"La conciencia, esa gran desconocida y, paradójicamente, tan presente en nosotros como ausente en el mundo"
(Amador Martos)

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1 - LAS "TRES CRÍTICAS" DE KANT

Este artículo es una reproducción del capítulo 7-5 de la primera parte de la obra LA EDUCACIÓN CUÁNTICA

Ahora, mediante la filosofía transpersonal y la psicología transpersonal como revulsivos de La educación cuántica, es posible vislumbrar la integración de las tres esferas que fueron diferenciados por Kant a través de sus Tres críticas: la esfera de la ciencia empírica que trata con aquellos aspectos de la realidad que pueden ser investigados de forma relativamente “objetiva” y descritos en un lenguaje, es decir, verdades proposicionales y descriptivas (“ello”); la esfera práctica o razón moral que se refiere a cómo tú y yo podemos interactuar pragmáticamente e interrelacionarnos en términos que tenemos algo en común, es decir, un entendimiento mutuo (“nosotros”); y, por último, la esfera del arte o juicio estético que se refiere a cómo me expreso y qué es lo que expreso de mí, es decir, la profundidad del “yo” individual: sinceridad y expresividad.

Con Kant se produce una diferenciación del “yo”, del “nosotros” y del “ello”: ya no tenemos que seguir automáticamente las reglas y normas sociales, es decir, podemos normalizar las normas; lo que la Iglesia y el Estado dicen no es necesariamente lo bueno ni lo verdadero. A partir de estas tres diferenciaciones de Kant, se produce un problema central en la modernidad: ahora que la ciencia, la moralidad y el arte han sido diferenciados irreversiblemente, ¿cómo los integramos? Le siguió una época emergente que hizo temblar al mundo y, también, contribuyó a su construcción. Kant era consciente de ello, en especial, en su ensayo ¿Qué es la ilustración? Los pensadores postmodernos han fracasado en el intento de integración de esos tres mundos -ciencia, ego y moralidad-. Los temores de Kant, a día de hoy, siguen más vigentes que nunca. Kant previó los peligros de la diferenciación entre ciencia, ego y moralidad, y fue Marx quién describió la fragmentación del ego entre la “clase para sí” y la “clase en sí”. Estos dos conceptos, “clase en sí” y “clase para sí”, fueron postulados por Marx, y su utilidad es conocer el diferencial de conciencia entre una clase y otra. Marx lo explica así: “Las condiciones económicas han transformado la masa del país en trabajadores. La dominación del capital ha creado en esta masa una situación común, unos intereses comunes. Así, esta masa constituye ya una clase enfrente del capital (en sí misma, es decir: una clase en sí ). Sin embargo, una clase es para sí cuando toma conciencia de lo que la distingue de las otras clases; o sea, cuando adquiere conciencia de clase”.

Desde entonces va ganando el ego plutocrático frente al “nosotros” kantiano, desde entonces, el capitalismo ha machacado al ego hasta la extenuación. Sin embargo, tal camino es ya insoportable, el ego está herido de muerte y necesita una pronta sanación, cuyo bálsamo puede ser el saber y el amor vislumbrados por Carbonell. Porque la actual crisis no es solo social, económica y política, sino inherentemente de carácter filosófico, con profundas implicaciones existenciales, intelectuales y espirituales. Tras el surgimiento de la modernidad, teóricamente, cada ciudadano podría establecer sus metas en la vida según su propia voluntad pretendidamente racional. Pero dicha racionalidad, en la práctica, ha sido secuestrada por una minoría de monarcas, burgueses y plutócratas con la bendición de la Iglesia Católica. Y en esas estamos aún, sin embargo, es preciso denunciar todo ello mediante La educación cuántica como nuevo paradigma de conocimiento.
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2 - LAS "TRES CRÍTICAS" DE KANT Y LOS "CUATRO CUADRANTES" DE KEN WILBER

Este artículo está reproducido como capítulo 2 en la primera parte de la obra FILOSOFÍA TRANSPERSONAL Y EDUCACIÓN TRANSRACIONAL

“La enfermedad más grave de todos los tiempos: un ego fragmentado y disociado de la colectividad, que está herido de muerte y no puede sobrevivir sino con la contemplación de una unión con el “nosotros” kantiano” (Amador Martos, filósofo transpersonal).

Este artículo está reproducido en la segunda parte de la obra CIENCIA, FILOSOFÍA, ESPIRITUALIDAD

En Breve historia de todas las cosas (2005), Wilber aborda en una visión coherente las verdades procedentes de la física, la biología, las ciencias sociales, las ciencias sistémicas, el arte, la estética, la psicología evolutiva y el misticismo contemplativo, y también incorpora movimientos filosóficos tan opuestos como el neoplatonismo, el modernismo, el idealismo y el postmodernismo. Y todo ello es abordado mediante la noción de los cuatro cuadrantes del desarrollo, magníficamente resumido por Tony Schwartz en el prólogo de Breve historia de todas las cosas (Wilber, 2005: 9):

“El estudio de los centenares de mapas del desarrollo que han bosquejado los diversos pensadores a lo largo de los años- mapas del desarrollo biológico, del desarrollo psicológico, del desarrollo cognitivo y del desarrollo espiritual, por nombrar solo a unos pocos- llevó a Wilber al reconocimiento de que, muy a menudo, estos mapas estaban describiendo diferentes versiones de la “verdad”. Las formas exteriores del desarrollo, por ejemplo, pueden ser valoradas de manera objetiva y empírica pero, como afirma explícitamente Wilber, este tipo de verdad no lleva muy lejos. En su opinión, todo desarrollo comprehensivo también posee una dimensión interna, una dimensión subjetiva e interpretativa que está ligada a la conciencia y la introspección. Pero además, el desarrollo interno y el desarrollo externo, según Wilber, no tienen lugar aisladamente y de manera individual sino que acontecen en el seno de un contexto social y cultural. Éstos son los cuatro cuadrantes de los que hablamos. Ninguna de estas formas de la verdad puede ser reducida a las demás”.

La visión racional-industrial del mundo sostenida por la Ilustración cumplió con funciones muy importantes como la aparición de la democracia, la abolición de la esclavitud, el surgimiento del feminismo liberal, la emergencia de la ecología y las ciencias sistémicas, entre algunas más, pero sin duda, la más importante puesta en escena fue la diferenciación entre el arte (yo), la ciencia (ello) y la moral (nosotros), el Gran Tres diferenciado por Kant a través de sus Tres críticas (1).

Wilber asevera que, para trascender la “modernidad” hacia la “postmodernidad”, hay que trascender e incluir al racionalismo y la industrialización, lo cual implica abrirnos a modalidades de conciencia que trasciendan la mera razón y participar en estructuras tecnológicas y económicas que vayan más allá de la industrialización. El racionalismo y la industrialización han terminado convirtiéndose en cánceres del cuerpo político, crecimientos desmedidos de consecuencias malignas, derivando ello en jerarquías de dominio. Por tanto, cualquier transformación futura deberá trascender e incluir a la modernidad incorporando sus elementos compositivos fundamentales, pero también limitando su poder. En ese punto crucial de la evolución de las “visiones del mundo”, Wilber propone su teoría de los cuatro cuadrantes, entro los cuales se halla situado el Gran Tres diferenciado por Kant mediante sus Tres críticas: el arte (yo), la ciencia (ello) y la moral (nosotros). Dicho de otro modo, estamos hablando de las tres grandes categorías platónicas, de la Bondad (la moral, el “nosotros”), la Verdad (la verdad proposicional, la verdad objetiva propia del “ello”) y la Belleza (la dimensión estética percibida por cada “yo”).

La tarea de la modernidad fue la diferenciación del Gran Tres y la misión de la postmodernidad es la de llegar a integrarlos. El gran reto al que se enfrenta la postmodernidad es la integración , es decir, formas de integrar la mente, la cultura y la naturaleza, formas de respetar al Espíritu en los cuatro cuadrantes, formas de reconocer los cuatro rostros del Espíritu -o simplemente Gran Tres- para honrar por igual a la Bondad, la Verdad y la Belleza.

En la segunda parte de Breve historia de todas las cosas, Wilber desarrolla en profundidad su teoría de los cuatro cuadrantes hasta llegar a los estadios superiores de la evolución de la conciencia, estadios que pueden ser aludidos como espirituales desde una perspectiva no dual (2) en que, el Espíritu, deviene consciente de sí mismo, despierta de sí mismo y comienza a tomar conciencia de su auténtica naturaleza. Suele hablarse de esos estadios superiores del desarrollo como estadios místicos o “avanzados” pero, en realidad según Wilber, se trata de estadios muy concretos, muy tangible, muy reales, estadios asequibles para usted y para mí, estadios que constituyen nuestros potenciales más profundos. Y esos estadios -que en el pasado, han sido alcanzados por algunos individuos, los más extraños, los más avanzados, los más dotados, la vanguardia de su tiempo- pueden proporcionarnos pistas sobre lo que la evolución colectiva nos depara a cada uno de nosotros al día de mañana.

Según Ken Wilber (2005:139) en Breve historia de todas las cosas:

“La hermenéutica es el arte de la interpretación. La hermenéutica se originó como una forma de comprender la interpretación misma porque cuando usted interpreta un texto hay buenas y malas formas de proceder. En general, los filósofos continentales, especialmente en Alemania y en Francia, se han interesado por los aspectos interpretativos de la filosofía, mientras que los filósofos anglosajones de Gran Bretaña y Estados Unidos han soslayado la interpretación y se han dedicado fundamentalmente a los estudios pragmáticos y empírico-analíticos. ¡La vieja disputa entre el camino de la Mano Izquierda y el camino de la Mano Derecha!” ( la Mano Izquierda se refiere a “lo intencional” y a “lo cultural”, que tienen que ver con la profundidad interior a la que solo se puede acceder mediante la interpretación; y la Mano Derecha se refiere a “lo empírico” y “perceptual”). Así pues, recuerde, que la “hermenéutica” es la clave que nos permite adentrarnos en las dimensiones de la Mano Izquierda. La Mano Izquierda es profundidad y la interpretación es la única forma de acceder a las profundidades. Como diría Heidegger, la interpretación funciona en todo el camino de descenso para el cual el mero empirismo resulta casi completamente inútil”.

Según Ken Wilber (2005:141), “el conocimiento interpretativo es tan importante como el conocimiento empírico y, en cierto sentido, más importante todavía. Pero, evidentemente, es más complejo y requiere más sofisticación que las obviedades a que nos tiene acostumbrados la observación monológuica”. Para Wilber, “toda interpretación depende del contexto, que a su vez está inmerso en contextos mayores y así sucesivamente mientras nos vamos moviendo dentro de un círculo hermenéutico”. Es así, pues, que la interpretación desempeña un papel muy importante en las experiencias espirituales, probablemente el contexto más complejo a desentrañar por nuestra actual civilización. En palabras de Wilber (2005: 148):

“Dado que el Espíritu-en-acción se manifiesta en los cuatro cuadrantes, cualquier interpretación adecuada de la experiencia espiritual debería tenerlos en consideración a todos ellos. No es solo que nosotros estemos compuestos de niveles diferentes (materia, cuerpo, mente, alma, y Espíritu) sino que cada uno de esos niveles, a su vez, se manifiesta en cuatro facetas distintas (intencional, conductual, cultural y social).

Prosigue Wilber (2005:163):

“No es de extrañar, pues, que la teoría de sistemas no nos hable de principios éticos, valores intersubjetivos, actitudes morales, comprensión mutua, veracidad, sinceridad, profundidad, integridad, estética, interpretación, hermenéutica, belleza, arte o cualquier otro aspecto de este tipo”.

Para Wilber (2005:167), cada cuadrante posee un tipo diferente de verdad, una forma distinta de verificar su verdad, un criterio distinto de validez:

“Las cuatro verdades son los cuatro rostros a través de los cuales se manifiesta el Espíritu mientras que los criterios de validez son las formas en que conectamos con el Espíritu, las formas en que sintonizamos con el Kosmos”(3).

Una de las cuestiones que resultó iluminadora al estudiar el pensamiento de Wilber, fue la interpretación de Kant, como nunca antes me lo habían enseñado en la facultad de filosofía: la diferenciación del Gran Tres a partir de las Tres críticas de Kant, la diferenciación entre el arte, la moral y la ciencia, respectivamente el “yo”, el “nosotros” y el “ello”. Esta diferenciación, al decir de Wilber (2005: 176), reportó sus respectivos beneficios:

-“La diferenciación entre sí mismo (yo) y la cultura (nosotros) permitió que el individuo escapase del sometimiento a las jerarquías de dominio míticos propias de la Iglesia o del Estado y pudiendo participar, con su voto, en la aparición de la democracia”.

-“La diferenciación entre la mente (yo) y la naturaleza (ello) posibilitó la separación entre el poder biológico y el derecho noosférico, contribuyendo, de ese modo, al desarrollo de los grandes movimientos de liberación (incluidas las mujeres y los esclavos). La aparición, pues, del feminismo liberal y del abolicionismo y la difusión de los movimientos culturales”.

-“La diferenciación entre la cultura (nosotros) y la naturaleza (ello), permitió que la verdad dejara de estar sometida a las mitologías de la Iglesia y el Estado, lo cual contribuyó al surgimiento de la ciencia empírica, de la medicina, de la física y de la biología. El surgimiento de las ciencias ecológicas, etcétera”.

Sin embargo, todo no iban a ser buenas noticias. Wilber (2005: 177):

“Los grandes e innegables avances de las ciencias empíricas que tuvieron lugar en el periodo que va desde el Renacimiento hasta la Ilustración, nos hicieron creer que toda realidad podía ser abordada y descrita en los términos objetivos propios del lenguaje monológuico del “ello” e, inversamente, que si algo no podía ser estudiado y descrito de un modo objetivo y empírico, no era “realmente real”. Así fue como el Gran Tres terminó reducido al “Gran Uno” del materialismo científico, las exterioridades, los objetos y los sistemas científicos [denominado por Wilber como una visión chata del mundo]”.

De modo que, si la tarea de la modernidad fue la diferenciación del Gran Tres, la misión de la postmodernidad es la de llegar a integrarlos, ese sería su gran reto, según Wilber (2005: 183):

“En mi opinión, las corrientes más genuinas de la postmodernidad-desde Hegel hasta Heidegger, Habermas, Foucault y Taylor- están intentando recuperar el equilibro respetando por igual a la ciencia, la moral y la estética y no simplemente reducir la una a la otra en un desenfreno de violencia teórica. Eso es precisamente lo que estoy buscando, formas de integrar la mente, la cultura y la naturaleza en el mundo postmoderno, formas de respetar al Espíritu en los cuatro cuadrantes, formas de reconocer los cuatro rostros del Espíritu- o simplemente el Gran Tres- y sintonizarnos con él, de ubicarnos en él y de honrar, por igual, a la Bondad, la Verdad y la Belleza”.

Ante esta encrucijada en la historia del pensamiento, Wilber propone adentrarse en el dominio espiritual, investigar la evolución de la conciencia hasta los dominios superiores, supraconscientes o transpersonales del Gran Tres. Se trata de una evolución que tiene lugar en los dominios del “yo”, del “nosotros” y del “ello”.

Wilber trata de desvelar Los logros superiores del Espíritu-en-acción, de describir la evolución de la conciencia que conduce desde los estadios inferiores hasta los estadios más elevados, los estadios espirituales o transpersonales, cuestiones toda ellas orientadas a partir de los cuatro cuadrantes, según Wilber (2005: 439 y 441):

“El hecho de que el Espíritu se manifieste realmente en los cuatro cuadrantes (o, dicho de modo resumido, en los dominios del “yo, del “nosotros” y del “ello”) supone también que la auténtica intuición espiritual es aprehendida como el deseo de expandir la profundidad del “yo” a la amplitud del “nosotros” y al estado subjetivo de cosas propias del “ello”. En definitiva, proteger y promover la mayor profundidad a la mayor amplitud posible. (…) Esto significa, entre otras muchas cosas, la necesaria emergencia de un nuevo tipo de sociedad que integre la conciencia, la cultura y la naturaleza, y abra paso al arte, la moral, la ciencia, los valores personales, la sabiduría colectiva y el conocimiento técnico”.

Sin embargo, para tal finalidad según Wilber, deberemos emanciparnos de la visión chata del mundo, es decir, de los fervorosos defensores de un dios fragmentado, dualista y estéril, de la exaltación de la mera naturaleza empírica. En palabras de Wilber (2005:441):

-“Solo podremos establecer contacto con las resplandecientes manifestaciones del Espíritu cuando rechacemos la visión chata del mundo”.

-“Solo podremos alumbrar una auténtica ética medioambiental y una comprensión respetuosa entre todos los seres, que tenga en consideración la perfección de cada uno de ellos, cuando rechacemos la visión chata del mundo”.

-“Solo podremos salvar el abismo cultural y llegar a ser individuos libres que expresan sus posibilidades más profundas en el seno de una cultura realmente abierta cuando rechacemos la visión chata del mundo”.

-“Solo podremos liberarnos de las garras de la mononaturaleza y, de ese modo, integrar la naturaleza y respetarla de verdad en lugar de convertirla en un ídolo que paradójicamente contribuye a su propia destrucción cuando rechacemos la visión chata del mundo”.

-“Solo podremos construir nuestros objetivos comunes en un intercambio libre de comunicación alejado del egocentrismo, del etnocentrismo y del imperialismo nacionalista que nos aboca a las guerras raciales, el derramamiento de sangre y el saqueo cuando rechacemos la visión chata del mundo”.

-“Solo podremos actualizar los potenciales visión-lógicos que permiten integrar la fisiosfera, la biosfera y la noosfera en el radical despliegue de su propio goce intrínseco cuando rechacemos la visión chata del mundo”.

-“Solo será posible que la autopista de la información escape a la anarquía digital y se ponga al servicio de la auténtica relación y, de ese modo, se convierta en el heraldo de una era de convergencia y no de fragmentación cuando rechacemos la visión chata del mundo”.

-“Solo podrá emerger una auténtica federación mundial, una verdadera familia de naciones en el seno de una emergencia holoárquica que gire en torno al Alma del Mundo y se halle decididamente comprometida con la protección del espacio mundicéntrico, la voz misma del Espíritu moderna, gloriosa en su compasivo abrazo, cuando rechacemos, en fin, la visión chata del mundo”.

-“Solo -por regresar a tópicos específicamente espirituales y transpersonales- quienes se hallen interesados en la espiritualidad, podrán comenzar a integrar las corrientes ascendentes y descendentes cuando rechacemos la visión chata del mundo”.

Se cierra así el círculo, volviendo a la batalla arquetípica que tiene lugar en el mismo corazón de la tradición occidental, la lucha entre los ascendentes y los descendentes, según Wilber (2005: 30):

“El camino ascendente es el camino puramente trascendental y ultramundano. Se trata de un camino puritano, ascético y yóguico, un camino que suele despreciar- e incluso negar- el cuerpo, los sentidos, la sexualidad, la Tierra y la carne. Este camino busca la salvación en un reino que no es de este mundo. El camino ascendente glorifica la unidad no la multiplicidad. (…). El camino descendente, por su parte afirma exactamente lo contrario, Éste es un camino esencialmente intramundano, un camino que no glorifica la unidad sino la multiplicidad. El camino descendente enaltece la Tierra, el cuerpo, los sentidos e incluso la sexualidad, un camino que llega incluso a identificar el espíritu con el mundo sensorial. Se trata de un camino puramente inmanente que rechaza la trascendencia”.

En suma, estamos asistiendo en Occidente a un completo olvido de la profundidad espiritual.

En la tercera parte de Breve historia de todas las cosas, Wilber aborda en extensión los ascendentes y los descendentes como rivales antagónicos que necesitan de una integración, y nos explica la génesis histórica de este rechazo de lo espiritual, la razón histórica concreta que explica los motivos por los cuales el Occidente moderno ha llegado a negar la validez de los estadios transpersonales. La posibilidad y necesidad de una filosofía hermenéutica está meridianamente demostrada por Wilber en Breve historia de todas las cosas, a partir de la cual hemos esbozado los parámetros históricos y hermenéuticos, a saber, la diferenciación de los Tres Grandes a partir de Kant, y el colapso del Kosmos al ser reducidos al Gran Uno: el materialismo científico.

Cabe señalar que la diferenciación del “yo” (el arte), “nosotros” (moral) y “ello” (ciencia) son el punto de inflexión epistemológica que, ni la modernidad, ni la postmodernidad han logrado integrar. Wilber lo intenta con una filosofía hermenéutica adentrándose en las profundidades de la conciencia mediante una erudición sin paragón en la historia de la filosofía. Podríamos distinguir en Wilber dos filósofos en uno.

Por un lado, como un filósofo que nos describe la historia del pensamiento de la cual deberían aprender muchos profesores de filosofía, y por otro lado, como un filósofo que nos presenta una elaborada estructura hermenéutica acerca de la evolución de la conciencia quien, irremisiblemente, remite a la consideración de la espiritualidad como único camino de integración entre el “yo”, el “nosotros” y el “ello”. Ken Wilber ha sabido contextualizar como nadie el problema epistemológico de Occidente, principalmente asentado en la ausencia de espiritualidad, proponiéndonos como solución una interpretación hermenéutica de la historia de la filosofía, lo cual posibilitará a todo buscador de sabiduría sumergirse en la profundidad de la conciencia. Por decirlo de otra manera, Wilber alumbra la historia de la filosofía a una renovada comprensión de nuestro viejo mundo en el que, su mayor carencia, es haber descuidado la genuina espiritualidad de la Mano Izquierda: “lo intencional” y “lo cultural”, que tienen que ver con la profundidad interior a la que solo se puede acceder mediante una interpretación de los cuatro cuadrantes.


REFERENCIAS

Wilber, Ken. Breve historia de todas las cosas. Barcelona: Kairos, 2005.

(1) Tras el Renacimiento surgió la Edad de la Razón o Filosofía Moderna cuyo uno de sus máximo exponente fue Kant. Con las Tres críticas de Kant (La crítica de la razón pura, La crítica de la razón práctica y La crítica del juicio), se produce una diferenciación de tres esferas: la ciencia, la moralidad y el arte. Con esta diferenciación, ya no había vuelta atrás. En el sincretismo mítico, la ciencia, la moralidad y el arte, estaban todavía globalmente fusionados. Por ejemplo: una “verdad” científica era verdadera solamente si encajaba en el dogma religioso. Con Kant, cada una de estas tres esferas se diferencia y se liberan para desarrollar su propio potencial:

-La esfera de la ciencia empírica trata con aquellos aspectos de la realidad que pueden ser investigados de forma relativamente “objetiva” y descritos en un lenguaje, es decir, verdades proposicionales y descriptivas (ello).

-La esfera práctica o razón moral, se refiere a cómo tú y yo podemos interactuar pragmáticamente e interrelacionarnos en términos que tenemos algo en común, es decir, un entendimiento mutuo (nosotros).

-La esfera del arte o juicio estético se refiere a cómo me expreso y qué es lo que expreso de mí, es decir, la profundidad del yo individual: sinceridad y expresividad (yo).

(2) Wilber en su obra el Espectro de la conciencia aborda de un modo epistemológico dos modos de saber: el conocimiento simbólico (dualidad sujeto-objeto) y el misticismo contemplativo (no dualidad entre sujeto-objeto), dos modos de saber diferentes pero complementarios. Según Wilber (55-56):

“Esos dos modos de conocer son universales, es decir, han sido reconocidos de una forma u otra en diversos momentos y lugares a lo largo de la historia de la humanidad, desde el taoísmo hasta William James, desde el Vedanta hasta Alfred North Whitehead y desde el Zen hasta la teología cristiana. (…) También con toda claridad en el hinduismo”.

Sin embargo, la civilización occidental es la historia del primer modo de saber que ha evolucionado hasta la extenuación de su “rígida estructura” dualista con el surgimiento de la mecánica cuántica. Esos dos modos de saber también son contemplados por los padres fundadores de la relatividad y de la física cuántica (Wilber en Cuestiones cuánticas) y, correlativamente, aluden los mundos antagónicos entre la ciencia y la religión, respectivamente, entre el saber racional y el metafísico, ambos aunados por los “místicos cuánticos” en un racionalismo espiritual adoptado como filosofía transpersonal, y convirtiéndose en un fundamento epistemológico para un nuevo paradigma de conocimiento integrador de la filosofía con la espiritualidad.

(3) Wilber examina el curso del desarrollo evolutivo a través de tres dominios a los que denomina materia (o cosmos), vida (o biosfera) y mente (o noosfera), y todo ello en conjunto es referido como “Kosmos”. Wilber pone especial énfasis en diferenciar cosmos de Kosmos, pues la mayor parte de las cosmologías están contaminadas por el sesgo materialista que les lleva a presuponer que el cosmos físico es la dimensión real y que todo lo demás debe ser explicado con referencia al plano material, siendo un enfoque brutal que arroja a la totalidad del Kosmos contra el muro del reduccionismo. Wilber no quiere hacer cosmología sino Kosmología.
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KANT

3 - LA MINORÍA DE EDAD DEL SER HUMANO

Este artículo es una reproducción de las notas 17 y 18 de la obra LA EDUCACIÓN CUÁNTICA (4ª ed.).

Extracto de la página 30:

Desde que Kant diferenció mediante sus Tres críticas (1) a la ciencia, la profundidad intelectual y la moralidad, se han producidos los temores que manifestó en su ensayo ¿Qué es la ilustración? (Kant, 2007), unos temores acerca de la “minoría de edad” del ser humano (2) que no ha resuelto ni la postmodernidad ni la actual plutocracia. Esa diferenciación kantiana del mundo material, mental y espiritual ha desembocado en la actual enfermedad social, intelectual y moral, respectivamente, Dios libre de culpa al inconmensurable Kant. Es una enfermedad muy grave, pues requiere reconstruir pensativamente nuestro mundo, ya que no solo lo estamos destruyendo, sino que nos estamos destruyendo a nosotros mismos.

NOTAS:

(1) La visión racional-industrial del mundo sostenida por la Ilustración cumplió con funciones muy importantes como la aparición de la democracia, la abolición de la esclavitud, el surgimiento del feminismo liberal, la emergencia de la ecología y las ciencias sistémicas, entre algunas más, pero sin duda, la más importante puesta en escena fue la diferenciación entre el arte (yo), la ciencia (ello) y la moral (nosotros), el Gran Tres diferenciado por Kant a través de sus Tres críticas.

Tras el Renacimiento surgió la Edad de la Razón o Filosofía Moderna cuyo uno de su máximo exponente fue Kant. Con las Tres críticas de Kant (Crítica de la razón pura, Crítica de la razón práctica y Crítica del juicio), se produce una diferenciación de tres esferas: la ciencia, la moralidad y el arte. Con esta diferenciación, ya no había vuelta atrás. En el sincretismo mítico, la ciencia, la moralidad y el arte, estaban todavía globalmente fusionados. Por ejemplo: una “verdad” científica era verdadera solamente si encajaba en el dogma religioso. Con Kant, cada una de estas tres esferas se diferencia y se liberan para desarrollar su propio potencial:

-La esfera de la ciencia empírica trata con aquellos aspectos de la realidad que pueden ser investigados de forma relativamente “objetiva” y descritos en un lenguaje, es decir, verdades proposicionales y descriptivas (“ello”).

-La esfera práctica o razón moral, se refiere a cómo tú y yo podemos interactuar pragmáticamente e interrelacionarnos en términos que tenemos algo en común, es decir, un entendimiento mutuo (“nosotros”).

-La esfera del arte o juicio estético se refiere a cómo me expreso y qué es lo que expreso de mí, es decir, la profundidad del yo individual: sinceridad y expresividad (“yo”).


(2) Un preámbulo explicativo a cargo de Eugenio Sánchez Bravo (auladefilosofia.net):

1-Definición de Ilustración y minoría de edad.
Según Kant, “Ilustración significa el abandono por parte del hombre de una minoría de edad cuyo responsable es el mismo. Esta minoría de edad significa la incapacidad para servirse de su entendimiento sin verse guiado por algún otro. Uno mismo es el culpable de dicha minoría de edad cuando su causa no reside en la falta de entendimiento, sino en la falta de resolución y valor para servirse del suyo propio sin la guía del de algún otro”. Kant ofrece en este párrafo la definición más conocida de la Ilustración: ¡piensa por ti mismo! Mientras el pensamiento y los individuos continúen sometidos a dogmas religiosos y políticos y no sigan su propio camino, permanecerán en minoría de edad.

2-Causas de la minoría de edad: pereza y cobardía.
En palabras de Kant, “pereza y cobardía son las causas merced a las cuales tantos hombres continúan siendo con gusto, menores de edad durante toda su vida, pese a que la Naturaleza los haya liberado hace ya tiempo de una conducción ajena (haciéndoles físicamente adultos); y por eso les ha resultado tan fácil a otros en erigirse en tutores suyos”. Por un lado, Kant alude a que el dogmatismo acrítico resulta cómodo, pues nos permite no cuestionar nada del mundo que nos rodea. Por otro lado, renunciar a los prejuicios y las consignas heredadas es una tarea que requiere cierto valor. Por pereza preferimos que un libro piense por nosotros antes que pensar por nosotros mismos. Y por cobardía pagamos al sacerdote para que nos garantice el cielo y al médico para que nos garantice la salud.

3-Intereses políticos en mantener a los hombres en minoría de edad. Sexismo.
Dice Kant: “El que la mayor parte de los hombres (incluyendo al todo bello sexo) consideren el paso a la mayoría de edad como algo harto peligroso, además de muy molesto, es algo por lo cual velan aquellos tutores que tan amablemente han echado sobre sí esa labor de superintendencia”. Con ello, Kant se refiere a los tutores con motivación política, interesados en mantener a la humanidad en su minoría de edad. También se refiere Kant a los médicos, abogados y sacerdotes como instrumento del gobierno para manejar a los administrados.

4-Dificultades del individuo solitario para liberarse de los grilletes que lo encadenan a la minoría de edad.
“Así pues, resulta difícil para cualquier individuo el zafarse de una minoría de edad que casi se ha convertido en algo connatural. Incluso se ha encariñado con ella y eso le hace sentirse realmente incapaz de utilizar su propio entendimiento, dado que nunca se le ha dejado hacer ese intento”. En dicho párrafo, Kant compara a los individuos en minoría de edad con los personajes encadenados del Mito de la caverna de Platón, tan acostumbrados a la oscuridad y las sombras, que de ningún modo desean abrirse paso hasta la luz. Al individuo solitario le resulta extraordinariamente difícil “pensar por sí mismo”, abrirse paso hacia la verdad y la libertad, pues durante su vida ha tenido el entendimiento constreñido por dogmas políticos y religiosos. Son pocos los que han conseguido abandonar la minoría de edad y guiarse solo por su propio ingenio.

5-Posibilidad de que la Ilustración tenga lugar en una sociedad en la que haya libertad de expresión.
“Sin embargo, hay más posibilidades que un público se ilustre por sí mismo; algo que casi es inevitable, con tal que se le conceda libertad. Pues ahí siempre nos encontramos con algunos que piensen por cuenta propia incluso entre quienes han sido erigidos como tutores de la gente, los cuales, tras haberse desprendido ellos mismos del yugo de la minoría de edad, difundirán en torno suyo el espíritu de una estimación racional del propio valor y de la vocación a pensar por sí mismo. Pero aquí se da una circunstancia muy especial: aquel público, que previamente había sido sometido a tal yugo por ellos mismos, les obliga luego a permanecer bajo él, cuando se ve instigado a ello por algunos de sus tutores que son de suyo incapaces de toda ilustración; así de perjudicial resulta inculcar prejuicios, pues estos acaban por vengarse de quienes fueron sus antecesores o sus autores”. Este fragmento de Kant es similar a aquel en que los prisioneros de la caverna calumnian y persiguen hasta la muerte al filósofo que intenta enseñarles el camino hacia la luz. Si lo exponemos en términos políticos diríamos que es posible inspirar a un pueblo para que busque su libertad pero también es probable que es mismo pueblo exija luego que se restaure el orden. Así de vengativos son los prejuicios. Kant, por tanto, rechaza de plano la posibilidad de una revolución que probablemente termine en un nuevo despotismo.

6-La Ilustración solo requiere de una condición, la libertad entendida como el uso público de la razón en todos los terrenos. Esta libertad ha de tener límites bien definidos en el caso del uso privado de la razón.
“Para esta Ilustración tan solo se requiere libertad y, a decir verdad, la más inofensiva de cuantas pueden llamarse así: el hacer público de la propia razón en todos los terrenos. Actualmente oigo clamar por doquier: ¡no razones! El oficial ordena: ¡no razones, adiéstrate! El asesor fiscal: ¡no razones y limítate a pagar tus impuestos! El consejero espiritual: ¡no razones, ten fe!”. Con este texto, Kant nos instruye de que los administradores del estado, los tutores (el ejército, Hacienda y el clero) no cesan de dar órdenes y además prohíben a todos razonar, pues ven en el librepensamiento un peligro para el orden social y no una condición necesaria para el progreso de la humanidad. Así, todo el que forma parte de la maquinaria del Estado debe obedecer y el uso público de la razón debe ser limitado por su uso privado. Pero esa contradicción entre el “traje de la fiesta de la libertad” y el “delantal de la esclavitud” llevado en casa, puede deberse al miedo a la censura, pues Kant ya había tenido problemas con la publicación de La religión dentro de los límites de la mera razón donde somete los dogmas religiosos al tribunal de la razón.

Para completar dicho preámbulo explicativo, a continuación un resumen de la mano de Guadalupe Estefanía Arenas (cela-alienado.blogspot.com):

La Ilustración es el escape del hombre de la minoría de edad que él mismo se ha provocado. Dicha minoría de edad es la incapacidad del propio ser humano de razonar o desarrollar su entendimiento por el mismo y esto lleva directamente a una dependencia que sugiere la intervención de otra persona para la toma de decisiones.

La tesis central de la Ilustración se formuló a través de la consigna: “¡atrévete a pensar!”, esto es, servirnos de nuestro propio entendimiento de manera autónoma. Sin embargo, el hombre prefiere permanecer en el estado de minoría de edad por comodidad ya que, acercarnos a la verdad, implica un gran esfuerzo pero sobre todo porque el hombre se enajena a partir de la pereza y la cobardía, es decir, el mal uso de sus dones naturales (la razón, es pues, un don natural del ser humano); así, siempre buscará alguien que piense por él.

Los prejuicios son otro factor que nos impide razonar porque solo podemos llegar a percibir una realidad ficticia y se originan a partir de la dependencia hacia una figura de tutoría. Para poder ser ilustrado, lo único que se necesita es la libertad; mediante la libertad se puede preservar la tranquilidad y bienestar del Estado; de esta forma, la libertad no es sin la razón. Hay dos tipos de uso de la razón: la pública y la privada. La que es totalmente libre es la pública, debe ejercerse en todos los ámbitos de la vida y es llevada a cabo por un intelectual; en cambio, la privada es limitada pues solamente implica la obediencia sobre todo si se pertenece a alguna institución. Así, cuando uno ejerce un cargo y tiene que cumplir con él, no ejerce el poder libre sino que “hace las cosas en nombre de otro”.

Con la razón pública, los individuos pueden incluso hacer críticas en todos los aspectos, incluido el Estado pero dichas críticas no desligan a los hombres de cumplir con sus obligaciones y con las leyes. Una de las figuras de la Ilustración y que extendió estos ideales fue Federico el Grande de Prusia, digno de ser alabado por dejar a sus súbditos pensar por ellos mismos.

El hombre solo puede postergar la Ilustración, pero no desaparecerla por completo porque de esta manera se atentaría contra la propia naturaleza del individuo que radica en el uso correcto de la razón.

Bibliografía:

Kant, Inmanuel. ¿Qué es la ilustración? Madrid: Alianza, 2007.
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KANT

4 - EL GIRO COPERNICANO

Este artículo es una reproducción de las notas 34 y 35 de la obra LA EDUCACIÓN CUÁNTICA (4ª ed.).

Extracto de la página 36:

Si el cambio comienza por uno mismo, ¿por dónde comenzar? Hay personas quienes pensamos que otro mundo es posible desde el surgimiento de la física cuántica, pues es todo un giro copernicano (1) en la mirada desde el “ver para creer” al “creer para ver”, de la razón a la espiritualidad, de ahí los peyorativamente denominados “místicos cuánticos” por la comunidad científica servil a los poderes fácticos. Sin embargo, son cada vez más los díscolos científicos que escapan del materialismo científico para convertirse en “pensadores cuánticos”, cuyo único pecado es haber aunado la razón con la espiritualidad, no entendida exclusivamente en su acepción religiosa, sino como la intersubjetividad kantiana magníficamente expuesta en su imperativo categórico (2) , un amor también profesado por santos, budas, yoguis o místicos. En suma, se trata de una metamorfosis de la racionalidad pragmática a la racionalidad espiritual, de una trascendencia desde la filosofía tradicionalmente impartida en el actual sistema educativo hacia la filosofía transpersonal: un cambio de paradigma magistralmente argumentado por Ken Wilber (2005) en su obra Sexo, Ecología, Espiritualidad.

NOTAS:

(1) En filosofía, el giro copernicano o revolución copernicana hace referencia a la propuesta realizada por Kant para entender cómo es posible el conocimiento sintético a priori que da lugar al Idealismo Trascendental.

Kant explica el cambio que supone su filosofía en la concepción del conocimiento basándose en una analogía con la revolución copernicana. En astronomía, Copérnico comprendió que no se podía entender el movimiento de los objetos celestes con la tesis según la cual la Tierra está en el centro del universo y el Sol y los demás objetos celestes giran a su alrededor; comprendió que para entender el movimiento de los objetos celestes era necesario cambiar la relación poniendo al Sol en el centro y suponiendo que es la Tierra la que gira a su alrededor.

De un modo análogo, Kant considera que en filosofía es preciso una revolución semejante a la copernicana: en filosofía el problema consiste en explicar el conocimiento sintético a priori ; la filosofía anterior a Kant suponía que en la experiencia de conocimiento el sujeto cognoscente es pasivo, que el objeto conocido influye en el sujeto y provoca en él una representación fidedigna. Con esta explicación podemos entender, en todo caso, el conocimiento empírico, pero no el conocimiento a priori pues lo extraordinario de este último es que con él podemos saber algo de las cosas antes de experimentarlas, es decir, antes de que puedan influir en nuestra mente.

Kant propone darle la vuelta a la relación y aceptar que en la experiencia cognoscitiva el sujeto cognoscente es activo, que en el acto de conocimiento el sujeto cognoscente modifica la realidad conocida (en un sentido metafísico más amplio y con ayuda de la mecánica cuántica, es el mismo objetivo que pretende demostrar este ensayo). Según Kant, podemos entender el conocimiento sintético a priori si negamos que nosotros nos sometemos a las cosas, si aceptamos que son más bien las cosas las que se deben someter a nosotros: dado que para conocer un objeto antes ha de someterse a las condiciones de posibilidad de toda experiencia posible, es decir a las condiciones formales –a priori– impuestas por la estructura de nuestras facultades cognoscitivas, es posible saber a priori alguno de los rasgos que ha de tener cuando esté presente ante nosotros, precisamente los rasgos que dependen de dichas condiciones. Por ejemplo, a priori no podemos saber nunca si la figura que vamos a ver en la pizarra es un triángulo, ni las características contingentes de dicha figura (como su tamaño, su forma concreta, etcétera) pero sí podemos saber a priori que si es un triángulo ha de poseer todas las propiedades descritas por la geometría, ya que –según Kant– estas son una consecuencia de la peculiar estructura de nuestra mente, y a ellas se debe someter todo objeto del cual podamos tener experiencia. Estas ideas las resume Kant con la siguiente frase: “solo podemos conocer a priori de las cosas aquello que antes hemos puesto en ellas”.

En resumen, el giro copernicano hace mención al hecho de que solo podemos comprender el conocimiento a priori si admitimos que solo conocemos los fenómenos y no las cosas en sí mismas o noúmenos, si admitimos el Idealismo Trascendental como la filosofía verdadera.

Siguiendo la estela del pensamiento kantiano y merced a la física cuántica, este ensayo propugna asimismo un giro copernicano desde la filosofía tradicional occidental (en la cual Kant ocupa un lugar preeminente) hacia la filosofía perenne, y cuyo esquema epistemológico puede ser contemplado al final del prólogo. El giro copernicano propuesto en esta obra es, por tanto, todo un giro epistemológico desde la dualidad sujeto-objeto mantenida por el materialismo científico, a la no-dualidad del sujeto-objeto a la que aboga el genuino misticismo contemplativo exento de apriorismos dogmáticos procedentes de las religiones. En suma, el verdadero giro copernicano puede apreciarse en la psicología humana -de la psicología tradicional a la psicología transpersonal - , como un viaje iniciático de la transformación interior que ya Platón nos iluminó mediante su alegoría del Mito de la caverna.

(2) El imperativo categórico kantiano, nacido en la razón y con una finalidad eminentemente moral, tiene tres formulaciones. El imperativo categórico es un concepto central en la ética kantiana, y de toda la ética deontológica moderna posterior. Pretende ser un mandamiento autónomo (no dependiente de ninguna religión ni ideología) y autosuficiente, capaz de regir el comportamiento humano en todas sus manifestaciones. Kant empleó por primera vez el término en su Fundamentación de la metafísica de las costumbres (1785). Según Kant, del imperativo categórico existen tres formulaciones: 1- “Obra solo de forma que puedas desear que la máxima de tu acción se convierta en una ley universal”. 2- “Obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la de cualquier otro, siempre como un fin, y nunca solo como un medio”. 3- “Obra como si, por medio de tus máximas, fueras siempre un miembro legislador en un reino universal de los fines”.

Bibliografía:

Wilber, Ken. Sexo, Ecología, Espiritualidad. Madrid: Gaia Ediciones, 2005.
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PLATÓN

1 - LA SABIDURÍA ESOTÉRICA DE PLATÓN

Este artículo es una reproducción de la nota 69 de la obra LA EDUCACIÓN CUÁNTICA.

Extracto de la página 136:

En un largo periodo histórico, la fe religiosa ha supuesto la mayor ceguera para hacer del hombre un ser libre y consciente, hasta que Descartes alumbró al “cogito”. Durante esa larga noche oscura de la humanidad, la milenaria sabiduría recogida por Platón en las antiguas escuelas de conocimiento esotérico (1), ha sido sepultada por los dogmas religiosos. Desde una perspectiva histórica, como diría el propia Marx, “la religión es el opio del pueblo”. Es la sinrazón diría yo. Antaño, probablemente, se pudiera necesitar de un confesor; hoy le corresponde profesionalmente ese papel a la psicología y al asesoramiento filosófico. El asesoramiento filosófico es el revulsivo pedagógico por excelencia, pues busca devolver a la filosofía su operatividad, su originaria dimensión terapéutica y su relevancia para la vida cotidiana. En este sentido está escrita La educación cuántica.


Nota (1):

Artículo de Alejandro Martinez Gallardo titulado La iniciación de Platón y Pitágoras en los templos de Egipto publicado el 20 de mayo 2016 en www.pijamasurf.com:

La filosofía occidental moderna prefiere no reparar demasiado en las fuentes de la filosofía de Platón, a quien considera uno de los suyos. Es decir, un filósofo que perfila ya y provee el impulso para el edificio lógico racional de la filosofía y de la ciencia moderna: un tipo de conocimiento que pretende ser objetivo, mayormente materialista, cuyo fin es conocer y conquistar la naturaleza exterior y no tanto la naturaleza interior; donde es más importante producir discursos de virtuosismo intelectual que poner en práctica y vivir el conocimiento. Esta visión de la historia nos quisiera hacer creer que la filosofía, y en general el pensamiento crítico y el conocimiento validado objetivamente, nació en Grecia, casi por generación espontánea, liberándose de la superstición religiosa de todas las otras oscuras culturas del pasado (literalmente de culturas de tez oscura, como los egipcios). Sin embargo, la tradición de aquellos más allegados a Platón, sus contemporáneos y la escuela místico-filosófica que se desdobló de sus enseñanzas nos dicen que Platón fue principalmente un místico, un iniciado y un teólogo y que su filosofía no es tan original como se piensa sino que es la refinación intelectual de una antiquísima tradición esotérica. Nos dice Marsilio Ficino, el gran traductor de Platón al latín, que su enseñanza puede llamarse “una teología”, puesto que “cualquier tema que trate, sea la ética, la dialéctica, la matemática, rápidamente lo completa, en un espíritu piadoso, y lo lleva a la contemplación y veneración de Dios”.

¿De dónde obtuvo Platón la sustancia de su conocimiento, eso que en su aspecto más profundo lo revela como un maestro iniciado en los misterios del alma y del cosmos? La tradición afirma que de Egipto, de los misterios órficos y de los pitagóricos. En la época de Platón era común iniciarse en los misterios de Eleusis, los cuales parecen ser la continuidad de la tradición órfica, la cual aparentemente cifraba en la mitología una serie de enseñanzas místicas. En su libro The Eleusinian and Bacchic Mysteries, Thomas Taylor nos dice que Platón consideraba que “el gran diseño de los Misterios... era llevarnos de regreso a los principios de los cuales descendemos... una experiencia perfecta de bien espiritual”. Cicerón no podía otorgarle más alta estima a los misterios:

De todas las instituciones excelentes y en verdad divinas que Atenas ha llevado y contribuido a la vida humana, ninguna, en mi opinión, es mejor que los misterios. Esto debido a que a través de ellos hemos crecido más allá del modo salvaje de existencia en el que estábamos y hemos sido educados y refinados a un estado civilizado; y como los ritos son llamados iniciaciones, así en verdad hemos aprendido sobre el inicio de la vida y hemos obtenido fuerza no sólo para vivir felizmente sino para morir con esperanza.

Sabemos que Platón tuvo en alta estima a Pitágoras (un ejemplo exotérico de esto es su Timeo, donde muestra que su cosmogonía es esencialmente pitagórica), algo que en su tiempo no era muy bien visto, ya que Pitágoras había fundado una escuela mística bastante radical, donde los filósofos llevaban una vida monástica y donde se realizaban una serie de prácticas ascéticas similares a las que podemos encontrar entre los yoguis de Oriente. Pitágoras, en esto coinciden la mayoría de las fuentes, viajó a diferentes partes del mundo y fue iniciado en los templos de Egipto. Thomas Stanley en su biografía de Pitágoras, siguiendo las fuentes clásicas, nos dice que “el sabio de Samos estuvo más de 20 años en Egipto, aprendiendo bajo distintos hierofantes, en Tebas y en Menfis y en otras ilustres ciudades”.

El filósofo neoplatónico Jámblico en su libro Sobre los misterios egipcios le dice a Porfirio que su filosofía debe ser interpretada “de acuerdo a las antiguas estelas de Hermes, que Platón, ya antes, y Pitágoras, tras leerlas en su totalidad, utilizaron para crear su filosofía”.

Sabemos que Pitágoras no fue el único de los griegos que viajó a Egipto. El mismo Platón cuenta en el Timeo y en el Critias que Solón recibió instrucción de un sacerdote egipcio, quien le revelo la hipótesis de la Atlántida y la doctrina de la destrucción cíclica del mundo, por el fuego y por el agua. El otro “padre de la filosofía” junto con Pitágoras, Tales de Mileto, también habría viajado a aprender a Egipto, de donde quizás tomó su teoría del origen de la vida en el agua, algo que también parece haber informado a Moisés o a quien sea que haya sido el autor del Génesis, con la idea de las aguas superiores que preceden a la Creación.

Diógenes Laercio cuenta en su pequeña biografía de Platón que después de la muerte de Sócrates, Platón realizó un largo viaje en el cual “visitó a los filósofos pitagóricos Éurito y Filolao en Italia y luego a Egipto a ver a aquellos que interpretaban la voluntad de los dioses; se dice que Eurípides lo acompañó ahí. En Egipto Platón se enfermó y fue curado por los sacerdotes”. Platón habría querido luego visitar a los magos en Persia, pero las guerras asiáticas se lo impidieron. Aunque la información de Diógenes ha sido puesta en duda por los académicos modernos, esta noción de que Platón viajó a Egipto era ampliamente aceptada entre los filósofos de su academia y luego entre los filósofos neoplatónicos, dueños en cierta forma del verdadero espíritu platónico.

Thomas Taylor, el gran traductor de Platón al inglés, cuyas obras estimularon la imaginación de los poetas románticos, escribió de manera un tanto oscura:

Platón fue iniciado al Gran Misterio a la edad de 49. La iniciación tuvo lugar en una de las cámaras subterráneas de la Gran Pirámide en Egipto. La Tabla isiaca formaba parte del altar ante el cual el divino Platón recibió lo que siempre había sido suyo, pero que la ceremonia de los Misterios encendió e hizo patente. Con este ascenso, después de 3 días en la Gran Cámara, fue recibido por el hierofante de la Pirámide (el hierofante era visto sólo por aquellos que habían cumplido los 3 días, los tres grados, las tres dimensiones) y se le entregaron las Enseñanzas Esotéricas de manera verbal acompañadas por el símbolo apropiado. Después de otros 3 meses de viaje iniciático en las cámaras de la Pirámide, el iniciado Platón salió al mundo con la misión de llevar a cabo la obra de la Gran Orden, como antes Pitágoras y Orfeo. [Citado en The Secret Teachings of All Ages, de Manly P. Hall]

Esta “Tabla isiaca” es una referencia a una tabla antigua que en algún momento se creyó que era de origen egipcio pero que aparentemente data de los romanos, y en la que se representa a la diosa Isis. Numerosos eruditos esotéricos han interpretado la tabla, incluyendo al jesuita Athanasius Kircher y Eliphas Lévi. Los académicos modernos consideran que estas interpretaciones jeroglíficas no tienen sentido. De cualquier manera, la idea de una tabla o una estela con jeroglíficos que inscriben un valioso conocimiento esotérico, el cual debe preservarse de tal forma que logre sobrevivir un diluvio o un cataclismo, es una leyenda que atraviesa numerosas tradiciones y que ha sido el alimento de la más alta curiosidad mistérica.

Buena parte de esta creencia viene del monje egipcio Manetón. El monje Jorge Sincelo en el siglo XIII escribió sobre esto:

Se propone entonces hacer algunos extractos en lo que concierne a las dinastías egipcias de los libros de Manetón. Siendo él un alto sacerdote de los templos paganos egipcios, y basando sus respuestas [al rey Ptolomeo] en los monumentos que existían en el país seriádico. [Estos monumentos,] nos dice, estaban inscritos con caracteres de la lengua sagrada y con la escritura de Toth, el primer Hermes; después del diluvio fueron traducidos de la lengua sacra a la lengua vulgar, pero aún en caracteres jeroglíficos, y almacenados por el hijo de Agathodaimon y el segundo Hermes, padre de Tat, en los templos interiores de Egipto.

El alquimista Paracelso en “La aurora de los filósofos”:

Adán fue el primer inventor de las artes, porque tenía conocimiento de todas las cosas después de la Caída como antes. Por ello predijo la destrucción del mundo por el agua. De esta causa, también, fue que sus sucesores erigieron dos tablas de piedra, en las que inscribieron todas las artes naturales en caracteres jeroglíficos, para que así la posteridad pudiera familiarizarse con esta predicción, y que así pudiera ser prevenida y se tomaran provisiones en tiempos de peligro. Subsecuentemente, Noé encontró una de estas tablas en el Monte Ararat, después del diluvio. En esta tabla estaban descritos los cursos del firmamento superior y del globo inferior. Por medio de esta separación, un hombre se volvió astrónomo, otro mago, otro cabalista y un cuarto alquimista. Abraham, el Tubalcain volcánico, un consumado astrólogo y aritmético, llevó el arte fuera de Canaan a Egipto, en donde los egipcios emergieron con tan grande poder y dignidad que de ahí esta sabiduría se difundió en otras naciones.

Si aceptamos la posibilidad de que las fuentes del conocimiento filosófico y en general del conocimiento religioso esotérico (incluyendo del Corpus Hermeticum) se encuentran en Egipto, debemos considerar lo que nos dice el mismo Platón y lo cual ha alimentado la imaginación de místicos, masones, filósofos perennes y teósofos (de alguna manera herederos de ese conocimiento iniciático): un origen en común de las diferentes tradiciones, el cual se podría situar en la Atlántida, el mítico continente destruido por las aguas. Esta idea, desde este punto en la historia, nos puede parecer poco plausible y ciertamente remota, pero grandes eruditos e iniciados por razones conocidas y algunas desconocidas han mantenido que esto es así. Que todas las religiones provienen de una misma raíz, de un mismo impulso unitario, y que han existido civilizaciones humanas antes de las nuestras, siendo la evolución un proceso cíclico de muerte y renacimiento, como una gran espiral cultural y espiritual.
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PLATÓN

2 - LA NATURALEZA ES MENTAL: VUELTA A PLATÓN

Este artículo está reproducido en el capítulo 5-1 de la segunda parte de la obra FILOSOFÍA TRANSPERSONAL Y EDUCACIÓN TRANSRACIONAL

Este artículo también está reproducido en la nota 116 de la obra LA EDUCACIÓN CUÁNTICA (4ª ed.).

“Según la neurociencia y la física cuántica, solamente es real nuestro mundo mental, el de las ideas, como ya expusiera Platón” (Amador Martos, filósofo transpersonal).

La naturaleza mental es certeramente expresada por el físico y astrónomo Sir James Jeans: “Todos los conceptos revelados hoy como fundamentales para la comprensión del universo-un espacio finito, un espacio vacío, cuatridimensional, espacios de siete y más dimensiones, un espacio en permanente expansión, leyes de la probabilidad en vez de la causalidad- todos estos conceptos resultan ser, a mi modo de ver, estructuras de pensamiento puro, imposibles de entender en ningún sentido propiamente material”.

“Por ejemplo, cualquiera que haya escrito u haya dado conferencias sobre la finitud del espacio está acostumbrado a la objeción siguiente consistente en afirmar que el concepto de un espacio finito es en sí algo contradictorio y sin sentido. Si el espacio es finito, dicen nuestros críticos, debe ser posible ir más allá de sus propios límites, ¿y qué es lo que podemos encontrar más allá de ellos, sino más espacio, y así ad finitum? Lo cual demuestra que el espacio no puede ser finito. Y además, añaden, si el espacio está en expansión, ¿hacia dónde puede estar expansionándose, si no es hacia un mayor espacio? Lo que, una vez más, demuestra-en su opinión- que lo que está en expansión solamente puede ser una parte del espacio, de modo que la totalidad del espacio no puede expandirse en modo alguno”.

“Los críticos de nuestro siglo (1931) comparten todavía la actitud mental de los científicos del siglo XIX; dan por supuesto que el universo debe ser susceptible de representación material. Si partimos de sus premisas, debemos, también, creo yo, compartir sus conclusiones-que estamos diciendo tonterías-, pues su lógica es irrefutable. Pero la ciencia moderna no puede en modo alguno compartir sus conclusiones, e insiste en la infinitud del espacio a toda costa. Eso significa, naturalmente, que tenemos que negar las premisas de que parten por ignorancia quienes formulan ese tipo de críticas. El universo no es susceptible de representación material, y la razón, creo yo, es que se ha convertido en un concepto puramente mental”.

“Es lo mismo que ocurre, creo yo, con otros conceptos más técnicos, caracterizados por el “principio de exclusión”, lo que parece implicar una especie de “acción” a “distancia” a la vez en el espacio y en el tiempo, como si cada porción del universo supiese lo que las demás porciones a distancia están haciendo, y actuase de acuerdo con ello. En mi opinión, las leyes a las que obedece la naturaleza sugieren menos aquellas a las que obedece el movimiento de una máquina, que aquellas a las que se ajusta un músico al componer una fuga, o un poeta al componer un soneto. Los movimientos de los átomos y de los electrones se parecen más a los bailarines en un cotillón, que a los de las diversas partes de una locomotora. Y si “la verdadera esencia de las substancias” no puede llegar a ser conocida jamás, entonces, no importa si el baile del cotillón tiene lugar en la vida real, o en la pantalla de cine, o en un cuento de Boccaccio. Si todo es así, entonces la mejor forma de describir el universo, aunque todavía muy imperfecta e inadecuada, consiste en considerarlo con un pensamiento puro, como el pensamiento de quien, a falta de otro concepto más abarcativo, podríamos describir como un pensador matemático”.

“Y de esta forma nos vemos introducidos en el núcleo del problema de las relaciones entre la mente y la materia,… pero es mucho menos fácil entender cómo una perturbación atómica material puede hacer surgir un pensamiento poético entorno a la puesta del sol, debido a la entera disparidad de su respectiva naturaleza. Por esta razón Descartes llegó a sostener la existencia de dos mundos distintos, el de la mente y el de la materia, que seguían, por así decirlo, cursos independientes sobre raíles paralelos sin encontrarse jamás. Berkeley y los filósofos idealistas estaban de acuerdo con Descartes en que, si la mente y la materia eran de naturaleza distinta, no podían jamás interactuar entre sí. Pero, para ellos, esas interacciones eran de hecho continuas. Por consiguiente, argüían, la esencia de la materia debe ser también el pensamiento, no la extensión”.

“Ahora bien, los pensamientos o las ideas, para existir, necesitan de una mente en la cual existan. Podemos decir que algo existe en nuestra mente mientras somos conscientes de ello, pero este hecho no acredita su existencia en los periodos en que no somos conscientes de ello. No importa si los objetos existen en mi mente, o en la de cualquier otro espíritu creado o no; su objetividad proviene del hecho de subsistir en la mente de algún Espíritu Eterno” (1).

Para los más escépticos en esta cuestión de la naturaleza mental, recomiendo la lectura de la nota de Ken Wilber respecto al citado texto de Jeans. Wilber, sinópticamente, señala que la idea de que el reino de lo físico es una “materialización del pensamiento” cuenta con un apoyo sumamente amplio en la filosofía perenne. Explica de un modo sencillo la “involución” y la “evolución” que atraviesa toda la Gran Cadena del Ser mediante la materia, la vida, la mente, el alma y el reino espiritual. Para hacer evidente la jerarquía de la mente sobre el reino de lo natural, Wilber formula certeramente el siguiente axioma: “Todos los procesos naturales fundamentales pueden ser representados matemáticamente, pero no todas las formulaciones matemáticas son susceptibles de aplicación material”. Así, prosigue Wilber, “la materia es una sombra en el sentido platónico, pero, como dice Jeans, lleva impresas en sí algunas de las formas propias de los dominios antológicamente superiores, fórmulas matemáticas en este caso”.

Para rematar la argumentación de que la naturaleza es mental, qué mejor que recordar la frase favorita de Sir James Jeans: “Dios es matemático, y el universo está empezando a parecerse más a un gran pensamiento que a una gran máquina”. Por tanto, el pensamiento científico, en boca de Jeans, viene a coincidir con lo ya dicho por Buda: “Todo lo que somos es el resultado de lo que hemos pensado; está fundado en nuestros pensamientos y está hecho de nuestros pensamientos”, remitiendo así, inexorablemente, a la sabiduría perenne. La postulación de Jeans sobre la naturaleza mental del universo es exactamente la misma enseñanza presente en la filosofía hermética, también conocida como los “siete principios del hermetismo”, cuyo primer principio es Mentalismo. El Todo es mente. El universo es mental. En efecto, como acredita la física cuántica, no se puede acceder al desciframiento de la materia si no es desde la percepción mental del observador. Con el cambio de paradigma científico desde la física clásica a la física cuántica, como argumenta Jeans entre otros muchos pensadores, el universo no es susceptible de representación material, sino se ha convertido en un concepto puramente mental.

Este giro copernicano de la mirada desde la representación material a la mental, finalmente, viene a dar la razón a Platón, una vez más, en su postulación del Mundo de las Ideas, una cuestión que el propio Jeans argumenta del siguiente modo: “…es el reconocimiento universal de que aún no nos hemos puesto en contacto con la realidad última. Por emplear los términos del conocido símil de Platón, seguimos estando prisioneros en la caverna, de espalda a la luz, y sólo podemos ver las sombras que se reflejan en el muro. Por el momento, la única tarea que la ciencia tiene inmediatamente ante sí consiste en estudiar esas sombras, clasificarlas y explicarlas del modo más simple posible”.

La anterior argumentación converge con el objetivo epistemológico de mi obra La educación cuántica (2), precisamente, para intentar demostrar que el discurso del materialismo científico (dualismo objeto-sujeto) es una verdad a medias, pues estudia las sombras producidas por las luminosos ideas presentes en la filosofía perenne, obviando por tanto al misticismo contemplativo (no dualidad entre objeto-sujeto) como un nuevo mundo cognitivo a descubrir por cada cual mediante el camino ascendente de su conciencia hacia la sabiduría. Todo un viaje iniciático de la transformación interior donde, el racionalismo pragmático sustentado en el materialismo científico, debe ser trascendido hacia el racionalismo espiritual o Mundo de las Ideas donde, el Amor, es la idea suprema. Este giro copernicano del materialismo al idealismo (3) donde el ego debe trascenderse hacia la conciencia transpersonal, es un proceso de autopoiesis (4) de la naturaleza imperceptible para la mayoría de mis coetáneos. Sin embargo, como profetiza James Jeans, “¿quién sabe cuántas veces aún tendrá que girar sobre sí misma la corriente del saber?”. Tal es el objetivo epistemológico pretendido por La educación cuántica: dilucidar y evidenciar que la humanidad se halla ante un Segundo Renacimiento Humanístico consistente en la trascendencia del cogito cartesiano (“yo”) (5), más allá de la naturaleza (“ello”), hacia el “nosotros” kantiano (6), un proceso de autopoiesis entre los eternos contrarios postulados por el filósofo Heráclito (7), y que propugna los cambios de paradigmas desde la física clásica a la cuántica, de la filosofía tradicional a la transpersonal, de la psicología tradicional a la transpersonal, de la conciencia personal a la transpersonal y, socialmente, del neoliberalismo al altermundismo.

En suma, tantos cambios de paradigmas imperceptibles todavía para muchos, pero que pueden ser aprehendidos de un modo hermenéutico (8) por todo sincero buscador de la verdad histórica y filosófica, la cual se encamina al cambio de paradigma por excelencia: un Segundo Renacimiento Humanístico desde el “yo” al “nosotros”, desde la Razón al Espíritu.


Referencias:

(1) Extracto del artículo titulado En la mente de algún Espíritu Eterno, publicado en Cuestiones cuánticas, una obra editada por Ken Wilber donde se recogen escritos místicos de los físicos más famosos del mundo.

(2) La educación cuántica es un libro con ideas transgresoras: propone una reinterpretación de la historia del pensamiento occidental mediante la recuperación de la sabiduría presente en la filosofía perenne; replantea las relaciones entre la ciencia y la espiritualidad a la luz de las diferentes interpretaciones de la mecánica cuántica; cuestiona el tradicional sistema educativo y propone una pedagogía activa y libertaria; reivindica el asesoramiento filosófico junto a la psicoterapia transpersonal como guía cognitiva para dar un sentido a la vida. El pensamiento divergente propuesto por el autor se atreve con postulaciones metafísicas en aras de satisfacer inquietudes epistemológicas que la sociedad occidental no puede solucionar desde el dogmático materialismo científico. En su lugar, invita al lector a descubrir la filosofía transpersonal, como un ejercicio de trascendencia para superar los contrarios a los que todo ser humano debe enfrentarse: la pobreza y la riqueza, la esclavitud y la libertad, el mal y el bien, la ignorancia y la sabiduría, la desdicha y la felicidad, la vida y la muerte, la materia y la mente. En suma, esta obra aborda los cambios de paradigmas que sufre la actual civilización en el ámbito epistemológico, sociológico, psicológico, intelectual, filosófico y espiritual, proponiendo un nuevo paradigma de conocimiento para todo sujeto cognoscente que se precie de saber pensar.La obra reivindica devolver a la filosofía su operatividad, su originaria dimensión terapéutica y su relevancia para la vida cotidiana. Para tal fin, La educación cuántica propone una renovada filosofía de la mente en oposición a la visión mecanicista, industrial y positivista de la escolarización tradicional.

(3) El materialismo es una corriente filosófica que, en oposición al idealismo, resuelve el problema cardinal o fundamental de la filosofía acerca de la relación entre el pensar, el espíritu y la naturaleza, postulando que la materia es lo primario. Según la visión materialista, la conciencia y el pensamiento es una emergencia material a partir de un estado altamente organizado. Según esta concepción, el mundo es material y existe objetivamente, independientemente de la conciencia. Sin embargo, el neurocientífico Francisco J. Rubia, Catedrático de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid, viene a decir todo lo contrario: “Los órganos de los sentidos nos han engañado desde siempre y lo sabemos, como ya lo sabían los filósofos griegos de la naturaleza de las colonias jónicas en Asia Menor.La neurociencia moderna nos dice que ni los colores ni los olores, ni los gustos ni los sonidos existen en la naturaleza, sino que son creaciones del cerebro”. Según Rubia, la revolución neurocientífica modificará los conceptos del yo y de la realidad. Los hallazgos realizados en este campo en los últimos años han sido múltiples y podrían producir lo que él denomina “la cuarta humillación humana”, tras el final del geocentrismo, la aparición de la teoría de la evolución y el descubrimiento del inconsciente. Estos hallazgos llevarían, de hecho, a cuestionarse conceptos tan fundamentales para nuestra cosmovisión como la naturaleza de la realidad o del yo o la existencia del libre albedrío (paradójicamente, lo mismo que hizo Kant en sus Tres críticas). (Declaración efectuada en una conferencia dentro del marco del 43º Congreso de la European Brain and Behaviour Society de Sevilla, sobre los últimos avances de la neurociencia).

(4) La autopoiesis es un término de origen griego para aludir a la creación de sí mismo. Es un neologismo donde un sistema es capaz de reproducirse y mantenerse por sí mismo. Fue propuesto en 1972 por los biólogos chilenos Humberto Maturana y Francisco Varela, para definir la química de auto-mantenimiento de las células vivas. Una descripción breve sería decir que la autopoiesis es la condición de existencia de los seres vivos en la continua producción de sí mismos. Desde entonces el concepto ha sido también aplicado en los campos de la teoría de sistemas y la sociología, y como principio epistemológico aplicable al mundo de las ideas en mi obra La educación cuántica. Porque son las ideas las que dominan el mundo, y en ese sentido, la historia del pensamiento está dando un salto cualitativo como jamás visto en la historia. Que la razón deje de mirar la materia para dirigirse hacia el espíritu es un cuadro histórico que ya Platón nos iluminó con su alegoría del Mito de la Caverna. Consecuentemente, la humanidad está replanteándose salir de la caverna para dirigirse hacia la luz, pero en ese camino será necesario una renovada pedagogía como pretende La educación cuántica.

(5) La locución latina “cogito ergo sum”, que en castellano se traduce frecuentemente como “pienso, luego existo”, es un planteamiento filosófico de René Descartes (1596-1650), el cual se convirtió en el elemento fundamental del racionalismo occidental. “Cogito ergo sum” es una traducción del planteamiento original de Descartes en francés: “Je pense, donc je suis”, encontrado en su famoso Discurso del método (1637). La frase de Descartes expresa uno de los principios filosóficos fundamentales de la filosofía moderna: que mi pensamiento, y por lo tanto mi propia existencia, es indudable, algo absolutamente cierto y a partir de lo cual puedo establecer nuevas certezas.

(6) En este ensayo se hará sucesivas referencias al “nosotros” kantiano, el cual hay que interpretar como la esfera práctica o razón moral, es decir, a cómo tú y yo podemos interactuar pragmáticamente e interrelacionarnos en términos que tenemos algo en común, es decir, un entendimiento mutuo. La obra La crítica de la razón práctica de Kant (1724-1804) trata de la filosofía ética y moral que, durante el siglo XX, se convirtió en el principal punto de referencia para toda la filosofía moral. El imperativo categórico es un concepto central en la ética kantiana, y de toda la ética deontológica moderna posterior. Pretende ser un mandamiento autónomo (no dependiente de ninguna religión ni ideología) y autosuficiente, capaz de regir el comportamiento humano en todas sus manifestaciones. Kant empleó por primera vez el término en su obra Fundamentación de la metafísica de las costumbres (1785). Según Kant, del imperativo categórico existen tres formulaciones: 1- “Obra sólo de forma que puedas desear que la máxima de tu acción se convierta en una ley universal”. 2- “Obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la de cualquier otro, siempre como un fin, y nunca sólo como un medio”. 3- “Obra como si, por medio de tus máximas, fueras siempre un miembro legislador en un reino universal de los fines”.

(7) Heráclito de Éfeso fue un filósofo griego. Nació hacia el año 535 a. C. y falleció hacia el 484 a. C. Era natural de Éfeso, ciudad de la Jonia, en la costa occidental del Asia Menor (actual Turquía). Como los demás filósofos anteriores a Platón, no quedan más que fragmentos de sus obras, y en gran parte se conocen sus aportes gracias a testimonios posteriores. Heráclito afirma que el fundamento de todo está en el cambio incesante. El ente deviene y todo se transforma en un proceso de continuo nacimiento y destrucción al que nada escapa: se refiere al movimiento y cambio constante en el que se encuentra el mundo. Esta permanente movilidad se fundamenta en una estructura de contrarios. La contradicción está en el origen de todas las cosas. Todo este fluir está regido por una ley que él denomina Logos. Este Logos no sólo rige el devenir del mundo, sino que le habla al hombre, aunque la mayoría de las personas “no sabe escuchar ni hablar”. El orden real coincide con el orden de la razón, una “armonía invisible, mejor que la visible”, aunque Heráclito se lamenta de que la mayoría de las personas viva relegada a su propio mundo, incapaces de ver el real. Si bien Heráclito no desprecia el uso de los sentidos (como Platón) y los cree indispensables para comprender la realidad, sostiene que con ellos no basta y que es igualmente necesario el uso de la inteligencia. Era conocido como “el Oscuro”, por su expresión lapidaria y enigmática. Ha pasado a la historia como el modelo de la afirmación del devenir y del pensamiento dialéctico. Su filosofía se basa en la tesis del flujo universal de los seres: todo fluye. Los dos pilares de la filosofía de Heráclito son: el devenir perpetuo y la lucha de opuestos. Ahora bien, el devenir no es irracional, ya que el logos, la razón universal, lo rige: “Todo surge conforme a medida y conforme a medida se extingue”. El hombre puede descubrir este logos en su propio interior, pues el logos es común e inmanente al hombre y a las cosas.

(8) El término “hermenéutica” significa “interpretar”, “esclarecer” y “traducir”, es decir, cuando alguna cosa se vuelve comprensible o lleva a la comprensión, un objetivo pretendido por La educación cuántica mediante el revisionismo de la historia del pensamiento, y cuya conclusión es que la humanidad ha tocado fondo en su dialéctica materialista y necesita urgentemente repensarse a sí misma, como postula la filosofía transpersonal: es el actual encontronazo intelectual entre el materialismo científico y el “misticismo cuántico”.

Nota: Para aquellos lectores interesados en profundizar en las implicaciones filosóficas derivadas de la física cuántica, recomiendo la lectura de dos libros: El universo holográfico de Michael Talbot y El paradigma holográfico de Ken Wilber.
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PLATÓN

3 - EL LÚCIDO MISTICISMO PLATÓNICO

Este artículo está reproducido como nota número 23 en la obra FILOSOFÍA TRANSPERSONAL Y EDUCACIÓN TRANSRACIONAL

Este artículo también está reproducido como nota 36 en la obra LA EDUCACIÓN CUÁNTICA (4ª ed.).

Wolfgang Pauli, premio Nobel de Física en 1945, realizó profundas contribuciones positivas a la física, incluyendo el famoso “principio de exclusión” y la predicción de la existencia del neutrino veinte años antes de que fuera descubierto. Pauli insistía en que la racionalidad tenía que venir complementada por la mística, y su amigo personal y colega Werner Heisenberg escribió un bello resumen que es recogido por Ken Wilber (2013) en Cuestiones cuánticas, una obra que recoge los escritos místicos de los físicos más famosos del mundo.

Para Pauli, un primer tema central de reflexión filosófica fue el proceso mismo de conocimiento, especialmente del conocimiento natural, que encuentra su última expresión racional en el establecimiento de leyes de la naturaleza matemáticamente formuladas. Pauli no se daba por satisfecho con la concepción puramente empirista, según la cual las leyes naturales únicamente pueden derivarse de los datos experimentales. Más bien estaba de parte de quienes “subrayan el papel de la intuición y el manejo de la atención en la estructuración de los conceptos e ideas necesarios para establecer un sistema de leyes naturales”. Ideas que, por lo general, van mucho más allá de la mera experiencia. Pauli, por tanto, buscaba el lazo de la conexión entre las percepciones sensoriales, por una parte, y los conceptos, por otra.

Todos los pensadores consecuentes han llegado a la conclusión de que la pura lógica es fundamentalmente incapaz de construir dicho lazo entre las percepciones sensoriales y los conceptos. Lo más satisfactorio, al entender de Pauli, es introducir en este punto el postulado de que en el cosmos existe un orden distinto del mundo de las apariencias, y que escapa a nuestra capacidad de elección. Lo cierto es que la relación entre la percepción sensible y la Idea sigue siendo una consecuencia del hecho de que tanto el alma como lo que se conoce por medio de la percepción están sujetos a un orden objetivamente concebido. El puente que conduce desde los datos experimentales, inicialmente desordenados, hasta las Ideas, lo ve Pauli en ciertas imágenes primigenias que preexisten en el alma, los arquetipos de que habla Kepler y también la psicología moderna. Estas imágines primordiales -aquí Pauli está de acuerdo en gran medida con Jung- no están localizadas en la conciencia, ni están relacionadas con ideas concretas formuladas racionalmente. Son, más bien, formas que pertenecen a la región inconsciente del alma humana, imágines dotadas de un poderoso contenido emocional y que no brotan a través del pensamiento, sino que son contempladas, por así decir, imaginativamente. Esta concepción del conocimiento natural proviene, obviamente, en lo esencial, de Platón .

Como dice Pauli: “La mente parece moverse a partir de un centro interior hacia fuera, por un movimiento como de extraversión hacia el mundo físico, donde se supone que todo sucede de modo automático, de manera que se diría que el espíritu abarca serenamente al mundo físico con sus Ideas”. Así pues, la ciencia natural de la época moderna implica una elaboración cristiana del “lúcido misticismo” platónico, para el cual el fundamento unitario del espíritu y la materia reside en las imágenes primordiales, donde tiene también lugar la comprensión, en sus diversos grados y clases, incluso hasta el conocimiento de la palabra de Dios. Pero Pauli añade una advertencia: “Este misticismo es tan lúcido que es capaz de ver más allá de numerosas oscuridades, cosa que los modernos no podemos ni nos atrevemos a hacer”.

En el centro del pensamiento filosófico de Pauli estaba el deseo de una comprensión unitaria del mundo, una unidad en la que estuviese incorporada la tensión de los opuestos, por lo cual saludó a esa interpretación de la teoría cuántica como a la inauguración de un nuevo modo de pensar, que permita expresar aquella unidad con mayor facilidad que entonces. Pauli llegó a pensar que el terreno árido atravesado por la moderna física atómica y por la psicología moderna permitía intentar una vez más emplear ese único lenguaje: “En la física actual tenemos una realidad invisible (la de los objetos atómicos) en la que el observador interviene con una cierta libertad (viéndose por ello enfrentado a alternativas de “elección y sacrificio”); por otra parte, en la psicología del inconsciente nos encontramos con procesos que no pueden atribuirse siempre sin ambigüedad alguna a un sujeto determinado. Habríamos encontrado así un modo de expresar la unidad entre todos los seres, que trascendería la causalidad de la física clásica como forma de correspondencia (Bohr); unidad, de la cual son casos especiales la interrelación psicofísica y la coincidencia de las formas instintivas de ideación a priori con las percepciones externas.

Sin embargo, dice Pauli, creo que a todo aquel para quien un racionalismo estrecho ha perdido todo atractivo, y para quien tampoco resulta suficientemente poderoso el encanto de una actitud mística, que considera sencillamente ilusoria la oprimente multiplicidad del mundo exterior, no le queda más remedio que exponerse a la intensa acción de los opuestos (1) y sufrir los conflictos consiguientes. Precisamente obrando así, puede el sujeto encontrar más o menos conscientemente un camino interior de salvación. Lentamente surgen entonces imágenes, fantasías o Ideas internas que compensan la situación exterior y revelan como posible la aproximación entre los polos de la antítesis. Considera Pauli que el anhelo de superación de los opuestos, extensivo al logro de una síntesis que abarque a un tiempo a la comprensión racional y a la experiencia mística de la unidad, constituye el mito, confesado o no, de nuestro tiempo y de la época actual.


REFERENCIAS:

Wilber, Ken. Cuestiones cuánticas. Barcelona: Kairós, 2013.

(1) Heráclito de Éfeso fue un filósofo griego. Nació hacia el año 535 a. C. y falleció hacia el 484 a. C. Era natural de Éfeso, ciudad de la Jonia, en la costa occidental del Asia Menor (actual Turquía). Como los demás filósofos anteriores a Platón, no quedan más que fragmentos de sus obras, y en gran parte se conocen sus aportes gracias a testimonios posteriores. Heráclito afirma que el fundamento de todo está en el cambio incesante. El ente deviene y todo se transforma en un proceso de continuo nacimiento y destrucción al que nada escapa: se refiere al movimiento y cambio constante en el que se encuentra el mundo. Esta permanente movilidad se fundamenta en una estructura de contrarios. La contradicción está en el origen de todas las cosas. Todo este fluir está regido por una ley que él denomina Logos. Este Logos no sólo rige el devenir del mundo, sino que le habla al hombre, aunque la mayoría de las personas “no sabe escuchar ni hablar”. El orden real coincide con el orden de la razón, una “armonía invisible, mejor que la visible”, aunque Heráclito se lamenta de que la mayoría de las personas viva relegada a su propio mundo, incapaces de ver el real. Si bien Heráclito no desprecia el uso de los sentidos (como Platón) y los cree indispensables para comprender la realidad, sostiene que con ellos no basta y que es igualmente necesario el uso de la inteligencia. Era conocido como “el Oscuro”, por su expresión lapidaria y enigmática. Ha pasado a la historia como el modelo de la afirmación del devenir y del pensamiento dialéctico. Su filosofía se basa en la tesis del flujo universal de los seres: todo fluye. Los dos pilares de la filosofía de Heráclito son: el devenir perpetuo y la lucha de opuestos. Ahora bien, el devenir no es irracional, ya que el logos, la razón universal, lo rige: “Todo surge conforme a medida y conforme a medida se extingue”. El hombre puede descubrir este logos en su propio interior, pues el logos es común e inmanente al hombre y a las cosas.

Nota: Para aquellos lectores interesados en profundizar en las implicaciones filosóficas derivadas de la física cuántica, recomiendo la lectura de dos libros: El universo holográfico de Michael Talbot y El paradigma holográfico de Ken Wilber.
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PLATÓN

4 - PLATÓN: EL CAMINO ASCENDENTE ES EL CAMINO DESCENDENTE

Este artículo está reproducido como capítulo 1 en la primera parte de la obra FILOSOFÍA TRANSPERSONAL Y EDUCACIÓN TRANSRACIONAL

Este artículo está reproducido en la segunda parte de la obra CIENCIA, FILOSOFÍA, ESPIRITUALIDAD

“Es necesaria una pedagogía cognitiva que enseñe al individuo a conectarse con su profunda interioridad, a saber escucharse a sí mismo, a no ser una marioneta manipulada por los poderes fácticos, en definitiva, a empoderarse conscientemente de su libertad con conocimiento de causa. Y ello requiere mantener un diálogo, como propone Platón, del alma consigo misma entorno al Ser” (Amador Martos, filósofo transpersonal).

Al decir de Alfred North Whitehead (Wilber, 2005: 381): “La caracterización general más segura de toda la tradición filosófica occidental es que consiste en una serie de notas a pie de página a Platón”. La filosofía occidental adquiere una renovada visión con la obra Sexo, Ecología, Espiritualidad de Ken Wilber. Aunque no es el objeto de este artículo adentrarnos en la profunda erudición de dicha obra, es pertinente no obstante apuntar que el camino ascendente de Platón trata de la conciencia mística y trascendental que huye de los Muchos (mundo sombrío e ilusorio) y encuentra al Uno. Según Wilber (2005: 389-402):

“El camino del Ascenso es el camino de lo Bueno; el camino del Descenso es el camino de la Bondad. Los Muchos volviendo al Uno y uniéndose a Él es lo Bueno, y es conocido como sabiduría; el Uno de vuelta y abrazando los Muchos es Bondad, y es conocido como compasión”.

“Eros es el amor de lo inferior que alcanza lo superior (Ascenso), y Ágape es el amor de lo superior que alcanza lo inferior (Descenso).

“El Ágape de una dimensión superior es un tirón omega para nuestro Eros que nos invita a ascender, a través de la sabiduría, y por tanto a expandir el círculo de nuestra compasión a más seres cada vez”. “Esta noción general- de un Kósmos (1) multidimensional entretejido por estructuras ascendentes y descendentes de Amor (Eros y Ágape)- sería el tema dominante de las escuelas neoplatónicas y ejercerá una profunda influencia en todas las corrientes del pensamiento subsiguiente hasta (y más allá) de la Ilustración. A través de Nicolás de Cusa y Giordano Bruno ayudó a impulsar el paso de la Edad Media al Renacimiento”.

Prosigue Wilber (2005: 407) así:

“El mayor logro de la Ilustración fue la revolución colectiva de lo mítico a lo racional; el innecesario colapso del Kósmos en una planicie holística fue su gran y duradero delito. Precisamente este Kósmos no-dual quedó dividido en dos, tullido y caído, dentro de la pesadilla que sería la espiritualidad occidental, su filosofía y su ciencia. Las notas fragmentadas a Platón empezaron a ensuciar el paisaje con sus parcialidades y dualismos favoritos, y es ahora, sólo ahora, cuando hemos comenzado a recoger los pedazos.

La primera gran nota fragmentada a Platón, según Wilber (2005: 414-434) sería la filosofía aristotélica:

“Aristóteles, por tanto, aparte de sus extraordinarios contribuciones a la comprensión de “este mundo”, está en la raíz del ascendente occidental arquetipo. El peso de la opinión, por tanto, ya estaba un poco inclinado hacia el lado de los ascendentes. Si no se evocaba a la totalidad de Platón, era muy poco lo quedaba para mantenerse en la tierra. Y precisamente sobre esta plataforma (que ahora se tambalea entre este mundo y el otro) se iba a construir la cultura occidental”.

“Así fue como se instauró el reinado de mil años del Dios mitológicamente ascendido. A partir de entonces vino lo más interesante: empezando en el Renacimiento y a lo largo de la Ilustración, ocurrió lo que podríamos llamar “la gran inversión”. De repente, muy de repente, los ascendentes salieron de la escena y entraron los descendentes; la transición fue sangrienta, posiblemente la transformación cognitiva más sangrienta de la historia europea”.

“Y mientras los ascendentes habían estado en escena hasta el Renacimiento, todo lo que hizo falta fue un cambio decisivo de conciencia para desarrollar el camino descendente, un camino que, saliendo de su confinamiento de mil años, explotó en escena con una furia creativa que, en pocos siglos, reconstruiría todo el mundo occidental y en el proceso sustituiría, de forma más o menos permanente, a un Dios roto por el otro”.

Wilber (2005: 435-541) nos explica dicho cambio de conciencia:

“El catalizador del cambio fue la emergencia de la Razón (formal operacional) no únicamente en unos pocos individuos (lo que había ocurrido en el pasado), sino como principio organizativo básico de la sociedad misma (lo que nunca había ocurrido en el pasado); una Razón que era de hecho una ascensión o trascendencia del mito; una Razón que, harta de un milenio de un (frustrado) mirar hacia arriba, volvió sus ojos hacia las glorias del mundo manifestado, y siguió a ese Dios descendente que encuentra su pasión y deleite, y su perfecta consumación, en las maravillas de la diversidad”.

“El movimiento de la modernidad (desde la Ilustración hasta la actualidad) contuvo, y contiene, dos tendencias muy diferentes. La primera tendencia definitoria de la modernidad fue: “no más mitos” (los filósofos de la ilustración usaron exactamente esa frase para describir sus tareas). Pero “no más mitos” llegó a significar también (y esta es la segunda gran tendencia que define a la modernidad) “no más ascensos”. Comprensiblemente frustrados por uno o dos milenios de anhelar (frustradamente) lo superior y de aspirar al “pastel del cielo”, la Razón tiró por la borda al niño trascendental con el agua mítica del baño”.

“El positivismo, que ahora pedía pruebas reconocibles racionalmente, permitió que se tirara por la borda el Ascenso hacia lo superior, incluso lo pidió. La ciencia empírica podía honestamente, incluso decentemente, pero sin embargo de forma equivocada, imaginar que registrando el componente empírico había cubierto todas las posibilidades”.

“La primera tendencia (“no más mitos”) fue, por así decirlo, un paso hacia adelante, un cambio en el centro de gravedad de la sociedad desde la estructura de participación mítica a la racional-egoica; fue un paso importante en el Ascenso, guiado por Eros. Trajo la diferenciación de los Tres Grandes (ciencia-“ello”, arte-“yo” y moralidad-“nosotros” diferenciados por Kant mediante sus Tres críticas)”(2).

“La modernidad había finalmente diferenciado a los Tres Grandes, de forma que arte (“yo), ciencia (“ello”) y moralidad (“nosotros”) podían fortificar y enriquecer sus propios propósitos sin interferencias dogmáticas, sin embargo no había forma de que los Tres Grandes pudieran ser integrados (como Schelling y Hegel señalaron) sin un ascenso posterior al nivel visión-lógica. La diferenciación de los Tres Grandes degeneró así, hacia finales del siglo XVIII, en una disociación de los mismos (señalada por Habermas) que, a su vez, permitió que fueran reducidos al “gran uno del lenguaje-ello”.

“Así, bajo el programa de “¡no más ascensos!”, la razón abandonó completamente los mundos superiores y se dedicó exclusivamente a lo que podía aprehender con los sentidos. Para resumirlo en una sola frase, la modernidad trajo un sujeto más profundo a un mundo más superficial. La razón, en reacción al mito, eligió así mirar casi exclusivamente hacia abajo, y en esa mirada fulminante nació el mundo occidental moderno. El Reino de los Sentidos, guiados por la Razón: esa era la realidad fundamental. Así, después de dos milenios, habíamos llegado a esto: el camino de la liberación acababa en el pecado de orgullo.

“Bajo la influencia “científica” del positivismo y el empirismo, había pretensiones de una ciencia empírica unificada que abarcara todo el conocimiento “real”, excluyendo los diversos intentos de conseguir un estatus autónomo para las ciencias humanas emergentes de la realidad cultural y subjetiva (los Tres Grandes fueron reducidos al Gran Uno) (3) : el aplanamiento, el aplastamiento, el colapso del Kósmos”.

“Con el derrocamiento postmoderno del Gran Uno-es decir con la vuelta a la investigación de las dimensiones del sendero izquierdo (4) entre las que se cuentan: las interpretaciones pluriculturales y la hermenéutica, la introspección psicoanalítica y las revelaciones internas, la existencia de formaciones discursivas intersubjetivas y paradigmas cognitivos, de cadenas de significación y profundidades de comunicación, la demanda de distinciones cualitativas y la búsqueda de valor y significado- resumiendo, con la vuelta a los Tres Grandes en vez de simplemente el Gran Uno, el interés ha podido volverse de nuevo (y se ha vuelto) hacia las profundidades de la subjetividad del yo y de la intersubjetividad del nosotros. Estas aperturas van desde las aperturas de Heidegger (el trancendens puro) hasta la incansable búsqueda de la profundidad de los hermeneutas, hasta las aperturas místicas que encontramos en Nietzsche, Bataille y Derrida y, sí, incluso hasta la intensa búsqueda que Foucault hace de experiencias límite, y hasta los poetas “místicos locos”. Las profundidades han hecho estallar una explosión de interés por lo interno, desde la psicología humanista y transpersonal hasta el misticismo oriental y el yoga. Todas las corrientes posmodernas tienen una cosa en común: el empirismo simple ha muerto.

“La integración de los Tres Grandes (persona, cultura y naturaleza), una vez que finalmente se han diferenciado, era (y aún es) la mayor tarea que tiene por delante la modernidad (y posmodernidad). Simplemente, lo que hacía falta era la integración de lo interno o mundos subjetivos (yo y nosotros) con lo externo y objetivo (naturaleza); o la integración de noosfera (Ego) y biosfera (Eco)”.

Se imponía una pregunta (Wilber, 2005: 574):

“Cómo podemos unir un camino de Libertad radical y desapego dirigido hacia el Ascenso, con un camino dedicado a la unión y la comunión con la diversidad de los Muchos? ¿Cómo curar este profundo dualismo que había esculpido el paisaje de la cultura occidental durante los últimos dos mil años? ¿Cómo acabar con esta fractura esquizoide en las extensas notas a Platón?

“Con el colapso de prácticamente todo tipo de idealismo, el mundo occidental se quedó asentado confortablemente en el dominio descendido de la planicie naturalista, con su centro de gravedad ontológico más bajo, como un columpio que se ha parado. Y el mundo occidental permanecerá ahí hasta tiempos muy recientes”.

Wilber (2005: 590) apunta hacia la resolución de tal problema planteado:

“El problema más urgente del mundo moderno es el de enseñar a todo el mundo la teoría de sistemas (o alguna versión de las nociones de la trama de la vida de Gaia, o alguna versión de la “nueva física”), en lugar de ver que lo que se necesita es una comprensión de los estadios internos del desarrollo de la conciencia. El peor problema de Gaia no son los residuos tóxicos, el agujero de ozono o la polución de la biosfera. Estos problemas globales sólo pueden ser reconocidos y respondidos desde una conciencia global y mundicéntrica, y así el principal problema de Gaia es que no hay un número suficiente de seres humanos que se hayan desarrollado y evolucionado desde lo egocéntrico a lo sociocéntrico y mundicéntrico, que tomen conciencia de la crisis ecológica y emprendan acciones apropiadas. El principal problema de Gaia no es la polución externa, sino el desarrollo interno, ya que sólo él puede acabar con la polución exterior”.

Wilber (2005: 617) resuelve finalmente:

“El mundo de la modernidad está un poco loco: mitos para los campesinos, naturalismo plano para la intelectualidad. Es más que irónico que sea la ciencia, la ciencia descendida la que en las últimas décadas del siglo XX redescubra la naturaleza autoorganizada y autotrascendente de la evolución misma. Es más que irónico que unir las “dos flechas” del tiempo hace de Eros el único y omnipenetrante principio de manifestación. Es más que irónico que la ciencia prepare el camino para una evolución más allá de la racionalidad, ya que ha demostrado claramente que la evolución no se detiene para nadie, que cada estadio pasa a un mañana más amplio. Y si hoy es la racionalidad, mañana será la transracionalidad; ningún argumento científico puede estar en desacuerdo con esto, y todos deben favorecerlo. Ahí estamos en la racionalidad, situados en el filo de la percepción transracional, una scientia visionis que está trayendo aquí y allá, cada vez con más claridad y a todo tipo de gente y por todas partes, poderosos destellos de un verdadero Descenso de la omnipenetrante Alma del Mundo”.

Como resumen a la anterior panorámica histórica, podemos decir que Platón realiza una de las primeras descripciones claras de los dos movimientos relacionados con el Uno inexpresable (5). El primero es un descenso del Uno en el mundo de los muchos, un movimiento que crea realmente el mundo de los Muchos y confiere Bondad a todo ello: el Espíritu es inmanente en el mundo. El otro es el movimiento de vuelta o ascenso desde los Muchos al Uno, un proceso de recordar lo Bueno: el Espíritu trasciende al mundo. Platón destacaba ambos movimientos, pero la civilización occidental ha sido una batalla entre ellos, entre los que querían vivir solo en “este mundo” de la Multiplicidad y quienes querían vivir solo en el “otro mundo” de la Unidad trascendental. Platón da a ambos movimientos la misma importancia, porque ambos están basados en el Uno no expresado, al que se llega por súbita iluminación. Pero cuando se olvida a ese Uno no expresado, entonces ambos movimientos se enfrentan en una guerra de opuestos: los ascéticos, represivos y puritanos ascendentes por un lado, que virtualmente destruyen “este mundo” (de la naturaleza, el cuerpo y los sentidos); y, por otro lado, los descendentes, que abrazan la sombra y acaban distorsionando “este mundo” al igual que lo hacen los horribles ascendentes porque quieren de “este mundo” algo que nunca les puede proporcionar: la salvación. Estas dos estrategias, los ascendentes y los descendentes, han sido las dos formas principales de notas a pie de página de Platón que han invadido la civilización occidental durante los últimos dos mil años (Wilber, 2005: 382-383).

No obstante lo anterior, según el Catedrático de Filosofía del Derecho Danilo Basta (2010), es indiscutible que en el pensamiento de Platón -y especialmente en el centro de su pensamiento, esto es, en su doctrina de las ideas- se contienen motivos en los que se advierte y anticipa la empresa kantiana de examinar críticamente la razón humana, por lo que respecta a su capacidad y sus límites. Según él, la filosofía de Platón incluye muchas cualidades que anticipan a Kant mientras el pensamiento de Kant es una vuelta a Platón: en efecto, no se puede poner en duda el hecho de que en el pensamiento de Platón existen algunas características que por su significado anticipan el esfuerzo de Kant de examinar críticamente las facultades del entendimiento humano, mientras algunos componentes de la actitud crítica de Kant aluden a la filosofía de Platón. Sin embargo, según Danilo Basta, Platón no fue un Kant en potencia ni Kant un Platón actualizado. Incluso aunque Kant era completamente consciente de que las ideas (Formas) de Platón poseen ante todo una dimensión ontológico-especulativa, de acuerdo con sus propios intereses filosóficos las orientó hermenéuticamente hacia la ética y la política, abriendo así una nueva posibilidad de comprender la esencia misma de la filosofía de Platón. Con su imagen de Platón, Kant mostró al mismo tiempo algunos de sus propios rasgos de filósofo crítico.

Danilo Basta concluye su análisis en La imagen de Platón en La crítica de la razón pura afirmando que no podemos evitar la impresión de que Kant, cuando elaboró su imagen de Platón, ofreció al mismo tiempo algunos de los rasgos fundamentales de su propio retrato en cuanto filósofo crítico. Esto fue ciertamente posible porque tanto él como Platón mantienen un profundo parentesco intelectual, del que el propio Kant era plenamente consciente. En este sentido, sentencia Danilo Basta, no se equivocaba Wichmann cuando concluía su estudio comparativo sobre Platón y Kant diciendo que ambos autores se complementan mutuamente de tal modo que para poder comprender a Platón antes hay que pasar por la escuela del pensamiento kantiano, y para poder vivenciar a Kant antes se ha de morar en el espíritu de Platón.



REFERENCIAS:

Basta, Danilo (Universidad de Belgrado). “La imagen de platón en La crítica de la razón pura”. Título original: “Das Plato-Bild in der Kritik der reinen Vernunft”, traducido al castellano por Óscar Cubo Ugarte, en ÉNDOXA: Series Filosóficas, nº 25, 2010, pp. 79-88. UNED, Madrid.

Wilber, Ken. Sexo, Ecología, Espiritualidad. Madrid: Gaia Ediciones, 2005

(1) Wilber examina el curso del desarrollo evolutivo a través de tres dominios a los que denomina materia (o cosmos), vida (o biosfera) y mente (o noosfera), y todo ello en conjunto es referido como “Kosmos”. Wilber pone especial énfasis en diferenciar cosmos de Kosmos, pues la mayor parte de las cosmologías están contaminadas por el sesgo materialista que les lleva a presuponer que el cosmos físico es la dimensión real y que todo lo demás debe ser explicado con referencia al plano material, siendo un enfoque brutal que arroja a la totalidad del Kosmos contra el muro del reduccionismo. Wilber no quiere hacer cosmología sino Kosmología.

(2) Tras el Renacimiento surgió la Edad de la Razón o Filosofía Moderna cuyo uno de sus máximo exponente fue Kant. Con las Tres críticas de Kant (La crítica de la razón pura, La crítica de la razón práctica y La crítica del juicio), se produce una diferenciación de tres esferas: la ciencia, la moralidad y el arte. Con esta diferenciación, ya no había vuelta atrás. En el sincretismo mítico, la ciencia, la moralidad y el arte, estaban todavía globalmente fusionados. Por ejemplo: una “verdad” científica era verdadera solamente si encajaba en el dogma religioso. Con Kant, cada una de estas tres esferas se diferencia y se liberan para desarrollar su propio potencial:

-La esfera de la ciencia empírica trata con aquellos aspectos de la realidad que pueden ser investigados de forma relativamente “objetiva” y descritos en un lenguaje, es decir, verdades proposicionales y descriptivas (ello).

-La esfera práctica o razón moral, se refiere a cómo tú y yo podemos interactuar pragmáticamente e interrelacionarnos en términos que tenemos algo en común, es decir, un entendimiento mutuo (nosotros).

-La esfera del arte o juicio estético se refiere a cómo me expreso y qué es lo que expreso de mí, es decir, la profundidad del yo individual: sinceridad y expresividad (yo).

(3) Ken Wilber (Breve historia de todas las cosas: 177):

“Los grandes e innegables avances de las ciencias empíricas que tuvieron lugar en el periodo que va desde el Renacimiento hasta la Ilustración, nos hicieron creer que toda realidad podía ser abordada y descrita en los términos objetivos propios del lenguaje monológuico del “ello” e, inversamente, que si algo no podía ser estudiado y descrito de un modo objetivo y empírico, no era “realmente real”. Así fue como el Gran Tres terminó reducido al “Gran Uno” del materialismo científico, las exterioridades, los objetos y los sistemas científicos [denominado por Wilber como una visión chata del mundo]”.

(4) Ken Wilber (Breve historia de todas las cosas: 139):

La hermenéutica es el arte de la interpretación. La hermenéutica se originó como una forma de comprender la interpretación misma porque cuando usted interpreta un texto hay buenas y malas formas de proceder. En general, los filósofos continentales, especialmente en Alemania y en Francia, se han interesado por los aspectos interpretativos de la filosofía, mientras que los filósofos anglosajones de Gran Bretaña y Estados Unidos han soslayado la interpretación y se han dedicado fundamentalmente a los estudios pragmáticos y empírico-analíticos. ¡La vieja disputa entre el camino de la Mano Izquierda y el camino de la Mano Derecha!” (la Mano Izquierda se refiere a “lo intencional” y a “lo cultural”, que tienen que ver con la profundidad interior a la que solo se puede acceder mediante la interpretación; y la Mano Derecha se refiere a “lo empírico” y “perceptual”). Así pues, recuerde, que la “hermenéutica” es la clave que nos permite adentrarnos en las dimensiones de la Mano Izquierda. La Mano Izquierda es profundidad y la interpretación es la única forma de acceder a las profundidades. Como diría Heidegger, la interpretación funciona en todo el camino de descenso para el cual el mero empirismo resulta casi completamente inútil.

(5) Platón en la Séptima Epístola:

Esto es lo que puedo afirmar de cualquier escritor presente o futuro que pretenda saber de los asuntos de los que me ocupo [el conocimiento místico del Uno]; a mi juicio, es imposible que tengan comprensión alguna del tema. No es algo que pueda ser puesto en palabras como cualquier otra de las ramas del conocimiento; solo después del prolongado compartir de una vida en común [comunidad contemplativa] dedicada a este aprendizaje la Verdad se revela al alma, como una llamada encendida al saltar una chispa. A este respecto no hay ningún escrito mío, ni lo habrá.
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LA GRAN NVERSIÓN

5 - LA GRAN INVERSIÓN: DE LO INCONMENSURABLE A LO CONMENSURABLE

Este artículo está reproducido como capítulo 3 en la primera parte de la obra FILOSOFÍA TRANSPERSONAL Y EDUCACIÓN TRANSRACIONAL

“La razón ha sido histórica y psicológicamente segregada del espíritu humano, de ahí la divergencia cognitiva entre el materialismo científico y el conocimiento revelado que postulan las religiones” (Amador Martos, filósofo transpersonal).

Según Wilber, las grandes tradiciones espirituales del mundo caen bajo dos campos muy amplios y diferentes, dos tipos diferentes de espiritualidad que denomina la espiritualidad ascendente y espiritualidad descendente. Desde la época que va desde San Agustín a Copérnico, Occidente se movió siguiendo un ideal puramente ascendente, un ideal esencialmente ultramundano, un ideal según el cual la salvación y la liberación final no pueden ser halladas en este mundo, en esta Tierra y en esta vida, de modo que, desde ese punto de vista, las cosas realmente importantes solo ocurren después de la muerte, en el dominio de lo ultramundano. Con el advenimiento de la modernidad y la postmodernidad, en cambio, asistimos a una profunda subversión de este punto de vista, una transformación en la que los ascendentes desaparecen de escena y dejan su lugar a los descendentes, la idea de que el único mundo que existe es el mundo sensorial, empírico y material, un mundo que niega dimensiones superiores y más profundas y, negando por tanto, estadios superiores de la evolución de la conciencia, negando la trascendencia. Bienvenidos, por tanto, al mundo chato (1) a decir de Wilber, al dios del capitalismo, del marxismo, del industrialismo, de la ecología profunda, del consumismo o del ecofeminismo, al Gran Uno asentado sobre el reduccionismo del materialismo científico o “ello” como jerarquía de dominio sobre el “yo” y el “nosotros” (2) .

Esa es la batalla arquetípica que tiene lugar en el mismo corazón de la tradición occidental, la lucha entre los ascendentes y los descendentes, según Wilber (2005: 30):

"El camino ascendente es el camino puramente trascendental y ultramundano. Se trata de un camino puritano, ascético y yóguico, un camino que suele despreciar- e incluso negar- el cuerpo, los sentidos, la sexualidad, la Tierra y la carne. Este camino busca la salvación en un reino que no es de este mundo. El camino ascendente glorifica la unidad no la multiplicidad. (…). El camino descendente, por su parte afirma exactamente lo contrario, Éste es un camino esencialmente intramundano, un camino que no glorifica la unidad sino la multiplicidad. El camino descendente enaltece la Tierra, el cuerpo, los sentidos e incluso la sexualidad, un camino que llega incluso a identificar el espíritu con el mundo sensorial. Se trata de un camino puramente inmanente que rechaza la trascendencia".

1 - LOS ASCENDENTES Y LOS DESCENDENTES

Occidente ha olvidado por completo las dimensiones espirituales, lo que Wilber denomina mundo chato, al haber reducido el Gran Tres (yo, ello y nosotros) en el Gran Uno (materialismo científico o “ello”). En la tercera parte de su obra Breve historia de todas las cosas (2005), Wilber trata de desentrañar la génesis histórica de tal rechazo de lo espiritual, la razón histórica concreta que explica los motivos por los cuales el Occidente moderno ha llegado a negar la validez de los estadios transpersonales.

Una primera consideración a tener en cuenta es que la Gran Holoarquía (3) ha sido la filosofía oficial predominante durante toda la existencia de la mayor parte de la humanidad, tanto Oriental como Occidental. A modo de ejemplo, Wilber reproduce la Gran Holoarquía de la conciencia de las que nos hablan Plotino y Aurobindo (ver gráfico adjunto).

El hecho es que el sustrato cultural de la mayor parte de la historia de la humanidad contiene algún tipo de Gran Holoarquía, siendo la más básica: materia, cuerpo, mente, alma y Espíritu. Pero tal situación concluyó, en Occidente, con el advenimiento de la Ilustración, cuando su paradigma fundamental se empeñó en cartografiar la realidad –incluida la Gran Holoarquía- en términos empíricos y monológuicos. Aunque se trató de un intento bienintencionado, fue erróneo poner a la conciencia, la moral, los valores y los significados bajo el objetivo del microscopio porque la mirada monológuica no puede acceder a las profundidades interiores. Pronto, el “yo” y el “nosotros” se vieron reducidos a meros “ellos”, deviniendo así en un mundo chato. La buena noticia es que la modernidad diferenció al Gran Tres (arte, ciencia y moralidad), pero la mala noticia es que la expansión de la ciencia terminó colonizando y sometiendo los dominios del “yo” y del “nosotros”, impidiendo por tanto su integración y colapsando así las dimensiones interiores del ser, de la conciencia y de la profundidad, es decir, colapsando a la Gran Holoarquía de la conciencia.

Si observamos a la Holoarquía de la figura anterior, resulta evidente que existe dos grandes direcciones posibles: ascender desde la materia hasta el Espíritu o descender desde el Espíritu hasta la materia. La primera es una dirección trascendente o ultramundana, mientras que la segunda es inmanente o intramundana. Uno de los mitos al uso de la tradición occidental es Platón y, aunque la mayor parte de la gente cree que es un filósofo ascendente, en realidad, es un filósofo que reconoce los dos tipos de movimientos, el ascendente (el Bien que nosotros aspiramos a comprender) y el descendente (una manifestación del Bien). Sin embargo, a lo largo de la historia, estas dos facetas se vieron brutalmente separadas y tuvo lugar una violenta ruptura entre los partidarios de lo meramente ascendente y los defensores de lo meramente descendente, pues se consumó la escisión entre ambas. Wilber rastrea esa historia con la intención de integrarlas.

Casi todo el mundo coincide en que Plotino formuló de modo más comprensible las ideas fundamentales de Platón, el movimiento ascendente y el movimiento descendente, a los que llamó Flujo y Reflujo. El Espíritu fluye o se vierte de continuo en el mundo y es por ello que la totalidad del mundo, incluyendo a sus habitantes, son manifestaciones perfectas del Espíritu. Pero del mismo modo, el mundo retorna o refluye de continuo al Espíritu, evidenciando así que la totalidad del mundo es esencialmente espiritual, “el Dios visible y sensible” del que hablaba Platón, lo cual demuestra de modo inequívoco la orientación no dual de Plotino. Wilber relaciona dicha integración entre lo ascendente y lo descendente con la unión entre la sabiduría y la compasión.

En efecto, tanto en Oriente como en Occidente, el camino de ascenso desde los muchos hasta el Uno es el camino de la sabiduría, porque la sabiduría ve que detrás de todas las formas y la diversidad de los fenómenos descansa el Uno, el Bien. El camino de descenso, por su parte, es el camino de la compasión, porque el Uno se manifiesta realmente como los muchos y, en consecuencia, todas las formas deben ser tratadas con el mismo respeto y compasión. Y la unión entre esas dos corrientes, entre la sabiduría y la compasión, constituye el fin y el sustrato de toda auténtica espiritualidad. Dicho de otro modo, la sabiduría es a Dios como la compasión a la Divinidad. Ésta es precisamente la visión no dual (4) , la unión entre el Flujo y el Reflujo, entre Dios y la Divinidad, entre la Vacuidad y la Forma, entre la sabiduría y la compasión, entre lo ascendente y lo descendente.

Sin embargo, a lo largo de la historia de Occidente, dicha unidad entre lo ascendente y lo descendente terminaría resquebrajándose y enfrentando, de manera frecuentemente violenta, a los ultramundanos ascendentes y los intramundanos descendentes, un conflicto que ha terminado convirtiéndose en el problema central característico de la mente occidental. Durante el milenio que va de Agustín a Copérnico aparece, en Occidente, un ideal casi exclusivamente ascendente recomendado por la Iglesia para alcanzar las virtudes y la salvación, un camino que aconsejaba no acumular ningún tipo de tesoros de esta tierra porque, según ella, en esta tierra no hay nada que merezca ser atesorado. Pero todo comenzó a cambiar radicalmente con el Renacimiento y la emergencia de la modernidad, un cambio que alcanzaría su punto culminante con la Ilustración y la Edad de la Razón y que bien podría resumirse diciendo que los ascendentes fueron reemplazados por los descendentes. Con la emergencia de la modernidad, lo ascendente se convertiría en el nuevo pecado. La moderna negación occidental de las dimensiones transpersonales produjo desprecio, rechazo y marginación de lo auténticamente espiritual y el consiguiente declive de cualquier tipo de sabiduría trascendente, un declive que ha termino convirtiéndose en el signo de nuestros tiempos.

Para el mundo moderno, entonces, la salvación se hallaría en la política, la ciencia, el marxismo, la industrialización, el consumismo, la sexualidad, el materialismo científico, etcétera. La salvación solo puede ser encontrada en esta tierra, en el mundo de los fenómenos, en suma, en un marco de referencia puramente descendente donde no existe ninguna verdad superior, ninguna corriente ascendente, nada que sea realmente trascendente, dicho de otra manera, es una religión de mucha compasión pero poca sabiduría, de mucha Divinidad pero poco Dios, en suma, en una visión chata del mundo sustentada por el materialismo científico.

2 - EL COLAPSO DEL KOSMOS (5)

Cuando el vehículo de la evolución entró en el mundo moderno, se produjo la diferenciación del Gran Tres –conciencia (yo), cultura (nosotros) y naturaleza (ello) -, y derivó hacia la disociación del Gran Tres y el posterior colapso del Kosmos en un mundo chato dominado por el Gran Uno (materialismo científico o “ello”). La fragmentación del mundo en tres dominios separados, el yo, la moral y la ciencia, que no buscaban la integración sino el dominio sobre los demás, derivó en un desastre en que todavía se encuentra atrapado el mundo moderno y postmoderno.

Ahora bien, todo no iba a ser negatividad, pues el esplendor de la modernidad trajo consigo en apenas un siglo –desde 1788 hasta 1888- que la esclavitud fuera proscrita y erradicada de todas las sociedades racional-industriales del planeta. Con el surgimiento histórico de la diferenciación del Gran Tres –el yo, la cultura y la naturaleza-, apareció el feminismo liberal y los movimientos democráticos porque, la Edad de la Razón, fue también la Edad de la Revolución en contra de las grandes jerarquías de dominio. Una paradoja de la historia es que Sócrates eligió la razón sobre el mito y por ello fue condenado a beber la cicuta. Mil quinientos años más tarde el mundo dio un vuelco y la polis obligó a los dioses a beber la cicuta, y de la muerte de esos dioses surgieron las modernas democracias.

La diferenciación del Gran Tres eliminó asimismo las trabas impuestas por los dogmatismos míticos que obstaculizaban el progreso de la ciencia empírica, emergiendo por primera vez a gran escala la racionalidad ligada a la observación empírica que se basaba en un procedimiento hipotético-deductivo. Pero la mala noticia de la modernidad fue que la ciencia empírica se convertiría en un cientifismo cuyo fracaso es obviar la integración del Gran Tres. Liberadas de la indisociación mágica y mítica, la conciencia, la moral y la ciencia comenzaron a proclamar sus verdades, su poder y su forma peculiar de abordar el Kosmos. A finales del siglo XVIII, el vertiginoso avance de la ciencia comenzó a desproporcionar las cosas y los progresos conseguidos en el dominio del “ello” llegaron a eclipsar y negar los valores de las verdades propias de los dominios del “yo” y del “nosotros”. Fue entonces cuando el Gran Tres se colapsó en el Gran Uno y la ciencia empírica terminó arrogándose la facultad de pronunciarse sobre la realidad última. En el siglo XVIII, las dimensiones de la Mano Izquierda comenzaron a verse reducidas a sus correlatos de la Mano Derecha (6) . A partir de entonces, lo único “realmente real” fueron “ellos”, haciendo desaparecer de la escena al Espíritu o y la mente, pues solo existe la naturaleza empírica. Consecuentemente, tampoco existe la supraconciencia y la autoconciencia y, de ese modo, la Gran Holoarquía terminó desplomándose como un castillo de naipes.

Los extraordinarios logros alcanzados por la ciencia empírica –por Galileo, Kepler, Newton, Harvey, Kelvin, Clausius y Carnot, entre otros- solo podrían equipararse a las extraordinarias transformaciones provocadas por la industrialización. Ambos, la ciencia empírica y la industrialización, eran dominios del “ello” que se alimentaban mutuamente en una especie de círculo vicioso. Dicho en otras palabras, el “ello” contaba ahora con dos poderosas fuerzas: la ciencia empírica y el poder de la industrialización. La industrialización favoreció el desarrollo de una mentalidad productiva, técnica e instrumental que enfatizó desmesuradamente el dominio del “ello” como lo “único real”. Fue entonces cuando el “ello” comenzó a crecer como un cáncer – una jerarquía patológica- que terminó invadiendo y sometiendo a los dominios del “yo” y del “nosotros”. De ese modo, las decisiones éticas de la cultura acabaron rápidamente en manos de la ciencia y de la técnica, convirtiendo los problemas propios de los dominios del “yo” y el “nosotros” en problemas técnicos del dominio del “ello”. En suma, la idea era que, como el cerebro forma parte de la naturaleza –la única realidad-, la conciencia podría ser descubierta mediante el estudio empírico del cerebro.

Wilber hace hincapié de que el cerebro forma parte de la naturaleza, pero la mente no forma parte del cerebro, pues la conciencia es una dimensión interna cuyo correlato externo es el cerebro objetivo. La mente es un “yo” y el cerebro es un “ello”. Solo es posible acceder a la mente a través de la introspección, la comunicación y la interpretación. Aunque la conciencia, los valores y los significados sean inherentes a las profundidades del Kosmos, no pueden ser encontrados en el cosmos, es decir, son inherentes a las profundidades de la Mano Izquierda, no a las superficies de la Mano Derecha. Así fue como el Espíritu se suicidó y terminó convirtiéndose en un fantasma. Ese fue el motivo por el que teóricos como Foucault han atacado con tanta dureza las “ciencias del hombre” que aparecieron en el siglo XVIII, pues los seres humanos eran estudiados en sus dimensiones objetivas y empíricas y, en consecuencia, fueron reducidos a meros “ellos”.

Los principales teóricos y críticos del auge del modernismo –Hegel, Weber, Taylor y Foucault- coincidían en caracterizar a la modernidad como un sujeto separado observando un mundo de “ellos”, cuyo único reconocimiento consistía en el cartografiado empírico y objetivo de un mundo holístico. De ese modo, los dominios de lo subjetivo y de lo intersubjetivo se vieron reducidos a la investigación empírica, convirtiendo a los seres humanos en objetos de información, nunca sujetos de comunicación. La reducción del Gran Tres al Gran Uno dio así paso al humanismo deshumanizado y, de ese modo, el paradigma fundamental de la Ilustración terminó dando origen al moderno marco de referencia descendente. Del ideal casi exclusivamente ascendente que había dominado a la conciencia occidental en manos de la religión desde hacía un milenio pasamos al ideal casi exclusivamente descendente que ha dominado a la modernidad y la postmodernidad hasta hoy en día mediante el materialismo científico. Ya no hay ni Espíritu ni mente, sino solo naturaleza. El mundo fracturado, dualista ascendente dio lugar así al igualmente fracturado y dualista mundo descendente.

Una de las principales ironías de la modernidad fue que la misma diferenciación del Gran Tres –que permitió el gran paso adelante hacia el logro de una mayor libertad- propició también el colapso en el mundo chato y absurdo de las meras superficies. ¡Una mayor libertad para ser superficial! Para Platón, Plotino, Emerson y Eckhart, la naturaleza es una expresión del Espíritu pero, la ontología industrial que solo reconocía a la naturaleza, invadió y colonizó todos los otros dominios, provocando el hundimiento del Kosmos en un mundo empírico. El hecho es que el marco de referencia descendente destruyó el Gran Tres –la mente, la cultura y la naturaleza- y perpetuó su disociación, su falta de integración, sembrando la tierra con sus fragmentos. La salvación – si es que es posible- reside en la integración del Gran Tres: la naturaleza (ello), la moral (nosotros) y la mente (yo).

REFERENCIAS

Wilber, Ken. Breve historia de todas las cosas. Barcelona: Kairos, 2005.

(1) Wilber (2005: 177):

“Los grandes e innegables avances de las ciencias empíricas que tuvieron lugar en el periodo que va desde el Renacimiento hasta la Ilustración, nos hicieron creer que toda realidad podía ser abordada y descrita en los términos objetivos propios del lenguaje monológuico del “ello” e, inversamente, que si algo no podía ser estudiado y descrito de un modo objetivo y empírico, no era “realmente real”. Así fue como el Gran Tres terminó reducido al “Gran Uno” del materialismo científico, las exterioridades, los objetos y los sistemas científicos [denominado por Wilber como una visión chata del mundo]”.

(2) La visión racional-industrial del mundo sostenida por la Ilustración cumplió con funciones muy importantes como la aparición de la democracia, la abolición de la esclavitud, el surgimiento del feminismo liberal, la emergencia de la ecología y las ciencias sistémicas, entre algunas más, pero sin duda, la más importante puesta en escena fue la diferenciación entre el arte (yo), la ciencia (ello) y la moral (nosotros), el Gran Tres diferenciado por Kant a través de sus Tres críticas .

Tras el Renacimiento surgió la Edad de la Razón o Filosofía Moderna cuyo uno de sus máximo exponente fue Kant. Con las Tres críticas de Kant (La crítica de la razón pura, La crítica de la razón práctica y La crítica del juicio), se produce una diferenciación de tres esferas: la ciencia, la moralidad y el arte. Con esta diferenciación, ya no había vuelta atrás. En el sincretismo mítico, la ciencia, la moralidad y el arte, estaban todavía globalmente fusionados. Por ejemplo: una “verdad” científica era verdadera solamente si encajaba en el dogma religioso. Con Kant, cada una de estas tres esferas se diferencia y se liberan para desarrollar su propio potencial:

-La esfera de la ciencia empírica trata con aquellos aspectos de la realidad que pueden ser investigados de forma relativamente “objetiva” y descritos en un lenguaje, es decir, verdades proposicionales y descriptivas (ello).

-La esfera práctica o razón moral, se refiere a cómo tú y yo podemos interactuar pragmáticamente e interrelacionarnos en términos que tenemos algo en común, es decir, un entendimiento mutuo (nosotros).

-La esfera del arte o juicio estético se refiere a cómo me expreso y qué es lo que expreso de mí, es decir, la profundidad del yo individual: sinceridad y expresividad (yo).

(3) Wilber revisa las características de la evolución en los diversos reinos que son comunes en toda forma de evolución, desde la materia hasta la vida y la mente. Dicho camino evolutivo conduce a la emergencia del ser humano, ya sea mediante la visión científica moderna de la evolución pero también bajo el prisma de la filosofía perenne. La filosofía perenne constituye el núcleo de las grandes tradiciones de sabiduría del mundo entero y sostiene que la realidad es una gran Holoarquía de ser y de conciencia que va de la materia (fisiosfera) hasta la vida (biosfera), la mente (noosfera) y el Espíritu (misticismo).

(4) Wilber, en su obra el Espectro de la conciencia, realiza una síntesis de religión, física y psicología, refutando la filosofía del materialismo y aborda de un modo epistemológico dos modos de saber: el conocimiento simbólico (dualidad sujeto-objeto) y el misticismo contemplativo (no dualidad entre sujeto-objeto), dos modos de saber diferentes pero complementarios. Según Wilber (55-56):

“Esos dos modos de conocer son universales, es decir, han sido reconocidos de una forma u otra en diversos momentos y lugares a lo largo de la historia de la humanidad, desde el taoísmo hasta William James, desde el Vedanta hasta Alfred North Whitehead y desde el Zen hasta la teología cristiana. (…) También con toda claridad en el hinduismo”.

Sin embargo, la civilización occidental es la historia del primer modo de saber que ha evolucionado hasta la extenuación de su “rígida estructura” dualista con el surgimiento de la mecánica cuántica. Esos dos modos de saber también son contemplados por los padres fundadores de la relatividad y de la física cuántica (Wilber en Cuestiones cuánticas) y, correlativamente, aluden los mundos antagónicos entre la ciencia y la religión, respectivamente, entre el saber racional y el metafísico, ambos aunados por los “místicos cuánticos” en un racionalismo espiritual adoptado como filosofía transpersonal, y convirtiéndose en un fundamento epistemológico para un nuevo paradigma de conocimiento integrador de la filosofía con la espiritualidad.

(5) Wilber examina el curso del desarrollo evolutivo a través de tres dominios a los que denomina materia (o cosmos), vida (o biosfera) y mente (o noosfera), y todo ello en conjunto es referido como “Kosmos”. Wilber pone especial énfasis en diferenciar cosmos de Kosmos, pues la mayor parte de las cosmologías están contaminadas por el sesgo materialista que les lleva a presuponer que el cosmos físico es la dimensión real y que todo lo demás debe ser explicado con referencia al plano material, siendo un enfoque brutal que arroja a la totalidad del Kosmos contra el muro del reduccionismo. Wilber no quiere hacer cosmología sino Kosmología.

(6) Según Ken Wilber (2005:139):

“La hermenéutica es el arte de la interpretación. La hermenéutica se originó como una forma de comprender la interpretación misma porque cuando usted interpreta un texto hay buenas y malas formas de proceder. En general, los filósofos continentales, especialmente en Alemania y en Francia, se han interesado por los aspectos interpretativos de la filosofía, mientras que los filósofos anglosajones de Gran Bretaña y Estados Unidos han soslayado la interpretación y se han dedicado fundamentalmente a los estudios pragmáticos y empírico-analíticos. ¡La vieja disputa entre el camino de la Mano Izquierda y el camino de la Mano Derecha!” ( la Mano Izquierda se refiere a “lo intencional” y a “lo cultural”, que tienen que ver con la profundidad interior a la que solo se puede acceder mediante la interpretación; y la Mano Derecha se refiere a “lo empírico” y “perceptual”). Así pues, recuerde, que la “hermenéutica” es la clave que nos permite adentrarnos en las dimensiones de la Mano Izquierda. La Mano Izquierda es profundidad y la interpretación es la única forma de acceder a las profundidades. Como diría Heidegger, la interpretación funciona en todo el camino de descenso para el cual el mero empirismo resulta casi completamente inútil”.
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La educación cuántica

6 - EL MITO DE LA CAVERNA

Este artículo es una reproducción del capítulo 10 de la primera parte de LA EDUCACIÓN CUÁNTICA

1 - Sombras y luces

Hacer historia es harto difícil, aunque no imposible. La educación cuántica ha surgido holísticamente en la noosfera por dos motivos. Por un lado, mediante la física cuántica se ha producido un giro copernicano en el materialismo científico del “ver para creer” al “creer para ver”, abriendo así la puerta de la maestranza para que entre triunfante desde el fondo de la historia la filosofía transpersonal y la psicología transpersonal. Y por otro lado provocado ese surgimiento holístico de La educación cuántica, por la crisis espiritual al acercarse el “misticismo cuántico” peligrosamente en el cuestionamiento de los dogmas religiosos.

En efecto, la “espiritualidad religiosa” (creencia sin razón) está acosada por los “místicos cuánticos” (creencia con razón), unos “peligrosos” librepensadores calificados como pseudocientíficos por intentar unir la ciencia y el espíritu en una escuela de pensamiento auspiciada por la filosofía transpersonal. ¡Cuidado, estamos robando la espiritualidad a la curia eclesiástica! ¡Y también el derecho a pensar que pertenece al materialismo científico! ¿Quién debe vigilar los pensamientos de quién? ¿Quién tiene razón en este encontronazo entre ideas materialistas e idealistas?

Lo cierto es que, aunque ello tarde alguna que otra generación, la crisis espiritual es inevitable, pues los dogmas religiosos se están agrietando por el acoso del emergente racionalismo espiritual, el cual cuestiona la espiritualidad basada en la simple fe, alejada de la razón y la ciencia, como si los fieles fueran incapaces de comprender las cuestiones del espíritu. Y en ese terreno, el método científico no tiene mucho que hacer, pues rechaza implícitamente el “creer para ver”, salvo que comience a vislumbrar las propuestas del “misticismo cuántico”, por cierto, una corriente de pensamiento generada por unos díscolos científicos. Nadie puede obligar a otra persona a convertir sus ideas. La razón es una cosa y la fe otra muy distinta, hasta ahora…

Primeramente. En un largo periodo histórico, la fe religiosa ha supuesto la mayor ceguera para hacer del hombre un ser libre y consciente, hasta que Descartes alumbró al “cogito”. Durante esa larga noche oscura de la humanidad, la milenaria sabiduría recogida por Platón en las antiguas escuelas de conocimiento esotérico, ha sido sepultada por los dogmas religiosos. Desde una perspectiva histórica, como diría el propia Marx, “la religión es el opio del pueblo”. Es la sinrazón diría yo. Antaño, probablemente, se pudiera necesitar de un confesor; hoy le corresponde profesionalmente ese papel a la psicología y al asesoramiento filosófico. El asesoramiento filosófico es el revulsivo pedagógico por excelencia, pues busca devolver a la filosofía su operatividad, su originaria dimensión terapéutica y su relevancia para la vida cotidiana. En este sentido está escrita La educación cuántica.

En segundo lugar. Con el racionalismo moderno, la ciencia se ha dado un empacho en su búsqueda hacia la verdad mediante el método científico. Pero un buen día, la ciencia no pudo progresar más en su expansión cósmica: por un lado, la teoría de cuerdas que postula otras dimensiones raya inexorablemente con cuestiones filosóficas y espirituales inabarcables mediante el método científico; por otro lado, la física cuántica que remite irremediablemente al observador como modificador de la realidad, ha despertado de su letargo a unos díscolos pensadores conocidos como “místicos cuánticos”, un tímido movimiento de rebeldes que osaron unir la ciencia con la espiritualidad.

2 - Las sombras del ego

Estos pensadores “transpersonales”, al aunar la ciencia con la espiritualidad, ponen inevitablemente en cuestionamiento al pensamiento occidental: el pensamiento único neoliberal es una dictadura del ego plutocrático que utiliza la información, el conocimiento, la educación, los gobiernos y los ciudadanos para exclusivos fines egoístas y de dominación. El genuino pensamiento que debería defender a la humanidad está secuestrado por instituciones pretendidamente “democráticas” -Troika, BCE, CE, FMI, Banco Mundial, gobiernos, partidos políticos, justicia, etcétera-, como evidencia la demanda de una nueva conciencia por el 15M y demás movimientos sociales. La noosfera está en marcha: el “yo” (ego) está despertando paulatinamente y, como la oruga se transforma en mariposa, de ese “yo” surge holísticamente un espíritu colectivo o “nosotros” kantiano. Es un cambio de paradigma que se da tanto en las estructuras sociales como psicológicas. Es una renovada conciencia presente en aquellas personas que aúnan la racionalidad con la genuina espiritualidad, hasta ahora ambas presas, respectivamente, de los poderes fácticos y de los dogmas religiosos.

Si a lo anterior le unimos la crisis epistemológica que está sufriendo el método científico al ser acosado por lo que ellos llaman “místicos cuánticos”, el cambio de paradigma que se presenta es más que evidente: la filosofía tradicional, ese pensamiento surgido de la racional-modernidad tras el primer renacimiento humanístico, está agotado y no puede dar respuesta a la demanda colectiva que pide a gritos un cambio de verdad en el mundo. Estos rebeldes se les suelen conocer como “anti sistema”, “anti globalización”, “15M”, “Occupy Wall Street”, “Foro Social Mundial”, “ATTAC”, “misticismo cuántico”, etcétera. Todos ellos son “activistas cuánticos” que trabajan en la unión del “nosotros” frente a los egos fragmentados y disociados de la colectividad. Toda una crisis civilizatoria del pensamiento occidental que ha segregado el espíritu colectivo de la razón, y que ahora reivindica su legítimo papel en la historia.

Marx desentrañó las leyes inherentes al funcionamiento del capitalismo que ha degenerado en la actual crisis económica, social y política. Pero fue Kant antes que Marx quien previo la crisis intelectual y espiritual que está viviendo actualmente la humanidad, unas dudas que expresó en su ensayo ¿Qué es la ilustración? . Kant, mediante sus Tres críticas, diferenció magistralmente tres mundos: la ciencia (“ello”), la profundidad intelectual del sujeto cognoscente (“yo”) y la moralidad como sujetos espirituales (“nosotros”). Posteriormente la postmodernidad ha fracasado en su intento de unir ese mundo exterior y ese mundo interior con un conocimiento fundamentalmente sustentado sobre un racionalismo pragmático. Sin embargo, los polos están cambiando: Ken Wilber ha marcado un antes y un después en el pensamiento filosófico al unir la filosofía oriental con la occidental; Wilber es el Kant de nuestra época, aunque los materialistas científicos lo ignoren por completo. Quieran o no los defensores del materialismo científico, el racionalismo espiritual se está abriendo camino. Y es de justicia histórica que el peyorativo “misticismo cuántico” sea rehabilitado como filosofía transpersonal, una tesis esencial en estas reflexiones sobre La educación cuántica. ¿Es este bucle pensativo comparable en su objetivo al Mito de la caverna de Platón? Reflexión…

3 - Razonar a contracorriente

El método científico es válido para averiguar qué hay de verdad en el objeto. Pero cuando dicho objeto de conocimiento es el propio sujeto, se da la circunstancia que es la propia conciencia que se piensa a sí misma. ¿Cómo va el método científico sonsacar “verdades” de ese campo pensativo? ¿Con un potente telescopio? ¿Con un profundo microscopio? No hay lugar a dudas: con la filosofía transpersonal, con la interacción de la razón con el espíritu, aunando los dos modos de saber, el método científico y el trascendental. Este nuevo paradigma pensativo permite progresar no solo por el sendero psicológico, sino también por el pedagógico porque, a la postre, comprender el mundo es aprehenderlo mediante conceptos o neologismos, como se ha visto en la “dinámica espiral” del anterior capítulo. Y a ese constructo pensativo se le llama filosofía transpersonal, un derecho a filosofar que no me arrebatarán ni la Iglesia, ni los plutócratas, y mucho menos los escépticos.

Aunque el movimiento escéptico arremeta una y otra vez, contra viento y marea a contracorriente de los místicos cuánticos, mi pensamiento filosófico debe ser respetado, como si del Discurso del método se tratara, pues La educación cuántica postula el sintagma pensativo dinámica espiral a modo de reinterpretación de la historia del pensamiento, con el objetivo de que la filosofía sea rescatada de su complejidad cognitiva y hacer fácil el entendimiento de la vida, el mundo y las personas. Lo mismo que pretendía Descartes frente a la Iglesia, pero ahora, además, contra el pensamiento único neoliberal.

Los ideólogos del capitalismo han enmarañado intencionadamente el Mundo de las Ideas con la finalidad de apropiarse de todas las estructuras de dominación en el planeta (productivas, alimenticias, económicas, políticas, institucionales, etcétera), para mayor dominio sobre la humanidad con el subsiguiente sufrimiento causado a las personas, los Estados y los continentes. Con ello se ha impuesto un pensamiento “único” y “neoliberal” (libertad de los mercados por encima de las personas). No sé si he sufrido más luchando casi toda una vida por seguir el rastro del dinero como me imponía el capitalismo, o en los escasos años que llevo elaborando mi propio sistema filosófico como librepensador frente al movimiento de escépticos. Tanto para hacer dinero como para defender las propias ideas, se requiere de esfuerzo y tiempo pero, para hacerse un hueco en el Mundo de las Ideas, no solo basta saber que se vive en la verdad (modo no dual de conocimiento, trascendental), sino que demostrar dicha verdad a modo de educación cuántica es una ardua labor, pues se tiene enfrente a una multitud de escépticos anclados todavía al primer modo de saber, el dual entre sujeto y objeto, cuyo método científico se ha atascado con la física cuántica.

Al perseguir la errática felicidad dineraria, como muchos, he sufrido las inclemencias de la sombría cueva platónica, una metáfora en alusión a este perverso y depredador sistema capitalista de producción que fragmenta a la razón y disocia el espíritu colectivo, enfrentando así al ego contra el mundo. Fue Ken Wilber quien iluminó mi atascado raciocinio mediante la emergente espiritualidad presente en la filosofía transpersonal. “Es de bien nacidos ser agradecidos”, y por ello mi recurrente reconocimiento a Ken Wilber pues ha significado intelectualmente el eslabón perdido en la paradigmática evolución de la historia del pensamiento, aunque él y su legión de seguidores seamos peyorativamente acusados de “místicos cuánticos”. “Ladran, luego cabalgamos”. Lo mismo que le pasó a Descartes, Copérnico y Bruno, por citar solo algunos de los muchos pensadores que se atrevieron razonar a contracorriente del pensamiento dogmático dominante. Sin embargo, es mediante dicho inquisitivo pensamiento como se hace historia, de ahí que la filosofía sea aludida con propiedad como la historia del pensamiento, presa ahora de un caduco materialismo científico. Pero, muy a pesar de los escépticos, la física cuántica remite al sujeto cognoscente como objeto de conocimiento, es decir, a la conciencia que debe conocerse a sí misma, al famoso aforismo griego “Conócete a ti mismo”, y para tal labor, mi dinámica espiral es una renovada visión de la historia del pensamiento.

Mediante un sintagma en un solo folio y gracias a la analogía del ADN, en mi sistema pensativo, la historia de la filosofía es intuida sin apenas esfuerzo intelectual. Con un simple vistazo se aprehende la evolución paradigmática de la historia de la humanidad, toda una reproducción mimética de la naturaleza en el Mundo de las Ideas que hace cierto el aforismo de que “como es arriba, es abajo; como es abajo, es arriba”. Esta frase esotérica hace referencia a la segunda ley de la Tabla de Esmeralda de Hermes Trismegisto. La frase puede ser considerada como una referencia a la relación entre el hombre y el universo.

Esta revolucionaria pedagogía filosófica permite, mediante un sintagma, ver cómo ha evolucionado la humanidad hasta llegar a los paradigmas de la física clásica y la física cuántica, como iniciadores de nuestra era contemporánea. Hasta dicho cambio de paradigma científico, en apariencia, todo es claro. Sin embargo, la física cuántica ha posibilitado un nuevo paradigma de conocimiento, cuya dificultad cognitiva está en la interpretación de los paradigmas intelectuales, sociales, psicológicos y espirituales actualmente en discordia si no se dispone de un “mapa” a modo de dinámica espiral como interpretación de la historia del pensamiento. Ante ello, el nuevo paradigma de conocimiento posibilitado por la física cuántica, es el racionalismo espiritual presente en la filosofía perenne, donde sujeto y objeto son una y la misma cosa, y cuya percepción se realiza mediante una renovada conciencia como acreditan no solo los “místicos cuánticos”, sino también una multitud de movimientos sociales que claman contra el imperialismo económico desplegado por los egoístas plutócratas.

Bueno es recordar a costa de correr el riesgo de pasar por un pedante intelectual que, el cambio de conciencia que salió efervescentemente del 15M en 2011, ya fue intelectualmente anticipado en mi primera obra Pensar en ser rico, a partir de la cual propugno un segundo renacimiento de la humanidad donde, el “pienso, luego existo”, debe paradigmáticamente ser sustituido por el espíritu colectivo reflejado en el imperativo categórico de Kant. Pero en honor a la verdad, hay otros pensadores antes que yo que apuntaban en esa dirección. En dicho sentido, sin lugar a dudas, la filosofía de Wilber es el constructo magno de un pensamiento que permite a muchos sinceros buscadores de verdad sintetizar unitariamente la racionalidad occidental con la espiritualidad oriental. Tal ha sido mi caso. Durante mi salida del mundo de las sombras, entiéndase el sistema capitalista, he escrito varias obras que han culminado con Capitalismo y conciencia. Y La educación cuántica es la aplicación pedagógica de dicha obra.

El materialismo científico puede seguir, con toda razón, con el método científico. Pero ese modo unidireccional de medir la realidad se ha volatizado con el surgimiento de la física cuántica y su apertura hacia la fenomenología. Entonces, hubo una reconversión pensativa mal llamada “misticismo cuántico” pero, como creo haber demostrado, hay que hablar propiamente de filosofía transpersonal. Conviene recordar que, a la postre, la “cuarta fuerza” de la psicología, lo “transpersonal”, ha estado incubándose durante varias décadas hasta su alumbramiento de un modo científico y filosófico por Ken Wilber . Tarde o temprano, el movimiento de escépticos a este nuevo paradigma de conocimiento, será deslumbrado por la verdad porque, como dijo Gandhi, “la verdad es la verdad, aunque solo la mantenga una minoría... aunque esa minoría sea uno solo”. ¿No fue así como inició Descartes el racionalismo moderno? ¿Y qué decir del criticismo kantiano? ¿Por qué no dar un voto de confianza a la filosofía transpersonal magníficamente elaborada por Ken Wilber mediante sus “cuatro cuadrantes”?.

Confieso haber bebido en las turbulentas aguas de una filosofía de difícil acceso para todo escéptico. Reconozco que voy a contracorriente, que mi pequeña bandera filosófica es como un simple flotador en la inmensidad de un mar de ideas. Pero, ¿no es acaso el sino de los que se atreven a pensar más allá del pensamiento dominante? ¿No es ello una condena para todo pensador que ose expresar unas ideas extraídas desde su “otro yo”, como propone el físico francés Garnier? A ese camino solitario y angosto lo llamo la “soledad del pensador” que, en un automatismo de defensa, es expresada mediante la escritura, más que nada para dar rienda suelta a tanta convulsión de pensamientos y no caer en la locura. Porque, aunque el mundo no esté cuerdo del todo, hay que cuidarse mucho de no caer en la paranoia también . He tenido suficiente con el acoso del capitalismo que me ha llevado a ser un declarado anti sistema, no vaya a ser que, también, me quieran linchar por defender la filosofía transpersonal como ciencia de la conciencia, mal entendida esta por los escépticos como “misticismo cuántico”.

Para que un sujeto cognoscente pueda integrarse plenamente en la sociedad debe, antes que nada, ser una persona libre para disponer en consciencia de su capacidad racional, una cuestión que el capitalismo no puede garantizar al ser el actual sistema educativo un instrumento de manipulación por secuaces políticos al servicio de los poderes fácticos. Con ello, vuelvo a insistir, el pensamiento, la ciencia y la educación no están libres de ataduras dogmáticas a un perverso sistema de dominación que socava los más elementales Derechos Humanos. Y para revertir dicha tendencia, La educación cuántica es una renovada propuesta pedagógica en materia filosófica, psicológica, social, educacional e histórica. Porque, como aseverara el paleontólogo y filósofo francés Pierre Teilhard de Chardin, “el pasado me ha revelado la estructura del futuro”. Y en esa cuestión temporal, no me cabe duda de que la humanidad vive todavía en una caverna platónica, con mucha tecnología, pero con un ego herido de muerte que solo puede ser sanado con la democratización del saber y la solidaridad social como expresión del amor universal.

Pierre Teilhard de Chardin aportó una muy personal y original visión de la evolución. Suyos son los conceptos “noosfera” (conjunto de los seres inteligentes con el medio en que viven) y “Punto Omega” para describir el punto más alto de la evolución de la conciencia, considerándolo como el fin último de la misma. Según Pierre Teilhard de Chardin, el planeta se encuentra en un proceso transformador, evolucionando desde la biosfera a la noosfera. Más concretamente, propugno que la noosfera ha involucionado desde el “cogito” cartesiano hasta plasmarse en un ego fragmentado y disociado de la colectividad, dando lugar a una sociedad líquida a decir del sociólogo polaco Zygmunt Bauman, o en un pensamiento débil según el filósofo italiano Gianni Vattimo. Respectivamente, con la colectividad disociada y el ego fragmentado, ¿cómo reconstruir este viejo mundo moribundo cuando colapse? ¿Hacia dónde va la historia del pensamiento? ¿Cómo salir de esta oscura caverna platónica? La educación cuántica es una humilde propuesta a dichas cuestiones.

Recordemos estas preguntas: ¿qué ha ocurrido en la historia reciente de la humanidad?, ¿cómo ha sido factible que la ciencia del Ser, la filosofía, haya devenido en un psicologismo en sentido positivista, e incapaz de salir de las garras de la historia? El ascenso cognitivo, psicológico y filosófico postulado por La educación cuántica constituye una huida pensativa del actual sistema capitalista y de su historia manifiestamente manipulada desde el ego plutocrático. Es una huida en busca de luz, en busca de unas renovadas ideas para la transformación de las personas: hay un nuevo mundo por descubrir en el interior de cada uno de nosotros. Por ello mismo, es pertinente descender a la caverna platónica con una renovada pedagogía histórica, una cuestión que será abordada en el siguiente capítulo.


COMENTARIO DE TEXTO A ESTE ARTÍCULO:

Pienso que hay pensadores, como Platón, que están más vigentes que nunca para comprender nuestro presente a partir de una simple alegoría como EL MITO DE LA CAVERNA. Pienso que la filosofía ha sido mal explicada en el sistema educativo, pues se ha hecho énfasis en la comprensión racional, pero desligada de la comprensión espiritual. Y recordemos que la lección de esos grandes maestros, como Platón, nos hablaban de la sabiduría y el amor, tan ausentes en la presente crisis planetaria.
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