34 - EL DEBATE ENTRE CIENCIA Y ESPIRITUALIDAD
6 - OCCIDENTE: UNA PESADILLA DE ODIO ENTRE RAZÓN Y ESPÍRITU
Este artículo está reproducido en el capítulo 11 de la tercera parte de la obra FILOSOFÍA TRANSPERSONAL Y EDUCACIÓN TRANSRACIONAL
“Repensar a la espiritualidad es el sino de los tiempos convulsos que vivimos” (Amador Martos, filósofo transpersonal).
Según Wilber (2005) en Breve historia de todas las cosas, las grandes tradiciones espirituales del mundo caen bajo dos campos muy amplios y diferentes, dos tipos diferentes de espiritualidad que denomina la espiritualidad ascendente y espiritualidad descendente.
Desde la época que va desde San Agustín a Copérnico, Occidente se movió siguiendo un ideal puramente ascendente, un ideal esencialmente ultramundano, un ideal según el cual la salvación y la liberación final no pueden ser halladas en este mundo, en esta Tierra y en esta vida, de modo que, desde ese punto de vista, las cosas realmente importantes solo ocurren después de la muerte, en el dominio de lo ultramundano. Con el advenimiento de la modernidad y la postmodernidad, en cambio, asistimos a una profunda subversión de este punto de vista, una transformación en la que los ascendentes desaparecen de escena y dejan su lugar a los descendentes, la idea de que el único mundo que existe es el mundo sensorial, empírico y material, un mundo que niega dimensiones superiores y más profundas y, negando por tanto, estadios superiores de la evolución de la conciencia, negando la trascendencia. Bienvenidos, por tanto, al "mundo chato" a decir de Wilber, al dios del capitalismo, del marxismo, del industrialismo, de la ecología profunda, del consumismo o del ecofeminismo, al Gran Uno asentado sobre el reduccionismo del materialismo científico o “ello” como jerarquía de dominio sobre el “yo” y el “nosotros” .
Wilber analiza, explica y sitúa contextualmente en la cronología histórica a los ascendentes y los descendentes que han llevado al colapso del Kosmos (1) y, en su lugar, propone la integración de la sabiduría (camino ascendente) y la compasión (camino descendente) desde la no-dualidad retomando así las tradiciones de Platón y Plotino. Ahora bien, ¿cómo integrar lo ascendente y lo descendente? ¡Siempre las malditas notas fracturadas, a decir de Whitehead, a pie de página de Platón! Para Wilber, está muy claro, es necesaria la emergencia de un nuevo tipo de sociedad que integre la conciencia, la cultura y la naturaleza, y abra paso al arte, la moral, la ciencia, los valores personales, la sabiduría colectiva y el conocimiento técnico. Y para tal finalidad, es requisito rechazar la visión chata del mundo sustentada exclusivamente en el materialismo científico, las exterioridades, los objetos y los sistemas científicos.
Sin embargo, a lo largo de la historia de Occidente, dicha unidad entre lo ascendente y lo descendente terminaría resquebrajándose y enfrentando, de manera frecuentemente violenta, a los ultramundanos ascendentes y los intramundanos descendentes, un conflicto que ha terminado convirtiéndose en el problema central característico de la mente occidental. Durante el milenio que va de Agustín a Copérnico aparece, en Occidente, un ideal casi exclusivamente ascendente recomendado por la Iglesia para alcanzar las virtudes y la salvación, un camino que aconsejaba no acumular ningún tipo de tesoros de esta tierra porque, según ella, en esta tierra no hay nada que merezca ser atesorado. Pero todo comenzó a cambiar radicalmente con el Renacimiento y la emergencia de la modernidad, un cambio que alcanzaría su punto culminante con la Ilustración y la Edad de la Razón y que bien podría resumirse diciendo que los ascendentes fueron reemplazados por los descendentes. Con la emergencia de la modernidad, lo ascendente se convertiría en el nuevo pecado. La moderna negación occidental de las dimensiones transpersonales produjo desprecio, rechazo y marginación de lo auténticamente espiritual y el consiguiente declive de cualquier tipo de sabiduría trascendente, un declive que ha termino convirtiéndose en el signo de nuestros tiempos.
Para el mundo moderno, entonces, la salvación se hallaría en la política, la ciencia, el marxismo, la industrialización, el consumismo, la sexualidad, el materialismo científico, etcétera. La salvación solo puede ser encontrada en esta tierra, en el mundo de los fenómenos, en suma, en un marco de referencia puramente descendente donde no existe ninguna verdad superior, ninguna corriente ascendente, nada que sea realmente trascendente, dicho de otra manera, es una religión de mucha compasión pero poca sabiduría, de mucha Divinidad pero poco Dios, en suma, la visión chata del mundo.
Desde hace unos dos mil años, los ascendentes y los descendentes se hallan enzarzados en la misma batalla, una batalla en la que cada bando reclama ser la Totalidad y acusa al otro de ser el Mal, fracturando así el mundo en una pesadilla de odio y rechazo. Después de tantos años de lucha, los ascendentes y los descendentes siguen atrapados en la misma locura, en una pesadilla de odio entre razón y espíritu como fundamento del fracaso epistemológico de la filosofía occidental.
La solución a esta contienda consiste en integrar y equilibrar las corrientes ascendentes y descendentes en el ser humano, de forma que la sabiduría y la compasión puedan aunar sus fuerzas en la búsqueda de un Espíritu que trascienda e incluya este mundo, que englobe este mundo y todos sus seres con su amor, una compasión, un cuidado y un respeto infinito, la más tierna de las misericordias y la más resplandeciente de las miradas. Sin embargo, como denuncia Stephane Hessel, miembro del comité que redactó la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, hay razones más que suficientes para una insurrección pacífica y para la indignación (Sampedro y Hessel, 2011) en contra de la dictadura de los mercados (Navarro, 2012), requiriéndose con urgencia una economía humanista (Sampedro, 2010) que dé prioridad muy especialmente al empeño de humanizar una ciencia que suele ser representada con una frialdad impasible. Ese ideal humanista reivindicado por José Luis Sampedro, paradójicamente, está imbuido de la sabiduría perenne tanto de Occidente como de Oriente (Sampedro, 2015). Los pensamientos y los sentimientos de José Luis Sampedro son una luminaria humanista en los que Occidente debería ilustrarse para trascender la crisis de su filosofía y de su ciencia.
REFERENCIA:
(1) Ken Wilber examina el curso del desarrollo evolutivo a través de tres dominios a los que denomina materia (o cosmos), vida (o biosfera) y mente (o noosfera), y todo ello en conjunto es referido como “Kosmos”. Wilber pone especial énfasis en diferenciar cosmos de Kosmos, pues la mayor parte de las cosmologías están contaminadas por el sesgo materialista que les lleva a presuponer que el cosmos físico es la dimensión real y que todo lo demás debe ser explicado con referencia al plano material, siendo un enfoque brutal que arroja a la totalidad del Kosmos contra el muro del reduccionismo. Wilber no quiere hacer cosmología sino Kosmología.
BIBLIOGRAFÍA:
Navarro, Vinçens. Los amos del mundo. Las armas del terrorismo financiero. Barcelona : Espasa libros, 2012.
Sampedro, José Luis. Economía humanista. España: Editorial Debolsillo, 2010.
Sampedro, José Luis y Hessel, Stephane. ¡Indignaos! Barcelona: Destino, 2011.
Sampedro, 2015. La vida perenne. Barcelona: Plaza & Janés, 2015.
Wilber, Ken (2005), Breve historia de todas las cosas, Kairós, Barcelona.
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“Repensar a la espiritualidad es el sino de los tiempos convulsos que vivimos” (Amador Martos, filósofo transpersonal).
Según Wilber (2005) en Breve historia de todas las cosas, las grandes tradiciones espirituales del mundo caen bajo dos campos muy amplios y diferentes, dos tipos diferentes de espiritualidad que denomina la espiritualidad ascendente y espiritualidad descendente.
Desde la época que va desde San Agustín a Copérnico, Occidente se movió siguiendo un ideal puramente ascendente, un ideal esencialmente ultramundano, un ideal según el cual la salvación y la liberación final no pueden ser halladas en este mundo, en esta Tierra y en esta vida, de modo que, desde ese punto de vista, las cosas realmente importantes solo ocurren después de la muerte, en el dominio de lo ultramundano. Con el advenimiento de la modernidad y la postmodernidad, en cambio, asistimos a una profunda subversión de este punto de vista, una transformación en la que los ascendentes desaparecen de escena y dejan su lugar a los descendentes, la idea de que el único mundo que existe es el mundo sensorial, empírico y material, un mundo que niega dimensiones superiores y más profundas y, negando por tanto, estadios superiores de la evolución de la conciencia, negando la trascendencia. Bienvenidos, por tanto, al "mundo chato" a decir de Wilber, al dios del capitalismo, del marxismo, del industrialismo, de la ecología profunda, del consumismo o del ecofeminismo, al Gran Uno asentado sobre el reduccionismo del materialismo científico o “ello” como jerarquía de dominio sobre el “yo” y el “nosotros” .
Wilber analiza, explica y sitúa contextualmente en la cronología histórica a los ascendentes y los descendentes que han llevado al colapso del Kosmos (1) y, en su lugar, propone la integración de la sabiduría (camino ascendente) y la compasión (camino descendente) desde la no-dualidad retomando así las tradiciones de Platón y Plotino. Ahora bien, ¿cómo integrar lo ascendente y lo descendente? ¡Siempre las malditas notas fracturadas, a decir de Whitehead, a pie de página de Platón! Para Wilber, está muy claro, es necesaria la emergencia de un nuevo tipo de sociedad que integre la conciencia, la cultura y la naturaleza, y abra paso al arte, la moral, la ciencia, los valores personales, la sabiduría colectiva y el conocimiento técnico. Y para tal finalidad, es requisito rechazar la visión chata del mundo sustentada exclusivamente en el materialismo científico, las exterioridades, los objetos y los sistemas científicos.
Sin embargo, a lo largo de la historia de Occidente, dicha unidad entre lo ascendente y lo descendente terminaría resquebrajándose y enfrentando, de manera frecuentemente violenta, a los ultramundanos ascendentes y los intramundanos descendentes, un conflicto que ha terminado convirtiéndose en el problema central característico de la mente occidental. Durante el milenio que va de Agustín a Copérnico aparece, en Occidente, un ideal casi exclusivamente ascendente recomendado por la Iglesia para alcanzar las virtudes y la salvación, un camino que aconsejaba no acumular ningún tipo de tesoros de esta tierra porque, según ella, en esta tierra no hay nada que merezca ser atesorado. Pero todo comenzó a cambiar radicalmente con el Renacimiento y la emergencia de la modernidad, un cambio que alcanzaría su punto culminante con la Ilustración y la Edad de la Razón y que bien podría resumirse diciendo que los ascendentes fueron reemplazados por los descendentes. Con la emergencia de la modernidad, lo ascendente se convertiría en el nuevo pecado. La moderna negación occidental de las dimensiones transpersonales produjo desprecio, rechazo y marginación de lo auténticamente espiritual y el consiguiente declive de cualquier tipo de sabiduría trascendente, un declive que ha termino convirtiéndose en el signo de nuestros tiempos.
Para el mundo moderno, entonces, la salvación se hallaría en la política, la ciencia, el marxismo, la industrialización, el consumismo, la sexualidad, el materialismo científico, etcétera. La salvación solo puede ser encontrada en esta tierra, en el mundo de los fenómenos, en suma, en un marco de referencia puramente descendente donde no existe ninguna verdad superior, ninguna corriente ascendente, nada que sea realmente trascendente, dicho de otra manera, es una religión de mucha compasión pero poca sabiduría, de mucha Divinidad pero poco Dios, en suma, la visión chata del mundo.
Desde hace unos dos mil años, los ascendentes y los descendentes se hallan enzarzados en la misma batalla, una batalla en la que cada bando reclama ser la Totalidad y acusa al otro de ser el Mal, fracturando así el mundo en una pesadilla de odio y rechazo. Después de tantos años de lucha, los ascendentes y los descendentes siguen atrapados en la misma locura, en una pesadilla de odio entre razón y espíritu como fundamento del fracaso epistemológico de la filosofía occidental.
La solución a esta contienda consiste en integrar y equilibrar las corrientes ascendentes y descendentes en el ser humano, de forma que la sabiduría y la compasión puedan aunar sus fuerzas en la búsqueda de un Espíritu que trascienda e incluya este mundo, que englobe este mundo y todos sus seres con su amor, una compasión, un cuidado y un respeto infinito, la más tierna de las misericordias y la más resplandeciente de las miradas. Sin embargo, como denuncia Stephane Hessel, miembro del comité que redactó la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, hay razones más que suficientes para una insurrección pacífica y para la indignación (Sampedro y Hessel, 2011) en contra de la dictadura de los mercados (Navarro, 2012), requiriéndose con urgencia una economía humanista (Sampedro, 2010) que dé prioridad muy especialmente al empeño de humanizar una ciencia que suele ser representada con una frialdad impasible. Ese ideal humanista reivindicado por José Luis Sampedro, paradójicamente, está imbuido de la sabiduría perenne tanto de Occidente como de Oriente (Sampedro, 2015). Los pensamientos y los sentimientos de José Luis Sampedro son una luminaria humanista en los que Occidente debería ilustrarse para trascender la crisis de su filosofía y de su ciencia.
REFERENCIA:
(1) Ken Wilber examina el curso del desarrollo evolutivo a través de tres dominios a los que denomina materia (o cosmos), vida (o biosfera) y mente (o noosfera), y todo ello en conjunto es referido como “Kosmos”. Wilber pone especial énfasis en diferenciar cosmos de Kosmos, pues la mayor parte de las cosmologías están contaminadas por el sesgo materialista que les lleva a presuponer que el cosmos físico es la dimensión real y que todo lo demás debe ser explicado con referencia al plano material, siendo un enfoque brutal que arroja a la totalidad del Kosmos contra el muro del reduccionismo. Wilber no quiere hacer cosmología sino Kosmología.
BIBLIOGRAFÍA:
Navarro, Vinçens. Los amos del mundo. Las armas del terrorismo financiero. Barcelona : Espasa libros, 2012.
Sampedro, José Luis. Economía humanista. España: Editorial Debolsillo, 2010.
Sampedro, José Luis y Hessel, Stephane. ¡Indignaos! Barcelona: Destino, 2011.
Sampedro, 2015. La vida perenne. Barcelona: Plaza & Janés, 2015.
Wilber, Ken (2005), Breve historia de todas las cosas, Kairós, Barcelona.
Este artículo está reproducido en el capítulo 10 de la tercera parte de la obra FILOSOFÍA TRANSPERSONAL Y EDUCACIÓN TRANSRACIONAL
“El conocimiento trascendental ya no es una exclusividad de los místicos religiosos, sino también de los científicos que, peyorativamente, han sido calificados de “místicos cuánticos” al aunar ciencia y espíritu” (Amador Martos, filósofo transpersonal).
Irremediablemente, hay una contienda ideológica que puede remover los cimientos de nuestra civilización, pues se hallan en disputa dos pesos pesados de la historia: la ciencia y la religión (espiritualidad), el saber empírico y el saber revelado, la razón y el espíritu. Desde el surgimiento de la física cuántica, esa divergencia cognitiva se presenta como dos modos de saber (Wilber, 2005d): el conocimiento simbólico (dualidad sujeto-objeto) y el misticismo contemplativo (no dualidad entre sujeto-objeto). Este último modo de saber, aunque peyorativamente denominado “misticismo cuántico” por los escépticos materialistas científicos, posibilita hablar de un racionalismo espiritual como paradigmático contrario al racionalismo pragmático que ha conducido a esta civilización a la degeneración moral y miseria planetaria.
El materialismo científico se halla ante un tótum revolútum. La física cuántica ha causado una brecha epistemológica entre ese mundo exterior por conocer (sociología) y el mundo interno (psicología) por descubrir entre sujeto y objeto. Las neurociencias(1) ponen en cuestión el libre albedrío (Gazzaniga, 2012), y desde la neuropsicología se alude a que nuestra realidad objetiva es maya -ilusión- (Morgado, 2015). Según se cree, el propio Einstein dijo: “La diferencia entre el pasado, el presente y el futuro es una ilusión persistente”. Para Einstein, los conceptos de espacio y tiempo son construcciones nuestras, lo cual le indujo a elaborar su monumental Teoría de la relatividad (Einstein, 2008), que resuelve la incompatibilidad existente entre la mecánica newtoniana y el electromagnetismo. El supuesto básico de la Teoría de la relatividad es que la localización de los sucesos físicos, tanto en el tiempo como en el espacio, son relativos al estado de movimiento del observador. Y a dicha cuestión de la temporalidad, se suma la teoría del desdoblamiento del tiempo del físico francés Garnier (2012) quien, siguiendo los fundamentos de la física cuántica, afirma que cada uno de nosotros tiene otro “yo”, un doble con quien intercambiar información a través del sueño paradoxal. Este principio del desdoblamiento, según Garnier, era recogido por San Juan en el Apocalipsis, también Platón, los egipcios, algunos pueblos africanos, los chamanes de América del Norte, los “bushmen” de Namibia y los aborígenes australianos. La espiritualidad es un sueño perenne de la humanidad que incluso deja huellas antropológicas (Centineo y Gianfrancisco, 2011) y que debe ser integrada científicamente, pero eminentemente de un modo psicológico.
En dicho sentido, como demuestra Wilber (1998) en Ciencia y religión, la ciencia es perfectamente compatible con las grandes tradiciones espirituales del mundo y abre con ello la visión occidental del mundo a las grandes tradiciones de la sabiduría perenne.
NOTA (1): El materialismo es una corriente filosófica que, en oposición al idealismo, resuelve el problema cardinal o fundamental de la filosofía acerca de la relación entre el pensar, el espíritu y la naturaleza, postulando que la materia es lo primario. Según la visión materialista, la conciencia y el pensamiento es una emergencia material a partir de un estado altamente organizado. Según esta concepción, el mundo es material y existe objetivamente, independientemente de la conciencia. Sin embargo, el neurocientífico Francisco J. Rubia, Catedrático de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid, viene a decir todo lo contrario: “Los órganos de los sentidos nos han engañado desde siempre y lo sabemos, como ya lo sabían los filósofos griegos de la naturaleza de las colonias jónicas en Asia Menor. La neurociencia moderna nos dice que ni los colores ni los olores, ni los gustos ni los sonidos existen en la naturaleza, sino que son creaciones del cerebro”. Según Rubia, “la revolución neurocientífica modificará los conceptos del yo y de la realidad. Los hallazgos realizados en este campo en los últimos años han sido múltiples y podrían producir lo que él denomina “la cuarta humillación humana”, tras el final del geocentrismo, la aparición de la teoría de la evolución y el descubrimiento del inconsciente. Estos hallazgos llevarían, de hecho, a cuestionarse conceptos tan fundamentales para nuestra cosmovisión como la naturaleza de la realidad o del yo o la existencia del libre albedrío” (paradójicamente, lo mismo que hizo Kant en sus Tres críticas). (Declaración efectuada en una conferencia dentro del marco del 43º Congreso de la European Brain and Behaviour Society de Sevilla, sobre los últimos avances de la neurociencia).
BIBLIOGRAFÍA::
Centineo, L. y Gianfrancisco, M. (2011), “Arqueología de lo sagrado”, en: Journal of Transpersonal Research, Nº 3 (2), 135-156.
Einstein, Albert (2008), Sobre la teoría de la relatividad especial y general, Alianza Editorial, Madrid
Gazzaniga, Michael (2012), ¿Quién manda aquí? El libre albedrío y la ciencia del cerebro, Paidós, Barcelona.
Garnier, Jean-Pierre (2012), Cambia tu futuro por las apertutas temporales, Reconocerse, España.
Morgado, Ignacio (2015), La fábrica de las ilusiones, Ariel, Barcelona.
Wilber, Ken (2005), “Dos modos de saber”, en: Wilber, El espectro de la conciencia (pp.35-59), Kairós, Barcelona.
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“El conocimiento trascendental ya no es una exclusividad de los místicos religiosos, sino también de los científicos que, peyorativamente, han sido calificados de “místicos cuánticos” al aunar ciencia y espíritu” (Amador Martos, filósofo transpersonal).
Irremediablemente, hay una contienda ideológica que puede remover los cimientos de nuestra civilización, pues se hallan en disputa dos pesos pesados de la historia: la ciencia y la religión (espiritualidad), el saber empírico y el saber revelado, la razón y el espíritu. Desde el surgimiento de la física cuántica, esa divergencia cognitiva se presenta como dos modos de saber (Wilber, 2005d): el conocimiento simbólico (dualidad sujeto-objeto) y el misticismo contemplativo (no dualidad entre sujeto-objeto). Este último modo de saber, aunque peyorativamente denominado “misticismo cuántico” por los escépticos materialistas científicos, posibilita hablar de un racionalismo espiritual como paradigmático contrario al racionalismo pragmático que ha conducido a esta civilización a la degeneración moral y miseria planetaria.
El materialismo científico se halla ante un tótum revolútum. La física cuántica ha causado una brecha epistemológica entre ese mundo exterior por conocer (sociología) y el mundo interno (psicología) por descubrir entre sujeto y objeto. Las neurociencias(1) ponen en cuestión el libre albedrío (Gazzaniga, 2012), y desde la neuropsicología se alude a que nuestra realidad objetiva es maya -ilusión- (Morgado, 2015). Según se cree, el propio Einstein dijo: “La diferencia entre el pasado, el presente y el futuro es una ilusión persistente”. Para Einstein, los conceptos de espacio y tiempo son construcciones nuestras, lo cual le indujo a elaborar su monumental Teoría de la relatividad (Einstein, 2008), que resuelve la incompatibilidad existente entre la mecánica newtoniana y el electromagnetismo. El supuesto básico de la Teoría de la relatividad es que la localización de los sucesos físicos, tanto en el tiempo como en el espacio, son relativos al estado de movimiento del observador. Y a dicha cuestión de la temporalidad, se suma la teoría del desdoblamiento del tiempo del físico francés Garnier (2012) quien, siguiendo los fundamentos de la física cuántica, afirma que cada uno de nosotros tiene otro “yo”, un doble con quien intercambiar información a través del sueño paradoxal. Este principio del desdoblamiento, según Garnier, era recogido por San Juan en el Apocalipsis, también Platón, los egipcios, algunos pueblos africanos, los chamanes de América del Norte, los “bushmen” de Namibia y los aborígenes australianos. La espiritualidad es un sueño perenne de la humanidad que incluso deja huellas antropológicas (Centineo y Gianfrancisco, 2011) y que debe ser integrada científicamente, pero eminentemente de un modo psicológico.
En dicho sentido, como demuestra Wilber (1998) en Ciencia y religión, la ciencia es perfectamente compatible con las grandes tradiciones espirituales del mundo y abre con ello la visión occidental del mundo a las grandes tradiciones de la sabiduría perenne.
NOTA (1): El materialismo es una corriente filosófica que, en oposición al idealismo, resuelve el problema cardinal o fundamental de la filosofía acerca de la relación entre el pensar, el espíritu y la naturaleza, postulando que la materia es lo primario. Según la visión materialista, la conciencia y el pensamiento es una emergencia material a partir de un estado altamente organizado. Según esta concepción, el mundo es material y existe objetivamente, independientemente de la conciencia. Sin embargo, el neurocientífico Francisco J. Rubia, Catedrático de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid, viene a decir todo lo contrario: “Los órganos de los sentidos nos han engañado desde siempre y lo sabemos, como ya lo sabían los filósofos griegos de la naturaleza de las colonias jónicas en Asia Menor. La neurociencia moderna nos dice que ni los colores ni los olores, ni los gustos ni los sonidos existen en la naturaleza, sino que son creaciones del cerebro”. Según Rubia, “la revolución neurocientífica modificará los conceptos del yo y de la realidad. Los hallazgos realizados en este campo en los últimos años han sido múltiples y podrían producir lo que él denomina “la cuarta humillación humana”, tras el final del geocentrismo, la aparición de la teoría de la evolución y el descubrimiento del inconsciente. Estos hallazgos llevarían, de hecho, a cuestionarse conceptos tan fundamentales para nuestra cosmovisión como la naturaleza de la realidad o del yo o la existencia del libre albedrío” (paradójicamente, lo mismo que hizo Kant en sus Tres críticas). (Declaración efectuada en una conferencia dentro del marco del 43º Congreso de la European Brain and Behaviour Society de Sevilla, sobre los últimos avances de la neurociencia).
BIBLIOGRAFÍA::
Centineo, L. y Gianfrancisco, M. (2011), “Arqueología de lo sagrado”, en: Journal of Transpersonal Research, Nº 3 (2), 135-156.
Einstein, Albert (2008), Sobre la teoría de la relatividad especial y general, Alianza Editorial, Madrid
Gazzaniga, Michael (2012), ¿Quién manda aquí? El libre albedrío y la ciencia del cerebro, Paidós, Barcelona.
Garnier, Jean-Pierre (2012), Cambia tu futuro por las apertutas temporales, Reconocerse, España.
Morgado, Ignacio (2015), La fábrica de las ilusiones, Ariel, Barcelona.
Wilber, Ken (2005), “Dos modos de saber”, en: Wilber, El espectro de la conciencia (pp.35-59), Kairós, Barcelona.
Este artículo está reproducido en el capítulo 16 de la tercera parte de la obra FILOSOFÍA TRANSPERSONAL Y EDUCACIÓN TRANSRACIONAL
“Un nuevo paradigma de conocimiento requiere una correcta construcción epistemológica sustentada sobre una visión hermenéutica. ¿Qué grandes cambios están pasando desapercibidos por el movimiento escéptico que reniega de un nuevo paradigma de conocimiento?” (Amador Martos, filósofo transpersonal).
La razón a través de la historia del pensamiento, siempre ha indagado sobre las cuestiones metafísicas que han preocupado al ser humano desde tiempos inmemoriales. Sin embargo, histórica y psicológicamente, esa genuina actitud de hacer metafísica ha sido obnubilada por el materialismo científico. No obstante según Hegel, las “astucias de la razón” y la “burla de la historia” (1) crean símbolos ocultos solo accesibles a los cognoscentes, como el mándala epistemológico propuesto en este artículo científico, para hacer fácil la filosofía: el rigor epistemológico unido a una interpretación hermenéutica de la historia del pensamiento posibilita, en palabras de Carter Phipps (2012,38), “una visión evolucionaria del mundo para proporcionar una nueva cosmología (…) entre la ciencia y el espíritu”. Según Martos (2015b):
“La historia del pensamiento, devenida dogmáticamente en una filosofía materialista y en un reduccionismo psicológico, aboca a una crisis epistemológica entre ciencia y espiritualidad desde que la física cuántica irrumpió en el tablero cognitivo. Las diferentes interpretaciones de la mecánica cuántica que aúnan la ciencia y la espiritualidad mediante la recuperación de la filosofía perenne, introducen la primera fisura en la “rígida estructura” del dualismo científico entre sujeto y objeto que ha impregnado a la civilización occidental. Así, la filosofía perenne sumada al movimiento transpersonal como “cuarta fuerza” psicológica, es un nuevo paradigma de conocimiento que puede ser aprehendido mediante un mándala epistemológico, el cual posibilita una interpretación hermenéutica de la historia, la ciencia y la espiritualidad pero, eminentemente, desde un revisionismo de la psicología cognitiva y educativa. Tantos cambios de paradigmas contribuyen a la trascendencia holística de la razón hacia el espíritu a modo de un segundo renacimiento humanístico: la integración del “yo” y el “nosotros” con la salvaguarda de la naturaleza -“ello”-; una integración que permitiría sanar y trascender la racionalidad hacia la “postracionalidad” o “visión-lógica” según Wilber, y para tal fin, es imperativa la evolución paradigmática de la filosofía, la psicología, la sociología, la ciencia, la educación y la espiritualidad”.
La exhaustiva argumentación desarrollada en este trabajo de investigación acerca de la crisis en la filosofía occidental, concluye imperativamente con una propuesta de integración entre la epistemología y la hermenéutica, entre el saber científico (epistemología de lo conmensurable) y la perenne espiritualidad (hermenéutica de lo inconmensurable), respectivamente desde la razón hacia el espíritu en un ejercicio de trascendencia desde la no- dualidad. Tradicionalmente se ha separado la epistemología y la hermenéutica, puesto que la primera trata de lo conmensurable y la segunda de lo inconmensurable. Sin embargo, hoy en día es posible unir a la epistemología y la hermenéutica (Flores-Galindo, 2009), permitiendo justificar lo conmensurable y entender lo inconmensurable. La epistemología y la hermenéutica, como disciplinas filosóficas, se hallan diferenciadas, pero, sin embargo, no integradas, y dicho objetivo de integración pretende la propuesta de una epistemología hermenéutica simbolizada en un mándala epistemológico (véase la imagen adjunta).
Así, esos dos modos de saber posibilitan vislumbrar una trascendencia de la filosofía hacia la espiritualidad, es decir, una síntesis de saberes entre la epistemología de lo conmensurable y la hermenéutica de lo inconmensurable desde una percepción no dual por el sujeto cognoscente, una auténtica intuición espiritual descrita por Wilber como intuición moral básica que se constituye en una ética epistémica dentro de un marco de una episteme transracional (Márquez y Díaz, 2011) y como fundamento para salvar el abismo cultural de la humanidad. Cabe recordar en dicho sentido que el abismo cultural de Occidente es un abismo de conciencia y, esta, es una dimensión subjetiva e intersubjetiva que requiere de una correcta interpretación hermenéutica complementariamente al rigor epistemológico, siendo por ello que en este trabajo de investigación se ha cuidado la meticulosidad investigativa para atender certeramente, al menos así lo cree este autor, a las circunstancias históricas, psicológicas y sociológicas que llevan a la obtención del conocimiento. En dicho sentido, el artículo científico El mándala epistemológico y los nuevos paradigmas de la humanidad argumenta que la actual civilización está sufriendo cambios de paradigmas en estas áreas del conocimiento:
-FILOSOFÍA: De la filosofía tradicional a la filosofía transpersonal (Martos, 2010).
-PSICOLOGÍA: De la psicología tradicional a la psicología transpersonal, y por tanto, de la conciencia personal a la conciencia transpersonal (Martos, 2015c).
-SOCIOLOGÍA: Del neoliberalismo al altermundismo (Martos, 2012).
-CIENCIA: De la filosofía materialista a la filosofía perenne (Martos, 2015d).
-EDUCACIÓN: De la educación tradicional a la educación cuántica (Martos, 2015a).
-ESPIRITUALIDAD: De las religiones exotéricas a la religión esotérica (Wilber, 2005).
En suma, la aprehensión cognitiva desde la no-dualidad (misticismo contemplativo), se constituye en un nuevo paradigma de conocimiento amparado en la filosofía transpersonal como disciplina que estudia la espiritualidad y su relación con la ciencia, así como los estudios de la conciencia. Ese nuevo paradigma de conocimiento ha sido fundamentado pedagógica y epistemológicamente en La educación cuántica. ¿Sería posible educar todo ello en una asignatura filosófica?
La filosofía como disciplina del amor por el saber, no debe constreñirse solo al conocimiento de la naturaleza sino, a través del hombre mismo, ascender hasta el Ser en término filosófico o hasta Dios en término teológico. Solo así se puede humanizar esta tierra y dar un sentido a la convulsa época histórica que nos ha tocado vivir. Aquel hombre que busque la verdad a través de la historia, no solo se le debe suponer una honestidad intelectual sino también una actitud ética consigo mismo, así como un amor incondicional que implementará esa inquisitiva búsqueda. Sería de una actitud ingenua ampararse parcialmente en las verdades científicas cuando estas han nacido del saber filosófico, sería como si un hijo repudiase a su padre, como si la parte pudiera ser algo desgarrada del Todo (Heisenberg, 2004). De ahí que este trabajo de investigación apele a una integración entre la epistemología de lo conmensurable y la hermenéutica de lo inconmensurable en una síntesis de saberes mediante una genuina intuición espiritual (intuición moral básica), vuelvo a insistir una vez más como sustrato ético de nuestros actos, pensamientos y sentimientos. Solo así se me antoja que será posible un repensar humano para salvar el abismo cultural desde que Kant diferenció la ciencia (ello), la conciencia (yo) y la moralidad (nosotros) , Dios libre de culpa a este inconmensurable pensador.
Una cuestión ética así aprehendida desde la no-dualidad por el sujeto cognoscente es el fundamento epistemológico por excelencia para una educación transracional que implemente la razón con el corazón (Toro, 2014), y se presenta como un imperativo para trascender la crisis de conciencia en la que está inmersa la filosofía occidental. El abismo cultural de Occidente es un abismo de conciencia , y debiera ser salvado coadyuvado por una educación que contemple una síntesis de saberes mediante la intuición espiritual (intuición moral básica) o, dicho de otro modo, considerando a la educación como una misión espiritual al impartir un nuevo paradigma de conocimiento integrador de la filosofía con la espiritualidad, tan necesario para la actual sociedad visión-lógica informática. Por tanto, desde un punto de vista pedagógico, también inquiere un nuevo paradigma educativo sustentado en una filosofía transpersonal integradora de la sabiduría (Droit, 2011) y el amor pues, el saber sin amor, es puro egoísmo y la causa de tanto sufrimiento en este mundo.
NOTA (1): La filosofía de la historia de Hegel está marcada por los conceptos de las “astucias de la razón” y la “burla de la historia”: la historia conduce a los hombres que creen conducirse a sí mismos, como individuos y como sociedades, y castiga sus pretensiones de modo que la historia-mundo se burla de ellos produciendo resultados exactamente contrarios, paradójicos, a los pretendidos por sus autores, aunque finalmente la historia se reordena y, en un bucle fantástico, retrocede sobre sí misma y con su burla y paradoja sarcástica, convertida en mecanismo de cifrado, crea también ella misma, sin quererlo, realidades y símbolos ocultos al mundo y accesibles solo a los cognoscentes, es decir, a aquellos que quieren conocer.
BIBLIOGRAFÍA:
Droit, Roger-Pol. El ideal de la sabiduría. Barcelona: Kairós, 2011.
Flores-Galindo, M. (2009). “Epistemología y Hermenéutica: Entre lo conmensurable y lo inconmensurable”. En: Cinta Moebio, Nº 36, 198-211. Facultad de Ciencias Sociales, Chile.
Heisenberg, Werner. La parte y el todo. Conversando en torno a la física atómica. Castellón de la plana: Ellago, 2004.
Márquez Fernández, Álvaro B.; Díaz Montiel, Zulay C. “La complejidad: hacia una epísteme transracional”. Telos, vol. 13, núm. 1, enero-abril, 2011, pp. 11-29. Universidad Privada Dr. Rafael Belloso Chacín Maracaibo, Venezuela.
Martos, Amador (2010), Pensar en ser libre. De la filosofía tradicional a la filosofía transpersonal, Silva, Tarragona.
Martos, Amador (2012), Capitalismo y conciencia,Bubok, Madrid.
Martos, Amador (2015a), La educación cuántica, Corona Borealis, Málaga.
Martos, A (2015b), “El mándala epistemológico y los nuevos paradigmas de la humanidad”. En GIRUM, Revista de Investigación Científica Humanística, Universidad Antropológica de Guadalajara (México), 2015, Vol.1, 29-48, ISSN: 2328-7894
Martos, Amador (2015c), Pensar en ser rico. De una conciencia materialista a una conciencia humanística, Corona Borealis, Madrid.
Martos, Amador (2015d), Podemos. Crónica de un renacimiento, Corona Borealis, Málaga.
Phipps, Carter (2012), Evolucionarios, Kairós, Barcelona.
Toro, Jose M. Educar con corazón. Bilbao: Desclee de Brouwer, 2014.
Wilber, Ken (2005), El espectro de la conciencia, Kairós, Barcelona.
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“Un nuevo paradigma de conocimiento requiere una correcta construcción epistemológica sustentada sobre una visión hermenéutica. ¿Qué grandes cambios están pasando desapercibidos por el movimiento escéptico que reniega de un nuevo paradigma de conocimiento?” (Amador Martos, filósofo transpersonal).
La razón a través de la historia del pensamiento, siempre ha indagado sobre las cuestiones metafísicas que han preocupado al ser humano desde tiempos inmemoriales. Sin embargo, histórica y psicológicamente, esa genuina actitud de hacer metafísica ha sido obnubilada por el materialismo científico. No obstante según Hegel, las “astucias de la razón” y la “burla de la historia” (1) crean símbolos ocultos solo accesibles a los cognoscentes, como el mándala epistemológico propuesto en este artículo científico, para hacer fácil la filosofía: el rigor epistemológico unido a una interpretación hermenéutica de la historia del pensamiento posibilita, en palabras de Carter Phipps (2012,38), “una visión evolucionaria del mundo para proporcionar una nueva cosmología (…) entre la ciencia y el espíritu”. Según Martos (2015b):
“La historia del pensamiento, devenida dogmáticamente en una filosofía materialista y en un reduccionismo psicológico, aboca a una crisis epistemológica entre ciencia y espiritualidad desde que la física cuántica irrumpió en el tablero cognitivo. Las diferentes interpretaciones de la mecánica cuántica que aúnan la ciencia y la espiritualidad mediante la recuperación de la filosofía perenne, introducen la primera fisura en la “rígida estructura” del dualismo científico entre sujeto y objeto que ha impregnado a la civilización occidental. Así, la filosofía perenne sumada al movimiento transpersonal como “cuarta fuerza” psicológica, es un nuevo paradigma de conocimiento que puede ser aprehendido mediante un mándala epistemológico, el cual posibilita una interpretación hermenéutica de la historia, la ciencia y la espiritualidad pero, eminentemente, desde un revisionismo de la psicología cognitiva y educativa. Tantos cambios de paradigmas contribuyen a la trascendencia holística de la razón hacia el espíritu a modo de un segundo renacimiento humanístico: la integración del “yo” y el “nosotros” con la salvaguarda de la naturaleza -“ello”-; una integración que permitiría sanar y trascender la racionalidad hacia la “postracionalidad” o “visión-lógica” según Wilber, y para tal fin, es imperativa la evolución paradigmática de la filosofía, la psicología, la sociología, la ciencia, la educación y la espiritualidad”.
La exhaustiva argumentación desarrollada en este trabajo de investigación acerca de la crisis en la filosofía occidental, concluye imperativamente con una propuesta de integración entre la epistemología y la hermenéutica, entre el saber científico (epistemología de lo conmensurable) y la perenne espiritualidad (hermenéutica de lo inconmensurable), respectivamente desde la razón hacia el espíritu en un ejercicio de trascendencia desde la no- dualidad. Tradicionalmente se ha separado la epistemología y la hermenéutica, puesto que la primera trata de lo conmensurable y la segunda de lo inconmensurable. Sin embargo, hoy en día es posible unir a la epistemología y la hermenéutica (Flores-Galindo, 2009), permitiendo justificar lo conmensurable y entender lo inconmensurable. La epistemología y la hermenéutica, como disciplinas filosóficas, se hallan diferenciadas, pero, sin embargo, no integradas, y dicho objetivo de integración pretende la propuesta de una epistemología hermenéutica simbolizada en un mándala epistemológico (véase la imagen adjunta).
Así, esos dos modos de saber posibilitan vislumbrar una trascendencia de la filosofía hacia la espiritualidad, es decir, una síntesis de saberes entre la epistemología de lo conmensurable y la hermenéutica de lo inconmensurable desde una percepción no dual por el sujeto cognoscente, una auténtica intuición espiritual descrita por Wilber como intuición moral básica que se constituye en una ética epistémica dentro de un marco de una episteme transracional (Márquez y Díaz, 2011) y como fundamento para salvar el abismo cultural de la humanidad. Cabe recordar en dicho sentido que el abismo cultural de Occidente es un abismo de conciencia y, esta, es una dimensión subjetiva e intersubjetiva que requiere de una correcta interpretación hermenéutica complementariamente al rigor epistemológico, siendo por ello que en este trabajo de investigación se ha cuidado la meticulosidad investigativa para atender certeramente, al menos así lo cree este autor, a las circunstancias históricas, psicológicas y sociológicas que llevan a la obtención del conocimiento. En dicho sentido, el artículo científico El mándala epistemológico y los nuevos paradigmas de la humanidad argumenta que la actual civilización está sufriendo cambios de paradigmas en estas áreas del conocimiento:
-FILOSOFÍA: De la filosofía tradicional a la filosofía transpersonal (Martos, 2010).
-PSICOLOGÍA: De la psicología tradicional a la psicología transpersonal, y por tanto, de la conciencia personal a la conciencia transpersonal (Martos, 2015c).
-SOCIOLOGÍA: Del neoliberalismo al altermundismo (Martos, 2012).
-CIENCIA: De la filosofía materialista a la filosofía perenne (Martos, 2015d).
-EDUCACIÓN: De la educación tradicional a la educación cuántica (Martos, 2015a).
-ESPIRITUALIDAD: De las religiones exotéricas a la religión esotérica (Wilber, 2005).
En suma, la aprehensión cognitiva desde la no-dualidad (misticismo contemplativo), se constituye en un nuevo paradigma de conocimiento amparado en la filosofía transpersonal como disciplina que estudia la espiritualidad y su relación con la ciencia, así como los estudios de la conciencia. Ese nuevo paradigma de conocimiento ha sido fundamentado pedagógica y epistemológicamente en La educación cuántica. ¿Sería posible educar todo ello en una asignatura filosófica?
La filosofía como disciplina del amor por el saber, no debe constreñirse solo al conocimiento de la naturaleza sino, a través del hombre mismo, ascender hasta el Ser en término filosófico o hasta Dios en término teológico. Solo así se puede humanizar esta tierra y dar un sentido a la convulsa época histórica que nos ha tocado vivir. Aquel hombre que busque la verdad a través de la historia, no solo se le debe suponer una honestidad intelectual sino también una actitud ética consigo mismo, así como un amor incondicional que implementará esa inquisitiva búsqueda. Sería de una actitud ingenua ampararse parcialmente en las verdades científicas cuando estas han nacido del saber filosófico, sería como si un hijo repudiase a su padre, como si la parte pudiera ser algo desgarrada del Todo (Heisenberg, 2004). De ahí que este trabajo de investigación apele a una integración entre la epistemología de lo conmensurable y la hermenéutica de lo inconmensurable en una síntesis de saberes mediante una genuina intuición espiritual (intuición moral básica), vuelvo a insistir una vez más como sustrato ético de nuestros actos, pensamientos y sentimientos. Solo así se me antoja que será posible un repensar humano para salvar el abismo cultural desde que Kant diferenció la ciencia (ello), la conciencia (yo) y la moralidad (nosotros) , Dios libre de culpa a este inconmensurable pensador.
Una cuestión ética así aprehendida desde la no-dualidad por el sujeto cognoscente es el fundamento epistemológico por excelencia para una educación transracional que implemente la razón con el corazón (Toro, 2014), y se presenta como un imperativo para trascender la crisis de conciencia en la que está inmersa la filosofía occidental. El abismo cultural de Occidente es un abismo de conciencia , y debiera ser salvado coadyuvado por una educación que contemple una síntesis de saberes mediante la intuición espiritual (intuición moral básica) o, dicho de otro modo, considerando a la educación como una misión espiritual al impartir un nuevo paradigma de conocimiento integrador de la filosofía con la espiritualidad, tan necesario para la actual sociedad visión-lógica informática. Por tanto, desde un punto de vista pedagógico, también inquiere un nuevo paradigma educativo sustentado en una filosofía transpersonal integradora de la sabiduría (Droit, 2011) y el amor pues, el saber sin amor, es puro egoísmo y la causa de tanto sufrimiento en este mundo.
NOTA (1): La filosofía de la historia de Hegel está marcada por los conceptos de las “astucias de la razón” y la “burla de la historia”: la historia conduce a los hombres que creen conducirse a sí mismos, como individuos y como sociedades, y castiga sus pretensiones de modo que la historia-mundo se burla de ellos produciendo resultados exactamente contrarios, paradójicos, a los pretendidos por sus autores, aunque finalmente la historia se reordena y, en un bucle fantástico, retrocede sobre sí misma y con su burla y paradoja sarcástica, convertida en mecanismo de cifrado, crea también ella misma, sin quererlo, realidades y símbolos ocultos al mundo y accesibles solo a los cognoscentes, es decir, a aquellos que quieren conocer.
BIBLIOGRAFÍA:
Droit, Roger-Pol. El ideal de la sabiduría. Barcelona: Kairós, 2011.
Flores-Galindo, M. (2009). “Epistemología y Hermenéutica: Entre lo conmensurable y lo inconmensurable”. En: Cinta Moebio, Nº 36, 198-211. Facultad de Ciencias Sociales, Chile.
Heisenberg, Werner. La parte y el todo. Conversando en torno a la física atómica. Castellón de la plana: Ellago, 2004.
Márquez Fernández, Álvaro B.; Díaz Montiel, Zulay C. “La complejidad: hacia una epísteme transracional”. Telos, vol. 13, núm. 1, enero-abril, 2011, pp. 11-29. Universidad Privada Dr. Rafael Belloso Chacín Maracaibo, Venezuela.
Martos, Amador (2010), Pensar en ser libre. De la filosofía tradicional a la filosofía transpersonal, Silva, Tarragona.
Martos, Amador (2012), Capitalismo y conciencia,Bubok, Madrid.
Martos, Amador (2015a), La educación cuántica, Corona Borealis, Málaga.
Martos, A (2015b), “El mándala epistemológico y los nuevos paradigmas de la humanidad”. En GIRUM, Revista de Investigación Científica Humanística, Universidad Antropológica de Guadalajara (México), 2015, Vol.1, 29-48, ISSN: 2328-7894
Martos, Amador (2015c), Pensar en ser rico. De una conciencia materialista a una conciencia humanística, Corona Borealis, Madrid.
Martos, Amador (2015d), Podemos. Crónica de un renacimiento, Corona Borealis, Málaga.
Phipps, Carter (2012), Evolucionarios, Kairós, Barcelona.
Toro, Jose M. Educar con corazón. Bilbao: Desclee de Brouwer, 2014.
Wilber, Ken (2005), El espectro de la conciencia, Kairós, Barcelona.
34 - EL DEBATE ENTRE CIENCIA Y ESPIRITUALIDAD
9 - EL ACTIVISMO CUÁNTICO: UNA VISIÓN INTEGRAL ENTRE CIENCIA Y ESPÍRITU
Este artículo está reproducido en el capítulo 15 de la tercera parte de la obra FILOSOFÍA TRANSPERSONAL Y EDUCACIÓN TRANSRACIONAL
“Los científicos peyorativamente denominados como “místicos cuánticos” desde el materialismo científico, están despejando el horizonte del conocimiento y la espiritualidad mediante un activismo cuántico que proporciona una renovada visión de la naturaleza, del ser humano y del universo” (Amador Martos, filósofo transpersonal).
Si existen dos modos de saber; si Occidente es la historia de mucha ciencia pero poco espíritu; si Occidente es una pesadilla de odio entre razón y espíritu; si la sanación trascendental del ser humano se presenta como necesaria; en suma, si hay un fracaso epistemológico de Occidente y que la filosofía transpersonal puede ser una alternativa al caos pensativo de Occidente: ¿tiene sentido la arrogancia de los materialistas científicos de tildar peyorativamente de "místicos cuánticos" a los científicos que emprendieron un camino de reconciliación entre la razón y el espíritu?
Así fue como en los años setenta del siglo pasado, el doctor en física teórica Fritjof Capra (2000) explora los paralelismos entre la física cuántica y los principios del aprendizaje místico oriental. Son cada vez más los científicos que se alinean con dicha visión que aúna la ciencia con la espiritualidad, como es el caso de Amit Goswami (2011), uno de los pensadores pioneros en ciencia y espiritualidad y que aboga por un activismo cuántico que nos lleve a una vida equilibrada y a una visión integral. Mientras que la ciencia tradicional se mantiene en su visión materialista, cada vez crece un mayor número de científicos que apoyan y desarrollan un nuevo paradigma basado en la supremacía de la conciencia. Estamos en los albores en dejar de considerar a la mente humana como puramente biológica (Lipton, 2007) sino abierta a otras interpretaciones con connotaciones cuánticas (Garnier, 2012), es decir con conexión al universo entero. Del mismo modo, Joe Dispenza (2012), a través de la física cuántica, la neurociencia, la biología o la genética, pretende enseñar cómo dar el salto cuántico que requiere romper con los límites de la realidad objetiva. Dicho activismo cuántico es reconducido pedagógicamente en La educación cuántica (Martos, 2015: 261):
"Imperceptiblemente todavía para muchos, hay un subyacente cambio de paradigma pensativo: la contraposición entre la racionalidad y la espiritualidad, de un modo psicológico e histórico, ha consistido en el sometimiento de la razón a la fe religiosa durante más de veinte siglos. Sin embargo, la supremacía espiritual en manos de las religiones está puesta en cuestión por los propios científicos, como Fritjof Capra, Amit Goswami, Rupert Sheldrake, Joe Dispenza, Jean-Pierre Garnier [y Bruce Lipton], por citar solo algunos pensadores que nos proporcionan una renovada racionalidad envuelta en una espiritualidad “cuántica”. Sin olvidar en ese viaje espiritual, a la psicología transpersonal (1) (Jung, Maslow, Grof, Puente, etcétera), ni a Ken Wilber como propulsor de la filosofía transpersonal (2) . En ese viaje espiritual, los científicos peyorativamente denominados como “místicos cuánticos” desde el materialismo científico, están despejando el horizonte del conocimiento y la espiritualidad mediante un activismo cuántico que proporciona una renovada visión de la naturaleza, del ser humano y del universo".
El espíritu de la ciencia (Lorimer, 2000) debe dejar de estar confinado en el universo del laboratorio sino abrir el conocimiento científico a las dimensiones más profundas de la vida y de la conciencia humana. Así, es pertinente ahondar en La ciencia del espíritu (Torresi, 2015), pues la ciencia y espiritualidad como dos polos opuestos totalmente desconectados entre sí tiene cada vez menos sentido. La dualidad ciencia-espiritualidad que nos atraviesa desde los albores de la historia debe ser trascendida en un intento de reconciliación de ambos extremos para alcanzar La pura conciencia de ser (Wilber, 2006) pues, desde el surgimiento de la física cuántica, se vislumbra una nueva cosmología entre la ciencia y el espíritu.
BIBLIOGRAFÍA:
Capra, Fritjof (2000), El tao de la física,Sirio, Málaga.
Dispenza, Joe (2012), Deja de ser tú,Urano, Barcelona.
Garnier, Jean-Pierre (2012), Cambia tu futuro por las aperturas temporales, Reconocerse, España.
Goswami, Amit (2011), Ciencia y espiritualidad: una integración cuántica, Kairós,Barcelona.
Lipton, Bruce (2007), La biología de la creencia, Palmyra, Madrid.
Lorimer, David. El espíritu de la ciencia. Barcelona: Kairós, 2000.
Martos, Amador (2015), La educación cuántica, Corona Borealis, Málaga.
Torresi, Viviana. La ciencia del espíritu. Editorial autores de Argentina, 2015.
Wilber, Ken. La pura conciencia de ser. Barcelona: Kairós, 2006.
NOTAS:
(1) Según el psicólogo transpersonal Iker Puente (2011, 18):
"La idea de una filosofía perenne aparece a lo largo de toda la filosofía occidental, y ha ido tomando diversas formas a lo largo de su historia. El término philosophia perennis fue empleado por primera vez por Agustino Steuco en 1540 en su libro De perenni philosophia, un tratado de filosofía cristiana en el que defendía la existencia de un núcleo común en la filosofía de toda la humanidad que se mantiene idéntico a través del curso de la historia. (…) Esta unidad en el conocimiento humano deriva, según los partidarios de la filosofía perenne, de la existencia de una realidad última que puede ser aprehendida por el intelecto en determinadas condiciones especiales".
Dicha dimensión espiritual y trascendente de la naturaleza humana y de la existencia, en el ámbito de la psicología, tiene su correlato con el surgimiento de la psicología transpersonal como “cuarta fuerza” tras el conductismo, el psicoanálisis y la psicología humanista. Según Iker Puente (2011, 24):
"La psicología transpersonal nació a finales de los años sesenta en los EE.UU. a raíz del interés de un grupo de psicólogos, psiquiatras y psicoterapeutas (entre los que se encontraba Anthony Sutich y Abraham Maslow, fundadores de la psicología humanista, y el psiquiatra Stanislav Grof) en expandir el marco de la psicología humanista más allá de su centro de atención sobre el yo individual, interesándose por el estudio de la dimensión espiritual y trascendente de la naturaleza humana y de la existencia. Sus fundadores pretendían realizar una integración de las tradiciones místicas occidentales y orientales con la psicología humanista. La orientación transpersonal surge, pues, del encuentro entre la psicología occidental (en particular de las escuelas psicoanalíticas junguiana, humanista y existencial) y las tradiciones contemplativas de Oriente (en especial el budismo zen, el taoísmo y el hinduismo)".
(2) La filosofía transpersonal es una disciplina que estudia la espiritualidad y su relación con la ciencia así como los estudios de la conciencia. El filósofo Ken Wilber es un emblemático representante del movimiento transpersonal que surge del encuentro entre la psicología occidental (en particular de las escuelas psicoanalíticas, junguiana, humanista y existencial) y las tradiciones contemplativas de Oriente (en especial el budismo zen, el taoísmo y el hinduismo).
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“Los científicos peyorativamente denominados como “místicos cuánticos” desde el materialismo científico, están despejando el horizonte del conocimiento y la espiritualidad mediante un activismo cuántico que proporciona una renovada visión de la naturaleza, del ser humano y del universo” (Amador Martos, filósofo transpersonal).
Si existen dos modos de saber; si Occidente es la historia de mucha ciencia pero poco espíritu; si Occidente es una pesadilla de odio entre razón y espíritu; si la sanación trascendental del ser humano se presenta como necesaria; en suma, si hay un fracaso epistemológico de Occidente y que la filosofía transpersonal puede ser una alternativa al caos pensativo de Occidente: ¿tiene sentido la arrogancia de los materialistas científicos de tildar peyorativamente de "místicos cuánticos" a los científicos que emprendieron un camino de reconciliación entre la razón y el espíritu?
Así fue como en los años setenta del siglo pasado, el doctor en física teórica Fritjof Capra (2000) explora los paralelismos entre la física cuántica y los principios del aprendizaje místico oriental. Son cada vez más los científicos que se alinean con dicha visión que aúna la ciencia con la espiritualidad, como es el caso de Amit Goswami (2011), uno de los pensadores pioneros en ciencia y espiritualidad y que aboga por un activismo cuántico que nos lleve a una vida equilibrada y a una visión integral. Mientras que la ciencia tradicional se mantiene en su visión materialista, cada vez crece un mayor número de científicos que apoyan y desarrollan un nuevo paradigma basado en la supremacía de la conciencia. Estamos en los albores en dejar de considerar a la mente humana como puramente biológica (Lipton, 2007) sino abierta a otras interpretaciones con connotaciones cuánticas (Garnier, 2012), es decir con conexión al universo entero. Del mismo modo, Joe Dispenza (2012), a través de la física cuántica, la neurociencia, la biología o la genética, pretende enseñar cómo dar el salto cuántico que requiere romper con los límites de la realidad objetiva. Dicho activismo cuántico es reconducido pedagógicamente en La educación cuántica (Martos, 2015: 261):
"Imperceptiblemente todavía para muchos, hay un subyacente cambio de paradigma pensativo: la contraposición entre la racionalidad y la espiritualidad, de un modo psicológico e histórico, ha consistido en el sometimiento de la razón a la fe religiosa durante más de veinte siglos. Sin embargo, la supremacía espiritual en manos de las religiones está puesta en cuestión por los propios científicos, como Fritjof Capra, Amit Goswami, Rupert Sheldrake, Joe Dispenza, Jean-Pierre Garnier [y Bruce Lipton], por citar solo algunos pensadores que nos proporcionan una renovada racionalidad envuelta en una espiritualidad “cuántica”. Sin olvidar en ese viaje espiritual, a la psicología transpersonal (1) (Jung, Maslow, Grof, Puente, etcétera), ni a Ken Wilber como propulsor de la filosofía transpersonal (2) . En ese viaje espiritual, los científicos peyorativamente denominados como “místicos cuánticos” desde el materialismo científico, están despejando el horizonte del conocimiento y la espiritualidad mediante un activismo cuántico que proporciona una renovada visión de la naturaleza, del ser humano y del universo".
El espíritu de la ciencia (Lorimer, 2000) debe dejar de estar confinado en el universo del laboratorio sino abrir el conocimiento científico a las dimensiones más profundas de la vida y de la conciencia humana. Así, es pertinente ahondar en La ciencia del espíritu (Torresi, 2015), pues la ciencia y espiritualidad como dos polos opuestos totalmente desconectados entre sí tiene cada vez menos sentido. La dualidad ciencia-espiritualidad que nos atraviesa desde los albores de la historia debe ser trascendida en un intento de reconciliación de ambos extremos para alcanzar La pura conciencia de ser (Wilber, 2006) pues, desde el surgimiento de la física cuántica, se vislumbra una nueva cosmología entre la ciencia y el espíritu.
BIBLIOGRAFÍA:
Capra, Fritjof (2000), El tao de la física,Sirio, Málaga.
Dispenza, Joe (2012), Deja de ser tú,Urano, Barcelona.
Garnier, Jean-Pierre (2012), Cambia tu futuro por las aperturas temporales, Reconocerse, España.
Goswami, Amit (2011), Ciencia y espiritualidad: una integración cuántica, Kairós,Barcelona.
Lipton, Bruce (2007), La biología de la creencia, Palmyra, Madrid.
Lorimer, David. El espíritu de la ciencia. Barcelona: Kairós, 2000.
Martos, Amador (2015), La educación cuántica, Corona Borealis, Málaga.
Torresi, Viviana. La ciencia del espíritu. Editorial autores de Argentina, 2015.
Wilber, Ken. La pura conciencia de ser. Barcelona: Kairós, 2006.
NOTAS:
(1) Según el psicólogo transpersonal Iker Puente (2011, 18):
"La idea de una filosofía perenne aparece a lo largo de toda la filosofía occidental, y ha ido tomando diversas formas a lo largo de su historia. El término philosophia perennis fue empleado por primera vez por Agustino Steuco en 1540 en su libro De perenni philosophia, un tratado de filosofía cristiana en el que defendía la existencia de un núcleo común en la filosofía de toda la humanidad que se mantiene idéntico a través del curso de la historia. (…) Esta unidad en el conocimiento humano deriva, según los partidarios de la filosofía perenne, de la existencia de una realidad última que puede ser aprehendida por el intelecto en determinadas condiciones especiales".
Dicha dimensión espiritual y trascendente de la naturaleza humana y de la existencia, en el ámbito de la psicología, tiene su correlato con el surgimiento de la psicología transpersonal como “cuarta fuerza” tras el conductismo, el psicoanálisis y la psicología humanista. Según Iker Puente (2011, 24):
"La psicología transpersonal nació a finales de los años sesenta en los EE.UU. a raíz del interés de un grupo de psicólogos, psiquiatras y psicoterapeutas (entre los que se encontraba Anthony Sutich y Abraham Maslow, fundadores de la psicología humanista, y el psiquiatra Stanislav Grof) en expandir el marco de la psicología humanista más allá de su centro de atención sobre el yo individual, interesándose por el estudio de la dimensión espiritual y trascendente de la naturaleza humana y de la existencia. Sus fundadores pretendían realizar una integración de las tradiciones místicas occidentales y orientales con la psicología humanista. La orientación transpersonal surge, pues, del encuentro entre la psicología occidental (en particular de las escuelas psicoanalíticas junguiana, humanista y existencial) y las tradiciones contemplativas de Oriente (en especial el budismo zen, el taoísmo y el hinduismo)".
(2) La filosofía transpersonal es una disciplina que estudia la espiritualidad y su relación con la ciencia así como los estudios de la conciencia. El filósofo Ken Wilber es un emblemático representante del movimiento transpersonal que surge del encuentro entre la psicología occidental (en particular de las escuelas psicoanalíticas, junguiana, humanista y existencial) y las tradiciones contemplativas de Oriente (en especial el budismo zen, el taoísmo y el hinduismo).
Este artículo está reproducido en el capítulo 7 de la segunda parte de la obra FILOSOFÍA TRANSPERSONAL Y EDUCACIÓN TRANSRACIONAL
Este artículo está reproducido en la segunda parte de la obra CIENCIA, FILOSOFÍA, ESPIRITUALIDAD
“Cuando se especula sobre ideas por llegar o por descubrir, sean de carácter intelectual o científico, se está haciendo metafísica, se está viajando al futuro para traer al presente realidades potenciales” (Amador Martos, filósofo transpersonal).
Hay que entender el término "metafísica", según lo define la RAE en su cuarta definición, como “parte de la filosofía que trata del ser en cuanto tal, y de sus propiedades, principios y causas primeras”.
En filosofía, la metafísica estudia los aspectos de la realidad que son inaccesibles a la investigación científica. Según Kant, una afirmación es metafísica cuando afirma algo sustancial o relevante sobre un asunto (“cuando emite un juicio sintético sobre un asunto”) que por principio escapa a toda posibilidad de ser experimentado sensiblemente por el ser humano. Algunos filósofos han sostenido que el ser humano tiene una predisposición natural hacia la metafísica. Kant la calificó de “necesidad inevitable”. Arthur Schopenhauer incluso definió al ser humano como “animal metafísico”.
El problema histórico: los ascendentes y los descendentes
La razón a través de la historia del pensamiento, siempre ha indagado sobre las cuestiones metafísicas que han preocupado al ser humano desde tiempos inmemoriales. Sin embargo, histórica y psicológicamente, esa genuina actitud de hacer metafísica ha sido obnubilada por el materialismo científico (1). La filosofía se escindió así en dos senderos cognitivos: la epistemología de lo conmensurable y la hermenéutica de lo inconmensurable, es decir, una divergencia entre ciencia y espiritualidad, y esta última en mano de las religiones.
Según Wilber (2005a) en Breve historia de todas las cosas, las grandes tradiciones espirituales del mundo caen bajo dos campos muy amplios y diferentes, dos tipos diferentes de espiritualidad que denomina la espiritualidad ascendente y espiritualidad descendente. Existe dos grandes direcciones posibles: ascender desde la materia hasta el Espíritu o descender desde el Espíritu hasta la materia. La primera es una dirección trascendente o ultramundana, mientras que la segunda es inmanente o intramundana. Uno de los mitos al uso de la tradición occidental es Platón y, aunque la mayor parte de la gente cree que es un filósofo ascendente, en realidad, es un filósofo que reconoce los dos tipos de movimientos, el ascendente (el Bien que nosotros aspiramos a comprender) y el descendente (una manifestación del Bien). Sin embargo, a lo largo de la historia, estas dos facetas se vieron brutalmente separadas y tuvo lugar una violenta ruptura entre los partidarios de lo meramente ascendente y los defensores de lo meramente descendente, pues se consumó la escisión entre ambas.
Irremediablemente, hay una contienda ideológica que puede remover los cimientos de nuestra civilización, pues se hallan en disputa dos pesos pesados de la historia: la ciencia y la religión (espiritualidad), el saber empírico y el saber revelado, la razón y el espíritu. Desde el surgimiento de la física cuántica, esa divergencia cognitiva se presenta como dos modos de saber (2): el conocimiento simbólico (dualidad sujeto-objeto) y el misticismo contemplativo (no dualidad entre sujeto-objeto).
Los cuatro cuadrantes y las intuiciones transpersonales
Wilber, mediante su teoría de los “cuatro cuadrantes”, reivindica el camino hermenéutico de la conciencia. Según Ken Wilber en Breve historia de todas las cosas (p.141): “el conocimiento interpretativo es tan importante como el conocimiento empírico y, en cierto sentido, más importante todavía. Pero, evidentemente, es más complejo y requiere más sofisticación que las obviedades a que nos tiene acostumbrados la observación monológuica”. Para Wilber (p.142): “toda interpretación depende del contexto, que a su vez está inmerso en contextos mayores y así sucesivamente mientras nos vamos moviendo dentro de un círculo hermenéutico". Es así, pues, que la interpretación desempeña un papel muy importante en las experiencias espirituales, probablemente el contexto más complejo a desentrañar por nuestra actual civilización.
Según Wilber (p.401-403), ninguno de los idealistas comprendió realmente los "cuatro cuadrantes", principalmente, por dos motivos. El primero de esos motivos fue el fracaso en desarrollar una práctica auténticamente contemplativa, un verdadero paradigma, un modelo reproducible, una práctica realmente espiritual. Dicho en otras palabras, carecían de un yoga, de una disciplina meditativa, de una metodología experimental que les permitiera reproducir en la conciencia las intuiciones transpersonales. De ese modo, el idealismo tendió a degenerar en metafísica monológuica sin proporcionar la tecnología interior necesaria para transformar el cartógrafo. Así, pues, el primer error del idealismo fue el de no haber desarrollado una especie de yoga, una práctica transpersonal que le permitiera reproducir sus intuiciones; carecían de un camino para reproducir la conciencia transpersonal en el seno de una comunidad de practicantes, carecían de un sistema que les permitiera desplegar un yo más profundo (“yo” o Buda) en el seno de una comunidad más profunda (“nosotros” o Sangha), que expresara una verdad más profunda (“ello” o Dharma).
El segundo motivo del fracaso del idealismo, es que las intuiciones profundas de los dominios transpersonales, y sus comprensiones, se expresaron casi siempre en términos de visión-lógicos, imponiendo de ese modo a la razón un objetivo que jamás podía alcanzar. Hegel, en particular, identificó al Espíritu transpersonal y transracional con el estadio visión-lógico, con la razón madura, condenando, de ese modo, a la razón a desplomarse bajo un peso que no pudo llegar a soportar. “Lo real es racional y lo racional es real”, decía Hegel, y por “racional” quería decir visión-lógico. Pero esto nunca puede funcionar porque la estructura visión-lógica no es más que la forma que asume el Espíritu en el estadio del centauro. Y a pesar de que Hegel sabía de la pobreza de las palabras, decidió, no obstante, que la razón podía y debía desarrollar el lenguaje de los ángeles. Y esto no hubiera sido un error en el caso de que Hegel se hubiera ocupado de diseñar prácticas para el desarrollo evolutivo de los estadios transpersonales superiores. Pero los idealistas no disponían de una metodología de meditación que les permitiera asentar sus intuiciones en criterios experimentales, públicos, reproducibles y falsables, por lo cual terminaron siendo despreciadas como “mera metafísica”, perdiendo así Occidente la oportunidad más preciosa que ha tenido de albergar el futuro descenso del Alma del Mundo.
El camino ascendente hacia la sabiduría
Concluyendo, es en nuestro interior mediante el camino ascendente hacia la sabiduría, donde debemos hallar las respuestas, donde se nos está permitido contemplar el Rostro de lo Divino según Wilber, algo que los modernos investigadores desdeñan como “mera metafísica” porque no puede ser demostrado. Una cuestión que Wilber en Breve historia de todas las cosas (p.292) rebate con la siguiente argumentación:
"Pero el hecho es que, para ello [contemplar el Rostro de lo Divino mediante los arquetipos], usted debería llevar a cabo el experimento y descubrir los datos por sí mismo y luego tendría que interpretarlos. Si no lleva a cabo el experimento –la meditación, el modelo, el paradigma- carecerá de los datos necesarios para llevar a cabo la interpretación. Si usted trata de explicarle a alguien que se halle en la visión mágica o mítica del mundo que la suma de los cuadrados de los catetos de un triangulo rectángulo es igual al cuadrado de la hipotenusa, no llegará muy lejos, porque se trata de un algo ajeno al mundo empírico y que carece, en consecuencia, de localización simple. Y no por ello, sin embargo, su afirmación dejará de ser completamente cierta. Usted está realizando un experimento matemático en el interior de su conciencia, una experiencia cuyos resultados pueden ser verificados por quienes lleven a cabo el mismo experimento. Se trata de algo público, reproducible y falseable, de un conocimiento comunal cuyos resultados existen en el espacio racional del mundo y pueden ser fácilmente corroborados por todos aquellos que realicen el experimento. Y esto mismo es aplicable para cualquier otro tipo de experiencia interior de la conciencia, de los cuales la meditación es uno de los más antiguos, estudiados y reproducidos. Mantener, pues, una actitud escéptica es sumamente saludable, pero yo le invito a llevar a cabo ese experimento interior conmigo, a descubrir los datos por sí mismo, y luego le ayudaré a interpretarlos. Pero, en el caso de que no quiera llevar a cabo el experimento, no deberá reírse de quienes sí lo hacen."
Filosofía transpersonal y educación transracional
Para finalizar, en mi opinión, el gran mérito de Wilber es haber puesto en el contexto histórico la reivindicación de la filosofía transpersonal, una cuestión que intento demostrar en sendos artículos:
-La evolución de la conciencia desde un análisis político, social y filosófico transpersonal (artículo epistemológico).
-El mándala epistemológico y los nuevos paradigmas de la humanidad (artículo hermenéutico).
La justificación epistemológica de la metafísica aquí argumentada puede consultarse en mi obra La educación cuántica (gratis en pdf) y, consecuentemente, permite también la argumentación de una antropología revisionista de nuestra cultura y de la necesidad de una ética epistémica como intuición moral básica, para enseñar bien ello mediante una filosofía transpersonal y una educación transracional.
La sanación trascendental del ser humano
En definitiva, la metafísica no es más que ese Mundo de las ideas dividido entre las sombras y la Luz. Los esclavos del sistema llaman "metafísicos" a los que han sufrido un despertar de la conciencia. Y digo "sufrido" porque el sufrimiento es también causa de iluminación metafísica para discernir el mundo de las sombras de la Luz, un proceso psicológico de trascendencia desde la conciencia personal (razón-egoica) a la conciencia transpersonal (compasiva). Sin embargo, son los genios y sabios, muchos de ellos científicos y filósofos, quienes abanderan las ideas metafísicas que hacen progresar a la cultura humana, ahora en claro declive. ¿Qué lugar ocupa hoy la metafísica en nuestra cultura? He ahí quizá el escollo más difícil por transcender, pues la humanidad se halla ante nuevos paradigmas invisibles aún para la mayoría de mis coetáneos.
Consecuentemente, la iluminación metafísica no está al alcance de todos pues, como argumenta Platón en el Mito de la Caverna, la mayoría se halla todavía en el mundo de las sombras, y será bien difícil alumbrarles con la llama del conocimiento metafísico, al contrario, podrián lincharme por intentar argumentar una metafísica que apunta hacia la experiencia mística. Sin embargo, hay que insistir en que la sanación trascendental del ser humano está en su interior, de ahí el sabio aforismo griego "conócete a ti mismo", un conocimiento introspectivo para conectar con el Espíritu que vive en nosotros y que puede vislumbrarse mediante la conciencia de unidad.
REFERENCIAS:
(1) Por definición,la metafísica es un conocimiento de algo que está más allá de las ciencias naturales. Es por eso que el biológo Bruce Lipton habla de "La biología de la creencia" (libro), y el también biólogo Rupert Sheldrake defiende su teoría de los "campos mórficos" en sus diversas obras. Por otro lado, la neurociencia confirma que el subconsciente toma las decisiones antes de que seamos conscientes de ello desde 0,5 hasta en 6 segundos. Y en física cuántica también se habla del "entrelazamiento cuántico", lo cual implica la "no-localidad", en contra del determinismo causa-efecto tan querido por Einstein.
Lo que indican las anteriores investigaciones desde la biología, las neurociencias y la física cuántica, es que los materialistas científicos han agotado su metodología empírica basada en el "ver para creer" y, como apuntan los citadas ciencias, hay un cambio de paradigma hacia el "creer para ver", es decir hacia la metafísica.
Consecuentemente, las ciencias naturales pueden dar explicaciones sobre los fenómenos naturales, pero son incapaces de dar una explicación de los fenómenos psíquicos de la subjetividad, la conciencia y la espiritualidad, no es de extrañar que cada vez más personas se aproximen a temas metafísicos como la meditación, las experiencias cercanas a la muerte, las ciencias noéticas, el movimiento transpersonal y la reencarnación, temas todos ellos inaccesibles desde la razón cartesiana, dualista hasta la médula. Dichos conceptos caen, obviamente, en el campo de la metafísica, es decir, más allá de los sentidos físicos.
La metafísica es, por tanto, el reto que tiene la humanidad por delante, para hallar un conocimiento más allá de las ciencias naturales.
(2) Wilber (2005b) en su obra El espectro de la conciencia , aborda de un modo epistemológico dos modos de saber: el conocimiento simbólico (dualidad sujeto-objeto) y el misticismo contemplativo (no dualidad entre sujeto-objeto), dos modos de saber diferentes pero complementarios. Según Wilber: “Esos dos modos de conocer son universales, es decir, han sido reconocidos de una forma u otra en diversos momentos y lugares a lo largo de la historia de la humanidad, desde el taoísmo hasta William James, desde el Vedanta hasta Alfred North Whitehead y desde el Zen hasta la teología cristiana. (…) También con toda claridad en el hinduismo”.
Sin embargo, la civilización occidental es la historia del primer modo de saber que ha evolucionado hasta la extenuación de su “rígida estructura” dualista con el surgimiento de la mecánica cuántica. Esos dos modos de saber también son contemplados por los padres fundadores de la relatividad y de la física cuántica -véase Wilber (2013) en Cuestiones cuánticas- y, correlativamente, aluden los mundos antagónicos entre la ciencia y la religión, respectivamente, entre el saber racional y el metafísico, ambos aunados por los “místicos cuánticos” en un racionalismo espiritual adoptado como filosofía transpersonal, y convirtiéndose en un fundamento epistemológico para un nuevo paradigma de conocimiento integrador de la filosofía con la espiritualidad.
BIBLIOGRAFÍA:
Wilber, Ken. Breve historia de todas las cosas. Barcelona: Kairós, 2005a.
Wilber, Ken. El espectro de la conciencia. Barcelona: Kairós, 2005b.
Wilber, Ken. Cuestiones cuánticas. Barcelona: Kairós, 2013.
Ver más
Este artículo está reproducido en la segunda parte de la obra CIENCIA, FILOSOFÍA, ESPIRITUALIDAD
“Cuando se especula sobre ideas por llegar o por descubrir, sean de carácter intelectual o científico, se está haciendo metafísica, se está viajando al futuro para traer al presente realidades potenciales” (Amador Martos, filósofo transpersonal).
Hay que entender el término "metafísica", según lo define la RAE en su cuarta definición, como “parte de la filosofía que trata del ser en cuanto tal, y de sus propiedades, principios y causas primeras”.
En filosofía, la metafísica estudia los aspectos de la realidad que son inaccesibles a la investigación científica. Según Kant, una afirmación es metafísica cuando afirma algo sustancial o relevante sobre un asunto (“cuando emite un juicio sintético sobre un asunto”) que por principio escapa a toda posibilidad de ser experimentado sensiblemente por el ser humano. Algunos filósofos han sostenido que el ser humano tiene una predisposición natural hacia la metafísica. Kant la calificó de “necesidad inevitable”. Arthur Schopenhauer incluso definió al ser humano como “animal metafísico”.
El problema histórico: los ascendentes y los descendentes
La razón a través de la historia del pensamiento, siempre ha indagado sobre las cuestiones metafísicas que han preocupado al ser humano desde tiempos inmemoriales. Sin embargo, histórica y psicológicamente, esa genuina actitud de hacer metafísica ha sido obnubilada por el materialismo científico (1). La filosofía se escindió así en dos senderos cognitivos: la epistemología de lo conmensurable y la hermenéutica de lo inconmensurable, es decir, una divergencia entre ciencia y espiritualidad, y esta última en mano de las religiones.
Según Wilber (2005a) en Breve historia de todas las cosas, las grandes tradiciones espirituales del mundo caen bajo dos campos muy amplios y diferentes, dos tipos diferentes de espiritualidad que denomina la espiritualidad ascendente y espiritualidad descendente. Existe dos grandes direcciones posibles: ascender desde la materia hasta el Espíritu o descender desde el Espíritu hasta la materia. La primera es una dirección trascendente o ultramundana, mientras que la segunda es inmanente o intramundana. Uno de los mitos al uso de la tradición occidental es Platón y, aunque la mayor parte de la gente cree que es un filósofo ascendente, en realidad, es un filósofo que reconoce los dos tipos de movimientos, el ascendente (el Bien que nosotros aspiramos a comprender) y el descendente (una manifestación del Bien). Sin embargo, a lo largo de la historia, estas dos facetas se vieron brutalmente separadas y tuvo lugar una violenta ruptura entre los partidarios de lo meramente ascendente y los defensores de lo meramente descendente, pues se consumó la escisión entre ambas.
Irremediablemente, hay una contienda ideológica que puede remover los cimientos de nuestra civilización, pues se hallan en disputa dos pesos pesados de la historia: la ciencia y la religión (espiritualidad), el saber empírico y el saber revelado, la razón y el espíritu. Desde el surgimiento de la física cuántica, esa divergencia cognitiva se presenta como dos modos de saber (2): el conocimiento simbólico (dualidad sujeto-objeto) y el misticismo contemplativo (no dualidad entre sujeto-objeto).
Los cuatro cuadrantes y las intuiciones transpersonales
Wilber, mediante su teoría de los “cuatro cuadrantes”, reivindica el camino hermenéutico de la conciencia. Según Ken Wilber en Breve historia de todas las cosas (p.141): “el conocimiento interpretativo es tan importante como el conocimiento empírico y, en cierto sentido, más importante todavía. Pero, evidentemente, es más complejo y requiere más sofisticación que las obviedades a que nos tiene acostumbrados la observación monológuica”. Para Wilber (p.142): “toda interpretación depende del contexto, que a su vez está inmerso en contextos mayores y así sucesivamente mientras nos vamos moviendo dentro de un círculo hermenéutico". Es así, pues, que la interpretación desempeña un papel muy importante en las experiencias espirituales, probablemente el contexto más complejo a desentrañar por nuestra actual civilización.
Según Wilber (p.401-403), ninguno de los idealistas comprendió realmente los "cuatro cuadrantes", principalmente, por dos motivos. El primero de esos motivos fue el fracaso en desarrollar una práctica auténticamente contemplativa, un verdadero paradigma, un modelo reproducible, una práctica realmente espiritual. Dicho en otras palabras, carecían de un yoga, de una disciplina meditativa, de una metodología experimental que les permitiera reproducir en la conciencia las intuiciones transpersonales. De ese modo, el idealismo tendió a degenerar en metafísica monológuica sin proporcionar la tecnología interior necesaria para transformar el cartógrafo. Así, pues, el primer error del idealismo fue el de no haber desarrollado una especie de yoga, una práctica transpersonal que le permitiera reproducir sus intuiciones; carecían de un camino para reproducir la conciencia transpersonal en el seno de una comunidad de practicantes, carecían de un sistema que les permitiera desplegar un yo más profundo (“yo” o Buda) en el seno de una comunidad más profunda (“nosotros” o Sangha), que expresara una verdad más profunda (“ello” o Dharma).
El segundo motivo del fracaso del idealismo, es que las intuiciones profundas de los dominios transpersonales, y sus comprensiones, se expresaron casi siempre en términos de visión-lógicos, imponiendo de ese modo a la razón un objetivo que jamás podía alcanzar. Hegel, en particular, identificó al Espíritu transpersonal y transracional con el estadio visión-lógico, con la razón madura, condenando, de ese modo, a la razón a desplomarse bajo un peso que no pudo llegar a soportar. “Lo real es racional y lo racional es real”, decía Hegel, y por “racional” quería decir visión-lógico. Pero esto nunca puede funcionar porque la estructura visión-lógica no es más que la forma que asume el Espíritu en el estadio del centauro. Y a pesar de que Hegel sabía de la pobreza de las palabras, decidió, no obstante, que la razón podía y debía desarrollar el lenguaje de los ángeles. Y esto no hubiera sido un error en el caso de que Hegel se hubiera ocupado de diseñar prácticas para el desarrollo evolutivo de los estadios transpersonales superiores. Pero los idealistas no disponían de una metodología de meditación que les permitiera asentar sus intuiciones en criterios experimentales, públicos, reproducibles y falsables, por lo cual terminaron siendo despreciadas como “mera metafísica”, perdiendo así Occidente la oportunidad más preciosa que ha tenido de albergar el futuro descenso del Alma del Mundo.
El camino ascendente hacia la sabiduría
Concluyendo, es en nuestro interior mediante el camino ascendente hacia la sabiduría, donde debemos hallar las respuestas, donde se nos está permitido contemplar el Rostro de lo Divino según Wilber, algo que los modernos investigadores desdeñan como “mera metafísica” porque no puede ser demostrado. Una cuestión que Wilber en Breve historia de todas las cosas (p.292) rebate con la siguiente argumentación:
"Pero el hecho es que, para ello [contemplar el Rostro de lo Divino mediante los arquetipos], usted debería llevar a cabo el experimento y descubrir los datos por sí mismo y luego tendría que interpretarlos. Si no lleva a cabo el experimento –la meditación, el modelo, el paradigma- carecerá de los datos necesarios para llevar a cabo la interpretación. Si usted trata de explicarle a alguien que se halle en la visión mágica o mítica del mundo que la suma de los cuadrados de los catetos de un triangulo rectángulo es igual al cuadrado de la hipotenusa, no llegará muy lejos, porque se trata de un algo ajeno al mundo empírico y que carece, en consecuencia, de localización simple. Y no por ello, sin embargo, su afirmación dejará de ser completamente cierta. Usted está realizando un experimento matemático en el interior de su conciencia, una experiencia cuyos resultados pueden ser verificados por quienes lleven a cabo el mismo experimento. Se trata de algo público, reproducible y falseable, de un conocimiento comunal cuyos resultados existen en el espacio racional del mundo y pueden ser fácilmente corroborados por todos aquellos que realicen el experimento. Y esto mismo es aplicable para cualquier otro tipo de experiencia interior de la conciencia, de los cuales la meditación es uno de los más antiguos, estudiados y reproducidos. Mantener, pues, una actitud escéptica es sumamente saludable, pero yo le invito a llevar a cabo ese experimento interior conmigo, a descubrir los datos por sí mismo, y luego le ayudaré a interpretarlos. Pero, en el caso de que no quiera llevar a cabo el experimento, no deberá reírse de quienes sí lo hacen."
Filosofía transpersonal y educación transracional
Para finalizar, en mi opinión, el gran mérito de Wilber es haber puesto en el contexto histórico la reivindicación de la filosofía transpersonal, una cuestión que intento demostrar en sendos artículos:
-La evolución de la conciencia desde un análisis político, social y filosófico transpersonal (artículo epistemológico).
-El mándala epistemológico y los nuevos paradigmas de la humanidad (artículo hermenéutico).
La justificación epistemológica de la metafísica aquí argumentada puede consultarse en mi obra La educación cuántica (gratis en pdf) y, consecuentemente, permite también la argumentación de una antropología revisionista de nuestra cultura y de la necesidad de una ética epistémica como intuición moral básica, para enseñar bien ello mediante una filosofía transpersonal y una educación transracional.
La sanación trascendental del ser humano
En definitiva, la metafísica no es más que ese Mundo de las ideas dividido entre las sombras y la Luz. Los esclavos del sistema llaman "metafísicos" a los que han sufrido un despertar de la conciencia. Y digo "sufrido" porque el sufrimiento es también causa de iluminación metafísica para discernir el mundo de las sombras de la Luz, un proceso psicológico de trascendencia desde la conciencia personal (razón-egoica) a la conciencia transpersonal (compasiva). Sin embargo, son los genios y sabios, muchos de ellos científicos y filósofos, quienes abanderan las ideas metafísicas que hacen progresar a la cultura humana, ahora en claro declive. ¿Qué lugar ocupa hoy la metafísica en nuestra cultura? He ahí quizá el escollo más difícil por transcender, pues la humanidad se halla ante nuevos paradigmas invisibles aún para la mayoría de mis coetáneos.
Consecuentemente, la iluminación metafísica no está al alcance de todos pues, como argumenta Platón en el Mito de la Caverna, la mayoría se halla todavía en el mundo de las sombras, y será bien difícil alumbrarles con la llama del conocimiento metafísico, al contrario, podrián lincharme por intentar argumentar una metafísica que apunta hacia la experiencia mística. Sin embargo, hay que insistir en que la sanación trascendental del ser humano está en su interior, de ahí el sabio aforismo griego "conócete a ti mismo", un conocimiento introspectivo para conectar con el Espíritu que vive en nosotros y que puede vislumbrarse mediante la conciencia de unidad.
REFERENCIAS:
(1) Por definición,la metafísica es un conocimiento de algo que está más allá de las ciencias naturales. Es por eso que el biológo Bruce Lipton habla de "La biología de la creencia" (libro), y el también biólogo Rupert Sheldrake defiende su teoría de los "campos mórficos" en sus diversas obras. Por otro lado, la neurociencia confirma que el subconsciente toma las decisiones antes de que seamos conscientes de ello desde 0,5 hasta en 6 segundos. Y en física cuántica también se habla del "entrelazamiento cuántico", lo cual implica la "no-localidad", en contra del determinismo causa-efecto tan querido por Einstein.
Lo que indican las anteriores investigaciones desde la biología, las neurociencias y la física cuántica, es que los materialistas científicos han agotado su metodología empírica basada en el "ver para creer" y, como apuntan los citadas ciencias, hay un cambio de paradigma hacia el "creer para ver", es decir hacia la metafísica.
Consecuentemente, las ciencias naturales pueden dar explicaciones sobre los fenómenos naturales, pero son incapaces de dar una explicación de los fenómenos psíquicos de la subjetividad, la conciencia y la espiritualidad, no es de extrañar que cada vez más personas se aproximen a temas metafísicos como la meditación, las experiencias cercanas a la muerte, las ciencias noéticas, el movimiento transpersonal y la reencarnación, temas todos ellos inaccesibles desde la razón cartesiana, dualista hasta la médula. Dichos conceptos caen, obviamente, en el campo de la metafísica, es decir, más allá de los sentidos físicos.
La metafísica es, por tanto, el reto que tiene la humanidad por delante, para hallar un conocimiento más allá de las ciencias naturales.
(2) Wilber (2005b) en su obra El espectro de la conciencia , aborda de un modo epistemológico dos modos de saber: el conocimiento simbólico (dualidad sujeto-objeto) y el misticismo contemplativo (no dualidad entre sujeto-objeto), dos modos de saber diferentes pero complementarios. Según Wilber: “Esos dos modos de conocer son universales, es decir, han sido reconocidos de una forma u otra en diversos momentos y lugares a lo largo de la historia de la humanidad, desde el taoísmo hasta William James, desde el Vedanta hasta Alfred North Whitehead y desde el Zen hasta la teología cristiana. (…) También con toda claridad en el hinduismo”.
Sin embargo, la civilización occidental es la historia del primer modo de saber que ha evolucionado hasta la extenuación de su “rígida estructura” dualista con el surgimiento de la mecánica cuántica. Esos dos modos de saber también son contemplados por los padres fundadores de la relatividad y de la física cuántica -véase Wilber (2013) en Cuestiones cuánticas- y, correlativamente, aluden los mundos antagónicos entre la ciencia y la religión, respectivamente, entre el saber racional y el metafísico, ambos aunados por los “místicos cuánticos” en un racionalismo espiritual adoptado como filosofía transpersonal, y convirtiéndose en un fundamento epistemológico para un nuevo paradigma de conocimiento integrador de la filosofía con la espiritualidad.
BIBLIOGRAFÍA:
Wilber, Ken. Breve historia de todas las cosas. Barcelona: Kairós, 2005a.
Wilber, Ken. El espectro de la conciencia. Barcelona: Kairós, 2005b.
Wilber, Ken. Cuestiones cuánticas. Barcelona: Kairós, 2013.
33 - CUESTIONES METAFÍSICAS
2 - LA FILOSOFÍA TRANSPERSONAL DE KEN WILBER COMO FUNDAMENTO PARA UNA EDUCACIÓN TRANSRACIONAL DE LA METAFÍSICA Y LA SANACIÓN TRASCENDENTAL DEL SUJETO COGNOSCENTE MEDIANTE LA MEDITACIÓN
Este artículo está reproducido en la primera parte de la obra CIENCIA, FILOSOFÍA, ESPIRITUALIDAD
Los días 19, 20 y 21 de septiembre de 2019, en la Universidad Francisco de Vitoria (Madrid, España), tuvo lugar la 3ª edición del CONGRESO RAZÓN ABIERTA: reúne a investigadores y docentes de todo el mundo que, desde sus ciencias particulares, se pregunten por la realidad que les interpela, teniendo en cuenta la antropología, la epistemología, la ética y el sentido que subyace a aquello que estudian.
El Congreso Razón Abierta tiene como misión poner en diálogo a las ciencias particulares con la filosofía y la teología, con el objetivo de conocer la realidad en toda su amplitud, dejando fuera los reduccionismos cientificistas y utilitaristas que permean nuestra sociedad postmoderna, y de este modo, utilizar la razón conscientes de que la belleza del estudio de las ciencias particulares en la Universidad radica en el deseo del hombre por comprenderse a sí mismo y a la realidad que le rodea; anhelo que descubre otro aún mayor si cabe: comprender cuál es el modo más verdadero de vivir.
En dicho contexto de reflexión académica, el sábado día 21 de septiembre a partir de las 11h., tuve el placer de presentar mi artículo titulado:
LA FILOSOFÍA TRANSPERSONAL DE KEN WILBER COMO FUNDAMENTO PARA UNA EDUCACIÓN TRANSRACIONAL DE LA METAFÍSICA Y LA SANACIÓN TRASCENDENTAL DEL SUJETO COGNOSCENTE MEDIANTE LA MEDITACIÓN
Toda la información (resumen, artículo completo, epígrafe de presentación) puede descargarse en PDF:
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Los días 19, 20 y 21 de septiembre de 2019, en la Universidad Francisco de Vitoria (Madrid, España), tuvo lugar la 3ª edición del CONGRESO RAZÓN ABIERTA: reúne a investigadores y docentes de todo el mundo que, desde sus ciencias particulares, se pregunten por la realidad que les interpela, teniendo en cuenta la antropología, la epistemología, la ética y el sentido que subyace a aquello que estudian.
El Congreso Razón Abierta tiene como misión poner en diálogo a las ciencias particulares con la filosofía y la teología, con el objetivo de conocer la realidad en toda su amplitud, dejando fuera los reduccionismos cientificistas y utilitaristas que permean nuestra sociedad postmoderna, y de este modo, utilizar la razón conscientes de que la belleza del estudio de las ciencias particulares en la Universidad radica en el deseo del hombre por comprenderse a sí mismo y a la realidad que le rodea; anhelo que descubre otro aún mayor si cabe: comprender cuál es el modo más verdadero de vivir.
En dicho contexto de reflexión académica, el sábado día 21 de septiembre a partir de las 11h., tuve el placer de presentar mi artículo titulado:
LA FILOSOFÍA TRANSPERSONAL DE KEN WILBER COMO FUNDAMENTO PARA UNA EDUCACIÓN TRANSRACIONAL DE LA METAFÍSICA Y LA SANACIÓN TRASCENDENTAL DEL SUJETO COGNOSCENTE MEDIANTE LA MEDITACIÓN
Toda la información (resumen, artículo completo, epígrafe de presentación) puede descargarse en PDF:
- RESUMEN DEL ARTÍCULO
- ARTÍCULO CIENTÍFICO COMPLETO
- EPÍGRAFE DE PRESENTACIÓN: FILOSOFÍA Y TEOLOGÍA
- CERTIFICADO DE PARTICIPACIÓN
- CERTIFICADO DE COMUNICACIÓN
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Este artículo es una reproducción de la nota 88 de la obra LA EDUCACIÓN CUÁNTICA (4ª ed.).
Extracto de la página 169:
El reduccionismo psicológico, en sentido positivista, no es capaz de dar razones sobre ese verdadero sentido de la vida, pues deja de lado la visión espiritual inherente al ser humano, una cuestión que pertenece propiamente a la metafísica (1). En filosofía, la metafísica estudia los aspectos de la realidad que son inaccesibles a la investigación científica. Según Kant, una afirmación es metafísica cuando afirma algo sustancial o relevante sobre un asunto (“cuando emite un juicio sintético sobre un asunto”) que por principio escapa a toda posibilidad de ser experimentado sensiblemente por el ser humano. Algunos filósofos han sostenido que el ser humano tiene una predisposición natural hacia la metafísica. Kant la calificó de “necesidad inevitable”. Arthur Schopenhauer incluso definió al ser humano como “animal metafísico”. ¿No es la metafísica el modo de saber trascendental?
NOTA (1):
Con la constatación heideggeriana de que “todo comprender es comprenderse”, cabe destacar el papel positivo de la subjetividad en la hermenéutica, lo cual implica distinguir la subjetividad metafísica de lo que sería el ser humano individual, al que no se opone la hermenéutica (González y Trías, 2003:26-27). La metafísica, aunque problemática, es inevitable: el ser “humano” (cualquier ser con determinado grado de consciencia) es un ser metafísico, y la desaparición de la metafísica solo es posible con la desaparición del humano (o vivos semejantes de otros planetas). Una de las características del siglo XX ha sido la crítica sin contemplaciones a este tipo de filosofía eterna y sistemática que asociamos al término metafísica. Y, sin embargo, nada más actual que las cuestiones metafísicas. No hay manera de evitar que una y otra vez vuelva ese tipo de preguntas primeras sobre Dios, el hombre o el mundo, que quieren saber qué es lo que podemos conocer, qué es lo que debemos hacer o qué es lo que nos cabe esperar (Negrete, 2015).
BIBLIOGRAFÍA:
González, J. y Trías, E. Cuestiones metafísicas . Madrid: Editorial Trotta, 2003.
Negrete, Juan Antonio. De la Filosofía como Dialéctica y Analogía. Madrid: Apeiron Ediciones, 2015.
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Extracto de la página 169:
El reduccionismo psicológico, en sentido positivista, no es capaz de dar razones sobre ese verdadero sentido de la vida, pues deja de lado la visión espiritual inherente al ser humano, una cuestión que pertenece propiamente a la metafísica (1). En filosofía, la metafísica estudia los aspectos de la realidad que son inaccesibles a la investigación científica. Según Kant, una afirmación es metafísica cuando afirma algo sustancial o relevante sobre un asunto (“cuando emite un juicio sintético sobre un asunto”) que por principio escapa a toda posibilidad de ser experimentado sensiblemente por el ser humano. Algunos filósofos han sostenido que el ser humano tiene una predisposición natural hacia la metafísica. Kant la calificó de “necesidad inevitable”. Arthur Schopenhauer incluso definió al ser humano como “animal metafísico”. ¿No es la metafísica el modo de saber trascendental?
NOTA (1):
Con la constatación heideggeriana de que “todo comprender es comprenderse”, cabe destacar el papel positivo de la subjetividad en la hermenéutica, lo cual implica distinguir la subjetividad metafísica de lo que sería el ser humano individual, al que no se opone la hermenéutica (González y Trías, 2003:26-27). La metafísica, aunque problemática, es inevitable: el ser “humano” (cualquier ser con determinado grado de consciencia) es un ser metafísico, y la desaparición de la metafísica solo es posible con la desaparición del humano (o vivos semejantes de otros planetas). Una de las características del siglo XX ha sido la crítica sin contemplaciones a este tipo de filosofía eterna y sistemática que asociamos al término metafísica. Y, sin embargo, nada más actual que las cuestiones metafísicas. No hay manera de evitar que una y otra vez vuelva ese tipo de preguntas primeras sobre Dios, el hombre o el mundo, que quieren saber qué es lo que podemos conocer, qué es lo que debemos hacer o qué es lo que nos cabe esperar (Negrete, 2015).
BIBLIOGRAFÍA:
González, J. y Trías, E. Cuestiones metafísicas . Madrid: Editorial Trotta, 2003.
Negrete, Juan Antonio. De la Filosofía como Dialéctica y Analogía. Madrid: Apeiron Ediciones, 2015.
La tesis defendida en mi recién libro publicado, titulado CIENCIA, FILOSOFÍA, ESPIRITUALIDAD, bien puede resumirse en este breve extracto de la página 465:
Podemos concluir este capítulo afirmando que, los beneficios de la meditación, avalados científicamente, constituyen una puerta de acceso a la espiritualidad, a esa metafísica que, hasta ahora, estaba desahuciada por los materialistas científicos. Dicho de otro modo, la epistemología de lo conmensurable (ciencia) y la hermenéutica de lo inconmensurable (espíritu) hallan un punto de intersección mediante los beneficios de la meditación demostrados científicamente. He ahí, precisamente, en la síntesis de saberes entre la epistemología y la hermenéutica, donde cada cual puede aprehenderse a uno mismo como conciencia de unidad mediante una auténtica intuición espiritual. Y, ello, se constituye entonces en un anclaje epistemológico para considerar a la filosofía transpersonal de Ken Wilber como un nuevo paradigma de conocimiento, cuyo objeto de estudio es la espiritualidad y su relación con la ciencia, así como los estudios de la conciencia.
Dicho despertar espiritual ya no es una cuestión individual solamente, sino también un inherente deber de la colectividad humana, de ahí la necesidad de una educación transracional, pues como se ha visto anteriormente, es posible la sanación trascendental desde la infancia gracias a la aplicación práctica de la meditación en los centros escolares. Y dicho despertar espiritual, tanto individual como colectivo, conduce ineludiblemente a considerar al amor como nuestra única perspectiva de supervivencia en este planeta, dos cuestiones que es preciso abordar en el siguiente capítulo.
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Podemos concluir este capítulo afirmando que, los beneficios de la meditación, avalados científicamente, constituyen una puerta de acceso a la espiritualidad, a esa metafísica que, hasta ahora, estaba desahuciada por los materialistas científicos. Dicho de otro modo, la epistemología de lo conmensurable (ciencia) y la hermenéutica de lo inconmensurable (espíritu) hallan un punto de intersección mediante los beneficios de la meditación demostrados científicamente. He ahí, precisamente, en la síntesis de saberes entre la epistemología y la hermenéutica, donde cada cual puede aprehenderse a uno mismo como conciencia de unidad mediante una auténtica intuición espiritual. Y, ello, se constituye entonces en un anclaje epistemológico para considerar a la filosofía transpersonal de Ken Wilber como un nuevo paradigma de conocimiento, cuyo objeto de estudio es la espiritualidad y su relación con la ciencia, así como los estudios de la conciencia.
Dicho despertar espiritual ya no es una cuestión individual solamente, sino también un inherente deber de la colectividad humana, de ahí la necesidad de una educación transracional, pues como se ha visto anteriormente, es posible la sanación trascendental desde la infancia gracias a la aplicación práctica de la meditación en los centros escolares. Y dicho despertar espiritual, tanto individual como colectivo, conduce ineludiblemente a considerar al amor como nuestra única perspectiva de supervivencia en este planeta, dos cuestiones que es preciso abordar en el siguiente capítulo.
Este artículo es una reproducción del capítulo 8 de la tercera parte del libro CIENCIA, FILOSOFÍA, ESPIRITUALIDAD
En filosofía, la metafísica estudia los aspectos de la realidad que son inaccesibles a la investigación científica. La razón, a través de la historia del pensamiento, siempre ha indagado sobre las cuestiones metafísicas que han preocupado al ser humano desde tiempos inmemoriales, aunque histórica y psicológicamente, esa genuina actitud de hacer metafísica ha sido obnubilada por el materialismo científico. Dicho de otro modo, el materialismo científico y la metafísica se han convertido en una dualidad antagónica aparentemente irreconciliable.
Una de las características del siglo XX ha sido la crítica sin contemplaciones a este tipo de filosofía eterna y sistemática que asociamos al término metafísica. Y, sin embargo, nada más actual que las cuestiones metafísicas. No hay manera de evitar que una y otra vez vuelva ese tipo de preguntas primeras sobre Dios, el hombre o el mundo, que quieren saber qué es lo que podemos conocer, qué es lo que debemos hacer o qué es lo que nos cabe esperar. Con la constatación heideggeriana de que “todo comprender es comprenderse”, cabe destacar el papel positivo de la subjetividad en la hermenéutica, lo cual implica distinguir la subjetividad metafísica de lo que sería el ser humano individual, al que no se opone la hermenéutica. La metafísica, aunque problemática, es inevitable: el ser “humano” (cualquier ser con determinado grado de consciencia) es un ser metafísico, y la desaparición de la metafísica solo es posible con la desaparición del humano (o vivos semejantes de otros planetas).
Según Kant, una afirmación es metafísica cuando afirma algo sustancial o relevante sobre un asunto (“cuando emite un juicio sintético sobre un asunto”) que por principio escapa a toda posibilidad de ser experimentado sensiblemente por el ser humano. Algunos filósofos han sostenido que el ser humano tiene una predisposición natural hacia la metafísica. Kant la calificó de “necesidad inevitable”. Arthur Schopenhauer incluso definió al ser humano como “animal metafísico”. ¿No es la metafísica el modo de saber trascendental?
En efecto, las ciencias empíricas pueden dar explicaciones sobre los fenómenos naturales, pero son incapaces de dar una explicación coherente acerca de la conciencia y la espiritualidad y, por tanto, no es de extrañar que los beneficios de la meditación sean objeto de investigación científica, y que haya también una aproximación investigativa a las experiencias cercanas a la muerte, las ciencias noéticas y la psicología transpersonal. Dichos campos de investigación enlazan, obviamente, con la metafísica, es decir, más allá de los sentidos físicos. La metafísica es, por tanto, el reto que tiene la humanidad por delante para hallar un conocimiento más allá de las ciencias naturales, es decir, un conocimiento transracional al que se puede acceder mediante la meditación y, cuyos beneficios, han sido ampliamente demostrados científicamente, posibilitando con ello la sanación trascendental del ser humano desde la infancia, pues puede ser impartida educacionalmente mediante la filosofía transpersonal argüida por Ken Wilber, una cuestión argumentada en el 3º Congreso Razón Abierta donde tuve el placer de exponer mi artículo titulado La filosofía transpersonal de Ken Wilber como fundamento para una educación transracional de la metafísica y la sanación trascendental del sujeto cognoscente mediante la meditación.
A la vista de lo anterior, la pregunta pertinente es: ¿Qué lugar ocupa hoy la metafísica en nuestra cultura? He ahí quizá el escollo más difícil por transcender, pues la humanidad se halla ante nuevos paradigmas invisibles aún para la mayoría de coetáneos. Sin embargo, la sanación trascendental del ser humano está en su interior mediante la práctica de la meditación. En efecto, como nos recuerda el sabio aforismo griego “Conócete a ti mismo”, se precisa de un conocimiento introspectivo para conectar con el Espíritu que vive en nosotros y que puede vislumbrarse mediante la conciencia de unidad. Sin embargo, la filosofía se escindió en dos senderos cognitivos: la epistemología de lo conmensurable y la hermenéutica de lo inconmensurable, es decir, una divergencia entre ciencia y espiritualidad. Tradicionalmente se ha separado la epistemología y a la hermenéutica, puesto que la primera trata de lo conmensurable y la segunda de lo inconmensurable. Sin embargo, hoy en día es posible unir la epistemología y la hermenéutica, permitiendo justificar lo conmensurable y entender lo inconmensurable. Esos dos modos de saber posibilitan vislumbrar una conexión de la filosofía con la espiritualidad, o la ciencia con la metafísica.
Esos dos modos de saber, aprehendidos mediante la conciencia de unidad bajo una visión no-dual, posibilitan la sanación trascendental del ser humano mediante la filosofía transpersonal de Ken Wilber como nuevo paradigma de conocimiento, y es postulada como asignatura educativa para una educación transracional que implemente la razón con el corazón mediante la meditación. Por tanto, la síntesis entre la filosofía transpersonal y la educación transracional es una condición sine qua non para trascender así la crisis de conciencia en la que está inmersa la filosofía occidental. Con ello, podemos concluir consecuentemente que la filosofía transpersonal de Ken Wilber como nuevo paradigma de conocimiento, es un fundamento para una educación transracional de la metafísica para la sanación transcendental del sujeto cognoscente mediante la meditación.
Esa incipiente transracionalidad donde el prefijo “trans” nos impele a ir más allá de la racionalidad, posibilita a este pensador la justificación epistemológica de una filosofía “trans”-personal (más allá del ego), así como una educación “trans”-racional (más allá de la razón), dicho de otro modo, sienta las bases para adentrarnos en la metafísica a partir de experiencias interiores del sujeto cognoscente, tales como las experiencias cercanas a la muerte, la reencarnación, las ciencias noéticas, la psicología transpersonal, las experiencias místicas y la meditación. Dichas cuestiones son estudiadas mediante la metodología científica por cada vez más científicos que se atreven a ir más allá (“trans”) de la racionalidad convencional. Este humilde pensador, en sus procesos investigativos, ha introducido las conclusiones científicas de aquellos investigadores que se han atrevido a transcender la ortodoxa ciencia materialista mediante la incorporación de la espiritualidad en la comprensión del origen y el sentido de la vida más allá de los reduccionismos materialistas y psicológicos, cientificismos dogmáticos que abocan en el nihilismo. Tal es el trasfondo epistemológico que subyace en los siete artículos publicados en revistas científicas y congresos, y que se constituyen en el fundamento epistemológico y pedagógico para la filosofía transpersonal y la educación transracional .
Consecuentemente, la visión espiritual inherente al ser humano precisa de un giro participativo a la espiritualidad, el misticismo y el estudio de las religiones, cuestiones que pertenecen propiamente a la metafísica. Pero el estudio de la metafísica no debe abordarse exclusivamente mediante el uso de la razón, pues esta es solo una expresión simbólica a modo de “mapa” de un territorio más profundo que reside en la profundidad de la conciencia, es decir, inquiere una actitud proactiva hacia la introspección mediante la meditación, dicho de otro modo, emprender un camino ascendente hacia la sabiduría que es propio del cuadrante superior izquierdo de la subjetividad individual, una trascendencia metafísica a la que se puede acceder mediante la meditación, tal como demuestra Ken Wilber:
“Los arquetipos, los auténticos arquetipos, son una experiencia meditativa imposible de comprender hasta que se realice la experiencia. No se trata de imágenes que se muevan en el espacio mítico ni de conceptos filosóficos que existan en el espacio racional, sino de experiencias meditativas que aparecen en el espacio sutil. De modo que la experiencia meditativa puede proporcionarle los datos arquetipos que luego deberá interpretar. Y la interpretación más comúnmente aceptada es que usted está contemplando las formas básicas y los fundamentos del mundo manifiesto, contemplando directamente el Rostro de lo Divino. Como decía Emerson, que los intrusos se quiten los zapatos porque nos adentramos ahora en los dominios del Dios interior.
Pero el hecho es que, para ello [contemplar el Rostro de lo Divino mediante los arquetipos], usted debería llevar a cabo el experimento y descubrir los datos por sí mismo y luego tendría que interpretarlos. Si no lleva a cabo el experimento -la meditación, el modelo, el paradigma- carecerá de los datos necesarios para llevar a cabo la interpretación. Si usted trata de explicarle a alguien que se halle en la visión mágica o mítica del mundo que la suma de los cuadrados de los catetos de un triángulo rectángulo es igual al cuadrado de la hipotenusa, no llegará muy lejos, porque se trata de un algo ajeno al mundo empírico y que carece, en consecuencia, de localización simple. Y no por ello, sin embargo, su afirmación dejará de ser completamente cierta. Usted está realizando un experimento matemático en el interior de su conciencia, una experiencia cuyos resultados pueden ser verificados por quienes lleven a cabo el mismo experimento. Se trata de algo público, reproducible y falsable, de un conocimiento comunal cuyos resultados existen en el espacio racional del mundo y pueden ser fácilmente corroborados por todos aquellos que realicen el experimento. Y esto mismo es aplicable para cualquier otro tipo de experiencia interior de la conciencia, de los cuales la meditación es uno de los más antiguos, estudiados y reproducidos. Mantener, pues, una actitud escéptica es sumamente saludable, pero yo le invito a llevar a cabo ese experimento interior conmigo, a descubrir los datos por sí mismo, y luego le ayudaré a interpretarlos. Pero, en el caso de que no quiera llevar a cabo el experimento, no deberá reírse de quienes sí lo hacen.”
Es gracia a la sapiencia de Ken Wilber como puedo concluir satisfactoriamente esta obra afirmando que, la trascendencia metafísica mediante la meditación, es el fundamento para la filosofía transpersonal, la cual es postulada en una cuestión de sentido para la argumentación epistemológica y pedagógica de una educación tranracional como misión espiritual . Solamente de ese modo se me antoja que será posible salvar el abismo cultural de la humanidad desde que Kant diferenció mediante sus Tres críticas al “ello” (ciencia), el “yo” (conciencia) y el “nosotros” (moral), dicho ello en términos socráticos: “Aquel que quiera cambiar el mundo debe empezar por cambiarse a sí mismo”. La integración de esas tres esferas kantianas solo es posible en el interior de cada uno de nosotros mediante la veracidad, la sinceridad, la integridad y la honradez como premisas que deben ser aprehendidas en el camino ascendente de la sabiduría propio del cuadrante superior izquierdo de la interioridad individual.
Sin embargo, Ken Wilber sostiene que todo fenómeno humano consta de cuatro facetas y no puede ser íntegramente comprendido si no se abordan los cuatro cuadrantes:
“El hecho de que el Espíritu se manifieste realmente en los cuatro cuadrantes (o, dicho de modo resumido, en los dominios del “yo”, del “nosotros” y del “ello”) supone también que la auténtica intuición espiritual es aprehendida como el deseo de expandir la profundidad del “yo” a la amplitud del “nosotros” y al estado objetivo de cosas propias del “ello”. En definitiva, proteger y promover la mayor profundidad a la mayor amplitud posible. (…) Esto significa, entre otras muchas cosas, la necesaria emergencia de un nuevo tipo de sociedad que integre la conciencia, la cultura y la naturaleza, y abra paso al arte, la moral, la ciencia, los valores personales, la sabiduría colectiva y el conocimiento técnico.”
Para la emergencia de ese nuevo tipo de sociedad, como se ha argumentado en esta obra, la trascendencia metafísica mediante la meditación es un imperativo para el despertar espiritual individual. Pero, ¿cómo puede ser posible el despertar espiritual colectivo? ¿Cómo puede realizarse ese tránsito de la espiritualidad individual a la espiritualidad colectiva? Invito al lector a acompañarme mediante la lectura del epílogo para dilucidar dichas cuestiones, pero, con una advertencia previa, de que puede entrar en una disonancia cognitiva por la “divulgación cósmica” argumentada en el tramo final de esta obra.
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En filosofía, la metafísica estudia los aspectos de la realidad que son inaccesibles a la investigación científica. La razón, a través de la historia del pensamiento, siempre ha indagado sobre las cuestiones metafísicas que han preocupado al ser humano desde tiempos inmemoriales, aunque histórica y psicológicamente, esa genuina actitud de hacer metafísica ha sido obnubilada por el materialismo científico. Dicho de otro modo, el materialismo científico y la metafísica se han convertido en una dualidad antagónica aparentemente irreconciliable.
Una de las características del siglo XX ha sido la crítica sin contemplaciones a este tipo de filosofía eterna y sistemática que asociamos al término metafísica. Y, sin embargo, nada más actual que las cuestiones metafísicas. No hay manera de evitar que una y otra vez vuelva ese tipo de preguntas primeras sobre Dios, el hombre o el mundo, que quieren saber qué es lo que podemos conocer, qué es lo que debemos hacer o qué es lo que nos cabe esperar. Con la constatación heideggeriana de que “todo comprender es comprenderse”, cabe destacar el papel positivo de la subjetividad en la hermenéutica, lo cual implica distinguir la subjetividad metafísica de lo que sería el ser humano individual, al que no se opone la hermenéutica. La metafísica, aunque problemática, es inevitable: el ser “humano” (cualquier ser con determinado grado de consciencia) es un ser metafísico, y la desaparición de la metafísica solo es posible con la desaparición del humano (o vivos semejantes de otros planetas).
Según Kant, una afirmación es metafísica cuando afirma algo sustancial o relevante sobre un asunto (“cuando emite un juicio sintético sobre un asunto”) que por principio escapa a toda posibilidad de ser experimentado sensiblemente por el ser humano. Algunos filósofos han sostenido que el ser humano tiene una predisposición natural hacia la metafísica. Kant la calificó de “necesidad inevitable”. Arthur Schopenhauer incluso definió al ser humano como “animal metafísico”. ¿No es la metafísica el modo de saber trascendental?
En efecto, las ciencias empíricas pueden dar explicaciones sobre los fenómenos naturales, pero son incapaces de dar una explicación coherente acerca de la conciencia y la espiritualidad y, por tanto, no es de extrañar que los beneficios de la meditación sean objeto de investigación científica, y que haya también una aproximación investigativa a las experiencias cercanas a la muerte, las ciencias noéticas y la psicología transpersonal. Dichos campos de investigación enlazan, obviamente, con la metafísica, es decir, más allá de los sentidos físicos. La metafísica es, por tanto, el reto que tiene la humanidad por delante para hallar un conocimiento más allá de las ciencias naturales, es decir, un conocimiento transracional al que se puede acceder mediante la meditación y, cuyos beneficios, han sido ampliamente demostrados científicamente, posibilitando con ello la sanación trascendental del ser humano desde la infancia, pues puede ser impartida educacionalmente mediante la filosofía transpersonal argüida por Ken Wilber, una cuestión argumentada en el 3º Congreso Razón Abierta donde tuve el placer de exponer mi artículo titulado La filosofía transpersonal de Ken Wilber como fundamento para una educación transracional de la metafísica y la sanación trascendental del sujeto cognoscente mediante la meditación.
A la vista de lo anterior, la pregunta pertinente es: ¿Qué lugar ocupa hoy la metafísica en nuestra cultura? He ahí quizá el escollo más difícil por transcender, pues la humanidad se halla ante nuevos paradigmas invisibles aún para la mayoría de coetáneos. Sin embargo, la sanación trascendental del ser humano está en su interior mediante la práctica de la meditación. En efecto, como nos recuerda el sabio aforismo griego “Conócete a ti mismo”, se precisa de un conocimiento introspectivo para conectar con el Espíritu que vive en nosotros y que puede vislumbrarse mediante la conciencia de unidad. Sin embargo, la filosofía se escindió en dos senderos cognitivos: la epistemología de lo conmensurable y la hermenéutica de lo inconmensurable, es decir, una divergencia entre ciencia y espiritualidad. Tradicionalmente se ha separado la epistemología y a la hermenéutica, puesto que la primera trata de lo conmensurable y la segunda de lo inconmensurable. Sin embargo, hoy en día es posible unir la epistemología y la hermenéutica, permitiendo justificar lo conmensurable y entender lo inconmensurable. Esos dos modos de saber posibilitan vislumbrar una conexión de la filosofía con la espiritualidad, o la ciencia con la metafísica.
Esos dos modos de saber, aprehendidos mediante la conciencia de unidad bajo una visión no-dual, posibilitan la sanación trascendental del ser humano mediante la filosofía transpersonal de Ken Wilber como nuevo paradigma de conocimiento, y es postulada como asignatura educativa para una educación transracional que implemente la razón con el corazón mediante la meditación. Por tanto, la síntesis entre la filosofía transpersonal y la educación transracional es una condición sine qua non para trascender así la crisis de conciencia en la que está inmersa la filosofía occidental. Con ello, podemos concluir consecuentemente que la filosofía transpersonal de Ken Wilber como nuevo paradigma de conocimiento, es un fundamento para una educación transracional de la metafísica para la sanación transcendental del sujeto cognoscente mediante la meditación.
Esa incipiente transracionalidad donde el prefijo “trans” nos impele a ir más allá de la racionalidad, posibilita a este pensador la justificación epistemológica de una filosofía “trans”-personal (más allá del ego), así como una educación “trans”-racional (más allá de la razón), dicho de otro modo, sienta las bases para adentrarnos en la metafísica a partir de experiencias interiores del sujeto cognoscente, tales como las experiencias cercanas a la muerte, la reencarnación, las ciencias noéticas, la psicología transpersonal, las experiencias místicas y la meditación. Dichas cuestiones son estudiadas mediante la metodología científica por cada vez más científicos que se atreven a ir más allá (“trans”) de la racionalidad convencional. Este humilde pensador, en sus procesos investigativos, ha introducido las conclusiones científicas de aquellos investigadores que se han atrevido a transcender la ortodoxa ciencia materialista mediante la incorporación de la espiritualidad en la comprensión del origen y el sentido de la vida más allá de los reduccionismos materialistas y psicológicos, cientificismos dogmáticos que abocan en el nihilismo. Tal es el trasfondo epistemológico que subyace en los siete artículos publicados en revistas científicas y congresos, y que se constituyen en el fundamento epistemológico y pedagógico para la filosofía transpersonal y la educación transracional .
Consecuentemente, la visión espiritual inherente al ser humano precisa de un giro participativo a la espiritualidad, el misticismo y el estudio de las religiones, cuestiones que pertenecen propiamente a la metafísica. Pero el estudio de la metafísica no debe abordarse exclusivamente mediante el uso de la razón, pues esta es solo una expresión simbólica a modo de “mapa” de un territorio más profundo que reside en la profundidad de la conciencia, es decir, inquiere una actitud proactiva hacia la introspección mediante la meditación, dicho de otro modo, emprender un camino ascendente hacia la sabiduría que es propio del cuadrante superior izquierdo de la subjetividad individual, una trascendencia metafísica a la que se puede acceder mediante la meditación, tal como demuestra Ken Wilber:
“Los arquetipos, los auténticos arquetipos, son una experiencia meditativa imposible de comprender hasta que se realice la experiencia. No se trata de imágenes que se muevan en el espacio mítico ni de conceptos filosóficos que existan en el espacio racional, sino de experiencias meditativas que aparecen en el espacio sutil. De modo que la experiencia meditativa puede proporcionarle los datos arquetipos que luego deberá interpretar. Y la interpretación más comúnmente aceptada es que usted está contemplando las formas básicas y los fundamentos del mundo manifiesto, contemplando directamente el Rostro de lo Divino. Como decía Emerson, que los intrusos se quiten los zapatos porque nos adentramos ahora en los dominios del Dios interior.
Pero el hecho es que, para ello [contemplar el Rostro de lo Divino mediante los arquetipos], usted debería llevar a cabo el experimento y descubrir los datos por sí mismo y luego tendría que interpretarlos. Si no lleva a cabo el experimento -la meditación, el modelo, el paradigma- carecerá de los datos necesarios para llevar a cabo la interpretación. Si usted trata de explicarle a alguien que se halle en la visión mágica o mítica del mundo que la suma de los cuadrados de los catetos de un triángulo rectángulo es igual al cuadrado de la hipotenusa, no llegará muy lejos, porque se trata de un algo ajeno al mundo empírico y que carece, en consecuencia, de localización simple. Y no por ello, sin embargo, su afirmación dejará de ser completamente cierta. Usted está realizando un experimento matemático en el interior de su conciencia, una experiencia cuyos resultados pueden ser verificados por quienes lleven a cabo el mismo experimento. Se trata de algo público, reproducible y falsable, de un conocimiento comunal cuyos resultados existen en el espacio racional del mundo y pueden ser fácilmente corroborados por todos aquellos que realicen el experimento. Y esto mismo es aplicable para cualquier otro tipo de experiencia interior de la conciencia, de los cuales la meditación es uno de los más antiguos, estudiados y reproducidos. Mantener, pues, una actitud escéptica es sumamente saludable, pero yo le invito a llevar a cabo ese experimento interior conmigo, a descubrir los datos por sí mismo, y luego le ayudaré a interpretarlos. Pero, en el caso de que no quiera llevar a cabo el experimento, no deberá reírse de quienes sí lo hacen.”
Es gracia a la sapiencia de Ken Wilber como puedo concluir satisfactoriamente esta obra afirmando que, la trascendencia metafísica mediante la meditación, es el fundamento para la filosofía transpersonal, la cual es postulada en una cuestión de sentido para la argumentación epistemológica y pedagógica de una educación tranracional como misión espiritual . Solamente de ese modo se me antoja que será posible salvar el abismo cultural de la humanidad desde que Kant diferenció mediante sus Tres críticas al “ello” (ciencia), el “yo” (conciencia) y el “nosotros” (moral), dicho ello en términos socráticos: “Aquel que quiera cambiar el mundo debe empezar por cambiarse a sí mismo”. La integración de esas tres esferas kantianas solo es posible en el interior de cada uno de nosotros mediante la veracidad, la sinceridad, la integridad y la honradez como premisas que deben ser aprehendidas en el camino ascendente de la sabiduría propio del cuadrante superior izquierdo de la interioridad individual.
Sin embargo, Ken Wilber sostiene que todo fenómeno humano consta de cuatro facetas y no puede ser íntegramente comprendido si no se abordan los cuatro cuadrantes:
“El hecho de que el Espíritu se manifieste realmente en los cuatro cuadrantes (o, dicho de modo resumido, en los dominios del “yo”, del “nosotros” y del “ello”) supone también que la auténtica intuición espiritual es aprehendida como el deseo de expandir la profundidad del “yo” a la amplitud del “nosotros” y al estado objetivo de cosas propias del “ello”. En definitiva, proteger y promover la mayor profundidad a la mayor amplitud posible. (…) Esto significa, entre otras muchas cosas, la necesaria emergencia de un nuevo tipo de sociedad que integre la conciencia, la cultura y la naturaleza, y abra paso al arte, la moral, la ciencia, los valores personales, la sabiduría colectiva y el conocimiento técnico.”
Para la emergencia de ese nuevo tipo de sociedad, como se ha argumentado en esta obra, la trascendencia metafísica mediante la meditación es un imperativo para el despertar espiritual individual. Pero, ¿cómo puede ser posible el despertar espiritual colectivo? ¿Cómo puede realizarse ese tránsito de la espiritualidad individual a la espiritualidad colectiva? Invito al lector a acompañarme mediante la lectura del epílogo para dilucidar dichas cuestiones, pero, con una advertencia previa, de que puede entrar en una disonancia cognitiva por la “divulgación cósmica” argumentada en el tramo final de esta obra.
Este artículo es una reproducción del capítulo 5-3 de la segunda parte de la obra LA EDUCACIÓN CUÁNTICA
Cada pensamiento es una energía que se presenta bajo dos polos: positivo o negativo. Toda persona está atrapada existencialmente entre el bien y el mal, es decir, puede libremente ser buena o mala persona y decidir el sentido de su vida en función de dicha primogénita elección moral en orden a satisfacer las necesidades humanas descritas en La pirámide de Maslow. En la base de dicha pirámide está la satisfacción de las necesidades básicas y de seguridad en el orden material. Sin embargo, el excesivo racionalismo pragmático está en el origen del actual declive civilizatorio que ha colapsado, no solo materialmente como lo demuestra este caduco capitalismo, sino también intelectual y espiritualmente desde el surgimiento de la física cuántica. La consecuencia de ello es que la educación tradicional del viejo mundo ha quedado obsoleta, pues solo contempla un modo de saber (método científico) en vez de integrar al otro modo de saber (el no-dual contemplado por el misticismo contemplativo) como integrador del hombre consigo mismo, la naturaleza y la especie humana. Consecuencia de ello, la educación academicista tradicional también está moribunda, como he argumentado en la primera parte de esta obra.
Como pretende La educación cuántica, el nuevo mundo debe contemplar una actualizada filosofía de la mente que tenga en cuenta el racionalismo espiritual como nuevo paradigma de conocimiento. La educación cuántica postula una pedagogía orientada al empoderamiento consciente de las personas, en línea con las escuelas activas, donde el ser humano no se vea fragmentado por la intoxicación del moribundo viejo mundo, y tampoco disociado de la colectividad. Para tal fin, cabe recordar nuevamente que la vida se nos presenta bajo los eternos contrarios: somos sujeto y objeto, y el correcto camino consiste en la trascendencia de esa dualidad, como bien ha aleccionado Wilber en el anterior capítulo. El viejo mundo ha fragmentado al individuo y ha disociado a la colectividad, pero también ha desintegrado los cimientos de la ciencia tradicional. Quizá en el nuevo mundo podamos integrar a la ciencia, la profundidad intelectual de las personas y la moralidad, como bien diferenció Kant mediante sus Tres críticas. Tal es el objetivo filosófico por excelencia perseguido por La educación cuántica. Quizá es hora de rescatar a la sabiduría griega en su aplicación pedagógica bajo un esotérico entendimiento, como han realizado Garnier y Wilber con Platón. Quizá haya que abandonar el pensamiento único neoliberal y su submarino intelectual el materialismo científico y, en su lugar, hablar de un pensamiento cuántico impelido hacia una trascendencia metafísica.
Así, como dice Garnier, hay que cuidar la pureza de los pensamientos, pues condicionan nuestro futuro, lo mismo que dijo Jesucristo: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. En cuanto a la búsqueda de la verdad también dijo Jesucristo: “Así que yo les digo: pidan, y se les dará; busquen, y encontrarán; llamen, y se les abrirá la puerta. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, encuentra; y al que llama, se le abrirá”. En consecuencia, cada cual debe ser consciente de su propio camino ascendente hacia la sabiduría, un camino difícil y tortuoso en el devenir de la historia humana que, Platón nuevamente, explicó metafórica y magistralmente mediante el Mito de la caverna.
Para progresar por ese angosto camino, se hace imprescindible conocer cómo actúa la ley subyacente al pensamiento. Se dice popularmente que el hombre aprende de sus errores y, ciertamente, así ha evolucionado la ciencia y la cultura humana. ¿Acaso ha llegado la actual civilización al súmmum de su evolución? Los hechos dicen que no. Todo lo contrario, la humanidad está necesitada de una educación cuántica que permita a las personas el empoderamiento de su propia conciencia para poder actuar en libertad y con conocimiento de causa, nunca mejor dicho. Solo así podrá la humanidad librarse de los actuales tiranos que esclavizan al planeta y sus habitantes. Por tanto, más que nunca, se hace necesario saber cómo opera el pensamiento cuántico.
Si cada pensamiento puede ser positivo o negativo, por la ley de la causa y el efecto también recogida por los siete principios del hermetismo y más popularmente conocido como karma, entonces debe producirse una consecuencia positiva o negativa, respectivamente, en la propia conciencia que genera dicho acto. En efecto, si nos atenemos a la ley del desdoblamiento del tiempo propuesta por Garnier, la causa y el efecto, la pregunta y la respuesta, se producen en tiempos diferentes. Y es nuestra imaginación la que posibilita los futuros deseados por cada cual. Cada uno da el mejor de los sentidos a su vida en función de sus propias creencias, acertadas o no. Cada cual imagina su mejor futuro posible. “Cada cual recoge lo que siembra”.
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Cada pensamiento es una energía que se presenta bajo dos polos: positivo o negativo. Toda persona está atrapada existencialmente entre el bien y el mal, es decir, puede libremente ser buena o mala persona y decidir el sentido de su vida en función de dicha primogénita elección moral en orden a satisfacer las necesidades humanas descritas en La pirámide de Maslow. En la base de dicha pirámide está la satisfacción de las necesidades básicas y de seguridad en el orden material. Sin embargo, el excesivo racionalismo pragmático está en el origen del actual declive civilizatorio que ha colapsado, no solo materialmente como lo demuestra este caduco capitalismo, sino también intelectual y espiritualmente desde el surgimiento de la física cuántica. La consecuencia de ello es que la educación tradicional del viejo mundo ha quedado obsoleta, pues solo contempla un modo de saber (método científico) en vez de integrar al otro modo de saber (el no-dual contemplado por el misticismo contemplativo) como integrador del hombre consigo mismo, la naturaleza y la especie humana. Consecuencia de ello, la educación academicista tradicional también está moribunda, como he argumentado en la primera parte de esta obra.
Como pretende La educación cuántica, el nuevo mundo debe contemplar una actualizada filosofía de la mente que tenga en cuenta el racionalismo espiritual como nuevo paradigma de conocimiento. La educación cuántica postula una pedagogía orientada al empoderamiento consciente de las personas, en línea con las escuelas activas, donde el ser humano no se vea fragmentado por la intoxicación del moribundo viejo mundo, y tampoco disociado de la colectividad. Para tal fin, cabe recordar nuevamente que la vida se nos presenta bajo los eternos contrarios: somos sujeto y objeto, y el correcto camino consiste en la trascendencia de esa dualidad, como bien ha aleccionado Wilber en el anterior capítulo. El viejo mundo ha fragmentado al individuo y ha disociado a la colectividad, pero también ha desintegrado los cimientos de la ciencia tradicional. Quizá en el nuevo mundo podamos integrar a la ciencia, la profundidad intelectual de las personas y la moralidad, como bien diferenció Kant mediante sus Tres críticas. Tal es el objetivo filosófico por excelencia perseguido por La educación cuántica. Quizá es hora de rescatar a la sabiduría griega en su aplicación pedagógica bajo un esotérico entendimiento, como han realizado Garnier y Wilber con Platón. Quizá haya que abandonar el pensamiento único neoliberal y su submarino intelectual el materialismo científico y, en su lugar, hablar de un pensamiento cuántico impelido hacia una trascendencia metafísica.
Así, como dice Garnier, hay que cuidar la pureza de los pensamientos, pues condicionan nuestro futuro, lo mismo que dijo Jesucristo: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. En cuanto a la búsqueda de la verdad también dijo Jesucristo: “Así que yo les digo: pidan, y se les dará; busquen, y encontrarán; llamen, y se les abrirá la puerta. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, encuentra; y al que llama, se le abrirá”. En consecuencia, cada cual debe ser consciente de su propio camino ascendente hacia la sabiduría, un camino difícil y tortuoso en el devenir de la historia humana que, Platón nuevamente, explicó metafórica y magistralmente mediante el Mito de la caverna.
Para progresar por ese angosto camino, se hace imprescindible conocer cómo actúa la ley subyacente al pensamiento. Se dice popularmente que el hombre aprende de sus errores y, ciertamente, así ha evolucionado la ciencia y la cultura humana. ¿Acaso ha llegado la actual civilización al súmmum de su evolución? Los hechos dicen que no. Todo lo contrario, la humanidad está necesitada de una educación cuántica que permita a las personas el empoderamiento de su propia conciencia para poder actuar en libertad y con conocimiento de causa, nunca mejor dicho. Solo así podrá la humanidad librarse de los actuales tiranos que esclavizan al planeta y sus habitantes. Por tanto, más que nunca, se hace necesario saber cómo opera el pensamiento cuántico.
Si cada pensamiento puede ser positivo o negativo, por la ley de la causa y el efecto también recogida por los siete principios del hermetismo y más popularmente conocido como karma, entonces debe producirse una consecuencia positiva o negativa, respectivamente, en la propia conciencia que genera dicho acto. En efecto, si nos atenemos a la ley del desdoblamiento del tiempo propuesta por Garnier, la causa y el efecto, la pregunta y la respuesta, se producen en tiempos diferentes. Y es nuestra imaginación la que posibilita los futuros deseados por cada cual. Cada uno da el mejor de los sentidos a su vida en función de sus propias creencias, acertadas o no. Cada cual imagina su mejor futuro posible. “Cada cual recoge lo que siembra”.