarnos en el tiempo, la historia, el destino y la muerte. Esta es, pues, nuestra resistencia primaria: la mala disposición a contemplar la experiencia, como un todo, tal como es, en este momento. Esta resistencia global es lo que se descubre, y luego se frustra, con las condiciones especiales de la práctica espiritual. Cuando una persona asume las condiciones, empieza a darse cuenta de que siempre está apartándose del presente global. Comienza a ver que al apartarse siempre, no hace más que resistirse e impedir la conciencia de unidad… o la voluntad de Dios, el fluir del Tao, el amor del Gurú o la iluminación original. De cualquier manera que lo llame, se resiste a su presente. Mira hacia otra parte, se va hacia otro lado y, por consiguiente, sufre.
Llegado a este punto, las cosas parecen realmente desalentadoras. El individuo no parece ser más que una trampa montada para atraparse perpetuamente a sí mismo. Se inicia la noche oscura del alma, y parece como si la luz de la conciencia le diera la espalda hasta desaparecer sin dejar rastro alguno. Todo parece perdido, y en cierto sentido, lo está. La oscuridad sigue a la oscuridad, el vacío conduce al vacío, la medianoche se eterniza. En este punto mismo donde absolutamente todo parece desacertado, todo se arregla de un modo espontáneo. Cuando el individuo ve realmente que todo movimiento que haga es un apartarse, una resistencia, el mecanismo de la resistencia se queda sin cuerda. Cuando uno ve esta resistencia en cada movimiento que hace, entonces, de manera totalmente espontánea, abandona por completo la resistencia. Y el abandono de esta resistencia es la apertura a la conciencia de unidad, la realización de la conciencia de aquello que no tiene fronteras. Como si despertara de un sueño largo e incierto, se encuentra con lo que siempre supo: él, como ser separado, no existe. Su verdadero ser, el Todo, jamás ha nacido y jamás morirá. Solo hay, en todas direcciones, Conciencia como Tal, absoluta y omnímoda, que irradia en y a través de toda condición, la fuente y esencia de todo lo que surge a cada momento, absolutamente anterior a este mundo, pero no distinta a él. Todas las cosas no son más que una onda en este estanque, todo surgimiento es un gesto de este uno.
Cuando ya no se resiste a la experiencia presente, ya no tiene motivo para separarse de ella. El mundo y el yo regresan como una única experiencia, no como dos diferentes. Dejamos de saltar de ola en ola, porque no hay más que una ola, y está en todas partes. Dejar de resistir al presente es ver que no hay nada más que el presente; sin comienzo, sin fin, sin nada por detrás ni nada por delante. Cuando tanto el pasado de la memoria como el futuro de esperanza se ven como hechos presentes, los límites de este presente se derrumban. Las demarcaciones que rodean a este momento se hunden dentro de este momento, y entonces no hay nada más que este momento, y ningún otro lugar adónde ir. Así vemos claramente por qué la búsqueda de la conciencia de sí era tan exasperante. Todo lo que intentábamos estaba mal porque todo estaba ya, y eternamente, bien. Nunca hubo, ni jamás habrá, ningún momento más que Ahora.
La verdadera práctica espiritual no es algo que hagamos durante veinte minutos, ni durante dos horas, ni durante seis horas al día. No es algo para hacer una vez al día, por la mañana, ni una vez por semana, los domingos. La práctica espiritual no es una entre tantas otras actividades humanas; es el fundamento de todas las actividades humanas, su fuente y su validación. Es un compromiso previo con la Verdad Trascendente, vivida, respirada, intuida y practicada durante veinticuatro horas del día. Intuir lo que verdaderamente somos es comprometernos íntegramente en la realización de eso que verdaderamente somos en todos los seres, de acuerdo al voto primordial: “Por innumerables que sean los seres, hago voto de liberarlos; por incomparable que se la Verdad, hago voto de realizarla”. Para quien sienta este profundo compromiso con la realización, el servicio, el sacrificio y la entrega, en todas las condiciones presentes y hasta el infinito mismo, la práctica espiritual será, naturalmente, el camino. Que esa persona reciba la gracia de encontrar en esta vida un maestro espiritual y de conocer la iluminación en el momento.
BIBLIOGRAFÍA:
Wilber, Ken. La conciencia sin frontera. Barcelona: Kairós, 1985
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Este artículo está reproducido como nota número 47 en la obra FILOSOFÍA TRANSPERSONAL Y EDUCACIÓN TRANSRACIONAL
Este artículo también está reproducido en la nota 98 de la obra LA EDUCACIÓN CUÁNTICA (4ª ed.).
Este artículo también está reproducido en el capítulo 7 de la segunda parte de la obra CIENCIA, FILOSOFÍA, ESPIRITUALIDAD
Un ejemplo de La conciencia de unidad mediante el amor a la música.
Ken Wilber (1985: 183-208) en La conciencia sin fronteras, argumenta que la conciencia de unidad es conciencia del momento intemporal, está totalmente presente en el ahora, y como es obvio, no hay manera de alcanzar el ahora, de llegar a lo que ya es. En efecto, la iluminación resplandece en toda su claridad en este momento y en todos los demás. No hay sendero hacia la conciencia de unidad pues no se trata de una experiencia entre otras, no es una experiencia que se oponga a una experiencia ínfima, sino más bien la experiencia presente. ¿Y cómo se puede entrar en contacto con la experiencia presente?
Los verdaderos sabios proclaman que no hay sendero hacia el Absoluto, no hay camino para alcanzar la conciencia de unidad. Al parecer, nuestra dificultad es la misma que la del individuo que va saltando de ola en ola en busca de la acuosidad. No nos aquietamos durante el tiempo suficiente para entender nuestra condición presente, y al buscar en otra parte, en realidad nos apartamos de la respuesta. Nuestra búsqueda misma, nuestro propio deseo, nos impide el descubrimiento. En otras palabras, siempre estamos intentando apartarnos de la experiencia presente, cuando en realidad esta experiencia es la que siempre constituye la clave de nuestra búsqueda: en lugar de buscar la respuesta lo que hacemos es huir de ella. He aquí la gran paradoja de la conciencia de unidad: no se puede hacer nada para conseguirla, y creo que esto, por el momento, está totalmente claro.
Llegamos así a un punto esencial de las principales tradiciones místicas, a saber, que hay condiciones especiales apropiadas, pero no necesarias, para la realización de la conciencia de unidad. Y además, estas condiciones no conducen a la conciencia de unidad, sino que ellas mismas son una expresión de la conciencia de unidad. La conciencia de unidad no es un estado futuro que resulte de alguna práctica, porque la conciencia de unidad está eternamente presente. La conciencia de unidad es nuestra “iluminación original”, original no porque haya ocurrido en tiempos pasados, sino porque es el origen y fundamento de este instante. La iluminación es el origen de la firma presente y la práctica espiritual es el movimiento o actividad de este origen. La verdadera práctica espiritual surge de la iluminación, no va hacia ella.
Pero lo anterior plantea una cuestión. ¿Por qué, entonces, debemos practicar, si ya tenemos la naturaleza búdica, la iluminación original o el Cristo interior? Lo verdaderamente importante es que ejercitar las condiciones especiales de la práctica espiritual es una expresión apropiada de la conciencia de unidad. A medida que una persona va ejercitando las condiciones especiales de una práctica espiritual, empieza a darse cuenta, cada vez con mayor claridad y certidumbre, de un hecho exasperante, pero inconfundible: nadie quiere la conciencia de unidad. En términos teológicos, estamos siempre resistiéndonos a la presencia de Dios, que no es otra cosa que el presente total, en todas sus formas. Si le disgusta algún aspecto de la vida es que hay algún aspecto de la conciencia de unidad al cual está resistiéndose. Así, activamente aunque en secreto, negamos la conciencia de unidad y nos resistimos a ella. La comprensión de esta resistencia es la clave fundamental para la iluminación. En realidad, cada nivel importante del espectro de conciencia está constituido de un modo particular de resistencia. Al analizar el descenso desde el nivel de la persona al nivel del ego, lo primero con que tropezamos fue la resistencia a la sombra. Por eso Freud, investigador genial de la sombra, escribió: “Toda la teoría psicoanalítica se asienta, en efecto, en la percepción de la resistencia que ejerce el paciente cuando intentamos hacer que tome conciencia de su inconsciente”. Lo que confunde especialmente al individuo atrapado en esta resistencia, es que él, como persona, no cree, sinceramente, ofrecer resistencia. Lo hace de una manera por entero inconsciente.
Ese fue el primer tipo de resistencia que descubrimos. La persona se resiste a la sombra, con lo que impide el descubrimiento y la emergencia de un ego preciso. Y cuando descendemos al siguiente nivel importante del espectro de la conciencia, nos encontramos con que el propio ego exhibe una resistencia: la del ego a la atención sensible del centauro. Esta resistencia es en parte una incapacidad de mantener la percepción verdaderamente centrada en el presente (o atención sensible) durante el tiempo que sea. Como la percepción consciente del centauro se asienta en el presente pasajero, la resistencia del ego al centauro es una resistencia al aquí y ahora inmediato. Empezamos así a ver que cada nivel del espectro se caracteriza, entre otras muchas cosas, por una manera distinta de resistencia: en el nivel de la persona, nos resistíamos a la unidad con la sombra en todas sus formas; en el nivel del ego, nos resistíamos a la unidad con el centauro y a todas sus cualidades; y extendiéndonos hasta las bandas transpersonales, encontramos la resistencia fundamental y primordial: la resistencia a la conciencia de unidad. Así, nos encontramos de nuevo en el punto que nos importa: mediante las prácticas espirituales apropiadas, empezamos a aprender exactamente de qué manera nos resistimos a la conciencia de unidad. La práctica espiritual hace que esta resistencia fundamental aflore a la superficie de nuestra conciencia y comenzamos a ver que en realidad no queremos la conciencia de unidad, sino que estamos siempre eludiéndola. Ver nuestra resistencia a la conciencia de unidad es ser capaz, por primera vez, de enfrentarnos con ella y, finalmente, de desprendernos de ella, con lo que apartaremos el obstáculo secreto a nuestra propia liberación.
Mientras que no veamos exactamente de qué manera nos resistimos a la conciencia de unidad, todos nuestros esfuerzos por “alcanzarla” serán en vano, pues lo que tratamos de alcanzar es también aquello a lo que, inconscientemente, ofrecemos resistencia y tratamos de impedir. Nos resistimos secretamente a la conciencia de unidad, fabricamos de manera encubierta los “síntomas” de la no-iluminación, de la misma manera que producíamos en secreto todos nuestros demás síntomas en los diferentes niveles del espectro. Y el hecho de entenderlo así puede proporcionar un atisbo de la conciencia de unidad, porque aquello que ve la resistencia está, en sí mismo, libre de resistencia.
La resistencia primaria, como las demás resistencia que operan en toda la extensión del espectro, no es algo que nos sucede, ni que sucedió en el pasado, ni tampoco nada que sucede sin nuestro consentimiento. Es más bien una actividad presente, algo que estamos haciendo sin darnos cuenta, y esta actividad primaria es la que tiende a bloquear la conciencia de unidad. Brevemente enunciado, es una falta de disposición global a mirarlo todo, tal como es, en este momento. En concreto, en este presente hay algo que no queremos mirar. Tenemos, pues, una mala disposición global a mirarlo todo, en conjunto, exactamente tal como es, en este momento. Tendemos a desviar la vista, a retirar la atención de lo que es, a evitar el presente en todas sus formas. Y como tendemos a mirar hacia otra parte, tendemos a movernos hacia otra parte, a apartarnos. Con esta resistencia sutil, con ese mirar y movernos hacia otra parte, parece que bloqueamos la conciencia de unidad, que “perdemos” nuestra verdadera naturaleza. Y esta “perdida” de la conciencia de unidad nos arroja a un mundo de demarcaciones, espacio, tiempo, sufrimiento y mortalidad.
De modo que aunque lo único que desea fundamentalmente el individuo es la conciencia de unidad, lo único que siempre hace es resistirse a ella. Siempre estamos en busca de la conciencia de unidad, pero de tal manera que siempre obstaculizamos el descubrimiento: buscamos la conciencia de unidad apartándonos del presente. Imaginamos que, de alguna manera, este presente no está bien del todo, no es exactamente lo que queremos, y por eso no descansamos globalmente en él, sino que empezamos a apartarnos de él hacia lo que imaginamos que será un presente nuevo y mejor. En otras palabras, empezamos a saltar olas, a movernos en el espacio y en el tiempo para asegurarnos una ola fundamental y definitiva, la que finalmente extinga nuestra sed, la que nos dé por fin “acuosidad”. Al buscar la acuosidad en la próxima ola de experiencias, nos la perdemos siempre en la ola presente. Buscar eternamente es errar eternamente.
En el momento en que nos resistimos al único mundo de la experiencia presente, necesariamente lo dividimos en una experiencia interior, que sentimos como el que ve, experimenta y actúa, opuesto a una experiencia externa, que sentimos como lo que vemos y experimentamos, como aquello sobre lo cual actuamos. Nuestro mundo se escinde en dos, y entre lo que uno es, el que experimenta, y lo que uno no es, lo experimentado, se establece una demarcación ilusoria. La evolución del espectro ha comenzado: se ha iniciado la guerra de los opuestos. Apartarse continuamente del presente global implica que hay un futuro que aceptará este movimiento. Nos apartamos porque imaginamos la existencia de otro tiempo hacia el cual podemos movernos. Apartarse es, por tanto, un mero moverse en el tiempo. En realidad, es crear tiempo, pues al apartarnos de la experiencia intemporal y presente (o más bien, al intentar apartarnos), generamos la ilusión de que, de alguna manera, la experiencia misma pasa junto a nosotros. Mediante nuestra resistencia, el presente global y eterno se reduce al presente fugitivo. Por tanto, apartarse es crear un antes y un después, un punto de partida en el pasado, desde donde nos movemos, y un puerto de destino en el futuro, hacia el cual nos movemos. Nuestro presente se reduce al movimiento, a la huida silenciosa. Nuestros momentos pasan.
Desde cualquier ángulo que se mire, apartarnos es separarnos de la experiencia presente y proyectarnos en el tiempo, la historia, el destino y la muerte. Esta es, pues, nuestra resistencia primaria: la mala disposición a contemplar la experiencia, como un todo, tal como es, en este momento. Esta resistencia global es lo que se descubre, y luego se frustra, con las condiciones especiales de la práctica espiritual. Cuando una persona asume las condiciones, empieza a darse cuenta de que siempre está apartándose del presente global. Comienza a ver que al apartarse siempre, no hace más que resistirse e impedir la conciencia de unidad… o la voluntad de Dios, el fluir del Tao, el amor del Gurú o la iluminación original. De cualquier manera que lo llame, se resiste a su presente. Mira hacia otra parte, se va hacia otro lado y, por consiguiente, sufre.
Llegado a este punto, las cosas parecen realmente desalentadoras. El individuo no parece ser más que una trampa montada para atraparse perpetuamente a sí mismo. Se inicia la noche oscura del alma, y parece como si la luz de la conciencia le diera la espalda hasta desaparecer sin dejar rastro alguno. Todo parece perdido, y en cierto sentido, lo está. La oscuridad sigue a la oscuridad, el vacío conduce al vacío, la medianoche se eterniza. En este punto mismo donde absolutamente todo parece desacertado, todo se arregla de un modo espontáneo. Cuando el individuo ve realmente que todo movimiento que haga es un apartarse, una resistencia, el mecanismo de la resistencia se queda sin cuerda. Cuando uno ve esta resistencia en cada movimiento que hace, entonces, de manera totalmente espontánea, abandona por completo la resistencia. Y el abandono de esta resistencia es la apertura a la conciencia de unidad, la realización de la conciencia de aquello que no tiene fronteras. Como si despertara de un sueño largo e incierto, se encuentra con lo que siempre supo: él, como ser separado, no existe. Su verdadero ser, el Todo, jamás ha nacido y jamás morirá. Solo hay, en todas direcciones, Conciencia como Tal, absoluta y omnímoda, que irradia en y a través de toda condición, la fuente y esencia de todo lo que surge a cada momento, absolutamente anterior a este mundo, pero no distinta a él. Todas las cosas no son más que una onda en este estanque, todo surgimiento es un gesto de este uno.
Cuando ya no se resiste a la experiencia presente, ya no tiene motivo para separarse de ella. El mundo y el yo regresan como una única experiencia, no como dos diferentes. Dejamos de saltar de ola en ola, porque no hay más que una ola, y está en todas partes. Dejar de resistir al presente es ver que no hay nada más que el presente; sin comienzo, sin fin, sin nada por detrás ni nada por delante. Cuando tanto el pasado de la memoria como el futuro de esperanza se ven como hechos presentes, los límites de este presente se derrumban. Las demarcaciones que rodean a este momento se hunden dentro de este momento, y entonces no hay nada más que este momento, y ningún otro lugar adónde ir. Así vemos claramente por qué la búsqueda de la conciencia de sí era tan exasperante. Todo lo que intentábamos estaba mal porque todo estaba ya, y eternamente, bien. Nunca hubo, ni jamás habrá, ningún momento más que Ahora.
La verdadera práctica espiritual no es algo que hagamos durante veinte minutos, ni durante dos horas, ni durante seis horas al día. No es algo para hacer una vez al día, por la mañana, ni una vez por semana, los domingos. La práctica espiritual no es una entre tantas otras actividades humanas; es el fundamento de todas las actividades humanas, su fuente y su validación. Es un compromiso previo con la Verdad Trascendente, vivida, respirada, intuida y practicada durante veinticuatro horas del día. Intuir lo que verdaderamente somos es comprometernos íntegramente en la realización de eso que verdaderamente somos en todos los seres, de acuerdo al voto primordial: “Por innumerables que sean los seres, hago voto de liberarlos; por incomparable que se la Verdad, hago voto de realizarla”. Para quien sienta este profundo compromiso con la realización, el servicio, el sacrificio y la entrega, en todas las condiciones presentes y hasta el infinito mismo, la práctica espiritual será, naturalmente, el camino. Que esa persona reciba la gracia de encontrar en esta vida un maestro espiritual y de conocer la iluminación en el momento.
BIBLIOGRAFÍA:
Wilber, Ken. La conciencia sin frontera. Barcelona: Kairós, 1985
Este artículo es una reproducción del capítulo 7-5 de la primera parte de la obra LA EDUCACIÓN CUÁNTICA
Ahora, mediante la filosofía transpersonal y la psicología transpersonal como revulsivos de La educación cuántica, es posible vislumbrar la integración de las tres esferas que fueron diferenciados por Kant a través de sus Tres críticas: la esfera de la ciencia empírica que trata con aquellos aspectos de la realidad que pueden ser investigados de forma relativamente “objetiva” y descritos en un lenguaje, es decir, verdades proposicionales y descriptivas (“ello”); la esfera práctica o razón moral que se refiere a cómo tú y yo podemos interactuar pragmáticamente e interrelacionarnos en términos que tenemos algo en común, es decir, un entendimiento mutuo (“nosotros”); y, por último, la esfera del arte o juicio estético que se refiere a cómo me expreso y qué es lo que expreso de mí, es decir, la profundidad del “yo” individual: sinceridad y expresividad.
Con Kant se produce una diferenciación del “yo”, del “nosotros” y del “ello”: ya no tenemos que seguir automáticamente las reglas y normas sociales, es decir, podemos normalizar las normas; lo que la Iglesia y el Estado dicen no es necesariamente lo bueno ni lo verdadero. A partir de estas tres diferenciaciones de Kant, se produce un problema central en la modernidad: ahora que la ciencia, la moralidad y el arte han sido diferenciados irreversiblemente, ¿cómo los integramos? Le siguió una época emergente que hizo temblar al mundo y, también, contribuyó a su construcción. Kant era consciente de ello, en especial, en su ensayo ¿Qué es la ilustración? Los pensadores postmodernos han fracasado en el intento de integración de esos tres mundos -ciencia, ego y moralidad-. Los temores de Kant, a día de hoy, siguen más vigentes que nunca. Kant previó los peligros de la diferenciación entre ciencia, ego y moralidad, y fue Marx quién describió la fragmentación del ego entre la “clase para sí” y la “clase en sí”. Estos dos conceptos, “clase en sí” y “clase para sí”, fueron postulados por Marx, y su utilidad es conocer el diferencial de conciencia entre una clase y otra. Marx lo explica así: “Las condiciones económicas han transformado la masa del país en trabajadores. La dominación del capital ha creado en esta masa una situación común, unos intereses comunes. Así, esta masa constituye ya una clase enfrente del capital (en sí misma, es decir: una clase en sí ). Sin embargo, una clase es para sí cuando toma conciencia de lo que la distingue de las otras clases; o sea, cuando adquiere conciencia de clase”.
Desde entonces va ganando el ego plutocrático frente al “nosotros” kantiano, desde entonces, el capitalismo ha machacado al ego hasta la extenuación. Sin embargo, tal camino es ya insoportable, el ego está herido de muerte y necesita una pronta sanación, cuyo bálsamo puede ser el saber y el amor vislumbrados por Carbonell. Porque la actual crisis no es solo social, económica y política, sino inherentemente de carácter filosófico, con profundas implicaciones existenciales, intelectuales y espirituales. Tras el surgimiento de la modernidad, teóricamente, cada ciudadano podría establecer sus metas en la vida según su propia voluntad pretendidamente racional. Pero dicha racionalidad, en la práctica, ha sido secuestrada por una minoría de monarcas, burgueses y plutócratas con la bendición de la Iglesia Católica. Y en esas estamos aún, sin embargo, es preciso denunciar todo ello mediante La educación cuántica como nuevo paradigma de conocimiento.
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Ahora, mediante la filosofía transpersonal y la psicología transpersonal como revulsivos de La educación cuántica, es posible vislumbrar la integración de las tres esferas que fueron diferenciados por Kant a través de sus Tres críticas: la esfera de la ciencia empírica que trata con aquellos aspectos de la realidad que pueden ser investigados de forma relativamente “objetiva” y descritos en un lenguaje, es decir, verdades proposicionales y descriptivas (“ello”); la esfera práctica o razón moral que se refiere a cómo tú y yo podemos interactuar pragmáticamente e interrelacionarnos en términos que tenemos algo en común, es decir, un entendimiento mutuo (“nosotros”); y, por último, la esfera del arte o juicio estético que se refiere a cómo me expreso y qué es lo que expreso de mí, es decir, la profundidad del “yo” individual: sinceridad y expresividad.
Con Kant se produce una diferenciación del “yo”, del “nosotros” y del “ello”: ya no tenemos que seguir automáticamente las reglas y normas sociales, es decir, podemos normalizar las normas; lo que la Iglesia y el Estado dicen no es necesariamente lo bueno ni lo verdadero. A partir de estas tres diferenciaciones de Kant, se produce un problema central en la modernidad: ahora que la ciencia, la moralidad y el arte han sido diferenciados irreversiblemente, ¿cómo los integramos? Le siguió una época emergente que hizo temblar al mundo y, también, contribuyó a su construcción. Kant era consciente de ello, en especial, en su ensayo ¿Qué es la ilustración? Los pensadores postmodernos han fracasado en el intento de integración de esos tres mundos -ciencia, ego y moralidad-. Los temores de Kant, a día de hoy, siguen más vigentes que nunca. Kant previó los peligros de la diferenciación entre ciencia, ego y moralidad, y fue Marx quién describió la fragmentación del ego entre la “clase para sí” y la “clase en sí”. Estos dos conceptos, “clase en sí” y “clase para sí”, fueron postulados por Marx, y su utilidad es conocer el diferencial de conciencia entre una clase y otra. Marx lo explica así: “Las condiciones económicas han transformado la masa del país en trabajadores. La dominación del capital ha creado en esta masa una situación común, unos intereses comunes. Así, esta masa constituye ya una clase enfrente del capital (en sí misma, es decir: una clase en sí ). Sin embargo, una clase es para sí cuando toma conciencia de lo que la distingue de las otras clases; o sea, cuando adquiere conciencia de clase”.
Desde entonces va ganando el ego plutocrático frente al “nosotros” kantiano, desde entonces, el capitalismo ha machacado al ego hasta la extenuación. Sin embargo, tal camino es ya insoportable, el ego está herido de muerte y necesita una pronta sanación, cuyo bálsamo puede ser el saber y el amor vislumbrados por Carbonell. Porque la actual crisis no es solo social, económica y política, sino inherentemente de carácter filosófico, con profundas implicaciones existenciales, intelectuales y espirituales. Tras el surgimiento de la modernidad, teóricamente, cada ciudadano podría establecer sus metas en la vida según su propia voluntad pretendidamente racional. Pero dicha racionalidad, en la práctica, ha sido secuestrada por una minoría de monarcas, burgueses y plutócratas con la bendición de la Iglesia Católica. Y en esas estamos aún, sin embargo, es preciso denunciar todo ello mediante La educación cuántica como nuevo paradigma de conocimiento.
30 - LA FILOSOFÍA DE KANT: IMPRESCINDIBLE
2 - LAS "TRES CRÍTICAS" DE KANT Y LOS "CUATRO CUADRANTES" DE KEN WILBER
Este artículo está reproducido como capítulo 2 en la primera parte de la obra FILOSOFÍA TRANSPERSONAL Y EDUCACIÓN TRANSRACIONAL
“La enfermedad más grave de todos los tiempos: un ego fragmentado y disociado de la colectividad, que está herido de muerte y no puede sobrevivir sino con la contemplación de una unión con el “nosotros” kantiano” (Amador Martos, filósofo transpersonal).
Este artículo está reproducido en la segunda parte de la obra CIENCIA, FILOSOFÍA, ESPIRITUALIDAD
En Breve historia de todas las cosas (2005), Wilber aborda en una visión coherente las verdades procedentes de la física, la biología, las ciencias sociales, las ciencias sistémicas, el arte, la estética, la psicología evolutiva y el misticismo contemplativo, y también incorpora movimientos filosóficos tan opuestos como el neoplatonismo, el modernismo, el idealismo y el postmodernismo. Y todo ello es abordado mediante la noción de los cuatro cuadrantes del desarrollo, magníficamente resumido por Tony Schwartz en el prólogo de Breve historia de todas las cosas (Wilber, 2005: 9):
“El estudio de los centenares de mapas del desarrollo que han bosquejado los diversos pensadores a lo largo de los años- mapas del desarrollo biológico, del desarrollo psicológico, del desarrollo cognitivo y del desarrollo espiritual, por nombrar solo a unos pocos- llevó a Wilber al reconocimiento de que, muy a menudo, estos mapas estaban describiendo diferentes versiones de la “verdad”. Las formas exteriores del desarrollo, por ejemplo, pueden ser valoradas de manera objetiva y empírica pero, como afirma explícitamente Wilber, este tipo de verdad no lleva muy lejos. En su opinión, todo desarrollo comprehensivo también posee una dimensión interna, una dimensión subjetiva e interpretativa que está ligada a la conciencia y la introspección. Pero además, el desarrollo interno y el desarrollo externo, según Wilber, no tienen lugar aisladamente y de manera individual sino que acontecen en el seno de un contexto social y cultural. Éstos son los cuatro cuadrantes de los que hablamos. Ninguna de estas formas de la verdad puede ser reducida a las demás”.
La visión racional-industrial del mundo sostenida por la Ilustración cumplió con funciones muy importantes como la aparición de la democracia, la abolición de la esclavitud, el surgimiento del feminismo liberal, la emergencia de la ecología y las ciencias sistémicas, entre algunas más, pero sin duda, la más importante puesta en escena fue la diferenciación entre el arte (yo), la ciencia (ello) y la moral (nosotros), el Gran Tres diferenciado por Kant a través de sus Tres críticas (1).
Wilber asevera que, para trascender la “modernidad” hacia la “postmodernidad”, hay que trascender e incluir al racionalismo y la industrialización, lo cual implica abrirnos a modalidades de conciencia que trasciendan la mera razón y participar en estructuras tecnológicas y económicas que vayan más allá de la industrialización. El racionalismo y la industrialización han terminado convirtiéndose en cánceres del cuerpo político, crecimientos desmedidos de consecuencias malignas, derivando ello en jerarquías de dominio. Por tanto, cualquier transformación futura deberá trascender e incluir a la modernidad incorporando sus elementos compositivos fundamentales, pero también limitando su poder. En ese punto crucial de la evolución de las “visiones del mundo”, Wilber propone su teoría de los cuatro cuadrantes, entro los cuales se halla situado el Gran Tres diferenciado por Kant mediante sus Tres críticas: el arte (yo), la ciencia (ello) y la moral (nosotros). Dicho de otro modo, estamos hablando de las tres grandes categorías platónicas, de la Bondad (la moral, el “nosotros”), la Verdad (la verdad proposicional, la verdad objetiva propia del “ello”) y la Belleza (la dimensión estética percibida por cada “yo”).
La tarea de la modernidad fue la diferenciación del Gran Tres y la misión de la postmodernidad es la de llegar a integrarlos. El gran reto al que se enfrenta la postmodernidad es la integración , es decir, formas de integrar la mente, la cultura y la naturaleza, formas de respetar al Espíritu en los cuatro cuadrantes, formas de reconocer los cuatro rostros del Espíritu -o simplemente Gran Tres- para honrar por igual a la Bondad, la Verdad y la Belleza.
En la segunda parte de Breve historia de todas las cosas, Wilber desarrolla en profundidad su teoría de los cuatro cuadrantes hasta llegar a los estadios superiores de la evolución de la conciencia, estadios que pueden ser aludidos como espirituales desde una perspectiva no dual (2) en que, el Espíritu, deviene consciente de sí mismo, despierta de sí mismo y comienza a tomar conciencia de su auténtica naturaleza. Suele hablarse de esos estadios superiores del desarrollo como estadios místicos o “avanzados” pero, en realidad según Wilber, se trata de estadios muy concretos, muy tangible, muy reales, estadios asequibles para usted y para mí, estadios que constituyen nuestros potenciales más profundos. Y esos estadios -que en el pasado, han sido alcanzados por algunos individuos, los más extraños, los más avanzados, los más dotados, la vanguardia de su tiempo- pueden proporcionarnos pistas sobre lo que la evolución colectiva nos depara a cada uno de nosotros al día de mañana.
Según Ken Wilber (2005:139) en Breve historia de todas las cosas:
“La hermenéutica es el arte de la interpretación. La hermenéutica se originó como una forma de comprender la interpretación misma porque cuando usted interpreta un texto hay buenas y malas formas de proceder. En general, los filósofos continentales, especialmente en Alemania y en Francia, se han interesado por los aspectos interpretativos de la filosofía, mientras que los filósofos anglosajones de Gran Bretaña y Estados Unidos han soslayado la interpretación y se han dedicado fundamentalmente a los estudios pragmáticos y empírico-analíticos. ¡La vieja disputa entre el camino de la Mano Izquierda y el camino de la Mano Derecha!” ( la Mano Izquierda se refiere a “lo intencional” y a “lo cultural”, que tienen que ver con la profundidad interior a la que solo se puede acceder mediante la interpretación; y la Mano Derecha se refiere a “lo empírico” y “perceptual”). Así pues, recuerde, que la “hermenéutica” es la clave que nos permite adentrarnos en las dimensiones de la Mano Izquierda. La Mano Izquierda es profundidad y la interpretación es la única forma de acceder a las profundidades. Como diría Heidegger, la interpretación funciona en todo el camino de descenso para el cual el mero empirismo resulta casi completamente inútil”.
Según Ken Wilber (2005:141), “el conocimiento interpretativo es tan importante como el conocimiento empírico y, en cierto sentido, más importante todavía. Pero, evidentemente, es más complejo y requiere más sofisticación que las obviedades a que nos tiene acostumbrados la observación monológuica”. Para Wilber, “toda interpretación depende del contexto, que a su vez está inmerso en contextos mayores y así sucesivamente mientras nos vamos moviendo dentro de un círculo hermenéutico”. Es así, pues, que la interpretación desempeña un papel muy importante en las experiencias espirituales, probablemente el contexto más complejo a desentrañar por nuestra actual civilización. En palabras de Wilber (2005: 148):
“Dado que el Espíritu-en-acción se manifiesta en los cuatro cuadrantes, cualquier interpretación adecuada de la experiencia espiritual debería tenerlos en consideración a todos ellos. No es solo que nosotros estemos compuestos de niveles diferentes (materia, cuerpo, mente, alma, y Espíritu) sino que cada uno de esos niveles, a su vez, se manifiesta en cuatro facetas distintas (intencional, conductual, cultural y social).
Prosigue Wilber (2005:163):
“No es de extrañar, pues, que la teoría de sistemas no nos hable de principios éticos, valores intersubjetivos, actitudes morales, comprensión mutua, veracidad, sinceridad, profundidad, integridad, estética, interpretación, hermenéutica, belleza, arte o cualquier otro aspecto de este tipo”.
Para Wilber (2005:167), cada cuadrante posee un tipo diferente de verdad, una forma distinta de verificar su verdad, un criterio distinto de validez:
“Las cuatro verdades son los cuatro rostros a través de los cuales se manifiesta el Espíritu mientras que los criterios de validez son las formas en que conectamos con el Espíritu, las formas en que sintonizamos con el Kosmos”(3).
Una de las cuestiones que resultó iluminadora al estudiar el pensamiento de Wilber, fue la interpretación de Kant, como nunca antes me lo habían enseñado en la facultad de filosofía: la diferenciación del Gran Tres a partir de las Tres críticas de Kant, la diferenciación entre el arte, la moral y la ciencia, respectivamente el “yo”, el “nosotros” y el “ello”. Esta diferenciación, al decir de Wilber (2005: 176), reportó sus respectivos beneficios:
-“La diferenciación entre sí mismo (yo) y la cultura (nosotros) permitió que el individuo escapase del sometimiento a las jerarquías de dominio míticos propias de la Iglesia o del Estado y pudiendo participar, con su voto, en la aparición de la democracia”.
-“La diferenciación entre la mente (yo) y la naturaleza (ello) posibilitó la separación entre el poder biológico y el derecho noosférico, contribuyendo, de ese modo, al desarrollo de los grandes movimientos de liberación (incluidas las mujeres y los esclavos). La aparición, pues, del feminismo liberal y del abolicionismo y la difusión de los movimientos culturales”.
-“La diferenciación entre la cultura (nosotros) y la naturaleza (ello), permitió que la verdad dejara de estar sometida a las mitologías de la Iglesia y el Estado, lo cual contribuyó al surgimiento de la ciencia empírica, de la medicina, de la física y de la biología. El surgimiento de las ciencias ecológicas, etcétera”.
Sin embargo, todo no iban a ser buenas noticias. Wilber (2005: 177):
“Los grandes e innegables avances de las ciencias empíricas que tuvieron lugar en el periodo que va desde el Renacimiento hasta la Ilustración, nos hicieron creer que toda realidad podía ser abordada y descrita en los términos objetivos propios del lenguaje monológuico del “ello” e, inversamente, que si algo no podía ser estudiado y descrito de un modo objetivo y empírico, no era “realmente real”. Así fue como el Gran Tres terminó reducido al “Gran Uno” del materialismo científico, las exterioridades, los objetos y los sistemas científicos [denominado por Wilber como una visión chata del mundo]”.
De modo que, si la tarea de la modernidad fue la diferenciación del Gran Tres, la misión de la postmodernidad es la de llegar a integrarlos, ese sería su gran reto, según Wilber (2005: 183):
“En mi opinión, las corrientes más genuinas de la postmodernidad-desde Hegel hasta Heidegger, Habermas, Foucault y Taylor- están intentando recuperar el equilibro respetando por igual a la ciencia, la moral y la estética y no simplemente reducir la una a la otra en un desenfreno de violencia teórica. Eso es precisamente lo que estoy buscando, formas de integrar la mente, la cultura y la naturaleza en el mundo postmoderno, formas de respetar al Espíritu en los cuatro cuadrantes, formas de reconocer los cuatro rostros del Espíritu- o simplemente el Gran Tres- y sintonizarnos con él, de ubicarnos en él y de honrar, por igual, a la Bondad, la Verdad y la Belleza”.
Ante esta encrucijada en la historia del pensamiento, Wilber propone adentrarse en el dominio espiritual, investigar la evolución de la conciencia hasta los dominios superiores, supraconscientes o transpersonales del Gran Tres. Se trata de una evolución que tiene lugar en los dominios del “yo”, del “nosotros” y del “ello”.
Wilber trata de desvelar Los logros superiores del Espíritu-en-acción, de describir la evolución de la conciencia que conduce desde los estadios inferiores hasta los estadios más elevados, los estadios espirituales o transpersonales, cuestiones toda ellas orientadas a partir de los cuatro cuadrantes, según Wilber (2005: 439 y 441):
“El hecho de que el Espíritu se manifieste realmente en los cuatro cuadrantes (o, dicho de modo resumido, en los dominios del “yo, del “nosotros” y del “ello”) supone también que la auténtica intuición espiritual es aprehendida como el deseo de expandir la profundidad del “yo” a la amplitud del “nosotros” y al estado subjetivo de cosas propias del “ello”. En definitiva, proteger y promover la mayor profundidad a la mayor amplitud posible. (…) Esto significa, entre otras muchas cosas, la necesaria emergencia de un nuevo tipo de sociedad que integre la conciencia, la cultura y la naturaleza, y abra paso al arte, la moral, la ciencia, los valores personales, la sabiduría colectiva y el conocimiento técnico”.
Sin embargo, para tal finalidad según Wilber, deberemos emanciparnos de la visión chata del mundo, es decir, de los fervorosos defensores de un dios fragmentado, dualista y estéril, de la exaltación de la mera naturaleza empírica. En palabras de Wilber (2005:441):
-“Solo podremos establecer contacto con las resplandecientes manifestaciones del Espíritu cuando rechacemos la visión chata del mundo”.
-“Solo podremos alumbrar una auténtica ética medioambiental y una comprensión respetuosa entre todos los seres, que tenga en consideración la perfección de cada uno de ellos, cuando rechacemos la visión chata del mundo”.
-“Solo podremos salvar el abismo cultural y llegar a ser individuos libres que expresan sus posibilidades más profundas en el seno de una cultura realmente abierta cuando rechacemos la visión chata del mundo”.
-“Solo podremos liberarnos de las garras de la mononaturaleza y, de ese modo, integrar la naturaleza y respetarla de verdad en lugar de convertirla en un ídolo que paradójicamente contribuye a su propia destrucción cuando rechacemos la visión chata del mundo”.
-“Solo podremos construir nuestros objetivos comunes en un intercambio libre de comunicación alejado del egocentrismo, del etnocentrismo y del imperialismo nacionalista que nos aboca a las guerras raciales, el derramamiento de sangre y el saqueo cuando rechacemos la visión chata del mundo”.
-“Solo podremos actualizar los potenciales visión-lógicos que permiten integrar la fisiosfera, la biosfera y la noosfera en el radical despliegue de su propio goce intrínseco cuando rechacemos la visión chata del mundo”.
-“Solo será posible que la autopista de la información escape a la anarquía digital y se ponga al servicio de la auténtica relación y, de ese modo, se convierta en el heraldo de una era de convergencia y no de fragmentación cuando rechacemos la visión chata del mundo”.
-“Solo podrá emerger una auténtica federación mundial, una verdadera familia de naciones en el seno de una emergencia holoárquica que gire en torno al Alma del Mundo y se halle decididamente comprometida con la protección del espacio mundicéntrico, la voz misma del Espíritu moderna, gloriosa en su compasivo abrazo, cuando rechacemos, en fin, la visión chata del mundo”.
-“Solo -por regresar a tópicos específicamente espirituales y transpersonales- quienes se hallen interesados en la espiritualidad, podrán comenzar a integrar las corrientes ascendentes y descendentes cuando rechacemos la visión chata del mundo”.
Se cierra así el círculo, volviendo a la batalla arquetípica que tiene lugar en el mismo corazón de la tradición occidental, la lucha entre los ascendentes y los descendentes, según Wilber (2005: 30):
“El camino ascendente es el camino puramente trascendental y ultramundano. Se trata de un camino puritano, ascético y yóguico, un camino que suele despreciar- e incluso negar- el cuerpo, los sentidos, la sexualidad, la Tierra y la carne. Este camino busca la salvación en un reino que no es de este mundo. El camino ascendente glorifica la unidad no la multiplicidad. (…). El camino descendente, por su parte afirma exactamente lo contrario, Éste es un camino esencialmente intramundano, un camino que no glorifica la unidad sino la multiplicidad. El camino descendente enaltece la Tierra, el cuerpo, los sentidos e incluso la sexualidad, un camino que llega incluso a identificar el espíritu con el mundo sensorial. Se trata de un camino puramente inmanente que rechaza la trascendencia”.
En suma, estamos asistiendo en Occidente a un completo olvido de la profundidad espiritual.
En la tercera parte de Breve historia de todas las cosas, Wilber aborda en extensión los ascendentes y los descendentes como rivales antagónicos que necesitan de una integración, y nos explica la génesis histórica de este rechazo de lo espiritual, la razón histórica concreta que explica los motivos por los cuales el Occidente moderno ha llegado a negar la validez de los estadios transpersonales. La posibilidad y necesidad de una filosofía hermenéutica está meridianamente demostrada por Wilber en Breve historia de todas las cosas, a partir de la cual hemos esbozado los parámetros históricos y hermenéuticos, a saber, la diferenciación de los Tres Grandes a partir de Kant, y el colapso del Kosmos al ser reducidos al Gran Uno: el materialismo científico.
Cabe señalar que la diferenciación del “yo” (el arte), “nosotros” (moral) y “ello” (ciencia) son el punto de inflexión epistemológica que, ni la modernidad, ni la postmodernidad han logrado integrar. Wilber lo intenta con una filosofía hermenéutica adentrándose en las profundidades de la conciencia mediante una erudición sin paragón en la historia de la filosofía. Podríamos distinguir en Wilber dos filósofos en uno.
Por un lado, como un filósofo que nos describe la historia del pensamiento de la cual deberían aprender muchos profesores de filosofía, y por otro lado, como un filósofo que nos presenta una elaborada estructura hermenéutica acerca de la evolución de la conciencia quien, irremisiblemente, remite a la consideración de la espiritualidad como único camino de integración entre el “yo”, el “nosotros” y el “ello”. Ken Wilber ha sabido contextualizar como nadie el problema epistemológico de Occidente, principalmente asentado en la ausencia de espiritualidad, proponiéndonos como solución una interpretación hermenéutica de la historia de la filosofía, lo cual posibilitará a todo buscador de sabiduría sumergirse en la profundidad de la conciencia. Por decirlo de otra manera, Wilber alumbra la historia de la filosofía a una renovada comprensión de nuestro viejo mundo en el que, su mayor carencia, es haber descuidado la genuina espiritualidad de la Mano Izquierda: “lo intencional” y “lo cultural”, que tienen que ver con la profundidad interior a la que solo se puede acceder mediante una interpretación de los cuatro cuadrantes.
REFERENCIAS
Wilber, Ken. Breve historia de todas las cosas. Barcelona: Kairos, 2005.
(1) Tras el Renacimiento surgió la Edad de la Razón o Filosofía Moderna cuyo uno de sus máximo exponente fue Kant. Con las Tres críticas de Kant (La crítica de la razón pura, La crítica de la razón práctica y La crítica del juicio), se produce una diferenciación de tres esferas: la ciencia, la moralidad y el arte. Con esta diferenciación, ya no había vuelta atrás. En el sincretismo mítico, la ciencia, la moralidad y el arte, estaban todavía globalmente fusionados. Por ejemplo: una “verdad” científica era verdadera solamente si encajaba en el dogma religioso. Con Kant, cada una de estas tres esferas se diferencia y se liberan para desarrollar su propio potencial:
-La esfera de la ciencia empírica trata con aquellos aspectos de la realidad que pueden ser investigados de forma relativamente “objetiva” y descritos en un lenguaje, es decir, verdades proposicionales y descriptivas (ello).
-La esfera práctica o razón moral, se refiere a cómo tú y yo podemos interactuar pragmáticamente e interrelacionarnos en términos que tenemos algo en común, es decir, un entendimiento mutuo (nosotros).
-La esfera del arte o juicio estético se refiere a cómo me expreso y qué es lo que expreso de mí, es decir, la profundidad del yo individual: sinceridad y expresividad (yo).
(2) Wilber en su obra el Espectro de la conciencia aborda de un modo epistemológico dos modos de saber: el conocimiento simbólico (dualidad sujeto-objeto) y el misticismo contemplativo (no dualidad entre sujeto-objeto), dos modos de saber diferentes pero complementarios. Según Wilber (55-56):
“Esos dos modos de conocer son universales, es decir, han sido reconocidos de una forma u otra en diversos momentos y lugares a lo largo de la historia de la humanidad, desde el taoísmo hasta William James, desde el Vedanta hasta Alfred North Whitehead y desde el Zen hasta la teología cristiana. (…) También con toda claridad en el hinduismo”.
Sin embargo, la civilización occidental es la historia del primer modo de saber que ha evolucionado hasta la extenuación de su “rígida estructura” dualista con el surgimiento de la mecánica cuántica. Esos dos modos de saber también son contemplados por los padres fundadores de la relatividad y de la física cuántica (Wilber en Cuestiones cuánticas) y, correlativamente, aluden los mundos antagónicos entre la ciencia y la religión, respectivamente, entre el saber racional y el metafísico, ambos aunados por los “místicos cuánticos” en un racionalismo espiritual adoptado como filosofía transpersonal, y convirtiéndose en un fundamento epistemológico para un nuevo paradigma de conocimiento integrador de la filosofía con la espiritualidad.
(3) Wilber examina el curso del desarrollo evolutivo a través de tres dominios a los que denomina materia (o cosmos), vida (o biosfera) y mente (o noosfera), y todo ello en conjunto es referido como “Kosmos”. Wilber pone especial énfasis en diferenciar cosmos de Kosmos, pues la mayor parte de las cosmologías están contaminadas por el sesgo materialista que les lleva a presuponer que el cosmos físico es la dimensión real y que todo lo demás debe ser explicado con referencia al plano material, siendo un enfoque brutal que arroja a la totalidad del Kosmos contra el muro del reduccionismo. Wilber no quiere hacer cosmología sino Kosmología.
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“La enfermedad más grave de todos los tiempos: un ego fragmentado y disociado de la colectividad, que está herido de muerte y no puede sobrevivir sino con la contemplación de una unión con el “nosotros” kantiano” (Amador Martos, filósofo transpersonal).
Este artículo está reproducido en la segunda parte de la obra CIENCIA, FILOSOFÍA, ESPIRITUALIDAD
En Breve historia de todas las cosas (2005), Wilber aborda en una visión coherente las verdades procedentes de la física, la biología, las ciencias sociales, las ciencias sistémicas, el arte, la estética, la psicología evolutiva y el misticismo contemplativo, y también incorpora movimientos filosóficos tan opuestos como el neoplatonismo, el modernismo, el idealismo y el postmodernismo. Y todo ello es abordado mediante la noción de los cuatro cuadrantes del desarrollo, magníficamente resumido por Tony Schwartz en el prólogo de Breve historia de todas las cosas (Wilber, 2005: 9):
“El estudio de los centenares de mapas del desarrollo que han bosquejado los diversos pensadores a lo largo de los años- mapas del desarrollo biológico, del desarrollo psicológico, del desarrollo cognitivo y del desarrollo espiritual, por nombrar solo a unos pocos- llevó a Wilber al reconocimiento de que, muy a menudo, estos mapas estaban describiendo diferentes versiones de la “verdad”. Las formas exteriores del desarrollo, por ejemplo, pueden ser valoradas de manera objetiva y empírica pero, como afirma explícitamente Wilber, este tipo de verdad no lleva muy lejos. En su opinión, todo desarrollo comprehensivo también posee una dimensión interna, una dimensión subjetiva e interpretativa que está ligada a la conciencia y la introspección. Pero además, el desarrollo interno y el desarrollo externo, según Wilber, no tienen lugar aisladamente y de manera individual sino que acontecen en el seno de un contexto social y cultural. Éstos son los cuatro cuadrantes de los que hablamos. Ninguna de estas formas de la verdad puede ser reducida a las demás”.
La visión racional-industrial del mundo sostenida por la Ilustración cumplió con funciones muy importantes como la aparición de la democracia, la abolición de la esclavitud, el surgimiento del feminismo liberal, la emergencia de la ecología y las ciencias sistémicas, entre algunas más, pero sin duda, la más importante puesta en escena fue la diferenciación entre el arte (yo), la ciencia (ello) y la moral (nosotros), el Gran Tres diferenciado por Kant a través de sus Tres críticas (1).
Wilber asevera que, para trascender la “modernidad” hacia la “postmodernidad”, hay que trascender e incluir al racionalismo y la industrialización, lo cual implica abrirnos a modalidades de conciencia que trasciendan la mera razón y participar en estructuras tecnológicas y económicas que vayan más allá de la industrialización. El racionalismo y la industrialización han terminado convirtiéndose en cánceres del cuerpo político, crecimientos desmedidos de consecuencias malignas, derivando ello en jerarquías de dominio. Por tanto, cualquier transformación futura deberá trascender e incluir a la modernidad incorporando sus elementos compositivos fundamentales, pero también limitando su poder. En ese punto crucial de la evolución de las “visiones del mundo”, Wilber propone su teoría de los cuatro cuadrantes, entro los cuales se halla situado el Gran Tres diferenciado por Kant mediante sus Tres críticas: el arte (yo), la ciencia (ello) y la moral (nosotros). Dicho de otro modo, estamos hablando de las tres grandes categorías platónicas, de la Bondad (la moral, el “nosotros”), la Verdad (la verdad proposicional, la verdad objetiva propia del “ello”) y la Belleza (la dimensión estética percibida por cada “yo”).
La tarea de la modernidad fue la diferenciación del Gran Tres y la misión de la postmodernidad es la de llegar a integrarlos. El gran reto al que se enfrenta la postmodernidad es la integración , es decir, formas de integrar la mente, la cultura y la naturaleza, formas de respetar al Espíritu en los cuatro cuadrantes, formas de reconocer los cuatro rostros del Espíritu -o simplemente Gran Tres- para honrar por igual a la Bondad, la Verdad y la Belleza.
En la segunda parte de Breve historia de todas las cosas, Wilber desarrolla en profundidad su teoría de los cuatro cuadrantes hasta llegar a los estadios superiores de la evolución de la conciencia, estadios que pueden ser aludidos como espirituales desde una perspectiva no dual (2) en que, el Espíritu, deviene consciente de sí mismo, despierta de sí mismo y comienza a tomar conciencia de su auténtica naturaleza. Suele hablarse de esos estadios superiores del desarrollo como estadios místicos o “avanzados” pero, en realidad según Wilber, se trata de estadios muy concretos, muy tangible, muy reales, estadios asequibles para usted y para mí, estadios que constituyen nuestros potenciales más profundos. Y esos estadios -que en el pasado, han sido alcanzados por algunos individuos, los más extraños, los más avanzados, los más dotados, la vanguardia de su tiempo- pueden proporcionarnos pistas sobre lo que la evolución colectiva nos depara a cada uno de nosotros al día de mañana.
Según Ken Wilber (2005:139) en Breve historia de todas las cosas:
“La hermenéutica es el arte de la interpretación. La hermenéutica se originó como una forma de comprender la interpretación misma porque cuando usted interpreta un texto hay buenas y malas formas de proceder. En general, los filósofos continentales, especialmente en Alemania y en Francia, se han interesado por los aspectos interpretativos de la filosofía, mientras que los filósofos anglosajones de Gran Bretaña y Estados Unidos han soslayado la interpretación y se han dedicado fundamentalmente a los estudios pragmáticos y empírico-analíticos. ¡La vieja disputa entre el camino de la Mano Izquierda y el camino de la Mano Derecha!” ( la Mano Izquierda se refiere a “lo intencional” y a “lo cultural”, que tienen que ver con la profundidad interior a la que solo se puede acceder mediante la interpretación; y la Mano Derecha se refiere a “lo empírico” y “perceptual”). Así pues, recuerde, que la “hermenéutica” es la clave que nos permite adentrarnos en las dimensiones de la Mano Izquierda. La Mano Izquierda es profundidad y la interpretación es la única forma de acceder a las profundidades. Como diría Heidegger, la interpretación funciona en todo el camino de descenso para el cual el mero empirismo resulta casi completamente inútil”.
Según Ken Wilber (2005:141), “el conocimiento interpretativo es tan importante como el conocimiento empírico y, en cierto sentido, más importante todavía. Pero, evidentemente, es más complejo y requiere más sofisticación que las obviedades a que nos tiene acostumbrados la observación monológuica”. Para Wilber, “toda interpretación depende del contexto, que a su vez está inmerso en contextos mayores y así sucesivamente mientras nos vamos moviendo dentro de un círculo hermenéutico”. Es así, pues, que la interpretación desempeña un papel muy importante en las experiencias espirituales, probablemente el contexto más complejo a desentrañar por nuestra actual civilización. En palabras de Wilber (2005: 148):
“Dado que el Espíritu-en-acción se manifiesta en los cuatro cuadrantes, cualquier interpretación adecuada de la experiencia espiritual debería tenerlos en consideración a todos ellos. No es solo que nosotros estemos compuestos de niveles diferentes (materia, cuerpo, mente, alma, y Espíritu) sino que cada uno de esos niveles, a su vez, se manifiesta en cuatro facetas distintas (intencional, conductual, cultural y social).
Prosigue Wilber (2005:163):
“No es de extrañar, pues, que la teoría de sistemas no nos hable de principios éticos, valores intersubjetivos, actitudes morales, comprensión mutua, veracidad, sinceridad, profundidad, integridad, estética, interpretación, hermenéutica, belleza, arte o cualquier otro aspecto de este tipo”.
Para Wilber (2005:167), cada cuadrante posee un tipo diferente de verdad, una forma distinta de verificar su verdad, un criterio distinto de validez:
“Las cuatro verdades son los cuatro rostros a través de los cuales se manifiesta el Espíritu mientras que los criterios de validez son las formas en que conectamos con el Espíritu, las formas en que sintonizamos con el Kosmos”(3).
Una de las cuestiones que resultó iluminadora al estudiar el pensamiento de Wilber, fue la interpretación de Kant, como nunca antes me lo habían enseñado en la facultad de filosofía: la diferenciación del Gran Tres a partir de las Tres críticas de Kant, la diferenciación entre el arte, la moral y la ciencia, respectivamente el “yo”, el “nosotros” y el “ello”. Esta diferenciación, al decir de Wilber (2005: 176), reportó sus respectivos beneficios:
-“La diferenciación entre sí mismo (yo) y la cultura (nosotros) permitió que el individuo escapase del sometimiento a las jerarquías de dominio míticos propias de la Iglesia o del Estado y pudiendo participar, con su voto, en la aparición de la democracia”.
-“La diferenciación entre la mente (yo) y la naturaleza (ello) posibilitó la separación entre el poder biológico y el derecho noosférico, contribuyendo, de ese modo, al desarrollo de los grandes movimientos de liberación (incluidas las mujeres y los esclavos). La aparición, pues, del feminismo liberal y del abolicionismo y la difusión de los movimientos culturales”.
-“La diferenciación entre la cultura (nosotros) y la naturaleza (ello), permitió que la verdad dejara de estar sometida a las mitologías de la Iglesia y el Estado, lo cual contribuyó al surgimiento de la ciencia empírica, de la medicina, de la física y de la biología. El surgimiento de las ciencias ecológicas, etcétera”.
Sin embargo, todo no iban a ser buenas noticias. Wilber (2005: 177):
“Los grandes e innegables avances de las ciencias empíricas que tuvieron lugar en el periodo que va desde el Renacimiento hasta la Ilustración, nos hicieron creer que toda realidad podía ser abordada y descrita en los términos objetivos propios del lenguaje monológuico del “ello” e, inversamente, que si algo no podía ser estudiado y descrito de un modo objetivo y empírico, no era “realmente real”. Así fue como el Gran Tres terminó reducido al “Gran Uno” del materialismo científico, las exterioridades, los objetos y los sistemas científicos [denominado por Wilber como una visión chata del mundo]”.
De modo que, si la tarea de la modernidad fue la diferenciación del Gran Tres, la misión de la postmodernidad es la de llegar a integrarlos, ese sería su gran reto, según Wilber (2005: 183):
“En mi opinión, las corrientes más genuinas de la postmodernidad-desde Hegel hasta Heidegger, Habermas, Foucault y Taylor- están intentando recuperar el equilibro respetando por igual a la ciencia, la moral y la estética y no simplemente reducir la una a la otra en un desenfreno de violencia teórica. Eso es precisamente lo que estoy buscando, formas de integrar la mente, la cultura y la naturaleza en el mundo postmoderno, formas de respetar al Espíritu en los cuatro cuadrantes, formas de reconocer los cuatro rostros del Espíritu- o simplemente el Gran Tres- y sintonizarnos con él, de ubicarnos en él y de honrar, por igual, a la Bondad, la Verdad y la Belleza”.
Ante esta encrucijada en la historia del pensamiento, Wilber propone adentrarse en el dominio espiritual, investigar la evolución de la conciencia hasta los dominios superiores, supraconscientes o transpersonales del Gran Tres. Se trata de una evolución que tiene lugar en los dominios del “yo”, del “nosotros” y del “ello”.
Wilber trata de desvelar Los logros superiores del Espíritu-en-acción, de describir la evolución de la conciencia que conduce desde los estadios inferiores hasta los estadios más elevados, los estadios espirituales o transpersonales, cuestiones toda ellas orientadas a partir de los cuatro cuadrantes, según Wilber (2005: 439 y 441):
“El hecho de que el Espíritu se manifieste realmente en los cuatro cuadrantes (o, dicho de modo resumido, en los dominios del “yo, del “nosotros” y del “ello”) supone también que la auténtica intuición espiritual es aprehendida como el deseo de expandir la profundidad del “yo” a la amplitud del “nosotros” y al estado subjetivo de cosas propias del “ello”. En definitiva, proteger y promover la mayor profundidad a la mayor amplitud posible. (…) Esto significa, entre otras muchas cosas, la necesaria emergencia de un nuevo tipo de sociedad que integre la conciencia, la cultura y la naturaleza, y abra paso al arte, la moral, la ciencia, los valores personales, la sabiduría colectiva y el conocimiento técnico”.
Sin embargo, para tal finalidad según Wilber, deberemos emanciparnos de la visión chata del mundo, es decir, de los fervorosos defensores de un dios fragmentado, dualista y estéril, de la exaltación de la mera naturaleza empírica. En palabras de Wilber (2005:441):
-“Solo podremos establecer contacto con las resplandecientes manifestaciones del Espíritu cuando rechacemos la visión chata del mundo”.
-“Solo podremos alumbrar una auténtica ética medioambiental y una comprensión respetuosa entre todos los seres, que tenga en consideración la perfección de cada uno de ellos, cuando rechacemos la visión chata del mundo”.
-“Solo podremos salvar el abismo cultural y llegar a ser individuos libres que expresan sus posibilidades más profundas en el seno de una cultura realmente abierta cuando rechacemos la visión chata del mundo”.
-“Solo podremos liberarnos de las garras de la mononaturaleza y, de ese modo, integrar la naturaleza y respetarla de verdad en lugar de convertirla en un ídolo que paradójicamente contribuye a su propia destrucción cuando rechacemos la visión chata del mundo”.
-“Solo podremos construir nuestros objetivos comunes en un intercambio libre de comunicación alejado del egocentrismo, del etnocentrismo y del imperialismo nacionalista que nos aboca a las guerras raciales, el derramamiento de sangre y el saqueo cuando rechacemos la visión chata del mundo”.
-“Solo podremos actualizar los potenciales visión-lógicos que permiten integrar la fisiosfera, la biosfera y la noosfera en el radical despliegue de su propio goce intrínseco cuando rechacemos la visión chata del mundo”.
-“Solo será posible que la autopista de la información escape a la anarquía digital y se ponga al servicio de la auténtica relación y, de ese modo, se convierta en el heraldo de una era de convergencia y no de fragmentación cuando rechacemos la visión chata del mundo”.
-“Solo podrá emerger una auténtica federación mundial, una verdadera familia de naciones en el seno de una emergencia holoárquica que gire en torno al Alma del Mundo y se halle decididamente comprometida con la protección del espacio mundicéntrico, la voz misma del Espíritu moderna, gloriosa en su compasivo abrazo, cuando rechacemos, en fin, la visión chata del mundo”.
-“Solo -por regresar a tópicos específicamente espirituales y transpersonales- quienes se hallen interesados en la espiritualidad, podrán comenzar a integrar las corrientes ascendentes y descendentes cuando rechacemos la visión chata del mundo”.
Se cierra así el círculo, volviendo a la batalla arquetípica que tiene lugar en el mismo corazón de la tradición occidental, la lucha entre los ascendentes y los descendentes, según Wilber (2005: 30):
“El camino ascendente es el camino puramente trascendental y ultramundano. Se trata de un camino puritano, ascético y yóguico, un camino que suele despreciar- e incluso negar- el cuerpo, los sentidos, la sexualidad, la Tierra y la carne. Este camino busca la salvación en un reino que no es de este mundo. El camino ascendente glorifica la unidad no la multiplicidad. (…). El camino descendente, por su parte afirma exactamente lo contrario, Éste es un camino esencialmente intramundano, un camino que no glorifica la unidad sino la multiplicidad. El camino descendente enaltece la Tierra, el cuerpo, los sentidos e incluso la sexualidad, un camino que llega incluso a identificar el espíritu con el mundo sensorial. Se trata de un camino puramente inmanente que rechaza la trascendencia”.
En suma, estamos asistiendo en Occidente a un completo olvido de la profundidad espiritual.
En la tercera parte de Breve historia de todas las cosas, Wilber aborda en extensión los ascendentes y los descendentes como rivales antagónicos que necesitan de una integración, y nos explica la génesis histórica de este rechazo de lo espiritual, la razón histórica concreta que explica los motivos por los cuales el Occidente moderno ha llegado a negar la validez de los estadios transpersonales. La posibilidad y necesidad de una filosofía hermenéutica está meridianamente demostrada por Wilber en Breve historia de todas las cosas, a partir de la cual hemos esbozado los parámetros históricos y hermenéuticos, a saber, la diferenciación de los Tres Grandes a partir de Kant, y el colapso del Kosmos al ser reducidos al Gran Uno: el materialismo científico.
Cabe señalar que la diferenciación del “yo” (el arte), “nosotros” (moral) y “ello” (ciencia) son el punto de inflexión epistemológica que, ni la modernidad, ni la postmodernidad han logrado integrar. Wilber lo intenta con una filosofía hermenéutica adentrándose en las profundidades de la conciencia mediante una erudición sin paragón en la historia de la filosofía. Podríamos distinguir en Wilber dos filósofos en uno.
Por un lado, como un filósofo que nos describe la historia del pensamiento de la cual deberían aprender muchos profesores de filosofía, y por otro lado, como un filósofo que nos presenta una elaborada estructura hermenéutica acerca de la evolución de la conciencia quien, irremisiblemente, remite a la consideración de la espiritualidad como único camino de integración entre el “yo”, el “nosotros” y el “ello”. Ken Wilber ha sabido contextualizar como nadie el problema epistemológico de Occidente, principalmente asentado en la ausencia de espiritualidad, proponiéndonos como solución una interpretación hermenéutica de la historia de la filosofía, lo cual posibilitará a todo buscador de sabiduría sumergirse en la profundidad de la conciencia. Por decirlo de otra manera, Wilber alumbra la historia de la filosofía a una renovada comprensión de nuestro viejo mundo en el que, su mayor carencia, es haber descuidado la genuina espiritualidad de la Mano Izquierda: “lo intencional” y “lo cultural”, que tienen que ver con la profundidad interior a la que solo se puede acceder mediante una interpretación de los cuatro cuadrantes.
REFERENCIAS
Wilber, Ken. Breve historia de todas las cosas. Barcelona: Kairos, 2005.
(1) Tras el Renacimiento surgió la Edad de la Razón o Filosofía Moderna cuyo uno de sus máximo exponente fue Kant. Con las Tres críticas de Kant (La crítica de la razón pura, La crítica de la razón práctica y La crítica del juicio), se produce una diferenciación de tres esferas: la ciencia, la moralidad y el arte. Con esta diferenciación, ya no había vuelta atrás. En el sincretismo mítico, la ciencia, la moralidad y el arte, estaban todavía globalmente fusionados. Por ejemplo: una “verdad” científica era verdadera solamente si encajaba en el dogma religioso. Con Kant, cada una de estas tres esferas se diferencia y se liberan para desarrollar su propio potencial:
-La esfera de la ciencia empírica trata con aquellos aspectos de la realidad que pueden ser investigados de forma relativamente “objetiva” y descritos en un lenguaje, es decir, verdades proposicionales y descriptivas (ello).
-La esfera práctica o razón moral, se refiere a cómo tú y yo podemos interactuar pragmáticamente e interrelacionarnos en términos que tenemos algo en común, es decir, un entendimiento mutuo (nosotros).
-La esfera del arte o juicio estético se refiere a cómo me expreso y qué es lo que expreso de mí, es decir, la profundidad del yo individual: sinceridad y expresividad (yo).
(2) Wilber en su obra el Espectro de la conciencia aborda de un modo epistemológico dos modos de saber: el conocimiento simbólico (dualidad sujeto-objeto) y el misticismo contemplativo (no dualidad entre sujeto-objeto), dos modos de saber diferentes pero complementarios. Según Wilber (55-56):
“Esos dos modos de conocer son universales, es decir, han sido reconocidos de una forma u otra en diversos momentos y lugares a lo largo de la historia de la humanidad, desde el taoísmo hasta William James, desde el Vedanta hasta Alfred North Whitehead y desde el Zen hasta la teología cristiana. (…) También con toda claridad en el hinduismo”.
Sin embargo, la civilización occidental es la historia del primer modo de saber que ha evolucionado hasta la extenuación de su “rígida estructura” dualista con el surgimiento de la mecánica cuántica. Esos dos modos de saber también son contemplados por los padres fundadores de la relatividad y de la física cuántica (Wilber en Cuestiones cuánticas) y, correlativamente, aluden los mundos antagónicos entre la ciencia y la religión, respectivamente, entre el saber racional y el metafísico, ambos aunados por los “místicos cuánticos” en un racionalismo espiritual adoptado como filosofía transpersonal, y convirtiéndose en un fundamento epistemológico para un nuevo paradigma de conocimiento integrador de la filosofía con la espiritualidad.
(3) Wilber examina el curso del desarrollo evolutivo a través de tres dominios a los que denomina materia (o cosmos), vida (o biosfera) y mente (o noosfera), y todo ello en conjunto es referido como “Kosmos”. Wilber pone especial énfasis en diferenciar cosmos de Kosmos, pues la mayor parte de las cosmologías están contaminadas por el sesgo materialista que les lleva a presuponer que el cosmos físico es la dimensión real y que todo lo demás debe ser explicado con referencia al plano material, siendo un enfoque brutal que arroja a la totalidad del Kosmos contra el muro del reduccionismo. Wilber no quiere hacer cosmología sino Kosmología.
Este artículo es una reproducción de las notas 17 y 18 de la obra LA EDUCACIÓN CUÁNTICA (4ª ed.).
Extracto de la página 30:
Desde que Kant diferenció mediante sus Tres críticas (1) a la ciencia, la profundidad intelectual y la moralidad, se han producidos los temores que manifestó en su ensayo ¿Qué es la ilustración? (Kant, 2007), unos temores acerca de la “minoría de edad” del ser humano (2) que no ha resuelto ni la postmodernidad ni la actual plutocracia. Esa diferenciación kantiana del mundo material, mental y espiritual ha desembocado en la actual enfermedad social, intelectual y moral, respectivamente, Dios libre de culpa al inconmensurable Kant. Es una enfermedad muy grave, pues requiere reconstruir pensativamente nuestro mundo, ya que no solo lo estamos destruyendo, sino que nos estamos destruyendo a nosotros mismos.
NOTAS:
(1) La visión racional-industrial del mundo sostenida por la Ilustración cumplió con funciones muy importantes como la aparición de la democracia, la abolición de la esclavitud, el surgimiento del feminismo liberal, la emergencia de la ecología y las ciencias sistémicas, entre algunas más, pero sin duda, la más importante puesta en escena fue la diferenciación entre el arte (yo), la ciencia (ello) y la moral (nosotros), el Gran Tres diferenciado por Kant a través de sus Tres críticas.
Tras el Renacimiento surgió la Edad de la Razón o Filosofía Moderna cuyo uno de su máximo exponente fue Kant. Con las Tres críticas de Kant (Crítica de la razón pura, Crítica de la razón práctica y Crítica del juicio), se produce una diferenciación de tres esferas: la ciencia, la moralidad y el arte. Con esta diferenciación, ya no había vuelta atrás. En el sincretismo mítico, la ciencia, la moralidad y el arte, estaban todavía globalmente fusionados. Por ejemplo: una “verdad” científica era verdadera solamente si encajaba en el dogma religioso. Con Kant, cada una de estas tres esferas se diferencia y se liberan para desarrollar su propio potencial:
-La esfera de la ciencia empírica trata con aquellos aspectos de la realidad que pueden ser investigados de forma relativamente “objetiva” y descritos en un lenguaje, es decir, verdades proposicionales y descriptivas (“ello”).
-La esfera práctica o razón moral, se refiere a cómo tú y yo podemos interactuar pragmáticamente e interrelacionarnos en términos que tenemos algo en común, es decir, un entendimiento mutuo (“nosotros”).
-La esfera del arte o juicio estético se refiere a cómo me expreso y qué es lo que expreso de mí, es decir, la profundidad del yo individual: sinceridad y expresividad (“yo”).
(2) Un preámbulo explicativo a cargo de Eugenio Sánchez Bravo (auladefilosofia.net):
1-Definición de Ilustración y minoría de edad.
Según Kant, “Ilustración significa el abandono por parte del hombre de una minoría de edad cuyo responsable es el mismo. Esta minoría de edad significa la incapacidad para servirse de su entendimiento sin verse guiado por algún otro. Uno mismo es el culpable de dicha minoría de edad cuando su causa no reside en la falta de entendimiento, sino en la falta de resolución y valor para servirse del suyo propio sin la guía del de algún otro”. Kant ofrece en este párrafo la definición más conocida de la Ilustración: ¡piensa por ti mismo! Mientras el pensamiento y los individuos continúen sometidos a dogmas religiosos y políticos y no sigan su propio camino, permanecerán en minoría de edad.
2-Causas de la minoría de edad: pereza y cobardía.
En palabras de Kant, “pereza y cobardía son las causas merced a las cuales tantos hombres continúan siendo con gusto, menores de edad durante toda su vida, pese a que la Naturaleza los haya liberado hace ya tiempo de una conducción ajena (haciéndoles físicamente adultos); y por eso les ha resultado tan fácil a otros en erigirse en tutores suyos”. Por un lado, Kant alude a que el dogmatismo acrítico resulta cómodo, pues nos permite no cuestionar nada del mundo que nos rodea. Por otro lado, renunciar a los prejuicios y las consignas heredadas es una tarea que requiere cierto valor. Por pereza preferimos que un libro piense por nosotros antes que pensar por nosotros mismos. Y por cobardía pagamos al sacerdote para que nos garantice el cielo y al médico para que nos garantice la salud.
3-Intereses políticos en mantener a los hombres en minoría de edad. Sexismo.
Dice Kant: “El que la mayor parte de los hombres (incluyendo al todo bello sexo) consideren el paso a la mayoría de edad como algo harto peligroso, además de muy molesto, es algo por lo cual velan aquellos tutores que tan amablemente han echado sobre sí esa labor de superintendencia”. Con ello, Kant se refiere a los tutores con motivación política, interesados en mantener a la humanidad en su minoría de edad. También se refiere Kant a los médicos, abogados y sacerdotes como instrumento del gobierno para manejar a los administrados.
4-Dificultades del individuo solitario para liberarse de los grilletes que lo encadenan a la minoría de edad.
“Así pues, resulta difícil para cualquier individuo el zafarse de una minoría de edad que casi se ha convertido en algo connatural. Incluso se ha encariñado con ella y eso le hace sentirse realmente incapaz de utilizar su propio entendimiento, dado que nunca se le ha dejado hacer ese intento”. En dicho párrafo, Kant compara a los individuos en minoría de edad con los personajes encadenados del Mito de la caverna de Platón, tan acostumbrados a la oscuridad y las sombras, que de ningún modo desean abrirse paso hasta la luz. Al individuo solitario le resulta extraordinariamente difícil “pensar por sí mismo”, abrirse paso hacia la verdad y la libertad, pues durante su vida ha tenido el entendimiento constreñido por dogmas políticos y religiosos. Son pocos los que han conseguido abandonar la minoría de edad y guiarse solo por su propio ingenio.
5-Posibilidad de que la Ilustración tenga lugar en una sociedad en la que haya libertad de expresión.
“Sin embargo, hay más posibilidades que un público se ilustre por sí mismo; algo que casi es inevitable, con tal que se le conceda libertad. Pues ahí siempre nos encontramos con algunos que piensen por cuenta propia incluso entre quienes han sido erigidos como tutores de la gente, los cuales, tras haberse desprendido ellos mismos del yugo de la minoría de edad, difundirán en torno suyo el espíritu de una estimación racional del propio valor y de la vocación a pensar por sí mismo. Pero aquí se da una circunstancia muy especial: aquel público, que previamente había sido sometido a tal yugo por ellos mismos, les obliga luego a permanecer bajo él, cuando se ve instigado a ello por algunos de sus tutores que son de suyo incapaces de toda ilustración; así de perjudicial resulta inculcar prejuicios, pues estos acaban por vengarse de quienes fueron sus antecesores o sus autores”. Este fragmento de Kant es similar a aquel en que los prisioneros de la caverna calumnian y persiguen hasta la muerte al filósofo que intenta enseñarles el camino hacia la luz. Si lo exponemos en términos políticos diríamos que es posible inspirar a un pueblo para que busque su libertad pero también es probable que es mismo pueblo exija luego que se restaure el orden. Así de vengativos son los prejuicios. Kant, por tanto, rechaza de plano la posibilidad de una revolución que probablemente termine en un nuevo despotismo.
6-La Ilustración solo requiere de una condición, la libertad entendida como el uso público de la razón en todos los terrenos. Esta libertad ha de tener límites bien definidos en el caso del uso privado de la razón.
“Para esta Ilustración tan solo se requiere libertad y, a decir verdad, la más inofensiva de cuantas pueden llamarse así: el hacer público de la propia razón en todos los terrenos. Actualmente oigo clamar por doquier: ¡no razones! El oficial ordena: ¡no razones, adiéstrate! El asesor fiscal: ¡no razones y limítate a pagar tus impuestos! El consejero espiritual: ¡no razones, ten fe!”. Con este texto, Kant nos instruye de que los administradores del estado, los tutores (el ejército, Hacienda y el clero) no cesan de dar órdenes y además prohíben a todos razonar, pues ven en el librepensamiento un peligro para el orden social y no una condición necesaria para el progreso de la humanidad. Así, todo el que forma parte de la maquinaria del Estado debe obedecer y el uso público de la razón debe ser limitado por su uso privado. Pero esa contradicción entre el “traje de la fiesta de la libertad” y el “delantal de la esclavitud” llevado en casa, puede deberse al miedo a la censura, pues Kant ya había tenido problemas con la publicación de La religión dentro de los límites de la mera razón donde somete los dogmas religiosos al tribunal de la razón.
Para completar dicho preámbulo explicativo, a continuación un resumen de la mano de Guadalupe Estefanía Arenas (cela-alienado.blogspot.com):
La Ilustración es el escape del hombre de la minoría de edad que él mismo se ha provocado. Dicha minoría de edad es la incapacidad del propio ser humano de razonar o desarrollar su entendimiento por el mismo y esto lleva directamente a una dependencia que sugiere la intervención de otra persona para la toma de decisiones.
La tesis central de la Ilustración se formuló a través de la consigna: “¡atrévete a pensar!”, esto es, servirnos de nuestro propio entendimiento de manera autónoma. Sin embargo, el hombre prefiere permanecer en el estado de minoría de edad por comodidad ya que, acercarnos a la verdad, implica un gran esfuerzo pero sobre todo porque el hombre se enajena a partir de la pereza y la cobardía, es decir, el mal uso de sus dones naturales (la razón, es pues, un don natural del ser humano); así, siempre buscará alguien que piense por él.
Los prejuicios son otro factor que nos impide razonar porque solo podemos llegar a percibir una realidad ficticia y se originan a partir de la dependencia hacia una figura de tutoría. Para poder ser ilustrado, lo único que se necesita es la libertad; mediante la libertad se puede preservar la tranquilidad y bienestar del Estado; de esta forma, la libertad no es sin la razón. Hay dos tipos de uso de la razón: la pública y la privada. La que es totalmente libre es la pública, debe ejercerse en todos los ámbitos de la vida y es llevada a cabo por un intelectual; en cambio, la privada es limitada pues solamente implica la obediencia sobre todo si se pertenece a alguna institución. Así, cuando uno ejerce un cargo y tiene que cumplir con él, no ejerce el poder libre sino que “hace las cosas en nombre de otro”.
Con la razón pública, los individuos pueden incluso hacer críticas en todos los aspectos, incluido el Estado pero dichas críticas no desligan a los hombres de cumplir con sus obligaciones y con las leyes. Una de las figuras de la Ilustración y que extendió estos ideales fue Federico el Grande de Prusia, digno de ser alabado por dejar a sus súbditos pensar por ellos mismos.
El hombre solo puede postergar la Ilustración, pero no desaparecerla por completo porque de esta manera se atentaría contra la propia naturaleza del individuo que radica en el uso correcto de la razón.
Bibliografía:
Kant, Inmanuel. ¿Qué es la ilustración? Madrid: Alianza, 2007.
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Extracto de la página 30:
Desde que Kant diferenció mediante sus Tres críticas (1) a la ciencia, la profundidad intelectual y la moralidad, se han producidos los temores que manifestó en su ensayo ¿Qué es la ilustración? (Kant, 2007), unos temores acerca de la “minoría de edad” del ser humano (2) que no ha resuelto ni la postmodernidad ni la actual plutocracia. Esa diferenciación kantiana del mundo material, mental y espiritual ha desembocado en la actual enfermedad social, intelectual y moral, respectivamente, Dios libre de culpa al inconmensurable Kant. Es una enfermedad muy grave, pues requiere reconstruir pensativamente nuestro mundo, ya que no solo lo estamos destruyendo, sino que nos estamos destruyendo a nosotros mismos.
NOTAS:
(1) La visión racional-industrial del mundo sostenida por la Ilustración cumplió con funciones muy importantes como la aparición de la democracia, la abolición de la esclavitud, el surgimiento del feminismo liberal, la emergencia de la ecología y las ciencias sistémicas, entre algunas más, pero sin duda, la más importante puesta en escena fue la diferenciación entre el arte (yo), la ciencia (ello) y la moral (nosotros), el Gran Tres diferenciado por Kant a través de sus Tres críticas.
Tras el Renacimiento surgió la Edad de la Razón o Filosofía Moderna cuyo uno de su máximo exponente fue Kant. Con las Tres críticas de Kant (Crítica de la razón pura, Crítica de la razón práctica y Crítica del juicio), se produce una diferenciación de tres esferas: la ciencia, la moralidad y el arte. Con esta diferenciación, ya no había vuelta atrás. En el sincretismo mítico, la ciencia, la moralidad y el arte, estaban todavía globalmente fusionados. Por ejemplo: una “verdad” científica era verdadera solamente si encajaba en el dogma religioso. Con Kant, cada una de estas tres esferas se diferencia y se liberan para desarrollar su propio potencial:
-La esfera de la ciencia empírica trata con aquellos aspectos de la realidad que pueden ser investigados de forma relativamente “objetiva” y descritos en un lenguaje, es decir, verdades proposicionales y descriptivas (“ello”).
-La esfera práctica o razón moral, se refiere a cómo tú y yo podemos interactuar pragmáticamente e interrelacionarnos en términos que tenemos algo en común, es decir, un entendimiento mutuo (“nosotros”).
-La esfera del arte o juicio estético se refiere a cómo me expreso y qué es lo que expreso de mí, es decir, la profundidad del yo individual: sinceridad y expresividad (“yo”).
(2) Un preámbulo explicativo a cargo de Eugenio Sánchez Bravo (auladefilosofia.net):
1-Definición de Ilustración y minoría de edad.
Según Kant, “Ilustración significa el abandono por parte del hombre de una minoría de edad cuyo responsable es el mismo. Esta minoría de edad significa la incapacidad para servirse de su entendimiento sin verse guiado por algún otro. Uno mismo es el culpable de dicha minoría de edad cuando su causa no reside en la falta de entendimiento, sino en la falta de resolución y valor para servirse del suyo propio sin la guía del de algún otro”. Kant ofrece en este párrafo la definición más conocida de la Ilustración: ¡piensa por ti mismo! Mientras el pensamiento y los individuos continúen sometidos a dogmas religiosos y políticos y no sigan su propio camino, permanecerán en minoría de edad.
2-Causas de la minoría de edad: pereza y cobardía.
En palabras de Kant, “pereza y cobardía son las causas merced a las cuales tantos hombres continúan siendo con gusto, menores de edad durante toda su vida, pese a que la Naturaleza los haya liberado hace ya tiempo de una conducción ajena (haciéndoles físicamente adultos); y por eso les ha resultado tan fácil a otros en erigirse en tutores suyos”. Por un lado, Kant alude a que el dogmatismo acrítico resulta cómodo, pues nos permite no cuestionar nada del mundo que nos rodea. Por otro lado, renunciar a los prejuicios y las consignas heredadas es una tarea que requiere cierto valor. Por pereza preferimos que un libro piense por nosotros antes que pensar por nosotros mismos. Y por cobardía pagamos al sacerdote para que nos garantice el cielo y al médico para que nos garantice la salud.
3-Intereses políticos en mantener a los hombres en minoría de edad. Sexismo.
Dice Kant: “El que la mayor parte de los hombres (incluyendo al todo bello sexo) consideren el paso a la mayoría de edad como algo harto peligroso, además de muy molesto, es algo por lo cual velan aquellos tutores que tan amablemente han echado sobre sí esa labor de superintendencia”. Con ello, Kant se refiere a los tutores con motivación política, interesados en mantener a la humanidad en su minoría de edad. También se refiere Kant a los médicos, abogados y sacerdotes como instrumento del gobierno para manejar a los administrados.
4-Dificultades del individuo solitario para liberarse de los grilletes que lo encadenan a la minoría de edad.
“Así pues, resulta difícil para cualquier individuo el zafarse de una minoría de edad que casi se ha convertido en algo connatural. Incluso se ha encariñado con ella y eso le hace sentirse realmente incapaz de utilizar su propio entendimiento, dado que nunca se le ha dejado hacer ese intento”. En dicho párrafo, Kant compara a los individuos en minoría de edad con los personajes encadenados del Mito de la caverna de Platón, tan acostumbrados a la oscuridad y las sombras, que de ningún modo desean abrirse paso hasta la luz. Al individuo solitario le resulta extraordinariamente difícil “pensar por sí mismo”, abrirse paso hacia la verdad y la libertad, pues durante su vida ha tenido el entendimiento constreñido por dogmas políticos y religiosos. Son pocos los que han conseguido abandonar la minoría de edad y guiarse solo por su propio ingenio.
5-Posibilidad de que la Ilustración tenga lugar en una sociedad en la que haya libertad de expresión.
“Sin embargo, hay más posibilidades que un público se ilustre por sí mismo; algo que casi es inevitable, con tal que se le conceda libertad. Pues ahí siempre nos encontramos con algunos que piensen por cuenta propia incluso entre quienes han sido erigidos como tutores de la gente, los cuales, tras haberse desprendido ellos mismos del yugo de la minoría de edad, difundirán en torno suyo el espíritu de una estimación racional del propio valor y de la vocación a pensar por sí mismo. Pero aquí se da una circunstancia muy especial: aquel público, que previamente había sido sometido a tal yugo por ellos mismos, les obliga luego a permanecer bajo él, cuando se ve instigado a ello por algunos de sus tutores que son de suyo incapaces de toda ilustración; así de perjudicial resulta inculcar prejuicios, pues estos acaban por vengarse de quienes fueron sus antecesores o sus autores”. Este fragmento de Kant es similar a aquel en que los prisioneros de la caverna calumnian y persiguen hasta la muerte al filósofo que intenta enseñarles el camino hacia la luz. Si lo exponemos en términos políticos diríamos que es posible inspirar a un pueblo para que busque su libertad pero también es probable que es mismo pueblo exija luego que se restaure el orden. Así de vengativos son los prejuicios. Kant, por tanto, rechaza de plano la posibilidad de una revolución que probablemente termine en un nuevo despotismo.
6-La Ilustración solo requiere de una condición, la libertad entendida como el uso público de la razón en todos los terrenos. Esta libertad ha de tener límites bien definidos en el caso del uso privado de la razón.
“Para esta Ilustración tan solo se requiere libertad y, a decir verdad, la más inofensiva de cuantas pueden llamarse así: el hacer público de la propia razón en todos los terrenos. Actualmente oigo clamar por doquier: ¡no razones! El oficial ordena: ¡no razones, adiéstrate! El asesor fiscal: ¡no razones y limítate a pagar tus impuestos! El consejero espiritual: ¡no razones, ten fe!”. Con este texto, Kant nos instruye de que los administradores del estado, los tutores (el ejército, Hacienda y el clero) no cesan de dar órdenes y además prohíben a todos razonar, pues ven en el librepensamiento un peligro para el orden social y no una condición necesaria para el progreso de la humanidad. Así, todo el que forma parte de la maquinaria del Estado debe obedecer y el uso público de la razón debe ser limitado por su uso privado. Pero esa contradicción entre el “traje de la fiesta de la libertad” y el “delantal de la esclavitud” llevado en casa, puede deberse al miedo a la censura, pues Kant ya había tenido problemas con la publicación de La religión dentro de los límites de la mera razón donde somete los dogmas religiosos al tribunal de la razón.
Para completar dicho preámbulo explicativo, a continuación un resumen de la mano de Guadalupe Estefanía Arenas (cela-alienado.blogspot.com):
La Ilustración es el escape del hombre de la minoría de edad que él mismo se ha provocado. Dicha minoría de edad es la incapacidad del propio ser humano de razonar o desarrollar su entendimiento por el mismo y esto lleva directamente a una dependencia que sugiere la intervención de otra persona para la toma de decisiones.
La tesis central de la Ilustración se formuló a través de la consigna: “¡atrévete a pensar!”, esto es, servirnos de nuestro propio entendimiento de manera autónoma. Sin embargo, el hombre prefiere permanecer en el estado de minoría de edad por comodidad ya que, acercarnos a la verdad, implica un gran esfuerzo pero sobre todo porque el hombre se enajena a partir de la pereza y la cobardía, es decir, el mal uso de sus dones naturales (la razón, es pues, un don natural del ser humano); así, siempre buscará alguien que piense por él.
Los prejuicios son otro factor que nos impide razonar porque solo podemos llegar a percibir una realidad ficticia y se originan a partir de la dependencia hacia una figura de tutoría. Para poder ser ilustrado, lo único que se necesita es la libertad; mediante la libertad se puede preservar la tranquilidad y bienestar del Estado; de esta forma, la libertad no es sin la razón. Hay dos tipos de uso de la razón: la pública y la privada. La que es totalmente libre es la pública, debe ejercerse en todos los ámbitos de la vida y es llevada a cabo por un intelectual; en cambio, la privada es limitada pues solamente implica la obediencia sobre todo si se pertenece a alguna institución. Así, cuando uno ejerce un cargo y tiene que cumplir con él, no ejerce el poder libre sino que “hace las cosas en nombre de otro”.
Con la razón pública, los individuos pueden incluso hacer críticas en todos los aspectos, incluido el Estado pero dichas críticas no desligan a los hombres de cumplir con sus obligaciones y con las leyes. Una de las figuras de la Ilustración y que extendió estos ideales fue Federico el Grande de Prusia, digno de ser alabado por dejar a sus súbditos pensar por ellos mismos.
El hombre solo puede postergar la Ilustración, pero no desaparecerla por completo porque de esta manera se atentaría contra la propia naturaleza del individuo que radica en el uso correcto de la razón.
Bibliografía:
Kant, Inmanuel. ¿Qué es la ilustración? Madrid: Alianza, 2007.