Este articulo es una reproducción del capítulo 7-2 de la primera parte de la obra LA EDUCACIÓN CUÁNTICA
Dicha aprehensión cognitiva y espiritual es susceptible de ser enseñada mediante La educación cuántica, la cual debe ser encuadrada en un sistema de pensamiento que beba de una fuente de sabiduría como la filosofía perenne. La filosofía perenne es un modo de conocimiento también conocido como esotérico, ahora sacado a flote y reformulado epistemológicamente como filosofía transpersonal al trascender la filosofía académica tradicional (racionalista) hacia el misticismo contemplativo (espíritu). La magia de la filosofía perenne es que alude siempre a los principios superiores del amor, la solidaridad, la empatía, el bien, el saber, la libertad, la justicia y la paz, en contraposición a lo que nos ofrece este decadente sistema capitalista. Es decir, es el correcto pensamiento a decir de Garnier, quien puede construir un futuro mejor para todos, y no solo de un modo egoísta e individualista como propugna el economicismo neoliberal. Así, La educación cuántica avalada por la filosofía transpersonal, debería ser una garantía pedagógica con poder para afirmar que estamos ante un segundo renacimiento humanístico: la evolución holística de la noosfera hacia una renovada conciencia colectiva, como postula el arqueólogo, antropólogo y paleontólogo Eudald Carbonell (2007) en su obra El nacimiento de una nueva conciencia.
En dicha obra, Carbonell nos da una visión revolucionaria sobre la condición humana en la que la selección técnica se ha ido imponiendo como mecanismo de evolución del comportamiento humano. Es necesario un pensamiento social crítico que nos conducirá hacia una nueva especie más humana: “De la nueva especie lo más importante será la socialización del conocimiento que hará posible una vida mejor para todos; en segundo lugar, la solidaridad, como valor de cara a conseguir una fuerte conciencia crítica de especie”. Como se puede apreciar, saber y amor, son dos sabios consejos de Carbonell, como si fueran los providenciales bálsamos que pudieran sanar al ego fragmentado y disociado de la humanidad. La nueva conciencia propugnada por Carbonell, de llevarse a la praxis, constituiría todo un segundo renacimiento humanístico. En el primer renacimiento surgió la conciencia individual histórica a partir del cogito cartesiano. En el segundo renacimiento es el espíritu colectivo quien abre las posibilidades hacia un nuevo mundo. El viejo mundo sustentado en el ego está agonizando, y el nuevo mundo del espíritu colectivo está todavía en pañales. Para que sea efectiva la trascendencia del primero al segundo, es imperativa una renovada pedagogía filosófica.
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Dicha aprehensión cognitiva y espiritual es susceptible de ser enseñada mediante La educación cuántica, la cual debe ser encuadrada en un sistema de pensamiento que beba de una fuente de sabiduría como la filosofía perenne. La filosofía perenne es un modo de conocimiento también conocido como esotérico, ahora sacado a flote y reformulado epistemológicamente como filosofía transpersonal al trascender la filosofía académica tradicional (racionalista) hacia el misticismo contemplativo (espíritu). La magia de la filosofía perenne es que alude siempre a los principios superiores del amor, la solidaridad, la empatía, el bien, el saber, la libertad, la justicia y la paz, en contraposición a lo que nos ofrece este decadente sistema capitalista. Es decir, es el correcto pensamiento a decir de Garnier, quien puede construir un futuro mejor para todos, y no solo de un modo egoísta e individualista como propugna el economicismo neoliberal. Así, La educación cuántica avalada por la filosofía transpersonal, debería ser una garantía pedagógica con poder para afirmar que estamos ante un segundo renacimiento humanístico: la evolución holística de la noosfera hacia una renovada conciencia colectiva, como postula el arqueólogo, antropólogo y paleontólogo Eudald Carbonell (2007) en su obra El nacimiento de una nueva conciencia.
En dicha obra, Carbonell nos da una visión revolucionaria sobre la condición humana en la que la selección técnica se ha ido imponiendo como mecanismo de evolución del comportamiento humano. Es necesario un pensamiento social crítico que nos conducirá hacia una nueva especie más humana: “De la nueva especie lo más importante será la socialización del conocimiento que hará posible una vida mejor para todos; en segundo lugar, la solidaridad, como valor de cara a conseguir una fuerte conciencia crítica de especie”. Como se puede apreciar, saber y amor, son dos sabios consejos de Carbonell, como si fueran los providenciales bálsamos que pudieran sanar al ego fragmentado y disociado de la humanidad. La nueva conciencia propugnada por Carbonell, de llevarse a la praxis, constituiría todo un segundo renacimiento humanístico. En el primer renacimiento surgió la conciencia individual histórica a partir del cogito cartesiano. En el segundo renacimiento es el espíritu colectivo quien abre las posibilidades hacia un nuevo mundo. El viejo mundo sustentado en el ego está agonizando, y el nuevo mundo del espíritu colectivo está todavía en pañales. Para que sea efectiva la trascendencia del primero al segundo, es imperativa una renovada pedagogía filosófica.
Este artículo es una reproducción del capítulo 5-2 de la primera parte de la obra LA EDUCACIÓN CUÁNTICA
Con estas revelaciones cobra fuerza la tesis de la psicología transpersonal que contempla al hombre como a un ser que trasciende estas dos dimensiones de la existencia material. Por lo tanto, es un ser trascendente que está aquí con un fin superior a la mera existencia en este plano. Así es como la psicología transpersonal contempla un nuevo método: la fenomenología que basa su estudio en la conciencia.
Aunque el término “fenomenología” fue usado muchas veces en la historia de la filosofía antes de Husserl , el uso moderno de la palabra está ligado explícitamente al método y al proyecto filosófico que este filósofo alemán denominó “fenomenología trascendental”. El uso posterior del término está basado principalmente en la fenomenología de Husserl o relacionado críticamente con ella. Para Edmund Husserl, la fenomenología trascendental es, ante todo, un proyecto de renovar a la filosofía para hacer de ella una ciencia estricta y una empresa colectiva. Como forma de entender la filosofía, la fenomenología asume la tarea de describir el sentido que el mundo tiene para nosotros antes de todo filosofar, dicho de otro modo, se trata de exponer las leyes esenciales inherentes a nuestra consciencia del mundo.
Pocos de los discípulos y de los primeros lectores de Husserl compartieron el espíritu de hacer de la fenomenología un proyecto verdaderamente colectivo. Por el contrario, la historia del movimiento fenomenológico parece estar dominada por el deseo de filósofos que aspiran a superarse unos a otros. De ahí que la unidad de lo que se denomina con el título genérico de “fenomenología” sea la mayoría de las veces superficial, cuando no meramente histórica.
Sin embargo, a principios del siglo XXI, esta forma colectiva de hacer filosofía y su proyecto pasan por un renacimiento en gran parte del mundo. La degeneración de los valores morales y espirituales de la sociedad occidental junto a la creciente asunción de la filosofía oriental por aquella (1), ha permitido a la psicología transpersonal afianzarse cada vez más en su objetivo de integrar los tres mundos que fueron diferenciados por Kant: la ciencia (“ello”), la profundidad intelectual del “yo” y la moralidad del “nosotros”. La postmodernidad no ha podido o no ha sabido integrar esos tres mundos, más bien, se ha producido una fragmentación del ego, así como su disociación de la colectividad, todo un proceso de desintegración social y humano que ha conducido al actual caos civilizatorio. Es más urgente que nunca sanar a ese ego herido de muerte, pero, sobre todo, lo que hay que sanar es su ignorancia mediante una educación en libertad y con conocimiento de causa, como pretende La educación cuántica.
NOTA (1): Filosofía oriental y ciencias cognitivas: una introducción. Iker Puente. Universidad Autónoma de Barcelona, Departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación, Enrahonar. Quaderns de Filosofia, 2011, Vol.47 Pág. 15 a 37. Resumen:
“Este ensayo se propone reflexionar sobre la introducción e influencia de la filosofía oriental en el pensamiento occidental, y en particular su relación con las ciencias cognitivas. Se inicia la discusión con un repaso histórico de la introducción de la filosofía oriental en el pensamiento occidental. Después se repasa el progresivo aumento de interés que se produjo a lo largo del siglo XX, propiciado por el interés mostrado por filósofos, lingüistas, psicólogos y físicos occidentales, entre otros. Tras repasar brevemente las principales investigaciones realizadas sobre las diferentes prácticas de meditación, se concluye revisando dos de las principales fuentes de interés hacia la filosofía oriental que aparecieron en la segunda mitad del siglo XX: la psicología transpersonal y las ciencias cognitivas. A partir de este repaso histórico, se concluye que la filosofía oriental puede ser una fuente de inspiración para la psicología y las ciencias cognitivas, y pueden servir de modelo para nuevas formas creativas de entender la relación entre los seres humanos, la mente y la naturaleza.”
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Con estas revelaciones cobra fuerza la tesis de la psicología transpersonal que contempla al hombre como a un ser que trasciende estas dos dimensiones de la existencia material. Por lo tanto, es un ser trascendente que está aquí con un fin superior a la mera existencia en este plano. Así es como la psicología transpersonal contempla un nuevo método: la fenomenología que basa su estudio en la conciencia.
Aunque el término “fenomenología” fue usado muchas veces en la historia de la filosofía antes de Husserl , el uso moderno de la palabra está ligado explícitamente al método y al proyecto filosófico que este filósofo alemán denominó “fenomenología trascendental”. El uso posterior del término está basado principalmente en la fenomenología de Husserl o relacionado críticamente con ella. Para Edmund Husserl, la fenomenología trascendental es, ante todo, un proyecto de renovar a la filosofía para hacer de ella una ciencia estricta y una empresa colectiva. Como forma de entender la filosofía, la fenomenología asume la tarea de describir el sentido que el mundo tiene para nosotros antes de todo filosofar, dicho de otro modo, se trata de exponer las leyes esenciales inherentes a nuestra consciencia del mundo.
Pocos de los discípulos y de los primeros lectores de Husserl compartieron el espíritu de hacer de la fenomenología un proyecto verdaderamente colectivo. Por el contrario, la historia del movimiento fenomenológico parece estar dominada por el deseo de filósofos que aspiran a superarse unos a otros. De ahí que la unidad de lo que se denomina con el título genérico de “fenomenología” sea la mayoría de las veces superficial, cuando no meramente histórica.
Sin embargo, a principios del siglo XXI, esta forma colectiva de hacer filosofía y su proyecto pasan por un renacimiento en gran parte del mundo. La degeneración de los valores morales y espirituales de la sociedad occidental junto a la creciente asunción de la filosofía oriental por aquella (1), ha permitido a la psicología transpersonal afianzarse cada vez más en su objetivo de integrar los tres mundos que fueron diferenciados por Kant: la ciencia (“ello”), la profundidad intelectual del “yo” y la moralidad del “nosotros”. La postmodernidad no ha podido o no ha sabido integrar esos tres mundos, más bien, se ha producido una fragmentación del ego, así como su disociación de la colectividad, todo un proceso de desintegración social y humano que ha conducido al actual caos civilizatorio. Es más urgente que nunca sanar a ese ego herido de muerte, pero, sobre todo, lo que hay que sanar es su ignorancia mediante una educación en libertad y con conocimiento de causa, como pretende La educación cuántica.
NOTA (1): Filosofía oriental y ciencias cognitivas: una introducción. Iker Puente. Universidad Autónoma de Barcelona, Departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación, Enrahonar. Quaderns de Filosofia, 2011, Vol.47 Pág. 15 a 37. Resumen:
“Este ensayo se propone reflexionar sobre la introducción e influencia de la filosofía oriental en el pensamiento occidental, y en particular su relación con las ciencias cognitivas. Se inicia la discusión con un repaso histórico de la introducción de la filosofía oriental en el pensamiento occidental. Después se repasa el progresivo aumento de interés que se produjo a lo largo del siglo XX, propiciado por el interés mostrado por filósofos, lingüistas, psicólogos y físicos occidentales, entre otros. Tras repasar brevemente las principales investigaciones realizadas sobre las diferentes prácticas de meditación, se concluye revisando dos de las principales fuentes de interés hacia la filosofía oriental que aparecieron en la segunda mitad del siglo XX: la psicología transpersonal y las ciencias cognitivas. A partir de este repaso histórico, se concluye que la filosofía oriental puede ser una fuente de inspiración para la psicología y las ciencias cognitivas, y pueden servir de modelo para nuevas formas creativas de entender la relación entre los seres humanos, la mente y la naturaleza.”
1 - La sociedad de la ignorancia
El texto siguiente es una reproducción de la nota número 19 de LA EDUCACIÓN CUÁNTICA (4ª ed.)
En este ensayo, el lector podrá apreciar que, en reiteradas ocasiones, aludiré a La sociedad de la ignorancia. No debe interpretarse dicha alusión en un sentido peyorativo hacia mis coetáneos, o como una postura de soberbia de quien escribe esto, sino más bien, como un pensamiento crítico, tomando prestada la expresión de los autores intelectuales (Mayos, Brey, Campàs, Innerarity, Ruiz y Subirats) de la obra con el mismo título: La sociedad de la ignorancia.
En el prólogo de dicha obra, se justifica ya plenamente el por qué dicho título: por paradójico que resulte, la potente y exitosa sociedad del conocimiento que están construyendo las avanzadas sociedades postindustriales conlleva un riesgo creciente de incultura. En términos cuantitativos, ningún individuo puede competir con el ritmo hiperbólico actual en la producción de información, pues esa producción crece exponencialmente gracias a que -como nunca antes- es una labor colectiva potenciada porque estamos continuamente entrelazados mediante Internet, lo cual excede a la capacidad de los individuos para procesar dicha información.
Así, cada vez más individuos tienden a percibir tras la sociedad del conocimiento la sombra amenazante de una “sociedad de la incultura” que les condena a una inevitable obsolescencia cognitiva. Cualquier solución o enmienda, dicen los autores, que nos planteemos pasa por entender a fondo el vínculo radical que existe entre la sociedad del conocimiento y los “nuevos analfabetos”, es decir, los nuevos tipos de ignorantes, incultos y marginados. Por desgracia, ni en Internet ni en la sociedad del conocimiento se asegura la visibilidad a quien tenga algo que decir o un conocimiento valiosos que aportar. ¿Quién es hoy el genio o el sabio que no necesita especializarse con todo el saber colectivo que generamos o, simplemente, dispone de una amplia y suficiente “cultura general”?
Como respuesta, se dice, de un modo un tanto irónico, que los “filósofos”. ¿Está aumentando de manera inevitable y acelerada la distancia entre lo que los individuos -cada uno de nosotros- puede conocer o controlar con un mínimo de solvencia crítica y el conocimiento que produce la humanidad en su conjunto? Por todo ello, orientarse con criterio y sentido personal dentro de la cultura o conocimiento colectivos resulta cada vez más difícil, costoso y problemático (tal es el objetivo pretendido por este ensayo: ofrecer un mapa epistemológico con una finalidad pedagógica, como está reproducido esquemáticamente en el prólogo).
Los autores de La sociedad de la ignorancia sostienen que la obsolescencia cognitiva que el crecimiento exponencial del conocimiento disponible ha producido en los individuos no amenaza tanto su campo profesional y especializado, sino sobre todo las coordenadas generales que estos precisan para decidir de manera democrática y con conocimiento de causa sobre los procesos crecientemente complejos que configuran la vida humana actual. Por eso, la otra cara de la sociedad del conocimiento es, sobre todo, la “sociedad de la incultura” y “de la ignorancia” (de ahí la imperiosa necesidad de reivindicar a la filosofía como baluarte para dar un sentido a la vida, y a La educación cuántica como su pedagógica función).
Concluyen estos autores de que el poder y el dominio también acechan, ocultas tras Internet y la “sociedad del conocimiento” (prueba de ello son las escuchas ilegales a escala mundial realizadas por la NSA estadounidense). Para minimizar esos riesgos y poder “empoderarnos” democráticamente en esas nuevas posibilidades, todos tenemos que estar vigilantes, atentos y decididos a ejercer nuestros derechos ciudadanos (como se verá en este ensayo, la filosofía de la mente propuesta aboga por el empoderamiento “consciente” de la consciencia, un “ despertar de la conciencia” que ya Platón anticipó en su Mito de la Caverna).
2 - Las repercusiones epistemológicas de La sociedad de la ignorancia
El texto siguiente es una reproducción del capítulo 5-3 de la primera parte de LA EDUCACIÓN CUÁNTICA (4ª ed.)
Las consecuencias de La sociedad de la ignorancia son visibles en este decadente sistema capitalista de producción: predomina un egoísmo propulsor del infinito crecimiento en un planeta finito, lo cual invita al decrecimiento (Latouche, 2011) ya que plantea graves consecuencias humanas en la globalización en la que se halla inmersa este mundo (Bauman, 2003); también la libertad de los mercados está por encima de la de las personas; sin olvidar el acopio del conocimiento científico para el belicismo y la manipulación de la humanidad por una minoría de peligrosos psicópatas que gobiernan en la sombra (Estulin, 2007) (1) . Vuelvo a insistir, nos hallamos antes un caos civilizatorio en toda regla, principalmente, porque todavía no se ha logrado la integración de esos tres mundos diferenciados por Kant: ciencia, ego y moralidad.
La ciencia es usada servil y criminalmente por los poderes fácticos; el ego está sodomizado por el sistema capitalista; y la moralidad social está supeditada a los dogmas religiosos y a la oligarquía plutocrática. Kant (2007) fue consciente de los riesgos de la diferenciación entre la ciencia, el ego y la moralidad, y así lo expresó en su ensayo ¿Qué es la ilustración? La integración de esos tres mundos -ciencia, ego y moralidad-, sin lugar a dudas, se vislumbra como posible gracias al movimiento “transpersonal” surgido como “cuarta fuerza” de la psicología: tiene como objetivo integrar la racionalidad con la espiritualidad. Este racionalismo espiritual ha sido conceptuado en un magistral sistema de pensamiento por Ken Wilber (2005) mediante su obra cumbre Sexo, Ecología, Espiritualidad, erguido así este pensador como el representante más emblemático de la filosofía transpersonal y psicología transpersonal.
Siguiendo la estela de Wilber, mi obra Pensar en ser libre, de la filosofía tradicional a la filosofía transpersonal es una humilde revisión de la historia del pensamiento al propugnar que el “movimiento transpersonal” debe ser rehabilitado históricamente más allá del misticismo cuántico, término acuñado peyorativamente por los caducos materialistas científicos. Evidencio en dicha obra que el pasado pertenece a la razón individualista, pero el futuro pertenece al espíritu colectivo. Así, esa razón egocéntrica, muy a su pesar, se está retorciendo de dolor (Jara, 2007), un daño causado por el hombre al hombre, todo un contra sentido holístico de la naturaleza. Así, el giro natural, nunca mejor dicho, es que el genuino cogito cartesiano se auxilie con el espíritu kantiano mediante su imperativo categórico, lo que perennemente se ha conocido como amor. Lo que viene a decir la historia es que no se puede vivir sin amor (Hüther, 2015), porque es la más alta motivación que nos alienta a vivir, una cuestión ahora reconocida y evidenciada desde la neurobiología y la sociobiología (2) . ¿Acaso no hacemos lo que hacemos por amor a nuestros seres queridos? Pero ese amor ha sido también desahuciado del corazón de las personas por el perverso sistema capitalista que pone todo en venta, hasta nuestras emociones y nuestros sentimientos, anulando incluso nuestra voluntad sobre nuestros actos y pensamientos, convirtiéndonos entonces en autómatas productores de bienes de consumo para la exclusiva satisfacción del ego, descuidando así plenamente al espíritu. Desolador pensamiento occidental.
NOTAS:
(1) Los señores de las sombras (Estulin, 2007) es una investigación que pone al descubierto los vínculos entre los gobiernos, Servicios de Inteligencia, traficantes de drogas, terroristas internacionales y grandes empresas petroleras. Descubre toda la verdad sobre: El asesinato con polonio del ex espía ruso Alexander Litvinenko. El beneficio que, protegidos por la CIA, obtienen del negocio mundial de la droga las grandes corporaciones y los bancos occidentales. Cómo Roman Abramovich, actual propietario del Chelsea F. C., y Boris Berezovsky, el mayor oligarca de Rusia, robaron más de 2.800 millones de dólares del Fondo Monetario Internacional. Cómo las ONG están expoliando Darfur (Sudán) con la ayuda de las grandes multinacionales, que quieren hacerse con los yacimientos petrolíferos de todo el país. La estrecha relación de Victor Bout, el mayor traficante de armas del mundo, y el gobierno de George W. Bush. Cómo el fundamentalismo cristiano estadounidense está relacionado con Al Qaeda y el tráfico de drogas en Afganistán. La relación de la Hermandad Musulmana -que mantiene fuertes vínculos con la Casa Blanca- con los atentados del 11 de marzo en Madrid.
(2) El darwinismo y la teoría de la evolución y la selección natural se han convertido en pilares de la biología moderna. Gracias a ellos entendemos un poco mejor cómo se ha desarrollado la vida en sus múltiples manifestaciones. Sin embargo, cuando hablamos de animales superiores, como el ser humano, no todo parece justificarse a través de un naturalismo simple. Gerald Hüther (2015), neurobiólogo y autor de La evolución del amor, afirma que hay que tener en cuenta también otro ingrediente crucial, que afecta a hacia dónde se dirige nuestra especie y por dónde ha transcurrido hasta la fecha. Ese ingrediente, para este prestigioso científico, es el amor.
Hüther considera que el amor, como manifestación biológica, resulta crucial para explicar la historia de la evolución humana reciente, como elemento de cohesión personal, de garantía de la unión en una pareja o de cooperación en un grupo social. Sin el amor, un fenómeno creado por la propia evolución, la intrincada red de enlaces familiares que se han venido sucediendo a lo largo de la historia sería muy diferente, y distintos también, con seguridad, los rumbos seguidos por nuestra especie. Gracia a él, no solo tienen valor los genes egoístas, o la supervivencia del más fuerte, sino también la capacidad de elección de pareja por motivos distintos a la simple atracción física o el instinto reproductor.
En esta obra, el también catedrático de ciencias naturales y doctor en medicina reflexiona sobre el concepto del amor y sus raíces biológicas, así como las consecuencias de su existencia. Puede decirse que nuestra comprensión del amor ha evolucionado con los tiempos, pero que a pesar del surgimiento de la razón y del pensamiento crítico, este sentimiento sigue siendo importante por su influencia en el futuro de la especie.
Hüther nos cuenta como, con el auge del naturalismo y la ilustración, Darwin y otros científicos tuvieron que convivir con los nuevos descubrimientos y con conceptos ya caducos, como las explicaciones de la religión sobre el origen del hombre. Pero a pesar de la llegada de la razón en este campo, aún costaba explicar el papel que tenía en todo ello el amor. Así, del darwinismo más descarnado, se pasó al darwinismo social, y posteriormente al determinismo del comportamiento. Finalmente, la sociobiología se apoderó de la escena.
Para Hüther, el amor también es la fuente de nuestra creatividad, no solo en el caso de músicos y artistas; también lo es para muchos grandes políticos y científicos. Es la base de nuestra existencia y nuestros logros culturales. Por el contrario, el estrés, la presión y la ansiedad no resultan del amor, sino de la competencia, que es la fuerza motora de la especialización, no de la creatividad. Según Hüther, todos somos “hijos del amor”, aunque a veces lo olvidamos porque la competencia y la guerra han impulsado grandes invenciones. Sin embargo, lo que nos une y lo que nos mantiene unidos a la naturaleza y a los demás es el amor, pese a la competencia.
Así, el amor es nuestra única perspectiva de supervivencia en este planeta. Estamos a punto de agotar nuestros propios recursos naturales, al explotarlos y contaminarlos, porque competimos entre nosotros, como individuos y como naciones. La única fuerza que puede vencer esta competencia autodestructiva es el amor, o si prefieres un término más cognitivo, el compromiso de equipo y la creatividad participativa. El amor es la fuente de logros evolutivos fundamentales. La selección sexual, es decir, la elección de pareja basada en un sentimiento que llamamos amor, provocó el moldeado de nuestros cuerpos en función de las preferencias y gustos de la pareja. Además, el amor paternal permitió fomentar las capacidades de nuestros hijos. Sin el cariño no seríamos capaces de dedicarnos a los demás y comprometernos. Tampoco podríamos alentarnos e inspirarnos los unos a los otros.
Para Hüther, es evidente de que para sacar provecho de nuestro potencial tenemos que encontrarnos los unos con los otros como sujetos en lugar de tratarnos como objetos. Solo la gente “amorosa” es capaz de tratar a los demás como sujetos. Pero, en la actualidad, nuestra cultura favorece a aquellos que usan y manipulan a los demás para lograr sus propósitos. A menos que este tipo de relaciones interpersonales y culturales desarrolladas a lo largo de la historia se supere, no seremos capaces de resolver ninguno de los problemas a los que nos enfrentamos ahora. La lucha por el poder y la dominación es la verdadera causa de todos nuestros problemas.
Ya es posible pues afirmar que el papel del amor es tan importante en el devenir de nuestra especie como puedan serlo otros factores biológicos. En este libro encontraremos los argumentos que lo confirman.
BIBLIOGRAFÍA:
Bauman, Zygmunt. La globalización: consecuencias humanas. México: Fondo de Cultura Económica de España, 2003.
Estulin, Daniel. Los señores de las sombras. Madrid: Del Bronce, 2007.
Hüther, Gerald. La evolución del amor. Barcelona: Plataforma, 2015.
Jara, Miguel. Conspiraciones tóxicas. Cómo atentan contra nuestra salud y el medio ambiente los grupos empresariales. Barcelona: Martinez Roca, 2007.
Kant, Inmanuel. ¿Qué es la ilustración? Madrid: Alianza, 2007.
Latouche, Serge. La hora del decrecimiento. Barcelona: Octaedro, 2011.
Wilber, Ken. Sexo, Ecología, Espiritualidad. Madrid: Gaia Ediciones, 2005.
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El texto siguiente es una reproducción de la nota número 19 de LA EDUCACIÓN CUÁNTICA (4ª ed.)
En este ensayo, el lector podrá apreciar que, en reiteradas ocasiones, aludiré a La sociedad de la ignorancia. No debe interpretarse dicha alusión en un sentido peyorativo hacia mis coetáneos, o como una postura de soberbia de quien escribe esto, sino más bien, como un pensamiento crítico, tomando prestada la expresión de los autores intelectuales (Mayos, Brey, Campàs, Innerarity, Ruiz y Subirats) de la obra con el mismo título: La sociedad de la ignorancia.
En el prólogo de dicha obra, se justifica ya plenamente el por qué dicho título: por paradójico que resulte, la potente y exitosa sociedad del conocimiento que están construyendo las avanzadas sociedades postindustriales conlleva un riesgo creciente de incultura. En términos cuantitativos, ningún individuo puede competir con el ritmo hiperbólico actual en la producción de información, pues esa producción crece exponencialmente gracias a que -como nunca antes- es una labor colectiva potenciada porque estamos continuamente entrelazados mediante Internet, lo cual excede a la capacidad de los individuos para procesar dicha información.
Así, cada vez más individuos tienden a percibir tras la sociedad del conocimiento la sombra amenazante de una “sociedad de la incultura” que les condena a una inevitable obsolescencia cognitiva. Cualquier solución o enmienda, dicen los autores, que nos planteemos pasa por entender a fondo el vínculo radical que existe entre la sociedad del conocimiento y los “nuevos analfabetos”, es decir, los nuevos tipos de ignorantes, incultos y marginados. Por desgracia, ni en Internet ni en la sociedad del conocimiento se asegura la visibilidad a quien tenga algo que decir o un conocimiento valiosos que aportar. ¿Quién es hoy el genio o el sabio que no necesita especializarse con todo el saber colectivo que generamos o, simplemente, dispone de una amplia y suficiente “cultura general”?
Como respuesta, se dice, de un modo un tanto irónico, que los “filósofos”. ¿Está aumentando de manera inevitable y acelerada la distancia entre lo que los individuos -cada uno de nosotros- puede conocer o controlar con un mínimo de solvencia crítica y el conocimiento que produce la humanidad en su conjunto? Por todo ello, orientarse con criterio y sentido personal dentro de la cultura o conocimiento colectivos resulta cada vez más difícil, costoso y problemático (tal es el objetivo pretendido por este ensayo: ofrecer un mapa epistemológico con una finalidad pedagógica, como está reproducido esquemáticamente en el prólogo).
Los autores de La sociedad de la ignorancia sostienen que la obsolescencia cognitiva que el crecimiento exponencial del conocimiento disponible ha producido en los individuos no amenaza tanto su campo profesional y especializado, sino sobre todo las coordenadas generales que estos precisan para decidir de manera democrática y con conocimiento de causa sobre los procesos crecientemente complejos que configuran la vida humana actual. Por eso, la otra cara de la sociedad del conocimiento es, sobre todo, la “sociedad de la incultura” y “de la ignorancia” (de ahí la imperiosa necesidad de reivindicar a la filosofía como baluarte para dar un sentido a la vida, y a La educación cuántica como su pedagógica función).
Concluyen estos autores de que el poder y el dominio también acechan, ocultas tras Internet y la “sociedad del conocimiento” (prueba de ello son las escuchas ilegales a escala mundial realizadas por la NSA estadounidense). Para minimizar esos riesgos y poder “empoderarnos” democráticamente en esas nuevas posibilidades, todos tenemos que estar vigilantes, atentos y decididos a ejercer nuestros derechos ciudadanos (como se verá en este ensayo, la filosofía de la mente propuesta aboga por el empoderamiento “consciente” de la consciencia, un “ despertar de la conciencia” que ya Platón anticipó en su Mito de la Caverna).
2 - Las repercusiones epistemológicas de La sociedad de la ignorancia
El texto siguiente es una reproducción del capítulo 5-3 de la primera parte de LA EDUCACIÓN CUÁNTICA (4ª ed.)
Las consecuencias de La sociedad de la ignorancia son visibles en este decadente sistema capitalista de producción: predomina un egoísmo propulsor del infinito crecimiento en un planeta finito, lo cual invita al decrecimiento (Latouche, 2011) ya que plantea graves consecuencias humanas en la globalización en la que se halla inmersa este mundo (Bauman, 2003); también la libertad de los mercados está por encima de la de las personas; sin olvidar el acopio del conocimiento científico para el belicismo y la manipulación de la humanidad por una minoría de peligrosos psicópatas que gobiernan en la sombra (Estulin, 2007) (1) . Vuelvo a insistir, nos hallamos antes un caos civilizatorio en toda regla, principalmente, porque todavía no se ha logrado la integración de esos tres mundos diferenciados por Kant: ciencia, ego y moralidad.
La ciencia es usada servil y criminalmente por los poderes fácticos; el ego está sodomizado por el sistema capitalista; y la moralidad social está supeditada a los dogmas religiosos y a la oligarquía plutocrática. Kant (2007) fue consciente de los riesgos de la diferenciación entre la ciencia, el ego y la moralidad, y así lo expresó en su ensayo ¿Qué es la ilustración? La integración de esos tres mundos -ciencia, ego y moralidad-, sin lugar a dudas, se vislumbra como posible gracias al movimiento “transpersonal” surgido como “cuarta fuerza” de la psicología: tiene como objetivo integrar la racionalidad con la espiritualidad. Este racionalismo espiritual ha sido conceptuado en un magistral sistema de pensamiento por Ken Wilber (2005) mediante su obra cumbre Sexo, Ecología, Espiritualidad, erguido así este pensador como el representante más emblemático de la filosofía transpersonal y psicología transpersonal.
Siguiendo la estela de Wilber, mi obra Pensar en ser libre, de la filosofía tradicional a la filosofía transpersonal es una humilde revisión de la historia del pensamiento al propugnar que el “movimiento transpersonal” debe ser rehabilitado históricamente más allá del misticismo cuántico, término acuñado peyorativamente por los caducos materialistas científicos. Evidencio en dicha obra que el pasado pertenece a la razón individualista, pero el futuro pertenece al espíritu colectivo. Así, esa razón egocéntrica, muy a su pesar, se está retorciendo de dolor (Jara, 2007), un daño causado por el hombre al hombre, todo un contra sentido holístico de la naturaleza. Así, el giro natural, nunca mejor dicho, es que el genuino cogito cartesiano se auxilie con el espíritu kantiano mediante su imperativo categórico, lo que perennemente se ha conocido como amor. Lo que viene a decir la historia es que no se puede vivir sin amor (Hüther, 2015), porque es la más alta motivación que nos alienta a vivir, una cuestión ahora reconocida y evidenciada desde la neurobiología y la sociobiología (2) . ¿Acaso no hacemos lo que hacemos por amor a nuestros seres queridos? Pero ese amor ha sido también desahuciado del corazón de las personas por el perverso sistema capitalista que pone todo en venta, hasta nuestras emociones y nuestros sentimientos, anulando incluso nuestra voluntad sobre nuestros actos y pensamientos, convirtiéndonos entonces en autómatas productores de bienes de consumo para la exclusiva satisfacción del ego, descuidando así plenamente al espíritu. Desolador pensamiento occidental.
NOTAS:
(1) Los señores de las sombras (Estulin, 2007) es una investigación que pone al descubierto los vínculos entre los gobiernos, Servicios de Inteligencia, traficantes de drogas, terroristas internacionales y grandes empresas petroleras. Descubre toda la verdad sobre: El asesinato con polonio del ex espía ruso Alexander Litvinenko. El beneficio que, protegidos por la CIA, obtienen del negocio mundial de la droga las grandes corporaciones y los bancos occidentales. Cómo Roman Abramovich, actual propietario del Chelsea F. C., y Boris Berezovsky, el mayor oligarca de Rusia, robaron más de 2.800 millones de dólares del Fondo Monetario Internacional. Cómo las ONG están expoliando Darfur (Sudán) con la ayuda de las grandes multinacionales, que quieren hacerse con los yacimientos petrolíferos de todo el país. La estrecha relación de Victor Bout, el mayor traficante de armas del mundo, y el gobierno de George W. Bush. Cómo el fundamentalismo cristiano estadounidense está relacionado con Al Qaeda y el tráfico de drogas en Afganistán. La relación de la Hermandad Musulmana -que mantiene fuertes vínculos con la Casa Blanca- con los atentados del 11 de marzo en Madrid.
(2) El darwinismo y la teoría de la evolución y la selección natural se han convertido en pilares de la biología moderna. Gracias a ellos entendemos un poco mejor cómo se ha desarrollado la vida en sus múltiples manifestaciones. Sin embargo, cuando hablamos de animales superiores, como el ser humano, no todo parece justificarse a través de un naturalismo simple. Gerald Hüther (2015), neurobiólogo y autor de La evolución del amor, afirma que hay que tener en cuenta también otro ingrediente crucial, que afecta a hacia dónde se dirige nuestra especie y por dónde ha transcurrido hasta la fecha. Ese ingrediente, para este prestigioso científico, es el amor.
Hüther considera que el amor, como manifestación biológica, resulta crucial para explicar la historia de la evolución humana reciente, como elemento de cohesión personal, de garantía de la unión en una pareja o de cooperación en un grupo social. Sin el amor, un fenómeno creado por la propia evolución, la intrincada red de enlaces familiares que se han venido sucediendo a lo largo de la historia sería muy diferente, y distintos también, con seguridad, los rumbos seguidos por nuestra especie. Gracia a él, no solo tienen valor los genes egoístas, o la supervivencia del más fuerte, sino también la capacidad de elección de pareja por motivos distintos a la simple atracción física o el instinto reproductor.
En esta obra, el también catedrático de ciencias naturales y doctor en medicina reflexiona sobre el concepto del amor y sus raíces biológicas, así como las consecuencias de su existencia. Puede decirse que nuestra comprensión del amor ha evolucionado con los tiempos, pero que a pesar del surgimiento de la razón y del pensamiento crítico, este sentimiento sigue siendo importante por su influencia en el futuro de la especie.
Hüther nos cuenta como, con el auge del naturalismo y la ilustración, Darwin y otros científicos tuvieron que convivir con los nuevos descubrimientos y con conceptos ya caducos, como las explicaciones de la religión sobre el origen del hombre. Pero a pesar de la llegada de la razón en este campo, aún costaba explicar el papel que tenía en todo ello el amor. Así, del darwinismo más descarnado, se pasó al darwinismo social, y posteriormente al determinismo del comportamiento. Finalmente, la sociobiología se apoderó de la escena.
Para Hüther, el amor también es la fuente de nuestra creatividad, no solo en el caso de músicos y artistas; también lo es para muchos grandes políticos y científicos. Es la base de nuestra existencia y nuestros logros culturales. Por el contrario, el estrés, la presión y la ansiedad no resultan del amor, sino de la competencia, que es la fuerza motora de la especialización, no de la creatividad. Según Hüther, todos somos “hijos del amor”, aunque a veces lo olvidamos porque la competencia y la guerra han impulsado grandes invenciones. Sin embargo, lo que nos une y lo que nos mantiene unidos a la naturaleza y a los demás es el amor, pese a la competencia.
Así, el amor es nuestra única perspectiva de supervivencia en este planeta. Estamos a punto de agotar nuestros propios recursos naturales, al explotarlos y contaminarlos, porque competimos entre nosotros, como individuos y como naciones. La única fuerza que puede vencer esta competencia autodestructiva es el amor, o si prefieres un término más cognitivo, el compromiso de equipo y la creatividad participativa. El amor es la fuente de logros evolutivos fundamentales. La selección sexual, es decir, la elección de pareja basada en un sentimiento que llamamos amor, provocó el moldeado de nuestros cuerpos en función de las preferencias y gustos de la pareja. Además, el amor paternal permitió fomentar las capacidades de nuestros hijos. Sin el cariño no seríamos capaces de dedicarnos a los demás y comprometernos. Tampoco podríamos alentarnos e inspirarnos los unos a los otros.
Para Hüther, es evidente de que para sacar provecho de nuestro potencial tenemos que encontrarnos los unos con los otros como sujetos en lugar de tratarnos como objetos. Solo la gente “amorosa” es capaz de tratar a los demás como sujetos. Pero, en la actualidad, nuestra cultura favorece a aquellos que usan y manipulan a los demás para lograr sus propósitos. A menos que este tipo de relaciones interpersonales y culturales desarrolladas a lo largo de la historia se supere, no seremos capaces de resolver ninguno de los problemas a los que nos enfrentamos ahora. La lucha por el poder y la dominación es la verdadera causa de todos nuestros problemas.
Ya es posible pues afirmar que el papel del amor es tan importante en el devenir de nuestra especie como puedan serlo otros factores biológicos. En este libro encontraremos los argumentos que lo confirman.
BIBLIOGRAFÍA:
Bauman, Zygmunt. La globalización: consecuencias humanas. México: Fondo de Cultura Económica de España, 2003.
Estulin, Daniel. Los señores de las sombras. Madrid: Del Bronce, 2007.
Hüther, Gerald. La evolución del amor. Barcelona: Plataforma, 2015.
Jara, Miguel. Conspiraciones tóxicas. Cómo atentan contra nuestra salud y el medio ambiente los grupos empresariales. Barcelona: Martinez Roca, 2007.
Kant, Inmanuel. ¿Qué es la ilustración? Madrid: Alianza, 2007.
Latouche, Serge. La hora del decrecimiento. Barcelona: Octaedro, 2011.
Wilber, Ken. Sexo, Ecología, Espiritualidad. Madrid: Gaia Ediciones, 2005.
1 - El problema cultural de la conciencia
El término "conciencia", según la RAE, tiene las siguientes acepciones:
1. f. Conocimiento del bien y del mal que permite a la persona enjuiciar moralmente la realidad y los actos, especialmente los propios.
2. f. Sentido moral o ético propios de una persona.
3. f. Conocimiento espontáneo y más o menos vago de una realidad.
4. f. Conocimiento claro y reflexivo de la realidad.
5. f. Capacidad del ser humano de reconocer la realidad circundante y de relacionarse con ella.
6. f. Fil. Actividad mental del propio sujeto que permite sentirse presente en el mundo y en la realidad.
Según dichas definiciones, la primera y la segunda definición aluden a la moralidad; la tercera, cuarta y quinta aluden al conocimiento; y la sexta a la autoconciencia. Así, pues, tenemos tres conceptos claves a dilucidar de un modo filosófico y científico: la moralidad, el conocimiento y la autoconciencia de cada persona. ¿Acaso la RAE nos explica algo nuevo? En absoluto, pues si retomamos las Tres críticas de Kant, vemos inherentemente una correlación de la Crítica de la razón pura con el “conocimiento” (ciencia o “ello”), la Crítica de la razón práctica con la “moralidad” (“nosotros”), y la Crítica del juicio con la percepción estética del sujeto (“yo”). Nada nuevo bajo el cielo, sin embargo, las definiciones de la RAE correlacionadas con las obras del inconmensurable Kant, dejan en evidencia un problema científico y filosófico por resolver:
¿Cómo se relacionan el conocimiento, la moralidad y la conciencia percibida por cada sujeto?
Ahí estriba el gran problema cultural, y también el fracaso epistemológico del pensamiento occidental, pues, sea lo que sea la vida y su sentido, es evidente que esos tres campos de la conciencia (conocimiento, moralidad y “yo”) son los enigmas por resolver todavía de un modo consensuado por la humanidad, de lo contrario, ¿cómo explicar la actual situación de colapso mundial generado por una falsa pandemia?, ¿cómo entender que la moralidad sea ajada económica, social y políticamente?, ¿cómo vivir sin un consenso cognitivo acerca del “auténtico” conocimiento entre ciencia y espiritualidad? Preguntas todas ellas a las que se han enfrentado los más sesudos pensadores de la historia.
2 - La conciencia evoluciona
Si una cosa hemos aprendido de la historia, e incluso de la educación, es que existe una “evolución” del conocimiento, una “evolución” de la moralidad, así como una “evolución” de la conciencia percibida por cada uno de nosotros y, por ende, por ello es que se pueden realizar mapas evolutivos de la conciencia. Quizá, bajo mi humilde opinión, La evolución de la conciencia según Ken Wilber, así como Los 8 velos de la percepción según Don Harkins son dos mapas mentales que nos ubican contextualmente a cada uno de nosotros: el mapa de Wilber en nuestra profundidad psicológica y espiritual, y el mapa de Harkins a nivel social y antropológico. Sin embargo, ambos tienen en común que concluyen en la experiencia mística, en la postulación de un Dios del cual formamos parte, una cuestión también acreditada por la filosofía cuántica para intentar dar respuestas desde la ciencia a nuestras más profundas inquietudes espirituales.
3 - Los tres fundamentos de la conciencia
Así planteada la cuestión que nos ocupa, a saber, ¿qué es la conciencia?, es imperativo para cada uno de nosotros enfrentarnos al desvelamiento de los tres fundamentos de la conciencia:
-Respecto del conocimiento: ¿qué puedo saber?, ¿qué estoy dispuesto a aprender?, ¿para qué sirve el conocimiento?, ¿se puede lograr un conocimiento absoluto o más bien relativo?, ¿qué tipo de pensador soy respecto a la adquisición de conocimiento?
-Respecto de la moralidad: ¿qué es la moralidad para mí?, ¿actúo moralmente según mis convicciones?, ¿puedo actuar sin moralidad y, en tal caso, puede tener consecuencias para mí?, ¿cuál es mi relación y obligación moral hacia los demás?
-Respecto a la propia autoconciencia: ¿quién soy?, ¿qué quiero ser?, ¿qué deseo expresar de mí?, ¿me conozco a mí mismo?, ¿es importante el autoconocimiento?
Es evidente que, si una persona pudiera responderse todas esas preguntas, estaría en el camino ascendente hacia la sabiduría (es decir, del conocimiento), y llegaría a la conclusión de que, en esa cúspide cognitiva, hallaría el amor como ley suprema (es decir la relación moral por excelencia) y, consiguientemente, estaría en un estado de éxtasis, en una conciencia de unidad en la que ya no participa del mundo de un modo dividido y separado (dualidad) sino desde la no-dualidad. Ese estado de trascendencia ha sido definido como autorrealización en la Pirámide de Maslow, o iluminación en diferentes corrientes espirituales, en cualquier caso, es una auténtica intuición espiritual que, implícitamente, conlleva el despertar espiritual.
4 - La conciencia como proyecto filosófico y pedagógico
Correlativamente, la inteligencia espiritual es el proceso mediante el cual la razón (conocimiento) se espiritualiza (amor) en una experiencia interior que puede ser vivida y experimentada mediante la meditación sobre todas las preguntas anteriormente planteadas. Todo un reto que llevó a Noemí Siverio (Venezuela) a formular su Tesis Doctoral “Psicología del homo complexus para una educación desde la comprensión”
Por tanto, tal como he tratado de demostrar en mi obra CIENCIA, FILOSOFÍA, ESPIRITUALIDAD, es posible la sanación trascendental de la humanidad mediante la meditación. Y que esa actitud mayéutica de autoconocimiento (una sabia lección del inconmensurable Sócrates a través de Platón), nos hace concluir en boca de Sócrates: “Aquel que quiera cambiar el mundo, deberá comenzar por cambiarse a sí mismo”. Tal sería el mayor proyecto filosófico y pedagógico que debería ser educado para intentar resolver la pregunta planteada en este artículo: ¿qué es la conciencia?
Todo un reto para los actuales científicos, filósofos, profesores y educadores, pues tienen ante sí el gran desafío de contemplar la FILOSOFÍA TRANSPERSONAL Y LA EDUCACIÓN TRANSRACIONAL como fundamentos epistemológico y pedagógico para dar respuesta a cualquier joven que les pregunte: ¿qué es la conciencia? Una cuestión que ha sido incursionada pedagógicamente por la profesora Marely Figueroa, no solo mediante su Tesis de Maestría, sino prácticamente mediante una experiencia pionera en México al impartir la asignatura de filosofía transpersonal en el grado universitario de educación.
Los cimientos están puestos y, quizá entre todos, algún día en el transcurso de la evolución humana, seremos capaces de responder a la eterna pregunta: ¿qué es la conciencia?
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El término "conciencia", según la RAE, tiene las siguientes acepciones:
1. f. Conocimiento del bien y del mal que permite a la persona enjuiciar moralmente la realidad y los actos, especialmente los propios.
2. f. Sentido moral o ético propios de una persona.
3. f. Conocimiento espontáneo y más o menos vago de una realidad.
4. f. Conocimiento claro y reflexivo de la realidad.
5. f. Capacidad del ser humano de reconocer la realidad circundante y de relacionarse con ella.
6. f. Fil. Actividad mental del propio sujeto que permite sentirse presente en el mundo y en la realidad.
Según dichas definiciones, la primera y la segunda definición aluden a la moralidad; la tercera, cuarta y quinta aluden al conocimiento; y la sexta a la autoconciencia. Así, pues, tenemos tres conceptos claves a dilucidar de un modo filosófico y científico: la moralidad, el conocimiento y la autoconciencia de cada persona. ¿Acaso la RAE nos explica algo nuevo? En absoluto, pues si retomamos las Tres críticas de Kant, vemos inherentemente una correlación de la Crítica de la razón pura con el “conocimiento” (ciencia o “ello”), la Crítica de la razón práctica con la “moralidad” (“nosotros”), y la Crítica del juicio con la percepción estética del sujeto (“yo”). Nada nuevo bajo el cielo, sin embargo, las definiciones de la RAE correlacionadas con las obras del inconmensurable Kant, dejan en evidencia un problema científico y filosófico por resolver:
¿Cómo se relacionan el conocimiento, la moralidad y la conciencia percibida por cada sujeto?
Ahí estriba el gran problema cultural, y también el fracaso epistemológico del pensamiento occidental, pues, sea lo que sea la vida y su sentido, es evidente que esos tres campos de la conciencia (conocimiento, moralidad y “yo”) son los enigmas por resolver todavía de un modo consensuado por la humanidad, de lo contrario, ¿cómo explicar la actual situación de colapso mundial generado por una falsa pandemia?, ¿cómo entender que la moralidad sea ajada económica, social y políticamente?, ¿cómo vivir sin un consenso cognitivo acerca del “auténtico” conocimiento entre ciencia y espiritualidad? Preguntas todas ellas a las que se han enfrentado los más sesudos pensadores de la historia.
2 - La conciencia evoluciona
Si una cosa hemos aprendido de la historia, e incluso de la educación, es que existe una “evolución” del conocimiento, una “evolución” de la moralidad, así como una “evolución” de la conciencia percibida por cada uno de nosotros y, por ende, por ello es que se pueden realizar mapas evolutivos de la conciencia. Quizá, bajo mi humilde opinión, La evolución de la conciencia según Ken Wilber, así como Los 8 velos de la percepción según Don Harkins son dos mapas mentales que nos ubican contextualmente a cada uno de nosotros: el mapa de Wilber en nuestra profundidad psicológica y espiritual, y el mapa de Harkins a nivel social y antropológico. Sin embargo, ambos tienen en común que concluyen en la experiencia mística, en la postulación de un Dios del cual formamos parte, una cuestión también acreditada por la filosofía cuántica para intentar dar respuestas desde la ciencia a nuestras más profundas inquietudes espirituales.
3 - Los tres fundamentos de la conciencia
Así planteada la cuestión que nos ocupa, a saber, ¿qué es la conciencia?, es imperativo para cada uno de nosotros enfrentarnos al desvelamiento de los tres fundamentos de la conciencia:
-Respecto del conocimiento: ¿qué puedo saber?, ¿qué estoy dispuesto a aprender?, ¿para qué sirve el conocimiento?, ¿se puede lograr un conocimiento absoluto o más bien relativo?, ¿qué tipo de pensador soy respecto a la adquisición de conocimiento?
-Respecto de la moralidad: ¿qué es la moralidad para mí?, ¿actúo moralmente según mis convicciones?, ¿puedo actuar sin moralidad y, en tal caso, puede tener consecuencias para mí?, ¿cuál es mi relación y obligación moral hacia los demás?
-Respecto a la propia autoconciencia: ¿quién soy?, ¿qué quiero ser?, ¿qué deseo expresar de mí?, ¿me conozco a mí mismo?, ¿es importante el autoconocimiento?
Es evidente que, si una persona pudiera responderse todas esas preguntas, estaría en el camino ascendente hacia la sabiduría (es decir, del conocimiento), y llegaría a la conclusión de que, en esa cúspide cognitiva, hallaría el amor como ley suprema (es decir la relación moral por excelencia) y, consiguientemente, estaría en un estado de éxtasis, en una conciencia de unidad en la que ya no participa del mundo de un modo dividido y separado (dualidad) sino desde la no-dualidad. Ese estado de trascendencia ha sido definido como autorrealización en la Pirámide de Maslow, o iluminación en diferentes corrientes espirituales, en cualquier caso, es una auténtica intuición espiritual que, implícitamente, conlleva el despertar espiritual.
4 - La conciencia como proyecto filosófico y pedagógico
Correlativamente, la inteligencia espiritual es el proceso mediante el cual la razón (conocimiento) se espiritualiza (amor) en una experiencia interior que puede ser vivida y experimentada mediante la meditación sobre todas las preguntas anteriormente planteadas. Todo un reto que llevó a Noemí Siverio (Venezuela) a formular su Tesis Doctoral “Psicología del homo complexus para una educación desde la comprensión”
Por tanto, tal como he tratado de demostrar en mi obra CIENCIA, FILOSOFÍA, ESPIRITUALIDAD, es posible la sanación trascendental de la humanidad mediante la meditación. Y que esa actitud mayéutica de autoconocimiento (una sabia lección del inconmensurable Sócrates a través de Platón), nos hace concluir en boca de Sócrates: “Aquel que quiera cambiar el mundo, deberá comenzar por cambiarse a sí mismo”. Tal sería el mayor proyecto filosófico y pedagógico que debería ser educado para intentar resolver la pregunta planteada en este artículo: ¿qué es la conciencia?
Todo un reto para los actuales científicos, filósofos, profesores y educadores, pues tienen ante sí el gran desafío de contemplar la FILOSOFÍA TRANSPERSONAL Y LA EDUCACIÓN TRANSRACIONAL como fundamentos epistemológico y pedagógico para dar respuesta a cualquier joven que les pregunte: ¿qué es la conciencia? Una cuestión que ha sido incursionada pedagógicamente por la profesora Marely Figueroa, no solo mediante su Tesis de Maestría, sino prácticamente mediante una experiencia pionera en México al impartir la asignatura de filosofía transpersonal en el grado universitario de educación.
Los cimientos están puestos y, quizá entre todos, algún día en el transcurso de la evolución humana, seremos capaces de responder a la eterna pregunta: ¿qué es la conciencia?
Este artículo está reproducido en el capítulo 6 de la segunda parte de la obra FILOSOFÍA TRANSPERSONAL Y EDUCACIÓN TRANSRACIONAL.
Este artículo también ha servido de inspiración para este artículo científico.
"La conciencia, esa gran desconocida y, paradójicamente, tan presente en nosotros como ausente en el mundo" (Amador Martos, filósofo transpersonal).
1 - EL CONTEXTO FILOSÓFICO Y CIENTÍFICO
Toda la historia de la filosofía occidental está transitada por la inquietud de encontrar la solución al problema del conocimiento e intentar dar una explicación coherente de la conciencia, y se ha caracterizado por la constante universal de abordar el problema del hombre desde el dualismo: materia y espíritu, cuerpo y alma, cerebro y mente. En la modernidad, Kant mediante sus Tres Críticas (1) produjo la diferenciación de las tres grandes categorías platónicas: la Bondad (la moral, el “nosotros”), la Verdad (la verdad objetiva propia del “ello”) y la Belleza (la dimensión estética percibida por cada “yo”). La mala noticia, por lo contrario, es que la postmodernidad no ha logrado la integración respectivamente de la cultura, la naturaleza y la conciencia.
Wilber (2005a) hace especial hincapié en marcar la frontera que separa la visión moderna del conocimiento de la visión postmoderna, pues ambas visiones han supuesto una extraordinaria revolución en el conocimiento humano. El paradigma fundamental de la Ilustración es conocido como paradigma de representación, según el cual, por una parte está el yo o sujeto y, por la otra, el mundo sensorial o empírico, y según el cual el único conocimiento válido consiste en trazar mapas del mundo empírico, dejando de lado al cartógrafo. Por el contrario, todos los grandes teóricos “postomodernos” – Kant, Hegel, Shopenhauer, Nietzsche, Dilthey, Heidegger, Foucault y Derrida-, han rechazado al paradigma cartográfico porque ni siquiera tiene en cuenta al yo que está cartografiando el mapa. El gran descubrimiento postmoderno ha sido que ni el yo ni el mundo son simples datos sino que existen en contextos y sustratos que tienen una historia, un desarrollo. El sujeto, por lo contrario, está ubicado en contextos y corrientes de su propio desarrollo, de su propia historia, de su propia evolución, y las “imágenes” que tiene del “mundo” dependen, en gran medida, no tanto “del mundo” como de “su propia historia”. Y Wilber se propone trazar la historia de estas visiones del mundo, la historia de la evolución en el dominio humano, la historia de las diversas formas en la que ha ido desplegándose el Espíritu-en-acción a través de la mente humana porque, el gran descubrimiento postmoderno, es que las visiones del mundo están en desarrollo, que ni el mundo ni el yo están predeterminados, lo cual apertura dos caminos a la postmodernidad:
-El constructivismo extremo, es decir, dado que las visiones del mundo no están predeterminadas, usted puede concluir diciendo que son arbitrarias, que simplemente han sido “construidas” por las distintas culturas basándose en algo tan substancial como los simples cambios de gusto. Así, todo está “socialmente construido”, las distintas visiones culturales del mundo devienen arbitrariamente en “ismos” como sexismo, racismo, especismo, falocentrismo, capitalismo, logocentrismo, etcétera. El constructivismo radical afirma que no hay verdad alguna en el Kosmos (2), solo conceptos que unos hombres imponen sobre otros, lo cual es una forma postmoderna de nihilismo que lleva a ignorar la verdad y a reemplazarla por el ego del teórico.
-Por otro lado, tenemos un constructivismo más moderado y cuya versión hoy en día es evolutiva, en las numerosas y muy variadas formas según diversos autores: Hegel, Marx, Nietzsche, Heidegger, Gebser, Piaget, Bellah, Foucault, Habermas, etcétera. Este enfoque reconoce que el mundo y la visión del mundo no están completamente predeterminados sino que se desarrollan históricamente. De este modo, su interés se centra simplemente en investigar la historia real y el desarrollo de estas visiones del mundo como una pauta evolutiva gobernada por las corrientes de la misma evolución. Según Wilber, dicha evolución está gobernada por los veinte principios (3) .
La visión racional-industrial del mundo sostenida por la Ilustración cumplió con funciones muy importantes como la aparición de la democracia, la abolición de la esclavitud, el surgimiento del feminismo liberal, la emergencia de la ecología y las ciencias sistémicas, entre algunas más, pero sin duda, la más importante puesta en escena fue la diferenciación entre el arte (yo), la ciencia (ello) y la moral (nosotros), el Gran Tres diferenciado por Kant a través de sus Tres críticas. Wilber asevera que, para trascender la “modernidad” hacia la “postmodernidad”, hay que trascender e incluir al racionalismo y la industrialización, lo cual implica abrirnos a modalidades de conciencia que trasciendan la mera razón y participar en estructuras tecnológicas y económicas que vayan más allá de la industrialización. El racionalismo y la industrialización han terminado convirtiéndose en cánceres del cuerpo político, crecimientos desmedidos de consecuencias malignas, derivando ello en jerarquías de dominio. Por tanto, cualquier transformación futura deberá trascender e incluir a la modernidad incorporando sus elementos compositivos fundamentales, pero también limitando su poder. En ese punto crucial de la evolución de las “visiones del mundo”, Wilber propone su teoría de los cuatro cuadrantes (4), entre los cuales se halla situado el Gran Tres diferenciado por Kant mediante sus Tres críticas: el arte (yo), la ciencia (ello) y la moral (nosotros). Dicho de otro modo, estamos hablando de las tres grandes categorías platónicas, de la Bondad (la moral, el “nosotros”), la Verdad (la verdad proposicional, la verdad objetiva propia del “ello”) y la Belleza (la dimensión estética percibida por cada “yo”).
La buena noticia es que la modernidad ha aprendido a diferenciar el Gran Tres, pero la mala noticia, por lo contrario, que todavía no ha aprendido a integrarlo. Así fue como el Gran Tres terminó reducido al Gran Uno del materialismo científico (5) de las exterioridades, los objetos y los sistemas científicos. El Gran Tres colapsó en el chato Gran Uno. Puesto que la investigación empírica y monológuica es muchísimo más sencilla que la compleja interpretación hermenéutica intersubjetiva y la compresión empática recíproca, tuvo cierto sentido comenzar restringiendo el conocimiento al dominio empírico. Eso fue lo que hizo el paradigma fundamental de la Ilustración porque, para el ego racional, la búsqueda del conocimiento consistió en cartografiar o reflejar el mundo en el lenguaje del “ello” o Gran Uno. La tarea de la modernidad fue la diferenciación del Gran Tres y la misión de la postmodernidad es la de llegar a integrarlos. El gran reto al que se enfrenta la postmodernidad es la integración, es decir, formas de integrar la mente, la cultura y la naturaleza, formas de respetar al Espíritu en los cuatro cuadrantes, formas de reconocer los cuatro rostros del Espíritu -o simplemente Gran Tres- para honrar por igual a la Bondad, la Verdad y la Belleza.
Mientras que la ciencia tradicional se mantiene en su visión materialista, cada vez crece un mayor número de científicos que apoyan y desarrollan un nuevo paradigma basado en la supremacía de la conciencia. Estamos en los albores en dejar de considerar a la mente humana como puramente biológica (Lipton, 2007) sino abierta a otras interpretaciones con connotaciones cuánticas (Garnier, 2012), es decir con conexión al universo entero. Del mismo modo, Joe Dispenza (2012), a través de la física cuántica, la neurociencia, la biología o la genética, pretende enseñar cómo dar el salto cuántico que requiere romper con los límites de la realidad objetiva. Dicho activismo cuántico es reconducido pedagógicamente en La educación cuántica (Martos, 2015a).
Así fue como en los años setenta del siglo pasado, el doctor en física teórica Fritjof Capra (2000) explora los paralelismos entre la física cuántica y los principios del aprendizaje místico oriental. Son cada vez más los científicos que se alinean con dicha visión que aúna la ciencia con la espiritualidad, como es el caso de Amit Goswami (2011), uno de los pensadores pioneros en ciencia y espiritualidad y que aboga por un activismo cuántico que nos lleve a una vida equilibrada y a una visión integral.
2 - EL MISTICISMO CONTEMPLATIVO
¿Qué grandes cambios están pasando desapercibidos por el materialismo científico? El más importante de dichos cambios es un giro copernicano en la mirada. La diferencia central entre la ciencia positivista y la fenomenología radica en que, en la ciencia, el camino a la verdad se podría sintetizar en la frase “ver para creer” refiriéndose, evidentemente, a la comprobación indispensable del método científico. Mientras que, en la fenomenología, podríamos representarla en el enunciado inverso: “creer para ver”, en el otro modo de saber, el místico, en el sentido como ya lo definiera Platón: “La filosofía es un silencioso diálogo del alma consigo misma entorno al Ser”. Una cuestión esta del saber que ha sido demostrada epistemológicamente por Ken Wilber en su obra El espectro de la conciencia, al aseverar que hay dos modos de saber: el conocimiento simbólico (dualidad sujeto-objeto) y el misticismo contemplativo (no dualidad entre sujeto-objeto), dos modos de saber diferentes pero complementarios. Según Wilber (2005b):
“Esos dos modos de conocer son universales, es decir, han sido reconocidos de una forma u otra en diversos momentos y lugares a lo largo de la historia de la humanidad, desde el taoísmo hasta William James, desde el Vedanta hasta Alfred North Whitehead y desde el Zen hasta la teología cristiana. (…) También con toda claridad en el en el hinduismo” .
Desde Kant hasta Wilber, hay una brecha epistemológica entre dos modos de saber así como un desterramiento de la hermenéutica filosófica como más que probable camino para entender este complejo mundo. Que la realidad tiene un orden subyacente que debe ser interpretado, no es una elucubración mía como se aprestarían a rebatir subrepticiamente los escépticos materialistas científicos, sino que muchos científicos proponen introducir al Espíritu en la ecuación del conocimiento (6) . Como propone el premio Nobel de física Wolfgang Pauli (7) , en el cosmos existe un orden distinto del mundo de las apariencias, y que escapa a nuestra capacidad de elección. Por tanto, es imperativo emprender un viaje hacia la comprensión no solo del mundo exterior sino, eminentemente, de nuestro mundo interior, es decir, emprender un viaje hermenéutico. El término “hermenéutica” significa “interpretar”, “esclarecer” y “traducir”, es decir, cuando alguna cosa se vuelve comprensible o lleva a la comprensión.
Es de sumo interés haber comprendido la visión de la historia del pensamiento expuesta por Wilber, pues desvela un problema tanto epistemológico (teoría del conocimiento que se ocupa de problemas tales como las circunstancias históricas, psicológicas y sociológicas que llevan a la obtención del conocimiento) así como un problema hermenéutico (interpretación). En efecto, la comprensión del significado cultural, es una cuestión interpretativa. Eso es lo que hacen precisamente las ciencias culturales hermenéuticas, de cuyos representantes más destacados son Wilhem Dilthey, Max Weber, Martin Heidegger, Han-Georg Gadamer, Paul Ricoeur, Clifford Geertz, Mary Douglas, Karl-Otto Apel, Charles Taylor y Thomas Kuhn. La epistemología y la hermenéutica, como disciplinas filosóficas, se hallan diferenciadas pero sin embargo no integradas, y dicha propuesta de integración será el objeto propio en la postrimería de este ensayo al proponer una epistemología hermenéutica.
3 - EL DESPERTAR ESPIRITUAL: LA CONCIENCIA TRANSPERSONAL
Con la emergencia de la mente a partir de la modernidad, el Espíritu comienza a tomar conciencia de sí mismo, lo cual, entre otras cosas, introduce en el mundo la conciencia moral, una moral, por cierto, completamente ajena al mundo de la naturaleza. Por tanto, el Espíritu está comenzando a despertar a sí mismo, conocerse a sí mismo a través de los símbolos, los conceptos, dando así origen al mundo de la razón y, en particular, al mundo de las morales conscientes. Así, pues, la naturaleza es Espíritu objetivo, mientras que la mente es Espíritu subjetivo. En ese momento histórico –en el momento en que la mente y la naturaleza se diferenciaron-, el mundo parece escindirse en dos, la mente reflexiva y la naturaleza reflejada, pero la modernidad se hallaba temporalmente estancada en la batalla entre la mente y la naturaleza, entre el ego y el eco. En opinión de Shelling, esta síntesis no dual como identidad entre el sujeto y el objeto en un acto atemporal de autoconocimiento, es una intuición mística directa. Para Shelling, y también para su amigo y discípulo Hegel, el Espíritu se enajena de sí mismo para dar lugar a la naturaleza objetiva, despierta a sí mismo en la mente subjetiva y termina retornando así en la pura conciencia inmediata no dual en la que sujeto y objeto son uno, y la naturaleza y la mente se funden en la actualización del Espíritu. El Espíritu se conoce a sí mismo objetivamente como naturaleza, se conoce subjetivamente como mente y se conoce absolutamente como Espíritu. Esos tres momentos también son conocidos como subconsciente, consciente y supraconsciente, o dicho de otro modo, prepersonal, personal y transpersonal; o preracional, racional y transracional; o biosfera, noosfera y teosfera (Wilber, 2005a).
Todo ello, traducido en términos evolutivos y psicológicos (Laszlo, 2004), equivale a decir que El gen egoísta (Dawkins, 2002) puede ser trascendido conscientemente Más allá del ego (Vaughan y Walsh,2000), dicho de otro modo, el egoísmo puede ser trascendido hacia la compasión y, respectivamente, la conciencia personal hacia la conciencia transpersonal (8). Así, desde dicha perspectiva, la afirmación de Dawkins (2002: 3), de que “el amor universal y el bienestar de las especies consideradas en su conjunto son conceptos que, simplemente carecen de sentido en cuanto a la evolución” es un simple reduccionismo desde el materialismo científico, obnibulado por una prepotencia racional en cuanto causa explicativa al obviar que el Kosmos (10) es autotrascendente y regido por los veinte principios (3). Dicho de otro modo, La evolución del amor (Hüther, 2015) ya es contemplada desde la neurobiología y la sociobiología como un fenómeno de la evolución humana pues, más allá del valor de los genes egoístas o la supervivencia del más fuerte, interviene la capacidad de elección de pareja por motivos distintos a la simple atracción física o el instinto reproductor. Para Hüther, a pesar del surgimiento de la razón y del pensamiento crítico, el sentimiento del amor sigue siendo importante por su influencia en el futuro de la especie humana pues es la fuente de nuestra creatividad y la base de nuestra existencia y nuestros logros culturales y, más decisiorio aún, nuestra única perspectiva de supervivencia en este planeta. En definitiva, la única fuerza que puede vencer a la competencia autodestructiva es el amor mediante el compromiso de equipo y la creatividad participativa.
4 - ¿HACIA DÓNDE EVOLUCIONA LA HUMANIDAD?
Como se ha explicado anteriormente, la modernidad diferenció el “yo” (arte), el “nosotros” (moralidad) y el “ello” (ciencia), que la postmodernidad no ha podido o sabido integrar. Como solución, Wilber propone una filosofía hermenéutica que permita interpretar la profundidad interior o genuina espiritualidad. Ahora bien, ¿cómo integrar la filosofía con la espiritualidad? ¿Qué cambios serán necesarios tanto exterior como interiormente, tanto individual como colectivamente? Tales cuestiones desarrolladas por Wilber en sus cuatro cuadrantes, subyacen en los pensamientos que he desplegado a través de mis diversas obras. Mis tres primeros ensayos, Pensar en ser rico (Martos, 2008), Pensar en ser libre (Martos, 2010) y Capitalismo y conciencia (Martos, 2012a) tuvieron como corolario mi primer artículo científico, cuya tesis es que la humanidad se halla ante un segundo renacimiento humanístico (Martos, 2012b). Este es el resumen:
“La conciencia histórica individual surgida del primer renacimiento humanístico de los siglos XV y XVI, ha devenido en este siglo XXI en un depredador neoliberalismo. Esta última versión del capitalismo, siguiendo las tesis de Marx, está socavando su propio final pues está acabando con el valor del trabajo humano y con los recursos naturales generando, consecuentemente, una profunda crisis humanitaria y ecológica. La filosofía tradicional mediante Kant, produjo la diferenciación del “yo”, el “nosotros” y la naturaleza (“ello”) a través de sus Tres Críticas. La imperiosa integración que los postmodernos llevan buscando sin éxito, puede ser posible mediante la trascendencia de la conciencia personal (ego) hacia una conciencia transpersonal (transcendencia del ego).Esta emergencia holística y epistemológica propugnada por la filosofía transpersonal y la psicología transpersonal, al aunar la racionalidad con la espiritualidad, invoca hacia un segundo renacimiento humanístico, ahora como conciencia colectiva, socialmente reflejado en el altermundismo”.
Huelga decir que el pensamiento de Wilber subyace en la citada erudición que, como conclusión final, pretende precisamente hacer evidente la imperiosa necesidad de la filosofía transpersonal desarrollada por este inconmensurable pensador: trascender la racionalidad Occidental hacia la espiritualidad. La filosofía transpersonal es una disciplina que estudia la espiritualidad y su relación con la ciencia así como los estudios de la conciencia. El filósofo Ken Wilber es un emblemático representante del movimiento transpersonal que surge del encuentro entre la psicología occidental (en particular de las escuelas psicoanalíticas, junguiana, humanista y existencial) y las tradiciones contemplativas de Oriente (en especial el budismo zen, el taoísmo y el hinduismo).
Posteriormente a dicho artículo científico, vieron la luz dos ensayos más, La educación cuántica (9)(Martos, 2015a) y Podemos. Crónica de un renacimiento (Martos, 2015b), que a su vez tuvieron como corolario otro artículo científico, a saber, El mándala epistemológico y los nuevos paradigmas de la humanidad (2015c), y cuyo resumen es el siguiente:
“La historia del pensamiento, devenida dogmáticamente en una filosofía materialista y en un reduccionismo psicológico, aboca a una crisis epistemológica entre ciencia y espiritualidad desde que la física cuántica irrumpió en el tablero cognitivo. Las diferentes interpretaciones de la mecánica cuántica que aúnan la ciencia y la espiritualidad mediante la recuperación de la filosofía perenne, introducen la primera fisura en la “rígida estructura” del dualismo científico entre sujeto y objeto que ha impregnado a la civilización occidental. Así, la filosofía perenne sumada al movimiento transpersonal como “cuarta fuerza” psicológica, es un nuevo paradigma de conocimiento que puede ser aprehendido mediante un mándala epistemológico, el cual posibilita una interpretación hermenéutica de la historia, la ciencia y la espiritualidad pero, eminentemente, desde un revisionismo de la psicología cognitiva y educativa. Tantos cambios de paradigmas contribuyen a la trascendencia holística de la razón hacia el espíritu a modo de un segundo renacimiento humanístico”.
Desde una perspectiva de la historia del pensamiento, dicho artículo científico pretende desgranar las secuencias cognitivas a modo de paradigmas que operan y se retroalimentan con interdependencia entre seis áreas del conocimiento: la filosofía, la psicología, la sociología, la ciencia, la educación y la espiritualidad. Este artículo científico postula una integración entre la epistemología y la hermenéutica (Flores-Galindo, 2009), permitiendo justificar lo conmensurable y entender lo inconmensurable. Esos dos modos de saber posibilitan vislumbrar una conexión de la filosofía con la espiritualidad.
Concluyendo, dicha panorámica histórico-evolutiva de la humanidad permite al lector comprender la importancia del pensamiento de Wilber, no solo en la interpretación de la historia del pensamiento occidental, sino también como revulsivo de mi propio constructo filosófico a través de mis diversas publicaciones que, en definitiva, propone trascender un viejo mundo (Monserrat et al., 2013) y sus paradigmas trasnochados, hacia un nuevo mundo (Monserrat, 2005) que apunta a nuevos paradigmas por descubrir para todo sincero buscador de sabiduría, o dicho en término positivo, emprender un camino ascendente hacia la sabiduría. Así, con la constatación heideggeriana de que “todo comprender es comprenderse”, cabe destacar el papel positivo de la subjetividad en la hermenéutica, lo cual implica distinguir la subjetividad metafísica de lo que sería el ser humano individual, al que no se opone la hermenéutica (González y Trías, 2003:26-27). La metafísica, aunque problemática, es inevitable: el ser “humano” (cualquier ser con determinado grado de consciencia) es un ser metafísico, y la desaparición de la metafísica solo es posible con la desaparición del humano (o vivos semejantes de otros planetas). Una de las características del siglo XX ha sido la crítica sin contemplaciones a este tipo de filosofía eterna y sistemática que asociamos al término metafísica. Y, sin embargo, nada más actual que las cuestiones metafísicas. No hay manera de evitar que una y otra vez vuelva ese tipo de preguntas primeras sobre Dios, el hombre o el mundo, que quieren saber qué es lo que podemos conocer, qué es lo que debemos hacer o qué es lo que nos cabe esperar (Negrete, 2015).
BIBLIOGRAFÍA
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NOTAS
(1) Tras el Renacimiento surgió la Edad de la Razón o Filosofía Moderna cuyo uno de su máximo exponente fue Kant. Con las Tres críticas de Kant (La crítica de la razón pura, La crítica de la razón práctica y La crítica del juicio), se produce una diferenciación de tres esferas: la ciencia (ello), la moralidad (nosotros) y el arte (yo). Con esta diferenciación, ya no había vuelta atrás. En el sincretismo mítico, la ciencia, la moralidad y el arte, estaban todavía globalmente fusionados. Por ejemplo: una “verdad” científica era verdadera solamente si encajaba en el dogma religioso. Con Kant, cada una de estas tres esferas se diferencia y se liberan para desarrollar su propio potencial:
-La esfera de la ciencia empírica trata con aquellos aspectos de la realidad que pueden ser investigados de forma relativamente “objetiva” y descritos en un lenguaje, es decir, verdades proposicionales y descriptivas (ello)
-La esfera práctica o razón moral, se refiere a cómo tú y yo podemos interactuar pragmáticamente e interrelacionarnos en términos que tenemos algo en común, es decir, un entendimiento mutuo (nosotros)
-La esfera del arte o juicio estético se refiere a cómo me expreso y qué es lo que expreso de mí, es decir, la profundidad del yo individual: sinceridad y expresividad (yo)
(2) Wilber examina el curso del desarrollo evolutivo a través de tres dominios a los que denomina materia (o cosmos), vida (o biosfera) y mente (o noosfera), y todo ello en conjunto es referido como “Kosmos”. Wilber pone especial énfasis en diferenciar cosmos de Kosmos, pues la mayor parte de las cosmologías están contaminadas por el sesgo materialista que les lleva a presuponer que el cosmos físico es la dimensión real y que todo lo demás debe ser explicado con referencia al plano material, siendo un enfoque brutal que arroja a la totalidad del Kosmos contra el muro del reduccionismo. Wilber no quiere hacer cosmología sino Kosmología.
(3) (Wilber, 2005b:72-119):
1- La realidad como un todo no está compuesta de cosas u de procesos, sino de holones.
2- Los holones muestran cuatro capacidades fundamentales: autopreservación, autoadaptación, autotrascendencia y autodisolución. Estas cuatro características son muy importantes y las vamos a estudiar una a una.
3- Autopreservación. Los holones se definen no por la materia de que están hechos (puede no haber materia) ni por el contexto en el que viven (aunque son inseparables de él), sino por el patrón relativamente autónomo y coherente que presenta. La totalidad del holón se muestra en la capacidad de preservar su patrón.
4- Autoadaptación. Un holón funciona no solo como una totalidad autopreservadora sino también como parte de otro todo mayor, y en su capacidad de ser una parte debe adaptarse o acomodarse a otros holones (no autopoiesis sino alopoiesis; no asimilación sino acomodación).
5- Autotrascendencia (o autotransformación). La autotrascendencia es simplemente la capacidad que tiene un sistema de llegar más allá de lo dado, e introducir en cierta medida algo novedoso; una capacidad sin la cual es seguro que la evolución no hubiera podido ni siquiera comenzar. El universo tiene la capacidad intrínseca de ir más allá de lo que fue anteriormente.
6- Autodisolución. Dado que cada holón es también un supraholón, cuando es borrado –cuando se autodisuelve en sus subholones- tiende a seguir el mismo camino descendente que éstos han seguido en el camino ascendente: las células se descomponen en moléculas, que a su vez se descomponen en átomos, y éstos en partículas que desaparecen en las probabilidades nubes transfinitas de “burbujas dentro de burbujas”.
7- Los holones emergen. Emergen nuevos holones debido a la capacidad de autotrascendencia. Primero las partículas subatómicas; después los átomos, moléculas, los polímeros; después las células, y así sucesivamente.
8- Los holones emergen holárquicamente. Es decir, jerárquicamente, como una serie ascendente de totalidades/partes. Los organismos contienen células, pero no al revés; las células contienen moléculas, pero no al revés; las moléculas contienen átomos, pero no al revés.
9- Cada holón emergente trasciende pero incluye a sus predecesores. Todas las estructuras básica y funciones son preservadas y llevadas a una identidad mayor, pero todas las estructuras de exclusividad y las funciones que existían debido, al aislamiento, a la separación, a la parcialidad, a la individualidad separada, son simplemente abandonadas y reemplazadas por una individualidad más profunda que alcanza una comunión más amplia de desarrollo.
10- Lo inferior establece las posibilidades de lo superior; lo superior estable las probabilidades de lo inferior. Aunque un nivel superior va “más allá” de lo dado en el nivel inferior, no viola las leyes o patrones del nivel inferior; no está determinado por el nivel inferior, pero tampoco puede ignorarlo. Mi cuerpo sigue las leyes de la gravedad, mi mente se rige por otras leyes, las de comunicación simbólica y la sintaxis lingüística; pero si mi cuerpo se cae por un precipicio, mi mente va con él.
11- El número de niveles que comprende una jerarquía determinada si esta es “superficial” o “profunda”; y al número de holones en su nivel dado le llamaremos su “extensión”. Esto es importante porque establece que no es solo el tamaño de una población lo que estable el orden de riqueza (u orden de emergencia cualitativa), sino más bien viene dado por su profundidad. Veremos que una de las confusiones más generalizadas de las teorías ecológicas generales o del nuevo paradigma (ya sean “pop” o “serias”) es que a menudo confunden gran extensión con gran profundidad.
12- Cada nivel sucesivo de la evolución produce MAYOR profundidad y MENOR extensión. Así, el número de moléculas de agua en el universo siempre será menor que el número de átomos de hidrógeno y de oxígeno. El número de células en el universo siempre será menor que el de moléculas, y así sucesivamente. Simplemente quiere decir que el número de totalidades siempre será menor que el número de partes, indefinidamente. Cuando mayor sea la profundidad de un holón, tanto mayor será su nivel de conciencia. El espectro de la evolución es un espectro de conciencia. Y se puede empezar a ver que las dimensiones espirituales constituyen el tejido mismo de la profundidad del Kosmos.
13- Destruye un holón de cualquier tipo y habrás destruido todos sus holones superiores y ninguno de sus inferiores. Es decir: cuando menos profundidad tiene un holón, tanto más fundamental es para el Kosmos, porque es un componente de muchos otros holones.
14- Las holoarquías coevolucionan. Significa que la “unidad” de evolución no es el holón aislado (molécula individual, planta, o animal), sino un holón más dentro del entorno inseparablemente ligado a él. Es decir, la evolución es ecológica en el sentido más amplio.
15- Lo micro está en una relación de intercambio con lo macro en todos los niveles de su profundidad. Por ejemplo, el ser humano y los tres niveles de materia, vida y mente: todos estos niveles mantienen su existencia a través de una red increíblemente rica de relaciones de intercambio con holones de la misma profundidad en su entorno.
16- La evolución tiende a seguir la dirección de mayor complejidad. El biólogo alemán Woltereck acuño el término anamorfosis – significa, literalmente, “no ser conforme”- para definir lo que vio como rasgo central y universal de la naturaleza: la emergencia de una complejidad cada vez mayor.
17- La evolución tiende a seguir la dirección de mayor diferenciación/integración. Este principio fue dado en su forma actual, por primera vez, por Herbert Spencer (en First principles, 1862): la evolución es un “cambio desde una homogeneidad incoherente e indefinida a una heterogeneidad coherente y definida, a través de continuas diferenciaciones e integraciones”.
18- La organización/estructuración va en aumento. La evolución se mueve del sistema más simple al más complejo y desde el nivel de organización menor hacia el mayor.
19- La evolución tiende a seguir la dirección de autonomía relativa creciente. Este es un concepto muy poco comprendido. Simplemente hace referencia a la capacidad de un holón para autopreservarse en medio de las fluctuaciones ambientales (autonomía relativa es otra forma de decir individualidad). Y de acuerdo con las ciencias de la complejidad, cuando más profundo es un holón, mayor es su autonomía relativa. La autonomía relativa simplemente se refiere a cierta flexibilidad ante el cambio de las condiciones ambientales.
20- La evolución tiende a seguir la dirección de un Telos creciente. El régimen, canon, código o estructura profunda de un holón actúa como un imán, un atractor, un punto omega en miniatura, para la realización de ese holón en el espacio y el tiempo. Es decir, el punto final del sistema tiene a “atraer” la realización (o desarrollo) del holón en esa dirección, ya sea un sistema físico, biológico o mental. Ha surgido toda una disciplina dentro de la teoría general de sistemas para dedicarse al estudio de las propiedades de los atractores caóticos y de los sistemas por ellos gobernados; se le conoce popularmente como la teoría del caos.
(4) Los cuatro cuadrantes del desarrollo son magníficamente resumido por Tony Schwartz en el prólogo de Breve historia de todas las cosas (Wilber, 2005a: 9):
El estudio de los centenares de mapas del desarrollo que han bosquejado los diversos pensadores a lo largo de los años- mapas del desarrollo biológico, del desarrollo psicológico, del desarrollo cognitivo y del desarrollo espiritual, por nombrar solo a unos pocos- llevó a Wilber al reconocimiento de que, muy a menudo, estos mapas estaban describiendo diferentes versiones de la “verdad”. Las formas exteriores del desarrollo, por ejemplo, pueden ser valoradas de manera objetiva y empírica pero, como afirma explícitamente Wilber, este tipo de verdad no lleva muy lejos. En su opinión, todo desarrollo comprehensivo también posee una dimensión interna, una dimensión subjetiva e interpretativa que está ligada a la conciencia y la introspección. Pero además, el desarrollo interno y el desarrollo externo, según Wilber, no tienen lugar aisladamente y de manera individual sino que acontecen en el seno de un contexto social y cultural. Éstos son los cuatro cuadrantes de los que hablamos. Ninguna de estas formas de la verdad puede ser reducida a las demás.
(5) Wilber (2005a: 177):
“Los grandes e innegables avances de las ciencias empíricas que tuvieron lugar en el periodo que va desde el Renacimiento hasta la Ilustración, nos hicieron creer que toda realidad podía ser abordada y descrita en los términos objetivos propios del lenguaje monológuico del “ello” e, inversamente, que si algo no podía ser estudiado y descrito de un modo objetivo y empírico, no era “realmente real”. Así fue como el Gran Tres terminó reducido al “Gran Uno” del materialismo científico, las exterioridades, los objetos y los sistemas científicos denominado por Wilber como una visión chata del mundo”.
(6) Permítaseme el lector que aproveche la experiencia vital del doctor Bruce Lipton para arremeter con una certera estocada en el corazón de los escépticos materialistas científicos.
El Profesor Titular de Filosofía del Derecho de la Universidad Carlos III de Madrid, Ángel Llamas, en el prólogo de La biología de la creencia (Lipton, 2007) nos invita a conocer las propuestas de esta obra: “en primer lugar, Bruce Lipton asesta un golpe definitivo al darwinismo oficial sin dogmatismo; en segundo lugar, nos recuerda que la noción de “sistema” en varias disciplinas partió de los descubrimientos en el campo de la biología. Sin embargo, desde la mística oriental hasta la física cuántica, en el organicismo de Platón, desde la economía hasta el campo jurídico, la idea de sistema ha encontrado su punto de anclaje en la consideración de la comunidad de elementos que interaccionan en la especialización del trabajo y en la cooperación para la resolución de sus problemas; en tercer lugar, el de mayor impacto en el libro, de que no somos víctimas de nuestros genes sino los dueños y señores de nuestros destinos”. Concluye Ángel Llamas así el prólogo: “Es el mismo camino que Karl Pribam en su denostado esfuerzo por cuestionar las creencias fijadas de antemano, o que el propio David Bohm realizó por considerar la totalidad del orden implicado, la mirada de Fritjot Capra en su Tao de la Física hace más de veinticinco años, el cambio que propuso Stanislav Grof respecto a los niveles de la conciencia humana, avalado por Campbell, Huston Smith o el propio Wilber en su visión integral de la psicología. Cómo no asociarlo con Michael Talbot cuando en sus propuestas de un universo holográfico detuvo un instante las creencias sobre un mundo que nos permitía plegar los niveles de realidad en múltiples planos”.
Ya en el prefacio, el propio Lipton nos cuenta cómo experimentó una epifanía científica que hizo añicos sus creencias acerca de la naturaleza de la vida; cómo su investigación ofrece una prueba irrefutable de que los preciados dogmas de la biología con respecto al determinismo genético albergan importantes fallos; cómo, el hecho de reconocer por fin la importancia del entorno genético le proporcionó una base para la ciencia y la filosofía de las medicinas alternativas, para la sabiduría espiritual de las creencias (tanto modernas como antiguas) y para la medicina alopática. Concluye Lipton en que la ciencia está a punto de desintegrar los viejos mitos y de reescribir una creencia básica de la civilización humana. La creencia de que no somos más que frágiles máquinas bioquímicas controladas por genes, está dando paso a la comprensión de que somos los poderosos artífices de nuestras propias vidas y del mundo en el que vivimos.
Luego en la introducción de la obra, asesta un golpe más al materialismo científico, y cito textualmente: “El Génesis dice que estamos hechos a imagen y semejanza de Dios. Sí, el racionalista que os habla está citando ahora a Jesús, a Buda y a Rumi. He vuelto al punto de partida y he pasado de ser un científico reduccionista enfrentado a la vista a ser un científico espiritual. Estamos hechos a imagen y semejanza de Dios y es necesario que volvamos a introducir el espíritu en la ecuación si queremos mejorar nuestra salud mental y física”.
Finalmente, en el epílogo de la obra, explica cómo abandonó su pasado como científico agnóstico por una visión de la nueva biología que le llevó a comprender la importancia que tiene integrar los reinos de la ciencia y el espíritu, invitándonos a dejar de lado las creencias arcaicas inculcadas en las instituciones científicas y los medios de comunicación para considerar la emocionante visión que ofrece la ciencia vanguardista.
(7) Wolfgang Pauli, premio Nobel de Física en 1945, realizó profundas contribuciones positivas a la física, incluyendo el famoso “principio de exclusión” y la predicción de la existencia del neutrino veinte años antes de que fuera descubierto. Pauli insistía en que la racionalidad tenía que venir complementada por la mística, y su amigo personal y colega Werner Heisenberg escribió un bello resumen que es recogido por Ken Wilber en Cuestiones cuánticas, una obra que recoge los escritos místicos de los físicos más famosos del mundo.
Para Pauli, un primer tema central de reflexión filosófica fue el proceso mismo de conocimiento, especialmente del conocimiento natural, que encuentra su última expresión racional en el establecimiento de leyes de la naturaleza matemáticamente formuladas. Pauli no se daba por satisfecho con la concepción puramente empirista, según la cual las leyes naturales únicamente pueden derivarse de los datos experimentales. Más bien estaba de parte de quienes “subrayan el papel de la intuición y el manejo de la atención en la estructuración de los conceptos e ideas necesarios para establecer un sistema de leyes naturales”. Ideas que, por lo general, van mucho más allá de la mera experiencia. Pauli, por tanto, buscaba el lazo de la conexión entre las percepciones sensoriales, por una parte, y los conceptos, por otra.
Todos los pensadores consecuentes han llegado a la conclusión de que la pura lógica es fundamentalmente incapaz de construir dicho lazo entre las percepciones sensoriales y los conceptos. Lo más satisfactorio, al entender de Pauli, es introducir en este punto el postulado de que en el cosmos existe un orden distinto del mundo de las apariencias, y que escapa a nuestra capacidad de elección. Lo cierto es que la relación entre la percepción sensible y la Idea sigue siendo una consecuencia del hecho de que tanto el alma como lo que se conoce por medio de la percepción están sujetos a un orden objetivamente concebido. El puente que conduce desde los datos experimentales, inicialmente desordenados, hasta las Ideas, lo ve Pauli en ciertas imágenes primigenias que preexisten en el alma, los arquetipos de que habla Kepler y también la psicología moderna. Estas imagines primordiales-aquí Pauli está de acuerdo en gran medida con Jung- no están localizadas en la conciencia, ni están relacionadas con ideas concretas formuladas racionalmente. Son, más bien, formas que pertenecen a la región inconsciente del alma humana, imagines dotadas de un poderoso contenido emocional y que no brotan a través del pensamiento, sino que son contempladas, por así decir, imaginativamente. Esta concepción del conocimiento natural proviene, obviamente, en lo esencial, de Platón.
Como dice Pauli: “La mente parece moverse a partir de un centro interior hacia fuera, por un movimiento como de extraversión hacia el mundo físico, donde se supone que todo sucede de modo automático, de manera que se diría que el espíritu abarca serenamente al mundo físico con sus Ideas”. Así pues, la ciencia natural de la época moderna implica una elaboración cristiana del “lúcido misticismo” platónico, para el cual el fundamento unitario del espíritu y la materia reside en las imágenes primordiales, donde tiene también lugar la comprensión, en sus diversos grados y clases, incluso hasta el conocimiento de la palabra de Dios. Pero Pauli añade una advertencia: “Este misticismo es tan lúcido que es capaz de ver más allá de numerosas oscuridades, cosa que los modernos no podemos ni nos atrevemos a hacer”.
En el centro del pensamiento filosófico de Pauli estaba el deseo de una comprensión unitaria del mundo, una unidad en la que estuviese incorporada la tensión de los opuestos, por lo cual saludó a esa interpretación de la teoría cuántica como a la inauguración de un nuevo modo de pensar, que permita expresar aquella unidad con mayor facilidad que entonces. Pauli llegó a pensar que el terreno árido atravesado por la moderna física atómica y por la psicología moderna permitía intentar una vez más emplear ese único lenguaje: “En la física actual tenemos una realidad invisible (la de los objetos atómicos) en la que el observador interviene con una cierta libertad (viéndose por ello enfrentado a alternativas de “elección y sacrificio”); por otra parte, en la psicología del inconsciente nos encontramos con procesos que no pueden atribuirse siempre sin ambigüedad alguna a un sujeto determinado. Habríamos encontrado así un modo de expresar la unidad entre todos los seres, que trascendería la causalidad de la física clásica como forma de correspondencia (Bohr); unidad, de la cual son casos especiales la interrelación psicofísica y la coincidencia de las formas instintivas de ideación a priori con las percepciones externas.
Sin embargo, dice Pauli, creo que a todo aquel para quien un racionalismo estrecho ha perdido todo atractivo, y para quien tampoco resulta suficientemente poderoso el encanto de una actitud mística, que considera sencillamente ilusoria la oprimente multiplicidad del mundo exterior, no le queda más remedio que exponerse a la intensa acción de los opuestos y sufrir los conflictos consiguientes. Precisamente obrando así, puede el sujeto encontrar más o menos conscientemente un camino interior de salvación. Lentamente surgen entonces imágenes, fantasías o Ideas internas que compensan la situación exterior y revelan como posible la aproximación entre los polos de la antítesis. Considera Pauli que el anhelo de superación de los opuestos, extensivo al logro de una síntesis que abarque a un tiempo a la comprensión racional y a la experiencia mística de la unidad, constituye el mito, confesado o no, de nuestro tiempo y de la época actual.
(8) Etimológicamente el término transpersonal significa “más allá” o “a través” de lo personal, y en la literatura transpersonal se suele utilizar para hacer referencia a inquietudes, motivaciones, experiencias, estadios evolutivos, modos de ser y otros fenómenos que incluyen pero trascienden la esfera de la individualidad y de la personalidad humana, el yo o ego (Ferrer, 2002). Entre sus intereses centrales se encuentran “los procesos, valores y estados transpersonales, la conciencia unitiva, las experiencias cumbre, el éxtasis, la experiencia mística, la trascendencia, las teorías y prácticas de la meditación, los caminos espirituales, la realización (...) y los conceptos, experiencias y actividades con ellas relacionados” (Walsh y Vaughan, 1982:14). Entre sus objetivos principales se encuentra la delimitación de las fronteras y las variedades de la experiencia humana consciente (Rowan, 1996). (Cita extraída del trabajo de investigación de Doctorado titulado Complejidad y Psicología Transpersonal: Caos y autoorganización en psicoterapia, de Iker Puente Vigiola, Facultad de Psicología, Universidad Autónoma de Barcelona, 16 de Febrero de 2007).
Sin embargo, a los efectos prácticos de este ensayo, el concepto de conciencia transpersonal se implementa también con la siguiente definición: En los estados modificados de consciencia estudiados por la psicología transpersonal se producen cambios en el flujo del pensamiento, en la percepción de la realidad y a nivel emocional. En estos estados pueden ocurrir experiencias de catarsis y, sobre todo, experiencias místicas o extáticas, que diversos autores han definido como religiosas, trascendentes, transpersonales o experiencias cumbre. En estas vivencias el mundo se percibe como una totalidad, en la que el propio individuo está inmerso. Se produce, al mismo tiempo, una sensación subjetiva de unidad, en la que el Yo individual se diluye, desapareciendo toda distinción significativa entre el Yo y el mundo exterior. Esta experiencia es vivida por la persona como algo positivo, y autores como Maslow o Grof señalan que puede tener efectos beneficiosos y terapéuticos. Sin embargo, la disolución del Yo previa a la sensación subjetiva de unidad, puede ser vivida por el sujeto como un momento de caos, de desequilibrio y desestructuración, de pérdida de los puntos de referencia habituales. Diversos autores se han referido a esta experiencia como muerte del ego. (Grof, 1988; Wilber, 1996; Fericgla, 2006). (Cita extraída del artículo titulado Psicología Transpersonal y Ciencias de la Complejidad: Un amplio horizonte interdisciplinar a explorar, de Iker Puente, Journal of Transpersonal Research, 2009, Vol. 1 (1), pp 19-28 ISSN: 1989-6077).
Por tanto, en este ensayo, el paso de la conciencia personal a la conciencia transpersonal, debe interpretarse como la muerte del ego en su viaje iniciático hacia la percepción unitaria del sujeto cognoscente con el mundo (no dualidad entre sujeto y objeto), donde las emociones egoístas e individualistas dejan paso a la compasión. Se trataría, en suma, de un ascendente viaje iniciático-cognitivo similar al descrito como salida del mundo de las sombras en el Mito de la Caverna de Platón, para luego transmitir de un modo descendente la sabiduría adquirida en el Mundo de las Ideas, donde la reina es el Amor.
(9) Desde el surgimiento de la física cuántica, la erudición ya no centra su atención en el objeto, sino en la conciencia humana como lo acreditan diversas áreas de la ciencia que, inapelablemente, remiten a la rehabilitación de la filosofía perenne. Las categorías científicas están convergiendo en la ciencia por excelencia, a saber, la ciencia de la conciencia. Y en ese campo, la filosofía transpersonal desarrollada por el filósofo Ken Wilber y la psicología transpersonal como la “cuarta fuerza” de la psicología, se presentan como un nuevo paradigma de conocimiento que, inherentemente, requiere de una renovada visión de la historia, la ciencia y la espiritualidad pero, eminentemente, desde un revisionismo de la psicología cognitiva y educativa.
La educación cuántica propone una reinterpretación de la historia del pensamiento occidental mediante la recuperación de la sabiduría presente en la filosofía perenne; replantea las relaciones entre la ciencia y la espiritualidad a la luz de las diferentes interpretaciones de la mecánica cuántica; cuestiona el tradicional sistema educativo y propone una pedagogía activa y libertaria; reivindica el asesoramiento filosófico junto a la psicoterapia transpersonal como guía cognitiva para dar un sentido a la vida.
El pensamiento divergente propuesto por el autor se atreve con postulaciones metafísicas en aras de satisfacer inquietudes epistemológicas que la sociedad occidental no puede solucionar desde el dogmático materialismo científico. En su lugar, invita al lector a descubrir la filosofía transpersonal, como un ejercicio de trascendencia para superar los contrarios a los que todo ser humano debe enfrentarse: la pobreza y la riqueza, la esclavitud y la libertad, el mal y el bien, la ignorancia y la sabiduría, la desdicha y la felicidad, la vida y la muerte, la materia y la mente.
En suma, esta obra aborda los cambios de paradigmas que sufre la actual civilización en el ámbito epistemológico, sociológico, psicológico, intelectual, filosófico y espiritual, proponiendo un nuevo paradigma de conocimiento para todo sujeto cognoscente que se precie de saber pensar.
La obra reivindica devolver a la filosofía su operatividad, su originaria dimensión terapéutica y su relevancia para la vida cotidiana. Para tal fin, la educación cuántica propone una renovada filosofía de la mente en oposición a la visión mecanicista, industrial y positivista de la escolarización tradicional.
(10) Wilber examina el curso del desarrollo evolutivo a través de tres dominios a los que denomina materia (o cosmos), vida (o biosfera) y mente (o noosfera), y todo ello en conjunto es referido como “Kosmos”. Wilber pone especial énfasis en diferenciar cosmos de Kosmos, pues la mayor parte de las cosmologías están contaminadas por el sesgo materialista que los lleva a presuponer que el cosmos físico es la dimensión real y que todo lo demás debe ser explicado con referencia al plano material, siendo un enfoque brutal que arroja a la totalidad del Kosmos contra el muro del reduccionismo. Wilber no quiere hacer cosmología sino Kosmología.
Ver más
Este artículo también ha servido de inspiración para este artículo científico.
"La conciencia, esa gran desconocida y, paradójicamente, tan presente en nosotros como ausente en el mundo" (Amador Martos, filósofo transpersonal).
1 - EL CONTEXTO FILOSÓFICO Y CIENTÍFICO
Toda la historia de la filosofía occidental está transitada por la inquietud de encontrar la solución al problema del conocimiento e intentar dar una explicación coherente de la conciencia, y se ha caracterizado por la constante universal de abordar el problema del hombre desde el dualismo: materia y espíritu, cuerpo y alma, cerebro y mente. En la modernidad, Kant mediante sus Tres Críticas (1) produjo la diferenciación de las tres grandes categorías platónicas: la Bondad (la moral, el “nosotros”), la Verdad (la verdad objetiva propia del “ello”) y la Belleza (la dimensión estética percibida por cada “yo”). La mala noticia, por lo contrario, es que la postmodernidad no ha logrado la integración respectivamente de la cultura, la naturaleza y la conciencia.
Wilber (2005a) hace especial hincapié en marcar la frontera que separa la visión moderna del conocimiento de la visión postmoderna, pues ambas visiones han supuesto una extraordinaria revolución en el conocimiento humano. El paradigma fundamental de la Ilustración es conocido como paradigma de representación, según el cual, por una parte está el yo o sujeto y, por la otra, el mundo sensorial o empírico, y según el cual el único conocimiento válido consiste en trazar mapas del mundo empírico, dejando de lado al cartógrafo. Por el contrario, todos los grandes teóricos “postomodernos” – Kant, Hegel, Shopenhauer, Nietzsche, Dilthey, Heidegger, Foucault y Derrida-, han rechazado al paradigma cartográfico porque ni siquiera tiene en cuenta al yo que está cartografiando el mapa. El gran descubrimiento postmoderno ha sido que ni el yo ni el mundo son simples datos sino que existen en contextos y sustratos que tienen una historia, un desarrollo. El sujeto, por lo contrario, está ubicado en contextos y corrientes de su propio desarrollo, de su propia historia, de su propia evolución, y las “imágenes” que tiene del “mundo” dependen, en gran medida, no tanto “del mundo” como de “su propia historia”. Y Wilber se propone trazar la historia de estas visiones del mundo, la historia de la evolución en el dominio humano, la historia de las diversas formas en la que ha ido desplegándose el Espíritu-en-acción a través de la mente humana porque, el gran descubrimiento postmoderno, es que las visiones del mundo están en desarrollo, que ni el mundo ni el yo están predeterminados, lo cual apertura dos caminos a la postmodernidad:
-El constructivismo extremo, es decir, dado que las visiones del mundo no están predeterminadas, usted puede concluir diciendo que son arbitrarias, que simplemente han sido “construidas” por las distintas culturas basándose en algo tan substancial como los simples cambios de gusto. Así, todo está “socialmente construido”, las distintas visiones culturales del mundo devienen arbitrariamente en “ismos” como sexismo, racismo, especismo, falocentrismo, capitalismo, logocentrismo, etcétera. El constructivismo radical afirma que no hay verdad alguna en el Kosmos (2), solo conceptos que unos hombres imponen sobre otros, lo cual es una forma postmoderna de nihilismo que lleva a ignorar la verdad y a reemplazarla por el ego del teórico.
-Por otro lado, tenemos un constructivismo más moderado y cuya versión hoy en día es evolutiva, en las numerosas y muy variadas formas según diversos autores: Hegel, Marx, Nietzsche, Heidegger, Gebser, Piaget, Bellah, Foucault, Habermas, etcétera. Este enfoque reconoce que el mundo y la visión del mundo no están completamente predeterminados sino que se desarrollan históricamente. De este modo, su interés se centra simplemente en investigar la historia real y el desarrollo de estas visiones del mundo como una pauta evolutiva gobernada por las corrientes de la misma evolución. Según Wilber, dicha evolución está gobernada por los veinte principios (3) .
La visión racional-industrial del mundo sostenida por la Ilustración cumplió con funciones muy importantes como la aparición de la democracia, la abolición de la esclavitud, el surgimiento del feminismo liberal, la emergencia de la ecología y las ciencias sistémicas, entre algunas más, pero sin duda, la más importante puesta en escena fue la diferenciación entre el arte (yo), la ciencia (ello) y la moral (nosotros), el Gran Tres diferenciado por Kant a través de sus Tres críticas. Wilber asevera que, para trascender la “modernidad” hacia la “postmodernidad”, hay que trascender e incluir al racionalismo y la industrialización, lo cual implica abrirnos a modalidades de conciencia que trasciendan la mera razón y participar en estructuras tecnológicas y económicas que vayan más allá de la industrialización. El racionalismo y la industrialización han terminado convirtiéndose en cánceres del cuerpo político, crecimientos desmedidos de consecuencias malignas, derivando ello en jerarquías de dominio. Por tanto, cualquier transformación futura deberá trascender e incluir a la modernidad incorporando sus elementos compositivos fundamentales, pero también limitando su poder. En ese punto crucial de la evolución de las “visiones del mundo”, Wilber propone su teoría de los cuatro cuadrantes (4), entre los cuales se halla situado el Gran Tres diferenciado por Kant mediante sus Tres críticas: el arte (yo), la ciencia (ello) y la moral (nosotros). Dicho de otro modo, estamos hablando de las tres grandes categorías platónicas, de la Bondad (la moral, el “nosotros”), la Verdad (la verdad proposicional, la verdad objetiva propia del “ello”) y la Belleza (la dimensión estética percibida por cada “yo”).
La buena noticia es que la modernidad ha aprendido a diferenciar el Gran Tres, pero la mala noticia, por lo contrario, que todavía no ha aprendido a integrarlo. Así fue como el Gran Tres terminó reducido al Gran Uno del materialismo científico (5) de las exterioridades, los objetos y los sistemas científicos. El Gran Tres colapsó en el chato Gran Uno. Puesto que la investigación empírica y monológuica es muchísimo más sencilla que la compleja interpretación hermenéutica intersubjetiva y la compresión empática recíproca, tuvo cierto sentido comenzar restringiendo el conocimiento al dominio empírico. Eso fue lo que hizo el paradigma fundamental de la Ilustración porque, para el ego racional, la búsqueda del conocimiento consistió en cartografiar o reflejar el mundo en el lenguaje del “ello” o Gran Uno. La tarea de la modernidad fue la diferenciación del Gran Tres y la misión de la postmodernidad es la de llegar a integrarlos. El gran reto al que se enfrenta la postmodernidad es la integración, es decir, formas de integrar la mente, la cultura y la naturaleza, formas de respetar al Espíritu en los cuatro cuadrantes, formas de reconocer los cuatro rostros del Espíritu -o simplemente Gran Tres- para honrar por igual a la Bondad, la Verdad y la Belleza.
Mientras que la ciencia tradicional se mantiene en su visión materialista, cada vez crece un mayor número de científicos que apoyan y desarrollan un nuevo paradigma basado en la supremacía de la conciencia. Estamos en los albores en dejar de considerar a la mente humana como puramente biológica (Lipton, 2007) sino abierta a otras interpretaciones con connotaciones cuánticas (Garnier, 2012), es decir con conexión al universo entero. Del mismo modo, Joe Dispenza (2012), a través de la física cuántica, la neurociencia, la biología o la genética, pretende enseñar cómo dar el salto cuántico que requiere romper con los límites de la realidad objetiva. Dicho activismo cuántico es reconducido pedagógicamente en La educación cuántica (Martos, 2015a).
Así fue como en los años setenta del siglo pasado, el doctor en física teórica Fritjof Capra (2000) explora los paralelismos entre la física cuántica y los principios del aprendizaje místico oriental. Son cada vez más los científicos que se alinean con dicha visión que aúna la ciencia con la espiritualidad, como es el caso de Amit Goswami (2011), uno de los pensadores pioneros en ciencia y espiritualidad y que aboga por un activismo cuántico que nos lleve a una vida equilibrada y a una visión integral.
2 - EL MISTICISMO CONTEMPLATIVO
¿Qué grandes cambios están pasando desapercibidos por el materialismo científico? El más importante de dichos cambios es un giro copernicano en la mirada. La diferencia central entre la ciencia positivista y la fenomenología radica en que, en la ciencia, el camino a la verdad se podría sintetizar en la frase “ver para creer” refiriéndose, evidentemente, a la comprobación indispensable del método científico. Mientras que, en la fenomenología, podríamos representarla en el enunciado inverso: “creer para ver”, en el otro modo de saber, el místico, en el sentido como ya lo definiera Platón: “La filosofía es un silencioso diálogo del alma consigo misma entorno al Ser”. Una cuestión esta del saber que ha sido demostrada epistemológicamente por Ken Wilber en su obra El espectro de la conciencia, al aseverar que hay dos modos de saber: el conocimiento simbólico (dualidad sujeto-objeto) y el misticismo contemplativo (no dualidad entre sujeto-objeto), dos modos de saber diferentes pero complementarios. Según Wilber (2005b):
“Esos dos modos de conocer son universales, es decir, han sido reconocidos de una forma u otra en diversos momentos y lugares a lo largo de la historia de la humanidad, desde el taoísmo hasta William James, desde el Vedanta hasta Alfred North Whitehead y desde el Zen hasta la teología cristiana. (…) También con toda claridad en el en el hinduismo” .
Desde Kant hasta Wilber, hay una brecha epistemológica entre dos modos de saber así como un desterramiento de la hermenéutica filosófica como más que probable camino para entender este complejo mundo. Que la realidad tiene un orden subyacente que debe ser interpretado, no es una elucubración mía como se aprestarían a rebatir subrepticiamente los escépticos materialistas científicos, sino que muchos científicos proponen introducir al Espíritu en la ecuación del conocimiento (6) . Como propone el premio Nobel de física Wolfgang Pauli (7) , en el cosmos existe un orden distinto del mundo de las apariencias, y que escapa a nuestra capacidad de elección. Por tanto, es imperativo emprender un viaje hacia la comprensión no solo del mundo exterior sino, eminentemente, de nuestro mundo interior, es decir, emprender un viaje hermenéutico. El término “hermenéutica” significa “interpretar”, “esclarecer” y “traducir”, es decir, cuando alguna cosa se vuelve comprensible o lleva a la comprensión.
Es de sumo interés haber comprendido la visión de la historia del pensamiento expuesta por Wilber, pues desvela un problema tanto epistemológico (teoría del conocimiento que se ocupa de problemas tales como las circunstancias históricas, psicológicas y sociológicas que llevan a la obtención del conocimiento) así como un problema hermenéutico (interpretación). En efecto, la comprensión del significado cultural, es una cuestión interpretativa. Eso es lo que hacen precisamente las ciencias culturales hermenéuticas, de cuyos representantes más destacados son Wilhem Dilthey, Max Weber, Martin Heidegger, Han-Georg Gadamer, Paul Ricoeur, Clifford Geertz, Mary Douglas, Karl-Otto Apel, Charles Taylor y Thomas Kuhn. La epistemología y la hermenéutica, como disciplinas filosóficas, se hallan diferenciadas pero sin embargo no integradas, y dicha propuesta de integración será el objeto propio en la postrimería de este ensayo al proponer una epistemología hermenéutica.
3 - EL DESPERTAR ESPIRITUAL: LA CONCIENCIA TRANSPERSONAL
Con la emergencia de la mente a partir de la modernidad, el Espíritu comienza a tomar conciencia de sí mismo, lo cual, entre otras cosas, introduce en el mundo la conciencia moral, una moral, por cierto, completamente ajena al mundo de la naturaleza. Por tanto, el Espíritu está comenzando a despertar a sí mismo, conocerse a sí mismo a través de los símbolos, los conceptos, dando así origen al mundo de la razón y, en particular, al mundo de las morales conscientes. Así, pues, la naturaleza es Espíritu objetivo, mientras que la mente es Espíritu subjetivo. En ese momento histórico –en el momento en que la mente y la naturaleza se diferenciaron-, el mundo parece escindirse en dos, la mente reflexiva y la naturaleza reflejada, pero la modernidad se hallaba temporalmente estancada en la batalla entre la mente y la naturaleza, entre el ego y el eco. En opinión de Shelling, esta síntesis no dual como identidad entre el sujeto y el objeto en un acto atemporal de autoconocimiento, es una intuición mística directa. Para Shelling, y también para su amigo y discípulo Hegel, el Espíritu se enajena de sí mismo para dar lugar a la naturaleza objetiva, despierta a sí mismo en la mente subjetiva y termina retornando así en la pura conciencia inmediata no dual en la que sujeto y objeto son uno, y la naturaleza y la mente se funden en la actualización del Espíritu. El Espíritu se conoce a sí mismo objetivamente como naturaleza, se conoce subjetivamente como mente y se conoce absolutamente como Espíritu. Esos tres momentos también son conocidos como subconsciente, consciente y supraconsciente, o dicho de otro modo, prepersonal, personal y transpersonal; o preracional, racional y transracional; o biosfera, noosfera y teosfera (Wilber, 2005a).
Todo ello, traducido en términos evolutivos y psicológicos (Laszlo, 2004), equivale a decir que El gen egoísta (Dawkins, 2002) puede ser trascendido conscientemente Más allá del ego (Vaughan y Walsh,2000), dicho de otro modo, el egoísmo puede ser trascendido hacia la compasión y, respectivamente, la conciencia personal hacia la conciencia transpersonal (8). Así, desde dicha perspectiva, la afirmación de Dawkins (2002: 3), de que “el amor universal y el bienestar de las especies consideradas en su conjunto son conceptos que, simplemente carecen de sentido en cuanto a la evolución” es un simple reduccionismo desde el materialismo científico, obnibulado por una prepotencia racional en cuanto causa explicativa al obviar que el Kosmos (10) es autotrascendente y regido por los veinte principios (3). Dicho de otro modo, La evolución del amor (Hüther, 2015) ya es contemplada desde la neurobiología y la sociobiología como un fenómeno de la evolución humana pues, más allá del valor de los genes egoístas o la supervivencia del más fuerte, interviene la capacidad de elección de pareja por motivos distintos a la simple atracción física o el instinto reproductor. Para Hüther, a pesar del surgimiento de la razón y del pensamiento crítico, el sentimiento del amor sigue siendo importante por su influencia en el futuro de la especie humana pues es la fuente de nuestra creatividad y la base de nuestra existencia y nuestros logros culturales y, más decisiorio aún, nuestra única perspectiva de supervivencia en este planeta. En definitiva, la única fuerza que puede vencer a la competencia autodestructiva es el amor mediante el compromiso de equipo y la creatividad participativa.
4 - ¿HACIA DÓNDE EVOLUCIONA LA HUMANIDAD?
Como se ha explicado anteriormente, la modernidad diferenció el “yo” (arte), el “nosotros” (moralidad) y el “ello” (ciencia), que la postmodernidad no ha podido o sabido integrar. Como solución, Wilber propone una filosofía hermenéutica que permita interpretar la profundidad interior o genuina espiritualidad. Ahora bien, ¿cómo integrar la filosofía con la espiritualidad? ¿Qué cambios serán necesarios tanto exterior como interiormente, tanto individual como colectivamente? Tales cuestiones desarrolladas por Wilber en sus cuatro cuadrantes, subyacen en los pensamientos que he desplegado a través de mis diversas obras. Mis tres primeros ensayos, Pensar en ser rico (Martos, 2008), Pensar en ser libre (Martos, 2010) y Capitalismo y conciencia (Martos, 2012a) tuvieron como corolario mi primer artículo científico, cuya tesis es que la humanidad se halla ante un segundo renacimiento humanístico (Martos, 2012b). Este es el resumen:
“La conciencia histórica individual surgida del primer renacimiento humanístico de los siglos XV y XVI, ha devenido en este siglo XXI en un depredador neoliberalismo. Esta última versión del capitalismo, siguiendo las tesis de Marx, está socavando su propio final pues está acabando con el valor del trabajo humano y con los recursos naturales generando, consecuentemente, una profunda crisis humanitaria y ecológica. La filosofía tradicional mediante Kant, produjo la diferenciación del “yo”, el “nosotros” y la naturaleza (“ello”) a través de sus Tres Críticas. La imperiosa integración que los postmodernos llevan buscando sin éxito, puede ser posible mediante la trascendencia de la conciencia personal (ego) hacia una conciencia transpersonal (transcendencia del ego).Esta emergencia holística y epistemológica propugnada por la filosofía transpersonal y la psicología transpersonal, al aunar la racionalidad con la espiritualidad, invoca hacia un segundo renacimiento humanístico, ahora como conciencia colectiva, socialmente reflejado en el altermundismo”.
Huelga decir que el pensamiento de Wilber subyace en la citada erudición que, como conclusión final, pretende precisamente hacer evidente la imperiosa necesidad de la filosofía transpersonal desarrollada por este inconmensurable pensador: trascender la racionalidad Occidental hacia la espiritualidad. La filosofía transpersonal es una disciplina que estudia la espiritualidad y su relación con la ciencia así como los estudios de la conciencia. El filósofo Ken Wilber es un emblemático representante del movimiento transpersonal que surge del encuentro entre la psicología occidental (en particular de las escuelas psicoanalíticas, junguiana, humanista y existencial) y las tradiciones contemplativas de Oriente (en especial el budismo zen, el taoísmo y el hinduismo).
Posteriormente a dicho artículo científico, vieron la luz dos ensayos más, La educación cuántica (9)(Martos, 2015a) y Podemos. Crónica de un renacimiento (Martos, 2015b), que a su vez tuvieron como corolario otro artículo científico, a saber, El mándala epistemológico y los nuevos paradigmas de la humanidad (2015c), y cuyo resumen es el siguiente:
“La historia del pensamiento, devenida dogmáticamente en una filosofía materialista y en un reduccionismo psicológico, aboca a una crisis epistemológica entre ciencia y espiritualidad desde que la física cuántica irrumpió en el tablero cognitivo. Las diferentes interpretaciones de la mecánica cuántica que aúnan la ciencia y la espiritualidad mediante la recuperación de la filosofía perenne, introducen la primera fisura en la “rígida estructura” del dualismo científico entre sujeto y objeto que ha impregnado a la civilización occidental. Así, la filosofía perenne sumada al movimiento transpersonal como “cuarta fuerza” psicológica, es un nuevo paradigma de conocimiento que puede ser aprehendido mediante un mándala epistemológico, el cual posibilita una interpretación hermenéutica de la historia, la ciencia y la espiritualidad pero, eminentemente, desde un revisionismo de la psicología cognitiva y educativa. Tantos cambios de paradigmas contribuyen a la trascendencia holística de la razón hacia el espíritu a modo de un segundo renacimiento humanístico”.
Desde una perspectiva de la historia del pensamiento, dicho artículo científico pretende desgranar las secuencias cognitivas a modo de paradigmas que operan y se retroalimentan con interdependencia entre seis áreas del conocimiento: la filosofía, la psicología, la sociología, la ciencia, la educación y la espiritualidad. Este artículo científico postula una integración entre la epistemología y la hermenéutica (Flores-Galindo, 2009), permitiendo justificar lo conmensurable y entender lo inconmensurable. Esos dos modos de saber posibilitan vislumbrar una conexión de la filosofía con la espiritualidad.
Concluyendo, dicha panorámica histórico-evolutiva de la humanidad permite al lector comprender la importancia del pensamiento de Wilber, no solo en la interpretación de la historia del pensamiento occidental, sino también como revulsivo de mi propio constructo filosófico a través de mis diversas publicaciones que, en definitiva, propone trascender un viejo mundo (Monserrat et al., 2013) y sus paradigmas trasnochados, hacia un nuevo mundo (Monserrat, 2005) que apunta a nuevos paradigmas por descubrir para todo sincero buscador de sabiduría, o dicho en término positivo, emprender un camino ascendente hacia la sabiduría. Así, con la constatación heideggeriana de que “todo comprender es comprenderse”, cabe destacar el papel positivo de la subjetividad en la hermenéutica, lo cual implica distinguir la subjetividad metafísica de lo que sería el ser humano individual, al que no se opone la hermenéutica (González y Trías, 2003:26-27). La metafísica, aunque problemática, es inevitable: el ser “humano” (cualquier ser con determinado grado de consciencia) es un ser metafísico, y la desaparición de la metafísica solo es posible con la desaparición del humano (o vivos semejantes de otros planetas). Una de las características del siglo XX ha sido la crítica sin contemplaciones a este tipo de filosofía eterna y sistemática que asociamos al término metafísica. Y, sin embargo, nada más actual que las cuestiones metafísicas. No hay manera de evitar que una y otra vez vuelva ese tipo de preguntas primeras sobre Dios, el hombre o el mundo, que quieren saber qué es lo que podemos conocer, qué es lo que debemos hacer o qué es lo que nos cabe esperar (Negrete, 2015).
BIBLIOGRAFÍA
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Garnier, Jean-Pierre. Cambia tu futuro por las aperturas temporales. España : Reconocerse, 2012.
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Wilber, Ken. El espectro de la conciencia. Barcelona : Kairós, 2005b.
NOTAS
(1) Tras el Renacimiento surgió la Edad de la Razón o Filosofía Moderna cuyo uno de su máximo exponente fue Kant. Con las Tres críticas de Kant (La crítica de la razón pura, La crítica de la razón práctica y La crítica del juicio), se produce una diferenciación de tres esferas: la ciencia (ello), la moralidad (nosotros) y el arte (yo). Con esta diferenciación, ya no había vuelta atrás. En el sincretismo mítico, la ciencia, la moralidad y el arte, estaban todavía globalmente fusionados. Por ejemplo: una “verdad” científica era verdadera solamente si encajaba en el dogma religioso. Con Kant, cada una de estas tres esferas se diferencia y se liberan para desarrollar su propio potencial:
-La esfera de la ciencia empírica trata con aquellos aspectos de la realidad que pueden ser investigados de forma relativamente “objetiva” y descritos en un lenguaje, es decir, verdades proposicionales y descriptivas (ello)
-La esfera práctica o razón moral, se refiere a cómo tú y yo podemos interactuar pragmáticamente e interrelacionarnos en términos que tenemos algo en común, es decir, un entendimiento mutuo (nosotros)
-La esfera del arte o juicio estético se refiere a cómo me expreso y qué es lo que expreso de mí, es decir, la profundidad del yo individual: sinceridad y expresividad (yo)
(2) Wilber examina el curso del desarrollo evolutivo a través de tres dominios a los que denomina materia (o cosmos), vida (o biosfera) y mente (o noosfera), y todo ello en conjunto es referido como “Kosmos”. Wilber pone especial énfasis en diferenciar cosmos de Kosmos, pues la mayor parte de las cosmologías están contaminadas por el sesgo materialista que les lleva a presuponer que el cosmos físico es la dimensión real y que todo lo demás debe ser explicado con referencia al plano material, siendo un enfoque brutal que arroja a la totalidad del Kosmos contra el muro del reduccionismo. Wilber no quiere hacer cosmología sino Kosmología.
(3) (Wilber, 2005b:72-119):
1- La realidad como un todo no está compuesta de cosas u de procesos, sino de holones.
2- Los holones muestran cuatro capacidades fundamentales: autopreservación, autoadaptación, autotrascendencia y autodisolución. Estas cuatro características son muy importantes y las vamos a estudiar una a una.
3- Autopreservación. Los holones se definen no por la materia de que están hechos (puede no haber materia) ni por el contexto en el que viven (aunque son inseparables de él), sino por el patrón relativamente autónomo y coherente que presenta. La totalidad del holón se muestra en la capacidad de preservar su patrón.
4- Autoadaptación. Un holón funciona no solo como una totalidad autopreservadora sino también como parte de otro todo mayor, y en su capacidad de ser una parte debe adaptarse o acomodarse a otros holones (no autopoiesis sino alopoiesis; no asimilación sino acomodación).
5- Autotrascendencia (o autotransformación). La autotrascendencia es simplemente la capacidad que tiene un sistema de llegar más allá de lo dado, e introducir en cierta medida algo novedoso; una capacidad sin la cual es seguro que la evolución no hubiera podido ni siquiera comenzar. El universo tiene la capacidad intrínseca de ir más allá de lo que fue anteriormente.
6- Autodisolución. Dado que cada holón es también un supraholón, cuando es borrado –cuando se autodisuelve en sus subholones- tiende a seguir el mismo camino descendente que éstos han seguido en el camino ascendente: las células se descomponen en moléculas, que a su vez se descomponen en átomos, y éstos en partículas que desaparecen en las probabilidades nubes transfinitas de “burbujas dentro de burbujas”.
7- Los holones emergen. Emergen nuevos holones debido a la capacidad de autotrascendencia. Primero las partículas subatómicas; después los átomos, moléculas, los polímeros; después las células, y así sucesivamente.
8- Los holones emergen holárquicamente. Es decir, jerárquicamente, como una serie ascendente de totalidades/partes. Los organismos contienen células, pero no al revés; las células contienen moléculas, pero no al revés; las moléculas contienen átomos, pero no al revés.
9- Cada holón emergente trasciende pero incluye a sus predecesores. Todas las estructuras básica y funciones son preservadas y llevadas a una identidad mayor, pero todas las estructuras de exclusividad y las funciones que existían debido, al aislamiento, a la separación, a la parcialidad, a la individualidad separada, son simplemente abandonadas y reemplazadas por una individualidad más profunda que alcanza una comunión más amplia de desarrollo.
10- Lo inferior establece las posibilidades de lo superior; lo superior estable las probabilidades de lo inferior. Aunque un nivel superior va “más allá” de lo dado en el nivel inferior, no viola las leyes o patrones del nivel inferior; no está determinado por el nivel inferior, pero tampoco puede ignorarlo. Mi cuerpo sigue las leyes de la gravedad, mi mente se rige por otras leyes, las de comunicación simbólica y la sintaxis lingüística; pero si mi cuerpo se cae por un precipicio, mi mente va con él.
11- El número de niveles que comprende una jerarquía determinada si esta es “superficial” o “profunda”; y al número de holones en su nivel dado le llamaremos su “extensión”. Esto es importante porque establece que no es solo el tamaño de una población lo que estable el orden de riqueza (u orden de emergencia cualitativa), sino más bien viene dado por su profundidad. Veremos que una de las confusiones más generalizadas de las teorías ecológicas generales o del nuevo paradigma (ya sean “pop” o “serias”) es que a menudo confunden gran extensión con gran profundidad.
12- Cada nivel sucesivo de la evolución produce MAYOR profundidad y MENOR extensión. Así, el número de moléculas de agua en el universo siempre será menor que el número de átomos de hidrógeno y de oxígeno. El número de células en el universo siempre será menor que el de moléculas, y así sucesivamente. Simplemente quiere decir que el número de totalidades siempre será menor que el número de partes, indefinidamente. Cuando mayor sea la profundidad de un holón, tanto mayor será su nivel de conciencia. El espectro de la evolución es un espectro de conciencia. Y se puede empezar a ver que las dimensiones espirituales constituyen el tejido mismo de la profundidad del Kosmos.
13- Destruye un holón de cualquier tipo y habrás destruido todos sus holones superiores y ninguno de sus inferiores. Es decir: cuando menos profundidad tiene un holón, tanto más fundamental es para el Kosmos, porque es un componente de muchos otros holones.
14- Las holoarquías coevolucionan. Significa que la “unidad” de evolución no es el holón aislado (molécula individual, planta, o animal), sino un holón más dentro del entorno inseparablemente ligado a él. Es decir, la evolución es ecológica en el sentido más amplio.
15- Lo micro está en una relación de intercambio con lo macro en todos los niveles de su profundidad. Por ejemplo, el ser humano y los tres niveles de materia, vida y mente: todos estos niveles mantienen su existencia a través de una red increíblemente rica de relaciones de intercambio con holones de la misma profundidad en su entorno.
16- La evolución tiende a seguir la dirección de mayor complejidad. El biólogo alemán Woltereck acuño el término anamorfosis – significa, literalmente, “no ser conforme”- para definir lo que vio como rasgo central y universal de la naturaleza: la emergencia de una complejidad cada vez mayor.
17- La evolución tiende a seguir la dirección de mayor diferenciación/integración. Este principio fue dado en su forma actual, por primera vez, por Herbert Spencer (en First principles, 1862): la evolución es un “cambio desde una homogeneidad incoherente e indefinida a una heterogeneidad coherente y definida, a través de continuas diferenciaciones e integraciones”.
18- La organización/estructuración va en aumento. La evolución se mueve del sistema más simple al más complejo y desde el nivel de organización menor hacia el mayor.
19- La evolución tiende a seguir la dirección de autonomía relativa creciente. Este es un concepto muy poco comprendido. Simplemente hace referencia a la capacidad de un holón para autopreservarse en medio de las fluctuaciones ambientales (autonomía relativa es otra forma de decir individualidad). Y de acuerdo con las ciencias de la complejidad, cuando más profundo es un holón, mayor es su autonomía relativa. La autonomía relativa simplemente se refiere a cierta flexibilidad ante el cambio de las condiciones ambientales.
20- La evolución tiende a seguir la dirección de un Telos creciente. El régimen, canon, código o estructura profunda de un holón actúa como un imán, un atractor, un punto omega en miniatura, para la realización de ese holón en el espacio y el tiempo. Es decir, el punto final del sistema tiene a “atraer” la realización (o desarrollo) del holón en esa dirección, ya sea un sistema físico, biológico o mental. Ha surgido toda una disciplina dentro de la teoría general de sistemas para dedicarse al estudio de las propiedades de los atractores caóticos y de los sistemas por ellos gobernados; se le conoce popularmente como la teoría del caos.
(4) Los cuatro cuadrantes del desarrollo son magníficamente resumido por Tony Schwartz en el prólogo de Breve historia de todas las cosas (Wilber, 2005a: 9):
El estudio de los centenares de mapas del desarrollo que han bosquejado los diversos pensadores a lo largo de los años- mapas del desarrollo biológico, del desarrollo psicológico, del desarrollo cognitivo y del desarrollo espiritual, por nombrar solo a unos pocos- llevó a Wilber al reconocimiento de que, muy a menudo, estos mapas estaban describiendo diferentes versiones de la “verdad”. Las formas exteriores del desarrollo, por ejemplo, pueden ser valoradas de manera objetiva y empírica pero, como afirma explícitamente Wilber, este tipo de verdad no lleva muy lejos. En su opinión, todo desarrollo comprehensivo también posee una dimensión interna, una dimensión subjetiva e interpretativa que está ligada a la conciencia y la introspección. Pero además, el desarrollo interno y el desarrollo externo, según Wilber, no tienen lugar aisladamente y de manera individual sino que acontecen en el seno de un contexto social y cultural. Éstos son los cuatro cuadrantes de los que hablamos. Ninguna de estas formas de la verdad puede ser reducida a las demás.
(5) Wilber (2005a: 177):
“Los grandes e innegables avances de las ciencias empíricas que tuvieron lugar en el periodo que va desde el Renacimiento hasta la Ilustración, nos hicieron creer que toda realidad podía ser abordada y descrita en los términos objetivos propios del lenguaje monológuico del “ello” e, inversamente, que si algo no podía ser estudiado y descrito de un modo objetivo y empírico, no era “realmente real”. Así fue como el Gran Tres terminó reducido al “Gran Uno” del materialismo científico, las exterioridades, los objetos y los sistemas científicos denominado por Wilber como una visión chata del mundo”.
(6) Permítaseme el lector que aproveche la experiencia vital del doctor Bruce Lipton para arremeter con una certera estocada en el corazón de los escépticos materialistas científicos.
El Profesor Titular de Filosofía del Derecho de la Universidad Carlos III de Madrid, Ángel Llamas, en el prólogo de La biología de la creencia (Lipton, 2007) nos invita a conocer las propuestas de esta obra: “en primer lugar, Bruce Lipton asesta un golpe definitivo al darwinismo oficial sin dogmatismo; en segundo lugar, nos recuerda que la noción de “sistema” en varias disciplinas partió de los descubrimientos en el campo de la biología. Sin embargo, desde la mística oriental hasta la física cuántica, en el organicismo de Platón, desde la economía hasta el campo jurídico, la idea de sistema ha encontrado su punto de anclaje en la consideración de la comunidad de elementos que interaccionan en la especialización del trabajo y en la cooperación para la resolución de sus problemas; en tercer lugar, el de mayor impacto en el libro, de que no somos víctimas de nuestros genes sino los dueños y señores de nuestros destinos”. Concluye Ángel Llamas así el prólogo: “Es el mismo camino que Karl Pribam en su denostado esfuerzo por cuestionar las creencias fijadas de antemano, o que el propio David Bohm realizó por considerar la totalidad del orden implicado, la mirada de Fritjot Capra en su Tao de la Física hace más de veinticinco años, el cambio que propuso Stanislav Grof respecto a los niveles de la conciencia humana, avalado por Campbell, Huston Smith o el propio Wilber en su visión integral de la psicología. Cómo no asociarlo con Michael Talbot cuando en sus propuestas de un universo holográfico detuvo un instante las creencias sobre un mundo que nos permitía plegar los niveles de realidad en múltiples planos”.
Ya en el prefacio, el propio Lipton nos cuenta cómo experimentó una epifanía científica que hizo añicos sus creencias acerca de la naturaleza de la vida; cómo su investigación ofrece una prueba irrefutable de que los preciados dogmas de la biología con respecto al determinismo genético albergan importantes fallos; cómo, el hecho de reconocer por fin la importancia del entorno genético le proporcionó una base para la ciencia y la filosofía de las medicinas alternativas, para la sabiduría espiritual de las creencias (tanto modernas como antiguas) y para la medicina alopática. Concluye Lipton en que la ciencia está a punto de desintegrar los viejos mitos y de reescribir una creencia básica de la civilización humana. La creencia de que no somos más que frágiles máquinas bioquímicas controladas por genes, está dando paso a la comprensión de que somos los poderosos artífices de nuestras propias vidas y del mundo en el que vivimos.
Luego en la introducción de la obra, asesta un golpe más al materialismo científico, y cito textualmente: “El Génesis dice que estamos hechos a imagen y semejanza de Dios. Sí, el racionalista que os habla está citando ahora a Jesús, a Buda y a Rumi. He vuelto al punto de partida y he pasado de ser un científico reduccionista enfrentado a la vista a ser un científico espiritual. Estamos hechos a imagen y semejanza de Dios y es necesario que volvamos a introducir el espíritu en la ecuación si queremos mejorar nuestra salud mental y física”.
Finalmente, en el epílogo de la obra, explica cómo abandonó su pasado como científico agnóstico por una visión de la nueva biología que le llevó a comprender la importancia que tiene integrar los reinos de la ciencia y el espíritu, invitándonos a dejar de lado las creencias arcaicas inculcadas en las instituciones científicas y los medios de comunicación para considerar la emocionante visión que ofrece la ciencia vanguardista.
(7) Wolfgang Pauli, premio Nobel de Física en 1945, realizó profundas contribuciones positivas a la física, incluyendo el famoso “principio de exclusión” y la predicción de la existencia del neutrino veinte años antes de que fuera descubierto. Pauli insistía en que la racionalidad tenía que venir complementada por la mística, y su amigo personal y colega Werner Heisenberg escribió un bello resumen que es recogido por Ken Wilber en Cuestiones cuánticas, una obra que recoge los escritos místicos de los físicos más famosos del mundo.
Para Pauli, un primer tema central de reflexión filosófica fue el proceso mismo de conocimiento, especialmente del conocimiento natural, que encuentra su última expresión racional en el establecimiento de leyes de la naturaleza matemáticamente formuladas. Pauli no se daba por satisfecho con la concepción puramente empirista, según la cual las leyes naturales únicamente pueden derivarse de los datos experimentales. Más bien estaba de parte de quienes “subrayan el papel de la intuición y el manejo de la atención en la estructuración de los conceptos e ideas necesarios para establecer un sistema de leyes naturales”. Ideas que, por lo general, van mucho más allá de la mera experiencia. Pauli, por tanto, buscaba el lazo de la conexión entre las percepciones sensoriales, por una parte, y los conceptos, por otra.
Todos los pensadores consecuentes han llegado a la conclusión de que la pura lógica es fundamentalmente incapaz de construir dicho lazo entre las percepciones sensoriales y los conceptos. Lo más satisfactorio, al entender de Pauli, es introducir en este punto el postulado de que en el cosmos existe un orden distinto del mundo de las apariencias, y que escapa a nuestra capacidad de elección. Lo cierto es que la relación entre la percepción sensible y la Idea sigue siendo una consecuencia del hecho de que tanto el alma como lo que se conoce por medio de la percepción están sujetos a un orden objetivamente concebido. El puente que conduce desde los datos experimentales, inicialmente desordenados, hasta las Ideas, lo ve Pauli en ciertas imágenes primigenias que preexisten en el alma, los arquetipos de que habla Kepler y también la psicología moderna. Estas imagines primordiales-aquí Pauli está de acuerdo en gran medida con Jung- no están localizadas en la conciencia, ni están relacionadas con ideas concretas formuladas racionalmente. Son, más bien, formas que pertenecen a la región inconsciente del alma humana, imagines dotadas de un poderoso contenido emocional y que no brotan a través del pensamiento, sino que son contempladas, por así decir, imaginativamente. Esta concepción del conocimiento natural proviene, obviamente, en lo esencial, de Platón.
Como dice Pauli: “La mente parece moverse a partir de un centro interior hacia fuera, por un movimiento como de extraversión hacia el mundo físico, donde se supone que todo sucede de modo automático, de manera que se diría que el espíritu abarca serenamente al mundo físico con sus Ideas”. Así pues, la ciencia natural de la época moderna implica una elaboración cristiana del “lúcido misticismo” platónico, para el cual el fundamento unitario del espíritu y la materia reside en las imágenes primordiales, donde tiene también lugar la comprensión, en sus diversos grados y clases, incluso hasta el conocimiento de la palabra de Dios. Pero Pauli añade una advertencia: “Este misticismo es tan lúcido que es capaz de ver más allá de numerosas oscuridades, cosa que los modernos no podemos ni nos atrevemos a hacer”.
En el centro del pensamiento filosófico de Pauli estaba el deseo de una comprensión unitaria del mundo, una unidad en la que estuviese incorporada la tensión de los opuestos, por lo cual saludó a esa interpretación de la teoría cuántica como a la inauguración de un nuevo modo de pensar, que permita expresar aquella unidad con mayor facilidad que entonces. Pauli llegó a pensar que el terreno árido atravesado por la moderna física atómica y por la psicología moderna permitía intentar una vez más emplear ese único lenguaje: “En la física actual tenemos una realidad invisible (la de los objetos atómicos) en la que el observador interviene con una cierta libertad (viéndose por ello enfrentado a alternativas de “elección y sacrificio”); por otra parte, en la psicología del inconsciente nos encontramos con procesos que no pueden atribuirse siempre sin ambigüedad alguna a un sujeto determinado. Habríamos encontrado así un modo de expresar la unidad entre todos los seres, que trascendería la causalidad de la física clásica como forma de correspondencia (Bohr); unidad, de la cual son casos especiales la interrelación psicofísica y la coincidencia de las formas instintivas de ideación a priori con las percepciones externas.
Sin embargo, dice Pauli, creo que a todo aquel para quien un racionalismo estrecho ha perdido todo atractivo, y para quien tampoco resulta suficientemente poderoso el encanto de una actitud mística, que considera sencillamente ilusoria la oprimente multiplicidad del mundo exterior, no le queda más remedio que exponerse a la intensa acción de los opuestos y sufrir los conflictos consiguientes. Precisamente obrando así, puede el sujeto encontrar más o menos conscientemente un camino interior de salvación. Lentamente surgen entonces imágenes, fantasías o Ideas internas que compensan la situación exterior y revelan como posible la aproximación entre los polos de la antítesis. Considera Pauli que el anhelo de superación de los opuestos, extensivo al logro de una síntesis que abarque a un tiempo a la comprensión racional y a la experiencia mística de la unidad, constituye el mito, confesado o no, de nuestro tiempo y de la época actual.
(8) Etimológicamente el término transpersonal significa “más allá” o “a través” de lo personal, y en la literatura transpersonal se suele utilizar para hacer referencia a inquietudes, motivaciones, experiencias, estadios evolutivos, modos de ser y otros fenómenos que incluyen pero trascienden la esfera de la individualidad y de la personalidad humana, el yo o ego (Ferrer, 2002). Entre sus intereses centrales se encuentran “los procesos, valores y estados transpersonales, la conciencia unitiva, las experiencias cumbre, el éxtasis, la experiencia mística, la trascendencia, las teorías y prácticas de la meditación, los caminos espirituales, la realización (...) y los conceptos, experiencias y actividades con ellas relacionados” (Walsh y Vaughan, 1982:14). Entre sus objetivos principales se encuentra la delimitación de las fronteras y las variedades de la experiencia humana consciente (Rowan, 1996). (Cita extraída del trabajo de investigación de Doctorado titulado Complejidad y Psicología Transpersonal: Caos y autoorganización en psicoterapia, de Iker Puente Vigiola, Facultad de Psicología, Universidad Autónoma de Barcelona, 16 de Febrero de 2007).
Sin embargo, a los efectos prácticos de este ensayo, el concepto de conciencia transpersonal se implementa también con la siguiente definición: En los estados modificados de consciencia estudiados por la psicología transpersonal se producen cambios en el flujo del pensamiento, en la percepción de la realidad y a nivel emocional. En estos estados pueden ocurrir experiencias de catarsis y, sobre todo, experiencias místicas o extáticas, que diversos autores han definido como religiosas, trascendentes, transpersonales o experiencias cumbre. En estas vivencias el mundo se percibe como una totalidad, en la que el propio individuo está inmerso. Se produce, al mismo tiempo, una sensación subjetiva de unidad, en la que el Yo individual se diluye, desapareciendo toda distinción significativa entre el Yo y el mundo exterior. Esta experiencia es vivida por la persona como algo positivo, y autores como Maslow o Grof señalan que puede tener efectos beneficiosos y terapéuticos. Sin embargo, la disolución del Yo previa a la sensación subjetiva de unidad, puede ser vivida por el sujeto como un momento de caos, de desequilibrio y desestructuración, de pérdida de los puntos de referencia habituales. Diversos autores se han referido a esta experiencia como muerte del ego. (Grof, 1988; Wilber, 1996; Fericgla, 2006). (Cita extraída del artículo titulado Psicología Transpersonal y Ciencias de la Complejidad: Un amplio horizonte interdisciplinar a explorar, de Iker Puente, Journal of Transpersonal Research, 2009, Vol. 1 (1), pp 19-28 ISSN: 1989-6077).
Por tanto, en este ensayo, el paso de la conciencia personal a la conciencia transpersonal, debe interpretarse como la muerte del ego en su viaje iniciático hacia la percepción unitaria del sujeto cognoscente con el mundo (no dualidad entre sujeto y objeto), donde las emociones egoístas e individualistas dejan paso a la compasión. Se trataría, en suma, de un ascendente viaje iniciático-cognitivo similar al descrito como salida del mundo de las sombras en el Mito de la Caverna de Platón, para luego transmitir de un modo descendente la sabiduría adquirida en el Mundo de las Ideas, donde la reina es el Amor.
(9) Desde el surgimiento de la física cuántica, la erudición ya no centra su atención en el objeto, sino en la conciencia humana como lo acreditan diversas áreas de la ciencia que, inapelablemente, remiten a la rehabilitación de la filosofía perenne. Las categorías científicas están convergiendo en la ciencia por excelencia, a saber, la ciencia de la conciencia. Y en ese campo, la filosofía transpersonal desarrollada por el filósofo Ken Wilber y la psicología transpersonal como la “cuarta fuerza” de la psicología, se presentan como un nuevo paradigma de conocimiento que, inherentemente, requiere de una renovada visión de la historia, la ciencia y la espiritualidad pero, eminentemente, desde un revisionismo de la psicología cognitiva y educativa.
La educación cuántica propone una reinterpretación de la historia del pensamiento occidental mediante la recuperación de la sabiduría presente en la filosofía perenne; replantea las relaciones entre la ciencia y la espiritualidad a la luz de las diferentes interpretaciones de la mecánica cuántica; cuestiona el tradicional sistema educativo y propone una pedagogía activa y libertaria; reivindica el asesoramiento filosófico junto a la psicoterapia transpersonal como guía cognitiva para dar un sentido a la vida.
El pensamiento divergente propuesto por el autor se atreve con postulaciones metafísicas en aras de satisfacer inquietudes epistemológicas que la sociedad occidental no puede solucionar desde el dogmático materialismo científico. En su lugar, invita al lector a descubrir la filosofía transpersonal, como un ejercicio de trascendencia para superar los contrarios a los que todo ser humano debe enfrentarse: la pobreza y la riqueza, la esclavitud y la libertad, el mal y el bien, la ignorancia y la sabiduría, la desdicha y la felicidad, la vida y la muerte, la materia y la mente.
En suma, esta obra aborda los cambios de paradigmas que sufre la actual civilización en el ámbito epistemológico, sociológico, psicológico, intelectual, filosófico y espiritual, proponiendo un nuevo paradigma de conocimiento para todo sujeto cognoscente que se precie de saber pensar.
La obra reivindica devolver a la filosofía su operatividad, su originaria dimensión terapéutica y su relevancia para la vida cotidiana. Para tal fin, la educación cuántica propone una renovada filosofía de la mente en oposición a la visión mecanicista, industrial y positivista de la escolarización tradicional.
(10) Wilber examina el curso del desarrollo evolutivo a través de tres dominios a los que denomina materia (o cosmos), vida (o biosfera) y mente (o noosfera), y todo ello en conjunto es referido como “Kosmos”. Wilber pone especial énfasis en diferenciar cosmos de Kosmos, pues la mayor parte de las cosmologías están contaminadas por el sesgo materialista que los lleva a presuponer que el cosmos físico es la dimensión real y que todo lo demás debe ser explicado con referencia al plano material, siendo un enfoque brutal que arroja a la totalidad del Kosmos contra el muro del reduccionismo. Wilber no quiere hacer cosmología sino Kosmología.
28 - LA CONCIENCIA: INVESTIGACIÓN MONOGRÁFICA
3 - EL ABISMO CULTURAL DE OCCIDENTE ES UN ABISMO DE CONCIENCIA
Este artículo está reproducido en el capítulo 5 de la segunda parte de la obra FILOSOFÍA TRANSPERSONAL Y EDUCACIÓN TRANSRACIONAL
“La conciencia, esa gran desconocida y, paradójicamente, tan presente en nosotros como ausente en el mundo” (Amador Martos, filósofo transpersonal).
Cuando sabes que la verdadera vida está en el interior de uno mismo, y teniendo en cuenta la profundidad filosófica en la que está instalado cada cual desde su razón, surgen entonces preguntas –sobre todo de tipo metafísico- que me transportan a otro campo de investigación, a ese lugar en donde el tiempo se vuelve relativo (7) , donde el pasado, el presente y el futuro coexisten(8) . El supuesto básico de la Teoría de la relatividad de Einstein es que la localización de los sucesos físicos, tanto en el tiempo como en el espacio, son relativos al estado de movimiento del observador. Si fuera posible viajar a la velocidad de la luz, seríamos viajeros en el tiempo.
Pero esa cuestión intenta resolver el desplazamiento físico a través del tiempo, es decir, en el universo material. Sin embargo, como postula el físico y astrónomo Sir James Jean, la naturaleza es mental. Si además como dice Pauli: “La mente parece moverse a partir de un centro interior hacia fuera, por un movimiento como de extraversión hacia el mundo físico, donde se supone que todo sucede de modo automático, de manera que se diría que el espíritu abarca serenamente al mundo físico con sus Ideas”. Así pues, la ciencia natural de la época moderna implica una elaboración cristiana del “lúcido misticismo” platónico, para el cual el fundamento unitario del espíritu y la materia reside en las imágenes primordiales, donde tiene también lugar la comprensión, en sus diversos grados y clases, incluso hasta el conocimiento de la palabra de Dios. Pero Pauli añade una advertencia: “Este misticismo es tan lúcido que es capaz de ver más allá de numerosas oscuridades, cosa que los modernos no podemos ni nos atrevemos a hacer” (1).
El misticismo contemplativo es un modo de saber contemplado por los padres de la física moderna, y nos hablan de Dios, del espíritu, de Platón, de la naturaleza mental, en definitiva, de un camino hermenéutico a investigar como camino complementario al dogmático materialismo científico que ha dominado a Occidente. Ahora son los propios científicos quienes ponen el espíritu en la ecuación del conocimiento, dando por sentado que existen dos modos de saber tal como ha demostrado epistemológicamente Ken Wilber en su obra El espectro de la conciencia (2).
El primer modo de saber (epistemología de lo conmensurable), se deriva del dominio del “ello” sobre el “yo” y el “nosotros”, es decir un dominio cognitivo del materialismo científico quien debería habernos explicado esa “realidad” de ahí fuera. Sin embargo, al decir de las neurociencias, es ilusión (3). El mundo de ahí fuera es pura ilusión, una cuestión que ya Einstein profetizó: “La diferencia entre el pasado, el presente y el futuro es una ilusión persistente”. Para Einstein, los conceptos de espacio y tiempo son construcciones nuestras, lo cual le indujo a elaborar su monumental Teoría de la relatividad (4).
Pero además de que la “realidad” de ahí fuera es una ilusión, el modo de conocerla, el materialismo científico que reniega del espíritu, ha visto resquebrajada su “rígida estructura” dualista que ha dominado a la mente occidental. No en vano las filosofías orientales, quienes están más orientadas al mundo interior, han sido integradas en la psicología occidental, dando nacimiento a la psicología humanista mediante la Pirámide de Maslow para vislumbrar la posibilidad de experiencias cumbres o trascendentales. Posteriormente nació la psicología transpersonal(5) como la “cuarta fuerza”, presentándose como un nuevo paradigma de conocimiento que, inherentemente, requiere de una renovada visión de la historia, la ciencia y la espiritualidad pero, eminentemente, desde un revisionismo de la psicología cognitiva y educativa.
Es evidente que las viejas estructuras sociales, educativas, psicológicas, espirituales, científicas, pero sobre todo, filosóficas, deben ser reemplazadas por nuevos paradigmas de pensamientos en todos esos respectivos campos del saber. Ahora bien, como he creído demostrar anteriormente, el camino de las exterioridades, del mundo sensible, no es el más certero pues obvia al espíritu encarnado como un racionalismo espiritual o “nosotros” (imperativo categórico kantiano), una cuestión que solo puede ser aprehendida desde una visión hermenéutica de lo inconmensurable. Por tanto, solo nos queda poner el foco de sabiduría en el mundo interior, en el mismo sentido como ya lo reivindicaba el inconmensurable Sócrates: ““Aquel que quiera cambiar el mundo debe empezar por cambiarse a sí mismo”.
La filosofía occidental nacida en Grecia hace aproximadamente 2.500 años, ha dado una vuelta de tuerca mediante la dialéctica histórica. Desde la época que va desde San Agustín a Copérnico, Occidente se movió siguiendo un ideal puramente ascendente, un ideal esencialmente ultramundano, un ideal según el cual la salvación y la liberación final no pueden ser halladas en este mundo, en esta Tierra y en esta vida, de modo que, desde ese punto de vista, las cosas realmente importantes solo ocurren después de la muerte, en el dominio de lo ultramundano. Con el advenimiento de la modernidad y la postmodernidad, en cambio, asistimos a una profunda subversión de este punto de vista, una transformación en la que los ascendentes desaparecen de escena y dejan su lugar a los descendentes, la idea de que el único mundo que existe es el mundo sensorial, empírico y material, un mundo que niega dimensiones superiores y más profundas y, negando por tanto, estadios superiores de la evolución de la conciencia, negando la trascendencia. Bienvenidos, por tanto, al mundo chato a decir de Wilber (6), al dios del capitalismo, del marxismo, del industrialismo, de la ecología profunda, del consumismo o del ecofeminismo, al Gran Uno asentado sobre el reduccionismo del materialismo científico o “ello” como jerarquía de dominio sobre el “yo” y el “nosotros”.
Sin lugar a dudas, el abismo cultural de Occidente es un abismo de conciencia.
Referencias:
(1) Wilber, Ken (1987b), Cuestiones cuánticas,Kairós, Barcelona.
(2) Wilber, Ken (2005), El espectro de la conciencia, Kairós, Barcelona.
(3) Morgado, Ignacio (2015), La fábrica de las ilusiones, Ariel, Barcelona.
(4) Einstein, Albert (2008), Sobre la teoría de la relatividad especial y general, Alianza Editorial, Madrid.
(5) Según el psicólogo transpersonal Iker Puente (2011, 18):
La idea de una filosofía perenne aparece a lo largo de toda la filosofía occidental, y ha ido tomando diversas formas a lo largo de su historia. El término philosophia perennis fue empleado por primera vez por Agustino Steuco en 1540 en su libro De perenni phi¬losophia, un tratado de filosofía cristiana en el que defendía la existencia de un núcleo común en la filosofía de toda la humanidad que se mantiene idéntico a través del curso de la historia. (…) Esta unidad en el conocimiento humano deriva, según los partidarios de la filosofía perenne, de la existencia de una realidad última que puede ser aprehendida por el intelecto en determinadas condi¬ciones especiales.
Dicha dimensión espiritual y trascendente de la naturaleza humana y de la existencia, en el ámbito de la psicología, tiene su correlato con el surgimiento de la psicología transpersonal como “cuarta fuerza” tras el conductismo, el psicoanálisis y la psicología humanista. Según Iker Puente (2011, 24):
La psicología transpersonal nació a finales de los años sesenta en los EE.UU. a raíz del interés de un grupo de psicólogos, psiquiatras y psicotera¬peutas (entre los que se encontraba Anthony Sutich y Abraham Maslow, fun¬dadores de la psicología humanista, y el psiquiatra Stanislav Grof) en expandir el marco de la psicología humanista más allá de su centro de atención sobre el yo individual, interesándose por el estudio de la dimensión espiritual y trascendente de la naturaleza humana y de la existencia. Sus fundadores pretendían realizar una integración de las tradiciones místicas occidentales y orientales con la psicología humanista. La orientación transpersonal surge, pues, del encuentro entre la psicología occidental (en particular de las escuelas psicoanalí¬ticas junguiana, humanista y existencial) y las tradiciones contemplativas de Orien¬te (en especial el budismo zen, el taoísmo y el hinduismo).
(6) Wilber, Ken (2005c), Breve historia de todas las cosas, Kairós, Barcelona.
(7) Científicos austríacos han demostrado una limitación fundamental para nuestra capacidad de medir el tiempo, combinando la mecánica cuántica y la teoría de Einstein de la relatividad general. Al medir el tiempo, normalmente suponemos que los relojes no afectan el espacio y el tiempo, y que el tiempo puede medirse con precisión infinita en puntos cercanos del espacio. Pero físicos teóricos de la Universidad de Viena y de la Academia Austriaca de Ciencias argumentan que cuanto más preciso sea un reloj determinado, más “borra” el flujo de tiempo medido por los relojes vecinos. Como consecuencia, el tiempo mostrado por los relojes ya no está bien definido. Los hallazgos se publican en la revista Proceedings de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos (PNAS).
En la vida cotidiana estamos acostumbrados a la idea de que las propiedades de un objeto pueden ser conocidas con una precisión arbitraria. Sin embargo, en la mecánica cuántica, una de las principales teorías de la física moderna, el principio de incertidumbre de Heisenberg establece un límite fundamental a la precisión con la que se pueden conocer pares de propiedades físicas, como la energía y el tiempo de un reloj. Cuanto más preciso es el reloj, mayor es la incertidumbre en su energía. Un reloj arbitrariamente preciso tendría por lo tanto una incertidumbre ilimitada en su energía. Esto se hace importante cuando se incluye la teoría de Einstein de la relatividad general, la otra teoría clave en la física. La relatividad general predice que el flujo del tiempo es alterado por la presencia de masas o fuentes de energía. Este efecto, conocido como “dilatación del tiempo gravitatorio”, hace que el tiempo se desacelere cerca de un objeto de gran energía, en comparación con la situación en la que el objeto tiene una energía menor.
Combinando estos principios de la mecánica cuántica y la relatividad general, el equipo de investigación encabezado por Aslav Brukner de la Universidad de Viena y el Instituto de Óptica Cuántica e Información Cuántica demostró un nuevo efecto en la interacción de las dos teorías fundamentales. Según la mecánica cuántica, si tenemos un reloj muy preciso, su incertidumbre energética es muy grande. Debido a la relatividad general, cuanto mayor es su incertidumbre energética, mayor es la incertidumbre en el flujo de tiempo en el vecindario del reloj.
Juntando las piezas, los investigadores mostraron que los relojes colocados uno junto al otro necesariamente se perturban mutuamente, resultando en un “borroso” flujo de tiempo. Esta limitación en nuestra capacidad de medir el tiempo es universal, en el sentido de que es independiente del mecanismo subyacente de los relojes o del material del que están hechos. “Nuestros hallazgos sugieren que necesitamos reexaminar nuestras ideas sobre la naturaleza del tiempo cuando, tanto la mecánica cuántica como la relatividad general, son tomadas en cuenta”, dice Esteban Castro, autor principal de la publicación.
(8) Un profesor estadounidense ha presentado una nueva teoría del tiempo, que sugiere que la idea de que el mismo fluye como un río no es correcta. Más bien, afirma, el espacio-tiempo es un “universo de bloque” donde el pasado, el presente y el futuro coexisten. La nueva teoría del tiempo, desarrollada por Bradford Skow, un profesor de filosofía del Instituto de Tecnología de Massachusetts, EE.UU., sugiere que el tiempo no avanza, sino más bien, todo el tiempo es siempre presente.
Según esta teoría del “universo de bloque”, si tuviéramos que “contemplar” el universo desde arriba, veríamos tiempo extendido en todas las direcciones. Skow alega que no cree en que los eventos se queden en el pasado y desaparezcan para siempre: existen en diferentes partes del espacio-tiempo. El científico sostiene que el presente no es como un punto destacado en la línea de tiempo. Más bien, las experiencias que tuviste ayer, la semana pasada, o incluso años atrás son todas reales. Sin embargo, precisa que el viaje en el tiempo entre los diferentes momentos no es posible, ya que ahora estamos en una parte diferente del espacio-tiempo.
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“La conciencia, esa gran desconocida y, paradójicamente, tan presente en nosotros como ausente en el mundo” (Amador Martos, filósofo transpersonal).
Cuando sabes que la verdadera vida está en el interior de uno mismo, y teniendo en cuenta la profundidad filosófica en la que está instalado cada cual desde su razón, surgen entonces preguntas –sobre todo de tipo metafísico- que me transportan a otro campo de investigación, a ese lugar en donde el tiempo se vuelve relativo (7) , donde el pasado, el presente y el futuro coexisten(8) . El supuesto básico de la Teoría de la relatividad de Einstein es que la localización de los sucesos físicos, tanto en el tiempo como en el espacio, son relativos al estado de movimiento del observador. Si fuera posible viajar a la velocidad de la luz, seríamos viajeros en el tiempo.
Pero esa cuestión intenta resolver el desplazamiento físico a través del tiempo, es decir, en el universo material. Sin embargo, como postula el físico y astrónomo Sir James Jean, la naturaleza es mental. Si además como dice Pauli: “La mente parece moverse a partir de un centro interior hacia fuera, por un movimiento como de extraversión hacia el mundo físico, donde se supone que todo sucede de modo automático, de manera que se diría que el espíritu abarca serenamente al mundo físico con sus Ideas”. Así pues, la ciencia natural de la época moderna implica una elaboración cristiana del “lúcido misticismo” platónico, para el cual el fundamento unitario del espíritu y la materia reside en las imágenes primordiales, donde tiene también lugar la comprensión, en sus diversos grados y clases, incluso hasta el conocimiento de la palabra de Dios. Pero Pauli añade una advertencia: “Este misticismo es tan lúcido que es capaz de ver más allá de numerosas oscuridades, cosa que los modernos no podemos ni nos atrevemos a hacer” (1).
El misticismo contemplativo es un modo de saber contemplado por los padres de la física moderna, y nos hablan de Dios, del espíritu, de Platón, de la naturaleza mental, en definitiva, de un camino hermenéutico a investigar como camino complementario al dogmático materialismo científico que ha dominado a Occidente. Ahora son los propios científicos quienes ponen el espíritu en la ecuación del conocimiento, dando por sentado que existen dos modos de saber tal como ha demostrado epistemológicamente Ken Wilber en su obra El espectro de la conciencia (2).
El primer modo de saber (epistemología de lo conmensurable), se deriva del dominio del “ello” sobre el “yo” y el “nosotros”, es decir un dominio cognitivo del materialismo científico quien debería habernos explicado esa “realidad” de ahí fuera. Sin embargo, al decir de las neurociencias, es ilusión (3). El mundo de ahí fuera es pura ilusión, una cuestión que ya Einstein profetizó: “La diferencia entre el pasado, el presente y el futuro es una ilusión persistente”. Para Einstein, los conceptos de espacio y tiempo son construcciones nuestras, lo cual le indujo a elaborar su monumental Teoría de la relatividad (4).
Pero además de que la “realidad” de ahí fuera es una ilusión, el modo de conocerla, el materialismo científico que reniega del espíritu, ha visto resquebrajada su “rígida estructura” dualista que ha dominado a la mente occidental. No en vano las filosofías orientales, quienes están más orientadas al mundo interior, han sido integradas en la psicología occidental, dando nacimiento a la psicología humanista mediante la Pirámide de Maslow para vislumbrar la posibilidad de experiencias cumbres o trascendentales. Posteriormente nació la psicología transpersonal(5) como la “cuarta fuerza”, presentándose como un nuevo paradigma de conocimiento que, inherentemente, requiere de una renovada visión de la historia, la ciencia y la espiritualidad pero, eminentemente, desde un revisionismo de la psicología cognitiva y educativa.
Es evidente que las viejas estructuras sociales, educativas, psicológicas, espirituales, científicas, pero sobre todo, filosóficas, deben ser reemplazadas por nuevos paradigmas de pensamientos en todos esos respectivos campos del saber. Ahora bien, como he creído demostrar anteriormente, el camino de las exterioridades, del mundo sensible, no es el más certero pues obvia al espíritu encarnado como un racionalismo espiritual o “nosotros” (imperativo categórico kantiano), una cuestión que solo puede ser aprehendida desde una visión hermenéutica de lo inconmensurable. Por tanto, solo nos queda poner el foco de sabiduría en el mundo interior, en el mismo sentido como ya lo reivindicaba el inconmensurable Sócrates: ““Aquel que quiera cambiar el mundo debe empezar por cambiarse a sí mismo”.
La filosofía occidental nacida en Grecia hace aproximadamente 2.500 años, ha dado una vuelta de tuerca mediante la dialéctica histórica. Desde la época que va desde San Agustín a Copérnico, Occidente se movió siguiendo un ideal puramente ascendente, un ideal esencialmente ultramundano, un ideal según el cual la salvación y la liberación final no pueden ser halladas en este mundo, en esta Tierra y en esta vida, de modo que, desde ese punto de vista, las cosas realmente importantes solo ocurren después de la muerte, en el dominio de lo ultramundano. Con el advenimiento de la modernidad y la postmodernidad, en cambio, asistimos a una profunda subversión de este punto de vista, una transformación en la que los ascendentes desaparecen de escena y dejan su lugar a los descendentes, la idea de que el único mundo que existe es el mundo sensorial, empírico y material, un mundo que niega dimensiones superiores y más profundas y, negando por tanto, estadios superiores de la evolución de la conciencia, negando la trascendencia. Bienvenidos, por tanto, al mundo chato a decir de Wilber (6), al dios del capitalismo, del marxismo, del industrialismo, de la ecología profunda, del consumismo o del ecofeminismo, al Gran Uno asentado sobre el reduccionismo del materialismo científico o “ello” como jerarquía de dominio sobre el “yo” y el “nosotros”.
Sin lugar a dudas, el abismo cultural de Occidente es un abismo de conciencia.
Referencias:
(1) Wilber, Ken (1987b), Cuestiones cuánticas,Kairós, Barcelona.
(2) Wilber, Ken (2005), El espectro de la conciencia, Kairós, Barcelona.
(3) Morgado, Ignacio (2015), La fábrica de las ilusiones, Ariel, Barcelona.
(4) Einstein, Albert (2008), Sobre la teoría de la relatividad especial y general, Alianza Editorial, Madrid.
(5) Según el psicólogo transpersonal Iker Puente (2011, 18):
La idea de una filosofía perenne aparece a lo largo de toda la filosofía occidental, y ha ido tomando diversas formas a lo largo de su historia. El término philosophia perennis fue empleado por primera vez por Agustino Steuco en 1540 en su libro De perenni phi¬losophia, un tratado de filosofía cristiana en el que defendía la existencia de un núcleo común en la filosofía de toda la humanidad que se mantiene idéntico a través del curso de la historia. (…) Esta unidad en el conocimiento humano deriva, según los partidarios de la filosofía perenne, de la existencia de una realidad última que puede ser aprehendida por el intelecto en determinadas condi¬ciones especiales.
Dicha dimensión espiritual y trascendente de la naturaleza humana y de la existencia, en el ámbito de la psicología, tiene su correlato con el surgimiento de la psicología transpersonal como “cuarta fuerza” tras el conductismo, el psicoanálisis y la psicología humanista. Según Iker Puente (2011, 24):
La psicología transpersonal nació a finales de los años sesenta en los EE.UU. a raíz del interés de un grupo de psicólogos, psiquiatras y psicotera¬peutas (entre los que se encontraba Anthony Sutich y Abraham Maslow, fun¬dadores de la psicología humanista, y el psiquiatra Stanislav Grof) en expandir el marco de la psicología humanista más allá de su centro de atención sobre el yo individual, interesándose por el estudio de la dimensión espiritual y trascendente de la naturaleza humana y de la existencia. Sus fundadores pretendían realizar una integración de las tradiciones místicas occidentales y orientales con la psicología humanista. La orientación transpersonal surge, pues, del encuentro entre la psicología occidental (en particular de las escuelas psicoanalí¬ticas junguiana, humanista y existencial) y las tradiciones contemplativas de Orien¬te (en especial el budismo zen, el taoísmo y el hinduismo).
(6) Wilber, Ken (2005c), Breve historia de todas las cosas, Kairós, Barcelona.
(7) Científicos austríacos han demostrado una limitación fundamental para nuestra capacidad de medir el tiempo, combinando la mecánica cuántica y la teoría de Einstein de la relatividad general. Al medir el tiempo, normalmente suponemos que los relojes no afectan el espacio y el tiempo, y que el tiempo puede medirse con precisión infinita en puntos cercanos del espacio. Pero físicos teóricos de la Universidad de Viena y de la Academia Austriaca de Ciencias argumentan que cuanto más preciso sea un reloj determinado, más “borra” el flujo de tiempo medido por los relojes vecinos. Como consecuencia, el tiempo mostrado por los relojes ya no está bien definido. Los hallazgos se publican en la revista Proceedings de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos (PNAS).
En la vida cotidiana estamos acostumbrados a la idea de que las propiedades de un objeto pueden ser conocidas con una precisión arbitraria. Sin embargo, en la mecánica cuántica, una de las principales teorías de la física moderna, el principio de incertidumbre de Heisenberg establece un límite fundamental a la precisión con la que se pueden conocer pares de propiedades físicas, como la energía y el tiempo de un reloj. Cuanto más preciso es el reloj, mayor es la incertidumbre en su energía. Un reloj arbitrariamente preciso tendría por lo tanto una incertidumbre ilimitada en su energía. Esto se hace importante cuando se incluye la teoría de Einstein de la relatividad general, la otra teoría clave en la física. La relatividad general predice que el flujo del tiempo es alterado por la presencia de masas o fuentes de energía. Este efecto, conocido como “dilatación del tiempo gravitatorio”, hace que el tiempo se desacelere cerca de un objeto de gran energía, en comparación con la situación en la que el objeto tiene una energía menor.
Combinando estos principios de la mecánica cuántica y la relatividad general, el equipo de investigación encabezado por Aslav Brukner de la Universidad de Viena y el Instituto de Óptica Cuántica e Información Cuántica demostró un nuevo efecto en la interacción de las dos teorías fundamentales. Según la mecánica cuántica, si tenemos un reloj muy preciso, su incertidumbre energética es muy grande. Debido a la relatividad general, cuanto mayor es su incertidumbre energética, mayor es la incertidumbre en el flujo de tiempo en el vecindario del reloj.
Juntando las piezas, los investigadores mostraron que los relojes colocados uno junto al otro necesariamente se perturban mutuamente, resultando en un “borroso” flujo de tiempo. Esta limitación en nuestra capacidad de medir el tiempo es universal, en el sentido de que es independiente del mecanismo subyacente de los relojes o del material del que están hechos. “Nuestros hallazgos sugieren que necesitamos reexaminar nuestras ideas sobre la naturaleza del tiempo cuando, tanto la mecánica cuántica como la relatividad general, son tomadas en cuenta”, dice Esteban Castro, autor principal de la publicación.
(8) Un profesor estadounidense ha presentado una nueva teoría del tiempo, que sugiere que la idea de que el mismo fluye como un río no es correcta. Más bien, afirma, el espacio-tiempo es un “universo de bloque” donde el pasado, el presente y el futuro coexisten. La nueva teoría del tiempo, desarrollada por Bradford Skow, un profesor de filosofía del Instituto de Tecnología de Massachusetts, EE.UU., sugiere que el tiempo no avanza, sino más bien, todo el tiempo es siempre presente.
Según esta teoría del “universo de bloque”, si tuviéramos que “contemplar” el universo desde arriba, veríamos tiempo extendido en todas las direcciones. Skow alega que no cree en que los eventos se queden en el pasado y desaparezcan para siempre: existen en diferentes partes del espacio-tiempo. El científico sostiene que el presente no es como un punto destacado en la línea de tiempo. Más bien, las experiencias que tuviste ayer, la semana pasada, o incluso años atrás son todas reales. Sin embargo, precisa que el viaje en el tiempo entre los diferentes momentos no es posible, ya que ahora estamos en una parte diferente del espacio-tiempo.
28 - LA CONCIENCIA: INVESTIGACIÓN MONOGRÁFICA
4 - EPISTEMOLOGÍA DE LA CONCIENCIA: LA SOCIALIZACIÓN DE LAS IDEAS REVOLUCIONARIAS
Artículo escrito el 2 de marzo de 2012.
Este artículo está reproducido en el capítulo 5 de la segunda parte de la obra CAPITALISMO Y CONCIENCIA
1 - Dos ideas revolucionarias: la racionalidad y la espiritualidad
Toda idea revolucionaria es sumamente perjudicial para la salud. Jesucristo fue crucificado por defender que era hijo de Dios. Copérnico, Kepler y Galileo se enfrentaron a la inquisición eclesiástica por defender el sistema heliocéntrico de los planetas. Martin Luther King fue asesinado por defender los derechos civiles para los afroamericanos y la discriminación racial. Nelson Mandela estuvo 27 años en la cárcel por defender una democracia multirracial en Sudáfrica. Cualquier persona que tenga una idea para cambiar la ideología dominante de su época, debe saber que se enfrenta a una tarea inconmensurable que, a veces, se paga con la propia vida.
Sin embargo, es gracias al sacrificio, a la firme creencia y defensa de las propias ideas como la humanidad ha ido avanzado en mayores derechos y libertades. Así es como se escribe la historia, con la lucha de personas por un ideal a favor del verdadero conocimiento, la verdad y el amor a la humanidad.
A mi parecer, la racionalidad y la espiritualidad son las dos mayores revoluciones que se han dado en la historia de la humanidad. El primer Renacimiento humanístico de los siglos XV y XVI abrió paso a la racionalidad y a la conciencia histórica individual. Con la apertura racional instalada en el hombre, se desarrollaron la filosofía tradicional y las ciencias hasta llegar al advenimiento de nuestro mundo tecnológico y científico actual.
Sin embargo, la espiritualidad es todavía una revolución pendiente de realizarse plenamente, entre las razones más importantes, porque hay tantos dogmas como religiones en el mundo. Por tanto, el disenso religioso, impide establecer una espiritualidad plenamente consensuada para dirigir los designios de la humanidad. La espiritualidad que la humanidad necesita debe, inexorablemente, surgir de la propia racionalidad, cuyo concepto resultante sería el "racionalismo espiritual". Este concepto, desde un punto de vista epistemológico, lo atribuyo a Ken Wilber por haber aunado la racionalidad propia de la filosofía tradicional con la espiritualidad presente en la filosofía perenne, sobre todo la relacionada con la espiritualidad oriental como el Budismo, por ejemplo. Ken Wilber tiene el gran mérito de haber establecido las bases para el cambio de paradigma desde la filosofía tradicionalmente académica a la filosofía transpersonal, contempladora esta última de la actividad espiritual presente en la conciencia de toda persona y como potencialidad susceptible de ser trascendida a niveles superiores.
2 - El racionalismo espiritual y la psicología evolutiva de la libertad
El concepto "racionalismo espiritual" pudiera parecer ambiguo al presentar aparentemente contradicciones internas: ¿Puede una persona ser racional y espiritual a la vez? Si. ¿Puede una persona ser racional y carecer de espiritualidad? Si. ¿Puede una persona tener un comportamiento irracional a la vez que no espiritual? Sí. ¿Puede una persona tener un comportamiento irracional a la vez que espiritual? Si. Todas estas opciones combinatorias son posibles por la inherente libertad que cada persona tiene respecto a su propia racionalidad y espiritualidad. La libertad ha sido tratada específicamente en mi ensayo Pensar en ser libre, concluyendo en una psicología evolutiva de la libertad. Sinópticamente, esta es la tesis:
- En el plano material, el dinero nos da la opción de ser esclavo del sistema (pobres en general) o libre del sistema (ricos en general). Son dos libertades correspondientes al mundo de los sentidos.
- En el plano intelectual, la razón nos da la opción de ser un filósofo pasivo (ignorantes en general) o un filósofo activo (buscador de saber en general). Son dos libertades correspondientes al mundo intelectual.
- En el plano espiritual, el amor en sus diferentes manifestaciones sociales nos da la opción de expresarlo a nivel personal (egoísta e individualista) o universalmente (altruista y solidario).Son dos libertades correspondientes al mundo espiritual.
La combinatoria ascendente de cada plano de libertad (2x2x2) tiene como resultado 8 niveles existenciales y de conciencia en las que cada sujeto cognoscente puede desarrollar sus libertades, orientadas a la búsqueda de su propia felicidad así como la de la humanidad. Estas libertades propician la asunción decisoria personal de las propias creencias respecto de la racionalidad y la espiritualidad, subjetivamente idealizadas, creando una codificación moral rectora de nuestro deambular vital. El fundamento ontológico del por qué cada persona piensa como piensa, actúa como actúa y vive como vive puede ser objeto de estudio desde las diferentes psicologías tradicionales (psicoanálisis, conductismo, cognitiva, humanista y la psicobiología).
Sin embargo, hay que dejar constancia que, desde los años 60, surge la psicología transpersonal como movimiento que estudia los potenciales más elevados de la humanidad y del reconocimiento, comprensión y actualización de los estadios espirituales y trascendentes. Psicólogos y psiquiatras como Stanislav Grof y Abraham Maslow, entre otros, consideraron que era necesario investigar y desarrollar una nueva rama de la psicología que estudiase un conjunto de experiencias y fenómenos de la conciencia que hasta la fecha consideraron que la psicología corriente no atendía suficientemente. En consecuencia, en 1969, Maslow propuso el término "transpersonal" para designar esta nueva psicología que sería la “cuarta fuerza”. La primera era el conductismo, la segunda el psicoanálisis y la tercera la psicología humanista. “La pirámide de Maslow” es científicamente asumida y conocida por hacer referencia a una jerarquía de las necesidades humanas que defiende que, conforme se satisfacen las necesidades más básicas (parte inferior de la pirámide), los seres humanos desarrollan necesidades y deseos más elevados (parte superior de la pirámide). Su pirámide de las necesidades humanas está estructurada en cinco niveles:
- Necesidades básicas
- Necesidades de seguridad y protección
- Necesidades de afiliación y afecto
- Necesidades de estima
- Autorrealización o auto-actualización
3 - Conciencia y libertad
¿Qué tiene que ver esta psicología evolutiva de las necesidades humanas con la libertad planteada más arriba? En mi sistema filosófico, mucho, pues la psicología evolutiva de la libertad desarrollada en mi obra Pensar en ser libre, es una tesis epistemológica que posiciona los cinco niveles jerárquicos de Maslow a través de los ocho niveles de libertades expuestos anteriormente. Por tanto, la realización personal de las personas, ciertamente busca el camino ascendente por la “Pirámide de Maslow”, pero se concreta existencialmente a través del ejercicio de las diferentes opciones de libertad respecto del mundo sensible, del mundo racional y del mundo espiritual. Y, el ejercicio existencial desde las diferentes libertades, tienen su propia correlación en la conciencia de cada sujeto cognoscente, pues es la atalaya desde donde se toman las decisiones. Aunque la conciencia de cada persona pueda ser identificada objetivamente como un “yo” personal, en realidad, conceptualmente, la Real Academia Española de la Lengua la define así:
- Propiedad del espíritu humano de reconocerse en sus atributos esenciales y en todas las modificaciones que en sí mismo experimenta (conciencia y evolución).
- Acto psíquico por el que un sujeto se percibe a sí mismo en el mundo (conciencia sensible).
- Conocimiento reflexivo de las cosas (conciencia intelectual).
- Conocimiento interior del bien y del mal (conciencia moral).
- Actividad mental a la que solo puede tener acceso el propio sujeto (es ese “lugar” donde la conciencia personal unifica las tres conciencias anteriores: sensible, cognitiva y moral).
Toda persona participa existencialmente, mediante sus tres conciencias, en los tres posibles mundos: el mundo sensible, el mundo intelectual y el mundo espiritual. La fenomenología objetiva de la existencia de toda persona es un fiel reflejo de su conciencia personal. La diferenciación de conciencia entre las personas viene determinada por las opciones de libertad mediante cada cual se enfrenta a sus tres mundos: el dinero en el mundo sensible, la razón en el mundo intelectual y el amor (o solidaridad social) en el mundo espiritual. Cuando una persona orienta su conciencia personal hacía el desenfreno materialista, sin atisbo de racionalidad ni espiritualidad, vivirá en la alegórica caverna platónica. Cuando una persona orienta su conciencia personal hacia la racionalidad, vivirá en un mundo intelectual, es decir, habrá salido de dicha caverna para ver el mundo inteligiblemente. Y, por último, cuando una persona orienta su vida hacia el altruismo, la solidaridad, la libertad y la felicidad de la humanidad en actos y pensamientos, entonces vivirá en un mundo espiritual. Tres mundos accesibles a cualquier persona desde la correcta gestión, o no, de su libertad.
4 - Conciencia personal y conciencia transpersonal
Con las explicaciones anteriores, se puede concluir que el racionalismo espiritual puede ser psicológicamente detectado en las personas gracias a la psicología transpersonal, y ahora más con la psicología evolutiva de la libertad. La psicología transpersonal tiene como objetivo detectar el nivel de conciencia de una persona, desde el instinto inferior sensible, pasando por su percepción racional, de modo que se la pueda ayudar a trascender hacia el nivel espiritual. Sin embargo, para no desviarnos del tema objeto de este artículo: ¿Cuál es la relación entre el racionalismo espiritual y las ideas revolucionarias? Pues precisamente que cada persona vive, piensa y ama en función de su propia codificación moral respecto de los tres posibles mundos: el mundo sensible, el mundo intelectual y el mundo espiritual.
Es por ello que hay personas que viven inmersos en el pleno consumismo y materialismo con ausencia de racionalidad y espiritualidad (es un estado que le conviene al neoliberalismo: que no pensemos).
También personas que viven, piensan y aman desde la racionalidad pero exentas de una espiritualidad hacia la humanidad (es el estado de los apologetas del neoliberalismo).
Pero hay también personas que, desde la racionalidad, luchan por un mundo más justo, solidario e igualitario para toda la humanidad, es decir, una apertura espiritual hacia la humanidad (es el caso de los defensores del altermundismo).
Por tanto, es perfectamente distinguible entre la conciencia personal, correlativamente subyugada y al servicio del neoliberalismo, así como la conciencia transpersonal lo está al servicio del altermundismo. Dicho de otro modo, el egoísmo y la individualidad propugnado por el neoliberalismo se manifiesta en las conciencias de las personas con ausencia de prístina espiritualidad. Frente a esa ideología dominante fruto del capitalismo, están surgiendo voces críticas de los activistas altermundistas que creen en la posibilidad de que otro mundo es posible. Se trata de una racionalidad con apertura a la espiritualidad humana, en la idea de que la humanidad puede evolucionar hacia una convivencia más justa, más igualitaria, sin guerras provocadas, sin hambrunas, en definitiva, una espiritualidad humana que busca el bien y la felicidad común para la humanidad entera. ¿Una utopía? Posiblemente hoy, sí. Pero recordemos cómo empezábamos este capítulo:
Toda idea revolucionaria es sumamente perjudicial para la salud. Jesucristo fue crucificado por defender que era hijo de Dios (hoy en día, el Cristianismo es una religión mayoritaria). Copérnico, Kepler y Galileo se enfrentaron a la inquisición eclesiástica por defender el sistema heliocéntrico de los planetas (hoy en día, nadie duda de que la tierra gira alrededor del sol).Martin Luther King fue asesinado por defender los derechos civiles para los afroamericanos y la discriminación racial (en 1964 fue Premio Nobel de la Paz por la defensa de sus ideas). Nelson Mandela estuvo 27 años en la cárcel por defender una democracia multirracial en Sudáfrica (en 1993 fue Premio Nobel de la paz por la defensa de sus ideas). Cualquier persona que tenga una idea para cambiar la ideología dominante de su época, debe saber que se enfrenta a una tarea inconmensurable que, a veces, se paga con la propia vida. Sin embargo, es gracias al sacrificio, a la firme creencia y defensa de las propias ideas como la humanidad ha ido avanzado en mayores derechos y libertades. Así es como se escribe la historia, con la lucha de personas por un ideal a favor del verdadero conocimiento, la verdad y el amor a la humanidad.
5 - La racionalidad es al conocimiento como la espiritualidad al amor
Por tanto, en la conciencia de cada cual reside la opción de comprometerse, o no, con ideas revolucionarias hacia una mayor racionalidad y espiritualidad. Citaba anteriormente que las dos revoluciones más importantes en la historia de la humanidad son la racionalidad y la espiritualidad, lo que viene a ser lo mismo que decir, respectivamente:
- Amar al conocimiento
- Conocer el amor
El amor al conocimiento es propio de los filósofos y científicos que han dedicado su vida y su pensamiento a la evolución cognitiva de la humanidad sin pedir nada a cambio y, en muchos casos, a costa de su tiempo, esfuerzo y la propia vida. En mi sistema filosófico hago hincapié en diferenciar entre los filósofos activos respecto de los filósofos pasivos. Los primeros, los activos, son los auténticos buscadores de saber. Los segundos, los pasivos, están instalados en la racionalidad desde un punto de vista de la herencia cognitiva mediante la historia social, pero no tienen una actitud pro-activa hacia el conocimiento. Son meros “usuarios” de la racionalidad y, mediante la experiencia vital, algo van aprendiendo.
Conocer el amor: solamente pueden sentir ese profundo sentimiento aquellas personas que, en cuerpo y alma, se han dedicado a los demás, como por ejemplo, la Madre Teresa de Calcuta y Vicente Ferrer, entre muchos otros. El amor tiene diferentes gradaciones: amor a los ancestros, amor a los padres, amor a lo hijos, amor a sí mismo, amor a la familia, amor a su comunidad social, amor a su nación y, finalmente, amor a la humanidad. (El amor a Dios también existe, pero la espiritualidad, en este artículo, no guarda relación ni con la religión ni con el misticismo, pues es una asunción moral propia de cada cual desde la fe). Por tanto, cada persona tiene un compromiso con cada uno de esos potenciales recorridos espirituales, de menor a mayor importancia cualitativa y cuantitativa.
La unión de ambos axiomas es lo que denomino racionalismo espiritual en la conciencia de una persona. Por citar un ejemplo: el doctor Pedro Alonso, desde una actitud científica (racionalismo) lucha contra la malaria. Desde hace 12 años dedica todos sus esfuerzos en combatir esta enfermedad paradigma de la pobreza (espiritualidad). Alonso dirige junto a su esposa Clara Menéndez el Centro de Investigación en Salud de Manhica, en Mozambique, galardonado el año 2008 con el Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional junto a los de Kintampo (Ghana), Ifakara (Tanzania) y el Centro de Investigación y Formación sobre la Malaria de Mali, con los que mantiene una estrecha colaboración.
6 - La ciencia de la conciencia: la filosofía transpersonal
Tras una incursión por el mapa psicológico de la conciencia, es más fácil comprender de dónde y cómo surgen las ideas revolucionarias: se trata de un verdadero compromiso con las creencias y valores internos de la persona poseedora de tales ideas. Y, si tenemos en cuenta los diferentes niveles de conciencia desde los menos a los más espirituales (detectables mediante la psicología transpersonal), se hace evidente la posibilidad epistemológica de estudiar el nivel evolutivo de la conciencia de una persona, y su interrelación con la humanidad y el universo, como he pretendido en mi obra La educación cuántica. Sin embargo, a modo de principio diferenciador sustentado en los contrarios propuestos por el filósofo Heráclito, podemos diferenciar conceptualmente entre la conciencia personal y la conciencia transpersonal, para describir objetivamente todo acto emanado de la propia “conciencia” del sujeto cognoscente.
Desde el punto de vista del mapa sociológico, la racionalidad y la espiritualidad se hallan diferenciadas pero no integradas. Es obvio, como se ha explicado anteriormente, que la humanidad está explotando todo el potencial de la racionalidad, pero en beneficio de un capitalismo libertino que no busca el bien común para la humanidad. Y es obvio también que la espiritualidad brilla por su ausencia en este mundo, por muchas religiones que tengamos. Se puede hablar de racionalidad y de espiritualidad como conceptos totalmente diferenciados. Pero ambos conceptos no están integrados ni social ni culturalmente: si fuera así no existiría la crisis humanitaria y ecológica que padecemos en la actualidad. Sin embargo, desde un punto de vista epistemológico, el racionalismo espiritual es ya una reciente realidad a través de la filosofía transpersonal y la psicología transpersonal.
Como he expuesto, la conciencia personal es al neoliberalismo lo que la conciencia transpersonal es al altermundismo. Es decir, los activistas altermundistas que vivimos, pensamos y actuamos desde la racionalidad espiritual, lo hacemos desde una racionalidad con la mira puesta en la espiritualidad de la humanidad. Sin embargo, es una incipiente idea revolucionaria frente a la ideología dominante del pensamiento único neoliberal. Es por ello que hay que amarse de valor, paciencia, entereza y estrategia para poder derrocar a los plutócratas, quienes pretenden nuestro control mental. Es cuestión de ir trabajando en el afianzamiento de la conciencia transpersonal en las personas, en defensa de las tesis altermundistas. El racionalismo espiritual es un concepto novedoso y desconocido para la mayoría de personas, sin embargo, subyace esencialmente en el pensamiento altermundista. Es por ello que propugno que el altermundismo constituye una auténtica revolución espiritual como movimiento social. Los actores, de un modo histórico y social, son muy variados. Formalmente, el Foro Social Mundial del año 2001, marca un antes y un después. Sin embargo, pienso que es perentorio hacer un reconocimiento a los primeros activistas anti-sistema que se manifestaron entre el 29 de noviembre y el 3 de diciembre de 1999 en Seattle (EE.UU), contra la cumbre la Organización Mundial del Comercio (OMC). Estos miles de manifestantes (se estima que unos 40.000) están considerados como el inicio de una nueva etapa del movimiento antiglobalización en contra de las consecuencias negativas del libre comercio. Desde el año 2001, el Foro Social Mundial mantiene reuniones anuales en diferentes ciudades del mundo. En él se integran cada vez más intelectuales y movimientos sociales, todos ellos apoyados por diferentes medios alternativos de información, pues ya sabemos que los medios de comunicación tradicionales están al servicio de los poderes financieros, y todos ellos bajo la tutela del enemigo invisible de la humanidad.
7 - Conceptos clarificadores
Concluyendo este artículo, puede ser resumido del siguiente modo:
- Toda idea revolucionaria puede ser perjudicial para la salud, pero conviene luchar por aquello en lo cual se cree que es correcto.
- Las dos mayores revoluciones de la historia de la humanidad son la racionalidad y la espiritualidad.
- La racionalidad de la humanidad fue una importante revolución, pues dio origen a la conciencia histórica individual desde el Renacimiento de los siglos XV y XVI hasta el nivel tecnológico de la actualidad. Sin embargo, la racionalidad ha sido secuestrada social y mentalmente por el neoliberalismo.
- La espiritualidad es una revolución todavía pendiente de realizarse plenamente en la historia de la humanidad.
- El racionalismo espiritual es un paradigma emergente que enlaza holísticamente la racionalidad con la espiritualidad. Se inició formalmente con la filosofía transpersonal y la psicología transpersonal.
-El racionalismo espiritual está presente en las personas con conciencia transpersonal.
- La conciencia transpersonal (altruista y solidaria) está presente en los presupuestos altermundistas.
- El racionalismo espiritual, por tanto, es el revulsivo del altermundismo.
- La conciencia de las personas, además de ser objeto de estudio por la psicología tradicional, puede ser estudiada desde la psicología transpersonal, cuyo objetivo es detectar el nivel de conciencia para que pueda ser trascendida hacia la espiritualidad.
- El mapa psicológico mide el nivel de conciencia de una persona desde la racionalidad hacia la espiritualidad.
- El mapa sociológico mide el nivel de conciencia colectiva desde la racionalidad hacia la espiritualidad.
- El racionalismo espiritual, a través del altermundismo, está fomentando la integración simbiótica de las conciencias personales hacia una mayor conciencia colectiva que priorice el bien común. Cuando se logre la pertinente masa crítica, el neoliberalismo como ideología predominante será sustituido por el altermundismo. Este proceso de cambio de paradigma del neoliberalismo al altermundismo es lo que denomino el segundo Renacimiento humanístico.
El neoliberalismo ejerce un control social y mental sobre todos “nosotros” y, con tal de mantener su plutocracia, no dudará en imponer su Nuevo Orden Mundial. También tenemos conocimiento de que el altermundismo constituye una verdadera revolución espiritual. Y sabemos que las ideas revolucionarias juegan un papel muy importante en la sustitución de una ideología dominante. Todas las personas con conciencia transpersonal, y por tanto con racionalismo espiritual, juegan un factor determinante en la futura consolidación del segundo Renacimiento humanístico.
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Este artículo está reproducido en el capítulo 5 de la segunda parte de la obra CAPITALISMO Y CONCIENCIA
1 - Dos ideas revolucionarias: la racionalidad y la espiritualidad
Toda idea revolucionaria es sumamente perjudicial para la salud. Jesucristo fue crucificado por defender que era hijo de Dios. Copérnico, Kepler y Galileo se enfrentaron a la inquisición eclesiástica por defender el sistema heliocéntrico de los planetas. Martin Luther King fue asesinado por defender los derechos civiles para los afroamericanos y la discriminación racial. Nelson Mandela estuvo 27 años en la cárcel por defender una democracia multirracial en Sudáfrica. Cualquier persona que tenga una idea para cambiar la ideología dominante de su época, debe saber que se enfrenta a una tarea inconmensurable que, a veces, se paga con la propia vida.
Sin embargo, es gracias al sacrificio, a la firme creencia y defensa de las propias ideas como la humanidad ha ido avanzado en mayores derechos y libertades. Así es como se escribe la historia, con la lucha de personas por un ideal a favor del verdadero conocimiento, la verdad y el amor a la humanidad.
A mi parecer, la racionalidad y la espiritualidad son las dos mayores revoluciones que se han dado en la historia de la humanidad. El primer Renacimiento humanístico de los siglos XV y XVI abrió paso a la racionalidad y a la conciencia histórica individual. Con la apertura racional instalada en el hombre, se desarrollaron la filosofía tradicional y las ciencias hasta llegar al advenimiento de nuestro mundo tecnológico y científico actual.
Sin embargo, la espiritualidad es todavía una revolución pendiente de realizarse plenamente, entre las razones más importantes, porque hay tantos dogmas como religiones en el mundo. Por tanto, el disenso religioso, impide establecer una espiritualidad plenamente consensuada para dirigir los designios de la humanidad. La espiritualidad que la humanidad necesita debe, inexorablemente, surgir de la propia racionalidad, cuyo concepto resultante sería el "racionalismo espiritual". Este concepto, desde un punto de vista epistemológico, lo atribuyo a Ken Wilber por haber aunado la racionalidad propia de la filosofía tradicional con la espiritualidad presente en la filosofía perenne, sobre todo la relacionada con la espiritualidad oriental como el Budismo, por ejemplo. Ken Wilber tiene el gran mérito de haber establecido las bases para el cambio de paradigma desde la filosofía tradicionalmente académica a la filosofía transpersonal, contempladora esta última de la actividad espiritual presente en la conciencia de toda persona y como potencialidad susceptible de ser trascendida a niveles superiores.
2 - El racionalismo espiritual y la psicología evolutiva de la libertad
El concepto "racionalismo espiritual" pudiera parecer ambiguo al presentar aparentemente contradicciones internas: ¿Puede una persona ser racional y espiritual a la vez? Si. ¿Puede una persona ser racional y carecer de espiritualidad? Si. ¿Puede una persona tener un comportamiento irracional a la vez que no espiritual? Sí. ¿Puede una persona tener un comportamiento irracional a la vez que espiritual? Si. Todas estas opciones combinatorias son posibles por la inherente libertad que cada persona tiene respecto a su propia racionalidad y espiritualidad. La libertad ha sido tratada específicamente en mi ensayo Pensar en ser libre, concluyendo en una psicología evolutiva de la libertad. Sinópticamente, esta es la tesis:
- En el plano material, el dinero nos da la opción de ser esclavo del sistema (pobres en general) o libre del sistema (ricos en general). Son dos libertades correspondientes al mundo de los sentidos.
- En el plano intelectual, la razón nos da la opción de ser un filósofo pasivo (ignorantes en general) o un filósofo activo (buscador de saber en general). Son dos libertades correspondientes al mundo intelectual.
- En el plano espiritual, el amor en sus diferentes manifestaciones sociales nos da la opción de expresarlo a nivel personal (egoísta e individualista) o universalmente (altruista y solidario).Son dos libertades correspondientes al mundo espiritual.
La combinatoria ascendente de cada plano de libertad (2x2x2) tiene como resultado 8 niveles existenciales y de conciencia en las que cada sujeto cognoscente puede desarrollar sus libertades, orientadas a la búsqueda de su propia felicidad así como la de la humanidad. Estas libertades propician la asunción decisoria personal de las propias creencias respecto de la racionalidad y la espiritualidad, subjetivamente idealizadas, creando una codificación moral rectora de nuestro deambular vital. El fundamento ontológico del por qué cada persona piensa como piensa, actúa como actúa y vive como vive puede ser objeto de estudio desde las diferentes psicologías tradicionales (psicoanálisis, conductismo, cognitiva, humanista y la psicobiología).
Sin embargo, hay que dejar constancia que, desde los años 60, surge la psicología transpersonal como movimiento que estudia los potenciales más elevados de la humanidad y del reconocimiento, comprensión y actualización de los estadios espirituales y trascendentes. Psicólogos y psiquiatras como Stanislav Grof y Abraham Maslow, entre otros, consideraron que era necesario investigar y desarrollar una nueva rama de la psicología que estudiase un conjunto de experiencias y fenómenos de la conciencia que hasta la fecha consideraron que la psicología corriente no atendía suficientemente. En consecuencia, en 1969, Maslow propuso el término "transpersonal" para designar esta nueva psicología que sería la “cuarta fuerza”. La primera era el conductismo, la segunda el psicoanálisis y la tercera la psicología humanista. “La pirámide de Maslow” es científicamente asumida y conocida por hacer referencia a una jerarquía de las necesidades humanas que defiende que, conforme se satisfacen las necesidades más básicas (parte inferior de la pirámide), los seres humanos desarrollan necesidades y deseos más elevados (parte superior de la pirámide). Su pirámide de las necesidades humanas está estructurada en cinco niveles:
- Necesidades básicas
- Necesidades de seguridad y protección
- Necesidades de afiliación y afecto
- Necesidades de estima
- Autorrealización o auto-actualización
3 - Conciencia y libertad
¿Qué tiene que ver esta psicología evolutiva de las necesidades humanas con la libertad planteada más arriba? En mi sistema filosófico, mucho, pues la psicología evolutiva de la libertad desarrollada en mi obra Pensar en ser libre, es una tesis epistemológica que posiciona los cinco niveles jerárquicos de Maslow a través de los ocho niveles de libertades expuestos anteriormente. Por tanto, la realización personal de las personas, ciertamente busca el camino ascendente por la “Pirámide de Maslow”, pero se concreta existencialmente a través del ejercicio de las diferentes opciones de libertad respecto del mundo sensible, del mundo racional y del mundo espiritual. Y, el ejercicio existencial desde las diferentes libertades, tienen su propia correlación en la conciencia de cada sujeto cognoscente, pues es la atalaya desde donde se toman las decisiones. Aunque la conciencia de cada persona pueda ser identificada objetivamente como un “yo” personal, en realidad, conceptualmente, la Real Academia Española de la Lengua la define así:
- Propiedad del espíritu humano de reconocerse en sus atributos esenciales y en todas las modificaciones que en sí mismo experimenta (conciencia y evolución).
- Acto psíquico por el que un sujeto se percibe a sí mismo en el mundo (conciencia sensible).
- Conocimiento reflexivo de las cosas (conciencia intelectual).
- Conocimiento interior del bien y del mal (conciencia moral).
- Actividad mental a la que solo puede tener acceso el propio sujeto (es ese “lugar” donde la conciencia personal unifica las tres conciencias anteriores: sensible, cognitiva y moral).
Toda persona participa existencialmente, mediante sus tres conciencias, en los tres posibles mundos: el mundo sensible, el mundo intelectual y el mundo espiritual. La fenomenología objetiva de la existencia de toda persona es un fiel reflejo de su conciencia personal. La diferenciación de conciencia entre las personas viene determinada por las opciones de libertad mediante cada cual se enfrenta a sus tres mundos: el dinero en el mundo sensible, la razón en el mundo intelectual y el amor (o solidaridad social) en el mundo espiritual. Cuando una persona orienta su conciencia personal hacía el desenfreno materialista, sin atisbo de racionalidad ni espiritualidad, vivirá en la alegórica caverna platónica. Cuando una persona orienta su conciencia personal hacia la racionalidad, vivirá en un mundo intelectual, es decir, habrá salido de dicha caverna para ver el mundo inteligiblemente. Y, por último, cuando una persona orienta su vida hacia el altruismo, la solidaridad, la libertad y la felicidad de la humanidad en actos y pensamientos, entonces vivirá en un mundo espiritual. Tres mundos accesibles a cualquier persona desde la correcta gestión, o no, de su libertad.
4 - Conciencia personal y conciencia transpersonal
Con las explicaciones anteriores, se puede concluir que el racionalismo espiritual puede ser psicológicamente detectado en las personas gracias a la psicología transpersonal, y ahora más con la psicología evolutiva de la libertad. La psicología transpersonal tiene como objetivo detectar el nivel de conciencia de una persona, desde el instinto inferior sensible, pasando por su percepción racional, de modo que se la pueda ayudar a trascender hacia el nivel espiritual. Sin embargo, para no desviarnos del tema objeto de este artículo: ¿Cuál es la relación entre el racionalismo espiritual y las ideas revolucionarias? Pues precisamente que cada persona vive, piensa y ama en función de su propia codificación moral respecto de los tres posibles mundos: el mundo sensible, el mundo intelectual y el mundo espiritual.
Es por ello que hay personas que viven inmersos en el pleno consumismo y materialismo con ausencia de racionalidad y espiritualidad (es un estado que le conviene al neoliberalismo: que no pensemos).
También personas que viven, piensan y aman desde la racionalidad pero exentas de una espiritualidad hacia la humanidad (es el estado de los apologetas del neoliberalismo).
Pero hay también personas que, desde la racionalidad, luchan por un mundo más justo, solidario e igualitario para toda la humanidad, es decir, una apertura espiritual hacia la humanidad (es el caso de los defensores del altermundismo).
Por tanto, es perfectamente distinguible entre la conciencia personal, correlativamente subyugada y al servicio del neoliberalismo, así como la conciencia transpersonal lo está al servicio del altermundismo. Dicho de otro modo, el egoísmo y la individualidad propugnado por el neoliberalismo se manifiesta en las conciencias de las personas con ausencia de prístina espiritualidad. Frente a esa ideología dominante fruto del capitalismo, están surgiendo voces críticas de los activistas altermundistas que creen en la posibilidad de que otro mundo es posible. Se trata de una racionalidad con apertura a la espiritualidad humana, en la idea de que la humanidad puede evolucionar hacia una convivencia más justa, más igualitaria, sin guerras provocadas, sin hambrunas, en definitiva, una espiritualidad humana que busca el bien y la felicidad común para la humanidad entera. ¿Una utopía? Posiblemente hoy, sí. Pero recordemos cómo empezábamos este capítulo:
Toda idea revolucionaria es sumamente perjudicial para la salud. Jesucristo fue crucificado por defender que era hijo de Dios (hoy en día, el Cristianismo es una religión mayoritaria). Copérnico, Kepler y Galileo se enfrentaron a la inquisición eclesiástica por defender el sistema heliocéntrico de los planetas (hoy en día, nadie duda de que la tierra gira alrededor del sol).Martin Luther King fue asesinado por defender los derechos civiles para los afroamericanos y la discriminación racial (en 1964 fue Premio Nobel de la Paz por la defensa de sus ideas). Nelson Mandela estuvo 27 años en la cárcel por defender una democracia multirracial en Sudáfrica (en 1993 fue Premio Nobel de la paz por la defensa de sus ideas). Cualquier persona que tenga una idea para cambiar la ideología dominante de su época, debe saber que se enfrenta a una tarea inconmensurable que, a veces, se paga con la propia vida. Sin embargo, es gracias al sacrificio, a la firme creencia y defensa de las propias ideas como la humanidad ha ido avanzado en mayores derechos y libertades. Así es como se escribe la historia, con la lucha de personas por un ideal a favor del verdadero conocimiento, la verdad y el amor a la humanidad.
5 - La racionalidad es al conocimiento como la espiritualidad al amor
Por tanto, en la conciencia de cada cual reside la opción de comprometerse, o no, con ideas revolucionarias hacia una mayor racionalidad y espiritualidad. Citaba anteriormente que las dos revoluciones más importantes en la historia de la humanidad son la racionalidad y la espiritualidad, lo que viene a ser lo mismo que decir, respectivamente:
- Amar al conocimiento
- Conocer el amor
El amor al conocimiento es propio de los filósofos y científicos que han dedicado su vida y su pensamiento a la evolución cognitiva de la humanidad sin pedir nada a cambio y, en muchos casos, a costa de su tiempo, esfuerzo y la propia vida. En mi sistema filosófico hago hincapié en diferenciar entre los filósofos activos respecto de los filósofos pasivos. Los primeros, los activos, son los auténticos buscadores de saber. Los segundos, los pasivos, están instalados en la racionalidad desde un punto de vista de la herencia cognitiva mediante la historia social, pero no tienen una actitud pro-activa hacia el conocimiento. Son meros “usuarios” de la racionalidad y, mediante la experiencia vital, algo van aprendiendo.
Conocer el amor: solamente pueden sentir ese profundo sentimiento aquellas personas que, en cuerpo y alma, se han dedicado a los demás, como por ejemplo, la Madre Teresa de Calcuta y Vicente Ferrer, entre muchos otros. El amor tiene diferentes gradaciones: amor a los ancestros, amor a los padres, amor a lo hijos, amor a sí mismo, amor a la familia, amor a su comunidad social, amor a su nación y, finalmente, amor a la humanidad. (El amor a Dios también existe, pero la espiritualidad, en este artículo, no guarda relación ni con la religión ni con el misticismo, pues es una asunción moral propia de cada cual desde la fe). Por tanto, cada persona tiene un compromiso con cada uno de esos potenciales recorridos espirituales, de menor a mayor importancia cualitativa y cuantitativa.
La unión de ambos axiomas es lo que denomino racionalismo espiritual en la conciencia de una persona. Por citar un ejemplo: el doctor Pedro Alonso, desde una actitud científica (racionalismo) lucha contra la malaria. Desde hace 12 años dedica todos sus esfuerzos en combatir esta enfermedad paradigma de la pobreza (espiritualidad). Alonso dirige junto a su esposa Clara Menéndez el Centro de Investigación en Salud de Manhica, en Mozambique, galardonado el año 2008 con el Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional junto a los de Kintampo (Ghana), Ifakara (Tanzania) y el Centro de Investigación y Formación sobre la Malaria de Mali, con los que mantiene una estrecha colaboración.
6 - La ciencia de la conciencia: la filosofía transpersonal
Tras una incursión por el mapa psicológico de la conciencia, es más fácil comprender de dónde y cómo surgen las ideas revolucionarias: se trata de un verdadero compromiso con las creencias y valores internos de la persona poseedora de tales ideas. Y, si tenemos en cuenta los diferentes niveles de conciencia desde los menos a los más espirituales (detectables mediante la psicología transpersonal), se hace evidente la posibilidad epistemológica de estudiar el nivel evolutivo de la conciencia de una persona, y su interrelación con la humanidad y el universo, como he pretendido en mi obra La educación cuántica. Sin embargo, a modo de principio diferenciador sustentado en los contrarios propuestos por el filósofo Heráclito, podemos diferenciar conceptualmente entre la conciencia personal y la conciencia transpersonal, para describir objetivamente todo acto emanado de la propia “conciencia” del sujeto cognoscente.
Desde el punto de vista del mapa sociológico, la racionalidad y la espiritualidad se hallan diferenciadas pero no integradas. Es obvio, como se ha explicado anteriormente, que la humanidad está explotando todo el potencial de la racionalidad, pero en beneficio de un capitalismo libertino que no busca el bien común para la humanidad. Y es obvio también que la espiritualidad brilla por su ausencia en este mundo, por muchas religiones que tengamos. Se puede hablar de racionalidad y de espiritualidad como conceptos totalmente diferenciados. Pero ambos conceptos no están integrados ni social ni culturalmente: si fuera así no existiría la crisis humanitaria y ecológica que padecemos en la actualidad. Sin embargo, desde un punto de vista epistemológico, el racionalismo espiritual es ya una reciente realidad a través de la filosofía transpersonal y la psicología transpersonal.
Como he expuesto, la conciencia personal es al neoliberalismo lo que la conciencia transpersonal es al altermundismo. Es decir, los activistas altermundistas que vivimos, pensamos y actuamos desde la racionalidad espiritual, lo hacemos desde una racionalidad con la mira puesta en la espiritualidad de la humanidad. Sin embargo, es una incipiente idea revolucionaria frente a la ideología dominante del pensamiento único neoliberal. Es por ello que hay que amarse de valor, paciencia, entereza y estrategia para poder derrocar a los plutócratas, quienes pretenden nuestro control mental. Es cuestión de ir trabajando en el afianzamiento de la conciencia transpersonal en las personas, en defensa de las tesis altermundistas. El racionalismo espiritual es un concepto novedoso y desconocido para la mayoría de personas, sin embargo, subyace esencialmente en el pensamiento altermundista. Es por ello que propugno que el altermundismo constituye una auténtica revolución espiritual como movimiento social. Los actores, de un modo histórico y social, son muy variados. Formalmente, el Foro Social Mundial del año 2001, marca un antes y un después. Sin embargo, pienso que es perentorio hacer un reconocimiento a los primeros activistas anti-sistema que se manifestaron entre el 29 de noviembre y el 3 de diciembre de 1999 en Seattle (EE.UU), contra la cumbre la Organización Mundial del Comercio (OMC). Estos miles de manifestantes (se estima que unos 40.000) están considerados como el inicio de una nueva etapa del movimiento antiglobalización en contra de las consecuencias negativas del libre comercio. Desde el año 2001, el Foro Social Mundial mantiene reuniones anuales en diferentes ciudades del mundo. En él se integran cada vez más intelectuales y movimientos sociales, todos ellos apoyados por diferentes medios alternativos de información, pues ya sabemos que los medios de comunicación tradicionales están al servicio de los poderes financieros, y todos ellos bajo la tutela del enemigo invisible de la humanidad.
7 - Conceptos clarificadores
Concluyendo este artículo, puede ser resumido del siguiente modo:
- Toda idea revolucionaria puede ser perjudicial para la salud, pero conviene luchar por aquello en lo cual se cree que es correcto.
- Las dos mayores revoluciones de la historia de la humanidad son la racionalidad y la espiritualidad.
- La racionalidad de la humanidad fue una importante revolución, pues dio origen a la conciencia histórica individual desde el Renacimiento de los siglos XV y XVI hasta el nivel tecnológico de la actualidad. Sin embargo, la racionalidad ha sido secuestrada social y mentalmente por el neoliberalismo.
- La espiritualidad es una revolución todavía pendiente de realizarse plenamente en la historia de la humanidad.
- El racionalismo espiritual es un paradigma emergente que enlaza holísticamente la racionalidad con la espiritualidad. Se inició formalmente con la filosofía transpersonal y la psicología transpersonal.
-El racionalismo espiritual está presente en las personas con conciencia transpersonal.
- La conciencia transpersonal (altruista y solidaria) está presente en los presupuestos altermundistas.
- El racionalismo espiritual, por tanto, es el revulsivo del altermundismo.
- La conciencia de las personas, además de ser objeto de estudio por la psicología tradicional, puede ser estudiada desde la psicología transpersonal, cuyo objetivo es detectar el nivel de conciencia para que pueda ser trascendida hacia la espiritualidad.
- El mapa psicológico mide el nivel de conciencia de una persona desde la racionalidad hacia la espiritualidad.
- El mapa sociológico mide el nivel de conciencia colectiva desde la racionalidad hacia la espiritualidad.
- El racionalismo espiritual, a través del altermundismo, está fomentando la integración simbiótica de las conciencias personales hacia una mayor conciencia colectiva que priorice el bien común. Cuando se logre la pertinente masa crítica, el neoliberalismo como ideología predominante será sustituido por el altermundismo. Este proceso de cambio de paradigma del neoliberalismo al altermundismo es lo que denomino el segundo Renacimiento humanístico.
El neoliberalismo ejerce un control social y mental sobre todos “nosotros” y, con tal de mantener su plutocracia, no dudará en imponer su Nuevo Orden Mundial. También tenemos conocimiento de que el altermundismo constituye una verdadera revolución espiritual. Y sabemos que las ideas revolucionarias juegan un papel muy importante en la sustitución de una ideología dominante. Todas las personas con conciencia transpersonal, y por tanto con racionalismo espiritual, juegan un factor determinante en la futura consolidación del segundo Renacimiento humanístico.
Este artículo es una reproducción del capítulo 3-5 de la primera parte de LA EDUCACIÓN CUÁNTICA
Porque la historia del pensamiento, tan complicada como nos la han enseñado, es mucho más fácil de interpretar si lo hacemos desde una correcta hermenéutica que debe fusionar el pensamiento tradicional con la filosofía perenne. Son dos modos de saber, vuelvo a recordar en boca de Wilber, que deberían ser complementarios. Sin embargo, la historia de Occidente es la historia de la pérdida de identidad, es la historia del ego que ha perdido toda referencia del espíritu, una dictadura de la razón pragmática sobre el espíritu. Pero en su afán destructor, la razón no puede destruirse a sí misma, porque es una parte holística de la vida. Cierto es que nos podemos auto aniquilar, sin embargo, la razón siempre buscará, mediante una profunda reflexión, la salida al actual callejón al que ha llegado esta civilización. Pienso, humildemente, que el auxilio solo puede venir por parte del espíritu, donde se supone que está el amor, donde se supone que hay un Dios, o una conexión cuántica, en todo caso, es el eterno problema metafísico todavía por descubrir. Sin embargo, la física cuántica ha abierto la puerta del espíritu, y al entrar se ha dado de bruces con un cartel que ponía: “Conócete a ti mismo”. Así, hay que estudiar filosofía perenne. Explicar ello me produce una intensa emoción mística, inefable, que solo pueden compartir aquellos lectores capaces de desgranar mis pensamientos hasta aquí.
Sin lugar a dudas, la humanidad está experimentando una paradigmática evolución del “yo” fragmentado y disociado de la colectividad hacia la concienciación colectiva o “nosotros” , y en esa labor, el materialismo científico o “ello”, ha quedado obsoleto de contenidos para tal fin desde que se atascó cognitiva y hermenéuticamente con la física cuántica. Desde un punto de vista historicista, Kant mediante sus Tres críticas, diferenció magistralmente esos tres mundos - “ello”, “yo” y “nosotros”-, pero la postmodernidad no ha sabido o podido integrarlos. Así, ni el materialismo científico ni los pensadores postmodernos, han podido dar una honrosa salida en el modo de repensar este decrépito mundo, una cuestión que requiere de una honda reflexión filosófica.
Efectivamente, con Kant se produce una diferenciación del “ello”, del “yo” y del “nosotros” mediante sus Tres críticas: ya no tengo que seguir automáticamente las reglas y normas sociales, es decir, puedo normalizar las normas; lo que la Iglesia y el Estado dicen no es necesariamente lo bueno ni lo verdadero. A partir de estas tres diferenciaciones de Kant, se produce un problema central en la postmodernidad: ahora que la ciencia, la moralidad y el arte han sido diferenciados irreversiblemente, ¿cómo los integramos? Le siguió una época emergente que hizo temblar al mundo y, también, contribuyó a su construcción. Kant era consciente de ello, en especial, en su ensayo ¿Qué es la ilustración? El peligro de la diferenciación era que podían desmembrarse completamente las tres esferas. Entonces surgieron los “doctores de la modernidad”: Schelling, Hegel, Marx, Schiller, Freud, Weber o Heidegger. Todos ellos intentaron desesperadamente, de diversas formas, recoger los fragmentos que comenzaban a caer a partir de la diferenciación de las tres esferas. Ahora había que tratar “terapéuticamente” con las tres diferenciaciones, convirtiéndose en una amenazadora disociación entre biosfera y noosfera (Wilber, 2005).
Con la diferenciación de la ciencia (ello), la moral (nosotros) y el arte (yo), cada uno pudo seguir su propio camino y establecer sus propias verdades sin ser dominados por los otros. La racionalidad produjo la diferenciación y, a la postmodernidad, le toca el papel de la integración. Así fue como Habermas (1987), con su obra la Teoría de la acción comunicativa, intentó la integración de las tres esferas. El “Ser-en-el-mundo” de Heidegger fue también otro intento. Foucault también trabajó en la misma línea de integración. Pensemos lo que pensemos de estos intelectuales, la cuestión es que todos han propuesto soluciones para la integración del “ello” (ciencia), el “yo” (el arte) y el “nosotros” (la moral). La postracionalidad tiene la misión de ser una visión integradora, lo cual dista todavía de concretarse, aunque Wilber apunta hacia ello con su concepto de Visión-lógica: “La naturaleza dialéctica de la visión-lógica, es decir, la unidad de opuestos concebida mentalmente (como “interpenetración mutua”) es una de las señales de la estructura integral, es intrínseca a la conciencia aperspectival emergente” (Wilber, 2005).
BIBLIOGRAFÍA:
Habermas, Jürgen. Teoría de la acción comunicativa. Madrid: Taurus, 1987.
Wilber, Ken. Sexo, Ecología, Espiritualidad. Madrid: Gaia Ediciones, 2005.
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Porque la historia del pensamiento, tan complicada como nos la han enseñado, es mucho más fácil de interpretar si lo hacemos desde una correcta hermenéutica que debe fusionar el pensamiento tradicional con la filosofía perenne. Son dos modos de saber, vuelvo a recordar en boca de Wilber, que deberían ser complementarios. Sin embargo, la historia de Occidente es la historia de la pérdida de identidad, es la historia del ego que ha perdido toda referencia del espíritu, una dictadura de la razón pragmática sobre el espíritu. Pero en su afán destructor, la razón no puede destruirse a sí misma, porque es una parte holística de la vida. Cierto es que nos podemos auto aniquilar, sin embargo, la razón siempre buscará, mediante una profunda reflexión, la salida al actual callejón al que ha llegado esta civilización. Pienso, humildemente, que el auxilio solo puede venir por parte del espíritu, donde se supone que está el amor, donde se supone que hay un Dios, o una conexión cuántica, en todo caso, es el eterno problema metafísico todavía por descubrir. Sin embargo, la física cuántica ha abierto la puerta del espíritu, y al entrar se ha dado de bruces con un cartel que ponía: “Conócete a ti mismo”. Así, hay que estudiar filosofía perenne. Explicar ello me produce una intensa emoción mística, inefable, que solo pueden compartir aquellos lectores capaces de desgranar mis pensamientos hasta aquí.
Sin lugar a dudas, la humanidad está experimentando una paradigmática evolución del “yo” fragmentado y disociado de la colectividad hacia la concienciación colectiva o “nosotros” , y en esa labor, el materialismo científico o “ello”, ha quedado obsoleto de contenidos para tal fin desde que se atascó cognitiva y hermenéuticamente con la física cuántica. Desde un punto de vista historicista, Kant mediante sus Tres críticas, diferenció magistralmente esos tres mundos - “ello”, “yo” y “nosotros”-, pero la postmodernidad no ha sabido o podido integrarlos. Así, ni el materialismo científico ni los pensadores postmodernos, han podido dar una honrosa salida en el modo de repensar este decrépito mundo, una cuestión que requiere de una honda reflexión filosófica.
Efectivamente, con Kant se produce una diferenciación del “ello”, del “yo” y del “nosotros” mediante sus Tres críticas: ya no tengo que seguir automáticamente las reglas y normas sociales, es decir, puedo normalizar las normas; lo que la Iglesia y el Estado dicen no es necesariamente lo bueno ni lo verdadero. A partir de estas tres diferenciaciones de Kant, se produce un problema central en la postmodernidad: ahora que la ciencia, la moralidad y el arte han sido diferenciados irreversiblemente, ¿cómo los integramos? Le siguió una época emergente que hizo temblar al mundo y, también, contribuyó a su construcción. Kant era consciente de ello, en especial, en su ensayo ¿Qué es la ilustración? El peligro de la diferenciación era que podían desmembrarse completamente las tres esferas. Entonces surgieron los “doctores de la modernidad”: Schelling, Hegel, Marx, Schiller, Freud, Weber o Heidegger. Todos ellos intentaron desesperadamente, de diversas formas, recoger los fragmentos que comenzaban a caer a partir de la diferenciación de las tres esferas. Ahora había que tratar “terapéuticamente” con las tres diferenciaciones, convirtiéndose en una amenazadora disociación entre biosfera y noosfera (Wilber, 2005).
Con la diferenciación de la ciencia (ello), la moral (nosotros) y el arte (yo), cada uno pudo seguir su propio camino y establecer sus propias verdades sin ser dominados por los otros. La racionalidad produjo la diferenciación y, a la postmodernidad, le toca el papel de la integración. Así fue como Habermas (1987), con su obra la Teoría de la acción comunicativa, intentó la integración de las tres esferas. El “Ser-en-el-mundo” de Heidegger fue también otro intento. Foucault también trabajó en la misma línea de integración. Pensemos lo que pensemos de estos intelectuales, la cuestión es que todos han propuesto soluciones para la integración del “ello” (ciencia), el “yo” (el arte) y el “nosotros” (la moral). La postracionalidad tiene la misión de ser una visión integradora, lo cual dista todavía de concretarse, aunque Wilber apunta hacia ello con su concepto de Visión-lógica: “La naturaleza dialéctica de la visión-lógica, es decir, la unidad de opuestos concebida mentalmente (como “interpenetración mutua”) es una de las señales de la estructura integral, es intrínseca a la conciencia aperspectival emergente” (Wilber, 2005).
BIBLIOGRAFÍA:
Habermas, Jürgen. Teoría de la acción comunicativa. Madrid: Taurus, 1987.
Wilber, Ken. Sexo, Ecología, Espiritualidad. Madrid: Gaia Ediciones, 2005.
Este artículo es una reproducción del capítulo 6-1 de la primera parte de LA EDUCACIÓN CUÁNTICA
¿Qué grandes cambios están pasando desapercibidos por el materialismo científico que reniega de la filosofía transpersonal como nuevo paradigma de conocimiento al aunar la filosofía tradicional con la filosofía perenne? El más importante de dichos cambios es un giro copernicano en la mirada: el racionalismo pragmático (dualidad sujeto-objeto) está evolucionando holísticamente hacia el racionalismo espiritual (no dualidad entre sujeto-objeto). La diferencia central entre la ciencia positivista y la fenomenología radica en que, en la ciencia, el camino a la verdad se podría sintetizar en la frase “ver para creer” refiriéndose, evidentemente, a la comprobación indispensable del método científico. Mientras que, en la fenomenología, podríamos representarla en el enunciado inverso: “creer para ver”, en el otro modo de saber, el místico, en el sentido como ya lo definiera Platón: “La filosofía es un silencioso diálogo del alma consigo misma, entorno al Ser”. Una cuestión esta del saber que ha sido demostrada científicamente por el físico Garnier mediante su teoría del desdoblamiento del tiempo, y filosóficamente por Ken Wilber en su obra El espectro de la conciencia.
Con este tipo de aproximaciones, el hombre regresa a lo que la ciencia positivista abandonó: el estudio de la conciencia como instrumento de conocer. Y partiendo de la premisa de que modificando la conciencia se modifica también el resultado de la observación, invita ello a un aperturismo hacia el sendero del conocimiento, no solo del objeto sino, eminentemente, del sujeto en su potencial capacidad para la correcta aprehensión de los fenómenos a modo de ideas. En definitiva, lo que Platón nos alumbró magistralmente mediante el Mito de la caverna, salir del mundo de las sombras para abrazar el Mundo de las Ideas, una cuestión del genuino saber que ha sido tergiversado por la civilización occidental al obviar el conocimiento esotérico de la filosofía perenne, así como la introspección de la filosofía oriental. Es así como el ego occidental ha quedado fragmentado y disociado de la colectividad. Su auxilio ha llegado desde la filosofía oriental y sus verdades perennes.
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¿Qué grandes cambios están pasando desapercibidos por el materialismo científico que reniega de la filosofía transpersonal como nuevo paradigma de conocimiento al aunar la filosofía tradicional con la filosofía perenne? El más importante de dichos cambios es un giro copernicano en la mirada: el racionalismo pragmático (dualidad sujeto-objeto) está evolucionando holísticamente hacia el racionalismo espiritual (no dualidad entre sujeto-objeto). La diferencia central entre la ciencia positivista y la fenomenología radica en que, en la ciencia, el camino a la verdad se podría sintetizar en la frase “ver para creer” refiriéndose, evidentemente, a la comprobación indispensable del método científico. Mientras que, en la fenomenología, podríamos representarla en el enunciado inverso: “creer para ver”, en el otro modo de saber, el místico, en el sentido como ya lo definiera Platón: “La filosofía es un silencioso diálogo del alma consigo misma, entorno al Ser”. Una cuestión esta del saber que ha sido demostrada científicamente por el físico Garnier mediante su teoría del desdoblamiento del tiempo, y filosóficamente por Ken Wilber en su obra El espectro de la conciencia.
Con este tipo de aproximaciones, el hombre regresa a lo que la ciencia positivista abandonó: el estudio de la conciencia como instrumento de conocer. Y partiendo de la premisa de que modificando la conciencia se modifica también el resultado de la observación, invita ello a un aperturismo hacia el sendero del conocimiento, no solo del objeto sino, eminentemente, del sujeto en su potencial capacidad para la correcta aprehensión de los fenómenos a modo de ideas. En definitiva, lo que Platón nos alumbró magistralmente mediante el Mito de la caverna, salir del mundo de las sombras para abrazar el Mundo de las Ideas, una cuestión del genuino saber que ha sido tergiversado por la civilización occidental al obviar el conocimiento esotérico de la filosofía perenne, así como la introspección de la filosofía oriental. Es así como el ego occidental ha quedado fragmentado y disociado de la colectividad. Su auxilio ha llegado desde la filosofía oriental y sus verdades perennes.