"La conciencia, esa gran desconocida y, paradójicamente, tan presente en nosotros como ausente en el mundo"
(Amador Martos)

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4 - EPISTEMOLOGÍA DE LA CONCIENCIA: LA SOCIALIZACIÓN DE LAS IDEAS REVOLUCIONARIAS

Artículo escrito el 2 de marzo de 2012.

Este artículo está reproducido en el capítulo 5 de la segunda parte de la obra CAPITALISMO Y CONCIENCIA

1 - Dos ideas revolucionarias: la racionalidad y la espiritualidad

Toda idea revolucionaria es sumamente perjudicial para la salud. Jesucristo fue crucificado por defender que era hijo de Dios. Copérnico, Kepler y Galileo se enfrentaron a la inquisición eclesiástica por defender el sistema heliocéntrico de los planetas. Martin Luther King fue asesinado por defender los derechos civiles para los afroamericanos y la discriminación racial. Nelson Mandela estuvo 27 años en la cárcel por defender una democracia multirracial en Sudáfrica. Cualquier persona que tenga una idea para cambiar la ideología dominante de su época, debe saber que se enfrenta a una tarea inconmensurable que, a veces, se paga con la propia vida.

Sin embargo, es gracias al sacrificio, a la firme creencia y defensa de las propias ideas como la humanidad ha ido avanzado en mayores derechos y libertades. Así es como se escribe la historia, con la lucha de personas por un ideal a favor del verdadero conocimiento, la verdad y el amor a la humanidad.

A mi parecer, la racionalidad y la espiritualidad son las dos mayores revoluciones que se han dado en la historia de la humanidad. El primer Renacimiento humanístico de los siglos XV y XVI abrió paso a la racionalidad y a la conciencia histórica individual. Con la apertura racional instalada en el hombre, se desarrollaron la filosofía tradicional y las ciencias hasta llegar al advenimiento de nuestro mundo tecnológico y científico actual.

Sin embargo, la espiritualidad es todavía una revolución pendiente de realizarse plenamente, entre las razones más importantes, porque hay tantos dogmas como religiones en el mundo. Por tanto, el disenso religioso, impide establecer una espiritualidad plenamente consensuada para dirigir los designios de la humanidad. La espiritualidad que la humanidad necesita debe, inexorablemente, surgir de la propia racionalidad, cuyo concepto resultante sería el "racionalismo espiritual". Este concepto, desde un punto de vista epistemológico, lo atribuyo a Ken Wilber por haber aunado la racionalidad propia de la filosofía tradicional con la espiritualidad presente en la filosofía perenne, sobre todo la relacionada con la espiritualidad oriental como el Budismo, por ejemplo. Ken Wilber tiene el gran mérito de haber establecido las bases para el cambio de paradigma desde la filosofía tradicionalmente académica a la filosofía transpersonal, contempladora esta última de la actividad espiritual presente en la conciencia de toda persona y como potencialidad susceptible de ser trascendida a niveles superiores.

2 - El racionalismo espiritual y la psicología evolutiva de la libertad

El concepto "racionalismo espiritual" pudiera parecer ambiguo al presentar aparentemente contradicciones internas: ¿Puede una persona ser racional y espiritual a la vez? Si. ¿Puede una persona ser racional y carecer de espiritualidad? Si. ¿Puede una persona tener un comportamiento irracional a la vez que no espiritual? Sí. ¿Puede una persona tener un comportamiento irracional a la vez que espiritual? Si. Todas estas opciones combinatorias son posibles por la inherente libertad que cada persona tiene respecto a su propia racionalidad y espiritualidad. La libertad ha sido tratada específicamente en mi ensayo Pensar en ser libre, concluyendo en una psicología evolutiva de la libertad. Sinópticamente, esta es la tesis:

- En el plano material, el dinero nos da la opción de ser esclavo del sistema (pobres en general) o libre del sistema (ricos en general). Son dos libertades correspondientes al mundo de los sentidos.

- En el plano intelectual, la razón nos da la opción de ser un filósofo pasivo (ignorantes en general) o un filósofo activo (buscador de saber en general). Son dos libertades correspondientes al mundo intelectual.

- En el plano espiritual, el amor en sus diferentes manifestaciones sociales nos da la opción de expresarlo a nivel personal (egoísta e individualista) o universalmente (altruista y solidario).Son dos libertades correspondientes al mundo espiritual.

La combinatoria ascendente de cada plano de libertad (2x2x2) tiene como resultado 8 niveles existenciales y de conciencia en las que cada sujeto cognoscente puede desarrollar sus libertades, orientadas a la búsqueda de su propia felicidad así como la de la humanidad. Estas libertades propician la asunción decisoria personal de las propias creencias respecto de la racionalidad y la espiritualidad, subjetivamente idealizadas, creando una codificación moral rectora de nuestro deambular vital. El fundamento ontológico del por qué cada persona piensa como piensa, actúa como actúa y vive como vive puede ser objeto de estudio desde las diferentes psicologías tradicionales (psicoanálisis, conductismo, cognitiva, humanista y la psicobiología).

Sin embargo, hay que dejar constancia que, desde los años 60, surge la psicología transpersonal como movimiento que estudia los potenciales más elevados de la humanidad y del reconocimiento, comprensión y actualización de los estadios espirituales y trascendentes. Psicólogos y psiquiatras como Stanislav Grof y Abraham Maslow, entre otros, consideraron que era necesario investigar y desarrollar una nueva rama de la psicología que estudiase un conjunto de experiencias y fenómenos de la conciencia que hasta la fecha consideraron que la psicología corriente no atendía suficientemente. En consecuencia, en 1969, Maslow propuso el término "transpersonal" para designar esta nueva psicología que sería la “cuarta fuerza”. La primera era el conductismo, la segunda el psicoanálisis y la tercera la psicología humanista. “La pirámide de Maslow” es científicamente asumida y conocida por hacer referencia a una jerarquía de las necesidades humanas que defiende que, conforme se satisfacen las necesidades más básicas (parte inferior de la pirámide), los seres humanos desarrollan necesidades y deseos más elevados (parte superior de la pirámide). Su pirámide de las necesidades humanas está estructurada en cinco niveles:

- Necesidades básicas
- Necesidades de seguridad y protección
- Necesidades de afiliación y afecto
- Necesidades de estima
- Autorrealización o auto-actualización

3 - Conciencia y libertad

¿Qué tiene que ver esta psicología evolutiva de las necesidades humanas con la libertad planteada más arriba? En mi sistema filosófico, mucho, pues la psicología evolutiva de la libertad desarrollada en mi obra Pensar en ser libre, es una tesis epistemológica que posiciona los cinco niveles jerárquicos de Maslow a través de los ocho niveles de libertades expuestos anteriormente. Por tanto, la realización personal de las personas, ciertamente busca el camino ascendente por la “Pirámide de Maslow”, pero se concreta existencialmente a través del ejercicio de las diferentes opciones de libertad respecto del mundo sensible, del mundo racional y del mundo espiritual. Y, el ejercicio existencial desde las diferentes libertades, tienen su propia correlación en la conciencia de cada sujeto cognoscente, pues es la atalaya desde donde se toman las decisiones. Aunque la conciencia de cada persona pueda ser identificada objetivamente como un “yo” personal, en realidad, conceptualmente, la Real Academia Española de la Lengua la define así:

- Propiedad del espíritu humano de reconocerse en sus atributos esenciales y en todas las modificaciones que en sí mismo experimenta (conciencia y evolución).
- Acto psíquico por el que un sujeto se percibe a sí mismo en el mundo (conciencia sensible).
- Conocimiento reflexivo de las cosas (conciencia intelectual).
- Conocimiento interior del bien y del mal (conciencia moral).
- Actividad mental a la que solo puede tener acceso el propio sujeto (es ese “lugar” donde la conciencia personal unifica las tres conciencias anteriores: sensible, cognitiva y moral).

Toda persona participa existencialmente, mediante sus tres conciencias, en los tres posibles mundos: el mundo sensible, el mundo intelectual y el mundo espiritual. La fenomenología objetiva de la existencia de toda persona es un fiel reflejo de su conciencia personal. La diferenciación de conciencia entre las personas viene determinada por las opciones de libertad mediante cada cual se enfrenta a sus tres mundos: el dinero en el mundo sensible, la razón en el mundo intelectual y el amor (o solidaridad social) en el mundo espiritual. Cuando una persona orienta su conciencia personal hacía el desenfreno materialista, sin atisbo de racionalidad ni espiritualidad, vivirá en la alegórica caverna platónica. Cuando una persona orienta su conciencia personal hacia la racionalidad, vivirá en un mundo intelectual, es decir, habrá salido de dicha caverna para ver el mundo inteligiblemente. Y, por último, cuando una persona orienta su vida hacia el altruismo, la solidaridad, la libertad y la felicidad de la humanidad en actos y pensamientos, entonces vivirá en un mundo espiritual. Tres mundos accesibles a cualquier persona desde la correcta gestión, o no, de su libertad.

4 - Conciencia personal y conciencia transpersonal

Con las explicaciones anteriores, se puede concluir que el racionalismo espiritual puede ser psicológicamente detectado en las personas gracias a la psicología transpersonal, y ahora más con la psicología evolutiva de la libertad. La psicología transpersonal tiene como objetivo detectar el nivel de conciencia de una persona, desde el instinto inferior sensible, pasando por su percepción racional, de modo que se la pueda ayudar a trascender hacia el nivel espiritual. Sin embargo, para no desviarnos del tema objeto de este artículo: ¿Cuál es la relación entre el racionalismo espiritual y las ideas revolucionarias? Pues precisamente que cada persona vive, piensa y ama en función de su propia codificación moral respecto de los tres posibles mundos: el mundo sensible, el mundo intelectual y el mundo espiritual.

Es por ello que hay personas que viven inmersos en el pleno consumismo y materialismo con ausencia de racionalidad y espiritualidad (es un estado que le conviene al neoliberalismo: que no pensemos).

También personas que viven, piensan y aman desde la racionalidad pero exentas de una espiritualidad hacia la humanidad (es el estado de los apologetas del neoliberalismo).

Pero hay también personas que, desde la racionalidad, luchan por un mundo más justo, solidario e igualitario para toda la humanidad, es decir, una apertura espiritual hacia la humanidad (es el caso de los defensores del altermundismo).

Por tanto, es perfectamente distinguible entre la conciencia personal, correlativamente subyugada y al servicio del neoliberalismo, así como la conciencia transpersonal lo está al servicio del altermundismo. Dicho de otro modo, el egoísmo y la individualidad propugnado por el neoliberalismo se manifiesta en las conciencias de las personas con ausencia de prístina espiritualidad. Frente a esa ideología dominante fruto del capitalismo, están surgiendo voces críticas de los activistas altermundistas que creen en la posibilidad de que otro mundo es posible. Se trata de una racionalidad con apertura a la espiritualidad humana, en la idea de que la humanidad puede evolucionar hacia una convivencia más justa, más igualitaria, sin guerras provocadas, sin hambrunas, en definitiva, una espiritualidad humana que busca el bien y la felicidad común para la humanidad entera. ¿Una utopía? Posiblemente hoy, sí. Pero recordemos cómo empezábamos este capítulo:

Toda idea revolucionaria es sumamente perjudicial para la salud. Jesucristo fue crucificado por defender que era hijo de Dios (hoy en día, el Cristianismo es una religión mayoritaria). Copérnico, Kepler y Galileo se enfrentaron a la inquisición eclesiástica por defender el sistema heliocéntrico de los planetas (hoy en día, nadie duda de que la tierra gira alrededor del sol).Martin Luther King fue asesinado por defender los derechos civiles para los afroamericanos y la discriminación racial (en 1964 fue Premio Nobel de la Paz por la defensa de sus ideas). Nelson Mandela estuvo 27 años en la cárcel por defender una democracia multirracial en Sudáfrica (en 1993 fue Premio Nobel de la paz por la defensa de sus ideas). Cualquier persona que tenga una idea para cambiar la ideología dominante de su época, debe saber que se enfrenta a una tarea inconmensurable que, a veces, se paga con la propia vida. Sin embargo, es gracias al sacrificio, a la firme creencia y defensa de las propias ideas como la humanidad ha ido avanzado en mayores derechos y libertades. Así es como se escribe la historia, con la lucha de personas por un ideal a favor del verdadero conocimiento, la verdad y el amor a la humanidad.

5 - La racionalidad es al conocimiento como la espiritualidad al amor

Por tanto, en la conciencia de cada cual reside la opción de comprometerse, o no, con ideas revolucionarias hacia una mayor racionalidad y espiritualidad. Citaba anteriormente que las dos revoluciones más importantes en la historia de la humanidad son la racionalidad y la espiritualidad, lo que viene a ser lo mismo que decir, respectivamente:

- Amar al conocimiento
- Conocer el amor

El amor al conocimiento es propio de los filósofos y científicos que han dedicado su vida y su pensamiento a la evolución cognitiva de la humanidad sin pedir nada a cambio y, en muchos casos, a costa de su tiempo, esfuerzo y la propia vida. En mi sistema filosófico hago hincapié en diferenciar entre los filósofos activos respecto de los filósofos pasivos. Los primeros, los activos, son los auténticos buscadores de saber. Los segundos, los pasivos, están instalados en la racionalidad desde un punto de vista de la herencia cognitiva mediante la historia social, pero no tienen una actitud pro-activa hacia el conocimiento. Son meros “usuarios” de la racionalidad y, mediante la experiencia vital, algo van aprendiendo.

Conocer el amor: solamente pueden sentir ese profundo sentimiento aquellas personas que, en cuerpo y alma, se han dedicado a los demás, como por ejemplo, la Madre Teresa de Calcuta y Vicente Ferrer, entre muchos otros. El amor tiene diferentes gradaciones: amor a los ancestros, amor a los padres, amor a lo hijos, amor a sí mismo, amor a la familia, amor a su comunidad social, amor a su nación y, finalmente, amor a la humanidad. (El amor a Dios también existe, pero la espiritualidad, en este artículo, no guarda relación ni con la religión ni con el misticismo, pues es una asunción moral propia de cada cual desde la fe). Por tanto, cada persona tiene un compromiso con cada uno de esos potenciales recorridos espirituales, de menor a mayor importancia cualitativa y cuantitativa.

La unión de ambos axiomas es lo que denomino racionalismo espiritual en la conciencia de una persona. Por citar un ejemplo: el doctor Pedro Alonso, desde una actitud científica (racionalismo) lucha contra la malaria. Desde hace 12 años dedica todos sus esfuerzos en combatir esta enfermedad paradigma de la pobreza (espiritualidad). Alonso dirige junto a su esposa Clara Menéndez el Centro de Investigación en Salud de Manhica, en Mozambique, galardonado el año 2008 con el Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional junto a los de Kintampo (Ghana), Ifakara (Tanzania) y el Centro de Investigación y Formación sobre la Malaria de Mali, con los que mantiene una estrecha colaboración.

6 - La ciencia de la conciencia: la filosofía transpersonal

Tras una incursión por el mapa psicológico de la conciencia, es más fácil comprender de dónde y cómo surgen las ideas revolucionarias: se trata de un verdadero compromiso con las creencias y valores internos de la persona poseedora de tales ideas. Y, si tenemos en cuenta los diferentes niveles de conciencia desde los menos a los más espirituales (detectables mediante la psicología transpersonal), se hace evidente la posibilidad epistemológica de estudiar el nivel evolutivo de la conciencia de una persona, y su interrelación con la humanidad y el universo, como he pretendido en mi obra La educación cuántica. Sin embargo, a modo de principio diferenciador sustentado en los contrarios propuestos por el filósofo Heráclito, podemos diferenciar conceptualmente entre la conciencia personal y la conciencia transpersonal, para describir objetivamente todo acto emanado de la propia “conciencia” del sujeto cognoscente.

Desde el punto de vista del mapa sociológico, la racionalidad y la espiritualidad se hallan diferenciadas pero no integradas. Es obvio, como se ha explicado anteriormente, que la humanidad está explotando todo el potencial de la racionalidad, pero en beneficio de un capitalismo libertino que no busca el bien común para la humanidad. Y es obvio también que la espiritualidad brilla por su ausencia en este mundo, por muchas religiones que tengamos. Se puede hablar de racionalidad y de espiritualidad como conceptos totalmente diferenciados. Pero ambos conceptos no están integrados ni social ni culturalmente: si fuera así no existiría la crisis humanitaria y ecológica que padecemos en la actualidad. Sin embargo, desde un punto de vista epistemológico, el racionalismo espiritual es ya una reciente realidad a través de la filosofía transpersonal y la psicología transpersonal.

Como he expuesto, la conciencia personal es al neoliberalismo lo que la conciencia transpersonal es al altermundismo. Es decir, los activistas altermundistas que vivimos, pensamos y actuamos desde la racionalidad espiritual, lo hacemos desde una racionalidad con la mira puesta en la espiritualidad de la humanidad. Sin embargo, es una incipiente idea revolucionaria frente a la ideología dominante del pensamiento único neoliberal. Es por ello que hay que amarse de valor, paciencia, entereza y estrategia para poder derrocar a los plutócratas, quienes pretenden nuestro control mental. Es cuestión de ir trabajando en el afianzamiento de la conciencia transpersonal en las personas, en defensa de las tesis altermundistas. El racionalismo espiritual es un concepto novedoso y desconocido para la mayoría de personas, sin embargo, subyace esencialmente en el pensamiento altermundista. Es por ello que propugno que el altermundismo constituye una auténtica revolución espiritual como movimiento social. Los actores, de un modo histórico y social, son muy variados. Formalmente, el Foro Social Mundial del año 2001, marca un antes y un después. Sin embargo, pienso que es perentorio hacer un reconocimiento a los primeros activistas anti-sistema que se manifestaron entre el 29 de noviembre y el 3 de diciembre de 1999 en Seattle (EE.UU), contra la cumbre la Organización Mundial del Comercio (OMC). Estos miles de manifestantes (se estima que unos 40.000) están considerados como el inicio de una nueva etapa del movimiento antiglobalización en contra de las consecuencias negativas del libre comercio. Desde el año 2001, el Foro Social Mundial mantiene reuniones anuales en diferentes ciudades del mundo. En él se integran cada vez más intelectuales y movimientos sociales, todos ellos apoyados por diferentes medios alternativos de información, pues ya sabemos que los medios de comunicación tradicionales están al servicio de los poderes financieros, y todos ellos bajo la tutela del enemigo invisible de la humanidad.

7 - Conceptos clarificadores

Concluyendo este artículo, puede ser resumido del siguiente modo:

- Toda idea revolucionaria puede ser perjudicial para la salud, pero conviene luchar por aquello en lo cual se cree que es correcto.

- Las dos mayores revoluciones de la historia de la humanidad son la racionalidad y la espiritualidad.

- La racionalidad de la humanidad fue una importante revolución, pues dio origen a la conciencia histórica individual desde el Renacimiento de los siglos XV y XVI hasta el nivel tecnológico de la actualidad. Sin embargo, la racionalidad ha sido secuestrada social y mentalmente por el neoliberalismo.

- La espiritualidad es una revolución todavía pendiente de realizarse plenamente en la historia de la humanidad.

- El racionalismo espiritual es un paradigma emergente que enlaza holísticamente la racionalidad con la espiritualidad. Se inició formalmente con la filosofía transpersonal y la psicología transpersonal.

-El racionalismo espiritual está presente en las personas con conciencia transpersonal.

- La conciencia transpersonal (altruista y solidaria) está presente en los presupuestos altermundistas.

- El racionalismo espiritual, por tanto, es el revulsivo del altermundismo.

- La conciencia de las personas, además de ser objeto de estudio por la psicología tradicional, puede ser estudiada desde la psicología transpersonal, cuyo objetivo es detectar el nivel de conciencia para que pueda ser trascendida hacia la espiritualidad.

- El mapa psicológico mide el nivel de conciencia de una persona desde la racionalidad hacia la espiritualidad.

- El mapa sociológico mide el nivel de conciencia colectiva desde la racionalidad hacia la espiritualidad.

- El racionalismo espiritual, a través del altermundismo, está fomentando la integración simbiótica de las conciencias personales hacia una mayor conciencia colectiva que priorice el bien común. Cuando se logre la pertinente masa crítica, el neoliberalismo como ideología predominante será sustituido por el altermundismo. Este proceso de cambio de paradigma del neoliberalismo al altermundismo es lo que denomino el segundo Renacimiento humanístico.

El neoliberalismo ejerce un control social y mental sobre todos “nosotros” y, con tal de mantener su plutocracia, no dudará en imponer su Nuevo Orden Mundial. También tenemos conocimiento de que el altermundismo constituye una verdadera revolución espiritual. Y sabemos que las ideas revolucionarias juegan un papel muy importante en la sustitución de una ideología dominante. Todas las personas con conciencia transpersonal, y por tanto con racionalismo espiritual, juegan un factor determinante en la futura consolidación del segundo Renacimiento humanístico.
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5 - LA CRISIS DE CONCIENCIA

Este artículo es una reproducción del capítulo 3-5 de la primera parte de LA EDUCACIÓN CUÁNTICA

Porque la historia del pensamiento, tan complicada como nos la han enseñado, es mucho más fácil de interpretar si lo hacemos desde una correcta hermenéutica que debe fusionar el pensamiento tradicional con la filosofía perenne. Son dos modos de saber, vuelvo a recordar en boca de Wilber, que deberían ser complementarios. Sin embargo, la historia de Occidente es la historia de la pérdida de identidad, es la historia del ego que ha perdido toda referencia del espíritu, una dictadura de la razón pragmática sobre el espíritu. Pero en su afán destructor, la razón no puede destruirse a sí misma, porque es una parte holística de la vida. Cierto es que nos podemos auto aniquilar, sin embargo, la razón siempre buscará, mediante una profunda reflexión, la salida al actual callejón al que ha llegado esta civilización. Pienso, humildemente, que el auxilio solo puede venir por parte del espíritu, donde se supone que está el amor, donde se supone que hay un Dios, o una conexión cuántica, en todo caso, es el eterno problema metafísico todavía por descubrir. Sin embargo, la física cuántica ha abierto la puerta del espíritu, y al entrar se ha dado de bruces con un cartel que ponía: “Conócete a ti mismo”. Así, hay que estudiar filosofía perenne. Explicar ello me produce una intensa emoción mística, inefable, que solo pueden compartir aquellos lectores capaces de desgranar mis pensamientos hasta aquí.

Sin lugar a dudas, la humanidad está experimentando una paradigmática evolución del “yo” fragmentado y disociado de la colectividad hacia la concienciación colectiva o “nosotros” , y en esa labor, el materialismo científico o “ello”, ha quedado obsoleto de contenidos para tal fin desde que se atascó cognitiva y hermenéuticamente con la física cuántica. Desde un punto de vista historicista, Kant mediante sus Tres críticas, diferenció magistralmente esos tres mundos - “ello”, “yo” y “nosotros”-, pero la postmodernidad no ha sabido o podido integrarlos. Así, ni el materialismo científico ni los pensadores postmodernos, han podido dar una honrosa salida en el modo de repensar este decrépito mundo, una cuestión que requiere de una honda reflexión filosófica.

Efectivamente, con Kant se produce una diferenciación del “ello”, del “yo” y del “nosotros” mediante sus Tres críticas: ya no tengo que seguir automáticamente las reglas y normas sociales, es decir, puedo normalizar las normas; lo que la Iglesia y el Estado dicen no es necesariamente lo bueno ni lo verdadero. A partir de estas tres diferenciaciones de Kant, se produce un problema central en la postmodernidad: ahora que la ciencia, la moralidad y el arte han sido diferenciados irreversiblemente, ¿cómo los integramos? Le siguió una época emergente que hizo temblar al mundo y, también, contribuyó a su construcción. Kant era consciente de ello, en especial, en su ensayo ¿Qué es la ilustración? El peligro de la diferenciación era que podían desmembrarse completamente las tres esferas. Entonces surgieron los “doctores de la modernidad”: Schelling, Hegel, Marx, Schiller, Freud, Weber o Heidegger. Todos ellos intentaron desesperadamente, de diversas formas, recoger los fragmentos que comenzaban a caer a partir de la diferenciación de las tres esferas. Ahora había que tratar “terapéuticamente” con las tres diferenciaciones, convirtiéndose en una amenazadora disociación entre biosfera y noosfera (Wilber, 2005).

Con la diferenciación de la ciencia (ello), la moral (nosotros) y el arte (yo), cada uno pudo seguir su propio camino y establecer sus propias verdades sin ser dominados por los otros. La racionalidad produjo la diferenciación y, a la postmodernidad, le toca el papel de la integración. Así fue como Habermas (1987), con su obra la Teoría de la acción comunicativa, intentó la integración de las tres esferas. El “Ser-en-el-mundo” de Heidegger fue también otro intento. Foucault también trabajó en la misma línea de integración. Pensemos lo que pensemos de estos intelectuales, la cuestión es que todos han propuesto soluciones para la integración del “ello” (ciencia), el “yo” (el arte) y el “nosotros” (la moral). La postracionalidad tiene la misión de ser una visión integradora, lo cual dista todavía de concretarse, aunque Wilber apunta hacia ello con su concepto de Visión-lógica: “La naturaleza dialéctica de la visión-lógica, es decir, la unidad de opuestos concebida mentalmente (como “interpenetración mutua”) es una de las señales de la estructura integral, es intrínseca a la conciencia aperspectival emergente” (Wilber, 2005).


BIBLIOGRAFÍA:

Habermas, Jürgen. Teoría de la acción comunicativa. Madrid: Taurus, 1987.

Wilber, Ken. Sexo, Ecología, Espiritualidad. Madrid: Gaia Ediciones, 2005.
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6 - EL ESTUDIO DE LA CONCIENCIA

Este artículo es una reproducción del capítulo 6-1 de la primera parte de LA EDUCACIÓN CUÁNTICA

¿Qué grandes cambios están pasando desapercibidos por el materialismo científico que reniega de la filosofía transpersonal como nuevo paradigma de conocimiento al aunar la filosofía tradicional con la filosofía perenne? El más importante de dichos cambios es un giro copernicano en la mirada: el racionalismo pragmático (dualidad sujeto-objeto) está evolucionando holísticamente hacia el racionalismo espiritual (no dualidad entre sujeto-objeto). La diferencia central entre la ciencia positivista y la fenomenología radica en que, en la ciencia, el camino a la verdad se podría sintetizar en la frase “ver para creer” refiriéndose, evidentemente, a la comprobación indispensable del método científico. Mientras que, en la fenomenología, podríamos representarla en el enunciado inverso: “creer para ver”, en el otro modo de saber, el místico, en el sentido como ya lo definiera Platón: “La filosofía es un silencioso diálogo del alma consigo misma, entorno al Ser”. Una cuestión esta del saber que ha sido demostrada científicamente por el físico Garnier mediante su teoría del desdoblamiento del tiempo, y filosóficamente por Ken Wilber en su obra El espectro de la conciencia.

Con este tipo de aproximaciones, el hombre regresa a lo que la ciencia positivista abandonó: el estudio de la conciencia como instrumento de conocer. Y partiendo de la premisa de que modificando la conciencia se modifica también el resultado de la observación, invita ello a un aperturismo hacia el sendero del conocimiento, no solo del objeto sino, eminentemente, del sujeto en su potencial capacidad para la correcta aprehensión de los fenómenos a modo de ideas. En definitiva, lo que Platón nos alumbró magistralmente mediante el Mito de la caverna, salir del mundo de las sombras para abrazar el Mundo de las Ideas, una cuestión del genuino saber que ha sido tergiversado por la civilización occidental al obviar el conocimiento esotérico de la filosofía perenne, así como la introspección de la filosofía oriental. Es así como el ego occidental ha quedado fragmentado y disociado de la colectividad. Su auxilio ha llegado desde la filosofía oriental y sus verdades perennes.
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7 - HACIA UNA NUEVA CONCIENCIA

Parte 8 del prólogo de LA EDUCACIÓN CUÁNTICA

Y las armas más temidas de esos “místicos cuánticos” son el amor, la compasión, la solidaridad, el altruismo, la empatía, el conocimiento, la verdad, la justicia y la paz, como universales valores contemplados por la filosofía perenne frente al moribundo pensamiento occidental. Nunca mejor dicho, a decir del filósofo y científico Mario Bunge, la filosofía no ha muerto, pero está gravemente enferma. Considera que si se descuida la investigación básica, por darse prioridad al armamento y a la conquista territorial, la ciencia decaerá, y con ella la técnica. Añade que los filósofos debieran cooperar con los científicos sociales para diseñar sociedades en las que se protejan los intereses individuales y colectivos. Bunge (2002), en su obra Crisis y reconstrucción de la filosofía, apunta a que la filosofía académica actual se encuentra en un preocupante estancamiento. En dicho vacío cognitivo tiene razón de ser La educación cuántica.

Porque, es posible que vivamos en una sociedad tecnológicamente avanzada, pero no en la sapiencia. Más que nunca, muchos de mis congéneres, deberían ser instruidos en materia filosófica, para constatar sorprendentemente que ni piensan, ni se puede decir que existan. Más bien, piensa una minoría plutocrática por todos nosotros. Un pensamiento único y neoliberal, toda una dictadura del imperialismo económico. Frente a ello, mi propuesta es que el antes citado “pienso, luego existo”, a modo de despertar de la conciencia, debe ser clamado al unísono por todos nosotros en una nueva conciencia colectiva que, en su obligada regeneración, deberá aprender a pensar colectivamente. En suma, como propone el arqueólogo, antropólogo y paleontólogo español Carbonell (2007), se trata de generar El nacimiento de una nueva conciencia.

Para ello, es de obligado cumplimiento un revisionismo, no solo de la historia en sentido tradicional, sino eminentemente de la historia del pensamiento por las graves connotaciones que tiene sobre nuestro modo de vivir, pensar y amar, pues la humanidad está desorientada existencial, cognitiva y moralmente. La educación cuántica propone dicho revisionismo siguiendo el sabio consejo de Descartes: “Para alcanzar la verdad, es necesario, una vez en la vida, desprenderse de todas las ideas recibidas, y reconstruir de nuevo y desde los cimientos todo nuestro sistema de conocimientos”. En dicho sentido, La educación cuántica postula un paradigmático tránsito desde la filosofía y psicología tradicional a la filosofía y psicología transpersonal (Martos, 2010), desde el materialismo científico al “ misticismo cuántico” , desde el "yo” al “nosotros” kantiano, en suma, desde el racionalismo pragmático al racionalismo espiritual.


BIBLIOGRAFÍA

Bunge, Mario. Crisis y reconstrucción de la filosofía. Barcelona: Gedisa, 2002.

Carbonell, Eudald. El nacimiento de una nueva conciencia. Barcelona: Ara Llibres, 2007.

Martos, Amador. Pensar en ser libre. De la filosofía tradicional a la filosofía transpersonal. Tarragona: Silva, 2010.
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8 - LA EVOLUCIÓN DE LA CONCIENCIA DESDE UN ANÁLISIS POLÍTICO, SOCIAL Y FILOSÓFICO-TRANSPERSONAL

Este artículo está reproducido en la primera parte de la obra CIENCIA, FILOSOFÍA, ESPIRITUALIDAD

Artículo científico publicado en Journal of Transpersonal Research, 2012,Vol. 4 (1), 47-68, ISSN: 1989-6077

Resumen:

La conciencia histórica individual surgida del primer renacimiento humanístico de los siglos XV y XVI, ha devenido en este siglo XXI en un depredador neoliberalismo. Esta última versión del capitalismo, siguiendo las tesis de Marx, está socavando su propio final pues está acabando con el valor del trabajo humano y con los recursos naturales generando, consecuentemente, una profunda crisis humanitaria y ecológica. La filosofía tradicional mediante Kant, produjo la diferenciación del “yo”, el “nosotros” y la naturaleza (“ello”) a través de sus Tres Críticas. La imperiosa integración que los postmodernos llevan buscando sin éxito, puede ser posible mediante la trascendencia de la conciencia personal (ego) hacia una conciencia transpersonal (transcendencia del ego).Esta emergencia holística y epistemológica propugnada por la filosofía transpersonal y la psicología transpersonal, al aunar la racionalidad con la espiritualidad, invoca hacia un segundo renacimiento humanístico, ahora como conciencia colectiva, socialmente reflejado en el altermundismo.
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9 - LA CIENCIA DE LA CONCIENCIA: DOS MODOS DE SABER: RACIONALIDAD VERSUS ESPIRITUALIDAD

Este artículo está reproducido en el capítulo 8 de la tercera parte de la obra FILOSOFÍA TRANSPERSONAL Y EDUCACIÓN TRANSRACIONAL

Este artículo está reproducido en la segunda parte de la obra CIENCIA, FILOSOFÍA, ESPIRITUALIDAD

“La filosofía ha sido sustituida por un reduccionismo psicológico, en sentido positivista, que no es capaz de dar razones sobre el verdadero sentido de la vida, pues deja de lado la visión espiritual inherente al ser humano” (Amador Martos, filósofo transpersonal).

El artículo Dos modos de saber: la falacia del sistema educativo occidental ha motivado preguntas como éstas: ¿ Cómo se relaciona la física cuántica con los místico?, ¿Cómo evidenciar las raíces científicas que entronan con la espiritualidad? Para dar respuesta a ello, reproduzco a continuación un capítulo-resumen de esos Dos modos de saber, extraído de La educación cuántica y a su vez de El espectro de la conciencia de Ken Wilber.

1 - No dualidad

Desde el surgimiento de la física cuántica, han sido innumerables los intentos por buscar un acercamiento y un entendimiento del viaje de la transformación interior, una cuestión que Platón dejó explicada metafóricamente mediante el Mito de la Caverna. La educación cuántica postulada en este ensayo no pretende ser un manual más de autoayuda y de crecimiento personal, aunque también, sino pretende evidenciar las raíces científicas que entronan con la espiritualidad. En esa dirección, Ken Wilber, mediante su obra El espectro de la conciencia, realiza un sesudo esfuerzo y explica que la conciencia, al igual que la radiación y la luz, se proyecta en una multitud de “longitudes de ondas” al descender hacia el tiempo y el espacio. En consecuencia, diversas religiones y terapias se corresponden con distintas zonas del “espectro de la conciencia”. La obra de Wilber es una magnífica síntesis de religión, física y psicología que refuta la filosofía del materialismo, convirtiéndose en el esfuerzo más serio y documentado para conciliar en un solo cuerpo de doctrina las dos grandes tradiciones de Oriente y Occidente. A partir de la obra de Wilber, la física cuántica (método científico) y el misticismo (método trascendental), se evidencian como dos modos de saber, diferentes pero complementarios. Así, el pensamiento cuántico (no dualidad entre sujeto y objeto) se presenta como una alternativa epistemológica al tradicional materialismo científico (dualidad entre sujeto y objeto), aunque los escépticos lo descalifiquen peyorativamente como “misticismo cuántico”.

2 - Tres niveles de conciencia: ego, existencial y mental

Sin embargo, para zanjar esa dicotomía cognitiva, es preciso argumentar debidamente el giro copernicano en la mirada del “ver para creer” (materialismo científico) al “creer para ver” (fenomenología de la conciencia). Para tal objetivo, voy a argumentar dicha cuestión con los razonamientos argüidos por Wilber en la citada obra El espectro de la conciencia. De un modo sinóptico, Wilber distingue entre tres niveles en el espectro de la conciencia: el del ego, el existencial y el mental. El nivel del ego es aquella banda de la conciencia que abarca nuestro papel, la idea que tenemos de nosotros mismos, nuestra imagen, con sus aspectos conscientes e inconscientes, así como la naturaleza analítica y discriminatoria de nuestro intelecto, de nuestra “mente”. El segundo nivel principal, el nivel existencial, incluye la totalidad de nuestro organismo, tanto somático como psíquico, y por consiguiente comprende nuestro sentido básico de la existencia, de nuestro ser, unido a nuestras premisas culturales que, en muchos sentidos, moldean esta sensación básica de la existencia. El tercer nivel, el mental, es conocido comúnmente como “conciencia mística”, y comprende la sensación de ser fundamentalmente uno con el universo. Así como el nivel del ego incluye la mente, y el nivel existencial incluye la mente y el cuerpo, el nivel mental incluye la mente, el cuerpo y el resto del universo .

En resumen, el nivel del ego es lo que uno experimenta cuando se siente padre, madre, abogado, ejecutivo, norteamericano, o asume cualquier otro papel o imagen. El nivel existencial es lo que uno siente “bajo” la imagen de uno mismo; es decir, la sensación de una existencia orgánica total, la convicción profunda de que uno existe como sujeto independiente de todas sus experiencias. El nivel mental es exactamente lo que uno siente en este mismo momento antes de sentir cualquier otra cosa: la sensación de ser uno con el cosmos. El nivel del ego y el existencial unidos constituyen nuestra sensación general de ser un individuo autoexistente e independiente: este es el nivel al que se dirigen la mayoría de los enfoques occidentales. Las escuelas orientales, por otra parte, suelen mostrar un mayor interés por el nivel mental, eludiendo así por completo los niveles egocéntricos. En pocas palabras, el propósito de las psicoterapias occidentales es el de “reparar” el yo individual, mientras que en los enfoques orientales se proponen trascender el yo. Si deseamos ir más allá de los confines del yo individual, encontrar un nivel de conciencia todavía más rico y generoso, aprendamos entonces de los investigadores del nivel mental, en su mayoría “orientales”, que se ocupan del concienciamiento místico y de la conciencia cósmica. La inmensa mayoría de la gente, especialmente la sociedad occidental, no está preparada, dispuesta o capacitada para seguir una experiencia mística, ni es conveniente empujarla a dicha aventura.

El objetivo primordial de los enfoques orientales no son el de reforzar el ego, sino el de trascenderlo de un modo total y completo, para alcanzar la liberación y la iluminación. Estos enfoquen pretenden conectar con un nivel de conciencia que ofrece una libertad total y la liberación completa de la raíz de todo sufrimiento. Los enfoques orientales y occidentales son, por consiguiente, asombrosamente dispares. Tras esta breve introducción al espectro de la conciencia según Ken Wilber, veamos a continuación su argumentación acerca de los dos modos de saber.

Dada la actual superabundancia de técnicas, métodos, escuelas, filosofías y disciplinas psicológicas, el auténtico problema, tanto para el terapeuta como para el lego, consiste en descubrir una similitud ordinal, una lógica interna, un hilo de continuidad en esta vasta complejidad de sistemas psicológicos distintos y frecuentemente contradictorios. En términos generales, podemos por consiguiente afirmar que los campos principales de la psicoterapia oriental y occidental se ocupan de diferentes niveles del espectro. Por consiguiente, una psicología auténticamente integradora y compaginadora puede y debe servirse de las introspecciones complementarias procedentes de cada una de esas escuelas psicológicas.

3 - La filosofía perenne

Dada nuestra voluntad experimental de investigar todos los niveles de la conciencia, desembocamos en la filosofía perenne, ya que en realidad no se trata de una filosofía basada en la especulación, sino de una experiencia basada en uno de nuestros niveles de la conciencia: el mental. En todo caso, siguiendo dicha filosofía perenne, es inevitable considerar el yo individual, en cierto sentido, como una ilusión y su mundo como un sueño. No obstante, con esto no se menosprecian en absoluto los enfoques occidentales, ya que, aunque las disciplinas orientales puedan despertarnos de dicho sueño, los occidentales pueden evitar, entretanto, que el sueño se convierta en una pesadilla. Aprovechemos ambas. Así es como hay dos modos de saber.

4 - Dos modos de saber

Del mismo modo que un cuchillo no puede cortarse a sí mismo, el universo tampoco es capaz de verse en su totalidad como objeto, sin mutilarse por completo. Todo intento de asimilar el universo como objeto de conocimiento es, por consiguiente, profunda e inextirpablemente contradictorio; y cuando mayor parece su éxito, mayor es en realidad su fracaso. No obstante, es curioso que ese tipo de conocimiento dualista según el cual el universo se divide en sujeto y objeto (así como verdad y mentira, bueno y malo, etcétera) constituya la base fundamental de la filosofía, la teología y la ciencia de Occidente. La filosofía occidental, en general, es la filosofía griega, y la filosofía griega es la filosofía de los dualismos. La mayoría de los principales temas filosóficos debatidos todavía hoy fueron creados y modelados por los filósofos de la antigua Grecia. De ahí que Whitehead afirmara que la filosofía occidental es una esmerada nota a pie de página en la obra de Platón. Lamentablemente, la investigación de la historia del “tronco principal” del pensamiento occidental en busca de una solución convincente al problema del dualismo equivale tan solo a aproximarse todo lo posible a la muerte por aburrimiento. Solo en la historia reciente hemos comenzado a presenciar la eliminación de los dualismos que impregnan el pensamiento occidental desde hace veinticinco siglos.

Esta increíble historia empezó en Europa durante el siglo XII. Fue la época de los descubrimientos, del Renacimiento, de las exploraciones, de hombres como Gutenberg, Petrarca, Vasco de Gama, Colón, Cortés, Da Vinci, Miguel Ángel, Tiziano, Marco Polo, Copérnico. El hombre dejó de considerarse como un peón pasivo en un juego divino, para dedicarse a la exploración y a la investigación en un sinfín de direcciones distintas: nuevos ideales, nuevos conceptos geográficos, nuevas formas de experimentar su existencia personal. Sin embargo, este ímpetu explorador colectivo siguió siendo oscuro, difuso y descoordinado hasta que se introdujo el concepto dualista más influyente concebido por la mente humana: alrededor de 1600, Kepler y Galileo formularon simultánea e independientemente el principio de que las leyes de la naturaleza pueden ser descubiertas a través de las mediciones, y aplicaron dicho principio a su propio trabajo. Así como Aristóteles se había dedicado a clasificar, Kepler y Galileo se propusieron medir.

En el transcurso de un siglo, el hombre europeo se quedó plenamente intoxicado con este nuevo concepto de la medición, la cuantificación; no era solo una mejora progresiva de la humanidad, ni la felicidad garantizada, lo que prometía la nueva ciencia de la medición, sino el conocimiento de la realidad absoluta y definitiva que jamás había estado al alcance del hombre en épocas anteriores. Los científicos de aquella época habían empezado a construir una metodología a partir del dualismo cartesiano del sujeto frente al objeto, de tal persistencia que acabaría por desintegrar el propio dualismo en el que se basaba. La ciencia clásica estaba destinada a ser autoaniquilada.

A pesar de negar rotundamente todo lo no medible, no objetivo y no verificable, la ciencia estaba dispuesta a seguir su propio rumbo con rigor y honradez hasta sus últimas consecuencias, que no tardarían en manifestarse. En 1900, la ciencia estaba convencida de que había llegado casi al fin de la realidad. Había, sin embargo, dos fenómenos importantes para los que la mecánica clásica no ofrecía explicación alguna. Uno de ellos era el efecto fotoeléctrico; el otro es el que ahora, sin poder evitar una carcajada, se denomina catástrofe ultravioleta. Fue verdaderamente una catástrofe, ya que introdujo la primera fisura en la “rígida estructura” del dualismo científico.

El problema hace referencia a la radiación de energía procedente de ciertos cuerpos térmicos y los datos experimentales no correspondían a las teorías físicas existentes. A esta incógnita acudió el ingenio de Max Planck que, en un audaz y radical salto genial, propuso que la energía no era continua, como se suponía, sino que aparecía en discretos paquetes o quanta. Albert Einstein tomó la teoría de Planck y la aplicó con éxito al efecto fotoeléctrico, al tiempo que Neils Bohr la aplicaba a la física subatómica. Louis de Broglie supo aprovechar estos acontecimientos para demostrar que la materia, al igual que la energía, producía ondas, lo cual indujo a Erwin Schroedinger a formular la monumental mecánica cuántica. Y todo ello en el plazo escaso de una generación.

Todos estos formidables descubrimientos culminaron en la ineludible y sin embargo devastadora conclusión, formulada como principio de indeterminación de Heisenberg, cuyo alcance fue (y sigue siendo) enorme. Recordemos que la ciencia había progresado basándose en el dualismo de un sujeto frente a un objeto, un observador frente a un acontecimiento, considerando que la realidad era aquello susceptible de ser medido y verificado objetivamente. Esta investigación dualista se extendió por fin al mundo de la física subatómica y, como es natural, el objetivo de los científicos era el de señalar y medir las “partículas”, tales como los electrones, que componía el átomo, ya que se las suponía la realidad de las realidades, los componentes finales e irreductibles de toda la naturaleza. He ahí precisamente la clave del problema.

Los físicos en cuestión habían llegado al punto de aniquilación y el supuesto que les había conducido hasta el mismo, el de que el observador es independiente del acontecimiento, y el de que se puede manipular dualmente el universo sin alterarlo, resultó ser insostenible. De algún modo misterioso, el sujeto y el objeto estaban íntimamente unidos, y las múltiples teorías que habían supuesto lo contrario se tambaleaban. Como el físico Eddington declaró: “Algo desconocido hace algo que no comprendemos; he ahí a lo que se reduce nuestra teoría. No parece una teoría particularmente esclarecedora”. Esta incapacidad de definir totalmente las “realidades definitivas” del universo halló su expresión matemática en el principio de indeterminación de Heisenberg, y marcó el fin del enfoque clásico y puramente dualista de la realidad. En este sentido, Whitehead afirmó: “El progreso de la ciencia ha llegado ahora a un nuevo punto de partida. Los sólidos cimientos de la física se han desmoronado. Los viejos cimientos del pensamiento científico se convierten en incomprensibles. Tiempo, espacio, materia, material, éter, electricidad, mecanismo, organismo, configuración, estructura, pauta, función; todo ello debe ser reinterpretado. ¿Qué sentido tiene hablar de explicación mecánica cuando no sabemos lo que se entiende por mecánica?”.

La revolución cuántica fue tan cataclísmica debido a que no atacó una o dos conclusiones de la física clásica, sino sus propios cimientos, la base que servía de soporte para la totalidad de su estructura, es decir, el dualismo sujeto-objeto. Estas últimas realidades se desplazan cada vez que uno intenta medirlas. Quedó perfectamente claro para dichos físicos que la medición objetiva y la verificación no podían ser ya determinantes de la realidad absoluta, debido a que el objeto medido no se podía separar nunca por completo del sujeto medidor; lo medido y el medidor, lo verificado y el verificador, a este nivel, son una y la misma cosa. El sujeto no puede manipular el objeto, porque el sujeto y el objeto son en definitiva una y la misma cosa.

Al mismo tiempo que se desintegraba la “rígida estructura” del dualismo científico en la física, un joven matemático llamado Kurt Gödel elaboraba lo que fue sin duda el tratado más increíble en su género. En esencia, es una especie de analogía lógica del principio físico de indeterminación de Heisenberg. Conocido en la actualidad como “teorema de Gödel”, consiste en una rigurosa demostración matemática de que todo sistema lógico cerrado debe poseer por lo menos una premisa, que no se puede demostrar o verificar sin contradecirse a sí misma. Así pues, tanto desde un punto de vista lógico como físico, la verificación “objetiva” no es prueba de la realidad. Si todo debe ser verificado, ¿cómo se verifica al verificador, ya que sin duda forma parte del todo?

En otras palabras, cuando el universo se divide en sujeto y objeto, en un estado que ve y otro que es visto, algo queda siempre al margen. En el fondo del mundo físico, el principio de indeterminación; en el fondo del mundo mental, el teorema de Gödel: la misma brecha, el mismo universo que se alude a sí mismo, el mismo “algo falta” (nos encontramos asimismo con el mismo principio a nivel psicológico en la generación del inconsciente). Cuando la ciencia empezó con el dualismo entre el sujeto y el objeto cometió un error y en las primeras décadas del siglo XX había llegado al borde de la aniquilación. ¿Es la conciencia en realidad materia, o es la materia en realidad conciencia? La decisión final dependía por lo general de la inclinación individual. Bertrand Rusell lo resumió sucintamente: “Podemos denominar al mundo físico o mental, o ambas cosas, según se nos antoje; en realidad las palabras no cumplen ningún propósito”.

En breve, la física cuántica había conducido a otro dualismo, el de lo mental frente a lo material, al borde de la aniquilación, donde se había desvanecido. Son numerosas las conclusiones que se pueden sacar de la introspección de la revolución cuántica: a decir verdad, tan numerosas que la mayoría de los filósofos modernos utilizan el principio de indeterminación de Heisenberg y la mecánica cuántica de Schroedinger como prueba irrefutable de cualquier teoría en la que, a la sazón, crean. La conclusión de Heisenberg es clara: “Desde el primer momento participamos en el debate entre el hombre y la naturaleza, en el que la ciencia solo juega una parte, de modo que la división habitual del mundo entre sujeto y objeto, mundo interno y mundo externo, cuerpo y alma, ha dejado de ser adecuada y crea dificultades”. Erwin Schroedinger coincide plenamente con ello y se limita a afirmar: “Es imposible evitar dichas dificultades, a no ser que se abandone el dualismo”. “Abandonar el dualismo” era exactamente lo que la nueva física había hecho. Además de eliminar la barrera ilusoria entre sujeto y objeto, onda y partícula, mente y cuerpo, mental y material, con la brillante ayuda de Albert Einstein, la nueva física abandonó también el dualismo de espacio y tiempo, energía y materia, e incluso espacio y objetos. Al eliminar el dualismo fundamental entre sujeto y objeto, dichos físicos abandonaron en principio todos los dualismos.

Es precisamente en el dualismo de “crear dos mundos de uno solo” donde el universo se divide y mutila. Y la propia base de esta “creación de dos mundos de uno solo” la constituye la ilusión dualista de que el sujeto es fundamentalmente distinto e independiente del objeto. Como hemos visto, esto fue precisamente lo que los mencionados físicos acabaron por descubrir, la introspección culminante de trescientos años de investigación científica consistente y persistente. Este descubrimiento es de suma importancia, ya que permitió que los científicos en cuestión comprendieran lo inadecuado del conocimiento dualista, a condición de reconocer (aunque solo fuera vagamente) la posibilidad de otro modo de conocer la realidad, que no separe al conocedor de lo conocido, ni al sujeto del objeto. Respecto a este segundo modo, Eddington dice: “Tenemos dos géneros de conocimiento que yo denomino conocimiento simbólico y conocimiento íntimo. Las formas más comunes de razonar han sido desarrolladas exclusivamente para el conocimiento simbólico. El conocimiento profundo no es susceptible de codificación ni análisis; o mejor dicho, cuando intentamos analizarlo se pierde su intimidad y la remplaza el simbolismo”. Eddington denomina el segundo modo de conocimiento “íntimo”, porque el sujeto y el objeto están íntimamente unidos en dicha operación.

La física, y para el caso la mayoría de las disciplinas intelectuales occidentales, no trataban del “mundo propiamente dicho” debido a que operaban a través del modo dualista del conocimiento, y de lo que se ocupaban por consiguiente era de las representaciones simbólicas de dicho mundo. Por consiguiente, nuestras palabras, nuestras ideas, nuestros conceptos, nuestras teorías, e incluso nuestro lenguaje cotidiano no son más que “mapas” del mundo real. Así, nuestras ideas científicas y filosóficas sobre la realidad no son la realidad propiamente dicha.

Por consiguiente, de acuerdo con lo descubierto por los mencionados físicos, disponemos de dos modos básicos de conocer: el primero denominado mapa, conocimiento simbólico, inferencial o dualista (“método científico” a partir del cual se puede inferir el “mapa sociológico”), y el segundo conocido como íntimo, directo o conocimiento no dual (“misticismo contemplativo” como corolario al “mapa psicológico”). Como hemos visto, la ciencia en general partió exclusivamente del conocimiento simbólico y dualista “estilo mapa”, concentrándose en las “sombras”, pero como consecuencia de los últimos descubrimientos en las ciencias físicas, este modo de conocer ha resultado inadecuado, por lo menos en ciertos aspectos, para el “conocimiento auténtico” tan falazmente prometido. Dicha insuficiencia ha inducido a numeroso físicos a recurrir al segundo modo, o íntimo, de conocer, o por lo menos a plantearse la necesidad de dicho tipo de conocimiento.

Estas dos formas de conocimiento se distinguen también con toda claridad en el hinduismo, que en el Mundaka Upanishad (1.1.4) declara: “Existen dos modos de conocimiento que podemos alcanzar, que los conocedores de Brahma denominan superior e inferior”. El mundo inferior corresponde a lo que nosotros hemos denominado mapa simbólico del conocimiento. El mundo superior “no se alcanza avanzando progresivamente a través de las órdenes inferiores del conocimiento, como si se tratara de la última etapa de una serie, sino de golpe, de un modo, por así decirlo, intuitivo e inmediato”. Esto corresponde a nuestro segundo modo de conocimiento, o no dual, ya que se trata de una visión intuitiva de la no dualidad.

Quizá ningún filósofo moderno ha hecho tanto hincapié en la importancia fundamental de distinguir dichos dos modos de conocimiento como Alfred North Whitehead, que ha señalado insistentemente que las características fundamentales del conocimiento simbólico son la abstracción y la bifurcación (es decir, la dualidad), haciendo caso omiso de todo lo demás, por lo que “la abstracción no es más que la omisión de parte de la verdad”.

El conocimiento simbólico o representativo es un modo de conocimiento con el que todos estamos familiarizados: se considera al sujeto “independiente” del objeto y el “saber” consiste en establecer una cadena externa de intermediarios físicos o mentales que vinculen el pensamiento con el objeto. Sin embargo, el segundo modo de conocimiento no contiene dicha duplicidad ya que, en palabras de William James, “cuando el conocimiento es inmediato e intuitivo, el contenido mental y el objeto son idénticos”.

Ahora bien, si es cierto que al dividir el universo en sujeto y objeto, en conocedor y conocido, al crear “dos mundos de uno solo”, el universo queda desgarrado y aislado de sí mismo, nuestra única esperanza de conectar con la realidad-si es que efectivamente existe- dependerá necesariamente del abandono total del modo dualista de conocimiento, que no hace más que repetir dicho acto primigenio de mutilación en cada uno de sus pasos. En tal caso, debemos abandonar el modo simbólico-dualista de conocimiento, que desgarra la textura de la realidad en el propio intento de comprenderla. En otras palabras, lo que debemos hacer es salir de las tinieblas del conocimiento crepuscular, para entrar en el resplandor del conocimiento diurno; si nuestro propósito es conocer la realidad, es al segundo modo de conocimiento al que debemos recurrir. De momento nos basta con saber que poseemos dicho conocimiento diurno, pero nuestra satisfacción será enorme cuando logremos despertarlo plenamente.

5 - Un nuevo paradigma de conocimiento: la conciencia transpersonal

Hasta aquí la argumentación, pienso, magistralmente expuesta por Ken Wilber respecto a los dos modos de saber. Desde el surgimiento de la física cuántica, tal es el debate entre los materialistas científicos (método científico) y los mal llamados “místicos cuánticos”(método trascendental). Dicha dicotomía cognitiva, en realidad, es una réplica epistemológica entre la ciencia como medio de conocimiento objetivo y el misticismo como conocimiento revelado que plantean las diversas religiones. Por tanto, el debate que se plantea desde el surgimiento de la física cuántica es el encontronazo entre la racionalidad y la espiritualidad (Laszlo, 2007), una cuestión de hondo calado abordada pedagógicamente como La educación cuántica y que propugna ese nuevo paradigma de conocimiento donde el “misticismo cuántico” debe ser reconsiderado como filosofía transpersonal.

Sin embargo, dicha cuestión también puede ser consultada en Cuestiones cuánticas, una obra de Ken Wilber (2013) que recopila los escritos místicos de los físicos más famosos del mundo. Son unos escritos místicos de los científicos más eminentes de nuestra era, los padres fundadores de la relatividad y de la física cuántica. Todos ellos, con un lenguaje asequible y ajeno a la terminología técnica, expresan su convicción de que la física y la mística, de alguna manera, son complementarias. Sin lugar a dudas, son cada vez más los científicos que escapan de la exclusiva mirada del materialismo científico y abrazan a la espiritualidad.

Ken Wilber, en esta magistral clase de filosofía de la ciencia, nos demuestra que hay dos modos de conocer: el método científico y el trascendental, diferentes pero complementarios. El primero languidece con el pensamiento occidental al proyectarse el sujeto en el objeto, el materialismo, el poder de la razón destruyendo la biosfera, en definitiva, todo un racionalismo pragmático; y el segundo, el racionalismo espiritual, es el artífice de un nuevo mundo que vislumbra el empoderamiento consciente de las personas, y cuya primera condición es trascender el ego para ver la vida de un modo compasivo, y que para cambiar el mundo, hay que comenzar precisamente por uno mismo, uniendo la sabiduría (Droit, 2011) y el amor (Hüther, 2015) en una nueva percepción consciente no dual, pues conocimiento y amor son como dos caras de la misma moneda donde, el saber sin amor, es puro egoísmo.

Es dicho proceso de autopoiesis desde la razón al espíritu colectivo el causante del problema epistemológico entre los materialistas científicos y los místicos cuánticos. El método científico como único medio de llegar al conocimiento, mediante la física cuántica, ha llegado a los confines del universo: el propio sujeto, pues objeto y sujeto son una y la misma cosa. Todo un giro copernicano del “ver para creer” al “creer para ver”, uno nuevo paradigma de conocimiento propuesto por los místicos cuánticos al aunar ciencia y espiritualidad, restando así supremacía respectivamente a los poderes fácticos quienes controlan la ciencia, y a las religiones quienes obnubilan la razón de sus fieles. Dicha introspección inquiere, inexorablemente, de un nuevo paradigma de conocimiento, una tarea ya emprendida por científicos como Ken Wilber (2005a), Fritjof Capra (2000), Amit Goswami (2010), Rupert Sheldrake (1994), Deepak Chopra (2007), Joe Dispenza (2012), Jean-Pierre Garnier Malet (2012), Bruce Lipton (2007), Félix Torán (2011), Pim Van Lommel (2012), Alexander Eben (2013), Michio Kaku (2007), Eduardo Zancolli (2003), Francisco Barsonell (2012), José Miguel Gaona (2012), etcétera.

Hay dos modos de saber. Que cada cual, según sus convicciones, elija el suyo. Sin embargo, mediante la sabia argumentación de Ken Wilber, esos dos modos de saber se constituyen en sustratos epistemológicos y permiten diferenciar respectivamente entre la epistemología de lo conmensurable y la hermenéutica de lo inconmensurable (Martos, 2015), entre la ciencia y la religión, entre la razón y el espíritu. Con la emergencia de la mente a partir de la modernidad, el Espíritu comienza a tomar conciencia de sí mismo, lo cual, entre otras cosas, introduce en el mundo la conciencia moral, una moral, por cierto, completamente ajena al mundo de la naturaleza. Por tanto, el Espíritu está comenzando a despertar a sí mismo, conocerse a sí mismo a través de los símbolos, los conceptos, dando así origen al mundo de la razón y, en particular, al mundo de las morales conscientes. Así, pues, la naturaleza es Espíritu objetivo, mientras que la mente es Espíritu subjetivo. En ese momento histórico -en el momento en que la mente y la naturaleza se diferenciaron-, el mundo parece escindirse en dos, la mente reflexiva y la naturaleza reflejada, pero la modernidad se hallaba temporalmente estancada en la batalla entre la mente y la naturaleza, entre el ego y el eco. En opinión de Shelling, esta síntesis no dual como identidad entre el sujeto y el objeto en un acto atemporal de autoconocimiento, es una intuición mística directa. Para Shelling, y también para su amigo y discípulo Hegel, el Espíritu se enajena de sí mismo para dar lugar a la naturaleza objetiva, despierta a sí mismo en la mente subjetiva y termina retornando así en la pura conciencia inmediata no dual en la que sujeto y objeto son uno, y la naturaleza y la mente se funden en la actualización del Espíritu. El Espíritu se conoce a sí mismo objetivamente como naturaleza, se conoce subjetivamente como mente y se conoce absolutamente como Espíritu. Esos tres momentos también son conocidos como subconsciente, consciente y supraconsciente, o dicho de otro modo, prepersonal, personal y transpersonal; o preracional, racional y transracional; o biosfera, noosfera y teosfera (Wilber, 2005b: 396-398).

Todo ello, traducido en términos evolutivos y psicológicos (Laszlo, 2004), equivale a decir que El gen egoísta (Dawkins, 2002) puede ser trascendido conscientemente Más allá del ego (Vaughan y Walsh,2000), dicho de otro modo, el egoísmo puede ser trascendido hacia la compasión y, respectivamente, la conciencia personal hacia la conciencia transpersonal (1) (Martos, 2008). Así, desde dicha perspectiva, la afirmación de Dawkins (2002: 3) de que “el amor universal y el bienestar de las especies consideradas en su conjunto son conceptos que, simplemente, carecen de sentido en cuanto a la evolución”, es un simple reduccionismo desde el materialismo científico, obnibulado por una prepotencial racional en cuanto causa explicativa al obviar que el Kosmos (2) es autotrascendente y regido por los veinte principios (3). Dicho de otro modo, La evolución del amor (Hüther, 2015) ya es contemplada desde la neurobiología y la sociobiología como un fenómeno de la evolución humana pues, más allá del valor de los genes egoístas o la superviviencia del más fuerte, interviene la capacidad de elección de pareja por motivos distintos a la simple atracción física o el instinto reproductor. Para Hüther, a pesar del surgimiento de la razón y del pensamiento crítico, el sentimiento del amor sigue siendo importante por su influencia en el futuro de la especie humana pues es la fuente de nuestra creatividad y la base de nuestra existencia y nuestros logros culturales y, más decisorio aún, nuestra única perspectiva de supervivencia en este planeta. En definitiva, la única fuerza que puede vencer a la competencia autodestructiva es el amor mediante el compromiso de equipo y la creatividad participativa.


NOTAS:

(1) Etimológicamente el término transpersonal significa “más allá” o “a través” de lo personal, y en la literatura transpersonal se suele utilizar para hacer referencia a inquietudes, motivaciones, experiencias, estadios evolutivos, modos de ser y otros fenómenos que incluyen pero trascienden la esfera de la individualidad y de la personalidad humana, el yo o ego (Ferrer, 2002). Entre sus intereses centrales se encuentran “los procesos, valores y estados transpersonales, la conciencia unitiva, las experiencias cumbre, el éxtasis, la experiencia mística, la trascendencia, las teorías y prácticas de la meditación, los caminos espirituales, la realización (...) y los conceptos, experiencias y actividades con ellas relacionados” (Walsh y Vaughan, 1982:14). Entre sus objetivos principales se encuentra la delimitación de las fronteras y las variedades de la experiencia humana consciente (Rowan, 1996). (Cita extraída del trabajo de investigación de Doctorado titulado Complejidad y Psicología Transpersonal: Caos, autoorganización y experiencia cumbre en psicoterapia, de Iker Puente Vigiola, Facultad de Psicología, Universidad Autónoma de Barcelona, 16 de Febrero de 2007).

Sin embargo, a los efectos prácticos de este ensayo, el concepto de conciencia transpersonal se implementa también con la siguiente definición: En los estados modificados de consciencia estudiados por la psicología transpersonal se producen cambios en el flujo del pensamiento, en la percepción de la realidad y a nivel emocional. En estos estados pueden ocurrir experiencias de catarsis y, sobre todo, experiencias místicas o extáticas, que diversos autores han definido como religiosas, trascendentes, transpersonales o experiencias cumbre. En estas vivencias el mundo se percibe como una totalidad, en la que el propio individuo está inmerso. Se produce, al mismo tiempo, una sensación subjetiva de unidad, en la que el Yo individual se diluye, desapareciendo toda distinción significativa entre el Yo y el mundo exterior. Esta experiencia es vivida por la persona como algo positivo, y autores como Maslow o Grof señalan que puede tener efectos beneficiosos y terapéuticos. Sin embargo, la disolución del Yo previa a la sensación subjetiva de unidad, puede ser vivida por el sujeto como un momento de caos, de desequilibrio y desestructuración, de pérdida de los puntos de referencia habituales. Diversos autores se han referido a esta experiencia como muerte del ego. (Grof, 1988; Wilber, 1996; Fericgla, 2006). (Cita extraída del artículo titulado Psicología Transpersonal y Ciencias de la Complejidad: Un amplio horizonte interdisciplinar a explorar, de Iker Puente, Journal of Transpersonal Research, 2009, Vol. 1 (1), pp 19-28 ISSN: 1989-6077).

Por tanto, en este ensayo, el paso de la conciencia personala la conciencia transpersonal, debe interpretarse como la muerte del ego en su viaje iniciático hacia la percepción unitaria del sujeto cognoscente con el mundo (no dualidad entre sujeto y objeto), donde las emociones egoístas e individualistas dejan paso a la compasión. Se trataría, en suma, de un ascendente viaje iniciático-cognitivo similar al descrito como salida del mundo de las sombras en el Mito de la Caverna de Platón, para luego transmitir de un modo descendente la sabiduría adquirida en el Mundo de las Ideas, donde la reina es el Amor.

(2) Wilber examina el curso del desarrollo evolutivo a través de tres dominios a los que denomina materia (o cosmos), vida (o biosfera) y mente (o noosfera), y todo ello en conjunto es referido como “Kosmos”. Wilber pone especial énfasis en diferenciar cosmos de Kosmos, pues la mayor parte de las cosmologías están contaminadas por el sesgo materialista que les lleva a presuponer que el cosmos físico es la dimensión real y que todo lo demás debe ser explicado con referencia al plano material, siendo un enfoque brutal que arroja a la totalidad del Kosmos contra el muro del reduccionismo. Wilber no quiere hacer cosmología sino Kosmología.

(3) Wilber en Sexo, Ecología, Espiritualidad,72-119:

1- La realidad como un todo no está compuesta de cosas u de procesos, sino de holones.

2- Los holones muestran cuatro capacidades fundamentales: autopreservación, autoadaptación, autotrascendencia y autodisolución. Estas cuatros características son muy importantes y las vamos a estudiar una a una.

3- Autopreservación. Los holones se definen no por la materia de que están hechos (puede no haber materia) ni por el contexto en el que viven (aunque son inseparables de él), sino por el patrón relativamente autónomo y coherente que presenta. La totalidad del holón se muestra en la capacidad de preservar su patrón.

4- Autoadaptación. Un holón funciona no solo como una totalidad autopreservadora sino también como parte de otro todo mayor, y en su capacidad de ser una parte debe adaptarse o acomodarse a otros holones (no autopoiesis sino alopoiesis; no asimilación sino acomodación).

5- Autotrascendencia (o autotransformación). La autotrascendencia es simplemente la capacidad que tiene un sistema de llegar más allá de lo dado, e introducir en cierta medida algo novedoso; una capacidad sin la cual es seguro que la evolución no hubiera podido ni siquiera comenzar. El universo tiene la capacidad intrínseca de ir más allá de lo que fue anteriormente.

6- Autodisolución. Dado que cada holón es también un supraholón, cuando es borrado –cuando se autodisuelve en sus subholones- tiende a seguir el mismo camino descendente que éstos han seguido en el camino ascendente: las células se descomponen en moléculas, que a su vez se descomponen en átomos, y éstos en partículas que desaparecen en las probabilidades nubes transfinitas de “burbujas dentro de burbujas”.

7- Los holones emergen. Emergen nuevos holones debido a la capacidad de autotrascendencia. Primero las partículas subatómicas; después los átomos, moléculas, los polímeros; después las células, y así sucesivamente.

8- Los holones emergen holárquicamente. Es decir, jerárquicamente, como una serie ascendente de totalidades/partes. Los organismos contienen células, pero no al revés; las células contienen moléculas, pero no al revés; las moléculas contienen átomos, pero no al revés.

9- Cada holón emergente trasciende pero incluye a sus predecesores. Todas las estructuras básica y funciones son preservadas y llevadas a una identidad mayor, pero todas las estructuras de exclusividad y las funciones que existían debido, al aislamiento, a la separación, a la parcialidad, a la individualidad separada, son simplemente abandonadas y reemplazadas por una individualidad más profunda que alcanza una comunión más amplia de desarrollo.

10- Lo inferior establece las posibilidades de lo superior; lo superior estable las probabilidades de lo inferior. Aunque un nivel superior va “más allá” de lo dado en el nivel inferior, no viola las leyes o patrones del nivel inferior; no está determinado por el nivel inferior, pero tampoco puede ignorarlo. Mi cuerpo sigue las leyes de la gravedad, mi mente se rige por otras leyes, las de comunicación simbólica y la sintaxis lingüística; pero si mi cuerpo se cae por un precipicio, mi mente va con él.

11- El número de niveles que comprende una jerarquía determinada si esta es “superficial” o “profunda”; y al número de holones en su nivel dado le llamaremos su “extensión”. Esto es importante porque establece que no es solo el tamaño de una población lo que estable el orden de riqueza (u orden de emergencia cualitativa), sino más bien viene dado por su profundidad. Veremos que una de las confusiones más generalizadas de las teorías ecológicas generales o del nuevo paradigma (ya sean “pop” o “serias”) es que a menudo confunden gran extensión con gran profundidad.

12- Cada nivel sucesivo de la evolución produce MAYOR profundidad y MENOR extensión. Así, el número de moléculas de agua en el universo siempre será menor que el número de átomos de hidrógeno y de oxígeno. El número de células en el universo siempre será menor que el de moléculas, y así sucesivamente. Simplemente quiere decir que el número de totalidades siempre será menor que el número de partes, indefinidamente. Cuando mayor sea la profundidad de un holón, tanto mayor será su nivel de conciencia. El espectro de la evolución es un espectro de conciencia. Y se puede empezar a ver que las dimensiones espirituales constituyen el tejido mismo de la profundidad del Kosmos.

13- Destruye un holón de cualquier tipo y habrás destruido todos sus holones superiores y ninguno de sus inferiores. Es decir: cuando menos profundidad tiene un holón, tanto más fundamental es para el Kosmos, porque es un componente de muchos otros holones.

14- Las holoarquías coevolucionan. Significa que la “unidad” de evolución no es el holón aislado (molécula individual, planta, o animal), sino un holón más dentro del entorno inseparablemente ligado a él. Es decir, la evolución es ecológica en el sentido más amplio.

15- Lo micro está en una relación de intercambio con lo macro en todos los niveles de su profundidad. Por ejemplo, el ser humano y los tres niveles de materia, vida y mente: todos estos niveles mantienen su existencia a través de una red increíblemente rica de relaciones de intercambio con holones de la misma profundidad en su entorno.

16- La evolución tiende a seguir la dirección de mayor complejidad. El biólogo alemán Woltereck acuño el término anamorfosis – significa, literalmente, “no ser conforme”- para definir lo que vio como rasgo central y universal de la naturaleza: la emergencia de una complejidad cada vez mayor.

17- La evolución tiende a seguir la dirección de mayor diferenciación/integración. Este principio fue dado en su forma actual, por primera vez, por Herbert Spencer (en First principles, 1862): la evolución es un “cambio desde una homogeneidad incoherente e indefinida a una heterogeneidad coherente y definida, a través de continuas diferenciaciones e integraciones”.

18- La organización/estructuración va en aumento. La evolución se mueve del sistema más simple al más complejo y desde el nivel de organización menor hacia el mayor.

19- La evolución tiende a seguir la dirección de autonomía relativa creciente. Este es un concepto muy poco comprendido. Simplemente hace referencia a la capacidad de un holón para autopreservarse en medio de las fluctuaciones ambientales (autonomía relativa es otra forma de decir individualidad). Y de acuerdo con las ciencias de la complejidad, cuando más profundo es un holón, mayor es su autonomía relativa. La autonomía relativa simplemente se refiere a cierta flexibilidad ante el cambio de las condiciones ambientales.

20- La evolución tiende a seguir la dirección de un Telos creciente. El régimen, canon, código o estructura profunda de un holón actúa como un imán, un atractor, un punto omega en miniatura, para la realización de ese holón en el espacio y el tiempo. Es decir, el punto final del sistema tiene a “atraer” la realización (o desarrollo) del holón en esa dirección, ya sea un sistema físico, biológico o mental. Ha surgido toda una disciplina dentro de la teoría general de sistemas para dedicarse al estudio de las propiedades de los atractores caóticos y de los sistemas por ellos gobernados; se le conoce popularmente como la teoría del caos.


BIBLIOGRAFÍA:

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Zancolli, Eduardo R. El misterio de las coincidencias. Barcelona: RBA libros, 2003.
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10 - LA CONCIENCIA COMO PROBLEMA HISTÓRICO: LA FILOSOFÍA TRANSPERSONAL DE KEN WILBER COMO UNA HERMENÉUTICA COMPLEMENTARIA A LA EPISTEMOLOGÍA Y COMO FUNDAMENTO PARA UNA EDUCACIÓN TRANSRACIONAL

Este artículo está reproducido en la primera parte de la obra CIENCIA, FILOSOFÍA, ESPIRITUALIDAD

EL PENSAMIENTO DIVERGENTE

ÍNDICE DEL ARTÍCULO EN PDF

ARTICULO EN PDF: LA CONCIENCIA COMO PROBLEMA HISTÓRICO

Cuando llevo alguna temporada sin publicar algún artículo, y al sacar uno nuevo, me dicen algunas personas que ya echaban de menos una de mis reflexiones. En realidad, no escribo para agradar a otros ni para buscar su complacencia, sino como terapia personal para saber cuál es mi lugar en este mundo… y más allá.

El saber sigue siendo la única guía válida para la evolución cultural y la salvación de la humanidad. Sin embargo, la ciencia materialista se ha apoderado de la egocéntrica cuestión de explicarnos cómo funciona el mundo desde su óptica reduccionista, incluso a nivel psicológico. Afortunadamente, desde el surgimiento de la física cuántica, están emergiendo nuevos paradigmas imperceptibles para muchos coetáneos, lo cual está imponiendo una nueva cosmovisión de la realidad por conocer, de nuestra ciencia, de nuestras creencias espirituales, así como de nuestra reconfiguración psicológica. Estudiar esa rejilla configurativa de la actual cultura humana y de su historia, es propio de las humanidades y, por extensión, de la filosofía, la misma que quitan del sistema educativo.

Sin embargo, aún a contracorriente y a riesgo de ser extinguida la figura del filósofo, debía seguir mi terapia cognitiva para saber cuál es mi lugar en este mundo. Y lo que he descubierto en tantos años de investigación es que hay que introducir la ecuación del Espíritu en el campo científico: es el paradigma por excelencia desde el materialismo científico hacia la plena espiritualidad esotérica. Pero ese camino implica un trabajo de introspección y de conocimiento interior para actuar con sabiduría y amor. Es lo que pregonan tantas filosofías, tradiciones o religiones espirituales de cualquier índole. Dicho de otro modo, el imperativo categórico kantiano es el mismo amor que han predicado Buda, Jesucristo u otro iluminado cualquiera. Sin embargo, todos estamos potencialmente iluminados, solo que no lo sabemos, de ahí el aforismo griego “Conócete a ti mismo” mediante el cual es posible salir de la sombría caverna platónica. Y ese camino ascendente hacia la sabiduría nos conduce, indefectiblemente, a ver la vida, el mundo, los seres vivos y el universo en general como una unidad consciente de la que formamos parte en una glorosia danza cósmica, aún por descubrir.

Entonces, consecuentemente, para saber cuál es mi lugar en el mundo y también en el universo, no sólo debo aprender a pensar, es decir filosofar coherentemente según las reglas cartesianas sino, además, saber de la ciencia reduccionista que nos ha llevado al problema epistemológico por excelencia: ¿Qué lugar ocupa la conciencia en nuestra vida? La conciencia es el problema “duro” de la ciencia. Sobre todo, como dice Wilber, porque miran con los ojos de la carne, también con los ojos de la mente, pero no con los ojos de la contemplación, y cuya puerta de acceso es la meditación y sus correspondientes beneficios demostrados científicamente. Para defender dichos postulados, he remitido recientemente un artículo para su revisión por pares a la Revista Ciencias y Humanidades (Medellín, Colombia). El artículo en cuestión está disponible para usted lector, abajo en PDF, y se titula La conciencia como problema histórico. Se pueden imaginar, hace ilusión proponer ante unos señores académicos si mis “pensamientos” son “dignos” de aprobación por el sistema al cual tanto crítico. La respuesta no pudo ser más desconcertante, hasta me dejó en schock emocional, de sorpresa primero, desconcierto en segundo lugar y risa también. No digo más, lean por ustedes mismos:

"Respetado autor Amador Martos García, reciba un cordial saludo.
Según se le informó en correo pasado, su artículo fue remitido a instancias del Comité Científico de la Revista Ciencia y Humanidades. Dicho Comité está compuesto por más de 50 académicos ubicados en diferentes países de habla hispana, a los cuales se les asignan artículos dependiendo de sus áreas de estudio.Ahora bien, respecto a su artículo en cuestión, a la fecha no se ha podido ubicar un evaluador que posea el conocimiento académico/investigativo necesario para hacer un dictamen justo de dicho texto, por lo que la Revista Ciencia y Humanidades, desde su Comité Editorial en sesión del 5 de junio de 2019, teniendo en cuenta la responsabilidad editorial y científica que atañe a la Revista Ciencia y Humanidades, ha declarado que para el octavo número su artículo no podrá ser teniendo en cuenta debido a los motivos anteriormente expuestos. De antemano pedimos disculpas por cualquier problema causado,Cordialmente."

¿Cómo interpretar dicha respuesta? Ello invita a pensar que 50 académicos y una revista científica no saben prácticamente nada sobre el filósofo contemporáneo por excelencia: Ken Wilber. Tampoco saben nada de psicología transpersonal, ni de filosofía transpersonal, y menos de educación cuántica, y menos aún de educación transracional…. Son neologismos que no han entrado en el sistema académico tradicional. Y por eso no han podido interpretar mi artículo, menos comprenderlo, y ni tan siquiera un atisbo de intención en intentarlo. Lo más fácil es rechazar aquello que no se comprende, en vez de promover la tarea de investigar aquello de lo cual no sabemos. La inquisición religiosa ha sido sustituida por la inquisición racional: la del ego. Pero eso no me detendrá, aunque sea solo para aquellos que gustan de lo que escribo, escribiré para ellos. Les aseguro que no es necesario ser académico para entender el artículo adjunto en PDF. Basta con un poco de voluntad investigativa.

Como decía al principio de este artículo, escribo como terapia personal para saber cual es mi lugar en el mundo y, de momento, he averiguado que vivo bajo un pensamiento divergente. Un “raro” según algunos y un incomprendido por los señores académicos. Es el precio de pensar a contracorriente.Invito al lector a ser mi propio académico, que lea el artículo La conciencia como problema histórico y que dé su opinión. La sabiduría popular ha sido desposeída de su intuición espiritual, un reduccionismo que nos ha conducido solamente a la visión materialista. Son tiempos de dar un salto cuántico en el modo de pensar pues, como indica Ken Wilber, estamos al filo de la percepción transracional.
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11 - El ESPECTRO DE LA CONCIENCIA

Este artículo es una reproducción de la nota 3 de la obra FILOSOFÍA TRANSPERSONAL Y EDUCACIÓN TRANSRACIONAL.

Wilber, en su obra El espectro de la conciencia , aborda de un modo epistemológico dos modos de saber : el conocimiento simbólico (dualidad sujeto-objeto) y el misticismo contemplativo (no-dualidad entre sujeto-objeto), dos modos de saber diferentes pero complementarios. Según Wilber (2005a: 55-56):

Esos dos modos de conocer son universales, es decir, han sido reconocidos de una forma u otra en diversos momentos y lugares a lo largo de la historia de la humanidad, desde el taoísmo hasta William James, desde el Vedanta hasta Alfred North Whitehead y desde el Zen hasta la teología cristiana. (…) También con toda claridad en el hinduismo.

Sin embargo, la civilización occidental es la historia del primer modo de saber que ha evolucionado hasta la extenuación de su “rígida estructura” dualista con el surgimiento de la mecánica cuántica. Esos dos modos de saber también son contemplados por los padres fundadores de la relatividad y de la física cuántica (Wilber, 2013) y, correlativamente, aluden los mundos antagónicos entre la ciencia y la religión, respectivamente, entre el saber racional y el metafísico, ambos aunados por los “místicos cuánticos” en un racionalismo espiritual adoptado como filosofía transpersonal y convirtiéndose en un fundamento epistemológico para un nuevo paradigma de conocimiento integrador de la filosofía con la espiritualidad (Martos, 2015).

Dicho cambio de paradigma cognitivo es imperceptible para muchos coetáneos, sin embargo, va a incidir irremediablemente en la transformación de la conciencia colectiva, y generará consecuentemente cambios de paradigmas pensativos en el “yo” (psicología), el “nosotros” (moral y culturalmente) y el “ello” (ciencia y naturaleza). Y esos cambios psicológicos, sociológicos, culturales, morales y científicos van a ser una tarea ingente por descifrar desde el actual nivel de ignorancia colectiva (Mayos et al., 2011), pues las instituciones sociales y cognitivas (científicas y educativas) están siendo ninguneadas por Los amos del mundo (Navarro, 2012), unos mercaderes sin escrúpulos que anteponen el “yo” al “nosotros”. De ese atasco de la conciencia colectiva, de esa crisis cultural, de ese mundo chato (1), solo se puede salir colectivamente mediante un cambio de paradigma cognitivo que afecta a nuestro tradicional sistema de pensamiento occidental (capitalismo), y que requiere de una integración entre el “yo”, el “nosotros” y el “ello”. Y para dicho fin, es más necesario que nunca hacer metafísica, buscar las causas primeras en palabras de Aristóteles, y no quedarnos en la planicie de un mundo chato donde la razón se disocia del espíritu, como si tal cosa fuera posible, pues los que así piensan no han vislumbrado aún que separar la razón del espíritu es crear los dualismos que han llevado a la deriva del pensamiento occidental, buscando asir la “realidad” mediante el desprecio de la trascendencia espiritual, así como una disociación del “nosotros” y un reduccionismo positivista del “yo”. Desolador pensamiento occidental.

NOTA:

(1) Wilber (2005b: 177):

Los grandes e innegables avances de las ciencias empíricas que tuvieron lugar en el periodo que va desde el Renacimiento hasta la Ilustración, nos hicieron creer que toda realidad podía ser abordada y descrita en los términos objetivos propios del lenguaje monológuico del “ello” e, inversamente, que si algo no podía ser estudiado y descrito de un modo objetivo y empírico, no era “realmente real”. Así fue como el Gran Tres terminó reducido al “Gran Uno” del materialismo científico, las exterioridades, los objetos y los sistemas científicos [denominado por Wilber como una visión chata del mundo].

BIBLIOGRAFÍA:

Martos, Amador. La educación cuántica. Un nuevo paradigma de conocimiento. España: Amazon, 2015 (1ª ed.), 2017 (2ª edición revisada y ampliada).

Mayos, G., Brey, A., Campàs, J., Innerarity, D., Ruiz, F. y Subirats, M. La sociedad de la ignorancia. Barcelona: Ediciones Península, 2011.

Navarro, Vinçens. Los amos del mundo. Las armas del terrorismo financiero. Barcelona : Espasa libros, 2012.

Wilber, Ken. El espectro de la conciencia. Barcelona: Kairós, 2005a.

Wilber, Ken. Breve historia de todas las cosas. Barcelona: Kairós, 2005b.

Wilber, Ken. Cuestiones cuánticas. Barcelona: Kairós, 2013.
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12 - LA CONCIENCIA TRANSPERSONAL

Este artículo es una reproducción del capítulo 4-5 La conciencia transpersonal de la segunda parte de la obra LA EDUCACIÓN CUÁNTICA.

Hasta aquí la argumentación, pienso, magistralmente expuesta por Ken Wilber respecto a los dos modos de saber. Desde el surgimiento de la física cuántica, tal es el debate entre los materialistas científicos (método científico) y los mal llamados “místicos cuánticos”(método trascendental). Dicha dicotomía cognitiva, en realidad, es una réplica epistemológica entre la ciencia como medio de conocimiento objetivo y el misticismo como conocimiento revelado que plantean las diversas religiones. Por tanto, el debate que se plantea desde el surgimiento de la física cuántica es el encontronazo entre la racionalidad y la espiritualidad (Laszlo, 2007), una cuestión de hondo calado abordada pedagógicamente como La educación cuántica y que propugna ese nuevo paradigma de conocimiento donde el “misticismo cuántico” debe ser reconsiderado como filosofía transpersonal.

Sin embargo, dicha cuestión también puede ser consultada en Cuestiones cuánticas, una obra de Ken Wilber (2013) que recopila los escritos místicos de los físicos más famosos del mundo. Son unos escritos místicos de los científicos más eminentes de nuestra era, los padres fundadores de la relatividad y de la física cuántica. Todos ellos, con un lenguaje asequible y ajeno a la terminología técnica, expresan su convicción de que la física y la mística, de alguna manera, son complementarias. Sin lugar a dudas, son cada vez más los científicos que escapan de la exclusiva mirada del materialismo científico y abrazan a la espiritualidad.

Ken Wilber, en esta magistral clase de filosofía de la ciencia, nos demuestra que hay dos modos de conocer: el método científico y el trascendental, diferentes pero complementarios. El primero languidece con el pensamiento occidental al proyectarse el sujeto en el objeto, el materialismo, el poder de la razón destruyendo la biosfera, en definitiva, todo un racionalismo pragmático; y el segundo, el racionalismo espiritual, es el artífice de un nuevo mundo que vislumbra el empoderamiento consciente de las personas, y cuya primera condición es trascender el ego para ver la vida de un modo compasivo, y que para cambiar el mundo, hay que comenzar precisamente por uno mismo, uniendo la sabiduría (Droit, 2011) y el amor (Hüther, 2015) en una nueva percepción consciente no dual, pues conocimiento y amor son como dos caras de la misma moneda donde, el saber sin amor, es puro egoísmo.

Es dicho proceso de autopoiesis desde la razón al espíritu colectivo el causante del problema epistemológico entre los materialistas científicos y los místicos cuánticos. El método científico como único medio de llegar al conocimiento, mediante la física cuántica, ha llegado a los confines del universo: el propio sujeto, pues objeto y sujeto son una y la misma cosa. Todo un giro copernicano del “ver para creer” al “creer para ver”, uno nuevo paradigma de conocimiento propuesto por los místicos cuánticos al aunar ciencia y espiritualidad, restando así supremacía respectivamente a los poderes fácticos quienes controlan la ciencia, y a las religiones quienes obnubilan la razón de sus fieles. Dicha introspección inquiere, inexorablemente, de un nuevo paradigma de conocimiento, una tarea ya emprendida por científicos como Ken Wilber (2005a), Fritjof Capra (2000), Amit Goswami (2010), Rupert Sheldrake (1994), Deepak Chopra (2007), Joe Dispenza (2012), Jean-Pierre Garnier Malet (2012), Bruce Lipton (2007), Félix Torán (2011), Pim Van Lommel (2012), Alexander Eben (2013), Michio Kaku (2007), Eduardo Zancolli (2003), Francisco Barsonell (2012), José Miguel Gaona (2012), etcétera.

Hay dos modos de saber. Que cada cual, según sus convicciones, elija el suyo. Sin embargo, mediante la sabia argumentación de Ken Wilber, esos dos modos de saber se constituyen en sustratos epistemológicos y permiten diferenciar respectivamente entre la epistemología de lo conmensurable y la hermenéutica de lo inconmensurable (Martos, 2015), entre la ciencia y la religión, entre la razón y el espíritu. Con la emergencia de la mente a partir de la modernidad, el Espíritu comienza a tomar conciencia de sí mismo, lo cual, entre otras cosas, introduce en el mundo la conciencia moral, una moral, por cierto, completamente ajena al mundo de la naturaleza. Por tanto, el Espíritu está comenzando a despertar a sí mismo, conocerse a sí mismo a través de los símbolos, los conceptos, dando así origen al mundo de la razón y, en particular, al mundo de las morales conscientes. Así, pues, la naturaleza es Espíritu objetivo, mientras que la mente es Espíritu subjetivo. En ese momento histórico -en el momento en que la mente y la naturaleza se diferenciaron-, el mundo parece escindirse en dos, la mente reflexiva y la naturaleza reflejada, pero la modernidad se hallaba temporalmente estancada en la batalla entre la mente y la naturaleza, entre el ego y el eco. En opinión de Shelling, esta síntesis no dual como identidad entre el sujeto y el objeto en un acto atemporal de autoconocimiento, es una intuición mística directa. Para Shelling, y también para su amigo y discípulo Hegel, el Espíritu se enajena de sí mismo para dar lugar a la naturaleza objetiva, despierta a sí mismo en la mente subjetiva y termina retornando así en la pura conciencia inmediata no dual en la que sujeto y objeto son uno, y la naturaleza y la mente se funden en la actualización del Espíritu. El Espíritu se conoce a sí mismo objetivamente como naturaleza, se conoce subjetivamente como mente y se conoce absolutamente como Espíritu. Esos tres momentos también son conocidos como subconsciente, consciente y supraconsciente, o dicho de otro modo, prepersonal, personal y transpersonal; o preracional, racional y transracional; o biosfera, noosfera y teosfera (Wilber, 2005b: 396-398).

Todo ello, traducido en términos evolutivos y psicológicos (Laszlo, 2004), equivale a decir que El gen egoísta (Dawkins, 2002) puede ser trascendido conscientemente Más allá del ego (Vaughan y Walsh,2000), dicho de otro modo, el egoísmo puede ser trascendido hacia la compasión y, respectivamente, la conciencia personal hacia la conciencia transpersonal (1) (Martos, 2008). Así, desde dicha perspectiva, la afirmación de Dawkins (2002: 3) de que “el amor universal y el bienestar de las especies consideradas en su conjunto son conceptos que, simplemente, carecen de sentido en cuanto a la evolución”, es un simple reduccionismo desde el materialismo científico, obnibulado por una prepotencia racional en cuanto causa explicativa al obviar que el Kosmos (2) es autotrascendente y regido por los veinte principios (3). Dicho de otro modo, La evolución del amor (Hüther, 2015) ya es contemplada desde la neurobiología y la sociobiología como un fenómeno de la evolución humana pues, más allá del valor de los genes egoístas o la superviviencia del más fuerte, interviene la capacidad de elección de pareja por motivos distintos a la simple atracción física o el instinto reproductor. Para Hüther, a pesar del surgimiento de la razón y del pensamiento crítico, el sentimiento del amor sigue siendo importante por su influencia en el futuro de la especie humana pues es la fuente de nuestra creatividad y la base de nuestra existencia y nuestros logros culturales y, más decisorio aún, nuestra única perspectiva de supervivencia en este planeta. En definitiva, la única fuerza que puede vencer a la competencia autodestructiva es el amor mediante el compromiso de equipo y la creatividad participativa.


NOTAS:

(1) Etimológicamente el término transpersonal significa “más allá” o “a través” de lo personal, y en la literatura transpersonal se suele utilizar para hacer referencia a inquietudes, motivaciones, experiencias, estadios evolutivos, modos de ser y otros fenómenos que incluyen pero trascienden la esfera de la individualidad y de la personalidad humana, el yo o ego (Ferrer, 2002). Entre sus intereses centrales se encuentran “los procesos, valores y estados transpersonales, la conciencia unitiva, las experiencias cumbre, el éxtasis, la experiencia mística, la trascendencia, las teorías y prácticas de la meditación, los caminos espirituales, la realización (...) y los conceptos, experiencias y actividades con ellas relacionados” (Walsh y Vaughan, 1982:14). Entre sus objetivos principales se encuentra la delimitación de las fronteras y las variedades de la experiencia humana consciente (Rowan, 1996). (Cita extraída del trabajo de investigación de Doctorado titulado Complejidad y Psicología Transpersonal: Caos, autoorganización y experiencia cumbre en psicoterapia, de Iker Puente Vigiola, Facultad de Psicología, Universidad Autónoma de Barcelona, 16 de Febrero de 2007).

Sin embargo, a los efectos prácticos de este ensayo, el concepto de conciencia transpersonal se implementa también con la siguiente definición: En los estados modificados de consciencia estudiados por la psicología transpersonal se producen cambios en el flujo del pensamiento, en la percepción de la realidad y a nivel emocional. En estos estados pueden ocurrir experiencias de catarsis y, sobre todo, experiencias místicas o extáticas, que diversos autores han definido como religiosas, trascendentes, transpersonales o experiencias cumbre. En estas vivencias el mundo se percibe como una totalidad, en la que el propio individuo está inmerso. Se produce, al mismo tiempo, una sensación subjetiva de unidad, en la que el Yo individual se diluye, desapareciendo toda distinción significativa entre el Yo y el mundo exterior. Esta experiencia es vivida por la persona como algo positivo, y autores como Maslow o Grof señalan que puede tener efectos beneficiosos y terapéuticos. Sin embargo, la disolución del Yo previa a la sensación subjetiva de unidad, puede ser vivida por el sujeto como un momento de caos, de desequilibrio y desestructuración, de pérdida de los puntos de referencia habituales. Diversos autores se han referido a esta experiencia como muerte del ego. (Grof, 1988; Wilber, 1996; Fericgla, 2006). (Cita extraída del artículo titulado Psicología Transpersonal y Ciencias de la Complejidad: Un amplio horizonte interdisciplinar a explorar, de Iker Puente, Journal of Transpersonal Research, 2009, Vol. 1 (1), pp 19-28 ISSN: 1989-6077).

Por tanto, en este ensayo, el paso de la conciencia personala la conciencia transpersonal, debe interpretarse como la muerte del ego en su viaje iniciático hacia la percepción unitaria del sujeto cognoscente con el mundo (no dualidad entre sujeto y objeto), donde las emociones egoístas e individualistas dejan paso a la compasión. Se trataría, en suma, de un ascendente viaje iniciático-cognitivo similar al descrito como salida del mundo de las sombras en el Mito de la Caverna de Platón, para luego transmitir de un modo descendente la sabiduría adquirida en el Mundo de las Ideas, donde la reina es el Amor.

(2) Wilber examina el curso del desarrollo evolutivo a través de tres dominios a los que denomina materia (o cosmos), vida (o biosfera) y mente (o noosfera), y todo ello en conjunto es referido como “Kosmos”. Wilber pone especial énfasis en diferenciar cosmos de Kosmos, pues la mayor parte de las cosmologías están contaminadas por el sesgo materialista que les lleva a presuponer que el cosmos físico es la dimensión real y que todo lo demás debe ser explicado con referencia al plano material, siendo un enfoque brutal que arroja a la totalidad del Kosmos contra el muro del reduccionismo. Wilber no quiere hacer cosmología sino Kosmología.

(3) Wilber en Sexo, Ecología, Espiritualidad,72-119:

1- La realidad como un todo no está compuesta de cosas u de procesos, sino de holones.

2- Los holones muestran cuatro capacidades fundamentales: autopreservación, autoadaptación, autotrascendencia y autodisolución. Estas cuatros características son muy importantes y las vamos a estudiar una a una.

3- Autopreservación. Los holones se definen no por la materia de que están hechos (puede no haber materia) ni por el contexto en el que viven (aunque son inseparables de él), sino por el patrón relativamente autónomo y coherente que presenta. La totalidad del holón se muestra en la capacidad de preservar su patrón.

4- Autoadaptación. Un holón funciona no solo como una totalidad autopreservadora sino también como parte de otro todo mayor, y en su capacidad de ser una parte debe adaptarse o acomodarse a otros holones (no autopoiesis sino alopoiesis; no asimilación sino acomodación).

5- Autotrascendencia (o autotransformación). La autotrascendencia es simplemente la capacidad que tiene un sistema de llegar más allá de lo dado, e introducir en cierta medida algo novedoso; una capacidad sin la cual es seguro que la evolución no hubiera podido ni siquiera comenzar. El universo tiene la capacidad intrínseca de ir más allá de lo que fue anteriormente.

6- Autodisolución. Dado que cada holón es también un supraholón, cuando es borrado –cuando se autodisuelve en sus subholones- tiende a seguir el mismo camino descendente que éstos han seguido en el camino ascendente: las células se descomponen en moléculas, que a su vez se descomponen en átomos, y éstos en partículas que desaparecen en las probabilidades nubes transfinitas de “burbujas dentro de burbujas”.

7- Los holones emergen. Emergen nuevos holones debido a la capacidad de autotrascendencia. Primero las partículas subatómicas; después los átomos, moléculas, los polímeros; después las células, y así sucesivamente.

8- Los holones emergen holárquicamente. Es decir, jerárquicamente, como una serie ascendente de totalidades/partes. Los organismos contienen células, pero no al revés; las células contienen moléculas, pero no al revés; las moléculas contienen átomos, pero no al revés.

9- Cada holón emergente trasciende pero incluye a sus predecesores. Todas las estructuras básica y funciones son preservadas y llevadas a una identidad mayor, pero todas las estructuras de exclusividad y las funciones que existían debido, al aislamiento, a la separación, a la parcialidad, a la individualidad separada, son simplemente abandonadas y reemplazadas por una individualidad más profunda que alcanza una comunión más amplia de desarrollo.

10- Lo inferior establece las posibilidades de lo superior; lo superior estable las probabilidades de lo inferior. Aunque un nivel superior va “más allá” de lo dado en el nivel inferior, no viola las leyes o patrones del nivel inferior; no está determinado por el nivel inferior, pero tampoco puede ignorarlo. Mi cuerpo sigue las leyes de la gravedad, mi mente se rige por otras leyes, las de comunicación simbólica y la sintaxis lingüística; pero si mi cuerpo se cae por un precipicio, mi mente va con él.

11- El número de niveles que comprende una jerarquía determinada si esta es “superficial” o “profunda”; y al número de holones en su nivel dado le llamaremos su “extensión”. Esto es importante porque establece que no es solo el tamaño de una población lo que estable el orden de riqueza (u orden de emergencia cualitativa), sino más bien viene dado por su profundidad. Veremos que una de las confusiones más generalizadas de las teorías ecológicas generales o del nuevo paradigma (ya sean “pop” o “serias”) es que a menudo confunden gran extensión con gran profundidad.

12- Cada nivel sucesivo de la evolución produce MAYOR profundidad y MENOR extensión. Así, el número de moléculas de agua en el universo siempre será menor que el número de átomos de hidrógeno y de oxígeno. El número de células en el universo siempre será menor que el de moléculas, y así sucesivamente. Simplemente quiere decir que el número de totalidades siempre será menor que el número de partes, indefinidamente. Cuando mayor sea la profundidad de un holón, tanto mayor será su nivel de conciencia. El espectro de la evolución es un espectro de conciencia. Y se puede empezar a ver que las dimensiones espirituales constituyen el tejido mismo de la profundidad del Kosmos.

13- Destruye un holón de cualquier tipo y habrás destruido todos sus holones superiores y ninguno de sus inferiores. Es decir: cuando menos profundidad tiene un holón, tanto más fundamental es para el Kosmos, porque es un componente de muchos otros holones.

14- Las holoarquías coevolucionan. Significa que la “unidad” de evolución no es el holón aislado (molécula individual, planta, o animal), sino un holón más dentro del entorno inseparablemente ligado a él. Es decir, la evolución es ecológica en el sentido más amplio.

15- Lo micro está en una relación de intercambio con lo macro en todos los niveles de su profundidad. Por ejemplo, el ser humano y los tres niveles de materia, vida y mente: todos estos niveles mantienen su existencia a través de una red increíblemente rica de relaciones de intercambio con holones de la misma profundidad en su entorno.

16- La evolución tiende a seguir la dirección de mayor complejidad. El biólogo alemán Woltereck acuño el término anamorfosis – significa, literalmente, “no ser conforme”- para definir lo que vio como rasgo central y universal de la naturaleza: la emergencia de una complejidad cada vez mayor.

17- La evolución tiende a seguir la dirección de mayor diferenciación/integración. Este principio fue dado en su forma actual, por primera vez, por Herbert Spencer (en First principles, 1862): la evolución es un “cambio desde una homogeneidad incoherente e indefinida a una heterogeneidad coherente y definida, a través de continuas diferenciaciones e integraciones”.

18- La organización/estructuración va en aumento. La evolución se mueve del sistema más simple al más complejo y desde el nivel de organización menor hacia el mayor.

19- La evolución tiende a seguir la dirección de autonomía relativa creciente. Este es un concepto muy poco comprendido. Simplemente hace referencia a la capacidad de un holón para autopreservarse en medio de las fluctuaciones ambientales (autonomía relativa es otra forma de decir individualidad). Y de acuerdo con las ciencias de la complejidad, cuando más profundo es un holón, mayor es su autonomía relativa. La autonomía relativa simplemente se refiere a cierta flexibilidad ante el cambio de las condiciones ambientales.

20- La evolución tiende a seguir la dirección de un Telos creciente. El régimen, canon, código o estructura profunda de un holón actúa como un imán, un atractor, un punto omega en miniatura, para la realización de ese holón en el espacio y el tiempo. Es decir, el punto final del sistema tiene a “atraer” la realización (o desarrollo) del holón en esa dirección, ya sea un sistema físico, biológico o mental. Ha surgido toda una disciplina dentro de la teoría general de sistemas para dedicarse al estudio de las propiedades de los atractores caóticos y de los sistemas por ellos gobernados; se le conoce popularmente como la teoría del caos.


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conciencia

13 - LA CONCIENCIA DE UNIDAD

Este artículo está reproducido como nota número 47 en la obra FILOSOFÍA TRANSPERSONAL Y EDUCACIÓN TRANSRACIONAL

Este artículo también está reproducido en la nota 98 de la obra LA EDUCACIÓN CUÁNTICA (4ª ed.).

Este artículo también está reproducido en el capítulo 7 de la segunda parte de la obra CIENCIA, FILOSOFÍA, ESPIRITUALIDAD

Un ejemplo de La conciencia de unidad mediante el amor a la música.

Ken Wilber (1985: 183-208) en La conciencia sin fronteras, argumenta que la conciencia de unidad es conciencia del momento intemporal, está totalmente presente en el ahora, y como es obvio, no hay manera de alcanzar el ahora, de llegar a lo que ya es. En efecto, la iluminación resplandece en toda su claridad en este momento y en todos los demás. No hay sendero hacia la conciencia de unidad pues no se trata de una experiencia entre otras, no es una experiencia que se oponga a una experiencia ínfima, sino más bien la experiencia presente. ¿Y cómo se puede entrar en contacto con la experiencia presente?

Los verdaderos sabios proclaman que no hay sendero hacia el Absoluto, no hay camino para alcanzar la conciencia de unidad. Al parecer, nuestra dificultad es la misma que la del individuo que va saltando de ola en ola en busca de la acuosidad. No nos aquietamos durante el tiempo suficiente para entender nuestra condición presente, y al buscar en otra parte, en realidad nos apartamos de la respuesta. Nuestra búsqueda misma, nuestro propio deseo, nos impide el descubrimiento. En otras palabras, siempre estamos intentando apartarnos de la experiencia presente, cuando en realidad esta experiencia es la que siempre constituye la clave de nuestra búsqueda: en lugar de buscar la respuesta lo que hacemos es huir de ella. He aquí la gran paradoja de la conciencia de unidad: no se puede hacer nada para conseguirla, y creo que esto, por el momento, está totalmente claro.

Llegamos así a un punto esencial de las principales tradiciones místicas, a saber, que hay condiciones especiales apropiadas, pero no necesarias, para la realización de la conciencia de unidad. Y además, estas condiciones no conducen a la conciencia de unidad, sino que ellas mismas son una expresión de la conciencia de unidad. La conciencia de unidad no es un estado futuro que resulte de alguna práctica, porque la conciencia de unidad está eternamente presente. La conciencia de unidad es nuestra “iluminación original”, original no porque haya ocurrido en tiempos pasados, sino porque es el origen y fundamento de este instante. La iluminación es el origen de la firma presente y la práctica espiritual es el movimiento o actividad de este origen. La verdadera práctica espiritual surge de la iluminación, no va hacia ella.

Pero lo anterior plantea una cuestión. ¿Por qué, entonces, debemos practicar, si ya tenemos la naturaleza búdica, la iluminación original o el Cristo interior? Lo verdaderamente importante es que ejercitar las condiciones especiales de la práctica espiritual es una expresión apropiada de la conciencia de unidad. A medida que una persona va ejercitando las condiciones especiales de una práctica espiritual, empieza a darse cuenta, cada vez con mayor claridad y certidumbre, de un hecho exasperante, pero inconfundible: nadie quiere la conciencia de unidad. En términos teológicos, estamos siempre resistiéndonos a la presencia de Dios, que no es otra cosa que el presente total, en todas sus formas. Si le disgusta algún aspecto de la vida es que hay algún aspecto de la conciencia de unidad al cual está resistiéndose. Así, activamente aunque en secreto, negamos la conciencia de unidad y nos resistimos a ella. La comprensión de esta resistencia es la clave fundamental para la iluminación. En realidad, cada nivel importante del espectro de conciencia está constituido de un modo particular de resistencia. Al analizar el descenso desde el nivel de la persona al nivel del ego, lo primero con que tropezamos fue la resistencia a la sombra. Por eso Freud, investigador genial de la sombra, escribió: “Toda la teoría psicoanalítica se asienta, en efecto, en la percepción de la resistencia que ejerce el paciente cuando intentamos hacer que tome conciencia de su inconsciente”. Lo que confunde especialmente al individuo atrapado en esta resistencia, es que él, como persona, no cree, sinceramente, ofrecer resistencia. Lo hace de una manera por entero inconsciente.

Ese fue el primer tipo de resistencia que descubrimos. La persona se resiste a la sombra, con lo que impide el descubrimiento y la emergencia de un ego preciso. Y cuando descendemos al siguiente nivel importante del espectro de la conciencia, nos encontramos con que el propio ego exhibe una resistencia: la del ego a la atención sensible del centauro. Esta resistencia es en parte una incapacidad de mantener la percepción verdaderamente centrada en el presente (o atención sensible) durante el tiempo que sea. Como la percepción consciente del centauro se asienta en el presente pasajero, la resistencia del ego al centauro es una resistencia al aquí y ahora inmediato. Empezamos así a ver que cada nivel del espectro se caracteriza, entre otras muchas cosas, por una manera distinta de resistencia: en el nivel de la persona, nos resistíamos a la unidad con la sombra en todas sus formas; en el nivel del ego, nos resistíamos a la unidad con el centauro y a todas sus cualidades; y extendiéndonos hasta las bandas transpersonales, encontramos la resistencia fundamental y primordial: la resistencia a la conciencia de unidad. Así, nos encontramos de nuevo en el punto que nos importa: mediante las prácticas espirituales apropiadas, empezamos a aprender exactamente de qué manera nos resistimos a la conciencia de unidad. La práctica espiritual hace que esta resistencia fundamental aflore a la superficie de nuestra conciencia y comenzamos a ver que en realidad no queremos la conciencia de unidad, sino que estamos siempre eludiéndola. Ver nuestra resistencia a la conciencia de unidad es ser capaz, por primera vez, de enfrentarnos con ella y, finalmente, de desprendernos de ella, con lo que apartaremos el obstáculo secreto a nuestra propia liberación.

Mientras que no veamos exactamente de qué manera nos resistimos a la conciencia de unidad, todos nuestros esfuerzos por “alcanzarla” serán en vano, pues lo que tratamos de alcanzar es también aquello a lo que, inconscientemente, ofrecemos resistencia y tratamos de impedir. Nos resistimos secretamente a la conciencia de unidad, fabricamos de manera encubierta los “síntomas” de la no-iluminación, de la misma manera que producíamos en secreto todos nuestros demás síntomas en los diferentes niveles del espectro. Y el hecho de entenderlo así puede proporcionar un atisbo de la conciencia de unidad, porque aquello que ve la resistencia está, en sí mismo, libre de resistencia.

La resistencia primaria, como las demás resistencia que operan en toda la extensión del espectro, no es algo que nos sucede, ni que sucedió en el pasado, ni tampoco nada que sucede sin nuestro consentimiento. Es más bien una actividad presente, algo que estamos haciendo sin darnos cuenta, y esta actividad primaria es la que tiende a bloquear la conciencia de unidad. Brevemente enunciado, es una falta de disposición global a mirarlo todo, tal como es, en este momento. En concreto, en este presente hay algo que no queremos mirar. Tenemos, pues, una mala disposición global a mirarlo todo, en conjunto, exactamente tal como es, en este momento. Tendemos a desviar la vista, a retirar la atención de lo que es, a evitar el presente en todas sus formas. Y como tendemos a mirar hacia otra parte, tendemos a movernos hacia otra parte, a apartarnos. Con esta resistencia sutil, con ese mirar y movernos hacia otra parte, parece que bloqueamos la conciencia de unidad, que “perdemos” nuestra verdadera naturaleza. Y esta “perdida” de la conciencia de unidad nos arroja a un mundo de demarcaciones, espacio, tiempo, sufrimiento y mortalidad.

De modo que aunque lo único que desea fundamentalmente el individuo es la conciencia de unidad, lo único que siempre hace es resistirse a ella. Siempre estamos en busca de la conciencia de unidad, pero de tal manera que siempre obstaculizamos el descubrimiento: buscamos la conciencia de unidad apartándonos del presente. Imaginamos que, de alguna manera, este presente no está bien del todo, no es exactamente lo que queremos, y por eso no descansamos globalmente en él, sino que empezamos a apartarnos de él hacia lo que imaginamos que será un presente nuevo y mejor. En otras palabras, empezamos a saltar olas, a movernos en el espacio y en el tiempo para asegurarnos una ola fundamental y definitiva, la que finalmente extinga nuestra sed, la que nos dé por fin “acuosidad”. Al buscar la acuosidad en la próxima ola de experiencias, nos la perdemos siempre en la ola presente. Buscar eternamente es errar eternamente.

En el momento en que nos resistimos al único mundo de la experiencia presente, necesariamente lo dividimos en una experiencia interior, que sentimos como el que ve, experimenta y actúa, opuesto a una experiencia externa, que sentimos como lo que vemos y experimentamos, como aquello sobre lo cual actuamos. Nuestro mundo se escinde en dos, y entre lo que uno es, el que experimenta, y lo que uno no es, lo experimentado, se establece una demarcación ilusoria. La evolución del espectro ha comenzado: se ha iniciado la guerra de los opuestos. Apartarse continuamente del presente global implica que hay un futuro que aceptará este movimiento. Nos apartamos porque imaginamos la existencia de otro tiempo hacia el cual podemos movernos. Apartarse es, por tanto, un mero moverse en el tiempo. En realidad, es crear tiempo, pues al apartarnos de la experiencia intemporal y presente (o más bien, al intentar apartarnos), generamos la ilusión de que, de alguna manera, la experiencia misma pasa junto a nosotros. Mediante nuestra resistencia, el presente global y eterno se reduce al presente fugitivo. Por tanto, apartarse es crear un antes y un después, un punto de partida en el pasado, desde donde nos movemos, y un puerto de destino en el futuro, hacia el cual nos movemos. Nuestro presente se reduce al movimiento, a la huida silenciosa. Nuestros momentos pasan.

Desde cualquier ángulo que se mire, apartarnos es separarnos de la experiencia presente y proyectarnos en el tiempo, la historia, el destino y la muerte. Esta es, pues, nuestra resistencia primaria: la mala disposición a contemplar la experiencia, como un todo, tal como es, en este momento. Esta resistencia global es lo que se descubre, y luego se frustra, con las condiciones especiales de la práctica espiritual. Cuando una persona asume las condiciones, empieza a darse cuenta de que siempre está apartándose del presente global. Comienza a ver que al apartarse siempre, no hace más que resistirse e impedir la conciencia de unidad… o la voluntad de Dios, el fluir del Tao, el amor del Gurú o la iluminación original. De cualquier manera que lo llame, se resiste a su presente. Mira hacia otra parte, se va hacia otro lado y, por consiguiente, sufre.

Llegado a este punto, las cosas parecen realmente desalentadoras. El individuo no parece ser más que una trampa montada para atraparse perpetuamente a sí mismo. Se inicia la noche oscura del alma, y parece como si la luz de la conciencia le diera la espalda hasta desaparecer sin dejar rastro alguno. Todo parece perdido, y en cierto sentido, lo está. La oscuridad sigue a la oscuridad, el vacío conduce al vacío, la medianoche se eterniza. En este punto mismo donde absolutamente todo parece desacertado, todo se arregla de un modo espontáneo. Cuando el individuo ve realmente que todo movimiento que haga es un apartarse, una resistencia, el mecanismo de la resistencia se queda sin cuerda. Cuando uno ve esta resistencia en cada movimiento que hace, entonces, de manera totalmente espontánea, abandona por completo la resistencia. Y el abandono de esta resistencia es la apertura a la conciencia de unidad, la realización de la conciencia de aquello que no tiene fronteras. Como si despertara de un sueño largo e incierto, se encuentra con lo que siempre supo: él, como ser separado, no existe. Su verdadero ser, el Todo, jamás ha nacido y jamás morirá. Solo hay, en todas direcciones, Conciencia como Tal, absoluta y omnímoda, que irradia en y a través de toda condición, la fuente y esencia de todo lo que surge a cada momento, absolutamente anterior a este mundo, pero no distinta a él. Todas las cosas no son más que una onda en este estanque, todo surgimiento es un gesto de este uno.

Cuando ya no se resiste a la experiencia presente, ya no tiene motivo para separarse de ella. El mundo y el yo regresan como una única experiencia, no como dos diferentes. Dejamos de saltar de ola en ola, porque no hay más que una ola, y está en todas partes. Dejar de resistir al presente es ver que no hay nada más que el presente; sin comienzo, sin fin, sin nada por detrás ni nada por delante. Cuando tanto el pasado de la memoria como el futuro de esperanza se ven como hechos presentes, los límites de este presente se derrumban. Las demarcaciones que rodean a este momento se hunden dentro de este momento, y entonces no hay nada más que este momento, y ningún otro lugar adónde ir. Así vemos claramente por qué la búsqueda de la conciencia de sí era tan exasperante. Todo lo que intentábamos estaba mal porque todo estaba ya, y eternamente, bien. Nunca hubo, ni jamás habrá, ningún momento más que Ahora.

La verdadera práctica espiritual no es algo que hagamos durante veinte minutos, ni durante dos horas, ni durante seis horas al día. No es algo para hacer una vez al día, por la mañana, ni una vez por semana, los domingos. La práctica espiritual no es una entre tantas otras actividades humanas; es el fundamento de todas las actividades humanas, su fuente y su validación. Es un compromiso previo con la Verdad Trascendente, vivida, respirada, intuida y practicada durante veinticuatro horas del día. Intuir lo que verdaderamente somos es comprometernos íntegramente en la realización de eso que verdaderamente somos en todos los seres, de acuerdo al voto primordial: “Por innumerables que sean los seres, hago voto de liberarlos; por incomparable que se la Verdad, hago voto de realizarla”. Para quien sienta este profundo compromiso con la realización, el servicio, el sacrificio y la entrega, en todas las condiciones presentes y hasta el infinito mismo, la práctica espiritual será, naturalmente, el camino. Que esa persona reciba la gracia de encontrar en esta vida un maestro espiritual y de conocer la iluminación en el momento.



BIBLIOGRAFÍA:

Wilber, Ken. La conciencia sin frontera. Barcelona: Kairós, 1985
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